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CAPÍTULO I
«LO QUE LE ESTÁ PASANDO A NUESTRA CASA»
La “rapidación” en primer lugar, además que los objetivos de los cambios rápidos no están
orientados al bien común. El mundo está entrando en una etapa de concientización al respecto de
estos temas. Se acometen así «varios aspectos de la actual crisis ecológica».
Nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático, acompañado del
constante crecimiento del nivel del mar. La humanidad está llamada a tomar conciencia de la
necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este
calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan como la gran
concentración de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxidos de nitrógeno y
otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana.
El crecimiento del nivel del mar, por ejemplo, puede crear situaciones de extrema gravedad si se
tiene en cuenta que la cuarta parte de la población mundial vive junto al mar o muy cerca de él, y
la mayor parte de las megaciudades están situadas en zonas costeras. Tenemos que buscar
generalizar las buenas prácticas que se tienen sobre la mejor administración de la energía.
El agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es indispensable
para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos. Ahora en muchos
lugares la demanda supera a la oferta sostenible, con graves consecuencias a corto y largo término.
El problema del agua es en parte una cuestión educativa y cultural, porque no hay conciencia de la
gravedad de estas conductas en un contexto de gran inequidad. Algunos estudios han alertado
sobre la posibilidad de sufrir una escasez aguda de agua dentro de pocas décadas si no se actúa
con urgencia.
3. Pérdida de la biodiversidad
La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían
significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también
para la curación de enfermedades y para múltiples servicios. Además, se están extinguiendo
muchísimas especies año a año y no nos damos cuenta. Tenemos que tomar conciencia de esto
para que después no nos lamentemos de no haberlo hecho a tiempo.
Tiene que haber una mayor intervención humana pues, aunque la hay tiene que ser mayor a la que
se ve actualmente. Hay que defender los pocos “pulmones” que nos quedan, que son megadiversos
y que no se debe tratar de “urbanizar” dichos lugares, pues muestran una verdadera sostenibilidad
sin la intervención humana. Tampoco hay que olvidarnos de los océanos pues en ellos está una
gran diversidad también y no lo cuidamos.
No podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental, del actual modelo de
desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas. Hay un crecimiento desmedido de
algunas ciudades que suponen un daño para todas las personas que lo habitan, ya sea por su
contaminación visual, acústica y mental. Además, hay lugares donde se ha creado un acceso
restringido para unas pocas personas, que viven en un ecosistema artificial. Por eso no se puede
dejar de lado esta parte esencial del mundo que es el ser humano y que no puede dejar que pasen
nada más.
5. Desigualdad planetaria
Debido a los debilitamientos tanto en el ambiente humano como natural, se degradan la atención a
las agresiones medioambientales, y esto tiene como consecuencia recaer sobre las personas más
pobres. La falta de conciencia afecta particularmente a los excluidos. Estos son la mayoría del
planeta, miles y millones de personas.
El calentamiento causado por el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en
los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura,
junto con la sequía, tiene efectos desastrosos en el rendimiento de las cultivaciones. La deuda
externa de los países pobres se ha transformado en un instrumento de control, pero no se da lo
mismo con la deuda ecológica.
Por lo cual, es necesario que los países desarrollados contribuyan significativamente en el uso del
consumo de energía no renovable y proporcionen recursos a los países más necesitados para
promover políticas y programas de desarrollo sostenible.
En fin, el cambio climático tiene diversas responsabilidades y debemos revitalizar la conciencia
de que somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que
permitan aislarnos y, por eso mismo, tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia.
Los males que sufre nuestra madre tierra, se nos reclaman en los últimos dos siglos. De este modo,
los que estamos llamados a convertirnos en los instrumentos de Dios Padre para que nuestro
planeta sea lo que Él soñó al crearlo, debemos trabajar en un sistema normativo que incluya
límites respetables y asegure la protección de los ecosistemas.
En algunos países, hay ejemplos positivos de resultados en la mejora del medio ambiente, como el
saneamiento de algunos ríos que se han contaminado durante muchas décadas, la recuperación de
bosques nativos, el embellecimiento de paisajes con obras de saneamiento ambiental, proyectos de
edificios de gran valor estético, progresos en la producción de energía limpia, en la mejora del
transporte público.
Pero, al mismo tiempo crece una ecología superficial o aparente que consolida un cierto torpor y
una alegre irresponsabilidad. Se tiene la visión de que las cosas no son tan graves y que el planeta
podría subsistir durante mucho tiempo en las condiciones actuales.
7. Diversidad de opiniones
Entre estos extremos, la reflexión debería identificar posibles escenarios futuros, porque no existe
sólo un camino de solución. Esto dejaría espacio para una variedad de contribuciones que podrían
entrar en diálogo a fin de llegar a respuestas amplias.
Sobre muchas cuestiones concretas, la Iglesia no tiene motivo para proponer una palabra definitiva
y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos, respetando la
diversidad de opiniones.
CAPÍTULO II
EL EVANGELIO DE LA CREACIÓN
Se nos dice que: «los cristianos, en particular, advierten que su tarea en el seno de la creación y
sus deberes en relación con la naturaleza y el Creador parte de su fe». Por lo que es bueno para la
humanidad y el mundo, que nosotros los creyentes conozcamos mejor los compromisos
ecológicos que surgen de nuestras creencias.
Por ejemplo, en la narración de Caín y Abel, vemos que la envidia llevó a Caín a cometer la
injusticia extrema contra su hermano. Esto, a su vez, provocó una ruptura de la relación entre Caín
y Dios y entre Caín y la tierra, de la cual fue exiliado. El descuido en el compromiso de cultivar y
mantener una correcta relación con el prójimo, destruye la relación interior conmigo mismo, con
los demás, con Dios y con la tierra.
Cuando todas estas relaciones se descuidan, cuando la justicia deja de habitar en la tierra, la Biblia
nos dice que toda la vida está en peligro. Así lo enseña la narración de Noé, cuando Dios amenaza
con acabar con la humanidad por su persistente incapacidad de vivir a la altura de las exigencias
de la justicia y de la paz.
Otro ejemplo es, la experiencia del cautiverio en Babilonia que generando una crisis espiritual
llevó a una profundización de la fe en Dios, explicitando su omnipotencia creadora, para animar al
pueblo a recuperar la esperanza en medio de su situación infeliz.
En la tradición judeocristiana, decir «creación» es más que decir naturaleza, porque tiene que ver
con un proyecto del amor de Dios, donde cada criatura tiene un valor y un significado.
La creación sólo se puede concebir como un don que viene de las manos abiertas del Padre de
todos, como una realidad iluminada por el amor que nos llama a una comunión universal.
La creación pertenece al orden del amor. El amor de Dios es la razón fundamental de toda la
creación.
El ser humano, dotado de inteligencia y amor y atraído por la plenitud de Cristo, es llamado a
reconducir todas las criaturas a su Creador.
Los obispos de Canadá exponen que ninguna criatura está fuera de la manifestación de Dios: "A
partir de las amplias panorámicas a formas más débiles de la vida, la naturaleza es una fuente
inagotable de placer y asombro. Se trata de una continua revelación de lo divino”. Los Obispos de
Japón, a su vez, dijeron algo muy sugerente: "Siente cada criatura cantar el himno de su existencia
es vivir con alegría en el amor y la esperanza de Dios."
Catecismo: «La interdependencia de las criaturas es querida por Dios (…) sus incontables
diversidades y desigualdades significa que ninguna criatura se basta a sí misma. Ellas sólo existen
en la dependencia unas de otras, para completarse mutuamente en el servicio unas de otras».
Finalmente apunto, lo que los obispos de Brasil subrayaron: “…que toda la naturaleza, además de
manifestar a Dios, es lugar de su presencia…”!
Las criaturas de este mundo no pueden ser considerados como un bien sin dueño: "Todos son
tuyas, Señor, amo la vida" (Sb 11, 26). Esto genera la convicción de que nosotros y todos los seres
del universo, siendo creados por el mismo Padre, estamos unidos por lazos invisibles y formamos
una especie de familia universal, una comunión sublime que nos impulsa a un respeto sagrado,
amoroso y humilde.
San Francisco, en el cántico donde alaba a Dios por las criaturas, añade lo siguiente: «Alabado
seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor». Todo está interconectado. Por eso, se
exige una preocupación por el medio ambiente, unida al amor sincero por los seres humanos ya un
compromiso constante con los problemas de la sociedad.
Además, cuando el corazón está verdaderamente abierto a una comunión universal, nada y nadie
queda excluido de esta fraternidad. Por lo tanto, es verdad también que la indiferencia o la
crueldad con las otras criaturas de este mundo siempre acaban de alguna forma por repercutir en el
tratamiento que reservamos a los demás seres humanos.
Hoy, creyentes y no creyentes están de acuerdo en que la tierra es, esencialmente, una herencia
común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión
de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo el enfoque
ecológico debe integrar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de
los más desfavorecidos.
Los ricos y los pobres tienen la misma dignidad, porque "que los ha hecho tanto era el Señor"
(Pr 22: 2); "Él creó el menor hasta el mayor" (Sab 6, 7) y "hace salir su sol sobre los buenos y los
malos" (Mt 5, 45). Esto tiene consecuencias prácticas, como explicitaron los obispos de Paraguay:
«Cada campesino tiene derecho natural a poseer un lote razonable de tierra, donde pueda
establecer su hogar, trabajar para la subsistencia de su familia y gozar de seguridad
existencial. Este derecho debe garantizarse de forma que su ejercicio no sea ilusorio pero
real. Esto significa que, además del título de propiedad, el campesino debe contar con medios de
formación técnica, préstamos, seguros y acceso al mercado».
7. La mirada de Jesús
Jesús carga con la fe bíblica en Dios creador y pone de relieve una cosa importante: Dios es
el Padre. En coloquio con sus discípulos, Jesús les invitaba a reconocer la relación paterna que
Dios tiene con todas las criaturas y recordaba, con conmovedora ternura, como cada una de ellas
era importante a los ojos de él.
Jesús vivió en armonía con la creación, con gran asombro de los otros: "¿Quién es éste que hasta
el viento y el mar le obedecen?" (Mt 8, 27). No se presentaba como un asceta separado del mundo
o enemigo de las cosas apacibles de la vida.
El Nuevo Testamento no nos habla sólo de Jesús terreno y de su relación tan concreta y amorosa
con el mundo; lo muestra también como resucitado y glorioso, presente en toda la creación con su
dominio universal. "Fue en lo que parecía bien que Dios habite toda la plenitud y, por él y para él
reconciliar todas las cosas (...), tanto las que están en la tierra como en el cielo" (Col 1: 19-
20). Esto nos arroja al final de los tiempos, cuando el Hijo entregue al Padre todas las cosas "para
que Dios sea todo en todos" (1 Cor15, 28). Así, las criaturas de este mundo ya no nos aparecen
como una realidad meramente natural, porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y guía
hacia un destino de plenitud.
CAPÍTULO III:
RAÍZ HUMANA DE LA CRISIS ECOLÓGICA
Nos encontramos en un nueva era en la que se refleja el poderío tecnológico, el cual influye
mucho en la sociedad. Es cierto que la tecnología da muchas soluciones al ser humano, pues “la
ciencia y la tecnología son un gran producto de la creatividad humana donada por Dios”, pero
también le hace creer que tiene mucho poder, cierto dominio sobre la humanidad, como por
mencionar algunos ejemplos: la energía nuclear, la informática, la biotecnología, entre otros, los
cuales si no tienen una buena utilización no da buenas garantías de su efectividad para el bien
humano (como pasó con las bombas atómicas) y así se refleja que la tecnología no debe residir
sólo en una pequeña parte social dominante, pues es riesgoso ya que no suele buscarse el bien
común sino el particular.
La raíz de estas situaciones suele ser que este progreso tecnológico no va acompañado del debido
desarrollo del ser humano en los valores y en la conciencia, ya que también falta una ética y
espiritualidad más sólida en la sociedad.
Otro problema es el modo como el hombre asume un nuevo paradigma tecnológico que lo lleva a
estrujar los bienes del planeta, creyéndose tener dominio sobre ellos y olvidándose que son medios
donados por Dios para nuestra existencia, al cual debemos valorar y no derrochar.
La técnica busca que todo esté dentro de sus límites, así el paradigma tecnocrático quiere ejercer
dominio sobre la economía y política, buscando sus propios intereses y no los comunes a la
sociedad. Asimismo, creen que ambas puedan dar solución a los problemas actuales, olvidando
que el avance tecnológico no equivale al avance de la humanidad, aunque este último no pueda
verse sin la tecnología. Por ende es urgente avanzar en una revolución cultural donde ciencia y
tecnología se configuren de distinta manera para recuperar valores y fines tal vez perdidos.
Del mismo modo, es ahora importante la valoración de la persona que sufre, pues no se puede
proponer una relación con el ambiente aislada de la relación con las demás personas y con Dios.
El hombre al colocarse a sí mismo en el centro sólo se preocupa por sus conveniencias y todo lo
demás se vuelve relativo, eso es lo que el Papa llama “Cultura del relativismo”, donde una persona
se aprovecha de otra tratándola como un objeto solo para satisfacer el bien propio.
Por ello se debe fomentar una ecología integral que no excluya al hombre, y para ello es necesario
que se incorpore el valor del trabajo, ámbito del múltiple desarrollo personal. El trabajo además es
una necesidad, parte del desarrollo humano y realización personal. Por eso el avance tecnológico
no debe reemplazar al trabajo humano, sino complementarlo.
En otro aspecto, para mayor libertad económica y beneficio hay que poner límites a los de mayor
recurso y poder. A la vez recordar que en el campo de experimentación científica se exige respeto
de la integridad de la creación, por lo que la experimentación con animales sólo debe realizarse
para cuidar o salvar vidas humanas, asimismo no hacer una excesiva e indiscriminada
manipulación genética. Pues la técnica y la ética no pueden ir separadas.
CAPÍTULO IV:
UNA ECOLOGÍA INTEGRAL
La naturaleza no es algo separado de nosotros, sino que somos parte de ella, y así ver las
relaciones entre sociedad y naturaleza es necesario para darle solución a las crisis actuales, ya que
los problemas ambientales van de la mano con el de los sociales (humanos, urbanos, laborales,
familiares).
Además, hay que valorar el ecosistema, que es el conjunto de organismos que se dan en un espacio
determinado, por el que depende nuestra existencia, esto servirá para tomar conciencia de que
estamos en una realidad regalada, donada a nosotros por Dios.
La ecología debe tener presente también el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad, del
patrimonio cultural e histórico de cada lugar. Pues la desaparición de una cultura puede ser más
grave o igual aún que la desaparición de una especie animal o vegetal. Por ello debemos prestar
atención a las comunidades aborígenes, quienes cuidan su espacio como sagrado de quienes solo
ven recursos que explotar.
También, es cierto que la carencia extrema que se vive en algunos ambientes que no poseen
armonía ni posibilidades de integración facilita la aparición y manipulación de las personas por
parte de organizaciones criminales. Para ello la construcción de ciudades o su conservación tiene
que ir de la mano con la buena relación y comportamiento entre los que viven allí, para crear un
ambiente agradable a pesar de que no se tenga ninguna riqueza.
Es necesario cuidar de los espacios comunes, de las estructuras urbanas que mejoran, nuestro
sentimiento de «estar en casa». La falta de vivienda es grave en muchas partes del mundo, una
gran parte de la sociedad encuentra serias dificultades para tener una casa propia. La propiedad de
la casa tiene mucha importancia para la dignidad de las personas y el desarrollo de las familias .
"Cuán hermosos son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran los que son
diferentes.
En las ciudades, la calidad de vida está ampliamente relacionada con el transporte, En ellas
circulan muchos coches utilizados por una o dos personas, por lo que el tráfico se vuelve intenso,
se eleva el nivel de contaminación, muchos expertos están de acuerdo en la necesidad de dar
prioridad al transporte público.
El reconocimiento de la dignidad peculiar del ser humano contrasta a menudo con la vida caótica,
descuido que sufren también algunos habitantes, donde no llegan los servicios esenciales y hay
trabajadores, sin derechos. La ecología humana: la relación necesaria de la vida del ser humano
con la ley moral inscrita en su propia naturaleza. El hombre tiene una naturaleza que debe
respetar y no puede manejar como le apetece, aceptar al mundo entero como don del Padre y casa
común.
5. La justicia intergeneracional
Cuando pensamos en la situación en que se deja el planeta a las generaciones futuras, Si la tierra
nos es dada, no solo criterio utilitarista. ¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quien va a
suceder? Cuando nos preguntamos acerca del mundo que queremos dejar: ¿Con qué propósito
pasamos por este mundo? ¿Para qué venimos a esta vida? ¿Para qué trabajamos y luchamos? ¿Qué
necesidad tiene de nosotros esta tierra? Se exige tener conciencia de que es nuestra propia
dignidad que está en juego.
A las próximas generaciones, podríamos dejar demasiadas ruinas, desiertos y basura. El ritmo de
consumo, desperdicio y alteración del medio ambiente ha superado de tal manera las posibilidades
del planeta. La dificultad en tomar en serio este desafío tiene que ver con un deterioro ético y
cultural, que acompaña el deterioro ecológico. Muchos problemas sociales de hoy están
relacionados con la búsqueda egoísta de una satisfacción inmediata, con las crisis de los lazos
familiares y sociales.
CAPÍTULO V
ALGUNAS LÍNEAS DE ORIENTACIÓN Y ACCIÓN
Busquemos delinear grandes recorridos de diálogo que nos ayuden a salir de la espiral de
autodestrucción donde nos hundimos.
El hecho de que empresas o países poderosos descarguen, sobre otros países, residuos e industrias
altamente contaminantes. Para gestionar la economía mundial, afectadas por la crisis, para hacer
un desarme oportuno y completo, para garantizar la protección del medio ambiente, urge la
presencia de una verdadera autoridad política mundial, como mi predecesor esbozó, Juan XXIII .
Hay vencedores y vencidos dentro de los países pobres. Los límites que una sociedad sana,
madura y soberana debe imponer tienen que ver regulaciones adecuadas, vigilancia sobre la
aplicación de las normas, contraste de la corrupción. Los gobiernos no se aventuran fácilmente a
irritar a la población con medidas que puedan afectar al nivel de consumo o poner en riesgo
inversiones extranjeras. Pensando en el bien común a largo plazo.
Un amor apasionado por la propia tierra, tal como se piensa en lo que se deja a los hijos y
nietos. Indispensable es la continuidad, porque no se pueden modificar las políticas relativas al
cambio climático ya la protección del medio ambiente cada vez que cambia un gobierno.
3. Diálogo y transparencia en los procesos de toma de decisiones
La previsión del impacto ambiental de los proyectos y proyectos requiere procesos políticos
transparentes y sujetos a diálogo, mientras que la corrupción, que esconde el verdadero impacto
medioambiental. Algunos proyectos, no apoyados por un análisis bien cuidadoso, pueden afectar
profundamente a la calidad de vida de un lugar.
En cualquier discusión sobre un emprendimiento, se debería plantear una serie de preguntas, ¿Para
qué fin? ¿Por cuál motivo? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿De que manera? ¿A quién ayuda? ¿Cuáles son los
riesgos? ¿A qué precio? ¿Quién paga los gastos y cómo lo hará?
En la Declaración de Río de 1992 establece que "cuando haya peligro de daño grave o irreversible,
la falta de certeza científica absoluta no deberá ser una razón para retrasar la adopción de medidas
eficaces" Este principio de precaución permite la protección de los más débiles, se invierte la
carga de la prueba, no va a generar daños graves al medio ambiente oa las personas que habitan en
él.
Esto no implica oponerse a toda innovación tecnológica que permita mejorar la calidad de vida de
una población. Hay discusiones sobre problemas relativos al medio ambiente, donde es difícil
llegar a un consenso. La Iglesia invita a un debate honesto y transparente, para que las
necesidades particulares o las ideologías no dañen el bien común.
Cuando se plantean estas cuestiones, algunos reaccionan acusando a los demás de pretender
detener, irracionalmente, el progreso y el desarrollo humano. Esta sería una creatividad capaz de
hacer reforzar la nobleza del ser humano, porque es más dignificante usar la inteligencia, con
audacia y responsabilidad, para encontrar formas de desarrollo sostenible y equitativo, Benedicto
XVI decía que «es necesario que las sociedades tecnológicamente avanzadas estén dispuestas a
favorecer comportamientos caracterizados por la sobriedad, disminuyendo las propias necesidades
de energía y mejorando las condiciones de su utilización».
A menudo la calidad real de vida de las personas disminuye -por el deterioro del medio ambiente,
la baja calidad de los alimentos o el agotamiento de algunos recursos, si el derrumbe de un bosque
aumenta la producción, nadie inserta en su cálculo la pérdida que implica desertificar un territorio,
destruir la biodiversidad o aumentar la contaminación. La mentalidad utilitaria, en función de las
necesidades actuales, está presente tanto en el mercado, un estado planificador.
¿Cuál es el lugar de la política? Exige más responsabilidad por el bien común a quien tiene más
poder. Necesitamos una política que piense con visión amplia y lleve adelante una reformulación
integral, abarcando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis. propia
política es responsable de su descrédito, debido a la corrupción. Una política sana debería ser
capaz de asumir este desafío.
La política y la economía tienden a culparse recíprocamente sobre la pobreza y la degradación del
medio ambiente. Pero lo que se espera es que reconozcan sus propios errores y encuentren formas
de interacción orientadas hacia el bien común. Vale también el principio de que «la unidad es
superior al conflicto».
No se puede sostener que las ciencias empíricas expliquen completamente la vida, el conjunto de
la realidad. Es ingenuo pensar que los principios éticos puedan ser presentados de modo
puramente abstracto, desligados de todo el contexto. Además, cualquier solución técnica que las
ciencias pretendan ofrecer será impotente para resolver los graves problemas del mundo, si la
humanidad pierde su rumbo, se olvida las grandes motivaciones que hacen posible la convivencia
social, el sacrificio, la bondad. En todo caso, habrá que hacer un llamamiento a los creyentes para
que sean coherentes con su propia fe y no la contradigan con sus acciones; será necesario insistir
para que se abran nuevamente a la gracia de Dios y se nutran profundamente de las propias
convicciones sobre el amor, la justicia y la paz.
Es necesario cuidar de los espacios comunes, de las estructuras urbanas que mejoran, nuestro
sentimiento de «estar en casa». La falta de vivienda es grave en muchas partes del mundo, una
gran parte de la sociedad encuentra serias dificultades para tener una casa propia. La propiedad de
la casa tiene mucha importancia para la dignidad de las personas y el desarrollo de las familias .
"Cuán hermosos son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran los que son
diferentes.
En las ciudades, la calidad de vida está ampliamente relacionada con el transporte, En ellas
circulan muchos coches utilizados por una o dos personas, por lo que el tráfico se vuelve intenso,
se eleva el nivel de contaminación, muchos expertos están de acuerdo en la necesidad de dar
prioridad al transporte público. El reconocimiento de la dignidad peculiar del ser humano
contrasta a menudo con la vida caótica, descuido que sufren también algunos habitantes, donde no
llegan los servicios esenciales y hay trabajadores, sin derechos.
La ecología humana: la relación necesaria de la vida del ser humano con la ley moral inscrita en su
propia naturaleza. El hombre tiene una naturaleza que debe respetar y no puede manejar como le
apetece, aceptar al mundo entero como don del Padre y casa común.
7. La justicia intergeneracional
Cuando pensamos en la situación en que se deja el planeta a las generaciones futuras, Si la tierra
nos es dada, no solo criterio utilitarista. ¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quien va a
suceder? Cuando nos preguntamos acerca del mundo que queremos dejar: ¿Con qué propósito
pasamos por este mundo? ¿Para qué venimos a esta vida? ¿Para qué trabajamos y luchamos? ¿Qué
necesidad tiene de nosotros esta tierra?; Se exige tener conciencia de que es nuestra propia
dignidad que está en juego.
A las próximas generaciones, podríamos dejar demasiadas ruinas, desiertos y basura. El ritmo de
consumo, desperdicio y alteración del medio ambiente ha superado de tal manera las posibilidades
del planeta. La dificultad en tomar en serio este desafío tiene que ver con un deterioro ético y
cultural, que acompaña el deterioro ecológico. Muchos problemas sociales de hoy están
relacionados con la búsqueda egoísta de una satisfacción inmediata, con las crisis de los lazos
familiares y sociales.
CAPÍTULO VI:
EDUCACIÓN Y ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICAS
La Humanidad debe cambiar pensando en un futuro compartido por todos quienes formamos parte
de esta casa que llamamos Tierra, surgiendo un gran desafío cultural, espiritual y educativo que
implica un largo proceso de regeneración.
Esto genera un sentido de precariedad e inseguridad que favorece el egoísmo colectivo, y al tener
un corazón vacío se produce un círculo vicioso de mayor consumo de objetos superfluos y mayor
sequedad de corazón. Por eso que además de catástrofes ecológicas y climáticas, pensemos en la
crisis social que genera el consumismo. Pero no olvidemos que el ser humano, después de tocar
fondo, es capaz de regenerarse, porque nunca se cierran del todo la apertura a la verdad, el bien y
la belleza, y a reconocer que Dios sigue animando nuestros corazones pues somos sus hijos.
Aún no desarrollamos una conciencia universal para dejar atrás esta etapa de
autodestrucción, pero siempre es posible desarrollar la capacidad de salir de uno mismo para
pensar en el otro, salir de ese individualismo, y desarrollar un estilo de vida alternativo que nos
permita un cambio relevante en la sociedad.
Actualmente muchos saben que no basta con el progreso y la acumulación de objetos para
hallar el sentido y dar alegría al corazón, pero se sienten incapaces de renunciar a lo que el
mercado les ofrece. En los países donde se necesita un mayor cambio, los jóvenes han crecido con
un mayor sentido ecológico y espíritu generoso, luchando por la defensa del medio ambiente, pero
han crecido en un ambiente de excesivo consumo que no permite la maduración de otros hábitos,
por eso esto es un desafío educativo.
Estas acciones provocan un bien que tiende a difundirse, a veces de manera invisible, restituyendo
el sentimiento de nuestra dignidad. Y es de rescatar que es en la familia donde se cultivan los
primeros hábitos de amor y cuidado de la vida, es el lugar de formación integral, que con
pequeños gestos ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto por lo que nos
rodea. Compete a la política, las diversas asociaciones y también a la Iglesia un esfuerzo en la
formación de las conciencias de la población.
Prestar atención a la belleza y amarla nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista. Si se quiere
lograr cambios profundos se deben tener presentes los modelos de pensamiento que influyen en
los pensamientos. La educación será ineficaz y sus esfuerzos estériles si no se propone además un
nuevo modelo relativo al ser humano, a la vida, a la sociedad y a la relación con la naturaleza.
3. La conversión ecológica
Recordemos el modelo de San Francisco de Asís, para proponer una sana relación con la creación
como dimensión de la conversión integral de la persona. Pero a los problemas sociales debemos
responder, no con la mera suma de esfuerzos individuales, sino con la creación de redes
comunitarias. El verdadero creyente contempla el mundo, no como si estuviera fuera de él, sino
dentro, reconociendo los lazos con que el Padre nos ha unido a todos los seres. Dios creó el mundo
inscribiendo en él un orden y un dinamismo que el ser humano no tiene el derecho de ignorar.
4. Alegría y paz
Es posible necesitar poco y vivir mucho, dando espacio a otros placeres como los encuentros
fraternos, el servicio, el desarrollo de los propios carismas, en la música y el arte, en el contacto
con la naturaleza, en la oración, etc. La desaparición de la humildad en el ser humano,
entusiasmado con la posibilidad de dominar todo sin límite alguno, sólo puede acabar
perjudicando a la sociedad y al medio ambiente. No es fácil desarrollar esta humildad sana, y una
sobriedad feliz, si excluimos a Dios de nuestra vida haciendo que nuestro yo ocupar su lugar.
El cuidado de la naturaleza implica un estilo de vida en comunión, que nos permite vivir
un amor fraterno en gratuidad, haciendo posible amar incluso a nuestros enemigos y hablar de una
hermandad universal. Por eso es necesario que recuperemos el sentimiento de responsabilidad para
con los demás, porque también necesitamos de ellos para el pleno desarrollo humano y el cuidado
del medio ambiente, reflexionando sobre a donde nos ha conducido la vida superficial.
Como Santa Teresita de Lisieux, comencemos practicando esos pequeños gestos que siembran paz
y amistad, pues ellos son manifestación de un amor civil y político que busca mejorar el mundo
siguiendo, como lo propone la Iglesia, el camino a una civilización del amor. No todos están
llamados a intervenir en la política de manera directa, pero en la sociedad encontramos una gran
variedad de asociaciones que intervienen en pro del bien común, defendiendo el medio ambiente
natural y urbano, y formando la conciencia de habitar en una casa común que Dios nos ha
confiado.
Al final nos encontraremos cara a cara con la infinita belleza de Dios y podremos
comprender el misterio del universo. Mientras tanto nos unimos para hacernos cargo de esta casa
que se nos confió. Dios que nos convoca a una entrega generosa y a darlo todo, nos brinda la
fuerza necesaria y la luz que necesitamos para salir adelante. Alabado Sea.