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COMUNICACIÓN Y LOGRO
DE OBJETIVOS
Material Complementario
En abril del 2006 se celebró en Barcelona el I Congreso Español de PNL organizado por la Asociación Española
de PNL. Fue un gran evento debido a una numerosa asistencia de público, a la calidad de las ponencias y a
un broche final inolvidable: la intervención de Robert Dilts, máximo referente de la PNL actual.
El hecho de que uno de los “grandes” de la PNL de hoy sea un hombre de la talla humana de Robert Dilts
refuerza nuestra convicción de que la PNL va bien. Él ha honrado todo lo descubierto por la PNL
anteriormente y sobre esa base ha ido un poco más allá aglutinando todo el trabajo en torno al Ser Esencial,
“eso” que permanece invariable en nosotros cambie lo que cambie, “eso” que perduraría en cada uno incluso
si tuviéramos otro aspecto, si hubiéramos nacido en otra familia, si viviéramos en otro lugar...
Es esperanzador comprobar que “la excelencia”, palabra muy utilizada en la PNL de los primeros tiempos,
encamina sus pasos hacia una dirección y misión con sentido del Amor, del humor, de la esencia y la
integración.
Tal y como Robert Dilts nos relató con detalle, la Primera Generación de la PNL se
desarrolló en los años 70 de la mano de sus creadores, Bandler y Grinder, derivado
del estudio y modelado de terapeutas tan brillantes y eficaces como Milton
Erickson (hipnosis), Gregory Bateson (Escuela de Palo Alto), Virginia Satir (Terapia
Sistémica) y Fritz Perls (Gestalt). Se centraba fundamentalmente en el individuo y
se presuponía una relación terapéutica uno a uno. La mayoría de las técnicas de
esta primera generación se enfocaban en la solución de problemas en los niveles
de comportamientos y capacidades.
La Segunda Generación de la PNL, en los años 80, abarca temas más allá del campo
terapéutico y se orienta hacia objetivos y estrategias para conseguirlos, enfatizando
mucho más las relaciones con otros y con uno mismo. El Modelado y sus
herramientas comienzan a ser utilizadas en áreas de negociaciones, liderazgo,
motivación, ventas, salud y educación. Sus técnicas se enfocaban en niveles más
elevados como creencias, valores y meta-programas. Sus herramientas integran la
línea del tiempo, el juego con distintas posiciones perceptivas y la integración de
conflictos.
Cada nivel necesita diferentes instrumentos para expresarse y cada generación honra a las otras y
complementa a la anterior.
Hagas lo que hagas y te pongas como te pongas siempre transmitirás un mensaje, incluso cuando no hablas,
cuando finges o cuando deseas mantener un gesto “neutral”.
Y por si esto fuera poco, queremos recordarte otro gran secreto que olvidamos con facilidad:
Es imposible NO INFLUIR
En cualquier conversación cotidiana, por muy imparcial que quieras permanecer, tu mensaje, con una forma
y contenido concreto, generará una determinada reacción consciente o inconsciente en el receptor.
Los mapas de lo que cada uno considera “la realidad” se construyen y matizan a partir de la suma de los
mensajes percibidos. La red de las palabras dichas genera una alquimia en la cual tú eres responsable de tu
mensaje, ese ingrediente verbal y no verbal que puede convertir el plomo en oro o viceversa. Somos agentes
de cambio con nuestro discurso y con nuestro silencio.
Dicen por ahí que las palabras se las lleva el viento, y, sin embargo, sostenemos nuestra visión del mundo y
de nuestra identidad a través de ellas. Somos lo que nuestras conversaciones nos permiten ser ya que hablar
es un acto generativo. A través de la palabra generamos ideas, identidades, pasan cosas, creamos sueños,
barreras, puentes, proyectos…
El rumbo de la historia universal ha variado en muchas ocasiones gracias a las palabras. Shakespeare recoge
en su obra de teatro Enrique V la famosa arenga que hizo famosa la batalla de Agincourt. Después de las
enardecidas palabras del rey, sus fieles soldados transcendieron el miedo a la muerte en defensa de su honor
y de sus familias y consiguieron que un grupo de 6.000 campesinos venciera al ejército francés, un ejército
profesional con más de 30.000 soldados.
Según cuentan las crónicas de aquella época la proyección pública del célebre escritor Bertrand Russel nació
de la indignación que le supuso darse cuenta de que en los debates y reuniones que frecuentaba solían hablar
y liderar la conversación justo los que menos sabían y los que, en su opinión, tenían menos que decir,
mientras que los cultivados, “cautos y prudentes” permanecían callados, dejando que la conversación tomara
caminos insospechados sin que ellos aportaran una sola palabra.
El rumbo de muchas historias personales ha variado en función de la capacidad - innata o adquirida - de
transmitir a otros un sueño, un proyecto, un invento, una propuesta, una obra maestra… Antes de aceptar
cualquier proyecto o propuesta todos necesitamos que esa iniciativa nos resulte convincente. A veces, el que
mejor convence no es precisamente el que presenta el proyecto de más calidad y, sin embargo, es el que ha
sabido conectar y transmitir.
Después de tanto marketing y publicidad muchos hemos tenido que superar el prejuicio de que adquirir
habilidades de comunicación supone alejarse de la autenticidad. Esto no ocurre en todos los casos. Cuando
adquieres habilidades para que tu voz resuene en tu centro, para que tu postura acompañe tu sueño, para
que tu discurso sea entendido por un determinado auditorio, puedes estar acercándote más a transmitir sin
barreras lo que tú eres y quieres. Seguro que todos conocemos a alguno de esos “genios” de la música,
pintura, arquitectura o informática, cuya calidad está fuera de toda duda pero que son tan incapaces de
presentar lo que hacen, que viven a duras penas gracias a los amigos que los conocen íntimamente.
En nuestra opinión, todos y cada uno tenemos una parte de la Luz que transmitir y nuestra misión en la vida
es buscar cómo expresarla con todo su esplendor, entusiasmo y amor. La supuesta “humildad” y
despreocupación” mencionada anteriormente puede esconder una auto marginación por evasión, una
inmadurez o un poderoso ego enmascarado en la bohemia. Vamos a plantear unas cuantas preguntas.
Pueden ayudarnos a conocer profundas motivaciones internas que operan en nosotros de forma
inconsciente. Atrévete a darte cuenta:
Según la PNL casi todos tenemos un metaprograma base – consciente o inconsciente - que marca
decisivamente el contenido y las cualidades de nuestro lenguaje. Puedes dirigir tu mensaje verbal, tono,
ritmo, gestos y postura hacia muy diversos fines, en función a los valores que operan dentro de tus niveles
lógicos, aquellos que modelan tus creencias, comportamientos e identidad.
HABLAS PARA:
• Generar amor, humor y buen rollo casi todo el tiempo - incluso cuando hay que poner límites.
• Hablar de mí, dejar clara mi posición y propuesta sin escuchar.
• Expresar, sobre todo: sentimientos, ideas, propuestas, deseos, sueños perdidos, nostalgias, denuncias,
críticas…
• Informar de forma neutra sobre hechos concretos, verificables y cuantificables.
• Venderme: parecer muy list@, preparado y eficiente.
• Resultar encantador, irresistible, digno de ser admirad@ bajo ese barniz de humildad natural.
• Dar pena, pobrecit@ de mí, que lío tengo, qué mal me trata la vida, que poco me comprenden…
• Mentir sobre lo que hago y no hago, lo que desearía ser y todavía no soy, para justificarme.
• Generar Unión, mensajes constructivos, para sacar lo mejor de la otra persona, para reconocerla.
• Generar confusión, duda o desorden.
• Evitar a toda costa la confrontación, aunque sea ocultando la verdad / mi verdad.
• Preguntar sobre lo que otr@ está diciendo para facilitar su proceso mental hasta que llegue a una
solución.
• Dar soluciones y resolver continuamente los problemas de otros teniendo los tuyos francamente
pendientes.
• Despistar a los demás de quién soy yo realmente para no sentirme vulnerable.
• Convencerme a mí mismo de lo que digo conforme lo voy diciendo.
• Expresar qué está pasando dentro de mí en este aquí y ahora con sinceridad y compromiso.
• Para comprometer en cada mensaje el rumbo del resto de mi vida.
• Agradecer.
Es muy importante “darse cuenta” de este pequeño gran detalle. A veces hablo desde la autenticidad, otras
veces se cuela el miedo, el ego, la deseabilidad social… Vamos cambiando de polo.
Dicen de uno y otro modo las Sagradas Escrituras de todos los pueblos que al principio era El Verbo. Las
palabras cargadas de silencio y coherencia pueden llegar a cambiar muchas cosas. Para llegar allí hay todo
un camino de trabajo de observación, aceptación y ajuste.
“El ser humano es parte del todo, una parte manifestada en un espacio y tiempo de ese todo
al que nosotros hemos llamado Universo. A través de sus pensamientos y sentimientos puede
que llegue a experimentar que está separado del todo, sin embargo, esto no es más que una
ilusión óptica de su conciencia. Se puede salir de esta ilusión que nos puede limitar y restringir
tanto. Nuestra tarea en la vida es liberarnos de esta prisión ampliando nuestros círculos de
visión y compasión para abrazar a todas las criaturas y a toda la naturaleza en su belleza”.
Albert Einstein
LA VOLUNTAD DE SENTIDO
La búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida constituye una fuerza primaria y no una
"racionalización secundaria" de sus impulsos instintivos. Este sentido es único y específico en cuanto es uno
mismo y uno solo quien tiene que encontrarlo; únicamente así logra alcanzar el hombre un significado que
satisfaga su propia voluntad de sentido. Algunos autores sostienen que los sentidos y los principios no son
otra cosa que "mecanismos de defensa", "formaciones y sublimaciones de las reacciones". Por lo que a mí
toca, yo no quisiera vivir simplemente por mor de mis "mecanismos de defensa", ni estaría dispuesto a morir
por mis "formaciones de las reacciones". El hombre, no obstante, ¡es capaz de vivir e incluso de morir por
sus ideales y principios!
Hace unos cuantos años se realizó en Francia una encuesta de opinión. Los resultados demostraron que el
80% de la población encuestada reconocía que el hombre necesita "algo" por qué vivir. Además, el 61%
admitía que había algo, o alguien, en sus vidas por cuya causa estaban dispuestos incluso a morir. Repetí esta
encuesta en mi clínica de Viena tanto entre los pacientes como entre el personal y el resultado fue
prácticamente similar al obtenido entre las miles de personas encuestadas en Francia; la diferencia fue sólo
de un 2 %. En otras palabras, la voluntad de sentido para muchas personas es cuestión de hecho, no de fe.
Ni que decir tiene que son muchos los casos en que la insistencia de algunas personas en los principios
morales no es más que una pantalla para ocultar sus conflictos internos; pero aun siendo esto cierto,
representa la excepción a la regla y no la mayoría. En dichos casos se justifica la interpretación
psicodinámica como un intento de analizar la dinámica inconsciente que le sirve de base. Nos encontramos
en realidad ante pseudoprincipios (buen ejemplo de ello es el caso del fanático) que, por lo mismo, es
preciso desenmascarar. El desenmascaramiento o la desmitificación cesará, sin embargo, en cuanto uno se
tope con lo que el hombre tiene de auténtico y de genuino; por ejemplo, el deseo de una vida lo más
significativa posible. Si al llegar aquí no se detiene, el hombre que realiza el desenmascaramiento se
limitaba a traicionar su propia voluntad al menospreciar las aspiraciones espirituales de los demás.
Tenemos que precavernos de la tendencia a considerar los principios morales como simple expresión del
hombre. Pues logos o "sentido" no es sólo algo que nace de la propia existencia, sino algo que hace frente a
la existencia. Si ese sentido que espera ser realizado por el hombre no fuera nada más que la expresión de sí
mismo o nada más que la proyección de un espejismo perdería inmediatamente su carácter de exigencia y
desafío; no podría motivar al hombre ni requerirle por más tiempo. Esto se considera verdadero no sólo por
lo que se refiere a la sublimación de los impulsos instintivos, sino también por lo que toca a lo que C.G. Jung
denomina arquetipos del "inconsciente colectivo", en cuanto estos últimos serían también expresiones
propias de la humanidad, como un todo. Y también se considera cierto por lo que se refiere al argumento de
algunos pensadores existencialistas que no ven en los ideales humanos otra cosa que invenciones. Según J.P.
Sartre, el hombre se inventa a sí mismo, concibe su propia “esencia”, es decir, lo que él es esencialmente,
incluso lo que debería o tendría que ser. Pero yo no considero que nosotros inventemos el sentido de nuestra
existencia, sino que lo descubrimos.
FRUSTRACIÓN EXISTENCIAL
La voluntad de sentido del hombre puede también frustrarse, en cuyo caso la logoterapia habla de la
frustración existencial. El término existencial se puede utilizar de tres maneras: (1) para referirse a la propia
existencia, es decir, el modo de ser específicamente humano; (2) el sentido de la existencia; y (3) el afán de
encontrar un sentido concreto a la existencia personal, o lo que es lo mismo, la voluntad de sentido.
La frustración existencial se puede también resolver en neurosis. Para este tipo de neurosis, la logoterapia
ha acuñado el término “neurosis noógena”, en contraste con la neurosis en sentido estricto, es decir, la
neurosis psicógena. Las neurosis noógenas tienen su origen no en lo psicológico, sino más bien en la
dimensión noológica (del griego noos, que significa mente), de la existencia humana. Este término
logoterapéutico denota algo que pertenece al núcleo "espiritual" de la personalidad humana. No obstante,
debe recordarse que, dentro del marco de referencia de la logoterapia, el término "espiritual" no tiene
connotación primordialmente religiosa, sino que hace referencia a la dimensión específicamente humana.
NEUROSIS NOÓGENA
Las neurosis noógenas no nacen de los conflictos entre impulsos e instintos, sino más bien de los conflictos
entre principios morales distintos; en otras palabras, de los conflictos morales o, expresándonos en
términos más generales, de los problemas espirituales entre los que la frustración existencial suele
desempeñar una función importante.
Resulta obvio que en los casos noógenos la terapia apropiada e idónea no es la psicoterapia en general, sino la
logoterapia, es decir, una terapia que se atreva a penetrar en la dimensión espiritual de la existencia humana. De
hecho, logos en griego no sólo quiere decir "significación" o "sentido", sino también "espíritu". La logoterapia
considera en términos espirituales temas asimismo espirituales, como pueden ser la aspiración humana por una
existencia significativa y la frustración de este anhelo. Dichos temas se tratan con sinceridad y desde el momento
que se inician, en vez de rastrearlos hasta sus raíces y orígenes inconscientes, es decir, en vez de tratarlos como
instintivos.
Si un médico no acierta a distinguir entre la dimensión espiritual como opuesta a la dimensión instintiva, el
resultado es una tremenda confusión. Citaré el siguiente ejemplo: un diplomático norteamericano de alta
graduación acudió a mi consulta en Viena a fin de continuar un tratamiento psicoanalítico que había iniciado cinco
años antes con un analista de Nueva York. Para empezar, le pregunté qué le había llevado a pensar que debía ser
analizado, es decir, antes que nada, cuál había sido la causa de iniciar el análisis. El paciente me contestó que se
sentía insatisfecho con su profesión y tenía serias dificultades para cumplir la política exterior de Norteamérica.
Su analista le había repetido una y otra vez que debía tratar de reconciliarse con su padre, pues el gobierno
EL VACÍO EXISTENCIAL
El vacío existencial es un fenómeno muy extendido en el siglo XX. Ello es comprensible y puede deberse a la
doble pérdida que el hombre tiene que soportar desde que se convirtió en un verdadero ser humano. Al
principio de la historia de la humanidad, el hombre perdió algunos de los instintos animales básicos que
conforman la conducta del animal y le confieren seguridad; seguridad que, como el paraíso, le está hoy
vedada al hombre para siempre: el hombre tiene que elegir; pero, además, en los últimos tiempos de su
transcurrir, el hombre ha sufrido otra pérdida: las tradiciones que habían servido de contrafuerte a su
conducta se están diluyendo a pasos agigantados. Carece, pues, de un instinto que le diga lo que ha de hacer,
y no tiene ya tradiciones que le indiquen lo que debe hacer; en ocasiones no sabe ni siquiera lo que le gustaría
hacer. En su lugar, desea hacer lo que otras personas hacen (conformismo) o hace lo que otras personas
quieren que haga (totalitarismo)
Mi equipo del departamento neurológico realizó una encuesta entre los pacientes y los enfermos del Hospital
Policlínico de Viena y en ella se reveló que el 55 % de las personas encuestadas acusaban un mayor o menor
grado de vacío existencial. En otras palabras, más de la mitad de ellos habían experimentado la pérdida del
sentimiento de que la vida es significativa.
Este vacío existencial se manifiesta sobre todo en un estado de tedio. Podemos comprender hoy a
Schopenhauer cuando decía que, aparentemente, la humanidad estaba condenada a bascular eternamente
entre los dos extremos de la tensión y el aburrimiento. De hecho, el hastío es hoy causa de más problemas
que la tensión y, desde luego, lleva más casos a la consulta del psiquiatra. Estos problemas se hacen cada vez
EL SENTIDO DE LA VIDA
Dudo que haya ningún médico que pueda contestar a esta pregunta en términos generales, ya que el sentido de
la vida difiere de un hombre a otro, de un día para otro, de una hora a otra hora. Así pues, lo que importa no es el
sentido de la vida en términos generales, sino el significado concreto de la vida de cada individuo en un momento
dado. Plantear la cuestión en términos generales puede equipararse a la pregunta que se le hizo a un campeón de
ajedrez: "Dígame, maestro, ¿cuál es la mejor jugada que puede hacerse?" Lo que ocurre es, sencillamente, que no
hay nada que sea la mejor jugada, o una buena jugada, si se la considera fuera de la situación especial del juego y
de la peculiar personalidad del oponente. No deberíamos buscar un sentido abstracto a la vida, pues cada uno
tiene en ella su propia misión que cumplir; cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto. Por tanto, ni puede
ser reemplazado en la función, ni su vida puede repetirse; su tarea es única como única es su oportunidad para
instrumentarla.
Como quiera que toda situación vital representa un reto para el hombre y le plantea un problema que sólo él debe
resolver, la cuestión del significado de la vida puede en realidad invertirse. En última instancia, el hombre no
debería inquirir cuál es el sentido de la vida, sino comprender que es a él a quien se inquiere. En una palabra, a
cada hombre se le pregunta por la vida y únicamente puede responder a la vida respondiendo por su propia vida;
sólo siendo responsable puede contestar a la vida. De modo que la logoterapia considera que la esencia íntima de
la existencia humana está en su capacidad de ser responsable.
LA ESENCIA DE LA EXISTENCIA
Este énfasis en la capacidad de ser responsable se refleja en el imperativo categórico de la logoterapia; a
saber: "Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado tan
desacertadamente como ahora estás a punto de obrar." Me parece a mí que no hay nada que más pueda
estimular el sentido humano de la responsabilidad que esta máxima que invita a imaginar, en primer lugar,
que el presente ya es pasado y, en segundo lugar, que se puede modificar y corregir ese pasado: este
Corresponde pues, al paciente, decidir si debe interpretar su tarea vital siendo responsable ante la sociedad
o ante su propia conciencia. Una gran mayoría, no obstante, considera que es a Dios a quien tiene que
rendir cuentas; éstos son los que no interpretan sus vidas simplemente bajo la idea de que se les ha
asignado una tarea que cumplir, sino que se vuelven hacia el rector que les ha asignado dicha tarea.
La logoterapia no es ni labor docente ni predicación. Está tan lejos del razonamiento lógico como de la
exhortación moral. Dicho figurativamente, el papel que el logoterapeuta representa es más el de un
especialista en oftalmología que el de un pintor. Este intenta poner ante nosotros una representación del
mundo tal como él lo ve; el oftalmólogo intenta conseguir que veamos el mundo como realmente es. La
función del logoterapeuta consiste en ampliar y ensanchar el campo visual del paciente de forma que sea
consciente y visible para él todo el espectro de las significaciones y los principios. La logoterapia no precisa
imponer al paciente ningún juicio, pues en realidad la verdad se impone por sí misma sin intervención de
ningún tipo.
Al declarar que el hombre es una criatura responsable y que debe aprehender el sentido potencial de su vida,
quiero subrayar que el verdadero sentido de la vida debe encontrarse en el mundo y no dentro del ser
humano o de su propia psique, como si se tratara de un sistema cerrado. Por idéntica razón, la verdadera
meta de la existencia humana no puede hallarse en lo que se denomina autorrealización. Esta no puede ser
en sí misma una meta por la simple razón de que cuanto más se esfuerce el hombre por conseguirla más se
le escapa, pues sólo en la misma medida en que el hombre se compromete al cumplimiento del sentido de
su vida, en esa misma medida se autorrealiza. En otras palabras, la autorrealización no puede alcanzarse
cuando se considera un fin en sí misma, sino cuando se la toma como efecto secundario de la propia
trascendencia.
No debe considerarse el mundo como simple expresión de uno mismo, ni tampoco como mero instrumento,
o como medio para conseguir la autorrealización. En ambos casos la visión del mundo, o Weltanschauung se
convierte en Weltentwertung, es decir, menosprecio del mundo.
Ya hemos dicho que el sentido de la vida siempre está cambiando, pero nunca cesa. De acuerdo con la
logoterapia, podemos descubrir este sentido de la vida de tres modos distintos: 1) realizando una acción; 2)
teniendo algún principio y 3) por el sufrimiento. En el primer caso el medio para el logro o cumplimiento es
obvio. El segundo y tercer medio precisan ser explicados.
El segundo medio para encontrar un sentido en la vida es sentir por algo como, por ejemplo, la obra de la
naturaleza o la cultura; y también sentir por alguien, por ejemplo, el amor.
EL SUPRASENTIDO
Este sentido último excede y sobrepasa, necesariamente, la capacidad intelectual del hombre; en logoterapia
empleamos para este contexto el término suprasentido. Lo que se le pide al hombre no es, como predican
muchos filósofos existenciales, que soporte la insensatez de la vida, sino más bien que asuma racionalmente
su propia capacidad para aprehender toda la sensatez incondicional de esa vida. Logos es más profundo que
lógica.
El psiquiatra que vaya más allá del concepto del suprasentido, más tarde o más temprano se sentirá
desconcertado por sus pacientes, como me sentí yo cuando mi hija de 6 años me hizo esta pregunta: "¿Por
qué hablamos del buen Dios?" A lo que le contesté: "Hace unas semanas tenías sarampión y ahora el buen
Dios te ha curado”. Pero la niña no quedó muy contenta y replicó: "Muy bien, papá, pero no te olvides de
que primero él me envió el sarampión”.
No obstante, cuando un paciente tiene una creencia religiosa firmemente arraigada, no hay ninguna objeción
en utilizar el efecto terapéutico de sus convicciones. Y, por consiguiente, reforzar sus recursos espirituales.
Para ello, el psiquiatra ha de ponerse en el lugar del paciente. Y esto fue exactamente lo que hice, por
ejemplo, una vez que me visitó un rabino de Europa oriental y me contó su historia. Había perdido a su mujer
y a sus seis hijos en el campo de concentración de Auschwitz, muertos en la cámara de gas, y ahora le ocurría
que su segunda mujer era estéril. Le hice observar que la vida no tiene como única finalidad la procreación,
porque entonces la vida en sí misma carecería de finalidad, y algo que en sí mismo es insensato no puede
hacerse sensato por el solo hecho de su perpetuación. Ahora bien, el rabino enjuició su difícil situación como
judío ortodoxo que era, aludiendo a la desesperación que le producía el hecho de que a su muerte no habría
ningún hijo suyo para rezarle el Kaddish (5)
Pero yo no me di por vencido e hice un nuevo intento por ayudarle, preguntándole si no tenía ninguna
esperanza de ver a sus hijos de nuevo en el cielo. Mas la contestación a mi pregunta fueron sollozos y
lágrimas, y entonces salió a la luz la verdadera razón de su desesperación: me explicó que sus hijos, al morir
como mártires inocentes (6), ocuparían en el cielo los más altos lugares y él no podía ni soñar, como viejo
pecador que era, con ser destinado a un puesto tan bueno. Yo no le contradije, pero repliqué: "¿No es
LA TRANSITORIEDAD DE LA VIDA
A este tipo de cosas que parecen adquirir significado al margen de la vida humana pertenecen no ya sólo el
sufrimiento, sino la muerte, no sólo la angustia sino el fin de ésta. Nunca me cansaré de decir que el único aspecto
verdaderamente transitorio de la vida es lo que en ella hay de potencial y que en el momento en que se realiza,
se hace realidad, se guarda y se entrega al pasado, de donde se rescata y se preserva de la transitoriedad. Porque
nada del pasado está irrecuperablemente perdido, sino que todo se conserva irrevocablemente.
De suerte que la transitoriedad de nuestra existencia en modo alguno hace a ésta carente de significado, pero sí
configura nuestra responsabilidad, ya que todo depende de que nosotros comprendamos que las posibilidades
son esencialmente transitorias. El hombre elige constantemente de entre la gran masa de las posibilidades
presentes, ¿a cuál de ellas hay que condenar a no ser y cuál de ellas debe realizarse? ¿Qué elección será una
realización imperecedera, una "huella inmortal en la arena del tiempo"? En todo momento el hombre debe
decidir, para bien o para mal, cuál será el monumento de su existencia.
Normalmente, desde luego, el hombre se fija únicamente en la rastrojera de lo transitorio y pasa por alto el fruto
ya granado del pasado de donde, de una vez por todas, él recupera todas sus acciones, todos sus goces y
sufrimientos. Nada puede deshacerse y nada puede volverse a hacer. Yo diría que haber sido es la forma más
segura de ser.
La logoterapia, al tener en cuenta la transitoriedad esencial de la existencia humana, no es pesimista, sino activista.
Dicho figurativamente podría expresarse así: el pesimista se parece a un hombre que observa con temor y tristeza
como su almanaque, colgado en la pared y del que a diario arranca una hoja, a medida que transcurren los días se
va reduciendo cada vez más. Mientras que la persona que ataca los problemas de la vida activamente es como un
hombre que arranca sucesivamente las hojas del calendario de su vida y las va archivando cuidadosamente junto
a los que le precedieron, después de haber escrito unas cuantas notas al dorso. Y así refleja con orgullo y goce
toda la riqueza que contienen estas notas a lo largo de la vida que ya ha vivido plenamente. ¿Qué puede importarle
cuando advierte que se va volviendo viejo? ¿Tiene alguna razón para envidiar a la gente joven, o sentir nostalgia
por su juventud perdida? ¿Por qué ha de envidiar a los jóvenes? ¿Por las posibilidades que tienen, por el futuro
que les espera? "No, gracias", pensará. "En vez de posibilidades yo cuento con las realidades de mi pasado, no
sólo la realidad del trabajo hecho y del amor amado, sino de los sufrimientos sufridos valientemente. Estos
sufrimientos son precisamente las cosas de las que me siento más orgulloso, aunque no inspiren envidia".
LA PSIQUIATRÍA REHUMANIZADA
Durante mucho tiempo, de hecho, durante medio siglo, la psiquiatría ha tratado de interpretar la mente
humana como un simple mecanismo y, en consecuencia, la terapia de la enfermedad mental como una
simple técnica. Me parece a mí que ese sueño ha tocado a su fin. Lo que ahora empezamos a vislumbrar en
el horizonte no son los cuadros de una medicina psicologizada, sino de una psiquiatría humanizada.
Sin embargo, el médico que todavía quiera desempeñar su papel principal como técnico se verá obligado a
confesar que él no ve en su paciente otra cosa que una máquina y no al ser humano que hay detrás de la
enfermedad.
El ser humano no es una cosa más entre otras cosas; las cosas se determinan unas a las otras; pero el hombre,
en última instancia, es su propio determinante. Lo que llegue a ser -dentro de los límites de sus facultades y
de su entorno- lo tiene que hacer por sí mismo. En los campos de concentración, por ejemplo, en aquel
laboratorio vivo, en aquel banco de pruebas, observábamos y éramos testigos de que algunos de nuestros
camaradas actuaban como cerdos mientras que otros se comportaban como santos. El hombre tiene dentro
de sí ambas potencias; de sus decisiones y no de sus condiciones depende cuál de ellas se manifieste.
NOTAS
1. Magda B. Arnold y John A. Gasson, “The Human Person”, The Ronald Press Company, Nueva York, 1954, p. 618.
2. Epifenómeno: que se produce como consecuencia de un fenómeno primario.
3. Editls Weisskopf-Joelson, Sorne Cornrnents on a Viennese Scbool of Psychiatry. "The Journal of Abnormal and
Social Psychology", vol. 51. PP. 701-3 (1951).
4. Edith Wtisskopf-Joelson, Lototherapy and Existential Analysis, "Act psychotherapy" vol. 6. pp. 193 - 204 (1958).
5. Oración mortuoria.
6. L’kiddush basbem, es decir, por la santificación del nombre de Dios.
7. De mi peregrinar llevas tú cuenta; recoge mi pesar en tu redoma, ¿no se halla ya en tu libro? (Sal 56,9).
Hay ciertas fechas que nos incitan casi espontáneamente a elaborar un balance de lo vivido y, sin duda, el fin
de año es una de ellas. Tanto si la aprovechamos constructivamente para reflexionar como si procuramos
escapar de ella anestesiándonos con champán y turrón, los medios de comunicación y el entorno nos invitan
a hacer un análisis del año: vemos cuales han sido las canciones del año, los sucesos más relevantes, las
personalidades más importantes… mientras algo dentro también revela una sensación personal sobre lo
vivido, lo no vivido, lo sentido, lo añorado, lo errado, lo anhelado…
Si bien está claro que la emoción proviene de una evaluación que hacemos de lo que nos ocurre, como
construimos nuestros propósitos, como formulamos nuestros objetivos y como intentamos conseguir lo
que queremos puede llegar a constituir la clave fundamental para llegar a alcanzarlo. Aunque muchos optan
por olvidar los resultados a base de mucho ruido, compras y comidas, es importante dedicar unos instantes
para plantearnos ¿qué hago cuando quiero conseguir algo? Cada uno tiene un patrón o estrategia interna
programada por lo que ha vivido. Algunas estrategias están encaminadas a conseguir resultados, otras a no
sufrir demasiado, otras a pasarlo bien, ante todo. Lo interesante es que estos patrones son inconscientes.
Nuestro cerebro toma la misma estrategia cada vez que se propone algo, y tal vez haya importantes
cuestiones que hayamos omitido y que merezca la pena considerar para este próximo año si queremos
pensar en nuestro futuro que, como dijo Mark Twain, es donde pasaremos el resto de nuestra vida.
Los sabios orientales afirmaron que donde está tu atención está tu energía. Muchas veces deseamos algo y
sin embargo prestamos más atención a nuestra voz interior, diciendo “no soy capaz”, que al propio objetivo.
Otras veces nos proponemos objetivos tan grandes y tan abstractos que están abocados al fracaso antes de
ser conseguidos, y esta es una de las formas inconscientes que tenemos de boicotearnos. Otras veces ese
objetivo tiene repercusiones tan relevantes en nuestro entorno -que no hemos contemplado- que cuando lo
conseguimos es como una patata caliente en nuestras manos y nos damos cuenta de que, en realidad, no era
lo más ecológico para nuestras vidas.
Richard Bandler y John Grinder, creadores de la Programación Neurolingüística –PNL-, utilizaron sus técnicas
para descubrir el secreto de los hombres y mujeres que habían alcanzado sus sueños y sus propósitos. Un
factor común de todos ellos era que la mayoría dedicaba tiempo y análisis profundo a formular y aterrizar
sus sueños en deseos, sus deseos en proyectos y sus proyectos en objetivos claros y concretos, capaces de
cumplirse en un tiempo y espacio bien definidos. Haciendo una síntesis de todas las técnicas que empleaban
generaron “la buena formulación de objetivos” una lista de preguntas para pillar el hueco que no te habías
planteado, saber si realmente quieres lo que pretendes querer y si realmente es posible que lo materialices
en la forma y el tiempo que deseas.
También se dieron cuenta que una de las claves más importantes de todas estas personas de elevada
eficiencia y categoría humana era que sus objetivos no estaban aislados, sino que se dirigían todos hacia una
dirección común, hacía una misión o un gran valor que daba sentido a su vida. De este modo los objetivos
eran como las perchas que colgaban de la cola de la estrella del propósito que guiaba su vida y la persona se
sentía cada vez más “integrada” conforme iba cumpliendo sus objetivos.
Cuando nos mueven nuestros deseos y perseguimos objetivos que nos llevan en direcciones opuestas y a los
que nos dirigimos indistintamente sin orden ni prioridad, podemos correr el riesgo de terminar confusos y
mareados (des-integrados), como aquellos que juegan mucho tiempo a la gallinita ciega y que terminan por
perder toda la referencia de donde realmente están y donde están los demás.
Otra dificultad importante para los adictos a las cestas de navidad repletas de proyectos, cuyo fin es
únicamente sentirnos bien en el momento que se están formulando, es bajar a lo concreto, al cómo y al
cuándo. Se esponjan con palabras grandes como unidad, felicidad, integración... sin embargo, no tienen
Después de este aterrizaje a base de preguntas llegaremos a vislumbrar si el objetivo era sincero o si era
mera decoración de interiores.
En nuestra opinión el arte de vivir maneja una doble dirección que es importante distinguir. Si bien la gente
sabia y eficiente sabe concentrar la energía para dirigirse a lo que quiere verdaderamente o a lo que siente,
es de necios no estar alerta a las señales que la propia vida te devuelve sobre tus propios deseos y objetivos.
El ser humano sostiene un continuo diálogo con el universo. Los buenos objetivos son ecológicos, están en
consonancia con nuestro ser profundo y persiguen enriquecer nuestro entorno esencial. La vida es un
misterio con sus propias leyes y uno de los objetivos más hermosos que podemos tener de por vida es
aprender a danzar con ella con la melodía de nuestros propósitos. No te conviertas en un "conseguidor" de
objetivos con el ceño fruncido. Dirígete a los objetivos que sientes tuyos, vivos, vibrando tan dentro que
necesitan planificación y concreción.
El mundo necesita personas capaces de concretar sueños, activistas que puedan realizar pequeñas acciones
concretas para ayudar a los desfavorecidos, para informar a los que no saben, para alegrar a los
desconsolados. Este nuevo año puedes intentar re-integrarte, haz algo por ti y tus hermanos: dedica un
tiempo a enraizar tus objetivos para que sean la semilla de un hermoso árbol que pueda dar sombra a muchos
quemados por el sol del desierto.
Te deseamos que en este año alcances los objetivos que te hagan más feliz, justo y solidario.
Decía Jorge Carvajal que la semilla es el punto de reunión entre la muerte y la vida: una parte nuestra tiene
que empequeñecerse (el ego) para que otra crezca y se desarrolle (la esencia).
En nuestro interior ya está plantada la semilla que hará germinar la Presencia en nuestra vida. Nuestro
trabajo es el del jardinero, mover la tierra para oxigenarla, quitar las malas hierbas que pueden dificultar su
crecimiento, regarla y permitir que el sol le brinde su energía.
Y para que el esfuerzo del jardinero de buenos resultados, la semilla se transforme en un árbol que nos
alimente con sus frutos, y nos proteja con su sombra, el trabajo ha de hacerse día tras día.
Espiritual
Energético Físico
Mental Emocional
En estos enlaces tenéis los videos donde podéis acceder de forma audiovisual a los artículos que
respectivamente os transcribimos más abajo. Elige tú mismo la forma en que te es más sencillo acceder a
esta información.
1. ¿Qué es la percepción?
Cuando hablamos de la percepción desde un punto de vista científico, no nos referimos en principio más que
al resultado entre las impresiones que recibimos de nuestro entorno y aquellas con las que ya contamos. Si
esta definición es válida o si, por el contrario, debemos definir el término de nuevo, es lo que descubriremos
hoy nosotros.
La forma en la que percibimos varía mucho de una persona a otra. El motivo radica en que las impresiones
que recibimos del mundo y de nosotros se filtran de forma tanto consciente como inconsciente, lo que lleva
a una impresión global subjetiva. Lo que nosotros o, mejor dicho, nuestro cerebro selecciona, depende de
las vivencias y experiencias que ya tengamos almacenadas. Igualmente, nuestras convicciones,
circunstancias, así como nuestros valores y normas juegan un papel importante.
No obstante, este filtro se puede modificar o transformar dirigiendo nuestra atención hacia objetivos
determinados, así como por medio de estrategias de percepción.
El mundo, tal y como nosotros lo vemos, es sólo una fracción de la realidad, de la que cada persona ve además
una parte distinta. Este hecho es el que hace de cada persona un individuo único e inconfundible.
Las percepciones son algo subjetivo, no obstante, el proceso de la percepción responde a un esquema
predeterminado fijo.
En primer lugar, debe haber un estímulo, que será captado por uno de nuestros órganos sensoriales y
transmitido hasta nuestro cerebro a través de los nervios.
Una vez en el cerebro, da comienzo un análisis general del que se obtiene una impresión global. Vemos, p.ej.,
un bosque, pero aún no vemos ningún árbol en concreto.
En la siguiente fase se le añadirán a la percepción detalles que en la impresión global quedaron ocultos.
Miramos con detenimiento y descubrimos detalles y pequeñas particularidades.
En la última fase comienza realmente el procesamiento de la información. Esta información será comparada
con nuestros recuerdos y experiencias, será evaluada y juzgada y se establecerán nuevas conexiones.
Además del hecho de que las percepciones son individuales y subjetivas, existe otro aspecto importante. Este
aspecto son los trastornos de la percepción. Pero ¿qué entendemos por «trastornos de la percepción»?
Los trastornos de la percepción se dan cuando existen problemas para captar los estímulos, llevarlos hasta el
cerebro o procesarlos, debido a motivos biológicos o factores sociales. El resultado es que el afectado no se
comporta de forma adecuada, no se comporta como cabría esperar. Es lo que a menudo definimos de forma
coloquial como: ¡tiene un comportamiento raro!
La mayoría de los trastornos de la percepción no se muestran sin embargo sólo a través de comportamientos
inadecuados, sino que se dan frecuentemente acompañados de problemas de concentración, déficit de
atención o hiperactividad.
No se deben confundir los trastornos de la percepción con los cambios en la percepción. Estos últimos se
producen, p.ej., con el consumo alcohol y drogas. La meditación o el entrenamiento autógeno pueden
cambiar igualmente nuestra percepción.
Unos cambios especialmente intensos en la percepción experimentan con frecuencia los invidentes, a los
que, con la pérdida de la visión, les aumenta enormemente la capacidad auditiva.
La percepción es por tanto un tema muy complejo: es individual y subjetiva, en la que sólo se refleja parte
de la realidad y que además puede sufrir trastornos o cambios.
3. ¿Cómo debemos pensar para que nuestro cerebro y nuestro cuerpo estén sanos?
Desde que surgió la humanidad el hombre ha soñado con conservar su salud eternamente. La juventud se
equipara a la salud; la vejez, a la enfermedad y la decrepitud. Los medios de comunicación están repletos de
infinidad de expertos que nos dan consejos para lograr una mente sana en un cuerpo sano. Nunca antes en
la historia de la humanidad se había invertido tanto dinero y esfuerzo en tener una buena salud y un buen
rendimiento.
El neurólogo Esch (que mencionamos anteriormente) explica de forma muy clara cómo el propio
pensamiento puede hacer que la morfina liberada de manera endógena reduzca la sensibilidad de nuestros
nervios. Al mismo tiempo, nuestras propias ideas pueden contribuir a reforzar el sistema cardiovascular y
originar que se fabrique más hormona del amor, la oxitocina.
Esta hormona mejora nuestra capacidad de emparejarnos y nuestras competencias sociales. Los programas
aprendidos del pensamiento pueden hacernos visualizar ideas positivas. Si se practica de forma regular, la
imaginación psicoespiritual puede protegernos con éxito de muchas enfermedades. El riesgo de padecer
enfermedades cardiovasculares, bronquitis, asma, alergias o síndrome de desgaste profesional se reduce
drásticamente.
Las visiones positivas se pueden utilizar también para reducir el centro de la ansiedad, situado en la amígdala.
También pueden generar una mayor sensación de empatía —en la zona de la corteza insular—,
El deporte de competición nos ha enseñado que cuanto mejor entrenemos un músculo, más se fortalece. En
medicina deportiva, esta mejora del rendimiento como consecuencia del entrenamiento se denomina
«sobrecompensación». La estructura y el funcionamiento de los músculos que se someten al esfuerzo se
adaptan a los mayores requisitos, tal y como estipula la regla de la ciencia del entrenamiento que dice que
un estímulo demasiado pequeño no produce ningún crecimiento, un estímulo demasiado grande produce
daños y un estímulo de intensidad media debería producir, idealmente, el resultado perseguido, es decir,
aumentar el rendimiento.
Si analizamos todos los estudios de investigación de la resiliencia y la felicidad de las últimas décadas los
resultados son sorprendentes: frente a la opinión ampliamente extendida de que el cerebro dispone de una
estructura más o menos establecida que le impone limitaciones psíquicas e intelectuales, se ha demostrado
que la plasticidad neuronal es sustancialmente superior a lo que se consideraba en el pasado.
Las modernas técnicas de imagen médica de las neurociencias nos permiten prácticamente observar el
cerebro mientras trabaja. Parece posible entrenar nuestras capacidades intelectuales hasta nuestra vejez,
«Lo que no se aprende en la infancia, ya no se aprenderá nunca», este es un dicho que se viene utilizando
desde hace generaciones en la enseñanza. Las teorías del aprendizaje y la evolución de todas las
universidades famosas de pedagogía o psicología del mundo estaban de acuerdo en lo siguiente: tras la
infancia, la juventud y los primeros años de la edad adulta, el cerebro madura de manera funcional y
estructural.
Los procesos de crecimiento y cambio sólo eran posibles (si acaso lo eran) de forma marginal. El número y
los tipos de conexiones de las células nerviosas había alcanzado su punto álgido y, de hacer algo, sólo cabía
que las células nerviosas comenzaran a degenerar conforme nos hacíamos mayores. La inteligencia, la
emoción y el comportamiento social estaban determinados por el denominado proceso de evolución.
Desde el siglo XVII, el dualismo entre cuerpo y alma ha hecho que se entendiera que ambos conceptos
estaban separados entre sí. La materia produce materia, y lo intelectual y mental produce algo inmaterial.
Los fenómenos como la telepatía o la telequinesia se apartaron al campo del esoterismo por su carácter poco
científico. Sólo el budismo se ocupaba desde hace siglos de la transformación del cerebro a través del
pensamiento meditativo.
Incluso en la neurociencia se creía hasta hace algunos años que el pensamiento se produce en el cerebro
como consecuencia de procesos bioquímicos. Sin embargo, cada vez hay más estudios de la investigación
moderna que demuestran que esta relación causal también es reversible: “El pensamiento forma el cerebro”.
Uno de los estudios más impresionantes del mundo que señala cómo los pensamientos positivos pueden
modificar el sistema neuronal lo está llevando a cabo el investigador del cerebro y profesor Richard Davidson
de la Universidad de Wisconsin.
En 2006, la revista TIME seleccionó a Davidson para formar parte del círculo selecto de las cien
personalidades más influyentes que habían logrado resultados sorprendentes en su especialidad. En su
estudio contó con la ayuda del maestro de la meditación budista, el Dalai Lama, para realizar diversas pruebas
durante las cuales se realizaba un encefalograma de las regiones del cerebro afectadas por años de
meditación. Todos los sujetos habían destinado aproximadamente entre 15 000 y 55 000 horas a la práctica
de la meditación. Los resultados de las pruebas demostraron, sin lugar a duda, que las regiones del cerebro
responsables de los sentimientos positivos y del comportamiento empático y altruista se habían activado en
una escala hasta ahora no vista. Los procesos mentales habían tenido un impacto modular. En pocas palabras,
el cerebro era tan moldeable como la plastilina. Para nuestra visión occidental del mundo, estos nuevos
hechos demostrados de la neurociencia son algo revolucionario.