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Tomado por los Monstruos

Coleccion de Halloween
El Familiar
Jugando con los monstruos
Luna Carmesi
La Casa Del Diablo
Fuera de Control
El Familiar
Cambiaformas gato, brujas malvadas, y un toque de magia
CAPITULO 1
Sebastian se encaminó renuente por la oscura calle, el sonido de los niños
felices chillando metros a la redonda mientras tocaban timbre y demandaban
dulces. Podría haber ido en coche a la tienda, pero las calles estaban oscuras y
brillantes por la fría llovizna que había estado cayendo esta tarde, y con todos
los niños deambulando por allí al ser Halloween, estaba seguro que terminaría
pasándole por encima a uno de esos idiotas. Totalmente por accidente, sin
importar cuán molestos eran con sus costumbres, risas y sus malditas casi felices
vidas de mierda.
Puede que estuviera deprimido. No es que no tuviera una buena razón, no
era uno de esos emo que simplemente odiaban la vida. Mucho.
Frunciendo el ceño, Sebastian pateó una hoja de arce húmeda fuera de su
tenis, sintiendo el chorrito de agua entrar por el agujero en su suela. Perfecto.
Realmente genial. Sus padres lo habían enviado a buscar más chucherías para
truco o trato, pero llegado hasta este punto, estaba bastante seguro de que
simplemente querían hacerlo salir de casa, para, así no tener que verlo
deprimido.
Gay. Claire Stevenson pensaba que era gay.
Ella ni siquiera había sido mezquina. Ella no era la primera persona que lo
llamaba gay, pero la mayoría lo había hecho para hacer burla de su sensiblero
corazón cuando se trataba de animales o por el hecho de que era bajo y
delgado, lo que aparentemente lo hacía automáticamente afeminado. Lo que
fuera. Probablemente, lo hubiera pasado por alto si ella se hubiera estado
metiendo con el e intentando hacerlo sentir como una mierda. No es que el
resultado final fuese muy diferente.
Porque la chica con la que había estado saliendo durante los últimos tres
meses simplemente lo había dejado porque pensaba que era gay.
Dios, odiaba su vida.
Eres idóneo, bueno, no para mí, Sebastian. Es como si fueras mi mejor
amigo, no mi novio. No puedo hacer que me quieras de la manera en que yo te
quiero y eso es realmente, bueno, terrible sentir que estás con alguien que no
te corresponde.
No, ella no había sido nada mezquina, pero Claire aun así se las había
arreglado para destruirlo con una jodida conversación. Siempre le había
gustado Claire. No podía recordar ni una vez que no hubiera estado enamorado
de ella. Claro, no era el más romántico de los hombres. Nunca había dicho que
sentía mariposas o algo así, pero eso no significaba que fuera gay. Simplemente
era muy discreto. Aburrido, si se sentía apático por algo. Sí, era un tipo
aburrido, pero no era gay. Simplemente no se emocionaba demasiado por las
cosas, incluso si había estado enamorado de Claire por años.
Cuando te beso, es como, no sé, un guau para mí. Un sentimiento
realmente loco e intenso. Pero para ti… no creo que sientas nada de nada.
Por Dios bendito, ¿cómo podías incluso cuantificar algo así? ¿Cómo podía
ella simplemente saber que ella sentía más de lo que yo sentía? No es como si
estuviera intentando comparar o alcanzar alguna meta épica en sus sesiones de
toqueteos. Había estado soñando con Claire siempre y en el momento que la
había tenido, había querido que las cosas fuesen lentas. Todas sus novias
anteriores habían sido más como un ensayo semana a semana con un montón
de espacio vacío en medio, pero con Claire, Sebastian había querido que las
cosas fuesen diferentes.
Bueno, de alguna manera, lo habían sido, ¿no? En lugar de ser desechado
por ser demasiado extraño o distante, Claire había decidido que realmente él
quería un pene. Además, justo después de haberse besado.
No creía que besara mal. Era muy consciente de sí mismo, sobre todo si
había alguien alrededor que pudiera verlo, pero cuando besaba, pensaba que
lo hacía con todo su corazón. ¿Cómo podía ella pensar que no sentía
simplemente tanto como ella sentía por él? ¿Quién incluso conseguía decir
cuánto se suponía de lo que estabas sintiendo por alguien era oficialmente
suficiente? ¿No había, por ejemplo, hablado con ella cada día por teléfono e
intentado verla en cada momento que podía? ¿No había cambiado planes para
mantener su agenda abierta incluso de su trabajo, universidad y sus clases para
salir con ella siempre que ella quisiera? ¿Cómo podría haber hecho tanto y
haberla hecho pensar que no sentía nada por ella? ¿Qué demonios más se
suponía que tenía que sentir?
Joder, ¿se suponía que tenía que sentir algo más?
Sebastian gruñó, su pie izquierdo aterrizó con dureza en un charco que no
había visto, y había mojado con el chapoteo toda la parte baja del vaquero, el
tejido se humedeció de inmediato.
—Joder. —Esperó, pero el daño ya estaba hecho, su tenis ahora
chapoteaba a cada paso que daba, el calzado mojado resbalaba sobre las
húmedas hojas y el cemento.
Era un extremadamente irritante monólogo interno, uno para el que
parecía no tener respuestas disponibles. No sabía si había sentido lo suficiente;
ni siquiera sabía qué demonios se suponía que tenía que sentir.
Había confiado en sus sentimientos hasta ese momento y con la mujer que
había creído que un día podría querer casarse, ella le había dicho que él no
sentía nada de nada. Y la verdad de ello era que Sebastian no estaba
plenamente seguro de estuviera sintiendo todo lo que se suponía que tenía que
sentir.
Las películas podrían haberle hecho creer que necesitaba hacer grandes
gestos románticos y carreras de último segundo al aeropuerto para demostrar lo
mucho que le preocupaba. La vida real no era así. Al menos, su vida real no era
así. No era del tipo de ir a alquilar una pista de patinaje sobre hielo para una
cita romántica o enviarle una docena de rosas durante la semana de San
Valentín. No sentía la necesidad de escribir un libro de poesía sólo porque la
chica de la que había estado enamorado lo había dejado. En serio, ¿quién
demonios hacía eso? Eso no era amor, eso era solo un completo desequilibrio
químico de locura…
¿Verdad? Pasando una mano a través sus mechones negros húmedos,
Sebastian suspiró débilmente mientras la hilera de tiendas de conveniencia
llegó a la vista. El pequeño centro comercial estaba iluminado con luces de
neón naranjas, violetas y rojas por la festividad, llamando a los clientes en la fría
y húmeda noche con la promesa de albergue y calor. Apresuró su ritmo,
ignorando el chapoteo de sus tenis con cada helador paso.
Dios, ¿era un idiota sin sentimientos con el corazón muerto y simplemente
no lo sabía? ¿Debería estar, por ejemplo, pensando en saltar de un puente
porque Claire nunca iba a estar con él? ¿No había estado planeando su vida con
esa chica? Ella era divertida, inteligente, linda y simplemente, perfecta.
Sebastian tenía amigos que actuaron como si su vida hubiera terminado cuando
rompieron con sus parejas.
Ahora se estaba preguntando en serio si realmente no sentía el amor como
la gente se suponía que tenía que hacer.
¡Y simplemente quién demonios decidió lo que se supone que sientas de
todos modos!
Realmente no lo sabía y la falta de respuestas estaba más allá de la
frustración. Porque si no lo sabía, ¿cómo demonios iba a cambiarlo? ¿Quería
cambiarlo? ¿Tenía que conformarse con algún nivel de “sentimiento” o forzarse
a aceptar que estaba destinado a estar solo el resto de su vida?
¿Estar solo podría ser mejor cuando no se estuviera juzgando por lo mucho
que había fallado al sentir por alguien que supuestamente amaba o
jodidamente casi había amado?
Que Claire hubiera roto con el no hacía que quisiera suicidarse, pero,
intentar resolver este problema en particular estaba definitivamente
consiguiendo que pensara en una bolsa de plástico resistente y sin agujeros
para el aire.
Jesús, maldita mujer. Dictaminando lo que se supone que él debe sentir
mientras a la vez le decía que no estaba haciendo lo correcto. Había sentido por
Claire tanto como se suponía que sentía, o era al menos capaz de sentir. Podía
no haber sido suficiente para ella, pero había sido lo mejor de su maldita
habilidad de sentir, hasta el momento. Tan seguro como el infierno que no había
sentido tanto por un chico antes. Sólo porque hubiera perdido a Claire no
significaba que fuese gay.
Abandonó las cálidas luces de la tienda de conveniencia detrás de el con
dos bolsas de chucherías y un impulsivo, pero necesario, paquete de cervezas
en la mano.
El humor de Sebastian sólo empeoró cuando descubrió que la niebla que
lo había rodeado cuando caminaba hacia la tienda se había convertido en una
ligera llovizna que amenazaba rápidamente con convertirse en un miserable
chaparrón. Se encorvó en su sudadera con capucha, la tela de la sudadera hacía
poco por protegerlo del agua helada y del frío viento del invierno cercano.
Estaba muerto de miedo ante la idea de ir para casa y tener que
enfrentarse a lo comentarios bienintencionados, aun así, carentes de ayuda, de
sus padres de cómo y por qué las cosas no habían funcionado con Claire. Ellos
seguían apremiándolo; además, ninguno de ellos de forma sutil, para que se
mudara a un dormitorio o a un apartamento con un grupo de estudiantes de su
propia edad. Así él podría ser más social. Con lo detestable que era tener que
estar rodeado por un grupo de ruidosos colegas mientras al mismo tiempo
perdía cualquier posibilidad de llenar su cuenta de ahorros, estaba empezando
a considerarlo sólo para evitar las molestas conversaciones, que cada vez se
incrementaban más, de por qué era todavía soltero y simplemente no podía
encontrar a la chica correcta.
Mientras se deslizaba por las resbaladizas hojas en la oscuridad, inclinado
hacia el costado contra el viento mientras permanecía en la acera, Sebastian
comenzó a contemplar las palabras de sus padres al irse, antes de que hubiera
dejado la casa hacía media hora. Quizá, ellos estaban sugiriendo algo más
cuando decían que no había conocido a la “chica correcta” todavía. Quizás le
estaba diciendo que no debería estar esperando enamorarse de una chica para
nada…
¿Todos pensaban que era gay porque era desafortunado en el amor?
El sonido de crujientes llantas golpeando hojas detrás del captó su
atención, Sebastian inmediatamente se apartó tan lejos como lo permitía la
acera de la calzada, su expresión volviéndose tormentosa cuando escuchó el
chapoteo del charco y sintió como era rociado con agua fresca cuando el
vehículo pasó rugiendo.
—¡Imbécil! —refunfuñó, levantando la mano que sostenía la bolsa llena de
chucherías mientras se limpiaba inútilmente el lado del rostro que había sido
atrapado en el aluvión de agua sucia. Observó después como se desvanecían
las luces rojas de atrás, encantado de que la lluvia al menos había conducido a
la mayoría de los niños que hacían truco o trato a sus casas, por lo que no
tendrían que tratar con el mismo destino. Sacudiéndose, forzó a sus congelados
pies hacia delante, contemplando con serenidad simplemente quién había
insistido en que Halloween fuese en una estación tan tardía cuando el tiempo
era siempre tan frío.
Iba a irse a casa, encerrarse en su dormitorio, y emborracharse hasta caer
dormido. No porque estuviese deprimido por Claire; no, aparentemente todavía
no tenía la suficiente emoción para eso, sino porque estaba jodidamente
enojado de que le dijeran que no sabía cómo sentir. Sabía cómo sentir. Lo hacía
cada jodido día. Y si eso no era lo bastante bueno, bueno, demasiado
jodidamente mal para Claire.
De algún modo se sentía más indefenso en su enfado incluso al pensar que
estaba todavía absolutamente perdido en lo que la jodida de Claire había
estado intentando decirle, Sebastian chapoteó entre charcos y montones de
hojas coloridas y empapadas por la lluvia hasta que llegó a las calles familiares
de su vecindario.
La lluvia justo se había incrementado y sus pasos se apresuraron en
respuesta, su sudadera estaba empapada y los mechones de pelo ahora
goteaban en sus ojos verdes, obstaculizando su visión. Lo cual fue el porqué,
cuando unos faros de repente relampaguearon y Sebastian alcanzó a ver un
pequeño y retorcido cuerpo en medio de la carretera, sin pensar,
inmediatamente echó a correr hacia él.
Un claxon resonó alarmantemente alto, las llantas del sedán del Sr. Walden
chirriaron sobre el pavimento mojado cuando el hombre pisó los frenos para
evitar la pobremente iluminada forma de Sebastian. Apenas se percató, su
mirada estaba fija en el medio de la carretera en donde una calabaza de plástico
de un niño para guardar los tratos estaba volcada, las chucherías desperdigadas
por todo a su alrededor. Pero dónde había creído que había visto el cuerpo de
una persona, un empapado gato de grandes ojos lo miraba, su piel apelmazada
sobre su tembloroso cuerpo.
—¡Sebastian! ¿Estás jodidamente loco, chico? ¡Podías haber muerto! —
bajando la ventanilla con rudeza, el hombre mayor bizqueó para mirar entre la
lluvia, intentando ver más allá de las rodillas y de Sebastian, iluminada por los
faros delanteros—. Oh, joder, ¿no me digas que eso es...?
—Es un gato —dijo Sebastian, el asombro y la calidez llenaban su voz en
proporciones iguales mientras se doblaba y extendía el dorso de su mano hasta
la delicada nariz de la pequeña criatura—. Creo que estaba comiendo las
chucherías. —Nunca había sabido de un gato que comiera chucherías, pero con
los envoltorios destrozados bajo las garras del gato, era bastante seguro que
era eso lo que estaba haciendo.
Frunciendo el ceño con una mezcla de alivio y molestia al descubrir que no
era un niño al que pudo arrollar con las ruedas de su coche, el Sr. Walden
encendió de nuevo el motor impaciente.
—Venga, sácalo de la carretera. Lo que sea que estuviera haciendo, la
carretera no es el lugar para hacerlo. Especialmente con esta lluvia.
Unos ojos de imposibles iris violáceos miraron fijamente los suyos.
Poniéndose de cuclillas, Sebastian extendió sus manos, el delicado gato en
apariencia siguió el movimiento con su cabeza, cautelosamente.
—¿Tienes frío, pequeñín? —canturreó Sebastian, rascando con cuidado
detrás de la fangosa oreja. Cuando no hubo mordisco ni siseo, se acercó más,
cuidadosamente envolviendo sus brazos alrededor del cuerpo del gato, pero sin
alzarlo todavía—. Voy a sacarte de esta lluvia, ¿vale? Mi casa es agradable y
cálida, y no tendrás que preocuparte por ser arrollado.
Tomando el silencio y el temblor de la pequeña forma como permiso.
Sebastian cuidadosamente afianzó sus brazos hasta que el gato negro estaba en
sus brazos. Se irguió lentamente, recogiendo el cubo de plástico en forma de
calabaza para que así ningún niño vagabundeara por la carretera para intentar
rescatarlo también. Ignoró los ojos en blanco del Sr. Walden; el hombre no
estaba claramente impresionado por el patético y tembloroso gato mojado
como lo estaba el, y lentamente caminó con su nuevo amigo hasta la acera
donde ambos estarían a salvo.
—¿Tienes un collar, precioso? —preguntó suavemente, rascando
suavemente debajo del mentón del gato hasta que levantó el rostro revelando
que ciertamente estaba sin collar. Pero incluso aunque el gato estuviera fangoso
y rebuscando comida, Sebastian estaba seguro de que le pertenecía a alguien o
había perdido a su dueño recientemente.
Estaba lejos de tener miedo, acurrucado en sus brazos y ronroneando,
mientras intentaba entrar en calor contra la lluvia y el frío. No había intentado
arañarlo ni nada, incluso aunque la pobre cosa hubiera estado a punto de ser
arrollado y tenía que estar aterrorizado.
El agua goteaba por la nariz de Sebastian desde el ala de la capucha de su
sudadera, sobresaltándolo momentáneamente y recordándole que incluso
aunque su nuevo amigo estuviera a salvo de los coches, todavía estaba fuera
con este miserable tiempo que podía ser simplemente muy peligroso para un
animal doméstico. Decidido, se giró hacia su casa, hablando suavemente
mientras sostenía al gato cerca de su pecho entre los húmedos faldones de su
camisa, ofreciéndole tanta protección como podía contra los elementos
mientras se dirigía a su casa.
CAPITULO 2
No fue hasta que ambos estuvieron a salvo dentro de la calidez de su casa
y se enfrentó a sus padres, combinado con las irónicas sonrisas una vez que ellos
vieron al gato callejero en sus brazos, que Sebastian se dio cuenta de que había
dejado las chucherías y la cerveza en su prisa por poner al gato a salvo.
—¿Un gato negro en Halloween? ¿Están sólo buscando la mala suerte? —
Su padre bromeó incluso mientras hacía espacio en la mesa de la cocina,
construyendo un nido de toallas limpias para que Sebastian pudiera colocar al
tembloroso gato en su seco abrazo. El gato tenía otras ideas, pequeñas garras
se clavaron en los brazos de Sebastian en cuanto intentó bajarlo, la criatura
maulló lastimosamente para no ser soltado—. Venga, pequeñín. Necesito salir
corriendo afuera y no quiero que te empapes —amonestó, apartando
cuidadosamente cada uña clavada en la tela de su sudadera hasta que estuvo
libre para colocar al gato en la cálida cama improvisada. Cuando Sebastian
salió, encontró sus posesiones en la oscuridad donde las había dejado, y
regresó de nuevo a casa, el pequeño gato negro parecía ligeramente más
grande ahora que su piel ya no estaba apelmazada, su madre lo estaba secando
con suaves pasadas con una manopla para la cara.
—¿Venía de regalo con las chucherías? —preguntó, arqueando las cejas
cuando su hijo puso los ojos en blanco con disgusto.
—No, mamá, no regalaban gatos con las chucherías —la molesta alegría de
su madre sólo pareció recordarle a Sebastian que tenía demasiadas razones
para odiar el mundo en este momento, incluso aunque acabase de encontrar al
gato más lindo del mundo, Ahora que su piel estaba seca y lentamente
acomodándose hasta alcanzar su adecuada plenitud.
Podía ver que el gato negro era brillante y con unos hermosos ojos
violáceos grandes y rasgados que parecían ver todo de una vez y lo reflejaban
todo de regreso. No pudo evitar extender sus dedos para rascar al gato detrás
de su puntiaguda oreja, frunciendo el ceño ligeramente cuando descubrió que
el apéndice parecía un poco deforme—. ¿Puedo quedármelo? —le preguntó a
su madre, su cabeza girando hacia el salón donde su padre había regresado a
ver la televisión. —Estaba en medio de la carretera comiendo de una pila de
húmedas chucherías encharcadas —añadió, intentando hacer que el gato
pareciese tan patético y digno de lástima como le fuese posible. No es que
fuese muy difícil, si lo pensaba. —Estaba comiendo a través de los envoltorios,
estaba así de hambriento, mamá. Estuvo cerca de ser arrollado por el Sr.
Walden. Si no hubiera llegado a tiempo, podría haber sido aplastado.
Su madre suspiró, su mirada fue de la suave bola de pelo a la esperanzada
expresión de su hijo.
—Sebastian, ¿no es simplemente sospechoso que hayas encontrado un
gato negro esta noche entre todas las noches? —preguntó, su voz bajó de
volumen mientras ella también miraba hacia Matt en el salón. —No queremos
mezclarnos con ese tipo de personas.
—Mamá, es solo un gato normal. —Pero mientras las palabras dejaban su
boca, Sebastian se detuvo, los ojos azul violáceos y sobrenaturales perforando
los suyos durante una heladora eternidad. Cautivado, apartó la mirada,
intentando luchar con la inquietud que se había apoderado de él durante un
momento. —Incluso si pertenece a uno de esos tipos de personas, todavía está
perdido, todavía está helado y hambriento. Además, los gatos de las brujas se
supone que traen buena suerte.
—Para las brujas —le recordó su madre sombríamente incluso mientras
pasaba la manopla de cara por el mentón del gato. —Sabes lo que tu padre
siente respecto a las cosas mágicas. Su tía era una bruja terrible y mezquina que
lo atormentó cuando era pequeño.
Sebastian frunció el ceño, encorvándose hacia delante para que su cuerpo
bloquease al gato de la vista del salón. Habló suavemente, poniendo todas sus
emociones en sus palabras.
—Mamá, por favor, tía Julia hace mucho que está muerta y ni siquiera
sabemos si este gato pertenece a una bruja. Estaba en medio de la calle…
¿Qué bruja que se precie de ser bruja dejaría que ocurriese eso? —La expresión
de su madre se volvió incisiva como si fuese a replicar que las brujas
inapropiadas eran las más peligrosas de todos los seres mágicos, pero Sebastian
siguió insistiendo. —De todos modos, está aquí y está hambriento y da
realmente muy mala suerte lanzar a un gato fuera en la lluvia en Halloween entre
todas las noches, ¿verdad? ¿Sólo por esta noche? Y cuando nadie venga a
buscarlo porque es simplemente un gato normal, entonces podemos hablar de
que se quede a largo plazo… ¿Por favor?
—Por el amor de … Odio cuando lloriqueas —murmuró Susan, pero
Sebastian podía decir por su tono de voz que ella había cedido.
Sonriendo ampliamente, fue rápidamente al frigorífico, sacando las sobras
de la cena de su pollo asado junto con un cartón de leche.
—Nos traerá buena suerte, mamá, estoy seguro de ello. No ha arañado ni
siseado ni nada por el estilo y tan siquiera nos conoce. Eso debe significar que
puede decir que somos buenas personas, ¿verdad?
Su madre asintió con la cabeza en silencio, bajando la vista hacia el pacífico
gato que le estaba permitiendo secarlo.
—Ha estado inusualmente dócil. Y quizás le sea posible cazar a los ratones
que siguen escarbando en el techo del salón en mitad de la noche.
Sebastian atrapado por sus palabras, le dio la razón entusiasmado.
—Sí, apuesto a que los cazará súper rápido una vez que se acostumbre al
lugar. Toda casa necesita un buen gato.
Enderezándose, Susan tomó el plato de leche que su hijo había servido y lo
colocó cuidadosamente en la mesa cerca de la pila de ahora húmedas toallas
donde estaba el gato. El gato rápidamente apartó su mano a un lado y empezó
a lamer el cuenco, su rosada lengua apareciendo y desapareciendo con rápidos
movimientos. Su pelaje parecía casi azul, así era de negro, y sus ojos eran casi
violetas. Nunca había conocido un gato como ese a no ser que fuera un familiar.
Sebastian frotó su nuca, una parte de él se preguntaba simplemente qué
demonios estaba haciendo. Los familiares normalmente era criaturas muy
poderosas y estaban enlazados a peligrosos usuarios de magia. Ellos no se
perdían, no perdían a sus amos, y no eran amistosos con absolutos extraños sin
importar que malo fuera el tiempo. Si estuviera pensando con claridad, se
estaría preguntando justo en qué jodido problema se estaba metiendo por
llevarlo a casa. Pero no estaba pensando con claridad; cada vez que esos
extraños ojos violáceos se encontraban con los suyos, todo pensamiento
racional parecía vaciar su cerebro como la harina de un tamiz.
—Estoy seguro de que es un gato normal, mamá. No creo que quisiera
tener nada que ver con brujas para nada —Sebastian se encontró diciendo eso
mientras de nuevo era cautivado por los brillantes ojos violetas del gato.
No estaba seguro de si un familiar podía realmente lanzar un hechizo a una
persona de la manera en la que podía una bruja, pero en el fondo de su mente
Sebastian estaba comenzando a sospechar que eso era exactamente lo que
estaba pasando. El sentimiento sólo se hizo más fuerte cuando su madre estuvo
de acuerdo con dejar quedarse al gato a prueba e incluso se ofreció a hablar
con su padre de ello. A lo largo de veintidós años de tener a Sebastian trayendo
a su casa cada criatura de cuatro patas o de dos, alados, heridos y perdidos que
había podido encontrar a su casa; su madre nunca, ni una vez, había sugerido
que realmente le fuera posible quedarse con un animal como mascota más
tarde. Mayoritariamente era porque sabía que, si su hijo hacía las cosas a su
manera, la casa estaría llena hasta rebosar de pobres bestias sin hogar. O bien
ella estaba sintiendo mucha lástima por él, ciertamente, después de su ruptura
con Claire o bien el gato simplemente había hechizado a su madre para que le
permitiera quedarse.
Con la panza llena de leche y pollo, Sebastian cargó a un complacido gato
hasta su habitación y lo colocó en un nuevo nido hecho de una de las mantas de
croché de su madre que había tejido hace años. El gato se acurrucó
rápidamente, ronroneando ligeramente en el fardo de lana azul mientras
Sebastian se preparaba para darse una ducha de agua caliente para hacer
desvanecer el frío de sus huesos con que la fría lluvia de otoño los había
empapado.
Sus pensamientos lentamente regresaron a Claire y a su terrible día una vez
que estuvo debajo del chorro de la ducha, su humor volviéndose tan amargo
como antes mientras intentaba imaginarse simplemente como se suponía que
tenía que probar que sentía algo por ella cuando todo lo que había hecho hasta
ahora había pasado desapercibido por la chica.
La idea de realmente tener que probar sus sentimientos era incluso más
molesta a que se le dijera que no tenía ninguno. Sus padres siempre lo habían
vacilado por ser un corazón sangrante por cada animal callejero que aparecía en
su camino. ¿Cómo demonios podía no sentir cuando parecía ser todo lo que
hacía? ¿Necesitaba que Claire estuviera en alguna clase de peligro o desastre
para que finalmente le fuese posible probar que se preocupaba por ella ¿No era
eso simplemente una locura?
La cosa era que Sebastian estaba bastante seguro de que Claire no iba a
darle la oportunidad de probar que realmente se preocupaba por ella. Ella antes
había estado a punto de llorar, explicando simplemente que no estaba
funcionando y que no quería invertir nada más de su tiempo o de su corazón en
un chico que no le correspondía. Lo había mirado tan expectante, como si sólo
estuviera esperando que el dijese algo asombrosamente profundo. No tenía
ningún argumento, solo confusión. Confusión que sencillamente se había
convertido en asombro cuando ella había añadido sus palabras finales de
despedida.
Quizás deberías pensar en salir con chicos, Sebastian. Sé que crees que
eres hetero, pero quizás simplemente no has tenido la oportunidad de descubrir
las cosas todavía. Si tú realmente no has sentido atracción por alguien antes,
cómo puedes saber si puede ser mejor, ¿verdad? No es como si tuvieras algo
que perder por intentarlo.
Decidió que estaba loca. Realmente no había otra razón para que Claire
pudiera pensar eso. Era simplemente una de esas chicas locas que pensaba que
sólo porque no las besaba como en las películas o hacía grandes gestos
románticos, no estaba loco por ella.
Y realmente, después de darse cuenta de lo poco que ella lo comprendía,
Sebastian no estaba seguro de querer estar loco por ella. ¿Por qué habría de
querer estar con alguien que no sabía ni una maldita cosa sobre él? ¿Por qué
podría querer estar con alguien que no podía tan siquiera decir que le gustaba?
Que Dios le ayudase si este era uno de esos juegos al que las chicas jugaban. Si
Claire simplemente estaba sentada al teléfono esperando a que la llamase y le
demandase que saliese con el de nuevo o que, si no, iba a tirarse por un
puente, podría simplemente perder la cabeza por completo. Odiaba esa clase
de mierda.
—Mujeres —murmuró a nadie en particular, mientras cerraba la ducha y se
envolvía en una enorme toalla negra. Su reflejo lo saludó de forma deprimente
en el espejo del baño, sus ojos verdes parecían más apagados de lo normal, su
expresión adusta. Siempre fue sólo un poco demasiado lindo para su propio
bien, su delicada estructura ósea emparejada a su corta estatura y su cuerpo
esbelto, incluso ahora parecía más un emo que genuinamente enfadado. Quizás
simplemente tenía uno de esos rostros que no reflejaban las suficientes
emociones… Se pasó una toalla por la cabeza para bloquear su vista,
sacudiendo sus mechones negros hasta que estaban encrespados y casi secos.
Los colocó de nuevo en su sitio con los dedos, luego se cepilló rápidamente los
dientes antes de que el aire del cuarto de baño se volviese demasiado frío.
Sebastian se dirigió descalzo a su habitación, su mente centrada en la
cerveza que había comprado y su plan para olvidar la totalidad del día en el
estupor de la borrachera. Sólo se detuvo cuando llegó a la puerta, contuvo el
aliento cuando los sobrenaturales ojos se encontraron con los suyos desde su
cama y lo paralizaron en el sitio.
Exhaló pesadamente cuando el gato parpadeó y se hizo una bola, y se
encontró libre de moverse de nuevo. No, no era un totalmente gato normal
para nada. Quizás hubiera una poca de magia en él. Quizás incluso lo bastante
para enlazarlo a una bruja.
Entrando lentamente en la habitación, cerró la puerta tras él. Se sintió
extrañamente consciente de que sólo llevaba puesta una toalla delante de la
criatura, como si el gato lo estuviera de algún modo juzgando por caminar por
ahí medio desnudo. Pero incluso aunque fuese un gato mágico, era todavía un
maldito gato y estaba probablemente perdiendo la cabeza un poco por la
manera en que había ido su día.
—Decirme que no siento las cosas correctas… Ella está jodidamente loca—
murmuró Sebastian mientras rebuscaba por su cómoda, por sus pijamas
térmicos. Se terminó poniendo unos pantalones grises de deporte que tenían
tobilleras para evitar que se subieran y una camisa muy larga de franela. Se
sentía como si tuviera doce años de nuevo con ropa de talla mayor a la suya,
agarró el paquete de cervezas, se sentó con las piernas cruzadas en su cama, y
estaba determinado a conseguir estar completamente pedo. Dada su
corpulencia, estaba bastante seguro de que seis serían más que suficiente.
No fue hasta que estaba bebiendo la cuarta lata, las tres primeras eran un
amasijo de aluminio tiradas en el suelo a su lado, que se percató de que estaba
siendo observado. El gato, el cual se había acomodado para dormir al pie de su
cama, lo estaba mirando fijamente, sus ojos abiertos una rendija hasta que
parecían dos órbitas brillantes desde una sombra negra de otro modo.
O quizás estaba ya mareado y de cabeza en la borrachera, Sebastian se
alteró mientras el gato se estiraba de su posición acurrucada y comenzaba a
andar de forma muy normal hasta donde estaba sentado.
—Eh, aquí, gatito —dijo Sebastian, frunciendo el ceño por la manera en
que las palabras eran ya masculladas. Realmente era un terrible peso ligero
cuando se trataba de beber. Probablemente para mejor consideración, al
realmente no le gustaba mucho el sabor de la cerveza para comenzar. Cuanto
antes se emborrachase, antes podría dejar de beberla. Observó como el gato
negro olía la mano que en este momento sostenía la cerveza, expirando
delicados y pequeños resoplidos sobre su piel mientras empujaba la lata. Lo
que envió un extraño estremecimiento por su brazo y hasta su columna
vertebral, Sebastian aguantó la respiración mientras se preguntaba si el gato iba
a lanzar un hechizo sobre él. Pero la criatura sólo dio un resoplido más
determinado y chocó su cabeza contra la lata, estuvo cerca de tirarla antes de
que Sebastian se recuperase lo suficiente para poner la lata sobre la mesilla de
noche. Con la mano libre, el gato inmediatamente colocó la cabeza bajo los
dedos de Sebastian, esperando pacientemente para ser acariciado. Y en serio,
¿quién se negaba a una orden tan demandante?
Sonriendo para sí mismo, pasó la yema de los dedos a través de la sedosa
piel negra del gato, su humor mejoró ligeramente cuando el gato se acomodó
contra su costado y comenzó a ronronear ante la atención.
—Creo que te llamaré Midnight… Si te parece bien. —Añadió. El gato paró
de ronronear durante un momento, alzando la vista antes de pasar su lengua
por la palma de su mano. Tomando eso como una afirmación, Sebastian volvió a
acariciar a cambio su brillante pelaje.
—Tú no tienes que preguntarte si siento lo suficiente —murmuró, cerró los
ojos y se acurrucó en el edredón, el mp3 que había puesto antes lleno de
canciones tristes determinado a quedarse dormido.
—A ti no te preocupa si no siento las cosas de la forma correcta, para nada,
siempre y cuando estés alimentado, y estés al abrigo, y tengas alguien que te
mime, mejor que mejor. —Suspiró profundamente, un bajo retumbar en el
ronroneo del gato lo hizo sentir cómodo de una manera que nunca había
sentido antes. —Apuesto a que a ti ni tan siquiera te preocupa cómo se siente la
gente, no como ellos lo hacen. Tengo sentimientos… Incluso si no puedo
demostrarlos de la manera indicada, siento cosas…
Quizás estaba realmente deprimido después de todo. Sebastian no estaba
plenamente seguro… ciertamente se sentía fatal por cosas. Peor, no podía decir
si era porque Claire había cortado con él o porque estaba empezando a darse
cuenta de que nunca la había amado para empezar. Había tenido que
indicárselo ella para que finalmente viera la verdad y simplemente parecía ser a
lo peor que podía enfrentarse en ese momento.
—Nunca la había amado tan siquiera. —Abrió sus ojos, encontrándose con
la mirada del color de las joyas. —Realmente soy un desalmado.
CAPITULO 3
Quizás era la borrachera o el extraño día o el hecho de que se había
quedado dormido preguntándose si quizás era realmente gay y simplemente
era demasiado estúpido para saberlo, pero Sebastian tuvo el más bizarro de los
sueños esa noche.
Empezó de una forma bastante inocente con el gato, el cual vagamente
recordaba haber llamado Midnight en algún punto durante la noche,
dirigiéndolo a través de un laberinto desconocido de pasillos y altos setos, los
arbustos se mezclaban con las paredes de la casa y entonces de vuelta a los
matorrales sin fisura mientras ellos giraban en esquinas y pasaban bajo arcos
que no parecían tener mucho propósito aparte de conseguir que se sintiese
incluso más desesperadamente perdido. Sebastian tomó consciencia de que
estaba soñando en algún punto durante el viaje, sus pasos eran demasiado
lentos en un mundo que simplemente no tenía sentido como se suponía debía
tener. Raramente era consciente de que estaba soñando, lo cual sólo hizo que
su sueño fuese incluso más surrealista para él.
Claire, abajo en lo que pensaba que era el centro del laberinto, la chica
rubia lloraba silenciosamente, mirándolo con una expresión de decepción en
sus grandes ojos llorosos. Quería ir hacia ella, confortarla y decirle que por
supuesto la amaba; ¿Cómo podía alguien no amarla? Había algo antes mal en el
con lo que no podía llegar a buenos términos simplemente. Pero el gato no le
dejaba acercarse a ella, Midnight se enredó en sus pies hasta que Sebastian se
vio forzado a trompicones a avanzar a través de un arco oculto, las ramas
pellizcaban su piel mientras caía a través de un seto y aterrizaba en un jardín
oscuro y descuidado.
No tenía mucho tiempo para mirar alrededor, aunque estaba seguro de
que estaba en un lugar peligroso incluso aunque no hubiera estado allí antes.
No, su vista fue obstaculizada por lo que al principio asumió que era piel negra
mientras un cuerpo lo aplastaba. Sólo para descubrir que era un sedoso cabello
largo unido a un extraño chico con ojos violáceos con las pupilas sesgadas
como las de los gatos y unas orejas triangulares peludas y torcidas que se
asentaban en la parte superior de su cabeza.
Era innegable que Midnight se había ido y se había transformado en un
chico, uno bastante extraño con una sonrisa de suficiencia, con colmillos y
totalmente sin ropa a la vista, Sebastian intentó apartarse gateando, pero de
nuevo fue asaltado por la fuerte criatura.
—No me hagas volver.
—¿Qué? —Sebastian se estremeció cuando se dio cuenta de que el chico-
gato le estaba hablando. Su voz era ronca y definitivamente masculina, el
cuerpo de Midnight estaba cubierto con músculos fuertes y tonificados como su
pequeña forma.
—Ella nos matará, a ambos. —La cola se meneó agitada, sus garras a un
tris de extenderse y clavarse en la carne de Sebastian. —Tenemos que escapar
antes de que nos encuentre aquí.
—Pero… estamos en un laberinto —respondió Sebastian atontado, sus
ojos desviándose inconscientemente a donde las caderas del chico estaban
sujetando las suyas a la tierra. Era una posición muy íntima, tenía que admitirlo,
especialmente cuando el que lo estaba sujetando estaba desnudo. ¿Sería el
chico-gato más grande que él? Probablemente, Midnight era al menos unos
cuantos centímetros más alto que el por lo que podía decir.
Podría tener un pene enorme… Aunque no podía ser posiblemente tan
largo como la elegante cola que se balanceaba desde su culo respingón.
—Estamos en tu casa —dijo Midnight, agarrando el mentón de Sebastian y
forzándolo a encontrarse con sus ojos—. Estoy hablando contigo en sueños
porque no hay otra manera de hablar mientras esté encantado y tú tengas el
suficiente poder para comprenderme. Estamos en peligro, Sebastian. Puedo
sentir su presencia incluso ahora en el borde de la inconsciencia. No me será
posible enmascararnos por mucho más tiempo, y como sea, no es una mujer
indulgente.
Sebastian estaba pasando por un momento difícil para concentrarse en las
palabras del chico, su mirada estaba fija en la manera en que sus exuberantes
labios se estaban moviendo. ¿Besaría como Claire o besar a un chico sería muy
diferente a besar a una chica? ¿O importaría incluso eso? Era menos como un
chico y más como un gato el que estaba encima de él, incluso aunque se
pareciese mucho un muchacho en ese momento. ¿Besar a un gato sería muy
diferente de besar a una chica?
¿Justo en qué clase de sueño se había metido?
—¿Me estás escuchando?
Sebastian realmente no lo estaba haciendo y apenas se sentía compungido
por ello. La trama de los sueños nunca eran importantes de todos modos.
Nunca tenían sentido y si las cosas salían mal, todo lo que tenía que hacer era
despertar.
—¿Por qué no llevas ropa? —preguntó, descubriendo ser esa la
información que quería saber ahora.
Inclinando la cabeza, confuso, Midnight bajó la vista a donde de nuevo la
mirada de Sebastian había ido a parar. Como si se diera cuenta por primera vez
de como ellos estaban posicionados, disparó una sonrisa de disculpa que
rápidamente se desvaneció cuando unos dedos se deslizaron por su cabello
detrás de las orejas. Sebastian comenzó a rascar el punto, Midnight lo miró
fijamente en silencio hasta que finalmente cedió e inclinó la cabeza ante el
toque con un suspiro.
—Es imperativo que me escuches.
Sebastian asintió con la cabeza, teniendo poca intención de escuchar
ninguna insensatez más. Sus días estaban llenos de insensateces; no quería que
sus sueños también lo estuvieran. Rascó ligeramente el triángulo peludo,
jugueteando con la suave carne que palpitaba a su toque.
—Dulce Midnight, ¿Eres un gato o un chico?
—Ahora mismo eso no es importante. Mi señora va a encontrarme pronto y
va a maldecirte por darme albergue. —Los párpados de Midnight se agitaron
cerrados mientras las yemas de sus dedos peinaban un lado de su cabeza. —No
quería arrastrarte a esto. Simplemente… Fuiste muy agradable conmigo y
estaba helado y hambriento. Tenías poder y pensé que podías ser un hechicero,
aunque ahora veo mi error. Solo que… solo que no tengo la fuerza para escapar
incluso, aunque realmente, debiera de hacerlo.
Sebastian no podía al parecer parar de peinar el sedoso pelo negro del
gato-chico y la cálida piel de debajo. Midnight seguía haciendo los sonidos más
curiosos, bajos sonidos sordos en su pecho que hacían que su estómago se
sintiese cálido y meloso.
—¿Por qué tendrías que escapar de mí?
—Porque te he puesto en peligro… Oh, por favor deja de rascarme. Es
muy difícil concentrarme —masculló Midnight con voz ronca mientras inclinaba
su cabeza hacia atrás para darle a Sebastian un mejor acceso. Comenzó a
ronronear a pesar de sí mismo, se estiró y apoyó su cabeza pesadamente sobre
el pecho bajo el. —Ella es una bruja espantosa… Un demonio. Tenemos que
escapar.
Su pecho sintiéndose extrañamente constreñido parecía tener poco que
ver con el peso sujetándolo, Sebastian tragó con fuerza saliva y continuó
recorriendo con su mano la parte de atrás de la cabeza de Midnight.
—Eres un gato extraño —dijo con decisión.
—No soy un gato, no realmente. Sólo estoy encantado—Refunfuñó
suavemente, Midnight meneó su cola, la piel negra haciendo cosquillas en la
cintura de Sebastian. —Estamos en peligro. Lo que bebiste para dormir ha
hecho esto mucho más difícil. Es como si no tuvieras un pensamiento sensato en
tu cerebro para nada.
Sebastian realmente no iba a permitirse ser insultado por una total fantasía
de su imaginación, sin importar cuán hermosos eran sus ojos. Arrastrando sus
dedos a través del cabello de Midnight, está vez con rudeza, tiró de ellos, el
gato-chico jadeó por la sensación y levantó su cuerpo. Midnight bajó la vista
hacia el con sus ojos violáceos enmarcados con pestañas oscuras y sus labios
rojos abiertos y Sebastian no pudo evitar estar seguro que estaba deseando
besar a un chico; o gato, para lo que importaba, estaba mirando al correcto
para ello.
—Creo qué quiero besarte —dijo Sebastian, sin estar seguro si estaba más
sorprendido el o Midnight, cuyas orejas habían decaído hacia los costados de su
cabeza ante sus palabras.
—¿Has escuchado una simple palabra de lo que he dicho? ¡Estamos en
peligro! Mi señora es un monstruo y ella va a…
—Midnight —dijo Sebastian resuelto, tirando de los sedosos mechones
hasta que el gato-chico se quedó callado con un suave quejido. —Nunca antes
he besado a un chico. Incluso aunque este es un sueño muy extraño, quiero ver
como es.
Sus ojos se entrecerraron pensando, Midnight se inclinó hasta que su pelo
cubrió a Sebastian como un halo oscuro.
—Si te beso, ¿prometes escuchar lo que tengo que decirte?
Esperando su justa cantidad de gritos y quizás algún arañazo de resistencia,
Sebastian parpadeó confuso.
—¿No te importa? ¿Besar a un chico?
Su mirada siguiendo la forma atrapada de Sebastian durante un silencioso
momento, Midnight volvió a levantar la vista, sus extraños ojos como de gato se
quedaron prendidos en los suyos.
—No me importaría hacer un montón de cosas contigo. Preferiblemente
cuando la bruja no esté intentando cazarme.
Pensando qué era una respuesta tan razonable como podía esperar de tan
ridículo sueño, Sebastian se estiró, extendiéndose hasta qué sus labios estaban
lo bastante cerca como para rozar los de Midnight.
No estaba seguro simplemente de lo que estaba esperando. Quizás alguna
chispa salvaje de lujuria o, así como una fuerte repulsión que le diría con toda
certeza que los chicos no le atraían. Los labios de Midnight eran bastante
ordinarios, considerando todas las cosas. Cálidos, suaves, una variación de
presión contra su boca.
No había tan siquiera algo de pelo; o bigote, para tener un punto de
referencia para pensar que este era diferente a cualquier otro beso para nada.
Decepcionado de no haber obtenido una respuesta por besar finalmente a un
chico, Sebastian se dejó caer hacia atrás, la hierba cosquilleando en su nuca de
la manera que sólo la hierba de un sueño podía hacer.
—¿Qué? —preguntó Midnight, siguiendo a Sebastian e inclinándose sobre
el hasta que su rostro estaba a centímetros—. Creía que querías un beso.
Sebastian se encogió de hombros, intentando ocultar su decepción.
—Supongo que simplemente no puedo sentir cosas después de todo.
Quiero decir, si no puedo sentir un beso en un sueño cuando uno puede hacer
simplemente cualquier cosa, ¿cómo puedo esperar sentir algo en la vida real?
Inclinando la cabeza hacia un lado pensativo, la mirada de Midnight recayó
en sus labios llenos.
—Cierra los ojos —dijo después de un momento, Su mano deslizándose
por la nuca de Sebastian, la cálida palma contra su piel. —Cierra tus ojos y
respira lentamente.
Sin estar seguro a donde quería ir a parar el gato-chico, Sebastian cerró los
ojos incluso, aunque dado que era un sueño no parecía tener el mismo efecto
como esperaba. Midnight era más como una espiral de colores oscuros para sus
sentidos, así, bastante confuso, hasta que el gato-chico usó su mano libre para
pellizcar su hombro y besarlo con dureza.
Jadeando por la sorpresa, Sebastian intentó apartarse, sólo que tener la
mano de Midnight en su nuca lo mantenía en su lugar, mientras labios calientes
devoraban los suyos. Su labio inferior fue mordido rudamente, la chispa de
dolor sobresaltándolo. Sebastian gimió.
Midnight chupando rápidamente su labio inferior en su hambrienta boca,
su lengua acariciando la carne capturada en oleadas.
—Oh. —No estaba seguro de si estaba a punto de ser comido vivo o si
todavía estaba siendo besado, Sebastian se retorció para coger aliento y
sentido, encontrándolo cerca de imposible cuánto más los labios de Midnight, y
la lengua y los afilados dientes lo atormentaban.
—Midnight —jadeó, gimoteando cuando su boca fue reclamada de nuevo,
el chico-gato colocando su cintura cerca de su cabeza y sujetándolo con su
cuerpo. El fuego se abalanzaba por el en una sobrecogedora ola, Sebastian se
relajó en el agarre, respirando entre los húmedos besos qué lo urgían a
responder, sus dedos cerrándose en ligeros puños mientras se abría con más
amplitud a la lengua demandante del gato-chico.
—Eso es —dijo Midnight retumbando en su boca, su lengua trazando con
palpitantes toques los labios jadeantes de Sebastian. —Ahora lo estás pillando.
Sebastian no estaba seguro de justo a que se refería Midnight, excepto,
quizás que estaba consiguiendo una creciente noción. Todavía se sentía más
como una batalla o incluso un ahogamiento, en lugar de lo que él pensaba que
se sentía un beso adecuado, pero ciertamente sentía algo. Algo salvaje, fiero y
totalmente una locura. Al parecer no podía conseguir lo suficiente incluso
cuando apenas podía respirar y una parte de él todavía estaba medio asustada
de que el gato-chico estuviera realmente intentando comerlo vivo con cada uno
de los afilados mordisquitos a sus labios o la dura chupada a la punta de su
lengua.
Sebastian se encontró respondiendo al beso desesperadamente,
envolviendo sus dedos en el cabello sedoso y tirando de él más fuerte,
ignorando la manera en que sus dientes resonaban chocando y su codo
golpeaba rudamente la tierra, mientras Midnight montaba a horcajadas sus
caderas para conseguir una mejor palanca para besarlo en la tierra.
—Joder, eres tan sexi —declaró Midnight con voz ronca, ahuecando el
rostro de Sebastian entre las palmas de sus manos para así poder sostener aun
al moreno y besarlo profundamente, su lengua envuelta lascivamente alrededor
de la del jadeante chico. —Quise saltar sobre ti al segundo en que me
rescataste. La lluvia había empapado tu ropa así que ella estaba marcando cada
centímetro de ti. No hay nada más sexi que un chico guapo mojado que
además le gustan los animales—dijo con una sonrisa de suficiencia mostrando
los colmillos antes de chupar el labio inferior de Sebastian con su boca y
mordisquear la inflamada carne de nuevo. —Podría besarte así toda la noche si
tuviera mi cuerpo de regreso. Joder… haría un infierno de cosas más que eso —
añadió con un bajo gruñido, sus caderas moliéndose contra él y llamando por
primera vez la atención de Sebastian a que estaba ciertamente besando a un
chico, uno que tenía una furiosa erección presionada contra su cuerpo.
Su rostro enrojeció al darse cuenta de que Midnight no era el único que
estaba duro, su propio pene estaba presionado entre el achuchón de sus
cuerpos. Sebastian luchó contra la oleada de vergüenza. Algo en la manera en
que lo besaba Midnight; posiblemente el hecho de que era un totalmente un
chico, lo estaba poniendo más caliente de lo que nunca había estado antes.
Incluso ahora estaba luchando por la necesidad de frotarse contra el chico
y aliviar la presión que se construía en sus bolas, algo que normalmente sentía
que era casi grosero, como si no fuera más que un perro follando una pierna.
Era difícil preocuparse cuando se sentía así, especialmente con Midnight
moviéndose contra él, su cuerpo fuerte y desnudo balanceándose con
deliberados empujes contra el suyo.
—En serio, Sebastian, si pudiera convertirme de nuevo en humano, te
mostraría de primera mano todas las cosas traviesas que puedo hacer con un
hombre guapo y dulce como tú. —Murmuró Midnight mientras besaba un lado
de su garganta. —No sólo besar… aunque realmente me gusta besarte. Tienes
una gran boca. —Mordisqueó la punta del mentón de Sebastian, su lengua
jugueteando en el exterior para lamer un retazo de humedad.
—Tu cuerpo también. Joder, tienes un cuerpo apretado y sexi —dijo con un
gemido, sus manos deslizándose por los costados de Sebastian para acariciar
sus muslos y culo—. Es algo bueno que esté atrapado en esta forma, porque
estarías siendo follado ahora mismo, cayendo dormido a mi lado. No creo que
me fuera posible comportarme cuando te ves así de bien.
Sus mejillas se ruborizaron, Sebastian parpadeó mirando a Midnight
cuando el gato-chico rompió el beso. Una parte de él estaba aliviada de que
esto fuese claramente un sueño. Si fuese real, tendría seriamente que considerar
la cuestión de si era gay porque el pensamiento de algún chico molestándolo
en su sueño realmente no debería de ponerlo tan terriblemente duro. Su propio
aliento salía a brotes irregulares, Midnight pasó los dedos a través de su largo
cabello, empujando hacia atrás los mechones que caían sobre su cara mientras
intentaba controlarse algo, mientras miraba fijamente a Sebastian.
—¿Ahora estás listo para escucharme?
—Claro —dijo Sebastian débilmente. Pero estaba sin aliento y mareado,
sus labios inflamados y su cuerpo tan encendido que apenas podía pensar
correctamente. No tenía ni idea de qué demonios le estaba pasando, sólo que
estaba vibrando con todas estas sensaciones nuevas y tenía todavía el duro
cuerpo del chico-gato encima de él era imposible distraerse.
Mirándolo durante un largo momento, Midnight le dedicó una sonrisa
sardónica, deslizándose más cerca para besar a Sebastian ligeramente en los
labios.
—Creo que estás todavía realmente jodido por esas cervezas —murmuró,
mordisqueando el labio inferior del chico. Sebastian se abrió de inmediato a él
con un suave gemido, Midnight mordisqueó más abajo, bajando por su mentón
y luego la carne tensa de su garganta. —Eres absolutamente inútil para mí
cuando estás así, Sebastian… Bueno, para cosas que involucren pensar y estar
consciente —se enmendó irónicamente. —Pero está bien porque la presencia
de mi señora se ha desvanecido hace un rato y no ha regresado. Creo que se ha
trasladado a otro vecindario buscándome.
Intentando comprender lo que todo eso significaba, Sebastian se
sobresaltó cuando sintió la mano de Midnight deslizarse entre de sus cuerpos
apiñados y dedos diestros moverse hasta pasar la cintura de sus pantalones.
Llevaba puesta la ropa de dormir. No podía recordar nunca antes haber tenido
un sueño donde llevase puesto el pijama.
—¿Eres virgen? —preguntó Midnight, su lengua lamiendo el húmedo
punto que estaba besando.
—No… Un, bueno, con hombres, supongo que sí —se enmendó
débilmente. No le gustaba pensar en cómo había perdido su virginidad. Había
sido muy molesto, mecánico y tan incómodo todo, que sólo podía estar
agradecido de que hubiera sido con una completa extraña y no hubiera vuelto a
ver a esa chica desde entonces. De algún modo, ese momento parecía incluso
más equivocado ahora que su cuerpo se estaba sintiendo tan vivo, en contraste.
Quizá porque era un sueño; quizá en la vida real su cuerpo nunca podría
sentirse así.
La mano de Midnight se deslizó más abajo, Sebastian jadeó mientras el
calor lo inundó y dedos jugueteaban con la dura carne de su pene.
Rápidamente agarró la cintura del chico.
—¿Qué estás…?
Alzando una ceja, Midnight giró su mano libre y lentamente acarició a
Sebastian de la base a la punta. Gimiendo con los ojos abiertos de par en par
de forma imposible, la mano de Sebastian cayó al suelo mientras sus caderas se
alzaban para encontrarse con el toque.
—Oh —gimoteó débilmente, le fue imposible procesar por completo como
la mano de alguien más en su pene, la de un chico, además, se podía sentir
mejor qué la suya propia.
Sonriendo victoriosamente, Midnight liberó su premio el tiempo suficiente
para agarrar los pantalones de Sebastian y luego deslizarlos por sus estrechas
caderas. La piel desnuda se presionó contra piel desnuda, el aliento de
Sebastian saliendo en rápidos jadeos hasta el punto qué se preguntó si podría
desmayarse en sus sueños.
—Joder, debo de estar realmente borracho —decidió con una sonrisa
atontada.
—No muy borracho. Sólo lo bastante para hacerte realmente estúpido
sobre cosas simples —dijo Midnight con un gruñido, sus labios húmedos y
suaves contra los suyos.
—¿Simples…? —inclinó la cabeza hacia un lado, los dientes
mordisqueando a lo largo de la sensible piel de su garganta.
—Realmente simples—Midnight movió sus caderas, Sebastian se
estremeció al sentir el pene cálido y duro del chico frotándose contra el suyo.
—Joder —jadeó Sebastian, perdiéndose la sonrisa engreída disparada en
su dirección justo antes de que una firme mano se envolviera alrededor de su
polla, aferrándola con firmeza a la de Midnight. —Virgen Santísima. —Había
algo decididamente loco al sentir el pene del gato-chico contra el suyo, la
manera en que podía sentir la piel moverse contra la suya mientras compartían
los constreñidos confines de su palma. —Midnight —susurró, aferrándose a los
brazos del chico mientras ellos se balanceaban al unísono. Algo sedoso y suave
presionó entre sus muslos extendidos, Sebastian gimió mientras sus bolas eran
provocadas y su raja probada por la cola del gato-chico. Jadeando
desesperadamente, se empujó contra el brillante cuerpo sobre él, perdido en la
intensa mirada de Midnight.
Gimiendo al sentir a Sebastian responder con tanto empeño, Midnight los
giró de costado, enredando sus piernas y tirando de Sebastian con más fuerza
contra su cuerpo enrollando su cola alrededor de sus caderas.
—Eres tan jodidamente lindo, Sebastian —Midnight besó sus jadeantes
labios. —Tan jodidamente sexi y dulce, y mereces mucho más que sentir apenas
besos en sueños.
¿Sentir apenas? Sebastian estaba bastante seguro de qué, si esto hubiera
sido real, hubiera muerto por una sobredosis de sensaciones. Algo a lo que no
sentía la necesidad de dar voz mientras los labios de Midnight se apretujaban
contra los suyos de nuevo, el gato-chico los masturbaba a ambos con lentas y
cada vez más erráticas caricias.
—Estás cerca —dijo Midnight de repente, rompiendo su beso. Sebastian
intentó reclamar su boca de nuevo, pero un pulgar acariciando la punta de su
inflamada polla, robó toda coordinación de él. —Intenta recordar que lo que te
dije —dijo Midnight. —Estás en peligro, Sebastian. Ambos lo estamos.
Parpadeando por la confusión, Sebastian envolvió un brazo alrededor de
los hombros de Midnight y tiró de el de vuelta.
—Hablas un montón para un gato.
Riendo, Midnight lo besó con furia, tragándose los gemidos de Sebastian.
—Te veo en el siguiente sueño, sexi.
No fue hasta qué el fuego corrió a través de él, la mano de Midnight
bombeándolo hasta el término, así comprendió Sebastian. El techo de su
dormitorio saludó a su sorprendida mirada mientras jadeaba despierto, sus
caderas todavía dando tumbos con su liberación.
Colapsó de espaldas con un gemido fragmentado, el sonido de sus
desesperados jadeos llenando el oscuro dormitorio mientras contenía la
respiración. No había gato-chico, no había ningún chico en su habitación, ni
peso sujetándolo, ni lujuria, experimentados labios o una lengua atormentadora
o unas fuertes manos maravillosas. Sus propios labios se sentían confusos no
estaban irritados ni inflamados, incluso aunque hubiera estado tan seguro de
que acababa de estar enrollado con un conmovedoramente atractivo joven hace
un instante.
Un chico. Había soñado con hacerlo con un chico.
Mierda.
Gimiendo, Sebastian se pasó una mano por la cara, intentando poner la
mente en blanco de tal sueño perturbador. No, no era un chico, era un gato-
chico. Era una cosa totalmente diferente. Colas y dientes afilados habían estado
involucrados… incluso aunque Midnight había parecido como un chico
perfectamente normal en general...
No estaba completamente solo en la oscuridad, la respiración regular de
un gato dormido acurrucado en su almohada llamó su atención. Dejó que su
cuerpo cayera sobre la cama de nuevo, Sebastian cerró los ojos, limpiando el
sudor de su frente con la palma de la mano. Estaba durmiendo minutos más
tarde, esta vez atrapado en un laberinto con una llorosa Claire sin gato o gato-
chico para guiarlo a la libertad de la culpa que rápidamente lo consumía.
CAPITULO 4
Sebastian pasó sus primeros treinta minutos, despierto, intentando recordar
su sueño de la última noche. Desesperadamente, intentó hilvanar los
remanentes del rostro que sentía que debía estar arraigado en las retinas de su
mente hasta la vanguardia de sus recuerdos, pero no pudo. Todo lo que pudo al
parecer recordar fueron un par de extraños ojos violáceos y un sedoso cabello
negro azulado, pero no estaba seguro de si no estaba simplemente siendo
influenciado por el gato qué había encontrado ayer, la criatura estaba ahora
mismo acurrucada en su cama cerca de los pies.
Había sido un sueño importante, estaba seguro de ello. Podía sentir
ansiedad y tensión, como si hubiera olvidado algo esencial que iba a definir su
vida una vez que lo recordase. Pero también tenía el sabor de la resaca en su
boca y la arenosa sensación dejada empalagando su mente. Se sentía
emocionalmente drenado por la ruptura de ayer con Claire y por todo lo que
sabía, la única cosa que era esencial era su necesidad de distraerse de cuán
enfadado estaba porque había cortado con él. Decidiendo que necesitaba agua
para conseguir que su mente funcionase de nuevo, se levantó despacio,
frunciendo la nariz por simplemente lo pegajoso que se sentía. Midnight se
estiró perezosamente en la cama; abrió la puerta, el gato se negó a moverse
aún, pero recordándole a Sebastian qué la pequeña bola de pelo tenía que ser
alimentado antes de tener que hacer los deberes que obcecadamente había
descuidado ayer.
En la cocina donde normalmente tomaba el desayuno, Sebastian encontró
una nota para el de puño y letra de su madre. La leyó en silencio, tenía el
entrecejo fruncido para el momento en que había terminado.
—¿Mamá? —llamó, preguntándose si ella ya se había ido al trabajo. La
nota decía que el dueño de Midnight, una tal Srta. Gale, había llamado,
pidiendo que le devolvieran a su gato. Pero él ni tan siquiera había salido a
poner carteles anunciando que había encontrado un gato en primer lugar.
¿Cómo podía saber la mujer que tenía a su gato? E incluso si ella lo había visto
llevar a Midnight al interior de la casa, ¿cómo obtuvo su número de teléfono
para llamar?
Un destello de unos ojos violeta azulados chisporroteó en su memoria un
momento, sólo que desapareciendo rápidamente en el momento que Sebastian
intentó centrarse en él. Su ansiedad estaba creciendo, se sirvió un gran vaso de
zumo de naranja, bebiéndolo mientras miraba fijamente la dirección a la que se
suponía que tenía que llevar al gato. No era muy lejos, justo al otro lado de la
ciudad. Afortunadamente el gato no era del tipo que se asustaba por ir en
coche.
No quería entregar a Midnight. Le gustaba la pequeña bestia peluda.
Todavía no estaba seguro de si la criatura lo había hechizado la noche anterior
simplemente para conseguir atravesar su puerta, pero no lo parecía en el gran
escenario de las cosas. El gato había necesitado su ayuda y Sebastian era la
clase de chico que le gustaba ser necesitado.
Pero quizá ahora Midnight necesitaba llegar a casa con su dueña la cual
probablemente estaba enferma de la preocupación por perderlo. Suspirando
pesadamente, Sebastian dobló la nota y agarró un bagel de la encimera. Sería
mejor terminar de una vez con ello. Cuanto más tiempo tuviera al gato, durante
más tiempo querría tenerlo.
—Estoy seguro que estás realmente muy emocionado de irte a casa—
Sebastian miró fijamente el parabrisas, hablando sin prestar atención a
Midnight, el cual estaba sentado elegantemente en el asiento del pasajero a su
lado. Todavía no podía imaginar como el propietario lo había descubierto.
¿Había hablado ella con el Sr. Walden? ¿Quizás ella le había puesto uno de esos
chips que se implantan bajo la piel? Si era así, ¿cómo demonios lo había
perdido en primer lugar?
¿Cómo había conseguido su número de teléfono?
En una señal de stop, Sebastian pilló el trozo de papel de su bolsillo
trasero, observándolo de una forma totalmente diferente esta vez.
Definitivamente era la letra de su madre, podía reconocer sus espirales
exageradas y dramáticas en cualquier parte. Pero era un trozo de papel muy
extraño. Grueso, casi formal, no como el papel de un cuaderno de notas o algo
sacado de la bandeja de la impresora. Era también de color amarillento, y
cuánto más lo miraba, las palabras más parecían brillar y retorcerse.
—Joder —siseó, tirando el papel momentos antes de que estallara en
llamas. Saltó en su asiento retrocediendo, por muy poco evitando quemarse el
regazo, únicamente para estar cerca de circular con el coche hacía el carril
contrario. Afortunadamente, la calle estaba vacía, aun, aparcó el coche en el
andén, respirando pesadamente mientras miraba las cenizas qué quedaban de
la nota e intentó mantener su corazón en el pecho.
No había manera de que su madre hubiera escrito esa nota. De algún
modo, el dueño de Midnight había conseguido meter la nota en su casa y en la
mesa de su cocina. Posiblemente mientras sus padres todavía habían estado en
la casa en ese instante.
Maldita sea, odiaba a las brujas. ¿Había algún extraño rondando su casa la
noche anterior? Joder, todo esto se estaba poniendo muy raro.
Sebastian miró al gato, sin parpadear ante el hecho de qué Midnight ni
siquiera había pestañeado cuando el papel se había inmolado. La criatura
estaba simplemente muy tranquila, demasiado serena. ¿Qué gato simplemente
saltaba dentro del coche de un extraño, de todos modos?
—Uh, así que supongo que tengo que disculparme—dijo Sebastian
dubitativamente, sin estar seguro de si el gato era lo bastante inteligente para
comprenderlo, o peor, si la bruja propietaria de él estaba escuchando. —Te
llevaré ahora mismo a casa, sano y salvo. Estoy seguro de que quieres estar con
tu, um, con alguien que te comprende mejor —dijo débilmente sabiendo cuán
poco les gustaba a las brujas ser llamadas brujas. —Supongo que eres un gato
extra especial, Midnight. Fue realmente un placer conocerte.
Mirándolo fijamente sin parpadear, Midnight echó la cabeza hacia un lado
un momento como si contemplase sus palabras. Sebastian observó, preocupado
que había podido decir algo incorrecto cuando el gato caminó lentamente hacia
él. ¿Justo que podía hacerte una bruja si enfadabas a su familiar? Ya era
bastante malo que ella probablemente pensara que había raptado a la cosa
peluda.
Sus miedos se evaporaron cuando Midnight presionó su cabeza contra su
brazo y ronroneó, acariciándolo con el hocico. Sonriendo ampliamente,
Sebastian acarició al gato, rascándolo detrás de las orejas.
—Lo siento, lindo. Las brujas como que me dan miedo, si realmente
quieres saber la verdad. Hay rumores… Bueno, estoy seguro de que no quieres
que nadie hable mal de tu dueña. Sólo que es duro ser un humano normal
cuando se trata con una bruja. Es difícil protegerse.
Midnight ronroneó más alto, el sonido calmaba los ansiosos nervios de
Sebastian.
—Sí, probablemente son sólo palabrerías. Estoy seguro que teniendo un
bonito gato como tú no puede ser así de mala.
Podía ver la casa más adelante, oscura y premonitoria incluso, allá adelante
en la calle. Estaba rodeada por una alta valla de madera que hacía imposible ver
el primer piso de la casa y el patio entre ambos. Sebastian consideró conducir
hasta allí, luego lo rechazó cuánto más miraba fijamente. Algo dentro de él le
dijo que no quería ser visto, no quería que el dueño de la casa supiera tan
siquiera que estaba incluso cerca. Quizá estaba siendo paranoico como el
demonio, pero cuando bajó la vista hacia el gato que ahora estaba descansando
en su muslo, estaba bastante seguro de que era Midnight una vez más
intentando compelerlo.
Justo como anoche, Sebastian se encontró perdiendo sus muy racionales
objeciones en frente de eso ojos casi violetas.
—Estoy tan jodido —murmuró, abriendo ya la puerta antes de percatarse
por completo. La inquietud de Sebastian sólo aumentó una vez que caminaba
por la calle, con Midnight seguro en sus brazos con la cola balanceándose
libremente. Había unos pequeños agujeros en la valla y echó una ojeada al
interior, su mente dio tumbos por él, un patio oscuro y la sensación de hierba
rasposa lo golpeó durante un momento. Se acercó más hasta el agujero más
cercano, seguro de que podría haber un laberinto justo al otro lado. Pero si lo
había no podía verlo.
La sensación no lo dejaría, su subconsciente desesperadamente fisgón ante
el lío en que había sido abandonado la noche anterior. ¿Simplemente qué
demonios había olvidado y por qué sentía que era tan importante que
recordase?
La valla fragmentada rodeaba todo el frente de la casa, dejando fuera de la
vista las ventanas y enredándose justo con la construcción, revelando solo una
puerta verde desconchada que conducía directamente a la casa. No
encontrando el timbre, Sebastian dio un inestable paso hacia delante, el pelo de
su nuca se le erizó mientras levantaba la mano para llamar.
No quería hacer esto. Realmente no quería hacerlo. Bajó la vista hacia
Midnight, pero el gato estaba mirando fijamente hacia delante, sus orejas
echadas hacia los costados de su cabeza.
Sebastian golpeó la puerta, congelándose cuando la madera cedió y se
abrió con un sonoro chirrido. Del otro lado había una espesa polvareda y una
tenue luz, pero nada para mitigar sus miedos. Algo primal dentro de él le estaba
diciendo que escapase, y estaba bastante seguro de qué, si hubiera tenido el
completo control sobre sí mismo, hubiera estado de regreso en su coche y
cruzando ya el país. Pero no poseía el control sobre sí mismo, de lo cual era
bien consciente cuando de nuevo sintió el peso de la mirada del familiar.
—Joder… estoy tan malditamente jodido. —Sus ojos se abrieron de par en
par y su corazón se le atragantó en la garganta, Sebastian caminó al interior de
la vivienda de la bruja.
CAPITULO 5
Muerte. Era un lugar de muerte. Iba a morir allí y nadie lo sabría. Sus
padres nunca encontrarían su cuerpo. Sólo sería otro hijo perdido del que
juzgarían que se había fugado o había sido asesinado por algún maniaco.
Estaba siendo ridículo. Sobre reaccionando como un niñato estúpido.
Quizá porque ayer había sido Halloween. Sebastian se paró de golpe, tragando
con fuerza mientras miraba la habitación a su izquierda.
Virgen Santísima, una completa bruja vivía aquí.
Midnight le soltó un maullido infeliz, trepando por el pecho de Sebastian y
colocándose en su hombro cuando el chico inadvertidamente lo apretó con
demasiada fuerza. Sebastian estaba demasiado ocupado mirando fijamente
para notarlo, una mezcla de miedo y curiosidad burbujeando a través de él.
Sobre el, había colgadas hierbas secas del techo junto con notas atadas a finas
cuerdas. El suelo estaba lleno de hojarascas por los trozos de las plantas que
caían, descuido y abandono mezclados con arena grumosa que restallaba bajo
sus zapatos. La arena parecía proceder de las rocas, algunas eran piedras semi
preciosas y hermosas, otras parecían simples y ordinarias, todo amontonado en
el suelo descuidadamente sin ton ni son para su formación.
Eso no era la parte alarmante de la habitación. Sebastian probablemente
podría haber manejado la idea de una bruja si todo lo que hubiera descubierto
eran algunas hierbas secas y bonitas piedras tendidas por allí. Había jaulas por
doquier, todas de diferentes tamaños y muy pocas con algo que de hecho
estuviera vivo. Bueno, ya no. Caminó con cuidado por la habitación, mordiendo
su labio inferior mientras sus pasos rozaban el entarimado de madera desigual.
Librerías llenas de tomos antiguos y más piedras brillantes formaban
paredes entre las jaulas, señalando el centro de la habitación, girando
aleatoriamente por lo que tenía que moverse a su alrededor para encontrar a
cada prisionero olvidado.
Unas cuantas jaulas estaban vacías. Mirando dentro de la sombría
habitación mientras deseaba con todo lo que tenía poder apartar la vista,
Sebastian se enfrentó a cadáver tras cadáver. La mayoría eran animales
pequeños; pájaros, ratas, gatos, y lagartijas, sus cuerpos fallecidos dentro, su
piel quebradiza e impregnando el aire con una nube de apestosa podredumbre.
En una jaula particularmente pequeña, descubrió lo que estaba seguro que era
un hada muerta. Sebastian nunca había visto una viva, dado que la criatura
estaba pudriéndose muerta en su diminuta caja de hierro podía decir con
seguridad que en algún punto había existido.
Se había adentrado profundamente en la habitación pobremente
iluminada, algo que Sebastian no notó hasta que Midnight saltó de su hombro.
Se giró, sus ojos desorbitados por la alarma de encontrar eso, cuando volviendo
la vista atrás por donde había venido, parecía como si las jaulas y estantes se
hubieran levantado en torno a él formando un laberinto del que nunca podría
salir. Era solo una ilusión, estaba bastante seguro, pero le recordó que no quería
estar allí, que realmente no quería ver más, especialmente cuando más se
adentraba en la habitación expansiva jaulas más grandes estaban fijadas
cubiertas en viejas estanterías. Quizás había perros pudriéndose allí o quizás
algo más; alguien más.
Sebastian estaba listo para salir de una jodida vez.
Girándose hacia el pasillo, bordeó la jaula más cercana, manteniendo sus
ojos apartados del cuerpo roto de un mapache en su interior. Midnight dio un
ruidoso alarido detrás de él, tan alarmante en el silencio sepulcral de la
habitación que Sebastian saltó sobre sus pies y maldijo, golpeado el dedo
gordo del pie con un trozo extremadamente grande de cuarzo.
—¡Joder… qué hijo de perra! —Se agachó para agarrar su dedo herido,
gimió cuando su cabeza se golpeó con una de las jaulas colgantes, plumas
llovieron en una catarata de porquería a su alrededor.
—Ugh… qué asco. —Limpió su cara lo mejor que pudo, intentando sólo no
pensar de que estaba compuesta esa porquería que había caído en su pelo.
Dios, necesitaba salir de allí.
Midnight dio otro incesante chillido, el gato estaba repentinamente a los
pies de Sebastian. Sobresaltado al encontrar al gato negro allí, vaciló, sintiendo
ahora el familiar tirón en su mente, forzando a su cuerpo a enderezarse y a sus
pies a moverse. Miró a su alrededor alarmado, sabiendo que iba en la dirección
equivocada e indefenso para hacer algo al respecto. Una mesa apareció a su
vista cubierta de libros con un mantel de encaje tan sucio que bien podía haber
sido su segunda piel y tres libros con tres gemas de color rojo sangre del
tamaño de su puño dispersos por su superficie. Sebastian se encontró arrastrado
hacia el libro más grande, sus manos plegadas alrededor del tomo incluso
mientras se encogía al sentir algo punzante pinchar su piel. No pudo ver lo que
lo había pinchado, pero estaba sangrando, las pequeñas gotas de líquido rojo
se unían a muchas otras secas negras en la mesa, que acaba de notar.
—Quiero irme a casa —lloriqueó, mirando suplicante al gato que había
saltado a la mesa a su lado. Midnight no tenía empatía, sus ojos abiertos y
aburridos clavados en Sebastian hasta que no pudo hacer nada más, salvo abrir
el libro.
Símbolos e imágenes danzaron antes sus ojos, un extraño halo de oro
desdibujaba las delgadas y delicadas líneas sobre las páginas. Era como si el
gato estuviera en su cabeza, para Sebastian no fue una sorpresa encontrar la
página y supo su propósito una vez que se giró hacia el hechizo. Mirando
fijamente las palabras extranjeras durante bastantes minutos, sintió como el
poder se alzaba en él. Que no le fuera completamente desconocido lo
confundió tanto como las palabras que se vertían de sus labios, irreconocibles
para sus oídos, aunque su lengua pareció reconocerlas de inmediato.
Hubo un repentino crujido y arrastró su mirada del libro para descubrir qué
Midnight había crecido, el gato ahora era del tamaño de una pantera y demolió
la mitad de lo que había encima de la mesa. Incluso mientras su mente estaba
atónita, la boca de Sebastian se movió, más palabras vetustas resonaron libres.
Parpadeó cuando la piel de Midnight comenzó a aclararse, una parte de él
temiendo que el pobre gato estuviese siendo despellejado ante sus ojos. Pero
no hubo sangre detrás, y con cada centímetro de piel que el gato perdía,
Midnight se volvía menos gato en forma y comportamiento. Minutos más tarde,
una vez que la lengua de Sebastian se había quedado finalmente en silencio,
Midnight el gato se había ido por completo junto con la mitad de los libros
cuando un chico apareció encima de la mesa y aterrizó con brío en el suelo.
El hechizo desvaneciéndose de su cuerpo, Sebastian permanecía enraizado
en un punto, sin el ánimo para atreverse a mirar a donde el ruido de alguien
tosiendo se podía escuchar. ¿Había lanzado un hechizo? ¿O el gato había
lanzado el hechizo a través de él? ¿Podían los gatos lanzar hechizos?
—Mierda, ¿una cola? ¿Por qué demonios todavía tengo una cola?
Sebastian dio un traspié cuando la mesa se estremeció. Momentos más
tarde apareció una cabeza oscura, coronada con unas orejas de gato. Era un
chico… en su mayor parte. Un chico con un sedoso cabello negro, brillantes
ojos violáceos, y orejas de gato y una cola elegante. Un chico muy desnudo.
—Eh—gruñó el nuevo chico después de enderezarse, su mano echando
hacia atrás sus mechones oscuros mientras estudiaba el rostro conmocionado de
Sebastian con una expresión difícil de leer. —Hola.
—Ho...hola—Educado hasta la médula, inmediatamente extendió la mano
hacia el gato-chico. —Soy Sebastian. —La mano de Midnight se sintió bastante
normal, cálida, fuerte… Llena de magia. Sebastian miró fijamente el punto
donde se estaban tocando, un calambre de algo cálido se movió a través de él.
Conocía a este chico de extrañas orejas, hermosos ojos y demás.
Forzándose a levantar la vista, Sebastian se ruborizó, recordando que
Midnight estaba todavía desnudo.
—Uh, deja que te busque algo para ponerte.
La mano de Midnight sólo lo agarró más fuerte, evitando que escapase,
tirando de él más cerca hasta que Sebastian estuvo a punto de estar alineado
contra él. Tragó, había algo familiar y hambriento en la mirada fija en él. Los
dedos de Midnight jugaron con su pelo, el gato-chico sonriéndole con dulzura.
—Es realmente un placer conocerte finalmente, Sebastian. Realmente un
placer.
Mirando fijamente al chico que sólo era ligeramente más alto que el,
Sebastian tuvo la extraña y cerca de sobrecogedora sensación de que lo iban a
besar. No sólo eso, sino que cuando ocurriese iba a ser el mejor beso de su
vida. Ruborizado y anticipando todo a la vez, no se apartó cuando Midnight se
inclinó más cerca, sus alientos mezclándose.
Una puerta se batió, Sebastian y Midnight saltaron por el portazo y se
separaron.
—Mierda, ha vuelto —murmuró Midnight furioso, sus orejas negras
puntiagudas girando encima de su cabeza, siguiendo el sonido de los pasos
moviéndose a un ritmo desigual hacia ellos. Agarró el brazo de Sebastian,
tirando del chico a la fuerza hacia el fondo de la habitación. El estómago de
Sebastian dio un vuelco de alarma mientras era apresurado a pasar jaulas que
podían haber albergado fácilmente a alguien tan grande como él.
En el fondo de la habitación había una puerta, una vez que la abrieron los
condujo a lo que Sebastian pudo deducir era una cocina pasada de moda bajo
años de platos y desorden. Había jaulas colgadas del techo, cada una contenía
un gran cuervo. Los cuervos eran muy ruidosos, un montón de ellos aleteando y
tirándose sobre los barrotes de sus celdas cuando aparecieron los dos chicos.
Midnight levantó un simple dedo a sus labios mientras levantaba la vista hacía
los excitados pájaros. Inmediatamente sus llantos quedaron en silencio.
Sebastian los miró también, preguntándose si el gato-chico les había lanzado un
hechizo, sólo para tropezar cuando su brazo fue retorcido y empujado a una
habitación pequeña sin luz.
La puerta se cerró detrás de ellos, Sebastian frunciendo los labios cuando
se dio cuenta de que era un pequeño escobero, la forma de Midnight se
interponía entre él y la cocina.
Abrió la boca, queriendo sólo preguntar qué demonios estaba pasando,
pero el regreso del repiqueteo de pasos y el familiar crujido de la puerta de la
cocina lo hizo quedarse callado.
Sebastian no pudo evitarlo. Incluso aunque el miedo llenaba su estómago,
empujó para apartar a Midnight, presionando el rostro en el hueco entre la
puerta y su marco, espiando a través de la grieta para ver de quién se estaban
ocultando.
No podía ver bien a la mujer, pero estaba seguro de que era la bruja que
vivía allí. Lo que le hacía estar seguro de esto eran los cuervos.
Habían empezado a gritar de nuevo en el momento en que la bruja había
entrado en la cocina. Pero sus voces y palabras estaban mal. Sonaban como
personas, no que imitaran a personas, sino criaturas con voces humanas y la
mente que iba con ello.
Y estaban enfadados, asustados, iracundos y en todos los aspectos
ruidosos.
Sebastian agachó la cabeza, sintiendo a Midnight dar un paso hacia
delante detrás de el en el pequeño espacio. Los cuervos tenían que ser como el
chico detrás de él. Encantados contra su voluntad en animales por una bruja.
Esa bruja.
La mujer era mayor, sus manos arrugadas como el papel seco mientras
meneaba las jaulas cruelmente cuando pasaba a los oscilantes prisioneros.
—Haré que ese chico pague. Robarme a mi familiar, he tenido a ese gato
durante ochenta años, ¿y piensa simplemente qué puede robármelo? —golpeó
un cuenco, tirándolo de una de las abarrotadas encimeras, objetos deslizándose
y cayendo al suelo que ella ignoró mientras rebuscaba a través del contenido de
una gran encimera, buscando hierbas con la sensación de sus dedos.
—¡Silencio, molestos mocosos! —gritó de repente girándose y recogiendo
un palo de escoba de la mesa de la cocina, balanceando la jaula más cercana
mientras un fuego chillaba a cambio. —Debería de convertirlo en un ratón o en
una lagartija resbaladiza; sí, con semejante mocoso resbaladizo, robando mi
propiedad. Luego puedo alimentaros con el tonto—Se burló con desprecio de
las jaulas, a su pelo cano como una liosa nube alrededor de su cabeza.
—Les dejaré comer uno de los suyos. Ustedes no se quejarán de sus
estómagos vacíos entonces, ¿no? Sí, convertiré a toda su familia en lagartijas.
Sus padres son tan culpables como el por criar a semejante estúpida criatura. Y
a ese gato malo se lo haré pagar.
La mano de Midnight se cerró sobre la boca de Sebastian y no pudo evitar
agradecérselo porque podía escuchar su respiración y el pánico creciendo y
supo que no le sería posible contenerse.
—Sólo quédate tranquilo —le susurró Midnight al oído. —No dejaré que
haga daño ni a ti ni a tu familia. Lo prometo.
Sebastian no dijo nada, sus ojos abiertos de par en par todavía atrapados
en la musitante bruja que todavía no tenía todas las hierbas que necesitaba para
su conjuro. ¿Midnight había estado atrapado por esta bruja tanto tiempo?
¿Simplemente cómo le era posible proteger a alguien?
Como si estuviera leyendo sus pensamientos, Midnight se acercó más, su
mejilla rozando suavemente la de Sebastian.
—Ella se ha vuelto débil. Ciega y sorda. Así fue como me fue posible
escapar. Sólo quédate quieto y nos escabulliremos cuando se vaya.
Sebastian estaba encontrado difícil concentrarse, su mirada había caído a la
oscuridad de la habitación donde su mano estaba agarrando el dintel de la
puerta. De repente era híper consciente de que el cuerpo tras de sí estaba
desnudo y presionado íntimamente contra el suyo. La habitación era diminuta y
a cada segundo que pasaba parecía volverse más pequeña.
—¿Sebastian? —murmuró Midnight, con una nota de preocupación en su
voz mientras lentamente apartaba la mano de su boca. —¿Estás bien?
Tragando con dureza y demasiado encantado de que estuviera tan oscuro
como para ver el rubor levantándose en sus mejillas, Sebastian asintió
débilmente con la cabeza.
—Estoy bi...bien —murmuró suavemente. Sintiendo el peso de la mirada
fija del gato-chico incluso en la oscuridad, jadeó cuando fue repentinamente
apartado de la puerta. Midnight lo empujó, la espalda echada contra la pared
más alejada del armario y agarró sus manos, entrelazando sus dedos y
sujetándolas a sus costados en alto.
—Gracias.
—¿Q...qué? —la piel de Sebastian estaba cosquilleando en donde la piel
del otro chico lo tocaba, enviando ondas cálidas a través de él.
—Por ser lo bastante valiente para cambiarme de nuevo. Por preocuparte
lo suficiente para llevarme contigo anoche incluso cuando supiste que no era
seguro —le explicó Midnight, su aliento cálido sobre su rostro mientras le
susurraba al oído.
—Oh… —Sebastian se lamió los labios, una parte de él seguro de que el
chico podía verlo con esos extraños ojos suyos. Se sintió confuso, caliente y
mareado, y no estaba al cien por cien seguro de que Midnight no lo estuviera
hechizando de nuevo. Eso tendría sentido, ¿verdad? Sólo alguna clase de
hechizo porque Midnight era definitivamente un hombre incluso si era también
todavía una clase de gato.
—Gracias por permitir que te besase en tus sueños —añadió Midnight con
voz ronca, sus pestañas acariciando la mejilla de Sebastian, el cual se estremeció
por el íntimo contacto. —Es por lo que regresé. Podría simplemente haber
escapado y permanecer como gato, pero realmente quería que me fuera
posible besarte de forma real.
—No soy… eso es… —el calor abrasando su cara, Sebastian valientemente
intentó recordar su sueño y falló. ¿Había besado a este chico en sus sueños
anoche? ¿Era eso por lo que le parecía tan familiar? Miró en la oscuridad a
donde sabía que estaba Midnight, su mente llenándose con las facciones del
chico de ojos violetas y sonrientes labios. Antes de que Sebastian pudiera
atreverse a preguntar sobre el sueño, Midnight se acercó, sellando sus bocas.
Los ojos abiertos de par en par por la sorpresa, Sebastian hizo un ruido de
protesta, sólo para ser sofocado por los labios del otro chico. Su cabeza se
golpeó ligeramente contra la pared mientras unas manos ahuecaban su rostro,
sosteniéndolo cuando una lengua húmeda estaba jugueteando suavemente la
unión de sus labios. Jadeando, Sebastian indeciso los abrió, cerrando sus ojos
apretadamente cuando esa lengua encontró la suya, el placer disparándose a
través de él, robándole todo pensamiento racional.
La lengua de Midnight acarició su boca con seguridad, como si
perteneciese a allí, como si el chico supiera exactamente cuán caliente y duro lo
estaba poniendo un simple beso. Sebastian sólo pudo ceder bajo tal seguridad,
dejando a Midnight explorar su boca tan minuciosamente como él quería.
Conteniendo un gemido, Sebastian se apartó cuando Midnight hizo una
pausa para respirar. No fue muy lejos, la pared cerrándole el paso, pero fue lo
bastante para permitir que algo del exasperante caos se desvaneciera de su
mente.
—Espera —murmuró cuando sintió que Midnight lo buscó de nuevo.
—Ella está justo detrás de la puerta.
—Ella está muerta. Tiene a los pájaros gritando porque no puede oír la
puerta —lo tranquilizó Midnight, deslizando los dedos fríos bajo su camisa y
tirando del tejido hacia arriba violentamente por el pecho de Sebastian. —
Necesito tocarte. Desde anoche, no he podido parar de pensar en ti.
Ruborizándose por las implicaciones, Sebastian tuvo que preguntarse qué
demonios habían hecho este chico y él la noche anterior. Probablemente lo que
estaban haciendo ahora mismo, sus manos extendiéndose tentativamente para
tocar al chico que no podía ver, sintiendo la elasticidad de los músculos de
Midnight, el retumbar de su corazón bajo su pecho. Los labios de Midnight
encontraron los suyos de nuevo, Sebastian se abrió ansiosamente está vez,
presionando hacia delante mientras se perdía en la sensación de unos labios
húmedos contra sus labios, lengua contra lengua. Jadeaban el uno en la boca
del otro, la habitación se caldeó con la combinación de sus alientos y sus
cuerpos calientes.
Las manos de Sebastian siguieron deslizándose por la sudorosa piel de
Midnight, había algo adictivo al sentir esos músculos flexionándose y
reaccionando a cada toque suyo.
En el fondo de su mente, no podía creer que estuviera haciendo esto, no
podía creer que se sintiera de esa manera por un chico; Midnight era
definitivamente un chico, su pene duro como una roca contra su cadera
mientras se frotaban el uno contra el otro.
Sebastian gimió cuando Midnight extendió una mano entre ellos, sus
pantalones fueron empujados hacia abajo rudamente en el momento que
fueron desabotonados. Unas palmas se movieron por su baja espalda,
encontrando su culo y apretujando la firme y flexible carne.
—Sí, esto es mucho mejor en la vida real—ronroneó Midnight, presionando
su boca con firmeza en la húmeda piel de su garganta y mordisqueando. Un
dedo se deslizó por la grieta de Sebastian, jugando mientras presionaba entre
sus nalgas y la punta circulaba en torno a su abertura.
—Es… espera. No sé… —gimió Sebastian, Midnight lamiendo su garganta
y depositando besos ardientes en su mandíbula incluso mientras empujaba la
punta del dedo en su agujero.
—Te gustará, Seb. Lo prometo.
Sebastian no creía que fuese el momento correcto para descubrir lo mucho
que estaba dispuesto a hacer con un chico, pero Midnight era persistente,
atormentado su entrada con su grueso dedo, lentamente trabajando la punta
dentro de él y después un nudillo, deslizándolo de dentro a fuera con empujes
lentos y deliberados.
Sebastian tuvo que morderse el labio para detener sus gemidos, su cabeza
cayendo hacia atrás contra la pared mientras el sudor caía a raudales por su
rostro y cuello.
—Dios, eres tan jodidamente sexi así —gruñó Midnight en su oído. Tiró de
la pierna de Sebastian hacia arriba para que rodeara su cadera, los vaqueros
cayendo en una pila en el suelo mientras era empujado de nuevo contra la
pared. —Te quiero de tan mala manera. —Dijo Midnight con un gemido, su
boca de nuevo aferrada a la delgada piel de su garganta. —Quiero estar dentro
de ti. Quiero saber que sientes también esto.
—Yo… lo siento —jadeó Sebastian, aferrado a los hombros de Midnight
mientras ese dedo continuaba acariciando profundamente dentro de él, su
pasaje contrayéndose una y otra vez estrecho sobre el dígito. —Es… Dios, es
bueno. Extraño, pero… Oh, tan jodidamente bueno —musitó dubitativamente.
—Calla —le avisó Midnight incluso mientras retiraba su dedo y empujaba
dos en el borde de su entrada. Besó los jadeantes labios de Sebastian,
sonriendo contra ellos. —Pones caras lindas —murmuró. —Quiero verte así todo
el tiempo. Sudoroso, necesitado... Duro por mí.
—Oh, joder—Sebastian se mordió su propia palma, gimiendo suavemente
en la carne mientras su entrada era estirada por primera vez, los dedos de
Midnight empujándose dentro de él, llenándolo. Fue totalmente ajeno a los
pasos tambaleantes de la bruja dejando la cocina, sus sentidos consumidos por
las sensaciones de esos dos gruesos dedos empujando en su entrada abierta y
acariciándola para aflojarla, mientras su pasaje los aferraba con fuerza.
—¿Bien? —preguntó Midnight, jadeando en su oído.
Sebastian quería responder, para decirle que nunca había sentido nada tan
bueno, aun así, tan loco, pero todo lo que le salió fue un ronco gemido. Los
labios de Midnight cubrieron los suyos, tragando sus llantos con profundos
besos mientras lentamente trabajaba con sus dedos, dentro y fuera, la entrada
de Sebastian.
—Esta vez te quedarás —musitó Midnight contra sus labios, sus caderas
balanceándose hacia delante, su polla dura goteando líquido pre seminal por la
piel de Sebastian. —No desaparecerás de mí, ¿verdad?
No estaba seguro de que quería decir el gato-chico con eso, Sebastian le
devolvió el beso con más dureza enredando sus lenguas para ayudar a parar el
sollozo que crecía en su pecho y que amenazaba con escapar. Se sentía tan
bien, el calor se deslizaba por su cuerpo en oleadas hasta que quiso trepar por
el robusto cuerpo de Midnight y aferrarse a él tan fuerte que se fusionarían. Se
aferró al gato-chico con más fuerza, sus uñas cortas mordiendo la gruesa piel de
sus hombros y arañando.
Con un gruñido vertiginoso, Midnight lo empotró contra la pared, sus
dedos llegando más profundo mientras sus duros penes colisionaban. Sebastian
puso los ojos en blanco, un sollozo reprimido en su garganta. Iba a venirse así.
Con los dedos tan ceñidos en su pasaje y el pene del chico empujando contra el
suyo. Pero era el pene de Midnight y realmente no podía encontrar una razón
de porque estaba mal.
Extendió una mano temblorosa entre ellos, Midnight siseó cuando los
dedos de Sebastian se envolvieron alrededor de su polla, empuñando y
meneando la dura longitud al ritmo que los dedos lo follaban a él.
—Sí… Joder, justo así… Sebastian, sí. —Midnight gimió contra sus labios,
sus movimientos se volvieron erráticos mientras se acercaba su orgasmo.
Sebastian sintió un cálido estremecimiento de placer al saber que él estaba
haciendo eso; haciendo que Midnight se estremeciese y gimiese únicamente
por él.
—Dime que estás cerca. Dime que vas a eyacular para mí —demandó
Midnight contra sus labios.
Ruborizándose con intensidad, Seb tartamudeó;
—Voy a eya… eyacular por ti.
—Tan jodidamente bonito. —Su lengua jugueteaba dentro de su boca,
Midnight cambió la manera en que sus dedos estaban posicionados,
acariciando deliberadamente de una manera que golpeó algo dentro de
Sebastian. Jadeando sin palabras, su cuerpo entero se tensó, el placer batiendo
en el tan intensamente que su liberación fue inmediata. Largos chorros de
semen los revistieron, sus caderas daban tumbos mientras montaba los dedos
todavía enterrados profundamente dentro de él.
Sebastian apenas notó cuando el pene de Midnight se retorció en su mano,
semen caliente chocando húmedo contra su ombligo y dispersándose por su
pecho mientras el chico gemía en su boca y lo sostenía con fuerza.
—Joder, Seb… Demonios. —Empujó contra Sebastian una vez más,
refunfuñando y extrayendo lentamente sus dedos del estrecho canal del chico.
Con Midnight jadeando suavemente contra su cuello, sus cuerpos
envueltos entre sí con firmeza, Sebastian lentamente volvió a la realidad.
Acababa de… con un chico… en el armario de una jodida bruja...
—Dios, eres tan hermoso. —de repente Midnight lo besó, consumiendo,
devorando sus labios irritados hasta que Sebastian transigió y volvió a gemir, sus
manos deslizándose alrededor del cuello del gato-chico.
Vale, le gustaba un chico. Un chico estrafalario y sexi que tenía orejas de
gato y una cola.
—Venga, salgamos de aquí antes de que vuelva ella. —Midnight lo liberó a
regañadientes, doblándose y encontrando la ropa de Sebastian fácilmente en la
oscuridad. Lo ayudó a vestirse, Sebastian estaba bastante seguro de que las
cosas hubieran ido mucho más rápidas si lo hubiera hecho el. Especialmente,
cuando Midnight se detuvo durante siglos para lamer el semen de su cuerpo, su
lengua deslizándose húmeda por su ombligo y por su pecho para provocarle
una mezcla de mortificación y excitación.
—Puedes, uh, quedarte la camisa —ofreció Sebastian cuando Midnight se
la pasó una vez que tenía puestos los pantalones. —Así no saldrás afuera
desnudo… No es que haya, um, nada malo en que estés desnudo —añadió
ruborizado, escondiendo la cabeza.
La sonrisa de Midnight fue más sentida que vista cuando le besó la
comisura de su boca, poniéndose la camiseta.
—Sólo porque me la ofreciste tan agradablemente.
Sebastian se ruborizó más intensamente mientras se preguntaba si
Midnight querría ser su novio. Parecía que lo hacía. Hombres, o mujeres para lo
que importa, raramente estaban continuamente tocándose, besándose y
acurrucándose después de tontear a menos que estuvieran interesados en más.
—Ven vamos… —Midnight fue cortado, Sebastian miró fijamente con los
ojos abiertos de par en par mientras la puerta del armario era abierta de golpe
de repente, la luz filtrándose en la absoluta oscuridad. Enmarcada en el dintel, la
bruja encorvada, su varita brillando con poder.
Congelado, inmóvil por el pánico, Sebastian no estuvo seguro de que fue
lo siguiente que sucedió. Un momento la bruja estaba allí, mirando con una
varita mágica en su mano, y al siguiente, Midnight estaba entre ellos, bufando y
siseando mientras cortaba perverso con sus garras la cara de la mujer jorobada.
Sebastian pudo ver lo bastante, antes de apartar la mirada, cuando Midnight
clavó la garra de su pulgar en el ojo de la bruja, la mujer gritó y lo alejó de ella
con un relámpago de magia.
Sin esperar a que la bruja se recobrara e intentase atacar de nuevo.
Midnight agarró a Sebastian por un brazo, arrastrándolo por la puerta hasta la
cocina. Sobre ellos, los cuervos chillaron, lanzándose hacia los barrotes mientras
gritaban pidiendo ayuda. Sebastian apenas podía comprenderlos, sus sentidos
se tambaleaban, el temor atenazando su garganta mientras era arrastrado a un
pasillo a través de otra puerta. Antes de que lo supiera, Midnight lo estaba
sacando por la puerta principal, la brillante luz del día asaltó sus ojos y estuvo a
punto de detenerlo de pleno de nuevo. Pero Midnight no le permitió ir más
despacio, azuzándolo para que se apurase mientras el gato-chico literalmente lo
hizo volar sobre los tres peldaños desvencijados delanteros y luego tiró de el
con la mano para que caminase hacia delante hasta la calle.
—Vamos. A tu casa. —Midnight agarró las llaves de Sebastian de donde las
tenía colgadas en su cinturón, metiéndoselas en la mano cuando alcanzaron el
coche.
Sebastian miró fijamente en blanco su mano llena de piezas de metal, su
corazón palpitando en sus oídos. Midnight lo empujó, pero no podía moverse.
—Ella… ella sabe dónde vivo—dijo finalmente Sebastian, manifestando sus
miedos y dándoles forma a sus palabras. —Ella nos encontrará… ¡Dios, va a
matar a mi familia!
—No es así. —Midnight soltó un agudo resoplido de risa, Sebastian se
concentró en su rostro confuso. El gato-chico levantó una mano, sosteniendo el
palo del que la bruja había estado haciendo uso cuando los había sorprendido
en el armario. —Esto es el centro de su poder. Ella no va a hacer una mierda. —
Se giró, mirando de nuevo la casa, sus ojos se entrecerraron y centellearon
oscuridad. Con un chasquido de sus manos, Midnight partió la varita a la mitad.
Sebastian saltó, un grito alzándose desde la casa, más ruidoso que
cualquier humano mientras la bruja lloraba. El ruido no se desvaneció, sólo se
incrementó una octava, y por debajo, pudo escuchar a los cuervos chillando,
clamando con sus voces demasiado humanas.
—Destruiré lo que le queda de poder —explicó Midnight, tirando de él
hasta el lado del conductor del coche. Le pasó los trozos de varita a Sebastian,
envolviendo los temblorosos dedos del chico alrededor de ellos. —Y tú puedes
usar su poder para hacer crecer el tuyo propio.
—¿Qué? —miró cuidadosamente los trozos de varita, deseando poder tirar
esas cosas al suelo, pero su mano parecía determinada a sostenerlo. —Es sólo
un palo —dijo Sebastian estúpidamente, realmente deseando que eso fuese
cierto.
—No, Seb, es una varita—Midnight lo obligó a levantar el rostro, mirando
en sus ojos. —Usaremos el poder que tiene para hacerte una varita. Siempre
tendrás poder sobre ella y ella nunca se atreverá a cruzarse en tu camino.
No muy seguro de que demonios quería decir eso, Sebastian miró
silenciosamente su coche por un momento antes de rodearlo para sentarse en
el asiento del pasajero. No había forma de que pudiera conducir. Ni siquiera
estaba seguro de que demonios estaba pasando. Midnight se sentó detrás del
volante, mirándolo fija y pacientemente una vez que hubo cerrado la puerta.
Estaba más silencioso dentro de los confines del vehículo, el grito de la bruja
amortiguado. Sebastian no pudo evitar mirar al gato-chico, Midnight llevaba
puesta una camiseta y nada más, su extraña cola, sus orejas y sus hermosos
ojos… todo en él era hermoso. Peligroso y hermoso.
—Estuviste increíble, Sebastian. Estoy tan orgulloso de ti —dijo Mid
suavemente, sus ojos llenos de sinceridad. —Te fue posible devolverme a mi
forma humana sin entrenamiento. Sentí el poder en ti, pero nunca había
supuesto que tenías tal talento natural.
Frunció el entrecejo. Sebastian volvió a mirar la varita aferrada en su mano.
—¿Talento?
—Para la magia. Soy un familiar, Seb, incluso si no fue por elección. Puedo
sentir a los humanos poderosos. Te entrenaré para ser un hechicero. Incluso
superarás a mi antigua señora, estoy seguro —dijo Midnight con confianza.
—¿Por qué?… No… No hay nada en la magia que me guste —expresó
finalmente Sebastian. Todo lo que sentía era miedo cuando pensaba en la
magia y nada en ese día le había hecho cambiar eso.
—Es quién tú eres —dijo Midnight después de un momento, inclinándose
más cerca hasta que pudo girar el rostro de Sebastian en su dirección y
depositar un beso en sus labios. —Ser tu verdadero ser te hará más feliz que
ninguna cosa más nunca podrá, incluso si estás asustado de ello ahora. Y
cuando tengas el poder suficiente, podremos regresar y salvar a los demás. Los
cuervos fueron una vez niños como yo. Quizá te sea posible hacer que
desaparezcan estas orejas con un hechizo.
—Oh—Sebastian bajó la vista a los trozos de varita, su mente dando
vueltas.
—Los animales muertos en las jaulas. ¿habían sido personas? —preguntó
con voz hueca.
—Ella era una bruja muy malvada —dijo Midnight con monotonía, sus ojos
le decían lo que Sebastian no podría soportar oír.
La bruja podría probablemente matar a esos cuervos. Ya los había apartado
de sus familias, no le importaría nada matarlos también.
—Vale —respondió finalmente Sebastian—. Lo haré si simplemente tengo
que salvar a las personas que ella capturó.
Midnight centelleó, ronroneando mientras envolvía sus brazos alrededor de
él.
—Y me arreglarás, ¿verdad? ¿Te desharás de esta estúpida cola?
Sebastian parpadeó, mirando los ojos violetas del gato-chico.
—Me gusta cómo eres. Un montón. —Su sonrisa sólo aumentó. Midnight lo
besó sonoramente, Sebastian suspiró mientras unas manos subían por sus
costados posesivamente. —Oh, Midnight...
—De hecho, es Josh. —Mordisqueando ligeramente el labio inferior de
Sebastian, añadió tranquilamente. —Pero puedes llamarme Midnight si
realmente quieres. Sólo tú, Sebastian. Soy tu único familiar.
Sin estar exactamente seguro de lo que eso iba a significar en su futuro,
Sebastian estaba bastante seguro de lo que significaba en ese momento. No
había nada de frialdad o de insensibilidad en él. Nunca había estado tan seguro
de algo en su vida, como la manera en que estaba seguro se sentía ahora.
—Mi novio —dijo determinadamente, pasando los dedos a través del
brillante pelo de Midnight.
Pareciendo particularmente complacido, Midnight asintió con la cabeza
cuando Sebastian lo rascó detrás de la oreja.
—Sí, tu novio.
CREDITOS
Ketty
Dragon Moon
Clau
Dark Fae
Morgana Celtic

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