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—Me pareció que observaba usted en ella muchas cosas que eran invisibles para mí —le hice
notar.
—Invisibles, no, Watson, sino inobservadas. Usted no supo dónde mirar, y por eso se le pasó
por alto lo importante.
Juan Manuel está cursando cuarto año y debe dos materias de primero y segundo. En clase se
presenta desinteresado, desganado, apático. Este año la escuela implementa un proyecto de
acompañamiento a los estudiantes para la aprobación de materias pendientes. Juan Manuel
siente que es la primera vez que a la escuela le importa que él se reciba. Antes de la existencia
de este proyecto, pensaba que jamás iba a poder prepararse y aprobarlas.
Flora termina de cursar el último año de la escuela secundaria, pero no egresa ni recibe la
certificación correspondiente porque adeuda seis materias por equivalencias. Cuando se
inscribió en la nueva escuela le informaron que iba a tener que aprobar las materias que no
tuvo en el plan anterior, pero no prestó demasiada atención y subestimó las consecuencias.
Beatriz se enferma y debe faltar dos semanas a clases. Cuando se mejora retoma pero le
cuesta seguir el ritmo de la clase. Piensa si no sería mejor dejar y anotarse el año próximo.
Laura está recursando cuarto año, que no promocionó porque reprobó tres asignaturas. Es el
segundo trimestre y tiene bajas calificaciones en cuatro materias, dos de ellas ya las había
aprobado en el año anterior.
Jordana deberá recursar tercer año. Si bien sólo reprobó Idioma, adeuda dos materias de
primero.
¿Qué tienen en común estos casos de la vida escolar? Todos dan cuenta de trayectorias reales.
Muchas veces, en una escuela graduada que prevé un único recorrido posible, quedan
escondidas u ocultas tras trayectorias teóricas. Sin embargo, no todos los jóvenes cursan la
secundaria en la edad teórica prevista, ni hacen recorridos completos ni continuos.
Visibilizar las trayectorias reales es requisito para acompañar a los jóvenes en su escolaridad.
Detengámonos a pensar, ¿qué es lo que obstaculiza las trayectorias en cada uno de estos
casos? Seguramente advertirán que las trayectorias no son obstaculizadas o interrumpidas por
circunstancias que atraviesan los sujetos, sino por el entrecruzamiento entre estas y las
condiciones propuestas por el sistema educativo para su escolarización: prácticas, un modo de
organización curricular e institucional de la escuela secundaria, pautas para la evaluación y
promoción y otras normas, que responden más bien a la matriz fundacional de la escuela
secundaria, cuando solo accedían a ella sectores socialmente favorecidos.
Posiblemente en una escuela que prevé diferentes espacios de aprendizaje según los
diferentes ritmos y necesidades de los estudiantes, Beatriz pueda ausentarse por un período
prolongado sin perder la continuidad de su proceso de aprendizaje. En una escuela en la que
no se repite en bloque, Laura no debería estar cursando asignaturas que ya tenía aprobadas, ni
Jordana haría de nuevo un año de la escolaridad del cual solo ha desaprobado una asignatura.
Ni Juan Manuel se hubiera sentido desganado –tal vez sería más exacto decir
“desesperanzado”— en una escuela en la que las materias pendientes no sean responsabilidad
exclusiva de los estudiantes y sus familias.
https://www.youtube.com/watch?v=yqrhhwbVFGo
La gran cantidad de materias que los estudiantes deben abordar en forma simultánea, la falta
de un profesor referente para cada curso, prácticas de evaluación con múltiples pruebas o
exámenes, docentes que solo cuentan con tiempo para dar sus clases, la estructura curricular
disciplinar como compartimentos estancos, el horario escolar mosaico, el régimen de
evaluación y promoción son, entre otros, rasgos de la organización institucional y académica
de la escuela secundaria que generan condiciones de fragmentación de la experiencia en el
nivel.
Si definimos la fragmentación como la subdivisión de un proceso complejo en una serie de
operaciones simples que pierde la mirada de conjunto es fácil comprender cómo dichas
condiciones obstaculizan la construcción de una mirada integral, condición sine qua non para
el seguimiento de los procesos de escolaridad y los aprendizajes de todos y cada uno de los
estudiantes.
Volvamos a los ejemplos. Podría suceder que nadie se entere de que Flora no se va a recibir a
fin de año porque adeuda gran cantidad de equivalencias, que Jordana no promociona el año
escolar cuando desaprueba la tercer asignatura, que Beatriz deja la escuela porque no puede
seguir el ritmo de la clase o que Jorge no podrá llegar más a horario porque tiene que
quedarse una hora más en su trabajo. Los resultados son más que esperables: Flora no se
recibe, Jordana recursa el año siendo más la antesala del fracaso que una nueva oportunidad
de aprender, Beatriz y Jorge dejan la escuela. No son casos aislados sino representativos de un
gran número de estudiantes que no logran concluir la escuela secundaria obligatoria. Veamos,
si no, la información estadística disponible correspondiente a los Relevamientos anuales 2013-
2014, realizados por la DINIECE:
Reflexionemos a partir de la siguiente frase de Felicitas Acosta y Daniel Pinkasz (2007), sobre
cómo pensar la escolaridad en términos de trayectorias supone un cambio de mirada:
“Si la forma escuela originalmente fue pensada para los colectivos de alumnos, la noción de
“trayectoria” supone singularizar la mirada. Pone de manifiesto que cada alumno proviene de
un pasado escolar, que seguirá un recorrido escolar o profesional y que la escuela tiene una
responsabilidad en la continuidad y fluidez de ese tránsito. La idea de “trayectoria” pone el
acento en una “biografía escolar” y en el impacto del presente escolar en el recorrido futuro.
Este recorrido no se da por predeterminado en forma cerrada sino que se ha tomado
conciencia de que la “experiencia escolar” es fundamental y, sobre todo, singular para el
futuro de dicho recorrido. La preocupación por la trayectoria del alumno implica un
desplazamiento de la mirada pedagógica desde la estructura de la disciplina y su articulación
con el currículo hacia el recorrido que cada alumno hace por ella.”
ARTÍCULO 32.- El Consejo Federal de Educación fijará las disposiciones necesarias para que las
distintas jurisdicciones garanticen:
Esta Ley, en su artículo 68, se refiere a las “alternativas de acompañamiento de los jóvenes,
tales como tutores o coordinadores de curso, fortaleciendo el proceso educativo individual y/o
grupal de los alumnos”. Las instituciones tienen que ser capaces de seguir la trayectoria
escolar de sus estudiantes y de generar las estrategias de retención para un aprendizaje
exitoso. Este seguimiento debe iniciarse en la escuela primaria y acentuarse en el ingreso a la
escuela secundaria, con el trabajo para la construcción de grupos y comunidades de
aprendizaje; debe continuarse a través del trabajo en red para el control del ausentismo
escolar y definirse cotidianamente en las prácticas institucionales y del aula.
Velar por trayectorias continuas y completas es, antes que nada, una responsabilidad de
política educativa: repensar los regímenes de evaluación y promoción, los mecanismos de
inscripción en el nivel y la organización curricular e institucional de la enseñanza va más allá de
las potencialidades de transformación de cada escuela. En esta dirección, en 2009, el Consejo
Federal de Educación aprobó la Resolución 93, “Pautas para la organización institucional y
curricular de la escuela secundaria obligatoria”, pero es todavía mucho el camino a transitar en
vías a su implementación.
Aun así, la escuela puede hacer mucho en el acompañamiento a los jóvenes en sus
trayectorias, en su escolaridad y aprendizajes. Se requiere, sin lugar a duda, el trabajo
indisociable tanto en relación con cuestiones de orden académico como con aquellas ligadas a
la convivencia, los vínculos y la integración a la vida institucional, y la atención de
problemáticas individuales que vulneran derechos de los jóvenes obstaculizando la
escolaridad. Constituye una responsabilidad del colectivo docente, con diferentes sus aportes
según los roles (directivos, tutores, docentes, preceptores y otros tales como asesores
pedagógicos, psicólogos, trabajadores sociales).