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Á R E A OB R A S H ID R Á U LIC A S
C ON S T R U C C ION E S H ID R Á U LIC A S
DESAGÜES DE FONDO
capaz de funcionar con esa carga máxima, por si fallara el intermedio, pero el margen de
seguridad puede ser más estricto en este caso, que es accidental y menos probable. En
funcionamiento normal el desagüe de fondo trabajará con presión reducida, previo vaciado con el
intermedio, y con mayor seguridad de maniobra, a menos que por concepto estén previstos para
operar simultáneamente.
Los caudales a erogar influyen en conjunto con la altura, ya que si los caudales son elevados
puede ser conveniente un desagüe complementario, aunque la altura no sea lo importante.
La intervención en el control y evacuación de crecidas puede ser fundamental para decidir un
desagüe intermedio. En realidad, esta función es una consecuencia de la magnitud de los
caudales, pues si es importante puede ser preferible operar con menores presiones a altura
intermedia que con el desagüe de fondo, ya que las crecidas pueden evacuarse incluso con
niveles altos del embalse.
La sedimentación es un proceso continuo, por lo que irá adquiriendo sucesivos niveles, N 1, N2, ...,
siempre limitados por el talud TN, aunque al ir creciendo la carga sólida podrían producirse
deslizamientos parciales, que luego se reajustarían en el talud de equilibrio. Como el perfil de la
figura anterior representa la sección axial de un fenómeno tridimensional, un proceso y formas
similares actúan en todo el entorno del desagüe, que en realidad da lugar a una bocina de
limpieza a su alrededor.
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Es importante hacer funcionar al desagüe de fondo con plena apertura, para lograr el máximo y
más lejano efecto. Esto está limitado con frecuencia por la pérdida de agua. Se procura que el
desagüe funcione cuando hay sobrantes, pero hay embalses que sólo los tienen algunos años, lo
que obliga a espaciar el funcionamiento quizá excesivamente. Según los casos, se sigue la norma
de esperar a que haya sobrantes (cuando el ritmo de sedimentación lo permite) o se decide abrir
el desagüe, aunque no los haya, si la optimización conjunta así lo aconseja. En este último caso
se debe limitar el tiempo de actuación para ahorrar volumen perdido; es mejor, en principio, actuar
con todos los elementos abiertos (que son dos, como mínimo) durante menos tiempo que utilizar
sólo uno con más duración. Esta decisión, sin embargo, puede venir condicionada por el cauce
aguas abajo, si la descarga de la batería de desagües es excesiva, por ser de gran capacidad. En
resumen, en cada caso se decidirá el uso de los desagües de fondo, teniendo en cuenta todas las
circunstancias y limitaciones.
El desagüe de fondo se coloca algo por encima del propio lecho con objeto de:
• Dejar un margen inicial de depósito sólido para evitar que el desagüe tenga que funcionar
inmediatamente o en momento inoportuno; por ejemplo, de forma que el volumen del
embalse por debajo del desagüe sea el correspondiente a dos o más años de
sedimentación.
• Partir de una superficie horizontal más amplia para que, a partir de ella, sea más lenta la
progresión del depósito en altura y más fácil de controlar por acciones espaciadas del
desagüe.
• Como beneficio secundario, para aliviar un poco la carga sobre los elementos de cierre.
El hecho de que queden unos metros sin posibilidad de vaciado tiene mínima importancia, por la
pequeñez del volumen, que además acabaría rellenándose de sólido, y que por estar debajo de
las tomas no es útil.
Evitar la consolidación del sedimento es importante, porque aumenta la resistencia a la erosión y
el talud natural, consecuencias ambas desfavorables para la posterior limpieza. La consolidación
se ve favorecida por el agua y la larga permanencia en un estado de equilibrio. La consolidación
puede llegar a límites importantes: en algunos embalses que tuvieron inactivo su desagüe de
fondo, los depósitos llegaron a cubrirlos totalmente y anularlos.
Por ello, a igualdad de caudal, una compuerta en carga será de menores dimensiones que una
superficial, pero debe tenerse presente que el costo unitario de las compuertas es mayor en las
profundas. Además, pueden pesar en la decisión otras circunstancias, como el ahorro en el tramo
de aceleración o una menor longitud de conducción en el aliviadero en carga.
Sin embargo, en la mayor parte de los casos la economía no va en ese sentido, ni tampoco es el
factor prioritario, pues sobre todo debe prevalecer la seguridad y funcionalidad, aspectos en los
que el aliviadero de superficie tiene claras ventajas.
En primer lugar, ante la siempre posible ocurrencia de una crecida superior a la nominal o una
avería de compuertas, ese tipo de aliviadero tiene una gran elasticidad, pues una elevación de
nivel del embalse se traduce inmediatamente en notorio incremento de desagüe con h1,5. (Un
incremento de 1 m en una lámina de 5 m aumenta el caudal en un 30%, que puede ser decisivo
en esas circunstancias extremas.) En cambio, en un desagüe profundo, el caudal varía con h 0,5, y
como h es normalmente de decenas de metros, el caudal tiene una gran rigidez con el nivel, tanto
mayor cuanto lo sea h. La misma sobreelevación de 1 m con h = 30 m supone un aumento de
caudal de solamente 1,7%.
Por ello, un aliviadero profundo único sólo es admisible en un embalse de gran capacidad relativa
en su parte alta, de forma que un mayor caudal o una menor capacidad de desagüe por avería
puedan absorberse por almacenamiento con una moderada sobreelevación. Como eso se da sólo
en una minoría de embalses, lo más general es que el aliviadero profundo requiera otro
complementario superficial que le dé la necesaria seguridad y elasticidad.
Cuando el conjunto de circunstancias lleva a decidir que un desagüe profundo intervenga en
proporción notable en el control de crecidas, suele ser preferible adjudicárselo a uno intermedio,
que por su menor carga tiene mejor y más segura maniobrabilidad que el de fondo.
Otra componente de seguridad a favor del desagüe superficial es la situación de sus compuertas y
obras, que permite el acceso directo y fácil para la revisión de su estado y mantenimiento de los
mecanismos, guías, impermeabilizaciones, etc., y sobre todo la posibilidad de revisión en seco y
pruebas en vacío con una bajada del embalse igual a su altura, e incluso menor, con ayuda de
ataguías, mientras que las profundas son más difícilmente accesibles y requieren una notable
bajada del nivel para su puesta en seco, lo que no siempre es posible.
En resumen, hay que considerar todas las circunstancias de cada caso, comparando
económicamente las diversas alternativas en su conjunto, pero dando prioridad siempre a la
seguridad y funcionalidad. Eso suele llevar a la prevalencia del aliviadero superficial en la mayor
parte de los casos, salvo para grandes caudales y embalses con amplio margen de regulación, en
los que se marca una tendencia al empleo del desagüe profundo como aliviadero principal o único.
Independientemente de los tipos de los cierres la figura siguiente esquematiza las disposiciones
posibles:
• Dos conductos en paralelo, cada uno con dos elementos de cierre en serie (a) (c).
• Dos conductos en paralelo, con cierres de control separados y con un cierre de seguridad
común (b) (d).
En cada esquema los cierres pueden situarse en cualquier otro punto de la conducción, pero
manteniéndose siempre las posiciones relativas entre ambos (el de control aguas abajo). Las
disposiciones (b) y (d) no contradicen la duplicidad, pues el elemento más delicado por su uso es
el de control, que sí es doble; el de seguridad funciona como reserva, en condiciones estáticas
(salvo emergencias) y puede ser único, aunque es lo menos frecuente.
Todas las operaciones, en efecto, se realizan con el cierre de control, que es el que abre o cierra
el paso al agua. El cierre es la operación más dura, pues hay que frenar la energía cinética del
agua. El elemento de seguridad funciona con el de control cerrado, sin paso de agua, por lo tanto,
y con presiones equilibradas en sus dos caras; esto último es automático al cerrar, una vez
cerrado el de control; en la apertura podría no serlo, porque el agua comprendida entre los dos
cierres podría haber bajado de nivel por filtración a través del de control al cabo del tiempo. Para
ello, se dispone un by-pass, que es una tubería de pequeño diámetro que comunica directamente
el tramo entre cierres con el embalse; va provisto de una válvula, que al abrirla llena el conducto
entre cierres y lo pone a la misma presión que el embalse, equilibrando las presiones en ambas
caras del de seguridad. La válvula del by-pass debe ser doble, en serie, para poder revisar
cualquiera de ellas.
En posición de reposo ambos cierres están cerrados, en general. Pero hay opiniones favorables a
mantener sólo cerrado el de control para que el tramo de conducción esté siempre mojado y en
presión, para asegurar mejor la adherencia de la chapa al hormigón y la humedad de las juntas de
impermeabilización del de control; y en reserva, levantado, el de seguridad. Estos efectos también
pueden lograrse con este último cerrado con tal de dejar abierto el by-pass.
Las dos operaciones de cierre y apertura son igualmente importantes, pero el eventual fallo de
cada una tiene efectos distintos. La seguridad de apertura es fundamental, pues un descontrol de
los caudales salientes puede repercutir en una sobreelevación de nivel y posible vertido. Un fallo
del cierre podría conducir al vaciado del embalse. La apertura está relacionada con la seguridad, y
el cierre con la explotación y la economía, por lo que la primera parece más importante que el
segundo. Sin embargo, la apertura es difícil que falle (salvo que el desagüe estuviera enterrado)
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porque se inicia con agua en reposo, mientras que el cierre ha de hacerse en contra de la energía
cinética del agua. Por otra parte, un raro fallo en la apertura puede subsanarse más o menos con
otros desagües: el aliviadero de superficie, o incluso las tomas de explotación, si fuera
imprescindible. En cambio, un fallo en el cierre es insubsanable.
Por ello, asegurar el cierre es lo más importante, y a ese efecto, aunque el funcionamiento normal
del de seguridad es en reposo, debe estar previsto para poder funcionar con paso de agua en un
caso de emergencia, si no cerrase el de control, aunque dado lo extremo del caso se admiten
condiciones de funcionamiento no tan estrictas, en tanto se logre completar la maniobra de cierre.
Si el de seguridad puede maniobrarse en estas condiciones límites, su garantía de funcionamiento
normal será muy amplia.
La posición de los cierres en el conducto puede ser muy variada: francamente separadas y en los
extremos (figuras a y b) o ambas próximas y aguas abajo (c) o aguas arriba (d), o cualquiera
intermedia entre las descriptas. En la posición (c) es aconsejable añadir un nuevo elemento de
cierre accidental aguas arriba para permitir aislar y vaciar el tramo, que de otra forma quedaría sin
protección Ese cierre puede ser simple e incluso de instalación eventual sólo cuando el embalse
esté bajo, y puede consistir en una ataguía o compuerta metálica que se introduce en unas
ranuras en la embocadura de entrada. En desagües de mayor importancia puede requerirse una
compuerta instalada, aunque normalmente levantada, que actúe solo con niveles bajos y con
cargas equilibradas.
Pero incluso cuando el cierre de seguridad
está en el origen aguas arriba puede ser útil
un dispositivo de ataguiado eventual para
revisar la compuerta de segundad del
desagüe de fondo, puesto que siempre está
sumergido. Esto depende de la importancia
del desagüe y otras circunstancias. Los de
medio fondo no necesitan ataguía, en
general, ni siquiera cuando los dos
elementos de cierre están aguas abajo,
pues la revisión del tramo no protegido
puede esperar normalmente a que el
embalse baje y lo deje libre.
En la disposición (d) el conducto queda libre
con las compuertas cerradas, por lo que no necesita más disposiciones que las generales de
funcionamiento hidráulico correcto. La figura siguiente esquematiza el perfil de un desagüe de
fondo tipo (a).
Cuando la lenteja queda inclinada respecto al eje del conducto se distorsiona notablemente el
flujo, a pesar de lo cual hay constructores que garantizan su funcionamiento así, y se han usado a
veces para romper parte de la carga en estas posturas. Sin embargo, el mejor funcionamiento
hidráulico lo tienen con la lenteja horizontal, para cuya posición la apertura es máxima y el flujo
contornea el obstáculo con facilidad. Para asegurar el cierre, la lenteja puede tener su eje
ligeramente descentrado, de forma que la acción de la corriente tienda a hacerla girar para que
cierre, o por medio de un contrapeso; por ello, para que permanezca abierta hay que mantener un
pequeño esfuerzo mecánico. Por todo ello tampoco se usa ahora en desagües de vaciado.
La válvula compuerta consiste en un tablero metálico circular o rectangular (según la sección del
desagüe) que puede subir o bajar de forma que en la primera posición desaparece totalmente del
conducto y en la segunda lo cierra, permaneciendo siempre en su interior. Cuando se encuentra
en posición abierta se aloja en una cámara cerrada unida al cuerpo fijo de la válvula, para que el
conjunto resulte estanco. El movimiento se transmite a un vástago vertical unido a la compuerta
por medio de una cremallera o por un pistón que le transmite una presión de aceite. En el primer
caso (que no es el de la figura), al subir la compuerta el vástago-guía sobresale por encima de la
cámara, y se hunde en ella al bajar; para asegurar la estanqueidad, el orificio de la cámara está
provisto de un prensa-estopas, que es un órgano de impermeabilización que permite el
movimiento deslizante del vástago sin salida de agua, que en la cámara está en presión.
La válvula se aloja en una caseta exterior o en una cámara interior a la presa o subterránea. Es
importante tener en cuenta que esta válvula requiere una altura en la cámara tal que suma la
altura de la compuerta, la de la cámara y la del vástago, y hay que añadir otro módulo más para
desmontar la compuerta por elementos y dejar un margen. La cámara o caseta donde se instala la
compuerta debe estar provista de un cabrestante o pequeña grúa para su montaje o desmontaje,
disposición común a todos los tipos de compuertas.
El funcionamiento de esta válvula es de cierre o apertura totales. Sólo funciona con cierre parcial
transitoriamente durante esas operaciones. En realidad, esta válvula se presta a trabajar con
cierres parciales, pero con vibraciones. Además, para el vaciado debe tenerse una sección
diáfana, y precisamente éste es uno de los atributos de esta válvula, que cuando está abierta
forma una completa continuidad con el resto del conducto. Se puede usar tanto para control como
de reserva, por lo que algunos desagües la utilizan para ambas funciones, instalando dos en serie
en cada conducto, en la misma cámara o separadas.
La válvula de chorro hueco más usada consiste esencialmente en un cilindro fijo al final del
conducto en presión en cuyo extremo y a cierta distancia hay un cono unido al conducto, de forma
que al chocar con el cono la corriente pasa de circular a anular, contorneándolo. El caudal se
regula por medio de un manguito cilíndrico móvil exterior al cilindro fijo que desliza paralelamente
a su eje. Esta forma de movimiento permite una operación suave de apertura y cierre, e incluso el
funcionamiento con cualquier apertura, lo que es una evidente ventaja. La válvula está siempre
diáfana, sin obstáculos, si bien con mayor o menor sección anular, según la posición del manguito,
por lo que resulta apta para desagüe profundo. Otras dos grandes ventajas son su simplicidad
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El chorro lanzado por la válvula se emulsiona intensamente, ya que por su forma anular tiene una
gran superficie de contacto con el aire, tanto en su exterior como en el interior. Esto es una
ventaja desde el punto de vista del amortiguamiento de energía cinética, pero suele convertirse en
inconveniente si hay alguna instalación eléctrica o camino próximos.
Por otra parte, el cono proyecta el chorro como un gran abanico, lo que exige que el desagüe se
haga al aire libre, pues en un túnel el abanico chocaría con las paredes obstruyendo la aireación,
siempre necesaria. En algunos casos se ha añadido al manguito un capuchón envolvente para
recoger el chorro e impedir su excesiva expansión, pero eso añade una complicación mecánica e
hidráulica que desvirtúa la característica más notable de esta válvula, que es su gran simplicidad.
El Bureau of Reclamation tiene una variante en la que el cono es el elemento móvil, asemeján-
dose a la válvula de aguja, pero con la decisiva ventaja de que el elemento móvil es exterior y la
salida diáfana, que son las características de este tipo de válvulas.
10. COMPUERTAS
Con grandes dimensiones las compuertas están más indicadas, pues las válvulas compuerta, con
su carcasa y vástago, resultan de excesivo tamaño; las de chorro hueco, gracias a su sencillez,
pueden alcanzar diámetros bastante grandes, pero para ciertas dimensiones pueden ser mejores
las compuertas.
Estas son de dos tipos, paralelos a los de las superficiales: verticales y de segmento, con la
natural adaptación a su funcionamiento en profundidad.
Las compuertas verticales deben tener un buen sistema de rodamiento, porque su resistencia al
movimiento es mayor que en las de superficie, debido al mayor empuje.
Las compuertas verticales de seguridad pueden rodar sobre el paramento aguas arriba o en el
interior de un pozo, sea en la misma presa o en un estribo rocoso. La primera disposición es más
propia de las compuertas-ataguía, aunque no exclusiva de ellas. En la disposición en pozo el agua
sube hasta el nivel del embalse cuando la compuerta está cerrada, pues la estanqueidad de la
compuerta se centra en sus bordes de apoyo aguas abajo; cuando la compuerta abre, la suma de
la energía cinética y la pérdida de carga se materializa en un descenso de nivel en el pozo.
En el uso como elemento de control las compuertas verticales tienen algunas limitaciones: no
pueden acoplarse al paramento aguas abajo, de forma que si el desagüe está en la misma presa
las dos compuertas verticales tendrían que colocarse seguidas o próximas en sendos pozos
cercanos al paramento aguas arriba, o en pozo la de control y sobre el paramento la de seguridad.
Si se alejasen de este paramento, habría que prolongar el pozo en torre hasta algo más arriba que
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el nivel del embalse. Esta limitación es la que suprime la válvula compuerta, porque su carcasa
envolvente contiene en presión el líquido, mientras que la compuerta vertical, al ser exterior al
conducto, necesita la materialización de la columna de agua hasta su nivel estático o dinámico.
Si el desagüe es independiente de la presa estas limitaciones no existen y la disposición de las
compuertas es más libre.
Las compuertas de segmento son cada vez más usadas, por los mismos motivos que las de
superficie: suavidad de operación, al estar concentrado el empuje en el eje de giro, gran rigidez
unida a una mayor ligereza estructural y ausencia de ranuras-guía (recatas). Esta última es una
gran ventaja contra la cavitación, que es muy fuerte por efecto de las grandes velocidades.
Cuando la compuerta está dentro de la presa o
en un túnel necesita una cámara superior para
alojarse en posición abierta. Si está en el
paramento aguas abajo (como control) no la
necesita y queda en el aire, como las
superficiales; pero, como éstas, requiere unas
pilas de anclaje de los cojinetes de giro y como
contorno para el marco de impermeabilización
de sus bordes en posición cerrada.
Estas compuertas pueden usarse tanto como
de control como de seguridad, gracias a su
flexibilidad de ubicación y a sus buenas
cualidades de funcionamiento en aperturas
parciales en mejores condiciones que las
verticales por la forma curva (que guía algo la
corriente) y por su gran rigidez, que amortigua
las vibraciones.
Las combinaciones entre compuertas son varias. Dos de segmento; una vertical como seguridad y
una de segmento para control; o una sola de segmento como seguridad y dos (o más) válvulas de
chorro hueco en paralelo para fraccionar el caudal. Las dos últimas son bastante usadas. En cada
caso el óptimo se determinará teniendo en cuenta las características funcionales de cada tipo de
compuertas o válvulas y las circunstancias específicas del problema.
11. REJAS
Para proteger las válvulas pueden disponerse rejas a la entrada del conducto. Están justificadas
cuando hay en el interior algún órgano móvil que pudiera verse atascado por sólidos que
penetraran en el conducto, como es el caso de las válvulas de aguja o mariposa, cuya disposición
anular es más propensa a la obstrucción, unida a la delicadeza del mecanismo de la aguja; las
mariposas son más amplias y rectas, pero también pueden necesitar cierta protección.
Dada su misión, la separación de sus barrotes debe ser menor que la parte más estrecha de la
sección de la válvula: menor que el radio en la de mariposa y menor que el ancho del anillo de
paso del agua en la de aguja.
Empleadas con velocidades muy moderadas (1 m/s o menos) las rejas pueden ser muy eficaces,
en tanto se acompañen de un dispositivo limpiador que las mantenga libres de los elementos que
detienen (ramas, hojas, en algún caso hielo, etc.). Pero con velocidades altas la fuerte distorsión
que producen se traduce en fuertes empujes sobre ellas y peligrosas vibraciones. Por ello la
tendencia es a suprimirlas en los desagües profundos, compensando su ausencia con secciones
de desagüe y dimensiones amplias. Estas últimas aseguran que cualquier sólido será menor que
el ancho crítico del desagüe y podrá pasar sin dificultad; la misma velocidad del agua ayudará en
este sentido a impedir cualquier obstrucción.
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La mejor forma de impedir la obstrucción son las grandes dimensiones del conducto y su
diafanidad. Pero lo primero no es siempre posible, si el caudal no lo justifica. En estos casos
convendrá poner una reja lo más abierta posible, con el límite de distancia entre los barrotes que
requiera el ancho mínimo del paso, y desarrollar la reja en altura lo suficiente para disminuir la
velocidad de paso por ella. Y con el obligado complemento del dispositivo limpiador.
En las tomas de agua el problema es distinto porque la velocidad es normalmente más moderada
y, además, las válvulas necesitan ser reguladoras y funcionan con aperturas parciales, lo que lleva
a tipos como las de aguja o, en todo caso, secciones de funcionamiento menores. Las rejas están
indicadas entonces, y para resolver el problema de la velocidad de paso por ellas, sus
dimensiones conjuntas son notablemente mayores que las del conducto que protegen, a cuyo
efecto se desarrollan en ancho y en altura de forma que la velocidad bruta de paso sea menor de
1 m/s. Para prever la pérdida de carga que produce y que se traduce en un empuje sobre la reja
es bastante usual calcular sus barrotes como si estuvieran sometidos a una presión de 6 a 12 m
de agua.
Las rejas están formadas por barrotes metálicos de sección rectangular colocados con su
dimensión mínima normal a la corriente, y verticales o con una suave inclinación respecto a la
vertical. Cada serie de barrotes situados en una franja horizontal se apoya en marcos metálicos.
El conjunto tiene una disposición cilíndrica o troncocónica. Los aparatos limpiarrejas actúan desde
arriba, por medio de unos rastrillos adaptados a la separación de barrotes, pasando entre ellos.
abocinamiento quedará aguas arriba de ella, pero la estabilidad queda asegurada por la descarga
directa de la válvula a la atmósfera. En principio, las dos válvulas no deben estar aguas abajo,
salvo que estuvieran adyacentes, pero aun así el esquema no sería el ideal, y cabría pensar en la
conveniencia de intercalar un abocinamiento, aunque fuera mínimo, para dar una convergencia en
ese último tramo; en estos casos de abocinamiento intermedio la válvula de seguridad tendría un
diámetro ligeramente superior al de la de control.
En algunos desagües se han colocado válvulas rectangulares en medio de conductos circulares, y
con cierta frecuencia válvulas con un diámetro o sección inferior a la conducción, todo ello
tratando de abaratar el costo de las válvulas, que suele ser elevado. Tanto ese cambio de sección
como el estrechamiento representan discontinuidades que conviene evitar con grandes
velocidades, sobre todo para la función limpiadora. Estas disposiciones deben evitarse, pero si se
adoptan en algún caso, es preciso reducirlas a un mínimo y comprobar que no se producen
depresiones por el aumento de velocidad en la válvula. Por ejemplo, sería aceptable disminuir el
diámetro al llegar a la primera válvula, con tal de mantenerlo hasta la bocina o hasta la segunda
válvula. Es decir, que el abocinamiento progresivo es funcional, pero no un estrechamiento en la
válvula seguido de un ensanchamiento para retomar el diámetro anterior, salvo si se comprueba
que no da lugar a depresiones.
Sea como fuere el perfil del conducto, la sección de control debe ser la final, a la salida a la
atmósfera, sea la de la válvula o la del abocinamiento. Las dimensiones del resto sólo hacen
variar la pérdida de carga y la distribución de presiones y velocidades, y a través de aquélla
influyen, por supuesto, en el caudal desaguado, que queda fijado por la energía cinética y sección
terminales.
13. VENTILACIÓN
Los desagües que vierten al aire libre la tienen asegurada con amplitud, pero no así los que
desaguan en un túnel, que necesitan una ventilación adicional que reponga el aire arrastrado por
la gran velocidad del agua. La ventilación debe ser amplia e ingresar en el túnel lo más cerca
posible del plano de salida del desagüe, para no dejar lugar a zonas muertas en la parte aguas
arriba del chorro, imposibles de ventilar a contracorriente. La boca del pozo de ventilación puede
estar en cualquier punto, con tal de que se asegure la buena entrada de aire limpio, sin arrastre de
polvo o arena; además, debe protegerse para evitar la succión de personas o animales próximos.
Las válvulas de chorro hueco suelen no utilizarse cuando descargan en túneles, porque su gran
expansión radial haría que el agua chocara con las paredes, no sólo con efecto erosivo, sino por
la obstrucción al paso del aire.
Las válvulas compuertas y las compuertas verticales o de segmento no tienen contraindicación
para su uso en túneles, si cuentan con adecuada ventilación. Sólo hay que asegurarse de que la
divergencia que va adquiriendo el chorro al ser frenado por el aire no llega a producir el
taponamiento de la sección. Si hubiera ese posible peligro, sería preciso aumentar ésta lo
necesario para alejarlo, al menos en el tramo inmediato a la salida hasta que la parte superior del
chorro esté francamente en el tramo descendente de la parábola y deje margen arriba.
14. CAVITACIÓN
Todo lo dicho para los aliviaderos de superficie es de aplicación en los profundos, que pueden
tener velocidades aún mayores a la salida de las válvulas, sobre todo los de fondo. En éstos la
energía es mayor, por su posición, y el recorrido menor y con menos rugosidad (acero en vez de
hormigón) que en los superficiales, que además están sometidos en todo su recorrido al roce del
aire en todo su trayecto. Por eso, si en los de superficie son infrecuentes las velocidades
superiores a 20 m/s (sólo en aliviaderos de grandes dimensiones y desnivel), en los de fondo son
normales las de 40 m/s o más, en cuanto la presa ronde los 100 m de altura.
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En primer lugar, debe cuidarse el abocinamiento convergente a la salida, para que la presión sea
de unos metros a poca distancia de ella. De no ser así habría un riesgo casi seguro de cavitación
en el último tramo en presión, que podría afectar a la válvula más próxima.
El chorro lanzado por la boca de salida sigue las leyes conocidas de los lanzamientos libres. A
veces se da una contrapendiente al tramo de salida para conseguir la deseada distancia de caída.
Esto, cuando se trata de una descarga al aire libre, pues en un túnel puede ser contraproducente,
si choca con la clave y obstruye la ventilación. La contrapendiente produce, además, una
contrapresión que puede permitir disminuir o hasta suprimir el abocinamiento. En desagües
intermedios la contrapendiente óptima es menor, al lanzar el agua desde mayor altura. En
principio, el lanzamiento podría prolongarse con un trampolín, aunque la gran energía cinética del
chorro lo suele hacer innecesario.
Muy diferente es la situación en la descarga en un túnel o en un canal, en los que desde la misma
salida del chorro o poco después la solera está sometida a muy altas velocidades. La experiencia
universal y de muchos años es que el hormigón es incapaz de resistirlas, y las soleras se
deterioran gravemente o se destruyen al cabo de poco tiempo de funcionamiento. La buena
ventilación ayuda, por supuesto, a la mejor conservación, pero es condición necesaria, no
suficiente.
La protección más común y eficaz del hormigón es la chapa de acero, por el doble motivo de su
resistencia intrínseca y su menor rugosidad, que minimiza el roce con el agua. La chapa debe ser
gruesa, para no vibrar con las alternativas de presión, y estar bien anclada al hormigón o
reforzada con perfiles para evitar posibles despegues por efecto de las variaciones térmicas; este
anclaje no es tan fácil de conseguir en ocasiones. Aparte de ello hay que cuidar su contacto
continuo con el hormigón, sin despegues o huecos iniciales, que se ampliarían con el tiempo; y
que las soldaduras de la chapa sean continuas, estancas, sin poros por los que pudiera penetrar
el agua y perfectamente alisadas para que no presenten protuberancias.
La práctica aconseja blindar con chapa una longitud mínima de solera de 50 R H (RH, radio
hidráulico a la salida del chorro) y 15 R H en los cajeros en toda su altura, más otra longitud 30 R H
en su mitad inferior, que se supone ha de ser mojada.
Es aconsejable proyectar el blindaje pensando en facilitar su sustitución, refuerzo o reparación si
al cabo de algún tiempo fuera necesario, bien con otra chapa o con tratamientos locales
especiales, como resinas epóxicas, hormigón con fibras de acero o resinas de poliuretano.
Las resinas epóxicas son menos resistentes que el acero y no parecen haber dado un resultado
del todo satisfactorio, por ahora, pero se prestan para reparar una zona averiada. Las fibras de
acero de 1 a 4 cm de longitud y secciones de 0,05 a 0,16 mm refuerzan la durabilidad del
hormigón expuesto a altas velocidades. En la presa de Tarbela (Pakistán), en la que se han
producido grandes destrozos en la solera de unos desagües sometidos a un funcionamiento casi
continuo, se han usado en la reparación con resultado satisfactorio en proporción de 80 kg/m ² en
losas de 50 cm de espesor. Las resinas de poliuretano parecen tener un buen empleo en esta
función, pero aún no han sido suficientemente ensayadas como para conocer su comportamiento
con cierta garantía.
En general, estos tratamientos son más propios de un uso a posteriori, en reparaciones de zonas
dañadas. Como solución general, la chapa es por ahora el material más resistente y duradero, y si
se le da necesaria rigidez (con el debido espesor y refuerzo de perfiles), buena unión y lisura de
soldaduras, perfecto contacto y anclaje en una solera gruesa, puede dar buen y durable resultado.
Se han ensayado también otras protecciones, como la piedra natural, el hormigón con áridos
duros (que resisten mejor estos efectos), hormigón superdosificado (600 kg/m 3) con árido de
corindón, etc. Estos revestimientos han dado buen resultado, pero las experiencias son limitadas
y, además, con velocidades de poco más de 20 m/s.
15. ABRASIÓN
En los aliviaderos de superficie no suele ser un problema importante, porque rara vez el agua de
la parte superior del embalse lleva en suspensión materiales abrasivos (suelen ser arcillas o
similares). En cambio, los desagües profundos y sobre todo los de fondo, deben desaguar los
sólidos más variados, y entre ellos puede haber arenas o limos duros de naturaleza angulosa. La
alta velocidad potencia su efecto erosivo.
Aunque la chapa es bastante resistente a la velocidad del agua, acabará por desgastarse si hay
materiales de este tipo. Por eso se han ensayado protecciones especiales, como los
revestimientos de piedra natural, hormigones de árido duro y otros. Entre ellos parecen tener un
buen futuro los revestimientos delgados elásticos, que por su deformabilidad se adaptan bien a la
acción de las burbujas de aire en presión que lleva el agua.