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[Vamos a publicar esta continuación de nuestro viaje político por el buen vivir /sumak kawsay

ecuatoriano, rodeados por esta grave emergencia de salud que estamos viviendo. Nos parece que
podemos contribuir a que la vida continúe a pesar de la peste y que esta puede ser una buena
lectura en nuestras casas. El tema de la armonía parece relevante para reflexionar esta
emergencia como la forma de una perturbación de nuestros dimensiones de vida]

La relación, la pertenencia, del pueblo kichwa al territorio que han ocupado “por siempre”, está
señalado en las divinidades Amazanga y Nunguli, como regulación de la experiencia de vida en la
selva. Siembras y caza, las dos fuentes principales del alimento, se rigen por unas reglas también
aparentemente divinas de los espíritus del Ukupacha y el Kaypacha. La pertenencia fundamental
se orienta según la complacencia y las iras de los espíritus tutoriales, las que son reveladas
ritualmente a/por los sabios del pueblo. Estos ánimos espirituales permanecen secretos hasta la
revelación de sus enseñanzas.

Una existencia guiada por la contención, en la regla sagrada que procura esta “armonía”,
experimenta la relación con el mundo humano moderno como una de ilimitada “codicia y saqueo”

La enseñanza primordial refiere de una “armonía” consigo mismo, con la comunidad y con la
Naturaleza. La comprensión de esta particular experiencia de la “armonía” requiere la
comprensión del orden, del cosmos, kichwa. Y decimos armonía porque cualquier traducción
resulta incierta, y aparentemente no hay palabra mejor en las lenguas occidentales para referirla.

La sabiduría del Sarayaku muestra una combinación de permanencia y cambio, que incluye al
propio pueblo, sus divinidades y la Naturaleza -la selva y sus ríos-. Mushuk Allpa, la atención a un
territorio en constante renovación constituye una premisa fundamental del sumak kawsay / buen
vivir.

“Hemos estado en permanente movimiento”, dice este saber, demostrando que no experimentan
la existencia como algo fijo para siempre. Tal vez la experiencia de los cambios y la renovación de
la selva misma les ha enseñado. Lo cual no impide que las divinidades permanezcan las mismas. A
cada momento se vive “según las normas dadas por los espíritus en la voz de nuestros sabios”. La
fuerza de esta tradición ha impedido que les impongan una sociedad exótica principalmente
occidental.

Una existencia guiada por la contención, en la regla sagrada que procura esta “armonía”,
experimenta la relación con el mundo humano moderno como una de ilimitada “codicia y
saqueo”. Se lo entiende como arrogancia frente a la norma del pueblo en la selva. El elemento
principal de penetración del occidente se presenta como la monetarización de las relaciones.

La presencia de los extraños es una amenaza de quebrar su compleja “armonía”. Por eso rechazan
la dominación que ha querido transformar la vida, a la que han respondido con “dignidad, repudio
y resistencia”. La última amenaza de estos tiempos, su violencia, viene con los nuevos proyectos
de explotación petrolera.

Antes, con la irrupción de los conquistadores europeos y más tarde, sus descendientes
republicanos, la historia ha sido la misma: el intento de imponerles una civilización y modernidad.
El kichwa comprende el saber occidental como una “ciencia extraña” que se orienta a la
dominación de los mundos humanos y de la Naturaleza, mediante un pensamiento de la división y
fragmentación. Este carácter es especialmente violento para el mundo del Sarayaku donde impera
una dinámica del todo. Les parece que la ciencia occidental y la codicia van juntos en este
desequilibrio.

Pensando el mundo sin “armonía” del Ecuador contemporáneo, ellos constatan que “Años de
explotación del petróleo en Ecuador no han hecho sino aumentar la pobreza de la mayoría del
pueblo, destruir la Amazonía y acrecentar una deuda externa que beneficia a los ricos de
siempre”.

En resistencia, consideran que la aniquilación de la selva y del pueblo vienen juntas. En su


movimiento de aprendizaje se defienden hoy día apelando a elementos de la modernidad como es
el Convenio 169 de la OIT. Y conocen y usan la legislación ecológica moderna de amparo de las
áreas protegidas.

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