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LOS LÍMITES DE

LA
ESPECIALIZACIÓN
EN TRADUCCIÓN
Publicado el 13 feb 2014 en buenas prácticas, carrera
profesional, trabajo, traducción | 18 comentarios
Una de las prácticas recomendadas de forma generalizada en la profesión es la de
la especialización en un único campo o trabajar solo en algunas disciplinas. Es
una forma de reducir el número de competidores al que nos enfrentamos en el
mercado a la hora de optar a un proyecto, ya que el número de personas que
pueden traducir, por ejemplo, un texto general del inglés al español es bastante
elevado. Sin embargo, el recuento se reduce considerablemente si lo que
necesitamos es traducir un ensayo clínico sobre el uso de dianas terapéuticas en
la cura del cáncer de páncreas o la ficha de características técnicas de una barra
de combustible en un reactor presurizado.

Sin embargo (y aquí hablo sin datos, basándome únicamente en la experiencia), el


número de especialistas puros que conozco (es decir, que solo trabajan en una o
como mucho dos áreas de especialidad) es bastante reducido. Os pongo mi caso
como ejemplo: trabajo principalmente en localización, traducción técnica, ciencias
de la vida, marketing y turismo. De todas estas áreas, la única en la que soy
verdaderamente especialista es la última (soy Diplomado en Turismo). En el resto
de ellas, el grado de conocimiento que poseo de las materias es variable. Por
ejemplo, considero que puedo hacer un trabajo más que decente en dispositivos
médicos, pero no me atrevería con un ensayo clínico. De forma similar, me manejo
bastante bien en electrotecnia e ingeniería nuclear, pero no tengo ni idea sobre el
sector petrolífero.
Por lo tanto, el primer problema que se nos plantea a la hora de hablar de
especializaciones es el de las definiciones: ¿quién es un verdadero especialista? No
tenemos problemas en aceptar que un Licenciado en Medicina y en Traducción e
Interpretación es un experto en el campo médico. Sin embargo, es más complejo
plantear una definición en el área de la localización, donde muchos de los
especialistas no son ingenieros en informática ni programadores y, en la mayoría
de los casos, han adquirido sus conocimientos mediante la experiencia o de forma
autodidacta.
Si ya resulta difícil plantear una definición uniforme, resulta casi imposible establecer
qué nivel de especialización es necesario para llevar a cabo nuestro trabajo. Este
problema no es sino una variación del viejo dilema de quién traduce mejor: si un
abogado que habla inglés o un traductor jurídico. Este planteamiento no puede
analizarse sin tener en cuenta la demanda del mercado. Para un segmento
considerable de las empresas que operan en nuestro sector, sus necesidades de
traducción estarán cubiertas por la mayoría de los traductores disponibles. Son los
que podríamos definir como profesionales familiarizados con áreas de trabajo, que
tendrían un nivel de conocimientos sobre la materia inferior a los de un
especialista, aunque probablemente suficientes para entregar un resultado de
calidad aceptable dentro de los parámetros demandados por el cliente.
El mercado es el factor clave a la hora de considerar el valor de una especialidad , al
menos en términos de rentabilidad. Veamos un ejemplo para ilustrar esta idea.
Tenemos dos traductores de la misma combinación lingüística. El primero trabaja
en el campo jurídico, técnico y médico. Su nivel de conocimiento de estas
disciplinas puede considerarse medio. Frente a esto, tenemos a un segundo
traductor médico, con un nivel de conocimientos muy alto. Si nos preguntásemos
quién de estos dos profesionales tendría, en principio, potencial para ganar más
dinero, la respuesta intuitiva de muchos de nosotros sería que el segundo. Pero,
como en tantas cosas, la respuesta es un gran depende. Es cierto que un
traductor médico con experiencia tendrá acceso a proyectos a los que
probablemente no podrá acceder el primer traductor. Sin embargo, ¿cuántos
proyectos al mes recibirá? El cliente, en caso de una traducción médica de
dificultad media, probablemente prefiera asignar el proyecto al primer traductor,
que cobrará menos, reservando al segundo traductor únicamente para aquellos
trabajos en los que el nivel de calidad requerido se encuentre sustancialmente por
encima de la media. Dicho de otro modo: la especialidad reduce el número de tus
competidores, pero también el de tu mercado potencial.
Por último, no podemos olvidar los costes de oportunidad asociados a la adquisición
de los conocimientos necesarios para considerarse especialista. Volviendo al ejemplo
de la traducción médica, como mínimo se necesita un año para obtener un máster
en traducción médica o seis años para contar con una Licenciatura en Medicina.
Como alternativa, podríamos dedicar esos seis años, por ejemplo, a cursar tres
grados de ciclo superior sobre electrónica, mecánica y diseño industrial o un
Grado en Enfermería y un grado superior en radiodiagnóstico, de tal forma que el
mercado potencial que conseguiríamos en el segundo caso sería más elevado y,
posiblemente, ofrecería mayores expectativas de rentabilidad que el primero.
En definitiva, no hay respuestas claras a si la especialización garantiza una mayor
competitividad en el mercado. La decisión tiene que valorarse en términos de
tamaño de mercado, volumen de ingresos potencial y demanda de conocimientos
especializados del sector. Mi impresión, de nuevo subjetiva (y espero vuestros
comentarios sobre ella), es que un profesional que se mueve en más campos
diversifica mejor, y por lo tanto, sus rendimientos potenciales serán mayores que
quienes, a pesar de contar con unos conocimientos muy específicos, cuentan con
un terreno de juego más reducido.

http://www.olivercarreira.net/es/los-limites-de-la-especializacion/

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