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Kitab al-Inbah. El despertar en el camino hacia Dios.

22/5/2012

El despertar en el camino hacia Dios


(​Kitāb al-inbāh​)
de
al-Mas'ud 'Abdallāh Badr b. 'Abdallāh al-Ḥabašī
sobre las enseñanzas de
Ibn al-'Arabī al-Ḥatimī

Traducción de
Nuruddin Margarit y Amina González
Basado en la edición de Denis Grill
Kitab al-Inbah. El despertar en el camino hacia Dios. 22/5/2012

En el Nombre de Dios, el Todo misericordioso, Muy misericordioso.

¡Señor, facilítanos nuestra tarea!

El faquir, siervo de la misericordia de su Señor, al-Mas'ūd 'Abdallāh Badr b. 'Abdallāh


al-Ḥabašī, esclavo manumitido de Abū l-Ganā'im b. Abī l-Futūḥ al-Ḥarrānī, que Dios el elevado
lo perdone, dijo:
Las alabanzas pertenecen a Dios, que ha hecho de los corazones de los que conocen por Él
(​'ārifīn bi-hi​) la alacena de Sus conocimientos y Su sabiduría. Él deposita en sus corazones Sus
conocimientos y Sus secretos y los eleva hasta el lugar de Su contemplación y Sus
bendiciones. Que las bendiciones y la paz sean sobre Muḥammad y su familia.

En este libro, que he titulado ​El despertar en el camino hacia Dios,​ voy a citar algunas de las
palabras que le escuché a nuestro maestro, guía, el imam, el hombre con el conocimiento más
puro, el azufre rojo, Abū 'Abdullāh Muḥammad b. 'Alī b. Muḥammad b. Aḥmad al-'Arabī al-Ṭa'iyy
al-Ḥatimī al-Andalusī, que Dios esté complacido con él. Aquí figuran sus comentarios y
enseñanzas sobre el camino de Dios, sobre el trato con los demás y los secretos que conducen
a la felicidad eterna, a la cercanía y la intimidad. Al transcribir estas enseñanzas sólo pretendo
dar un consejo sincero a los musulmanes, salvaguardar el conocimiento y recordarles a Dios,
pues su atención ha decaído. Que Dios, por Su gracia, nos lo facilite.

1. 'Abdallāh Badr dijo: Escuche a nuestro maestro (​šayj​) Abu 'Abdallah ibn al-'Arabī decir un
día: Aquel que retiene sus miembros (​ŷawārīḥ), hace descansar su corazón; por el contrario,
quien los deja libres, agota su corazón. Debes saber que el reposo del corazón está en apartar
los sentidos (​ḥawā`is) de lo que no permite la Ley revelada. Pero es más elevado apartarlos
según el secreto de la Ley revelada.

Cuando el hombre permite que su mirada vague, puede que caiga sobre algo agradable que le
sea imposible de conseguir, como una esclava joven o un sirviente bien parecido, o una casa
lujosa u otras cosas similares. Si le concede libertad a sus oídos, puede que lo atrapen
melodías que le traigan pensamientos súbitos de los que no se pueda desprender, o puede que
escuche aquello que le está prohibido. Si libera su lengua, puede que pronuncie palabras que
le lleven a la ruina. Y así con todos sus sentidos que libres conducen a lo inalcanzable o a lo
inviolable. En todo caso, el corazón caerá exhausto ocupado con lo que le sucede, y la vida se
le hará corta.
Los miembros sólo actúan bajo las órdenes del corazón. En un estado así, ¿cómo podrá el
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corazón esforzarse por conseguir la salvación por Dios, alabado sea, cuando está ocupado en
asegurar su interés inmediato y sus miembros se dedican en exclusiva a ello? En el caso del
que se compromete con el camino del esfuerzo, fíjate si hay algo en su corazón de
preocupación o de pesadez. Si lo hay, el motivo es que todos sus miembros, o alguno de ellos,
andan sueltos sin propósito ni reflexión. Quien los contiene y evita que perciban más allá de lo
permitido (​ḥadd), su corazón es imposible que tenga pesadez alguna.

El segundo tipo de contención está relacionado con la del secreto de la Ley revelada; consiste
en impedir que la vista se deleite con la belleza de la esposa o concubina. Aunque tal
liberalidad está de acuerdo con la Ley revelada, y tal mirada se centre en ello y nada más, ya
supone llenar el corazón con algo que no es Dios. ¡Y el corazón es el lugar donde Dios,
exaltado sea, pone su mirada! Si bajara su mirada y la mantuviese así para siempre no habría
manera de que lo llenase ninguna otra cosa que ocupase su corazón. Y esto vale también para
el resto de los sentidos. Tal corazón, atrapado por lo que no es Dios, abandona el grado de
contemplación de Dios al estar fijo sobre una belleza efímera que ha atraído la vista sobre ella.
Y así queda, agobiado al vislumbrar una estación de la que tiene noticias, pero de la que no
puede obtener conocimiento por develamiento ni saborearla. ¡Cuán lejos está del corazón que
contempla! Y esto es lo que quería decir por el secreto de la Ley revelada. Lo que se espera
del hombre es que eleve su aspiración desde la contemplación de las beldades a la
contemplación del Todo misericordioso.

2. Dijo: La alma (​nafs)​ es como un corcel indómito, al que se le han puesto su montura y sus
bridas, preparado para ser montado. Si al montar tomas las riendas con la mano de la razón te
salvarás. Pero si las tomas con la mano de la pasión, estás perdido. Así que, cuando tengas las
bridas en la mano de la razón, pon tu pies en los dos estribos: el pie derecho en el de la
esperanza y el izquierdo en la del temor. Y si decae en algún momento la tensión de la brida de
la razón y pretende abandonar el camino por la izquierda o por la derecha, espolea con la del
lado contrario. Cuando sienta el dolor que se le inflige con la presión, abandonará su correría y
regresará al camino recto, hasta parar. Y cuando se detenga tomará [de nuevo] el control la
razón. Toma entonces la riendas en tal mano y continúa el camino.

3. Dijo: La razón admite dos vías: una vía es la obtención del conocimiento por sí misma, la otra
vía es la del conocimiento que le muestra otro. Y al ser humano le corresponde meditar sobre
la vía en la que pondrá su empeño.

Si se empeña en la vía del agradecimiento al Benefactor y de los medios que conducen a la


cercanía de la Presencia de Dios (​al-Ḥaqq), lo que le incumbe son las acciones que le han sido
prescritas [por la Ley], que no pueden ser deducidas por la razón, solo ser aprendidas. Para
ello no hay otra manera que andar este sendero, hasta que sea capaz de ver la luz de la Ley
(​ŝar'i​) ante él y sea esta quien le guíe. Y si no la ve, entonces es mejor apretar las riendas,
parar y mandar un mensajero a por la mecha del esfuerzo (​iŷtihād)​ para que la encienda en la
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lámpara de la Ley. Cuando regrese con ella, deja las riendas en su mano, que te conducirá a la
felicidad.

Si escoges la vía del conocimiento del Adorado y de las realidades de la Existencia, que es la
de la verificación de que la luz de la Ley proviene del Verdadero, no tendrás necesidad en ello
de [que venga a ti] la luz de la Ley, sino que la razón es la que deberá buscar y tratar de
conseguir el acceso a las luces que conducen a esta estación. Así que tira de las bridas y
detente. Manda un correo que investigue sobre esta luz probatoria y sus pruebas racionales. Si
la encuentra, con ello sabrás que la Luz de la Ley, por la que la que Él guía, es verdadera
(​ḥaqqun) y te conducirá a la felicidad eterna y a los grados espirituales. Pero si no había en ti
tal conocimiento, que sepas que te conducirá a la oscuridad de la ignorancia: caerás en la
oscuridad más absoluta de una noche donde no hay cobijo ni agua. Te extraviarás, y a quien se
deje engañar por ti y te siga.

Así que buscad estas dos luces, seguid estos dos conocimientos, para que así os conduzcan
por la vía recta, si Dios quiere.

4. Dijo: Las quemaduras las causa el fuego; el sufrimiento, las faltas.

5. Dijo: Las inspiraciones súbitas (​jāṭir, ​pl. ​jawāṭir) son de cuatro tipos: las del Señor, las de la
alma las de los ángeles y las del demonio.

La inspiración señorial te provee con los secretos, el conocimiento y los estados. Las de la
alma son aquellas que te inducen a aquello que no conlleva para ti ni un bien ni un mal, pues la
realidad de la alma es que no busca sino lo que la beneficia y trata de huir de lo que la
perjudica en cada momento. Las del demonio son las que te incitan a aquello que contiene un
perjuicio para ti en la vida postrera. Las angelicales son las que te ordenan aquello que
conduce a tu felicidad en la Otra morada.

6. Dijo: No desea realmente el buscador (​murīd)​ hasta que es deseado, y el deseado (​murād)​
no es verdaderamente deseado hasta que no desea (​murīd)​ .

7. Dijo: Cuando el sabio (​'ārif​) se resiste, es destruido por la Realidad (​ḥaqīqa); si se somete es
destruido por el Verdadero (​al-Ḥaqq). Por lo tanto, no cesa de ser destruido mientras sea sabio.
Pero no hay duda de que cuando lo destruye el Verdadero obtiene la salvación eterna, y con la
salvación por la Realidad la destrucción eterna.

El que conoce por Dios (​al-'ālim bi-l-Lah)​ , si se resiste no lo destruye nada, ni la Realidad ni el
Verdadero; si se somete lo destruye el Verdadero, puesto que si es es porque no era de los
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que conocen (​'ālim)​ .

8. Dijo: Si se ausenta toda razón e imaginación del corazón, y cuando se retorna al juicio y los
sentidos no se encuentra ningún rastro, simplemente ha sido que el corazón se ha dormido por
completo. Pero si encuentra un rastro, es que ha sido una contemplación de la Esencia, de las
que nos acontecen en tal morada.

9. Dijo: Las develaciones (​mukašafā)​ son más sutiles que las contemplaciones (​mušahadā​) y
más completas. Toda contemplación se acompaña de develamiento, pero no todo
develamiento de contemplación, pues el primero es más completo y sutil. Puede que develes y
no contemples, igual que contemples y develes.

10. Dijo: Sopesa tu alma antes de que sea sopesada en tu contra.

11. Dijo: Si el buscado (​murād)​ es tratado con bondad cuando lo propio habría sido como
respuesta el castigo, es que se le está avisando de que tras ello se esconde la sutil trampa
divina (​makr Allāh​) para quienes no están atentos. Por ello, muestra tu penitencia y tu
arrepentimiento por la falta, y da gracias por esta gracia que te concede Dios, en vez del
castigo.

12. Y dijo: Si el ​murīd desea conocer si está con el Que ordena —glorificado sea— cuando
cumple con las obras que Él ha prescrito, que se observe. ¿Hace diferencias entre estas obras
prescritas? Si dice: “Éstas las aprecio más, y estas las valoro menos”, entonces debe saber
que sigue con la creación, no con Dios. Si la alma acepta todas las obras por igual, sin que se
incline más por unas que por otras, entonces está con Dios —glorificado sea—, no con la
creación.

13. Dijo: La vía hacia Dios tiene diferentes caminos: el camino antes de la unión y el camino
después de la unión. El buscador entra en el camino previo a la unión con los atributos de la
servidumbre como la bajeza, la pobreza, la necesidad de ayuda, la necesidad imperiosa, la
indigencia, la humildad y otras cualidades similares. En cambio, el camino después de la unión
lo recorre bien como heredero (​wārit​ ​), por lo que será recubierto con los atributos señoriales
como el ordenar y el prohibir, la honra, la trascendencia, la majestad, la guía, la cátedra, la
dulzura y la compasión, la severidad, la dureza y la compulsión; o bien, si no es de los
herederos, será recubierto por el sometimiento, la renuncia y la desaparición de los propios
atributos, se mantendrá por Dios en la expansión de la contemplación y en la tranquilidad ante
las imposiciones del destino, sin presentar oposición alguna.
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14. Dijo: Si ves al ​murīd optar siempre por las dispensaciones legales, que acude a las
interpretaciones, demasiado ávido de sus necesidades de comida y bebida, mirando
continuamente los ornamentos de este mundo, hasta llegar a la agitación y el humor
cambiante, comenta que prefiere tal maestro a otro, complaciente con su alma; debes saber
que tiene un defecto que desconoce y que nunca obtendrá nada.

15. Dijo: Si el ​murīd habla de los carismas que se le han presentado en su estado, debe saber
que Satanás se está mofando de él, y que nunca obtendrá nada.

16. Dijo: Cada cosa tiene algo que la echa a perder: el defecto del conocimiento es olvidar
obrar [en consecuencia], el defecto de las obras es la falta de sinceridad, y el defecto de la
sinceridad la búsqueda de la recompensa. Y cada cual tiene un defecto según sus atributos
propios.

Así, el defecto de los devotos (​'ubbād​) es su frecuentación de las asambleas y su intento por
estar siempre en la primera fila de la oración, el frecuentar siempre la misma mezquita y ocupar
siempre el mismo lugar. Y el defecto de los buscadores (​murīdīn​) es la audición espiritual
(​samā')​ . Y el defecto de los que están retirados en el desierto es el espanto que sienten por la
creación. Y el defecto de los sufíes es la generosidad y abnegación por el reconocimiento de
quienes benefician. Y el del ​'sabio (​ ​ārif​) es que tengan en cuenta su alma ante el Señor. Y el de
los que conocen por Dios la instrucción y la guía. Y el remedio de estos defectos es la cesión
(​tabarri​) y la extinción (​fanā'​).

17. El desprendimiento (​zuhd​) no es el abandono de las riquezas y la posición, sino que es el


abandono de toda ocupación que no sea Dios y ser justo con lo que no es Dios.

18. Dijo: Quien pretende el conocimiento (​ma'rifa)​ y separa las cosas de Dios es un mentiroso.
El ​'ārif por Dios es quien reintegra todo a Dios y no aleja nada de Dios. Así, si mira a las cosas,
las ve por Dios; si se aparta de ellas, se aparta de ellas ofreciéndoselas a Dios, y en todo
estado permanece con Dios. Si habla lo hace con Dios, si está en reposo, está con Dios; si
viene, lo hace desde Dios; si parte, lo hace hacia Dios; si se sienta, se sienta con Dios. Y así es
por Dios, con Dios, de Dios, hacia Dios, en Dios,... Y no conoce a otro que Dios. Y si dice:
¡Allāh!, todo dice con él, ¡Allāh! Y si calla, calla toda cosa a su alcance, con el permiso de Dios.

19. Dijo: El ​murīd que no muestra tristeza ni necesidad, camina sin rumbo por el desierto de la
ignorancia o se ahoga en el mar de la perdición. ¿Cómo no va a estar triste si no le llega de
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Dios ninguna gracia? ¿Cómo no va a ser un necesitado, si no pasa una hora sin que Lo
precise? Pero si un estado se apodera de él, hace desaparecer su pena y su necesidad, le
conviene temer la trampa divina (​makr Allāh)​ .

20. Dijo: Este mundo es ambiguo (​šiba)​ y el Otro es la prueba de que el Pretendido (​maṭlūb) es
Dios —glorificado sea—. Quien lo busca por el camino de la ambigüedad no llegará a Él, pues
Dios ha dicho: “Ciertamente, en tal día, estarán velados de su Señor” (83:15). Y quien lo busca
por el camino de la prueba llegará a Él y lo verá, pues ha dicho: “Rostros que en tal día mirarán
a su Señor directamente” (75:23).

21 Dijo: Paciente (​ṣābir) es quien ante la desgracia no se queja y busca el descanso. Satisfecho
(​rāḍī) está quien, enfrentado a la prueba, no le asalta ni tan siquiera la necesidad de quejarse ni
de resguardarse. Si encuentra reposo, ni se le ocurre establecer una diferencia entre ambos
estados, al contrario de lo que hace el paciente. Éste, si se le decreta la paciencia, y su estado
es firme, puede que se queje a su Señor y a nadie más. Por eso ha dicho Dios: “Lo hemos
hallado paciente (38:44)”. Y por eso se le dijo a Jacob: “Cuando invocó a su Señor diciendo: La
desgracia me ha alcanzado (21:83)”. No hay daño ni falta para quien en su estado, verificada y
realizada su estación, pide la liberación de tal estado si lo desea. Entonces desaparece el
estado, pero la estación permanece, como prueba de que si regresa a él en otro momento no
será engañado en tal estación. Y así acertará en la paciencia, como en cualquier otra estación.

22. La paciencia, bajo cualquiera de sus modalidades, es siempre ante una prueba (​balā'​). Y
esto no es siempre algo tan evidente como [resistir] ser consumido en el fuego o ser golpeado
a latigazos, sino que la prueba son los dolores sentidos por la alma, de cualquier tipo que sean.
De igual manera, la felicidad no es solo el montar corceles o tener bellas esclavas, sino que es
todo aquello que resulta dulce al alma en cualquier sentido. Por eso no puede haber verdadera
paciencia sino existe algún dolor de por medio.

23. Dijo: Los señores de la paciencia se pueden dividir en varios grupos:


El paciente ante (​'an​) Dios puede ser de dos tipos: bien el que desafía a Dios —exaltado sea—
en cuanto a Sus órdenes y prohibiciones. Su paciencia ante Dios radica en que no se interesa
por [aquello que lleva a] la proximidad e intimidad con Dios; o bien porque es un hombre de los
que tienen paciencia ante Dios y asocian su paciencia a Él, como quien asocia la paciencia a
Su nombre el Paciente (​al-ṣabūr), y esta es la más alta de las estaciones de la paciencia y el
mejor de los estados.
El paciente con (​ma'a)​ Dios es quien contempla al que castiga en su castigo, por lo que
contempla durante el castigo.
El paciente por (​bi​) Dios es quien le pide a Dios la paciencia cuando se presenta la prueba.
El paciente en (​fī)​ Dios es quien al decir: “creo en Dios”, es maltratado, para dar pruebas de
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ello.
El paciente de Dios (​li-Lāh)​ es quien soporta la prueba con la esperanza de encontrarse con
Dios.
La prueba no es lo que el vulgo llama prueba, pues Dios puede probar a alguien tanto con la
buena fortuna como con la desgracia. La sabiduría en cada caso difiere: quien es probado con
la desgracia, lo que se le exige es paciencia, y a quien es probado con la fortuna, lo que se le
exige es agradecimiento. Así es exteriormente e interiormente, hasta el punto de que si
encuentra la dulzura al arder en el fuego, lo que se le exige en tal momento es el
agradecimiento, como si fuese feliz. De igual manera, si encuentra sufrimiento cuando la gracia
manifiesta le inunda, lo que se exige de él es la paciencia. Y ésta es la realidad del asunto.

24. Dijo: El verdadero fuego no es el que vemos, sino el fuego del deseo. Si se instala en un
corazón destruye todo lo que no sea su objeto de deseo. El fuego, por contra, quema solo
aquello lo que arde.

25. Dijo: Quien crea que el final del camino hacia Dios tiene más reglas que su principio, ignora
totalmente el camino.

26. Las enfermedades son producto de los deseos (​garad​). Así que, quien no tiene deseos, no
sufre enfermedades.

27. Dijo: Los que confían en Dios son de cinco tipos:


Los hay que confían en Dios como un hijo confía en su padre, y otros como un siervo en su
señor. Y otros como un empleado con su empleador, que recibe su pago y se esfuerza con
esmero en su servicio. Ha dicho Dios, elevado sea: “Gastad de aquello que se os ha
encomendado (57:7)”. Y otros están por encima de estos tres, y son quienes con Dios son
como un muerto en manos de quien lo lava. Y hay un quinto grupo todavía por encima, de los
que no cabe mención, pero quien lo experimenta, lo encuentra. Ha dicho Dios: “No toméis a
Otro que yo como valedor (17:2)”.

28. Dijo: La renuncia, la sumisión, la complacencia y la paciencia son las cuatro cosas
imprescindibles, que si no se tienen, no se puede ser de la gente del camino hacia Dios. La
verdadera renuncia es la extinción de la propia elección. El sometimiento es tu conformidad con
aquello que ha elegido para ti de bien o daño, te guste o te disguste. Si lo que se hace, se hace
con gusto, esto es la complacencia, y llega después del estado del sometimiento. Y la
verdadera paciencia es prevenir al alma de que se queje, pues quien se lamenta no muestra
paciencia, puesto que si lo hace, ya se ha quejado.
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29. Dijo: El ​murīd que no cumple al comienzo de su camino con estos doce deberes, ni es
murīd,​ ni obtendrá nada:
(1)El primero es buscar un maestro; (2) que lo trate con veneración cuando lo encuentre; (3)
que se vincule a él, con esperanza y con fuerza; (4) que se oponga a su alma y no la siga; (5)
que pague y arregle cualquier cuenta o deuda que tenga, para que nadie tenga ningún derecho
sobre él; (6) que sirva a los hermanos, viendo el favor que le hacen al aceptar su servidumbre;
(7) que evite la compañía con los ricos; (8) que busque la compañía de los pobres [por Dios];
que ponga todo su empeño, pensando bien de ellos, al realizar aquello que le pidan de sus
necesidades de este mundo; (9) debe tratar de permanecer siempre en el recuerdo de Dios;
(10) que vigile su corazón; y (11) que le pida cuentas a su alma sobre todas las inspiraciones
súbitas y (12) sutiles.
Si ya cumple tales deberes, ¡albricias! Si no, que se observe y trate de arreglarlo.

30. Dijo: No es generoso quien da de su riqueza a los pobres, sino quien se entrega al
conocimiento y deja que le gobierne.

31. Dijo: El buscador (​murīd)​ que regresa al uso de las causas secundarias, después de
haberlas abandonado, lo hace debido a un defecto de su alma. Todo​' arif que se mantiene en la
renuncia de las causas secundarias, sin acudir a ellas, lo hace por un defecto de su alma. Y
todo sabio por Dios al que el estado lo hace variar y le hace diferenciar entre el momento en el
que Dios le impone acudir a las causas secundarias y el momento en el que le impone el
abandonarlas, tiene un defecto en su alma. Quien quiera estar a salvo de tal defecto, que se
lance a nadar en el mar de la eternidad, que se aparte de los lances de la esperanza y que este
siempre como si ese fuese su último momento.

32. Dijo: El esclavo lo es de la servidumbre; el buscador (​murīd​) es siervo de su aspiración


espiritual; el agradecido es siervo de la gracia; el paciente es siervo del daño; el ​'ārif es siervo
de la imaginación; el erudito es siervo de la luz y la oscuridad. El sabio (​ḥakīm) es siervo de la
sabiduría; y los siervos de Dios son pocos, si acaso es posible que existan.

33. Dijo: Los eruditos son quines enseñan y son enseñados; los ​'ārifūn ni enseñan ni son
enseñados; los ​murīd investigan y esperan, pero ni enseñan ni son enseñados; los devotos
están ocupados con la orden y la prohibición; ni yerran, ni enseñan ni son enseñados, ni
investigan ni esperan...

34. Dijo: Todo ​murīd que en su camino hacia Dios renuncia a todo, tanto externo como interno,
y tras ello se agarra a algo fuera de aquello que le corresponde en ese momento y estado, se
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agarra a ello porque tiene necesidad de eso. Así pierde la luz de la renuncia (​taŷrīd)​ y se unen
a él las tinieblas del lucro. Quien mantenga lo contrario, es que no ha sentido la fragancia de la
compañía con el Verdadero tras haber cortado con las causas.

35. Dijo: Quien afirma que es rico por Dios (​gina bi-l-Lāh)​ , y se crea favorecido por encima del
[resto] de los siervos de Dios por el conocimiento que les imparte o por la riqueza que les
dispensa, no sabe nada, y es simple pretensión. En cuanto a la realidad (​ḥaqīqa), está lejos de
ella. ¿Cómo puede pretender el conocedor por Dios y creer que ha sido favorecido por encima
de las criaturas de Dios, elevado sea, por el bien que les dispensa a los demás, cuando hay
cinco requisitos que se le piden como prueba de la gracia que pretende?
La primera verdad es que el que conoce por Dios no actúa sino cuando Dios lo ordena. Si da,
es del conocimiento o de la riqueza que Dios le ha concedido, porque Dios se lo ha ordenado
en su ser íntimo. Si no lo hace desobedece. Entonces, ¿qué privilegio tiene quien no da sino
por orden de Dios, y si no obedece simplemente falta a la verdad? En tal caso, ¿no podría ser
comparado con un enviado que no transmitiese a la gente lo que le ha sido revelado?
La segunda verdad es que su ser eterno (​al-qisma al-azaliyya)​ le dice: ¿Cómo puedes
pretender un mérito si tu le has hecho llegar algo creado, que ha sido creado por Dios y que te
ha hecho llegar Dios de la parte eterna, y que no hay duda de que le habría llegado de todas
formas? Además, por Dios te digo, que seguramente que el que recibe tiene más méritos que
tu, pues no te deshaces de la carga adeudada hasta que no lo haces llegar su parte. Así que
da gracias a Dios, que lo ha conducido hasta ti para que te pida su derecho que te había hecho
guardar para él. ¿Qué privilegio tiene dar su derecho a quien le corresponde?
La tercera verdad es la hermandad (​ujuwwa)​ . Todos somos hijos del mismo padre, Dios
(​al-Ḥaqq). Así que, cuando un hermano da a su hermano la propiedad de su padre, ¿qué
merito tiene, si la riqueza que le da es la del padre, y no la suya?
La cuarta verdad es la servidumbre. Todos somos siervos y Dios es el Señor. Así que, ¿qué
merito tiene el siervo que da de la riqueza de su señor a los demás siervos? Cuando da, lo
puede hacer bajo sus órdenes o desobedeciendo. Si da siguiéndolas, ¿qué merito tiene, si el
que da la orden es el que obtiene el mérito? Y en el caso de que lo haga desobedeciendo, es
un ladrón que merece el castigo. Y aunque desde el punto de vista de la realidad esencial no
puede dar sin que quien ordena lo haya hecho, desde el punto de vista de la Ley, puede haber
dado sin la orden expresa de ello.
La quinta verdad es la responsabilidad (​istijlāf​). Dios, exaltado sea, ha dicho: “Dad de aquello
que os hemos hecho responsables” (57:7). Así que todos somos responsables de lo que
tenemos en cuanto a conocimiento o riqueza. Pero el dominio es de Dios, el Verdadero. Así
que, ¿qué mérito tiene tal responsabilidad si da de lo que no es suyo? ¿No será, más bien, de
quien lo ha hecho responsable de ello y le he ordenado a través de las palabras de Su
mensajero: paga a fulano tal y cual cosa? Su único mérito es hacer bien lo que debía.
¿Cómo puede entonces el conocedor por Dios creer que tiene ningún mérito por encima de
nada de la creación de Dios? Quien lo pretenda es que no ha percibido jamás lo más mínimo
de la fragancia del conocimiento por Dios.
Estos son los peligros que acechan a los ricos por Dios y a quien menosprecia la pobreza ante
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Dios. Y por eso insistimos en que la pobreza ante Dios es más segura que la riqueza por Dios.
Y es así porque el rico por Dios se imagina que está por encima de los siervos de Dios. Por eso
dijo el Enviado, la paz sea con él: “Soy el señor de los hijos de Adán, y lo digo sin jactancia”. Y
si no fuese porque tal estación puede conllevar esa tendencia a la jactancia, no habría
necesitado el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, decir tal cosa. La pobreza ante Dios
no es así, pues en ella no hay engreimiento ni jactancia, solo abatimiento y necesidad de Dios,
elevado sea, el Preciado, el Independiente en sentido absoluto.
Pero quien es agraciado con la pobreza ante Él y la riqueza por Él, sin que haya desequilibrio,
se le ha concedido un bien inmenso.

36. Dijo: Los sabios por Dios permanecen por el atributo de Dios el Permanente, puesto que
sus atributos son los opuestos a los Atributos divinos. Los demás permanecen por Dios porque
sus atributos son los atributos divinos, concedidos por Dios y bajo su protección.

37. Dijo: Es sorprendente que, quien sea consciente de que es un siervo de Dios, diga: ¡cuán
lejos está el camino hacia Dios!

38. Dijo: Si los que ponen su objetivo en Dios abandonasen las numerosas etapas que se
levantan en el camino hacia Dios, y las pruebas que lo hacen difícil, aceptando la estación de la
servidumbre de la élite, en vez de tantas estaciones y estados, acortaría su camino y se darían
cuenta de que Dios, elevado sea, está más cerca de ellos que sus venas yugulares. Y así de
cerca estarían de Él si realmente prestasen atención y se comportasen como Sus siervos.

39. Dijo: Toda ciencia, si se expresa de forma accesible, se facilitan y se hacen cercanos sus
significados, de manera que se hace agradable a la audiencia inteligente; se puede hacer
accesible a tal inteligencia y facilitar el asunto si hay esfuerzo por comprender. Pero no es así
con las ciencias de los secretos, pues cuando se intenta hacerlos accesibles por medio de la
expresión, se oscurecen y se alejan sus significados; el intelecto lo rechaza porque está por
encima de su capacidad de percepción y no encuentra manera de llegar a ellos. Esta es la
diferencia entre las ciencias de los secretos y las ciencias racionales.
En cuanto a la ciencia de los estados, es algo intermedio entre las ciencias de los secretos y
las ciencias racionales. Los mayoría de los que creen en la ciencia de los estados son la gente
de la experiencia (​ahl al-taŷārib​). Su conocimiento está más cerca de la ciencia de los secretos
que de las ciencia racionales. Incluye la ciencia del éxtasis, de la sobriedad, y otras ciencias
parecidas.
Así que debes saber que, si te resulta fácil la ciencia de los secretos cuando alguien la expone,
mostrándotela a través de alguna interpretación, esto es debido a un develamiento y a la
percepción de alguna de sus estaciones. Pero solo puede ocurrir si el corazón (​ṣadr) está
seguro, y solo lo puede estar si se retira [al intelecto] de su seguridad. En este caso el intelecto
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no tiene lugar, a no ser que sea sobre lo que alguien infalible (​maṣūm) haya traído, para que le
de seguridad al corazón del dotado de intelecto. Pero las palabras de quien es falible no las
puede apreciar sino quien posee el saboreo [de los estados].

40. Dijo: Si al estar con alguien que habla de los secretos, sopesas sus palabras con tu
entendimiento, entonces con quien estás es con tu entendimiento, no con la verdad que hay en
el conocimiento que te transmite quien habla de los secretos. Quien quiere beneficiarse de las
palabras de la gente del camino hacia Dios, debe acercarse a ellos con humildad e indigencia,
como si se acercase a Dios, puesto que ellos son la gente de Dios: no se dirigen a nadie que
no sea Dios; no miran a nada que no sea Dios; no se sujetan a nada que no sea Dios; quien los
oye, no oye sino a Dios; quien recibe de ellos no recibe sino de Dios; quien los contradice no
contradice sino a Dios. “Quien obedece al enviado, ha obedecido a Dios (4:80)”. “Y no habla
por su pasión (53:3)”. Quien se acerca a ellos observa lo que han recibido de Él, recibe aquello
que le permite su capacidad y deja con ellos lo que no le permite su capacidad. Ellos son más
capaces. Y que no divulgue a otros lo que tienen, pues sufrirá las consecuencias y le
alcanzarán las tribulaciones.

41. Dijo: El resultado del recuerdo (​ḏikr) es algo concedido (​mawhūba​), y los de la meditación
(​fikr​) son adquiridos (​maksūba)​ , en todas sus casos y en todos sus aspectos.
Así, los que recuerdan a Dios, se pueden clasificar en dos grupos: los que recuerdan en
silencio y los que recuerdan en voz alta [lit. en secreto y en público]. Los que recuerdan en voz
alta pueden ser de dos tipos: quien recuerda [así y] ha aprendido el recuerdo de Dios, y quien
recuerda para purificarse del pensamiento de los demás.
Los que recuerdan a Dios en secreto también son de dos tipos: quienes llaman a la puerta del
develamiento por él, y quienes lo esconden por temor a ser interrumpidos en él.
Los que meditan son de dos tipos: los que meditan sobre los Atributos y los que meditan sobre
las Acciones, puesto que sobre la Esencia no se puede meditar. Quien medita está velado, y
quien recuerda, si está vacío, también está velado. Pero si está lleno [lit. lleno de grasa, bien
condimentado] no estará velado de quien recuerda en su recuerdo.

42. Dijo: El que trata de ocultar con sus obras pías hacia los demás (​mu'āmilāt)​ y las que
acercan a Dios, que no sigue las órdenes de Dios que Él inspira en el corazón de los que
conocen por Dios, se le ha permitido un defecto en su corazón y sufre sus enfermedades, pues
está rodeado de pretensiones y defectos. En el camino del buscador puede parecer una forma
de belleza, pero para los elegidos es un defecto y un momento de olvido.

43. Dijo: Los Nombres que te aproximan a Dios son los mismos que te separan de Él. No te
acercas a Él por Sus Nombres si no es por medio de ajustarte a Su mandato. Y no te puedes
acercar a Dios si no es por medio de nombres diferentes a los Suyos (​gayru-hu)​ : la esencia de
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la unión con Dios es que no verás al Portentoso como portentoso, sino desde la humildad; y no
verás al Autosuficiente como autosuficiente, sino desde la necesidad. Sus Nombres le vean, y
tras ellos están tus nombres. Tus nombres, en realidad, son más que la medida de lo que eres,
tal y como Sus nombres, en realidad, son mucho más que la Suya [que te haces de Él]. Así
que, de la misma forma que Él llega a ti por medio de Sus nombres, no puedes llegar a Él si no
es por tus nombres. Esta es la unión que buscan los sabios por Dios.

44. Dijo: El que está en estado de extrema necesidad (​muḍṭarr), cuando pide, es contestado,
sea éste creyente o infiel. Esto es una prueba de que la mayor proximidad está en tus nombres
y no en los suyos. Tus nombres aseguran la aproximación desde todas las posibilidades, pero
no se aproxima a Él por Sus nombres nadie excepto el creyente sabio (​ʽārif​).

45. Dijo: El mundo (​dunyā)​ para el sincero (​ṣiddiq) es demasiado despreciable como para
esperar que, al hacer uso (​taṣrīf) de él, Dios se le muestre (​jāṭira al-ḥaqq). Y es insignificante
para Dios como para que considere Dios mostrarse en su dominio. Pero a pesar de ello sí que
se apresura en hacer el bien por medio de Dios, no por sí mismo. Esta es la diferencia entre el
sincero y los que actúan buscando la recompensa.

46. Dijo: Debes saber que el camino hacia Dios, por el que han caminado los elegidos de la
gente de Dios, tiene cuatro dimensiones: motivaciones (​bawā'iz​), pretensiones (​dawā'i​),
carácter (​julq​) y realidades (​haqā`iq)​ . Lo que los compele son tres derechos (​ḥuqūq) que les
obligan: el derecho de Dios, el derecho de la creación y el derecho de sus almas. El derecho de
Dios sobre ellos es que Le adoren y no le asocien nada. El derecho de las criaturas es que se
abstengan de dañarlas por completo, que actúen de buenas maneras con ellas hasta donde les
sea posible y les den preferencia hasta donde la Ley lo permita. Y el derecho que tienen sus
almas sobre ellos es que no deben caminar con ellas por la vía si no es para conducirlas a la
felicidad y a la salvación eterna, a pesar de que la alma se oponga por ignorancia o por su mal
temperamento. La religión (​dīn​) y la perfección del carácter (​muruwwa)​ son las que la dirigen a
esta alma que se opone hacia la nobleza de carácter –puesto que la ignorancia es lo opuesto a
la religión y el mal temperamento es lo opuesto a la perfección del carácter–.
Si regresamos a las cuatro modalidades que hemos mencionado antes tenemos:
Las pretensiones son cinco: las ideas súbitas (​hāŷis​), que son los relámpagos de las
inspiraciones súbitas (​jāṭir), la voluntad, el empeño, la aspiración y la intención. Y las
motivaciones que acompañan a cada una de estas pretensiones son tres: el deseo (​rugba​),
temor (​ruhba​) y la exaltación (​ta'ẓīm). El deseo tiene dos: el de vecindad o el de visión directa
(​mu'āyana​), o deseo de lo que hay con Él, o de lo que hay en Él. El temor tiene dos: ante el
castigo o ante el velo. Y la exaltación es Su singularidad frente a ti o tu reunión por Él.
El carácter (​julq​) puede ser de tres formas: transitivo, intransitivo y general. El transitivo puede
ser de aquellos que traen un beneficio, como la liberalidad (​ŷūd)​ , la generosidad y la entrega a
los demás; y aquellos que rechazan el daño, como el perdón, la indulgencia, sobrellevar las
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ofensas y reconciliar las diferencias. Los intransitivos son la confianza en Dios (​tawakkul​), ser
escrupuloso, el desapego; y los caracteres generales son la paciencia, sencillez y demás.
En cuanto a las realidades, caen en cuatro categorías: las realidades de la esencia, realidades
de los atributos, realidades de los actos y las realidades de los seres creados. Y estas pueden
tener tres grados: la existencia superior, y estos son los inteligibles, la existencia inferior, que
es la de los seres sensibles, y la existencia ítsmica (​barzajī​), que está entre las otras dos. Es la
existencia imaginal (​mutajayyalāt​). Las realidades esenciales son las contemplaciones
(​mašhad)​ en las que Dios te establece sin que haya analogía, sin un cómo [modo], ni
posibilidad de expresión o alusión. En cuanto a las verdades de los atributos son las
contemplaciones en las que te establece Dios; te sitúa en un lugar elevado desde donde
reconocer Su existencia (​kawna-hu)​ , elevado sea, como el Omnisciente, el Designador, la
Voluntad, el Que escucha o el Que ve.
En cuanto a las realidades de la existencia, es cada una de las contemplaciones en las que
Dios te establece poniéndote en una posición donde conoces los espíritus, los cuerpos y los
elementos. Y estas son las realidades del mundo superior. Y toda contemplación en la que te
establezca Dios para el conocimiento de los cuerpos, relaciones, las diferencias, los seres, es
de la existencia más baja. Y toda contemplación en la que te establezca Dios en la que
obtengas conocimiento del descenso de los significados espirituales en las formas sensibles,
es algo de la existencia imaginal. Lo que percibas con forma en el sueño o en el develamiento,
no en ningún otro estado (el sueño en el caso de los comunes y en el desvelamiento para la
élite), puede ser de dos tipos: o bien por la ruptura de la normalidad para los débiles, o bien por
la fuerza de su imaginación.
En cuanto a las verdades de las acciones, son toda contemplación en la que Dios te establezca
en la que contemples el conocimiento de la relación entre el designio y lo designado, entre el
conocimiento y lo conocido, y todas las demás relaciones parecidas.
Y el conjunto de lo que hemos mencionado es lo que se denomina estados. Las estaciones son
los atributos que se adquieren de manera permanente y de las que uno no puede descender,
como el arrepentimiento. El estado es todo atributo que puede estar presente en un momento y
en otro no, como la ebriedad y la sobriedad, cuya presencia está condicionada, como la
paciencia está condicionada por la prueba. Y este asunto puede tener dos formas: aquellas que
alcanzan su perfección en el exterior y el interior del hombre, como el escrúpulo, el
arrepentimiento; o el segundo tipo, cuya perfección está en el interior del hombre, sin que
dependa de que se muestre en el exterior, como la renuncia y el desprendimiento. Y no hay en
el camino hacia Dios, elevado sea, ninguna estación exterior sin interior.
Y también entre estas estaciones las hay que son atributos del hombre en este mundo y en el
Otro, como la contemplación, la majestad, la belleza, la familiaridad, la reverencia, la felicidad; y
otras que atribuibles a él desde su muerte hasta su resurrección, y hasta que entre en el
Paraíso, donde terminan, como la tristeza, la contracción, el miedo y la esperanza. Y también
las hay que solo que lo describen hasta que le llega la muerte, como el desprendimiento, el
arrepentimiento, el escrúpulo, el esfuerzo, la práctica, la renuncia y el adorno; y otros van y
vienen dependiendo de la presencia de las condiciones, como la paciencia, el agradecimiento y
todo lo que se le parece.
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47. Dijo: Los corazones son los campos de cultivo de los secretos. Así que labradlos con la
práctica y el refinamiento del buen carácter. No los abandonéis para las bestias y pastos.

48. Dijo: No estés [lit. sientes] con Dios por que Él sea quien crea el sustento, ni por que sea
quien lo hace terminar, ni por que sea quien ha hecho la promesa [del Paraíso], ni porque haya
jurado [por el castigo], sino que más bien estate con Él porque es el Rey que tiene libertad para
disponer de Su reino como quiere. Por tu parte, no puedes hacer gran cosa ante lo que Él ha
dispuesto claramente [al decir]: “Ya os creé cuando no eráis nada” (19:10).

49. Cualquier falta mortal o venial puede estar presente en el buscador, el sabio y los
conocedores realizados, excepto cuatro: mentir, aunque sea por el bien común (​maṣlaḥa); ser
traicionero (​jayāna​), aunque quepa una interpretación (​ta'wīl)​ ; no cumplir la promesa, aunque
se vea compelido por las circunstancias; y la ostentación, aunque sea con una buena intención.
Así encontré un maestro al que escuché mentir, por lo que perdió mi consideración. Y encontré
otro maestro que bebía vino, pero a quien mantuve en alta estima y por quién pedí el bien de
Dios.

50. Dijo: Quien es consciente [lit. el que está cercano de su alma] de su ignorancia con
respecto a lo que ignora, conoce más por sí mismo que quien es consciente de lo que sabe.
Quien desconoce algo lo rechaza, y si rechaza algo es porque cree tener un conocimiento tal
del asunto al que se opone, que lo lleva a rechazarla. Aunque tuviese razón, se relacionará con
lo ignorado por medio de una negación equívoca. Lo único que demuestra esta negación es
que pertenece a la gente de la especulación y la reflexión. Quien es consciente de lo que sabe
no es así, y está en uno de los grados del conocimiento, pero no en el camino de Dios. En este
camino no hay posibilidad para la negación, solo para la pura sumisión y el reconocimiento de
la propia ignorancia. Si ocupas tu alma con lo que no conoces, no dejas lugar a aceptar más
[conocimiento], mientras si te ocupas de lo que conoces, ignorarás los dones del instante,
ocupado como estás en lo que ya tienes. Por eso decimos que es mejor que el buscador
entretenga con su ignorancia, que a que lo haga ante su conocimiento; y también que el que es
consciente de su ignorancia ante lo que no sabe, conoce más por sí mismo que quien es
consciente de lo que conoce.

51. Dijo: Todo discípulo que discute o contradice a su maestro, o a la inspiración que le llega
del instante (​wārid waqti-hi​), si es de los que reciben, se dirige hacia la ruptura de su relación
con él y al abandono de su compañía. Y así se le llega el momento de la vergüenza y de ver la
maldad de su acto.
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52. Dijo: El que te separes de Dios continuamente, sin que medie algo de regreso hacia Él, es
el motivo de ruptura del vínculo entre Verdad y tu. Así que esfuérzate y estate con Él presente
por medio de los actos de cortesía ordenados por la Ley, meditando en el el fondo de sus
realidades, para que así estés unido [en esos momentos]. Y si no lo pudieses conseguir en
todos, que sea una vez en uno y luego en otro, para que así se compensen. Y si no puedes ya
con esto, es que en ti no hay ningún bien.

53. Dijo: El buscador que se desentiende de lo venidero, ha eliminado su esperanza. Y quien


elimina su esperanza en este mundo, la encontrá con una constitución perfecta, con una bella
apariencia, en la Otra vida. Se regocijará en ella en el momento en el que, quien la ha hecho su
guía y la ha seguido, sufra.

54. Dijo: Que presencies algo y guardes el secreto, aunque te sea lícito divulgarlo, te hace de
los fidedignos (​amīn)​ . Que hagas suposiciones sobre las cosas y las divulgues, te hace
sospechoso, aunque hacerlo público resulte al final beneficioso. Lo que te incumbe es guardar
los secretos, pues ésta es una de las cualidades de los fidedignos y las almas libres. Ocúltate
del vulgo todo lo que puedas, a no ser que se conozca tu posición. Manifiéstate según el grado
de fe que tengan en ti, pues si les muestras algo distinto del estado al que están
acostumbrados de ti, o incluso te excedes, te rechazarán, y al final ira en tu contra.
Ciertamente, aquellos que se ponen a salvo [aceptando lo que no entienden] son muy pocos.
“Por tu Señor, no creerán hasta que, habiéndote hecho juzgar en su disputa, no quede en ellos
mismos resentimiento ante tu decisión y se sometan completamente” (4:65).

55. Dijo: Quien no ha atendido a las realidades divinas de los sabios, atiende a las realidades
celestiales que brotan de ellas. Retrasa así su conocimiento de las cosas, y el discurrir de las
órbitas. Así que más le vale aconsejarle a su alma que baje su mirada hacia lo que hay en
ellas, no que mire lo que hay más allá del firmamento. Así será de los que son buscados, y no
de los que buscan.

56. El buscador que acompaña a sus contrarios, entra en pérdida. Si acompaña a sus iguales,
entra en el olvido. Si acompaña a su alma, se queda en la perplejidad. Si acompaña a su
Señor, queda velado. Pero si acompaña al maestro, se le abren las puertas, se le facilitan los
medios y se manifiesta Su nombre el Proveedor (​al-Wahhāb​). Y por ello dijo: “Esto es lo que os
concedemos. Guardad o dad, sin echar cuenta alguna” (38:39).

57. Dijo: El caminante que desconoce su estado y su estación, es destruido. Es así porque se
eleva por encima de su estado y hace alusiones a estaciones que no son suyas. Las
desconoce porque no las ha contemplado y no se le ha manifestado nunca tal cosa. Si el
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caminante conociese su estado se limitaría [a él] y no traspasaría sus confines, sus palabras se
corresponderían con su grado o uno menor aún. Mejor que busque a quien le haga conocer su
estado y le haga desconfiar de su propio conocimiento, para que no diga: “He llegado a
conocer”, como dijo Abū Ŷazīd al-Bisṭāmī, cuando su alma le dijo que era el maestro de Bisṭām.
De este modo partió buscando a quien le diese a conocer su estado. Encontró a un hombre,
que era camellero y tuerto, como cuenta la famosa historia. Así conoció por sí mismo y partió.
Como cuenta el propio Abū Ŷazīd: «Estaba sentado un día, cuando me sobrevino el inspiración
súbita de que era el maestro del instante (​ŝayj al-waqt​). Así que partí hacia el Jorasán. Me
senté y me dije a mi mismo que no andaría más hasta que Dios no me trajese a quien me
hiciese conocerme a mí mismo. Así me quedé tres días, y al cuarto día se me acercó un
hombre montando. Me di cuenta de su estado, así que salí a su encuentro. Alargue mi mano
para coger las riendas de su camello, mientras este se tendía rendido en el árido suelo. Me
miró y me dijo: “¿Me obligarás a a que descubra mi ojo ciego para que haga zozobrar Bisṭām,
sus gentes y a Abū Ŷazīd?” Se giró hacia mí y perdí el conocimiento. Luego le pregunté: “¿De
dónde vienes?” “Del momento en el que hiciste el pacto con Dios, y he llegado a ti desde tres
mil leguas más allá”, me contestó. Tras lo cual dijo: “Oh Abū Ŷazīd, guarda tu corazón, vuelve
tu rostro y aléjate de mí”. Este relato lo he extraído del ​Libro del método efectivo para la
clasificación de los dichos de Abū Ŷazīd,​ uno de los libros escritos por nuestro maestro, que
Dios esté complacido con él.

58. El ​murīd que afirma ser rico por Dios (​al-ganī bi-l-Lāh​), pero que no da de lo que tiene, no
es más que un mentiroso. El ​murīd que, aunque sometido a las causas secundarias, da lo que
tiene, es el rico por Dios sin saberlo. El signo de la riqueza por Dios es que el alma esté por
encima, de corazón, de lo que las gentes tienen. Todo lo demás no es sino la riqueza por las
causas secundarias. La realidad esencial establece que la búsqueda de la dependencia
(​istinād)​ en lo autosuficiente (​'azīz)​ conlleva la independencia (​'izza)​ . Y no hay otro
autosuficiente que Dios. Depender de lo supeditado (​ḏalīl) conlleva estar supeditado, y no hay
otro ser más supeditado que la creación. Quien escoge la autosuficiencia sobre la supeditación,
elige a Dios sobre Su creación.

59. Dijo: El deseo (​ṭama') es un cuerpo que encuentra su reposo en la pobreza, y el


desprendimiento (​ya'sa​) es un cuerpo que lo encuentra en la riqueza (por Dios). Quien busca la
pobreza se agota, y quien se enriquece [con Dios] descansa. Por ello, todo ​murīd que no arroja
los ropajes del deseo y no se viste con los del desprendimiento, no encuentra el reposo
(​yuflaḥ).

60. Dijo: Si ves al ​murīd ​contestar continuamente a las preguntas que se le hacen sobre el
camino de Dios, siendo esta su vía, debes saber que en su corazón hay un deseo de
preeminencia y autoridad. Lo primero que debería hacer al ser preguntado es remitir al
interrogador a su maestro o a cualquier otro. Y si su maestro no está disponible y no conoce en
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su tierra a quien remitirlo, que se pregunte si no hay otra manera de beneficiarle en su religión
a quien cuestiona, que responderle. Si este fuese de verdad el caso, que diga: Han dicho sobre
lo que preguntas tal y cual cosa.
Pero si sabe que la pregunta es por vana curiosidad, y que no va ha actuar en consecuencia,
no tiene sentido alguno que le responda ni que lo remita a nadie. Y en este caso el ​murīd no
debe pedir por tal persona, puesto que si el ​murīd​ ve respondidas sus peticiones, se extravía.

62. Dijo: El entrenamiento espiritual (​riyāda)​ consiste en mejorar el carácter, y el esfuerzo


(​muŷāhada)​ en hacer soportar al alma las dificultades del hambre, la sed, la vigilia, la penuria y
el retiro. Sin entrenamiento no hay esfuerzo, y sin esfuerzo no hay contemplación.

63. Dijo: Si el ​murīd quiere retirarse (​jalwa)​ , que se encierre y no deje ni una rendija abierta en
su lugar de retiro, de tal forma que no entre ninguna luz en ella y la oscuridad lo rodee por
todos lados, de modo que no pueda ver absolutamente nada. Que le advierta a la gente de la
casa de que no levanten la voz ni anden con zuecos. Si hay gatos en casa, mejor echarlos, y si
hay picaporte es mejor silenciarlo con un trapo. No debe entrar en la casa de quien está de
retiro quien no sepa de tal circunstancia, no vaya a perturbar su estado con el ajetreo. Si es
posible, que nadie sepa que está de retiro, excepto la gente de la casa, que recibirán órdenes
de cuidarse de armar alharaca. Y si se les puede ordenar esto, sin que sepan que está de
retiro, mejor.
Quien va a hacer retiro debe disponer de lo necesario para sobrevivir, sin necesitar nada de
fuera del lugar de retiro. Sus alimentos deben ser cosas ligeras y húmedas. Si se puede
abstener de tomar alimentos de origen animal, mejor. Si tiene que ir a hacer sus necesidades,
que se tape los ojos, que oculte su rostro y que guarde sus manos en los bolsillos, para que no
le asalten deseos extraños. Y que se limpie con el agua con el que hace la ablución en su lugar
de retiro. Luego que regrese a su lugar, que realice la ablución y dos plegarias por la ablución,
cortas pero bien hechas. Luego que se siente con la cabeza entre las rodillas y que se
concentre en la mención del nombre ​Allāh Allāh​ hasta donde pueda, en voz alta o en silencio.
[Tiene dos compromisos]: el primero de sus compromisos con Dios es que no le pida a Él nada
que no sea Él. Y que no le quepa duda de que el reino de este mundo se le ofrecerá, y verá
aquello que deja perplejas las mentes. Se le ofrecerá todo lo que alcance su vista. Pero que no
se le ocurra escoger nada, puesto que todas estas cosas son velos que lo separan de su
objetivo. Si acepta alguno, con él se quedará. El segundo es que Dios no se parece a nada, ni
se encarna en nada, ni se transfigura, ni se hace imaginable. Si se manifiesta en su retiro quien
diga: “Soy Dios”, o “soy tu Señor”, que responda: “Eres por Dios”, y tras ello: “¡Gloria a Dios!”.
En ese mismo momento verá como tal manifestación desaparece hasta que no quede nada de
ella. Que no deje de invocar a Dios hasta que se apacigüe el corazón. Y cuando lo haya hecho,
es que ha llegado a su objetivo. Lo sabrá porque hallará un signo en sí mismo que se le
concederá en ese momento de forma obligada.
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64. Dijo, que Dios esté complacido con él: Aunque afirme el ​walī que ha alcanzado el más alto
de los rangos, no deja ni se libra de seguir a las órdenes de la Ley (​ŝarī'a)​ , a no ser le invada
un estado que lo haga estar como un poseso (​maŷnūn)​ o incapaz (​mugmā​). En tal caso su
responsabilidad ante la Ley queda en suspenso hasta que retorne a sus cabeles. Y cuando lo
abandone le corresponde decir: “¡Gloria a Dios! Regreso a Ti.” Todo aquel que estando sano y
en su juicio, afirme que tiene un estado tal que le exime de obrar [según la Ley], sus palabras
no son más que mentiras y su unión no es más que con el Infierno (​saqar​).

65. Me dijo: Esfuérzate por conocer el camino por el que has llegado a esta existencia desde tu
Señor. No hay duda de que por él tendrás el regreso hacia Él. Si lo llegas a conocer bien antes
de tu regreso, en tu regreso serás señor de la intimidad, expansión y cercanía. Si no, serás de
los que viven en el espanto, la contracción y el temor por desconocer su situación en el camino.
Y ha dicho, ensalzado sea: “Y hacia Él es el regreso” (2: 27)
66. Dijo: El camino (​ṭarīq) hacia Dios es según la medida de sus hombres (​riŷāl​), los hombres
son según la medida de sus conocimientos (​ma'ārif​), el conocimiento según su búsqueda
(​sulūk​), su búsqueda según el camino (​ṭarīq) que recorren, el camino según los hombres, y así
continúa el ciclo...

67. Hay hombres que su camino es tan numeroso como sus respiraciones (​anfās​), que son los
movimientos de los astros de su existencia. Otros cuyo camino es tan numeroso como los
grados de la esfera e incluso más. Y los últimos, como la cantidad de las semanas y sus
intervalos. Y quien no pertenece a ninguno de estos caminos, no hay un verdadero bien en él.
La realidad es que el Universo por completo, desde los primeros a los últimos, de los hombres
y los genios, está en el camino hacia Dios. Y quien diga lo contrario, es que es un ignorante
completo de la Realidad divina.

68. Dijo: ¡Por Dios! El sometimiento a la gente de este camino, los que están ligados a Dios, en
lo que aparezca de reprensible en ellos, conlleva la salvación si se acepta. Esto es así porque
se han ligado a Dios, que les ha hecho capaces de confundir las vistas con el poder divino de
aparecerse en cualquier forma que quieran, para probar tu fe o infidelidad.

69. Dijo: Lo que os incumbe es elevar vuestra aspiración hasta que os saque de esta esfera de
pesar y os separe de esta oscuridad, si es que queréis ver con vuestros ojos la raíz de la
existencia de la sabiduría (​aṣl iŷād al-ḥikma). Así pues, los sabios pueden ser de dos tipos con
respecto a esto: la mayoría lo que desean es contemplar (​muṭāla'a) la sabiduría. Pero la
sabiduría solo tiene lugar en el Universo, por lo que no abandonan el Universo. Esta es la
estación de 'Umar [que dijo]: “No he visto nada sin ver a Dios con ello”. Esto es asociar en la
visión. Pero hay unos pocos que realizan la visión directa de la raíz de la sabiduría. Perciben y
ven directamente como la sabiduría fluye por el Universo como se infunden los espíritus en los
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cuerpos. Y cuando desean expresar tal conocimiento, se apoyan más en la expresión de la


visión de la sabiduría que en el de su raíz. [Pero] con tal expresión aluden a que han visto la
raíz de la sabiduría antes que su expresión: “No hemos visto nada sin ver a Dios antes”. Esta
es la estación del Sincero [Abū Bakr], la de la Unicidad según ha sido revelada. Más allá de
esto hay océanos donde golpean las olas, que aniquilan a quien nada en ellas. Quien se lanza
a ellas no sale jamás, y tampoco desea abandonarlas. A pesar de ello se le muestran las orillas
para que pueda mantener su forma (​haykal​) en ambas moradas, como misericordia divina con
su alma animada.

70. Dijo: ¡Qué sorpresa me produce ver a quien, ignorante de como ha llegado desde Él, quiere
regresar a Él! ¿Como podrá llegar a Él?

71. El conocimiento (​ma'rifa)​ es una casa con cuatro esquinas [o cimientos], que son Sus
nombres el Primero, el Último, el Exterior y el Interior. El Primero contiene el conocimiento de lo
pre-eterno (​azal)​ , el Último de lo sempiterno (​abad​), el Exterior el del camino de la visión directa
y el desvelamiento, y el Interior el del camino de la prueba. Quien conoce a Dios, glorificado
sea, plenamente desde estas cuatro esquinas y construye la casa de su conocimiento sobre
ellas, no tiene otro conocimiento que desear, excepto el que queda tras una esquina, la de la
visión directa por medio de la sucesión continua de las manifestaciones (​istimrār al-taŷāliyyāt​).
Tal cosa no ocurre sino en la morada postrera, puesto que esta esquina no se puede dar sino
en ella. Por ello la Ka'aba se construyó sobre tres, no sobre cuatro, aunque esté así hoy en día.
La tercera esquina estaba en el ​hiŷr [​ la explanada alrededor de ella, en el ​maqām de Ismael]
según la fundamentó Abrahám, la paz sea con él, cuando estableció los cimientos de la Casa.

72. Dijo: A quien busca al Verdadero, lo que le incumbe es adaptarse (​yulzam​) al Verdadero.

73. Dijo: El guardar silencio en vez de hablar desde la sabiduría en el momento oportuno, es un
signo de la verdadera honestidad (​al-amāna al-muḥaqqa), siempre que no lleve a corromper la
religión. El hablar con sabiduría en un momento oportuno sin que sea necesario, solo es una
muestra de deshonestidad.

74. El sabio no es quien habla de la sabiduría o hace uso de ella, sino a quien ella le hace
actuar, aunque no lo sepa.

75. Dijo: La sabiduría se pierde, con rapidez vuelve, y es fácil hacerse con ella para quien sabe
cómo.
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76. Dijo: ¡Qué sorprendente es que la sabiduría pueda aumentar el extravío, cuando no es otra
cosa que la acción o las palabras del sabio! Y no hay en la existencia Actor sino Dios, siendo Él
el Sabio absoluto. ¿Cómo puede ser la sabiduría motivo de extravío, cuando la existencia es
toda ella sabiduría? Los sabios la buscan, tratando de encontrar en su fondo algún saber
especial. Ha dicho Dios: “Cuantos de los signos de los cielos y la tierra pasan a su lado, sin que
les presten atención” (12:105). Y también: “Ciertamente [tenéis signos] en la creación de los
cielos y la tierra; en la sucesión de la noche y el día; en las naves con las que surcáis los
mares, de la cual se beneficia el hombre; en la lluvia que hace descender Dios del cielo, con la
cual revive la tierra después de estar baldía, con la que alimenta a los animales; en la
disposición los vientos y las nubes sostenidas entre el cielo y la tierra. ¿Es que no hay en ello
signos para los que razonan?” (2:164) El ignorante no cree en signo alguno sino en los actos
milagrosos (​jarq al-mu'tād​). Y quien no vea el devenir de la habitualidad como signo y como
sabiduría, carece de inteligencia, puesto que Dios ha dicho “signos para aquellos que razonan”.
77. Dijo: Si vieses la realidad, verías al hombre extraviado de la sabiduría. Pero la sabiduría lo
busca, no lo extravía. De lo que pedimos protección a Dios es de esta característica humana,
que no hace uso de la sabiduría sino es para sacar su propio y limitado provecho.

78. Dijo: La sabiduría es algo más deseado para quien la posee que para quien la busca. Como
no tiene lengua con la que anunciarse a quien la ignora, la sabiduría permanece inaccesible a
quien la busca.

79. Dijo: La sabiduría desea y es deseada. Desea al ignorante, es deseada por el sabio. Por el
deseo que le tiene, el sabio la busca y es celoso con ella. Sin embargo el ignorante es deseado
por ella, que se mueve hacia ella sin poner rumbo a ella, desconocedor de la nobleza de su
rango. Es como un buhonero, al que la hija del rey se le aparece vestida en harapos y le ofrece
matrimonio. Él la rechaza y la insulta por la apariencia en la que se muestra. Cuando se aleja
ve a uno de los cortesanos del sultán que la persigue fascinado, al que toma por un estúpido.
Pero cuando llega alguien y le confirma que era la hija del rey, casi pierde su juicio. Y lo toma la
fascinación y se arrepiente, aunque no le sirva de nada. Tal pasión no la tiene por ella, ni por su
belleza y encantos, puesto que no vio nada de eso al encontrársela, sino por aquello que los
beneficios que le habría reportado su vinculación al rey.
De esta forma, el imitador (​muqallid​), si aprecia la sabiduría, no lo hace por sí misma, sino por
lo que escucha de quien la tiene en alta consideración o de quien es famoso por su
conocimiento. Si lo escucha de quien no tiene para él tal consideración, no se preocupa por ella
y no la prefiere sobre otras cosas. Si apreciase la sabiduría por sí misma, le daría igual donde
la encontrase. Esta es la diferencia entre el sabio y el ignorante. Pero los sabios pueden ser, en
esto, de dos tipos: los que la desean por la misma sabiduría, como quien ha perdido algo y
desea recuperarlo; y el sabio que se sienta con el Sabio, es decir, con Dios, exaltado sea. Este
no deja de recibir la llegada de bandadas de la sabiduría con cada soplo, sin que se pueda
apegar a la sabiduría en tal estado. Y de tal persona no hace sino fluir la sabiduría.
Kitab al-Inbah. El despertar en el camino hacia Dios. 22/5/2012

Y las alabanzas son solo para Dios.

El despertar en el camino hacia Dios” by​ ​al-Habashi, Nuruddin Margarit (tr), Amina González (tr)
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