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La izquierda

s i n s u j e t o IEOHROZITCHHER

minismo de la historia. Pero ¿esta


«.En tanto que nosotros ¡es deci-
mos a los obreros: 'Vosotros ten- certeza es para nosotros suficiente?
dréis que pasar por quince, veinte, Porque, cabe preguntarse: cada re-
cincuenta años de guerras civiles
y guerras nacionales, no meramen- volución que no llega a realizarse,
te para cambiar vuestras condi-
ciones, sino con el íin de cam- cada revolución que fracasa, ¿qué
biaros vosotros mismos y volveros dcicrminismo niega? ¿a cuenta de
aptos para el poder político'*.
qué irracionalidad debe ser coloca-
Marx, 15 sept. 1850.
da? ¿Quiere decir, en resumidas
La rigidez no es un aulbuto sólo de cuentas, que no era entonces nece-
la derecha, así como el realismo, no saria?
es una virtud que convenga siem- No es que queramos convertimos en
pre a la izquierda, lis fácil verificar- una excepción a la ley histórica.
lo: los que están a la izquierda Sucede solamente que por ahora
—muchos JL- ellos— se complacen nuestra propia realidad nacional,
en hablar de las *leyes de la dialéc- así ordenada y regulada por esa ne-
tica>, de las «leyes del desarrollo cesidad teórica a la que también es-
económico>, de las «leyes de la lu- taríamos sometidos, se niega tenaz-
cha de clases» y de la «necesidad mente a seguirla sin más, para cer-
histórica de la Revolución», todo lo tificar lo cual basta una mera ins-
cual encuentra su término en una pección de lo que a nuestro alrede-
certeza final: el necesario tránsito dor aparece dado. Pero lo dado, a
del capitalismo al socialismo. La ló- pesar de que su rostro no sea el que
gica es aquí de hierro: cada revolu- promete la esperanza que racional-
ción que triunfa confirma el deter- mente depositamos en él, para el op-
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.timismo obcecado de cierta izqiúer- no fuimos capaces de crear. Cons-
da tíene necesariamente que dejar- tituye, digámoslo, el núcleo de irra-
se regular por estas leyes y esta ne- cionalidad vivida que nuestra iz-
cesidad exterior la cual, sin embargo, quierda es todavía incapaz de redu-
no alcanzamos a ver ni cómo ni cir, de convertir en racional.
cuándo orientarán y dirigirán un
Para no perturbar la certidumbre
proceso que nada por ahora anun-
racional en la que se apoya la ine-
cia. ¿Deberán ellos, los optimistas,
quedarse empecinadamente con la fícacia de izquierda, y que de algu-
racionalidad, para permanecer no- na manera nos alcanza su propio
sotros, que señalamos la carencia, consuelo, ¿deberemos acaso ocultar
atados a lo irreductible, a lo irra- el abismo que separa nuestras espe-
cional? El punto común de partida ranzas de una realidad que no se
es el siguiente: el «debe-ser> está, deja guiar, lo comprobamos a dia-
por definición, en este ser actual. rio, por el modelo con el que la
pensamos? Porque el fracaso y los
Hasta aquí se justifica la confíanza
zig-zag de la izquierda, los sendópo-
en la razón. Pero confesemos lo que
dos que emite hacia afuera para re-
ellos no se atreven, lo que nos falta
conocer sus posibilidades de acción,
para dar término al proceso: que no
sabemos cómo ponerla en marcha, la heroiddad individual o de grupo
cómo hacer para hacemos cargo y que segrega e intenta inidar el pro-
cumplir esta obligación de cuya rea- ceso por su cuenta, vuelven a seña-
lización estamos, unos y otros, to- lar la carencia de una elaboración
dos pendientes. común, de im sentido pensado en
fundón de sus fuerzas y de su rea-
Para salvar el escollo parecería que lidad: sacnfido estéril que puede ser
esta izquierda optimista también está grato al auto-aprecio que tenemos
teóricamente a cubierto y tiene a
para con nosotros mismos, pero no
las cleyes de la dialéctica» de su
ante la objetividad precisa de los
lado: ¿acaso no hay —se dice— sal-
hombres.
to cualitativo dpi capitalismo al so-
cialismo? Pero ni tanto ni tan poco: El hecho al cual llegamos, por de-
ese salto no es un brinco que con más decepcionante, es éste: por más
la imaginación vayamos a pegar que juntemos todas las radonaliza-
•obre el vado. Ese salto imaginado dones pardales de la izquierda, con
es un tránsito real que, de no ser todas ellas no hacemos una única
enfrentado, encubre con su vado el radonalidad valedera. ¿No será esta
trabajo y la reflexión que todavía inadecuadón la que impide que la
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realidad vaya a la cita que nuestra riencia sino de otra ajena— está ya
racionalidad quiso darle? dado, para todos, en su generalidad.
Debería ser evidente que las inter- Pero su necesidad efectiva sólo apa-
pretaciones teóricas reducidas a lo recerá para nosotros «a posteriori»,
político-socio-económico no bastan cuando nuestra experiencia lo cer-
para justificar el hecho de que la tifique: cuando realmente la revo-
revolución, tan esperada entre no- lución se haya realizado. Pero si va-
sotros, no haya acudido a las innu- mos viendo que la racionalidad ya
merables citas que la izquierda le dada, tal cual la recibimos, no nos
dio. Todas éstas son explicaciones en sirve para hacer el pasaje a la re-
exterioridad, donde la distancia que volución ¿para qué confiar en ella,
media entre el contenido «objetivo> podría preguntarse, puesto que sólo
—datos económicos, políticos, histó- se la descubriría como necesaria sólo
ricos, etc.— hasta llegar a la densi- una vez que la revolución fuese he-
dad de nuestra realidad vivida, deja cha, pero mientras tanto no? Entre
abierto un abismo de incomprensión lo pensado y lo real estamos noso-
que no sabemos cómo llenar. ¿Qué tros, absortos en el pasaje. Así su-
agregar a la necesidad ya descu- cede con la «novedad» que nos sor-
bierta a nivel teórico en la experien- prende en cada revolución inespe-
cia histórica del marxismo para que rada: estalla allí donde la necesidad
sea efectivamente necesaria? ¿Cómo racional, en la forma general con
llenar ese déficit de realidad por don- que la utilizamos, no establecía la
de las fuerzas represivas y la inercia imperiosidad de su surgimiento.
de la burguesía desbaratan, entre ¿Cómo, entonces, fue posible? ¿Fue
nosotros, toda teoría revolucio- la suya una irrupción contra la ra-
naria? ¿Cómo producir esa síntesis zón? Y si no, ¿quién creó la nueva
que nos lleve al éxito, cuya fórmula racionalidad de ese proceso iimova-
racional el apriorismo revolucionario dor? ¿Cómo fue posible que nuestra
parecería habernos dado, pero que racionalidad no lo contuviera?
no nos llega con los detalles precisos Se entiende que con esto no que-
que permitan encaminarla en la remos negar la racionalidad mar-
sensibilidad de nuestro propio pro- xiste; sólo queremos mostrar que
ceso social? El problema seria éste: una racionalidad a medias es a veces
el marco «formal», teórico, de la re- más nefasta que la falta completa
volución socialista, que juega para de racionalidad. Y por eso nos pre-
nosotros como un ca priori» —pues- guntamos: ¿no será que pensamos
to que no surgió de nuestra expe- la revolución con una racitmalidad

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inadecuada? ¿No so'á que vivimos I
la racionalidad aprendida del pro-
ceso revolucionario fuera del con- Tratemos, a partir de este planteo,
texto humano en el que la raciona- de comprender sintéticamente el
lidad marxista desarrolla su pleno problema que enfrenta toda «cul-
sentido? ¿No será que estamos pen- tura revolucionaria». Si el objetivo
sando la razón sin meter el cuerpo que se persigue es la formación de
en ella? hombres adecuados al trabajo de
realizar la revolución, debemos en-
La pregunta que me planteo, nece- tonces proponer algunos supuestos
sariamente teórica, es entonces ésta: básicos que no se detengan sólo en
¿de qué modo comen2ar a compren- el plano político sino que deben al-
der esta realidad, de qué modo mo- canzar también al sujeto que inter-
dificamos para hacer surgir en su viene en él.
seno ese futuro revolucionario que,
preciso será reconocerlo, somos por
ahora tan incapaces de promover I) La cultura capitalbta es desin-
como de despertar en los demás? tegradora, a nivel del individuo,
del proceso de integración que,
¿Cómo hacer para que lo que cada en niveles parciales, promueve.
uno de nosotros asimila de esta rea-
lidad cultural nos hable, nos forme, Esta distancia que media entre lo
nos prepare como hombres incom- que el sistema de producción hace,
patibles con esta realidad misma que y lo que el individuo conoce, le in-
sin.embargo nos constituye? El pro- troduce este carácter disolvente de
blema es temible: ¿cómo poder pro- su propio sentido. A nivel individual
ducir nosotros lo contrario de lo que significa que el proceso social, que
el capitalismo, con todo su sistema se realiza merced a la contribución
productor de hombres, produce? Di- de todos los hombres que forman
cho de otro modo: ¿cómo remontar parte del sistema de producción, no
la corriente de la disolución, esta puede ser aprehendido ni pensado
degradación de lo humano que pa- en su unidad por ninguno de ellos:
rece estar inscripta en la necesidad sería revelar el secreto de su dese-
de su desarrollo? ¿GSmo introducir- quilibrio y de su aprovechamiento.
nos nosotros en ese breve margen Pero esta unidad real que se oculta
que, entre sístole y diástole, se abre y se deforma exige, para desarrollar
en cada hombre como para que la sus contradicciones y objetivarse
revolución sea sentida como su pro- para los hombres, la toma de con-
pia necesidad? ciencia de quienes la integran. Mas
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sucede que el sistema también for- 3) La desintegradón produdda por
mó al sujeto mismo que debe pen- el sistema capitalista fonna da*
sarlo. La tarea no es simple: para tema con el hcmibre dedntegrado
lograrlo es preciso vencer el deter- en el cual el capitalismo se obje-
minismo de clase que lo abstrajo al tiva.
hombre de su relación con la tota-
lidad del proceso: devolverle lo que Desintegrar al hombre significa in-
el sistema le sustrajo. La eficacia que troducir en él, como vimos, la impo-
buscamos para actuar dentro del sibilidad de referirse coherentemente
sistema capitalista requiere tomar al mundo humano que lo produjo.
evidente la estructura del campo to- Es, por otra parte, impedirle tomar
tal en el cual cada acto se inscribe. conciencia de su propia unidad como
centro integrador de toda referencia
al sistema que sin embargo pasa por
2) Las <s(dudones> capitalistas
él. El hombre escindido de la cultu-
mantienen la persistencia en el
ra capitalista —en cuerpo y espíritu,
desequilibrio y la desintegrada.
en naturaleza y cultura, en oposi-
Esta necesidad de superar la con- ción a los otros, y todo dentro de sí
tradicción en la que los individuos mismo— sólo puede adaptarse y
de una clase se encuentran respecto establecer cscindidamente su cohe-
de otra, se halla sometida a formas rencia con la estructura del mundo
de solución oficiales, respecto de las burgués al cual refleja. Esta faka
cuales las verdaderas soluciones apa- coherencia, la única ofrecida como
recen como clandestinas y fuera de posible, deja fuera de si, como ilí-
la ley. Las soluciones ratificadas por cita, la única esencialmente huma-
la cultura burguesa, adecuadas a sus na: la que se basa en el reconod-
categorías de ordenamiento y de ac- miento del hombre por el hombre.
ción, son las que mantienen, en vez Algunos niveles de este proceso de
de resolver, estos desequilibrios. El sometimiento están ya sujetos a la
individuo sometido al sistema de critica, —por ejemplo, en la estruc-
producción capitalista —producción tura económica, política,— pero
de objetos tanto qcHno producción de aquí mantienen su sentido sólo den-
ideas— encuentra preformados en tro de la abstracción dentiftca capi-
la cultura que se recibe —<n si mis- talista, sin sintetizarla a nivel huma-
mo— aquellos modelos de solución no. Por el contrario, en otros niveles
que vuelven nuevamente a sumirlo este trabajo critico todavía no fue
en el conflicto y a condenarlo a la hedió: aquél, por ejemplo, que ana>
frustradón y a la falta de salida. lice la correspondencia y la homo-
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I^eidad que existe entre a) el in- ducción, sino también el orden que
- dtviduo producido por la cultura aparece en las categorías de pensar
burguesa y b) las formas justifica- y de sentir que genera a nivel indi-
torías del proceso de explotación que vidual.
esa cultura adopta a nivel de las Cuando hablamos de racionalidad
formas de la afectividad, de las cate- no nos referimos entonces a la ra-
gorías de la acción y del pensar, etc. cionalidad abstracta, puro esquema
La dificultad de este análisis es evi- ideal que ningún cuerpo anima, sino
dente: significa la puesta en duda a una teoría que, en tanto esquema
radical de uno mismo y reconocer de conciencia, englobe lo sensible
hasta qué punto, profundamente, del individuo, su forma humana ma-
hemos sido constituidos por ellas. terial, hasta alcanzar desde ella un
enlace no contradictorio con la ma-
4) La salida de la contradicción en terialidad sensible de los otros. Esto
que estamos viviendo no puede requiere como objetivo, el tránsito
ser pensada con la racionalidad hada un sistema humano de pro-
burguesa; debemos descubrir una ducción que le dé término.
racionalidad más profunda que
englobe en una sola estructura, 5) Es preciso que el individuo revo-
partiendo desde la experiencia ludonario se descubra oomo fuer-
soisible de nuestro propio cuer- za productora, pero no sólo en
po, nuestra conexión perdida con el nivel político-económico, para
los otrm. inc(»porarse materialmente a la
crisis del sistema.
La única salida —^pensada a nivel
teórico y más general— consiste en Marx no habla sólo de las condicio-
suplantar el ordenamiento humano nes materiales de producdón en el
burgués (contradictorio no solamen- sentido <eoonomicista> de los térmi-
te a nivel lógico, sino destructor del nos: toda sociedad humana no es
hombre a nivel humano) por una productora básicamente de cosas,
racionalidad y organización revolu- sino productora de hombres. Todo
cionaria (coherente en ambos nive- sistema de producción entra en cri-
les) que le permite al individuo con- sis porque su producdón de hom-
oebúr ese comienzo de coherencia bres, que involucra la producción de
que dé sentido revolucionario a su las cosas y las técnicas y las relado-
•ctividad en todos los niveles de la nes adecuadas (hombres divididos,
realidad sodaL Este proceso no abar- hombres sin satisfacdón, hombres
ca s ^ d sistema económico de pro- sin objeto) producen la crisis. Fuer-
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aas productivas y fonnas de produc- hombre, lo desconecta dd proceso
dón son fonnas humanas. Es verdad histórico que lo produja. Esta rado-
que el sentido de la producción de nalidad al garete, excéntrica, que
hombres se revela en el modo como nunca encontrará entonces la tierra
los hombres se objetivan en las co- firme de una subjetividad, queda a
sas: en cómo las producen y son, úi- merced de toda autoridad y sirve de
directamente, producidos por ellas. ingenuo apoyo a toda política opor-
Aqui nos volvemos a preguntar: ¿he- tunista en el seno de la izquierda.
mos desarrollado, nosotros, los que Escisión que nos condena.a buscar
militamos en la izquierda, nuestra la coherenda radonal en el orden
propia fuerza productiva? ¿O esta- social —proceso de producción eco-
mos, privilegiadamente, al margen nómica, dentífica, etc.-^ sin poner
del sistema de producción? la propia significación personal en
el proceso, nos lleva a la búsqueda
6) El descubrimiento de la raciona- de una comunidad humana posible
lidad revolucionaria requiere pero abstracta, sin contenido, que
descubrir la contradicdón ins- desaloja el índice subjetivo que apa-
taurada por la buipiesia en el rece en lo sensible —a la persona
seno de! hmnbre revolucionarlo. misma en lo que tiene de más pro-
pio— como punto de apoyo para
La cultura burguesa, se va viendo, alcanzar los fines prodamados. Sólo
abre en el hombre un ámbito pri- le queda una racionalidad aprendi-
vado, intimo —^unido a lo sensible— da, coagulada, para alcanzarlo. Lo
separándolo del ámbito social —el subjetivo, lo contenido, lo aparen-
orden racional, lo extemo— que temente irreductible a los otros por-
sin embargo lo constituyó. Mante- que se transforma en el lugar de la
ner esta separación en el militante desconfianza, se convierte asi, aún
de izquierda, dejar librado a la de- dentro de la izquierda, en un ámbito
recha lo que se piensa que es efec- clandestino donde se elabora la dia-
tivamente el nido de víboras del su- léctica cómplice del compromiso, de
jeto, significa introducir y sostener lo no confesable ni transformable:
un componente irracional en el seno aquello que persiste igual a sí mismo
de una racionalidad que engloba sin pese a todo proyecto político y a
comprender, tanto lo objetivo como todo cambio sodal. Aquí se yerguen,
k) subjetivo. Y esto a pesar de que indomables, las categorías burgue-
esta racionalidad pretenda pasar sas que poseyeran en el revoludo-
por revolucionaria. Semejante sepa- naiio de izquierda. Y son estas mis-
radón, en el centro mismo dd mas catearlas, que se pretendía ha-
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ber radiado, las que siguen deter- El descubrimiento de esta relación
minando la ineficacia de izquierda: que yace oculta en nuestra cultura
porque nos dejan como único cam- no se da inmediatamente: es, como
po modifícable lo que la burguesía sabemos, producto del análisis, de
estableció como objetivo, como vi- una experiencia reflexiva que enlaza
sible, como extemo: ese campo social lo visible a lo invisible —quiero de-
sin subjetividad, sin humanidad, cir, a lo que por no verse tampoco
donde el hombre —a medias incom- se sabe. Pero es preciso agregar que
prensible para si mismo, inconscien- no es producto de cualquier análi-
te de sus propias significaciones y sis, sino de aquél que liga al sujeto
relaciones— mira y actúa sin com- con la actividad transformadora de
prender muy bien quién es ese otro la realidad, cosa que sólo se logra
con el que debe hacer el trabajo de en función de una organización ra-
la revolución. Así podremos damos cional revolucionaria. Porque esta
la presunción de actuar, hasta de organización es el único ámbito de
jugamos la vida, pero en realidad conocimiento que, desbaratando los
mantenemos tajante, burguesía me- falsos límites racionales de la bur-
diante, la oposición creada entre el guesía, comienza a elaborar una
sujeto y la cultura, que es el funda- racionalidad adecuada a la solución
mento de la alienación burguesa. de sus contradicciones, puesto que
es el único que contiene la necesa-
La forma cultural burguesa nos se-
ria modificación de todo el sistema
para, contra nosotros mismos, desde
para darles término.
dentro de nosotros mismos.

7) La incorporación del sujeto a la 8) No hay tránsito de la racionali-


dialéctica revolucionaria es un dad abstracta de la burguesía
momento necesario en el descu- hacia la racionalidad concreta
brimiento de la verdad del pro- revdudonaría si el sujeto mismo
no es el mediador en quien este
nuevo ordenamiento comienza a
Toda cultura revolucionaría debe, surgir cwno posible.
entonces, volver a anudar esa rela-
ción fundamental quebrada en el La organización revolucionaria que,
sistema escitidente y dualista de la concebida como organización polí-
burguesía para que el indi\dduo pue- tica, gana paulatinamente todos losf
da convertirse él mismo en Índice campos de la realidad soda! y los
cierto, en creador y verificador de engloba en una actividad única
la realidad. —económicos, gremiales, científicos.
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familiares, etc.— no hace sino ex- cir lo siguiente: ¿cómo damos un
tender y prolongar esta racionalidad índice objetivo para leer nuestra
incipiente que tiene, en tanto proce- inserción efectiva en el proceso re-
so de veriBcación, la forma de hom- volucionario? Muchos, por el mero
bre. Es precisamente en esta torma hecho de la militancia, ya lo tie-
humana donde la necesidad sensi- nen resuelto. Pero participar en
ble, pero acordada a los otros, veri- las diversas organizaciones de iz-
fica su entronque con las formas quierda no es una garantía para
racionales de producción. afirmar que estamos en la verdad
Sintetizando: toda cultura revolu- del camino. Y podríamos agregar:
cionaria supone el descubrimiento la lectura «cientíHca» de la reídi-
de la escisión, de la incoherencia y dad objetiva aunque sea «marxis-
del conflicto individual a nivel del ta», tampoco es un signo suficiente,
sistema productor de hombres de la si bien es necesario, pues siempre
burguesía. Pero queremos acentuar será una lectura en perspectiva
aqui sobre todo otro aspecto: tam- —para mí, para varios, para un
bién supone descubrir la tenaz per- partido— respecto de aquellos en
sistencia de las categorías burgue- quienes esos índices adquieren re-
sas en el sujeto revolucionario —^ levancia y significación. En este
que aquí no se corrigen por la sola trabajo acentuaremos los caracteres
participación en un proyecto polí- que definen la actividad del suje-
tico de modificación del mundo. to Este acentuamiento tal vez nos
Este peligro caracteriza a nuestras lleve a pecar por exceso, puesto que
formaciones de izquierda: como no pondremos como fondo, sin desta-
hemos podido pasar a la realidad, carlos, los procesos colectivos ya
nos encontramos aún realizando la suficientemente subrayados por la
tarea de tomar concreta nuestra actividad crítica de la izquierda.
decisión, que se mantiene todavía
a nivel imaginario: pasar de nues- II
tra pertenencia a la burguesía ha-
da el ámbito de la revolución. Por qué se necesita la radicalizadéo
Pero puesto que todavía no hemos de lo subjetivo en el proceso revo-
encontrado cómo hacerlo y, por lo ludonariO'
tanto, necesariamente formamos
ñstema con el sistema de la bur- Si creyéramos en la cultura revo-
guesía, no hemos pedido verificar ludonaria a la manera como la
la certidumbre de este pasaje. Lo burguesía cree y ejerce su poder de
que planteamos viene a quem de- formadón de hombres, la cosa se-
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ría: fácil: bastaría con darle al consciente aquello que le permiti-
sujeto aquello que, proviniendo de ría su pleno ejercicio: el saber de
la cultura, sirve para ubicarlo en la formación de sí misma. Quere-
el proceso de la división del traba- mos decir: no deshizo la trampa
jo social, precisando su tarea y de la cultura que la formó. El su-
colocándolo en su sitio. Pero no jeto no se convierte aquí en el lu-
es ese el objetivo de la izquierda. gar en el cual se elabora la verifi-
Mediante este procedimiento los cación de la cultura. ¿Cómo podría
fines burgueses se logran, pero los hacerlo si la adecuación aparece
marxistas se pierden: no se lo con- para él invertida? Su persona no
vierte al sujeto en activo reorgani- está adecuada al mundo, piensa
zador de la cultura que asimila. porque el mundo la produjo —lo
Por el contrario, se lo pasiviza. No cual permitiría modificarla modi-
hay misterio en este resultado: la ficando al mundo— sino porque
ideología biu^esa que atraviesa coincide, milagrosamente, desde el
toda nuestra cultura es la con- punto de vista del sujeto, con la
traparte necesariamente adaptada estructura social. Tal para cual:
a un sistema de producción que re- la propia subjetividad es confirma-
quiere del sujeto ima adhesión ple- ción de la ancha y común objeti-
na y limitada a los objetivos del vidad. Este aparente milagro de la
sistema. Esta ideología se hace sus- adecuación del individuo a la bur-
tancia en el sujeto, se encama como guesía, que inmoviliza la subjetivi-
modo de ser en él: no le permite dad, encuentra su plácida confir-
hacose cargo de su propio proceso mación en la afirmación de sí
de formación. La ideología bur- mismo como absoluto, certeza de
guesa remacha la adhesión del su- ser que se confunde con la perma-
jeto al mundo que lo produjo, nencia acorde del mundo objetivo
haciendo que su conciencia prosiga, capitalista.
inmutable, el camino de su «natu- Pero las cosas no varían solamente
ralidad»: su vida es directamente porque se haya cambiado la coin-
histórica, no toma conciencia de su cidencia «milagrosa» del sujeto-
ll^ar a ser consciente; refleja me- con el mundo capitalista por la
ramente el mimdo que la produjo. coincidencia «milagrosa» con el
Esta vida que se asienta en la in- mundo de la revoludón. Primero,
genuidad de su cultura considerada porque el hombre que qidere ha-
como absoluta es la conciencia cer la revoludón viene de la bur-
inmediata, sin reflexión, que no guesía, y si hubiera coinddenda
faitrodujo en su propia actividad inmediata, sin proceso, entre lo
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subjetivo de la persona burguesa y nidad que la burguesía alnrió en
lo objetivo de los ideales revolucio» nosotros no es solammte el lugar
nanos, señal sería de que estamos de la compliddad: es la morada
en un equivoco: no podemos con el del deslinde histórico, de una tem-
ser burgueses damos sin más una poralidad que sentimos infinita,
estructura racional revolucionaria radicalmente opuesta a la histórica,
verdadera a nivel político. Con el porque es el lugar de la ensoñadón
contenido sensible biurgués no po- donde yacen todos los anhelos in-
demos encontrar la forma revolu- cumplidos, todas las frustadones
cionaria adecuada. Este tránsito es abandonadas (hada afuera) pero
un trabajo, pero no delegable: para conservadas (hada dentro). Pasar
realizarlo debemos participar en de lo infinito a lo infinito, de lo
una dialéctica que elabore el pasaje imaginario a lo real: esta tarea an-
y, movilizando las significadones tes asignada a los dioses, esta con-
vividas en nuestra propia formación versión dd délo propio en la tierra
burguesa, las debemos hacer parti- común es, ni más ni menos, la cura
cipar en un proceso paulatino de que la revoludón trae al hombre.
modificación. No hay una fórmula Si, es derto que parece exagerado:
para todos; el tránsito es necesaria-
pero ¿cómo el hombre enfrentaría
mente único porque cada uno tiene,
por la revoludón la muerte si en
por si mismo, que deshacer el sen-
dio no le fuera la vida?
tido que aparece dado en un orden,
Volvamos nuevamente a la formu-
e inscribirlo en otro. Aquí se abre
ladón más general: para ir con
el ancho mundo de las complici-
nuestra conducta inddiendo en el
dades y renunciamientos, que no
mundo de la burguesía para arras-
siempre nos atrevemos a enfrentar.
Porque este proceso significa, al trarlo hada la revoludón no hay
mismo tiempo, modiflcadón de to- otra salida: tenemos que conver-
do el contenido subjetivo, de las timos, a partir de las formulado-
estructuras radonales y afectivas nes más amplias que la teoría y la
de toda persona de izquierda. Cómo actividad revoludonaria nos ade-
podríamos dedr que hay una ra- lante, en el lugar activo de la ve-
dcmalfdad que desde el individuo rificadón de las estructuras burgue-
se prol<mga para continuarse, co- sas sobre las cuales nos toca incidir.
heroate, oon la revolución, si la Y esa primera encamadón de U
razón no deshace las trampas de estractura bui^esa que enfronta-
nuestra clandestinidad y nos orde- mos, ¿no la somos, acaso, nosotros
na de otro modo? Esta dandestí- mismo? ¿no somos, al mismo tíem-
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po, obstáculo y remoción? ¿no he- Para resimurlo en pocas palabras:
mos sido, de punta a punta, de pe- pasar de la cultura biu-guesa a la
los a uñas, hechos por ella? Pero cultura revolucionaria significa en-
no decimos que haya que modi- frentar la siguiente dificultad bá-
fícaise primero uno,para pasar lue- sica:
go a lo otro decimos que en la 1) descubrir la contradicción del
modificación que perseguimos en el sistema burgués én todos los nive-
mundo debemos jugar nuestra pro- les de la producción social (econó-
pia transformación: debemos obje- mico, político, moral, etc.);
tivamos hasta tal punto en lo que
hacemos como para enardecer las 2) descubrir la permanencia de la
cosas del mundo, porque habremos contradicción, la permanencia de la
pasado nosotros mismos a las cosas. estructura burguesa, en d indivi-
duo mismo que adhiere ai proceso
Lo contrario seria condenamos a la revoludonario.
ineficacia, o creer que basta con el
Podríamos pensar que la primera
esquemita racional de la teoría
dificultad, aunque parcialmente, se
marxista para actuar en la activi-
ha ido resolviendo. Pero el sentido
dad política, mientras se posterga
con que fue resuelta depende, es
esa otra modificación sensible pa-
forzoso, de cómo se haya enfrenta-
ra tiempos de menor urgencia. Jus-
do la segunda dificultad. Pensamos
tamente lo mismo que hace la
que si tampoco se realizó entonces
burguesía con los principios idea-
bien la primera tarea, esto sucede
les siempre transgredidos: el ser del
porque de todo el proceso de trán-
hombre podría esperar hasta que
sito de la burguesía a la revolución
termine el proceso revolucionario
falta realizar el segundo momento:
y todo, entonces si, esté preparado
ver cteio la burguesía está en no-
para recibirlo. Hasta que nos sor-
sotros como un obstáculo para com-
prenda la muerte.
prender y realizar el proceso revo-
Sospechamos que sin esta transfor- lud<mario.
mación el proceso no es efectiva- Afirmo en una crítica que también
mente revolucionario. Sostengo que me incluye personalmente, que no
sin modificación subjetiva, sin ela- hemos tomado a la propia trans-
boración de la verdad de la situa- formación en campo de experien-
ción total en la que participa el cia de la teoría y de la práctica
hombre, no hay revolución objeti- revolucionaria. Que hemos perma-
va. En todo caso: no hay revolución necido, aceptémoslo o no, en la
en d sentido mandsta. escisión.
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III que media entre el prindpismo
burgués y la imaginación revolu-
cionaria consiste en que el primero
La racionalidad teórica revolucio-
no se proyecta modificadoramente
naria no establece la adecuación
sobre el mundo hasta encontrar las
precisa del individuo a la historia;
condiciones de su transformadón,
nos da sólo el esquema de una ade-
mientras que el revolucionario sí.
cuadón posible.
¿Siempre si? No; el hombre de
No se diga que esta necesidad izquierda sólo lo alcanza si en
—que el sujeto y lo subjetivo esté función de la racionalidad revolu-
donaria sujeta y extiende su imagi-
presente— es una complicación
iiadón hasta tomarla en cuasi-
burguesa. Seamos coherentes. Si
real, solamente si descubre el con-
creemos que hay ya una raciona-
tenido de su imaginación en lo
lidad teórica revolucionaria que no
posible que la realidad sugiere, y
requiere encontrar su término crea-
que sería precisamente lo que le
dor en el sujeto, ¿qué concepríón
falta para transformarla en reali-
del hombre aceptamos? Volvemos
dad plena. Se hace pasar lo interior
lisa y llanamente al dualismo que a lo exterior, si conecta lo imagina-
divide al hombre en sensibilidad rio con lo real. Pero esto seria váli-
propia y racionalidad extema, que do si es la suya una imaginación
abre un abismo entre lo subjetivo y que no retoma al infinito del inti-
lo objetivo. ¿Cómo enlazarlos lue- mismo burgués, si no recuesta sus
go, como hombres plenos, en el sis- anhelos luio a uno en los nichos de
tema de producción, en la creación la intimidad donde yacen las ilu-
del proceso histórico? Porque tan- siones perdidas: si es la suya una
to en el burgués como en nuestro imaginación que da la cara, la pro-
revolucionario el verdadero mundo pia, y se atreve a enfrentar afuera
no está todavía constituido: por más la carenda que antes se reservaba
que el primero compense el déficit para adentro. En otras palabras: Si
de un régimen humano siempre en es la suya una imaginadón que se
defecto por medio de la exaltación adecúa al tiempo y espado histó-
de los principios, o por más que el rico preciso de la necesidad huma-
segundo proyecte sobre esa misma na, aquella que desde los años y los
realidad una modificación radical días de los hombres desdende para
que la haga visible. Pero ambos insertarse en el latido del proido
nos asentamos, por ahora, sobre tiempo sensible. Por eso dedamos
una misma realidad. La distancia que había que poner el cuerpo:
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porque este tiempo y este espacio proceso histórico pasa lo mismor
no es el de las «categorías a prío- podemos analizar un proceso con
ri de la sensibilidad». Es el tiempo el cuento de cómo fue, y la teoria
y el espacio con el cual la corporei- que me dictan de cómo hacerlo.
dad, la experiencia sensible vivida Pero el tránsito hacia el entronque
en el medio de los otros, llena a la con la historia sólo se descubre
racionalidad abstracta con la sus- desde el sujeto mismo que astmie
tancia de su propia vida: le da su el proceso histórico, que enlaza el
propia forma y la hace descender sentido de su conflicto individual
entre los hombres. con la experiencia social que los
Es lo que pasa, por ejemplo, con el produce. Volvemos entonces a pre-
estudio de la lógica formal cientí- guntamos: ¿es acaso innecesario
fídsta y la lógica dialéctica. La este sujeto que vuelve por sus fue-
primera puede ser estudiada con el ros? ¿Podemos prescindir de él en
fondo de neutralidad y objetividad el proceso político, confirmándonos
cfentifica de las ciencias exactas con que sólo se adecúe a una ra-
que analizan objetos naturales, pe- cionalidad extema que sabemos, se
ro la segunda sólo puede ser com- le dice, es «científicamente verda-
prendida si el fondo implícito dera>, aunque sea maxlsta? Porque
sobre el que se apoya su estudio es toda verdad humana es aproxima-
Á sujeto mismo que analiza. El da, pero en este sentido: que requie-
tronco dd sujeto histórico se pro- re que el hombre que la comprenda
longa en las nervaduras que, desde
se aproxime al fenómeno. Y la
él, sostienen la hoja menuda de su
aproximación al fenómeno, la ade-
pensar. A la lógica formal pode-
cuación que cierra el momento de
mos estudiarla teniendo presente
la compresión, consiste en que en
sólo la forma de la cosa; el sujeto,
el sujeto se une lo racional y lo
personalmente, estorba. A la segim-
senñble: él es en quien se comple-
da sólo si partimos de la forma
menta la universabilidad de la teo-
humana: básicamente, de aquel
que la hace suya y la qerce como ria con la particularidad del acon-
prolongación de su propia eficacia. tecimiento. Esa <ciencia> que no
La primera se apoya en la escisión requiere la forma del hombre his-
cuerpo-espíritu; la segunda requie- tórico para encontrar su verifica-
re la solución del dualismo y la ción es lo que se llama metafísica:
tensi^ hada la unidad en el hom- mensaje que el hombre emite pero
uPe que la piensa. Pensar es ya no crea. Por eso el marxismo nece-
una praxis. Can. la dialéctica dd sita, en cada momento de la acción.

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la actualización del hombre: porque tanto como yo de la suya, necesita
somos nosotros los que oficiamos de mi perspectiva para dar término
de mediadores entre la teoría y la a su conocimiento? ¿Qué todos es-
práctica, de adecuadores de la for- tamos en la historia por derecho
ma teórica a la materia histórica. propio?
¿Y si no, quién? ¿Ud., tal vez, que ¿Qué debe hacer aquel que pre-
me está leyendo, y que por una tende modificar la realidad? Bá-
extraña prerrogativa que nadie le sicamente lo siguiente: no guiarse
concede, conforma en su cabeza la simplemente por las prácticas rati-
forma de mi destino? ficadas por la burguesía, puesto
Recordemos cómo comienza Marx que éstas contienen sólo los cami»
su critica a la economía política: nos trillados: modos de acción defi-
cNosotros, dice, partimos de un nidos culturalmente en cuanto a
hecho económico contemporáneo». los objetivos a obtener y a los me-
Partimos de lo contemporáneo ¿se die» que se deben emplear. Una
entiende? De allí donde estamos, especie, por lo tanto, de «instinto
tanto Ud. como yo, reunidos, ha- social». Negando este modo canó^
bitando con los otros un mundo nico de ser, debemos recuperar un
común. ¿Para qué esta contempo- contacto, una pregnancia con la
raneidad, esta reivindicación de lo realidad que no es la que se requie-
perceptivo que nos enlaza en un re para efectuar un acto a nivel
común tiempo y espacio, a no ser de la práctica convencional. Dife-
que no sea aquella que nos permite renciemos entre práctica y praxis.
vaificar, con nuestro propio en- La práctica se realiza mediante la
lace sensible, que nos enlaza a los lectura de índices de adecuación al
otros, la máxima densidad de mun- objeto que presupone, como punto
do frente un pasado que sólo la de partida, tina concordancia bási-
imaginación retiene y a un futuro ca con la cultura. Estos índices
que no existe todavía? Esta pree- son saliencias indicadores que, sin
minenda de lo actual, que da sen- transformar nuestra propia realidad
tido a todo proceso, señala la individual, nos permiten repetir con-
preeminencia del enlace material ductas que hasta ahora han sido
dd sujeto con el mundo humano eficaces y por eso fueron retenidas
material, el lugar de la verificación por la memoria social. Entendámo-
común. Volvemos otra vez: quiero nos: eficaces dentro de un determi-
señalar este mismo sitio donde está nado orden de mundo, para el c«ao
Ud. y donde estoy yo jirnto con los eficaces dentro del orden del mun-
demás. ¿Se entioide que Ud., do burgués. Pero si necesitamos
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modificar para poder emprender haciendo la «forma> burguesa, des-
conductas que apunten a modifi- migajando su armadura hasta ha-
car toda la realidad, necesitamos cerla sensible e intolerable. Hay
entonces quebrar, el marco que pa- que volver a hacer sentir lo que
ra las modificaciones meramente se debe pensar, pero hay que volver
prácticas (congruentes con la es- a pensar profimdamente para reco-
tructura burguesa) nos impone su menzar a sentir y salir del entu-
cultura. Ese marco, en el cual mecimiento.
inscribimos nuestra eficacia, somos Desde una perspectiva revoluciona-
nosotros, individual o colectivamen- ria debemos crear entonces una
te, quienes lo proyectamos sobre la nueva racionalización que se adose
realidad, que en tanto tal da para a la materialidad de nuestra situa-
todo: para continuar la forma de ción, abrace su forma y haga brotar
ellos, para construir tal vez la nues- de ella, como posible ya contenido,
tra. Para quebrar ese camino debe- su futuro. Entonces los índices con
mos aprender a ver y a enseñar que la percibimos ya no serán los
a ver: debemos romper sus índices mismos; ni el tiempo de la realiza-
de realidad, que son congruentes ción revolucionaria ni el espacio
con el mantenimiento de su orden. de su actividad serán aquellos que
Debemos comprender, a la luz de la amojonaban el contomo vital de
teoría y de la organización revolu- la burguesía. Ni siquiera entonces
cionaria, la manera de hacemos la percepción de nuestros propios
converger a la realidad y ordenarla límites serán idénticos: se abre
de otro modo. De alli la tarea tanto aquí tma experiencia que expande
política como cultural que se re- la contendón que la burguesía anu-
quiere: hay que ir deshaciendo las dó en nosotros para hacer acceder
significaciones coaguladas por la la posibilidad de un nuevo enlace.
bui^uesia y con las cuales los hom- Con las categorias burguesas que
bres deforman su propia realidad ordenan nuestro modelo de ser per-
y se perciben falsamente a si mis- sonal no resulta posible pasar de la
mos dentro de ella. Hay que ir práctica burguesa a la praxis revo-
detectando paso a paso los núcleos ludonaria, aunque sólo sea porque
de obstrucción racional sobre los en la segimda se abre un riesgo,
cuales la burguesía se asienta, sobre un peligro, un fracaso posible que
los que todos reposamos, porque linda con la muerte y que la pri-
viven irredudUemente tanto en ella mera no contfene. En la burguesía
como en nosotros. Hay que ir des- la muerte es un acddente que so-
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breviene; en la revolución una po- racionalidad teórica y la realidad
sibilidad que vamos preparando.^ sensible: la hace acordar, penetrar,
Pero a veces es también posible conformarse al acontecimiento, la
hacer como si hubiéramos pasado va llenando con su propia sustancia
de la una a la otra: basta con in- personal hasta hacer que adquiera
gresar a una comunidad revolucio- realidad, hasta que se encarne en
naria institucionalizada donde la el proceso histórico. Porque en su
elaboración de la praxis, que viene generalidad, en su abstracción, la
dada desde afuera, desde lo inter- teoría revplucionaria no es sino un
nacional, se confunde con la mera esquema formal cuya amplitud, de
práctica: una adhesión más riesgo- prolongarse sin esta adecuación, se
sa pero que siempre, en última ins- adosaría a la realidad sin modificar-
tancia, ocultará el riesgo de tener la. ¿El resultado a que nos lleva?
que destruir en sí mismo lo que Muy semejante al que persigue la
más profundamente da miedo: los burguesía: una buena conciencia
límites de la burguesía, que se con- de izquierda más.
funden con nuestro propio ser.
Resumamos. En nuestra situación 1 Estas referencias a la norma "acci-
dental" en la muerte burguesa es la que
actual que pretende preparar el ad- sirve para ocultar el escándalo cultural de
venimiento de la revolución, ¿quié- la muerte que llega por la mano del hom-
nes son los encargados de establecer bre. Así como ese infeliz de Guillermo
Martínez Márquez, colaborador natural-
la congruencia entre los índices de mente de "La Prensa", que hace el siguien-
realidad y los objetivos revolucio- te cómputo sobre la muerte de los norte-
americanos en Viet Nam: "A pesar de la
narios que se persiguen? intensificación de las operaciones en Viet
Nam, bastaría comparar el caso con otro
Precisamente nosotros mismos, que cualquiera para comprender que lo estft
generalmente tenemos una estruc* en juego no es tan importante desde d
punto de vista material como moral. Por
tura adecuada sólo a la realización ejemplo, durante el año 1965 los (norte)
burguesa de esos objetivos. No nos americanos muertos en accidentes de trán-
sito fueron 49,000, mientras las víctimas de
engañemos que la cosa no es tan Viet Nam ascendieron a 1,724, Los heridos
fácil. La teoría revolucionaria re- en el tránsito llegaron a tres millones y
medio, y en Viet Nam a sólo 6,100. Y d
quiere, para darse el campo de una costo de los accidentes llegó a cerca de 8
actividad que persiga objetivos que mil millones de dólares". ("La Prensa",
2/11/66). Naturalmente, este cubano al
no están inscriptos a nivel de los ob- servicio de sus amos no integra en sus cóm-
jetivos burgueses, modiBcar la pro- putos de "pérdidas" la vida de los otros.
Sólo se trata allí de la muerte ajena. Véa-
pia estmctura individual para buscar se cómo se ejerce así la destrucción del
esa nueva adecuadón. El individuo sentido cultural: la muerte intencional
queda asi reducida al residuo que deja una
debe hacerse el mediador entre la mera práctica social: lo accidental.

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IV en lo objetivo, a despojar a lo ob-
jetivo de su densidad. A lo sumo se
Cada militante, en la organización, socializa el ámbito privado, se le •
debería vivir la racionalidad revolu- hace comprender su determinación
cionaria asumiéndola como una ac- política en el modo del renuncia-
tividad que él mismo contribuye miento, del sacrificio, pero con ello
a revelar. Esta racionalidad vivida no se introduce la actividad sub-
carecería de la conciencia de sus jetiva, privada, en la actividad po-
propios objetivos si el sujeto, hemos lítica. Se permanece, como siempre,
dicho, no se hiciera cargo de su inscripto en un sistema que no re-
función activa y creadora. Pero con- suelve la contradicción entre lo ob-
sideremos lo que comúnmente ocu- jetivo; sólo se cambia una objetivi-
rre en nuestra izquierda. Bien pue- dad por otra, una forma social por
de darse, y se da de hecho, que las otra, pero ambas, tanto burguesa
organizaciones de izquierda le pro- como ésta, que presume de revolu-
pongan al militante actuar de mo- cionaria, deja a lo más propio
do tal que lo lleven a interiorizar condenado al azar: se permuta un
la racionalidad revolucionaria en determinismo por otro en el «inte-
un s(do nivel, en el aspecto político- rior» del sujeto mismo. Y aunque
social, ocultando así que la acción esta intimidad esté ahora al servicio
lo abraza en todos aquellos niveles de la buena causa, aunque trate de
personales que lo impulsaron a ella. sentir buenos sentimientos socialis-
Pero esta parcialización es ya en- tas que se confunden, no es de extra-
tonces una modalidad especifica- ñar, con los buenos sentimientos
mente burguesa: corresponde a una burgueses, sigue siendo un reducto
de las facetas de su división del tra- marginado que IK) participa en la
bajo alienada. ¿Cómo no ver que yo, dialéctica de lo real. A esta concien-
tanto como Ud. nos movemos como cia que se asienta en las sombras de
un todo, una unidad en la cual la la cual no termina por surgir sólo se
distinción inconsciente de un nivel la determinó en función de otros
más propio? ¿Qué se logra con «valores»: se le solidificó en otro
esto? Que la actividad subjetiva, nivel. Porque no nos engañemos
regalada a lo «privado», no se in- a nosotros mismo: tener la forma
corpore activamente al proceso, no racional, tener el concq)to teórico
se vea arrastrada también ella en de un hombre, no es tener al hom-
la actividad modificadora revolu- bre mismo: es tener una promesa de
cionaria. Se condena a la * subjeti- hombre. Así con el hombre de iz-
vidad a no aprehender su sentido quierda: se lo hizo «bueno» como

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antes se lo hizo «malo»: siempre ta incorporación de significaciones
desde afuera, sin tener la clave de antes insignificantes (prácticamen-
la transformación, el secreto del te toda la vida del sujeto margina-
trabajo que lleva al cambio. Por lizada así del ámbito social, toda
eso, este tránsito de la burguesía su afectividad desconocida) es la
hacia la actividad revolucionaría que permite adherir plenamente
que debemos realizar, no alcanza al fenómeno humano destruyendo
a convertirse en una verdadera las categorías que se ceñían estric-
transformación. De allí los renun- tamente al contorno del privilegio
ciamientos, las decepciones, las ac- y del temor capitalista.
titudes que quedan luego como un Vamos viendo entonces que esta
cosquilleo primaveral. En tanto ac- recuperación del sujeto no es un
tividad personal la experiencia del requisito <moral> que la dura lu-
militante —^lo vemos continuamente, cha y la cruda realidad en su ur-
queda tan muda como antes: no gencia hagan prescindible. En efec-
puede alcanzar su propia palabra to ¿qué dicen los Manuscritos de
porque seguirá hablando con la voz Marx? Entre muchas otras cosas,
ajena, la de su máximo dirigente, la siguiente: que la verdad pasa
o la del conductor de tumo. Pero no por el sujeto, se elabora en él; que
habremos habilitado un nuevo ám- la objetivación, que da forma al
bito ceador de sentido, no habremos mundo humano, es la objetivación
construido una perspectiva humana del hombre. Dice que la forma hu-
verificadora, correctora, creadora de mana del otro es la que, a trav^
significación a lo que todavía carece de la mía, da sentido a todo enlace
de ella. Si la racionalidad que se re- con el mundo, además que la alie-
vela en la actividad política de la iz- nación no es un sello impuesto pa-
quierda es más eficaz que la raciona- sivamente sobre el hombre desde
lidad contradictoria de la derecha no afuera; que la enajenación es, por
es porque cambie de signo: es porque el contrario, autoenajenación. Quie-
recupera todo el fenómeno humano, re decir: nosotros mismos hemos
todas las significaciones convergen- realizado, contribuido, al trabajo
tes antes separadas por la brutalidad social de enajenarnos, y hemos par-
del abstradonismo economista. Por ticipado por lo tanto activamente
eso puede decirse que la política en la nuestra propia, sistema de
burguesa es analítica, separadora, producción mediante. Si, es cierto,
abstracta mientras que la de la se nos dirá, que no podíamos hacer
izquierda «es sintética,concreta. Es- otra cosa, que sólo así podíamos

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llegar k adquirir «realidad social», cuáles son los caminos que nos per-
adecuamos al sistema de produc- mitan desarmar la trampa que la
ción, satisfacer nuestras necesida- burguesía tendió en nosotros. Y el
des. Pero eso, adecuamos al siste- que descubrimos cuando buscamos
ma, si lo hicimos. Aunque dice la actividad eficaz es el siguiente:
además que el camino para supri- los únicos caminos transitables, in-
mir la autoenajenación pasa por mediatamente dados, por los cuales
el que nos llevó a la autoenajena- se nos permite conducir la actividad
ción misma. de izquierda, son los caminos amo-
De este trabajo de suprimir la pro- jonados por los modelos burgueses
pia autoenajenación el hombre de de rebeldía. Modelos que circulan
izquierda no está exento por el atentos a las luces rojas y verdes,
sólo hecho de serlo. La supresión pero que sólo llevan, por último,
de la autoenajenación no es enton- al fracaso y a la justificación aquí,
ces un proceso instantáneo: impli- en estos modelos burgueses de re-
ca deshacer en nosotros mismos la beldía, residen los enlaces sociales
separación que escindió lo sensible tolerados dentro de una congruen-
de lo racional, así como una cosa cia que no fuimos capaces de des-
hecha mercancía se escinde en valor hacer: entre nuestra propia indi-
de uso y valor de cambio. Signifíca vidualidad, nuestra sensibilidad
devolverle el sentido a las cosas así conformada, y el orden del
adquiriéndolo previamente, o si- mundo del cual depende. Y si la
knultáneamente, nosotros mismos. realidad está ordenada a la dere-
Decir autoenajenación quiere decir cha desde dentro de nosotros mb-
que hemos tenido que hacer, some- mos, puesto que fuimos hechos por
tiéndonos, lo que el mundo burgués ella, ¿cómo llenar con un conteni-
nos solicitaba para habilitamos a do de izquierda a la teoría revolu-
vivir en éL Lo característico de la cionaria que recibimos con cargo
cultura burguesa consiste básica- de hacerla pasar a la realidad? ¿Có-
mente en esa adecuación que im- mo imbricar a la realidad revolucio-
pone a cada recién llegado: hacer- naria para que anime esta realidad
se, contra si mismo, lo que los otros social si no somos capaces de encar-
ya son. ¿El tránsito hada la revo- narla, de situarla en el centro mis-
lución mantendrá necejsariamente mo de nuestra individualidad, por
este «contra si mismo» como irre- ahora ocupada por los modelos y
ductible? las cat^orias de derecha? Una cosa
Por eso, hablar de «cultura revolu* es al menos cierta: la modificación
dcHiaria» ccnuiarender primeramente no puede ser proyectada sólo a ni-

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vel de la objetividad política —que privada de la palabra, que les per-
es el plano de la máxima genera- mite pensar, y la propiedad priva-,
lidad— sino también convertir en da de las cosas, que les permite
política la propia subjetividad. Es sentir, y todo sin mutua contami-
decir: ser uno mismo el índice, el nación. Pero en el hombre de iz-
más cercano, de la imposibilidad quierda este equívoco, que a los
de alcanzar la unidad de sí mismo otros aprovecha, no puede correr
dentro de la racionalidad burguesa, sin riesgo para la racionalidad re-
y del requerimiento tenaz de cons- volucionaria misma. Vamos viendo
truir otro orden que nos contenga. por qué. Porque si no asentamos
Nada más evidente, se dirá. ¿Aca- nuestra sensibilidad, nuestro cuer-
so no estamos todos en esto? ¿Aca- po, en otro orden material que de-
so no es ésta la experiencia coti- bemos crear, esta sensibilidad que
diana del hombre de izquierda? Me no puede dejar de sentir como tam-
temo que no. La racionalidad bur- poco de ser material, quedará en-
guesa, dijimos, tendió su trampa en tonces necesariamente asentada en
nosotros, y no es una metáfora. el orden material de la derecha.
Puesto que aprendimos a pensar ¿Qué pasa si desconocemos que el
sin comprometer nuestro cuerpo en primer cuerpo material sobre el
el proceso, parecería que el tránsito cual se asienta la racionalidad re-
de la burguesía a la revolución pue- volucionaria es el «cuerpo propio>
de hacerse siguiendo el mismo es- del revolucionario que la hace po-
quema escindido de la bui^uesia: sible? Pasará que esta sensibilidad
adaptarse a una idea sin un cuer- de derecha será el campo, en tanto
po que resuene, que se ordene con que ella se prolonga en nosotros,
eUa. Pero este escamoteo es posi- sobre el cual se asentará la preten-
ble a nivel de la burguesía porque dida racionalidad de izquierda.
la sensibilidad, así desdeñada, sigue ¿Quién podrá, ingenuo, creer en
aferrada a la tierra firme del mundo su «verdad>? ¿Qué podría resultar
bui^ués que la sostiene. No nece- de este dualismo sino una patraña
sita hacer el esfuerzo de sentir al más? Ya lo hemos visto: una racio-
mundo de otro modo porque ya, nalidad ascética, pura, incorpórea,
por su propio surgimiento, está inmaculada, que oculta la trampa
afirmada sólidamente en la reali- que la formó y que en mérito a su
dad. Los burgueses piensan en un permanencia pide que nos cerre-
nivel, pero sienten afectivamente en mos aún más. Lo contrarío de una
otro: están bien instalados en los radonalidMl mandsta que adiüere
dos. Tienen para ello la proiMedad a la «naturaleza> del hombre y la
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transforma. ¿No encontramos aquí se aleja del poder de transforma-
alguna de las modalidades de la ra- ción que reside en la experiencia,
cionalidad vigente en la izquierda? entre dolorosa y gozosa, del propio
cuerpo que encama las signifíca-
ciones revolucionarias. Y esta pér-
dida de sí era posible porque el
hombre de izquierda no había
F u n d t o del modelo humano revo-
enardecido su experiencia hasta
ludonario en el proceso histórico modificar su sensibilidad, que que-
daba aferrada así al peso muerto
Recapitulemos nuestro trayecto.
de nuestra pasividad de derecha.
Hablamos partido de la escisión que
El problema quedaba restringido en
la burguesía introducía en el hom-
señalar, para nuestra izquierda, el
bre, por lo tanto de la división que
necesario retorno a un sujeto que
necesariamente formó en cada uno
colmara ese hiato abierto en él
de nosotros. Pero vimos que esta
mismo por la burguesía. Y no por
escisión se prolongaba también en mera retórica intelectual. Este su-
el militante de izquierda. Y que la jeto se revelaba como necesario,
racionalidad que el sujeto adopta- imprescindible, para poder darse a
ba para leer el sentido del proceso la tarea de hacer surgir, entre nos-
revolucionario podia corresponder a otros, una comprensión que adhie-
\m ejercido de la capacidad de ac- re y abrace la peculariaridad, lo
tuar y de pensar que, viniendo de específico, de nuestro propio pro-
la derecha como necesariamente ceso histórico. Pero esta compren-
venia, se prolongaba también en d sión no la agotaba la racionalidad
hombre de izquierda manteniendo pensante del dualismo burgués: no
las mismas categorías adecuadas a era un acto que residiera en ese
la burguesía. Basta para ello con pensar a la izquierda que no se
vivir apoyándose en un dualismo hace cargo de la inercia del cuerpo
personal, hecho modo de ser, que que siente a la derecha. Para aspi-
a veces tanto el pensar como el ha- rar a expresar la forma de lo real
cer trata de encubrir: una razón, esta comprensión revolucionaria
u n modo de ordenar el mundo y exigía, hemos visto, que el sujeto
la reladón con los otros que no se reflqara el mundo en la medida
hace cargo de la significadón del en que, en su vivir sensible y pen-
propio proceso personal, de su re- sante, se h a d a cargo de él. ¿Qué
ladón con la forma sensible huma- sucedía entonces? Que esta com-
na que le da sentido, puesto que prensión, al hacarlo, transgredioa

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los límites de la pura racionalidad ra, de la «causa» socialista? Ha-
y apareciera ya como un obrar en blábamos de la modificación del
el acto mismo de pensar. O, dicho sujeto mismo, y esto no es mera-
de otro modo: la posibilidad de mente un esquema ideal: lo encon-
pensar radicalmente la situación en tramos necesariamente —y aquí ve-
que nos encontramos sumergidos mos despuntar la necesidad histó-
sólo podía surgir de la decisión de rica no como una causa extema
modificación —de la propia pro- sino a nivel de la libertad del su-
longándose hacia el mundo,— jeto— allí donde todo proceso revo-
pues era la única que podía mos- lucionario efectivamente se realizó.
tramos la racionalidad más apro- Si el tránsito de la burguesía a la
ximada al proceso al vivificar el revolución aparece como una ne-
sujeto su propio «aparato> percep- cesidad surgida desde el régimen
tor adecuándolo a la tarea: al reco- capitalista mismo, esa necesidad ra-
nocer la estructura efeétiva de su cional debe ser leída comprendien-
propio movimiento enlazado al do en ella los aspectos humanos
mundo y a los otros. sensibles también necesarios que la
hicieron posible, y que el dogma-
Porque si queríamos salir de la ca-
tismo y el oportunismo de izquierda
beza y del cuerpo encallecidos del
abstraen como innecesarios: leen la
burgués simiente y pensante ¿ha-
racionalidad del proceso dejando
bría de serlo para penetrar en el fuera, como irracional, lo que no
encanecimiento y en el endureci- son capaces de asumir ni de modi-
miento de ese <militante> o «pen- ficar: el sujeto mismo, a si mismos.
sador» de izquierda que dio térmi- Son, pese a todo, los que conservan
no a la dialéctica, que pegó el salto en el interior de la izquierda el pe-
y cree estar ya instalado en el or- simismo y la desazón y la amargura
den del futuro? Entonces, frente a de la derecha. ¿Cómo confiar en-
este dogmatismo de su propio pa- tonces en esa racionalidad presun-
saje, nos preguntamos: ¿Para qué tamente de izquierda que ellos sos-
habría de servir el sujeto que ne- tienen desde su propia maysriali-
cesitamos recuperar para la revolu- dad de derecha? ¿Cómo confiar en
ción, si volvemos nuevamente a sus «tácticas» y en sus «estrate-
metemos en el molde del obrar gias»? Lo que diferencia a la iz-
que conformó en nosotros el mo- quierda de la derecha no es mera-
delo de hombre proporcionado por mente la organización del sistema
la división del trabajo capitalista, de producción económica: es el sis-
por más que esté al servido, aho- tema productor de hombres. Por eso
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la organización revolucionaria, su presan halla su superación. Nos
modo de prepararse y obrar, es ya referimos al modelo humano de
la prolongación que adquiere la racionalidad hecha cuerpo, al nue-
racionalidad revolucionaria cuando vo ordenamiento hecho proyecto
pasa a la realidad. Y decíamos al de solución, de esa organización
comienzo que también la estructura de la realidad que aparece, como
política revolucionaria se verifica a prototipo, en los conductores y di-
nivel del sujeto, puesto que el «de- rigentes de los movimientos revo-
tenninismo> del proceso histórico lucionarios. ¿(Conductores? se me
no puede ser leído como necesario, dirá. ¿Acaso Perón no fue uno de
y se convierte en irracional, sino ellos? ¿Acaso no tenía él también
integramos aquello que la raciona- su esquema revolucionario, su pro-
lidad revolucionaria exige: al hom- pia racionalidad? Pero entendámo-
bre revolucionario mismo, al «mo- nos: no me refiero a la validez se-
delo» humano de pasaje de una parada ni de la teoría ni de la ac-
forma histórica a otra, sin el cual tividad práctica. La doctrina «jus-
la nueva forma social no podría ticialista», en tanto abstracción, no
anunciarse nunca entre los hom- tiene validez en sí misma, como
bres. Digámoslo de una vez: el pro- tampoco en sí misma la tiene la
ceso revolucionario es necesario teoría marxista. El justicialismo no
porque el sujeto mismo lo requiere solamente es una .falsa racionali-
para dar término a sus propios con- zación desde el ángulo de las ideas
flictos, para realizar el proceso que revolucionarías; no, aquí no reside
la lleve a su coherencia y su uni- la verificación de su verdad. Es
ficación. falsa, sobre todo, por el modelo de
Se va viendo hacia dónde preten- hombres que necesariamente lo en-
demos ir: cuando hablamos de la camaron en tanto «modelos» que
«racionalidad revolucionaria» no lo hicieron comprensible y en los
queremos decir que el obrero se cuales se encamó como verdad
convierta en un intelectual, ni el histórica.' La falsedad de esta teo-
intelectual en un obrero: con ser ría aparece ligada necesariamente
sólo lo que son, ninguno de ellos a la «forma humana» condenada
tiene el privÜ^o de la verdad. Nos al fracaso que la produjo y cuyo
referimos en cambio a lo que da sentido, en tanto actividad, con sei
término a la mera racionalidad lo que fue, no se inscribió en la di-
del intelectual, o a la sensibilidad rección de un proceso de modifi-
del obrero: al modelo humano en cación revolucionaria. Desde algu-
d cual el conflicto que ambos ex- nos ángulos el proceso peronista

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tuvo su positividad: no lo vamos como propio en Perón, como ade-
a discutir aquí. Pero a nivel de cuado a la salida para su propio
nuestro análisis y de su fracaso es problema, era un trampa que la
un buen ejemplo, sin embargo, en misma burguesía decantó en ellos
tanto forma humana propuesta, de mismos: adherir desde lo propio,
eficacia negativa, que linda con la desde lo más personal, a lo que
contrarrevolución. sintió como homogéneo tónsigo
Modelo de contención, burguesa mismo. Perón «estaba en el cora-
ese, siguiendo el ejemplo, que les zón del pueblo»: cada uno lo lleva-
acercó Perón. Modelo de raciona- ba latiendo en sí como su propia
lidad adecuada al capitalismo; que forma. Sin darse cuenta sin embar-
al mismo tiempo que les proporcio- go que esa homogeneidad sentida
naba el sentimiento de su propio entre Perón y ellos, ese mai^en que
poder los sujetaba a las formas de la reflexión no delataba, era lo que
dominio y dependencia de los inte- tenían, en tanto obreros, en común
reses globales contrarios a su clase. con la burguesía misma; un mismo
Este ordenamiento hecho sensibi- modo de adherir a una forma de
lidad en cada peronista, este mo- vida que mantenía, como inamovi-
delo de humanidad que se les ble, la estructura global en la que
impuso y que significó el abando- cada cosa y cada acto cobraba su
no de la propia autonomía, fue el definitivo sentido. Asi la conquista
más tenaz de los dominios. Ya sa- «material», efectiva con ser tan mo-
bemos por qué. Porque surgió de desta, no revelaba un sentido hu-
una forma humana sensible que mano: se inscribía con ligeras ya-
al ser aceptada, los llevó a encon- riantes en un mismo modelo de vida
trar su término lógico en las estruc- cuyos valores culminantes era,
turas de poder burgués fomentadas exaltados para sL mismos ahora, los
y enaltecidas por el modelo. Aquí valores culmmantes de la burgue-
se ve bien cómo la forma humana sía. La materialidad peronista era
es la expresión adecuada a las for- la misma materialidad abstracta dd
mas de las instituciones y de las materialismo individualista burgués.
categorías racionales de una clase Por eso el obrero no pudo sentir
determinada. Trampolín que desde la diferencia de clase que Perón,
el modelo, a través de su modo de como mediador, borraba: ¿Por qué?
pensar y obrar, lleva a enlazamos Porque esa diferencia era para ser
con las estructuras de producción saUda, racionalizada, no para ser
y de dominio, como vemos, el mo- sólo sentida. Aquí el .orden afecti-
delo individual que el obrero sintió vo del «sentir» permanece sin co-
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brar conciencia de la racionalidad que la racionalidad revolucionaria,
muda que lo mueve, sin abrirse a la comprensión intelectual del pro-
un nuevo y distinto orden, aferra- ceso, debe encamarse en la sensi-
do a las categorías y al modelo de bilidad del hombre modelándola
ser que la burguesía necesariamen- frente a estos nuevos objetivos que
te conforma en todos sus hombres. el descubrimiento intelectual le se-
El obrero sentía con lo mejor de sí ñalaba: que no hay cuerpo bur-
mismo, tal vez, pero ese «mejor> gués, sensibilidad, sentir burgués
sentido estaba modelado también que pueda proponerse, sin paralela
por la contabilidad valorativa bur- modificación, la racionalidad que
guesa. De allí que esa complacen- buscamos para una transformación
cía que vivían a través de una ima- radical. Esta síntesis propia delega-
gen devuelta aduladoramente por da en otro, este modelo de salida
Perón desde el poder fue ima de las que fue Perón, que los llevaba a no
facetas del proceso que más daño desanudar el lazo de opresión sino
le hicieron a la clase trabajadora: a soslayarlo, fue una forma de
ranachar la alienación condenán- tránsito aparente que contenía el
dolos a perseguir la supresión del fracaso como su límite, y es lo que
dominio capitalista siguiendo el ca- nos muestra más claramente lo que
mino que los llevaba de nuevo a queremos subrayar: la necesidad
su punto de partida. Dicho de otro ineludible de la racionalidad tam-
modo: no poder hacer el tránsito bién para la clase trabajadora, la
de la sensibilidad burguesa a la ruptura con el oportunismo. Tén-
racionalidad revolucionaría. Con la gase presente que esta concepción
imagen de Perón adentro no es que aquí desarrollamos no excluye
muy ancho el camino de osadía y la creación colectiva: sólo analiza
de reflexión que se podía seguir: un uno de sus momentos. Únicamente
militar burgués que sigue latiendo decimos que si hay síntesis colecti-
adentro de cada xmo señalando con vas racionales éstas surgen como
su sístole y su diástole los límites convergencia de síntesis parciales
de su irresponsabilidad: un «pobre individuales que nacen de una ac-
de eIlos> que se transformó en un ción común. Pero siempre hay al-
«pobre de mí>: el despertar de un guien que las impulsa, algunos que
sueño ilusorio del que todavía no la mueven, que las encaman con
se salió. mayor decisión. Esta síntesis vivi-
Pero este recurso a Perón no es más da por todos debe verificarse como
que im ejemplo en el camino que posible al menos en uno para al-
nos lleva a tratar de comprender canzar su dimensión de posibilidad

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humana: es la figura del héroe, del tructiura de dominio semejante. Y
prototipo, que une en si mismo lo que en cuanto obrar trata de ha-
racional con lo sensible y lo hace cerlos acceder a esta dimensión de
acceder, por su coraje, vividamente mundo que por su propia síntesis
para los otros. Hay uno que emer- vivida prolonga. Así el modelo de
ge haciendo visible, como forma hombre, ese esfuerzo de unificación
humana de un tránsito real de la de lo sensible y lo racional, signifi-
burguesia a la revolución, el cami- ca el intento de abarcar concreta-
no hacia la transformación que to- mente al mimdo: en lo- que tiene
dos podrán recorrer. Asi adquiere de materia con sentido, de cuerpo
forma humana sintética lo que has- con razón. Esto es lo que determi-
ta entonces era disgregación colec- nará para los otros el camino hu-
tiva, anuncio vago, existencia vir- mano de una modificación efectiva-
tual. El conocimiento, con nivel de mente posible, porque ya está cier-
la praxis social, siempre tiene «for- tamente hecha al menos en uno. La
ma de hombre» para poder ser ve- realidad tiene ahora su límite pre-
hículo de transformación: siempre ciso; la ensoñación vaga pierde su
requiere tomar cuerpo en el hombre desborde y adquiere el" contomo
para unificarse. Sólo así se con- que la promoción realizada por el
vierte en acceso a lo real la cohe- héroe, por el militante creador, le
rencia racional meramente pensada señala. Y esto se consigue porque
o sentida. Adquirir forma humana en la figura del hombre que osó
quiere decir que aquel que pensó y la racionalidad revolucionaria se
sintió también necesariamente obró: hizo humana, corpórea, que emer-
que abrió el camino hacia la rea- gió desde ellos, desde el sostén de
lidad al menos en su propia per- la fuerza en la que el modelo se
sona. Esta garantía mínima es una apoyó para vencer la fuerza repre-
garantía revolucionaria: aquí no sora de la burguesía y concebir una
hay privilegios de extraterritoriali- posibilidad distinta. Para vencer
dad para nadie. Entiéndase: el pen- hacia afuera una represión efectiva,
sar y el sentir que se hacen obra, hecha prisión o fusil, es preciso
trabajo. Por lo tanto, que en cuanto sentir en el proletariado o en otros
pensar está ligado al de todos aque- hombres esa fuerza que, disponible
llos que piensan para abrir esta y orientada ya desde su propia ne-
nueva racionalidad. Que en cuanto cesidad, podrá reconocerse en quien
sentir está ligado a la.carne de to- la encame y la dirija. Un riesgo,
dos los que sufren el desequilibrio ciertamente, que sólo la fuerza in-
y fueron producidos por una es- dividual que comunica con esa
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fuerza contenida logra correr, pero duo para poder percibir revoludo-
que nunca surge de la sola teoría. nariamente el acontecimiento que
Y así se produce ese proceso de se quiere modiñcar. Pero esto que
«masas> que la burguesía no qui- se produce a nivel personal tiene
so nunca explicar, pero que siem- mucha importancia a nivel políti-
pre utilizó: la síntesis que les al- co, porque dependerá de cómo el
canza a todos, por identificación, de militante o el dirigente se perciba
forma ajena a forma propia, de a si mismo para que, a su vez, la
cuerpo a cuerpo, desde adentro, percepción de los otros, de aquellos
como adecuada a cada uno. con quienes pretende trabajar para
De allí la dificultad del tema que efectuar la revolución, se modifi-
desarróllame». Tratar el problema que. La imagen de esta época de
de la cultura revolucionaria encu- <masas> con la que algunos revo-
bre una osadía que sin embargo de- lucionarios de izquierda trabajan
bemos enfrentar, y es ésta: ¿cómo no difiere mucho, en los hechos,
ayudarle al hombre argentino a de la imagen de la «masa> que la
constituir las condiciones de obje- burguesía se formó: se la «trabaja»
tividad destruidas, coartadas, abs- a nivel de lo que se creen son sus
traídas en el proceso de producción <intereses> porque no se tiene el
de hombres de la burguesía? ¿Có- coraje de proyectar sobre ella una
mo devolverles, a través de otra posibilidad distinta. Se la percibe
forma hiunana, la capacidad de a nivel de las reivindicaciones bur-
desalienar la suya propia? guesas, pero como si ese ser de-
El énfasis puesto en la idea de pendiente fuese para ellos una mo-
alineación, que tantos ahora dtan dalidad «natural»: como si no hu-
de Marx, significa poner en el cen- bieran tenido que realizar el proce-
tro del análisis algo mucho más so de la autoalienación, de la pe-
grave: ni más ni menos que la pri- netración individual en el ser alie-
mada de la forma humana revo- nado de la burguesía. Por eso se es
lucionaria, la destrucción necesaria incapaz de proponerles, desde allí,
dd dualismo personal para acceder una alternativa coherente que en-
a la comprensión del proceso his- lace ese proceso con una actividad
tórico. La incoherénda en las ideas, efectivamente revoludonaría que
a nivel intelectual, no es sino otra les permite desandar el camino de
modalkiad del escamoteo, a nivel la propia alienadón. Asi se pien-
personal. Quiere decir: debemos sa el resultado —^los obreros— sin
pcmer en el centro del análisis la el proceso: la enajenadón que llevó
necesaria modificadón del indivi- a ese resultado. De alli la falsa

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imagen que se dan: la masa, que cual sus bajas pasiones contenidas
no entiende; la masa, que tiene el habrían de desatarse. La fuerza de
líder que se merece; la masa, hala- la multitud, en efecto, puede ser
gable y sensiblera; la masa, que per- una fuerza revolucionaria o una
sigue sólo lo útil, etcétera. Pero fuerza burguesa: puede aullar re-
esta reducción empirista no es el tomando a la «animalidad» que
fruto de una percepción objetiva de la burguesía le adjudica como su
la realidad: es fruto de la propia objetivo, porque pertenecen, en
proyección individual, de la propia tanto salen de ella, dentro de los
pobreza y falta de confianza en los valores específicos de la burguesía.
principios que, sólo racionalmente, Entonces la multitud no hace sino
se dice sostener. El desafío personal querer unlversalizar de golpe lo que
que lleva implícito pensar a los cotidianamente, en la clandratíni-
hombres de otro modo es el que dad del privilegio, los miembros de
impera allí donde el proceso revo- la burguesía quieren. Pero la fuer-
lucionario, ya en camino, ha per- za de la multitud puede desechar-
manecido fiel a la forma del hom- los y querer objetivos que se le des-
bre. Pienso, por ejemplo —y bas- cubran como propios y encontrar
taría uno solo— en la revolución en su fuerza reunida, pero organi-
cubana. Sin excesiva idealización zada, el descubrimiento de cómo
podemos afirmar que allí sus miem- alcanzarlos en la realidad. El pro-
bros son considerados como «per- blema de la diferencia entre un
sonas>, no son «meloneados> «ni modelo revolucionario y un mode-
manejados» por alguien que, más lo burgués está en lo que se solicita
vivo, poseyera la clave de la inte- de los hombres, en la imagen que
ligibilidad de los demás y, por lo se les devuelve de sí mismos a tra-
tanto, conociera el «mecanismo» vés de los modelos de hombres que
para hacerlos marchar. Pero no los conducen. Esa fuerza que Fidel
porque deje de hablárseles, en gran- Castro suscitó, por ejemplo, le per-
des concentraciones, en común; mitió a él llegar a unificar en su
tampoco porque no se los organice momento lo disperso y lo posible
colectivamente; ni siquiera porque de la clase trabajadora, que se reco-
no se hagan mítines o reuniones noció en su modelo de modifica-
dónde, según supone la burguesía, ción, de coraje, de riesgo, de osa-
d individuo «espiritual» pierde sus día, de pensamiento: de hombría
condiciones especificas para adqui- hecho prototipo de la forma huma-
rir caracteres cercanos a la anima- na necesaria para alcanzar la trans-
lidad: el momento propicio en el formación efectiva de una realidad

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nacional. El hizo con su vida, como ni ayudó a formar; nuestra izquier-
ejemplo saliente de lo que muchos da, desconfiada de si misma, ni si-
otros hicieron en común, la demos- quiera ha sabido enaltecer a sus
tración de que lo pensado era hu- héroes, hacerlos vivir más allá de
manamente posible. Un loco antes sus muertes y de sus sacrificios, aun-
que se convierte, por el trabajo, en que los valores que crearan fueran,
el supremamente cuerdo, en el ín- como necesariamente lo son, par-
dice de lo que todos debemos com- cíales. Esta mezquindad de nuestra
prender como real. Y pasemos aho- izquierda, celosa del grupo propio,
ra a lo nuestro; ¿Qué hizo Perón desconfiada y hostil del ajeno,
con su vida, qué imagen les devol- ¿cómo podría comprender la reali-
vió a nuestros trabajadores a tra- dad si no comprende lo que está
v « de sí mismo, qué nuevos valo- más próximo a ella, si su primer
res humanos hizo acceder a nues- acto consiste en endurecerse frente
tra realidad, qué nueva síntesis nos a otro hombre de izquierda; como
expresó con su existencia política y si esc acentuamiento de lo propio
su destierro, qué hizo de la hierza significara necesariamente la nega-
humana sobre la que se apoyó? ción completa de lo ajeno? Es ex-
traño, y significativo, que sigamos
reservando el proceso de la síntesis
VI
para los juicios, remitiéndolos al
plano de lo conceptual, pero no nos
¿Y nosotros? preocupemos por hacerla visible a
nivel del hombre mismo. Pero esta
En función de este acceso vivido a síntesis no sólo se realizó en un
la realidad, de esta síntesis de lo hombre (señal de que sus dirigen-
que fue disperso por la incongruen- tes, o cualquiera de nosotros, care-
cia de ia actividad burguesa, el cimos hasta ahora de la fuerza de
modelo revolucionario procura ha- encamación, de concreción, como
cer acceder a la realidad una uni- para materializar en una forma hu-
dad posible que él ya esbozó a par- mana la creencia en los ideales que
tir de sí mismo. Atrevámonos a sostenemos). Tampoco hemos sido
decirlo; la izquierda, entre nosotros, capaces de extraer de nuestra dis-
no supo suscitar ningún modelo de persión la exacerbación de esa fuer-
hombres revolucionarios que con- za que la izquierda podría haber
tuviera, que constituyera en sínte- alcanzado —^si realmente creyera
sis personal, ese ideal por ahora en lo que hace—. No hablemos ya
abstracto de la izquierda. Ni formó de la desconfianza en nosotros mis-

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mos. Si realmente creyéramos en realidad? Porque sucede que la
el proletariado, si realmente con- fuerza del proletariado, en la cual
táramos con su fuerza y no fuese apoyamos, aunque no estuviese
la suya sólo una imagen psicológi- con nosotros pero estuviese en lo
camente enardecida para comple- suyo, podríamos haberla sentido
mentar nuestra incongruencia vi- como propia: hubiéramos vivido
vida a nivel de lo real, esa energía así, desde nuestro margínallsmo
que teóricamente le asignamos al burgués, la decisión proletaria.
proletariado realmente hubiera pa- Pero es preciso entenderse: si la
sado a nosotros: se hubiera hecho clase obrera está alienada, y noso-
acto político, se hubiera hecho teo- tros no hemos podido hacer lo
ría nacional, se hubiera hecho li- nuestro porque no contamos con
teratura revolucionaria. En cambio su fuerza más allá de la verdad
hemos hecho de la actividad polí- de esta afirmación queda algo
tica nuestra «obra de arte», quiero irreductible: tampoco sin embargo
decir nuestro complemento imagi- hemos sabidol extraer esa fuerza
nario que compensara así una de- al menos del ámbito en el cual vi-
ficiencia real que no asumimos vimos nuestros propios conflictos
fuera de este plano simbólico a de clase: de nosotros mismos. ¿So-
pesar de que lo vivimos como si mos una fuerza o no? ¿Qué quiere
fuese real. Nuestra izquierda, en decir entonces este conglomerado
su mayoría, es expresionista, lo cual de izquierda que siempre mira de
es una manera de decir que ac- costado, más allá de sí mismo, ha-
tuamos, que representamos nuestro da la clase trabajadora pidiéndole
propio drama del imposible trán- que ella sí haga la unidad, que ella
sito de la burguesía a la revolución, sí supere su alienación, que ella sí
tal vez para no reconocerlo, para realice los actos de pasar a la rea-
no enfrentar las condiciones de la lidad, pero que no mira hacia si
realidad misma como doloroso y mismo para ver nuestra propia
cruel punto de partida. dispersión, nuestra propia incapa-
Dijimos que la falta de percepción cidad de reunir esta energía des-
de nuestra propia realidad indivi- perdiciada e impulsar hasta cons-
dual necesariamente deforma, al tituirla en una efectiva fuerza que
adaptarla a sus propósitos, la rea- se juega en actos propios dentro
lidad social sobre la que debemos de la realidad? ¿No jugará en unos
actuar. ¿Vemos, acaso, realmente y otros la misma represión? ¿No
al proletariado como es? ¿Hasta será la misma presencia del poder
qué punto no hemos deformado su represivo que detiene la eficiencia

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de nuestros actos, la profundidad construirla, paso a paso, en la rea-
de nuestro pensamiento, el recono- lidad?
cimiento de una realidad que no Por eso decimos que no se trata de
puede ser asumida revolucionaria- de crear voluntariamente al héroe:
mente sin poner de relieve lo que éste surge, y nunca solo, con su
el poder oculta: el riesgo de la propio sacrificio comprometiendo el
vida? Pero este riesgo de la vida, nuestro cuando las fuerzas de pro-
ya lo vimos, no es sólo —y espe- ducción lo crean indirectamente,
cialmente para la izquierda— la porque en esas circunstancias al-
presencia del fusil y la picana: son guien gira su propia vida contra el
los limites que la burguesía esta- futuro que esa fuerza contiene. Es-
bleció en nosotros,, son sus catego- tas fuerzas han creado el lugar hu-
rías mental^ y morales que seña- mano en el cual logran sintetizarse
lan en cada acto nuestro el desvío y aparecer como hombre posible.
sentido como peligroso, la presen- Por lo tanto, como aquél hombre
cia de lo desconocido que debemos que va señalando con su actividad
afrontar: los limites de realidad propia el modelo de un camino
que ella nos fijó como propios. transitable, puesto que se evidencia
como humano para todos. Ni la
Y si fuéramos incapaces de asumir
clase trabajadora ni la izquierda su-
el riesgo, siquiera éste que tiende a
po darse ni reconoceree en un «mo-
desentrañar el sentido de lo real, delo» nacional revolucionario, y si
entonces ¿para qué simularlo? Y el éxito aquí se confunde con las
cuando lo asumimos, la gratuidad más profuiulas ambiciones burgue-
misma del resultado inscripto en sas de hacerle trampas a la reali-
una realidad deformada por el te- dad, de hacer las cosas como si se
mor, esa gratuidad ¿no nos mues- las hiciera verdaderamente, porque
tra este drama del hombre de iz- otros adquirieron así el poder, esto
quierda separado que todos alguna señala la persistencia entre nosotm
vez hemos sentido: el sacrificio es- de un modelo de tránsito, confesé-
téril cuyo recuerdo se borrará para moslo o no, burgués pero no revo-
siempre de la memoria de los hom- lucionario. Así con el modelo de
bres? ¿Y si para no enfrentar aque- Perón por ejemplo. La permanencia
llo de lo que sí realmente somos de la figura de Perón como modelo
capaces estuviésemos acentuando de tránsito hada la clase trabajado-
una diferencia sólo para sentirla, ra —eslabón hacia la revolución—
agrandando su imagen —^la imagen que muchos utilizan todavía, es una
de la revolución— pero para no resultante nuestra que, querrámoslo
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o no, hemos necesariamente inte- mos reconocerlo: algo tiene Perón
riorizado. Esa imagen quedó entre que no tiene la izquierda. Sí, efec-
nosotros como una imagen de éxi- tivamente, algo tiene, que es nece-
to y de eficacia alli donde toda otra sario que nos lo saquemos defini-
eficacia de tránsito hacia los traba- tivamente de la cabeza para pensar
jadores, inscripta a nivel de una la realidad: la fuerza de la derecha,
revolución verdadera, aparece con la no creación de un pasaje revolu-
el rostro de una muerte posible que cionario a la realidad, la permanen-
es necesario eludir. Por un motivo cia en lo homogéneo de la propia
u otro el modelo de Perón fue nues- clase. Tiene aquello con lo que no-
tro. ¡Generación de Pepsil ¡Somos sotros no podemos contar, a no
la «generación de Peróml De allí ser que abandonemos el sentido de
que su imagen sea la seducción in- nuestros objetivos que contienen la
confesa que todos, en la izquierda, destrucción de este modelo humano
hemos por un momento sentido: burgués como su necesidad.
constituye, la suya, una categoría Este esfuerzo de creación no puede
«nacional» que nos tenemos mere- sernos ahorrado. Y en última ins-
cida. Si esta realidad lo hizo su tancia, aunque nada es seguro, sa-
héroe, si de su substancia está ama- bemos ya anticipadamente que este
sado, como imagen de triunfo y de camino ál menos lleva al fracaso
eficacia, todo tránsito a la realidad. y a la frustación. Consecuentemen-
Perón tiene entonces la sacralidad te, que sólo nos queda una salida.
que une lo finito y lo infinito: tiene Y esa salida está por ser creada
para la izquierda la clave de un entre nosotros. ¿Seremos capaces
misterio —el tránsito al proletaria- de aceptar nuestro destino, de ani-
do— que no pudimos de otro modo mar la densidad de la historia con
hasta ahora resolver. Porque debe- la fugacidad de una vida? -

ÁoS.oS'í

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