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su.html
Hay casos excepcionales en la literatura nacional. Autores que han cimentado sus
estéticas a espaldas de las leyes narrativas convencionales. Macedonio Fernández, Arturo
Cancela, Néstor Sánchez, Ricardo Colautti, Antonio Di Benedetto, pueden integrar esta
nómina de creadores profundamente particulares. El escritor y poeta Osvaldo
Lamborghini (1940-1985), ha sido uno de ellos. Un autor cuyo estilo literario no está
inscripto en ninguna continuidad, ya que jamás formó parte de secuencia alguna. Su estilo
converge más bien, con formas de escritura antagónicas, desde la gauchesca hasta incurrir
en el corte surrealista, sin desdeñar la parodia de tono rabelesiano. El psicoanálisis y la
ironía han sido, a su vez, otra impronta de su prosa. Una respiración narrativa polimórfica
de complejísimo entramado, que nació y murió con él.
-¿Cómo surgió la posibilidad de realizar un proyecto tan singular, como resulta esta
exhaustiva biografía?, ¿qué intentaste principalmente alcanzar con ella?
-Desde que leí a Lamborghini supe —supongo— que alguna vez iba a escribir sobre él. Al
mismo tiempo, sentía gran curiosidad por su persona (¿Cómo habrá sido alguien que
escribe así?, me preguntaba). Finalmente, experimentaba entonces una incomodidad casi
invencible con el discurso crítico. De la confluencia de todas estas circunstancias surgió
con naturalidad la elección del género biográfico.
-¿Por qué creés que el género biográfico ha sido tan pobremente abordado en la historia
literaria argentina?, ¿cuáles creés que sean las razones de este fenómeno deficitario?
-No sería elegante de mi parte —y probablemente tampoco sería justo— dar por cierta la
aseveración implícita en su pregunta. En cualquier caso, no tengo mal recuerdo de la
biografía de Arlt de Silvia Saíta y entre mis lecturas próximas figura la biografía de Walsh
de Eduardo Jozami. Quizás su juicio desalentador se refiera a algunos trabajos donde el
sesgo periodístico y cierta premura en dar a conocer el libro han conspirado contra
proyectos que merecían más paciencia. Por fin: la breve biografía que César Aira escribió
de Alejandra Pizarnik es una pequeña obra maestra.
-Se me ocurren éstas: 1) ¿Cómo era una persona que escribía así?; 2) ¿por qué escribía
así?; 3) ¿qué contexto —familiar, social, cultural, económico, etc.— sirvió de marco al
nacimiento de esa voz, de ese estilo? 4) En algunos casos —Lamborghini es uno—, ¿qué
contextos es necesario reponer para entender las alusiones que los textos hacen cuando
se muestran —o se fingen, da lo mismo— autoreferenciales?
-Impedimentos, no, al contrario: he contraído una inmensa deuda de gratitud con decenas
de personas, sin cuya generosidad el trabajo no hubiera sido posible. Dificultades, sí:
nuestros archivos públicos (la Biblioteca Nacional, por ejemplo), mucho no ayudan, es
cierto. Y ya que estamos: recientemente, mi editor (un editor independiente y esforzado)
me sugirió que presentase el libro en una especie de concurso (o licitación) llamado por el
gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para otorgar subsidios destinados, precisamente, a
la publicación de libros. Pero no tuve suerte. Me dicen que uno de los miembros del
jurado, que, casualmente, acaba de publicar un artículo sobre Lamborghini donde el
resentimiento aparece bajo las formas de la negligencia (o viceversa), se opuso al
otorgamiento del subsidio con un argumento algo extraño: “¡No puede ser —me dicen
que dijo—, ni Borges tiene una biografía de mil páginas!”. Curiosamente, es de Borges el
intertexto que me viene a la memoria para entender esta oposición. Se trata del cuento El
soborno, incluido en El libro de arena. Borges lo definió así: “Siempre me ha sorprendido la
obsesión ética de los americanos del Norte. El soborno quiere reflejar ese rasgo”. Nosotros
no tenemos ninguna obsesión ética, ya se sabe. A pesar de todo, el libro ya está en la
imprenta. Sin subsidio.
-Nadie deseó más que Lamborghini acceder a la publicación, las reseñas, los premios, las
entrevistas, el mercado en suma. Que pretendiera eso con una obra como la de él es otra
cuestión, paradójica si se quiere. En una carta a sus amigos Tamara Kamenzsain y Héctor
Libertella, sin asomo de ironía ni jarana, se confesaba así: “Si hay algo que me gusta en
esta pícara vida es publicar”
-No obstante, publicó poco. ¿A qué se debió?
-¿Cómo hiciste para conservar un estilo impasible a lo largo de 1200 páginas, más aún,
teniendo en cuenta el estilo particular del biografiado? ¿Cuán conciente fuiste de ello?
-Su pregunta me hace pensar en algo que no me había planteado nunca: ¿cómo actúa el
estilo del biografiado sobre el del biógrafo? No lo sé, realmente. En cualquier caso, me
costó empezar a escribir el libro pero una vez que encontré el tono avancé con mucha
naturalidad (y velocidad).
-Si no sonara presuntuoso le diría que no reescribí nada, aunque sí fueron necesarios
muchos retoques.
-Si bien esto lo define el lector, no obstante, ¿creés que la publicación de esta biografía
ayudará a mistificar o desmitificar aún más la figura del autor de El fiord?
-Creo que, en la medida que el libro repone, como dije antes, diversos contextos, erosiona
el mito. Tal vez para construir otro mito podría decir usted. Sea.
-No sé qué decirle del “brote”, si es que lo hay. Yo empecé este libro en el milenio pasado
y ya entonces cualquiera que supiera lo que le convenía tenía bien leído a Lamborghini.
Quizás ahora esa obra tenga nuevo lectores pero yo lo ligaría más con una cuestión
generacional (nuevas generaciones de lectores) que con una moda o “brote”.
-¿Cuál creés usted que sea el valor literario de la obra de Osvaldo Lamborghini?
-En cuanto al valor literario de esa obra no vacilo en definirlo como supremo. Creo que el
tiempo terminará de colocarla como central en el sistema de nuestra literatura pero,
como usted señala (si bien bajo la sospecha de “brote” o “maniobra marketinera”), las
cosas, de a poco, se van poniendo en su lugar.
-Si usted no lo toma a mal, dejo ese tipo de enfoques para los académicos.
-Estoy conforme con lo que escribí. El tiempo y las lecturas dirán si hago bien.
-No más que a cualquiera que se tope con las delicias de ese estilo.