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ENSAYO

CHISMORREO,
INTROMISIÓN E
INTRIGA

Leyder Lasprilla Barreto

25/4/2019
Leyder Lasprilla

“Las personas están siempre

dispuestas a curiosear y averiguar sobre

las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse

a sí mismas y corregir sus propias vidas”.

San Agustín

“El chismorreo parece actuar como un tónico

estimulante. Quienes gustan de esta excitación deberían satisfacer

esta afición anunciando en voz alta todos los pecados

personales que ellos mismos han cometido”.

Paramahansa Yogananda

“Con la boca el impío destruye

a su prójimo, mas por el conocimiento

los justos serán liberados”.

Proverbios 11: 9

“El hombre perverso provoca

contiendas y el chismoso separa a los

mejores amigos”.

Proverbios 16: 28

“Repita conmigo: no debo

meterme en lo que no

me importa”.

Anónimo

2
Leyder Lasprilla

Introducción

Las relaciones interpersonales constituyen una realidad necesaria en la vida del hombre. Aristóteles
lo sabía, por eso definió al hombre como un animal social (ῶό[zóon politikón]). A
través de estas el hombre sobrevive complementándose en sus actividades, se divierte, procrea y se
desarrolla psicológicamente. Un niño sin socialización con seres de su misma especie no llega a ser
un hombre civilizado, como lo han corroborado los casos documentados de niños criados por
animales salvajes (niños que no lograron el desarrollo de las funciones psicológicas superiores
nombradas por Lev Vygotsky).

Dentro de estas relaciones encontramos las laborales, la familiares, las eróticas, las de amistad, etc.
Todas necesarias para un sano funcionamiento en la vida. No obstante, en el núcleo de las mismas,
parece ser que desde los inicios del lenguaje en nuestra especie, han estado presentes tres
fenómenos supremamente execrables que las enturbian, llegando a generarles daños irreparables e,
incluso, hasta la muerte de alguno de sus miembros. Dichos vicios son el chismorreo, la
intromisión y la intriga1.

Quienes padecen estas nefastas condiciones psicosociales, normalmente, figuran como abnegados
preocupados por la suerte del prójimo, dando a entender con su farsa que hacen lo que hacen para
llevar luz a los demás y reencausar los caminos de los extraviados, lo que los torna peligrosos cual
lobos vestidos de oveja, razón por cual deben ser identificados y puestos en cintura (además de
tenerlos a kilómetros de distancia) por sus altos niveles de toxicidad interpersonal. Cada vez que
mueven sus lenguas afiladas (viperinas), se tornan tan ponzoñosos como una Oxyuranos
microlepidotus (serpiente taipán, oriunda de Australia y considerada la más peligrosa por su
veneno en la corteza terrestre).

El presente ensayo tiene como finalidad definir, explicar y ejemplificar los tres procesos antiéticos
previamente nombrados, con el objetivo de que los lectores tengan claridad sobre la envergadura
de dichos males y puedan a tiempo distanciarse de los viciosos que los ponen en práctica, pues de
sus compañías nada bueno puede salir y “al que anda con la miel, algo se le pega”.

1
Muchas guerras, asesinatos, torturas, familias destrozadas, huérfanos… En fin, mucho dolor y mucho sufrimiento
son los productos de estos tres vicios en nuestra especie.
3
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Desarrollo

Chismorreo

Chismorreo es un significante que deriva de los vocablos griegos ί(schitzein), que significa
cortar o separar y ῥῖ(rheín), que significa fluir o correr. Es decir, etimológicamente
chismorrear es hacer fluir lo que separa a las personas2. Puede definirse como el proceso de
averiguar y comentar con terceros lo que ha sucedido con una o más personas sin abordarlas
directamente3.

En el chismorreo fluye lo que es verdad y lo que no es verdad; va de una boca en otra lo que es y lo
que no es; pasa de mente en mente información que en nada beneficia a los interlocutores
involucrados. Lo único importante en dicho fenómeno es comentar para dañar la imagen de los
demás.

El sujeto que vive y ejecuta el chismorreo se denomina chismoso o murmurador y su herramienta


“de trabajo” es el chisme o murmuración: comentario (o conjunto de los mismos) del que no se
tienen pruebas, razón por la cual en el debido proceso jurídico no se toman en cuenta (“dame la
prueba y te doy el derecho”, dice el aforismo).

El chismoso es un ser que carece de vida propia. Es un ser que no sabe qué hacer con su existencia.
Por ello la misma adquiere sentido cuando se entera y comenta, normalmente con distorsión, la
dinámica de vida de los demás. Así, como no se atreve a divertirse cabalmente en una fiesta u
organizar una en su propia casa, está pendiente de quiénes llegan a la misma y a qué horas termina,
llegando inclusive a dormirse solo cuando el último de los invitados ya se ha ido y los anfitriones
apagan las luces. También, es muy común observarlo estar pendiente de las cervezas que sus
vecinos se toman, a la hora que les venga en gana, para divertirse, tratándolos de borrachones,
como si eso le mejorara su calidad de vida y el dinero para comprar el licor saliera de su bolsillo.
Igualmente, ante su pobre vida sexual, está al tanto del número de parejas que su vecino o
compañero de trabajo lleva a la cama, tratando a su víctima de vagabunda si es mujer o perro si es
hombre, carcomiéndose por dentro por no poder disfrutar de los orgasmos de esos encuentros
íntimos y tan necesarios para la salud (como comprobó Walter Freeman en sus investigaciones
biológicas)4.

2
Aunque los chismes terminen muchas veces generando problemas y rupturas interpersonales, a diferencia del
intrigante, como se verá más adelante, el chismoso solo desea solazarse en el comentario sobre infidencias ajenas
para disminuir la calidad de la imagen de su víctima.
3
Sobre esto acota el maestro espiritual Paramahansa Yogananda: “Chismorrear acerca de las debilidades morales
ajenas es un perverso delito espiritual que engendra hipocresía en la vida social e individual”. Lo peor de todo es que
los más chismosos son normalmente los que se consideran más “espirituales”, como si a Dios se llegara con el
apalancamiento de este horrible vicio.
4
Eso sí, como el chismoso no desea ser descubierto en cuanto tal, es muy cortés y posa de amable con sus víctimas,
para despistar su atención y en caso de reclamo por parte de estas últimas negarse con total descaro, poniendo el
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El chismoso suda la camisa ajena en la distancia, muchas veces olvidando los propios problemas
no resueltos, lo cuales acosan su vida. Por ello no le gusta que se la chismorreen, ya que tiene casi
siempre mucho “alimento” para que otros chismosos disfruten en la masticación de los mismos. Se
autorrealiza contando los pecados ajenos, mientras sufre hasta lo indecible cuando cuentan los
suyos.

Al estar su vida llena de frustraciones y amarguras, pero presentándose como el ser más feliz del
mundo, el chismoso vive de las apariencias. Su presencia en este mundo es una lucha sin cuartel
contra todo lo que se oponga a su deseo de mostrar una existencia llena de luz que no se
corresponde con la auténtica oscuridad que vive. Esto lo torna mentiroso y utilizador de la vida
ajena como cortina de humo para que los demás no presten atención a sus deplorables condiciones
morales o físicas de existencia.

Asimismo, a los murmuradores es muy común verlos fascinados con la prensa que publica chismes
y los programas de televisión que viven de ellos. No por casualidad sus cabezas viven llenas de
informaciones improductivas (pensamientos basura) que jamás les permitirán optimizar sus
calidades de vida. Normalmente, son personas que prefieren, sin pensarlo dos veces, escuchar “lo
que a Fulanito le pasó en su boda” que ver un programa sobre la importancia de la física o la
química para la vida cotidiana5 o, peor aún, escogen ver un programa televisivo sobre los últimos
escándalos de la vida íntima de los actores de sus telenovelas que realizar sus menesteres
domésticos. Historias hay por montones de individuos que retrasan la limpieza de su casa por andar
comentando con los tenderos de las esquinas los problemas económicos de sus vecinos6.

Por esta razón, en la inmensa mayoría de los casos, son personas con escaso desarrollo del
razonamiento. Parecen oligofrénicos. Ponerlos a realizar un análisis económico de sus vidas o
decirles que hagan uno acerca de la realidad política del municipio en el que viven es un imposible,
ya que sus cabecitas no carburan para temas serios y de trascendencia vital, pero sí que lo hacen
para averiguar (y luego multiplicar) si los hijos del director del departamento en el que trabajan van
o no a colegios privados. Su atención está focalizada en asuntos sin trascendencia, por ello cuando
no murmuran parlotean, como las cotorras, sobre café y panela.

Es increíble verlos formar reuniones de chismes. Espacios con café o licor que arreglan
periódicamente para estar al tanto de las últimas vivencias de sus víctimas morales en una danza

grito en el cielo por lo indignado que está al verse involucrado en semejante situación. Es muy común escucharlo
expresar: “¡Ayyy niño!, ¿cómo crees? ¡Tú sabes que yo sería incapaz de ponerme en esas cosas!” o “¿Yo?, ¿cuándo?
Vamos a poner en su sitio a la que te dijo esa calumnia, porque no me van tener de boca en boca” y, apenas tiene la
oportunidad, le reclama a la que confesó la fuente de la murmuración: “¡Uyyyy niña! ¿para qué le dijiste? Ahora
quedé mal fui yo”.
5
No obstante, hay chismosos que gustan de conocer conceptos psicológicos y psiquiátricos para expresar más
elegantemente sus murmuraciones y no presentarlas como tales, sino como el producto de análisis científicos de
carácter social. Se pretenden hacer pasar como historiadores, al estilo de Heródoto. Nada más lejos de la realidad.
6
Y cuando ya están en la tercera edad son atraídos por la idea de ubicar mecedores, dentro de su hogar, en la
ventana que da para la calle para poder estar al tanto de todo lo que sucede a sus alrededores, pues generalmente
no corrigen su vicio.
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morbosa en la que los interlocutores expresan los resultados de sus respectivas “investigaciones”.
Toda una herejía.

Asimismo, los murmuradores tienen una creencia bastante rara sobre sí mismos: se consideran
personas brillantes tanto a nivel intelectual como emocional por estar a la caza de las intimidades
ajenas y contarlas con elocuencia en sus enfermizos encuentros. Creencia 100 % desfasada de la
verdadera realidad.

Donde hay chismorreo no hay clase ni cultura. Lo que realmente hay es pérdida de tiempo y
basura7.

Intromisión

Intromisión es una palabra que deriva del latín intromittere, verbo que significa enviar dentro o
meter. Es decir, etimológicamente intromisión es enviar dentro de una situación los intereses de
uno. Puede definirse como el proceso de averiguar y comentar lo que han vivido una o más
personas consultándolas directamente.

En la intromisión hay un grado de antieticidad mayor que en la murmuración, ya que, irrespetando


el espacio ajeno, se averigua directamente con el involucrado sin tomar en cuenta el deseo de
privacidad del mismo. En ella fluye, como en los ríos el agua, una corriente imparable de preguntas
sobre el qué, el por qué, el para qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el quién, el con quién y el
durante cuánto relativas a la situación o situaciones de interés, haciéndose caso omiso del hecho de
que se pueda estar importunando con dicha actuación. Es decir, es un acto en donde la endopatía 8
brilla por su ausencia.

Además de preguntarse a la fuente, en la intromisión se exponen los “conceptos” acerca de las


situaciones consultadas sin que absolutamente nadie haya pedido dicha “asesoría”. Y la exposición
de dichos conceptos no solo se hace con la fuente, sino que, como en la murmuración, se hace con
terceros. La intromisión subsume el chismorreo; es igual a chismorreo + meterse directamente
donde no se ha sido llamado. Por ello, en la intromisión también está presente el dañar la imagen
del prójimo.

El sujeto que vive y ejecuta la intromisión se llama entrometido o metiche. También es conocido,
coloquialmente, como sapo. Se ocupa personalmente de ir a donde su presencia no ha sido
requerida para actuar con impertinencia. Se toma para sí situaciones ajenas. Se involucra en ellas
como si perteneciese al contexto histórico de las mismas. Da por sentado que lo que imagina de la
situación es lo real y se lanza a enjuiciar, cual dios del Olimpo, sobre los que cree víctimas y los

7
Además, no deben olvidarse las palabras de Denis Diderot: “El que habla de los defectos de los demás, con los
demás habla de los tuyos”.
8
Endopatía es la capacidad de captar el sentir ajeno. Se divide en simpatía y empatía. La simpatía es la captación del
sentir ajeno identificándose con él. La empatía es la percepción del sentir ajeno sin identificarse con él. La meta es la
empatía, no la simpatía.
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que cree victimarios en la misma. Es una especie de “coach” gratuito que hace presencia en los
problemas interpersonales fastidiando con sus preguntas y apreciaciones.

El metiche se mete en problemas familiares, de pareja, laborales, de amigos y de socios


inversionistas sin preguntar siquiera si su presencia, física o virtual, ha sido solicitada. Es un
apasionado de pura cepa en la sudoración de la camisa ajena. Se siente todo un mesías en su
intromisión, olvidando que por su imprudencia puede agravar las cosas o salir crucificado. Tanto
en la mafia como en la politiquería (que es mucho peor que la mafia), los sapos, generalmente,
mueren asesinados por sus necedades (preguntado lo que no deben y comentando lo que no es de
su competencia9).

Los entrometidos no tienen límites en su indiscreción. Llegan a fiestas a las que no han sido
invitados para saber todo lo que sucede dentro de ellas; preguntan a una pareja por su intimidad
sexual para luego opinar10; averiguan los ingresos netos de sus interlocutores en materia económica
causando molestias con sus preguntas; meten la cuchareta en reuniones de familias a las que no
pertenecen abusando de la confianza que se les ha dado; dan recomendaciones matrimoniales
imprudentes (como si fuesen especialistas en terapia de pareja); etc. Los entrometidos son seres
que están donde no deben y, lo peor, es que hay que recordárselo para que suelten la camisa ajena y
la dejen de sudar. Por ello es muy común escuchar que les digan expresiones como “¿Y a usted
quién lo llamó?”, “¿Por qué se mete donde no lo han llamado?”, “¡Lárguese de aquí!… ¡Esto no es
problema suyo!”, etc.11.

Así como el chismoso, pero cuantitativamente más enfermo, el entrometido no tiene vida propia.
No sabe para dónde va con su existencia. Por ello el sentido de la misma aflora cuando murmura y
se mete en lo que no le debería importar. Esto le quita tiempo para actualizar sus potenciales
superiores y lograr la satisfacción por metas de vida cumplidas, ya que el tiempo que debería
invertir en ello lo ocupa chismorreando, pero sobretodo contactando directamente a los
protagonistas de las historias que desea conocer. Es un “incansable buscador de la verdad” digno
de aplausos.

Son invitados a almorzar a una casa y se “instruyen” en todos los pormenores que allí se viven,
aprovechan para emitir sus diagnósticos “profesionales” y luego salen a contar todo a los demás.
Son peligrosas antenas multiplicadoras de la señal relativa a la vida de sus prójimos. Por ello, muy
difícilmente guardan secretos. Cuéntale a un entrometido una infidencia y sabrás lo que es la
expresión masiva de información.

9
No por casualidad se dice que los sapos mueren aplastados o que la curiosidad mató al gato
10
Opinión es el juicio que deriva de la ignorancia o, en su defecto, del desconocimiento. Es una palabra que deviene
del latín opinio-opinionis, a su vez del verbo opinari (suponer). En griego era conocida como ό (dóxa) y obedecía
a los estratos más bajos del proceso del conocer.
11
Ahora bien, los metiches no toleran que se les entrometan en sus menesteres. Ellos consideran que tienen el
derecho ante los ojos de Dios para meterse donde nadie los ha llamado, pero ¡ay de que alguien ose interrogarlos
sobre lo que están viviendo! Eso lo perciben como la peor ignominia.
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Por otra parte, como al entrometido le fascina meterse en procesos interpersonales que no son de su
incumbencia, no es casual verlo casi siempre metido en problemas. Problemas que él mismo se ha
buscado por sus impertinencias. Esto lo convierte en un ser desubicado de primera línea, pues
carece del elemento contextualizador de la consciencia (la prudencia).

Por ello es un ser perdido que no sirve de modelo de vida para nadie. De ahí que oculte su mísera
existencia preocupándose por despotricar de otro cristiano y desviando la atención de los demás
sobre sus defectos intra- e interpersonales, obteniendo su máxima autorrealización cuando tiene la
oportunidad de estar en vivo y en directo involucrado en un entierro en el que no tiene velas y en el
que, además, ni si quiera conocía al difunto o a sus dolientes.

Asimismo, no es casualidad encontrar que la inmensa mayoría de paparazis, que dan de comer a
los chismosos, tengan este vicio. Son “valientes” cuestionadores de los asuntos privados de las
estrellas, a las que terminan fastidiando e irrespetando hasta el punto de llevarlas a una explosión
violenta para defenderse. Son metiches que, a diferencia de los demás, tienen con qué justificar su
asqueroso obrar: “Este es mi trabajo”. Ganan dinero haciendo lo que les gusta: poner en práctica un
vicio más retorcido que el chismorreo. Por eso cuentan los pormenores de la vida de sus víctimas
por radio y televisión, con entusiasmo, utilizando expresiones como: “¡Tenemos un chisme
exquisito acabadito de salir del horno!”, “¡Lo que les venimos a contar no se lo pueden perder,
ohhh, ya que está delicioso!” o “¡No hay nada más dulce que un chisme!”12.

Aunque son tan vacíos como sus hermanos menores, los chismosos, es de reconocer que en los
entrometidos hay un grado de astucia mucho mayor, ya que ganarse la confianza de la fuente para
que comente lo que a otros niega no es fácil. Desarrollan habilidades lingüísticas e hipocresía (cual
actores de Hollywood) para dicho fin. Por esto, le hacen sentir al sujeto de turno que ha caído en
sus peligrosas garras que su interés en la situación es preocupación empática y que desean que
suceda lo mejor, cuando en el fondo añoran gozar morbosamente con la historia escuchada y luego
contarla con todas sus exageraciones y omisiones13, haciendo matices en su oralización, cual
narradores de teatro.

12
En relación con esto escribió Paramahansa Yogananda: “Las mentes mundanas son enfermizas; se sienten
encantadas con el sensacionalismo y a menudo distorsionan los hechos o exageran lo dicho por los demás, o lo
repiten fuera de contexto, sin mostrar una consideración comprensiva de las circunstancias pertinentes. Un defecto
psicológico común en la mayoría de los seres humanos es la costumbre de repetir la información negativa acerca de
las faltas de los demás, sin haberle dado primero a la persona acusada la oportunidad de desmentir tales
imputaciones”.
13
He sabido de casos en los que el entrometido, alcanzando niveles máximos de necedad, utiliza conceptos
científicos (que medio leyó o medio aprendió de otros) para exponer delante y en ausencia del destinatario de sus
comentarios sus “radiografías emocionales”, como si fuese un auténtico asesor psicofilosófico. Da cátedra a donde va
sobre la base de sus prejuicios (que derivan de la ignorancia), analiza la vida de su víctima con correlaciones
simbólicas espurias de sus patologías, no es capaz de autoevaluarse y posa de psiquiatra en sus elucubraciones sobre
la diacronía vital de la misma. Es un charlatán de tiempo completo. Le vendría muy bien metabolizar estas palabras
del maestro Yogananda: “Quien se erige en crítico crónico de los demás se comporta como un necio, ya que solo
atrae la discordia desde todas partes. En verdad es sabio quien sabe cuándo es correcto hablar y cuándo es preferible
permanecer en silencio”.
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En el caso de que sean descubiertos en sus negras intenciones, son lo suficientemente descarados
como para continuar su vida como si nada hubiese pasado, comentando a otros lo “grosero” que se
puso su entrevistado.

Una vez extraen de primera mano la información de interés, los entrometidos se reúnen a contar lo
que “investigaron en su trabajo de campo” y qué cosas concretamente le dijeron a la fuente de la
información. Normalmente dicen que le pusieron los puntos sobre las íes. Lo que los lleva a pensar,
con mayor “propiedad” que los murmuradores, que son seres supremamente brillantes a los que la
ό(phrónesis) griega nada puede enseñarles ya. Pobres ridículos.

El entrometido es un estrobo en el camino para resolver situaciones difíciles; por ello hay que darle
lo que se merece: el ostracismo.

Intriga

Intriga es un vocablo que deriva del italiano intrigare, a su vez del latín intricare, que significa
embrollar o enredar. Es decir, etimológicamente intriga significa crear disturbios o líos donde no
los hay. Se puede definir como el proceso de enturbiar y desarticular dolosamente las sanas
relaciones interpersonales.

Constituye el peor y más aterrador de los tres vicios que dan título a este ensayo. La clara intención
de hacer daño sembrando desarmonía en donde reina la unión interpersonal es un signo
incontrovertible de protervidad inveterada o podredumbre psicoafectiva. Se yergue frontalmente
contra la definición que daba Platón sobre la ética (a nivel práctico): no perturbar al otro. En la
intriga son subsumidos el chismorreo y la intromisión. En otras palabras, además de la
murmuración y el meterse donde no hay motivos para hacerlo, hay deliberación total para dañar a
todo nivel, causando, incluso, hasta la muerte.

El individuo que vive y ejecuta la intriga se denomina intrigante o embrollador. Vulgarmente se le


conoce con el rótulo de carbonero. Es un ser que, para destruir la interpersonalidad que tiene en
frente, utiliza todos los recursos en su haber para lograrlo. Así es muy común verlo hacer uso de la
calumnia o de infidencias para sus infames objetivos. Se siente un juez de la república para señalar
a diestra y siniestra lo que no es de su incumbencia y está bien como está14. Hace las veces de
“coach” gratuito, como el entrometido, para generar dudas y sembrar desconfianza en su víctima
14
Dice Yogananda: “Es un error tanto psicológico como metafísico desperdiciar el tiempo señalando la basura mental
de los demás, en vez de limpiar la que se encuentra en la mansión de la propia alma. El presunto reformador del
comportamiento ajeno debe vivir sabiamente antes de poder discernir con precisión el modo de implantar sabiduría
en la vida de quienes tienen la tendencia a cometer actos indebidos.

Aquellos que se erigen en jueces de los demás olvidan, muy a conveniencia, examinar sus propias debilidades
internas. Suponen que son buenos porque agrandan las faltas de los demás a fin de disminuir la magnitud de las
suyas… El que se solaza en destrozar a aquellos que poseen las mismas imperfecciones de personalidad que él mismo
es un sádico y un cobarde que oculta sus propios defectos tras la actitud de desprecio que se encuentra en su
propensión a criticar”.
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respecto de la veracidad de otro (al que también busca victimizar). Es un completo foco de
perturbación, al que, si está preso, es mejor aislarlo de los demás convictos para evitar que los
embrolle y estos comiencen a matarse entre ellos mismos. Es un peligro hasta para los propios
delincuentes.

El embrollador se entromete en relaciones de pareja, familiares, laborales, de amigos, de vecinos,


de socios capitalistas, no solo con el fin de disfrutar mórbidamente de la murmuración, el daño a la
imagen y sacar información de primera mano. No. Su principal fin, como ya se ha dicho, es romper
lo que está unido; destrozar los lazos de afecto en donde los encuentre; acabar con el amor en
donde lo ubique. Por eso con su presencia, sus mensajes por redes sociales y sus llamadas
telefónicas todo lo tranquilo comienza a volverse caótico. Es el rey de la destrucción. Encarna una
afectividad increíblemente retorcida y por ello transforma la paz en guerra. Su única misión en este
mundo es hacer daño. De esta forma, darle la bienvenida a un ser así en la vida de uno es recibir
con beneplácito a la maldad pura y dura para que la haga una tragedia15.

Asimismo, en su actuar dañino los intrigantes no conocen límites. Llaman por teléfono, dan un
mensaje corto de dudoso origen y siembran la desconfianza en sus interlocutores sobre alguien;
aprovechan los espacios en los que uno de los miembros de la pareja está solo para despotricar del
otro; se acercan con timidez donde sus superiores en el trabajo para decir las peores cosas de sus
compañeros, etc. A donde van dejan una estela de malestar por su vibra negativa y los comentarios
ponzoñosos que acostumbran hacer. Esto, a nivel organizacional, los convierte en alteradores
asiduos del clima emocional. De aquí el que, una vez retirados de la compañía, los empleados que
quedan comienzan a notar que hay menos desazón en el ambiente.

Ahora bien, de la misma forma en la que el intrigante daña la armonía en las relaciones ajenas, es
un experto en dañar sus propias relaciones. Generalmente es un sujeto con problemas dentro del
seno de su matrimonio (si es que ya no está divorciado), con serias dificultades filiales (llegando a
convertirse en el verdugo de sus hijos), incapacitado para mantener relaciones de amistad duraderas
con gente sana e inteligente, negado a vivir en armonía con sus compañeros de trabajo, entre otros.
Por ello siempre tiene quejas y maledicencias sobre su propia gente. Maldice de su pareja, de sus
hijos, de sus amigos, de sus colegas, de sus hermanos, de sus padres, etc. Esto da origen a un bucle
de retroalimentación vicioso: como no puede mantener sanas relaciones, no tolera verlas en los
demás (como un envidioso más16) y esto hace que sienta ganas de destruirlas, lo que a su vez
alimenta su hábito destructivo en sus propias relaciones17.

No por casualidad si se invita a un entrometido a una cena familiar termina tensionando la misma
con sus historias desagradables productos de las relaciones dañadas tanto en su propia vida como
en la los demás. Aprovecha el espacio de la ingesta de alimentos para dañar la atmósfera, llegando

15
Es muy frecuente verlos visitar a Pedro para despotricar de Juan y luego verlos hacer lo mismo en la casa de Juan
sobre Pedro.
16
Remito a la lectura y estudio del ensayo, de mi autoría, El envidioso, descargable gratuitamente en la Internet.
17
En concordancia con esto expresó Mahatma Gandhi: “La persona que no está en paz consigo misma será una
persona en guerra con el mundo entero”.
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incluso a generar dispepsias en sus interlocutores. Y si la oportunidad se presta para sacar los
trapitos sucios de algunos de los anfitriones o invitados, no dudará en hacerlo para desestabilizar
las relaciones tranquilas que hasta ese momento había18.

Por su componente de murmurador y de metiche, además de su intención embrolladora, que agrava


el cuadro, el intrigante está normalmente metido en problemas y ganando enemigos sin necesidad.
Por eso, una vez lo descubren en su infamia, normalmente lo destierran y evitan volver a vincularse
con él. Su deseo de hacer daño puede más que su inteligencia, por eso al final siempre termina
siendo descubierto (aunque mientras todo sale a la luz, mucho es el daño que llega a causar).

Obviamente, al ser una escoria moral en toda la expresión de la palabra, el intrigante no puede ser
jamás un ejemplo de vida para nadie. Basta con cavar un poco bajo la superficie de su fachada para
que aparezcan todas las problemáticas que arrastra. Por eso genera una gran impresión verlo
“asesorar” a otros en sus respectivas vidas cuando él carece de la autoridad moral para ello. Predica
lo que no aplica y hace ver que tiene todo resuelto con su prosa, pero todo eso no son más que
palabras con las que trata de esconder toda la maldad con la que actúa.

Lo peor que puede hacer alguien es tomar al intrigante como persona de confianza para narrarle sus
problemas interpersonales19. Una vez comience a percibir todo el drama que vive la persona que lo
considera un hombro sobre el que llorar, se inicia su disfrute y toma la situación como una
oportunidad para dañar aún más las relaciones, que ya vienen deteriorándose, de su víctima. De
esta manera empieza a mostrarse “interesado” en el bienestar de su “paciente”, lo llama con
relativa frecuencia para preguntar cómo está y hacerle un “sano seguimiento”, ganándose así la
confianza del incauto que no tiene ni idea del monstruo que ha escogido como orientador de su
vida interpersonal. No por azar su presencia como “paño de lágrimas” en la vida de otros termina
en un divorcio o en una enemistad fraternal de por vida. El intrigante, en términos axiológicos, está
lleno de antivalores e, ipso facto, es un reducto deyectal.

Es menester reconocer que para ser embrollador se necesita un grado de astucia muy elevado. La
astucia es el uso de la inteligencia fluida (práctica) para aviesos fines. Por ello, el embrollador casi
siempre es un híbrido coprológico20. Esta condición es la que le permite ganarse el corazón de sus
ingenuas víctimas y tener la paciencia suficiente para esperar el momento de dar el golpe
definitivo.

Por otra parte, cuando ya no pueden seguir haciendo daño porque fueron descubiertos, estos
híbridos coprológicos se marginan y salen en búsqueda de nuevas víctimas. Por eso en ellos es tan
frecuente la rotación de personal a nivel familiar y de amistades. Hoy están de mil amores con una

18
Quienes ya los tienen descubiertos por eso les dicen: “¡Deja de decir cosas negativas! ¡Respeta, por favor!”.
19
Como también es chismoso, le hace pública su situación a esa persona. Y como también es entrometido, si le es
posible, busca a las personas con las que su víctima tiene problemas para incrementar las desavenencias.
Obviamente, todo esto se da a espaldas de esta última. Por eso cuando la víctima descubre a su victimario se siente
traicionada, pues le abrió su corazón a una basura que no se lo merecía.
20
Para entender este concepto invito al lector a consultar el ensayo Perfiles Psicosociales, obtenible gratuitamente en
la Internet y que escribí en compañía del sargento Ismael de Aguas Lasprilla.
11
Leyder Lasprilla

persona, mañana dicen lo peor de ellas y pasado mañana ya tienen a otro incauto engañado. Viven
así hasta que sus fuerzas se lo permiten, ya que no pueden darse el lujo de abandonar este mundo
sin hacer daño al mayor número de relaciones posible.

El intrigante es un tóxico de máximo riesgo interpersonal, al que lo mejor que se le puede dar es la
espalda para jamás permitir la entrada de él a la vida de uno. Y si, a pesar de ello, logra entrar, es
mejor acudir inmediatamente a la Policía y a la Fiscalía General de la Nación.

Cuadro de contraste

Chismoso Entrometido Intrigante


Averigua en la distancia Averigua directamente con la fuente Enturbia la interpersonalidad
Comenta en la distancia Comenta directo a la fuente Embrolla directo en la fuente
Comenta sin pruebas Opina sobre lo que dice la fuente Opina para sembrar
incertidumbres y desafectos
Disfruta contando pecados ajenos y Disfruta consultando al pecador y Disfruta destruyendo la unión
enjuiciando al pecador a lo lejos enjuiciarlo de frente interpersonal
Detesta que cuenten sus pecados Detesta que le consulten sus pecados Detesta que otro lo involucre en
directamente embrollos
Daña la imagen del otro Daña la imagen del otro Destruye la paz de los demás
Es de poca inteligencia fluida Es de moderada inteligencia fluida Es de alta inteligencia fluida
Es poco antiético Es moderadamente antiético Es totalmente antiético
Es poco tóxico Es moderadamente tóxico Es totalmente tóxico
Desperdicia su vida Desperdicia su vida Desperdicia su vida
Es hipócrita Es hipócrita Es hipócrita
Es de lengua atrevida Es de lengua atrevida Es de lengua atrevida
Está enfocado en la vida ajena Está enfocado en la vida ajena Está enfocado en la vida ajena

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Leyder Lasprilla

Conclusiones

 El chismoso es un apasionado del paneo de la vida ajena.


 El entrometido es un descontextualizado que no sabe cuándo actuar y cuándo no.
 El intrigante es el archienemigo de la armonía interpersonal.
 El chismorreo es pérdida de tiempo.
 La intromisión es un dolor de cabeza para los abordados por el metiche.
 La intriga es un acto infame al que no se le debe dar cabida en la vida.
 El intrigante es un ser de mente y corazón ignominiosos.
 El chismoso, el entrometido y el intrigante carecen de una vida autorrealizada.
 El chismoso, el entrometido y el intrigante son heterónomos, no autónomos, pues viven de
lo que les pueda suceder a los demás.
 El chismoso, el entrometido y el intrigante son los criminales de la lengua.
 El chismoso, el entrometido y el intrigante son seres profundamente alienados.
 El chismoso, el entrometido y el intrigante padecen, cada uno a su manera, una patología de
roles.

Post scriptum: Si usted, señor lector, tiene alguno de estos tres vicios, que Dios tenga piedad de
usted, pues su vida debe estar llena de desdichas y muchos problemas buscados neciamente le
habrán de llegar. Espérelos.

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Leyder Lasprilla

“El asesinato y el robo son universalmente reputados como

pecados graves, y como consecuencia de ello las personas respetables no

incurren en ellos, salvo en los casos en que han quedado dignificados con el nombre

de guerra. Pero no así la murmuración que es universal y si tomamos en cuenta el daño

que causa cada caso individual, la gran cantidad de sufrimientos mentales que origina, la

depreciación de los ideales que con frecuencia trae consigo y si multiplicamos todo esto

por los millones de casos que están ocurriendo constantemente, fácil es comprender

que esta falta es más perniciosa que el robo y que el asesinato”.

(Charles Webster Leadbeater)

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