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LAS FIESTAS ANCESTRALES EN LOS PROCESOS DE LA

EDUCACIÒN INICIAL INDÌGENA EN CONTEXTOS DE CIUDAD


“UN ESPACIO PARA RESIGNIFICAR LA ESCUELA”

Ponente: Ps. Mario Eduardo Nacimba Paucar

PRESENTACIÓN

El presente artículo tiene el propósito de afianzar procesos educativos en la


primera infancia indígena en contextos de ciudad, desde las pedagogías propias
que implican parte de cotidianidad familiar y comunitaria. Así la propuesta, provee
acciones e intencionalidades pedagógicas para la primera infancia que transiten
más allá de lo cotidiano y generen derroteros que permitan cimentar el desarrollo
armónico e integral de los niños y las niñas desde las vivencias. Por ello, se
propone las fiestas ancestrales como espacios de mundos imaginados, creativos y
lúdicos, con tonos y colores que distinguen la educación inicial y hacen parte del
calendario Solar, los mismos que están determinadas por solsticios y equinoccios,
espacios del tiempo que matizan y dan la posibilidad de diseñar, ejecutar y
movilizar acciones educativas capaces de fortalecer a la primera infancia,
facilitando la exploración, el jugar, la comunicación, la diversión y ante todo la
revitalización de su identidad y legado cultural en un contexto fuera de su territorio
de origen, es decir, que nutra su corporalidad, su pensamiento y su ser.

Palabras claves: Educación propia, infancia indígena, fiestas, educación inicial.


LA FIESTA UN LEGADO CULTURAL Y EDUCATIVO
La festividad se desarrolla en torno a un núcleo de contenidos
(ideas, creencias y valores) que sirven de horizonte de sentido y
producen una mística colectiva entre los participantes. Por eso, en
cuanto culto, las festividades incluyen tanto formas religiosas
(plegarias, invocaciones, sacrificios), como profanas (desfiles,
ofrendas, celebraciones, discursos, representaciones): ambas
remiten a un orden trascendente, una zona sagrada o una
dimensión imaginaria que sublima o mitifica ciertos aspectos
fundamentales del hacer social.
(Pereira 2009, 12)

Aunque pase el tiempo y nos separe las grandes distancias entre las geografías,
los lazos con el espíritu del territorio se mantienen y una forma de lograr esa unión
es a través de la fiesta. Con el fin de materializar los principios y fines de
educación inicial indígena en contextos ciudad, se gesta una propuesta
pedagógica alrededor de la fiesta, la misma que esta demarcada por solsticios y
equinoccios como parte del legado cultural y ancestral indígena, además la fiesta
motiva la integración, posibilita y amplía los lazos comunicativos que permiten la
vigencia de saberes, pensamientos y conocimientos en la que participa
activamente la comunidad, la familia, los niños y niñas permitiendo la re-
significación de la identidad cultural y así garantizar una educación que
potencialice a la primera infancia en su formación para la vida y el respeto al otro.
La educación inicial indígena orientada a partir de los lineamientos
construidos representa una apuesta de atención integral de carácter
diferencial que el Estado propone para reconocer la diversidad poblacional
que habita en la ciudad y avanzar en su consolidación como una ciudad
multicultural y pluriétnica, generando una mayor representatividad de las
comunidades indígenas en los diferentes ámbitos de la ciudad. De esta
manera Bogotá fortalece el camino hacia la interculturalidad, con la puesta
en marcha de jardines infantiles fundamentados en el pensamiento indígena
y la atención diferencial, haciendo de la capital una ciudad solidaria y
respetuosa de la diversidad. (Lineamiento pedagógico para la educación
inicial indígena en Bogotá, 2010, 12)

Desde esta mirada, el documento propone la visibilización de acciones


pedagógicas propias que nutran las políticas educativas, didácticas,
metodológicas, que reconozcan y valoren la intrahistoria, la historia, la
intraculturalidad y la interculturalidad, donde escuela, familia, comunidad y
sociedad promuevan tradiciones como las fiestas en la que se vive, se siente y se
movilice la música, los bailes, la danza, el ritual con matices y tradiciones
indígenas para así fortalecer procesos que subyacen a la pedagogía propia en
donde influyan legados, memorias, tradiciones y relatos que afiancen la identidad.
Por eso, desde los entornos comunitarios, hasta los sofisticados espacios, la
fiesta1 se mantendrá como el legado más lúdico y creativo desde nuestros
antepasados hasta estos tiempos “modernos”. La fiesta como los juegos recrean,
con libertad, significados; negocian en torno al sentido, el secreto y la ambigüedad
de sus propios códigos, y asumen tanto la incertidumbre y el riesgo como la
estabilidad de las reglas (Pereira V. 2009, 12). En el contexto de la educación y
pedagogía propia las fiestas permean a todos y cada uno de los miembros de la
comunidad, generando interacciones capaces de suscitar aprendizajes y
estructuraciones a nivel cognitivo, social, cultural, ético, comunitario y familiar.
Vygotski y la psicología cultural, enfatizan la importancia del sentido (como
veremos, la “vivencia”) que incluye o expresa un sentimiento marcado por
las experiencias previas y por el “sentido común” (Bruner, 1990) o modo de
pensar y proceder tal como lo haría la generalidad de las personas, es
decir, por la cultura (ideas, creencias, costumbres, tradiciones que
prevalecen en una determinada comunidad y que expresan y construyen los
modos de sentir y vivir de las personas). Para Vygotski la conciencia
humana no es simplemente un fenómeno cognitivo, intelectual, sino que
también es fruto de la afectividad y las emociones, por lo tanto de los
impulsos, deseos o motivos que dirigen la conducta humana.(Guitart,2009,
p.11)

Es importante precisar que cada ser humano posee elementos culturales


particulares que movilizan las acciones y el pensamiento, por lo cual es

1
Para Rousseau la fiesta conviene a los pueblos -en una República- como un medio para organizar una
especie de asamblea creando entre sus miembros agradables lazos de placer y de felicidad que los puede
mantener unidos como comunidad. Para lograr estos efectos de la fiesta es necesario que los espectadores se
conviertan en actores de los ceremoniales de tal manera que se sientan como parte de un todo unitario dando
pie para considerar que uno de los elementos de los sentimientos festivos es el propiciar la construcción de
una comunidad. Su fuente de reflexión se encuentra en la fiesta Espartana dado que allí todo "era placer y
espectáculo, era allí que los rudos trabajos se combinaban con recreaciones y que los más mínimos reposos
eran motivo de instrucción pública y permitían al ciudadano reunirse continuamente y consagrar parte de la
vida en regocijos como parte de la política del Estado" (González Marco, 2008, 1)
significativo destacar a quienes promueven y dinamizan la educación propia. Esta
se representa en las madres y padres, los mayores, los niños - niñas y la
comunidad a la que los individuos pertenecen. Al respecto Ibañez (2003) afirma
que, es necesario desligar las enseñanzas establecidas a partir de los curriculos
oficiales, pues estos implican un desconocmiento a la diversidad de visiones del
mundo que el niño junto a su familia y comunidad han construido, pues el
aprendizaje se da en espacios que acumulan y renuevan conceptos y experiencias
que involucran el primer estadio educativo o de educación inicial.
En este sentido (…) una abuela kichwa afirmaba que mientras los mayores
trabajan tejiendo, bordando, la alfarería, la cestería, la tejería, la chacra, al
preparar los alimentos, o cuando algún miembro de la casa interpreta la guitarra,
el rondador, la flauta o el tambor, los niños se involucraban en procesos de
aprendizajes, al igual que cuando los mayores entablan sus conversaciones en
relación a los ciclos lunares y solares, cuando miran la configuración de aro-iris,
cuando escuchan croar las ranas, cuando el búho ulula, cuando el gorrión
chapaletea en un charco, cuando el perro aúlla, cuando el cerro se cubre de
neblina. En este sentido Estrada sostiene que:
Las fiestas deben asumirse como una forma pedagógica ancestral que
vincula a las familias con su territorio, no quedándose en una manifestación
externa de folclor, si no de constante investigación, conocimiento y
recreación de la espiritualidad, pues están ancladas en las tradiciones, en el
saber ancestral guardado en la memoria de los mayores, que se comparte a
través de las mingas de pensamiento, con el sentido que ellas tienen para
una comunidad o un grupo étnico. (Estrada,2007,p 101-102)

LOS SOLSTICIOS Y EQUINOCCIOS TIEMPOS GENERADORES DE FIESTAS


Los pueblos antiguos principalmente en las tierras altas se disponían a recibir los
solsticios y los equinoccios como muestra del respeto a Tayta Inti o Padre Sol en
las siguientes fechas ““20 de marzo “Mushuk Nina”, 21 de junio “Inti Raymi”, 22 de
septiembre “Kuya Raymi”, 21 de diciembre “Kapak Raymi”” (Guayasamin, 2007)
alrededor de estas fechas construyeron cientos de monolitos en piedra de forma
cilíndrica y los ubicaban en sitios estratégicos, y esperaban pacientemente el fin
del solsticio para mirar el inicio del equinoccio o viceversa, solo eran fracciones de
segundo que el pueblo podía contemplar, a las 12:00 M no existe sombra en
ninguno de los bordes de los cilindros de piedra, ese espacio lo llamaban “Inti
Watana” (donde se amarra el Sol) a pesar de que era por pocos segundos los
amawtas u hombres de conocimiento y comunidad, así como los dirigentes de la
época se preparaban toda la vida para esos momentos (Cieza de León, 1967).
Luego de ese “fenómeno” que dura poco tiempo se iniciaba la fiesta con
compartires de alimento, danzas ceremoniales y festivas, bebida y en ocasiones
con sacrificios humanos.
Actualmente las fiestas más representativas en el mundo andino son las que están
relacionadas con el 21 de junio y 22 de septiembre, mientras que la del 20 de
marzo y 21 de diciembre se encuentra en proceso de recuperación, pero al
tratarse de un espacio pedagógico contribuye positivamente a generar esferas de
aprendizajes principalmente en los niños y niñas indígenas que habitan en
contextos de ciudad. Estos encuentros han permitido ver de cerca de la afinidad
de los padres con la educación de sus hijos, lo que reivindica aún más el papel de
la fiesta en la unificación de la comunidad educativa.
En este sentido se puede afirmar que la fiesta ancestral indígena es un espacio
integrador que permite generar dinámicas y acciones pedagógicos que involucran
las etapas de desarrollo y aprendizajes de los niños en la primera infancia, es una
entidad cultural que engloba aspectos del lenguaje, del movimiento, lo personal, lo
artístico, lo comunicativo, lo afectivo, lo creativo, lo ético y por ende lo cognitivo.
Por lo tanto, las acciones y actividades que se realizan en los proceso
pedagógicos de la primera infancia tales como el: canto, la lectura de cuentos, el
compartir de saberes, el diálogo armónico, el auto reconocimiento y el
reconocimiento al otro como sujeto histórico debe partir desde el contexto de la
alegría y la algarabía de niños, niñas y maestros/as.
En este sentido, el reconocimiento de que existen otras formas, recursos y
modelos educativos que conllevan a una convivencia y a un bienestar que además
permite implementar momentos de aprendizajes para la vida, rompen esquemas,
mitos, estereotipos, paradigmas e imaginarios que históricamente ha dominado la
educación, haciedo que pensemos y creamos que las únicas estrategias y
métodos educativos son aquellas que están regidos por la oficialidad
gubernamental.
Así mismo, el acto educativo desde el diario vivir (que puede ser costumbristas) y
convivir, centrado en la valoración de las espacios connaturales y cualidades
humanas conlleva a que el niño/niña pueda explorar e iniciar con una educación
desde su propia realidad y de esa forma se garantizaría protección y cuidado
calificado de acuerdo a los principios establecidos en los derechos de las
infancias, acciones que sin duda, conducirá a potenciar la creatividad, a respetar a
los demás como a sí mismo, a la autonomía y sobre todo a salvaguardar la
identidad (personal, cultural, familiar, comunitaria) y particularidad de cada ser.
En síntesis, el análisis de las fiestas en relación con la modernidad como
propuesta educativa para la primera infancia, permite transitar por variados
espacios, entramar y tejer posibilidades lúdicas que van más allá de los entornos
convencionales y se convierten en potenciadores de creatividad, para llevar los
legados y herencias culturales como parte de la educación propia, pues el
reconocimiento de cada una de las identidades, saberes propios y no propios que
se percibe a través de las fiestas y sus rituales hacen que la educación inicial sea
radiante, chispeante de alegría, matizada de ternura, comprensión, afectos y ante
todo con un valor intrínseco y físico que rompa las barreras de la
convencionalidad, la apatía y además conlleve a la superación de los actos e
imaginarios segregacionistas y discriminatorios que aún se persisten en la
escuela.

REFERENCIAS
Cieza de León, P. (1967). El señorío de los Incas. Lima: Instituto de estudios
peruanos.

Estrada, M (2009). Recrear la espiritualidad ancestral a través de la danza y la


música como formas de educación propia. Revista Educación y Pedagogía,
(49), 99-102.

Guayasamin, G. (Junio de 2007) La Cruz del Tiempo. Llevado a cabo en la


Universidad de Especialidades Espiritu Santo. Quito, Ecuador.
Guitart, M. E. (2008). Hacia una psicología cultural. Origen, desarrollo y
perspectivas.  Fundamentos en Humanidades, 9(18), 7-23.

Ibáñez, S. (2003). La construcción del mundo en el lenguaje. Revista de


Psicología, 12(2).

Pereira Valarezo José (2009) “La fiesta popular tradicional del Ecuador” editorial
Ministerio de Cultura, serie Cartografías de la memoria. Quito – Ecuador.

Planchart Licea Eduardo (2000) “Lo sagrado en el arte, la risa en Mesoamérica”.


Biblioteca. Universidad Veracruzana. Xalapa – México.

Molina, F. (2011). Lineamiento Pedagógico para la educación inicial indígena en


Bogotá. Niñez Indígena y Educación Inicial. SDIS-OEI.

Fuentes Orales

Paucar Cocanguilla Eduarda, abuela de 84 años, agricultora, perteneciente a la


comunidad Kitu Kara y prioste de fiestas en Amaguaña - Ecuador.

Nacimba Cinialin Francisco, abuelo de 85 años, albañil perteneciente a la


comunidad Kitu Kara y prioste de fiestas en Amaguaña - Ecuador.

Cushcuaga Rosa, abuela de 76 años, tejedora de la comunidad Kichwa de


Otavalo en Ecuador.

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