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TALLER N°6

LA DANZA EN FRANCIA

PRESENTADO POR:

JOSÉ GABRIEL MONTERROSA PÉREZ

LICENCIADO:

AMAURY CASTELLANOS PETRO

FUNDACIÓN EMPRENDER

MONTERÍA - CÓRDOBA

2020
LA DANZA EN FRANCIA
- El contexto cultural y artístico de Francia tras la I guerra mundial
«La cultura de Francia se caracteriza por su historia y por su diversidad. Su
influencia ha forjado muchas expresiones tanto culturales como políticas en
Europa y en el mundo entero. Los valores encarnados por el lema de la
República Francesa (Liberté, Égalité, Fraternité: «Libertad, Igualdad,
Fraternidad») y por la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, son un legado que la humanidad entera ha heredado de la cultura y
civilización francesa.
Si tuviese que recuperar una muestra de aquellos años destacaría 'Metrópolis'
(1916-17), la gran obra maestra de George Grosz», asegura Solana. Un cuadro
que, por cierto, cuelga en las paredes del Thyssen. «Es una imagen
apocalíptica del caos del fin del mundo que supone una ciudad como Berlín. En
las calles hay una suerte de tumulto, de pánico de las masas que está muy
influido por los futuristas italianos y los expresionistas alemanes. El
acontecimiento central del cuadro es un entierro en el que nos damos cuenta
de que el cochero es un esqueleto y los convocados con también cadáveres.
Esta gente que corre enfebrecida son como zombies, como sonámbulos que no
saben adónde van».
- El ballet de l’Opéra como institución nacional: Serge Lifar
El Ballet de la Ópera de París (en francés: Le Ballet de l'Opéra national de
Paris) es la compañía de ballet de la Ópera de París, París.
Mientras se dirimía el futuro de los Ballets Rusos en Montecarlo Balanchine fue
invitado por la Ópera de París para coreografíar Lés créatures de Promethée
(mús. Beethoven) y se llevó consigo a Lifar como protagonista. Balanchine
cayó enfermo y Lifar terminó el trabajo empezado, estrenado ese mismo año
de 1929.6 La excelente acogida por parte del público y la crítica animó al
entonces director de la Ópera Jacques Rouché a contratar inmediatamente a
Lifar como danseur étoile, y al año siguiente como maître de ballet y
coreógrafo.7 Lifar fue fiel al legado artístico de los Ballets Rusos. No solo bailó
El Espectro de la rosa (en 1931) y La siesta de un fauno (en 1935), también en
sus nuevas creaciones Icare (1935), Istar (1941), Suite en blanc (1943), Les
Mirages (1944) siguió los principios de Diáguilev de la unidad armónica entre
música, danza y escenografía. En su afán de dar a la danza la dignidad, que
según él le correspondía, Lifar obligó a que se apagaran las luces del patio de
butacas durante las funciones, prohibió a las bailarinas lucir en escena sus
joyas personales, acabó con la costumbre que en el Foyer de la danse las
bailarinas recibieran a sus admiradores e introdujo veladas semanales
dedicadas por completo a la danza.8
Al estallar la Segunda Guerra Mundial y producirse la Ocupación de París en
1940, Jean Rouché intentó evitar que la Ópera cayera bajo la administración
militar alemana y que sus artistas y trabajadores fueran víctimas de las leyes
del ocupante. Mantuvo la actividad artística y Lifar como director del ballet le
secundó.9 Al llegar la Liberación en agosto de 1944, tanto Rouché como Lifar
fueron acusados de "colaborar con el enemigo" y destituidos de sus puestos.
Lifar se refugió en Montecarlo donde asumió la dirección del ballet de la Ópera
de 1944 a 1947 transformándolo en el Nouveau Ballet de Montecarlo. En 1947,
una vez libre de los cargos que se le imputaban, Lifar regresó a la Ópera de
París con el apoyo decisivo del nuevo director Georges Hirsch, antiguo
miembro de la Resistencia10
En su segunda etapa en la Ópera de París (1947-1958), Lifar siguió su
trayectoria con ballets neoclásicos como Phèdre con libreto de Cocteau y
música de Auric, reposiciones del repertorio de los Ballets Rusos como El
pájaro de fuego (1954) y nuevas creaciones como Les Noces fantastiques y
Romeo y Julieta con música de Prokófiev ambas de 1955. Sus propios ballets
de los años treinta-cuarenta Suite en blanc, Aubade, Les Mirages y otros
entraron en el repertorio del ballet de la Ópera. Lifar se despidió del público
como bailarín en 1956, en el papel de Albrecht en Giselle y dejó definitivamente
la Ópera en 1958.
A través de sus colaboraciones puntuales en los escenarios internacionales, de
sus publicaciones y de su pertenencia a la Académie des Beaux Arts desde
1968 Lifar mantuvo cierta influencia sobre el mundo del ballet.11 Al final de su
vida se retiró a Lausana con su compañera Lillian Ahlefeldt que a la muerte de
Lifar en 1986 se convirtió en depositaria de su patrimonio artístico y contribuyó
con sus desmedidas exigencias a que cayera en el olvido el repertorio
lifariano.12 La Fundación Lifar creada por ella y dirigida posteriormente por
Attilio Labis y Charles Jude, antiguos primeros bailarines de la Ópera de París,
fomenta la recuperación de las obras coreográficas esenciales de Lifar.
Entre las numerosas publicaciones de Serge Lifar sobre la danza sobresalen
sus recuerdos sobre Diáguilev y los Balletes rusos: Diaghilev e Histoire des
Ballets Russes, ambas publicadas en 1939, y sus memorias: Ma vie de 1965.
- Las nuevas generaciones de creadores: Roland Petit, Janine
Charrat y Maurice Béjart
Roland Petit en el Ballet de la Ópera de París: El Ballet de la Ópera de París
está presentando desde el 15 de marzo y hasta el 29 de este mes, en el Palais
Garnier, un programa Roland Petit (fallecido en julio de 2011), con tres de sus
obras: “Le Rendez-vous”, “Le Loup” y “Carmen”.
“Le Rendez-vous” es una de sus primeras piezas, creada en el Teatro Sarah
Bernhardt (hoy Teatro de la Ville) de París, en junio de 1945. Para esos
tiempos, no puede concebirse nada más “francés”, o, mejor dicho, parisino.
Tampoco, nada más en consonancia, por su carácter trágico, con lo que
reinaba entonces: Francia apenas se restablecía de la Ocupación alemana, y
comenzaba a entrar en la post-guerra.
Prévert, para “seducir completamente” a Petit, le propuso a uno de sus
cercanos colegas en el cine, Joseph Kosma, para escribir la música. La
escenografía se le encargó a Brassai, el conocido fotógrafo, sobre todo de la
obra de Pablo Picasso. Por primera vez, los decorados serían fotos –de ciertos
rincones de París, desde luego. El vestuario, fue del pintor Mayo. Y Petit le tocó
la puerta a Picasso para que le hiciera el telón de boca.
Janine Charrat en el Ballet de la Ópera de París: Estudió con Jeanne
Ronsay, especialista en danzas orientales, Lubov Egorova, Alexandre Volinine
y Olga Preobrajenska en París, y debutó a los trece años en la película La Mort
du Cygne (1937) dirigida por Benoît-Lévy, junto a Yvette Chauviré y Sergei
Lifar.
En 1945, después de algunos años bailando con Roland Petit en recitales
dirigidos por Irène Lidova en la Salle Pleyel de París, fundó Les Ballets des
Champs-Elysées junto con otras personalidades del mundo de la danza. Para
la primera función de esta compañía coreografió Jeu de Cartes (Stravinsky,
1945) y estrenó Les Forains (1945) de Petit. Al año siguiente se unió al
Nouveau Ballet de Montecarlo, donde estrenó los ballets de Lifar: Prière (1946),
especialmente creado para ella, y Chota Roustaveli (1946). Para los Ballets de
París coreografió: La Femme et Son Ombre (Tcherepnine, 1948), una obra de
estilo oriental con argumento de Claudel, 'Adame Miroir (Milhaud, 1948), en la
que bailó Maurice Béjart, y Thème et Variations (Tchaikovsky, 1949), y estrenó
Le Combat (1949) de William Dollar.
Después de una estancia en la Ópera Municipal de Berlín, donde coreografió
Abraxas (Egk, 1949) y Christopher Columbus (Egk, 1951), regresó a París para
fundar los Ballets de Janine Charrat, con los que visitóEspaña. Para ellos
realizó numerosas coreografías, entre ellas: Concerto (Grieg, 1951), Le
Massacre des Amazones (Y. Semenoff, 1952), que obtuvo un premio en
Francia, Le Dernier Jugement (Sauguet, 1951), Rêve d'Amour (Liszt, 1952),
Les Algues (Bernard, 1953), ambientada en un manicomio y grabada para la
televisión francesa en 1962, en la que estuvo a punto de morir a causa de las
quemaduras sufridas cuando se incendió su vestido de tul, Herakles (Thiriet,
1953), Les Liens (Y. Semenoff, 1957), estrenada en Toulouse y que después
pasó al repertorio del Joven Ballet de Francia, Chimère (Thiérac, 1958), Paris
(Sauguet, 1964) y Up to Date (1968).
A partir de 1952, la compañía cambió su nombre por el de Ballet de Francia.
Durante esta época continuó creando ballets para otras formaciones, como
Orfeo (Lupi, 1950) para el Teatro La Fenice de Venecia, Les Sept Péchés
Capitaux (Weill, 1956) para el Teatro alla Scala de Milán, Diagramme (Bach,
1957) para el Grand Ballet du Marquis de Cuevas y Electre (Pousseur, 1960),
para el Ballet du XXe Siècle, que posteriormente pasaría al repertorio del Ballet
de Miskovitch.
Maurice Béjart en el Ballet de la Ópera de París: Un icono en el mundo
dancístico. Un innovador del siglo XX. Quienes han seguido con lupa su
trayectoria como bailarín, coreógrafo y director de su propia Compañía, han
resaltado la riqueza de su propuesta, que es ecléctica, enriquecida con música
contemporánea espectacular y sobre todo cargada de un gusto cosmopolita.
En su lugar de origen, Francia, dio un impulso diferente al movimiento
dancístico. De hecho, se considera que él abrió las puertas del ballet a un
público que no era experto, es decir, no creía que la danza clásica fuera para
una élite, sino que podía ser para las masas. En su momento, cambió el tutú
por leotardos y jeans, revolucionando así el ballet europeo con su estética e
innovadora técnica. Por esa razón, Béjart se convirtió en una de las
personalidades francesas más conocidas en la Tierra. Y no fue para menos,
sus bases fueron muy sólidas.
Su formación en la danza clásica fue a lado de iconos como Madame Egorova,
Madame Roussane y Léo Staats. Su carrera profesional la inició con grandes
figuras, como Jamine Charrat y Roland Petit.
Fue en 1949, durante una gira con el Ballet Cullberg, cuando descubrió la
expresividad coreográfica que hasta hoy lo mantiene como un emblema de la
danza. Después, estrenó su primera pieza: Sinfonía para un hombre (1955) con
su Compañía Ballet de I’ Etoile. Con esta coreografía, descubrió a dos grandes
compositores: Pierre Henry y Pierre Schaeffer, cuya música lo hizo pensar en
la búsqueda de un nuevo lenguaje de la danza.
BIBLIOGRAFÍA

https://www.danzaballet.com/maurice-bejart-leyenda-viva-de-la-danza-mundial/
https://www.elmundo.es/especiales/primera-guerra-
mundial/imprescindibles/guerra-y-cultura.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Serge_Lifar
https://www.danzaballet.com/roland-petit-en-el-ballet-de-la-opera-de-paris/

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