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El Salmo 8 se remonta a la creación del hombre como varón y hembra.

Parte del trasfondo


de Génesis 1.26-28. Es la primera vez en la serie de hechos creacionales que el Señor
consulta consigo mismo –«Hagamos al hombre a nuestra imagen»– señalando algo
especial en el ser humano como corona de toda la creación. Retoma la idea de que el
hombre y la mujer fueron formados para señorear sobre el mundo, algo que implica la
adquisición de conocimientos (ciencia),

Después de la caída, este señorío toma otro rumbo. El mundo se levanta contra el hombre.
Por eso el autor de Hebreos cita este salmo para resaltar el contraste entre el plan original
de Dios y la condición actual de ser humano: «no vemos que todas las cosas le sean
sujetas» (He. 2.5-10). Lo que sí vemos es al Señor Jesucristo, también hecho un poco
menor que los ángeles, pero por su sacrificio en la cruz y la resurrección Dios lo coronado
de gloria y majestad.

La idea es que la obra de Cristo servirá para restaurar al ser humano su vocación original de
señorear en toda la creación.

QUE ES EL HOMBRE
Un ser pequeño ante la creación (“gusanito, oruguita” (Is 41,14), pero capaz de pensarla y
comprenderla, capaz de asombro. Este salmo es un canto a la dignidad del ser humano.

Un recuerdo que Dios no cuida. Una mirada de amor de Dios: “ha mirado la pequeñez de
su sierva” (Lc 1,48). Una pequeñez, pero besada por Dios, llamada por Dios al diálogo, a la
alianza, a una relación de amor. Algo grande debe ser el ser humano para que Dios se
acuerde de él.

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