Tanto en la vida profesional como personal existen un conjunto de valores y
convicciones que nos rigen como personas. En nuestro caso como arquitectos, la correcta relación con los clientes y la presencia siempre de honestidad son los ejes principales. Como arquitectos tenemos una responsabilidad inviolable con quienes nos confían sus proyectos o su patrimonio, con fin de obtener un producto de calidad. Así mismo en el ejercicio de nuestra ética profesional debemos obedecer a posiciones contextualizadas y coherentes con las realidades del país o el lugar donde nos encontremos. La moral como profesionales de la arquitectura debe transcender el ámbito de la construcción de edificios para reconocer nuestra responsabilidad ante la sociedad y a su vez asumir muy bien este papel dando soluciones prontas a las diferentes necesidades que se presentan a diario abarcándolas en cualquier aspecto (social, político, cultural, económico).
“Así se podría decir entonces, que la arquitectura tiene una inmensa
responsabilidad social y con este planteamiento estamos haciendo la base ética de la arquitectura. La arquitectura es el recipiente de la vida. Los invito a no olvidarlo y cuando trabajen de esta forma, estén seguros de que lo estarán haciendo todo siempre bien.”