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Hoy por hoy, es evidente que han fracasado los intentos por establecer el modelo
unipolar. La transformación de ordenamiento mundial ha pasado a ser irreversible.
Los nuevos importantes actores que poseen una sólida base económica, procurar
influir más activamente sobre los procesos regionales y globales, pretendiendo
con plena razón a una participación más significante en la adopción de las
decisiones clave. Se percibe cada vez más la necesidad de un sistema más justo
e inclusivo. Las reincidencias de arrogantes posturas neocoloniales que confieren
a unos países el derecho de imponer su voluntad a otros, son rechazadas por la
absoluta mayoría de los miembros de la comunidad mundial.
Las intenciones de los promotores del concepto de 'orden basado en las normas'
afectan el poder exclusivo del Consejo de Seguridad de la ONU. Citaré uno de los
recientes ejemplos: cuando EEUU y sus aliados no pudieron convencer al Consejo
de Seguridad de la ONU a aprobar las decisiones políticamente sesgadas que
acusaron infundadamente a las autoridades de Siria de usar sustancias tóxicas
prohibidas, empezaron a promover las 'normas' necesarias a través de la
Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ). Al maniobrar
con los trámites violando burdamente la Convención sobre la Prohibición de las
Armas Químicas (CPAQ), consiguieron (con votos de la minoría de los Estados
partes de esta Convención) que se le otorgase a la Secretaría Técnica de la
OPAQ el poder de establecer a los responsables del uso de armas químicas, lo
que fue una invasión directa en las prerrogativas del Consejo de Seguridad de la
ONU. Los intentos de 'privatizar' las secretarías de las organizaciones
internacionales para promover sus intereses fuera de los límites de mecanismos
universales interestatales se observan también en otras áreas, como la no
proliferación de armas biológicas, el mantenimiento de la paz, la lucha contra el
dopaje en el deporte, etc.
En esta situación, los intentos de los ideólogos liberales de los países occidentales
de hacer que Rusia parezca promotora de las “revisiones” son completamente
absurdos. Fuimos unos de los primeros en llamar la atención a la transformación
de los sistemas político y económico del mundo que, debido a la marcha objetiva
del proceso histórico, no pueden ser estáticos. Merece la pena señalar que en las
relaciones internacionales el concepto de un mundo multipolar que reflejaba de
manera adecuada la realidad económica y geopolítica que se iban viviendo fue
formulado hace dos décadas por el destacado estadista ruso, Evgueni Primakov,
cuyo patrimonio intelectual sigue siendo muy pertinente hoy también, al estar
celebrando nosotros su 90º aniversario.
Es evidente que la vida fluye. Preservando con sumo cuidado el sistema de las
relaciones internacionales que se formó al término de la Segunda Guerra Mundial,
cuyo pilar sigue siendo la ONU, hemos de adaptarlo de manera cautelosa, pero
consecutiva a las realidades del actual paisaje geopolítico. Ello puede aplicarse
plenamente al Consejo de Seguridad de la ONU, donde los países occidentales
están exageradamente representados a día de hoy. Estamos convencidos de que
la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU debe tener en cuenta en primer
lugar los intereses de los países de Asia, África y América Latina y toda fórmula
debe basarse en un consenso más amplio posible de los Estados miembros del
organismo. De la misma manera se debe seguir trabajando en el
perfeccionamiento del sistema de comercio mundial, ha de concederse especial
importancia a la armonización de los proyectos de integración que se llevan a
cabo en diferentes partes del mundo.
Es evidente que sin una cooperación realmente colegial, sin una interacción libre
de política y llevada a cabo con el poder central de la ONU es imposible reducir el
grado de la confrontación ni reforzar la confianza ni superar los retos y amenazas
comunes. Desde hace tiempo es necesario acordar una interpretación común de
los principios y las normas del derecho internacional, para que se deje de intentar
darles numerosas vueltas en función de los intereses de uno. Es más difícil buscar
fórmulas de compromiso que formular ultimatums, sin embargo, las fórmulas de
acuerdo minuciosamente acordadas representarán un mecanismo predecible de
interacción a nivel mundial. Tal postura es sobre todo importante para entablar
unas negociaciones concretas sobre los parámetros de un sistema seguro y justo
de una seguridad paritaria e indivisible en la región euroatlántica y euroasiática.
Dicho objetivo se declaró en numerosas ocasiones a nivel mundial vía
documentos de la OSCE. Habría que pasar de las declaraciones a los hechos. La
Comunidad de los Estados Independientes, la Organización del Tratado de la
Seguridad Colectiva con frecuencia expresaron su disposición de aportar a esta
labor.