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2 Cap. II Sujetos Del Derecho y Derecho de Familia PDF
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Los esclavos eran una parte esencial de la sociedad romana, sobre todo por el rol
económico que estos sujetos asumían en la economía antigua. Sin embargo hasta
socialmente eran determinantes, ya que a ellos se le asignaban, no solamente las tareas
más básicas, sino también roles más sofisticados como la administración de la domus o
actividades comerciales. Las causas de la esclavitud era principalmente dos, el
nacimiento por madre esclava y la captura de enemigo en tiempo de guerra. Esta última
causa de esclavitud era una regla que aplicaba tanto para los extranjeros, así como para
los romanos que quedaban presos por los enemigos en territorio extranjero (LADILLO 3
IUS POSTLIMINII).
Teniendo en cuenta que el esclavo solo podía mejor la condición de su amo, era
imposible pensar que negocios dispositivos o asunciones de deudas pudiesen tener
alguna eficacia concreta, ya que las obligaciones derivadas de estos negocios no las
asumía el pater familia del esclavo. Sin embargo, la actividad del esclavo se desarrollaba
como práctica existente ya en los tiempos más remotos, al interior de la figura del
peculio.
El peculio consistía en una porción de patrimonio del pater familia; una actividad
comercial terrestre, una marítima, otros esclavos, un conjunto de bienes de cualquier
naturaleza, cualquier cosa podía ser objeto de peculio. Estos bienes eran administrados
en forma autónoma por el esclavo, que podía hasta enajenar la propiedad de cosas nec
mancipi o la posesión de las cosas mancipi, solo pero a título oneroso, aunque quedaban
siendo de propiedad del dominus, que podía revocar el peculio en cualquier momento.
Los esclavos a los que se les otorgaba el peculio podían, además, pagar las deudas en
cumplimiento de las obligaciones asumidas, hacer comercio, pero en caso de pleitos, no
eran parte del juicio, ya que responsable civilmente quedaba siendo en pater familiae,
aunque se le reconocí a este una limitación de la responsabilidad equivalente al valor del
peculio. Desde la etapa clásica se consideró valida la actividad del peculio con respeto al
patrimonio principal, en resumen este peculio, aunque parte jurídicamente del
patrimonio principal, obraba como u patrimonio autónomo. Las obligaciones asumidas
con el pater familia, tenían privilegio con respeto a las demás, el efecto era que en caso
de insolvencia, primero se pagaban las deudas frente al patrimonio principal, y en un
segundo momento las nacidas frente a terceros. Las obligaciones del esclavo son
consideradas obligaciones naturales, por lo tanto no tenían acción procesal para
hacerlas exigibles, sin embargo tenían un reconocimiento jurídico indirecto a través por
ejemplo de la soluti retentio, que permitía al tercero retener válidamente los pagos
efectuadas en cumplimiento de estas obligaciones.
La condición de esclavo responde a una situación propia del derecho civil, se trata en
efecto de una potestas, por lo tanto, como todas las potestates, podía ser objeto de
juicio la condición de libertad personal o esclavitud de un sujeto. En caso de disputa
sobre la condición personal de un sujeto existían dos acciones procesales:
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Versión abreviada del título del capítulo
1) Vindicatio in libertatem ex servitute, en el caso se reivindicara la condición de esclavo
de un sujeto que vivía como hombre libre
Ambas acciones se consideraban in rem, siendo que el objeto del juicio era un derecho
absoluto. El prototipo de acción, en vigencia del procedimiento de las acciones de ley,
era la apuesta sacramental in rem, pero con un tribunal especial, conformado por los
decemviri stlitibus iudicandi, en tiempo de procedimiento formulario, se utilizará la
acción reivindicatoria general. Cabe especificar, que el esclavo, desprovisto de
personería jurídica, no tenía capacidad procesal, por lo tanto, cuando se tenía que
reclamar la libertad de un sujeto que vivía en condición de esclavitud, se utilizaba una
asistencia procesal, por el medio de la figura del adsertor in libertatem, o sea de un
sujeto que se activara procesalmente para que se declarara la ausencia de dominica
potestas sobre el sujeto determinado.
Cese de la esclavitud
La esclavitud de un sujeto podía cesar por la liberación por parte del pater familia. Este
acto se llamaba manumissio, y sólo el pater familia podía legítimamente celebrarla. En el
ius civile se conocen tres formas, finalmente las únicas que tenían un efecto liberatorio
pleno frente a derecho civil.
La primera y más antigua fue la manumissio Vindicta, que puede considerarse una
simulación del procedimiento de la acción procesal anteriormente nombrada Vindicatio
in servitutem ex libertate. Se perfeccionada in iure, con la necesaria presencia del
dominus, del esclavo y del adsertor in libertatem que afirmaba la libertad del sujeto,
frente a la falta de oposición del dominus, que evidentemente estaba de acuerdo, el
magistrado pronunciaba la addictio secundum libertatem, trasformando el esclavo en
liberto. En resumen la manumissio vindicta era un negocio jurídico formal, solemne y
legítimo, que por lo tanto no admitía ni términos ni condiciones.
La tercera de las manumisiones de tipo civil fue la manumissio censu, nunca fue utilizada
de forma maciza. Se hacía cada cinco años en momento de redacción de las listas del
censo por obra del Censor. Podríamos considerarla como una forma administrativa ya
que simplemente era la inscripción el esclavo en el listado de los ciudadanos con
autorización del dominus. Su inscripción como ciudadano significaba la libertad, ya que
ningún ciudadano podía ser esclavo en Roma.
Otras formas de liberación del esclavo dependían del derecho pretorio, como la
manumissio inter amicos y la manumissio per epistulam. Estas manumissiones,
encontrando su origen en el derecho honorario, subordinado al derecho civil, no tenían
la fuerza de extinguir una potestad, como de lo contrario tenían la manumisiones de
derecho civil, por lo tanto los esclavos liberados con estas formas vivían en una situación
precaria, porque vivían como hombres libres, pero frente al derecho civil eran esclavos.
La única tutela era para ellos el pretor, que en caso de acción sobre su estatus de
libertad, denegaba la acción. Solo en el 19 d.C. con la aprobación de la ley Iunia
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Tomo: título del libro
Norbana, se dará una condición jurídica estable de hombre libres a estos sujetos
liberados con formas pretoria, que la jurisprudencia llamó latinos iunianos.
Los Libertos
La posición de estos sujetos era hibrida, por un lado eran hombres libres, ciudadanos
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Versión abreviada del título del capítulo
romanos, pero, sin embargo, eran alieni iuris, como los hijos, pero no gozaban de la
libertad personal, como los esclavos.
En lo específico:
El ius conubii, era otro posible derecho reconocido a los extranjeros. Traduce derecho al
matrimonio, pero una vez más, se trataba no simplemente de permitir la unión entre un
romano y una extranjera, más sobre todo de reconocer a esta unión relevancia para el
derecho romano. El efecto era que el matrimonio generaba los efectos tipico del
derecho civil, tanto patrimoniales, así como personales, por ejemplo la filiación legítima
con la transmisión de la ciudadanía a los nacidos e constancia de matrimonio. En caso
contrario, ciudadana romana con ciudadano extranjero, se lograba el miso efecto pero al
interior del ordenamiento de pertenencia del marido.
Último derecho reconocido a los extranjeros era el Ius migrandi, que permitían a los
extranjeros titulares, transferirse en Roma a paridad de condiciones con los ciudadanos
romanos, a veces hasta con la titularidad dl derecho de voto activo en las asambleas
ciudadanas.
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Tomo: título del libro
La ciudadanía.
Los Latinos.
El Matrimonio
Costumbre antigua, anterior a la celebración del matrimonio, eran los esponsales, o sea
la promesa de matrimonio. Esta se celebraba con base en la promesa solemne civil: La
sponsio (ver cap. III Negocio jurídico). La promesa era celebrada por los patres familiae,
en caso de ser los novios alieni iuris, o directamente por los novios, de ser ellos sui iuris.
En caso en que la mujer fuese sui iuris, necesitaba, sin embargo la autorización de su
tutor, siendo ella desprovista de toda a capacidad jurídica necesaria para la celebración
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Tomo: título del libro
del acto. Ya desde la etapa preclásica la forma de la sponsio se abandonó y se consideró
posible celebrar la promesa con cualquier otra forma jurídica. Cabe especificar que el
contenido de esta promesa era puramente simbólico, ya que non generaba la obligación
al sucesivo matrimonio ni otros vínculos jurídicos. Los esponsales eran más una
comunicación pública del compromiso de los novios, y en caso de incumplimiento, las
consecuencias jurídicas eran menores.
La concepción romana del matrimonio era distinta de la nuestra de origen cristiana, que
mira al matrimonio como un negocio jurídico destinado a durar en el tiempo
independientemente de la voluntad de los cónyuges hasta que no se presente una causa
de anulación o la muerte de uno de los cónyuges. El verdadero fundamento del
matrimonio romano lo podemos considerar como una voluntad constantemente
constituyente, denominada affectio maritalis. Una voluntad que si llega a faltar, disuelve
sin mayores formalidades el matrimonio. En este sentido la voluntad del matrimonio, se
parece mucho a la voluntad que se requería en el contrato de sociedad, o sea una
voluntad constante de continuar la vida juntos. Se puede considerar el matrimonio
romano más como un simple hecho jurídico, aunque en presencia de determinados
requisitos, exactamente por este elemento tan característico. El matrimonio podía
acompañarse de la conventio in manus (ver infra), con el efecto de someter la esposa a
una particular forma de potestad ejercida por el mismo esposo si este era sui iuris, o por
el pater familia del esposo, si este era alieni iuris. La mujer casada con manus, salía de su
familia biológica cortando cualquier tipo de vínculo civil y creando un nuevo parentesco
con la familia del esposo, y además sufría un cambio en su condición personal, si antes
estaba sometida a la patria potestas, pasaba a ser in manus, y si era sui iuris, sufría hasta
una capitis deminutio mínima, pasando a ser alieni iuris. De lo contrario, si el
matrimonio se hacía sine manu, la condición jurídica de la mujer n cambiaba, ni en
relación al parentesco civil con la familia biológica, ni en relación a su estatus. El
matrimonio con la convención de la mano fue práctica común en las etapas más
antiguas, mientras que esta costumbre se perderá progresivamente en los años más
recientes. Para la producción de efectos del matrimonio se consideraba el comienzo de
la convivencia, además era un dato objetivo fácil de demostrar, mientras que a pesar de
su importancia fundamental, mucho más compleja era la demostración del afectio
maritalis, que de hecho se no con elementos de derecho, sino de hecho a través de
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Versión abreviada del título del capítulo
elementos concretos, como la conventio in manu, la presencia de filiación etc. Ninguno
de estos era elemento cierto de la existencia del vínculo, pero sin embargo se
consideraban útiles como pruebas. La demostración de la existencia del vínculo, era
importante para otorgar al matrimonio la valides necesaria para la producción de los
efectos patrimoniales y personales que de este se generaban, como la filiación legítima,
entre otros.
Tal como empezaba, el matrimonio podía terminar de forma muy sencilla con el
divorcio, o sea con la separación física de los cónyuges, sin ninguna formalidad ulterior.
Las causas de cesación del matrimonio, dependían de la misma estructura de este y con
este eran coherentes, si elemento constitutivo era la voluntad convivencia, con la
terminación de este deseo el matrimonio mismo terminaba. Otras causas podían ser la
muerte civil o natural, la pérdida del conubium, de uno de los cónyuges. Las únicas
formalidades requeridas eran en caso de matrimonio con manus, pero más como
consecuencia de la misma manus que por el matrimonio en si mismo. Siendo necesario
constituir la manus con formas solemnes, eran necesarias formas igualmente solemnes,
como algunos negocios formales típicos para disolver este vínculo. En algunos casos era
posible una sanción para el cónyuge que causara el divorcio, tales como la nota censoria
que causaba el alejamiento del Senado o de otros órganos públicos etc. Con el
nacimiento del cristianismo, el matrimonio se enriqueció de aspectos religiosos y la
disciplina del divorcio sufrió cambios importantes. Nunca se prohibirá la disolución del
matrimonio, y siempre será permitido el divorcio consensual sin mayores
complicaciones, pero el rechazo unilateral quedará limitado a algunos casos específicos,
como el divortium bona gratia, o sea causales que no se pueden considerar culpa de
ninguno de los dos sujetos, como por ejemplo en el caso del cónyuge prisionero de
guerra o desaparecido. Fue también permitido el rechazo unilateral en caso de hipótesis
perentorias, en caso por ejemplo de grave culpa de uno de los dos. Los demás casos
serán considerados ilegítimos, pero el efecto no era impedir el divorcio, que igualmente
habría tenido lugar, sino causar graves sanciones al sujeto culpable.
Por lo que corresponde a los aspecto patrimoniales, el efecto más importante del
matrimonio fue seguramente la dote. Era este un instituto del derecho romano arcaico
que consistía en una o más cosas que la misma novia, su pater familia o un tercero,
entregaban al marido, o al pater familia de este. La idea es que la dote era como una
compensación para las mujeres que celebraban la conventio in manus, renunciando
como consecuencia a sus derechos de herencia con respeto a la familia originaria. Sin
embargo, para los juristas clásico que conocieron un matrimonio celebrado
principalmente sin la convención de la mano, era más bien una contribución para la
sustentación de la nueva familia que se iba a crear, como beneficio directo del marido y
solo indirectamente de la esposa, sin embargo quedaba siendo de propiedad de la
esposa y dedicado a su mantenimiento, como demuestra la necesidad de restituir estos
bienes a la esposa en caso de divorcio.
Se conocen dos tipos de dote y tres formas de constituirla. Los dos tipos de dote se
distinguen por la origen de los bienes, se habla de dote profecticia, cuando los bienes
son aporte de la misma esposa o de su pater familia, y la dote adventicia, si es un
tercero el que aporta los bienes.
La dotis promissio: O promesa de dote, era una estipulación dotis causa, naturalmente
con efectos obligatorios. El marido actuaba como estipulador y el sujeto que prometía
entregar los bienes como promitente. Mediante esta promesa el esposo se
transformaba en acreedor, no propietario de los bienes, sucesivamente al matrimonio
habría sido por ende necesaria la celebración de otro negocio con efecto traslativo del
dominio. Se trata igualmente de un negocio abstracto, con la constitución de la dote
como causa externa.
La dotis dictio: Esta forma comprarte los efectos obligatorios típicos de la promesa de
dote, sin embargo en este caso se trata de un negocio jurídico solemne y típico, que
existía entonces solo para la creación de una promesa de entrega de bienes a causa de
dote. Como en el caso anterior el beneficiario no se hacía dueño de los bienes, sino
acreedor titular de una acción in personam para el cumplimiento de la promesa
celebrada. La dotis dictio desaparecerá en edad posclásica.
La dote podía constituirse antes o después del matrimonio, las promesas de dote eran
consideradas sometidas a condición suspensiva, el crédito se hacía exigible en caso de
celebración del matrimonio. En etapa antigua el esposo disponía libremente de los
bienes y los administraba en todo, pero teniendo en cuenta que aunque jurídicamente
de él, estos bienes se consideraban de la esposa, con el tiempo se irá limitando siempre
más el poder del hombre sobre la dote, hasta el punto de limitar su administración a los
aspectos más ordinarios y de prohibir la enajenación de inmuebles de la dote sin el
consentimiento de la esposa a través de la ley iulia de fundo dotalis del 18 a. C. Como
anteriormente dicho, en caso de divorcio los bienes se devolvían a la esposa, en caso de
no suceder, se reconocía a la mujer el ejercicio de una específica acción procesal,
denominada actio rei uxoriae (tr, acción de las cosas de la mujer), in ius e in personam,
para la restitución de dichos bienes.
Los hijos, aquellos sujetos sometidos a la patria potestas, aunque libres y ciudadanos
romanos, no gozaban de la plenitud de los derechos por ser alieni iuris. Estos eran
aquellos nacidos en constancia de matrimonio válido que con el nacimiento entraban
bajo la patria potestas de sus padres o, si estos eran a la vez hijos de sus abuelos. El
nacimiento no era la única forma de adquisición de la condición de hijo, las otras formas
eran la adopción y la adrogación.
Personas alieni iuris eran también las mujeres in manu, era esta la condición jurídica de
las mujeres por el efecto de la convención celebrada. Generalmente era un instituto al
que se recorría en caso de matrimonio, aunque no era un elemento necesario de esta.
La convención podía dirigirse tanto a mujeres sui iuris, así como a mujeres alieni iuris,
pero el efecto producido terminaba siendo similar, ya que la mujer quedaba incorporada
a la familia del marido.
La confarreatio era la forma más antigua e consistía en una particular forma de sacrificio
ofrecido a Júpiter, con determinados requisitos formales. Se celebraba en presencia de
un magistrado de rango alto, el Pontífice máximo, de diez testigos y con el ofrecimiento
de un pan realizado con un cereal muy significativo para la tradición romana el farrum
(escanda en castellano). S trataba de una forma de conventio in manu utilizaba
principalmente por las clase sociales más altas, y nacer de matrimonio celebrado con
este rito era elemento esencial para acceder a los cargos sacerdotales más altos. La
forma para extinguir los efectos de la confarreatio, por ejemplo en caso de divorcio, era
una forma igualmente solemne denominada diffarreatio.
La tercera forma, que podríamos definir negocial, era la Coemptio, esta se daba con base
en la mancipatio, o sea por una venta ficticia con objeto la misma mujer. El cedente era
el padre de la esposa, si esta era sometida a su potestad, o la misma esposa si sui iuris.
En este segundo caso la esposa celebraba un auto coemptio en la que era parte del
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negocio y al mismo tiempo el objeto del mismo. Se requerían todos los elementos
formales de la mancipación (ver cap. III), incluyendo el libripens y el cobre, por lo tanto
el hombre terminaba formalmente adquiriendo la mujer.
Parentesco y afinidad
Las dos relaciones pueden, y esto será en la mayoría de los casos, pero son
independientes y con efectos distintos frente al derecho. El más relevante para los
efectos jurídicos que producía era el agnaticio, de hecho con base en eso se regulaban
los efectos sucesorios y demás de la familia romana. Siendo un vínculo coincidente con
la familia y la potestad, era solo en línea masculina y proprio del derecho civil, siendo
que las mujeres no tenían el ejercicio de estos derechos. Con la muerte del pater familia
este vínculo se rompía en tantas familias cuantos eran los hijos, y las diferentes familias
con las mismas orígenes agnaticias eran llamadas communi iure, o sea la familia que
sería todavía una sola si el padre siguiera vivo. La otra relación de parentesco, el vínculo
cognaticio, se refiere tanto a la línea masculina así como a la femenina. Frente al
derecho civil, era una situación escasamente relevante, sin embargo, sobre todo en
materia de sucesiones asumió siempre mayor importancia en el ámbito de la jurisdicción
pretoria. Con Justiniano se equipararán como importancia. Cabe resaltar otra relación
jurídica que adquiere importancia sobre todo en tema de alimentos.
En época romana, así como en la moderna, la edad influye sobre la capacidad de los
sujetos, limitando o restringiendo el ejercicio de esta. La distinción principal en Roma
era entre púberes e impúberes, estrictamente vinculada a la capacidad de procreación y
puesta convencionalmente al límite de catorce años para los hombres y doce para las
mujeres. Los impúberes a la vez se dividían entre infantes menores y mayores,
dependiendo de la capacidad de manifestar correctamente sus deseos o menos, que
carecían de la capacidad jurídica en grados distintos. Si los infantes eran alieni iuris el
problema de la falta de capacidad era irrelevante, pero en caso de tratarse de sui iuris,
se presentaba un problema solucionado a través de la figura del tutor. Todo lo
anteriormente dicho queda firme hasta en el caso de las mujeres, aunque a ellas nunca
será reconocida la equiparación total con los hombres en materia de derechos públicos
y sólo muy tarde será reconocida la plena capacidad jurídica de derecho privado.
La tutela
Frente a las incapacidades de las mujeres y de los menores de edad sui iuris, ya desde
etapa muy antigua nació al interior del derecho civil, en el sentido más estricto de
accesibilidad sólo para los romanos y sólo para los hombres, la tutela. Se conocen tres
tipos de tutela: Legítima, testamentaria e dativa.
Se llamó legitima la tutela que las ley de las XII tablas se atribuía al agnatus próximus, o
sea al parentesco civil más cercano, por ejemplo un hermano. Siempre la ley de las XII
tablas, habla de una tutela legítima del parens manumissor respectivamente para el
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liberto y el hijo impúber emancipado. Cabe especificar que esta era la forma subsidiaria
de tutela, ya que se utilizaba solo cuando el pater familia no hubiese dejando en su
testamento la previsión de un tutor para sus herederos impúberes. La tutela dativa,
nace contrariamente, en el tercer siglo a.C., con la ley Atilia del 210, conocida como lex
de tutor dando, que atribuyó al pretor la posibilidad de nombrar un tutor al impúber sui
iuris bajo instancia de su madre, de otros familiares o hasta de un tercero.
La tutela de los menores, terminaba al momento del alcance de la pubertad para los
hombres y se transformaba en tutela mulieris para las mujeres. El cargo de tutor era con
responsabilidad, por lo tanto terminado el cargo podía llamarse el sujeto para que diera
cuenta de su gestión. Las doce tablas reconocieron una responsabilidad penal a cargo de
sujeto que hubiese aprovechado o abusado, para fines personales del patrimonio del
pupilo, la acción procesal, pública e infamante se llamaba Actio rationibus distrahendis
(Tr. acción en razón de la distracción de bienes). En etapa preclásica se hablará de acción
de tutela a favor del ex pupilo contra el tutor. La acción era de tipo reipersecutorias, de
buena fe e infamante. Con esta acción se obligaba el tutor a transferir las adquisiciones
hechas a su nombre en el interés del pupilo y respondía de los perjuicios patrimoniales
causados por su gestión, por su dolo y hasta por culpa. En la praxis del procedimiento
formulario se reconoció una aplicación útil de esta acción en la forma de acción de
tutela contraria, de la misma naturaleza, pero no infamante, reconocida al tutor contra
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Versión abreviada del título del capítulo
su ex pupilo, para el rembolso de los gastos sufridos en el desarrollo de sus funciones de
tutor.
La curatela
Las demás curatelas del derecho romano, se dirigían al furiosi (las personas con
problemas mentales) y al prodigi (los dilapidadores). A estos sujetos, después de una
averiguación concreta, en el caso de los locos y judicial con interdicto, en caso de
dilapidadores, se le denegaba en todo o en parte la capacidad al sujeto y se le nombraba
un curador, generalmente elegidos entre los agnaticios. En caso de falta de parentesco,
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Tomo: título del libro
se nombraba un curador honorario.
Lo que en este momento interesa examinar es cómo funcionaba la tutela de las mujeres.
Hasta que durara la menor edad, no había diferencia de régimen jurídico entre la tutela
de los hombres y la de las mujeres. Sin embargo, con el alcance de la mayoría de edad,
mientras que el hombre quedaba libre, la mujer pasaba a una diferente forma de tutela
llamada mulieris (tr. de la mujer). Las formas de tutela eran las mismas de la tutela de
los impúberes: Legítima, dativa y testamentaria, sin embargo el rol del tutor era distinto.
A diferencia del tutor de los impúberes, el tutor mulieris no administraba el patrimonio
de la mujer, simplemente le asistía en su administración, en cierta medida
autorizándola a través de la imposición de su autoridad al negocio. Esta actividad era sin
embargo necesaria, porque en su falta la mujer no podía cumplir actos dispositivos de
su patrimonio, ni asumir obligaciones. A pesar de la sobrevivencia formal de este tipo de
tutela, en la práctica esta perderá de significado al final de la edad republicana. Ya desde
época antigua en realidad, se admitió la validez de una disposición testamentaria que
otorgara la facultad de nombrar su propio tutor a la mujer. Se habló en este caso de
tutela optiva, por la presencia de la opción de nombramiento a favor de la mujer.
Mismo resultado se lograba a través de la coemptio fiduciaria, también conocida como
tutela evitandae causa. Con esta forma la mujer hacía coemptio de si misma a una
persona de confianza que, adquiriendo la mano sobre ella, la mancipaba a la persona
que la mujer indicaba como persona de confianza, este último, adquiría la mujer en
causa mancipi y realizaba una manumisión que lo transformaba en agnatus próximus y
por ende tutor legítimo. En resumen, a través de la coemptio fiduciaria se creaba un
nuevo parentesco para permitir que la persona deseada por la mujer tuviera las
condiciones para poder ser nombrado su tutor. Una importante concesión a las mujeres
vino en tiempo de Augusto con la ley Iulia et Papia Poppea que reconoció a las mujeres
el Ius liberorum a las mujeres ingenuas que tuvieran tres hijos y a las libertas que
tuvieran cuatro. El Ius liberorum era la equiparación completa entre hombres y mujeres
en materia de derecho privado, gracias a este reconocimiento y a la exención de la regla
que las quería acompañadas por un tutor, las mujeres, por lo menos las en las
condiciones previstas por la ley, alcanzaron, en la práctica, la plena capacidad de ejercer.
Ulterior mejoramiento de la condición de la mujer fue debido al reconocimiento de la
posibilidad para la mujer, de accionarse frente a un magistrado, para que este obligara
el tutor a poner su auctoritas, pero solo en caso de tutela testamentaria o dativa. Como
último dato, una lex Claudia, de fecha incierta, pero de la primera mitad del I siglo d.C.
abolió la tutela legítima del agnatus, con el efecto de transformar la tutela en poco más
que una formalidad.
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Versión abreviada del título del capítulo
Las personas jurídicas.
Los romanos distinguían entre corporaciones, organizadas con base personal, y las
fundaciones, organizadas con base patrimonial.
2. Las Civitates, como los municipios, las colonias etc. Con esta expresión se
identificaban las colectividades externas a Roma, que tuviesen autonomía
administrativa.
Por otro lado las fundaciones presentan mayores dificultades porque, si es fácil
reconocer capacidad jurídica a un grupo de sujetos, menos fácil es pensar que un
patrimonio pueda serlo. El origen de las fundaciones se encuentra en la herencia
yacente, o sea el estado jurídico de los bienes de la herencia, entre la muerte del de
cuius y la aceptación del heredero. Estos bienes, en este lapso de tiempo, no
pertenecían a nadie, por lo tanto cualquiera, legítimamente habría podido adueñarse de
ellos. Nació entonces la exigencia de disciplinar de alguna forma la vida jurídica de estos
bienes yacentes. La solución fue encontrada a través de una ficción jurídica de Salvio
Juliano, que consideraba la herencia como el de cuius, atribuyendo, como ficción,
personería jurídica a la misma herencia, de tal forma que esta podía transmitir, todos los
derechos, acciones etc. en forma universal al heredero.
Última persona jurídica que vale pena mencionar son le Piae Causae. En etapa clásica
era costumbre dejar donaciones modales a favor de civitates, con la carga de destinar la
renta de estos bienes a la realización de obras públicas o a la ayuda de ciudadanos más
pobres. En edad posclásica estas donaciones o legados se hicieron a favor de
organizaciones religiosas, que se empezaron a llamar Piae Causae.
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