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BLANCOS, MESTIZOS Y PARDOS.

NOTAS SOBRE CONVIVENCIA EN EL PUEBLO DE DOCTRINA


DEL BUEN JESÚS DE PETARE

Suzuky Margarita Gómez Castillo


Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico de Miranda “JM Siso Martínez”
suzukygomez@gmail.com

Resumen

El presente trabajo tiene como objetivo principal realizar un ejercicio de reconstrucción


histórica de Petare en el tiempo histórico colonial. El propósito de esta investigación se
centra en dar una mirada al pasado desde el estudio de su cotidianidad. La modalidad
utilizada en esta indagación es histórico-documental bajo un enfoque fenomenológico
interpretativa. Y dentro de las conclusiones se obtuvo información sobre la formación de
los asentamientos urbanos en el valle de Petare, de las costumbres y prácticas sociales a
través del estudio de documentos públicos y privados (testamentos, documentos de compra
– venta entre otros), arrojando un precioso material que proporciona conocimiento acerca
de los comportamientos, las costumbres , las normas, la cultura material y el paso de la vida
cotidiana de una provincia así como de las particularidades del área de estudio.

Palabras clave: Vida Cotidiana, Pueblo de Doctrina, Buen Jesús de Petare, Encomienda,
Esclavitud.

Whites, mestizos and whites. Notes convivenci in the town of Bom Jesus teaching the
Petare

ABSTRACT

The present work must like primary target make an exercise of historical reconstruction of
Petare in the colonial historical time. The intention of this investigation is centered in
giving a glance to the past from the study of its cotidianidad. The modality used in this
investigation is historical-documentary under a interpretative fenomenológico approach.
And within the conclusions information was obtained on the formation of the urban
establishments in the valley of Petare, the social through document study public and
deprived customs and practices (testaments, documents of transaction among others),
throwing a precious material that knowledge provides about the behaviors, the customs, the
norms, the material culture and the passage of the daily life of a province as well as of the
particularitities of the study area.
Keywords: Daily Life, People Doctrine, Petare Bom Jesus, Commendation, Slavery.

Recibido: 28/10/2011 Aprobado: 30/11/2011

Características Generales de la Población


El Petare colonial crecerá paulatinamente y verá aumentar progresivamente el número de sus
habitantes originarios. Algunos se asentaran en el centro del pueblo, mientras que otros levantarán
sus casas en los alrededores. Observemos el retrato escrito que Agustín Codazzi (1841) le realiza a
Petare:
La villa de Petare está situada en una pequeña altura, á la orilla del río Guaire, entre la
quebrada Loro y el río Caurimare, que allí mismo sus aguas al Guaire. La posición de
Petare es bella: domina todo el valle del Guaire y á lo lejos se ve la capital de la
república: su aproximación á esta, los terrenos fértiles que tiene en su territorio, un
clima delicioso y sano, su posición en el camino que conducé a los valles ferazes de
Guarenas, Caucagua, Capaya, Río Chico, y los cultivos de los Mariches, lo hacen un
punto interesante (sic) (pp.572-573).

Es tierra propicia para el desarrollo de la agricultura y otras para la cría de ganado, pero ello
no es labor fácil y será necesario el esclavo que se ocupará del trabajo más duro, en los trapiches y
haciendas que van brotando en el transcurso del tiempo hispánico.
El mestizaje se producirá en la mezcla de colores que identifica a la población venezolana en
general. Todo se confabula en la búsqueda decisiva, aun cuando las discrepancias por el tono de la
piel sean un agente concluyente de la condición social “indio es indio, negro es negro, y al amo o
dueño de haciendas sólo le interesa sacar el mayor provecho del sudor de aquellos” (Rey, 1990:19).
En Petare la propensión al crecimiento poblacional, como ya se expuesto no fue reveladora,
ya que los habitantes eligieron ocupar la periferia contigua al pueblo, está según Rey (ibídem, p.20),
superará por triplicado a los habitantes del casco central del pueblo, aseveración que hace el autor
apoyado en la matricula del cura Pablo Antonio Romero, la cual estima en 1.123 el número total
habitantes para 1801.
Se toma en cuenta en esa matricula el número total de niños estimados en 638. En palabras
semejantes, se advierte que la población aborigen sumaba un 12% de las cifras generales. En
consecuencia, se acuerda indicar que ello se debe al avance del mestizaje, que enlaza el cruce de
indios, esclavos y blancos lo que se puede demostrar, si se revisa nuevamente el censo y se constata
el número mayoritario de pardos que hacen vida en esa época en el pueblo del Buen Jesús de Petare.
El Pueblo Canario en Petare
Llegan nuevos pobladores a Petare, que ha sido erigido como parroquia desde 1704 y entre
ellos se destacan españoles de Las Islas Canarias, Sauzalero, Toconero, Laguneros son solo algunos
de los gentilicios encontrados. En su mayoría vienen como agricultores, con el fin de trabajar la
tierra y hacerla productiva, sin embargo otros se encargaran del comercio, el transporte, la
mercadería y las labores artesanales entre muchas otras actividades. Retomemos a Vargas Mendoza:
…Muchos son canarios que se han venido de otros sectores de Caracas. Con ello la
vecindad se ha incrementado. El clima lo ha hecho posible. Es muy propicio para la
salud. La naciente población caraqueña ha tenido muchos contratiempos, como el de
la viruela a finales de los quinientos. Esto dejó un saldo bastante triste para una
comunidad que trataba de cimentarse. Por otra parte el romadizo, el catarro y el
sarampión son males constantes en el lugar. El valle petareño se abre acogedor: Por
ello, muchas familias lo han buscado una vez que ya en verdad hay poblado. Esto
ocurre para ir dando perfil a la Villa del Buen Jesús de Petare… (p.62).

Esta actividad reinicia con la preparación de los campos para la labranza y la incursión de
nuevos elementos en la vida diaria de la población, cabe mencionar el provecho de los conucos con
ayuda de las herramientas de labranza como el arado, el azadón, se organiza la faena del esclavo y
se adquieren destrezas ajustadas para el trabajo con el ganado asimismo, se experimenta con nuevos
métodos para el transporte, surgen los arrieros.
Encontramos según cita Hernández González (2008:121), que en uno de los primeros libros
de bautismo de la parroquia esta María Tomasa, hija de dos isleños, José Ruiz e Isabel Hernández,
hija de Lucas Hernández y María Acevedo, quienes se residenciaron en Chacao. María Tomasa se
casará en 1725 con otro Canario de Nombre Gaspar Hernández, esta familia residiría en el los
predios de Petare, específicamente en la Cuesta Auyama.
Otra familia atraída por las bondades de la villa será la de Domingo Marrero y María de
Jesús, estos llegaron con cuatro hijos, dos de ellos se casan 1719, y se asientan en el pueblo.
Asimismo, Juan Francisco de León, también fue vecino del pueblo del Buen Jesús en 1728, antes
marcharse a Panaquire donde inicio la rebelión, es justo indicar que sus hijos Baltazar y Antonio
permanecieron en este pueblo (Castillo Lara, 1983:514).
Algunos isleños que llagaron al valle de Petare, también lograron amasar grandes bienes de
fortuna, haciéndose de trapiches y haciendas de caña. Uno de ellos fue Pedro Hernández Cabrera,
contrajo nupcias con Juana Antonia González, tuvo 9 hijos y 5 más que murieron en la tierna
infancia, este ciudadano ocupo tierras alrededor del río Caurimare, se destaca en su testamento,
inscrito en el Registro Público Principal de Caracas (RPPC) en 1714, que el mismo casó a su hija
Cayetana con Domingo Yanes en 1711, y a su vez aportó como dote para la joven un terreno baldío
en el camino real de Petare valorado en 500 pesos. El cual su yerno cerco, labro y allí edifico un
casa con su propio patrimonio financiero. Dentro de la propiedad se fabricó un trapiche, se contaba
con 7 esclavos, vacas, bueyes y caballos. Al morir Domingo deja a la Cofradía de La Candelaria
100 pesos y funda una capellanía de 500 pesos para uno de sus hijos (f.1).

Vida de la Mujer Canaria en Petare


En el tiempo de la inmigración a América un gran número de mujeres se trasladó a
Venezuela, algunas venían con sus familias otras por su cuenta propia. Las consecuencias de este
característico suceso ayuda a explicar cómo se conformaron las mallas familiares y étnicas de la
población de origen canario, la preponderancia de los blancos y su participación en el mestizaje. En
esa extensa variedad llegaron a los nuevos poblados esclavas, mulatas que habían sido adquiridas
para que acompañasen a sus amos, también cruzaron el mar mujeres pardas y expósitas “Junto a
ellas amas de casa, vendedoras ambulantes, costureras, campesinas o tenderas” (Hernández
González, Ob. Cit.:90). En esta sección sólo intentamos dar una mirada hacia algunos ejemplos de
lo que fue su significación y trascendencia en la trasmisión de sus valores culturales.
La mayor parte de estas mujeres era de clase humilde, aunque algunas eran pequeñas
propietarias. Escasamente contribuían con dotes al matrimonio, subían a los barcos con muy poco
equipaje y muchas vendían sus pocas prendas de valor para poder comprar a sus pasajes. Se estima
que en esos grupos de señoras la mayoría era analfabeta, ni siquiera sabían escribir su nombre. Pero
contrariamente a lo que se ha expresado, muchas se esforzaron por tener una esclava, ya que entre el
grupo de las desposeídas estas constituían una garantía para cuando se llegara la ancianidad, porque
normalmente estas se integraban a la familia, ayudaban con la faena doméstica, eran un apoyo con
el cuidado de enfermos y podían ser entrenadas, alquiladas o contratadas para las labores
artesanales. Para ejemplificara tales consideraciones Hernández González (ibídem) nos explica:
…La grancanaria Ana Sabina del Castillo Cabeza de Vaca representa a la élite insular.
Emigró con sus padres Marcos del Castillo Cabeza de Vaca, hijo del coronel y poseedor
del mayorazgo de Cairasco Fernández del Castillo, y Luisa Milier y sus hermanos, entre
ellos Melchora y Elvira. Tuvo dos nupcias, la primera con el genovés Bernardo Llanos
con un hijo y la segunda con el guairense Domingo Ignacio Marrón, con 6 hijos
adultos. No heredó nada de sus padres y sus bienes se limitaban a una esclava tuerta de
60 años, cuyos 4 hijos naturales fueron vendidos para sus urgencias. La situación de sus
hermanas no debió ser tampoco buena pues las auxilia con alguna ropa y pesos <<para
socorro de sus necesidades>> (p.99).

Otra razón que ameritaba el sacrificio de adquirir una esclava, estaba puesta en su posible
reproducción, porque sus hijos también serían esclavos y en una situación de necesidad estos
representaban la salida ante las carestías y las persistentes dificultades financieras por las que era
frecuente que una mujer atravesara, y con mayor énfasis cuando se acercaban las mortificaciones de
la edad adulta, en la que se disminuye la capacidad de valerse del trabajo propio. Continuemos
escudriñando la obra anteriormente citada (ídem):
La tanquera Ana Francisca Granadilla marchó en su juventud con sus padres Gaspar
Martín Granadillo y Luisa González Guanche y sus hermanos. Miembro de una familia
extensa, se desposó con el tinerfeño Francisco Javier Mendoza Bello, con el que tuvo
cuatro hijos adultos. Como tantos otros paisanos invirtió en la cría de esclavos para
asegurar su vejez ante la escasez de <<este recurso>>. Era dueña de 9 esclavos, 5 de
ellos niños (pp.98-99).

La oleada inmigratoria no se detuvo, siempre persistía la esperanza de encontrar la gracia de


Dios en esta tierra venezolana, así como a los esposos perdidos a los cuales se los había tragado el
dorado. Continuaron llegando féminas que no se quedaron como la Penélope de Homero esperando
a su Odiseo. Así un día la huérfana de La Laguna Gaspara María de Medina viene en la búsqueda
de su consorte (ídem):
…la expósita lagunera Gaspara María de Medina [se traslada a Caracas para
establecerse en este lugar]…Contrajo matrimonio en La Laguna con Bernardo
González. Pudo casarse gracias a una casa, vendida para su manutención, legada en
dote por Ángela de Castro y los réditos en vida de una capellanía con obligación de
sufragar 100 misas anuales. Su marido no aportó nada. Al poco tiempo, su marido se
ausentó para América sin saberse su paradero. Ella marchó a Caracas <<en su
seguimiento, aunque no lo he podido conseguir>>. Declara que <<él no aumentó ni
disipó mi caudal>>. Sólo posee su ropa y una caja con trastos de poco valor, unos
aretes, crucecita y una cuchara de plata (p.95).

Son mujeres valientes, quienes sortean todas las dificultades posibles así como las
incertidumbres que le ofrece la inmigración a estas tierras inhóspitas. Muchas fenecieron en la
travesía, otras al culminar el viaje y en muchos casos las más afortunadas fueron apoyadas por
familiares que ya se habían establecido en el valle o simplemente por paisanos bondadosos que
sentían pena ante sus penurias y miserias.
Otro caso singular y descrito (RPPC, 1721) es el de Isabel Soto quién se casó en las Islas con
Francisco Santana, este se fue para La Habana provincia en la que falleció, ella se vino a Caracas y
de su testamento recogemos que le debe a un mercader 100 pesos el cual paga con mulato de 9 años
llamado Pedro Luís, a quién espera se le eduque en la buena doctrina y que el resto de su valor se
tome en cuenta para una futura libertad. Esta dama también describe que posee una mulata a quien
llamo María Manuela quien tiene dos hijos uno de 13 años y otro de año y medio, a quienes deja en
libertad, en agradecimiento al mutuo amor que se desarrolló entre ellos, es un clara evidencia de los
lazos filiales que podían desarrollarse entre amo y esclavo (f.2).
Otro caso de agradecimiento lo ejemplifica Agueda Antonia Henríquez (RPPC, 1756) una
viuda que cede todos su patrimonio a un pardo esclavo, llamado Antonio Montalbán, a quien había
criado cumpliendo el deber de aportar un real todos los martes del año, para candelillas que se
colocaban en el altar de San Antonio, que en demostración de piedad se había colocado en la capilla
de la orden tercera franciscana. Otra característica presente en este testamento es que deja entre sus
donativos 7 cuadros grandes con sus marcos dorados, un Niño Jesús con su cuna y un San Antonio
con frontal de seda para esta misma capilla. En este testamento se logra evidenciar no sólo una clara
demostración de cariño sino que además la testante hace clara declaración de comparte las creencias
religiosa de los pardos lo que indica que muchos nuevos petareños hallan sentido devoción al Cristo
de la Salud, al Nazareno entre otras advocaciones religiosas.

Las Viviendas y las Haciendas


Después de las consideraciones anteriores, resulta oportuno indicar que incluso fue a fines del
siglo XVII, cuando las viviendas proliferaron en torno a la iglesia y en las cercanías del poblado.
Petare se convirtió en parada obligatoria a los transeúntes, viajeros y cargas que iban y venían de
Caracas hacia Barlovento y los Valles del Tuy, en una carretera empezaba en lo que hoy conocemos
como San Bernardino, y que continuaba por Quebrada Honda, Sabana Grande, Chacaito y Chacao,
hasta llegar a Petare.

La ciudad fue progresando, y con ella nació una elite donde los apellidos de las grandes
familias caraqueñas sonaran tal es el caso de Francisco de Berroterán (el Marques del Valle de
Santiago), dueño de la Quebrada La Veja; Diego José Muñoz, propietario del Helechal; Los Suárez
Urbina entre otros. El factor común en la llegada de esta familias a estas tierras era el excelente
clima que brindaba la zona, sus tierras fértiles y esta situación dio paso a la constitución de
inmensas haciendas donde se sembró caña de azúcar, para la comercialización de papelón y
aguardiente.
Entre estas haciendas se destacan: La Bolea, La Urbina, Guereguere, Los Ruices, Los
Marrones pero por otra parte, connotados hombres como Andrés Bello, José Antonio Rodríguez
Domínguez, José Félix Ribas, asentaron sus haciendas hacia Caucaguita, lo que se nos proporciona
como evidencia para exponer el uso agrícola de la economía del Valle de Petare.
Se destaca en esta época, diferentes formas y clasificaciones para los trabajadores del campo,
entre las cuales se destacan los braceros jornaleros que se ubicaban en las cercanías de las haciendas
y con ello evitaban caminar durante largas jornadas a sus sitos de trabajo, dando el origen a caseríos
como Los Dos Caminos, Carpintero y a la par de los grandes cultivos, continuaba los conucos para
la subsistencia familiar e intercambio comercial.

Continuamos argumentado desde la obra escrita de Vargas Mendoza:


La realidad es otra. Hay que salvar siempre a toda costa la permanencia de los
tablones de caña. Es necesaria la existencia de braceros para la recogida del café. La
vida del pueblo está en las siembras. En el abastecimiento de mercados foráneos. El
interés colectivo se centran en La Urbina, Guere- Guere, Marrón, El Convento,
Mariches, Lira, Maturín, Limoncito, Las Tapias, Turumo [La Dolorita es una
posesión dentro de esta Hacienda], La Esperanza, La Estrella, San Rafael, Las
Mercedes, La Florida; Santa Ana e innumerables hectáreas de terrenos sembrados.
Por obligación había que mantener la calidad de la papa cultivada en el Cerro de
Arvelo (p.175).
El hecho de conservar productivas todas estas haciendas y cultivos, se transcribe en la
demanda de productos intrínsecamente ligado al comercio local en todos sus sectores. Esta situación
citada influyó para el crecimiento y auge del pueblo. Petare suministraba a Caracas y sus zonas
vecinas productos agrícolas y su vez emergieron familias que mantendrían el control de las
actividades comunitarias estas fueron, los Suárez, los Monegui, los Poleo y los Arrechedera entre
otras.

Pulperos
Petare crece rápidamente a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, en a medida en que
se asienta su crecimiento económico y político. Sucede que las pulperías deben ampliarse para
garantizar a la naciente ciudad el suministro de víveres y licores a la población. En su mayoría los
pulperos eran producto de la inmigración familiar. Francisco Depons (1967), realizo una definición:
…Su surtido consiste en cerámica, quincallería barata, herramientas, vinos, azúcar,
jamón, grasas, frutos secos, queso, tafía, etc. Sobre las otras tiendas tienen la ventaja de
no estar obligadas a cerrar los días de fiesta y los domingos. Son tan necesarias que hay
que tenerlas abiertas desde el alba hasta las nueve de la noche; […] es necesario buscar
compensación en lo que se vende con menos del ciento por ciento de beneficio, a
menudo el doble y el triple. Es así, a costa de detalles desagradables y penosos, como se
echan las bases de fortunas que no se dan en ningún otro oficio (p.334).

La gran mayoría de estas pulperías están regentadas por canarios, para sostener este negocio
era necesario tener conocimiento del mercado, hacer contacto con los cultivadores, mercaderes,
bodegueros y arrieros. En las pulperías se pedía comprar géneros, alcoholes, y productos agrícolas
era común que estos espacios se proliferaran relaciones de familiaridad, llegaron a convertirse en
centros de encuentro social, por supuesto dependiendo del paisaje.
En un legajo de 1760 (RPPC), encontramos que el sauzalero Antonio Velázquez, soltero, era
poseedor de una pulpería en Petare avaluada 1.300 pesos. Deja por herederos a sus sobrinos, hijos
de su hermano José Francisco, que vive en Caracas, y una capellanía de 3.000 pesos administrada
en Santa Rosalía por su sobrino José Francisco Velázquez. A su padre le deja 150, pero pide no se
le entreguen hasta que no se embarque a las Islas Canarias donde le espera su esposa. Pero también
se expresa en el documento que si se demuestra que esta señora falleció, si se le puede entregar el
dinero. En este documento encontramos como un hombre deja protegida a su familia con el
beneficio de su trabajo como pulpero en la zona de Petare.
Una seña particular en este oficio se tiene con Miguel Hernández Monagas quién contrae
nupcias con Ángela Navarro, emigran hasta el Arauca con sus cinco hijos ya adultos, hasta el punto
que su hijo José deja una esposa en Las Palmas. Al establecerse José adquiere una pulpería y
conforma una nueva familia en esas tierras, sin embargo, su hermano Bartolomé asienta sus
primeras raíces en Petare y también posee una pulpería, este joven se casa en 1746 con María
Ignacia Hernández, y deciden hacer fortuna en otras tierras, así que se dirige a Aragua de Barcelona
donde las fortuna los encentra y se hacen hacendados, con el paso de los años serán ellos los padres
de los generales y presidentes de Venezuela José Gregorio y José Tadeo Monagas (Hernández
González, Ob. Cit.:201).

Mercaderes
Mercaderes, bodegueros y pulperos, estaban en la base del mercado menor. Las
discrepancias entre los dos primeros y los pulperos son, hasta el último tercio siglo XVIII,
referentes. Sólo se especificará a raíz de la erección del real consulado en 1763, aquí se identifican
severamente. Inclusive el paso de mercader a comerciante queda rigurosamente convenido para
alzar a común y llevarlo a la nobleza.
El consulado los precisara en 1804 concluyentemente: la única diferencia entre mercader y
bodeguero es que (Álvarez: 1966):
Aquellos menudean los géneros y lienzos, y éstos los caldos, víveres y demás efectos
que introduce al por mayor el comercio. Los regentan europeos que llegan a esta
Provincia a habitarse y hacerse de capitales considerables para pasar a la de
comerciantes por mayor en términos que entre éstos y los mercaderes y bodegueros hay
una reciproca correspondencia… (pp. 309-310)

Se integran en jurisdicción, mientras que los pulperos son excluidos, existen marcadas
diferencias estamentales. La provincia de Caracas a finales del siglo XVII y la primera mitad del
siglo XVIII, está sustentada en la relación economía y sociedad. Es decir, mientras mayor fuera el
capital, más fácil sería la aceptación social. El pulpero invierte poco algunos cientos de pesos, por lo
tanto sus actividades comerciales son reducidas. Pero el pueblo de Petare ha crecido (Vargas
Mendoza, Ob. Cit.):
[Petare a estabilizado] su comercio, que había hincado, o mejor dicho, había cobrado un
nuevo giro, desde el momento mismo que fue elevada a cantón, pulperías,, fondas,
posadas, ventorrillos, almacenes, tiendas, botiquines, carnicerías, y otros negocios que
le dan vida a cualquier poblado, han prosperado notablemente. Existe un abastecimiento
constante de productos de importación. Son quesos, vinos, embutidos, licores, telas,
perfumes, adornos y otros artículos para mujeres y hombres…La despensa de las casa
siempre está abastecida dentro de la posibilidad del dueño. Cada sábado o domingo, los
negocios permanecen colmados d e parroquianos, que llegan de poblados inmediatos,
para sus operaciones de compra venta…[también los productos locales tienen salida, se
produce el] negocio para los frutos, ganado, aguardiente, casabe, papelón, verduras,
animales de carga y silla y otros artículos de consumo obligado (p.229).

Pero en la medida en que el pulpero pasa a mercader, se manifiesta su ascenso así como cuando
el mercader pasa a comerciante. El razonamiento central siempre será la base económica, para ser
mercader se exige tener un capital superior a 15.000 pesos, para ser comerciante, 30.000. Las
transacciones minoristas estaban estipuladas por la evolución de las importaciones y la demanda
interna.

Médicos/Protomédicos/ Curanderos
En pueblo se expenden medicinas en la bodega, de un vecino llamado José Alemán, la cual
estaba ubicada en la parte baja del pueblo, esta es una situación común. También se cuenta con la
Coronela Walda y con Concepción Salgado, quienes en su hogar consultan los males de las mujeres
y les dan indicaciones para curar sus males.
Cuando se trata de los dientes y las muelas, es el barbero el especialista en aliviar el dolor, y extraer
las piezas. Sin embargo, se cuenta en el Buen Jesús, con un galeno autorizado por el Protomedicato
de Caracas, es el Protomédico Lucas Amaya, a quien se le considera facultado en forma empírica,
pues ha sido cirujano en el Batallón de Petare, liderizado por el General José Félix Rivas durante la
Guerra de la Independencia. Señala Manzano (1974):
…En 1821, honraba los pueblos con su experiencia el curandero Don Lucas Amaya,
quien, a fuerza de alternar con médicos romanticistas rotulados para hacer las cosas
bien, o mal, según les saliesen, recibió invitación del Real Colegio de Medicina de
Londres, para que respondiese el cuestionario enviado por aquel alto cuerpo, a los
hombres del Protomedicato de Venezuela. Londres deseaba detalles acerca del método
de vida de la gente venezolana. Condiciones alimenticias del país, longevidad y de
manera especial la influencia de las plantas medicinales enlas enfermedades del hombre
en esta parte del mundo. Los únicos profesionales que respondieron: Don José María
Benítez, Licenciado por el Protomedicato de Caracas en 1814, y Lucas Amaya,
empírico que dio en blanco con sus observaciones… (s/p)

Lucas Amaya, era un hombre justo y observaba las normas establecidas por el Protomedicato,
y debido a esto luchaba contra las prácticas ya establecidas en el poblado, sin tener todo el éxito
esperado, ya que las personas siempre se entrevistarían para curarse sus males con quién estuviese
más cerca. Los dolores no esperan ni conocen de normas, es frecuente que se sufra de las
articulaciones, que lleguen cólicos, que la tos persista, que el reuma apriete, que supuren las úlceras,
que lleguen los mosquitos y haya cuadros de malaria.
Tampoco se excusan los animales ponzoñosos cuando inyectan su veneno, un dolor de
cabeza, una diarrea no distingue una pócima casera de un remedio expedido en una botica. El
villano va donde la fe y sus ingresos le permitan para aliviarse el mal del cuerpo, unas veces será el
consultorio y otras la pulpería o bodega del pueblo.

Los Artesanos
La artesanía en la colonia, era vista tanto por los blancos criollos como por los españoles
como una ocupación despreciable, y esta fue un actividad fue desarrollada mayoritariamente por la
inmigración canaria. Pero es justo significar que este grupo se incorporaron también pardos, aunque
la mayor parte eran blancos y muchos ostentaban el título de don. Entre ellos, se destacará Domingo
José Delgado quién llego a Petare en las primeras décadas de siglo XVIII con su esposa Antonia
Mesa. El señor Delgado tenía el encargo de tocar el órgano en nuestra parroquia.

Músico y Maestro
Otro destacado músico lo representa Juan Francisco Meserón quien en 1820 es preceptor de la
escuela de primeras letras de Petare, el maestro se encarga de preparar a sus estudiantes para que
ganen con éxito medallas en aritmética, escritura y catecismo. Muchos de estos jóvenes son
premiados en la iglesia parroquial. Asimismo el maestro Meserón organiza por las noches
conciertos en la casa del Corregidor, donde ejecutan quintetos o cuartetos compuestos por los
mismos niños que asisten en el día a la escuela, conmoviendo por la finesa de las piezas que tocan a
todos los asistes, entre ellos se comenta la destreza del director, quién también es compositor y
arreglista de las ejecuciones y flautista (Gazeta de Caracas, 1820). Fue este insigne músico director
de la Orquesta filarmónica de Caracas (1834), y se le agradecerá por siempre la composición de
canción al sacramento, misa (1806), Sinfonía núm. 8 (1822), Miserere (1823) entre muchas obras y
la creación del libro titulado “Explicación y conocimiento de los principios generales de la música”
primera obra de enseñanza musical del país (Diccionario de Historia, 1997: 150).

Pintor
Se destaca José María Xedler quién fue teniente cura de la catedral y es autor de San
Ignacio de Loyola. En 1815 pinta un frontal de estilo neoclásico que adornó la capilla del Calvario
de Petare, dedicada al culto de Santa María Magdalena y reconstruida en 1816 a raíz de su
destrucción a causa del terremoto de 1812. La reconstrucción se debió precisamente al celo de su
hermano Antonio Gedler del Pozo, Corregidor del pueblo, con quien muy seguramente colaboró en
la empresa. La capilla fue bendecida en 1816. El frontal existe y se conserva en el Museo de Arte
Colonial de Caracas (Duarte, 2008: 45-46).
En 1822 publica en Caracas, en la imprenta de Juan Gutiérrez, “Egercicios de nueve días:
para disponerse a celebrar en la dominica segunda después de la epifanía, la festividad del Buen
Jesús de Petare (Diccionario de Historia de Venezuela, Ob. Cit.: 307).
Entre 1826 y 1827 recibe el padre Xedler varias visitas del Sir Robert Ker Porter, estas se
realizan en un primer momento con el fin de que el visitante observe el paisaje y sus
particularidades, en especial se hace énfasis en la belleza y la prosperidad del iglesia del Dulce
Nombre de Jesús, así como una evaluación de las edificaciones que hubiesen tenido daños
ocasionados por el terremoto, en este caso señala la fuente que dentro de las edificaciones religiosas
la que más daño había tenido, precisamente era la capilla del Calvario, ya en avanzado proceso de
restauración, las posteriores visitas persiguen la asesoría del prelado para la elaboración de un mapa
que estaba realizado el inglés. (Duarte, Ob. Cit.)

Platero
En este oficio figura Marcos Agustín Fernández, quién fallece en Chacao 1803, rescatamos de
su testamento (RPPC), un perfil de lo fue su legado en esta comunidad. Su viuda es Josefa Vicencia
Linares, quien es la encargada de mandar hacer los Ávalos de sus bienes, se debe acotar que
Fernández con su especialidad también era conocido en la zona como perito de tasación, es
importante señalar que la orfebrería se consideraba un oficio de pardos y a los buenos plateros como
presumimos era este cristiano se les designaba como maestro mayor y fiel contraste marcador en el
arte de la platería, siendo empleados muchos de ellos en la Casa de la Moneda de Caracas para el
proceso de acuñación . En su taller de platería fue encontrada un arpa vieja, un cajón de arena de
platería de moldar, una armadura de fuelle de platería, un fuelle dorado, una mesa de zapatería, una
horma de pierna de bota, cuarenta y un hormas de zapatería, un banco de tirar hilo de platería con su
torno y su prensa, un torno común sin banco, un palo de Tas de platería. Y en la tienda bajo el
peritaje de José Antonio Ortega se encontró (testamento-RPPC):
…una tenaza grande, unas tijeras regulares, dos limas grandes, una vigornia grande, dos
piezas de moler oro, la pieza de levantar, tres martillos de mano, dos martillos de
levantar, una plancha con ocho tornillos, dos martillos grandes, el chambrote, tres
sopletes, tres muelles, dos pedazos de plomo, dos alicates de punta, ochenta y siete
moldes de todas clases, dos vigornias pequeñas, tres pares de cajas, una embutidera, el
marco con las balanzas grande, una balanza pequeña, dos tares de buen tamaño con un
tornillo pequeño…(f.1)

El perito nos ha permitido dar una mirada a la cultura material de una época, en ellas
encontramos las herramientas de trabajo de un artesano, podemos ver a través de las mismas con
que artefactos construía la cotidianidad de su trabajo en una platería. Sin duda un oficio que se
exigía extrema destreza y responsabilidad, pero del cual presumimos también recibía buena
remuneración.

Albañiles/Alarifes/Arquitectos
Equívocamente especulamos que los problemas urbanísticos de nuestra ciudad, son el
resultado exclusivo de los tiempos contemporáneos. No obstante, el desenlace de estos conflictos
han sido una constante a todo lo largo de la historia de Petare. Un ejemplo específico, lo podemos
encontrar como una constante durante los tiempos coloniales cuando Petare se fue transfigurando de
villa, a una ciudad propiamente dicha.
La metamorfosis hacia formas urbanas, acarreó una decidida intervención del Ayuntamiento
como un establecimiento rector de la vida de la ciudad, a través de sus regidores, pero en especial el
Síndico Procurador General, quién fingía como protector de los derechos de la ciudad y sus
habitantes (Durand, 1998:688).
Si bien es cierto que las responsabilidades recaían con exclusividad, en los señores regidores,
en el caso del buen orden urbanístico que siempre tuvo tropiezos en Petare, tal compromiso fue
compartido con los alarifes de la ciudad, cargo descrito con propiedad por Iribarren (2010):
El cargo de Alarife de Caracas gozaba de alta estima ya que acreditaba al titular en
inteligencia del arte y sabiduría en el oficio. Su posición en el ambiente constructivo de
la provincia le confería superior rango entre sus colegas y les abría las puertas para
tomar a su cargo obras constructivas de mayor alcance y responsabilidad. Su opinión
era considerada voz experta en el estado del arte en materia edilicia. Habiendo tomado
sus responsabilidades bajo juramento, su palabra era sinónimo de honestidad y de
sentido del deber, Sin embargo, la poderosa sociedad criolla seguía considerando a los
trabajos como oficios viles no aptos para personas de rango y cuna. Fue la emergente y
numerosa clase de pardos quien se dedicó a los oficios de la construcción y los demás
menesteres. El alarifazgo era por lo tanto, oficio de pardos (p.45).

Indudablemente que el ser alarife era una ocupación de suma importancia, y abarcaba muchas
actividades incluyendo el fraguado de los cimientos de la ciudad. Dentro de sus obligaciones
estaban el proponer mesura ante el reparto de tierra de labranzas y solares, llevar avalúos de casas y
haciendas para testamentaria, ejercer labores de peritaje, considerándose daños y deterioro de
edificaciones u obras de infraestructura en las ciudades. Asimismo estudiemos el siguiente
testimonio documental y veamos cómo se pone en práctica los conocimientos de un alarife:
…se haga la medida conforme a mis títulos. A vuesas mercedes pido y supplico
declaren quantas baras tiene cada una henegada de la medida viexa conforme a la
antigua costumbre que esta ciudad tiene y la que se decretó en las primeras medidas y
con la que ha medido hasta hoy (sic) (f.1)…
Este documento que data de 1606, resguardado por Archivo Histórico del Concejo Municipal
de Caracas, en las Actas del cabildo de Caracas (AHCMC-ACC) y presenta un litigio acometido por
el Capitán Diego Básquez de Escobedo, solicitando se nuevamente medido un terreno que le fue
asignado, en el valle de Petare, específicamente “hacia la quebrada de La Vieja en las Faldas de
Mariches”, es notar que el reclamo es elevado ante el cabildo caraqueño máxima autoridad local de
la época, exige que fijen nuevamente y los límites de la propiedad, trabajo que sin duda realizaría
un alarife. Entre sus otras obligaciones se incluía la fiscalización de obras, la procura de materiales
de construcción para la ciudad y el vigilar su calidad y correcto precio. El controlaba el tamaño de
los ladrillos, adobes, tejas, la calidad de la cal, de las maderas entre muchos otros materiales. Pero
su misión principal era la construir y proteger las obras de la ciudad. En este sentido subrayemos
nuevamente la obra de Iribarren:
En materia de infraestructura urbana, los alarifes velaban por el mantenimiento de
calles, caminos, puentes. El alarife de la ciudad colaboraba activamente con el alcalde
de aguas en la construcción y cuidado de acueductos. Acequias, pilas de agua y de
protección de las quebradas, hijas del gran cerro que surtían de agua y de protección a
los caraqueños. En Caracas, desde mediados del siglo XVII, el alarife colaboraba con el
guardamontes y organizaba las cuadrillas de apagafuegos cuando el cerro del Ávila se
incendiaba; de las de dragado cuando los ríos crecían y de las reconstrucción cuando la
tierra temblaba (p.46)

Dentro de Alarifes que hacían vida en Petare encontramos a José Leonardo Mañer, maestro
de albañilería, Arquitecto y Alarife, activo en Caracas entre 1746 y 1795. Se reconoce que entre sus
trabajos el avalúo de una casa que fue de Doña Isabel María Villegas, en el camino de Petare, sin
embargo el examen de la carpintería se le atribuye a Antonio Mateo de los Reyes, de quién no se
indican más detalles (Duarte, 1997a: 51-56). El autor ya mencionado nos presenta, una interesante
cita en la cual podemos observar a través de la descripción de un Alarife algunos elementos
resaltantes dentro la cultura material, podemos mirar cómo se vivía en la casa de los herederos de la
Marquesa del Valle de Santiago:
Estancia en el sitio de San Miguel de Petare que fue del Licenciado Don Ignacio de
Peralta y pertenece los herederos de la marquesa del valle de Santiago. Casa de tapias
cubierta de teja con 8 y medias varas de largo con tres cuartos bajos. Una sala alta sus
barandas de madera. Una casita de paja de la rueda del a yuca. Una cocina de horcones
y bahareques. Tres bujios de paja en que viven los esclavos. Algunos muebles. 18
esclavos. Huerta de membrillo, platanales. Un molino caído. Unas casas nuevas de
tapias y rafas nuevas y sin acabar, cubiertas de tejas, con 33 varas de largo con sus dos
corredores con barandas con “diferentes cuartos que labró la difunta señora marquesa
del Valle de Santiago”. Se encontraron en los cuartos miles de ladrillos, cañas, arena,
cal, madera, vigas. Un horno de hacer teja. Otras casas que se hallan en otro sitio más
abajo, de horcones y bahareques, cubiertas de teja, de 15 varas de largo con diferentes
cuartos y corredores con cinco puertas. Dentro hay cercos de madera vigas etc. Una
cocina de paja con 7 varas de largo (p.151).
Otro maestro albañil de nuestra área es Baltasar de los Reyes, su actividad data entre 1720 y
1748. Entre sus trabajos se mencionan la apreciación en 1743 de una casa de estancia posesión del
Rinconcito en Caurimare, esta le pertenecía al Maestro de Campo Don Diego Liendo y fue José
Lozana el encargado de evaluar la carpintería (Ob. Cit.: 94-100). Se describe en el informe:
Estancia de cacao de Diego de Liendo. Situada en los valles de Panecillo sitio de
Caurimare, posesión del Rinconcito Petare. Cas de tapias cubiertas de teja. Sala de 5
varas y tres cuartas de largo por 2 y tres cuartas de ancho. Un cuartito de 5 varas y tres
cuartas de ancho y 3 varas de largo. Otro cuarto en el corredor de 4 varas de largo y 4 y
medio de ancho. Un corredor entablado de 5 varas y media de largo por 4 y tres cuartas
de ancho, con un pilar de ladrillo en el medio y dos medios pilares de lo mismo en los
extremos. Con un alto y otra sala de 10 varas y medio de ancho y un corredorcito alto
del mismo tamaño del bajo. Algunos muebles (p.151).

Asimismo es Maximiano Solórzano, Maestro Mayor de Albañilería y Alarife, activo entre


1767 y 1806, el responsable de dar avalúo a una casa tienda, que esta contigua a Petare, que le
perteneció a Don Mateo Padrón, la carpintería es valorada en este caso por dos especialistas José
Miguel Arteaga y Antonio José Limardo estos datos corresponden al año de 1793. Observemos que
dice el informe (ídem):
Estancia en el sitio de Guanasna, a tres leguas del pueblo de Petare, de Don Mateo
Padrón. Casa ordinaria, en el cerro, de bahareque cubierta de paja, cuarto y corredor.
Dos puertas y dos ventanas. En el corredor un trapiche de mano. Una troja de teja. Otra
que sirve de cocina, 6 esclavos (p.152).

Es oportuno explicar que en el caso de las edificaciones privadas, con frecuencia se hacia el
avalúo de casas y terrenos para la elaboración de testamentos, aunque en nuestros documentos no
hemos encontrado expresamente dicha acotación.
Puede señalarse en palabras de Lovera (2009), que los alarifes o albañiles no eran muy
abundantes:
…se constató la existencia de sesenta y seis de ellos para todo el siglo XVIII, cuando
podía estimarse la población que habitaba en nuestro territorio en aquella centuria entre
700.000 y 800.000 almas, lo que significa lo que significa que no llegaban a un artesano
por cada 10.000 habitantes. Sin embargo, reduciendo el número de habitantes al de
aquellos que supuestamente podían emplear loa servicios de los alarifes, unos 200.000,
todavía encontraremos una bajísima cifra de 3 albañiles por cada 10.000 habitantes
(p.93).

En pocas palabras, si se toma en cuenta la distribución geográfica, de la población,


encontraremos que en Caracas y La Guaira se agrupaba un setenta por ciento de estos artesanos.
Cifras que, a pesar de ser simples aproximaciones nos certifican la dificultad que siempre hubo en
conseguir albañiles para la edificación de las casas urbanas, las casa de hacienda y en especial las
ubicadas en el interior de la provincia (ibídem).
Herrero/ Fabrica de Fusiles/Acto por la Independencia (1811)
Un singularidad dentro de las artes de la herrerías, resulta un hallazgo reseñado en la Gazeta
de Caracas de fecha 11 de junio de 1811 (sic), en la cual se señala como Don Manuel Toro, vecino
de Petare reconocido artista y quien en la intimidad de su taller de herrería, sin más conocimiento
que el ejercitado en su oficio y con la esperanza de ser útil a la nueva patria, decide construir un
fusil. Señala Duarte (2007b):
…comentaba el autor del artículo que tan nuevo y útil descubrimiento, no pudo menos
que aturdir a los peritos comisionados del Gobierno para calificar la identidad y utilidad
de la invención; y el industrioso Toro recibió el último premio de su aplicación quando
(sic) se declaró por contrahecho, viejo y acicalado el cañón del fusil. No obstante tiene
que sufrir un juicio contradictorio para hacer más brulete el triunfo de sus talentos, los
contursionados traslados al taller de Toro a unas ramas de su genio y constancia al ver
las toscas y groseras máquinas que habían producido el resultado de los grandes y
científicos laboratorios de la Europa…de suerte que pronto deberá Venezuela a Petare
uno de los artículos más preciosos de su prosperidad industrial… (Sic) (p.32).

El Supremo Gobierno de Venezuela, ante este suceso tan significativo para la seguridad y
defensa, se decidió considerar al herrero y le confirió el grado de Capitán de Maestranza, se le
concedió un sueldo considerable y se decretó el perfeccionamiento del arma por supuesto bajo la
inspección del maestro Toro, para ello se debía organizar, una fábrica en la cual elaborar de
cuarenta a cincuenta cañones de fusil por día así con todas las otras partes necesarias, entre ellas
figuraban la construcción de llaves y demás piezas de esta arma.

Aproximación a sus Creencias Religiosa

La iglesia católica llegó a América con los primeros conquistadores y colonizadores. Su


misión básica era catequizar, evangelizar y dar continuidad al proceso de implantación del modelo
católico adoptado por la corona castellana, todo esto en dirección de fortalecer los postulados e
intereses de expansión y grandeza, propuestos desde la metrópoli real.
Petare y sus pobladores no escaparían a esta estrategia, todo lo contrario, quizás por estar tan
cerca del pueblo Santiago de León de Caracas que sería en algún momento la capital de la
provincia, se muestra como evidencia en escala menor de esas costumbres hibridas y sincréticas que
caracterizaron en el tiempo histórico colonial.
Comenzamos por detallar su templo que está bajo advocación del Dulce Nombre de Jesús, su
fabricación demostraba su esplendor, pero también la influencia poderosa de la fe de todos sus
habitantes quienes si entendían que la iglesia es la morada del rey de reyes, y por lo tanto su brillo
cubre de prosperidad espiritual y material a aquellos que estén cerca ella. Expresa el Obispo
Mariano Martí en su visita pastoral “…es casi tan grande como la Iglesia de la Candelaria de
Caracas…la parte posterior de la nave está ya terminada…” (p.3). El templo se establecía para
brindar culto a Dios nuestro Señor, a las sagradas imágenes, a las inequívocas escrituras y a todas
aquellas criaturas que habían alcanzado la santidad y que la casa de Roma tenia por misión aprobar.
Asimismo entre otras funciones desde la iglesia se debía enseñar disciplina a los Ministros de
otras Diócesis y también se establecían métodos para la reformar a los fieles que habían caído en
vicios y malas costumbres.
Estos métodos de transformación partían de la enseñanza de la doctrina cristiana, en su fase
preventiva esta era dirigida tanto a los niños como a los adultos, la base teológica era el estudio del
Santo Evangelio del día, reprendiendo principalmente a los que se consideraban que habían caído
en abusos o excesos. Por esto el Obispo Martí recomendaba en su visita a Petare:
…enseñe la Doctrina Cristiana con palabras que se adapten a su inteligencia de los
oyentes, explicándoles las cosas necesarias, necesitate meij et necesítate precepti ad
salvandum, la virtud y eficacia de los Santos Sacramentos y disposición con que han de
recibirlos, y que a los niños les enseñe los rudimentos de nuestra Fe y a obediencia a sus
padres… (Sic) (p.18).

Adicionalmente, el párroco de la iglesia del pueblo del Buen Jesús, tenía por misión oficiar el
santo sacrifico todos los días, y preparar el altar con sus tres manteles, dos de lienzos delgado y con
encajes. Colocando la imagen de la santa cruz, para guardar el sumo culto, veneración y reverencia.
No podían personas ajenas acercarse o tocar los ornamentos, ni colocar objetos sombreros en el
altar, debían enseñar normas de conducta en el santo precinto entre las que figuraba el prohibir
conversaciones, ya que esa era la casa de Dios y lugar de oración.

Redacción del Testamento


El carácter espiritual de la vida durante el siglo XVII es muy arraigado. Se manifiesta en la
gran fe religiosa que embargaba a la mayor parte de los fieles de este pueblo del Buen Jesús. Con la
implantación de la “sociedad burguesa” se impuso en las nuevas provincias la preocupación por los
deudos, entonces los testamentos se formaron más elocuentes y terrenales, en las provincias se
crearon nuevas costumbres, llego el luto y la muerte constituirá un hecho cotidiano. Señala Vargas
(Ob. Cit.):
El testamento es un documento notarial a través del cual un individuo manifiesta y
registra su voluntad sobre aspectos espirituales y materiales. Estas voluntades deben ser
observadas por los herederos o albaceas después de la muerte del testador, para que en
el menor tiempo posible puedan cumplir con la última voluntad de éste. Se dice,
además, que el testamento representa la oportunidad final que tiene la persona que lo
hace, para limpiar su conciencia de los posibles pecados cometidos en vida y así morir
en paz. Por lo tanto, podemos decir que los testamentos representan un acto tanto
jurídico como espiritual (p.7)

Era frecuente en nuestra poca que si un vecino sufría un padecimiento grave enviara por el
escribano público para dictar su última voluntad, a través de la conformación de un testamento.
Dice Cartay (2003):
…se morirá en el hogar, rodeado de familia y la muerte era mostrada
espectacularmente. El moribundo conocía la proximidad de la muerte por el viático, el
testamento y la convicción intima de su Cercanía (p.307).

Las disposiciones eran dictadas por el aquejado desde su lecho de muerte y ante la presencia
de familiares, del clérigo y algunos testigos. Sólo con algunas excepciones, una persona sana
dictaba su testamento. Este se podía modificar si se le consideraba necesario, a través de un
procedimiento llamado codicilo, el cual se describe en el Diccionario de la Lengua Española como:
Instrumento en que, antes de ser promulgado el Código Civil, se podían y solían hacer
disposiciones de última voluntad con menos solemnidad que de ordinario. Generalmente
se utilizaba para añadir o quitar algo al testamento, pero hoy día el CODICILO tiene solo
importancia histórica (s/p).

El preámbulo de los testamentos de este periodo y que reposan en los libros de Protocolo
del Estado Miranda, demuestra claramente la profesión de la fe en Cristo Jesús; el testamento de
María Cayetana Hernández (1766) ilustra esta costumbre. El cual se encabeza con la invocación
particular: “En el nombre de Dios nuestro señor amen”. Luego continúa:
Sepan esta carta es mi testamento, ultima y final voluntad vieren como yo María
Cayetana Hernández vecina del pueblo del Buen Jesús de Petare hija legitima de Pedro
Hernández Cabrera y de Juana Antonia González difuntos vecinos que fueron, y natural
el dicho Pedro de la islas de la Palma en Canaria, y la citada Juana del pueblo de
Guarenas…cuando estoi enferma en cama de accidente grave…creo en el Divino
Misterio de la Santísima Trinidad Padre, Hijo y espíritu Santo, tres persona distintas, y
un solo Dios verdadero, y en todo lo demás, que tiene cree, y confiesa, predica y enseña
nuestra Santa Madre Yglesia Católica Romana en cual fe y creencia he vivido y, protestó
vivir y morir…deseando salvar mi alma…pongo por intercesora y abogada a la
Santísima Reina de los Ángeles María Santísima madre de Dios y señora nuestra, para
que interceda con su precioso hijo Jesús Cristo Niño Redentor y alcance el perdón de mis
culpas, y pecados, y lleve a mi alma a gozar de la celestial morada … (Sic) (Fol. 23).

La testante inicia la redacción con una súplica a dios y luego a sus santos patrones, se declara
creyente y proclama su fe católica, luego notifica a los presentes que serán testigos de su última
voluntad. Obsérvese que la primera disposición de los testamentos estudiados siempre se encamina
con la siguiente frase:
…Primeramente encomiendo mi alma a Dios Nuestro Señor, que la hizo, crio, y
redimió con el infinito precio de su preciosísima sangre, pasión y muerte santísima,
y el cuerpo mando a la tierra de que fue formado el qual quiero y, es mi voluntad
quequando S.D.M fuere servido de llevarme de esta presente vida sea sepultada en la
santa Yglesia parroquial de Nuestra Señora de Altagracia de la Ciudad de Caracas,
como hermana de la Cofradía de Dolores y, amortajada con el santo Havito de
Nuestro Padre San Francisco… (Sic) (Fol.24).

Continúa en segundo orden, un breve esbozo de lo que fue la vida del declarante, las personas
se obligaban dar cuenta de su calidad, el origen de su nacimiento y residencia, el nombre de sus
padres y declaraban sobre ellos, si se encontraban vivos o no para el momento en que se dictaba la
memoria testamental, asimismo se advertía su estado civil y se informaba sobre los hijos vivos o
fallecidos que se habían procreado:
…Mando se saque de mis bienes. 4. Mando a las mandas forzosas…a cada una por una
vez y, mando se saque de mis bienes=5. Yo declaro que fui casada…con Domingo
Yanez Natural, de la ciudad de La Laguna en las Yslas Canarias de mi matrimonio
tuvimos y procreamos nueve hijos los quatro varones y, cinco hembras a saber…(Sic)
(Fol.25).

El testamento como fuente nos permite conocer rasgos importantes de las vida privada de las
familias, ya que constituían un acto transcendental en la vida de una persona que se disponía a
entregar cuentas a Dios de su paso por este mundo, mostraban fe pública de su lugar en la sociedad,
de la consideración de sus bienes materiales, de las transgresiones a la rigurosa vida moral
dominante, de sus secretas convicciones y emociones que entre otros aspectos nos permiten dar una
mirada a su imaginario y con ello reconstruir la memoria de lo privado con un documento que se
hace público.

Ultimas disposiciones
La Muerte.
El concepto de la muerte fue uno de los imaginarios de mayor significación en la sociedad
colonial, y está extremamente arraigando a su memoria social, y en estas expresiones, podemos
verlas en el discurso testamentario que ratifica un conjunto de prácticas sociales que son recurrentes
en todo el siglo XVIII. En lo que se refiere a este tópico Ruiz Tirado (1999) sostiene:
… en lugar de ocuparse básicamente de dirimir con Dios y su conciencia las íntimas
inquietudes existenciales y debilidades terrenales, se preocupara más por exteriorizarlas
dejando constancia de ellas para la posteridad en declaración notariada ante escribano
publico u otro funcionario competente. La muerte como hecho doloroso que determina la
ausencia físicas del ser querido – tal vez porque no se entendía como ausencia radical
sino transitoria- no se vive en recoletos espacios de intimidad doméstica, sencillamente
porque no existe noción de intimidad ni para el dolor ni para el amor … (p.59).

La Muerte es un proceso natural y uno de los rasgos culturales que junto al de construcción
de la vida, representan los actos más importantes para el hombre. Esto obedece a que siempre está
al lado de la vida, y como de ella no se puede huir, el ser humano no deja de seducirse ante sus
misterios y constantemente intenta descubrir cuál es la esencia de la muerte, tanto de la propia como
de la ajena. Cartay ya mencionado señala:
Pero a pesar de su cercanía constante, y de su inexorabilidad, su verdadero sentido se
nos escapa. A ella sólo podemos acercarnos, indirectamente, a través del examen de las
conductas que los grupos sociales asumen para responder a su constante requerimiento,
es decir, a través del desciframiento de ese complejo código de símbolos y creencias
que los hombres construyen para mitigar su angustia ancestral. Penetrarlo supone
descifrar los distintos elementos del código funerario: costumbres, actos, ritos, valores y
creencias que los fundamenta, pues el saber cultural es un saber tácito, no explicitado
que se basa sobre datos intuitivos…Los que vamos a morir, desarrollamos, sin
embargo, en la práctica, una especia de discurso colectivo, que debe ser estudiado en su
evolución para poder acercarnos a la percepción que tenemos (en este caso, a los
venezolanos, y en especial los caraqueños) sobre la muerte, percepción que moldea, en
cierta media el contenido y la calidad de nuestra conducta cotidiana (p.305).

Nuestra condición de mortales nos lleva a estar conscientes de que moriremos en algún
momento, esto hace que el ser humano se proyecte a través de la muerte, que está llena de
características, y esto nos incita a tener confrontaciones con nuestro entorno cambiante y con
nosotros mismos, invitándonos a investigar buscando explicaciones:
Uno de los mayores especialistas en el estudio de la muerte [Philippe Aries, 1975),
considera que al estudio de la percepción de la muerte uno accede por dos vías: la del
análisis cuantitativo de series documentales homogéneas (como los testamentos) y la
del análisis intuitivo y subjetivo, para construir la expresión la expresión inconsciente
de una sensibilidad colectiva, puesto que los cambios en la percepción son muy lentos o
se sitúan entre largos periodos de inmovilidad (ídem).

Para este autor, este conocimiento se ha conocido en dos etapas, a la primera la llama la
muerte invertida. La cual es observada en occidente entre los siglos VI y XVIII, el describe que en
esta etapa las personas han adquirido conciencia de la muerte, la presienten por sus signos o por una
convicción intima, se le espera bajo la advocación de Dios, en la mayoría de los casos,
imposibilitado en una cama y rodeado de las personas cercanas, se le considera una ceremonia
pública y organizada. La actitud ante la muerte es familiar, mitigada, impasible y se acepta sin
drama.
En la otra percepción, la de la muerte proscrita, iniciada en el siglo XVIII, la muerte es
sentida, pero se torna innombrable, se esconde y adquiere un nuevo sentido, en muchas situaciones
variará el lugar de la muerte, son incontables los casos donde la casa será sustituida por el hospital.
Sin embargo, en nuestro tiempo de estudio un elemento prevalecerá para afrontar los avatares de la
muerte y estos son los testamentos, reflejo idóneo que permite observar desde la formalidad, los
ritos indiscutibles que se realizan ante ese cruce que algunos consideran inesperado, podemos tener
una visión sobre cómo se llevaban a cabo en las exequias funerarias, planeadas de forma consciente
y detallada por esos personajes coloniales, encuadrados en el imaginario de un tiempo histórico
colonial.

La Mortaja y la Sepultura.
Las disposiciones con relación a la mortaja y la sepultura eran formalidades de obligatorio
cumplimiento por parte de los albaceas que representaban al difunto y estaban debidamente
indicadas en los testamentos. Revisemos la última voluntad del señor Domingo Yáñez (1769),
vecino de la ciudad de Caracas y residente del pueblo de Petare:
… y es mi voluntad que mi cuerpo sea sepultado en la Yglesia del Dulce Nombre de Jesús
de Petare cerca del pulpito y amortajado con havito de nuestro patrón San Francisco y pido
de por amor a Dios al reverendo para guardián…y nombro por mi albacea testamentaria a
Cayetana Hernández mi legitima muger… (Sic) (Fol.36).

Como podemos observar, en la cita anterior el futuro difunto dispone cual será el sitio
sagrado donde ha de ser enterrado, en este caso la Iglesia del Dulce Nombre de Jesús de Petare y
describe cual será la vestidura que habrá de acompañarle en su último viaje por esta tierra y expone
su necesidad de estar acompañado espiritualmente y de llevar una legión de mediadores, en cuyos
hombros logrará efectuar su paso al purgatorio, donde se tiene la esperanza de pasar poco tiempo,
para luego descansar hasta el ansiado día de la resurrección.
Es importante señalar que el testador solicitó vestir el día de su entierro el hábito de San
Francisco, esto se tomaba como una muestra de desprendimiento de las cosa materiales que poseía.
Por otra parte, solicitó como compañía para su entierro, la presencia de un cura, lo cual indica todo
lo que simbolizaban sus creencias dentro de la religión católica. Sobre el entierro y el funeral se
dispone por carta pastoral del Sr. D. Joaquín Javier Uriz y Lasaga, Obispo de Pamplona (1856)
que:
No es necesario advertir que ha de ser el entierro a tiempo proporcionado, y con
especialidad si el enfermo murió de algún accidente torpe repentino, en cuyo caso han
de pasar veinte y cuatro horas cuando menos. Por lo demás se le harán lo oficios que
hubiere ordenado el difunto; se cumplirán cuantos antes las demandas piadosas, y con
preferencia lo que fuere de obligación, y en defecto de no haber dispuesto, se ejecutará
lo que corresponda, siendo muy propio del párroco celebrarlo, y procurar que se eviten
gastos superfluos con motivos de tales funciones, en que sufrirá lo que no pueda
remediar (p.76).
En el testamento que hemos venido trabajando las indicaciones son claras con relación al
lugar donde quiere ser sepultado, y con relación a esto revisamos el Diccionario de Historia y allí
encontramos un comentario interesante, sobre los santos lugares donde podía reposar el cuerpo
corruptible, que según la doctrina católica algún día reviviría:
…Con el asentamiento de los españoles en el territorio que es hoy Venezuela, cada
población importante fundada por ellos, tenía una o varias iglesias, así como conventos.
Era costumbre enterrar a los difuntos en el propio recinto de las iglesias o conventos,
bien fuese en el piso mismo, cubiertos con una lápida o en bóvedas subterráneas. A
veces existían también al lado de los templos, cementerios bendecidos por la iglesia,
considerados igualmente sagrados… (p.766).

Esta creencia arraigada en el imaginario religioso colonial brindaba en el moribundo la


esperanza y la posibilidad de redención de los pecados con el fin de conseguir la salvación eterna
gracias a la misericordia divina.

Cementerios.
Con el paso del tiempo ya las personas no serían enterradas en las iglesias, sino que se
utilizaría para ellos terrenos labrados en los suburbios del pueblo. En el siglo XVII, en
correspondencia con espíritu de las constituciones Sinodales, los cementerios estaban al lado de las
iglesias parroquiales. Algunas de las personas que fallecían, eran sepultadas en el interior de los
santuarios, otras eran exhumadas de los cementerios y luego llevadas a los templos de oración, con
la finalidad de que estuviesen más cerca Dios y de sus santos patrones.
Pero en la Provincia de Venezuela, se mantuvo un atraso con relación a las ordenanzas
emitidas desde España que bajo el auspicio de Carlos III en 1787, se había proclamado prohibiendo
los entierros en las iglesias, asimismo se emitió una orden de construcción de cementerios
extramuros, y para esto se alegó la situación de insalubridad que se presentaba en las capillas y
santuarios, donde el mal olor y los insectos, hacían estragos en la feligresía, al punto de contarse
múltiples desmayos sobre todo en tiempo de calor, motivado por lo vapores que se emanaban del
piso. La situación en Petare no era muy diferente (Méndez Sereno):
[Y] finales de 1822 cuando se instaló el primer Cabildo en el pueblo de Petare, eran
continúas las enfermedades y muertes de sus habitantes, por ello el Cabildo consideró
que tal situación se deriva de los aires corrompidos por la fetidez que se percibía desde
el cementerio, situado en el centro del pueblo. Este además de ser muy pequeño para el
volumen de los habitantes de lugar, era objeto de una poco salubre práctica, como era la
de abrir los sepulcros antes del tiempo estipulado, debido al creciente número de
muertos. Aunado a ello, los sepultureros enterraban muy superficialmente a los
cadáveres, por lo cual estos se dejaban ver pocos días después al aire libre, y eran
atacados por animales (p.237).

Como respuesta ante este delicado problema, el cabildo toma la resolución de cerrar el
cementerio y permitir que se use otro terreno adyacente a la iglesia, y se designan a un alarife para
que realice los trabajos de demarcación y aplanamiento de lo que se esperaba fuese un nuevo
camposanto. Con relación a los enterradores, se les acusa de actuar en forma negligente y poco
piadosa, además de no estar cumpliendo con la medida de profundidad indicada para las fosas, que
estaba estipulada en cinco cuartas, estas disposiciones eran ordenadas por la gobernación de la
provincia.
Sin embargo, esta situación continuaría en Venezuela, aunque ya entre los años de 1814 y
1818, el General Pablo Morillo había ordenado la construcción de cementerios a extramuros,
obviamente esta orden nunca se ejecutó, luego Simón Bolívar en 1828 emitiría un decreto
prohibiendo la práctica de entierros e inhumaciones en las iglesias, templos, capillas o terrenos
privados. Sin embargo, no será sino hasta 1847 cuando desaparecería definitivamente está
arraigada costumbre (Cartay: 323).

Santísimo Viático.
Cuando una persona adolecía y presentía la cercanía de la muerte, sus familiares hacían
venir al Clérigo de la congregación para que dispusiera administrarle el Santísimo Viático. En
consideración, a este sagrado derecho desde nuestra parroquia se administraba así (retomamos al
Obispo Martí):
…Que siendo la obligación del pastor dar sus últimos ovejas los auxilios que necesiten
para asegurar la victoria en el último instante de su vida de que pende la salvación o
condenación eterna, asista y visite con frecuencia a sus feligreses después administrado
el Santísimo Viático, consolándolos y exhortándolos a que lleven con paciencia los
trabajos y molestias de la enfermedad, y principalmente proponiéndoles la infinita
misericordia de Dios Nuestro Señor, e induciéndolos a una verdadera contrición de sus
pecados; y le damos facultad de aplicar indulgencia plenaria in articulo mortis a los que
ayudare a bien morir según por su Santidad nos esta concedida con ampliación de
poderla subdelegar a los confesores que se dedican a este ejercicio… (p.19).

El Santísimo Viático se colocaba en una porta viático, de plata dorada que debía el sacerdote
colgarse del cuello, por medio de una cadena, lo que representaba el traslado del sagrario de la
iglesia, a la casa del moribundo. Detrás del presbítero iba un monaguillo que hacía sonar unas
campanillas. Los vecinos que encontraban por el camino se despojaban de sus sombreros, se
santiguaban y se arrodillaban a su paso en señal de respeto al que pronto partiría (Duarte: 2001).
Sobre el Santísimo Viático:
Si se hubiese administrado cuando se confesó, nada prevengo para los viáticos, donde
se logran treguas que se debe preparar antes al enfermo con las consideraciones propias
de aquel acto. El cura lo visitará al intento, y procurará ejecutarlo con la dulzura de
padre; que ha de crecer cada día, según se fueren aumentando los trabajitos de aquel
pobre; y de esto descenderá a insinuarle lo que convenga. ¡Cuánta es la dignación de
nuestro buen Dios, cuánta su misericordia!¡somos unos miserables pecadores, y se
abate por decirlo así al extremo de visitarnos buscarnos en las chozas!¿Y á qué será este
exceso de amor? Es á traernos la salud corporal si nos conviene, y en cualquier caso á
darnos la del alma que más importa, aunque hayamos ido ruines, injúriables con
multitud de culpas. Así quiere y es muy justo, que llenos de respeto y de humildad nos
animemos, resignados sobre todo tiempo y eternidad á lo que sea del mayor agrado de
su divina majestad… (Sic) (p.68).

El pastor de almas luego de confesar y administrar el pan de vida (gráfico 3), debía continuar
su trabajo moviendo los sentimientos del enfermo, estimulando su espíritu al reconocimiento y al
arrepentimiento si se había ofendido a Dios, debe llamar al acometido al acto de contrición y se le
recordara que su recogimiento espiritual puede aminorar la ira divina.
Dentro de los cuidados que se correspondía tener con el confesante están la disminución de
las visitas al enfermo por los miembros de la casa y la suspensión de las visitas de los que llegan de
afuera, ya que este exceso de compañía causaba distracción en el enfermo que ha necesitaba estar
ocupado santamente en el negocio de su alma.

El Velorio/El Entierro/El Luto.


Petare no escapa a la presunción religiosa, en este pueblo lo mismo se ayuda a construir
recintos sagrados, se asiste a las procesiones, se retiraba el sombrero y se persignaba cuando pasaba
el santísimo viático, pero también se acompaña al difunto y a sus deudos y se cumplen con todas las
representaciones necesarias.
Si el fallecido había sido famoso y para su apoyo su longevidad era muestra de su buena vida,
como fue el caso del Prelado Xedler que alcanzo celebrar 108 años de fructífera labor espiritual,
artística y política, las pompas fúnebres debían ser un acontecimiento. En estos casos asistían los
miembros de la cofradía a la cual se había pertenecido, se colocaban cruces en las parroquias y los
empleados de las diferentes instituciones así como amigos y conocidos se hacían presentes en las
diferentes cuadras adyacentes a la de velación. Arístides Rojas (1972) nos recuerda:
No existía en Caracas, para aquel entonces, ninguna agencia funeraria, siendo peculiar
de las cofradías correr con los entierros, alquilando cada una lo que tenía; y como no
había coches mortuorios, los cadáveres se cargaban sobre andas. Cada cofradía tenía
ataúdes para ricos y pobres, consistiendo los primeros en urnas abiertas, de graciosa
forma, con esculturas doradas, semejantes a las que sirven hoy para el entierro de los
canónigos y Obispos. El cadáver iba descubierto o velado con ligera gasa, y tan luego
como concluían los oficios religiosos, la familia lo sacaba de la urna elegante, lo
encerraba en un ataúd nuevo y era enterrado en algún sitio del templo (p.76).

Luego de celebrarse el funeral era costumbre que días más tarde, se colocara cerca de la
tumba media barrica de vino, un canasto con pan, y mucha carne de carnero, esto se realizaba en
honor a la generosidad del ya fallecido. Otra singularidad presente que caracterizaba el regreso de la
casa mortuoria, es que era frecuente encontrar filas de hombres pobres de solemnidad que colmaban
las aceras de la calle solicitándoles a los acompañantes las limosnas que pudiesen darles. Con
mención al octavario Rojas (Ob. Cit.) cuenta:
Los muertos gozaban también, como los santos y vírgenes de los templos, de octavario
consistiendo éste en reunión general en toda la parentela del difunto, con el fin de
almorzar y comer, charlar, departir acerca de los asuntos del día, y convertir el triste
suceso en una parranda. Era de costumbre y de lujo el que toda la parentela
contribuyese a estos días del octavario con obsequios culinarios; y tan mona era la
rigidez del duelo, que hasta los pavos y jamones aparecían sobre la suculenta mesa con
las patas y el mango llenos de lazos negros. Cubríanse las paredes de las salas con
género oscuro, se cerraban éstas después del octavario. Todos los esclavos participaban
en el duelo, no en el corazón, sino en los vestidos, y con éstos los retratos de los
antepasados, los cuadros al óleo, las arañas colgantes, las mesas y cuanto objeto
figuraba en las principales salas de familia. ¡Cuántos contrastes se veían en estos días!
Recogidos y llorosos estaban los allegados del difunto, mientras que la parentela,
compuesta en casi su totalidad de epicuristas, se aprovechaba del octavario fúnebre
(p.77).

Estas costumbres postmortem fueron seriamente sancionadas en Petare a fines del siglo
XVIII, y muy especialmente en el caso de los velorios encuentros descrito en los documentos
católicos (Obispo Martí: 1998) como desordenados, y poco decorosos, se condena el juego, las
comentarios, risas, la escasa vigilancia de los padres sobre los hijos. Son hábitos que escandalizan al
prelado visitante, institución eclesial a través del juicio de Martí exhorta a los vecinos a controlarse,
a mantener el recato, instruir a los hijos, pero sobre todos los males que ha visto el que más le
preocupa es la ingesta en abundancia del “Guarapo de Caña”. El obispo clama por una vuelta a las
buenas costumbres, está muy alarmado. Sin embargo, “El exceso de la bebida se traduce en rentas y
de acuerdo a una reglamentación especial del cabildo es destinada para el sostenimiento del
Hospital San Lázaro”, esta será un de las razones que alegará el Corregidor para hacerse de la vista
gorda con relación a la solicitud que se le hizo. Pero que no podía ignorar cuando el escándalo
producido por el alcohol se transformaba enfrentamientos donde podían surgir armas o garrotes
(Vargas Mendoza, 1980:16).
Son los velorios en opinión de Cartay:
…las ceremonias de la muerte, muy asociadas a lo lúdico, al acto de enterramiento, los
discursos post Morten, a las coronas fúnebres, los anuncios funerarios, los velorios, el
luto, que mostraban la muerte, rayando en la insolencia. Esa banalización de la muerte,
que actuaba como lenitivo de la angustia de la muerte, despojada de su aire macabro,
gano el discurso popular y se convirtió en crónica de sociedad y en instrumento de
ostentación del poder (p.307).

El obispo Mariano Martí no se da por vencido en su visita pastoral, precisa salvar a Petare,
hizo entonces un llamado más severo, redacta un decreto, el cual se hacía extensivo a todas la
Diócesis de la provincia, este llamando consistía en una petición para los vecinos, implorándoles
que retomaran los patrones cristianos y de buen comportamiento que debían seguir:
… Que teniéndose presente que el concurso de gentes de ambos sexos a los que llaman
velorios se originan también bebezones y juegos los padres de familias no permitan
semejante concurso, y el cura eficazmente corrija esta perniciosa costumbre y la
prohibida absolutamente … (Sic) (p.21).

Esto lo hizo porque durante su estadía en Petare había observado que en los velorios, los
pobladores de esta región expresaban conductas impropias y hasta irrespetuosas con los difuntos.
Una razón particular, que quizás contribuía a esta interesante situación es que los entierros se
llevaban a cabo por las noches y el duelo se despedía en la casa. A lo lejos se identificaban un
entierro, por las hileras de acompañantes, los vestidos de duelo, por los faroles con vela para
alumbrarse en los caminos oscuros y por las charlas y cuchicheos en abundancia.
En relación con los cuerpos de los pobres de solemnidad solo se les acercaba a la puerta de la
iglesia donde el cura solía acercarse y le rezaban los oficios religiosos. La falta de recursos
económicos hizo que con frecuencia muchas madres desamparadas colocaran a sus pequeños hijos
muertos en cestas con flores y que los dejaran en las puertas de las iglesias con la esperanza de que
si hiciese con ellos obras de caridad, ellas se confortaban con la idea de que algún parroquiano al
percibir el olor del pequeño descomponiéndose, y al ver que los animales acechaban el cuerpecito,
se les conmoviera el corazón y sentirían piedad del infante, otorgándole un último adiós con
dignidad, muchas de estas almas compasivas, amparaban su ayuda en el temor a Dios y recordaban
el evangelio cuando Jesús retratado en la pluma del apóstol Marcos les dijo a sus discípulos
“…Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios. De
cierto os digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Santa Biblia,
Marcos 10, 14-15: 674).
Muy contrariamente los entierros de los niños nacidos en cunas pudientes, eran acompañados
sólo por niños, también reciban sepultura nocturna. Sus cuerpos eran colocados en mesitas
adornadas con flores y cintas. Al regresar del entierro los pequeños acompañantes eran recibidos
con banquete propio de sus tiernas edades (Rojas, Ob. cit.:78).
Para concluir estos párrafos es imprescindibles saber ¿quién lloraba al difunto? aclarando
que este servicio no se podía contratar. En muchas casos sucedió “…que ciertas familias escogían,
como hora propicia para manifestar el sentimiento, aquella en que salía el cadáver de la casa.
Apenas se levantaban las andas, cuando comenzaba la gritería…” (Ibídem). Entonces así como la
risa es contagiosa el llanto también lo es y solía suceder que todos los presentes se contagiaban del
sentimiento y comenzaban a llorar expresando lamentaciones y recuerdos por aquel, a quien nunca
más volverían a escuchar.
Consideraciones Finales
Al concluir esta disertación, apreciamos que aún nos invaden muchas incertidumbres que
requieren de consulta y una posterior respuesta. Pero esta preocupación la consideramos igualmente
sorprendente ya que han sido las dudas las que nos condujeron; y nos guiaron en el minucioso
trabajo de la experticia documental y que nos ha permitido elaborar este producto.
Partimos de un indicio que ahora logramos corroborar, existe la necesidad de elaborar un
material que recoja la historia de cotidiana del pueblo del Buen Jesús de Petare en el tiempo
histórico colonial, que ayude a las comunidades a identificarse con su terruño y que a la vez que se
convierta en parte de la memoria del municipio, que nos permita conocer cómo se formó nuestro
gentilicio como latinoamericanos y a la vez como venezolanos.
El investigador social, específicamente el especialista en el campo de la historia es
constructor de representaciones, y su deber radica en aportar datos nuevos y abundantes para la
ampliación del horizonte tanto metodológico, como de información en el centro de la disciplina
histórica. En el caso de Petare colonial, la presente investigación aportó información documental en
torno al conocimiento de cómo fue el proceso de colonización, conquista y la implantación del
modelo metropolitano español en el valle de Petare, así como el asunto de dominación del aborigen
Mariche, el cual fue reducido a las encomiendas y posteriormente a los pueblos de doctrina.
Este estudio pretende estimular y contribuir a la elaboración de más y mejores trabajos
historiográficos en este periodo de estudio. Para la realización del mismo se consultaron múltiples
centros de información sin embargo, la columna vertebral de esta investigación descansa sobre los
datos recaudados en los libros de Protocolo del Distrito Sucre del Estado Miranda, lo que representa
una productiva veta de investigación de historia regional y local colonial.
El estudio del Registro nos permitió obtener información sobre las costumbre y prácticas
sociales en Petare desde documentos privados (testamentos, documentos de compra – venta entre
otros), arrojando un precioso material fáctico que nos permitirá acceder un mejor conocimiento
acerca de la propiedad territorial agraria del pueblo, la venta de las mismas y las formas jurídicas de
poder y de propiedad, sobre las costumbres y prácticas que se llevaban en la sociedad petareña
colonial.
En el caso concreto del estudio de Petare, se localizó suficiente material inicial de
investigación para convencer a los interesados, a iniciar estudios de campo por parte de estudiantes
y docentes en los diferentes conglomerados del Municipio.
Para concluir se tiene que el presente trabajo pretende servir, junto a otros datos para
reconstruir el pasado de una sociedad con regularidades y matices propios; a partir de una variedad
de fuentes. Se proporcionaron indicadores tales como; creencias, formas de trabajo, costumbres y de
mentalidades.

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