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La propiedad privada es el límite de la comunidad o el episodio originario del homo sacer.

Una contradicción late en las reflexiones de Esposito y de Agamben: la fragilidad de lo vital ante
los límites del Estado. Si la comunidad política se disuelve en el orden del control y de la
excepcionalidad, la razón de Estado es una cota entre la posibilidad de vivir o morir. Impera en
distintas escalas de comunidad. Encuentra Esposito una antinomia entre inmunidad y comunidad
prácticamente absoluta. Mientras, Agamben señala cómo zoé y bíos se han ido confundiendo en la
consolidación del Estado moderno (“entran en una zona de irreductible indiferenciación”).

Desde una reflexión filosófica general el planteamiento de la exclusión subyace al de su sentido


fundacional: bajo un primigenio acuerdo de compromiso de cuidado recíproco; ya que este
significado fue relevado por el del sentido de pertenencia. Se abre así un horizonte pleno de
exclusivismo identitario de pertenencia. Al traducir la comunidad lingüística de pertenencia a la
configuración urbana, es inevitable evocar las countries, los fraccionamientos residenciales
cerrados y todos esos Estados dentro del Estado: comunidades urbanas dentro de la comunidad
política (global). A esa escala entonces, este tipo de hábitat urbano exclusivo, al conformarse
como securitario, niega la condición fundacional de vincularse al cuidado del otro. Y todo esto
transcurre para Esposito en el campo de la semántica y la actualización de los usos. Sin señalar
cuál es la plataforma material que imposibilita una comunalidad, parece desenvolverse la realidad
en el plano de la lingüística y no al revés: el orden de la lengua deviene de relaciones materiales
excluyentes.

Exclusión que en el plano de la comunidad resuelve a nivel societario las profundas privatizaciones
de lo público: si este representa relaciones más comunitarias sobre el cuidado del Otro, la
privatización impone la comunidad de los semejantes en tanto empresarios, altos funcionarios y
organismos financieros internacionales. No será casualidad en esta neoliberalización usurpar a la
comunidad en su sentido originario, al invocar en la terminología a la comunidad financiera (al
emitir sus notas de riesgo país) o la comunidad internacional (al declarar un estado de guerra
contra una nación indisciplinada). En la producción del conocimiento también existe una
comunidad científica (que valida el estatus del conocimiento) y una comunidad académica (que
incorpora a sus pares en detrimento de los precarios). Pero no todo problema social o político está
instalado exclusivamente en la dimensión del discurso o de la lingüística. ¿Qué relación de fuerzas
entre los sujetos y las clases sociales permite este tráfico y circulación de significados
hegemónicos? La Palabra fabricada y hablada en los think tanks, y ese idioma es el de la alcabala
financiera.

Agamben en su refinado análisis filosófico-político deja al descubierto las relaciones de poder para
fusionar en el orden del Estado moderno, la vida como decisión suprema, en la generalización del
Estado de excepción. De acuerdo con ello, la vida precaria reúne atributos de precarización en un
gradiente de exclusión-fragilidad-vulnerabilidad-virtualidad-prescindibilidad. Esos factores definen
al informal, al sin techo, al marginal, al periférico; un precipicio en donde tienen un pie los
trabajadores sin contrato colectivo.

Exclusión es una mimetización discursiva de la explotación como núcleo de poder real en el


capitalismo; en sus facetas urbana, territorial, étnica, clasista, de género.

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