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Pequeña (pre)historia de la Interconsulta psicoanalítica (2a.

Parte): De este lado del océano

Roberto Neurburger

El psicoanálisis comenzó en nuestro país en un entorno esencialmente médico, a partir de sus


fundadores. No fue casual, pues, que la “medicina psicosomática” 1 fuese no solamente un punto
de intersección, sino vía de propagandización y justificación antela Ciencia, y – al mismo tiempo –
tentación de asimilar los conceptos y la teoría al discurso médico. Pero asimismo fuente de
sorpresas, en tanto un terreno diferente, ajeno ala Institución, permitía salir de la rigidez
estandarizada de la técnica con la que la IPA sojuzgaba a sus filiales. Una extensión del
psicoanálisis – en la que los pioneros se acercan a la práctica de la Interconsulta – siempre exigirá
un desempeño poco convencional, a la vez que el resguardo de sus fundamentos.

El pequeño libro Psicología y Cáncer, que reúne los textos de cinco conferencias de 1964, en la
Sociedad de Cancerología, es un buen ejemplo de la tendencia que habría de multiplicarse en los
sucesivos volúmenes de la Revista de Psicoanálisis. La disertación de Schavelzon es una densa y
apretada acumulación de referencias para mostrar el peso del factor psicológico (la psicogénesis)
en la etiología del cáncer; Bleger muestra el integracionismo como enfoque científico completo, al
que ninguna “área de la conducta” escapa, y Luchina pormenoriza lo exhaustivo que puede ser el
inventario de las emociones que pululan en la relación médico-paciente.

Pero son las mujeres – Lily Bleger y Marie Langer – las que, al presentar fragmentos de su práctica,
dan la nota diferente. Solemos decir que el médico recurre al interconsultor “psi” cuando su saber
flaquea. Sin embargo, se halla más cerca del borde que la muerte le señala, que nosotros,
psicoanalistas. Aún así, lo real también desarma nuestros torpes esfuerzos por alcanzar una
construcción teórica más o menos estable (que, desde luego, también flaquea, y no precisamente
menos…). De este modo, las psicoanalistas mencionadas son obligadas, por lo insondable que les
ha salido al encuentro, a ir más allá del background teórico con el que cuentan, y por el que en
otras circunstancias exhiben una adhesión épica: la contratransferencia freudo-kleiniana
rioplatense.

M. Langer se despoja de la misma para referirse al film “Cuando huye el día (Fresas salvajes)” de
Bergman, y encontrar referencias para que lo imaginario en torno a la muerte (las ansiedades
paranoides infantiles) pueda ser mitigado.

Con similar objetivo indaga el linaje familiar y la disposición del entorno. Es notable que mantenga
una distancia crítica con respecto a los alcances de la psicologización, y que sostenga la
singularidad como límite (hay que adaptarse a cada caso). Y, finalmente, vuelve a sorprendernos
con el relato de su clínica. La última presentación es la más vecina a una interconsulta, ya que hay
una breve referencia al médico que realiza la demanda, y a las condiciones que estipula (no revelar
el diagnóstico). “Mimi” – sin claudicar ni un instante en su ética – las sortea con giros nada
convencionales, que no cesan de dar en el blanco. De modo que cuando insiste que su acto “no es
psicoanálisis“, no tenemos motivo alguno para creerle…
II.

La saga de la creación, por parte de Mauricio Goldemberg, de los Servicios de Psicopatología en los
Hospitales Generales se pierde en tiempos legendarios. Al mismo tiempo puede seguirse los
documentos que inscriben su objetivo y metodología. Pese a que en ellos la referencia a una
anterioridad existe, la segregación que sufriera Mauricio por parte de la estructura manicomial y el
corte con ésta que produjo – no hay mal que por bien no venga – obligan a considerar que la
historia de la Psiquiatría en Argentina (si es que tal “especialidad” puede conservar una dimensión
ética sostenible) comienza, lisa y llanamente, con él.

En efecto: antes sólo hallamos el horror pre-histórico que describe bien Foucault en su “Historia
dela Locura“. Además, en los “artículos científicos” que producen los manicomios para camuflar
decorativamente sus abismos no puede encontrarse la referencia a Freud más que en términos
condenatorios.

El clima de los viejos hospitales psiquiátricos – dice Goldemberg – sigue siendo desolador y
pesimista… frases que aparecen ante el lector casi como eufemismos. Y como contraste, menciona
resueltamente los geniales descubrimientos de Freud y sus continuadores. Si bien el tiempo ha
cuestionado y mostrado las grietas de la concepción “integracionista” cuyo eclecticismo podía
envolver más de una regresión, el crédito de haber introducido y fomentado al psicoanálisis en la
institución hospitalaria le es inalienable.

Es en La psiquiatría en el Hospital General (en “La Semana Médica” de 1966, firmado


conjuntamente con Valentín Barenblit, O. Fernández Mouján, V. Galli, H. Kesselman, A. Muller, A.
Pérez, L. Ricón, C. Sluzki, G. Stein), donde se describe la estructura del funcionamiento de los
diferentes departamentos del Servicio, y se data la aparición de la Interconsulta en 1962 (dada por
el aumento de los pedidos de intervención por parte de colegas de otras especialidades) . De
acuerdo con la tonalidad general del artículo – posiblemente relacionada con el contexto de su
presentación: un periódico médico tradicional -, se detalla la organización formal y la mecánica
asistencial, antes que los fundamentos mismos de la tarea, que deben ser leídos “entre líneas“.

La función Consulta, que firman Valentín Barenblit – como Encargado del Departamento
Consultor -, Juan J. Criscaut, L. Damigella, O. Davidovich, M. Fefer, S. Karol, I. McDonell, A. Schere y
Fernando Ulloa, presentada en la X Conferencia de Salud Mental (Mar del Plata) de la FAP,
propone ya una articulación que diferencia lo psicológico como agregado o secundario a un cuadro
en un paciente internado en otros motivos en la institución, del campo de las enfermedades
llamadas psicosomáticas, y lo sitúa en un contexto, el entorno que define, provoca o sufre de
algún modo el impacto emocional que significa la situación enferma. Es decir que se advierte la
subjetividad en las márgenes de los signos que la institución recibe o admite, apareciendo en
significantes distintos de los que el fenómeno psicosomático apelmaza, y que recorren la red
institucional sobre la que se establece la transferencia.

En cuanto a su dispositivo, es coherente la perspectiva “ecuménica” que no privilegia un punto


único en cuanto a la localización de la demanda: .
…de qué nivel proviene primariamente el pedido. Las ansiedades pueden originarse en el mismo
enfermo o pueden provenir de la relación del enfermo con su enfermedad, de la familia frente al
paciente, del personal y/o de la institución frente al caso…

(Notemos que el médico no sólo no se menciona directamente, sino que la alusión al mismo ¡no
aparece más que al final!)

En una clase que dicta Juan J. Criscaut en la Facultad de Psicología, a la que es convocado por el
titular Fernando Ulloa, aparece la propia “mitología de los orígenes” del Departamento de
Interconsulta, con los apodos que el mismo recibiera y cuya procedencia permanecerá para
siempre anónima: “patrulla” (metáfora “policial” de una disponibilidad en continuo movimiento,
itinerante dentro de la institución hospitalaria, errante y con el constante reclamo de no contar
con un sitio propio) “frente interno” (metáfora “política” que muestra el costado de pulsión de
dominio de una situación de exterioridad con respecto a la institución) y “los bomberos de la
angustia” (metáfora “hídrica y servicial” del apaciguamiento demandado). 2 Para que la
exposición sea honesta, es menester no ahorrar el detalle de una estética de lo insoportable: los
cuerpos sufrientes, los olores, los gemidos, la inermidad de la sala colectiva o de los pasillos
abiertos en lugar de la comodidad de un consultorio…

Por primera vez aparece resueltamente el psicoanálisis como fundamentación de la Interconsulta,


sin referencia a una pretendida amalgama con “otras técnicas” en las que la época era pródiga. Se
presenta lo necesario, para el médico, de su situación discursiva para ejercer. En efecto, debe
mantener la disociación mente-cuerpo si quiere actuar como médico; se hace evidente, pues, lo
irrealizable de cualquier ilusión “holística“, por mejor intención que tenga. Asimismo se sitúa la
interconsulta como extensión: no se trata de “psicoanalizar” al paciente ni al médico, aunque es
claro que la demanda de éste es “por procuración” (ya que se refiere a un tercero – el paciente –
al que en algunos casos no se llega a ver de hecho). Luego de la referencia a Balint y su descripción
de cómo el médico puede “organizar” la enfermedad de su paciente (es decir, proveer un
significante con el que éste se identifica), los elementos de la Interconsulta son ubicados en una
red de interacciones recíprocas que Criscaut denomina secuencia consultiva. Aparece con
relación a la misma lo que será la presencia conductora en los testimonios sucesivos: la
experiencia clínica. Seguir la misma a la letra le permite a Juan J. evitar que el posfreudismo con el
que se contaba en ese momento sea un impedimento.

III.

El “acontecimiento 1971” es, sin duda, la aparición, con La Interconsulta médico-psicológica en el


marco hospitalario (de Héctor Ferrari, Isaac L. y Noemí Luchina), del primer libro independiente
dedicado por entero al tema, que refleja la práctica en el Hospital Ferroviario de Buenos Aires. En
retrospectiva, las marcas de la época lo hacen acreedor a la expresión que con tanta frecuencia
utilizara Lacan: una ambivalencia fundamental.
El proemio suscripto por Mauricio Goldemberg traza el parentesco con la experiencia casi
simultánea de Lanús. La estructura del texto habrá de volverse clásica en lo sucesivo, al margen de
la extensión de cada presentación: una introducción (aquí desdoblada en un prólogo, tres
capítulos y un epílogo conclusivo) que ilustra la “viñeta” (en la oportunidad, no menos de diez
“casos“). 3

Que lo “médico” aparezca destacado, ya en su lugar primero en el título, no obsta para que el
psicoanálisis halle su lugar, y que en los casos, en general, se desista de la psiquiatrización: el
“recurso” psicofarmacológico no se encuentra jerarquizado, sino que por momentos se establece
su función sintomática de velamiento.

Al contrario, resaltar la figura del médico tiene un objetivo preciso: la lectura de lo que en él se
vuelve obstáculo. Por otra parte, el interés en extender dicha lectura a la institución entera
relativiza el subrayado. Lo mismo sucede con la relación médico-paciente: si bien se la propone
como objeto, la consideración de su contexto y de la subjetividad la cuestiona al mismo tiempo.
Cuando se propone pasar de la enfermedad al (ser/estar) enfermo – y no descartarlo como mero
terreno de ésta – es inevitable que el cambio de perspectiva se convierta en una indagación de
otra índole. El integracionismo no deja de declararse, claro está, pero ya no importa tanto si
efectivamente se logra…

Sin embargo, a veces el énfasis en la “técnica” – característico del momento, en que más de una
vez desviaba por la senda del manual de instrucciones, con su correlativo se debe o debe hacerse
– se interpone.

Un papel similar le cabe a la “traducción simultánea” kleiniana, que grava a veces las descripciones
con solemne pesantez. La depositación masiva de los objetos persecutorios, final obligado del
“ballet” de las relaciones objetales (no se pregunta cuántas ni cuáles son; se pide que vayan
saliendo) y el constante (ab)uso del término psicótico más allá de cualquier límite de significación
– o sadismo para referirse a un estudio diagnóstico o a una intervención quirúrgica -, hace que al
mismo texto pueda caberle la muy adecuada afirmación de las primeras páginas (que se refiere allí
a la tarea médica): la organización de este campo sigue siempre algunos vectores estereotipados
que presuponen resoluciones más o menos fijas, basadas en las ideologías que subyacen… 4

Se entiende, sin embargo, que se trata de situaciones extremas o en las que se pone en escena
cierto exceso…

Un proceder algo más freudiano es la puntuación de identificaciones:…el médico se deslinda del


“otro” con un mayor o menor grado de compromiso afectivo, en el cual… el “otro” sigue siendo el
“otro”, o se identifica masivamente con el “otro”, es decir, se confunde afectivamente con él…

Y por ejemplo, la fantasía de enfermedad y curación, la invención-postulado de Arminda


Aberastury, es acaso una acertada intuición de que el sujeto propone desde el inicio
representaciones que indican su lugar en la transferencia que juega con su médico, a la espera de
que alguien las lea.
De manera similar se intuye una aprehensión de al menos dos diferentes estructuras discursivas
en juego (para el médico y el “psi”) cuando se señala… debe ser llamada Interconsulta porque
pone en contacto no a dos especialidades, sino a dos disciplinas que manejan no sólo
conocimientos sino esquemas referenciales distintos (aunque proponer luego al interconsultor
como yo auxiliar supone el didactismo de rellenar la falla en el orden médico con una suficiencia).
Asimismo se reconoce, en el capítulo final, que existe superposición de diferentes tiempos.

El capítulo dedicado a la clínica es, desde luego, el más vívido y preciso. El panorama de la
interconsulta es expuesto en extensión e intensión, tanto la vertiente del trabajo con los médicos
y con la institución, como con los pacientes. Algunas veces, sin embargo, algunas intervenciones –
como la “toma” de hora de juego y tests a una niña con edema de papila – parecen maniobras
dilatorias a la búsqueda de un pasaporte científico que legalice un estatuto de sujeto supuesto
saber, cuando la psicologización por parte del plantel institucional se convierte en la traba que
frena el acto médico. Ocho años después, el mismo equipo prolonga su producción en un segundo
volumen, Asistencia institucional, que puede considerarse un desarrollo del eficaz “slogan”
propuesto por los autores, asistir en la asistencia. La duplicidad señalada antes no hace sino
profundizarse. Así, en no pocas ocasiones el acercamiento al discurso médico-psiquiátrico (la
referencia a los determinados trabajos de la bibliografía) es un riesgo que insiste, al tiempo que la
pesquisa de la intención reparatoria y de gratificación vocacional por momentos parece conducir a
un psicologismo descriptivo autosuficiente.

La entrada en la Argentina del pensamiento lacaniano, por fuera de la institución oficial – que ya
ha tenido lugar, posiblemente antes de la redacción del libro -, no parece haber sido advertida por
los autores (tal vez, precisamente, por su pertenencia “institucional”, es decir, a la IPA) fuera de
una breve referencia al deseo especular, que contribuye, por cierto, a situar adecuadamente
determinados excesos en la institución. Del mismo modo, si bien se procura detectar la trama
latente de las demandas, en algunos sitios el acento recae en la labor educativa del plantel
médico, como si los conocimientos psicológicos pudieran concederle al interconsultor un papel de
Maestro-Amo, y el médico fuese alguien a quien habría que “enseñarle” algo. Y, afortunadamente,
en otros parece aspirar tan sólo a servir de punto de viraje, en la transferencia, para lograr del
médico la “pequeña y necesaria modificación” balintiana.

De hecho es posible preguntarse si algunos capítulos pertenecen efectivamente al terreno de la


interconsulta (por ejemplo, el estudio de deserción de pacientes en un servicio de psicopatología)
o constituyen extensiones de la misma (el capítulo sobre supervisiones, que incluyen la
presentación del trabajo de un “interconsultor” en un equipo de rehabilitación).

Una “tipología institucional” establecida siguiendo las primeras traducciones de “paloaltistas” en


nuestro medio, con el aderezo de la “desmistificación” – el ideal de la antipsiquiatría – distingue
instituciones pseudomutualistas (en las que el énfasis se pone en el cumplimiento de las normas,
antes que las necesidades del paciente) de las instituciones cientificistas (en las que pesa, sobre
todo, la apoteosis de la tecnología). Dos variantes, por lo tanto, del discurso del Amo que puede
extraviarse por el laberinto de las conductas o la pretensión de considerar exhaustivamente todos
los factores de la situación para lograr un supuesto funcionamiento sin roces (la teoría de la
comunicación, eliminando equívocos entre emisor y receptor, aporta aquí su cuota). El ideal
imaginario, desconociendo imposibilidades o impotencias estructurales inherentes al discurso, las
oculta – nuevamente – bajo la declaratoria de fusión armonizadora: una formulación que da forma
e integración a distintas disciplinas en una convergencia unitaria…

Determinadas expresiones del kleinismo porteño aguardan aún su examen crítico, que les
permitan su circulación en un discurso analítico. Así, la insistencia en localizar, en la disfunción
institucional, los núcleos indiscriminados de filiación blegeriana, podría entenderse acaso como la
sumisión en tanto objeto a un Otro omnímodo. Pero es en el capítulo final donde se devela la
clave de las referencias, y asimismo se plantea el problema mayor, si se ha de recuperar una
herencia analítica “argentina”: los textos de Pichon Rivière, con su amalgama dialéctica bio-psico-
social, y su análisis de situación.

No es cuestión de intentarlo aquí. En lo sucesivo habría de verse de sobra que un retorno a Freud
– una lógica del no-Todo – podía ser más conducente para su crítica.

Del “medio oficial”, correspondiente de modo aproximado a la misma época mencionaremos,


además:

1. las consideraciónes generales sobre la Interconsulta psiquiátrica de Jorge Carpinacci, quien


presenta una atrayente versión de un mito: el caos previo que encuentra el novel
interconsultor al hacerse cargo, por vez primera, de la tarea. Si no cede a la tentación de
cerrarlo prematuramente con los tapujos del arsenal psiquiátrico – según la consigna
sedar al excitado, excitar al deprimido – habrá de ordenar dicho disturbio atravesándolo,
trabajándolo con las herramientas de que dispone (cercanas al “esquema sociológico”
pichoniano). Es desusado y original, para la época de mimetización con el “lenguaje
científico”, el vuelo lírico del trabajo – al menos en su comienzo, que presenta este
recorrido casi al modo de un viaje iniciático:

… en este punto, la interconsulta terminaba su labor. El orden en la sala se había restablecido


nuevamente: el excitado dormía, el deprimido secaba sus lágrimas, el moribundo que no negaba
completamente la proximidad de su muerte, en su soledad tejía tímidos planes para el futuro…

… En este período nuestros objetivos eran claros, obvios: todo o casi todo saltaba a la vista. La
brillante y acogedora claridad de lo bien conocido iluminaba casi hasta el enceguecimiento
nuestros sentidos y nuestros pensamientos…

… Para no cegarnos más por la claridad de la rutina, obscurecimos artificialmente las categorías
convencionales de nuestro conocimiento profesional y, en nuestra luminosa obscuridad,
comenzamos a percibir…

Pero se interpone el monstruo de la Institución, nueva hidra a derrotar en combate hercúleo y


desigual. Y el lirismo cede paso, curiosamente, a la fuente “ideológica” y monolítica del trabajo – la
lógica dialéctica – absolutamente representativa de su momento. El tono romántico desborda; el
ideal se declara, pero la cercanía descriptiva se ahoga. Los lugares institucionales son referidos a
posiciones en la lucha de clases, y el “esquema” designa al individualismo racional, burgués y
oficial, dualista y aliado de la propiedad, como su enemigo… Aquí el interconsultor debe decidir,
según el texto, su elección: se ubica como sumiso cómplice del régimen o
… funciona como un miembro de la clase desposeída, en tanto carece de lugar, de tiempo y de
material propio para realizar su trabajo…

¡La modesta práctica dela Interconsulta ha adquirido una ampliación insospechada!

2. Pese a su título, los Aspectos contratransferenciales de la interconsulta psiquiátrica de Pedro


Boschan se caracterizan por un plan opuesto, de restricción disciplinada al campo psicoanalítico. El
lenguaje es kleiniano – especialidad indiscutida de la casa – pero de plena eficacia en este caso, ya
que el objetivo es indagar el registro imaginario que puede obstaculizar el desempeño del
interconsultor. Dicha meta es indicada al comienzo:

…Un aspecto poco estudiado es el efecto que tiene la actividad de la interconsulta sobre los
profesionales encargados de realizarla, que a su vez pasan a formar parte del campo…

y en lo que sigue, la puntualización de las identificaciones y resistencias (en su mutuo refuerzo), la


estereotipia, el aislamiento, hasta la disolución que puede ser el precio de las mismas para el
equipo interconsultor, se exponen con vivacidad y sentido clínico, evitando extrapolaciones.

3. La interconsulta médico-psicológica entre la medicina y el psicoanálisis, una mediación posible


de Mauricio Chevnik, anuncia su propósito de investigar tal zona de frontera por medio de la
descripción del espacio transicional de Winnicott. Por cierto, un objetivo interesante. El artículo
comienza afirmando que la acción de la interconsulta

…logra constituir y sostener el campo de mediación o articulación entre el paciente y el ambiente


en el que transcurre su internación,

y utiliza el equívoco significante con relación al cuerpo… médico, para el cual, nuevamente, el
interconsultor tendría que

“… cumplir el rol de sostén, una especie de tejido conectivo… La constitución de este aparato
mediador es equivalente a la instauración de una frontera. Ésta separa y/o une; a través de ella los
territorios tienen identidad, pero también sirven para el intercambio… Esta contención implica la
transformación de aquello que escapa a la simbolización y se manifiesta a través de actos que
entorpecen el proceso de la cura… Este objetivo del interconsultor, trabajando en los diversos
enlaces, cumple una función de síntesis e integración…”

Sin embargo, la metáfora no es desarrollada más allá de su enunciación, con lo que parece
detenerse en un empeño idealizado, en el que a veces se atenuaba, precisamente, el
maternalismo winnicottiano.

“…εσείς είστε αιωνίως παιδιά, γιατί δεν έχετε μέσα σας παλαιές αντιλήψεις απο αρχαία
παράδοση ούτε και καμία διδασκαλία που να πάλιωσε με το πέρασμα του χρόνου”

Πλάτων, Τίμαιος, 22 b-c

(“vosotros sois eternamente niños, pues no tenéis dentro de vosotros viejas concepciones de
antigua tradición, ni enseñanza alguna que envejezca con el paso del tiempo” Platón, Tímeo)
IV.

Tras su exilio, J. J. Criscaut regresa y continúa su producción sistematizadora de la interconsulta,


como Una práctica para seguir pensando desde el psicoanálisis. En su relato en el Congreso
Metropolitano de Psicología vuelve a describir las posibles fases del dispositivo, examinando los
obstáculos a los que se exponen sus practicantes, o que hacen desistir anticipadamente a los
integrantes de un Servicio de la participación en la tarea; sobre el final presenta una propuesta –
realizar una “nosografía” de la interconsulta – y una observación: que en ésta, con frecuencia un
significante a veces condensa y resume una situación clínica. 6 En Una práctica psicoanalítica en el
campo de la medicina aparece ya la referencia a la enseñanza de Lacan como nuevo comienzo,
nueva articulación y revisión de los conceptos. Una Solicitud de realizar un Curso para graduados
sobre Interconsulta enla Universidad habría contado con los nuevos integrantes del Equipo del
Policlínico de Lanús, renacido entre tanto.

En los informes del este nuevo Equipo llama la atención un rasgo sintomático “en negativo” que
habrá de reencontrarse en un gran número de trabajos sucesivos de todas las latitudes de nuestro
país: la grieta abierta por la dictadura militar, que absorbió parte de la historia en un abismo
aparentemente sin retorno.

Pese a que Izrailit, Amoedo, Demarchi, Fazzito, Polite, Guiñazú y Raiden comienzan – en Algunas
reflexiones sobre la práctica de la Interconsulta en el Hospital “Aráoz Alfaro” – con la referencia a
los fundadores, el desarrollo hasta 1976 del Equipo de Interconsulta no es mencionado, y
asimismo se omite el cataclismo que lo golpea brutalmente deteniendo su marcha hasta su
reinicio.

Pero el “ejemplo” inicial de Psicoanálisis en la institución desde la interconsulta, que hace


aparecer lo que dice el médico que demanda, es un índice de que el modo de interrogación ha
cambiado. Además, nuevos criterios de indagación de las rendijas institucionales exhiben las
mismas con mayor claridad: se re-analiza la descripción de Bleger, la indiscriminación regresiva,
depositación sincrética, tras la lectura de Maud Mannoni, y poniendo a (dura) prueba los poderes
de la palabra.

Y – por otra parte – en Los profesionales de la salud en el hospital: de la iatrogenia a la prevención


primaria se localiza, desde el marco de la interconsulta – y nuevamente a partir de lo que los
interconsultores escuchan del médico – un nuevo fenómeno, síntoma que habla de los efectos de
la política antisanitaria del proceso militar aunque no se lo mencione: el deterioro del hospital
público, la insuficiencia de los recursos, que alcanzan un grado nunca visto antes. 7

Finalmente, en dos trabajos estrechamente relacionados, Izrailit y Fazzito desarrollan una original
Tipificación de situaciones institucionales en un hospital general – respondiendo acaso a la
proposición de Criscaut – distinguiendo un campo de desconocimiento del que un paciente
designado puede ser epifenómeno. O bien es reconocido – por la tarea del Equipo – como
paciente, o bien la situación se cristaliza a tal grado que su cuestionamiento se vuelve imposible.
Entre la adaptación y el repudio sitúan la emergencia de la singularidad refiriéndola a dos
coordenadas indispensables: la interconsulta como malentendido procedente del discurso médico
(si el “psi” cediera al mismo perdería su ética, como señaló Clavreul) y la posibilidad de trabajo a
través del mismo y de sus síntomas.

V.

Pero ya en 1980 se había publicado la chispa que enciende la aparición de un número creciente de
artículos y trabajos sobre Interconsulta psicoanalítica, en proporción con el alza demográfica de
psicoanalistas en los Servicios de Psicopatología de los hospitales. Se trata de Sobre la relación de
dos discursos en un ámbito institucional, de Silvia Chiarvetti y Eduardo Gandolfo, una primera
consecuencia, acaso necesariamente “paranoico-crítica”, de la introducción del análisis de
Clavreul. 8 Las dificultades, hasta los choques con el cierre hegemónico-jerárquico institucional, si
bien exhiben ruidosos impasses, señalan asimismo nuevas herramientas para su elaboración, al
tiempo que se mantiene un desesperado estado de alerta contra la demoníaca tentación de
asimilar lo “psi” a la enciclopedia médica des-subjetivante. El grupo Balint ya ha pasado también
por el tamiz francés, según la experiencia de Raimbault.

La sucesión de escritos se vuelve, pues, desbordante, y seguirlos se convierte en tarea casi


imposible, dada su dispersión o difusión irregular, poco localizable. Aquí comentamos una serie
tan anárquica como cualquier otra posible y similar:

En El psicoanálisis en el Hospital General – Un dispositivo analítico para la interconsulta, de C.


Schiavo, C. Braverman y C. Fantín, el ejemplo clínico (una mujer con una convulsión – que genera
el pedido de interconsulta – a punto de ser sometida a una operación mutilante por sus
metrorragias, desde una posición que cuestiona el Saber en su insuficiencia) no por poco
frecuente pone menos en evidencia la eficacia del analista cuando no responde a la demanda de
oficiar como “especialista” y, en cambio, coloca el dedo en la llaga del goce que se sacrifica para
no perderlo. Sin saberlo (¿hay modo mejor?) se utiliza un equívoco:

…entendemos que el cuerpo médico supuso un deseo en la paciente… (¿lo que se debe
desear?) cuando en ésta había demanda…

y goce en el cuerpo que sangra y convulsiona, quedando obturada la vía del deseo. El médico
apuntó al “bien” de la paciente…

La vacilación del médico, que advirtiendo su propia angustia llama a un analista capaz de recibirla,
logra hacer de ella una carta que llega a destino, y sitúa el plan del equipo:

… un retrazado constante que va diagramando roles y produciendo sentidos.

O. de la Motta, L. Prieto y M. Toyos, en La posición del analista en el Hospital General señalan el


frecuente riesgo del tránsito de la disposición (que queda reservada a los discursos del Amo y del
universitario) del interconsultor a su in-disposición (histérica),
un malestar institucional específico… ser excluído de los grandes objetivos del Hospital y,
además, ser depositario de los restos que quedan arrumbados al costado de la vía por la que pasa
el tren de la eficacia médica…

a menos que logre su trabajoso pase a una posición analítica. Aún cuando el crédito que los
autores conceden a Clavreul – como ya mencionamos – pueda discutirse (la ecuación que
proponen, Enfermedad = paciente – hombre, es un ejemplo), queda el rédito de una
puntualización de las coordenadas de la irreductible demanda institucional en tanto variables de la
transferencia, así como los destinos de una subjetividad no reconocida a tiempo:

a) será excluída;

b) tendrá un papel de agente causal (“psicogénesis”);

c) será objeto de una retórica moralizante…

Se trata del sitio en el que el analista puede ofrecer una alternativa y localizar el fantasma, a veces
en el reverso del enunciado manifiesto: los pacientes se nos van puede remitir, así, al propio
“fading” del médico, ¡los pacientes vienen y nosotros nos vamos!

R. Marín, C. Enghel, C. Virginillo y C. Pustilnik – en La interconsulta a psiquiatría o cuando el Amo


deja de ser idéntico a sí mismo – hallan que la Interconsulta no existe, es decir, no figura en el
DRAE y prolongan la negatividad afirmando que no hay relación médico-paciente, no hay relación
Psicoanálisis-Medicina, y que si hay un lugar para el analista en la (no-) interconsulta, es el de la
inter-dicción, un hay en tu cuerpo algo (insoportable) que no me pertenece, enunciación que
marca tanto al médico como al analista.

Y cerrando nuestra serie, M. Colovini analiza dicha a-topía recurriendo a categorías modales en su
escrito Entre necesidad y contingencia: la Interconsulta. En dicho intersticio, lo que no cesa de
escribirse halla su letra cuando un médico nos dice: Necesito una evaluación del paciente… ,
demanda que al referirse a un no quiero saber nada de eso proscribe cualquier preparación previa
o anticipación, y requiere un “semblant de dupe”, un ser chorlito de lo imposible–imprevisible.

VI.

Con la aparición de publicaciones periódicas – como Psicoanálisis y el Hospital – en las quela


Interconsulta ocupa un sitio destacado (y en donde puede seguirse, de modo ya más accesible, la
actualidad de su práctica y la perspectiva), el zigzagueante recorrido que hemos propuesto en
esta breve historia encuentra su límite.
Publicado en “Psicoanálisis y el Hospital” No. 15

Notas

1 El fenómeno psicosomático constituye un campo que no necesariamente coincide con la


Interconsulta, por lo que no lo hemos considerado ni en la primera parte, ni en ésta. La óptica con
la que se lo considera en esta época inicial es de raíz evidentemente groddeckiana. Así, la
“manifestación somática” y la “expresión psíquica” no son más que aspectos analogicos de Un
Único Inconsciente demiúrgico.

En lo que sigue, la itálica indica citas del texto que se comenta en cada ocasión.

2 Último en la serie, el neologismo “interconsulta”, será sancionado por el uso como nominación
formal y estable.

3 Desde luego, el presente libro se ubica – con algún desvío ocasional – con respecto a dicho
armazón.

4 ¿Envejecen las teorías analíticas? ¿O son desbordadas por lo Real? Si Freud nos es
indispensable, lo es a través del retorno que Lacan produjo; ¿o al intentar la ficción de un Freud
“virgen” (que ha de ser “superado”), la consecuencia no es, invariablemente, el carril del post-
freudismo?

5 En su momento, Melanie Klein lo notó. Lanzó como un perro de presa a su fiel Hanna Segal, su
futura princesa heredera, a hacer la crítica de un libro de Donald W., el apóstata. Hanna terminó
su comentario asegurando que, si bien el autor se pronunciaba en contra del sentimentalismo y la
condescendencia, ella había encontrado el libro both sentimental and patronizing.

descarga (13)

Arriba: Hanna Segal

6 Véase Formación del Equipo de Interconsulta en el Hospital, PsA y el Hosp., No.7, 1995, p. 94-96
7 Puede deducirse otras consecuencias: por ejemplo, la inestabilidad de los profesionales en el
hospital, que determina que en un servicio de Psicopatología nadie sepa cuántos equipos de
interconsulta hubo sucesivamente, ni quiénes los integraban.

8 Presentado un año antes en Jornadas de APBA, aparece en la Revista Argentina de Psicología,


que ya en 1974/5 había publicado un trabajo de Luchina y Aragonés sobre el encuadre médico. En
el No. 28, asimismo de 1980, se publicó el artículo de Benjamín Uzorskis, La asistencia clínica
psicológica de pacientes internados en terapia intensiva, premiado por la misma Revista.

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Uzorskis, Benjamín: La asistencia clínica psicológica de pacientes internados en terapia intensiva.


Revista Argentina de Psicología, No. 28, Octubre de 1980, p.163-191

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3 THOUGHTS ON “PEQUEÑA (PRE)HISTORIA DE LA INTERCONSULTA PSICOANALÍTICA (2A.PARTE):
DE ESTE LADO DEL OCÉANO”

Viviana W. on October 30, 2012 at 6:26 am said:

Interesante hallazgo, hace tiempo que buscaba un texto sobre la historia de esta práctica. ¡Mil
gracias!

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