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26/8/2020 La Traición y el odio inveterado – ADOFAIP

“Dejar al Perú militarmente desarmado es poca garantía. Es menester empobrecerlo en sus industrias, escarmentarlo en sus soldados y en
la fortuna de sus ciudadanos. Los rencores, el orgullo humillado, el anhelo de venganza acecharán a las generaciones del pueblo peruano
hasta que, se ofrezca la menor coyuntura para que vuelva a la lucha. Esta hora es necesaria demorarla; es necesario que no llegue (…).

Diario La Patria de Valparaíso abril 1879

Por: Arturo Castro

Pareciera que la pregunta que se hace Zavalita en la obra de Mario Vargas LL “Conversación en la Catedral”, ¿cuándo se jodió el Perú?
nuevamente cobra vigencia. La gran tragedia nacional se mani esta por la existencia de la desunión, envidia, odio y la traición.
Sentimientos subalternos que, han dominado la escena nacional a través de las diversas etapas de nuestra historia.

En la obra ¿En qué momento se jodió el Perú? Editado por Milla Batres y publicado en 1990, diversos intelectuales de la época ensayan una
explicación al respecto. Cada uno de ellos plantea desde su óptica, los momentos cruciales de nuestra historia, que dan respuesta a la
pregunta. Finalmente, cabe destacar la respuesta de Javier Pulgar Vidal “El Perú no está jota, nunca ha estado como país, por obra de algo o
de alguien”.

Sin embargo, se puede a rmar sin lugar a equivocarse, que nuestra historia está plagada de hechos que lindan con el sentimiento mas
innoble que puede desarrollar y cultivar la persona al interior de su ser, o grupo de personas de una sociedad y que a la larga ha traído
consecuencias nefastas para el país, la envidia y esta da lugar al odio inveterado.

En medio de ellos se ha enseñoreado la corrupción, desde hace siglos y atraviesa las capas que cubre el esqueleto de la nación, las ha
invadido hasta causar metástasis. La dermis y epidermis de los valores nacionales han sido enterrados, cubiertos con capas de hormigón.
La moral nacional se desmorona ante la impávida inacción, miopía y falta de re ejos de las autoridades.

La corrupción es una epidemia endémica, arraigada en toda la sociedad, principalmente en quienes deben controlar. Esta epidemia ha
trastocado la vida de nuestra sociedad, in uenciado por la presión desmesurada de los corruptos organizados y su incidencia funesta en la
estructura del estado nacional difícil de combatir, sin la voluntad de los tres poderes del estado.

Traición proviene del latín traditĭo, es aquella falta que infringe la lealtad o delidad hacia alguien o algo. En el ámbito jurídico la traición es
considerada como una conducta desleal hacia la nación. Por supuesto, cada estado determina taxativamente para sí, los actos que implican
el crimen de traición. En nuestra Constitución vigente la traición es castigada con pena de muerte, solo en caso de guerra exterior.

Nuestra historia está plagada de ejemplos de traición especialmente en el ámbito político, luchas intestinas, caudillismo, civilismo, que han
marcado etapas de nuestra historia, que a través de los años se han convertido en un lastre. Este lastre no ha permitido la consolidación de
la unidad nacional, unión, ni ha ayudado a mantener un sentimiento de pertenencia y orgullo nacional. Esa es la triste realidad.

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26/8/2020 La Traición y el odio inveterado – ADOFAIP

Desde la traición de Atahualpa a Huáscar, o viceversa, pasando por la traición de Francisco Pizarro a Diego de Almagro, que acabó
violentamente con la vida de los socios; “solo sangre, sudor y lágrimas” ha recorrido las mejillas, cuerpos y almas de la nación. Solo hemos
cosechado odio, rencor y la desunión ha marcado el derrotero de nuestra patria. Hasta cuándo.

Hubo visos de unidad nacional, en que se mantuvo la unión en espíritu e intenciones cuando defendimos la patria frente al pretendido
retorno de los españoles en 1866. El combate del 2 de mayo de 1866 es el ejemplo más bello y sublime de unidad nacional, en que esa
unión permitió la victoria sobre la poderosa ota española.

Después de este brillante capítulo en que supimos defender nuestra libertad a punto de cañonazos y unidad, sobrevino el capítulo más
negro de nuestra historia, nos vimos inmersos en una guerra por defender un tratado defensivo con Bolivia, Argentina se abstuvo, nos
quedamos solos, esa fue la herencia nefasta de Manuel Pardo y Lavalle que rmó no sabemos pensando en qué en 1873, primer gobierno
civilista, después de 50 años de caudillismo militar.

Durante el gobierno de Manuel Pardo y Lavalle, se organizó la Guardia Nacional en batallones, en base a ciudadanos entre 21 y 25 años,
tenían un entrenamiento periódico y el servicio que brindaban no era mayor a seis meses. Pero, mal asesorado disminuyó los efectivos del
ejército a tres mil hombres. Chile ya había comprado los dos blindados Blanco Encalada y el Cochrane. Había roto el equilibrio militar con
Perú.

Una medida grave contra la defensa nacional fue, la suspensión de la compra de armas, entre ellos los dos blindados que debió adquirir
Manuel Pardo, el 70% de los efectivos del ejército quedaron en la calle. Pardo organizó la Guardia Nacional para combatir los
levantamientos y el bandolerismo. Es decir, para contrarrestar el poder militar.

La propia guerra que Chile declara a Perú tiene como correlato, la envidia que se apoderó y creció como una costra en el corazón de los
líderes políticos y pueblo chileno desde muchos años atrás, esa es la explicación nal del inicio de la guerra. En su libro “Historia de la
guerra de América entre Chile, Perú y Bolivia”, del historiado italiano Tomás Caivano, toca este sentimiento negativo en la relación de los
pueblos.

La opulencia de Lima antigua capital de los virreyes, cuyas casas se suponían estaban rebosantes de “vajillas de oro y plata, como en la
época de la colonia; Chorrillos con sus fastuosas quintas de recreo de los ricos de la capital, donde, además de los magní cos ajuares, la
fama colocaba en cada Rancho o habitación interminables bodegas rebosando de los más exquisitos vinos de Europa que in amaron en un
momento todas las imaginaciones; y en todo Chile no se oía más que una voz, al principio baja y ahogada, durante febrero y marzo de
1879, y luego estridente y atronadora, después de la declaración de guerra. Esta voz era: ¡A Lima, a Chorrillos!”.

Aquellos tiempos, en la versión de Caivano, los nombres de Lima y Chorrillos fueron siempre motivo de envidia y de odio para casi todos los
chilenos, las mujeres chilenas soñaban con pasar una temporada en el balneario más hermosos de esta parte del subcontinente,
“Chorrillos, mansión de delicias por excelencia de la alta sociedad de Lima durante la estación de baños(verano), era la dolorosa pesadilla
de la generalidad de las mujeres chilenas”.

Tomás Caivano destaca los sentimientos negativos de las mujeres chilenas hacia la limeña: “(…) la mujer chilena conocía perfectamente que
era menos buena, menos bella y menos graciosa que la limeña; y envidiosa de sus femeniles triunfos, su único y ardiente deseo era ver
destruido aquel Chorrillos, donde la odiada limeña reinaba durante cuatro meses del año en todo el esplendor de su bondad, de su belleza
y de su gracia”.

Durante esta guerra en la que se debió demostrar nuevamente la unidad nacional, se dieron las más grandes traiciones entre los
conductores políticos y militares de la guerra. Hechos que a la larga contribuyeron a la derrota del Perú. La desafección, el odio, la
improvisación y la traición entre peruanos fueron responsables de la derrota.

A lo largo del desarrollo de esta guerra existieron un conjunto de desaciertos y traiciones, de hijos que se consideraban preclaros, la crema
y nata del patriotismo, sin embargo, solo eran politiqueros sembrando deslealtades, en busca de satisfacer apetencias, necesidades e
intereses económicos y políticos, que contribuyeron con sus actos u omisiones a la derrota nal.

El historiador Nelson Manrique, en un prólogo escrito para el libro del diplomático peruano Hubert Wieland Conroy (“El punto Concordia y
la frontera entre Perú y Chile”) nos recuerda un hecho histórico catastró co en plena guerra, “Entre 1879 y 1884, en plena guerra, tuvimos
cinco presidentes (Mariano Ignacio Prado, Nicolás de Piérola, Francisco García Calderón, Lizardo Montero, Miguel Iglesias)”.

El presidente Mariano I. Prado se fuga del país el 18 de diciembre de 1879, pretextando compra de armas en Europa, deja un país inerme.
La gravísima situación política creada por Prado, por su deserción fue muy criticada porque abandonó el país, traicionando la con anza del
pueblo. Cierto, afectó a su familia, pero mucho más la moral de la nación. Un presidente que huye en plena guerra era un traidor.

Prado en su proclama dirigida al país al fugar del país de manera subrepticia, dijo:

“¡Conciudadanos! Los grandes intereses de la patria exigen que hoy parta para el extranjero, separándome temporalmente de vosotros en
los momentos en que consideraciones de otro género me aconsejaban permanecer a vuestro lado. Muy grandes y muy poderosos son en
efecto los motivos que me inducen a tomar esta resolución. Respetadla, que algún derecho tiene para exigirla así el hombre que como yo
sirve al país con buena voluntad y completa abnegación…Al despedirme, os dejo la seguridad de que estaré oportunamente en medio de
vosotros”.

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El anciano general Luis La Puerta, vicepresidente de Mariano I. Prado, estaba enfermo, carecía de fuerzas para asumir tan grave
responsabilidad, pese a gestión de notables de Lima no pudieron vencer su negativa. Esta situación fue aprovechada por Nicolás de Piérola
para levantarse y hacerse del poder que tanto había perseguido en cinco insurrecciones.

Dice un antiguo adagio: “A rio revuelto ganancia de pescadores”, mediante un golpe de estado Nicolás de Piérola se hizo del poder, se
declaró presidente regenerador, pero en sí, solo era un dictador más. Lo triste y grotesco a la vez, era que esta se realizaba para a rmar su
proyecto político, en un momento grave para la república, en plena guerra.

El historiador italiano Tomas Caivano describe la actuación de Nicolás de Piérola así: “Piérola trajo consigo al frente del Estado todas las
veleidades, todas las descon anzas y todos los odios del antiguo conspirador, cosas que unida a una vanidad sin igual se erigieron en
norma y guía principal de todas sus acciones”.

Nicolás de Piérola, en plena guerra hizo cambios en la administración del gobierno, nombrando nuevos ministros y reorganizó el ejército,
colocando gente de su entera con anza que no estaban preparados en puestos claves, utilizó esta estrategia para mantenerse rme en el
gobierno. Postergó a muchos o ciales, nunca los llamó, como los generales Manuel Beingolea y Fermín de Castillo que hubieran sido por su
experiencia, muy valiosos en la defensa de Lima.

En diciembre de 1879 el diario chileno “El Ferrocarril”, publica una carta de Mariano Álvarez dirigida al contralmirante Montero. Un análisis
del documento le permite al diario chileno criticar la actuación de Piérola indicando: “Desde que asumió la dictadura, el plan de Piérola no
ha sido reforzar el ejército, sino organizar apresuradamente otro ejército en Lima que pueda contrabalancear la in uencia de aquél”.

El diario trasmite su percepción respecto de las decisiones del gobierno de Piérola en plena guerra, “La organización del ejército y la
distribución de los grandes puestos militares obedecen, ante todo, a ese interés político (…) La organización militar se subordina en todas
partes a los intereses y ambiciones personales de los diversos círculos políticos”.

El 25 de abril de 1884 en el diario “El Nacional” publicó una denuncia pública en contra del dictador Nicolás de Piérola, hecho que pintaba
de cuerpo entero al dictador, en su conducta abusiva y su espíritu veleidoso, y vanidoso. En enero de 1880 Piérola nombra al general de
brigada Manuel Beingolea y Oyague como jefe del 2do ejército del sur, una de las medidas de reorganización del ejército.

En abril, Piérola ordena al general Beingolea que parta hacia Arequipa, para lo cual se embarcó en el vapor “Talismán”, nave de triste
recordación porque este barco transportó desde Inglaterra armamento, uniformes y personal para una de las tantas revoluciones que
había intentado Piérola a lo largo de su vida rebelde y contestataria.

Al llegar a Quilca el 14 de abril, el comandante de la nave Manuel María Carrasco se percata que en la caleta había tres naves enemigas.
Realizada una junta de emergencia con los o ciales del ejército, por unanimidad se decide desembarcar en Pisco a donde arribó la nave el
16, para proteger el material valioso que transportaban.

En esta ciudad, el prefecto Mariano Martínez se comprometió en facilitarle mulas para el transporte del armamento, pese a las gestiones
que realizó el general Beingolea, mediante radiogramas al dictador, el prefecto que al parecer seguía las indicaciones de Piérola, hacia
largas a la entrega de acémilas. En lugar de entregar mulas le entregó borricos que no eran aptos para un transporte tan largo hasta
Arequipa.

El general Beingolea puso en conocimiento de Piérola esta demora, ocasionado por la lentitud del prefecto en conseguir mulas. El dictador
le ordenó que siguiera su marcha y que el prefecto Martínez le enviaría el cargamento a su punto de caída. Había llegado a la hacienda
Ocucaje, cuando recibió un telegrama de Piérola que lo relevaba del mando, siendo reemplazado por el coronel Segundo Leiva, regresó
Beingolea a Ica y luego a Lima.

El general Beingolea al presentarse a Piérola fue denostado y maltratado de manera abusiva por el dictador, “Este señor me recibió con
altura, con todas las ínfulas de un verdadero dictador, diciéndome ‘su conducta ha sido mala general’(…) Era la primera vez en mi larga vida
de soldado  que se me trataba con exabrupto, de manera tan injusta, tan indigna, tan poco en armonía con el lenguaje que debe utilizar un
mandatario que se respeta, tan poco en armonía con los fueros de mi elevada posición y de mi acrisolada honradez y lealtad”.

Al general Beingolea se le abrió un sumario, la investigación estuvo a cargo del coronel Manuel Eugenio Velarde encargado de la
investigación, quien estableció tres puntos que fueron la base de la acusación: “Mi recalada de Quilca, Mi demora en Ica y mi mala
conducta”. 

El coronel Segundo Leiva que reemplazó al general Beingolea en la 2da división del sur, se estableció en Arequipa, desde este cómodo
lugar, alejado de la guerra, hizo oídos sordos a los telegramas urgentes del coronel Francisco Bolognesi desde Arica, no sabemos si fue por
cobardía, por temor, o por cumplir indicaciones del dictador Nicolás de Piérola, enemigo del contralmirante Montero, a quien tampoco
quiso apoyar, por celo político.

“Arica, 3 de junio de 1880.- Prefecto. – Arequipa. – Avanzadas enemigas se retiran. Continúan siete buques. Apure Leiva para unírsenos.
Resistiremos. – Bolognesi. 

Arica, 5 de junio de 1880.- (Recibido en Arequipa el 5.- Prefecto. – Arequipa. – Apure Leiva. Todavía es posible hacer mayor estrago en
enemigo victorioso. Arica no se rinde y resistirá hasta el sacri cio. – Bolognesi”. 

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El coronel de guardias nacionales Agustín Belaunde, quien estaba al mando del batallón “Cazadores de Piérola”, y era pierolista, en la junta
de guerra que se realizó para decidir la defensa de la plaza de Arica, tuvo una opinión discordante con la mayoría, fundo su voto en la
capitulación, alegando que perdida la esperanza de apoyo de Leiva o Montero, opinó que era pueril que las escasas tropas que defendían
Arica podrían detener a las fuerzas chilenas, qué fue, falta de patriotismo, temor o cobardía frente al enemigo.

“Al saber que por razones de orden disciplinario se había decretado su arresto a bordo del monito ‘Manco Cápac’, no esperó la noti cación
del caso: desertó de su cuerpo en circunstancias que el enemigo asediaba la plaza”. Fue un cobarde desertor, que huyó abandonando a sus
tropas. Aprovechó que era compadre de Piérola, en 1896, con el apoyo de este Agustín Belaunde fue diputado al congreso por Tayacaja. 

Otro hecho nefando, innoble y traicionero fue el que protagonizó el general boliviano Hilarión Daza. El general Daza en octubre de 1879 se
encontraba en Tacna al mando de sus tropas. Mariano I. Prado le ordena desplazarse al sur y encontrarse con las tropas del general
Buendía en Pisagua, si hubiera llegado quizás el resultado de la batalla de San Francisco hubiera sido otro.

José Vicente Ochoa periodista boliviano escribió “DIARIO de la Campaña del Ejército Boliviano en la GUERRA DEL PACÍFICO”, donde recogió
el testimonio del general boliviano Juan José Pérez, quien hizo graves impugnaciones a la conducta de Daza en la conducción de sus tropas
al haber regresado de Camarones a Tacna motivado no por cobardía sino por haberse puesto de acuerdo con el enemigo, traicionando
doblemente a su patria y al Perú.

“En Camarones Daza engañaba al ejército haciéndole creer que era llamado por Prado, para combatir a los chilenos en Sama; y al general
Prado le decía por telegrama que sus soldados se habían sublevado y que los jefes rehusaban seguir la marcha”. El general Daza antes de
salir de Tacna habría sido abordado por agentes chilenos que lo habrían convencido para nunca llegar a Pisagua.

El 18 de noviembre de 1879 el diario “El Mercurio de Valparaíso” publica el siguiente telegrama 16,799. “TELÉGRAFO TRASANDINO. Santiago,
noviembre 18 de 1879. Se han tomado todas las medidas necesarias para que el ejército de Daza que salió de Tacna, no se una con el
ejército de Iquique. Se ha suspendido la movilización del batallón cívico de Curicó”.  Chile no necesitaba más fuerzas para movilizar hacia
Pisagua, había comprado un traidor.

El 31 de agosto de 1882 el general Miguel Iglesias dirige una proclama a los ciudadanos del país desde Cajamarca, fue bautizado el grito de
Montán. En esta carta pública, Miguel Iglesias hace conocer las razones para la rma de la paz con los chilenos y expresa que después de la
batalla de Chorrillos, prisionero del enemigo es conducido para interceder por la paz con el enemigo: la paz “como único medio de conjurar
los descalabros sin cuento a que una loca obstinación iba a precipitarnos”.

La posición mas clara del general Iglesias para nalizar la guerra era la rma de la paz sin importar ceder territorio nuestro a la voracidad
chilena, sin importarle el honor y dignidad nacional. No se trataba de un simple terrenito como aseguraba el general Iglesias en su
mani esto, sino de parte importante de nuestro territorio que contiene ingentes riquezas mineras.

No existe alto, bajo o falso honor, como sostiene Iglesias en su mani esto, si bien es cierto que la ocupación chilena ha hollado nuestro
territorio, lo único que muestra su proclama es una mani esta sumisión a las fuerzas de ocupación, de sometimiento a los interese
foráneos, de aceptar entregar territorios a cambio de una paz bajo presión de las bayonetas chilenas:

“Se habla de una especie de honor que impide los arreglos pací cos cediendo un pedazo de terreno, y por no ceder ese pedazo de terreno
que representa un puñado de oro, fuentes de nuestra pasada corrupción, permitimos que el pabellón enemigo se levante inde nidamente
sobre nuestras más altas torres desde el Tumbes hasta el Loa; ¡que se saqueen e incendien nuestros hogares, que se profanen nuestros
templos, que se insulte a nuestras madres, esposas e hijas! Por mantener ese falso honor, el látigo chileno alcanza a nuestros hermanos
inermes; por ese falso honor, viudas y huérfanos de los que cayeron en el campo de batalla, hoy desamparados y a merced del enemigo, le
extienden la mano en demanda de un mendrugo”. 

Durante las conversaciones entre Jovino Novoa plenipotenciario chileno y su gobierno, se establece el sumo interés en apoyar un gobierno
presidido por el general Miguel Iglesias y lo estiman como objetivo primordial de ese gobierno, así lo expresa el telegrama que envía el 24
de enero de 1883: “En buenos términos le decía Novoa, en nuestras manos está hacer o no gobierno a Iglesias, quien por supuesto no
tendrá alas para volar sino cuando en forma conveniente hubiese aceptado las bases de Chile”.

Recibido en Santiago el telegrama de Jovino Novoa, el presidente de Chile Santa María le contestó el 15 de febrero 1883: “Creo que estamos
en la misma cuerda i por ahora no veo a que otra parte pudiéramos llevar nuestros esfuerzos, No queda más que Iglesias digan lo que
quieran sobre él los de aquí y los de allá. Es el único hombre que tiene coraje para decir lo que siente y que lo tendrá para hacer lo que crea
conveniente. Nosotros debemos forti carlo y ver modo que su poder sea absoluto y verdadero en todo el Norte. Si logramos darle cuerpo
debemos apresurarnos a tratar con él que, si mañana cae porque sus mismos paisanos lo tumban, no por eso dejará de ser cierto,
verdadero y e caz el tratado que habríamos rmado”.

El presidente Santa María tenía la seguridad que Francisco García-Calderón preso en Chile y Nicolás de Piérola no rmarían un tratado de
paz de acuerdo con sus exigencias leoninas y en telegrama enviado a Patricio Lynch le ordena empeñarse en apoyar a Iglesia, condiciones
de ajustar con él la paz. Todos nuestros esfuerzos deben en estos momentos dirigirse en este sentido.

Mientras tanto, las conversaciones iniciadas entre Jovino Novoa y Castro Zaldívar cuñado y representante de Miguel Iglesias, según Gonzalo
Bulnes, dieron lugar al inicio de las negociaciones de paz, dado que ambos habían superado su descon anza.

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Se hizo necesaria la repatriación de José Antonio Lavalle, y José Antonio García y García. El primero aceptó regresar, no así García y García.
Por lo que, tuvo que levantarse la repatriación a Andrés Avelino Aramburú. Esta acción la toma Chile para dar autoridad política al acuerdo,
Lavalle representaba al partido de Piérola y Aramburú era un destacado periodista, director del diario El Nacional.

En el tomo II-capituló IV- Pág. 286, de la colección Pascual Ahumada Moreno, publica la carta que remite Mariano Álvarez el 31 de diciembre
de 1879, al Contralmirante Montero que se encontraba en Arequipa, haciéndole conocer las actividades que venía realizando en Lima,
organizar una asociación para acopiar víveres, vestuario, calzado y enviarle a la brevedad, sabiendo las necesidades urgentes; para ello,
solicitó a particulares una contribución. A esos niveles llegamos en esa guerra.

También le comunicó que el nuevo gobierno tenía planeado enviar al 3er ejército del sur dinero y vestuario y no víveres porque en
consideración de Piérola, en el sur abundaban los suministros y no era necesario, Álvarez le pedía a Montero mantenerse en coordinación a
n de satisfacer lo que la mezquindad del gobierno le negaba.

Le informa las medidas que había tomado el dictador Nicolás de Piérola contra la prensa por publicarse los diarios sin la rma que exigía el
Estatuto Provisorio. Había dispuesto la detención de los directores de los diarios; además, le da a entender que Piérola con las facultades
omnímodas, sus acciones negativas, se iba desprestigiando.

Le informa que Nicolás de Piérola, presidente de facto, sentía descon anza y celo por el Contralmirante Montero, “Pero Piérola, que no
puede dejar de conocer que si usted triunfa sobre los enemigos su poder desaparecerá en el instante, hará todo lo posible por privar a
usted de los medios de acción y retardará por lo mismo, la guerra cuanto pueda, con gran riesgo de la causa nacional”. La guerra era contra
Montero y contra los chilenos.

Otro hecho que con gura la traición es la que narramos a continuación, Andrés Avelino Cáceres, se encontraba luchando contra las fuerzas
chilenas en la zona andina, desde Izcuchaca el 6 de febrero de 1882, le dirige dos cartas al pierolista coronel Arnaldo Panizo quien
permanecía en Ayacucho. Las fuerzas al mando de Panizo habían pasado bajo el mando de Cáceres, sin embargo, Panizo no le reconoce
autoridad y no se incorpora a la organización del ejército de resistencia.

Panizo desafía la autoridad de Cáceres, pese al acta de sometimiento a la autoridad de Cáceres, demorando de esta manera incrementar
las fuerzas de resistencia y hacer frente a la expedición chilena “que se enseñorea actualmente, con todo su cortejo de horrores, en el
departamento de Junín, ondeando por segunda vez al yugo humillante de una invasión refractaria hasta los más vulgares sentimientos de
humanidad”.

Cáceres muy dolido por la indolencia de Panizo, naliza la carta diciendo “Por desgracia, han podido más en el ánimo de V.S.
consideraciones de otro género que los preceptos del sagrado deber de salvar a la patria, entregada a los azares de una guerra de
depredación y de conquista”.

Cáceres escribe la segunda carta a Panizo desde Huancavelica el 11 de febrero de 1882, en ella le indica que su actitud se había convertido
en un obstáculo para lograr la unidad, era contrario al interés nacional empeñada en agrupar a todos los peruanos alrededor del gobierno
provisorio, claro está, con la sola excepción de las fuerzas de Panizo,

“Cuando la desgracia común toca a las puertas de la nación, revestida con los horrores de una guerra implacable de devastación y
conquista, no hay derecho ni tiempo para entrenerse en combinaciones de política. Acudir al peligro con el concurso común, no absoluta
prescindencia de colores y banderas de partido es el único deber que reclaman los esfuerzos todos del patriotismo”.

Pese a todos los esfuerzos realizados por Cáceres, sus deseos se estrellan contra la indiferencia estoica de Panizo este no se conmueve con
nada, permanece en Ayacucho, no mueve un dedo para apoyar a Cáceres, no sabemos si es por cobardía, temor a las tropas chilenas o
seguía siendo leal a Piérola.

Como se ha referido, Panizo desconoce la autoridad de Cáceres en los departamentos del centro y la del gobierno provisorio. Finalmente,
Cáceres hace responsable a Panizo “ante Dios y los hombres de las consecuencias que sobrevengan, y dejándole la triste satisfacción, si
llegase el caso, de coronar la sangrienta obra de los chilenos, victimando al ejército de mi mando con el arma que el de V.S. Se ha negado
blandir ante el enemigo”.

A lo largo de estas líneas hemos referido algunos hechos solo de la guerra con Chile que con guran la traición, el odio y la envidia que
llevaron a ese país a declararnos la guerra, y cómo los líderes militares y civiles de la república, pre rieron dar rienda suelta a sus
debilidades y apetencias de poder, en lugar de buscar la unidad nacional para enfrentar al enemigo. Los resultados hoy los conocemos.

Qué aprendió el Perú de todo esto, que aprendieron las autoridades, líderes políticas, empresariales, la población misma, diríamos muy
poco, casi nada, la misma desafección por la patria, la envidia, odios y rencores no cesan, el país sigue enfrentado, no existe ni existirá
reconciliación alguna.

Hay un sector anti todo que está presto a lanzar sus dardos envenenados en el pecho a quienes no concuerdan, no comulgan con sus
ideas. Vivimos en el siglo XXI, pero parece que hemos retrocedido a la barbarie política, al linchamiento judicial, a la burla y denigración

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pública.

Está triunfando el odio entre peruanos, gracias a campañas mediáticas, parece que la violencia subversiva, terrorista antipatriota hubiera
tomado la conciencia colectiva de un sector de la población, nos parece que se hubiera mimetizado en organizaciones que persiguen el
poder político para implantar ideas trasnochadas, fracasadas en otras latitudes y todos bien gracias. Así estamos en pleno siglo XXI y a
escasos años del bicentenario, nada menos.

Publicado porAdministrador
octubre 30, 2018
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