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CUANDO CAE

LA NOCHE
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Vivar del Cid, Burgos, España
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Una vez más la noche se hace con el poder sobre el Continuo para ofrecernos lo más parecido a la realidad que creemos
vivir bajo la luz del Astro Rey, olvidando que un simple destello nos desvía de la vigilia. Es en las noches cuando
afloran mis sentidos durmientes durante el día, cuando mis párpados se descansan de la pesada carga de la intensa luz
del mediodía. Es en las noches cuando me detengo, pienso y medito sobre todo aquello que quizás no esté preparado a
ver con claridad, cuando mis pupilas se relajan y se preparan para afinar mejor su capacidad, cuando pongo a prueba su
agudeza para fijar mejor mis objetivos y aún así, su ausencia me ayuda a darme cuenta de todo aquello que pierdo al
pensar que el regalo eterno de Prometeo es suficiente para creer que aquello que veo es, y que todo lo que es, es así
porque lo veo.

Nada mejor como ver de noche las mismas calles, las mismas gentes, las mismas esquinas, los mismos paisajes, sólo un
cambio de luz para poder tomar posesión de la conciencia, abandonando el papel de actor para convertirnos en público
del teatro de nuestra propia existencia.

Al igual que el metal con que son acuñadas las monedas brillan con falsa luz para darnos poder en el mundo material, la
diosa Argenta nos ofrenda bajo la oscuridad de su manto la tenue luz traida del Reino de la Luz para no dañar el
delicado velo que cubre nuestros ojos, y comprobar bajo el asombro de nuestros sentidos, que es mejor recibir poco a
poco aquello para lo que nuestro cuerpo aún no se encuentra receptivo. Y sin embargo perdemos nuestro tiempo
enajenando nuestra consciencia bajo el yugo de los sueños, aletargando aún más el hecho de ser conscientes de este
estado de inconsciencia.

No siempre la oscuridad nos hace vagar ciegos por el mundo, es un medio necesario para poder comparar y aquello que
creemos conocer sólo por ver, para darnos cuenta del error tan grande en que nos sumimos, hasta que nuestros ojos sean
capaces de soportar la incandescencia del Sol.

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