La virtud no es enseñable, no es una clase determinada de enseñanza en la cual
se adquieren una serie de conceptos y manejo de esta, sino que por el contrario es un don innato con el que el hombre nace por lo tanto son auténticas en cada ser. porque por muy numerosas y distintas que sean, solo tienen en común un determinado carácter general que hace que ellas "sean" virtudes, por ejemplo, la salud, no es una cosa distinta en el hombre y en la mujer, sino que tiene las mismas características generales tanto en uno como en la otra. Lo mismo puede decirse de la fuerza o del tamaño. Teniendo en cuenta el contexto el que se encuentre el individuo y también su edad cronológica, su madurez biológica e intelectual, las virtudes pueden tornarse de diferentes formas, por ejemplo el hombre que se desempeña en un trabajo determinado logra proyectar su virtud laboriosa al exterior, la mujer quien es la encargada del hogar se focaliza en una virtud de unión familiar guiada por el bienestar, a diferencia de los niños en los cuales florece la virtud del aprendizaje al querer descubrir y apropiarse de su entorno , culminando con la vejez en la cual el hombre deja huellas a partir de aquella virtud que no lo deja en el olvido y es su experiencia, reconociendo que todos los hombres son virtuosos. La virtud no es una ciencia por lo tanto no es enseñable teniendo en cuenta que si lo fuera tendría que existir una disciplina académica y una serie de maestros de virtud que guiaran este proceso , sin embargo no ha sido así por lo tanto es mas el producto propio y autentico del discernimiento de cada quien ,porque aunque el ambiente familiar sea lugar donde se edifica el ser en su mayor esencia a partir de la palabra y el buen ejemplo que rigen una sociedad prevalece la percepción propia del individuo frente a potencializar sus virtudes. La virtud es un bien y si es un bien es útil, por consiguiente, este razonamiento de Sócrates que la virtud viene por un don de Dios a los que la poseen. Pero nosotros no sabremos la verdad sobre esta materia, sino cuando, antes de examinar cómo la virtud se encuentra en los hombres, emprendamos indagar lo que ella es en sí misma de tal manera que la virtud no puede enseñarse ni aprenderse. Bibliografía: Platón: Diálogos de Platón II.Madrid, Editorial Gredos,(1983), pp. 273-339.