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español la diferencia se basa en la relación que mantienen una y otra con el poder oculto y maligno,
con el poder demoníaco. La hechicera invoca y se sirve del poder demoníaco para realizar sus
conjuros, mientras que la bruja hace un pacto con Satán, renuncia a su fe y rinde culto al diablo. "La
fuente del poder oculto no es ahora la fuerza de la palabra ni la invocación al diablo ni la ceremonia
mágica, sino que aquella proviene de la adoración personal y voluntaria al demonio por parte de la
bruja hereje y apóstata; su poder es vicario pero diabólico, adquirido a través de pacto explícito,
personal y directo con el mismísimo Satán en conciliábulo nocturno y destructor que anuncia
el aquelarre". El paso de la hechicera a esta "bruja satánica", "bruja aquelárrica", como la llama
también Carmelo Lisón, se produjo en Europa a lo largo de los dos siglos finales de la Edad Media.9
Al comienzo del Medioevo, Clodoveo I, rey de los francos del año 481 al año 511, promulgó la
llamada Lex Salica condenando a las brujas a pagar fuertes multas. Y en lo que respecta
a Carlomagno, su código de leyes establecido entre los años 780 a 782, contemplaba la prisión para
los adeptos a la brujería.
Paralelamente a estas represiones, se desarrolló toda una literatura de inquisición (cerca de dos mil
escritos) denunciando los poderes maléficos de las brujas; y entre esos títulos figuran, entre muchos
otros: Le Marteau des sorcières, primer libro de bolsillo; De la démonomanie des sorciers de Jean
Bodin; Discours exécrable des sorciers de Henry Boguet.
Pero es en 1326, a través de una bula pontificia del papa Juan XXII, que podemos decir realmente
comienza una exacerbada persecución a las brujas, la que se extendió por cerca de cuatro siglos