Dioniso encuentra entonces a Eurípides en mitad de un conflicto.
Eurípides, que había muerto
muy recientemente, está retando al gran Esquilo para sentar a cenar al «Mejor Poeta Trágico» en la mesa de Hades. Se celebra un concurso con Dioniso de juez. Los dos dramaturgos citan versos de sus obras y se burlan de los del otro por turnos. Eurípides argumenta que los personajes de sus obras son mejores porque están más cercanos a la vida y la lógica, mientras Esquilo cree que sus personajes idealizados son mejores por ser más heroicos y modelos de virtud. Esquilo lleva ventaja en la discusión y empieza a ridiculizar a Eurípides. Hace que Eurípides cite versos de muchos de sus prólogos, interponiendo cada vez un «...perdió su botella de aceite». Para resolver el debate, se presenta una balanza y se dice a ambos que digan unos pocos versos en ellas. Aquel cuyos versos tengan más «peso» hará que la balanza se incline a su favor. Esquilo gana y Dioniso decide llevárselo de vuelta en el lugar de Eurípides. Antes de marcharse, Esquilo proclama que Sófocles y no Eurípides debería ocupar su silla mientras no esté.