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La crispada masa subterránea Página 1 de 4

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La crispada masa subterránea


By Anonimo
Created 02/25/2007 - 00:00

La bulla es continua. Los aprietos y apreturas. Las mentadas y masajeadas. Lo sabe todo
este gentío, pues ya es cotidiano su andar por estaciones de trasbordas. Porque miles de
ellos, originarios de la periferia, inician su hazaña muy temprano, bien relamidos y
perfumados, y repiten la proeza al caer la noche, fatigados y agridulces; no faltan los que
todavía conservan ánimos para echar relajo, ni los forasteros y usuarios esporádicos,
perdidos en el mar revuelto.

La noche invade la superficie de asfalto y se mete por túneles, donde crece el barullo y se
alargan los claroscuros, convertidos en escenarios de encuentros, guiñas y coqueteos, de
extravíos y extraviados, sobre todo los fines de semana. Las multitudes son contenidas
por vigilantes que, tras barricadas, cuchichean y fisgonean frente a la masa que presiona,
después de entrar por las seis puertas, cuyos pasillos conducen a espacios y cruces
saturados.

Miles son los usuarios que arriban en tropel, atropellándose y esquivando, con ansias de
ganar lugares estratégicos y peligrosos en los bordes de las vías, pero son frenados por
los retrasos de trenes, así parece, ya que es normal que manos desesperadas o
atrevidas jalen palancas de emergencia o simplemente que el carcamal naranja se acople
a la fatiga de quienes pretenden abordarlo.

La conducta de la masa oscila entre la angustia de las mujeres y el relajo de los hombres;
luego, mientras avanza el tiempo, la exigencia deriva en más gritos. Porque los segundos
tienen otra dimensión. De pronto aquello se convierte en un carnaval fugaz y ganas de
disfrazar los ánimos. Las mujeres, pendientes del pistoletazo, se cuidan de que algún
bribón no disfrace su prisa con el manoseo anónimo.

y surgen gritos:

O¡Queremos más Metro!

D¡Si no abren la puerta me quedo con tu mamá!

D¡Órale, perros!

Crece la crispación.

y la guasa.

D¡Apúrense, casi se orina mi vieja!

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La puerta sigue atrancada.


D¡Casi me hago del dos!
D¡Ya se me vino más el dolor!

Es el lado contrario del trasbordo con dirección a Indios Verdes, cuyo andén continúa
repleto de pasajeros, a punto de desbordarse. También se alarga la espera con dirección
a Universidad, pero no es comparable con el número de usuarios que se acumulan
enfrente, pues aquéllos taponan los pasillos de la estación Hidalgo. Por eso se detiene a
la multitud que crece, pero la desesperación Dpoco antes de que se dicte la orden oficial
de abrir el portónD lleva a que pasajeros se brinquen los pretiles.

Despliegan el portón, por enésima vez, y la marabunta se descuelga por el desnivel y se


desata una carrera más hacia el vestíbulo con dirección a Indios Verdes. Un vigilante
oprime un botón para detener la escalera eléctrica, la cual sirve para facilitar el descenso
de mujeres; pero ni quiera terminan de bajar los recién soltados cuando otro compacto
bloque, ahora del lado contrario, se deja venir en tropel, ahora rumbo a la línea dos,
Cuatro Caminos-Tasqueña y viceversa.
Pasan cinco minutos.

De nueva cuenta cierran puertas, y frente a éstas, otra vez, ahora un poco más lento pero
sin dejar de fluir, se multiplica la masa que resopla nucas y se alarga y estorba a las
demás personas que pretenden trasladarse a otros túneles.
y brotan chiflidos.

Un individuo con aliento alcohólico se acoda en el pretil que divide el pasillo de la


escalera eléctrica y, carcajada de por medio, reprende a los vigilantes: D¡¿Para qué
están, carnal?!D D¡Pon orden, pon orden!D Y aquéllos, simulando discreción, bajan las
manos, flexionan los dedos hacia las palmas y lanzan caracoles. El borrachín responde
con trompetillas. El angosto parece desbordarse. Se oscurece en los vagones del tren
que va a Universidad. La demora se alarga. La gente se irrita.

Faltan cinco minutos para las 19:00 horas. En el trasbordo se acumula más gente, que se
desespera y se alborota. Los que suben protestan contra los que bajan, pues van a
contracorriente.

D¿Qué pasa? Dpregunta una señora.

DDetienen a la gente para que no se desborde con dirección a Indios Verdes; vea, hasta
la luz se va.

DO sea, administran el flujo de la gente.


DUsted lo ha dicho.

DRobles, Robles, Julio, comunícate al cecéD, sale una voz de las bocinas, en referencia
al Centro de Control. Luego se reinician las mentadas de madre con silbidos y se abren
las compuertas. Detienen la escalera eléctrica que sube. D¡No me avienten, no me
avienten!D, protesta una mujer, que tropieza.

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La oleada es atajada cada cinco minutos. El descenso es indiscriminado. Ahora bajan


hombres y mujeres por la escalera eléctrica. Y otra vez detienen al gentío. Y otra vez
cortan el flujo eléctrico de la escalera, pues la marabunta no cabe en el pasillo del
trasbordo. Cuatro vigilantes de civil y una policía uniformada resguardan la puerta.

Del otro lado se detiene el tren repleto. Los rostros se aplastan contra lasventanas. El
barullo crece. De este lado aumentan los silbidos. Los usuarios se apelmazan. O¡Policía
auxiliar, policía auxiliar, dirección Indios Verdes, tienen la palanca accionada; policíaD¡D,
eructan las bocinas.

D¿y aquí quién se murió o qué pedo? Ose escucha la voz de un recién bajado del tren
que se dirige a Universidad.

D¡Burros!

D¡No se empujen!

DOiga Dpregunta un compungido señorD ¿y qué otra alternativa me queda para ir a la


Central del Norte?

DAgarre hacia Tasqueña y bájese en Bellas Artes; ahí, en el Eje Central, tome un camión
o trolebús.

Una voz ordena la presencia del Dpersonal de vigilancia en HidalgoD, pues accionaron la
palanca de emergencia. Dos personas discuten respecto al tiempo que han esperado.
Uno dice que tiene media hora. El otro lo llama mentiroso. Y vuelven los silbidos. La
gente aquí abajo sabe que es normal la situación, pero un minuto más de retraso significa
más crispación.

D¿Qué pasó aquí?

DEI flujo, señor, el flujo.

DMira allá. ¡No mames!

Algunos pasajeros rebasan la línea amarilla y se asoman al túnel. Dos guardias, de


espaldas a las vías, tratan hacerlos recular. Nadie hace caso. No hay posibilidades. Llega
el tren. Se escuchan gritos. Todos contra todos. Las mujeres son las más apachurradas.
Rostros como muñecos de plástico contra las ventanas de los vagones. Racimos de
manos y brazos atenazan tubos. Pulpos enlatados.

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