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Colmillo Blanco

(Fragmento)

Hacían lo que ellos ordenaban. Los palos y las piedras,


dirigidos por los hombres, saltaban por los aires como si
fueran cosas vivas, y causaban graves heridas a los perros.
Para su cerebro, aquello significaba un poder desusado,
inconcebible y sobrenatural, casi divino. Colmillo Blanco, por
su misma naturaleza, no sabía nada acerca de los dioses; pero
el asombro y el respetuoso temor que le inspiraban los
hombres se parecía grandemente a lo que sentiría uno de estos
al contemplar a algún ser sobrenatural lanzando rayos con
ambas manos, desde la cumbre de un monte, sobre la
maravillada humanidad. No quedaba ni un perro que no se
hubiera visto obligado a retroceder. El tumulto cesó.

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