Los temas propios de la literatura del modernismo son el amor y la sensualidad, el
erotismo y el indigenismo, todos ellos muy sensoriales y teñidos de la melancolía y tristeza
derivadas del rechazo a la realidad cotidiana. Se presentan deseos de evasión y huida orientados hacia mundos lejanos en tiempo y espacio, exóticos, idealizados y bellos. Podríamos decir que el rasgo identificativo de los autores modernistas es el cosmopolitismo. Además, en esta época se muestra un estilo renovador en cuanto al léxico, que se muestra más sonoro. Se emplean muchos cultismos, helenismos y adjetivos sensoriales. Los escritores dan importancia a los recursos fónicos, renuevan la métrica y los ritmos internos y dan importancia a la musicalidad derivada de la utilización de paralelismos y anáforas. Utilizan símbolos (camino, río) para evocar objetos o ideas y emplean sinestesias, muy sensoriales. La renovación del lenguaje se produjo en el verso (introduciendo versos dodecasílabos y alejandrinos), la prosa y el teatro. El Modernismo transcurre aproximadamente entre 1880 y 1914. Es un movimiento general que afecta a todas las artes. En la literatura podemos hablar de dos tendencias, una llamada propiamente modernista, caracterizada por el culto a la belleza y el deseo de evasión, y otra llamada noventayochista, que se da en aquellos escritores preocupados por el tema de España y por los temas existenciales y que utilizan un lenguaje más sobrio y sencillo.
En el terreno de la lírica, podemos decir que la tendencia modernista recibe la influencia
de tres movimientos franceses de finales del XIX: el Parnasianismo, el Simbolismo y el Decadentismo.