En el verano del 96 en Bariloche, donde vivía, sucedieron varios incendios
forestales que irritaron a la población, al comprobarse que muchos eran intencionados. El propietario de una respetada floristería, puso, entonces, en la vidriera de su negocio este cartel: “Muerte a los que queman los bosques!”. Ese fue mi primer encuentro con un Guerrero de la Paz. Con el tiempo fuí conociendo a otros de estos personajes capaces de asesinar, torturar y masacrar en nombre de causas tan nobles y dulces como la Ecología, la Paz o la protección de las especies que se extinguen. Es fácil gritar Paz!, y sentirnos buenos tipos; lo difícil es domar al Mono Territorial que llevamos dentro, agazapado, desde que nos dedicábamos a la difícil y poco ecológica tarea de cazar dinosaurios.
Y a veces, 2 estrellas chocan allá arriba, la energía del entorno se calienta, la
atmósfera se llena de moléculas de testosterona y nos encontramos, los que estamos naturalmente dispuestos, matando y muriendo, por el triunfo de la Revolución, el Islam, Boquita o los Ramones, que son lo más grande, chabón.