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Municipalidad
Curicó, integrada en la siguiente forma:
Alcalde : '
Regidores:
Secretario Municipal^
Don Manuel Ramírez Moreno
ES PROPIEDAD
INSCRIPCION N9 12Ô51
ltrr¿
Historia de Curicó
Tomo I
La Era Colonial
genealogical society
OF THE CHURCH OF
JtSÜS CHRIST
OF LATTER-DAY SA;NTS
SANTIAGO DE GEHLE
EDITORIAL NEURERT
1 9 6 8
Hjji
I
PROLOGO
(1541-1744)
9 —
ocuitos que atraviesan montañas y selvas enmarañadas. En
su trayecto recogen noticias de los indios comarcanos y lle¬
gan a la zona con la terrible nueva. Ha llegado otra vez, co¬
mo años atrás, un grupo de hombres blancos; pero esta vez
10 —
dándose el uno en el otro. Así nace el
grande y majestuoso
"Guelengüelevano", que los incas llamaron "Mataquito".
Entre la cordillera nevada, que es un contrafuerte, y es¬
tos ríos de Teno y de Lontué que se unen para formar el Ma¬
taquito, queda encerrada una enorme extensión de terreno,
que los indios llaman "Curicó", por el color negruzco del agua
de uno de sus riachuelos. Su aspecto es de belleza salvaje. En
los primeros faldeos de la cordillera hay bosques inmensos de
de ellos.
Hacia el extremo poniente, las hermosas lagunas de Vi-
chuquén, Tilicura, Torca y Agua Dulce, la primera de las cua¬
les desemboca en Llico (salida de agua, en lengua aborigen),
ponen en el paisaje una nota pintoresca. Junto a ellas, vive
dispersa numerosa población indígena, oculta y perdida en
uno de los lugares más inaccesibles de la zona
y que ha sido
llamado Vichuquén por los incas que hasta allí llegaron (1).
(1) JEsla
Historia silo abarca el territorio que actualmente constituye
la provincia de Curicó, con los Departamentos de Curicó y Mataquito. A
este territorio lo llamamos "zona curicana". Sólo por excepción, y para
aclarar ideas, el relato se sale, a veces, de dicho territorio y se extiende a
sectores vecinos. Los deslindes de la provincia de Curicó de hoy, son los
siguientes: Norte: laguna de Boyeruca desembocadura del estero Las Gar¬
zas hasta la quebrada de los
Muñoz, cerros de Alcántara y Ranguilí hasta
el lindero poniente del fundo Los Coipos, línea que deslinda
por el lado
sur la hoya del estero Las Palmas, estero Chimbarongo, línea de cumbres
—
12 —
La zona curicana, desde la cordillera hasta el mar, está
enteramente poblada por el indio.
En los contrafuertes cordilleranos viven una vida inde¬
pendiente ycasi salvaje, las tribus pehuenches. Pertenecen
a una raza robusta, enérgica y belicosa; y son dies¬
fuerte y
tros en el manejo de las terribles boleadoras. Tienen sus tol¬
derías en suaves faldeos, junto a yacimientos de brea que
ellos llaman "upe", de sal y de yeso. No mantienen con las
tribus del valle más relaciones que las del pillaje de que las
hacen víctimas y del comercio fugaz de piñones, pieles, sal
al sur del río Ti-nguiririca. hasta la frontera argentina. Sur: ríos Colorado,
Lontué y Malaquito. Oeste: Océano Pacífico desde la desembocadura del
Mata quito hasta la desembocadura de la laguna de Boyeruca. Oriente: la
cordillera de los Andes.
—
13 —
En el norte del río Teno es donde se encuentran las prin¬
cipales poblaciones indígenas de este sector. Allí están los
pueblos de Teno y de Rauco, con rancheríos importantes; y
otras poblaciones de menor importancia.
Todos estos indios, los de la isla de Curicó y los del valle
de Teno, son designados con el nombre común de "curis"
(negros), por la isla de Curicó.
Sus costumbres son primitivas y sencillas. Viven, por lo
—
14 —
merosa población indígena, acaso la más importante y más
numerosa de toda la región. Los suaves remansos que a me¬
nudo va formando el río, los montes feraces de la cordillera
costina, los valles abrigados y las caletas de la costa, han
atraído al indio con intensidad .
15 —
rece organización indígena y casi por comple¬
totalmente la
to la supervivencia integral de la raza.
Los indios de Lora y Vichuquén, en especial, son exper¬
tos en alfarería y en la fabricación de telas, industrias que
han perfeccionado considerablemente con las enseñanzas del
inca.
Las rucas de Lora están ubicadas en las cercanías de te¬
rrenos gredosos que facilitan notablemente la alfarería, dan¬
do origen a la fabricación en ese pueblo de cántaros, platos
y otros utensilios. El nombre de Lora proviene, precisamente,
de esta circunstancia: lov, caserío; y ragh, greda.
Para la fabricación de telas utilizan la lana de diversos
animales. La hilanprimero en husos especiales y luego la
tejen en curiosos telares de madera. Saben también colorear
los tejidos y se valen para ello de notables recursos. De la
hoja del boldo sacan un color amarillo-café y de la barba del
roble un color plomo negruzco. Los españoles supieron apro¬
vechar esta destreza de los indios de la zona; y habremos de
ver cómo un encomendero estableció en las orillas del Mata-
quito un "obraje de paños".
Saben, además, trenzar una curiosa especie de canasto
flexible, que llaman "quiñe", y para lo cual utilizan la fibra
■vegetal, muy semejante al cáñamo, de una planta serrina que
llaman "raigún".
En la agricultura utilizan los mismos cultivos y los mis¬
mos sistemas; pero hay un cereal
que es en esta zona donde
se cultiva especialmente: la quínoa.
Los que viven a la orilla del río o del mar, son pescado¬
res diestros. Han aprendido también a fabricar un curioso
—
16 —
2.—LA VIDA EN LA ZONA DESDE EL HOMBRE PRIMITIVO
—
17 —
La primera influencia cultural extraña, de alguna im¬
portancia, la reciben algunos siglos después de la era cris¬
tiana. Desde las orillas del lago Titicaca, han irrumpido en
el valle chileno los hombres de Tiahuanaco, portadores de una
notable civilización. Sólo llegan hasta el río Limarí, pero su
influencia cultural se extiende mucho más al sur y alcanza
hasta la zonacuricana y más aún. A ellos se deben los ins¬
trumentos de madera para la agricultura y los dibujos con
que se adornan después ponchos y demás tejidos.
Por los siglos XI y XII de la Era Cristiana, llegan a Chi¬
le las tribus peruanas de Chincha. En el norte del país se
mezclan con la cultura diaguita, dando así origen a la cul¬
tura chincha-diaguita, que ejerce una considerable influencia
cultural hacia el sur y hacia el norte. A esta civilización de¬
ben los indios de la zona los mayores progresos de su inci¬
18 —
la zona curicana; y, aún más, según el Oidor Santillana, las
tropas habrían llegado hasta el río Caehapoal y no habrían
tenido interés por seguir más al sur. "De allí se volvieron,
dice, por haber llegado a una provincia que dicen de los pro-
maucaes, gente poco aplicada al trabajo y de poca capacidad,
y así los dejaron por cosa perdida". Sólo las tropas de Huaina
Capac, más tarde, se introdujeron en tierra curicana.
Mucho se ha exagerado acerca de la influencia de los
incas en tierra chilena; pero, aun restablecidas las cosas a
la estricta realidad, no puede negarse que es considerable.
Enseñan mejores métodos de cultivo y perfeccionan la alfa¬
rería y los tejidos. Introducen también, en forma incipiente,
el uso de adobe en las habitaciones y de cercas cubiertas
de zarzas.
—
19 —
aguas profundas y se niegan, coceando, a acercarse a ellas.
Entonces los incas dan al río un nombre aimará: "Mataque-
tha". Significa "dar coces el llama" y, transformado en Ma-
taquito, será el único que habrá de prevalacer. Igual nombre
dan a un pueblo de indios situado en su orilla.
Dan también denominación a un estero y un cerro cos¬
tino: "Ríaica", que en aimará significa "señor de vasallos";
y a Hualañé, que significa "lugar de patos". Llegan hasta
la orilla del mar y en las proximidades de la desembocadura
del Mataquito se sorprenden con hombres de extraordinario
apetito, a quienes llaman "hillu" (glotón), de donde se de¬
riva el nombre de Iloca.
Finalmente, trepan los cerros de la costa, atraídos por
la fama de una numerosa población asentada en las orillas
20 —
\
(Andes) y "huillac" (profeta o adivino), voces también de
origen incaico y que explicarían la fama de pueblo de brujos
que Vichuquén ha adquirido desde tiempo inmemorial. Es pro¬
bable, pues, que los caciques Vilu hayan sido descendientes
de un jefe incaico que ha permanecido en Vichuquén aun
después de desaparecido el dominio político del inca.
De Vichuquén extrajeron cantidades apreciábles de oro,
21 —
Así, han vivido los indios de tierra curicana su última
etapa antes de la llegada del español.
Con la influencia de sangre y cultura de diversos pue¬
blos, han llegado a un grado de relativa civilización. Como
todos los indios que viven al norte del Bio Bio reciben el nom¬
bre genérico de "picunches"; y en diversas ocasiones les ha
cabido la denominación de "promaueaes", que significa ene¬
migos no conquistados. Así los llamaron las huestes del inca
Tupac Yupanqui, que los despreció por indeseables. Dejaron
de ser "promaueaes" para Huaina Capac, que los conquistó;
y volvieron a llamarlos así don Pedro de Valdivia y sus hues¬
tes mientras su dominación se extendió sólo hasta la ribera
del río Maipo.
En el territorio mismo de la zona curicana, hay tres gru¬
pos con denominaciones distintas y bien definidas: los "pe-
huenehes" en la cordillera, que provienen de una antigua
raza pampeana; los "curis", en la isla de Curicó y en el valle
—
22 —
arribado tras jornadas duras, de esfuerzos inauditos, en las
que ha debido atravesar desiertos inhóspitos, montañas géli¬
das y ríos torrentosos. Viene don Diego de Almagro tras el oro
de la tierra chilena, que los incas le han ponderado. Gómez
de Alvarado va por su encargo camino hacia el sur. Apenas
se detiene entre los indios curicanos, que lo acogen y lo auxi¬
23 —
3.—LOS CONQUISTADORES DE VALDIVIA ENTRAN EN CONTACTO
CON TIERRA CURICANA: PARLAMENTO, GUERRA Y
PACIFICACION
da, otros tan poderosos como él; pero, o no han sido convo¬
cados, por desconocerlos Valdivia, o han desoído el llamamien¬
to con altanera desidia.
Va atravesandopoblados de otros indios y en sigilo con¬
versa con jefes. Ya todos conocen la noticia. Los nuevos
sus
arcabuces, espadas.
Los caciques los contemplan tranquilos. Sentados en el
suelo, envueltos en sus ponchos, cruzan entr,e ellos miradas
significativas. Están. allí, Michimalongo, señor del valle del
—
24 —
Mapoeho; Colina, Melipilla, Apoquindo, Vitacura, Talagante
y Cachapoal, que vienen de los valles cercanos; Teno, que ha
venido de tierra de los curis; Gualemo que viene de orillas
del río Lontué; Jaujalongo, Chingaimangue, Lampa, Maipo-
nolipillán, Peomo, Pico, Poangue, Apochane, Millacura y
Huara-Huara.
Don Pedro de Valdivia avanza por en medio de todos pa¬
ra iniciar la ceremonia. Les habla en idioma español, que
ellos no entienden. Ha venido en nombre de un jefe pode¬
roso, el Rey de España, que es mil veces más grande que el
inca. Para él tomaba posesión de esas tierras, que no aban¬
donaría jamás; y fundaría un pueblo allí, en ese valle del
Mapoeho. Les habla también del Dios Verdadero, de la fe y
de la salvación eterna.
Los caciques escuchan impasibles. Un lenguaraz perua¬
no, que la expedición ha traído, les vierte el discurso a idio¬
ma de los incas, que los caciques conocen. Mientras escuchan
25 —
sin que en realidad destruyan otra cosa que los primeros
adelantos materiales de la nueva ciudad.
—
26 —
veres para reponer susfuerzas desgastadas y seguir la jor¬
nada. Avanza después la columna hasta el Bío-Bío, y allí las
fuerzas indómitas de Araucanía, con tenaz resistencia, lo re¬
chazan. Fracasa, así, su primer intento de invadir el sur.
Realiza después un viaje al Perú en busca de refuerzos.
A su regreso, emprende de nuevo la marcha hacia el sur, que
lo obsesiona. Su vida se desenvuelve desde entonces en me¬
dio de un dinamismo constructor, talvez sin igual en la his¬
toria de la conquista española. Siembra el sur de ciudades
y de fuertes. Tiene alternativas de toda especie, jornadas de
esfuerzo .llenas de dureza, luchas feroces; y, finalmente, en¬
cuentra la muerte en la selva araucana, derribado por aque¬
llos indígenas indómitos hacia quienes había marchado como
un iluminado, presintiendo acaso que con ello forjaba el des¬
tino de la tierra chilena.
Francisco de Villagra.
Corresponde a Villagra enfrentar el empuje de las tro¬
pas de Arauco, que se han alzado amenazadoras desde el sur.
Ha surgido entre ellas un jefe militar, muchacho de veinte
años, que había sido caballerizo de Pedro de Valdivia. Se lla¬
ma Lautaro y es obedecido por la indiada como su nuevo
—
27 —
ramuzas en la tierra curicana y las zonas vecinas, han
que
de servir en parte de escenario. En sus fértiles valles,
gran
en sus montañas, en sus pueblos indígenas y en las riberas
—
28 —
ha establecido campamento un poco hacia el nor-orient'e,
su
en el
lugar llamado Peteroa. Villagra cae sobre él y lo ataca
con decisión; pero también es rechazado y, como Cano, de¬
be abandonar la empresa.
En esos instantes llega desde Santiago a la ribera Norte
del río Mataquito un destacamento de caballería comandado
de Lora, acaso para indicarle el fácil vado que allí tienen los
indios para atravesar el río. Mientras sigue avanzando hacia
el Poniente y ya próximo a llegar al pueblo de Lora, sale al
encuentro de Godínez un destacamento de 180 mapuches que
van a reunirse con Lautaro y se traba una encarnizada lucha,
en la que mueren 80 indios y se dispersa el resto de ellos.
Se sabe, por fin, que Lautaro ha emprendido la retirada
y cruzado de nuevo el río Maule, dejando otra vez a la zona
gozar de la paz.
Corre ahora el año de 1557. El Gobernador Villagra ha re¬
corrido el Sur y por dondequiera que ha pasado ha advertido
síntomas claros de una nueva rebelión. Teme, sin embargo,
al invierno que se avecina y regresa a Santiago.
En el camino Villagra
es sorprendido por una terrible
nueva. Los síntomas de trastorno que advirtiera en la india¬
—
29 —
blecido su campamento a orillas del río Mataquito, en los
faldeos serranos de la ribera sur, frente al pueblo de Mata-
quito, en la ensenada en que cae el camino del centro. Sigi¬
losamente, Villagra atraviesa el río sin ser visto por Lautaro
y se detiene en el pueblo de Mataquito. Se oculta en un bos¬
que de las inmediaciones, dispuesto a impedir que los indios
atraviesen el río. Desde allí envía un "propio" en marcha
forzada hacia el tambo de Teno, a pedir auxilio al capitán
Godínez, que allí está establecido con un destacamento de
soldados.
..'i.
El
"propio", al galope de caballo, sigue el camino del
centro hasta "Las Palmas" y desde allí toma un ramal que
baja hacia Teno. Llega al tambo en unas cuantas horas y
hace que Godínez emprenda en el acto su marcha por el
mismo camino.
En esa misma noche,
Godínez y Villagra están reunidos
en elpueblo de Mataquito (hoy día lugar llamado "El Pe-
ralillo"). Comprenden que es necesario obrar con rapidez.
Concentran las tropas de inmediato, atraviesan el río y mar¬
chan con sigilo hacia el campamento de Lautaro.
Recién despunta el alba, cuando las tropas españolas
advierten desde lejos las empalizadas del campamento y caen
sobre él con ímpetu y decisión. Lautaro, cogido de sorpresa,
apenas puede organizar la defensa y termina por caer herido
de muerte, en medio de la derrota de sus tropas.
Los historiadores durante muchos años han creído que
Lautaro sucumbió en tierra curicana, en la ribera norte del
—
30 —
la paz y a formar allí un conglomerado social próspero y
emprendedor. La guerra con el indio se traslada hacia el sur
y hacia allí se encaminan en adelante las legiones de Espa¬
ña, mientras la zona del centro, conquistada definitivamen¬
te, por lo menos hasta el Maule, inicia la era de la paz y
acrecienta la labor fecunda y grandiosa de la colonización.
—
31 —
tes'*,que traen derechos sobre la tierra misma y no sobre
los indios, y que inician el proceso de la formación de la pro¬
piedad territorial.
Encomenderos y terratenientes, tan esforzados los unos
como los otros, inician la inmensa tarea de hacer producir y
progresar, en medio de todas las dificultades que sea dable
imaginar, a estas tierras hasta ahora desconocidas para el
trabajo del hombre blanco. Se van sucediendo unos a otros
a través de los años; los nuevos ocupan el lugar de los que
32
Todo este conglomerado social que se- va formando en la
región, hace indispensable una organización civil que regule
relaciones, imponga respeto para la Iglesia, administre justi¬
cia, etc. Así llegan los primeros funcionarios del Rey, corregi¬
dores, administradores de pueblos, que escriben otra página
en la historia de la colonización de Curicó.
A todos estos hombres quienes se debe el nacimiento,
es a
34 —
tían también indios "reservados", sobre los cuales no recaía
la obligación de la encomienda, por viejos o por enfermos.
En cuanto alencomendero, debía pagar ciertos derechos
a la Corona y subvenir para vino, cera y aceite a los conven¬
—
35 —
das en la zona: unos, son sucesores de los primitivos, en las
mismas encomiendas; y otros, traen derechos sobre nuevos
pueblos indígenas, que fueron encomendados con posterio¬
ridad.
Las encomiendas curicanas, con el transcurso de los años,
se extinguieron por sí solas: unas, como Teno y Mataquito,
por extinción de los indios; Rauco, por destrucción del pue¬
blo; y las demás, por abandono de los encomenderos. No fue,
pues, necesaria la abolición oficial del régimen de encomien¬
das para que ellas se extinguieran, pues cuando en 1791, el
36 —
do es difícil
distinguir si se trata de .gesto de Sancho o del
Quijote: opta por casar a doña Inés de Suárez y es elegido
se
para este matrimonio el fiel y leal amigo de Valdivia, Rodri¬
go de Quiroga. Puede, así, doña Inés de Suárez permanecer
en Chile y puede también el jefe de los
conquistadores con¬
tinuar beneficiándola bajo la pantalla de su esposo.
—
37 —
tanto, transcurren los años, sin que las encomiendas del Rei¬
no de Chile, que él reclama, vuelvan a sus manos. Por fin,
tras larguísimos trámites, obtiene resolución favorable. Desde
Madrid se ordena devolverle sus encomiendas, y, como una
satisfacción por el despojo, se condena al Gobernador Soto-
mayor y a varios otros funcionarios de Chile a pagar dos mil
pesos a don Antonio de Quiroga. La carta ejecutoria es envia¬
da a Chile sólo en 1592, o sea, ocho años después que el Gober¬
nador Sotomayor se había apoderado de las encomiendas.
dino Quiroga.
Al morir esta señora, sin dejar descendencia, la enco¬
mienda se declara vacante. El Presidente Uztáriz, entonces,
la concede por dos vidas a don Luis Francisco de Avaria y
Zavala (1717). Muerto 1739, pocos años antes de la fun¬
en
dación de la villa, de Curicó, lo sucede su hijo Francisco An¬
tonio de Avaria y Morales.
Mientras estos traspasos se van operando a través de los
años, la rica encomienda ha mermado considerablemente.
Tuvo 1.500 indios tiempos de doña Inés de Suárez: 800 in¬
en
38 —
bable que antes de que los indios vendieran los últimos jiro¬
nes de su tierra, ya la encomienda había sido abandonada,
porque de otra manera no se explica la venta de la tierra.
B) Don Juan de Cuevas y la encomienda de Vichu-
quén.—Don Juan de Cuevas recibió de Valdivia diversas en¬
comiendas; pero, en definitiva, sólo quedó en posesión de las
encomiendas de Vichuquén, Loncomilla y Huenchullami. En
esta forma, no sólo fue encomendero en la zona misma de
Curicó, sino también en una región próxima cual es la de
¡Curepto, en la cual estaba ubicado el pueblo indígena de
Huenchullami.
La encomienda de Vichuquén se ejercía sobre la nume¬
rosa población de indios que vivía dispersa en las orillas de
las lagunas de aquella región.
Don Juan de Cuevas fue sucedido en estas encomiendas
por don Luis de las Cuevas y Mendoza, hijo suyo, que falle¬
ció en 1630, y que gozó de la encomienda hasta su fallecimien¬
to. Después de él, las encomiendas pasaron a don Luis Núñez
de Silva, excepción hecha de la de Loncomilla, que continuó
en manos de la familia de Cuevas. La encomienda de Vichu¬
quén pasó después a don Teodoro de Araya y Berríos, quien,
a su vez, fue sucedido por su hijo Teodoro de Araya y Men¬
doza.
A esta altura, surge un bullado incidenté, promovido tal
vez por el notable interés que la posibilidad de encontrar más
oro en quebradas y riberas tenía para los colonizadores
sus
maueaes".
En resumen, fue favorecido con las encomiendas de Ma-
—
40 —
cul, Peteroa, Copequén, Mataquito, Calquillay y Pocoa. De es¬
tas encomiendas, sólo una estaba en la zona de Curicó : la de
Mataquito. Estaba ubicada en un pueblo de indios pronto
desaparecido, que existió en lo que hoy se llama Peralillo, a
orillas del río Mataquito. C-tra de sus encomiendas, sin em¬
bargo, la de Peteroa, en la margen sur del Rio Mataquito,
estaba ubicada en una zona vinculada estrechamente a Curi¬
có, entonces y ahora, por lazos sociales y económicos.
Don Juan Jofré, como hemos de verlo en su oportunidad,
hizo en sus. encomiendas una labor considerable de coloni¬
zación.
A su muerte, las encomiendas pasaron a su hijo don Luis
Jofré de Loaíza yAguirre, quien a su vez las trasmitió a su
hijo don Juan Jofré y Gaete. Posteriormente, la encomienda
pasó a manos de don Francisco Arévalo Bficeño.
En manos de todos estos encomenderos, el pueblo de Ma¬
taquito fue sufriendo una rápida y segura despoblación, que
culminó con la extinción total de la encomienda en manos de .
_
41 _
Don Domingo Amunátegui, en su obra sobre las enco¬
miendas indígenas de Chile, inclina a creer que esta enco¬
se
mienda estaba ubicada en lo que hoy es provincia de Ouricó.
Parece que esta opinión es la que se ajusta a la verdad.
En Rauco existía en esos años una población indígena nume¬
44 —
tcrés. En 1771 se hizo matrícula de los indios del pueblo de
LAS ENCOMIENDAS
—
45 —
ternas,dependientes la primera del cacique de Teno y la se¬
gunda del cacique de Gonza. Por excepción, la encomienda
de Vichuquén es la única que no se ejerce sobre indios agru¬
46 —
Años más tarde, en 1661, hay, sin embargo, un fugaz re¬
punte de los indios de Teno. Ese año figuran, como últimos
sobrevivientes del pueblo, el cacique Rodrigo Caniguante, sin
duda de la misma dinastía de los caciques Tenu, y una india,
viuda de Pablo Copequén. Son los últimos personaros que
tienen derechos sobre el pueblo de Teno y, como tales, dicen
en un documento de la época: "Vendemos en venta real
per¬
petua ... al capitán Juan Bautista Maturana... unas tie¬
rras que están en el pueblo de Teno. que comprenden los
. .
1.—1652: Giienumanque
2.-1680: Lorenzo Antivilu
3.— Gerónimo Catrileu
4.—1687: Cristóbal Catrileu
5.—1708: Santiago Catrileu
6.—1709: Esteban Antivilu. (Tuvo pleito por el cacicazgo con
Ignacio Quitalcura)
7.— Pedro Antivilu. (Tuvo pleito por el cacicazgo con
Miguel Catrileu)
8.— Lorenzo Vilu. (Tuvo pleito con el encomendero
;don Luis Jofré, por tratamiento de los indios).
48 —
que prosiguieron y en especial el debilitamiento y abandono
de las encomiendas, lograron entonar en parte la población.
La encomienda sobre el pueblo de Vichuquén se extin¬
—
49 —
Años después se ha producido una trágica confusión en¬
tre el pueblo de Mataquito y el de Gonza; confusión que ha
nacido en parte por la lejanía del recuerdo y en parte por ha¬
ber sido el primero dependiente del segundo; y que, aun
cuando se origina después de la era propiamente de coloni¬
zación, deseamos mencionar aquí para ir clarificando algu¬
nos conceptos.
—
50 —
en circunstancias que en ese mismo momento y durante ma¬
chos años más, el pueblo de Gonza estaba en plena organiza¬
ción, nos revela una vez más que se trata de dos pueblos di¬
ferentes.
El pueblo de Rauco.—Acaso los indios de Rauco sean los
que menos memoria han dejado. Se sabe que vivían a orillas
del río Teno y que formaban una reducción dependiente del
cacique Teno. De los caciques subalternos que han debido
gobernarlos nada se sabe.
La vida de este pueblo no ha podido pasar de 1627, pues
ese año se hizo una concesión de tierras a don Fernando Ca¬
nales de la Cerda "en el pueblo de Rauco, que está despo¬
blado por falta de naturales por haber pasado el río por me¬
dio del pueblo, llamadas las dichas tierras, Quiñanelén".
Un cambio de curso del río Teno, fue, pues, la causa de
la extinción del pueblo de Rauco. Los indios que entonces vi¬
vían en el pueblo han debido perecer en la inundación y los
sobrevivientes, sin duda, han huido en busca de su libertad.
El pueblo de Gonza.—La ubicación del pueblo de Gonza
hemos podido determinarla con toda precisión en lo que hoy
es la aldea de La Huerta, en el Departamento de Mataquito.
—
52 —
los cerros, está señalada la "casa donde vivió el cura" y la
"quebrada en que está Quenimilla". En seguida vienen las tie¬
rras de sembrar en el valle del río y en medio de ellas la "ca¬
53 —
En 1705figura como cacique, Francisco Nirre Calquin;
pero con autoridad discutida, pues papeles de la época expre¬
san de él que "dice ser cacique".
—
54 —
El proceso de la despoblación de los indios de Lora fue
también consecuencia obligada de la colonización. En 1544,
el pueblo se componía de 600 indios; y en 1658, el cura Oyar-
zún informa que sólo tiene cinco indios. Sin embargo, a igual
que en Vichuquén y en La Huerta después de terminada la
colonización, en el pueblo de Lora se produjo también un cu¬
rioso fenómeno de repoblación.
El pueblo de Lora, como Vichuquén y La Huerta, habrá
de mantenerse durante toda la Colonia, y, aún, durante mu-r
chos años de la era republicana.
DE COLONIZADORES
—
56 —
rras
y se instalaba en ellas, pasaba a ser un personaje impor¬
tante en la región y adquiría sobre ella un verdadero tutela-
je. Tenía de hecho la obligación de proteger a los vecinos pe¬
queños de su "estancia", afianzarlos, interceder por ellos an¬
te las autoridades; y, en general, velar por el buen orden
y
por la prosperidad de toda la región.
—
58 —
mientras todavía se estaban
repartiendo mercedes, ya las an¬
teriormente concedidas se iban
disgregando para formar es¬
tancias más reducidas y, aún, para iniciar la formación de
pequeños predios que habrán de generalizarse más tarde, a
fines de la Colonia y en la República.
tulo primitivo.
En la columna correspondiente a propietarios posteriores
de la misma estancia se han colocado sólo algunos, para dar
una idea general. No se crea,
pues, encontrar allí una histo¬
ria completa de los traspasos de cada propiedad. ¡La numera¬
ción de los nombres en esa columna significa que se trata de
propietarios sucesivos, pero no necesariamente inmediatos
unos de otros. Por lo general se ha evitado colocar entre los
Propietas posteri
ZJáarcainteto MPoneddacro
1. 2.
dGaercí (TNoair- Corea CArgiysu¬stín Fuenzalid
1.
2.
1 7 3 ) P i r ó l
dHereos dFloreencia Cayetno PPierdórlao Pascul, SLetgóon.
Tor es cura,
3.
1. 2.
tóbal
3.
a ••
dNúmeero cuadrs
300 500 200
4.000 1.000 5.000
Matquio Lora
merced
J ldAñoae 1
1599 1604 1604 1605 1606 1606 1606
de
refncias
1 2 3 4 5
6 7
N?
Propietas posteri
Juan (163) Riagd Aragón Chimbaron- Medina
CCaoyretenao (M1ir6an2d7) dTorees dlDoameingo GGureagjordio GNuiacjolrádso Rmero RPiceadldroe AdAlnadrecróéns S(d1a6ez3o) Contreas dConveto dGonzeál GJoonszáelfea (R7v2ec4o)
Antonio 1.
2.
3. Luis
4.
(1734)
1. 2. Juan
3. Juan 1.
go
Luis Juan
2.
3. 4.
Concesiar terani Sebastián Espinoza Pdule¬ Muñoz VdJearólen-imo Quiroga Quiroga Sánchez EIbscao-bar
Garcí *
Juan
gar
Martín verde
deJuan
»
deJuan Peo. Pedro
cache
1 1
Ubica ón
1
Vichuqén Isla Ma-
Cdeuricó d(Huerta taquito)
Gonza Lora Teno Teno Lora Cdeuricó
Isla
1 ldAañeo mercd
1
1
1609 1609 1609 1610 1612 1612 1612 1612
de
ref ncias
8
9
N?
13 14 15
10 11 12
■
-
2. 3.
r ales
4.
■
5.
Don so
Fco.
6.
de
Feo.
Cerda
García Bernabé
i
dNúmeero cuadrs
200 500 500 400 600 700
1.000
Ubica ón
1
1 1
Teno Quet- e Rau-co
Lora Teno Rauco Curicó
Hual ñé de
Isla
ldea merced
Año 1612 1614 1614 1617 1618 1618 1618
de
N?
•
ref ncias 16 17 18
19
20 21
22
Propieta« posteri
GCorblánCLdaoberb. (Meencintrals ueaqlilo, orient) VldLieañreáan. (1643)CCdlaenaredlas ldCaanels GJdOayoreetfitz.AGgauerttoMGaet.AGnatoe-tia
Lucian Lorenzo José
1.
2.
3.
Loyntué parte
Juan Feo.
1.
Jofré
Luis
2.
(1690)
Antoi
3.
Cerda
Fco. Feo. Feo. Casilda
1. 2. 3. 4.
Gaete
j ldAañeo mercd
¡
1618 -
1618 16 8-46 1620 1621
de
N*
ref ncias 23
24
25
26
27
Propietas posteri
Feo.
1. 2.
Cerda
Feo.
1. 2.
1 7
Cerda
3
Cerdal Cerda l Lispergu Bare G(1a7rc3és)Nrauevtznoro, Tor Riquel
N a v r o s ) J s
y
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dlCaanels CdAnntaeolis lCdaanels dCAannteolis Rodulf TdPoeedrro ldRiaqeul
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Juan Feo.
1.
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2.
3.
Feo.
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1.
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2.
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1.
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Juan Juan Pedro Feo.
Gaet
2.
Feo.
Concesiar teranite dClaanels dlCaanels Cdloaerte Tores Rdeibera POderzneoa dTores LRiosdu-lf
Fdo.
Cerda
Fdo.
Cerda
Antonio Antonio Segar Pedro Pedro Antonio Segar Juan
pergu
,J
-
Ubica ón
Cdeuricó Palms Buyca¬ P)eralio
Bucalemu Vichuqén (Matquio
PLaalmss
Rauco lemu
Isla Las Lora
1
dela merced
_^3
Año 1627 1628 1629 1629 1629-39 1631 1632 1637 1
A
de
N?
ref ncias 28
29 30
31 32
33 34
35
JTPoedrro Riquel Goaferfcé Cldanaels Martínez
1.
Lis-
Fco.
2.
Fco.
Fropietas posteri
Cer¬ LMuardiso-naes Maturn
Antonio
da
Feo.
-
Marcos
1.
Herera
Diego
2.
Maturn
Diego
Rodulf
Juan
pergu
Concesiar terani dClaanels Galdmes Gody Ortiz DdVíaealzel Jdoferé
Feo.
Cerda
Feo. de Rodrigo
Luis Juan Antonio Loaíza Garido Adebar
Diego Juan Mardones
Marcos
Palms
Las
1
Ubica ón
CTPaoelq-unibds,,Rauco Comale Reanculr
ymale
Upeo y
Teno (de norte)
Iloca Lora Guaico RVichauqr-íénn VRichauqr-íénn Guaico
1637
ldea mercd
Afío 1638 1646 1655 1673 4684 1693 (Antes
de)
35
de
Nç
refncias 36
37 38 39
40 41
42 43
44
12.—LA ISLA DE CUBICO EN 1735
i
68 —
juicio de terceros que mejor derecho tengana ellas y por la
secretaría de Gobierno le darán los despachos acostum¬
se
70 —
la salida de la cordillera; derecho que, después de fundadas
las villas deCurieó y San Fernando, se aplicó en beneficio
de ambas villas, por iguales partes.
c) Estancia de Curieó—En esta vieja estancia de Cu¬
rieó es en donde se encuentra el germen primero de la villa
de San José de Curieó, y en donde se inicia, el proceso histó¬
rico de su formación.
Fue concedida a don Bernabé Montero, tronco de esta
familia, llegado a Chile en 1600, por merced que en 1618 le
despachó el Gobernador Lope de UUoa desde el pueblo de
Teno. Abarcaba una extensión considerable de tierras, com¬
_
72 —
de este río, quedando incluida en él gran parte de sus pro¬
piedades.
Fue casado con doña Lorenza de Figueroa, y la descen¬
dencia que provino de este matrimonio continuó radicada
en la zona. Don Fernando falleció en Perú en 1638, desempe¬
ñando el Corregimiento de Tarija.
La estancia que Canales de la Cerda formó en la zona cu-
ricana es, sin duda, una de las más extensas de la época.
La parte principal estaba ubicada en el sector Teno-
Rauco, y comprendía un total de 2.600 cuadras repartidas a
una y otra vera del río Teno. En el inventario que de sus
75 —
En la estancia Las Palmas se sacaban entre uno y cinco
racimos de cocos de cada planta, y cada racimo rendía dos
almudes y medio. Para la extracción de la miel, haciendo ex¬
cepción a la costumbre de la época, se derribaban las plantas,
las cuales colocadas después en una determinada posición,
—
77 —
de Velmar". Sostenía, además, don Juan Garcés, que advir¬
tiendo que la intención del. Corregidor era sacarlo de quicios,
para tener de qué acusarlo, se retiró a una sala vecina en
donde habría tenido sólo expresiones de protesta por el de¬
saire; y que en ningún momento podría haber expresado lo
que se le imputaba, por cuanto no había contribuido con na¬
da para obtener la merced de los indios, y que ni aun las
gracias había dado a S. SI.
Años más tarde, en 1733, don Juan Garcés, con ánimo
de sentar pie definitivamente en los campos de la zona, ad¬
quirió una estancia de mil cuadras a los herederos del ca¬
pitán don Antonio Torres de Segarra. Estas mil • cuadras de
tierra estaban ubicadas en lo que fuera el antiguo pueblo
de indios de Mataquito, a orillas del río del mismo nombre,
—
79 —
Juan Garcés y el cacique Domingo Briso, y luego entre los
sucesores de y otro. Ha sido necesario el transcurso de
uno
80 —
prestó también servicios públicos, como Lugarteniente de
Corregidor en la doctrina de Vichuquén, y fue electo Alcalde
de segundo voto en Talca.
Así termina en esta época la historia de la estancia el Pe-
ralillo, que habremos de seguir después cuando hagamos el
relato de una nueva era.
g) Las estancias de Iloca.—El río Mataquito, de severo
torrente, formado por la unión de los ríos de Teno y de Lon-
tué, atraviesa hermoso valle que corta los cordones cordi¬
un
lleranos de la costa. Desde su caída al mar,la tierra toma el
nombre genérico de Iloca, que abarca valles, cerros y arena¬
les, desde la desembocadura misma hasta las proximidades
de Llico.
A la llegada del español, su aspecto era desolador. El río
81 —
zona, el Gobernador don Alonso García Ramón hizo una con¬
cesión de cinco mil cuadras a don García de Torres Carvajal;
concesión enorme, que abarcaba desde la desembocadura del
río de Lora (Mataquito) hasta Llico, y por el oriente hasta
los cerros de Vichuquén. "Una estancia de labranza y crianza,
dice la merced, que está en términos de los pueblos de Lora
y Vichuquén, donde entra el río de Lora al mar, en el sitio
llamado Rencura y corriendo por su loma, quedando vista al
oriente y laguna de Vichuquén que entra al mar en el sitio
llamado Llico, y todas las vertientes de un sitio à otro, bajan¬
do al mar, donde están dos aguadas, la una llamada Iloca y la
otra Piohibudis, donde habrá doscientas cuadras de largo,
poco más o menos, de un lindero a otro, y de ancho 25".
En 1673 se hizo por el Presidente don Juan Henríquez
la segunda concesión de tierras, siendo su beneficiario don
quito".
La primera de estas concesiones dio origen a las propie¬
dades mayores de la zona de Iloca y a otras importantes pro¬
—
82 —
rres, la estancia Naicura, que en 1734 pertenecía a Florencia
cíe Torres, esposa de Mateo Piquez; y la que se llamó "estancia
de Iloca" y que perteneció a Pedro de Piróla. Esta última es¬
tancia se extendía del estero de Reneura hacia el norte, in¬
cluyendo lo que se llamaba el "llano de Duao", y había sido
adquirida por Piróla, por compra hecha a herederos de Gar¬
cía Torres. A la muerte de Piróla, ocurrida antes de 1734, sus
tierras pasaron a sus hijos, quienes las incrementan más aún,
haciendo nuevas adquisiciones a herederos de García Torres.
Pero también pronto empezó su disgregación, dando origen
a propiedades de más reducidos términos: Agustín Piróla
vendió cien cuadras a José Fuenzalida, en 1734; Cristóbal Pi¬
róla vendió treinta y seis cuadras a León de Fuenzalida, en
1737; y Pascual Piróla, en el mismo año, vendió seis cuadras
a Juan de Herrada.
Lasegunda de las concesiones de Iloca, aquella que en
1673 hizo a Rodrigo Ortiz Gatica, interpuesta o injertada
se
83 —
La labor que a todos estos religiosos corresponde es difí¬
cil en extremo. Por un lado, tienen que instruir a. los indios,
moderar sus costumbres e inducirlos al buen comportamien¬
to y al trabajo. Por el otro, deben prestar a los colonizadores
auxilios religiosos ymorigerar el duro tratamiento que algu¬
nos de ellos daban a los indios. Saben cumplir esta labor en
84 —
ubicada en medio de los cerros, con difícil acceso y con nu¬
merosa población indígena.
Entre los terratenientes, que se vincularon a la zona con
el vínculo de la tierra misma, mucho más fuerte que el que
ligaba a los encomenderos, fue más frecuente, por lo mismo,
que establecieran oratorios en sus estancias. En ellos ejer¬
cían ios servicios
religiosos, las más de las veces en forma in¬
termitente, los párrocos vecinos o algún capellán especial.
Es indudable que estos oratorios desempeñaron un papel im¬
portante en la cristianización de la zona, pues en ellos se ce¬
lebraban bautizos, matrimonios, funerales y misiones de cier¬
ta importancia.
Durante el siglo XVII, o sea, en los primeros años de la
colonización de Curicó, hay constancia de tres oratorios parti¬
culares de estancieros curicanos: de don Fernando Canales
de la Cerda, de don Luis González de Medina y de don Juan
de Sazo, todos ubicados en Teno. Don Fernando Canales de
la Cerda, como ya sabemos, edificó sus casas en Teno, y jun¬
to a ellas, un oratorio. La fecha de su establecimiento debe¬
mos ubicarla antes de 1664, pues en ese año, al hacer su viuda
rio. "El 30 de agosto del año de 1684, dice, bauticé, puse ólec
y crisma en la parroquia de doña Fabiana de Ocampo a Jua¬
na Margarita, natural de Maule, de edad de treinta y tres
—
86 —
Iglesia católica; y a ellos corresponde la labor más pesada y
meritoria en la cristianización del indio.
El doctrinero ejerce su ministerio desde los primeros
años de ia colonización, aun antes de que nacieran los prime¬
ros oratorios particulares. Hace un trabajo duro, de apóstol,
—
87 —
los cuales se incluía el pago de Doctrinero, Corregidor y Ad¬
ministrador.
presbítero don Diego de Lobera recibía una asignación
El
de setecientos veinte pesos en oro ycomida, la más alta asig¬
nación de doctrinero en todo el país, lo que revela la impor¬
tancia que lian debido tener aquellos caseríos. Fray Leoncio
de Toro tenía un salario de trescientos treinta pesos, que era
también uno del país.
de los mayores
ElObispo Medellín, al dar cuenta al Rey en 1585 del es¬
tado de las doctrinas, se queja con justicia del enorme trabajo
de los doctrineros, haciendo notar que cada sacerdote tiene
a su cargo muchos "lugariílos", apartados en mucha distan¬
—
88 —
cia, y a todos éstos se administra a costa de los 30 indios. Y
el triste cura arriesga ahogarse cada día por sesenta pe¬
en
sos en el año. De esta parte son las doctrinas de Melipilla,
—
90 —
Bautista de Chimbarongo", es cláusula usual en el testa¬
mento de muchos viejos curicanos.
El convento mercedario de Chimbarongo fue la base que
dio nacimiento al pueblo del mismo nombre, que, aunque si¬
tuado fuera de los términos de la provincia de Curicó, lo
mencionamos aquí para recalcar un fenómeno que se exte¬
riorizó en toda la región.
Estuvo ubicado primitivamente este convento casi en el
deslinde mismo de la actual provincia de Curicó, tres kiló¬
metros hacia el poniente de la estación de Quinta, en el lugar
que hoy día se llama Convento Viejo. A su alrededor se fue
agrupando en forma natural un apreciable caserío, que, con
alternativas de diversa especie, habría de convertirse en el
pueblo de Chimbarongo.
En 1627, el Gobernador don Luis Fernández de Córdoba
quiso fundar una villa en el valle de Colohagua, probable¬
mente junto al convento de Chimbarongo; pero no pudo
hacerlo, porque en esa misma época llegó una Real Cédula
desde España, prohibiendo la fundación de ciudades o villas 1
sin expresa orden del Rey.
En 1660 se estableció por los mismos parajes una nueva
parroquia, que primero se llamo de Chimbarongo y luego de
San José de Toro, parroquia que significa un nuevo paso
para la formación del pueblo. Estaba ubicada a cuatro kiló¬
metros de distancia del convento mercedario, en el lugar que
hoy día lleva el nombre de San José de Toro.
El Gobernador don Martín de Mujica, que gobernó el
Reino de Chile entre los años de 1646 y 1650, intentó también
fundar una villa en el valle de Colchagua; pero fracasó por
la misma razón que Fernández d eCórdoba.
Finalmente, el Gobernador Marín de Poveda, cuyo Go¬
bierno abarcó de 1692 a 1700, logró fundar la villa de Chim¬
—
91 —
ron por agruparse (la Parroquia sólo en el siglo XIX), de¬
jando sus emplazamientos primitivos, para forjar en forma
definitiva el actual trazado del pueblo de Chimbarongo.
En l.as serranías de Viohuquén, en medio de la pobla¬
ción indígena dispersa y numerosa, nace la segunda iglesia
permanente y organizada de la zona curicana. La acción del
cura doctrinero ya no fue suficiente para atender la zona; y
—
92 —
Dice la primera partida de defunción, fechada en 1683:
"Enterré el cuerpo de Pascuala, hija legítima de Juan e Isa¬
bel, india de encomienda del capitán don Diego Montenegro,
de edad 40 años y poco más. Feo. Sarabia, cura." Y dice la
primera partida de bautizos: "Español pardo. En Vichuquén,
en siete días del mes de noviembre del año 1723, el Licen¬
—
93 —
El aumento de la población española y el afincamiento
definitivo de muchas familias, aumentó en forma considera¬
ble la importancia de la parroquia de Vichuquén. Ejercía
funciones en forma activa en toda la región, y estableció vi-
párroco de Viohuquén.
■Hubo épocas en que esta capilla fue enteramente aban¬
donada; y así, uno de los encomenderos del pueblo llegó al
extremo de tomar posesión del edificio de la capilla para ins¬
talar en él una curtiduría.
En la capilla de Lora fue venerada también una imagen
quiteña de la Virgen, que, como hemos visto, se conserva
también hasta hoy día y está también aureolada con una le¬
yenda semejante a la de Vichuquén. Aquí la imagen no ha¬
bría sido traída por los españoles sino encontrada por un mi¬
sionero en medio de los indios, que la veneraban, y llevada
por él a la capilla; pero desapareció una y otra vez, hasta que
los indios, en medio de solemne procesión, la llevaron al al¬
tar. En recuerdo de este hecho, hasta no ha mucho se rea¬
lizó en Lora una típica procesión con vestigios del ceremo¬
nial incaico, en la que había algarabía de danzas, cantos, bo¬
netes y vestimentas extrañas.
La tercera
viceparroquia fue establecida en el convento
franciscano de San Pedro de Alcántara, y data de 1717.
La cuarta, fue la del pueblo indígena de Gonza o La
Huerta. Se construyó allí una capilla para el servicio de sus
moradores, pero fue mal atendida y terminó por desaparecer
completamente. Las tierras en que estaba ubicada la capilla
fueron concedidas a don Juan
Garcés, en 1745, y pasaron a
formar lo que se llamó después Fundo Remolinos. Muchos
años después, en 1771, al hacerse la matrícula de los indios
del pueblo de la Huerta, se hizo esta amarga anotación: "Di¬
cen los indios que hubo capilla en el pueblo, pero al presente
—
95 —
Así se hizo necesario el nacimiento de una nueva parro¬
quia, y se creó la de Chimbarongo, segregada de la de Nan-
cagua y que más tarde se llamó de "San José de Toro", por
el apellido del estanciero comarcano don Andrés de Toro Ma¬
zóte, dueño de la estancia de San José de Chimbarongo. Fue
creada en 1660, y su iglesia se edificó a cuatro kilómetros de
distancia del convento mercedario, en lo que hoy se llama
San José de Toro.
Su radio de acción incluía el valle de Teno y la isla de
Curicó; y era, así, muy semejante a la antigua "doctrina de
Chimbarongo", cuyo doctrinero tenía a su cargo los pueblos
de Teno y Rauco. El párroco debía visitar de vez en cuando
el territorio de su parroquia. Llegaba a Teno y Rauco con
cierta frecuencia; pero a la Isla de Curicó sólo de vez en
cuando, pues para llegar a ella debía atravesar el río Teno,
en esaépoca inabordable durante gran parte del año. Por lo
general, el párroco de Chimbarongo ejercía sus funciones en
los distintos oratorios de los estancieros, cuya existencia en
esta época ya hemos conocido.
Del nombre de esta parroquia nació más tarde el nom¬
bre de la villa de Curicó (San José de Buenavista de Curicó),
—
96 —
tos Sacramentos, cuyo consuelo logran solamente ' una vez al
año y esto a costa de exponer su vida el cura". Indudable¬
mente, el cuadro que pinta este documento es valedero sólo
en cuanto se riefere a la labor del párroco de Chimbarongo
97 —
montañas. Unos y otros prestan, durante su permanencia,
servicios religiosos a los comarcanos.
Veinte años transcurren en estas condiciones. Los veci¬
nos de San Antonio de Quenquén, paraje que ha empezado
a tomar el nombre Hospicio (San Pedro de Alcántara),
del
valorizan la importancia que la religión de San Francisco
tiene para ellos y piden que en lugar del hospicio se erija un
convento. Su deseo es vehemente y sincero, pues ofrecen li¬
mosnas para levantar una buena iglesia y monasterio, y pa¬
—
98 —
Y"
que dió origen al pueblo que hasta hoy día se llama San Pe¬
dro de Alcántara. De la misma época datan las hermosas
plantaciones de palmas conservadas en el pueblo hasta hoy,
y que le dan un aspecto peculiar. También contribuyó el con¬
vento al progreso material, pues adquirió propiedades agrí¬
colas en las vecindades, como la estancia de Guiñe, vecina a
las tierras de don Cayetano Correa.
El convento de Alcántara tuvo una larga vida, pero no
alcanzó a llegar hasta nosotros. Hoy día conserva el conven¬
to franciscano de Santiago, como recuerdo suyo, un curioso
timbre metálico que usaba para sus actuaciones, hecho en
relieve^ y que se aplicaba sobre resina de pino colocada en el
papel. Tiene en medio la imagen de San Francisco y rodeán¬
dola una inscripción que dice: "Sigil Sanct Petrid Alcánta¬
ra" (sello de San Pedro de Alcántara).
El
lugar en que se ubicó este convento está fuera de los
límites de la actual provincia de Curicó. Lo hemos mencio¬
nado, no obstante esto, por la irradiación notable que ejer¬
ció sobre ella
y porque en sus claustros tuvieron sepultura
antiguos curicanos de la zona costeña.
Llegamos así a la quinta y última iglesia que actuó en
—
99 —
esta época sobre la zona curicana: el convento franciscano
de Curicó.
España en 1570. Un vecino de
Sil historia se inicia en
Mata de Monteagudo, llamado Diego de Prado, desenterran¬
do los viejos cimientos de un edificio en un campo llamado
La Velilla, encontró una imagen de la Virgen, que llevó has¬
ta su casa. Fue venerada en forma especial y adquirió fama
de hacer milagros. Se cuenta que la propia esposa de Diego
de Prado obtuvo en forma milagrosa su mejoría de grave en¬
fermedad; y que este hecho lo movió a erigirle primero una
ermita y luego una iglesia.
Años más tarde se trasladó a Indias un descendiente de
Diego de Prado, llamado Manuel Díaz Fernández. Llegó pri¬
mero a México, luego al Perú y, finalmente, a Santiago de
Chile.
La tradición de aquella imagen de la Virgen encontrada
en La Velilla, conservada intensamente a través de los años,
había llegado hasta Díaz Fernández con todo su vigor. De¬
sea perpetuarla en estas tierras nuevas y hacer que aquí se
—
100 —
misioneros, y que puedan tener y tengan un oratorio o capi¬
lla moderada con una sola campana pequeña con que pue¬
dan hacer señal para las misas". El lugar de su ubicación
lo señala esta licencia "en la isla que hacen los dos ríos de
Teno y Lontué, nombrada de Curicó en lengua de indio y en
la de español San José de Buena Vista".
Era necesaria también la autorización de la autoridad
civil, tal objeto el Procurador General de San Francis¬
y con
co se dirigió a la Real Audiencia demandando de ella autori¬
zación "por lo que mira a la jurisdicción real". La Real Au¬
diencia envió la petición en 1735 al Consejo de Indias, y el
Rey de España, por Real Cédula firmada en San Ildefonso
en 31 de agosto de 1736, dió también su autorización. "He
resuelto conceder, dijo, a dicha religión de San Francisco del
Reino de Chile la licencia que solicita para dicha fundación
del convento de recoletos en el citado lugar de Curicó, con el
título de Nuestra Señora de la Velilla".
Los franciscanos iniciaron su obra antes de obtener la
aprobación real y antes de la licencia del Obispo, tomando
en cuenta, sin duda, la
pasmosa lentitud de las comunicacio¬
nes en
aquella época.
Cuando todavía el Obispo no había concedido su licen¬
cia, partió desde Santiago de Chile el Padre Gaspar R-eyero
y un hermano lego que lo acompañaba. Hicieron el trayecto
montados en muías
y llegaron hasta la Isla de Curicó, bus¬
cando un sitio adecuado para la fundación del convento fran¬
ciscano.
El
padre Reyero se sintió atraído por el paraje llamado
entonces Carrizal, ubicado al oriente del cerro de Curicó, y
allí pensó ubicar el convento;
pero pronto llegaron desde
Santiago otros dos padres que se hospedaron en Tutuquén,
en casa de don Francicco de
Iturriaga, lo que movió a éste y
a los vecinos de
Tutuquén a pedir que el convento se erigie
se en
aquel lugar. Los vecinos del Carrizal, por su parte, apo¬
yaban al Padre Reyero. La controversia fue llevada al pro¬
vincial de la Orden, que en esos días se encontraba en Ma-
íloa, y en definitiva se acordó que el convento se estableciera
en el Carrizal. El fundador, don Manuel Díaz Fernández, se
nnpuso de que el lugar elegido no era, en realidad, el más
apropiado para el convento, y después de algunas gestiones
101 —
obtuvo que se ordenara construirlo en el lugar designado por
.Iturriaga, hacia el lado de Tutuquén.
Don Francisco de Iturriaga y sus liijos Agustín y José,
por escritura firmada en febrero de 1735, donaron diez cua¬
dras y un regador de aguas para la fundación del convento.
Estas cuadras provenían del antiguo título de Bernabé Mon¬
tero y están individualizadas por Iturriaga, diciendo que ellas
se encuentran "junto a la capilla y de mis casas antiguas".
—
102 —
comarcanos. En medio de él, los franciscanos constituyeron
una nota de típico y vivo colorido español. La iglesia era de
reducida extensión: 30 o 35 metros de largo por doce de an¬
—
103 —
con caracteres especiales, que lo vinculan en todos los aspec¬
tos a las mejoras tradiciones de la villa y de la zona.
104 —
-cr¬
—
105 —
m
—
106 —
12.-1611-1612: Juan de Liberona.
13—1612-1614: Miguel de Amézquita.
14.-1614-1616: Pedro de Acurcio.
15.—1617-1618: Alvaro de Navia y Roenes.
16.-1618-1620: Bernardino de Quiroga.
17.—1620-1622: Juan Pérez de Cáceres.
18.—1622-1624: Juan de Vallejos.
19.—1624: Alonso de Zelada.
20.-1625-1627: Jerónimo de Cisternas.
21.—1627-1628: Juan Ponce de León.
22.—1628-1630: Fernando Alvarez de Toledo.
23.—1630-1631: Fernando Canales de la Cerda.
24.-1631-1632: Francisco de Venegas.
25.—1633-1635: Agustín Ramírez y Sierra.
26.—1635-1638: Antonio Fernández y Caballero.
27.-1638-1640: Felipe de Arce Cabeza de Vaca.
28.—1640-1642: Diego Jofré.
29.—1642-1645: Martín Ruiz de Gamboa.
30.-1645-1647: Juan López de Madariaga.
31.-1647-1649: Valentín de Córdoba.
32.-1649-1650: Juan Alvarez Berríos.
33.—1650-1651: Francisco Higueras de Santa Ana.
34.—1651-1654: Francisco de Flores Maldonado.
35.—1654-1655: Lorenzo Díaz de Zúñiga.
36.—1655-1656: Luis de Godoy
y Figueroa.
37.-1656-1659: Juan de Caso Fuerte.
38.—1659-1660: Juan López de Madariaga.
38.-1660-1662: Diego de Leiba.
40.—1662-Í664 : Bartolomé Maldonado.
ti.—1664-1667: Diego de* Aguilar Maqueda.
42.-1667-1668: Andrés de Orozco.
43.—1668-1670: Francisco de Villavicencio.
44.—1670-1671: Lorenzo Pérez de Valenzuela.
45.—1671-1673: Alonso Gómez de Silva.
46.—1673-1675: Pedro de Toro Mazóte.
47.-1675-1677 : Juan Antonio de Morales y la Banda.
48.-1677-1681: Antonio Carvajal Campo Frío.
49.—1682-1685: Luis de Guzmán Coronado.
50.—1685-1688: José Maturana y Valle.
51.-1688-1692: Pedro Oovarrubias Lisperguer.
—
107 —
52.—1692-1695: José de Alvear.
53.—1695-1697: José de Alzamora.
54.—1697-1699 : Blas de los Reyes.
55.—1699-1700: Fernando de Corral y Calvo de la Torre.
56.—1701: Martín Ruiz de Gamboa.
57.—1702-1703: Antonio Garcés.
58.—1704-1706: Martín Ruiz de Gamboa.
59.—1707-1709: Antonio Garcés.
60.—1709-1711: Juan Antonio de Padilla.
61.—1712-1713: Juan Núñez de Silva.
62.—1714-1716: Millán López Martínez.
63.—1717-1720: Francisco José Gallardo Verdugo.
64.—1721: Diego Calvo Encalada.
•
y 34.
e) Los tenientes de Corregidor.—El territorio de cada
Corregimiento era demasiado extenso para ser gobernado
por un solo hombre. Por muy activo que fuera el corregidor,
la falta de buenos caminos y de medios de movilización le
—
109 —
1724: Marcos Mardones.
1735: Pablo de Labra.
1742: Félix Donoso. (1)
Teno:
'
Vichuquén:
f) Los administradores de
pueblos indígenas.—Para la
protección y defensa de los pueblos indígenas, que quedaron
enclavados en medio de encomenderos y terratenientes, ex¬
puestos a la codicia de conglomerados en plena ebullición,
fue necesario nombrar funcionarios especiales, la la¬
pues
bor del corregidor o.del teniente de corregidor no era sufi¬
ciente.
Se nombraron, así, administradores de pueblos de indios
cuya misión era la de defender al indígena, administrarle sus
bienes y evitar que fuera víctima de
explotaciones. Si cum¬
plieron o no con su misión es difícil advertirlo al través de
toda la maraña histórica que se ha formado sobre esta mate¬
ria, pues mientras de unos antecedentes aparecen cumplién¬
dola, de otros aparece que, lejos de eso, contribuyeron tam¬
bién a la explotación del indio, algunos de ellos.
Algunos de los administradores de pueblos de indios en
la zona curicana, fueron los
siguientes:
110 —
1604: Luis González, administrador del pueblo de Teno.
1626: Francisco de Pan y Agua de Loaíza, administrador de
los pueblos de Teno y Rauco. Fue también propieta¬
rio de tierras Teno, y posteriormente se estable¬
en
Los administradores de
pueblos indígenas estaban suje¬
tos a la autoridad del Protector General de
Indígenas y te¬
nían derecho a cobrar, en remuneración de sus servicios, un
tributo a los indios, que en un principio alcanzaba, junta¬
mente con lo que debía pagarse al doctrinero y al corregidor,
a dos pesos
por cada indio.
g) Organización militar.—No se conoció en la zona cu-
ricana durante este período otra organización militar que la
de las "milicias", formadas por elementos regionales.
La primitiva organización militar del Reino de Chile ha¬
bía sido la del ejército permanente, formado por soldados
aguerridos, bien disciplinados (dentro de lo posible) y con
buen equipo y armamento; pero este ejército, que sólo tenía
destacamentos en los lugares de mayor importancia, se fue
haciendo insuficiente para atender a todo el territorio.
Así fueron naciendo, como una necesidad, las "milicias"
o guardia
nacional, destinadas a reemplazar en las distin¬
tas localidades del Reino a la fuerza de línea.
La oficialidad de estas milicias estuvo formada en su in¬
mensa mayoría por jóvenes de familias criollas, deseosos de
prestar servicios militares y para quienes el arado aue en
ellas obtuvieron constituyó siempre un timbre de oraullo. La
tropa fue integrada por elementos populares, especialmente
mestizos.
Todo individuo en estado de cargar armas estaba, obli¬
gado a pertenecer a ellas. Sus miembros usaban uniforme v
—
111 —
recibían armamento, que consistía especialmente en lanzas
y espadas. Eran instruidos generalmente por oficiales de lí¬
nea; y cada vez que eran necesarios sus servicios se les con¬
vocaba y remuneraba con un corto sueldo.
naturaleza.
La tierra del indio cambió por entero; la vida
del hom¬
bre se encauzó por otras sendas y el destino entero
de la tie¬
rra y de los hombres quedó marcado en forma bien distinta
La
obra, sin duda, fue inmerfca. Tuvo, como toda cosa
humana, sus ventajas y sus inconvenientes, bondades e infor¬
tunios; pero deja, indiscutiblemente, un saldo a su haber.
Ella se fue desarrollando lentamente durante toda la etapa
de la colonización; y fue más intensa mientras más se avan¬
zó en este proceso colonizador. Con el empuje del coloniza¬
dor español, se formó en la zona la propiedad agrícola; nacie¬
ron las primeras familias
regionales; se inició el proceso de
la formación de la raza; se desarrollaron la agricultura, la
minería, el comercio y la industria; los campos fueron cru¬
zados por caminos ; cambió en su esencia el aspecto de la tie¬
rra y de la vida; y se fue haciendo posible, en fin, el naci¬
miento de la villa de San José de Curicó, que habría de dar
unidad y ligazón a la zona.
Un resultado negativo fue la despoblación de los pue¬
blos pero este problema, como habremos de ver¬
indígenas;
lo, tiene la gravedad que parece desprenderse de su sola
no
enunciación.
Las dificultades con que tropezaron y los sacrificios que
debieron afrontar los colonizadores, fueron incontables; y el
salir airoso de ellos nos hace comprender la calidad huma¬
na extraordinaria que se encarnaba en aquellos hombres.
Hubieron de luchar primero con la naturaleza hosca e
impenetrable de la zona; y la vencieron.
—
113 —
Lucharon después con la amenaza del indio, que los ha¬
cía emprender sus trabajos en medio de dura intranqui¬
lidad. En la zona curicana la amenaza del indio venía en
—
114 —
español encuentra a su llegada, va cambiando impercepti¬
blemente a medida que avanza la labor colonizadora.
Las selvas y los montes van cediendo terreno a los culti¬
vos; los senderos ocultos .del indio misterioso van siendo
reemplazados por amplios caminos, que recorren la zona cu-
ricana de norte a y de oriente a poniente; por todas par¬
sur
—
115 —
El encomendero no residía en el
lugar de su encomienda.
Precursor de sistema qué tiende a generalizarse en los
un
—
116 —
alteración lingüística ha debido producirse, sin duda, en los
primeros años de la colonización, lo que es fácil comprobar
en mucho lugares de la zona, especialmente costinos, que por
—
117 —
años posteriores habrá de ser de plata. En el comedor una
mesa grande rodeada de taburetes o sillas de madera; ana¬
queles y escaparates a orilla de la pared; candelabros de
bronce con velas de sebo; platos y utensilios de plata, aun¬
que no tan abundantes como lo serán en años posteriores; y
fruteros labrados. En piezas interiores se guardaba el almo-
frez, funda de cuero para envolver las camas en los viajes;
> sillas de montar, algunas con armazones de bronce; y la ro¬
mana para pesar productos. En casas más acomodadas había
118 —
masco de China (tejido de seda con dibujos), hilo de Flandes
y de Sevilla, felpa y pelo de camello.
En los sectores de menor categoría, se advertía la vesti¬
menta típica del andaluz, o la ruda tenida indígena de man¬
ta, chupalla y ojota.
El estanciero vivía permanentemente armado en defensa
de persona y de sus intereses; pero ya no tenía en su es¬
su
era colonizadora.
La granconcesión hecha al mercedario de tierras da ori¬
gen a la gran propiedad territorial. Las viejas estancias, cu¬
yo estudio en parte hemos hecho, se han transformado, suce-
diéndose de mano en mano, en las grandes haciendas de hoy.
Sin duda, ninguna se conserva en toda su extensión; pero los
amplios linderos que tuvieron han sido capaces de formar en
su seno dos o más haciendas de notable extensión.
También la gran concesión ha dado origen a muchas pe¬
queñas propiedades. La estancia inmensa de muchos terra¬
tenientes, al pasar sucesivamente a sus herederos o al vender¬
se en retazos, fue
disminuyendo en extensión, dando origen
a muchas propiedades
pequeñas, o bien a una grande y varias
pequeñas a su vera. De ahí proviene en gran parte el fenóme¬
no curioso de que hay localidades que llevan el nombre de
120 —
recen haber sido cultivados en tierra curicana durante la
Colonia.
En 1a, tasa de Gamboa (1580) encontramos un cuadro no¬
table de los cultivos agrícolas de la zona, mezclados los indí¬
genas y los europeos. Reglamentando esa Ordenanza los tri¬
butos que debían pagar los indios del encomendero don Luis
Jofré. establecía lo siguiente para la encomienda de Peteroa:
985 pesos oro y 394 en pescado, aparejos, 200 fanegas de trigo,
100 fanegas de cebada, 120 de maíz y 6 de fréjoles; y para la
encomienda de Mataquito: 710 pesos de oro, 150 fanegas de
trigo, 80 de cebada, 5 de maíz, 4 de fréjoles y pescado, apare¬
jos, ovejas y legumbres.
Los cultivos europeos se extendieron rápidamente en to¬
da la zona según se desprende de documentos de la época en
los cuales aparecen siembras de trigo y de cebada en las
más apartadas localidades.
Los árboles frutales fueron traídos también a la zona
desde los primeros años de la colonización. A Chile habían sido
traídas las especies frutales en pleno siglo XVI, a excepción
del cerezo que sólo llegó en 1615. En la zona curicana empe¬
zamos a encontrar arboledas frutales desde mediados del si¬
glo XVII. Don Juan de Sazo tenía en Teno en 1659 una arbo¬
leda completa de especies frutales; don Domingo de Amaga¬
da, en 1681, tenía una viña cercada enteramente por "zir-
gíielos" (ciruelos) y arboleda frutal completa ; y don Fernan¬
do Canales de la Cerda tenía también arboleda completa por
la misma época. En el siglo XVIII don Diego Maturana, en
el Guaico, plantó higueras, perales y otros árboles frutaies.
Los viñedos se plantaron también desde los primeros
años de la colonización. Encina sostiene en su Historia de
Chile que las viñas tuvieron durante la Colonia especial au¬
ge en la zona del Mataquito; pero su observación se refiere
indudablemente a la ribera sur de dicho río, pues al norte
de él, o sea, en la zona curicana no conocemos más existen¬
cia de viñas durante la Colonia que una que otra en sus
inicios.
Los viñedos durante la colonización y durante toda la
Colonia, tuvieron
auge especialmente en el valle de Teno, en
donde encontramos los siguientes, que son, sin duda, los pri¬
meros de la zona:
—
121 —
1659.—Juan de Sazo, viña con lagar y 13 tinajas.
Iß64.—Fernando Canales de la Cerda, viña de cuatro mil
plantas con 200 arrobas de vasija.
1666.—Juan González Rainero, viña con 180 arrobas de vasi¬
ja; y otra con 2.500 plantas y 200 arrobas de vasija.
1681.—Domingo de Arriagada, viña con 300 plantas.
1684.—Ruis González de Medina, viña de 82 hileras.
—
125 —
1668; don Diego de Maturana, en Guaico, a principios del
siglo XVHI.
Curtidurías para el aprovechamiento de los cueros del ga¬
nado establecieron, entre otros, don Luis González de Medina,
en Teno; don Marcos Mardones y don Diego de Maturana,
en el Guaico; y don Rodolfo de Rojas en Los Coipos.
Los molinos eran de factura muy simple: una rueda en
medio de un curso de agua, para dar la fuerza motriz ; y con¬
—
126 —
dumbres, era necesario arrojar grandes cantidades a los ríos
o al mar, o hacer enormes quemazones. A partir del siglo
XVII, parte del charqui y del sebo se exportó al Perú.
El encomendero don Juan Jofré estableció en Peteroa la
industria de mayor importancia, y que constituyó para la épo¬
ca un hecho extraordinario. La abundancia de ganado en la
—
127 —
fue la de las salinas en las lagunas de Boyeruca yBucalemu,
sitas en las proximidades de Vichuquén.
Los primeros españoles llegados a la zona extrajeron de
ellas en forma natural la sal de comer, casi sin industria ni
esfuerzo alguno, valiéndose sólo del procedimiento de enca¬
jonar las aguas en las sinuosidades de las rocas y esperar la
acción del sol para que cristalizara la sal y recogerla des¬
pués sin dificultad alguna.
Un corregidor del Maule, don Juan de Mendoza y Saave-
dra, que gobernó el Partido entre 1695 y 1697, al considérai'
que las salinas constituían una riqueza natural, hizo decla¬
ración en el sentido de que ellas pertenecían a S. M., "para
ayuda de sus reales huestes". Estableció que, como tales, só¬
lo podrían ser explotadas para beneficio del Rey, tarea en
la cual debían colaborar los indios del pueblo de Vichuquén
—
128 —
arte la sal que mediante esta industria se congela en las
riberas de la laguna" (1).
La explotación artificial de las salinas se hizo general.
Ei propio Corregidor Mendoza, que había declarado la pro¬
mar sobre la
presentación de Toledo dice que es un pedimen¬
to "extraño del hecho de verdad", por* ser todas las salinas,
en el día, de dominio particular, debido a la industria de los
—
129 —
g) El comercio.—Para proveer a las necesidades de la
población, cada día ep aumento, que se había establecido
hasta en los rincones más ocultos de la zona, hubo de for¬
marse un rudimentario comercio.
Sin duda, los colonizadores trajeron directamente desde
la capital del Reino muchos de sus muebles, vestidos, herra¬
mientas y objetos de uso doméstico, agrícola o industrial;
pero, en gran parte y a medida que avanzó el tiempo, se va¬
lieron de comerciantes que traían per su cuenta mercaderías
para venderlas. Estos comerciantes eran por lo general es¬
tancieros de la zona que adquirían en la capital o en el ex¬
tranjero las especies de mayor uso dentro de la zona y las
vendían en su propia casa rural o recorrían, a veces, las es¬
tancias para ofrecerlas. Nunca el español consideró desdoroso
dedicarse al comercio en las Indias, al revés de lo que suce¬
día en España misma.
En un documento de 1640 de los archivos notariales de
Colchagua (t. 2) encontramos un cuadro bastante vivo de lo
que fue el comercio en esta era y que también nos ayuda
a delinear méjor el aspecto de la vida en esos años. Un co¬
130 —
en bayeta de Castilla verde; 12 gruesas de botones de seda
negros; 5 gruesas de colores, y 12 libras de cintas de hiladi-
11o, blancas y de color.
Esta mercadería venía de distintos lugares del mundo.
En teoría, España era celosa guardadora del monopolio co¬
mercial y prohibía en forma absoluta que tocaran en Indias
barcos o comerciantes que no provenían de la Península; pe¬
ro, en el hecho, no se impedía la llegada de mercadería ex¬
tranjera, y las colonias españolas recibieron artículos hasta
de los más apartados parajes del mundo. En la propia zona
curicana, si analizamos los objetos en uso en esta era, pode¬
mos anotar que de Frandes venían espejos, escritorios y ta¬
131 —
dinal. De Chimbarongo caía al pueblo indígena de Teno, en
donde había un tambo o posada; atravesaba el río Teno, pe¬
ligrosísimo, pues debía vadearse; pasaba por la isla de Cu-
ricó a la altura del actual caserío de Rauquén, o sea, algu¬
nas cuadras al oriente de la actual ciudad; cruzaba' el río
Lontué a la altura del lugar hoy llamado La Obra; y desde
allí seguía al sur.
Este camino, rudimentario en un principio, fue el pri¬
mero que usaronlos conquistadores españoles, pues el pro¬
pio Valdivia se valió de él para sus expediciones al sur. Su
nombre lo adquirió al principio del siglo XVII, con motivo
del establecimiento del sistema de "guerra defensiva" con
los indios del sur, que señaló al río Bío-Bío como frontera
entre la tierra en poder de los españoles y la de los indios no
sometidos.
2) Camino del centro.— Estaba trazado no por el valle
central sino por los cerros de la costa. De Santiago se diri¬
gía a Melipilla; luego a Peumo, Pichidegua y Colchagua; pa¬
saba por Lolol, Nilahue, Las Palmas y Los Coipos; caía al
río Mataquito a la altura del pueblo indígena del mismo
nombre (hoy Peralillo) ; cruzaba el río en el balseadero de
Tonlemu; y pasaba al sur por el poniente de la villa de
Talca.
Este camino fue también usado desde los
primeros años
de la Conquista. De él se valían doña Inés de Suárez y Ro¬
drigo de Quiroga para llegar a su encomienda de Teno, uti¬
lizando también un ramal que partía desde Las Palmas ha¬
cia el pueblo de Teno. Sin duda, fue éste el camino más usa¬
do durante la época de la colonización. Era preferido porque
caía directamente al río Mataquito, fácilmente abordable en
balsa y evitaba, así, cruzar los ríos "de Teno
y Lontué, que
por su curso correntoso sólo podían atraverse a vado y con
peligro. Esta misma razón contribuyó también, como hemos
visto, juntamente con otras causas, a concentrar la pobla¬
ción colonizadora en la zona costina y en el valle norte del
Teno más que en la isla de Curicó.
Del camino del centro quedan aún notables vestigios y
existe en toda su integridad su caída al valle de Mataquito.
3) Camino Real de la costa o de los costinos.—Seguía
su curso por la región netamente costina. Partía desde Val-
—
132 —
paraíso y seguía a Casablanca, Rosario, Malvilla, Llolleo y
Santo Domingo; entraba a la zona bordeando la laguna de
los Choros (Cáhuil), Boyeruca y Bucalemu, por su costado
oriente; subía al cerro en Llico; seguía por los cerros de
Iloca; y caía al Mataquito a la altura de Lora, en donde ha¬
bía un balseadero. Quedan aún notables vestigios de este
camino.
135 —
llido, entre ellas la que formó en Vichuquén don Luis Jofré
Liñal deLoaiza, de quien desciende don Miguel Jofré y Ara-
ya, encomendero de Vichuquén en 1759, y don Antonio Jo¬
fré.
Los terratenientes o mercedarios de tierra son en esta
era los que principalmente contribuyen a la formación de
familias regionales, juntamente con los demás agricultores
que a través de los años van adquiriendo tierras. Este fenó¬
meno puede explicarse fácilmente en razón de que ellos te¬
nían, para establecerse en la zona, el vínculo de la tierra,
mucho más poderoso que el que tenía el encomendero.
Sería largo referirse a todos los terratenientes y a las
familias a que dieron origen, lo que nos obliga a insinuar so¬
lamente algunas noticias.
Don Sebastián de la Raigada, mercedario de tierras en
Teno, en 1612, dió origen a la familia Arriagada, uno de cu¬
yos miembros, don Francisco de Arriagada, fue de los pri¬
meros pobladores de la villa de Curicó en su segunda plan¬
—
136 —
-
139 —
los años en forma inextricable, dando nacimiento a nuevos
colores y matices.
En la era que sigue a la fundación de Curicó, y en el
momento final de la Colonia, enfocaremos de nuevo este fe¬
nómeno para apreciarlo en toda su integridad. Entonces ve¬
remos cómo cada uno de los elementos humanos forma ti¬
pos raciales y castas sociales de distinta naturaleza; cómo
hay grupos que, en general, no se mezclan y otros lo hacen
intensamente ; y cómo el problema de las clases sociales se
reduce, durante la Colonia, principalmente un problema ra¬
cial.
k) Fundación de ciudades.—Sin la colonización habría
sido un imposible la fundación de muchas ciudades
hecho
en país. Con ella, en cambio, las ciudades fueron naciendo
el
en forma natural a lo largo de todo su territorio; y nació
140 —
Elsiglo XVII transcurrió casi enteramente en las mis¬
mas condiciones, salvo que los españoles fueron autorizados
por las Paces de Quillén (1641) para ocupar las ciudades des¬
truidas. El estado del país, la población, las necesidades so¬
ciales y económicas no permitían más ciudades que las ya
fundadas. Los dos intentos que se hicieron en esta época
para fundar nuevas ciudades, fracasaron por entero. Fraca¬
só el Gobernador Luis Fernández de Córdoba, que antes de
1627 quiso fundar una ciudad en el valle de Colchagua; y
fracasó el Gobernador Martín de Mujica, que a mediados del
siglo XVII intentó fundar pueblos en los partidos de Colcha-
gua, Maule e Itata.
Pero ya afines del siglo XVII y durante el siglo XVTII
la colonización fue operando su milagro. Eos campos se han
ido poblando; las selvas, convirtiéndose en campos de culti¬
vo; los núcleos de colonizadores han adquirido importancia;
las iglesias y capillas irradian cultura y fe: hay industria,
comercio, relaciones, litigios, funcionarios... Ya no bastan
las viejas ciudades, distantes en extremo unas de otras, y
van naciendo,' en forma natural, obedeciendo a una
impe¬
riosa necesidad social, nuevas ciudades en el país.
Marín de Poveda, que gobernó entre 1692 y 1700, fundó
las ciudades de Nueva Esperanza, en Rere; otra en Itata;
141 —
rigiie, -Coelemu, San Antonio de la Florida, Casablanca, Pe-
torca, La Ligua, Cuz-Cuz, y ordenó el traslado a nuevos em¬
plazamientos de las ciudades de Concepción, 'Chillán y Cu¬
rco, esta última en 1747. Posteriormente, don Ambrosio
O'Higgins fundó las ciudades de San José de Maipo, Nueva
Bilbao o Constitución, Linares, Parral, Santa Rosa de los
Andes y Vallenar.
—
142 —
mente en los diversos rancheríos; y el despueble es, así, la
forma como sigue haciéndose la historia del indio de la zona.
Don Tomás Guevara calcula que a la época de la llega¬
da de los españoles, los indios "curis", que vivían en la isla
de Curicó y en el valle de Teno, alcanzaban probablemente a
más de tres mil. Otros cálculos establecen que en 1544 ha¬
bía 7.244 indios repartidos entre Vichuquén, Huenchullami
y Loncomila; 1.500 en Mataquito y Pocoa; y 600 en Lora. En
1580 había 142 indios en Mataquito.
Ya en 1627, había desaparecido el pueblo de Rauco, de
indios curis; hacia 1632, el de Mataquito; y en 1661, el de
Teno. O sea, antes de cien años, desde la Conquista, sólo
—
143 —
los indios de su pueblo, para llevarlos a trabajar a estancias
llan a azotes".
que se le ha revestido.
145 —
se ha mantenido casi sin mezcla blanca. En la zona curica-
na se puede observar el fenómeno que es general en el país,
relativo a la fuerte dosis de sangre
india en las clases popu¬
lares; y, además, un fenómeno netamente regional, cual es
la conservación de apellidos, costumbres y hasta pureza de
—
146 —
concedidos en encomienda, como los indios de pueblo, pero
con el solo objeto de ser sometidos a servicio personal. Solían
—
147 —
Sin embargo, la verdad es distinta. El negro entró en
gran cantidad, especialmente en el siglo XVII, y se mezcló
T
también con blancos, indios y mestizos, contribuyendo con
una parte no despreciable a formar el aspecto racial de la
CAPITULO SEGUNDO
EL PROCESO DE LA FUNDACION
(1744-1747)
—
150 —
Hay pequeñas rancherías de indios establecidas en él; y
hay también un pequeño agrupamiento de españoles, forma¬
do a poca distancia dél lugar en que ambos ríos se junta pa¬
ra formar el Mataquito. Son agricultores, hombres de es¬
fuerzo que, a costa de sacrificios incontables, han logrado
proporcionarse cierta holgura; y a quienes el deseo de una
vida social ha reunido en desordenado agrupamiento que
constituye un exponente de la exuberancia social que la co¬
lonización ha significado.
Este agrupamiento de españoles es el germen que ha¬
brá de convertirse, etapa tras etapa, en la ciudad de Curicó.
En principio, la vida de estos hombres adolece de un
un
—
152 —
revela <en todos sus gestos y movimientos estar revestido de
suprema autoridad.
En la puerfa del convento lo recibe acogedoramente el
superior de los franciscanos, y ambos se saludan a la vez con
ceremonia y afectuosidad: "Vuesa Paternidad" "Vuesa
. . .
Excelencia" ...
—
153 —
que viven, se erigiese allí, con todas las formalidades debi¬
das, una villa o ciudad.
Ya en otras ocasiones vecinos y
religiosos han hecho al
Gobernador la misma petición. Ello se conforma con fer¬
vientes deseos de don José de Manso, y acepta, pues, de pla¬
no tan justificada petición. Se fundará allí mismo una nue¬
4.—DONACIÓN DE TIERRAS
4
—
155 —
Corregidor
y Justicia Mayor del Partido del
Maule, en repre¬
sentación del Rey; los donantes doña
Mónica Donoso
alférez Solorza; y para ser y el
testigos de un acontecimiento de
tal importancia, tres vecinos
caracterizados del asiento: don
Félix Donoso, don Manuel de Olaso
y don Miguel de la Jara.
En grueso papel, lentamente
desenvuelto por el escriba¬
no, se ha extendido con caracteres firmes la
escritura de do¬
nación. El sello de Su
Majestad, impreso con un negro pro¬
fundo, está marcado
un ángulo
en
superior del documento.
"Parecieron doña Mónica Donoso,
empieza el instrumen¬
to con toda
ceremonia, viuda, mujer que fue del capitán
. . .
don Lorenzo de
Labra, y el Alférez Pedro Nolasco Solorza,
ambos vecinos de este dicho Partido ..Con letras segu¬
ras y claras, se consignan después los detalles y fórmulas de
la trascendental donación.
La señora Donoso
y el alférez son dueños de cien cua¬
dras de suelo ubicados en el
llano que se extiende entre el
cerrillo de Curicó
y el estero que pasa a las puertas del con¬
vento franciscano. Tienen en
consideración que el vecinda¬
rio ha pedido al señor don
José Manso de Velasco
que funde
una villa, ciudad o pueblo "en el dicho
asiento". Y como Su
Señoría sirviese concederles
se
semejante merced, ellos ha¬
cen
donación, en proporción de cinco cada uno, "a Su Ma¬
jestad Dios lo guarde". Quieren con ello que el beneficio de
fundarles una ciudad concedido
por el Gobernador a los ve¬
cinos, tenga real y cumplido efecto.
He aquí la escritura
que se extiende en aquella ocasión:
En el asiento de SanJosé de
de Ohimbarongo, en
Buenavista, Partido del Maule, doctrina
días del mes de octubre
nueve
renta y tres, ante mí el de mil setecientos cua¬
escribano y
noso viuda, mujer, ia última, que fuetestigos, parecieron doña Mónica Do¬
del capitán don
y el alférez Pedro Nolasco Lorenzo de Labra,
dijeron que por cuanto
Solorza, ambos vecinos de este dicho
por parte del vecindario Partido y
tiene pedido al señor de este dicho asiento se
don José Manso de
Consejo de Su Majestad, Velasco, caballero de la Orden
de ¡Santiago, del
les ejércitos, Mariscal de campo de sus rea¬
Gobernador General de este
Audiencia, que en atención a lo Reino y presidente de su Real
mucho que reporta
que se funde una
villa, ciudad o pueblo en el dicho vecindario en
fundado en él el convento dicho asiento por haberse
y recoleta de Nuestra
de logran el pasto Señora de la Velilla, don¬
espiritual y doctrina de sus
Señoría «e sirviese hijos y familiares, y que Su
concederles esta
este beneficio merced, en cuyos términos ty
tenga cumplido efecto, para que
que hacen gracia, otorgan por el tenor de la presente,
donación, buena, pina, mera,
cable, que en derecho se llama perfecta, acabada, irrevo¬
de mano a mano inter vivos,
y con las
partes presentes dada luego,
insinuaciones y remuneraciones de
leyes en
—
156 —
derecho necesarias, a Su Majestad Dios lo guarde, de diez cuadras de tie¬
rra, cinco cada uno, de las que tienen contiguas en el dicho asiento de
cien cuadras que tienen y poseen por suyas, próximas en el llano que ha¬
ce entre el cerrillo de Curicó y el estero que pasa cerca de la puerta de
dicho convento y Recoleta, para que Su Señoría las reparta a la persona
o personas que fueren de su superior agrado para el expresado fin de esta
población de villa o ciudad, tomando la posesión en la forma y manera
que por bien tuviere y fuere de su superior arbitrio. Y ala firmeza y
cumplimiento de lo que dicho es, la dicha doña Mónica obliga sus bienes
y el dicho Pedro Nolasco Solorza su persona y sus bienes, y de ambos los
habidos y por haber, y dieron poder cumplido a la justicia de Su Majes¬
tad para el apremio a su cumplimiento. Y estando presente a lo conve¬
nido en este instrumento el señor General don Juan Cornelio de Baeza,
Corregidor, Justicia Mayor y Capitán a Guerra de este dicho Partido, ha¬
biéndola oído otorgó que la aceptaba en nombre de Su Majestad y agra¬
dece a la dicha doña Mónica y alférez Pedro Nolasco Solorza esta dona¬
ción. Y los otorgantes a quienes yo el presente escribano doy fe que co¬
nozco así lo otorgaron y firmaron. Siendo presentes por testigos el Gene¬
ral don Manuel de Oiaso, don Félix Donoso y el capitán de caballos don
Miguel de la Jara. Doña Mónica Donoso, Juan Cornelio de Baeza. Pedro
Solorza. Ante mí, Juan Antonio Cheriños.
157 —
tonces el nombre de dehesas; ni esos espacios abiertos y co¬
munes que se llamaban "ejidos".
Era imposible, pues, fundar allí válidamente villa o ciu¬
dad.
—
158 —
tienen usurpada alguna, la declaren por vaca con expresión del número de
cuadras CU).
llegue el nuevo Reverendo Obispo electo por Vuestra Majestad trataré con
él ,1a división del cuarto de Ohimbarongo a que pertenece este territorio y
que lo erija en separado curato con el mismo título que el de la población,
que lo juzgo necesario para el más cómodo pasto espiritual de la religresía,
honor y adelantamiento de la dicha población. Todo lo que me ha pare¬
cido poner en noticia de Vuestra Majestad con vivo deseo de que ésta y
demás nuevas poblaciones en que incesantemente trabajo lleguen en lo ve¬
nidero al colmo del auge y sean de la Real aprobación de Vuestra Majes¬
tad y que en su inteligencia mande lo que sea de su Real agrado.
Dios guarde la católica Real persona de Vuestra Majestad los muchos
años que la cristiandad ha menester.
Santiago de Chile, 2 de noviembre de 1744. Don Joseph de Manso. (1)
—
160 —
completo después del informe del Fiscal, y sólo el 12 de agos¬
to de 1748, reunido el Consejo de Indias, con toda ceremonia
y luciendo sus miembros empolvadas pelucas, se aprueba la
fundación de San José de Buena Vista. En los autos, se es¬
tampa una frase seca y defintiva: "Con el señor Fiscal".
Mientras tanto,
villa de allende los mares, la vida
en la
ha continuado con menos lentitud que la tramitación de su
expediente, y algunos de los fundamentos con que se ha
aprobado su fundación, han perdido por entero su sentido.
El Consejo y el Fiscal, en efecto, han aprobado su fundación
por haberse ubicado en "lugar cómodo" y al lado de un con¬
vento franciscano. Ignoran que a la fecha en que ellos emi¬
ten su aprobación (1748), se encuentra ya la villa ubicada
en su nuevo lugar, y lejos del convento, por ser incómoda e
—
161 —
que en el asiento de San José de Buena Vista pueda fundar¬
se villa, ciudad o pueblo.
una
—
163 —
nerse en cuenta, además, que este caserío era llamado "San
José de Buena Vista", "Curicó" o "población de don Lorenzo
de Labra", por estar próximo a su estancia. Es indudable, en
consecuencia, que la "población" a la cual se refiere el de¬
creto de Manso, es este caserío informal, al cual se desea
convertir en villa, procurándole los terrenos necesarios para
que con tal carácter pueda ser fundado. Esta opinión se con¬
firma más aún si se observa que el decreto se refiere sólo a
la "población", y en ninguna de sus partes nos habla de
"villa" o "ciudad", como lo hacen los documentos que son
posteriores a la fundación.
e) Oíros antecedentes.— Hay también otros dos ante¬
cedentes que nos afirman más en la misma opinión.
Uno, es la carta que el Gobernador Manso de Velasco
dirige al Rey para comunicarle la fundación de la villa. La
fecha de esta carta, 2 de noviembre de 1744, pone en eviden¬
cia que la fundación de la villa no ha podido ser realizada en
octubre de 1743. Si recordamos el vehemente deseo de los
Gobernadores de Indias de hacer valer sus servicios ante el
Rey, comprenderemos que es enteramente imposible que se
haya podido comunicar al Rey, con más de un año de atra¬
so, un acontecimiento de tanta importancia y tan deseado
por él, como la fundación de una villa. Necesariamente, la
fundación ha debido realizarse muy poco antes de la fecha
de la carta.
El otro antecedente es un informe suscrito en 1745 por
los señores Félix Donoso y Manuel de Olaso, que son preci¬
samente los dos comisionados a quienes el Decreto de Man¬
so encomendó labúsqueda de tierras. De este informe (1) se
desprende en forma terminante que la villa de Curicó fue
fundada en diez cuadras, que fueron las donadas primitiva¬
mente, en 35 inmediatas que donó Nicolás Solorza y en 38
de demasías. O sea, fue fundada después del decreto de Man¬
so, ya que antes de él, sólo se disponía de las diez cuadras
primitivas.
f) Conclusión defintiva.— Definitivamente, pues, llega¬
mos a la conclusión que ya habíamos
anticipado: Curicó no
ha podido ser fundado sino después del decreto de 11 de
—
164 —
agosto de 1744, o por lo menos no ha podido hacerse antes
una fundación válida.
Desgraciadamente, no se conoce la fecha precisa en que
esta fundación haya podido realizarse. El expediente de la
fundación fue enviado por don José de Manso al Rey y es
enteramente desconocido.
Hay, sin embargo, una época relativamente estrecha,
dentro de la cual podemos ubicar la fundación. El decreto
de Manso, ordenando la búsqueda de terrenos es de fecha 11
de agosto de 1744. La carta en que el mismo don José de
Manso comunica al Rey estar ya fundada la villa, está fe¬
chada el 2 de noviembre del mismo año de 1744. Indiscuti¬
blemente, pues, la fundación de Curicó ha debido realizarse
en el espacio de tiempo comprendido entre ambas fechas.
—
165 —
importante que la villa ostenta. Su edificación resalta en
medio de la incipiente arquitectura de la villa y su irradia¬
ción espiritual es cada vez más fuerte. Al amparo suyo fun¬
ciona én la villa una escuela de niños, cuyo papel culturiza-
dor es fácil imaginár.
Una vez fundada, tuvo también la villa una Vice Parro¬
quia que funcionaba en una capilla de sólo doce varas de ex¬
tensión, y que era atendida por el párroco de San José de
Chimbarongo.
Muchos inconvenientes ofrecía, sin duda, a los habitan¬
tes la existencia de una iglesia que sólo tenía el rango de vi¬
ce parroquia. La residencia del párroco, varias leguas al nor¬
plazamiento.
En realidad, la ubicación dada por Manso a la villa, es
manifiestamente inconveniente; y son por eso numerosas las
razones que los vecinos tienen para pedir el traslado.
El terreno se encuentra a un nivel inferior al de las aguas
La
petición de los vecinos ha. sido atendida de inmediato.
corregidor del Partido de Maule, don Juan Cornelio de
El
Baeza, ha sido designado para examinar en el terreno las ra-
—
168 —
zones invocadas; y, en cumplimiento de esta misión, se en¬
cuentra en la Isla de Curicó.
Es el día 5 de octubre de 1747. Acompañado jpor el cura
—
169 —
ne y pôrqùe son suyas, próximas contiguas a este cerrillo
de Curicó".
Comparece también en la misma escritura doña Mónica
Donoso, que años atrás había sido una de las donantes para
la primera ubicación de la villa. Como propietaria colindante
doña Mónica se compromete a reforzar la donación de Barra-
Ies en el caso de que la villa necesite extenderse a terrenos
vecinos para delinear en buena forma las calles y solares. Ex¬
pone que si lo donado por don Pedro Bárrales no alcanzare
a compromete a do¬
enterar cuarenta y nueve cuadras, ella se
nar lo que falte. "La citada doña Mónica, dice la escritura,
cede todas aquellas que para el cumplimiento de las 49 nece¬
sarias a la población no alcanzaren de las del referido Barra-
Ies por la situación que se diese a la villa, como poseedora
más inmediata".
En
definitiva, fueron utilizadas cuarenta y dos cuadras
de las donadas por don Pedro Bárrales y siete de las donadas
por doña Mónica Donoso (1).
En esta forma, hubo terreno suficiente para trazar una
Iy i ' »
Un día solamente ha transcurrido desde que se hiciera la
donación de las tierras. Estamos a 8 de octubre de 1747 y se
va a dar cumplimiento
ya al trascendental y ceremonioso
trámite de la toma de posesión.
Don Juan Cornelio de Baeza, en nombre de S. M. avanza
lentamente con su comitiva por en medio de los
espinos que
cubren el terreno donado por
don Pedro Bárrales. Lo acom¬
pañan los principales vecinos del lugar; y entre ellos se ad¬
vierten los señores Félix
Donoso, Juan Ignacio Maturana,
Sebastián Valenzuela y Pedro Bárrales.
Más o menos a tres cuadras del cerrillo de Curicó, y
aproximadamente en el centro de las 40 cuadras, la comitiva
se detiene. El
corregidor Baeza avanza, solo, varios pasos
más;
se inclina hasta el suelo y coge
algunas yerbas para simboli-
—
170 —
zar con ese acto los derechos del Rey sobre aquella tierra. Co¬
mo nadie formula oposición, queda ya entendido que el Rey
es dueño de ese suelo. "Ra cual posesión, dice al estampar la
diligencia, tomé sin contradicción de tercero alguno".
El punto en que se ha detenido la comitiva permite apre¬
ciar cómodamente la excelente planta que ha sido elegida
para ubicar la villa. Bajo la protección y abrigo del cerro, las
49 cuadras forman un paño magnífico. Por el costado del sur
corre el río Guaiquillo, del cual será fácil extraer un canal
EL TRASLADO DE LA VILLA
—
172 —
trayecto a caballo y permanecer otra vez algunos días en la
villa de San José de Buenavista. Delega entonces sus atribu¬
ciones en el corregidor del Maule don Juan Cornelio de Baeza,
por medio de una providencia dictada desde San Fernando
el 14 de octubre de 1747.
Todas las atribuciones que la Junta de Poblaciones había
conferido a Traslaviña quedan, en esta forma, traspasadas al
Corregidor Baeza "Para que con el celo y experiencia que
siempre ha demostrado en servicio de ambas Majestades, de¬
linee la nueva traza de la villa de San José de Buena Vista
en lugar acordado por la Junta de Poblaciones". (Provi¬
el
dencia de Traslaviña).*
Con la misma fecha, el Oidor Traslaviña imparte desde
San Fernando las instrucciones para el adelantamiento de la
villa. Van dirigidas al teniente de Corregidor de Curicó don
Juan Ignacio de Maturana y reglan, en especial, la forma de
distribuir los solares y de proveer al aumento de los poblado¬
res. "Instrucción, dice el titùlo, que ha de tener don Juan
—
173 —
ser trazados, previa rebaja de seis varas para el señalamien¬
to de la calle. Los otros solares contiguos a la plaza habrá que
distribuirlos "a sujetos de conveniencia".
Los demás pobladores serán ubicados en los solares res¬
tantes, en forma que los de mayor calidad queden en las cer¬
canías de la plaza, y los de "corta conveniencia" en los con¬
fines de la villa.
Deberá velar don Juan Ignacio de Maturana, prolijamen¬
te, "en la rectitud de las calles para la mayor hermosura de
la villa, dejando seis varas de cada solar que compongan las
doce que ha de tener cada calle de ancho para el mejor ma¬
nejo y seguridadde los terremotos".
A fin de dar
un buen aspecto a la población deberá
pro¬
curarse, en cuanto sea posible, la uniformidad de las calles
Cada cual deberá cerrar y edificar según sus facultades; y no
se permitirá que dentro de los solares se
planten viñas. Na¬
die podrá recibir más de un solar, porque "la experiencia ha
demostrado que del exceso resulta quedar sin cercas las ca¬
lles, y por consiguiente, notablemente imperfecta la villa".
Deberá advertirse a todos los pobladores que el solar que
se les otorga es una concesión gratuita, sin gravamen
alguno
y sin otra obligación "que la de estar prontos y acudir con
sus armas y caballos a las
operaciones de guerra en defensa
del Reino".
CORREGIDOR BAEZA
—
174 —
gidor a una distancia de tres cuadras y media del cerro, en
el sitio que actualmente corresponde a la plaza de armas.
Con un cordel de 200 jarcias y con vara castellana se
inicia desde allí la medición de la planta. El corregidor en¬
carga a Pedro Zepeda que gire el cordel, para trazar la plaza,
por el llano que a su alrededor se extiende. Desde las cabe¬
ceras de la plaza se miden las manzanas en que deben que¬
176 —
na de "Curicó" había logrado imponerse definitivamente y
estaba en vías de eliminación el nombre de "San José de
CAPITULO TERCERO
t
LA VILLA COLONIAL
(1747-1810)
—
177 —
dios, con caciques y tierras, hablando su idioma y conservan¬
do sus costumbres.
Sin embargo, a todo este conjunto le faltaba un víncu¬
lo. Los estancieros, a veces, no se conocían entre sí; los in¬
dios no sabían lo que sucedía en el resto de la zona; ni ha¬
bía un punto único de reunión para transacciones comercia¬
les o cualquier acto de vida civil o religiosa.
para
En principio, ni siquiera había villas cercanas a las
un
178 —
manente y bien edificada ; un teniente de corregidor, con po¬
der y con milicias; un Cabildo, que atendiera las necesidades
locales; nuevas escuelas para educar a los hijos... Aun las
regiones que administrtivamente están fuera del alcance ju¬
risdiccional de la nueva villa, como Teno y Mataquito, em¬
piezan a mirarla como el centro de sus operaciones, en forma
tan intensa, que años más tarde, cuando se crea el Partido
de Curicó, es necesario confirmar administrativamente esta
situación.
Nace, pues, con la villa nueva, el espíritu de zona, el es¬
píritu regional.
La villa primitiva de Manso, aunque había sido fundada
formalmente y aunque era cosa viva y de cierta importancia,
no pudo formar este espíritu. No hay ningún documento co¬
lonial del cual pueda desprenderse que esa villa haya sido
centro de atracción para la zona y, aunque en carta al Rey
de España, don José de Manso habla del mucho gentío que
acude a poblarse, no hay ninguna prueba de que efectiva¬
mente haya sido numeroso ni menos que haya acudido de
puntos distantes. Este fenómeno no tiene nada de extraor¬
dinario. El espíritu regional no podía generarlo la villa de
Manso, por su corta vida, por los defectos de su fundación, y
porque no era otra cosa que una población ya conocida, sin
porvenir ni pretensiones, a la cual se había dado el barniz
de "población formal".
La nueva villa, en cambio, establecida en una planta
extensa y apropiada, trazada con regularidad y precisión,
daba la impresión de algo duradero y de porvenir. La zona vio
en ella una verdadera villa, una futura ciudad,
y de ahí na¬
ció su capacidad para abrir la era nueva del regionalismo,
la era de la villa colonial.
—
179 —
En esta nueva villa la misión corresponde al teniente
de corregidor don Juan Ignacio de Maturana. Cada manzana
fue dividida en cuatro solares, por medio de dos líneas per¬
pendiculares que se cruzaban en el centro de ella. En esta
forma, todos los solares tuvieron una extensión de un cuarto
de manzana, y todos hacían esquina en su respectiva man¬
zana, dando frente a dos calles.
A nadie podía darse más de un solar, según las instruc¬
ciones estrictas del Protector Traslaviña, "por cuanto la ex¬
periencia ha demostrado que del exceso resulta quedar sin
cercas las calles y por consiguiente notablemente imperfecta
la villa".
Traslaviña había ordenado quefrente a la plaza se deja¬
ra un solar para otro para "Cabildo y Cárceles";
parroquia y
y que los demás solares con frente a la plaza fueron distri¬
buidos a "sujetos de conveniencia". Así se procede con toda
fidelidad.
En el extremo poniente de la plaza, dando frente a ella,
se señala un solar
la Parroquia de la villa; y en el extremo
a
—
180 —
diente de aquel acaudalado colonizador que fue don Fernan¬
do Canales de la Cerda.
Frente a la
Parroquia, hacia el lado norte, tuvo su solar
don Prudencio de Valderrama, miembro de una antigua fa¬
milia de la zona curicana; y al extremo nororiente de la pla¬
za, quedó señalado el de don Jacinto Farias, que tenía su re¬
sidencia en la villa vieja, detrás del convento franciscano.
Los demás solares con frente a la plaza no fueron conce¬
didos en esta primera distribución. De doce que eran en to¬
tal, sólo siete fueron repartidos y cinco quedaron desocupa¬
dos, aunque de estos últimos es muy probable que por lo me¬
nos uno haya sido destinado a fines de utilidad general di¬
recta.
Para el resto de los solares había que
graduar el rango
de los pobladores. "Graduará para los solares inmediatos a la
plaza, había dicho Traslaviña, la calidad y conveniencia de
las personas que han de poblar; y en los confines de la villa
dará a los de corta conveniencia a cuarto de solar".
Sin
embargo, en esta parte no fueron íntegramente cum¬
plidas las instrucciones del Protector, pues a personas de ca¬
lidad se les dieron solares distantes de la plaza, no obstante
quedar desocupados algunos más próximos a ella. A don Fé¬
lix Donoso, que pertenecía a una notoria familia, la misma
de doña Mónica Donoso, donante de tierras para la funda¬
ción, los Donoso Pajuelo, y que había sido teniente de corre¬
gidor hasta pocos días antes de la distribución, se le dio un
solar casi en los extremos mismos de la villa, en la esquina
formada por las calles que actualmente se llaman Merced y
Chacabuco. Su hijo don Domingo tuvo un solar contiguo al
suyo, hacia el lado norte de la villa. Dos Donoso habían llega¬
do a Chile en los
primeros años de la Conquista. A media¬
dos del siglo XVI estaba avecindado ya en Santiago don
Francisco Donoso y Cerrudo, de quien proviene la familia
Donoso de Chile. Su avecindamiento en la zona se remonta
a fines del siglo XVII, época en que don Diego Donoso es
dueño de estancia en Vichuquén.
Los solares más distantes de laplaza fueron los de Agus¬
tín Bastidas, con frente a Alameda, en la esquina
la actual
de Montt;
y el de Marcos Ponce, de Peralillo, diagonalmente
colindante con el suyo, y con frente a la calle que seguía ha-
—
181 —
cia el poniente;el de Mateo Bustamante, con frente tam¬
y
bién a la en la esquina de la actual calle de Merced,
Alameda,
y colindante con el de Félix Donoso.
En la esquina que forman las calles que hoy día se lla¬
man Estado y Ohacabuco, tuvo su solar don Pedro de
Urzúa,
cuya familia es conocida desde el tiempo de la colonización;
y colindante con el suyo, hacia el norte, don Sebastián Va-
lenzuela. La familia Valenzuela provenía de don Francisco
Pérez de Valenuzela, uno de los conquistadores del Reino,
que había venido a Chile en 1550. Un hijo suyo, Francisco Pé¬
rez de Valenzuela y Buisa, fue corregidor de Colchagua, y un
—
182
meros días. Ninguna descripción ni relato alguno de la épo¬
ca, pueden ofrecernos una mejor imagen de la villa, que las
líneas borrosas y los caracteres toscos de este plano. A través
de él, surge con claridad el aspecto frío de aquel llano pri¬
mitivo, con unas cuantas líneas, señalando las calles, la plaza
y las figuras simétricas de los solares.
Poco después de esta primera distribución de 18 solares,
hubo nuevos vecinos que desearon poblarse y se hizo entre
ellos un nuevo reparto.
Sus solares no aparecen señalados en el plano de 1747;
pero es indudable que les fueron entregados por esa misma,
época y probablemente sólo algunos días después de la con¬
fección de este plano. Tal afirmación se deduce de documen¬
tos que existen archivados en la Capitanía General, junta¬
mente con el plazo del 47 y con los demás antecedentes del
traslado de la villa. Estos documentos consisten en compro¬
misos firmados por diversas personas, obligándose a levantar
los dos frentes de su solar que caen a la calle, con muralla
de adobes,
y a terminar su casa, todo antes del comienzo de
las lluvias. No hay, en consecuencia, duda alguna de que
estas personas tuvieron solares.
Estos nuevos vecinos fueron ocho: Miguel Iturriaga, de
Quilpoco; Juan González, de Chequenlemu ; Domingo Gua-
jardo, de Teno; Pedro González, de Chequenlemu; Nicolás
Marchant, de los altos de Ripingüe; Domingo Espinosa, de
Huecahuecán; Domingo Núñez, de Peralillo; y Laureano
Araya.
En esta forma, con 18 solares primero, y 8 en seguida,
quedó constituida la planta de la villa de San José de Buena
Vista en su segunda ubicación, que habría de ser definitiva-
Ante ella, queda abierto ahora el porvenir.
—
183 —
la villa vieja no respondieron al llamado como debían, ya
que en principal beneficio de ellos se hacía el traslado, y fue¬
ron muy pocos los que se decidieron a poblarse en los prime¬
ros años, hasta que un cataclismo natural, como una fuerza
—
184 —
-
se confeccionaron gruesos adobones y se fue acumulando
madera y coligue, traídos en carreta de los campos y cerros
de la vecindad; totora traída de las vegas que rodeaban la
villa; y sogas de cuero o de fibra vegetal para el trenzado
de la techumbre.
La obligación de todos, según compromiso que habían
firmado a fines de 1747, -era levantar las murallas de sus so¬
—
185 —
Dentro de los solares empezaron también a hacerse plan¬
taciones y a sembrarse hortalizas. Parece que en esta misma
época empezaron a plantarse viñas dentro de la traza de la
villa, no obstante que el Protector Traslaviña expresamente
lo había prohibido. "Sin permitir, había dicho en sus instruc¬
ciones para el trazado de la villa, que en la traza de la funda¬
ción se planten viñas". Pero aquel delicioso "acato pero no
cumplo" de la Colonia, parece haber triunfado una vez más.
calles no adquirieron ningún aspecto: desoladas y
tristes, enfrentando sólo a los murallones de los solares, sin
pintura alguna; polvorientas o pantanosas; y sólo cruzadas
de vez en cuando por algún vecino, por carretas que venían de
los campos o por tropas de muías cargadas. Así fueron por lo
general las calles coloniales y con mayor razón habrían de
serlo aquéllas, en una villa que recién empezaba su vida.
—
187 —
cupado en persona de esta obra y celebró contrato con don
Prudencio Valderrama, entregándole para que la realizara
dos mil doscientos pesos "en plata y moneda coriente de la
Real Hacienda del Rey".
Parece que en un principio hubo algunas dificultades y
conflictos para esta construcción, que obligaron al contra¬
tista de ella a afianzar con otros vecinos el estricto cumpli¬
miento de su obligación. A fines de 1750 comparecieron ante
él teniente de corregidor don Juan Ignacio de Maturana,
tres vecinos de la villa: don Pedro Urzúa, don José Iturria-
ga y don Gregorio Barahona, quienes rindieron fianza en fa¬
vor de Valderrama.
El edificio construyó, por fin-, de adobe y teja, bajo
se
y Cabildo.
La construcción del edificio de la Parroquia se debe a don
José de Maturana, primer Párroco de la villa, que había
desempeñado este cargo desde los tiempos de la villa vieja
y que había tenido especial intervención en el traslado de la
villa a su nueva planta. El Protector Traslaviña convino con
él las condiciones del contrato, y el Cura' Maturana quedó
obligado a construir la Parroquia por el precio de dos mil
quinientos veinte pesos, que le fueron entregados. El edificio
debía ser construido con adobes; debía tener treinta y cinco
varas de largo y nueve de ancho ; cuatro ventanas ; y una sa¬
cristía anexa, con una ventana.
En 1750 inició el cura Maturana la construcción de la
obra y al cabo de varios años la villa vio con satisfacción al-
—
189 —
zarse frente a la plaza, en el solar del lado poniente que se
había señalado para el efecto, una Parroquia sencilla, de ado¬
be y teja, de poca altura; pero que podía llenar las necesida¬
des espirituales a que estaba destinada.
Años después el cura Maturana fue destinado a la Pa¬
rroquia de Vichuquén, que en aquellos tiempos, por su anti¬
güedad y por su importancia, era considerada como de rango
superior a la de Curicó. Vino a reemplazarlo a Curicó don
Antonio Cornelio de Quezada.
El cura Quezada opinó que la Parroquia estaba deficien¬
temente construida. Estimó de mala calidad los materiales,
—
190 —
En 1771 se ordenaron algunas reparaciones al edificio pa¬
rroquial. Años después, en 1774, el Gobernador don Agustín
de Jáuregui, hizo entregar al cura Céspedes-, que reemplazaba
a Quezada, la cantidad de trescientos pesos con el mis¬
mo fin.
El año 1793, el Gobernador de Chile don Ambrosio O'Hig-
gins, ante la necesidad de construir una torre sólida para la
Parroquia de la villa de Curicó, ordenó dar seiscientos pesos
al cura de esa época, don Antonio de
Céspedes. El cura Cés¬
pedes inició esta obra con toda actividad. Fue preciso pri¬
mero deshacer la vieja torre
parroquial y hacer el enmaderado
para una nueva. Un maestro en carpintería de la villa, por
deshacer y hacer de nuevo el
enmaderado, cobró la suma de
cincuenta y seis pesos. La obra fue hecha entera de
ladrillos,
material que fue adquirido en las cercanías. Se cobraba
por
el mil de ladrillos la cantidad de seis
pesos a excepción de una
partida que fue adquirida a cinco pesos, porque su fabricante
era un feligrés
muy "devoto" de la Parroquia. Para el enma¬
derado se usó madera de ciprés, traído de los montes cerca¬
nos, y que costaba doce reales la carga. Los peones que reali¬
zaban el trabajo ganaban un salario de cuatro
pesos y cuatro
reales al mes; y a veces se les daba mote.
El ambiente colonial, lleno de conflictos y con una at¬
mósfera pesada de incidentes
y rencores, no dejó libre al cura
Céspedes de dudas y reclamaciones por la construción de la
obra. Varios años después de haber recibido los fondos
para
ella, el Subdelegado del Partido, don Juan Antonio de Armas,
lo acusó de mantenér la
iglesia en mal estado y desaseo y de
no haber terminado la torre en siete años, no obstante haber
sacado para ello seiscientos pesos, de los cuales ni
siquiera ha¬
bía rendido cuenta. Esta acusación dio motivo
para agrios y
enojosos incidentes y para mutuas imputaciones entre el cu¬
ra y el
subdelegado. En una plática dominical, el cura Cés¬
pedes, en la cúspide de su indignación, llegó a decir que se le
daba "un pito" que hubieran informado en su contra. En de¬
finitiva se vio el cura obligado a rendir cuenta de los traba¬
jos realizados y de la inversión de los fondos. Lo hizo en mar¬
zo de 1802
y su cuenta mencionó desde el costo del material
basta el mote que se daba a los peones, resultando que de los
—
191 —
seiscientos pesos sólo sobraban doce pesos y seis reales. No
terminó aquí este odioso incidente, pues la cuenta del cura
Céspedes fue objeto de diversos reparos y se comisionó al
cura de Talca, don José Ignacio Cienfuegos, para que revisara
5.—ORGANIZACION CIVIL
—
193 —
te, pasó revista a las milicias y las adiestró en el ejercicio
de las armas.
Don Francisco Antonio López fue tal vez el Corregidor
de Maule que más detenidamente visitó la zona. En 1771 vi¬
sitó los pueblos indígenas de Huerta, Vichuquén y Lora, ha¬
ciendo la matrícula de los indios. En Vichuquén adoptó me¬
didas para regularizar el rancherío, ordenando a los indios
que se poblaran cerca de la iglesia. Llegó también hasta la vi¬
lla de San José de Buena Vista para hacer la visita de conven¬
tos, y se constituyó en los de San Francisco y la Merced, to¬
mando nota de los religiosos que en ellos vivían y de los re¬
cursos con que contaban. Llegó también con el mismo objeto
pueblo" (Curicó).
El Corregidor don Fernando de Padilla sintió una atrac¬
ción incomparable por Vichuquén y llegaba con frecuencia
hasta esa localidad. En 1776, encontrándose en Vichuquén,
fue detenido por el Alguacil mayor de Talca, de orden de
un Juez visitador.
A don José Vicente de la Cruz, que gobernó entre 1788 y
1798, le correspondió hacer la primera propuesta para desig¬
nación de alcalde y procurador general de la villa. El mismo
don José Vicente de la Cruz estaba en funciones cuando fue
creado el Partido de Cüricö y fue, por tanto, durante su go¬
bierno cuando el Partido de Maule sufrió la considerable des¬
membración del territorio que pasó a integrar el nuevo Par¬
tido.
Los Corregidores de Colchagua ejercieron sus funciones
en una extensión de la zona curicana mucho más reducida,
que abarcaba sectores como Teno, Comalle, Caune, una par¬
te de la Isla de Curicó ...
—
194 —
Hubo diversos funcionarios que desempeñaron estas fun¬
ciones; pero es muy poco lo que se sabe de la actuación que
hayan tenido en zona curicana, y desde luego nada tuvieron
que hacer en la villa misma de San José de Buenavista, que
quedaba fuera de su territorio jurisdiccional. A los que de¬
sempeñaban sus funciones antes de la fundación de la villa,
los conocimos cuando analizamos la colonización. De los que
actúan después de la fundación señalaremos también su
nómina.
El año 1750 fue conferido el Corregimiento de Colcha-
gua a don Francisco Buenaventura Ramírez, que ya había
sido Corregidor en 1748. En su nombramiento, que es modelo
de curiosidad, se expresaba que a falta suya el Corregimiento
fuera otorgado al Marqués de Villa Palma de Encalada o a
quien contrajera matrimonio con una de las hijas del expresa¬
do don Francisco Buenaventura. Parece que ninguna de estas
personas pudo asumir el Corregimiento, pues en 1768 se pre¬
sentó al Rey de España don Antonio de Ulloa, diciendo es¬
tar casado con doña Fructuosa Ramírez y Laredo; y que como
ella es hija de don Francisco Buenaventura, a él, como es¬
poso, le corresponde el Corregimiento de Colchagua. Para
colmo de curiosidad agrega que estando imposibilitado para
195 —
1774-1775: Pedro José de Cañas Trujille.
1775-1785: Antonio de Ugarte.
1785-1788: Luis Antonio Velasco.
1788: Juan Antonio Salcedo.
1788-1790: Luis Antonio Velasco.
1791-1797: Gregorio Dimas de Echaurren.
—
196 —
tor Traslaviña da las instrucciones para el trazado de la villa.
Parece indudable que entre ambos funcionarios hubo dificul¬
tades y rencores, pues al hacerse el reparto de solares bajo
la dirección teniente de Corregidor, el antiguo,
del nuevo
den Félix Donoso, "sujeto de conveniencia", no obstante las
claras instrucciones de Traslaviña, recibió un solar distante
i
—
197 —
Donoso, don Ignacio de Maturana, don Pedro
Don Félix
Bárrales, don Pablo y don Lorenzo de Labra y don Luis de
Mena pertenecían a familias de la región. Moreiras era espa¬
ñol de origen portugués, propietario de la estancia Peteroa,
al lado sur del río Lontué. Fermandois era originario de la
VICHUQUEN:
TENO Y CHIMBARONGO:
—
198 —
más pequeños llamados "Partidos" o "Subdelegaciones", al
frente de los cuales se colocó un "Subdelegado"; y cada par¬
tido fue dividido en "diputaciones", al frente de las cuales
se colocó "diputado".
un
Prácticamente en las regiones del interior del país la si¬
tuación fue la misma y sólo se produjo un cambio de nom¬
bres. Sólo con respecto a las diputaciones cabe observar que
eran más numerosas que los territorios jurisdiccionales de
CURICO:
CAUNE:
VICHUQUEN:
1787-1789: Hermenegildo Céspedes.
1789: Juan Nicolás Santelices.
1791: Hermenegildo Céspedes.
1792: Juan Enrique Garcés.
PAREDONES:
TENO:
—
199 —
La última etapa en la organización civil de Curicó, en lo
que a gobierno central se relaciona, la constituye la creación
del Partido de Curicó en 1793, que hemos de relatar en pá¬
rrafo aparte. Desde esa fecha, la zona curicana, unida y abar¬
cando sectores segregados de Colchagua y Maule, tuvo un
Corregidor propio y diputados que dependían de él en cada
una de sus principales ^localidades.
ministración de justicia
la dictación de Ordenanzas; y en
y
ciertos casos gozaba también de atribuciones políticas.
El primer Cabildo de una población era
elegido por el
Gobernador; pero los siguientes se generaban >en gran parte
en forma popular,
pues los mismos Regidores designaban sus
reemplazantes, dejando al Gobernador el derecho de desig¬
nar a sólo tres de ellos.
No cabe duda de que los Cabildos no fueron siempre del
total agrado de la Corona de España, desde luego porque en
ellos se refugiaba la voz popular
y porque estaban domina¬
dos en cada localidad por el elemento
criollo, o sea, por los
españoles nacidos en Chile. Había, pues, un choque de inte¬
reses que no podía ser
grato a la Corona, y del cual resulta¬
ron no pocas dificultades entre los Cabildos
y los represen¬
tantes del Rey.
—
200 —
r
—
201 —
denes propuso para Alcalde a los señores Jacinto Pizarro,
Javier Moreira y Francisco Muñoz; y para Procurador Gene¬
ral a los señores Juan Fernández, José Antonio Fermandois
y Matías Grez.
Don Ambrosio O'Higgins, Gobernador entonces del Rei¬
no, designó como Alcalde a don Jacinto Pizarro, y como
Pro¬
curador a don Juan Fernández, quienes fueron así los
pri¬
meros que ocuparon estos cargos en la villa de Curicó. En
PROCURADORES GENERALES:
—
202 —
1793: Francisco Muñoz.
1794: José A. Silva.
1796: Jacinto Pizarro.
1798: Pedro Pizarro.
1800: Matías Antonio Grez.
1802: Manuel Pérez.
1803: José A. Mardones y Daza.
1805: Juan Fernández.
1807: Francisco Muñoz.
1809: Francisco Merino.
1810: Francisco Muñoz.
—
203 —
ellos y la autoridad central, que, en parte al menos, altera¬
ba la esencia de lo que debía ser un Cabildo.
i Gobierno los se¬
A principios de 1809 se presentaron al
ñores Juan Fernández y
Pedro Pizarro, haciendo presentes
los inconvenientes que tenía el sistema en uso para elegir
Alcaldes y Procuradores. Dicen en su presentación que son
los Alcaldes y los Procuradores los llamados a fiscalizar los
actos del Subdelegado; pero que, si son nombrados por éste,
por una razón natural no pueden fiscalizarlo en debida for¬
ma. De ahí resultan, agregan, incontables perjuicios para el
—
204 —
La zona curicana no tuvo en principio un agrimen¬
un
—
205 —
men se nombraba un administrador de alcabalas que ejercía
sus funciones durante dos años.
En Curicó existió administrador sólo desde la creación
del Partido. Algunas de las personas que desempeñaron este
cargo, con el correspondiente precio que pagaron por la su¬
basta, fueron los siguientes:
—
206 —
ba a cargo del estanquillo de Lora, y don Rafael Garcés, del
de Remolinos.
En la villa de Curicó hubo administrador de correos des¬
de 1801, siendo su primer titular don Melchor Pizarro. En
otros lugares de la zona, existían "maestros de posta", como
igualmente en la villa antes que se nombrara administrador.
Maestro de escuela, con carácter oficial, hubo en la villa
desde 1803, siendo el primero don Francisco Suárez, que ga¬
naba una renta de cien pesos al año, y luego don Nicolás
Muñoz.
Protector de indígenas hubo Curicó desde 1782, año
en
en que fue creado el cargo a instancias del Protector Gene¬
ral de Indígenas, Pérez de Uriondo. Antes de esa fecha, ejer¬
cía funciones sobre los pueblos de indios de la zona, el Pro¬
tector del Partido del Maule. El primer Protector designado
—
207 —
y cuando alguien hacía oferta, el pregonero debía publicar¬
la. Varios días se repetía la misma operación y, finalmente,
6.—ORGANIZACION MILITAR
—
208 —
den dictada en esa fecha; y desde entonces los cuadros de
Curicó y de todos los parajes del Partido, mejor organizados,
adquirieron su mayor importancia.
En 1786 se estableció una guardia permanente en el pa¬
so del Planchón, comandada por don José Antonio Franco.
PLANA MAYOR:
PRIMERA COMPAÑIA:
TERCERA COMPAÑIA:
Capitán, muerto.
Teniente, don Manuel de Mardones.
Alférez, vacante por haber mudado de domicilio.
50 soldados. 40 armas propias.
QUINTA COMPAÑIA:
Capitán, muerto.
Teniente, don Francisco de la Arriagada.
Alférez, vacante por haber mudado de domicilio.
50 soldados. 4G armas propias.
SEGUNDA COMPAÑIA:
—
209 —
Alférez, don Miguel Franco.
50 soldados. 40 armas propias.
CUARTA COMPAÑIA:
SEXTA CClMPASrlA:
Capitán, muerto.
Teniente, don Diego de Valenzuela.
Alférez, don Valentín Cotar.
50 soldados. 49 armas propias.
TOTAL:
7 Compañías.
350 soldados
266 armas propias.
8 armas del Rey (1).
y
(1) El capitán don José Antonio Franco, que era capitán de la cuar¬
ta compañía (segundo escuadrón de caballería), estaba también a cargo
de la vigilancia del Boquete del Planchón, desde 1786.
7.—LA IGLESIA Y SU OBRA
—
211 —
que la Iglesia, durante toda la Colonia, desempeñó un papel
que tuvo ribetes de grandiosidad.
Este período de la villa colonial que relatamos, corres¬
la colonización.
Desdeluego, la Iglesia tuvo un espíritu amplio en lo que
respecta a la conciencia y a los dogmas. No hay anteceden¬
te alguno en los archivos coloniales relativos a Curicó, de
—
212 —
7
La
primera fue establecida en plena era de colonización
y losprimeros antecedentes en que de ella se trata, se re¬
montan a 1658. Después de la fundación de Curicó, continuó
—
213 —
desempeñando una misión de importancia en la zona costina.
Tuvo Vice Parroquias en Lora y en Quelmen; y a fines del
—
214 —
tonces pasaba por un duro período de formación, le debe
mucho de su desenvolvimiento.
Los Párrocos de
Curicó, desde la erección de la Parro¬
quia hasta fines de la era colonial, fueron éstos:
—
215 —
que es la capilla de este pueblo es una planicie muy hermosa
que da vista a diferentes partes por la otra banda del río, cu¬
yo plan tiene agua corriente siempre que se la quieran echar".
Hay también en esta era una Vice Parroquia en el pue¬
blo indígena de Quelmen. En un principio, parece que los
pá¬
rrocos de Vichuquén se desentendieron un tanto de la aten-
216 —
Continuaron subsistiendo también en esta era otras Vice
Parroquias dependientes del curato de Vichuquén, pero ubi¬
cadas fuera de la zonacuricana, que habían sido creadas du¬
rante la colonización. Entre ellas mencionaremos a la de Nues¬
tra Señora de las Nieves de Paredones, que subsistió como
Vice Parroquia hasta el año 1778, año en que fue erigida como
Parroquia ; y el convento franciscano de San Pedro de Alcán¬
tara, que se mantuvo como Vice Parroquia durante toda la
era colonial, dependiente primero del curato de Vichuquén
—
217 —
acompaña en sus labores el lector jubilado fray Domingo Sa-
rriqueta, fray Fermín Larraín, fray Luis Toledo y el herma¬
no fray Manuel Solís. En total ocho religiosos para atender
aquel convento.
Los vecinos de la zona cumplieron religiosamente la pro¬
mesa que hicieron para el mantenimiento del convento, en los
Convento.
Obscurece ya cuando golpean a las puertas de San Fran¬
cisco y, tras larga espera, son introducidos cautelosamente
Los religiosos franciscanos los reciben con fría cortesía
y con
curiosidad un tanto temerosa.
El viajero que en forma tan extraordinaria ha
llegado al
convento curicano es el Padre Tadeo
Boza, que llega desterra¬
do por Real Orden de Carlos IV. Es
hijo de don Antonio
Boza, natural de Canarias, que se estableció en Santiago y
que fue casado con una hermana de don Juan Garcés, terra¬
teniente curicano.
El Padre Boza acaba de verse envuelto en ruidosos inci¬
dentes en la capital del
Reino, con motivo del establecimiento
de la "'alternativa" en los conventos de América. Como conse-
—
220 —
cuencia de estas incidencias fueron desterrados tres Definido¬
res franciscanos a los conventos más lejanos de la Orden.
—
221 —
líos y las piedras de la construcción del Convento, fueron
. tilizados por los vecinos y hasta hoy día hay muchas casas
que están edificadas con ellos. El suelo destinado por los re¬
coletos a cementerio fue con los años convertido en viña; y
hasta no mientras el arado del labrador removía
hace mucho,
la tierra, solían aparecer huesos humanos de antiguos vecinos
de la villa, que creyeron encontrar reposo para sus restos a
la vera del Convento franciscano.
En enero de
1916, un historiador franciscano, el Pa¬
dre Roberto Lagos, autor de un interesante trabajo sobre
los Orígenes del Convento de Curicó, hizo una visita a la loca¬
lidad de Convento Viejo, para ubicar el emplazamiento del
8.—ASPECTO FINANCIERO
—
225 —
pre pobre y desde 16Ô0 fue necesario traer del Perú, en
plata sonante, una ayuda económica que se llamó "real situa¬
do". Sólo a fines de la era colonial los impuestos alcanzaron
a cubrir los gastos.
—
226 —
1796 y 1797 ... |$ 875 por cada año
1798 y 1799 ...
400 por cada año
1800 y 1801 ...
500 por cada año
1806 y 1807 ...
300 por cada año
—
227 —
Con el correr de los años fue fundada en el Partido de
Colchagua la villa de San Fernando (1742) y como el boquete
del Planchón estaba incluido dentro de los términos de ese
Partido, se estableció que el derecho de medio real sería en
beneficio de la nueva villa, terminando así el secular derecho
de los dueños del Guaico. Este impuesto de almojarifazgo
tuvo, así, en esta región, el rasgo peculiar de destinarse a
rentas locales y no al tesoro del Rey.
En la villa de Curicó, fundada máso menos por los mis¬
mos años (1744), no se miró con muy buenos ojos que San
Fernando gozara de este derecho, pues se pensaba que estan¬
do el boquete frente a Curicó y con fácil y corto acceso hacia
esta villa, era lógico que ella gozara de las rentas que produ¬
cía. El teniente Corregidor de Curicó, don Joaquín Ferman-
dois, pidió oficialmente en 1769 que el producto del boquete
del Planchón fuera invertido en la villa de Curicó para aten¬
der sus necesidades, especialmente en lo que respecta a edi¬
ficios públicos. La solución que se encontró fue la de distri¬
buir entre ambas villas el producto de este impuesto y así
quedó establecido en forma definitiva, gozando de él desde
esa fecha las villas de San Temando y Curicó.
La escasa renta que este impuesto producía, no tuvo
tampoco regularidad. Con motivo de dificultades con los in¬
dios, las licencias estuvieron suspendidas durante muchos
años, y sólo en 1784, a instancias del Corregidor de Colcha¬
gua, se iniciaron gestiones para restablecer este comercio.
Recomendaba en forma especial el Corregidor que se enta¬
blaran de nuevo relaciones con los indios pehuenches y que
se cobrara otra el derecho del boquete, encomendándose
vez
esta misión al comandante a cargo de dicho boquete, don
José Antonio Franco.
El Procurador del Cabildo de San Femando aprovechó
la ocasión para sostener que sólo la villa de San Fernando
debía percibir los productos del impuesto, ya que el boquete
se encontraba en el Partido de
Colchagua, y sólo sus habitan¬
tes se habían preocupado de resguardarlo,
proporcionando
servicios personales y alimentos. Con motivo de estas gestio¬
nes, fueron restablecidos el comercio con los indios y el traft
co por el Planchón, pero no como quería el Procurador del
Cabildo de San Fernardo, sino en beneficio por igual de San
Fernando y Curicó.
Con los años se inició el tráfico de
ganado por el boque¬
te, pero en forma muy restringida y con la exigencia de auto¬
rización previa. Así, en 1802, el propietario del Guaico, don
—
228 —
Lucas de Arriarán, necesitó de autorización especial para
pasar ganado vacuno que traía a su estancia.
El estanco no propiamente un impuesto, pero pro¬
era
—
229 —
pues sus indios gozaban de espléndidas tierras de cultivo a
orillas del río Mataquito y en las montañas vecinas. Se resol¬
vió entonces separar de estas tierras un potrero de trescien¬
tas cuadras para destinarlo exclusivamente al pago de los
tributos.
Primitivamente se acordó dar en arriendo este potrero
a propios caciques para satisfacer los tributos con esta
los
renta; pero sucedió que hubo caciques que no pagaban el
arriendo, por lo cual los indios fueron perseguidos por no pa¬
go de tributos. Se acordó entonces arrendar el potrero a es¬
pañoles y no a indios y se acostumbró a rematarlo cada tres
años, entregándolo al mejor postor. En 1785 estaba arren¬
dado este potrero en setenta y cinco pesos; en 1798 en ochen¬
ta y seis pesos; y en 1807, en ochenta pesos.
El producto del arriendo era, sin embargo, generalmente
insuficiente para satisfacer los tributos de los indios. Era
frecuente que el Párroco de Vichuquén quedara sin su parte.
Los curas don Javier de Ravanal en 1767, don José de Espi¬
nosa en 1785 y don José Antonio Eguiluz en 1797, reclama¬
—
230 —
Los propios de la villa de Curicó fueron de diversa especie
y, conforme a su naturaleza, eran establecidos por las auto¬
ridades locales con visto bueno de la autoridad central, en
beneficio de necesidades locales.
Cinco fueron lospropios de la villa que, en definitiva,
quedaron establecidas en esta era:
1) El de las salinas, que consistía en medio real por ca¬
da carga de sal que se sacaba de las salinas de la costa.
2) El de canchas de bolas, que obligaba a los propie¬
tarios de estos establecimiéntos.
3) El de conchas del mar, que gravaba la extracción de
las conchas que el mar arrojaba en las playas de la zona y
que se utilizaban para la fabricación de cal. En la práctica
este impuesto funcionó siempre de una manera peculiar, pues
el encargado de su cobro (cargo que se obtenía en remate),
en lugar de exigir el pago de una tasa, compraba a los "ma¬
Salinas $ 127
Canchas de bolas 75
Conchas del mar ... 40
Carreras de caballos 15
Plaza 75
Total $ 332
—
233 —
JL
algunas de las categorías que hemos descrito, pues tiene ca¬
racteres de unas y de otras. El Gobierno del Reino ordenó en
1786 que se practicara en todos los Partidos una revisión de
las pesas y medidas que usaban los comerciantes, bodegone¬
ros y hacendados. Se estableció también un arancel fijando
las tasas o derechos que debían pagarse por la revisión o sello.
Esta medida un eficaz control sobre
entrañaba, desde luego,
el comercio de la época, ubicado aún en los más apartados pa¬
rajes del Reino, y muchos de cuyos componentes lo ejercían
en forma inconveniente; y entrañaba también un verdadero
—
234 —
cada lado, de doce varas de ancho. La Parroquia y el edificio
del Cabildo habían sido levantados dando frente a la plaza,
al poniente y al oriente de ella, respectivamente. El canal del
pueblo, sacado del Guaiquillo, surtió de agua los solares, que
empezaron a verdear con huertas y jardines; y dentro de los
solares lentamente fueron aumentando y mejorándose los
edificios de los pobladores. Los padres recoletos y los merce-
darios alzaron sus templos, los primeros en el suburbio orien¬
te y los segundos dentro de la traza de la villa ; y en los suelos
circundantes se fueron generando fincas pequeñas y población
rural.
De acuerdo con las instrucciones del Protector Trasla-
viña, las calles son rectas y regulares, de once varas de an¬
cho. No puede negarse que su aspecto es triste y desolador.
En el verano reverbera el sol y enormes nubarrones de polvo
suelto se levantan al paso de peatones o cabalgaduras; y en
invierno los barriales y lagunas dificultan el tránsito en gran
parte. De cada manzana sale a la calle la acequia del servicio
y la atraviesa a tajo abierto, sin que, por lo menos en los pri¬
meros años, haya un puente que facilite su paso.
—
235 —
San Martín. A todas se les llama indistintamente "el llano",
y en verdad que merecen el nombre, pues sólo son fajas deso¬
ladas y polvorientas de terreno gris que envuelven a la villa.
Con los años el lleno del costado oriente es llamado "llano
de la Recoleta", por la proximidad del convento de San Fran¬
cisco, dando así nacimiento al primer nombre de calle de la
villa. Más adelante el llano de la Recoleta, siguiendo una
vieja costumbre española, fue llamado "cañada", y por igual
razón los tres llanos se llamaron "cañadilla".
A continuación de los llanos están los suburbios o "gote¬
ras de la villa". Poco a poco se han ido poblando, por subdi¬
ductos o mercaderías.
Con los años se hace necesario establecer un lugar ade¬
cuado, una especie de Mercado, para paradero temporal de
los comerciantes en aves, huevos y comestibles, o de pequeño
monto. El Subdelegado don Baltasar Ramírez de Arellano,
en 1809, cuando finalizaba la Colonia, hizo construir en la
Plaza un corredor de 37 varas de largo con este fin, que se
llamó "la Recova", y en el cual pudieron tales comerciantes
instalarseen forma más cómoda para ejercer su oficio en
238 —
t
If Pizarro, Olave, Cotar, Loyola, Salinas, Baeza, Vila, Llórente,
Rojas, Moreira, etc.
Hay también diversas familias que en esta época llegan
a establecerse
no ya en la villa misma ni en sus alrededoies,
—
242 —
que faltaban terrenos para la villa, ordenó que se le asignaran
tierras baldías, ejidos y dehesas en las vecindades; pero que
hasta la fecha no hay terrenos disponibles, los vecinos no
tienen ni siquiera dónde fabricar adobes y ladrillos ni dónde
fincarse y están turbadas las salidas de la villa. Le hace, por
fin,una afirmación mucho más grave: 'No se cumplió al fun¬
dar la villa, le dice, con lo dispuesto en las Leyes de Indias". .
—
243 —
Hay todavía muchas casas edificadas en el centro de los
solares y no con frente a la calle; y esta costumbre puede
advertirse aún en la Plaza misma de la villa.
Las casas cubiertas de teja predominan sobre las que
tienen techumbre de paja. Hay, en efecto, 55 casas de tejas y
adobe, y 34 ranchos de paja. Estas habitaciones constituyen
la total edificación dentro de la traza de la villa, a más del
edificio del Cabildo y Cárcel'y de las" iglesia. Hay, en total, 64
sitios eriazos, sin edificar. Frente a la actual Avenida Cami¬
o
lo Henríquez, todos los sitios son eriazos, y casi en su tota¬
lidad son eriazos también los sitios que dan frente a la actual
Avenida CHiggins. Hay también sitios eriazos frente a la
Cañada; uno, frente a la actual Avenida San Martín; y va¬
rios en el interior de la villa, aun en las manzanas centrales.
Los solares están circundados con murallas de adobe o
con cerca de espino, apareciendo 36 de esta última clase.
Dentro del trazado de la villa aparecen ubicados 53 ve¬
cinos que, sin duda, son los jefes de hogar. He aquí sus nom¬
bres: Rafael Sánchez, Manuel Fermandois, Josefa Maturana,
Francisco Muñoz, Josefa Valenzuela, Josefa Urzúa, Pruden¬
cio Donoso, Mercedes Muñoz, Belarmino Cotar, Santiago Lo¬
yola, Miguel Muñoz, Juan José Hidalgo, Mónica Parra, Diego
Martínez, Melchor Pizarro, Santiago Salinas, Alberto Rojas,
Francisco Canales, Manuel Baeza, Borja Palacios, Juan Fer¬
nández, Antonio Amengual, Rosalía Labra, Ildefonso Mar-
dones, José Antonio Silva, las Moreira (dos hermanas), Mi¬
caela Silva, Fernando Vila, Juan Méndez, Miguel Mardones,
Dolores Morales, Nicolás Méndez, Juan Méndez, Gertrudis
Daza, Juan Llórente, Paulino Salinas, Margarita Valenzuela,
Noiasco Donoso, Mariano Cubillos, José Martínez, José Ro¬
denas, Francisca Bárrales, José M. Valdivia, Atanasio Sazo,
Antonio Vilches, María Bravo, Fermín de Urzúa, Francisco
Juan Poblete, Antonio Tobar, León Avila, Juan Mena y Ra¬
món Riveros.
Si nos atuviéramos exclusivamente a los reclamos de
las autoridades y de los vecinos de la época, llegaríamos ne¬
cesariamente a la conclusión de que 63 años de vida colonial
bien poco o nada significaron para la villa de Curicó.
Pero es necesario conjugar unos antecedentes con otros,
comparar el plano realizado al refundarse la villa en 1747
con,este otro de 1807, y tener en consideración que el pro¬
greso local debe siempre guardar relación con la época.
Sin duda, la villa .de Curicó en sus 63 años de vida co¬
lonial, no pasó de ser una aldea descolorida. Pero si miramos
—
244 —
el estado general del Reino de Chile, la fuerte lucha en que
las Indias enteras estaban, empeñadas y la falta de recursos
en propia zona curicana, podremos comprender que hay
la
un largo trecho caminado desde que se trazaron calles y pla¬
za y se repartieron los primeros solares, hasta este villorrio
—
245 —
lia. Si no tenía tierras cerca de la villa, permanecía en la ma¬
ñana atendiendo o, sencillamente, sin ha¬
pequeños negocios
cer nada. Almorzaba entre diez y once de la mañana. Des¬
pués de almuerzo, venía una larga y tranquila siesta y a con¬
tinuación de ella, la comida. Después de la comida y espe¬
cialmente al atardecer, venía la hora de las tertulias, en
trastiendas y zaguanes. La mujer salía en la mañana a mi¬
sa, daba luego una vuelta por la Plaza o la Recova para ha¬
cer algunas compras, y regresaba a la casa, para no salir de
—
246 —
el Obispo de Santiago ordenó al Cura de Curicó que la pro¬
hibiera terminantemente.
En las clases
populares, formadas por indios, mestizos,
negros, mulatos y algunos blancos, la moralidad dejaba bas¬
tante que desear. Había en la villa numerosas "chinganas",
en las cuales a diario se promovían reyertas y borracheras.
Los robos y los hechos de sangre ocurrían con frecuencia; y
los amancebamientos eran numerosos.
En materia de vestidos y menajes, el criterio general en
el Reino de Chile, desde poco antes de la fundación de la vi¬
lla de Curicó, tiende hacia lujo y refinamiento. La
un mayor
vieja austeridad castellana, de vestidos negros y amoblados
sencillos, empieza a ser reemplazada por las primeras vetas
del refinamiento francés.
Cuando los Borbones llegaron al trono de España, la
vinculación familiar que se estableció entre las casas reinan¬
tes de Francia y de España, hizo que muchos comerciantes
franceses llegaran a las costas de América. Con ellos, llegó
el colorido, el lujo y el refinamiento. A los muebles tallados
en madera de los castellanos, se agregan ahora sillones dora¬
—
247
Los primeros años de la villa coinciden, pues, con este
cambio de costumbres orientado hacia el lujo que el siglo
XVIII había inoculado en el Reino. En las casas de la villa
hay muebles y cortinajes que contrastan con el menaje de
los antiguos colonizadores, y el vestido de hombres y muje¬
res tiene ya mayores adornos y complicaciones. Don Joaquín
Fermandois causa admiración a los vecinos de la villa, atra¬
vesando sus calesa. Hay algunos que van a la misa
calles en
—
248 —
mayor grado la antigua vestimenta de los colonizadores; y,
sn cambio, el hombre de campo va usando en mayor o me¬
nor grado la típica vestimenta del "huaso", más apropiada
jmra su género de vida.
Sigue, pues, en uso, el sombrero negro de paño o de cas¬
tor; el saco de paño y el jubón; los pantalones poco más aba¬
jo de la rodilla ; las medias y la capa españolas. Sólo se hacen
algunos aditamentos para amoldar mejor esta vestimenta a
la vida de misas, procesiones y tertulias de la villa. Se ven
ahora casacas largas adornadas con galones de plata o de
oro; calzones con charreteras de plata y oro; zapatos con
elegantes hebillas, y prendas de terciopelo. Hacia fines de la
Colonia, no falta algún sombrero hongo de alta copa, ni al¬
guna peluca.
Desde 1792 se advierte en la villa una nueva vestimenta
de hombre, vistosa y brillante. Es el uniforme de las milicias,
fijado ese año en forma definitiva. Los milicianos lucen orgu-
llosamente casaca de color azul, con vueltas, solapa y colla¬
rín de color rojo vivo, y pantalones y chupa blancos.
, — 249 —
caja con obleas, una pluma de ganso y un sello para cerrar
cartas. En este cuarto se guarda también la pequeña alfom¬
bra y el piso que se llevan a misa. En el tipo de casas con co¬
rredores que se edificaba en medio del solar, esta habitación,
llamada "sala", suele ubicarse en el cuartillo del corredor
exterior.
En el salón o cuadra, ubicado en el segundo cuerpo o en
—
250 —
1806, figura "un señor de una tercia de grandor fabricado de
plata maciza".
Acostumbraban también las mujeres usar algunas joyas de
oro, de plata y de perlas; relicarios, zarcillos, rositas de oro,
sortijas, gargantillas, etc. En un inventario figura un canas¬
tillo de oro con catorce limones cuyo peso en cada uno era
de un castellano. Especialmente valiosos eran los rosarios
que algunas elegantes usaban para sus devociones. Hay al¬
gunos de cuentas venturinas, con limones de oro y cruz igual¬
mente de oro; y hay también uno enteramente de oro, con
crucifijo cubierto de perlas, cuyo peso de oro es de veinte
castellanos.
La platería de la época merece una anotación especial.
Ya desde los tiempos de la colonización se advierte en la
zona la existencia de numerosos objetos labrados en plata.
—
251 —
ron su plata labrada. Ya en 1818 estaba en la zona casi ago¬
tada la platería de los vecinos y fueron autorizados entonces
para pagar sus contribuciones en otras especies.
Un aspecto interesante del cuadro de las costumbres y
estado social de la Colonia es el relativo a las castas socia¬
les que en ella imperaron.
El reducido conglomerado humano que poblaba el Reino
de Chile y, en general, todas las Indias, estaba dividido en
castas sociales infranqueables, que se escalonaban desde el
blanco hasta el producto híbrido del negro y del indio.
En los primeros años de la Conquista esta división en
castas es apenas perceptible por razones fáciles de compren¬
der, ya que faltan aún algunos de los elementos de la curiosa
escala social que la constituyó; pero, con el transcurso de
los años, se va marcando con profundos caracteres hasta ad¬
quirir la nitidez que fue nota típica de la vida colonial.
En la zona curicana este fenómeno apenas se advierte
durante la colonización. Cuando ella se inicia, y en sus pri¬
meros años, no tiene forma ni color; pero al final de la era
252 —
porotros grupos españoles de menor categoría social que
permanentemente estuvieron llegando al país y por algunas
vetas de extranjeros; y el elemento negro, que fue traído
desde el Africa.
El indio de la zona curicana tiene rasgos raciales de for¬
ma especial. Los pehuenches de la cordillera provienen de
una vieja raza paleolítica; los indios del valle central y los
costinos derivan del hombre de los conchales y del de las pie¬
dras horadadas. En Vichuquén se han establecido grupos de
incas y en Quelmén se ha asentado definitivamente también
un grupo de indios araucanos, terminando ambos por con-
fudirse racialmente con los indios de la zona. El elemento
indio actúa en lo zona durante todo la colonia y, aún, du¬
rante muchos años de la era republicana.
El elemento blanco no es tampoco en el país ni en la
zona de naturaleza uniforme.
—
253 —
te, Maturana, Urzúa; gallegos, como Vidal; franceses, como
Labbé. Al margen de estos grupos, llegan también a la zona
en-estos primeros años, como a todo el país, grupos de espa¬
ñoles anónimos, especialmente de origen andaluz, insubordi¬
nados, pendencieros e imprevisores, que son los que dan ori¬
gen en gran parte al mestizaje, y a quienes se debe casi to¬
talmente la mezcla de sangre blanca que hoy día llevan las
clases populares chilenas.
Desde la fecha de la fundación de la villa se advierten
ya otros grupos raciales en la zona curicana. 'Entre los pri¬
meros pobladores hay apellidos vascos, como Bustamante,
Maturaña, Urzúa, Iturriaga; franceses, como Marchant; y
más tarde, entre los vecinos de la villa, se encuentran cata¬
lanes, como Vila; portugueses, como Moreira; y franceses,
como Fermandois. En las estancias encontramos Pereira, de
origen portugués, y Aliaga, de origen árabe (Ali Aga).
El elemento negro continúa actuando en esta era en for¬
ma relativamente importante.
Los negros, según vimos, fueron
traídos a Chile durante
la era colonizadora para defender al
indio de la esclavitud y
para aminorar las consecuencias del despueble de los case¬
ríos indígenas. Provenían de Angola o de Guinea (Africa) y
eran traídos a Chile desde Lima o Buenos Aires. La mayor
parte llegó si siglo XVII, o sea, en plena era colonizado¬
en
ra. En el siglo XVIII se nota un notable descenso en su
entrada al país; pero en esta época se había formado ya una
masa notable de mulatos y zambos, producto de las mezclas
de los primeros negros con blancos y con indios. Estas estir¬
pes mezcladas bien pronto igualan en número a la raza ne¬
gra pura y posteriormente, a medida que disminuye la entra¬
da de negros, la superan considerablemente. Llega un mo¬
mento en que termina por completo la entrada de negros. La
raza, por mezclas sucesivas con blancos, mestizos e indios, se
confunde por entero; pero no podemos decir que desaparece,
pues su sangre continúa corriendo en proporción no despre¬
ciable en la clase popular chilena.
El fenómeno es el mismo en la zona curicana. Después
de la fundación de lavilla, se advierte menor cantidad de ne¬
gros en la zona y, en cambio, una cantidad considerable de
mulatos y zambos. El negro, sin embargo, existe en la zona
hasta fines de la Colonia. A manera de
ejemplo, podemos ci¬
tar dos casos de existencia de negros:
uno, en la villa de Cu-
ricó y otro en Vichuquén. Don Bartolomé
Muñoz, en 1790,
vendió en ciento sesenta pesos a don Francisco Serafín de
254 —
Turuvio, de paso en la villa, "un negro esclavo de 20 años,
no hipotecado, que no ha cometido delito, ni sujeto a nin¬
guna obligación de deuda". Don Pedro Nolasco Jotré, al ha¬
cer testamento en Vichuquén, en 1787, declara tener "una
L
todo ese siglo, privándola de fuentes de producción y hasta de
artículos alimenticios. Grandes masas de individuos, en las
cuales a veces también tomaban parte familias enteras, llega¬
ron así al territorio de América, en busca de medios de sub¬
sistencia.
De acuerdo con estos hechos, en las regiones del país cu¬
ya colonización intensiva se inició relativamente tarde, la ma¬
sa del mestizaje no proviene del elemento colonizador caste¬
llano o leonés, que se estableció en ella, sino de elementos
sociales de otra categoría, especialmente andaluces, y de los.
mestizos que se desplazaron desde otras regiones. Así sucedió
en la zona curicana, cuya colonización en forma intensa só¬
lo se inicia con los terratenientes en el siglo XVII. La masa
de mestizos que se forma en la zona proviene, pues, de otras
regiones o es el fruto del español anónimo y modesto, que
llegó y actuó al margen de los colonizadores y que muchas
veces se estableció en caseríos indígenas. En 1789 había agre¬
—
257 —
partidos entre peninsulares y criollos, y hasta podría decir¬
se que fueron preferidos los criollos, pues el cargo más impor¬
Año 1778.
Partido de Colchagua:
Españoles 20.875
Indios 3.727
Mestizos 3.774
Mulatos y negros . 2.887
Partido de Maule:
Españoles 26.254
Mestizos 1.278
Indios 1.285
Mulatos y zambos libres 873
Negros y mulatos esclavos 286
Año 1787.
Año 1788.
—
260 —
\
—
261 —
dio suelto que no tuvo tierras y el negro han dado origen al
inquilino de hacienda, al obrero de las ciudades y al vaga¬
bundo inquieto, que recorre el pais de un extremo a otro en
busca de trabajo.
De todos los elementos modernos que han resultado de
este largo proceso racial, ninguno es más complejo que el de
la clase popular, Por sus venas corre la sangre aventurera e
ingeniosa del andaluz; \a reconcentrada, belicosa y taciturna
del indio; la bondad y melancolía del negro. Su vida de hoy,
imprevisora y a veces-viciosa;" su vivo ingenio; sus rasgos de
ferocidad o de heroísmo; su resistencia; su poco apego a la
comodidad material y la invencible tendencia al vagabundaje
de muchos de ellos, no son otra cosa que el fuerte atavismo
de las razas mezcladas que le dieron origen.
La nota característica de la vida colonial en los lugares
en que ya quedó establecida la dominación española, fue la
paz en que ella transcurrió.
Dentro de la villa de Curicó, sus habitantes veían correr
días sin preocupaciones ni trastornos, bien distintos de aque¬
llos violentos y llenos de zozobras que habían vivido los con¬
quistadores y colonizadores, y bien distintos también de los
que vivirían después, plenos de emoción, cuando se iniciaran
las jornadas de la Independencia. Pero en este ambiente de
-paz y de tranquilidad en
que por norma general vivió la villa,
hubo algunos acontecimientos que a veces la turbaron y que
pusieron en conmoción a ella y a la zona.
Uno de estos acontecimientos extraordinarios fue la erup¬
ción del volcán Peteroa. Ocurrió el 3 de diciembre de 1763. El
Abate Molina, en breve descripción que ha sido citada des¬
pués por Astaburuaga v Guevara, nos ha trasmitido los pavo¬
rosos caracteres que ella revistió. Las cenizas y lavas invadie¬
ron yllenaron todos los valles inmediatos. Se ha dicho que un
pedazo inmenso de montaña se precipitó sobre el río Teno, sus¬
pendiendo durante diez días el curso de sus aguas; y que por
fin logró abrirse paso a través de él, despeñándose en el valle
vertiginosamente. Este fenómeno volcánico fue el que dio
origen a la laguna del Teno (o del Planchón) y a las termas
del azufre. Vicuña Mackenna se refiere a él llamándolo "te¬
rrorífica explosión del volcán Peteroa que tronchó cerros y
montañas como si fueran trozos de madera" (1).
En la
republican asólo ha tenido pequeñas erupciones, siendo la últi¬
era
ma 1891. Pero en esta era se ha producido la aparición del Quizapú,
en
cráter adventicio del Descabezado Grande, ubicado en la provincia de Tal¬
ca. Sus
primeras manifestaciones datan de 1845 y sólo en 1914 apareció
con caracteres de volcán. En 1932 lanzó una lluvia de ceniza
que, en pleno
día, obscureció por entero la zona curicana, causando la consiguiente
alarma.
—
263 —
obstante estar colocado en lugar preferente el banco del Ca¬
bildo. En otra ocasión organizó por las calles una gran alga¬
zara con música y una
corrida de toros, presentándose él
mismo a "echar lances" a
ternerillo. El Subdelegado Armas
un
estimó que aquello tenía por objeto "molestar al Alcalde".
En varias ocasiones negó la comunión a personas desafectas
y desde el púlpito trató con dureza a personas y familias con¬
notadas de la villa, llamándolos "los encopetados", "los de
tintura y capa de grana", etc. El Subdelegado Armas, a su
vez, le negaba auxilio cuando el Párroco requería su ayuda
para corregir inmoralidades, y le dirigía cartas burlescas.
El Alcalde don Francisco Muñoz se retiró un día de la
misa mientras el cura Céspedes predicaba. Mientras hacía el
trayecto de retirada por la nave central de la iglesia, desde
el banco del Cabildo hasta la puerta, fue advertido por el cu¬
ra, que lo apostrofó con violencia, gritando desde el púlpito:
"¡Se va el Rey! ¡Se va el Rey! ¡'Ese es el Rey, al que deben
seguir!" El Alcalde Muñoz, defendiéndose más tarde, dijo
que se había retirado "por una necesidad corporal urgente".
A tal extremo llegaron las cosas que el cura Céspedes es¬
cribió reclamando al Gobernador del Reino, en 1803. Don Luis
Muñoz de Guzmán, que a la sazón gobernaba, inclinó sus de¬
terminaciones en favor del párroco y envió una enérgica nota
al Subdelegado.
*■
—
265 —
la cartadel cura al Presidente del Reino. Intervino entonces
elObispo de Santiago, enviando una severa reprimenda al
Párroco de Vichuquén.
Hubo también otros incidentes de menor consecuencia,
como originado en 1797 entre el Subdelegado Bustamante y
el
el agrimensor del Partido, Morales de la Vega; y los que reite¬
radamente se promovieron entre el Párroco de Vichuquén,
el Protector de indígenas y el Corregidor del Maule, por la
distribución de los tributos indígenas.
La instrucción pública y las manifestaciones culturales
son en esta era notablemente rudimentarias. No puede desco¬
—
266 —
profesor fue don Francisco Suárez, a quien reemplazó después
don Nicolás Muñoz.
'
—
268 —
del caso. Ya en 1787 esteexpediente se encontraba extravia¬
do.Requerido el escribano mayor de la Gobernación para dar
cuenta de él, expidió el siguiente certificado:
UGARTE.
(Archivo Nacional).
—
270 —
sembrar y cercar para precaver el daño de las gentes y ani¬
males. En estos rulos hay varios montes altos de canelos y pata-
guas, pitra y arrayanes, cuyos palos sirven para umbralados
y envarillados de las construcciones, cercas y bateas; y como
la subsistencia de las humedades es por el conjunto de aguas
que subterráneamente en ellas se recopilan, se forman varios
arroyos y entre ellos una fuente copiosa, reventando en me¬
dio de ella un borbollón de más de vara en contorno, cuya se
halla cosa de tres cuartos de legua de esta villa, para el po¬
niente, y algunos esterillos, de los que es uno de agua negra,
y de él se deriva Curicó, que en lengua indiana significa Agua
Negra (digo Negra Agua), y con agua de este estero muelen
dos molinos que distan de esta villa al poniente poco más de
legua el uno, y el otro menos. Y así los arroyos como los es¬
terillos, sirven sus aguas para el regadío de otras tantas
cuadras de tierra. Al oriente, distancia de tres y media le¬
guas, hay una mina de tierra blanca que sirve para el blan¬
queo de los templos y demás construcciones de esta villa.
Sólo se contiene en esta diputación una hacienda de impor¬
tancia, y aunque en las listas consta de dos hacendados, só¬
lo el señor dueño se halla en ésta y la hacienda en diputa¬
ción distinta. Esta diputación está entre dos ríos que for¬
man una figura triangular; al norte, Teno y al sur, Lontué.
Por lo que hace a diputación, siguiendo la propia figura de
oriente a poniente, por las riberas del Teno al lado del sur
por el centro de dicha primera figura de ancho una legua y
de largo ocho, pertenece a la Subdelegación de Colchagua, di¬
vididas con linderos y miras; y por lo respectivo a doctrina
es de río a
río, hasta sus juntas que forman una isla. Minera¬
les no hay; algunos templos: la iglesia parroquial, una de
Nuestra Señora de Mercedes, otra de recoletos franciscanos
y una capila distancia de seis leguas de esta villa al oriente".
Debemos anotar al margen que esta descripción es exce¬
sivamente estricta al señalar una sola hacienda de impor¬
tancia, pues las había en mayor número; y que se trata de
uno de los
pocos documentos coloniales que hablan de "ha¬
cienda" y no de "estancia". Debemos advertir también que la
capilla de que habla es la del Guaico; y que omite la capilla
de Tutuquén.
He aquí una descripción de la diputación de Vichuquén,
hecha el mismo año de 1788, por don Hermenegildo Céspe¬
des: "Comprenden un retazo de la doctrina de Vichuquén.. .
y su extensión de oriente a póniente es de diez leguas; su lin¬
dero al oriente es desde un estero que baja de un cerro nom-
—
271 —
brado Ranguilí, cuyo estero entra al río nombrado Mataquito
y dicho río está al sur y entra al mar, que es al poniente ; y al
norte, deslinda un estero que sirve de deslinde de la doctrina
de Vichuquén y Paredones ; su distancia de sur a norte es de
seis leguas y dentro de dicho territorio hay tres capillas (se
refiere, sin duda, a las iglesias de Vichuquén, Lora y Quel-
men, únicas que existían en ese año, aun cuando con poste¬
rioridad se establecieron capillas particulares) y dos pueblos
de indios". (Lora y Vichuquén).
ballero por esa región, y que éste, mirando del cerro al río
y del río al cerro, le dijo: ¿Y cómo vive esta gente?
el escenario en el cual se desarrolla la vida
Eiste es, pues,
rural de la zona' curicana. Montañas, ríos, estancias, capillas,
molinos, indios, vegetación; v todo esto rodeando por todos
sus costados a la naciente villa de Curicó, en la cual empie¬
272 —
ños cauces se van acercando poco a poco unos a otros y por
fin adquieren los caracteres imponentes de verdaderos ríos:
al norte, el Teno; y al sur, el Lontué. Ambos ríos corren ve¬
lozmente de oriente a poniente. Mantienen en un momento
dado considerable distancia; pero poco a poco se van aproxi¬
mado hasta confundirse el uno con el otro, para dar origen
al caudaloso Mataquito, que se pierde en el mar después de
atravesar el valle de la costa.
—
274 —
Las estancias.—Hay en esta época un número mucho
c)
mayor de estancias o propiedades agrícolas. Las antiguas
concesiones de tierra, que dieron a los terratenientes la po¬
sesión de predios extraordinariamente extensos, se han veni¬
do subdividiendo con los años, por herencia o por ventas. Es¬
ta era que se inicia
fundación de la villa de Curicó, se
con la
caracteriza, pues, por una clara tendencia hacia la subdivi¬
sión territorial, que va aumentando el número de las estan¬
cias, a la vez que disminuye su extensión.
La propiedad territorial tiene ahora una mayor cotiza¬
ción y su tradición y comercio es ya cosa usual. Los hombres
compran y venden propiedades; las familias se distribuyen en
hijuelas las viejas estancias de sus antepasados; y nd faltan
quienes enajenen retazos. La población rural, así, aumenta
notablemente; el suelo se cultiva mejor; hay nuevas casas y
agrupamientos humanos en medio de los campos; y, como
consecuencia de todo, mayor colorido humano en la vida.
i
—
275 —
de la Colonia en 1810. Colocaremos en él un número de re¬
—
276 —
ESTANCIAS EN LA ZONA CURICANA
(1744-1810)
Núm.
de re¬ Ubicación o Núm. de
feren¬ nombre de la cuadras Propietario Año
cia estancia
—
278 —
Núm.
de re¬ Ubicación o Núm. de
feren¬ nombre de la cuadras Propietario Año
cia estancia
—
279 —
Núm.
de re¬ Ubicación o Núm. de
feren¬ nombre de la cuadras Propietario Año
cia estancia
22 Tutuquén 1. Juana de
Iturriaga (es¬ 1780
posa dePrudencio Val-
derrama) .— 2. Antonio,
Agustín, Dámaso, María,
Tránsito, Rosa y Rufino
Valderrama Iturriaga.
—
280 —
Núm.
de re¬ Ubicación o Núm. de
feren¬ nombre de la cuadras Propietario Año
cia estancia
—
281 —
Núm.
de re¬ Ubicación o Núm. de
feren¬ nombre de la cuadras Propietario Año
cia estancia
42 y j Ranil 1 '
1.200 Pedro Garrido. 1775
43
—
282 —
Núm.
de re¬ Ubicación o Núm. de
feren¬ nombre de la cuadras Propietario Año
da estancia
—
283 —
k
Núm.
de re¬ Ubicación o Núm. de
feren¬ nombre de la cuadras Propietario Año
cia estancia
ja jrdo.
conocidas y respetadas.
—
285 —
da a don Juan Ignacio de Maturana. Siguió denominándose
"Guaico" y mantuvo la continuidad y la tradición, aun
cuando una gran parte de ella fue vendida después a don
Lucas de Arriarán. Otra hijuela, de 848 cuadras, correspon¬
dió a Magdalena Maturana; 584 cuadras, a don José
doña
de Maturana "de la población del Guaico para abajo", amén
de otras tierras menores; 1.538, a doña Petronila Maturana,
"desde la punta del cerro Chuñuñé"; la hijuela denominada
"La Huerta", en el extremo sur de la estancia, a doña María
de Gracia Baeza y Maturana, esposa de don Pedro de Urzúa,
e hija de doña María Josefa Maturana y de don Pedro Bae¬
286 —
de él se advierten los primeros tramos de la "acequia del
Rey", que había sido construida por don Diego Maturana
para la estancia el Guaico y que, a la sazón, llegaba hasta la
villa de Curicó.
El potrero "El Yeso",la otra banda, que había sido
en
vendido por el propio don Diego Maturana, estaba en 1784
en poder de don Domingo Espinosa.
La estancia del Guaico fue
dividiéndose, pues, ininte¬
rrumpidamente a partir de la muerte de don Diego Matura¬
na; y puede decirse que casi toda la propiedad agrícola, desde
el sector cordillerano de Cuneo hasta la actual villa de Ro¬
meral, proviene de ella. Sin embargo, a pesar de las divisio¬
nes y aé
las enajenaciones, la estancia "El Guaico" ha per¬
durado al través de los años y ha llegado hasta la hora ac¬
tual. Desapareció la antigua estancia, de increíble extensión;
pero, manteniendo su tradición y su continuidad, han llegado
nasta hoy algunas hijuelas con su mismo nombre
y que son
las herederas del vigor y colorido de aquella estancia.
—
287 —
en cuyos lindes quedaban incluidos sectores curicanos de
Rauco, Teno e Isla de Guricó, pasó, según vimos, a su hijo don
Francisco Canales de la Cerda, quien la agregó a sus tierras
de Rauco y Palquibudis, Teno y Comalle, extendiendo aún
más ios
ya dilatados deslindes de la estancia de su padre.
En la época de la fundación de la villa de Curicó, estas
tierras estaban en posesión de don Francisco Javier Canales
de la Cerda, después de haber pertenecido hasta 1750 a su pa¬
dre don Antonio Canales de la Cerda. Ya no fue posible en
esta época que se mantuvieran en toda su integridad tierras
de tal extensión, y empezó el fatal proceso de su disgregación.
288 —
derete en 1755, quien a su vez lo trasmitió a sus hijos Mateo,
Francisco y Antonio Labra y Alderete.
El sector de Palquibudis se mantuvo
poder de don en
Francisco Javier Cañares de la Cerda, y dio origen a la estan¬
cia de Palquibudis. Don Francisco Javier estuvo en posesión
de esta estancia durante muchos años y tuvo serias dificulta¬
des con los propietarios del Peralillo, con quienes disputaba
—
289 —
najas, pilones y pelambres; bodegas para granero y para vi¬
no, con vasija de cuero; trapiche para minerales; y molino.
Las casasprincipales eran construidas con adobe y es¬
taban protegidas ai interior y al exterior por amplios corre¬
dores. La parte principal se componía de 4 piezas: la tienda,
ubicada a un extremo, con puerta al exterior y "mojinete"
con
yentana en él; la sala; la recámara; y la cuadra. Ade¬
más de la puerta de la tienda hay otra que da también al
exterior y una hacia el interior. A continación de la tienda
corre hacia el interior un cañón de mediagua, en el cual se
—
291 —
clavos, mulatos y negros; sus propiedades estaban dotadas
de numeroso ganado; tenía tres viñas; bodega con vasija,
curtiduría, molino, arboleda con toda clase de frutales. Su
casa de vivienda en el campo era una enorme casona de co¬
—
292 —
de don Cristóbal y de doña. Antonia Gaete; y luego a sus he¬
rederos. La estancia Ranguilí, por muerte de doña Casilda
Gaete, se divide en cinco hijuelas, que pasan al dominio de
sus hijos Agustín, Manuel, Rosauro, Casilda y Beatriz Ur-
—
294 —
lado poniente, en las inmediaciones del cerro de Maica, que
se llamó "San Antonio de Maica".
El nroblema indígena, aparentemente había quedado so¬
lucionado en 1745. Para finiquitar un conflicto entre don
Juan Garcés de Marcilla y los indios de la Huerta, se hizo
ese año una mensura, dándoseles a los indios un retazo de 84
296 —
de Besoaín; la Montaña pasó a doña Petronila Correa, casa¬
da con don Juan de Dios Moraga; Mergiieve. a don Antonio
Correa; y Llico y Güiñe, a don Gregorio Correa.
El Médano, Quesería y Coquimbo adquirieron extraor¬
dinario carácter en manos de doña Fructuosa Correa y de
don José Besoaín, quienes se dedicaron a ellas con ahinco y
con espíritu emprendedor. Estaba el Médano ubicado a ori¬
llas del mar, a continuación de la desembocadura del río Ma-
taquito, entonces ubicada en Depun. Ocupaba valiosas ve¬
gas, arrasadas .después en gran parte por el avance del rio,
y debe su nombre a los montones de arena que existen en
sus inmediaciones. Quesería estaba ubicada a poca .distancia
—
297 —
de madera de dos manos con su correspondiente ventana.
El techo, en un principio, era totalmente de paja. En esta
casa vivió don José de Besoaín la mayor parte de su vida y
la adornó con muebles y utensilios de toda clase y con gran
cantidad de imágenes religiosas detoda especie. Sin embar¬
go,durante toda su vida, conservó en su dominio una casa
habitación en San Agustín de Talca, villa con la cual siem¬
pre mantuvo vinculaciones, a diferencia de su actitud para
con la villa de Curicó, con la cual no tuvo nunca el menor
vínculo. Hacia 1771, estando don José Besoaín en su estan¬
cia del Médano, se sintió aquejado de grave enfermedad; se
llamó apresuradamente a un padre franciscano de San Pe¬
dro de Alcántara (Fray Francisco de Ribera), para que lo
auxiliara religiosamente ; y poco después falleció en ella.
—
298 —
de su estancia de Quesería hacia Lora, fue alevosamente ase¬
sinado por una partida de indios, que dejaron su cadáver
desnudo, afirmado en el tronco de un roble.
La Montaña, otra de las estancias de don Cayetano Co¬
rrea, pasó a su hija doña Petronila Correa, casada con don
Juan de Dios Moraga, miembro de una antigua familia re¬
gional. El primero en establecerse en la zona había sido don
Gaspar Moraga, estanciero de Vichuquén a principios del
siglo XVIIi. M linaje proviene de don Hernando Moraga,
llegado a Chile con Hurtado de Mendoza. Estaba esta estan¬
cia ubicada en los cerros costinos que se extendían entre
Lora, Vichuquén e Iloca. Deslindaba por el sur con tierras
de los indios de Lora y abarcaba también las lomas que caían
al estero de Iloca (hoy Perales). Se componía principalmen¬
te de cerros cubiertos por enmarañada floresta virgen, en la
que alternaban el roble, el boldo, el litre, el canelo, el maqui
y el flexible coligue, y en la que no faltaba la nota pintores¬
ca del copihue rojo entrelazado en la exuberante vegetación.
Don Juan de Dios Moraga y su esposa se establecieron en
esta estancia y tuvieron en ella explotación de madera y car¬
bón, y crianza de ganado. Construyeron en ella una casa de
material ligero, en la cual habitaron. Los linderos de esta
estancia, llenos de sinuosidades por los accidentes del terre¬
no, y por la interposición de propiedades pequeñas, abarca¬
ban todo el sector selvático que se extiende detrás de los pri¬
meros cerros de Iloca, y los montes que caían al pueblo de
Lora. Colindaba por varios de sus costados con pequeñas
propiedades pertenecientes a labradores modestos que allí
se habían establecido, a indios que en tiempo más o menos
que pertenecían.
Don Juan de Dios Moraga vendió 350 cuadras de esta
estancia a don José de Besoaín. A sufallecimiento, el resto
pasó a sus hijos Felipe, Josefa y Tomasa Moraga, quienes, a
su vez, vendieron 160 cuadras a don Pedro Jofré.
Con los años, todo el sector en que estuvo ubicada la an¬
tigua estancia, incluyendo las pequeñas propiedades vecinas
y los retazos que inevitablemente se le han disgregado, ha
recibido el nombre genérico de La Montaña, y hasta hoy día
—
299 —
constituye un hermoso paraje de naturaleza agreste y vir¬
gen, cubierto aún, en gran parte, de floresta inexplotada.
La estancia
Mergiieve, otra de las de don Cayetano Co¬
rrea, pasó Hijo don Antonio Correa, quien tuvo en ella
a su
crianza de ganado, fabricación de sebo y curtiduría. Vivió
con cierta opulencia, con numerosos esclavos 'y buen menaje
300 —
mientos por don Santiago Correa, propietario de esta estan¬
cia hasta no hace muchos años. Don Dionisio Guajardo cons¬
truyó también una capilla para la atención religiosa de la
zona, queestaba ubicada en el lugar que hasta hoy día se
llama La Capilla.
glo XIX.
También en la zona de Iloca estaba formada en esta
época lq estancia Naicura (voz indígena, que significa pie¬
dra del gato), ubicada en las proximidades de la desemboca¬
dura del río Mataquito.
301 —
individualizadas en el cuadro de las estancias que trazamos
en páginas anteriores.
Todas estas estancias estaban ubicadas
amplio .en un
302 —
ñera, según sea el lugar y la forma como actúen en él los
hechos naturales que los hacen nacer.
Una de estas formas es el renacimiento de los antiguos
caseríos indígenas. Teno. Rauco y Comalle habían sido pue¬
blos de indios de cierta importancia, que desaparecieron du¬
rante la colonización por la dispersión y muerte de sus ha¬
bitantes. Con el correr de los años, y en especial cuando el
régimen de encomiendas empieza a perder su vigor, hay in¬
dios que retornan a los lares de sus mayores y se instalan
en cualquier rincón. Mestizos, mulatos y algunos españoles
—
303 —
Así sucedió en la zona varias estancias.
con
Caune, Pa¬
tacón, Ranguillí, Las Palmas, Palquibudis, son grandes es¬
tancias alrededor de las cuales se agrupa un conglomerado
humano heterogéneo que termina por radicarse allí definti-
vamente. Muchos se hacen propietarios y todos, en una u
otra forma, mantienen vinculaciones con la estancia. Así.
todo el lugar toma pronto el mismo nombre que lleva la es¬
tancia.
304 —
plotar las fuentes de riqueza que los indios, por su desidia o
su vida viciosa, tienen abandonadas; otros, sumirse en la vi¬
da independiente y relajada que ellos llevan. Esta gente que
se acerca a vivir con los indios de los pueblos, está formada
por indios sueltos, de distintos lugares; por mestizos descen¬
dentes; por mulatos y negros libres; por españoles de baja
categoría social; por soldados desertores; por hombres per¬
seguidos por la justicia; por esclavos que han huido, etc. Un
funcionario de la época (1788) dice de esta gente en los pue¬
blos de indios del Partido del Maule: "Estoy persuadido por
lo que he experimentado que los que hoy viven agregados a
los pueblos son los que siguen los mismos sistemas de los
naturales, y sólo lo hacen por gozar de la protección que go¬
zan aquéllos en grande aumento de sus perversas inclinacio¬
nes, como que viven donde no hay campana ni recelan cár¬
cel" (1).
En los los pueblos de indios, esta gente es recibida sin
obstáculos, se les da el nombre de "inquilinos", y a veces su¬
peran en número a la población autóctona. En la matrícula
hecha en 1789. había en Lora 238 inquilinos "entre mestizos,
mulatos y algunos españoles", en circunstancias que los in¬
dios eran sólo 54. En Vichuquén, en el mismo año, había 85
inquilinos "manteniéndose de la pesca en la laguna" y sólo
31 indios. En la Huerta. 59 "inquilinos agregados", y 16 in¬
dios. Toda esta gente, unida a los indios, constituye un agru-
pamiento de importancia, que hace vida común y mantiene
vinculaciones de diversa especie. A excepción de Vichuquén,
cuyos pobladores viven dispersos a orillas de las lagunas, los
demás están agrupados en rancherías desordenadas y no
siempre compactas. A más de los pueblos principales (Lora,
Vichuquén y la Huerta), hay otros caseríos pequeños en di¬
versas localidades de la zona, como Lipimávida, Upeo, Li-
cantén, Coquimbo, Uraco, en los cuales, aunque en menor
escala, se opera el mismo proceso. Ninguno de ellos alcanza
a constituir aldea en esta era, sino simplemente gérmenes
de ellas, con la sola excepción de Vichuquén, que se trans¬
formó y se organizó en esta era, a impulsos de fuertes fac¬
tores externos.
Son interesantes las descripciones de estos centros po¬
blados hechas por documentos coloniales, que nos proporcio¬
nan una visión viva de su naturaleza.
305 —
A continuación, transcribiremos algunas de enas:
La
diputación de Cagne, a cargo de don Pedro de Ubilla, su largo de
oriente poniente, ocho leguas y su imayor ancho de tres leguas y media.
a
Está situado este pueblo a orillas del río Mataquito, cuyo río en casi
todo el distrito de este pueblo lleva su corriente al sud-oeste, siendo su si¬
tuación en dos leguas de vega, que es todo lo que corre dicho pueblo por la
parte del norte de dicho río. Su ancho es de cuatro cuadras en lo más an¬
gosto, hasta diez en lo más ancho, cuya vega es de famosos pastos de gra¬
no. Se mantiene en ella un potrero de engorda de crecido número. Sin em¬
barazo de las siembras de los indios de este pueblo y de muchos otros que
viven agregados a él, teniendo cada uno de por sí tierras para sembrar y
pastos para criar, sin entrevención unos de otros por vivir en diferentes
quebradas, todas fértiles de agua perenne de todo el año y rulos suficien¬
tes para las siembras, sin mistarse unos con otros. Tiene dicho pueblo
adentro de sus goces, sin mendigar, maderas de toda clase, que con dis¬
tancia de cuadras no más de se puede tirar para los edificios que quisie¬
ren. Tiene igualmente infinitos totorales y coliguales para formar los te¬
chos de sus casas. Dista este pueblo de la iglesia parroquial de esta doc¬
trina de seis a siete leguas de mal camino
por así todo de montaña. La
situación en que está un rancho de paja, que es la capilla de este pueblo,
es una planice muy hermosa, que da vista a diferentes partes por la otra
banda del río, cuyo plan tiene agua corriente
siempre que se la quieran
echar. Todas las lomas y quebradas que bajan a la loma de este pueblo
—
306 —-
son de abundantes pastos y sus rincones y bajos que intermedian, están
todos llenos de poblaciones por las comodidades que allí disfrutan para
bueno y malo.
La vega de que gozan los indios, está el estero que baja de por medio.
Tendrá poco más de una legua y en parte se estrecha mucho con los ce¬
rros. El terreno es entre cascajo y arena, muy poco apropiado para sem¬
brar. En la laguna pueden ¡pescar. También tienen leña, madera y alguna
paja para sus ranchos.
La iglesia parroquia estámedio de d'Cho pueblo en una falda de
en
loma donde se halla un corto
plan para poderla edificar, donde se halla
la casa del cura por no caber más en aquel plan, ni tampoco se halla en
todo el pueblo lugar donde se ipueda formar aldea para poder avecindar
en ella ni aun los pocos indios que en él se hallan.
Está dicho pueblo situado a orillas del río de Mataquito por la parte
del norte,
cuya corriente corre al rumbo de sudueste por término de 24
cuadras que es el largo de dicho pueblo. El reducto de su asiento es una
corta vega que corre a orillas de dicho río que encerrará entre cincuenta
hasta sesenta cuadras cúbicas, que es el único terreno donde los natura¬
les de este pueblo siembran las legumbres y granos para su mantención,
entendiéndose que tiene dicho pueblo agua más que la del río que pasa a
sus orillas a excepción de una acequia de grave costo que atraviesa la una
punta del pueblo sacada por el comisario don Juan Garcés y la mantiene
hoy don Jacinto Garcés, su hijo, con la que -corre un -molino de pan a
beneficio rúblico de es'e valle, por no haber otro en larga distancia, y el
resto de dicho pueblo es un retazo de llano y una falda de loma, uno y
otro seco y sin agua, estérii de pastos, los que sólo mantiene la primave¬
ra
Igualmente, estéril de madera, leña, y sin ningún espino con que se
puedan mantener cercos, si no es solicitándolo del vecindario.
308 —
ción de la Parroquia. En Hualañé, la construcción del ferro¬
carril; y en Romeral de creación de la comuna en 1892.
Hubopoblados que ni aún en la época republicana re¬
cibieron el impulso externo. Caune, Patacón, Las Palmas,
Ranguilí, Palquibudis, Los Guindos, La Montaña, Upeo no
han formado, por eso, verdaderas aldeas y sólo han
llegado
hasta nosotros como simples agrupamientos. Por el mismo
motivo, los pobladores de Lora, Lipimávida, Uraco, Coquim¬
bo, sólo adquieren caracteres poco perceptibles de aldea.
Más o proceso parecido §e desarrolla íntegra¬
menos un
mente en la
republicana con la formación de aldeas y
era
El
primero fue la Parroquia, erigida en medio de la po¬
blación de indios en los lejanos tiempos de la colonización.
La iglesia y la casa del párroco se edificaron en un pequeño
plan en la falda de una loma, en el lugar que hoy día ocupa
la casa parroquial. Por muchos años desarrolló una acción
notable entre los indios y los habitantes de la comarca, con¬
tribuyendo poco a poco a la formación de la aldea.
El otro elemento fue la orden que dió un Corregidor
para que los indios se poblaran alrededor de la Parroquia.
Ocurrió en 1771. El Corregidor del Partido del Maule don
Francisco Antonio López y Sánchez efectuó ese año la ma¬
trícula de diversos pueblos indígenas del Partido. El 18 de
mayo de ese año realizó la matrícula de Vichuquén, hacien¬
do comparecer al cacique Antivilu a la iglesia parroquial.
—
309 —
Pudo, constatar la dispersión de los indios a lo largo de las
tierras comunes, y que había algunos que habían levantado
sus rucas en quebradas y rincones ocultos. Con notable vi¬
—
310 —
jor la protección para los demás, el orden, un mayor respeto
y el espíritu de empresa en bien de la colectividad. Las ru¬
cas empiezan a levantarse en las lomas y en las quebradas
—
311 —
Brilla la plata en aperos y espuelas de los estancieros ricos.
Lanzan reflejos pálidos el cobre y la "alquimia" de los más
modestos :
Son de cobre
las espuelas del pobre.
—
313 —
chas veces de extensión considerable, que tiene vida propia
—
315 —
villa de San Fernando, y tienen, a veces, en ellas, casa pues¬
ta en la cual residen períodos de tiempo más o menos largos;
y, en cambio, no mantienen vinculación alguna, o sólo muy
débil, la villa de Curicó. Esto sucede, en especial, antes
con
de la creación del Partido de Curicó, ya que en esa época un
gran- sector curicano pertenece al Partido del Maule, del cual
es cabañera Talca, y otro al Partido de Colchagua, del cual
es cabecera San Fernando. Don Juan Garcés Donoso, de Pe-
316 —
gos, carreras de caballos, reyertas, chueca y borracheras. Las
casas en que viven los hombres, son muy semejantes a las
de las estancias, o simplemente rucas indígenas.
En Vichuquén, desde el momento en que se forma la
aldea en torno a la Parroquia, la vida adquiere algunos pun¬
tos de disimilitud con el resto de la vida rural. Se le infiltran
algunos rasgos de la vida urbana; hombres y mujeres se
preocupan más de sus atavíos; se hace vida social; hay sa¬
raos La construcción misma de las casas tiene un aspec¬
...
—
317 —
con plata; estriberas de quillay con flores labradas y con ador¬
nos de plata; y grandes espuelas, que a veces son de "alqui¬
mia" y a veces de plata maciza.
Era común en las estancias la existencia de armas, que
el estanciero cuidaba celosamente, a fin de repeler agresio¬
nes y asaltos de bandoleros, en el- desamparo y aislamiento
318 —
una vida semi bárbara, establecidos muchas veces a campo
rasoy deambulando por caminos y senderos, al acecho de
caminantes. No tienen otro medio de vida que el crimen o
el robo. Armados hasta los dientes con cuchillos y armas de
fuego, acechan el paso de hombres y carruajes para caer so¬
bre ellos y despojarlos de cuanto llevan, llegando hasta el
crimen. A v:ces, al caer la tarde, sorpresivamente caen so¬
bre alguna estancia, afrontando la defensa enérgica que con
hombres y armas les opone el estanciero, transformando el
asalto en refriega sangrienta.
Esta población de bandoleros se ha gestado de manera
compleja. Hay en ella indios sueltos que han huido de las
encomiendas o del control de los pueblos, y que en vez de
instalarse, como otros, en algún rincón o buscar trabajo en
las estancias o en la villa, han optado por la vida libre y
azarosa del crimen; hay negros y mulatos que huyen de la
A todo este
conjunto de bandoleros, hay que agregar
también a los indios
pehuenches de la cordillera que, espo¬
rádicamente, suelen también hacer sus incursiones a los
campos vecinos y asaltan estancias y viajeros, o se conten¬
tan, simplemente, con robar animales.
La audacia de los bandoleros no tiene límite. Los due¬
ños de estancia generalmente se defienden de ellos y mu-
—
319 —
chas veces tienen éxito; pero el desgraciado viajero que topa
en ei camino con alguna banda, bien poco gana con oponer
resistencia. Debe resignarse a perder cuanto lleva, y dar gra¬
cias a la Providencia si escapa cgn vida. Da ferocidad que em¬
plean muchas veces, se hace proverbial. Hay casos en que
después de asesinar a un viajero, le arrancan la piel del ros¬
tro para que no pueda después ser identificado. Esta cos¬
tumbre bárbara produce estupor en todo el Reino, y los ban¬
doleros de la zona reciben un calificativo gráfico, que se di¬
funde como dicho popular: "Maulino pela cara".
Cuando se inicia la
República, asentada ya definitiva¬
mente la Independencia, los bandoleros siguen caminos di¬
ferentes: algunos, como el Cenizo, se reintegran a la vida
honrada; y otros, como Neira, continúan la vida de depre-
320 —
daciones. Pero, en todo caso, el audaz bandolerismo de la
Colonia termina por ser dominado en la era republicana.
En los cerrillos que se extienden a lo largo de ambas ri¬
beras del río Teno, es donde han lijado su guarida los ban¬
doleros de más siniestra historia de la zona y, acaso, de to¬
do el Reino de Chile. Son pequeños montículos de terreno,
repartidos caprichosamente y muy próximos al camino real
de la Frontera. En ellos los bandoleros encuentran escondite
fácil y estratégico para sus acechanzas, y terreno propicio
para escabullir el bulto en caso de peligro.
Fueron muchos los bandoleros que se sintieron atraídos
por estos parajes y en ellos se formaron diversas bandas que
operaron en forma independiente. En pleno día, y con auda¬
cia increíble, esperan el paso de viajeros por el camino real
de la Frontera, que va desde Santiago a Concepción. Agaza¬
pados detrás de los cerrillos, mientras uno observa desde al¬
guna altura, les basta una pequeña polvareda en la lejanía
del camino para que se apresten al asalto. Ya cuando ad¬
vierten que la pieza es buena, convergen todos hacia el ca¬
mino real y, al paso de la víctima, caen sobre ella en
una algazara siniestra, en la que alterna el brillo de corvos
—
323 —
de el bravo peligroso. El rancho amigo está disperso en todas
partes y en él encuentra amparo cada vez que lo necesita.
La vida libre y desordenada lo va cogiendo poco a poco; y
así, casi imperceptiblemente y por etapas, termina por con¬
vertirse en bandolero.
—
324 —
envía un vistoso uniforme de oficial, cuyos galones llenan
de orgullo al bandolero convertido en patriota.
En los primeros cordones de la serranía de la costa tu¬
vieron ' también guarida diversas pandillas de bandoleros, que
fueron el terror de la zona de la Huerta, Caune y sectores
vecinos. En especial, sirvió de guarida el cerro llamado Mo¬
rrillo de las Cruces, ubicado en las proximidades de la con¬
fluencia del río Teno y el Lontué. Allí se guarecieron duran¬
te mucho tiempo diversas bandas de bandoleros; y sólo a fi¬
nes de la Colonia, estimando ya el Morrillo como sitio inse¬
—
325 —
orden por el Corregidor Armas de mantenerlo continuamen¬
te en el cepo y con guardia a la vista, para evitar una nue¬
va fuga.
Vichuquén y Paredones hu¬
Ein las serranías costinas de
bo también guaridas de malhechores, que alarmaron a toda
la región. Agazapados en la maraña de ia montaña virgen,
asaltaban a los que viajaban por los tortuosos caminos de
cerro; o bien, ocultos en las quebradas, esperaban la caída
de la tarde y asaltaban las estancias. En un papel de la épo¬
ca se encuentra esta frase patética: "Nadie, ni siquiera los
11.—LOS INDIOS
—
326 —
adaptaron a este nuevo género de vida; pero otros huyeron
a los más recónditos parajes a levantar nueva ruca. Algunos,
bajo la encomienda o libres de ella, conservaron su pedazo de
tierra; pero otros, en cambio, se desarraigaron de ella y em¬
pezaron a dar vida a esas hordas vagabundas que la Colonia
trasmitió a la época moderna.
328 —
otros de distinta índole. Uno, era elpueblo de Quelmen, for¬
mado, como sabemos, por indios venidos de Arauco, que se
establecieron en tierras del pueblo de Lora y que nunca tu¬
vieron encomendero. El documento de 1743 que hemos cita¬
do, dice, refiriéndose a él: "Está también el cacique Güen-
tecura, en Lora, que sólo reconoce por señor a Su Majestad".
De los caseríos pequeños que conocimos durante la coloniza¬
ción, sólo subsisten en esta época los que están ubicados en
la zona costina. Los del sector oriente de la zona han desa¬
parecido, como desaparecieron también en él los caseríos ma¬
yores.
c) Los indios sueltos y los pehuenches de la cordillera.—
No todos los indios están agrupados en pueblos o rancheríos
organizados. Como en la era de la colonización, hay ahora
indios sueltos. Algunos alzan sus rucas aisladas en pedazos
de suelo que poseen, muchas veces en lugares inaccesibles.
Estos indios eran escasos a la llegada del español, pero au¬
mentaron notablemente durante la colonización por el de¬
seo de huir de todo control que impulsó a gran parte de la
El
pehuenche es siempre un elemento inquietante para
la zonacuricana. El pacífico habitante de la isla de Curicó
y del valle de Teno lo busca y al mismo tiempo lo teme. Sube
hasta sus tolderías en busca de brea, yeso, sal y otros pro¬
ductos; y a veces es el propio indio el que baja hasta los
ranchos campesinos a ofrecer sus productos; y en ocasiones,
amenazante y violento, se convierte en ladrón de ganados
o en salteador.
La indiada del
Reino, que se había mantenido relativa¬
mente pacífica desde 1723, tuvo en 1766 un fuerte levanta¬
miento general, que alteró la tranquilidad por la
que se iba
encauzando la dominación española. En este levantamiento
tomaron parte también los indios
pehuenches.
La zona curicana sintió profundamente
se alarmada con
este acontecimiento.. Los indios
pehuenches, alzados en ar¬
mas en contra del Gobierno español, tenían, como sabemos,
tolderías en los contrafuertes cordilleranos frente a la zona;
montenían activo comercio con sus habitates
y conocían así
.muchos pormenores de la región. El
paso del Planchón, por
,el cual traficaban, podía, en un momento dado, dar paso a
330 —
toda la indiada sublevada y poner en peligro los campos y
la villa misma. Por primera providencia, se suspendió en
forma estricta todo comercio con los indios pehuenches. El
vecino de Curicó don José Mardones y Daza, propietario de la
estancia San Antonio del Cerrillo, en Teno, armó a su costa
300 hombres montados, a fin de resguardar los pasos cor¬
dilleranos eimpedir el paso de los indios.
Afortunadamente, nada extraordinario sucedió. En 1784,
en el congreso de Lonquilmd, se hizo la paz con los indios;
—
331 —
era colonial, en la zona curicana, data de 1797. Aquel año,
con motivo de unas dificultades de terrenos, amenazaron a
la zona con una incursión, produciendo general alarma. Sólo
se contuvieron cuando se accedió a lo que solicitaban.
vinculación a caserío
alguno. A veces tiene tierra, ya sea por¬
que siempre ha vivido en algún lugar tranquilo o ya sea por¬
que después de la llegada del español huyó de su esfera de
acción para vivir en paz. Cuando en 1771 el Corregidor del
Maule hizo visita a los pueblos de su jurisdicción, el cacique
de Vichuquén, refiriéndose a estos indios sueltos, que tenían
alzada su ruca en lugares apartados, los mencionó en esta
forma: "Hay indios ausentes porque buscan la libertad, que
es lo que aman"; y el
Corregidor agregó este duro comen¬
tario: "Tienen hechas sus casas en los más ocultos rincones
y quebradas para con éste motivo usar de sus bebidas, la¬
trocinios y otras gravísimas culpas" (Archivo de la Capita¬
nía General). Otras veces, el indio suelto no tiene tierra. Es
el ambulante, que llaman en la
época "volantón", y que ya
hemos conocido en este estudio. Un documento de la época,
refiriéndose al Partido del Maule, nos dice de ellos: "Tam¬
bién hay número crecido de indios que llaman volantones,
que salen de la tierra adentro a servir para socorrer sus ne¬
cesidades, que no tienen residencia fija porque son entran¬
tes y salientes y como libres se mudan de un lugar a otro" (1).
plio terreno que les había sido mensurado por Felipe Arce
Cabeza de Vaca y que fue escogido por el último cacique,
Rodrigo Caniguante.
En 1771, el pueblo de la Huerta tenía 30 cuadras; Vichu-
quén, 1.500; y Lora. 2.000. En 1789, la Huerta tiene 146 cua¬
—
333 —
dras; Vichuquén, 1.763 cuadras y media; y Lora, 1.960 cua¬
dras y media. En 1796, los indios de la Huerta tenían 84
cuadras y media. En Lora se separó un potrero de 300 cua¬
dras. que se arrendó para cubrir los tributos de los indios.
Las tierras del pueblo de Lora, en época posterior a la
fundación de Curicó, colindaban con las estancias Uraco, Li-
cantén, Coquimbo y la Montaña. Las del pueblo de Vichu¬
quén, igual época, colindaban por el sur con la loma de
en
Catalán, por el oriente con las piedras de afilar y por el
poniente con el estero de Güiñe.
A los pequeños caseríos como Upeo. Hualañé, Lipimá-
vida. etc.. les fueron también respetadas sus tierras.
Estas tierras eran gozadas en común por los indios del
pueblo respectivo, sin perjuicio de un cerco individual que
cada uno tenía junto a su ruca.
—
334 —
siderablemente. El indio, cada vez que podía, huía de la en¬
comienda o del caserío, a fin de sustraerse al trabajo o a la
vigilancia, y buscaba amparo en lugares a veces inaccesibles,
en valles desconocidos, en quebradas ocultas o en medio de
la enmarañada montaña. Allí vivía en paz, entregado a ve¬
ces al ocio o a los vicios, gozando de un
pequeño retazo de
suelo. En la época que sigue a la fundación de Curicó, ésta
propiedad individual continuó existiendo.
No se crea, sin embargo, que
todos los indios tuvieron
tierra. Ya desde la colonización empezó a formarse la legión
de indios sueltos sin tierra que fue aumentando con los años
considerablemente. Muchos de los indios que huían de en¬
comenderos y terratenientes, los que después vendieron tie¬
rras y antiguos esclavos yanaconas, no se establecieron defi¬
Frente a esta
pobreza de los indios, las autoridades rea¬
les adoptaron diversas medidas, las cuales, desgraciadamen¬
te, no siempre tuvieron por meta la protección del natural.
Una de estas medidas fue el arriendo de
un potrero de
los indios de Lora, con elobjeto de poder pagar los tributos
que a estos indios correspondían. Ya en otra parte hemos
conocido esta medida y las alternativas que tuvo su apli¬
cación.
Otra medida, ya más general y de mayor alcance, aue
trató de tomarse con los indios de la zona, fue su reducción
en un solo caserío. No fue otra cosa que la consecuencia de
—
337 —
En la zona curicana, el problema se debatió en forma
concreta, por primera vez, durante el Gobierno de don Am¬
brosio O'Higgins. Corriendo los años de 1789, se ordenó ha¬
cer una inspección los pueblos de indios del Partido de
en
Maule, a fin de determinar el que reuniera las mejores con¬
diciones para agruparlos a todos. Fueron detenidamente re¬
corridos los pueblos de Huenchullami (al sur de Mataquito),
Lora, Vichuquén y la Huerta. Se tomó nota de sus tierras
y de su población, y en definitiva se resolvió que era el pue¬
blo de Lora el más indicado para albergarlos o todos. "De
los cuatro pueblos que hay en esta provincia, dice el agri¬
mensor Morales de la Vega, encargado de esta diligencia, que
—
338 —
sa medida deentregar los indios de cada pueblo a los estan¬
cieros vecinos,
a fin de que los hicieran trabajar en sus es¬
tancias y les retuvieran del salario las cantidades necesarias
para el pago de los tributos adeudados y de los futuros. En
la Huerta, en Lora y en Vichuquén hizo comparecer a los ca¬
ciques con sus respectivos indios para notificarles la medi¬
da; pero en todos encontró la más enérgica negativa. El in¬
dio amaba la libertad por sobre todas las cosas. Prefería la
miseria, el hambre y la desnudez, antes que perder su vida
independiente; y, antes que someterse a obligación de traba¬
jo, huía, vagabundo y miserable, a cualquier lugar. El ca¬
cique de la Huerta se presentó sólo con cuatro indios, alta¬
neros y soberbios, que se negaron terminantemente a ser en¬
_
339 —
sición para el trabajo. Eran los mestizos, frutos de la unión
de indios y españoles, que cada vez se fueron haciendo más
numerosos. El estanciero y, en general, el hombre de em¬
-En
1791, bajo el Gobierno de don Ambrosio O'Higgins, se
adoptó la amplia medida de abolir totalmente las encomien¬
das. Esta medida que, en teoría, era trascendental, no tuvo
en el Reino de Chile trascendencia real alguna. Eran sólo
sólo tenía cinco indios. En 1685, Lora tenía cinco indios; Vi-
chuquén, 12; y la Huerta, 2. Todos estos datos, que ya cono¬
cemos, nos revelan en forma elocuente el lamentable estado
a que había llegado la población de los caseríos indígenas.
Coincidiendo con el debilitamiento
primero y con el
abandono después de las encomiendas, se advierte en años
posteriores un resurgimiento de la población. Ya en 1742, po¬
co antes de la fundación de Curicó, el pueblo de Vichuquén,
.
y
—
341 —
cuya encomienda estaba ejerciéndose ya con desgano, tenía
74 indios. En 1743, ya casi en la época misma de la funda¬
ción de la villa, y cuando ya había desaparecido
la encomien¬
da de Lora y las demás se ejercían también con desgano, en¬
contramos la siguiente población, según documento que ya
conocemos: Vichuquén, 46 indios; la Huerta, 17; y Lora, 67.
En la matrícula de 1771 (Cap. General, vol. 493) figuran los
siguientes datos: la Huerta, 31 indios; Vichuquén, 151; Lora,
110; y Quelmen, 80. En 1789 la población era la siguiente:
Lora, 54 indios; Vichuquén, 31; y la Huerta, 16. En 1793,
Vichuquén tenía 194 indios (1).
Matrícula de los pueblos de indios.—Uno de los me¬
h)
dios de que el régimen español se valió para el control de los
pueblos indígenas, fueron las periódicas matrículas que de
ellos se hacía. Generalmente, era el Corregidor del Partido el
encargado de esta diligencia; y a veces la practicaba el Di¬
putado o el agrimensor correspondiente. En todas estas oca¬
siones, el funcionario que practicaba la matricula recorría
a caballo, acompañado üe varios ayudantes, los distintos pue¬
—
342 —
(1789) : "Se inició en el alto de la loma donde se divide el ca¬
mino que va para Gualagiie, que hace esquina entre el pue¬
blo de Lora y las estancias de Uraco y Licantén. De ahí en
dirección sur, éste se midió hasta el río Mataquito, pasando
por el paso de Quelmen. De ahí se tiró la cuerda loma arriba
en dirección norte oeste, hasta llegar al camino y vertiente
que deslinda los goces del pueblo con la estancia de don Fe¬
lipe Moraga y don Santiago Besoaín".
i) Las dinastías de caciques. Los Maripangui, Vilu, Bri¬
so y Guentecura—Un aspecto curioso e interesante de la vi¬
da de los indios en estos años es el relativo a los cacicazgos,
su vieja institución, que había sido respetada por el conquis¬
tador, pero a la cual le había inyectado caracteres propios,
de típica prosapia española, trasplantados desde la Península.
El
cacique era el jefe de uno o de varios caseríos. El car¬
go era hereditario y se trasmitía a los parientes más cerca¬
nos. El español respetó el sistema, pero lo hizo más intrinca¬
do y más pintoresco. Los indios aprendieron, bajo su in¬
fluencia, a discutir con más minucia la legitimidad de la san¬
gre, la primogenitura y ei parentesco; y recurrieron a la Real
Audiencia a ventilar sus discrepancias en la sucesión del ca¬
cicazgo. El parentesco que da derecho a la sucesión ha de
ser ahora legítimo y ha de estar atestiguado por el matrimo¬
nio religioso y por el bautismo. El hijo ilegítimo es tratado
con desprecio y se le objeta su derecho a la sucesión; y se
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343 —
ma casi permanente y sólo con accidentales interferencias.
Otro tanto ocurre en está época que sigue a la fundación de
Curicó. En general, parece que los Maripangui supieron go¬
bernar el pueblo con celo y acierto, y que fueron respetados
y acatados por los indígenas. Constituyeron una dinastía po¬
derosa, cuya historia tiene ribetes de extraordinario interés.
Desgraciadamente, es imposible reconstituirla en todos sus
aspectos y con continuidad cronológica, por lo que sólo po¬
dremos ofrecer algunas escenas entresacadas de distintos pe¬
ríodos.
En 1765 era cacique del pueblo de Lora, Marcos Maripan¬
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344 —
ría del huaso que habría de
crear más tarde esa frase típica
de "estamos a la misma distancia", para negarse a acudir a
un llamado. El párroco abandonó iracundo la capilla y se
—
350 — i
"culebras", etc. El español, que los catequizó y bautizó, les
dió luego nombres de santoral y el viejo nombre ■ indígena
pasó a constituir -el apellido, y así,_bien pronto los indios tu¬
vieron un nombre europeo y apellido indígena, sin que fal¬
taran numerosos casos en que se les dió también apellido
español.
En la isla deCuricó se conocían, entre otros muchos, du¬
rante la era colonial, los apellidos indígenas de Pichipil y
Pichuante. En el sector de Teno, se encuentra Talpén, Pai-
llaquegua, Carilau, Calligüe, etc.
En Lora, abundaban los apellidos indígenas Maripangue
(Mari, diez,; pangui una planta); Calquín (águila); Llanca
(piedras verdes, especie de joya) ; Milla (oro) ; Vilu (profe¬
ta) ; Paillán; Lora (lugar de greda); Quinchel; Millacura
(grillo) ; Nirre (picaro, zorro) ; Tolomilla; Panul (una yer¬
ba) ; Paillán; Piragua (embarcación); Cajrrilagiie; Buenu-
ledo; Millacollán... Hay también en este pueblo indios que
llevan apellidos españoles.
En Vichuquén abundan los apellidos indígenas Quitral
(una planta de flor roja) ; Antivilu (profeta de los Andes) ;
Vilu (profeta); Catrileo (río cortado, puente); Carbullanca;
Maripangui; Calquín y Pangue. Se conocen también entre
los indios apellidos españoles.
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352 —
Espreciso advertir que tanto en los apellidos indígenas
como los nombres geográficos ha habido, en algunos ca¬
en
12.— LA AGRICULTURA
La
vasija empleada era también de notable sencillez. Se
conocían en esta época lagares, tinajas, chuicos, botijas, uro-
sur del río Lontué, o sea, con gran parte de madera curicana.
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358 —
En 1791, don Joaquín Fermandois solicitó autorización
para sacar un nuevo canal del río Teno y hacerlo llegar hasta
la villa de Curicó. Dijo que la acequia del Rey era insuficien¬
te y que apenas alcanzaba para los sitios de la villa, por lo
cual el nuevo canal que él deseaba construir prestaría gran¬
des utilidades, pues le serviría para instalar dos molinos y
para regar las propiedades por donde atravesara. -Pide al mis¬
mo tiempo que se haga declaración en el sentido de
que na¬
die podrá usar esas aguas sin su autorización. El Goberna¬
dor, don Ambrosio O'Higgins, concedió el permiso. El mismo
don Joaquín Fermandois sacó un importante canal del río
Lontué, que utilizó para el riego de su propiedad y que luego
se extendió hasta Guañuñé.
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359 —
riéndose al valle de Teno, nos da una idea clara de lo que aún
faltaba en la Colonia en lo que respecta a riego. "Tiene a la
parte del norte, dice, muchas tierras inútiles inhabitables a
falta de riegos, que se les pueden dar, habiendo facilidad de
abrir bocas tomas en el río de Thenn" (Teno).
13.—LA MINERIA
362 —
ca y ya empiezan a llamarse curtiembres. Don José Antonio
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363
Se establecieron en esta época en la zona algunos alam¬
biques para la fabricación de aguardiente. Uno de ellos es de
don Joaquín Fermandoís, cerca de la villa de Curicó ; y dos de
don Manuel Labbé. Estos alambiques eran de factura senci¬
lla y fabricados de cobre.
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365 —
primeros cordones de la cordillera costina; y el de los costinos
casi por la orilla misma del mar.
simple proyecto.
Durante toda la Colonia
no hubo, pues, puentes en la
zona. Sólo
después de la Reconquista Española, cuando los
ejércitos de la Patría atravesaron los Andes y se estableció
en Chile el Gobierno Nacional, se construyeron en los ríos
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368 —
gen de estos servicios. Al fundarse la villa de Curicó y en los
años inmediatos, la situación nd varió; pero, ya a fines del
siglo XVIII, se tomaron por el Gobierno diversas medidas
que mejoraron notablemente los servicios de correo del Reino
de Chile, haciéndolos extensivos también a otras localidades,
como la zona curicana. Por primera providencia, los correos
nistrador.
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370 —
restantes estaban ubicados a algunas cuadras de distancia,
en lo que se llamaba "arrabal". Es preciso advertir también
—
374 —
Santiago y posteriormente el de Procurador del mismo Ca¬
bildo.
DE CURICO
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376 —
ha salido de la nada y que de monte de espino se ha trans¬
formado en villa. Comprenden que aquella obra significa un
esfuerzo apreciable y que, además, es el exponente del pro¬
greso de toda una zona, a la cual sus antepasados dedicaron
sus mejores energías.
Empieza entonces a germinar en el espíritu de todos una
idea que poco a poco va tomando -cuerpo. Es menester que Ta
Corona de España honre a la villa con un escudo de armas,
que bien lo merece por la calidad de sus vecinos y por lo que
ella misma significa. La sangre española de los habitantes de
la villa los impulsa a ambicionar con fuerza esta distinción.
Las viejas tradiciones de la vieja España están llenas de preo¬
cupaciones de nobleza, de títulos y de blasones. Se quiere,
pues, que la villa de San José de Buenavista tenga un escudó
de armas. Y quien sabe si dando este paso, más adelante pue¬
da recibir el título de "ciudad" y de "muy noble y muy leal".
—
377 —
oro. Un segundo bando, en el que formaban parte los Valen-
zuela, los Urzúa, los Merino y otros, querían que la villa tu¬
viera el mismo escudo de don José de Manso, el Gobernador
que había fundado la villa en su primitiva planta. Era éste
un blasón complicado, lleno de cuarteles y figuras, pero her¬
moso también. Un tercer grupo, formado por los más afec¬
tos a la Corona de España, como los Márquez, Fermandois,
Rodena, Labbé, Grez, etc., querían un escudo con un campo
verde, una corona y tres flores.
En el Cabildo sö celebran varias reuniones, pero es im¬
posible poner de acuerdo a los tres bandos.
Pronto la discrepancia trasciende a la.villa entera. Los
días pasan y los ánimos se van agriando. Los bandos bien
pronto reciben sobrenombres: se llama "lorencistas", a los
que quieren el escudo de don Lorenzo de Labra; "superundis-
tas", a los que quieren el escudo de don José de Manso; y
"godos", los que quieren el escudo con corona. Y como si
a
esto fuera poco, no falta el chusco anónimo que, escéptico
en estas materias de blasones, se burla de todos y ridiculiza
a los tres bandos con versos
picarescos, que en las noches se
cantan en la Cañada, en las cañadillas, en la plaza y en las
calles de la villa.
A los "lorencistas" se les dice:
El caballero deplata
no mata la
sierpe de oro;
a
A los "superundistas" :
El título de Castilla
que pronto nos va a llegar,
nos cuesta mil patacones
y un Dios se lo pagará.
—
378 —
Pinalmente, alguien de espíritu conciliador propone que
se envíen las tres fórmulas al Rey, juntamente con la peti¬
ción, a fin de que sea él quien resuelva el conflicto. Así se
acuerda, y los vecinos ,de la villa elevan a la Corona de Es¬
paña un extenso memorial, en el que piden el otorgamiento
de escudo, entregando al Rey la elección del blasón de entre
los proyectos que se envían. Esta liza poética y esta pintores¬
ca formación de foandos, han sido conservadas en la zona por
la tradición, graciosamente recogida por Héctor de Aravena
en Aroma del Tiempo Viejo
y por René Aravena en un ar¬
tículo de prensa en El líiario Ilustrado.
El memorial siguió él común destino de muchos pape¬
les coloniales. Pasó de un oficio a otro, fue examinado por
diversos letrados, glosado con providencias de diversa especie,
retenido, demorado, traspapelado. Y de pronto, se desencade¬
nan en el Reino de Chile los acontecimientos de la Indepen¬
dencia Nacional, que abaten violentamente títulos y blaso-
es. y ya ftadie se acuerda del memorial de los curicanos y del
escudo de Curicó. La petición queda, pues, detenida en algu¬
na de sus etapas, y el Rey de España no alcanza a tomar de¬
terminación alguna. La villa de Curicó queda, pues, defini¬
tivamente sin escudo de armas.
Pero la historia tiene caprichos de mujer.
Cuando Chile, independiente de la Corona de España, se
encauzó en período republicano, estas viejas instituciones
su
—
381 —
piedades inmuebles y se vio obligado, para alzar el embargo,
a vender sus alhajas y muebles.
En este
período se fundan nuevas ciudades, se perfeccio¬
na organización, se mejora la economía pública y privada,
la
se realizan obras públicas y, en general, sé advierte un nota¬
—
382 —
Elviejo período colonial, iniciado con luchas violentas y
con una vida llena de inquietudes, y continuado después con
días apacibles y sencillos, ha terminado.
383 —
BIBLIOGRAFIA DE LAS PRINCIPALES OBRAS Y DOCUMENTOS
CONSULTADOS
\
386 —
CAPITULO PRIMERO
Pegs.
a) Aspecto general H3
b) Aspecto de la tierra y de la vida H4
—
390 —
Pags.
CAPITULO SEGUNDO
CAPITULO TERCERO Lí
—
392 —
Pags.
i-,
a) La tierra 369
b) El curso de los ríos 372
c) Las estancias 275
d) Sigue la historia de viejas estancias 284
e) Formación de centros poblados 302
f) Vida y costumbres rurales 313
g) Las bandidos. La historia siniestra de los cerrillos de Teno 318
_
303 —
Pags.
La agricúltura 353
La minería 360
La industria y el comercio 362
Los caminos y los medios de comunicación 365
El aumento de la población 369
El Partido de Curicó 371
\
—
394 —