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EN LA SOCIEDAD RED
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BIG DATA Y PERIODISMO
EN LA SOCIEDAD RED
Carlos Elías Pérez
© Carlos Elías
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34 - 28015 Madrid
Teléfono: 91 593 20 98
http://www.sintesis.com
ISBN: 978-84-9077-203-4
ISBN: 978-84-907773-9-8
Depósito Legal: M-30.195-2015
Introducción ........................................................................................... 9
5
2.4. La política y la esfera pública virtual....................................... 46
2.4.1. El big data y el “índice de persuadibilidad” ................. 47
2.4.2. Pasos en la organización de las campañas electorales
en la era del big data........................................................ 48
2.5. Ejercicios propuestos ................................................................. 50
6
5. Del big data al periodismo de datos .......................................... 83
5.1. Antecedentes del periodismo de datos:
periodismo de precisión y de investigación ............................ 87
5.1.1. Del periodismo de precisión al periodismo de datos:
el caso de “Reading the Riots” en The Guardian ........ 89
5.2. Aplicación de la teoría fundamentada
al periodismo de datos............................................................... 94
5.2.1. Efectos de la aplicación de la teoría fundamentada
al periodismo.................................................................... 96
5.3. Tipología del periodismo de datos........................................... 99
5.3.1. El periodismo automatizado: el ChicagoCrime ........... 99
5.3.2. Periodismo de datos en el periodismo
de investigación................................................................ 102
5.3.3. El periodismo estadístico de Gapminder:
for a fact-based world view ............................................. 104
5.3.4. El Consorcio Internacional de Periodistas
de Investigación: icij.org ................................................. 105
5.3.5. Civio Fundación Ciudadana:
la plataforma española de periodismo de datos........... 108
5.4. Qué es y cómo funciona el periodismo de datos ................... 110
5.4.1. El periodismo de datos puede ser una tendencia
emergente, pero no es nuevo.......................................... 110
5.4.2. Open data significa también la obligación de
un periodismo de datos abierto ..................................... 111
5.4.3. El periodismo de datos debe buscar el rigor
y la precisión..................................................................... 111
5.4.4. El periodismo de datos debe encontrar la aguja
en el pajar de los datos.................................................... 112
5.4.5. El periodismo de datos: 80% de trabajo rutinario,
10% de gran idea y 10% de producción ....................... 112
5.4.6. Distintas formas de operar con datos:
buscar o guiar ................................................................... 113
7
5.4.7. La visualización sale mejor si la hacen
periodistas humanos........................................................ 113
5.4.8. No hay que ser ingeniero informático, sino, sobre todo,
periodista .......................................................................... 114
5.4.9. La misión del periodismo de datos
sigue siendo contar una historia..................................... 114
5.5. Pasos por seguir en el ejercicio del periodismo de datos ...... 115
5.6. Ejercicios propuestos ................................................................. 121
8
Introducción
Este libro nace con una idea clara: mostrar que el periodismo es una opción
de futuro en la sociedad red más allá de la crisis del modelo de las empresas
tradicionales. El periodismo, como profesión, tiene un objetivo imprescin-
dible en toda sociedad avanzada: buscar la verdad y hacerla pública. Más
que contrapoder, un periodista es un “limpiacristales” social, político y eco-
nómico: limpia los cristales sucios de corrupción para que la ciudadanía
pueda ver lo que hay detrás de las cortinas del poder y tomar decisiones
con conocimiento. Precisamente, este libro pretende dotar al periodista del
siglo XXI de ideas y herramientas para hacer mejor su trabajo en un entorno
como el digital, donde aún se debe mantener el espíritu de la época gloriosa
del mejor periodismo, pero adaptado a las nuevas tecnologías.
El periodismo siempre será la artillería de la libertad, aunque sin perder
de vista que la profesión debe guiarse por la pasión por la escritura, tanto
en un reportaje en prensa, como en un guion radiofónico, un documental,
un reportaje informativo de televisión o un portal web. La tecnología no
sirve de nada si no existen buenos contenidos, y ahí está el talento perio-
dístico que siempre hará falta. Como sostiene el periodista y premio nobel
de literatura Mario Vargas Llosa, existen unos principios que deben guiar
siempre la profesión: autoexigencia, ideas, mimo extraordinario en la ela-
boración del texto, juego limpio, ingenio literario, estética, ética, conciencia
9
cívica y acción. Y todo esto, que era válido en el siglo XX, sigue siéndolo en
el entorno digital del XXI.
Es cierto que la sociedad red –y la filosofía de Internet en la que la infor-
mación debe ser gratuita y libre– ha modificado el modelo tradicional empre-
sarial. Ello ha propiciado la pérdida de muchos puestos de trabajo, pero
también han surgido otros. El periodismo puede estar en crisis como modelo
de negocio, pero jamás como concepto ético y profesional. Este libro quiere
dar ideas a los estudiantes para que sientan que ser “limpiacristales sociales”
–buscar la verdad y hacerla pública– es hoy en día más importante que nun-
ca. En este sentido, el acceso a grandes cantidades de datos en abierto supone
una oportunidad muy interesante para mejorar la profesión. Pero tampoco
se quiere pecar de ingenuo. El último capítulo realiza una radiografía de
cómo son el periodismo y su ejercicio profesional en esta sociedad red.
Existe una tendencia a suplir a los periodistas por expertos –como en The
Conversation o en las emergentes granjas de contenidos–, y esos modelos
están teniendo un relativo éxito. Es obligatorio, por tanto, estudiarlos y refle-
xionar sobre ellos en la facultades de Periodismo. También es necesario
abordar por qué razón medios tradicionales como The Economist tienen
tanto éxito en estos momentos y otros no. Y, por supuesto, debe entrarse en
el debate que muchos de los creadores de los grandes medios emergentes
mantienen sobre el futuro de la profesión.
Asimismo, se plantea el fenómeno del “feudalismo digital”, en el que
los trabajadores de los medios de comunicación prácticamente carecen de
derechos. No se trata de desanimar a los estudiantes, sino todo lo contrario:
se pretende que conozcan la realidad, que sean conscientes de ella, para
poder luchar contra esas prácticas.
El periodismo necesita tres características para desarrollarse en óptimas
condiciones: a) curiosidad personal y del resto de la sociedad; b) libertad
de acción, pensamiento y expresión; y c) acceso a mucha información. La
red satisface esas características y, por tanto, no hay que ver la tecnología
–y el entorno digital– como algo hostil, sino como un nicho de oportunidades.
Pero, obviamente, también debe criticarse lo que se está haciendo mal, sobre
todo si se degrada la calidad periodística. La tecnología es imparable. Los
herreros no querían que hubiese coches de motor. Hubo quien aprovechó
10
su experiencia de forjador de herraduras para producir tornillos. Y triunfó.
Otros decidieron llorar un pasado que jamás volvió: consumieron su vida
reivindicando las bondades del carruaje tirado por caballos.
Un cambio tecnológico no tiene por qué implicar la eliminación de una
profesión como el periodismo, tan necesaria para la democracia y –no debe
olvidarse– no se basa en la tecnología misma, sino que usa la tecnología para
lograr mejor su objetivo, que es buscar la verdad y hacerla pública. Aunque
pocos lo recuerden, una situación similar a la crisis que ha padecido el perio-
dismo por la emergencia de la tecnología digital se vivió en 1845, con la inven-
ción del telégrafo. La posibilidad de acceder a la información de manera más
rápida propició que los periódicos valoraran extraordinariamente la inme-
diatez sobre la explicación sosegada de los hechos, que era lo que vendían
hasta entonces. En años posteriores a la implantación del telégrafo se observó
que la inmediatez no está reñida con que en días posteriores se publique el
análisis. En 1845 James Gordon Bennett, editor de The New York Herald,
concluyó que el telégrafo dejaría muchos periódicos fuera del negocio. Sin
embargo, la mejor historia del periodismo se ha fraguado después de 1845.
Este libro está pensado para una generación de estudiantes que ya no
necesitan que les expliquen lo que es el hipertexto o qué es una red social,
sino que ansían usar su bagaje como nativos digitales para mejorar el perio-
dismo, una profesión vieja pero con mucho futuro. Existen manuales muy
competentes sobre cómo escribir para Internet. Aquí se busca otro enfoque:
se quiere que los lectores piensen en cómo influye la sociedad red en el
periodismo. ¿Qué hay más allá de la simple redacción de un texto para la
web? Responder a preguntas complejas: ¿cómo han cambiado las fuentes
con Internet? ¿Los modelos emergentes de información perjudican o bene-
fician al periodismo? ¿Cómo podemos usar la multitud de datos a los que
ahora tenemos acceso con la red para mejorar un reportaje? ¿Cuál es el
flujo comunicativo de la información en la sociedad red? El resultado final
debe ser preparar a los alumno para ser plenamente conscientes de las
potencialidades, pero también de los peligros, del entorno digital en la pro-
fesión periodística.
A través del contenido de los seis capítulos se quiere relacionar el perio-
dismo con el entorno digital pero, sobre todo, con una tecnología emergente
11
que se vislumbra muy poderosa: el big data. Como se verá en el capítulo 2, el
big data transformará no solo la forma de llegar al conocimiento, sino el propio
conocimiento. Muchos creen que el tratamiento de las cantidades masivas de
datos será la próxima revolución industrial. La combinación de big data y
open data ofrece al periodismo una oportunidad única para obtener aquello
que mejor define la profesión: el dato, los hechos. Pero también abre nuevas
incógnitas y peligros profesionales a los que se debe prestar atención.
La idea de esta configuración del texto surge con la experiencia del
autor al impartir y coordinar la asignatura de doctorado “Perfiles periodís-
ticos emergentes en la sociedad red”. Con el tiempo se vio que la materia
era sumamente útil y, al extenderse el uso de la red entre los estudiantes,
se observó que una parte del temario podía impartirse en grado, en asigna-
turas como “Periodismo en la Red”, “Participación Ciudadana en la Red”
o “Estructura y Efectos Informativos del Sistema de Medios”. También
actualizaba algunos programas de “Periodismo Especializado”, como “Perio-
dismo Científico”, “Periodismo Económico” o “Periodismo Internacional”,
entre otros.
El Área de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid, fundada
y dirigida por la catedrática María Pilar Diezhandino, siempre ha propiciado
una filosofía basada en la excelencia del relato periodístico, adaptado a cual-
quier medio, pero con especial atención a los emergentes entornos digitales
y cómo aprovecharlos para mejorar el ejercicio de la profesión. Pero tampoco
se ha rehuido la crítica a los nuevos formatos si estos deterioran la calidad
del periodismo. El Área de Periodismo y su grupo de investigación, PASSET
(Periodismo y Análisis Social: Evolución, Efectos y Tendencias), han sido
pioneros en España en relacionar lo mejor de la vieja profesión con lo más
prometedor de la nueva tecnología. Como señala Diezhandino, con o sin
tecnología, “se mantiene intacta la necesidad de desarrollar el criterio perio-
dístico. Sin ese criterio, perfectamente asentado, podrá pergeñarse un ade-
cuado y multimediático continente, pero acaso vacío de contenido” (Diez-
handino, 2009). El criterio periodístico es un valor que adquiere enorme
importancia en la era del big data.
Por otra parte, este texto se ha completado con la visión estadounidense
que el autor pudo percibir durante su año de estancia como profesor visitante
12
en la Universidad de Harvard (curso 2013/2014). Mucho de lo que aparece
aquí se analiza continuamente en toda la infraestructura que Harvard ha
diseñado para mejorar el periodismo estadounidense: desde el Shorenstein
Center on Media, Politics and Public Policy (perteneciente a la Kennedy
School of Government) hasta el Berkman Center for Internet and Society o
la prestigiosa e influyente Nieman Foundation for Journalism. Las grandes
universidades del mundo, desde Harvard a Oxford –y su Reuters Institute
for the Study of Journalism–, han comprendido que Internet ha disminuido
el interés académico y social por los media studies tradicionales, desde los
film studies a los cultural studies, algo caducos en el contexto actual; pero,
sin embargo, ha potenciado el interés por el periodismo, sobre todo, de este
como productor de contenidos que revelen la verdad. La acepción anglo-
sajona de journalism triunfa en las universidades de prestigio sobre media
o communication studies.
La experiencia anglosajona –desde Harvard o Columbia (donde existe
un doble grado de Periodismo e Ingeniería Informática), hasta Oxford o la
London School of Economics (donde el autor de este libro también pasó
un año becado como visiting fellow)– no es baladí. Uno de los problemas
que tienen los países hispanohablantes frente a los anglosajones –y que se
refleja en su periodismo– es que en los hispanos confundimos términos
como periodista, comunicador o relaciones públicas, que en la cultura anglo-
sajona están muy claros, definidos y delimitados. Por ejemplo, un presentador
que conduce un concurso de telerrealidad como Gran Hermano o un pro-
grama musical o de entretenimiento jamás es un periodista. Es un comuni-
cador y lo podemos adjetivar como comunicador social o –en el caso de la
televisión– comunicador audiovisual, pero jamás será un periodista. Los
anglosajones perciben una diferencia abismal entre ambas profesiones,
mientras que en los países con dictaduras recientes –o influidos por la Inqui-
sición– está admitido usar el espectáculo para confundir y narcotizar a la
ciudadanía y, además, llamarlo, erróneamente, periodismo.
Un periodista se enfrenta al poder para buscar la verdad; un comuni-
cador –o un comunicador audiovisual– entretiene a las masas y está más
pendiente de la audiencia que de la verdad. Prefiere lo fascinante a lo impor-
tante. Un periodista arriesga su vida en conflictos armados para informar
13
con rigor de la realidad. Un comunicador audiovisual exhibe miseria inte-
lectual en un programa de telerrealidad. Por otra parte, los comunicadores
que ejercen en el ámbito de las relaciones públicas han destrozado la antigua
confianza entre fuentes y periodistas (Elías, 2007). Y, por ello, los periodistas
han emprendido nuevas formas de encontrar la verdad, porque esta jamás
se hallará ya en un gabinete de comunicación.
En el mundo anglosajón, quien trabaja en este tipo de entes propagan-
dísticos es un relaciones públicas, jamás es considerado o definido como un
periodista. Como se ha dicho, la misión del periodista es buscar la verdad
y publicarla, no maquillarla u ocultarla, como suelen hacer los relaciones
públicas de los gabinetes del poder político, económico o empresarial. Las
nuevas técnicas del periodismo de datos pueden puentear a los agresivos
relaciones públicas que cada día controlan más espacios de la información
pública. Los relaciones públicas solo podrán llamarse periodistas cuando
publiquen toda la información relevante a la que tengan acceso sobre la
empresa o ministerio, incluidas las noticias negativas para sus pagadores
pero relevantes para la opinión pública. El periodismo siempre ha tenido
–y tendrá– ética y épica. En las relaciones públicas o en la comunicación
audiovisual no es tan fácil encontrarla.
El periodismo, además, tiene entre sus filas a lo más granado de los inte-
lectuales de Occidente: políticos, escritores o filósofos pero, ante todo, fueron
periodistas. En Estados Unidos, por ejemplo, han ejercido la profesión desde
Benjamin Franklin a Hemingway; desde John dos Pasos a Truman Capote.
En Inglaterra, desde Dickens a Churchill. En España, desde Pérez Galdós
a Ortega y Gasset o Delibes y en Hispanoamérica, desde Vargas Llosa a
García Márquez. Todos ellos siempre se definieron –o definen– como perio-
distas y, además, escritores, políticos o filósofos, pero jamás con una palabra
tan blanda como “comunicadores”. Algunos periodistas se han pasado de
la literatura a la ficción televisiva, pero siempre usando la narrativa para
contar la verdad y realizar crítica social. La que, según los expertos, es la
mejor serie de televisión de todos los tiempos, The Wire (HBO: 2002-2008),
ha sido creada por un veterano periodista, David Simon, que ejerció la pro-
fesión como redactor de sucesos durante veinte años en The Baltimore Sun.
14
En países como España, donde la telebasura ha emergido con fuerza
debido al escaso nivel cultural y democrático de la población (Elías, 2004),
los que conducen esos programas degradantes y nocivos para la sociedad
se autodenominan comunicadores o comunicadores audiovisuales, enfan-
gando aún más estos dos términos.
Este texto quiere inculcar en los lectores la máxima de Kant “Atrévete
a pensar”. Se exponen ejemplos que han triunfado, unos con una mayor
deontología periodística y otros con menos. Se pretende que el lector refle-
xione. No puede vivirse con la nostalgia del redactor que aspiraba a un
modelo en el que entraba en plantilla de un medio y ahí se jubilaba. Ahora
los modelos son líquidos, como la sociedad red, y, obviamente, pueden emple-
arse para crear empresas con plantillas, pero también para ejercer la pro-
fesión como periodista autónomo. Se trata de dar ideas y de reflexionar
sobre cómo afecta el entorno digital a una profesión como el periodismo,
imprescindible siempre en una democracia. Como sostiene el catedrático
de Periodismo de la Universidad de Santiago de Compostela Xosé López,
estamos en la era del “periodismo total”, un periodismo renovado y actual
que se expresa de la mano de la multimedialidad, la hipertextualidad y la
interactividad; o sea, el periodismo de siempre –“puro y duro”–, pero hecho
hoy para la sociedad actual (López García, 2012).
En un entorno de libertad política y de desarrollo tecnológico que da
acceso a muchos datos e información, la actual era del big data puede con-
vertirse en una edad de oro para el periodismo y, de hecho, las mejores uni-
versidades del mundo así lo piensan.
15
1
La sociedad red
y el periodismo
17
dad, la “cultura sin hijos” o el nuevo trabajo infantil) que a sus especu-
laciones sobre cómo evolucionarían los medios de comunicación de masas
y su representación de la realidad y cómo, a partir de ahí, cambiaría la
sociedad.
Fue, entre otros, el libro de Manuel Castells La era de la información,
publicado en Estados Unidos en 1996, el que hizo percibir el concepto
de “sociedad red” y que vislumbró que el mundo podría ser otro en unos
años.
A principios del siglo XXI, cuando ya estaba plenamente operativa la
hoy denominada “web 1.0”, se hablaba de “Periodismo e Internet: nuevo
medio, vieja profesión” y se subrayaba que debían ser “los periodistas quie-
nes introduzcan en la red los contenidos informativos de carácter periodís-
tico, única forma de garantizar la calidad, objetividad, veracidad y credibi-
lidad en la información” (Canga, 2001). Por otro lado, se hacía hincapié en
etiquetas de la etapa anterior, como “el prestigio de la marca”, y se señalaba
que “la imagen de marca resulta determinante, en este momento, para garan-
tizar la fiabilidad de la información que, si es buena en el papel, también lo
será en la red” (Edo, 2001).
No obstante, algunos en 2001 ya avanzaban el cambio radical que se
avecinaba y hablaban de una “metamorfosis intelectual y tecnológica” (De
Pablos, 2001). Sin embargo, en 2005 el tratamiento cambia: en un análisis
sobre los portales web de los periódicos gratuitos españoles se describe el
portal del diario Qué y se destaca que se presenta como un espacio de comu-
nicación personal, ya que en su portada los mejores artículos son elaborados
por los lectores (Franco Álvarez, 2005). La selección aún quedaba marcada
por la dirección del diario, que decidía qué artículo era más interesante y
destacaba el blog del día en la parte superior de la portada.
Todavía estaba la selección de los blogs en manos de la dirección del
periódico. Es decir, los periodistas conservaban el poder jerarquizador de
noticias (uno de los más importantes de la profesión), pero se vislumbraba
el cambio de que son los ciudadanos los que hacen la información. Comienza
a hablarse de “periodismo ciudadano”. Medios de comunicación españoles
(como meneame.net) elaboran ya sus portadas exclusivamente en función
de la selección de los lectores.
18
1.1. La web 2.0 y el periodismo
19
por orden de importancia; el segundo casi siempre lo mezcla todo y no jerar-
quiza.
Cuando los editores de la Enciclopedia Británica encargan la entrada
de Aristóteles (con toda seguridad a un prestigioso profesor de filosofía),
quien la redacta ha llevado toda su vida descartando y jerarquizando lo
que se ha escrito sobre el filósofo griego. Pero cuando se hace en Wiki-
pedia, hay dos posibilidades: que copie literalmente –o se inspire en– la
Enciclopedia Británica u otra similar, o que cada uno aporte lo que más
le haya interesado. Es lo que sucede con la entrada de la cantante Madon-
na o de Michael Jackson. Y otro dato que debe tenerse en cuenta (aunque
se volverá sobre él): la Enciclopedia Británica paga a los expertos que
redactan las entradas; en Wikipedia, el trabajo se hace de forma altruista
y gratuita. Es la nueva filosofía de la red: el trabajo colaborativo y des-
interesado.
Al igual que en la web 2.0 cualquiera puede redactar la entrada de Aris-
tóteles o de Madonna en la Wikipedia, el periodismo 2.0 puede ser elaborado
directamente por el ciudadano (aunque, obviamente, los periodistas también
son ciudadanos) al margen de las grandes empresas mediáticas. Aparecen
nuevos términos: ya no se habla de “géneros periodísticos”, sino de “narra-
ción transmediática” y nos referimos a los viejos entramados de empresas
periodísticas como “hibridación corporativa”; el cada día más anticuado
concepto de “audiencias” o, incluso, de “opinión pública”, se modifica en la
web 2.0 por el de “inteligencia colectiva” (Lévy, 1997) o “multitudes inteli-
gentes” (Rheingold, 2003). Ya no se habla de “editores” de los textos perio-
dísticos (los antiguos jefes de sección o redactores jefes), sino de “lectura
beta”, concepto según el cual el propio lector o lectora puede reelaborar
(editar) en la Red el texto escrito por los periodistas y volcarlo editado por
él o ella.
20
avatar, “oficina y su periodista”, en Second Life (un multijuego multijugador,
es decir, un espacio de realidad virtual) con más de 16 millones de “resi-
dentes” (jugadores) en 2006. ¿Puede un periodista contar realidades alter-
nativas? ¿Existe traspaso informativo de una realidad a otra? ¿Debe hacerlo
el periodista? ¿Eso es periodismo?
21
británico, tras su intervención en un espacio muy real: el foro económico
de Davos.
Una de las imágenes que más conmocionó a la profesión tradicional
fue observar a los avatares de Second Life sentados escuchando el infor-
mativo de televisión sobre noticias, no ya de Second Life, sino de la realidad
real. ¿Por qué no las escuchan en la realidad real y las pasan por el filtro de
la realidad virtual?
22
han propuesto, pero debe tenerse en cuenta para explicar el periodismo en
la sociedad red. En 2008 Reuters cerró su oficina, pero demostró que el mundo
no es lo que era.
Figura 1.3. Imagen del mitin del líder político Gaspar Llamazares en
Second Life
Uno de los enfoques más atractivos que han aparecido en los últimos tiem-
pos para intentar explicar lo que sucede en la comunicación tras la irrupción
de Internet (sobre todo, de la web 2.0) es el denominado “paradigma de la
cultura convergente”, término acuñado en 2006 por el profesor de Estudios
Mediáticos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Henry Jenkins.
Esta cultura convergente sería la suma de tres subprocesos relacionados en
distintos niveles con la filosofía web 2.0: la convergencia mediática, la cultura
participativa y la inteligencia colectiva (Jenkins, 2006).
La primera aproximación al fenómeno la describiremos con un “caso
estudio” que está siendo muy analizado (Rosenzweig, 2003; Jenkins, 2006).
En otoño de 2001, tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York,
23
Dino Ignacio, un estudiante filipino-americano de secundaria, diseñó un
collage digital con Photoshop. Con toda su inocencia de chaval, juntaba la
imagen de Bin Laden (considerado autor intelectual de los atentados en
los medios de comunicación) con la del cascarrabias Blas, personaje de la
serie infantil de distribución global Barrio Sésamo (iniciada en 1970 y que
continúa en la actualidad). Colgó en su web personal una serie de imágenes
tituladas “Blas es malo”. En realidad, solo era una broma, pero el blog fue
pasando de un lado a otro, incrementando su posicionamiento en los motores
de búsqueda. Blas y su amigo Epi son iconos globales de todos los occiden-
tales nacidos desde mediados de los años 60, es decir, de la mayoría de los
usuarios de Internet.
24
ra global. Los representantes de Children’s Television Workshop, creadores
de la serie Barrio Sésamo, contemplaron escandalizados las imágenes en
la que furiosos manifestantes portaban carteles con la fotografía de Bin
Laden junto al muñeco Blas y amenazaron con emprender acciones legales:
“Nos sentimos indignados por el deplorable y desagradable uso de nuestros
personajes. Los responsables de ello deberían sentirse avergonzados. Esta-
mos explorando todas las opciones legales para detener este abuso”, dije-
ron sus abogados en los medios de comunicación. La CNN se defendió
argumentando que ellos solo emitían imágenes noticiosas de la realidad.
Y esas manifestaciones, con las imágenes de Blas con Bin Laden, eran la
realidad.
25
bién lo hizo la preocupación de Ignacio, quien desmanteló su sitio web y
puso el siguiente mensaje: “Creo que esto se ha acercado demasiado a la
realidad (...). Blas es malo”. Su fantasía personal se convirtió en realidad.
Lo que comenzó como broma en su web se convirtió en noticia mundial;
después, en crisis internacional entre Estados Unidos y Oriente Medio, pero
también en guerra empresarial entre los dos gigantes de la comunicación
mundial. Todo ello apareció reflejado tanto en los medios tradicionales
como, sobre todo, en los virtuales. Posteriormente, el protagonista involun-
tario de la broma se transformó en personaje de culto y desde el año 2003,
en que se publicó el caso como “estudio científico” en la prestigiosa revista
American Historical Review (Rosenzweig, 2003), en asunto científico de pri-
mera magnitud, publicado nuevamente con este otro enfoque en los medios
de comunicación. Este es el mundo de la cultura convergente, donde los
esquemas tradicionales de comunicación, como el modelo de Jakobson emi-
sor-mensaje-receptor, quedan radicalmente distorsionados.
A) Convergencia mediática
26
Es decir, la convergencia no se produce en aparatos mediáticos, por
muy sofisticada que sea su tecnología, sino en el cerebro de los emisores y
receptores. La convergencia se produjo en el cerebro del adolescente Dino
Ignacio. Su realidad es una mezcla de realidades: la virtual, la cultural y la
real.
B) Cultura participativa
C) Inteligencia colectiva
27
y la televisión, donde, por ejemplo, analizan las intensas correspondencias
–cada día más frecuentes– entre videojuegos y películas: cómo unos se con-
vierten en otros y viceversa. Otros enfoques abordan las interconexiones
entre los guiones de las películas (o las series televisivas) y los clubs de fans
agrupados en redes sociales en Internet, quienes ahora presionan a los guio-
nistas o elaboran tramas complementarias que propagan por la Red. La
célebre frase de la entrada de la University of Southern California de Los
Ángeles (la mejor escuela para formar cineastas), que reza: “Reality ends
here” (‘la realidad termina aquí’), en referencia a que allí se enseña a pro-
ducir ficción, puede quedar obsoleta en unos años porque el poder del ciber-
murmullo será cada vez mayor en el mundo de la ficción pura.
28
4. Emergerá el periodismo colaborativo: las historias se encontrarán
cuando se interactúa con los lectores. No solo se les pedirán fotos,
sino puntos de vistas y temas que consideren que deben publicarse.
5. El big data será una parte esencial del periodismo de la sociedad
red. Los gobiernos cada vez publicarán más datos y en ellos, como
veremos más adelante, hay historias. Por otra parte, cada vez serán
más importantes las tecnologías de encriptación, para proteger la
información. Cada vez los usuarios darán más datos a las empresas
pero, según el informe, estas mejorarán la vida de sus clientes y
tomarán decisiones por ellos.
6. Uno de los datos más relevantes es que “morirá el término medio”:
el artículo de 800 palabras no funciona necesariamente en el mundo
digital; los artículos o muy cortos o en profundidad tienen más pro-
babilidades de éxito.
7. La sociedad red propicia la era del “periodismo transparente”: los
reporteros podrán explicar a las audiencias lo que saben (y lo que
no saben) publicando las transcripciones de sus entrevistas y citando,
cada vez con más frecuencia, a otros periodistas.
8. Los medios deberán estar preparados para ofrecer alertas optimi-
zadas para mensajes de texto, apps y pantallas pequeñas: vídeo móvil,
audio, boletines informativos personalizados, análisis en profundidad
y resúmenes de prensa.
29
de los usuarios de Internet del país aseguró haber “echado un vis-
tazo” a los titulares en la prensa online la semana anterior, mientras
que solo un 43% aseguró haber leído historias largas. El mundo se
divide entre los que ojean las noticias y aquellos que buscan las noti-
cias. La diferencia entre los dos grupos se está agrandando.
2. El competidor más directo del periodista ya no es otro periodista:
es el protagonista de la historia. Ahora, políticos, famosos y empresas
comunican directamente con el público, saltándose al intermedia-
rio.
3. Internet no mantiene a todo el mundo informado. De hecho, se
están agrandando los problemas de la desigualdad de información,
la desinformación y la polarización.
4. El futuro no es móvil: el presente ya lo es. En 2014 un 30% de los
menores de 45 años aseguró recibir las noticias por el móvil, y cada
vez serán más.
30
1.5. Ejercicios propuestos
31
2
Big data
y opinión pública
virtual
Juan José Tamayo
33
santes de esos datos, que están, en algunos casos, en abierto (open data). Y
es en este contexto donde los periodistas también deben conocer estas téc-
nicas (o trabajar con informáticos que las usen) para obtener información
relevante para la sociedad a partir de esos datos.
Los informáticos saben manejar los datos, pero son los periodistas los
que saben preguntar para que los datos cuenten una historia. Son los perio-
distas los que, en contacto con el poder político y económico, usan su olfato
para ordenar los datos y descubrir información que quizá el poder prefiere
que esté oculta entre trillones de números y que no trascienda en forma de
titular periodístico. Y también son los periodistas los que saben convertir
los fríos números en una historia fascinante que atrape a los lectores.
Este tratamiento de datos es una industria emergente, y muchos creen
que este sector podrá ser el origen de la próxima revolución industrial.
Como se verá más adelante, la victoria del presidente de EE. UU. Barack
Obama se debió en buena medida al análisis de los perfiles y gustos de los
voluntarios y posibles votantes. Pero, periodísticamente, las posibilidades
del big data son inmensas: podemos determinar si hay barrios en los que
sus vecinos mueren más de alguna afección y cruzar esto con determinados
parámetros de contaminación o cómo son los tipos de crímenes por zonas
o regiones.
Una de las primeras aplicaciones del tratamiento masivo de datos, o big
data, a las ciencias sociales se evidenció en un artículo de 2009 de la revista
Nature: demostraba que, en función de las búsquedas de Google, se podían
determinar con mayor exactitud los brotes de gripe en EE. UU. que con las
habituales encuestas y estadísticas de los centros médicos y el sistema nacio-
nal de salud (Ginsburg et al., 2009). Antes se habían usado en astronomía
y en genética, pero la combinación de grandes cantidades de datos y herra-
mientas informáticas que permitieran monitorizarlos y obtener conclusiones
es algo todavía muy nuevo en el ámbito del periodismo.
En los últimos años ha cambiado de manera notable este estado de
cosas. Los big data han encontrado también su lugar en el periodismo
(Mayer-Schönberger y Cukier, 2013), en especial en los medios de refe-
rencia, con resultados hasta la fecha ciertamente espectaculares. Los gran-
des medios de comunicación, americanos y europeos, han abierto secciones
34
de open data, con el deseo expreso de integrar el periodismo de datos y
el trabajo con grandes volúmenes de información en sus prácticas profe-
sionales habituales. Este y otros cambios están contribuyendo a la aparición
de una audiencia interesada en el acceso interactivo a información de cali-
dad y, en algunos casos, también a recuperar el maltrecho negocio de la
información.
El big data no es tanto una cuestión de cantidad de datos como, sobre todo,
de capacidad de buscar, agregar y cruzar unos datos para obtener otros.
Grandes cantidades de datos existen desde los siglos XVIII y XIX, época en
la que muchos países empiezan a elaborar censos o catastros. EE. UU., por
ejemplo, ya usó desde el siglo XIX –desde el año 1890– un antecesor de la
informática –una especie de tarjetas perforadas– para mejorar la recopilación
de datos del censo poblacional. Y en los años 60 ya se utilizaron enormes
computadores. Lo novedoso en el siglo XXI son los ordenadores o disposi-
tivos móviles personales, usados masivamente por la población, de ámbito
global y permanentemente conectados. Ello genera aún más datos que, con
el avance informático, permiten escribir otro tipo de relatos.
El big data se puede definir desde tres puntos de vista (Boyd y Crawford,
2012):
35
No debe olvidarse que el big data es un avance tecnológico y, como cual-
quier tecnología, puede entenderse desde una aproximación utópica o dis-
tópica. Sus defensores sostienen que ofrece un potencial para resolver pro-
blemas sociales y solucionar áreas tan complejas y diversas como la
investigación sobre el cáncer, el terrorismo o el cambio climático. Pero una
parte importante de la sociedad teme que con esos datos se controlen todos
los actos cotidianos del individuo y que se viva en una especie de “Gran
hermano”: se permite la invasión de la privacidad, la disminución de liber-
tades civiles o el aumento del control estatal o corporativo. Es decir, como
toda tecnología emergente, reúne corrientes de esperanza y miedo.
Big data es un término muy amplio. Se ha empleado con éxito en ciencias
naturales y en los últimos tiempos también ha empezado a introducirse en
las ciencias sociales, sobre todo en áreas de economía, publicidad y política.
De hecho, los politólogos especialistas en análisis de big data fueron los res-
ponsables de la campaña electoral de Barack Obama de 2012.
Sin embargo, la aplicación de los big data al periodismo es realmente
reciente desde el punto de vista de la investigación. En 2013 se celebró el pri-
mer congreso internacional sobre big data y periodismo. Fue en la Universidad
de Oxford, auspiciado por el prestigioso Instituto Reuters de Periodismo. El
congreso se denominó “Big Data, Big Ideas for Media”. El título lo dice todo.
Allí se afirmó que los big data “son el nuevo petróleo, pero como este, de
nada sirve crudo. Hace falta una serie de técnicos que trabajen con el apestoso
crudo para convertirlo en gasolina, bolsas de plástico, colorantes o un collar”.
Ese trabajo de convertir el crudo –millones de datos– en un producto con un
valor añadido que pueda servir para la sociedad es el papel del periodista. El
subdirector de The Economist, Neelay Patel, consideró en esa reunión que
la creatividad siempre debe prevalecer sobre los simples datos. Es aquí donde
los big data se encuentran con el periodismo y donde surgen enormes posi-
bilidades de investigación y de negocio.
Otro aspecto importante es la diferencia entre el big data y la estadística.
Se tiende a pensar que el muestreo estadístico es una especie de fundamento
inmutable como los principios de la geometría o las leyes de la gravedad, pero
no es cierto. El muestreo estadístico tiene menos de un siglo de vida y surgió
porque, al no poder estudiar todos los datos, hubo que desarrollar teorías mate-
36
máticas que determinaran cuántos datos hacían falta para conseguir una radio-
grafía de la realidad sin tener que medir todos los datos. Sin embargo, como
sostienen Mayer-Schönberger y Cukier, “echar mano de una muestra aleatoria
en la era de los datos masivos es como aferrarse a fusta de caballo en la era
del motor de explosión. Todavía podemos recurrir al muestreo en algunos con-
textos, pero no tiene por qué ser –y de hecho, no será– la forma predominante
que emplearemos para el análisis de grandes conjuntos de datos. Cada vez
más podremos ir a por todos” (Mayer-Schönberger y Cukier, 2013: 47).
37
Chris Anderson, redactor jefe de la revista Wired (“la biblia de la infor-
mática”), sostiene que “este es un mundo [el de los big data] donde la can-
tidad masiva de datos y las matemáticas aplicadas reemplazan cualquier
otra metodología que antes se podía haber usado. Ya no hacen falta teorías
del comportamiento humano, desde la lingüística a la sociología. Olviden
la taxonomía, la ontología o la psicología. ¿A quién le interesa por qué la
gente hace lo que hace? La clave es que lo hacen, y ahora podemos rastrearlo
y medirlo con una fidelidad nunca vista antes. Con suficientes datos, los
números hablan por ellos mismos” (Anderson, 2008).
Sin embargo, esto supondría que habría que aclarar previamente los
modelos por los cuales el big data llega al conocimiento. Sus conclusiones
no pueden convertirse en ortodoxia o nuevos paradigmas sin un estudio
filosófico muy profundo de lo que significa el big data.
El big data ofrece a las disciplinas humanísticas –entre las que también está
el Periodismo– una nueva vía para reclamar el estatus de ciencia cuantitativa
y metodología objetiva, como ya vienen reclamando las ciencias sociales. Sin
embargo, como también sucede en estas, trabajar con datos numéricos, tanto
en grandes como en pequeñas cantidades, sigue siendo subjetivo y de ninguna
manera puede aspirar a convertirse en la verdad. Es cierto que, como recuer-
dan Boyd y Crawford (2012), en muchos académicos aún persiste el error de
considerar que los investigadores cualitativos interpretan narrativas y los
cuantitativos producen hechos. Sin embargo, eso no es cierto. La forma de
obtener los datos, de cuantificar lo humano, siempre es subjetiva y depende
de qué midamos y cómo lo midamos. El big data solo refuerza la idea de que
debemos conocer muy bien la medida de ese dato y la fuente. Por otra parte,
los algoritmos de cruce de datos o de búsqueda también son subjetivos y
dependen de lo que piense el creador del algoritmo.
Por otro lado, los big data tienen propensión a la apofenia, que es la
maliciosa tendencia a ver patrones, conexiones o ambos en sucesos aleatorios
o datos sin sentido. Por ejemplo, Leiwener (2007) demostró que usando téc-
38
nicas de minería de datos podemos demostrar una correlación –espuria, tér-
mino que ya se verá más adelante– entre la producción de mantequilla de
Banglades y los cambios del índice Standard & Poor’s 500 (Standard &
Poor’s 500 Index), uno de los índices bursátiles más importantes de Estados
Unidos y considerado el índice más representativo de la situación real del
mercado.
La apofenia es una corrupción deontológica y profesional que consiste
en distorsionar deliberadamente la realidad, relacionando aspectos que
nada tienen que ver para avalar hipótesis descabelladas. Esta degeneración
profesional es muy usada en el mal llamado “periodismo de misterio”. No
es periodismo, sino entretenimiento de ficción que se hace pasar por no fic-
ción para atrapar a los espectadores o lectores incautos. Una de sus herra-
mientas de persuasión retórica es el uso de datos sesgados para avalar expli-
caciones paranormales o religiosas sin sentido alguno, pero que captan
audiencias enormes de ciudadanos sin formación científica, que se creen
cualquier patraña.
Uno de los errores más frecuentes del emergente campo de los big data es
confundir la cantidad de datos con la calidad de los mismos. Por ejemplo,
los métodos de medición favorecen la investigación de mensajes y conexio-
nes entre usuarios de la red social Twitter. Pero sus conclusiones tienen gra-
ves defectos metodológicos y solo deberían extenderse a ese ámbito. Ni
toda la sociedad es usuaria de Twitter, ni detrás de cada cuenta de Twitter
hay una persona física conocida (en muchas ocasiones son perfiles falsos,
empresas y hasta algoritmos que producen contenido automático). Por otra
parte, no todos los periodistas ni investigadores tienen acceso a las entrañas
de esos datos, por lo que las empresas tienen más información sobre la mues-
tra que los investigadores. Y no hay que olvidar que muchas veces tanto en
humanidades como en ciencias sociales –y, por supuesto, en periodismo–,
tienen mayor importancia los small data, entrevistas u opiniones de personas
relevantes que nos explican mejor la realidad o, por ejemplo, un reportaje
39
–o investigación– sobre una sola persona anónima, pero que representa
mejor un determinado problema que un conjunto de datos.
Una de las diferencias entre las humanidades y las ciencias sociales es
que estas últimas desarrollaron una justificación intelectual para hacer pasar
un muestreo aleatorio por una descripción mejor de una realidad que la
que pudiera hacer un filósofo. Introduciendo una estadística o una encuesta
convirtieron las antiguas humanidades en ciencias sociales. Pero no es nece-
sariamente cierto que las últimas describan mejor la sociedad que las pri-
meras. Se sabe muchísimo de la historia de Roma sin necesidad de acudir
a encuestas o estadísticas. El relato siempre ha sido importante para entender
lo humano.
40
y el pleno ejercicio de sus derechos”. En 1978 aún no existían Internet como
la conocemos ahora y, mucho menos, la capacidad del big data, pero el legis-
lador ya previó esa posibilidad, y el uso de la informática para acceder a la
intimidad –al menos, en España– es inconstitucional.
El ejercicio de la profesión periodística –y también la ética en las ciencias
sociales– ha debatido mucho sobre qué es público y privado. No es lo mismo
estar sentado en un parque público leyendo un libro o besando a la pareja
pero con ánimo de pasar inadvertido que usar el parque para llamar deli-
beradamente la atención con, por ejemplo, una actuación musical. Un perio-
dista o un investigador social debe entender que hay una diferencia entre
legal y moral. Por ejemplo, no es ético espiar el comportamiento público de
un ciudadano: con quién se reúne, por dónde pasea, qué basura saca, qué
come, etc. Es cierto que la ley solo protege el secreto de las comunicaciones,
pero el periodismo y el investigador social no deben espiar el comporta-
miento de los ciudadanos sin su consentimiento. Pues bien, si esto es obvio
en el mundo real, no parece tan claro en el virtual, donde todos nuestros
actos generan una huella. Todos estos aspectos deben ser analizados con
profundidad antes de acometer una investigación o un reportaje con técnicas
de datos masivos obtenidos de Internet.
Como se ha mencionado, no todos los datos son libres. Las compañías como
Google, Twitter o Facebook, entre otras muchas, son propietarias de los
datos de sus usuarios, y son estas empresas las que deciden qué datos com-
parten libremente, cuáles venden y cuáles se reservan. Como sostiene Mano-
vich (2011), “un antropólogo que trabaje para Facebook o un sociólogo de
Google tienen acceso a datos que el resto de los académicos del mundo no
tendrán”. Por tanto, la investigación social que procede de esas empresas
es más completa que la de las universidades.
Por otra parte, otra tendencia emergente es el convenio de esas empre-
sas con universidades de elite. Solo sus profesores y estudiantes tendrán
acceso a esos datos y sabrán cómo manejarlos, obteniendo competencias
41
clave en el siglo XXI que la mayoría de las universidades del mundo no
podrán enseñar.
También puede existir un sesgo de género: el tratamiento de los big
data exige amplios conocimientos de ingeniería informática, matemáticas
y estadística, disciplinas en las que las mujeres aún son minoritarias. De
hecho, en estos campos el número de mujeres, en lugar de aumentar, dis-
minuyó en los últimos años. En campos como las humanidades y las cien-
cias sociales, quien diseña la investigación, elabora las preguntas y analiza
las respuestas tiene el poder sobre el discurso y es quien establece los
paradigmas. El acceso de la mujer a las humanidades y a las ciencias socia-
les puede verse interrumpido si estas áreas, de repente, consideran que
solo vale lo que tiene un gran tratamiento matemático e informático. Lo
mismo sucede si la profesión periodística –ejercida en sus niveles de redac-
ción mayoritariamente por mujeres– de repente exige unos elevados
conocimientos matemáticos e informáticos para elaborar la información.
Es decir, puede provocar una involución en áreas donde se había esta-
blecido la igualdad de género.
No obstante, una tecnología –y el big data lo es– con tantas prestaciones
y oportunidades no se detiene porque a ella accedan pocas mujeres. Es labor
de los gobiernos propiciar un sistema educativo que incentive un mayor
acceso de las mujeres a las carreras de ciencias puras –física, química y mate-
máticas– e ingenierías.
42
y utópicos (Habermas, 1962). En esta nueva era de la sociedad red, está
claro que cada día existe una esfera pública digital o virtual.
¿Puede cuantificarse este cibermurmullo? En 2011 la red contenía más
de 5.000 millones de sitios web. Si se contemplan webs, blogs, redes sociales
y todos los comentarios que se producen, se calcula que cada mes la infor-
mación crece a un ritmo de 30 terabytes. Esta es una cantidad asombrosa:
por ejemplo, la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, considerada
la más grande del mundo –recopila gran parte de los libros que se han edi-
tado en cualquier época, idioma y sitio del planeta–, almacena una infor-
mación que ocuparía unos 50 terabytes. Es decir, cada dos meses la web
produce más información que la generada –en libros– por el ser humano
desde el principio de los tiempos.
Obviamente, resulta muy difícil determinar qué se dice en la web, pero
hay que saberlo. En este sentido, cada día son más frecuentes las empresas
que analizan el murmullo cibernético. Saber qué dicen de una marca, pro-
ducto o servicio los internautas en blogs o redes sociales es el objetivo de
herramientas como BuzzMetrics (buzz en inglés significa ‘zumbido’). Un
estudio realizado en 2008 por Nielsen Online (una de las auditoras del tráfico
en la Red), para valorar el mercado español en su objetivo de lanzar Buzz-
Metrics en este país, determinó que el 44% de los 20 millones de internautas
españoles manifestaban opiniones a través de la Red.
En total, generan el 26% de los contenidos online, frente al 18% de las
corporaciones y el 12% de los medios tradicionales. En 2008 BuzzMetrics
analizaba 70 millones de blogs en todo el mundo y 100.000 comunidades.
Por la Red circulan más de 3.000 millones de comentarios. Herramientas
como BuzzMetrics se basan en un conjunto de algoritmos matemáticos que
regeneran continuamente información que conjuga variables como el volu-
men de comentarios, la audiencia que accede a ellos, la viralidad, los temas,
la percepción (si son favorables o no), la emoción o sentimiento de los con-
sumidores, las fuentes (blogs, foros o vídeos), el impacto para las ventas y
el autor.
Los directivos de Nielsen –propietaria de BuzzMetrics– señalan que las
empresas que más solicitan sus servicios son las de automoción, farmacéu-
ticas, fabricantes de productos tecnológicos, bancos, aerolíneas y canales de
43
televisión. Todas ellas valoran el seguimiento del cibermurmullo y, en función
de lo que se comente, es decir, en función de los informes de BuzzMetrics
(o de otras herramientas similares, como BuzzAudit, Media Predict, etc.),
modifican desde la forma del maletero de un nuevo coche hasta –como se
ha mencionado– el guion de una serie donde el malo no morirá si la Red
lo aprecia.
En Estados Unidos los políticos utilizan cada vez más estos informes
en lugar de las encuestas, mucho más caras y –según algunos– menos efec-
tivas, sobre todo entre los menores de 45 años. Con el tiempo, la edad media
de los internautas irá subiendo hasta que englobe a toda la población. Obvia-
mente, estos sistemas pueden usarse allí donde la mayoría de la población
se conecte y participe activamente en Internet, por lo que se prevé que cada
día las herramientas de “cibermurmullometría” tendrán más influencia en
el mundo desarrollado: configurarán la esfera pública digital.
Desde el punto de vista del periodismo en la sociedad red, BuzzMetrics
–o herramientas similares– y sus informes son cada día más consultados por
políticos, periodistas, policy-makers, etc. Los partidos –sobre todo, en campa-
ña– modulan cada día más su mensaje político en función de los comentarios
que la opinión pública virtual aloja en la Red. Entre otros motivos, porque
los informes del cibermurmullo pueden realizarse con mucha más inmediatez
que una encuesta y da tiempo a enderezar el discurso casi cada día.
Una vez que los políticos salen elegidos, sus decisiones también pueden
verse afectadas, no tanto por lo que publiquen los medios tradicionales, sino
en función de qué les cuenten los informes “cibermurmullométricos” sobre
las medidas que pretenden aplicar o han aplicado. Hasta ahora se basaban
en encuestas, pero –como sostienen algunos defensores de estas técnicas
informáticas– estos informes están basados en estadísticas del tráfico de
millones de usuarios. En cualquier caso, lo importante es que los comentarios
virtuales en la sociedad red parece que no caen en saco roto, sino que son
tenidos en cuenta, y cada día tendrán más importancia en la toma de deci-
siones reales. Los creadores de BuzzMetrics afirman que la herramienta
tiene capacidad para encontrar mensajes sesgados procedentes de campañas
orquestadas. Añaden que son muy fáciles de detectar y que se vuelven en
contra del emisor del contenido.
44
Sin embargo, lo cierto es que esta sociología virtual está modificando
muchos perfiles profesionales; entre otros, el de comunicadores que aña-
den frenéticamente comentarios en blogs, redes sociales y foros virtuales
de hoteles, películas, coches, partidos políticos, etc. Crean el murmullo
boca a boca virtual, imprescindible para que un producto triunfe en el
mercado real. Si la marca no consigue suficientes escritores/opinadores
de foros virtuales o si, pese a ello, el murmullo detectado es peligroso
para el producto (la herramienta Buzz Threat Tracker detecta ese tipo
de amenazas), las empresas o las personas –políticos, actores, etc.– luchan
contra ese mensaje negativo con armas aún muy efectivas que pueden ir
desde anuncios en televisión hasta conferencias de prensa para los medios
tradicionales.
La comunicación digital o computacional (aún carece de nombre cla-
ro) es una disciplina emergente. Todo lo que se hace en la Red queda
registrado y solo hacen falta algoritmos –y expertos en comunicación que
dan sentido a los resultados– para averiguar no solo cómo es la sociedad
en conjunto, sino lo que es más delicado: definir hasta la intimidad del
propio individuo.
La sociedad red, en este sentido, es una mina de oro: las estadísticas
sobre páginas web visitadas permiten predecir la edad, el sexo, la profesión,
el nivel educativo e, incluso, numerosos rasgos de la personalidad. Las listas
de reproducción que uno guarda en Spotify o iTunes delatan preferencias
musicales y el lenguaje usado en tuits o la lista de amigos en Facebook (en
una reedición digital del viejo “dime con quién andas…”) permiten conocer
a un individuo mejor que él mismo, pues predicen no solo decisiones cons-
cientes, sino, incluso, inconscientes.
En 2013 una investigación concluyó que a partir de los “me gusta” que
los individuos introducen en Facebook se podía deducir la etnia, la orien-
tación sexual o la ideología (Kosinski et al., 2013). El modelo acierta si una
persona es homosexual o heterosexual en el 88% de los casos, si es de origen
africano o caucásico en el 95%, si es de izquierdas o de derechas en el 85%.
Hay otros atributos que también se pueden deducir, pero con menos pre-
cisión, como los rasgos de personalidad, la inteligencia, el grado de felicidad,
el estado civil de los padres o la drogadicción. Sin duda, este tipo de inves-
45
tigación será uno de los asuntos emergentes del futuro, no solo en la Aca-
demia, sino, sobre todo, en los sectores empresarial y profesional.
46
Aunque aún siguen siendo muy importantes la imagen de los políticos
en la televisión y el hecho de que sean reconocidos por la opinión pública
(Canel, 1998), está claro que la era digital ha modificado la relación entre
candidatos y medios de comunicación tradicionales que existía en el siglo XX.
47
por ejemplo, veía la televisión en cada momento y elaborar un “aná-
lisis sentimentológico” sobre qué piensan grupos de espectadores
concretos cuando ven a un candidato o cuando escuchan su discurso.
4. También se mide la respuesta de las redes sociales a la aparición
del candidato en medios de comunicación concretos, es decir, cuál
es la reacción de Twitter o Facebook (y del perfil de sus usuarios)
a cada parte del discurso de los candidatos.
5. Si se divide por programas determinados y horarios, puede con-
cluirse que en un horario de una cadena concreta existe un porcen-
taje importante de espectadores o radioyentes con un índice de per-
suadibilidad alto (fácilmente persuadibles) para que voten a un
candidato concreto. Y lo que hace el jefe de campaña es colocar el
anuncio con el mensaje adecuado en ese medio y a esa hora.
6. En el análisis estadístico de sentimientos hay que valorar si el volu-
men de discusión –a través de la “cibermurmullometría”– es mayor
pero es negativo o si es menor pero positivo. No vale solo con un
“volumen alto”: si se habla mucho –es un candidato conocido–, pero
genera rechazo, es peor que otro más desconocido e indiferente
para la audiencia.
7. Otro efecto interesante que se analizó fue si el mismo anuncio cau-
saba discusiones diferentes en ciudades distintas y entre grupos seg-
mentados diversos, pero más en función del trabajo o del nivel edu-
cativo –o carrera concreta– que de los tradicionales género, raza o
religión. Por tanto, los anuncios publicitarios de campaña eran muy
localizados y con mensajes diferentes según el área geográfica, el
medio o la hora a la que se emitían.
48
1. En primer lugar, los cuarteles electorales reclutaron, además de
periodistas, a matemáticos, estadísticos e ingenieros. Incluso otros
perfiles hasta ahora un poco alejados de asuntos políticos: físicos
atmosféricos, astrofísicos y bioquímicos especialistas en secuencia-
ción de ADN. Las campañas no se interesaron de repente en la cien-
cia, sino que buscaban las capacidades de esos profesionales para
manejar inmensas cantidades de datos. Entre ellos y los periodistas
sacaban conclusiones.
2. El sistema de captación de datos de los posibles votantes se iniciaba
en su web –creada específicamente para la reelección de Obama–,
donde se buscaban voluntarios. Aquellos que quisieran participar
se conectaban a la web con su identificación de Facebook, a través
del Facebook Connect. De esta forma, el voluntario está compar-
tiendo toda la información que almacena públicamente en Facebook
con la bases de datos de Obama.
3. Joe Rospars, jefe de estrategia digital de la campaña de Obama de
2012 (y de la de 2008), reveló en el foro Social Media Week 2012 de
Nueva York que su objetivo consistía en diseñar tecnología que ani-
mara a los posibles votantes a implicarse con el candidato. Esto se
consigue conociendo desde la edad, el sexo o el historial de voto
previo, hasta los gustos, sueños, pensamientos, amigos, decisiones y
situación laboral o sentimental de cada uno de los posibles votantes
(190 millones), información que se obtiene de los datos que ha com-
partido en Facebook y otras redes sociales.
4. Asimismo, la minería de datos permite detectar quién ejerce de
líder de opinión entre sus amigos virtuales, de forma que se hará
más hincapié en llegar hasta él o ella. Es lo que Teddy Goff, director
digital de la campaña de reelección de Obama, denomina “persua-
sión a través de la interacción”.
5. Estos datos pueden usarse no solo para enviar mensajes persona-
lizados a través de redes sociales, sino también para determinar
vecindarios en función de su orientación de voto y elaborar anuncios
televisivos por cable casi personalizados; también para captar posi-
bles apoyos financieros. No hay que olvidar que la campaña de 2012
49
preveía 1.3 millones de donantes, de los cuales el 98% aportaría
menos de 250 dólares.
50
3
Open data
y periodismo
51
Un iPhone tiene más poder de computación del que tenía la NASA en 1969
cuando envió un hombre a la Luna.
52
• Tipos de datos en abierto
53
centros de investigación y organizaciones que necesitan recolectar grandes
cantidades de datos. La primera versión se lanzó en 2006 y la última en
2013.
54
3.2. Open Government Data (http://datacatalogs.org/)
3.2.1. ¿Por qué los gobiernos deben ofrecer sus datos en abierto?
55
estos o que les puedan afectar de distintas maneras. En el portal
Open Government Data se señala que la transparencia no solo con-
siste en acceso libre a los datos, sino en la capacidad para analizarlos
y visualizarlos.
2. Datos de valor social y comercial. Muchas empresas pueden crearse
a partir del análisis de los datos. Es decir, el open data es una herra-
mienta de primera magnitud de creación de riqueza empresarial y
empleo de calidad.
3. Gobernanza participativa. Una democracia real implica la consulta
a los ciudadanos en múltiples asuntos, y no solo cada cuatro años
cuando se celebran elecciones. No se trata de saber cómo se gobierna
(papel destinado hasta ahora a los medios de comunicación tradi-
cionales), sino de participar en el gobierno.
56
Figura 3.4. Sitio web de Data.gov y pestaña de educación
57
la UE se describen en el apartado “Vocabulario de metadatos” de la página
“Datos vinculados”.
Los «datos vinculados» son una manera normalizada de representar
datos sobre una gran variedad de temas. La publicación de datos vinculados
facilita a los programadores la conexión de información de diferentes fuentes,
lo que lleva a nuevas e innovadoras aplicaciones. Así, una aplicación puede
combinar datos sobre sectores empresariales predominantes, emisiones al
medio ambiente o centros educativos, para ayudar a los ciudadanos a elegir
su lugar de residencia. Pero, obviamente, también es una enorme fuente de
información para los periodistas, por ejemplo, para denunciar lugares donde
las condiciones de vida son peores que la media europea.
58
la Autoridad Bancaria Europea (161 conjuntos de datos) o la Agencia Euro-
pea de Medio Ambiente (106 conjuntos de datos), entre otras fuentes. Tam-
bién se pueden buscar por categoría de datos: educativos, industriales, eco-
nómicos, sociales, productividad, balanza comercial, etc.
59
público nacional y concienciar sobre la importancia y el valor de la cultura
de datos abiertos.
Está diseñado como punto de encuentro entre los diferentes actores
–usuarios, infomediarios y organismos públicos– involucrados en la cultura
de datos abiertos. El canal también es un catalizador de iniciativas de reu-
tilización de la información a través de la sección “Aplicaciones”.
En el “Área de Gestión”, los infomediarios tienen la oportunidad de
publicar sus aplicaciones, desarrolladas usando estos datos abiertos, y otor-
garles mayor visibilidad. A su vez, los organismos públicos pueden compartir
sus conjuntos de datos reutilizables.
Iniciativas, entrevistas o eventos nacionales e internacionales tienen
cabida en la sección “Actualidad”, concebida, según la web datos.gob, para
acercar a todos los públicos las últimas noticias en materia de apertura y
reutilización de la información pública. Además, desde la sección “Saber
más”, se puede acceder a materiales formativos, guías y normativas. Se pue-
den seleccionar datos por fechas o por áreas. En 2015 las áreas eran: Sociedad
y bienestar (1.772 bases de datos); Sector público (1.734), Demografía
(1.243); Educación (737), Medio ambiente (648) y Cultura y ocio (612). Se
pueden encontrar desde las estadísticas de comercio exterior hasta las depen-
dencias de la Guardia Civil que están abiertas las 24 horas.
También existen portales autonómicos. Posiblemente, el más interesante
–y el pionero– es el del Gobierno de Aragón. En 2015 este catálogo auto-
nómico de datos abiertos contaba con más de 2.370 conjuntos de datos, que
el usuario podía filtrar por temática, tipo de fichero o mediante búsqueda
libre según los criterios de interés. El portal open data de Aragón también
permite realizar consultas semánticas a través del endpoint SPARQL o bien
descargas masivas a través de la API de CKAN, todo lo cual dota a la pla-
taforma de una gran versatilidad.
60
español y ofrece visualizaciones de los datos que son muy ilustrativas de
determinadas situaciones. Desde su concepción en 1944, el Banco Mundial
ha pasado de ser una entidad única a un grupo de cinco instituciones de
desarrollo estrechamente relacionadas.
Su misión evolucionó desde el Banco Internacional de Reconstrucción
y Fomento (BIRF), como facilitador de la reconstrucción y el desarrollo
de posguerra, al mandato actual de aliviar la pobreza en el mundo, coor-
dinándose muy de cerca con su afiliado, la Asociación Internacional de
Fomento, y otros miembros del Grupo del Banco Mundial: la Corporación
Financiera International (IFC, por sus siglas en inglés), el Organismo Mul-
tilateral de Garantía de Inversiones (MIGA, por sus siglas en inglés) y el
Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones
(CIADI).
Figura 3.7. Sitio web del portal de datos del Banco Mundial en español
61
Si bien la reconstrucción sigue siendo importante, el objetivo principal
de todo su trabajo es luchar contra la pobreza a través de un proceso de
globalización inclusivo y sostenible. Su portal de datos es de acceso libre y
abierto a datos sobre el desarrollo económico, social o cultural de los países
de todo el mundo. El catálogo de datos del Banco Mundial incluye bases
de datos, tablas con formato previo, informes y otros recursos. La colección
principal es la de los indicadores del desarrollo mundial (IDM) e incluye
las estimaciones nacionales, regionales y mundiales.
El portal de datos de las Naciones Unidas (ONU) tiene casi cien millones de
datos que van desde la estadística de homicidios por países hasta parámetros
educativos, climáticos, agrícolas, etc. El objetivo es claro: facilitar el libre acceso
a las estadísticas mundiales. Las Naciones Unidas nacieron oficialmente el
24 de octubre de 1945, después de que la mayoría de los 51 Estados miembros
signatarios del documento fundacional de la Organización, la Carta de la
ONU, la ratificaran. En la actualidad, 193 Estados son miembros de las Nacio-
nes Unidas y están representados en el órgano deliberante, la Asamblea Gene-
ral. Debido a las facultades que les confiere la Carta y su singular carácter
internacional, las Naciones Unidas pueden tomar medidas sobre los problemas
que afronta la humanidad en el siglo XXI, como la paz y la seguridad, el cambio
climático, el desarrollo sostenible, los derechos humanos, el desarme, el terro-
rismo, las emergencias humanitarias y sanitarias, la igualdad de género, la
gobernanza, la producción de alimentos y mucho más.
La ONU también proporciona un foro para que sus miembros puedan
expresar su opinión en la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el Consejo
Económico y Social y otros órganos y comisiones. Al permitir el diálogo entre
sus miembros, y la organización en las negociaciones, la Organización se ha con-
vertido en un mecanismo para que los gobiernos puedan encontrar ámbitos de
acuerdo y resolver problemas juntos. El portal de datos de la ONU unifica las
principales bases de datos de las distintas organizaciones internacionales que
componen la ONU, como la UNESCO, la FAO, etc. El usuario puede acceder
62
a un gran número de bases de datos, navegando por la serie de datos o, sobre
todo, a través de una búsqueda por palabra clave.
Figura 3.8. Sitio web del portal de datos de las Naciones Unidas
1. ¿Crees que los datos deben estar al alcance de todo el mundo? ¿Todos
los datos o solo algunos? Argumenta tus respuestas con declaraciones
que puedas encontrar en la Red sobre la filosofía open data.
2. En los sitios de datos abiertos que aparecen en este capítulo, ¿qué
tipo de datos –culturales, financieros, educativos, etc.– son más fre-
cuentes? ¿Cuáles crees que son más útiles para los periodistas?
3. Con los portales de sitios abiertos que aparecen en este capítulo
diseña un ranking con aquellos que te parece que ofrecen mejor
información para realizar reportajes.
4. ¿Qué cifras del portal de datos abiertos del Gobierno español se
repiten en el de la Unión Europea? ¿Cuáles no?
5. ¿Qué diferencia detectas entre el portal open data de Estados Uni-
dos y el de la Unión Europea?
6. Elabora una relación de cinco temas de reportajes que le propon-
drías publicar a tu redactor jefe y que necesitan datos en abierto.
Comprueba si esos datos aparecen en alguno de los portales que se
describen en este capítulo.
63
4
Fuentes periodísticas
y sociedad red
Este capítulo no abordará a qué fuentes se puede acceder con Internet, por-
que son todas. Aquí se analizará cómo la sociedad red ha modificado los
conceptos tradicionales de fuentes y medios de comunicación. El periodismo
siempre ha sido lo que son sus fuentes. Hace unos años se vislumbró la gran
oportunidad que era Internet para acceder a las fuentes: desde las lejanas,
como la NASA, o los medios de comunicación de otros países, hasta otras
más cercanas que colgaban información interesantes. Asimismo, se evidenció
el avance del correo electrónico, que permitía dos innovaciones importantes
con respecto a la etapa anterior: a) ahora era posible contactar con cualquier
fuente de cualquier país y desde cualquier sitio y 2) los gabinetes de prensa
podían incluir en su mailing a cualquier medio o, incluso, ciudadano.
A mediados de los años 90, cuando aún se enviaban las convocatorias
de prensa o la información vía fax, el coste de tiempo y dinero para las fuen-
tes era importante. Una persona debía enviar los faxes uno a uno y había
trabajadores en las redacciones cuya función era ir con una bandeja repar-
tiendo faxes entre los redactores. Además del tiempo, el envío de un fax
costaba dinero. Eso favorecía que solo lo enviaran a los medios relevantes.
Ya a finales de los 90 y, sobre todo, en el siglo XXI el correo electrónico posi-
bilitó que, por ejemplo, no hubiese problema en que un humilde periodista
de un territorio alejado y de un medio pequeño pudiera inscribirse y recibir
65
información en igualdad de plano que los grandes medios. A la NASA, a la
Casa Blanca o a Moncloa no les costaba nada incluir cualquier petición para
recibir su boletín de novedades.
Fue con esta tendencia como las fuentes se dieron cuenta del poder que
tenían. Si podían llegar a periodistas humildes, por qué no a todos los ciu-
dadanos que lo quisieran. Se convirtieron, así, en medios de comunicación
en sí mismos y ello favoreció que, mientras que los medios tradicionales
perdieran periodistas, los gabinetes de prensa cada día necesitaran más. Por
otro lado, muchos ciudadanos que eran fuentes, los habituales expertos,
también descubrieron que sus blogs podían ser fuentes y que podían puen-
tear incluso a los gabinetes de prensa de sus instituciones. Cuando se gene-
ralizaron las redes sociales, también usaban estas nuevas posibilidades. La
cantante Lady Gaga (EE. UU., 1986) en 2011 tenía 32 millones de seguidores
en Facebook y un récord de 10 millones de fans en Twitter. Cuando ella
escribía ahí, ¿qué era: una fuente o un medio de comunicación de masas?
66
6.300 millones. Un quinto de todo el tráfico procedía de fuera de EE. UU.
y, a través de una encuesta, se determinó que un cuarto de los visitantes
eran profesores o estudiantes de primaria o secundaria.
Un estudio realizado en 2007 demostró que en mayo de ese año (un
mes sin ninguna misión espectacular) las visitas únicas al portal de la NASA
fueron de 3.952.000 de personas (Hedman, 2007). Sin embargo, las visitas
únicas a portales de ciencia y tecnología de medios de comunicación tradi-
cionales eran muy inferiores. Solo la CNN alcanzaba las 502.000 visitas; es
decir, casi ocho veces menos. Las del portal científico de la FOX o de la
CBS no podían cuantificarse porque no llegaban al mínimo para ello, que
se establecía en 360.000 visitas. Solo el portal web space.com (que no tiene
nada que ver con los medios tradicionales), se acercaba a la NASA, con
1.178.000 de visitas únicas. Otro dato muy interesante fue que mientras que
la permanencia media en el portal de la NASA fue de 12:33 minutos, en el
de la CNN solo fue de 2:38 minutos (cinco veces menos).
Esto propició que en 2008 cerraran las secciones de ciencia de medios
tan importantes como el Boston Globe o la CNN. ¿Para qué sirve el medio
de comunicación tradicional si la sociedad prefiere acudir a la fuente? Es
decir, cuando los periodistas de un medio tradicional copian íntegramente
lo que les llega de la fuente, están cavando su tumba: para eso la opinión
pública acude directamente a la fuente, porque Internet permite hacerlo.
Por tanto, ¿qué es la NASA: una fuente para los medios o un medio de
comunicación en sí mismo? Posiblemente ambas cosas, pero está claro que
es también un medio de comunicación con una audiencia superior a la CNN
(sección de ciencia), la CBS o la FOX. La NASA es consciente de ello y
mantiene dos vías de comunicación: una con los periodistas y otra directa-
mente con la sociedad. Potencia su imagen de marca en ambos sentidos.
La vía de comunicación con los periodistas se ha enriquecido, en el sen-
tido de que ahora cualquier periodista de cualquier sitio del mundo, inde-
pendientemente del medio en el que esté, puede suscribirse al servicio de
noticias de la NASA. Le llegarán puntualmente por el correo electrónico
las últimas novedades de las misiones espaciales, comunicados sobre hallaz-
gos científicos o vídeos con declaraciones y ruedas de prensa de los científicos
de la agencia espacial. Es decir, no depende de los grandes medios de comu-
67
nicación (agencias de noticias, cadenas internacionales de televisión, etc.),
porque todos tienen la misma información.
Pero la gran novedad es que eso le llega también al conjunto de la socie-
dad de forma directa, sin necesidad de periodistas intermediarios. los ciu-
dadanos anónimos interesados pueden acceder a la web de la NASA, donde
pueden encontrar todos esos contenidos que, prácticamente, copian los
periodistas. Pero es que, además, cualquier ciudadano puede suscribirse al
servicio de noticias de la NASA, porque la tecnología lo permite, en igualdad
de condiciones que cualquier periodista. Antes era físicamente imposible,
pero ahora no. El comunicado de prensa de la NASA les llegará al mismo
tiempo a un curioso profesor del lugar más recóndito del mundo y a la jefa
de sección de periodismo científico de The New York Times. Los ciudadanos
con espíritu divulgativo –o vengativo, o el que sea– pueden comentar las
noticias de la NASA en su blog, copiar las imágenes, colgar el vídeo de las
ruedas de prensa o de los astronautas en la Estación Espacial Internacional
(ISS).
Otro aspecto interesante ocurre, como se verá en el siguiente punto,
cuando la fuente tiene un blog y se puentea al gabinete de comunicación:
en 2006 la Administración Bush prohibió a un científico de la NASA, James
E. Hansen, que siguiera impartiendo conferencias en las que relacionaba
el cambio climático con las emisiones contaminantes de la actividad humana.
Finalmente, se le destituyó de su puesto de jefe del Departamento Atmos-
férico del Instituto Goddard de la NASA. Hansen lo mencionó en su blog
y un cibermurmullo inundó la Red. Del murmullo cibernético pasó a The
New York Times (29-1-2006) y a televisiones globales, como la CNN o la
CBS, y de ahí, nuevamente a la Red, reconsiderando la NASA su decisión
por la presión en la esfera pública virtual.
68
periodismo especializado, quizá el área donde más impacto están teniendo
es en el periodismo económico. ¿Tardará mucho en desaparecer la crisis
económica actual? ¿Debo comprarme una casa ahora o esperar unos meses?
¿Cuándo se recuperará el empleo en el Sur de Europa? ¿Invierto en un
negocio nuevo o compro oro con mis ahorros? ¿Está seguro mi dinero en
los bancos?... Todas estas preguntas se buscan constantemente en Google
y los ciudadanos, cada día con mayor frecuencia, toman sus decisiones reales
en función de lo que encuentran en la Red. Muchos expertos sostienen que
los blogs económicos son imprescindibles para entender qué sucede en el
mundo. Existen decenas de clasificaciones, desde la que hace The Wall Street
Journal cada año hasta la de los propios internautas. Se clasifican en función
de sus visitantes, su influencia (número de webs que los vinculan) o el lide-
razgo intelectual de sus autores. Debe matizarse, no obstante, que los blogs
pueden aparecer y desaparecer de un día para otro. Su volatilidad es enorme,
no solo en cuanto a su creación, sino –simplemente– a la cantidad de posts
que publican. Un periódico se imprime todos los días (o actualiza su web
constantemente); lo mismo sucede con un informativo de televisión y eso
es importante para fidelizar a la audiencia. Pero los blogs dependen del
tiempo libre del que dispongan sus autores. Por tanto, puede haber una
etapa donde pueden publicarse posts diarios y en otra uno mensual, deca-
yendo la audiencia de forma considerable.
Teniendo en cuenta todas estas prevenciones, en este libro se han elegido
seis blogs –cinco extranjeros y uno español– para resumir las posibles ten-
dencias de este tipo de comunicación. Los blogs pueden desaparecer, pero
surgirán otros similares. Lo que interesa destacar son los patrones en los
que se asientan.
A) Naked Capitalism
69
sores republicanos o demócratas y periodistas– que escriben sobre temas
legales, posibilidades de inversión o seguros e hipotecas. Su cantidad de
colaboradores le permite una actualización constante, y el hecho de ser de
diferentes países –Irlanda, Nueva Zelanda, EE. UU.– le imprime una visión
mundial a una disciplina tan globalizada como la economía.
Otro blog muy interesante –al menos muy citado por los medios tradi-
cionales que lo usan de fuente– es el de Greg Mankiw, profesor de Economía
de la Universidad de Harvard y asesor republicano. Reúne la habilidad
divulgativa del autor con lo que en teoría de la comunicación se denomina
“el prestigio de la marca”. El blog nació con la intención de explicar la actua-
lidad económica a los alumnos de primer curso de Economía a los que ense-
ñaba Mankiw. Esto favorece que el blog no solo aborde cuestiones econó-
micas, sino que se haya convertido en una fascinante manera de aprender
economía, que es lo que pretende el autor. Internet nos permite recibir
clases magistrales de un profesor de Harvard sin pagar los miles de dólares
que cuesta la matrícula. Mankiw cuelga vídeos de las conferencias que impar-
te por todo el mundo, lo cual es otra formidable manera de adquirir un
conocimiento que antes estaba vedado a solo unos pocos. Su audiencia en
2011 era de unas 11.000 visitas diarias, lo que demuestra que no solo sus
alumnos siguen su blog.
C) Marginal Revolution
70
sobre todo, de influencia, que es el tipo de audiencia que se interesa por la
economía. No extraña, por tanto, que cuando Cowen usó su blog para pro-
mocionar su pequeño panfleto –de apenas 15.000 palabras– The Great Stag-
nation (‘El gran estancamiento’), publicado como e-book a principios de
2011, la repercusión fuera enorme: llegaba a la audiencia verdaderamente
interesada.
En su versión de e-book explotó y saltó rápido a la lista de los más ven-
didos de The New York Times. Con amplia reseña en otro medio tradicional,
The Economist, en junio de 2011 apareció en formato papel (lo importante
sigue saliendo en papel) y vendió los derechos en varios idiomas (incluido
el español). El libro –que aborda por qué será muy difícil salir de la crisis
económica si no hay grandes avances tecnológicos que generen negocio–,
según The New York Times, es el que más debate provocó durante 2011.
Todo surgió –y se incentivó– desde un inocente blog que, usado hábilmente,
convirtió en apenas unos meses a un anónimo académico en uno de los líde-
res mundiales de opinión en 2011.
D) Conscience of a Liberal
71
E) Freakonomics
F) Nada es Gratis
72
4.2. ¿Periodismo de filtración o de investigación?
73
6. No tiene cabida el error. Los datos se tienen que poder comprobar
siempre.
74
3. La publicación: hay que evitar cabos sueltos que puedan empañar
todo el trabajo de investigación. Es mejor dejar de publicar algo si
tenemos dudas. Si fuera incierto, el poder usará ese dato para des-
acreditar el resto.
4. La presión: desde el primer segundo de publicación de un reportaje
de investigación, el periodista y el medio donde publica van a tener
presiones por parte de los afectados. Intentarán desacreditar siempre
al periodista. “Con eso hay que contar siempre y estar preparado
para la embestida” (De Pablos Coello, 2001: 110).
5. La prisión: no siempre sucede, pero en muchos casos el poder arre-
mete contra el periodista investigador, que “acaba procesado, encar-
celado, expedientado administrativamente y/o con importantes pér-
didas económicas o de imagen muy importantes” (Rodríguez, 1994:
190-191).
75
[...] en la actualidad es frecuente la actitud del periodista que se sienta
en la mesa a esperar que alguien le llame. Es una situación totalmente
irracional y lesiva para la profesión, pero una práctica habitual en la
mayoría de los periodistas. De esta forma, la profesión se ha convertido
en un trabajo funcionarial. Hay excepciones, como en todo, pero la mayo-
ría de los profesionales espera a que alguien le llame por teléfono y le
cuente alguna cosa. Esta práctica, hay que decirlo, no es periodismo.
(Rodríguez, 1994)
Todo esto no implica que haya que descartar las filtraciones. Siempre han
existido y el mejor periodismo se ha generado, muchas veces, gracias a ellas.
Sin embargo, además de las “gargantas profundas” del periodismo tradicional,
en la sociedad red debe prestarse especial atención a los sitios web que ofrecen
datos –con frecuencia hackeados, en el sentido positivo del término– que nor-
malmente las fuentes quieren ocultar a la opinión pública. En este sentido,
resulta muy ilustrativo tratar con cierta profundidad el sitio WikiLeaks, una
mezcla de filtraciones a partir de las cuales se puede investigar.
4.3. WikiLeaks
76
Sin embargo, fue en octubre de 2010 cuando se produjo su consolidación
como paradigma del mejor periodismo de todos los tiempos: filtró 400.000
documentos militares estadounidenses que evidenciaban una tortura siste-
mática a prisioneros por parte de las fuerzas iraquíes. Torturas conocidas,
según los documentos publicados, pero no denunciadas ni por los oficiales
estadounidenses ni por los medios de comunicación tradicionales. Otra de
sus duras revelaciones fue la constatación de que los muertos civiles eran
muchos más de los que figuraban en las estadísticas oficiales. En concreto,
los medios tradicionales y los políticos occidentales habían “olvidado” 15.000
víctimas, muchas de ellas mujeres y niños que nada tenían que ver con Sadam
Hussein.
Lo revelado por WikiLeaks fue de tal envergadura que Amnistía Inter-
nacional valoró denunciar a las autoridades estadounidenses y el relator de
la ONU para la tortura pidió al presidente Obama una investigación urgente.
Los dos episodios gloriosos del periodismo occidental son el Watergate
(1972) y, sobre todo, el caso de los Pentagon Papers: la publicación en 1971
de los 7.000 documentos secretos sobre la guerra de Vietnam. Esa informa-
ción precipitó la salida de EE. UU. de aquel país. En aquella época desató
una apasionante controversia en torno a la libertad de expresión y la segu-
ridad nacional. Sin embargo, la historia posterior ha glorificado a los perio-
distas frente a las pretensiones de opacidad que defendieron los gobiernos
en aquel momento. De aquella gloria ha estado viviendo el periodismo occi-
dental durante casi cuarenta años hasta la aparición de WikiLeaks.
“Todos los ataques que reciben ahora Assange y WikiLeaks fueron diri-
gidos contra mí cuando publiqué los papeles del Pentágono”, afirmaba en
Twitter Daniel Ellsberg, estadounidense de 79 años que filtró la información
para el célebre caso de los años 70. El presidente de Estados Unidos Henry
Kissinger lo calificó “el hombre más peligroso de América”. En una entre-
vista para El País Ellsberg señala: “Hoy me habrían llamado terrorista” (El
País, 12-12-2010. Suplemento Domingo: 5), igual que están haciendo con
Assange o Bradley Manning, el soldado de Inteligencia que, según el Depar-
tamento de Estado, filtró a Assange los documentos sobre la diplomacia
americana en un disco de Lady Gaga. “Si ha sido Manning, cosa que aún
está por ver, yo me identifico con él. Defiendo a WikiLeaks porque creo en
77
el servicio que está haciendo a los ciudadanos”, añade Ellsberg, convertido
ahora en héroe que se analiza en las facultades de Periodismo occidentales.
En diciembre de 2010 WikiLeaks filtró a cinco medios de comunicación
internacionales los 250.000 cables del Departamento de Estado de los Esta-
dos Unidos, en un caso conocido como Cablegate. En realidad, eran las ins-
trucciones de cómo funciona el mundo. Los periódicos tradicionales tuvieron
que usar las técnicas del periodismo de datos para buscar información rele-
vante (normalmente la que concernía a cada país) entre los millones de
frases de los 250.000 cables diplomáticos.
78
de nuevo tipo contribuye, sin duda, al pacto de confianza sobre el que se
funda el periodismo moderno: que los secretos, aun aquellos más incómodos,
pueden ser revelados en nombre del interés público, y que la prensa exigirá
al Gobierno que cumpla con el imperativo democrático de transparencia o
pague el precio de ocultar” (El País, 12-12-2010: 31).
Sin embargo, John Pilger, veterano de las investigaciones comprometidas,
corresponsal de guerra de Vietnam y Camboya, define WikiLeaks “como
uno de los más importantes y excitantes desarrollos del periodismo” (El
País, 29-8-2010: 27). Para Pilger, la forma en la que actúa el portal no solo
es correcta, sino que demuestra que “el periodismo corporativo occidental
está en crisis tras haber colaborado en algunos casos con los gobiernos en
guerras ilegales”.
Wally Dean, periodista y miembro del Comité de Periodistas Compro-
metidos –un grupo de periodistas, editores y académicos preocupados por
el futuro del periodismo y con sede en Washington–, considera que “el pro-
ducto que hace WikiLeaks es esencialmente periodístico” (El País, 29-8-
2010: 27). Otros no están de acuerdo con esta opinión y reclaman que perio-
dismo es lo que hacen los medios tradicionales cuando informan de lo que
WikiLeaks publica, pero no el portal propiamente dicho. Es decir, otorgan
a los periodistas el papel de jerarquizar y seleccionar, pero no el de buscar
la información puesto que no tienen conocimientos informáticos suficientes
para encontrarla en un mundo donde sin esos conocimientos no se accede
a la información importante.
Los últimos acontecimientos mediáticos globales –desde la guerra de
Iraq hasta la campaña de Obama, por quien la elite periodística jamás apos-
tó– evidencian que los medios tradicionales “se han comportado –en palabras
de Gary Kamiya, cofundador de influyente salon.com y gurú del periodismo
online– de una forma esclerótica y han estado marcados por ocultas agendas
corporativistas” (Kamiya, 2009).
Sin embargo, el periodismo especializado y explicativo, capaz de con-
textualizar la gran cantidad de información de la Red, tendrá cada día mayor
importancia. Jeff Jarvis, uno de los gurús del periodismo en Internet sostiene:
“La especialización se apoderará de gran parte del periodismo. Ya no todos
nos dedicaremos a hacer lo mismo (aportar valor a las noticias), sino que
79
saldremos y marcaremos la diferencia cubriendo a fondo un segmento espe-
cífico” (Jarvis, 2008).
Bree Nordinson escribía en diciembre de 2008 este otro enfoque en una
de las revistas académicas más importante de periodismo, la Columbia Jour-
nalism Review: “En consecuencia, el periodismo explicativo puede tener
un futuro prometedor en el mercado de la información. El 9 de mayo, en
colaboración con NPR News, el programa This American Life dedicó una
hora a explicar la crisis inmobiliaria. The Giant Pool of Money se convirtió
rápidamente en el episodio más famoso en los trece años de historia que
tiene el programa. Columbia Journalism Review eligió la pieza como el enfo-
que más exhaustivo y perspicaz del sistema que ha producido la crisis finan-
ciera” (Nordinson, 2008). Y añade: “En lugar de, simplemente, contribuir al
ruido del interminable torrente de titulares, frases cortas y extractos, la NPR
y This American Life dedican el tiempo a retroceder e informar del tema
en profundidad y, a continuación, lo explican de forma que aclare uno de
los mayores y más complejos asuntos del año”.
En este sentido, WikiLeaks ha espoleado un poco al oxidado periodismo
tradicional, que se había acomodado al sistema. El periodista australiano
Gerad Ryle preside el Consorcio Internacional de Periodistas de Investi-
gación y en marzo de 2013 publicaron un trabajo conjunto de 86 periodistas
procedentes de 46 países: 130.000 cuentas secretas, seleccionadas de un total
de 2.5 millones, que mantenían ocultas clientes y entidades financieras. Se
trataba de evasores fiscales, algunos tan conocidos como Jerome Cahuzac,
el ministro de Hacienda del presidente socialista francés François Hollande.
La información desencadenó un terremoto político en Francia, es decir, vol-
vía a ser periodismo de verdad. El periodismo seguía estando vivo.
80
2. ¿Crees que una fuente puede ser un medio de comunicación de masas
por sí mismo? Argumenta esta respuesta con casos concretos.
3. Hazte seguidor de varios personajes famosos –políticos, deportistas,
cantantes, etc.– y describe qué diferencias encuentras respecto a
cómo usan las redes sociales.
4. De los blogs económicos que aparecen en este capítulo, ¿cuál te
parece más interesante como fuente periodística? ¿Qué fallos detec-
tas en su elaboración y publicación de la información?
5. ¿Qué diferencias encuentras entre filtración e investigación perio-
dística? ¿Son compatibles?
6. Realiza una investigación hemerográfica sobre el “caso Roldán” y
el “caso Gal” respecto al periodismo de investigación en España.
7. ¿Crees que Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, es un perio-
dista? Argumenta tu respuesta en función de lo que opinen personas
relevantes del periodismo respecto a WikiLeaks.
8. Entra en el portal de WikiLeaks (https://wikileaks.org) y valora si
lo que aparece en su pestaña sobre comunicados de prensa te parece
noticiable.
9. ¿Cuál crees que es la imagen que los medios tradicionales ofrecen
sobre WikiLeaks? ¿Consideras que este portal les hace competencia
o aplican sinergias informativas?
81
5
Del big data
al periodismo de datos
83
contexto donde la tecnología informática brinda el acceso a inmensas can-
tidades de datos numéricos que, bien tratados, pueden dar lugar a
noticias/historias interesantes. El papel del periodista resulta fundamental
y, en general, necesita cuatro requisitos:
84
o la ilustración científica, tienen como último objetivo una mejor
comprensión de la información. Como veremos más adelante, la
visualización de la información va más allá de la infografía en la
que el periodista dirigía al lector; ahora, con el periodismo de datos,
el lector debe encontrar nuevos significados, porque las audiencias
ya no son pasivas, sino activas.
85
gobierno conservador –del Partido Popular– aprobó en solitario en el Con-
greso la Ley de Transparencia. El modelo a seguir quería emular el meca-
nismo usado en países como Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda o
Suecia denominado open data o datos abiertos, que consiste en un catálogo
de datos para reutilizar la información pública de las diversas dependencias.
En teoría, se concentra en una sola plataforma, facilitando la información
disponible a los ciudadanos.
Sin embargo, ya en el anteproyecto de ley se veía claro que sería impo-
sible acceder a datos sensibles de, por ejemplo, hace 30 años; es decir, no
estaba previsto desclasificar –o acceder a– información reservada. Por otro
lado, tampoco existe tradición de cuantificar: por ejemplo, en países demo-
cráticos como EE. UU. o Reino Unido es frecuente acceder a datos sobre
mortalidad por regiones y también a datos de contaminación atmosférica.
Cruzando datos podemos ver si hay correlaciones, analizar causalidades
con expertos y elaborar un buen reportaje. En España la tradición dictatorial
de secuestro de la información se ha mantenido tras el franquismo: es muy
difícil no solo acceder a los datos, sino que la propia Administración favo-
rezca su existencia. Por ejemplo, en países como EE. UU. es muy fácil encon-
trar datos sobre causas de fallecimientos en función de lugar de residencia,
raza, religión, sexo, etc.
En España puede que existan algunos de esos datos, pero son secreto
de estado. La forma en cómo se organiza la investigación en España –orga-
nismos como el INE, el CSIC o el CIS tienen responsables nombrados por
el poder político– favorece la manipulación y el secuestro político de infor-
mación científica (Elías, 2007). La excepción, quizá, son los datos medioam-
bientales, pero no debido a una preocupación del Gobierno español por
este asunto, sino porque está obligado a publicarlos por una directiva de la
Unión Europea. Esta imposición europea de desvelar algunos datos
medioambientales (como, por ejemplo, dónde y cómo se producen los incen-
dios) es el origen de un interesante proyecto español de periodismo de datos
cuyo título es España en llamas (http://www.espanaenllamas.es/). Sin embar-
go, los autores del proyecto han contado en numerosas ocasiones cómo los
funcionarios españoles del Gobierno los han amenazado para que no publi-
quen esos datos.
86
5.1. Antecedentes del periodismo de datos:
periodismo de precisión y de investigación
87
deprimidas social y económicamente, y la teoría de la asimilación (como la
población afroamericana de Detroit provenía de áreas rurales del sur, tuvie-
ron problemas para integrarse en el norte urbano e industrial y, como con-
secuencia de la frustración, aparecía la revuelta). Sin embargo, el periodista
Philip Meyer no se creyó la versión oficial. Inspirado en un estudio que
sociólogos de la Universidad de California habían desarrollado sobre las
revueltas de Watts en Los Ángeles, Meyer diseñó una encuesta para iden-
tificar quiénes estaban participando en las revueltas y preguntarles por qué
se manifestaban.
Los sociólogos californianos tardaron dos años en obtener conclusiones
y Meyer, como periodista, no disponía de ese enorme tiempo. Aprendió a
programar un ordenador IBM7090 y desarrolló lo que desde ese momento
se denominó CAR (Computer Assisted Reporting, algo así como “reporte-
rismo asistido por ordenador”). Frente a la teoría de la policía y de los polí-
ticos, Meyer comprobó que tanto los que participaron como los que no en
las revueltas compartían ingresos y nivel educativo. Por otra parte, entre los
participantes, los que habían nacido en el norte eran el triple que los que
lo habían hecho en el sur. Por tanto, ni eran personas sin ingresos ni cam-
pesinos rurales del sur que habían emigrado al norte industrial. Meyer pro-
puso su hipótesis apoyado en teorías sobre el origen de la frustración y la
ira, del psicólogo Nathan Caplan, de la Universidad de Michigan, o los estu-
dios del sociólogo Samuel Stouffer sobre la frustración y la moral de la tropa
del ejército estadounidense. Ambas narrativas sostenían que cuanto más
cerca se encuentra un individuo de alcanzar un objetivo, más frustración le
producirá si no llega a alcanzarlo. Sobre todo, esta frustración aumenta si
el individuo observa cómo otros progresan mientras él sigue estancado. Esta
narrativa –o teoría sociológica, para los científicos sociales– sí cuadraba con
los datos obtenidos por Philip Meyer. Obviamente, Meyer ganó el Premio
Pulitzer por este reportaje, escribió su libro y se convirtió en catedrático de
universidad. Nacía el periodismo de precisión.
El catedrático de Periodismo de la Universidad Complutense José Luis
Dader subtitula su libro Periodismo de Precisión (1997) como la “vía
socioinformática para descubrir noticias”. Señala que el periodismo de pre-
cisión es la evolución y el complemento del periodismo de investigación,
88
aunque matiza que periodismo de precisión y de investigación responden
a dos ejes axiológicos diferentes que, por eso mismo, les permiten mantener
su propia autonomía y producciones periodísticas bien distantes. Dader
explica que el periodismo de investigación utiliza “métodos convenciona-
les”, como entrevistas o lecturas de documentos; mientras que el periodismo
de precisión se basa en “métodos anticonvencionales” en periodismo, como
análisis estadísticos o programación informática que “permiten practicar
otro tipo de precisión periodística expositiva o aclarativa de cualquier otra
información relevante aportada por fuentes voluntariamente identificadas
que impliquen un manejo de cifras o acumulaciones cuantitativas alfanu-
méricas”. Dader anticipa en 1997 el periodismo de datos cuando señala
que el relato narrativo de un acontecimiento se iguala con resultados numé-
ricos de recopilación expresada en gráficos evolutivos e índices estadísticos
de significación.
89
Reading the Riots (‘interpretando los disturbios’), se inició también un nuevo
estilo de periodismo: se veía necesaria la colaboración de los medios de
comunicación tradicionales –The Guardian– con la academia, tradicional-
mente muy separados. En este caso, se colaboró con la prestigiosa London
School of Economics.
Se describirá con cierto detalle el proyecto de Reading the Riots como
ejemplo de lo que significa este tipo de periodismo de datos en los que es
necesaria la colaboración de académicos y periodistas (además de informá-
ticos). El proyecto, como se ha mencionado, se inspiró en el de Meyer no
solo en la filosofía, sino incluso en algunos detalles técnicos, como el hecho
de que también se usaron cuestionarios de respuesta múltiple para comparar
la población que participó en los disturbios con la que no lo hizo y obtener
algún tipo de patrón (racial, educativo social, económico) que estableciera
por qué unos ciudadanos se sublevan y otros no. La idea de este tipo de
periodismo es evitar el “tertulianismo”, práctica antiperiodística, donde se
opina de todo, pero sin datos de nada.
La primera fase del proyecto ya implicó una actualización de lo que
hizo Meyer, pues se usaron las modernas técnicas de monitorización infor-
mática para realizar el análisis de los mensajes de los 2.5 millones de tuits
relacionados con las revueltas. Por otra parte, esa posibilidad que ofrecen
los programas informáticos actuales también se usó para codificar en pro-
fundidad todas las entrevistas confidenciales que se realizaron a cientos
de personas directamente involucradas. En una segunda fase también se
entrevistó a la otra parte (a policías, jueces y funcionarios de tribunales).
También se tuvieron en cuenta debates y grupos de discusión sobre este
asunto.
No solo intervinieron investigadores sociales de la London School of
Economics, sino que se aplicó el principio tan admirado en la Red de inte-
ligencia colectiva y trabajo colaborativo: The Guardian abrió un sitio web
de participación activa y abierta a científicos sociales que se inscribieran y
que quisieran participar. Se buscaban investigadores con buenas conexiones
con las comunidades afectadas, para que pudieran localizar y entrevistar a
los participantes en los disturbios. La respuesta fue sorprendente: 450 inves-
tigadores sociales se ofrecieron a colaborar desinteresadamente, aunque
90
solo se seleccionaron treinta. Las entrevistas y encuestas se realizaron en
las seis ciudades en las que los disturbios fueron más relevantes: Londres,
Liverpool, Birmingham, Nottingham, Salford y Manchester.
El proyecto periodístico se diseñó como un proyecto de investigación
en ciencias sociales: cada investigador recibió una guía de temas que debía
preguntar a los encuestados. Las preguntas fueron neutrales y no se permitió
aquellas capciosas. Duraban 45 minutos y se dejó margen para que propor-
cionaran relatos en primera persona de sus experiencias. Se recogieron datos
demográficos de los entrevistados que incluían dónde vivían, edad, origen
étnico, titulación académica e, incluso, el historial delictivo. También se les
preguntó sobre creencias personales: desde sus reflexiones sobre los distur-
bios a sus actitudes hacia la policía.
Los periodistas solicitaron –y consiguieron– la base de datos de los dete-
nidos –más de 4.000– y escribieron a unos 1.000 ofreciéndoles la oportunidad
de participar en el estudio-reportaje. Los periodistas/investigadores visitaron
sus hogares para conocer el entorno vital de aquellos. Asimismo, los perio-
distas/investigadores utilizaron sus contactos locales para encontrar a per-
sonas que participaron en los disturbios, pero que no habían sido arrestadas.
De esta forma podían separar las respuestas de los participantes en función
de si habían sido o no arrestados. Les prometieron anonimato y se sorpren-
dieron por la gran cantidad de gente que quería participar y que “su historia
fuera escuchada”. Finalmente consiguieron entrevistar a 270 de esas personas
que no fueron arrestadas.
Los periodistas “movieron el culo”, es decir, las entrevistas no fueron
simplemente por teléfono, sino sobre todo en los domicilios de los mani-
festantes, en clubes juveniles, cafés y restaurantes de comida rápida. El
Ministerio de Justicia británico permitió incluso el acceso a las prisiones
para entrevistar a trece personas condenadas y arrestadas por su participa-
ción en los disturbios. Todas esas entrevistas se transcribieron, para poder
utilizar programas informáticos de tratamiento de grandes cantidades de
datos en función de etiquetas semánticas.
El resultado fue complejo porque fue difícil obtener conclusiones que
sustentaran lo que los científicos sociales llaman pomposamente una teoría
y que los periodistas denominamos una narrativa. Por tanto, no había un
91
92
Figura 5.1. Tipología de los datos recogidos para elaborar la información
(fuente: The Guardian)
titular claro. Por ejemplo, pese a que se afirmó en los medios que era una
revuelta racial, los datos no lo confirmaban: con brocha gorda se observa
que el 33% de los detenidos por cargos relacionados con los disturbios
era de raza blanca, el 43% era negro y el 7% asiático. Sin embargo, cuando
se le aplicaba la variable del domicilio, estas cifras variaban considera-
blemente de una zona a otra. Es decir, en realidad la composición étnica
de los involucrados era la de la población local de los disturbios: en Lon-
dres, el 32% de los acusados eran blancos; en Merseyside, la cifra fue de
79%.
El periodista y activista anglocaribeño Darcus Howe no estuvo de acuer-
do con las conclusiones. Él sostenía que los disturbios eran claramente “una
insurrección” frente a las políticas clasistas y racistas sufridas por una parte
de la población inmigrante. Los datos no avalaban esa hipótesis, pero tam-
poco daban una explicación incontestable.
Por ejemplo, no se observaba un componente educativo claro: había
detenidos sin estudios, pero también con títulos universitarios. Entre los
detenidos de clases desfavorecidas, el porcentaje de los que que habían
obtenido ayudas de comida gratuita en el colegio era superior a la media
de esa clase social. El dato más claro fue que los acusados eran predomi-
nantemente hombres jóvenes (según las cifras oficiales, el 90% eran hombres
o niños) y que poco menos de la mitad tenía entre 18 y 24 años (el 26%
tenía entre 10 y 17 años, niños a ojos de la ley). En West Yorkshire, el 44%
de los detenidos eran niños. Los hombres eran más propensos a ser arres-
tados por desorden y delitos violentos, y las mujeres por robo y allanamiento
de morada.
Uno de los aspectos más interesantes del uso de estas tecnologías de
uso de grandes cantidades de datos fue que el periodismo fue capaz no solo
de refutar, sino incluso de explicar cómo los distintos rumores nacen, crecen,
se reproducen y mueren. En gráficos interactivos obtenidos a través del
análisis de los tuits y de la localización geográfica de quien los emite, se
pudo observar cómo se extiende un rumor –como que los manifestantes
atacaron el zoo de Londres o un hospital infantil de Birmingham– hasta
que este es confirmado o denegado.
93
Figura 5.2. Visualización de cómo los rumores se extienden vía Twitter
(fuente: The Guardian)
94
los autores señala: “Deseo recordar a la gente, una vez más, que la teoría fun-
damentada clásica es simplemente un conjunto de hipótesis conceptuales
integradas sistemáticamente y generadas para producir una teoría inductiva
sobre un área sustantiva” (Glaser y Holdon, 2004: 3).
El uso de la teoría fundamentada es solo una propuesta más, pero hay
que tener en cuenta que ha sido muy cuestionada, entre otros problemas,
por su “candor epistemológico”, su “chapucera recogida muestral”, su “cues-
tionable justificación de las muestras pequeñas” o por la “producción de
categorías trilladas” (Bryant y Charmaz, 2007).
Es decir, tiene detractores y es muy fácil que induzca al error. Hay que
aplicarla con cuidado; sin embargo, es una manera de obtener una narrativa
–o un titular– cuando solo tenemos millones de datos, pero no hay explica-
ción para ellos. Se suele usar en sociología, más que en comunicación; sin
embargo, cada vez es más aplicada en la investigación del periodismo digital
(Siapera y Veglis, 2012: 10-11).
Según sus defensores, el investigador (o periodista) que hace uso de la
teoría fundamentada para estudiar un fenómeno no tiene las restricciones
derivadas de una metodología cuantitativa porque este procedimiento esti-
mula la “imaginación y la creatividad” encauzadas de manera rigurosa y
sistemática (Soler y Fernández, 2010: 208). Otros autores afirman que en
los análisis basados en la teoría fundamentada “el investigador es una figura
clave en el proceso de interpretación de los datos mediante un procedimiento
que aglutina habilidad artística y sistematización científica” (Abela, Gar-
cía-Nieto y Pérez, 2007: 55).
Los pasos para aplicar esta teoría a un fenómeno del que podamos obte-
ner datos son los siguientes:
95
“memos” (ideas teóricas que se anotan de forma separada a las
notas de campo). Los memos nos darán las pautas para encontrar
categorías, conceptos e, incluso, hipótesis de trabajo.
3. Codificación o categorización: es el proceso de nombrar o etiquetar
las cosas, las categorías y las propiedades. Se comienza con una
codificación abierta, que es el análisis involucrado en identificar,
nombrar, categorizar y describir los fenómenos encontrados. Des-
pués viene la codificación axial, que es el proceso de relacionar códi-
gos (categorías y propiedades) a través de combinaciones inductivas
y deductivas. Y, por último, la codificación selectiva, donde se reducen
las categorías iniciales y se busca la variable de núcleo o categoría
central, que es la que establece el paradigma o explicación de qué
quieren decir esos datos.
96
era la verdadera. Los disturbios urbanos de la década de 1960 en Estados
Unidos eran la consecuencia lógica de la vergonzosa historia de la esclavitud
estadounidense y contaba con puntos de referencias muy claros: la procla-
mación de la emancipación de los esclavos en 1863, la aprobación en 1896 de
la segregación racial –desde colegios hasta autobuses o baños públicos–, la
revisión de esa decisión en 1954 y el empuje de los presidentes Kennedy y
Johnson de la Ley de Derechos Civiles de 1964. Todo ello había producido
en 1967 mucha sociología teórica sobre los cambios sociales en los afroa-
mericanos. Es cierto que ninguna teoría sociológica predijo disturbios espe-
cíficos, pero sí ofreció pistas concretas donde encontrar una narrativa que
explicara los hechos.
Sin embargo, en Inglaterra las cosas son diferentes. Se necesitará mucho
tiempo para determinar si lo de 2011 fue un episodio aislado o si forma
parte de un patrón de agitación a largo plazo. Como recuerda Meyer, cuando
la información era escasa –en los años 60–, el periodismo se contentó con
trabajar al modo de cazadores-recolectores: se buscaban eventos que obser-
var y el periodista se los “contaba” al público. A veces, incluso, se los con-
textualizaba. Pero ahora es muy distinto: disponemos de un flujo intermi-
nable e inmenso de datos de tal magnitud que la biología del cerebro
humano no puede asimilarlos, y menos valorarlos. Y, en este contexto, la
necesidad de explicaciones es fundamental, de ahí que echemos mano a la
única herramienta que, de momento, nos puede aportar algo: la teoría fun-
damentada. Sobre todo, es útil por su capacidad de diseñar o construir his-
torias que expliquen datos. Los científicos sociales llaman a estas construc-
ciones teorías y los periodistas las llamamos narrativas. Pero ambos colectivos
reconocen la necesidad de algún tipo de narración de historias –storyte-
lling– para dar sentido a los excedentes de datos.
Como se ha mencionado, en el Detroit de 1967 había tres narrativas
previas. Según la “teoría de los descamisados”, los disturbios fueron causados
por la desesperación de las clases socioeconómicas bajas que veían que el
sistema no les dejaba avanzar. De acuerdo con la “teoría de la asimilación”,
la población negra de Detroit –al norte– incluía a una gran proporción de
afroamericanos que habían nacido y se habían criado en el sur rural y no
se adaptaban al norte industrial urbano; su frustración podría explicar el
97
motín. El gran logro de un periodista como Meyer fue que no preguntó a
sociólogos que le expusieran una narrativa, sino que él mismo diseñó una
encuesta y refutó ambas teorías: en primer lugar, los manifestantes y los no
manifestantes no se diferenciaban por niveles educativos o por ingresos, así
que la primera narrativa no se sostenía; por otro lado, de cada cuatro par-
ticipantes en los disturbios, tres eran personas nacidas y criadas en el norte
urbano e industrial, lo cual descartó la segunda teoría.
Por tanto, solo quedó en pie la tercera teoría/narrativa, la del psicólogo
Nathan Caplan, de la Universidad de Michigan: la frustración es más fuerte
cuanto más cerca estás de llegar a la meta deseada, pero al final no lo con-
sigues. Y, sobre todo, la percepción de ver cómo otros avanzan y tú te estan-
cas produce ira, un estado emocional muy proclive para mover a la acción.
Esta hipótesis estaba respaldada por una investigación previa realizada por
el sociólogo Samuel Stouffer, quien había estudiado la moral –en términos
de autoestima o frustración– en las tropas del ejército estadounidense duran-
te la II Guerra Mundial. Observó que en aquellas unidades donde se pro-
mocionaba de forma más frecuente, los que no promocionaban quedaban
devastados y muy frustrados: cada promoción de un compañero era un
recordatorio del fracaso personal de los que no promocionaban. Sin embar-
go, la moral de la tropa era mucho más alta en aquellas unidades donde
apenas se promocionaba.
Meyer considera que su éxito como periodista, al descartar las dos pri-
meras teorías sociológicas, no radicó en el uso de los incipientes ordenadores
–en 1967 los ordenadores centrales de Harvard tenían menos capacidad
que un móvil actual–, sino en aplicar el método científico a la explicación
y presentación de los hechos. Es decir, el cambio actual no está en el uso de
los ordenadores –Meyer los empleó y, obviamente, The Guardian también
los ha utilizado–, sino en la aplicación que hizo dicho periódico de la teoría
fundamentada para construir un relato periodístico. El caso de Reading The
Riots de The Guardian ha sido el primer ejemplo en la historia del perio-
dismo de una aplicación periodística de la teoría fundamentada. Tal y como
sostiene Meyer, al igual que sucedió con su forma de trabajar en Detroit,
la contribución histórica de The Guardian está en el método, no en la maqui-
naria. Los científicos sociales tienden a dividirse en dos bandos: cualitativos
98
y cuantitativos. Unos exploran, los otros confirman. Pero los periodistas tie-
nen que emular a ambos. The Guardian y la London School of Economics
han sentado las bases de algo que puede ser verdaderamente potente para
el futuro de la profesión periodística: el uso de la teoría fundamentada en
el diseño de narrativas. Sobre todo, puede ser una herramienta potente para
consolidar el periodismo de datos.
99
En el caso de www.chicagocrime.org, Holovaty creó un programa infor-
mático que se nutre de forma automática de la actualización del sitio web
del Departamento de la Policía de Chicago. El programa informático recopila
la actualización de la web de la policía y guarda diariamente todas las denun-
cias en una base de datos. De esta forma, se pueden crear gráficos de ten-
dencias temporales sobre los crímenes.
100
que nos interesan, solo hay que automatizar el proceso de filtrado. Asimismo,
se puede elaborar un algoritmo que interprete qué hechos de una noticia son
más importantes, de forma que se jerarquicen los crímenes, si hay varios. Igual-
mente, se debe diseñar cómo se navega por la web: el tipo de delitos con Google
Maps o si los ciudadanos pueden interactuar aportando información.
En el caso de www.chicagocrime.org, su fundador, Holovaty, explica
que es necesario reflexionar desde cómo mostrar los crímenes hasta qué
debe ocurrir en la pantalla cuando las coordenadas longitud/latitud del cri-
men no están disponibles. Aunque chicagocrime.org funciona como un ejem-
plo de una página web completamente automatizada, Holovaty advierte de
que a menudo no es posible automatizar todo un proyecto. Sin embargo,
aconseja utilizar la automatización al máximo nivel que sea posible.
101
5.3.2. Periodismo de datos en el periodismo de investigación
102
Otra forma muy interesante de usar el periodismo de datos es aclaratorio
e informativo. Por ejemplo, este caso en los presupuestos del Estado en
Gran Bretaña. Podemos hacerlo como en España, donde los periódicos solo
recogen los vacuos discursos, insultos y declaraciones preparadas y enlatadas
de los líderes políticos; o intentar hacer el periodismo anglosajón, en el que
visualizan en qué se gastará el dinero de los contribuyentes. De esta manera,
es el ciudadano el que decidirá si se ha hecho bien o no en función de los
datos, pero jamás en función de declaraciones de líderes políticos.
103
reflexión teórica sobre este tipo de periodismo. Para The Guardian, los datos
a veces son la fuente para contar una historia y en otras, una herramienta.
104
Este es un típico gráfico de Gapminder: en este caso, la edad del primer
matrimonio frente a los hijos por mujer. Observamos cómo en Europa la
edad de matrimonio es mayor y el número de hijos, menor. En África es al
contrario. Todo ello puede verse con gráficos interactivos a través de los
años y los países.
105
boran entre ellos para obtener historias de periodismo de contrapoder que
vigile a los gobiernos y las organizaciones.
Fundada en 1997 por el respetado periodista estadounidense Chuck
Lewis, el ICIJ se inició como un proyecto del Centro para la Integridad
Pública (Center for Public Integrity) con el objeto de extender el estilo de
periodismo de “perro guardián” de este último centro. El ICIJ se centra en
cuestiones que traspasan las fronteras nacionales: la delincuencia transfron-
teriza, la corrupción y la rendición de cuentas del poder.
106
Su fundación se basa en la necesidad de ejercer un periodismo diferente
e independiente en un mundo globalizado en el que han aumentado las pre-
siones de industrias contaminantes, de redes del crimen transnacional o
figuras muy poderosas de los negocios o de los gobiernos contra los que el
periodismo tradicional tiene muchas dificultades para luchar y obtener la
verdad. Se financian con filántropos o con crowdfunding. En muchas oca-
siones la financiación se solicita para un reportaje concreto y, cuando se
obtiene, se lleva a cabo la investigación y la redacción.
Según la información de su web –icij.org– acometen muchos tipos de
proyectos: desde pequeñas investigaciones que se pueden plantear entre
dos o tres periodistas, hasta propuestas muy complejas en las que pueden
participar hasta cien periodistas de distintos países repartidos por todo el
mundo. La sede está en Washington DC y allí los editores recogen toda la
información y producen desde reportajes tradicionales hasta visualizaciones
multimedias. Muchas veces esta información es recogida por los medios tra-
dicionales.
107
Han publicado casos muy sonados que van desde la descripción del con-
trabando de las multinacionales tabacaleras, hasta cómo funcionan las mafias
del crimen organizado en los diferentes países, las cuentas suizas de los polí-
ticos y empresarios de todo el mundo, los carteles privados militares y sus
oscuros negocios con los gobiernos, cómo funcionan los grupos de presión
contra el cambio climático o detalles ignorados sobre los contratos de guerra
en las invasiones de Iraq y Afganistán.
108
Figura 5.9. Proyecto ¿Dónde van mis impuestos?
(fuente: Fundación Civio)
109
5.4. Qué es y cómo funciona el periodismo de datos
110
les hagamos nuevas preguntas a las computadoras y que relacionemos
nuevas cuestiones.
Antes los datos y las estadísticas pertenecían a unas pocas instituciones que
los custodiaban con celo. Ahora son de dominio público –aunque solo en
los países verdaderamente democráticos– y cualquiera que tenga una pro-
grama de cálculo en su portátil o teléfono móvil puede hace uso de esos
datos y obtener información de ellos. Por supuesto que podemos equivo-
carnos, pero la filosofía de la inteligencia colectiva de la Red nos brinda la
oportunidad de buscar colaboradores para que nos ayuden. Antes el trabajo
era solitario, ahora es colectivo. Desde luego, existen ejemplos de malos
usos periodísticos de los datos estadísticos, pero también magníficas infor-
maciones en sitios que se toman el periodismo de datos como algo verda-
deramente serio. Algunos prestigiosos medios tradicionales están apostando
por este tipo de periodismo: algunas veces se unen para abordar un tema
complejo, como la fuga de capitales que afecta a varios países. Pero el perio-
dismo de datos es también muy relevante en medios emergentes e indepen-
dientes basados en un periodismo colaborativo. Entre estos, destacan: Pro-
Publica, Where Does My Money Go? y la Fundación Sunlight.
En los medios tradicionales, los periodistas de datos integran las mesas
de redacción y acuden a las reuniones provistos de temas, para debatir sobre
cuáles son las noticias de las que hay que informar. A partir de ahí, se buscan
datos para dar otros enfoques a esos asuntos.
Buscar el dato correcto es igual de difícil que localizar la mejor fuente para
ser entrevistada para nuestro reportaje. Las pautas profesionales no cambian.
El periodista tradicional siempre debe recelar de declaraciones y fuentes
111
interesadas que se le ofrecen desde los gabinetes de comunicación. Lo mismo
sucede con los datos: hay que contrastar quién los ha elaborado, bajo qué
metodología y, sobre todo, si la información que se extrae de ellos es válida.
Para los países latinos, donde los gobiernos suelen tergiversar mucha infor-
mación –“cocinar los datos con intencionalidad política”–, resulta muy útil
acudir a los datos que sobre esos países publican los organismos interna-
cionales y cuyo acceso hoy en día es abierto.
112
distas cohabitan constantemente entre los resortes del poder –parlamentos,
gobiernos, etc.– esperando que una fuente les filtre algo. No. El periodismo
de datos es pesado y muy rutinario: el 80% del tiempo lo pasamos refor-
mateando archivos PDF o transformando conjuntos de datos en hojas de
cálculo. El periodista de datos es el puente entre los que generan millones
de datos y la opinión pública, que no tiene tiempo de filtrarlos, pero tiene
derecho a saber qué cuentan esos datos, cuya obtención muchas veces ha
financiado.
113
tivos– si el diseño de visualización se elabora ad hoc para una noticia con-
creta. Es decir, no tiene punto de comparación si la visualización la elaboran
periodistas humanos que entienden de qué van los problemas concretos
que quieren visualizar, porque tienen en mente la historia que contar, que
si los datos se meten en una máquina con una algoritmo estándar.
5.4.8. No hay que ser ingeniero informático sino, sobre todo, periodista
5.4.9. La misión del periodismo de datos sigue siendo contar una historia
114
5.5. Pasos por seguir en el ejercicio del periodismo de datos
A) Obtención de datos
115
la tradicional opacidad de la Administración. Las elites políticas y económicas
también aprueban leyes para que los datos bancarios sean secretos. Son for-
mas de que la corrupción quede impune. En Estados Unidos llevan décadas
de publicidad de sus datos: la Freedom of Information Act fue aprobada en
1966 por el presidente Lyndon Johnson: esa ley obliga a todas las oficinas
de la Administración estadounidense a hacer públicas todas las bases de
datos existentes (que en EE. UU. son numerosísimas: desde los contribuyentes
a Hacienda hasta las notas medias de las diferentes asignaturas en los cole-
gios). En EE. UU. se asume que ningún interés privado puede ser superior
a la necesidad de supervisar y descubrir información de interés público.
Desde los años 80, con el inicio de los ordenadores, era muy frecuente que
los periódicos estadounidenses dispusieran de archivos completos de datos
que iban desde, por ejemplo, la lista de los permisos de conducir de cada
Estado a las listas de contribuyentes y su renta. Es muy habitual que la prensa
publique cada año la lista de los mayores contribuyentes a Hacienda de cada
pueblo (si es un periódico local) o Estado (si es regional), algo impensable
en España y que alimenta la corrupción en este país.
B) Compilación de datos
116
C) Limpieza de los datos
D) Análisis
E) Verificación de la información
No se trata solo de verificar la fuente que elabora los datos, sino, sobre
todo, los datos en sí mismos. Uno de los libros más vendidos sobre estadística
no fue escrito por un estadístico, sino por un periodista, Darrel Huff, quien
señaló que si quieres demostrar algo absurdo, toma un montón de datos,
tortúralos hasta que digan lo que quieres demostrar y a la confesión así
117
obtenida llámala “estadística”. Su libro Cómo mentir con las estadísticas fue
publicado en 1954 y es de lectura casi obligada para los periodistas, porque
demuestra que es muy fácil usar los números para inducir el sensacionalismo.
Es cierto que muchos de sus ejemplos ya están antiguos, pero sus precau-
ciones no solo son intemporales, sino que recobran relevancia con el aluvión
de datos que nos proporciona la tecnología digital.
F) Cum hoc ergo propter hoc (del latín ‘por tanto, a causa de esto’)
Una de las falacias más comunes que pueden darse –no solo en perio-
dismo, sino en todos los aspectos de la vida– es inferir que dos eventos están
relacionados porque se dan juntos. Desde los inicios del pensamiento occi-
dental, grandes filósofos como Aristóteles, Hume o Kant nos han prevenido
de que “la correlación no implica causalidad”. La tentación de unir datos
y, motu proprio, sacar causas –es decir, obtener un buen titular– puede ser
muy peligrosa si lo que queremos es hallar la verdad, objetivo último del
periodismo. Por ejemplo, en la Edad Media se observó que la gente muy
enferma –con bastante fiebre– no tenía piojos. Y se infirió que los piojos
eran buenos para la salud. En realidad, sucede lo contrario: los piojos trans-
miten muchas enfermedades, pero cuando el organismo está tan debilitado
que aparece la fiebre los piojos saltan a otro cuerpo, porque no soportan
las temperaturas altas. Existen muchos casos de esta “lógica perversa”, no
solo en periodismo, sino en ciencia (o mejor dicho, en pseudociencia, pero
muy difundida por los medios): desde estudios que “afirmaban” que los
niños con pies grandes eran mejores en matemáticas hasta los que señalaban
que los fumadores ligaban más.
G) Visualización narrativa
118
con las cuales hacer los datos visualmente atractivos. El infografista Alberto
Cairo considera que la visualización de la información no es un sinónimo
de infografía y la sitúa como una parte importante del diseño de información,
que se ocupa “de la presentación diagramática de datos, de su transformación
visual en información, para facilitar su comprensión, y bebe de las artes y
técnicas de la comunicación gráfica” (Cairo, 2008: 27, 28-29).
José Manuel de Pablos, catedrático de Periodismo, introduce el concepto
de “infoperiodismo” (él se refiere a la prensa) y señala que “su base es la
infografía, pero no se queda ahí, pues implica una manera de trabajar que
potencia este renacido género visual impreso, con la ayuda de periodistas
provistos de la suficiente cultura visual para saber en cada momento qué
es lo más infográficamente conveniente” (De Pablos, 1999: 43). De Pablos
subraya el sentido periodístico o informativo del género y lo compara con
otras artes visuales como la televisión o la fotografía: “no toda la televisión
ni toda la fotografía son periodísticas” (De Pablos, 1999: 43).
Un estudio sobre la prensa española durante 2008 y 2009 concluye, res-
pecto a las infografías, que la inmensa mayoría de los contenidos giran en
torno a las estadísticas y las localizaciones geográficas, sin posibilidades de
fotografiar, por lo que la visualización de los mensajes queda también cons-
treñida a diagramas y mapas, como estructuras que plantean menos difi-
cultades de elaboración y que se acomodan en cualquier hueco (Otero
López, López García y González Veira, 2012). El estudio añade que la
narración gráfica, como elemento informativo consistente, tiene más for-
taleza cuando los acontecimientos de la actualidad se mueven en el ámbito
de las catástrofes o sucesos, cuyas consecuencias son extremas para los
seres humanos.
En cualquier caso, en el ámbito digital, la visualización de información
es cada día más relevante. Es todo un arte y, normalmente, son titulados
en Bellas Artes o Diseño Gráfico los que se encargan de estas visualiza-
ciones. Sin embargo, lo visualmente atractivo no tiene por qué ser verdadero,
y aquí está, otra vez, el oficio periodístico. Por ello es tan importante que
las visualizaciones de informaciones periodísticas sean elaboradas por
periodistas. Desde Parménides y, sobre todo, desde Platón sabemos que
los sentidos humanos son falibles; en especial, el de la vista. La Ilustración
119
se encargó de demostrar que los sentidos nos engañan: la pintura –una de
las cumbres del arte humano– utiliza la perspectiva para engañar burda-
mente al ojo y hacerle creer que ve tres dimensiones, cuando se trata de
un lienzo, que solo tiene dos.
120
ni de lo más artístico, sino de datos matemáticos y de una posterior “repre-
sentación” más visual.
Sin embargo, la visualización de Copérnico no es enteramente real:
los planetas no describen órbitas circulares alrededor del Sol, sino elíp-
ticas, como demostró Kepler tras diez años de observaciones y recopi-
lación de datos numéricos de la trayectoria de Marte. El círculo es más
artístico y conceptualmente más puro que una elipse (quizá por ello la
representación de Kepler es menos conocida que la de Copérnico). Pero
la ciencia y el periodismo tienen el mismo objetivo: obtener la verdad
y hacerla pública. Es decir, la obligación del periodista no es la del artis-
ta. El periodista debe obtener primero, y por encima de todo, la verdad
y, después, una visualización adecuada. No al contrario: atraer audiencias
con visualizaciones atractivas que no describen la verdad o la enmas-
caran.
121
7. Describe la figura del fact-checker. ¿Crees que es importante para
el periodismo? Argumenta tu respuesta. ¿Crees que existe en tu
país?
8. Explica las funciones del Consorcio Internacional de Periodistas
de Investigación y describe algunos de los reportajes que ha publi-
cado. ¿Crees que ese es el futuro de la profesión periodística?
9. Escribe un reportaje sobre el proyecto España en llamas de la fun-
dación Civio. ¿Por qué empezó el proyecto? ¿Quiénes forman parte
de él? ¿Qué conclusiones han sacado? ¿Qué trabas han tenido por
parte de las autoridades españolas? ¿Por qué han podido disponer
de los datos en abierto de los incendios? ¿Qué te parece su sistema
de visualización?
10. ¿Qué significa la expresión Cum hoc ergo propter hoc y por qué se
aplica al periodismo de datos? Puedes argumentar ejemplos, además
de los descritos en este libro, que avalen ese fenómeno.
11. Analogías y diferencias entre la infografía clásica de la prensa y la
visualización narrativa en el periodismo de datos contemporáneo.
122
6
Modelos periodísticos
emergentes
en la sociedad red
Juan José Tamayo
123
gés, Sabater y De Mateo, 2009). Es decir, la empresa periodística es una
industria que debe ser un servicio público que tutela un derecho como es
el acceso a información veraz. Esta especificidad configura esta industria
tanto desde la gestión de la empresa (Lavine y Wackman, 1992; Albarran,
1996; Nieto e Iglesia, 2000; Aguado, Galán, Fernández-Beaumont y García,
2008), como desde la economía de medios (Alexander, Owners, Carveth,
Hollifield y Grego, 2004; Doyle, 2003; Doyle y Frith, 2004). Es decir, debe
coexistir el valor social del producto con su posibilidad de ser monetizado.
Si esto no se produce, es decir, si la empresa no tiene beneficios, los perio-
distas no podrán percibir un salario. Ello no implica que desaparezca el
periodismo (publicación de información veraz y con relevancia para la socie-
dad), pero sí la profesión de periodista (alguien que podía vivir de buscar
y publicar ese tipo de información). En este último capítulo se abordará el
estado de la cuestión.
Se trata de la fotografía en el momento de publicar este libro. Obvia-
mente, en unos años será diferente. Pero el diferencial entre la situación de
2015 y el de unos años posteriores también será muy ilustrativo para los
estudiantes. Por otro lado, alguien podrá argumentar que la situación empre-
sarial o los modelos empresariales no es periodismo. Nada más lejos de la
realidad. Las facultades de Periodismo no solo deben aspirar a formar repor-
teros, sino a los gestores y directores de los medios de comunicación; asi-
mismo, de sus aulas deben salir los ideólogos de los medios del futuro, de
ahí la pertinencia de este capítulo, que no es estrictamente profesional –
como los anteriores–, sino intelectual: sobre el estado de la profesión en la
sociedad red. Con sus luces y sombras, que, necesariamente, deben ser ana-
lizadas en una materia como el periodismo y la sociedad red.
124
se ha argumentado desde una perspectiva economicista o empresarial o,
incluso, laboral; pero no existe tal crisis desde el punto de vista de la impor-
tancia de los medios, tanto política como cultural (Luengo, 2014). El discurso
periodístico es un pilar fundamental en la articulación del discurso demo-
crático en sentido amplio y es necesario para construir una esfera civil con
independencia del poder (Alexander, 2006).
La narrativa que ofrecen los periodistas sigue siendo esencial para com-
prender el mundo contemporáneo y para propiciar que este funcione correc-
tamente en términos de libertad o de derechos sociales y civiles. Si no existe
un discurso periodístico potente, el poder estrangulará a la sociedad. Y no
siempre tienen que ir de la mano empresa periodística poderosa con discurso
periodístico influyente.
En este apartado se analizará la “crisis” desde el punto de vista empre-
sarial o laboral, pero, obviamente, ello no implica que cada día no sea más
poderosa la narrativa que ofrece el periodismo ni que esta no sea muy nece-
saria para comprender la compleja realidad.
En los países occidentales el periodismo se desangra como profesión tra-
dicional. Esto no ocurre en países asiáticos, donde la prensa de papel, por
ejemplo, cada día tiene más lectores y contrata a más periodistas. Pero en
Occidente –y, sobre todo, en Europa, con el Plan Bolonia– becarios gratuitos
suministrados por universidades sustituyen a trabajadores, en un intento
empresarial de disminuir pérdidas. Pese a que en el curso 2011/2012 había en
España 19.000 estudiantes de Periodismo, en un solo año, 2012, el Observatorio
de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) reflejó
que hubo 3.923 despidos de periodistas y 71 medios cerrados (sin contar los
925 de Telemadrid y los de Abc Punto Radio, cuyos despidos aún se tramitaban
en los tribunales y que finalmente perdieron sus reclamaciones). En 2012,
entre otros, se produjeron más de 600 despidos en el grupo insignia de la
comunicación en España, el grupo Prisa (incluyendo la radio y la televisión)
y 256 en el segundo grupo en importancia, Unidad Editorial. El diario Público,
que cerró su edición en papel, despidió a 134 periodistas. También afectó a
los gratuitos: 34 despidos en 20 Minutos, 60 en ADN (que cerró) y 32 en Qué
(desaparecido). Y a los grupos regionales: 75 en el Grupo Joly, 134 en el grupo
de revistas GyJ, 18 en El Periódico de Extremadura, 49 en El Punt-Avui, 55
125
en La Voz de Asturias (que cerró); 40 en el grupo El Día (que cerró cuatro
cabeceras) y 30 en Diario de Jerez (que cerró) y Diario de Cádiz. Desde el
año 2008 a 2012, habían perdido su empleo casi 10.000 trabajadores de medios
de comunicación en España y habían cerrado 197 medios.
En los medios públicos, como en la Agencia EFE, hubo cientos de bajas
incentivadas y un recorte del 50% del salario. También en las televisiones
públicas: Radio Televisión Valenciana expulsó a más de 1.000 trabajadores
–y en noviembre de 2013 despidió a los que quedaron (unos 500), al cerrar
definitivamente el canal–; Televisión de Murcia prescindió de 250; la de
Baleares –IB3–, de 64; Televisión de Mallorca cerró, echando a 117 personas,
y la Televisión de Castilla y León despidió a 17 trabajadores.
Pero no es un fenómeno español ni nuevo. Desde 2009 vimos cómo un
medio emblemático del periodismo mundial como The New York Times perdía
la batalla por los lectores y la publicidad, lo que provocó pérdidas del 16.9%
de ingresos. En el tercer trimestre de 2009 perdió 35,6 millones de dólares,
respecto al periodo anterior. Esta sangría económica ha propiciado una de
las peores noticias para el periodismo tradicional: una política de bajas incen-
tivadas de los periodistas del Times (un centenar en 2009) y una reducción
del 5% del sueldo a los que se quedaron en plantilla. Eliminar periodistas no
parece una buena estrategia para un diario como The New York Times, porque,
obviamente, mermará su calidad, que es la forma en la que puede diferenciarse
de los gratuitos o de Internet. Lo mismo que aconteció con The New York
Times sucede con otros periódicos emblemáticos como USA Today (caída
del 17%), Los Angeles Times o The Washington Post.
El 31 de diciembre de 2012 se publicó el último ejemplar en papel de
la revista Newsweek, tras más de ochenta años de existencia. Muchos lo vie-
ron como un ejemplo más de que la prensa de papel se iba muriendo poco
a poco. Sin embargo, en marzo de 2014, con la exclusiva de haber descubierto
–en su opinión– al responsable de crear los bitcoins (la moneda virtual),
Newsweek regresó a los quioscos con una edición en papel de 70.000 ejem-
plares, lejos de sus días gloriosos, cuando vendía 3.3 millones de ejemplares.
Pero lo relevante fue que regresó al papel. Es decir, este formato no solo
no puede darse por muerto, sino que ofrece una interesante sinergia con lo
digital, y este fenómeno no hay que perderlo de vista.
126
6.2. Modelo del periodismo tradicional
Existen, como se verá en este capítulo, varios modelos que no solo están
sorteando la crisis digital, sino que la están aprovechando para consolidarse.
Comenzaremos este recorrido por modelos del periodismo tradicional. Es
decir, aquellos medios que, en lugar de perder lectores –y dinero–, los han
ganado. Pero, sobre todo, además de conseguir lectores e ingresos, se con-
solidan como líderes en influencia cultural y de pensamiento.
127
Figura 6.1. Distintas portadas de The Economist
128
modelo interesante de colaboración entre medios tradicionales y buscadores
que hay que explorar más a fondo.
129
En 2015 aún se seguía editando en papel. Su web está consiguiendo
un éxito relativo, sobre todo si se mide considerando que tiene más visitas
que la de su gran competidora, The New Yorker. Pero el “éxito” se basa
en sustituir a periodistas tradicionales y reportajes periodísticos por infor-
mación más barata, como blogs y artículos de opinión de, por ejemplo, el
premio nobel de economía, Joseph Stiglitz; o de políticos profesionales
contradictorios –que generan polémica y, por tanto, visitas en la web–,
como Christopher Hitchens (defensor acérrimo de la invasión de Irak,
pero ateo declarado) o Andrew Sullivan (republicano, liberal en economía,
seropositivo, homosexual y católico). Todo ello quedaba muy lejos de
aquellos reportajes escritos con maestría literaria y que, por ejemplo, ayu-
daron a eliminar la esclavitud de los Estados Unidos. Sin embargo, poco
a poco está volviendo a ellos, curiosamente, para captar lectores más jóve-
nes. Trata con mucha profundidad los cambios de nuestra actual sociedad.
En un interesante mano a mano en Washington entre el magnate del
viejo periodismo, Rupert Murdoch –propietario de The Times y The Wall
Street Journal–, y la emergente Arianna Huffington –fundadora de The Huf-
fington Post– solo se pusieron de acuerdo en una cosa: el periodismo en
Internet únicamente puede sobrevivir si el público está dispuesto a pagar
por esa información. “El modelo publicitario como soporte del periodismo
ha muerto”, sentenció Murdoch. Pero detectan que el público solo está dis-
puesto a pagar por información muy especializada y muy bien explicada y
contextualizada (Killian, 2009).
130
No obstante, Meyer es optimista: piensa que, ciertamente, los periódicos
del futuro no obtendrán los beneficios y audiencias de las que se han bene-
ficiado hasta ahora, puesto que ambos (sobre todo las audiencias) se están
yendo a Internet. Su futuro pasaría por seleccionar la información y dotarla
de un contenido analítico y explicativo, de manera que puedan informar a
las elites intelectuales y económicas. Y esas elites son muy importantes. Por
tanto, argumenta Meyer, ahí hay negocio.
A) The Conversation
131
publicidad tradicional o a intereses comerciales de mercado. El fundador
y dueño de The Conversation es Andrew Jaspan, con una trayectoria con-
solidada como director de varios periódicos tradicionales (entre ellos, The
Observer). Stephen Kahn era el director en 2014 y también provenía de la
prensa tradicional: había sido subdirector de noticias del The Guardian.
132
Week y Huffington Post. Uno de los editores, Stephen Khan, señaló a Press
Gazette que “hay margen para seguir creciendo”. Y añadió: “Se siente el
despegue. Muchos académicos están contentos por haber conseguido llegar
a un número de lectores como jamás antes lo habían hecho”.
B) Le Monde Diplomatique
133
de sus colaboradores son analistas políticos, económicos o científicos per-
tenecientes, sobre todo, a las elites de intelectuales o son profesores de uni-
versidad. Es decir, es una especie de The Conversation, aunque en papel y
con una línea ideológica clara. Pero la mayoría de sus artículos no están
escritos por profesionales que vivan exclusivamente del sueldo de Le Monde
Diplomatique –como sí sucede con The Economist o con otros medios tra-
dicionales–, sino que son colaboraciones puntuales.
C) Die Zeit
134
¿Cuál es la fórmula? No cacarear la actualidad que durante los días pre-
vios ya ha dicho Internet. Alejarse del ensordecedor torrente de titulares.
Die Zeit se abstrae y profundiza en asuntos como solo los filósofos, los abo-
gados, los escritores o los científicos saben hacer. Según su director, el número
de más éxito de 2010 fue Das Rätsel Autorität (El País, 31-10-2010. Suple-
mento Domingo: 8), un debate académico –o, en palabras de Di Lorenzo,
“una investigación político filosófica”– sobre lo que significa la autoridad.
Que ese número sea el más vendido nos da pistas interesantes de por dónde
irá el futuro. Como curiosidad, el editor de Die Zeit desde 1983 es el político
y economista alemán Helmut Schmidt, quien ocupó la cancillería de su país
–como líder del Partido Socialdemócrata (SPD) en Alemania Occidental–
desde 1974 a 1982.
135
También la televisión tendrá que cambiar radicalmente de modelo. Tuvo
un gran poder en Occidente de los años 60 a los 90, pero ahora, con Internet,
no tiene sentido el noticiero de la tarde o de la noche. La opinión pública
consulta constantemente sus portátiles o, más importante aún, sus móviles.
Ya no acepta una programación cerrada. El periodismo en televisión ha
derivado en “infoentretenimiento” como palanca para atraer audiencias,
sobre todo de nivel cultural bajo (Elías, 2004). Pero eso será el fin de su
influencia. También hay webs muy visitadas con noticias muy superficiales,
sobre todo, de contenido sexual. Tienen audiencia, pero no influencia.
Una elite influyente sí precisa y valora la información contextualizada
cuyos responsables tengan un dominio universitario muy importante de la
disciplina (ciencia, economía, política, derecho, etc.) de la que informan,
que es lo que les otorga el marchamo de “calidad” y la garantía de “marca”
tan importante para ser seleccionado en Internet de entre los cientos de
millones de webs.
136
Eso no sucede en Internet, donde solo se va a los portales específicos.
Incluso las webs generalistas no jerarquizan las noticias en función de su
importancia, sino en orden cronológico inverso: lo más reciente es lo más
importante. Las audiencias se fragmentan en Internet y en la televisión digi-
tal, y eso también implica una especialización. Pero también en sentido con-
trario: solo una elite intelectual es capaz de hacer el esfuerzo (económico
y mental) de leer aquello que necesita pero que, en principio, no le interesa
a priori. Con todo, esa nueva información (que parece que será en papel y
dirigido a las elites influyentes) no se sabe aún si dejará de estar en manos
de los profesionales del periodismo y volverá a los técnicos, los filósofos,
los escritores, los científicos y, en general, los académicos. Sobre todo a aque-
llos que saben escribir bien sus pensamientos y resultados. La conclusión
más obvia es que será una mezcla de ambos.
137
de los periódicos tradicionales. La gran paradoja de la Red, respecto a la prensa
tradicional, puede observarse en el exquisito y progresista diario británico The
Guardian. Desde 2005 hasta 2012 su difusión en papel se redujo un 46% (ape-
nas 217.000 ejemplares en marzo de 2012). Pero en 2012 su audiencia en Inter-
net alcanzaba la escalofriante cifra de 67 millones de visitantes únicos (solo
en EE. UU. tenía 20 millones de visitantes, y en 2013 se consideraba ya la refe-
rencia de la prensa progresista). Sin embargo, no puede convertir ese potencial
en dinero. Muere de éxito: cada día pierde 126.000 euros (Bahón, 2012).
Eso desquicia a las empresas periodísticas tradicionales. Si ocultan la
información y solo se accede a ella mediante pago –como hacen The New
York Times desde 2012 y, un año antes, The Wall Street Journal– se baja enor-
memente la cantidad de lectores (y los ingresos obtenidos aún no llegan a
compensar el descenso de la publicidad en papel). El experimento del porous
paywall (‘muro de pago poroso’), que deja algunas informaciones libres,
pero intenta captar al lector para que pague por otras, aún está en fase expe-
rimental. Los primeros indicios demuestran que no sirve para todos los
medios. No es lo mismo la prensa económica de ámbito mundial o los medios
con audiencias de idiomas que hablan poblaciones con altos niveles cultu-
rales y económicos –el inglés o el alemán– que, por ejemplo, el español. No
obstante, con sus 500 millones de hablantes los medios en español pueden
ver el vaso medio lleno. El problema lo tendrán los idiomas no tan globales
–italiano, danés, catalán, polaco, etc.– y la información local.
138
Por otra parte, la opinión pública con cultura digital cree que la infor-
mación en la Red debe ser gratuita y de libre acceso. Es uno de sus principios
fundacionales. De hecho, el director de The Guardian, Alan Rusbridger, es
un héroe en la Red por su defensa del Open Journalism y su negativa a que
The Guardian vete los contenidos a quien no pueda pagarlos. En su opinión,
en la Red el periódico debe ser libre, pues con esa máxima nació Internet.
El dilema es que Rusbridger vive en Gran Bretaña, donde existe un sistema
capitalista de mercado; por tanto, puede que los accionistas de la empresa,
que pierden diariamente miles de euros con The Guardian, no estén tan de
acuerdo con la filosofía Open y cierren su información de forma que haya
que pagar por ella. Pero debe tenerse cuidado con esta iniciativa. No es lo
mismo pedirles a los lectores que paguen en un diario progresista y gene-
ralista como The Guardian, que en uno conservador y especializado en eco-
nomía como The Wall Street Journal. Si los lectores le dieran la espalda al
nuevo modelo de pago, The Guardian perdería toda la audiencia y, con ella,
su gran tesoro: la gran influencia. Es decir, los accionistas aguantan las pér-
didas porque pagan por influir en 67 millones de lectores únicos. Esta idea
–vender influencia, en lugar de información y/o productos publicitados–
será muy importante en el futuro y constituye una de las claves para que
sobrevivan medios de comunicación tradicionales con periodistas que cobren
(aunque la mayoría serán colaboradores expertos que, incluso, pagarán por
escribir en un medio influyente).
Esta tendencia de The Guardian es general. En España se da el mismo
proceso. Según el Informe de Prensa Diaria, elaborado en marzo de 2014,
por Deloitte para la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE),
los dos diarios de mayor audiencia en papel –El País y El Mundo– tuvieron
grandes pérdidas de ingresos publicitarios –El País facturó en febrero de
2014 un 14% menos que el año anterior y El Mundo, un 6% menos–. Tam-
bién experimentaron un relevante descenso de lectores en papel: El País,
un retroceso del 16% (de 201.075 en febrero de 2013 a 167.373 en febrero
de 2014) y El Mundo, del 32% en el mismo periodo (de 166.100 a 112.047),
según los datos de la OJD (Oficina de Justificación de la Difusión) hechos
públicos en marzo de 2014. Sin embargo, tienen una gran audiencia en la
Red, inimaginable en la época anterior a Internet. En febrero de 2014 El
139
Mundo tenía 7.2 millones de lectores únicos y El País estaba en segunda
posición con 6.6 millones (datos publicados en marzo de 2014 por la empresa
de medición digital ComScore).
Debe matizarse que El Mundo había perdido un 6.5% de audiencia
digital respecto al año anterior como consecuencia de su política del muro
de pago (paywall). Ello provocó que El País en 2014 renunciara a introducir
esta estrategia. Quería a toda costa alcanzar a El Mundo para ser el primero
en papel y en Internet. Ello suponía pérdidas importantes. Pero, al igual de
The Guardian, en este caso, los inversores lo que buscan es influencia.
Comprar influencia no es nuevo. Ese es el motivo por el que las auto-
nomías españolas financian sus televisiones públicas: los políticos pagan,
con cargo a las finanzas públicas, por influir en los votantes para conservar
el poder. Lo que sucede es que lo hacen con presupuestos públicos y, en
época de crisis, será más rentable comprar esa influencia en grupos mediá-
ticos afines.
140
tarán se ponen en línea en Demand Studio, la plataforma por la que
pasan los 10.000 redactores y “videastas” freelance que suministran a la
sociedad artículos y vídeos. A estos últimos les basta con inscribirse en
el sitio Internet del Studio y esperar las peticiones de los temas que allí
se exhiben (a veces, 62.000 sugerencias en un solo día). Se les paga por
artículo –10 dólares– o por vídeo –20 dólares–. (Boudet, 2009)
141
neros, médicos...–, que ganan poco o nada con sus colaboraciones, pues su
recompensa es que alguien lea lo que escriben. No viven de eso. Los que sí
se enriquecen son los ingenieros informáticos que inventaron el algoritmo:
en 2009 la facturación de Demand Media se estimaba entre los 200 y los 300
millones de dólares.
En Europa existe una granja de contenido parecida: el portal Populis,
cuyo eslogan proclama: “Cuando la creación de contenido se encuentra con
la ciencia de la web”. Creado por los jóvenes veinteañeros italianos Luca
Ascani y Salvatore Esposito, Populis es la granja de contenidos líder en
Europa: en 2011 contaba con 26 millones de usuarios únicos al mes y sumi-
nistraba información, además de en italiano, inglés, francés, alemán y español.
En abril de 2011 Luca Ascani participó como gran estrella en el congreso
Youth Communication in Social Media Age, celebrado en la Universidad
Europea de Roma, donde afirmó que “el contenido de Populis es de altísima
calidad” y para argumentarlo se basó en que sus redactores “no son simples
periodistas cínicos y hartos de todo, sino licenciados en Económicas apa-
sionados por temas financieros, viajeros experimentados que cuentan sus
vivencias de primera mano, científicos fascinados por la divulgación o poli-
tólogos o médicos”.
Para captar redactores, su web pregunta: “¿Tienes alguna pasión? ¿Eres
experto en algo? ¿Te interesa compartir tus ideas? El artículo se paga una
vez publicado y las tarifas oscilan entre los 5 y los 150 euros”.
Ascani, que en 2011 cumplió 30 años, es toda una celebridad en Europa.
En un continente donde el paro azota a los jóvenes, su idea de crear un
medio de comunicación que se nutra de colaboradores no periodistas nació
de la nada (como una empresa start-up) y en 2011 compró por seis millones de
euros Blogos, un portal agregador de blogs, con lo que las colaboraciones
de Populis se difundirán a través de los blogs, generando sinergias. Los asun-
tos que abordan son de lo más diversos: desde “los viajes más baratos a Lon-
dres”, hasta “diez formas de recortar los costes de tu seguro” o “cómo enlo-
quecer a tu jefe”.
En el congreso Journalism and Information, celebrado en 2010 en Estras-
burgo y financiado por la Comisión Europea, Ascani impartió una polémica
conferencia, Noise or News? (‘¿Ruido o noticia?’), donde se preguntaba
142
quién produce más ruido comunicativo: las granjas de contenidos, con sus
colaboradores voluntariosos y apasionados –pero también expertos en deter-
minados temas (y que solo escriben de lo que saben)–; o los periodistas de
los medios tradicionales, que con frecuencia escriben de lo que no saben.
Un grado más de perversión en este retroceso del periodismo tradicional
que representa la web, se comprueba con el portal canadiense Suite 101. Ni
siquiera paga a sus miles de redactores freelance, aunque sus aportaciones
se publiquen. Solo cobran si la publicidad insertada en la información ela-
borada por el colaborador, y que es vendida a un medio digital, es cliqueada
por el internauta.
Una encuesta estadounidense mostró que el 79% de los lectores de
información en Internet no cliquean nunca –o lo hacen muy raramente–
una publicidad (Ramonet, 2011a). Por tanto, el negocio para el medio de
comunicación es redondo y para el redactor, desastroso en términos eco-
nómicos. Pero el móvil económico no es lo que mueve a los colaboradores,
que proceden de todos los ámbitos profesionales y hacen este trabajo como
hobby en su tiempo libre o como forma de persuadir con su mensaje. Ahora
no persuaden los dueños de los medios, sino los expertos que nutren los
blogs.
Esta “información participativa” tiene una ventaja: amplía, casi hasta el infi-
nito, el número de informadores. La información no estará más en manos
exclusivas de los periodistas. Los costes bajan tanto que los beneficios son
espectaculares, de ahí que los medios tradicionales –con grandes pérdidas
económicas en los últimos años– estén mirando hacia este nuevo negocio
de las granjas de contenidos. De momento, el grupo de prensa alemán Hubert
Burda Media, propietario de 186 revistas en una decena de países, ha adqui-
rido entre el 35 y el 40% del capital del sitio Suite 101.
Lo relevante es que Internet es algo nuevo y que la alianza con lo tra-
dicional no funciona siempre. Lo demuestra, por ejemplo, el caso del grupo
estadounidense American Online (AOL), pionero en Internet, pero que se
143
fusionó en 2003 con un medio tradicional en el campo de la ficción audio-
visual como Time Warner, para –pensaban– enriquecerse con las sinergias
de ambos sistemas. Sin embargo, a punto estuvieron de hundirse los dos. En
2011 AOL anunció su separación “para reposicionarse como empresa de
información”. Y lo más interesante: compró por 231 millones de euros la
publicación electrónica The Huffington Post, fundada en 2005 por la veterana
columnista de medios tradicionales Arianna Huffington.
Licenciada en Economía por la Universidad de Cambridge, Huffington
creó prácticamente de la nada un medio de comunicación que, en realidad,
es una granja de contenidos: agregaba blogs de politólogos y economistas
que interpretaban, a veces mejor que algunos veteranos periodistas, lo
que sucedía en Washington. Este ejército de miles de blogueros (15.000
inscritos y 6.000 activos en 2013) se unió al Huffington solo a cambio de
tener más visibilidad e impacto para sus opiniones, pero ni cobraban ni
participarían de los beneficios cuando el Huffington se vendió por 231
millones de euros.
Esto provocó la ira de los blogueros: ellos eran parte del producto y,
por tanto, tendrían derecho a los beneficios, se quejaban. Sin embargo, en
la nueva economía digital lo que cuenta es tener una idea –un nuevo pro-
ducto diferenciado– y, sobre todo, ser el primero en tenerla. El resto de la
información participativa se produce por devoción. Esto modifica todas las
leyes tradicionales del mercado. El algoritmo del Huffington Post compiló
opinión interesante (suministrada de forma gratuita por los poderosos e
influyentes amigos de Arianna Huffington), junto a cotilleos (también de
los políticos) y noticias de entretenimiento o cultura enviadas por los gabi-
netes de prensa.
Arianna Huffington procedía de la derecha: durante diez años había
militado ardientemente con los republicanos y, de hecho, fundó el sitio web
resignation.com con el propósito de conseguir la dimisión del presidente
Bill Clinton por el caso Mónica Lewinsky. En 2004 cambió de bando: eligió
apoyar al demócrata John Kerry frente al republicano George W. Bush y,
para promover las ideas demócratas, lanzó en 2005 su diario digital The
Huffington Post, que se convertiría en el faro ideológico del progresismo
estadounidense. De ahí que entre sus blogueros destacaran Dominique
144
Strauss-Khan, Michael Moore, Bernard-Henri Lévy o los millonarios –aun-
que progresistas– hollywoodenses Alec Baldwin y Charlize Theron.
Los titulares estaban diseñados no para persuadir al lector, sino al algo-
ritmo de Google y que los colocara en una posición privilegiada cuando se
buscaba una determinada palabra. Por otra parte, convirtió la telerrealidad
en periodismo: publicaba información política o de espectáculos vivida como
un reality, para aprovechar la viralidad de las redes sociales. Bill Keller,
director del The New York Times, definió el Huffington como la “American
Idol-ización de la información”, haciendo un juego de palabras (porque
American Idol es el equivalente estadounidense del reality show español
Operación Triunfo).
La fórmula del Huffington ha conseguido un poder mediático (en el
sentido de llegar a las masas) indiscutible: en 2008 tenía un millón de visi-
tantes únicos mensuales y a comienzos de 2011 ya contaba con más de 25
millones y se posicionaba entre las diez webs más importantes de la actua-
lidad estadounidense. Tiene versiones en varios idiomas: desde el español
o el alemán al japonés. Ha recibido críticas, porque no le interesa tanto la
verdad como temas que tengan acogida, aunque no sean ciertos. Uno de los
temas falsos a los que suele prestar atención es la homeopatía.
No existe acuerdo sobre si el Huffington hace periodismo o si, simple-
mente, es una granja de contenidos que, en lugar de albergar blogs sobre
jardinería, los tiene sobre política, ejerciendo un contrapoder. Lo que está
claro es que su cóctel de análisis, mucha opinión y rumores lo convirtieron
en el medio más influyente –y de los más rentables– en la Red. Y otro dato
revelador: ese modelo es el que quiere copiar el periodismo tradicional con-
siderado “de calidad”. Un mes después de que Arianna Huffignton vendiera
su granja de contenidos políticos al grupo AOL, el diario español El País,
considerado de referencia, la fichó para su consejo de administración.
El fundador y primer director del diario, Juan Luis Cebrián –ahora pre-
sidente corporativo de El País–, justificó el fichaje argumentando que Huf-
fington “ayudará a potenciar la transformación digital y a aumentar el peso
internacional”. Los calificativos que El País le dedicó fueron “la comandante
blog” o “reina de la blogosfera”. Está claro que muchos de los que tienen
responsabilidades en los medios influyentes –y en la cultura, pues Cebrián
145
es académico de la Lengua– creen que el modelo Huffington, de blogueros
expertos que escriben de forma casi gratuita, será el periodismo del futuro.
En la versión española, iniciada en mayo de 2012 y dirigida por la vete-
rana periodista Angels Barceló, siguen con el mismo modelo: entre los blo-
gueros estaban el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón; la científica
y directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, María Blas-
co, o el ex secretario de Estado para Asuntos Exteriores, Bernardino León.
Cada uno escribía sobre su área de especialización e interpretaba la realidad
desde su posición y fuentes privilegiadas. La pregunta es: ¿hacen periodismo
o autopromoción?
146
en Facebook o en Linkedin, estamos trabajando de forma gratuita, ofre-
ciendo nuestros datos más íntimos, para que estas compañías hagan negocio
con ellos sin que a nosotros nos retribuyan. Lo hacemos por la visibilidad.
Aunque, obviamente, es mucho más trabajoso alimentar diariamente un
blog que actualizar Linkedin.
Frente a lo que pueda pensarse, estos redactores/blogueros que trabajan
de forma gratuita, no tienen por qué ser malos; es más, en muchas ocasiones
son muy brillantes. Mayhill Fowler era una de ellas: publicaba en The Huf-
fington Post sus magníficos reportajes sobre “esos estadounidenses pobres
que se aferran a sus fusiles y su religión”, en referencia a los comentarios
de Obama, a quien ayudó en su campaña con estos artículos.
Tras las elecciones, durante 2009 y 2010, escribió numerosos posts sobre
relaciones políticas, donde aparecían muchas fuentes con las que ella hablaba
personalmente. Dos veces estuvo nominada al Premio Pulitzer, escribió más
de un centenar de reportajes y jamás logró ser remunerada. En septiembre
de 2010 escribió en su web (http://www.mayhillfowler.com) un artículo titu-
lado “Why I Left The Huffington Post?” (‘¿Por qué dejé The Huffington
Post?’), en el que, básicamente, se quejaba de que enviaba correos electró-
nicos a la directora y a sus subordinados pidiendo que le pagaran algo y
que ellos nunca contestaron. El caso de su renuncia apareció en los medios
y, entonces, uno de los responsables del Huffington declaró: “¿Cómo se
puede renunciar a un puesto que nunca se ocupó?”.
Como señala el sociólogo Rodney Benson, profesor de la Universidad
de Nueva York, “este modelo de periodismo deja, desde luego, un lugar
inédito a las ideas progresistas, pero promueve una organización del trabajo
que participa de una feudalización más amplia del orden social y económico
de Estados Unidos” (Benson, 2011).
Chris Hedges, excorresponsal de The New York Times, escribía en la
web, en un artículo titulado “El saqueo de Huffington”, “cualquiera que sea
la ideología profesada, la gente que utiliza a los trabajadores de este modo,
obteniendo ganancias tan gigantescas, evidentemente forma parte de la
clase de los explotadores. Relean a Marx. Son los enemigos de los trabaja-
dores” (Hedges, 2011). El Huffington Post, no obstante, obtuvo un Pulitzer
en 2012.
147
6.8. ProPublica. Periodismo de interés público
148
en la web de la agencia, que, como consecuencia de la crisis económica en
Occidente, “el periodismo de investigación está en riesgo e, incluso, muchos
lo consideran un lujo”. Esto propicia que los medios actuales no dediquen
tiempo, presupuesto ni periodistas a la investigación. Y, en este sentido, Pro-
Publica intenta paliar esta situación produciendo ella esos reportajes y ofre-
ciéndolos a los medios: no pretende ser una agencia de noticias, sino una
agencia de buenas historias de investigación periodística que ofrece sus
reportajes a los medios tradicionales.
149
otros casos, tiene acuerdos para ampliar un tema que ha sido publicado con
otro medio pero que este decide no continuar con el asunto.
150
el 25 de agosto de 2009. El reportaje abordaba las decisiones de un grupo
de médicos que atendieron a pacientes terminales en los días posteriores a
que el huracán Katrina asolara Nueva Orleans. Se titula The Deadly Choices
at Memorial. Es un reportaje larguísimo (12.800 palabras), lo que contradice
que Internet solo sirve para información breve. Con gran estilo literario
(escribir bien nunca pasa de moda), está escrito en primera persona e intro-
duce entrevistas, diálogos y descripciones. Es un reportaje de investigación
clásico que aborda si los médicos inyectaron a los pacientes dosis letales de
analgésicos. Fink es licenciada en Medicina y había escrito libros y reportajes
sobre sanidad antes de publicar en ProPublica. El reportaje es periodismo
puro y del bueno. Internet no ha acabado con él, sino que nos permite leerlo
en cualquier momento y en cualquier lugar, sin tener que acudir a una fría
hemeroteca.
151
llama la atención sobre el plagio y el pirateo de contenidos. Por otra parte,
los jóvenes –lectores del presente y del futuro– prefieren Internet a la prensa
de papel, que nunca compran y apenas leen. Según un estudio diseñado por
Miguel Túñez, profesor titular de Periodismo de la Universidad de Santiago
de Compostela, para los jóvenes “la prensa es el soporte más creíble, Internet
el más independiente. Los jóvenes ven el diario como el medio más próximo
al poder e Internet como el más cercano a los individuos” (Túñez, 2009: 522).
Lo mejor del periodismo del siglo XX es que había un sector de la pobla-
ción que podía vivir de ello sin tener que trabajar en otra profesión. Sin
embargo, la Red ha modificado el entorno. Para abrir un blog no se necesita
el mismo esfuerzo –ni económico ni personal– que para fundar un periódico
de papel o una emisora de radio o de televisión. Si un blog ofrece informa-
ción pública, esto quiere decir que, en cierto modo, permite ejercer el perio-
dismo a cualquiera. Podría ser una ventaja, aunque habría que analizar por
qué alguien, motu propio y sin cobrar, empieza a publicar información.
Por otro lado, está claro que ya no será tan fácil ganarse la vida solo con
el oficio de periodista, como en el siglo XX. Tal vez podrán hacerlo los jefes
máximos de los medios, pero el grueso de la información será escrito por
becarios de las cada vez más numerosas facultades de Comunicación y por
expertos –el blog del premio nobel de economía Paul Krugman tiene más
audiencia y es más respetado que muchos de los medios tradicionales– o
por divulgadores –los blogs de los científicos de la NASA están sustituyendo
el periodismo tradicional– (Elías, 2010). Estos blogeros –¿periodistas?–
informan a la opinión pública de forma gratuita porque tienen otras vías
de supervivencia (la universidad, los centros de investigación, las empresas,
la banca, el cine...). Es decir, serán diletantes respecto al periodismo. Este
fenómeno habrá que analizarlo en profundidad: ¿estos diletantes del perio-
dismo escriben como servicio social o para promocionar su imagen de marca
personal?
El periodismo tradicional ha cometido errores, sobre todo en países con
escasa tradición democrática. José Zepeda, director del Departamento Lati-
noamericano de Radio Nederland, considera que, por ejemplo, los medios
tradicionales han hecho mucho daño a la política y la sociedad latinoame-
ricanas: “Presiones por la agenda pública, uso indebido de los hechos para
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atacar políticamente a gobernantes indeseados, apoyo indisimulado a aso-
nadas golpistas, silencio sobre actividades exitosas o información destinada
a restar toda relevancia a las gestiones positivas. Manipulación para exagerar
defectos, campañas de desprestigio personal y colectivo” (Zepeda, 2011).
Y añade: “Los medios de comunicación se sienten poseedores de una auto-
ridad que excede en demasía sus funciones. Su principal defensa es la libertad
de prensa, derecho transformado en la panacea que cura males diversos”.
Algo similar sucede en México. Los medios tradicionales, sobre todo el
duopolio Televisa y Televisión Azteca, tienen tanto poder que son los medios
(y no la sociedad) quienes pactan qué candidato seleccionan y apoyan para
la presidencia de la República Mexicana. Incluso, trabajadores de estos
medios tradicionales son presentados para que sean elegidos como diputados.
México es el caso más claro de un país donde los medios tradicionales no
es que ejerzan el contrapoder: son ellos mismos el único poder, sobre todo
Televisa y Televisión Azteca (Orta Vélez, 2012). El Parlamento mexicano
tiene diputados que son elegidos por los medios de comunicación (es lo que
llaman la “telebancada”). Esto provoca una reacción en las redes sociales
muy contraria a los medios tradicionales o a los periodistas que trabajan
en ellos.
Habrá que ver cómo evoluciona el nuevo entorno cibernético. Una parte
importante de la sociedad vería con buenos ojos que los medios tradicionales
no tuvieran tanto poder como en el siglo XX. Reclaman que sea la sociedad
civil y, sobre todo, los expertos quienes analicen qué sucede en el mundo y
por qué. Todo apunta a que economistas, científicos, cineastas, literatos, his-
toriadores, filósofos, sociólogos o politólogos afilan los dientes para recuperar
el control de los medios de comunicación de masas –tanto en papel (los
pocos de prestigio que sobrevivan) como en la Red–. Los expertos son bara-
tos (el salario lo cobran en otra parte) y muy especializados. Algunos han
asumido las formas de comunicación que hemos desarrollado los periodistas
durante decenios (y muchos periodistas en paro se han reciclado en forma-
dores de técnicas de comunicación para esos expertos).
Sin embargo, un economista –o un físico o un sociólogo– podrá redactar
un buen análisis económico –o científico– que sea comprensible por la opi-
nión pública, pero resultaría del todo ridículo que publique un reportaje
153
donde pregunte a sus colegas de pasillo o se autopregunte a sí mismo. Será
muy difícil que escriba una crónica vibrante sobre cómo se discuten los pre-
supuestos en un parlamento o sobre cómo se descubre un nuevo planeta
extrasolar. Y no porque no tengan capacidad intelectual, sino porque el
periodismo –definido en palabras del periodista italiano Eugenio Scalfari
como “contar a la gente lo que le pasa a la gente”– es, sobre todo, oficio: y
redactar un buen reportaje exige haber escrito muchos durante una dilatada
carrera que no son tan buenos. Se necesitan años de dedicación exclusiva
–de experiencia acumulada, como en todos los oficios– para lograr la maes-
tría. Si el periodismo quiere sobrevivir, tendrá que incorporar a los jóvenes
y ofrecerles buenas condiciones laborales para que se formen con tranqui-
lidad. Pero también, si quiere sobrevivir, no puede prescindir de los veteranos
periodistas, que son los únicos que pueden transmitir a los jóvenes la idio-
sincrasia del oficio.
Tampoco debe olvidarse que los géneros periodísticos (sobre todo, la
crónica y el reportaje –es decir, el periodismo como gran género literario–)
han demostrado ser uno de los elementos más efectivos, no solo para infor-
mar de forma adecuada, sino para captar audiencias masivas. También la
fotografía y la infografía. La mejor arma de persuasión masiva es la belleza;
y los periodistas siempre han intentado usar el arte –ya sea literario o artís-
tico a través de la imagen– para no solo contar y publicar la verdad, sino
para acercarla al sector del público más reacio a tomar conciencia de los
problemas reales.
Hay esperanza. Es cierto que The New York Times o The Guardian –o,
en España, El País o El Mundo– tienen pérdidas económicas, pero el entorno
digital ha multiplicado exponencialmente su influencia y prestigio. Jamás
han sido tan influyentes como ahora (desde luego, muchísimo más que cuan-
do tenían beneficios). Y, tanto antes como ahora, su dominio en todos los
aspectos –excepto en el económico– es infinitamente mayor que el que pue-
dan tener The Conversation o cualquier granja de contenidos. Por otra parte,
un físico o un economista que trabaje en una universidad no se planeta
denunciar la corrupción, destapar un Watergate o un GAL, sino que usará
los medios para hacer proselitismo de su punto de vista y vender más libros,
tener artículos más citados o captar más financiación para su investigación.
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No es necesariamente un servicio social, como tampoco debe serlo la revista
que edita una multinacional de la energía o una tabacalera. No puede con-
fundirse comunicación con periodismo.
Una sociedad que no quiera saber la verdad –y que prefiera la telerrea-
lidad o la ficción– no merece tener futuro, y no lo tendrá. Si una sociedad
quiere sobrevivir con dignidad, tendrá que apoyar y apostar por el perio-
dismo de calidad y por los periodistas comprometidos con la verdad.
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