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Orígenes[editar]

La cultura peruana es una gran mezcla de componentes de distintas etnias que habitaron y
habitan lo que actualmente es el territorio del Perú, las más importantes son el
bloque aborigen y criollo o español, seguido por los bloques afroperuano y asiático y en menor
medida el italoperuano, todo esto es potenciado por las tres principales regiones naturales, es
decir la costa, la selva y la sierra. Es por eso que la cultura peruana se la considera una
cultura mestiza y eso queda ampliamente demostrado en su gastronomía que es reconocida
por su variedad de platos, bebidas y postres, en las danzas como la marinera, el festejo,
el tondero, el huayno, el huaylas, el wititi, la diablada, los huayruros etc.

Características[editar]
Dentro del contexto mundial, la cultura peruana siempre ha presentado características
especiales, entre las que se pueden mencionar las siguientes: 170

 Se ha desarrollado en un medio geográfico difícil, por lo que el hombre ha tenido que


esforzarse y hacer uso de su creatividad para dominar ese espacio, formando sociedades
y culturas regionales.
 Es un proceso que ha venido dándose a través de los milenios, desde los albores de
la civilización andina, y, aunque ha sufrido la irrupción violenta de la civilización
occidental en el siglo XVI, ha continuado desarrollándose de manera continua, sin
paréntesis, intentando mantener una unidad.
 Contiene valores y legados culturales que se mantienen a través del tiempo. De la
civilización andina podemos mencionar: el dominio de la naturaleza, la unidad política, la
misión civilizadora, el espíritu de justicia social y la dignidad imperial. De la herencia
española destaca: la idea de la persona humana, el cabildo, el estado de derecho, el
idioma, la concepción cristiana de la vida. De la etapa republicana: la independencia, la
libertad política, la soberanía, la concepción democrática del Estado, la idea de una vida
más digna, por obra de la educación y la técnica al servicio del bien común, la idea de una
distribución más equitativa de la riqueza, etc.
 Hay una constante fusión de las realidades culturales existentes, así como las que
continúan llegando de afuera, y tiende así siempre hacia el mestizaje cultural.

Descripción[editar]
Cultura prehispánica[editar]
Artículo principal: Imperio incaico

Pirámides de 5 000 años en Caral. Patrimonio Común de la Humanidad.

La civilización andina, que se desarrolló en el actual territorio peruano, se fue forjando desde
hacía quince mil años, con la llegada de los primeros hombres a esta parte del mundo. Estos
se hallaban en la etapa del paleolítico superior y fue exclusivamente a su esfuerzo, sin
influencia foránea, que pudieron escalar paulatinamente hacia la alta cultura. Los restos
culturales de los primeros cazadores-recolectores han sido hallados en Guitarrero
I, Piquimachay, Chivateros (taller lítico), Toquepala (pinturas rupestres), Paiján (puntas líticas).
Los primeros vestigios de cultivos agrícolas se hallan en Nanchoc (calabaza y zapallo loche)
y Guitarrero I (frijoles y pallares), de hace 6 000 a. C. Otras plantas que se empiezan a cultivar
son el camote, el achiote, la quinua. La papa y el maíz son cultivos más tardíos. Los restos de
la primera aldea de pescadores se hallaron en Santo Domingo de Paracas; de los primeros
camélidos domesticados, en Telarmachay; y de los primeros cuyes domesticados,
en Piquimachay.
La civilización o alta cultura propiamente dicha surge hacia el 3 200 a. C. con la aparición de
la civilización caral en el Norte Chico peruano y cuyo centro fue la ciudad sagrada de Caral y
su ciudad pesquera, El Áspero. Caral fue contemporánea de otras grandes civilizaciones
como las de China, Egipto, India y Mesopotamia. Se trata, pues, de uno de los pocos centros
irradiadores de civilización en el mundo por su antigüedad (al menos 5000 años); así como el
único en el hemisferio austral. Caral floreció durante más de mil años; entre sus ruinas se han
hallado el primer quipu, instrumentos musicales, estatuillas de arcilla, entre otros restos
culturales. Contemporánea a ella fueron otros centros como Bandurria, Kotosh (templo de las
manos cruzadas), Sechín Bajo, Cerro Sechín, La Galgada, Las Haldas y El Paraíso.2
Caral desapareció hacia 1800 a. C. pero su legado cultural se mantuvo, continuando así el
proceso de la civilización andina. Surgieron otros centros culturales en el actual Perú,
como Cupisnique, Pacopampa, Kuntur Wasi, Garagay y Chavín de Huántar. Hacia el 900 a. C.
la cultura chavín prevaleció sobre las demás, hasta que hacia 200 a. C. decayó su influencia y
se incentivó el desarrollo de Estados más amplios en la base de nuevas culturas locales
como Mochica, Lima, Nazca, Wari y Tiahuanaco. Los Wari formaron el primer imperio
panandino del que se tiene certeza, con centro en la ciudad de Wari, cerca de la
actual Ayacucho.
Con la decadencia de Wari y Tiahuanaco hacia fines del siglo IX se reactivó la producción
cultural regionalista,
como Chimú, Lambayeque, Cajamarca, Chachapoyas, Chincha, Chanca, Huanca, Chancay y
los quechuas o incas del Cuzco. Estos últimos, tras pasar sucesivamente por las etapas de
señorío local y confederación quechua, en el siglo XV formaron el Imperio inca, que se anexó
todos los pueblos andinos entre los ríos Maule y Ancasmayo, alcanzando un área cercana a
los 3.000.000 km², hoy ubicada en los territorios de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile.
La civilización incaica fue la cúspide de la cultura andina, la síntesis de todas las culturas
preincas. Lo que los incas hicieron fue asimilar y desarrollar todas las influencias culturales del
territorio que dominaron. Su mérito principal fue crear un Estado imperial cuyo fin era la
unificación del mundo andino, pero cuya consolidación definitiva se vio truncada por la
invasión española. Sin embargo, la cultura andina ha seguido su propio curso y ha llegado
hasta la actualidad; prueba de ello están las comunidades indígenas, las modalidades
alimenticias, los idiomas (quechua, aymara), etc.

La influencia hispánica[editar]
Artículo principal: Virreinato del Perú
Mapa del Perú. Ioannem Ianssonium (1647).

En el siglo XVI, las tropas de Francisco Pizarro, con el apoyo de muchos pueblos o etnias
gobernados por los incas, conquistaron este imperio para España. En 1542, se estableció
el virreinato, que en un inicio abarcó un territorio desde lo que hoy es Panamá hasta el
extremo sur del continente. El imperio español significó para el Perú una profunda
transformación social y económica. Se implantó un sistema mercantilista, sostenido por la
minería de la plata, el monopolio comercial y la explotación del pueblo llano indígena.
En el aspecto social, los españoles instauraron una sociedad dividida en estamentos o clases
sociales, diferenciada por el linaje y la raza. En el aspecto cultural, introdujeron los estilos
artísticos que imperaban en Europa, pero los mestizos los asimilaron hasta convertirlos en
arte propio. El artista peruano captó modelos e imprimió sus propias características. Las letras
también fueron el reflejo de las escuelas literarias que se daban en Europa, pero hubo literatos
nacidos en el Perú que bajo ese influjo destacaron creando peculiares obras maestras, como
el Inca Garcilaso de la Vega, Juan Espinoza Medrano, Pedro Peralta y Barnuevo, entre otros.
A partir de fines del siglo XVI e inicios del XVII, el poder virreinal se vio lentamente debilitado
por el contrabando comercial y la insurgencia separatista, primeramente indígena (como la
de Túpac Amaru II) y posteriormente también criolla. Sin embargo, en los últimos años estas
fueron fuertemente reprimidas, por lo que ninguna logró su objetivo último.
Hay que destacar que en el siglo XVIII ya existía la conciencia de ser peruano; esto se
evidencia a través de escritores e ideólogos como José Eusebio de Llano Zapata, José
Baquíjano y Carrillo, Hipólito Unanue, Toribio Rodríguez de Mendoza y periódicos como
el Mercurio Peruano. También sabios y científicos como Jorge Juan, Antonio de Ulloa, Tadeo
Haenke y Alexander von Humboldt divulgaron la riqueza y la gente del Perú.

Desarrollo de la República del Perú[editar]


Artículo principal: Historia republicana del Perú

Proclamación de la Independencia.

La emancipación peruana del dominio político español forma parte de un proceso más amplio
que se dio en todo el mundo hispanomericano a principios del siglo XIX. La independencia del
Perú fue una obra conjunta de precursores y próceres, locales y foráneos, con la decisiva
ayuda del pueblo. Hay autores que remontan el inicio del proceso emancipador del Perú a
la rebelión de Túpac Amaru II de 1780-1781. Sea como fuese, la etapa final empezó en 1820,
con la llegada desde Chile de la Expedición Libertadora del Perú dirigida por el general
argentino José de San Martín, que el 21 de julio de 1821 proclamó la independencia e instauró
un nuevo estado: la República del Perú cuyo nombre lo consigna tácitamente el Acta de
Independencia de este país.3 Sin embargo, recién en 1824 el general venezolano Simón
Bolívar logró expulsar definitivamente las tropas realistas afincadas en la sierra sur tras las
batallas de Junín y Ayacucho.
Dos temas fundamentales dominaron los inicios del naciente Estado peruano: la búsqueda de
un sistema propio de gobierno y la determinación de su territorio. El primero se definió con el
triunfo de los republicanos sobre los monarquistas; en el segundo caso se siguió el principio
del uti possidetis, según el cual el territorio debía ser el mismo del Virreinato del Perú de
principios del siglo XIX. Las primeras disputas territoriales se dieron con la Gran Colombia que
reclamaba para sí los territorios peruanos de Tumbes, Jaén y Maynas, pero luego de
una guerra sin resultado definitivo, el asunto se mantuvo en suspenso y solo posteriormente
el Ecuador (una de las tres repúblicas en las que se fraccionó la Gran Colombia) resucitaría
los reclamos.
Los primeros años de independencia se desarrollaron entre luchas caudillescas organizadas
por los militares para alcanzar la Presidencia de la República. En este contexto, entre 1836 y
1839, se conformó la Confederación Perú-Boliviana, disuelta luego de la derrota
de Yungay contra el Ejército Unido Restaurador. Una nueva guerra con Bolivia estalló en
1841, y si bien los bolivianos ganaron la batalla de Ingavi e invadieron el sur peruano, fueron
prontamente repelidos por las milicias peruanas en 1842. Este fue un año clave en el que
quedó definido el territorio peruano, hasta entonces bajo la grave amenaza de perder toda su
zona sur a favor de Bolivia.
El predominio de los militares en el poder se mantuvo hasta los años 1870, cuando
aparecieron los caudillos civiles, como Manuel Pardo y Lavalle, presidente de 1872 a 1876;
y Nicolás de Piérola, dictador de 1879 a 1881, en plena guerra con Chile. Esto conflicto, de
resultado calamitoso para el Perú, marcó el inicio de una nueva etapa en la historia peruana,
basado ya no en la explotación del guano y el salitre sino en otras materias primas como los
metales, el algodón y el azúcar. Dio pase a la Reconstrucción Nacional, resurgiendo el
militarismo en la vida política, hasta 1895, cuando se inició una etapa de predominancia civil,
llamada la República Aristocrática, que abarcaría hasta 1919. Otro caudillo civil, Augusto B.
Leguía, inició entonces otra etapa conocida como el Oncenio, que duró hasta 1930.
Luego sobrevino una etapa de crisis política, social y económica, caracterizada por gobiernos
militares y civiles que se intercalaron a lo largo de cincuenta años. El Gobierno Revolucionario
de la Fuerza Armada de 1968 a 1980, fue un intento de cambiar los viejos moldes de la
sociedad peruana y en muchos sentidos lo logró; no obstante, fracasó en el aspecto
económico. Los gobiernos populistas de la década de 1980 no hicieron sino agravar la
economía y no supieron contener el embate del terrorismo de extrema izquierda. El gobierno
de Alberto Fujimori (1990-2000) afrontó la situación orientando la economía del país al
neoliberalismo y derrotando al terrorismo, aunque cayendo en el autoritarismo y la corrupción.
A partir de 2001 se inició un nuevo periodo de continuidad democrática.

Bellas Artes[editar]
Véase también: Arte del Perú

Arquitectura[editar]
Reconstrucción de uno de las pirámides de El Áspero, la ciudad pesquera de Caral.

La piedra de los doce ángulos, en un edificio inca del Cuzco.

Catedral del Cusco.

Grabado de 1872 que muestra la arquitectura Neoclásica afrancesada de la fachada principal


del Palacio de la Exposición Nacional de Lima.

En el Perú preincaico, los primeros ejemplos de arquitectura monumental son las pirámides de
terrazas superpuestas, construidas básicamente de adobe. Su función era religiosa (templo) y
administrativa (palacios). Son típicas de las culturas costeras, comenzando por Caral, donde
destaca la Pirámide Mayor. Forman complejos con otros edificios, siendo
denominados Templos en U, por la forma de su disposición: una pirámide principal, con dos
construcciones laterales en forma de brazos.4 Otras construcciones piramidales destacadas
son los de la cultura moche, como las llamadas Huacas del Sol y de la Luna. En Lima
destacan las huacas de Pucllana, Maranga, y Mateo Salado. Las pirámides o huacas de las
culturas costeras del Perú eran tan imponentes como las de Mesoamérica, pero el hecho de
estar construidas en adobe ha imposibilitado su conservación plena; actualmente más
parecen elevaciones naturales del terreno, aunque se han restaurado algunas de ellas.
Otros ejemplares de la arquitectura preinca son los templos de Chavín de Huántar, hechos en
piedra tallada; las construcciones de Cahuachi de los nazcas; los edificios de adobe de Chan
Chan, considerada la ciudad de barro más grande del mundo; los templos
de Tiahuanaco (Akapana, Kalasasaya, Pumapunku); la ciudad de Wari, con edificaciones de
piedra de varios pisos. En la costa los materiales utilizados preferentemente fueron los adobes
y tapiales; en la sierra, la piedra.
La arquitectura incaica tiene tres grandes características: solidez, sencillez y simetría. Destaca
por el uso refinado de la piedra, así como por sus técnicas avanzadas de aprovechamiento del
espacio territorial. Hasta hoy causa asombro el tamaño de las piedras en algunos edificios,
como en la llamada “fortaleza” de Sacsahuamán. En esta y otras construcciones se admira
también el ensamblado de piedras de diferente forma y tamaño sin usar argamasa y que
encajan tan perfectamente que entre sus junturas no pasa ni una hoja de papel. Ejemplo
clásico de esta técnica es la llamada Piedra de los doce ángulos.5 Otros edificios, como
el Coricancha y los palacios incas del Cuzco, están construidos con piedras labradas de forma
rectangular o cuadrada, alineadas de manera simétrica. Pero indudablemente es Machu
Picchu, construido en un cerro cuya cima fue aplanada, el icono de esta arquitectura; es
considerado una de la siete maravillas del mundo moderno.
Los españoles trajeron nuevas técnicas arquitectónicas, como el uso de la bóveda, el arco, la
columna y el empleo de materiales fuertes como el ladrillo, necesario en los lugares en donde
no había piedra. La arquitectura virreinal se adaptó al medio de cada región y desarrolló los
estilos imperantes en Europa. Estos fueron el barroco, con sus variantes del churrigueresco, el
plateresco y el rococó, que se caracterizan por su recargada ornamentación; y el neoclásico,
que se caracteriza por la vuelta a las líneas rectas y a la sencillez. Los ejemplos de estos
estilos se ven en la arquitectura religiosa, es decir los templos, iglesias y conventos, así como
en los característicos balcones de la ciudad de Lima. 6
La arquitectura republicana, al igual que la colonial, siguió las corrientes europeas. El primer
gran edificio construido fue el de la Penitenciaría de Lima. En lo largo del siglo XIX persiste la
influencia del neoclasicismo (Hospital Nacional Dos de Mayo, Iglesia Matriz del
Callao, Escuela Militar de Chorrillos). En el gobierno de José Balta se edificó el Palacio de la
Exposición, de estilo neorrenacentista. También se introdujo la arquitectura metálica
importada de Francia (catedral de Tacna, el puente Balta). En el siglo XX, se desarrollaron
varios estilos arquitectónicos, como el estilo académico de influencia francesa (palacio
del Congreso de la República del Perú, la Cripta de los Héroes, etc.); el estilo neocolonial
(fachada del Palacio Arzobispal); el estilo neoperuano, que es una fusión de elementos
coloniales e indígenas (fachadas de la Escuela de Bellas Artes y la del Museo de
Arqueología); el estilo indigenista (Museo de la Cultura Peruana). 7

Escultura[editar]
En la época prehispánica se hicieron esculturas menores, como ídolos y estatuillas de piedra y
de madera; así como esculturas de carácter monumental, pero estas hechas mayormente por
las culturas chavín (el Lanzón monolítico) y tiahuanaco (monolitos). También se labraba en la
roca madre o en grandes piedras haciendo diseños que aparentan maquetas (piedra
de Sayhuite). En lo que respecta a los incas, estos tuvieron una arte escultórico muy sobrio y
esquemático; se sabe que hicieron estatuas que representaban a sus reyes, y una del
dios Viracocha, en piedra. Por lo general la escultura era un complemento de la arquitectura.
La escultura colonial siguió las corrientes europeas, y al igual que la pintura, tuvo la finalidad
práctica de decorar los ambientes religiosos. Proveyó así de mobiliario religioso a los templos
y conventos, a través de sus Retablos o Altares, Sillerías de Coro, Púlpitos, Cajonerías y
Techos o Artesonados, así como de escultura exenta, en grupos sagrados, imágenes de
santos, simbolismos y esculturas funerarias de personajes religiosos o donantes célebres de
la época. Ejemplo de todo ello se puede ver todavía en las iglesias de Lima, Cuzco, Arequipa,
Trujillo, Cajamarca, Ayacucho y tantos otros lugares del Perú. Se recuerdan los nombres de
algunos de los escultores, como Pedro de Noguera y Baltazar Gavilán, este último autor de la
célebre escultura de La Muerte, hecha en madera. 8
En la época republicana, los talleres escultóricos siguieron produciendo obras de tema
religioso. La escultura académica se importaba de Europa, como en el caso de las estatuas de
la Alameda de los Descalzos, de estilo neoclásico. En la primera mitad del siglo XX surgen
artistas nacionales, como David Lozano, Luis Agurto y Artemio Ocaña, que hicieron estatuas
de héroes y próceres para orlar las plazas y avenidas públicas. Aunque todavía en esta época
se siguieron importando monumentos, como la estatua ecuestre de José de San Martín,
elevada en la plaza de su nombre (1921). Al fundarse la Escuela de Bellas Artes (1918), el
español Manuel Piqueras Cotolí dio un impulso a la escultura nacional, al propiciar la fusión
hispano-indígena. La escultura moderna la inició Joaquín Roca Rey, hacia 1948. Años
después se manifiesta la modernidad figurativa con Víctor Delfín y Cristina Gálvez.9

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