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Introducción al estudio de la literatura

Literatura: un concepto histórico


Definir la literatura es un trabajo principalmente histórico porque depende de la
época en que tal definición se formule y de quién la proponga.
Como primera aproximación, podríamos decir que la literatura es un grupo de
textos que, a través del tiempo, se produjeron y se recibieron como literarios.
También es posible definirla como un lenguaje, si entendemos por lenguaje un
sistema que posibilita la representación artística del mundo. Esta visión del mundo que
la literatura propone se construye siempre socialmente y es una manera de percibir y
de comprenderlo.
La literatura da indicios de conflictos, procesos y cambios en una sociedad; más
tarde se comprobará la existencia clara de ellos y se los clasificará. Por ejemplo, en una
lectura actual de El proceso, de Franz Kafka (escritor checo, 1883-1924), pueden
encontrarse ciclos o situaciones que tuvieron lugar en la Europa del siglo XVI y que, en
ese momento, no eran percibidos como “cerrados”.
El género de la novela moderna, que inaugura Cervantes, está estrechamente
relacionado con esa situación registrada en el texto: da cuenta del desplazamiento de
las clases sociales, de la figura del hidalgo empobrecido, de la perdida del imaginario
del hombre medieval, del avance de la tecnología.
El concepto de literatura que se maneja en la actualidad es una noción propia de
la modernidad. En efecto, a partir del Renacimiento (siglo XVI), la literatura se
autonomiza de otras prácticas discursivas, ya que a partir de la irrupción de la economía
de mercado, de la división del trabajo y de la invención de la imprenta, los intelectuales
y los artistas en general, diferenciados como grupo, determinarán qué es literario o no,
basados en la finalidad fundamentalmente estética del uso del lenguaje.

Literatura y finalidad estética del lenguaje


La literatura es lenguaje: no sólo se sirve de él, como sucede con los discursos
con fines prácticos, sino que trabaja estéticamente con el lenguaje. Lo que importa en
la literatura no es sólo qué se dice sino cómo ha sido dicho y por qué.
Cuando el uso del lenguaje persigue este fin, se dice que se utiliza con una
finalidad estética.
El lenguaje posee la capacidad de sumar al significado habitual de las palabras
otros matices de significación que comunican, indirectamente, otras informaciones.
Este modo de significar se llama connotación.

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La literatura explota al máximo estas posibilidades mediante una serie de
recursos, desde metáforas e imágenes hasta la disposición espacial del texto en una
hoja de papel.
Una obra se valora estéticamente en la medida en que depende de una norma.
Como la norma y el valor son pactados social y culturalmente, el lenguaje funcionará
estéticamente atendiendo a ese pacto. Por ejemplo, existen textos que
originariamente no fueron pensados como literarios y hoy se los lee como tales.

La literatura es un pacto institucional


En cada cultura se pacta o se instituye qué es literario y qué no lo es. Lo que hoy
calificamos como “literatura” es lo que las instituciones en las que lo literario circula,
designan como tal. Entonces, la valoración de una obra como literaria es una decisión
generada por:
 la escuela, la universidad, que legitiman la literatura en el ámbito académico: estas
instituciones preservan, difunden, valoran ciertas obras y excluyen o ignoran otras. En
estos ámbitos, por lo general, se preservan los textos que plantean de un modo
novedoso, o por lo menos interesante, cuestiones relativas a la literatura misma (uso
del lenguaje, posibilidades de un género literario) o a la sociedad (percepción inusual de
un proceso histórico o político, por ejemplo);
 la crítica y las disciplinas que estudian la literatura, las entidades que otorgan
premios, los manuales de historia de la literatura;
 el mercado y los medios: las editoriales y publicaciones especializadas (revistas,
suplementos, entre otras).

La literatura como ficción


En general, los que trabajan con la literatura están de acuerdo en que es un
discurso ficcional. Esto quiere decir que todo lo que leemos como literatura no tiene
referencia directa en el mundo real. Entre el autor y el lector se establece un pacto por
el cual el texto literario no se produce ni se consume como “verdad”. La referencia que
se construye en cada texto se lee, fundamentalmente, en relación con él. Sin embargo,
la literatura (que es ficción y no “mentira” o “fantasía”) es profundamente “verdadera”:
su autenticidad pasa por reconocer sus procedimientos de construcción de lo ficcional
para, desde allí, representar lo real.
Pero, además, ningún texto aparece aislado respecto de los demás. Cada texto
literario, si bien es concluso en sí mismo, siempre se relaciona con otros textos previos
que, de alguna manera, ingresan en él. Un autor no escribe su obra desde la nada:
presenta elementos que, por presencia o por ausencia, podemos ver reflejados en ella.
Además, esa obra también puede dar pie para una respuesta por parte de otros textos.
Esta relación se denomina, en sentido amplio, intertextualidad.

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La literatura como sistema
Lo que es posible producir y leer como literario en las distintas épocas se
concreta en la existencia y uso de determinados:
 procedimientos constructivos;
 léxico valorado como estético;
 temas, tópicos, motivos;
 modos de organización textual o composición.
Estos elementos no aparecen “sueltos” sino funcionando unos respecto de otros.
Además, se encuentran en diferentes posiciones de prestigio y reconocimiento y se
dirigen a distintos públicos.
Los procedimientos, temas y estilos posibles en determinado marco cultural se
organizan en distintos subgéneros literarios. Por ejemplo, la tragedia clásica reúne no
sólo un tema específico (conflictos de personajes nobles con un destino inexorable) sino
también un determinado modo de presentarlo dado por los procedimientos de
organización de texto: presencia de diálogos, valor de la palabra del coro, etcétera.
Los elementos están en tensión; por eso, es posible el cambio. Por ejemplo, los
procedimientos de la novela de caballería (la construcción de la aventura para un
protagonista heroico) cambia de función y de sentido en el Quijote de Cervantes. Aquí,
este procedimiento es parodiado y esto, entre otras cosas, hace que no sea una novela
de caballería sino que inaugure otro género, el de la novela moderna.

Esta relación de los elementos constituye un sistema. Desde este punto de vista,
la literatura es un sistema, es decir, un espacio de producción y de recepción, y no un
conjunto de textos, tramas y recursos. El sistema literario está regulado por pautas
propias (literarias y extraliterarias), es decir, por las normas estético-sociales de cada
cultura.

La literatura es un género discursivo

En una sociedad, el lenguaje se usa en forma de enunciados. Un enunciado está


formado por palabras. Sin embargo, su sentido total no depende sólo de las palabras
que lo conforman (y aquí radica la diferencia entre enunciado y oración) sino también
de las circunstancias en que se utilizan. No tendrá el mismo significado ni el mismo
sentido la palabra “macho” en textos distintos como un tratado de zoología, una noticia
periodística o una novela.
Cada práctica social (el periodismo, la ciencia, la educación, los deportes, la
literatura) cuenta con un conjunto de enunciados con característica comunes en su
estructura, en su estilo, en sus procedimientos, en el destinatario que esperan.
Estos enunciados propios a cada una de estas prácticas constituyen diferentes
géneros discursivos.

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Los géneros discursivos son múltiples porque las posibilidades de la actividad
humana son inagotables y, además, porque en cada esfera existe un repertorio de
géneros discursivos que crece a medida que la actividad de esa esfera se desarrolla. Por
ejemplo, dentro del género discursivo periodístico existe una cantidad considerable de
subgéneros discursivos: crónica, noticia, editorial, carta de lectores, aviso clasificado y
entrevista, entre otros.
Desde este punto de vista, la literatura es también un género discursivo que
incluye diferentes subgéneros: cuento, novela, fábula, soneto, romance, tragedia,
comedia, etcétera.

Los géneros literarios

Mímesis y representación del mundo


El filósofo Platón (discípulo de Sócrates, que vivió entre los siglos V y IV a.C. en
la Antigua Grecia) reconocía ya en La República tres tipos de narración: la simple, con un
narrador que habla por sí mismo, como en el ditirambo (canto coral en honor a Dioniso);
la imitativa, en la que hablan los personajes y que es propia del discurso dramático
(comedia y tragedia); y la narración mixta, mezcla de narración simple y diálogo, de la
épica.
En su Poética, Aristóteles (discípulo de Platón) sostiene que el denominador
común de las artes es la mímesis (imitación), que no es copia de la realidad sino creación
de otro mundo verosímil (creíble) en sí mismo. Ditirambo, drama y épica son
imitaciones: sus diferencias radican en qué y cómo imitan. Así, Aristóteles diferenciaba
tragedia de comedia, entre otras cosas, por imitar la primera a “los hombres mejores”,
y la segunda, a “los peores”. La lírica se distinguía, por ejemplo, de la épica por la
versificación y la música (el término “lírica” proviene de “lira”, nombre del instrumento
musical con el que se acompañaba el canto de esta poesía). La epopeya se consideraba
una imitación “imperfecta” porque era narración, mientras que el drama era
considerado “perfecta” porque era representación de palabras, gestos y acciones.

Creación de géneros
Como ya se dijo, en la Grecia antigua se configuran los discursos poéticos
básicos: épica, lírica y drama.
Hegel, filósofo alemán (1770-1831), en la última parte de su Estética, realiza
algunas consideraciones generales sobre la esencia y la evolución histórica de la poesía.
Señala que la épica surge en el proceso de constitución de un estado político. Las
hazañas de los guerreros, la expansión militar, la acumulación de riqueza y la fama del
héroe se representan en la épica a través de la acción nacida del sentimiento de patria.

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La lírica, en cambio, es la expresión de la subjetividad: del sujeto independizado
del mundo exterior, no como sujeto colectivo a partir de la idea de patria. Hegel la ubica
en una etapa posterior a la conformación del Estado, en la que es posible la afirmación
del sujeto.
Por último, considera que el drama cobra importancia cuando la vida política ya
está consolidada y que sintetiza los principios poéticos de las fases anteriores: los
sujetos realizan, desde su interioridad, los acontecimientos. El conflicto adquiere
significación dramática en relación con la pasión subjetiva. Por esto, el drama es la
acción de sujetos que persiguen sus propios fines, puestos en las circunstancias. El
encuentro de individuos con fines opuestos constituye el conflicto y el texto dramático
se concibe en función de su representación teatral.

Discursos narrativo, lírico y dramático


A partir del siglo XVIII, en la teoría literaria moderna se impuso ampliamente el
reconocimiento de tres grandes géneros: narrativa, lírica y dramática como patrones
generales. Pero no es éste el concepto de “género” que aparece en los apartados
anteriores. Los géneros tradicionales se consideraban formas fijas a las que respondían
los textos literarios. En cambio, los géneros como tipos de enunciados relativamente
estables se pactan en cada esfera cultural. Es mejor, entonces, hablar de discursos
literarios narrativo, lírico y dramático de acuerdo con las funciones de la lengua que
predominan en ellos, y es en todos ellos fundamental la función estética.

La narrativa
Por narrativa se entiende el discurso literario en prosa en el cual la función
referencial del lenguaje está en segundo lugar de importancia, después de la función
estética. La función referencial es la que permite la evocación de todo un mundo,
evocación hecha de modo tal que el hablante pierde importancia o desaparece en
relación con el mundo evocado en el texto. Siempre tiende a ponerse en primer plano,
como cualidad propia de la narrativa, la distancia que se conserva entre hablante y
mundo evocado.
La lírica
Se denomina lírica al discurso literario en el cual la segunda función lingüística,
después de la estética, es la emotiva o expresiva. En él, predomina la manifestación de
la subjetividad.
Tradicionalmente, la lírica está asociada a composiciones en verso. Al contrario
de lo que sucede en la narrativa, en la lírica se fusionan hablante y realidad evocada.
Las poesías: (sonetos, romances, odas, églogas, coplas, canciones, etc.) son
géneros discursivos pertenecientes a la lírica.

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El drama
Drama es el discurso literario en el cual la representación de la realidad surge
bajo la forma predominante del diálogo entre diferentes personajes. Por lo tanto, la
segunda función del lenguaje en estos textos es la apelativa: un personaje apela a la
respuesta/acción del otro y en esta trama dialogal se apela también al público.
Las obras dramáticas están escritas para ser representadas. Conviene aclarar
que, si bien se incluye tradicionalmente el estudio del drama en los manuales de
literatura, no existe hoy un acuerdo teórico para definir los textos dramáticos como
literarios ya que, para algunos, formarían parte de otro lenguaje de representación: el
teatral.
En el presente, sin embargo, la teoría literaria relativiza los supuestos límites
entre estos géneros. Esto quiere decir que es posible, por ejemplo, encontrar poemas
que sean fuertemente narrativos u obras dramáticas con elementos esencialmente
líricos. En este sentido suele decirse, por ejemplo, que el teatro de García Lorca es lírico.

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