Está en la página 1de 3

Universidad del Valle

Facultad de Humanidades
Departamento de Filosofía
Seminario: Mujeres en la historia de la Ciencia
Docente: Luz Marina Duque

Alejandro Peñaranda Candado (1329305-3250)

Reseña del texto Mitos, creencias y valores de Eulalia Pérez Sedeño

Eulalia Pérez Sedeño en su texto Mitos, creencias y valores: cómo hacer más «científica» la
ciencia; como hacer la «realidad» más real, pretende mostrarnos el significado que ha tenido y
los cambios que ha significado la irrupción del feminismo en la ciencia, especialmente los
cambios que han contribuido a una mejora sustancial de nuestro conocimiento. El feminismo ha
sido una ideología social y política desde hace un buen tiempo y la ciencia ha sido el producto de
la aplicación de la razón a la realidad, ajeno a intervenciones extrañas, de ahí que se convierta la
ciencia en un campo de arduo trabajo para el feminismo, pues ha sido escenario de justificación y
fundamento de la dominación sociopolítica masculina. Pero esta subordinación no nace en el
seno de la ciencia, sino que ha sido heredada de tradiciones muy antiguas, de mitologías
fundacionales de la tradición occidental.

Los mitos sirvieron a las sociedades de la antigüedad para perfilar el papel que desempeñamos
en este universo misterioso, ellos expresan las creencias que tienen las distintas culturas sobre la
naturaleza humana, su origen y la finalidad de su existencia. En la civilización occidental
encontramos dos pilares fuertes, que sirvieron durante muchos siglos para menospreciar el papel
de las mujeres en la sociedad, a saber: la tradición judeo-cristiana y la concepción platónica. En
tradición judeo-cristiana el origen de la mujer está subordinado al hombre, o por lo menos esa es
la versión con la que prefirió quedarse el cristianismo desde antiguo, pues de la costilla de Adán,
Dios creó a Eva, pero no se tiene en cuenta que unos versículos antes en la misma Biblia se dice
que Dios los creo hombre y mujer a su imagen y semejanza, es decir, desde el momento de la
creación no estableció una subordinación natural o innata de la mujer ante el hombre, los hizo
iguales.

En la concepción platónica, especialmente en el Timeo, Platón explica que en el universo que


creó originalmente el Demiurgo no existían las mujeres, al dividir la mezcla que constituye el
universo en almas, le asigna una a cada estrella y luego implanta una en cada cuerpo de varón, y
da a éstos sensaciones y emociones. Si los hombres dominaban sus sensaciones mediante el, al
morir regresaría a su estrella para tener una existencia santa, pero si no lo hacía reencarnaría en
una mujer. Aristóteles, el padre de la biología consolidó ‘científicamente’ la subordinación de las
mujeres y las condenó de forma natural. El calor es el principio fundamental y de perfección, por
tanto, lo que no tiene suficiente calor es considerado débil y menos importante, que era el caso de
las mujeres en la visión aristotélica. A pesar de esto, las mujeres eran consideradas necesarias
para perpetuar la raza, pero eso de todas maneras no las hacía sujetos racionales.

Las características que le han sido asignadas a las mujeres desde antiguo están asociadas a la
esfera privada, del cuidado de los hijos, de los sentimientos, la irracionalidad, la pasividad, la
dependencia, entre otras, y de ahí se han arraigado estereotipos sexuales que están presentes en
nuestras vidas desde el momento en que nacemos, y que nos son impuestos social y
culturalmente. Por el contrario las características asociadas a los hombres son la racionalidad,
dominación, independencia, frialdad y objetividad, que los hace aptos para la vida pública y el
ejercicio de la ciencia.

En los años sesenta y setenta el feminismo surge con un ímpetu renovado, pues partía del
supuesto de que los diferentes logros en el conocimiento, y especialmente en el conocimiento
científico, no se debían a características innatas en los hombres, que además no poseían las
mujeres, sino a causas externas y circunstanciales de la educación, que manejaba un lenguaje
demasiado sexista que naturalizaba los roles propios de cada sexo. En la actualidad la situación
ha cambiado en gran medida, tanto niños como niñas tienen acceso a una educación basada en la
igualdad, que aunque tiene rezagos de la dominación masculina imperante en la tradición
occidental, ya no es la regla. La historia nos ha mostrado que las mujeres han sido sometidas por
dos tipos de discriminación fundamentales, a saber: la territorial y la jerárquica.

La discriminación territorial es aquella en la que las mujeres quedan relegadas a disciplinas y


trabajos concretos propios de su sexo, como lo son la clasificación y catalogación en historia
natural o la computación de datos en astronomía. Así estos trabajos tenían una suerte de
‘feminización’, es decir, se les atribuye menor valor, se les considera rutinarios o poco
importantes por el hecho de ser realizados por mujeres. La discriminación jerárquica es la más
fuerte, puesto que relega a la oscuridad a mujeres brillantes y capaces, que se topan con un techo
de cristal impenetrable, donde sólo los hombres pueden pasar, su trabajo y capacidad es
menospreciado, pues atenta contra el orden natural (que en realidad es una construcción social y
cultural) de las cosas. Así en el caso de las mujeres la desigualdad no es respecto a su voluntad,
esfuerzo o mérito, sino a su sexo.

Incluso en la historia las mujeres han sido desplazadas de su lugar, pues son pocas las mujeres
en materia científica que aparecen en los libros de texto de historia de las ciencias, porque la
dominación patriarcal se ha encargado de cubrir grandes figuras, haciéndolas pasar por el mundo
de manera inadvertida. Las mujeres científicas que se lograron destacar en épocas anteriores
tuvieron que lidiar con ambientes hostiles, y por lo general, eran mujeres que su posición política
o económica ayudó a que tuvieran oportunidades impensables en sus respectivas épocas. El
feminismo ha sacado a la luz la participación de las mujeres en tradiciones que, en muchos casos
por ser femeninas, habían quedado en la oscuridad. Las mujeres a pesar de que se les ha excluido
y ocultado de la esfera científica, desempeñan un papel valioso en los fenómenos fundamentales
para el progreso de la ciencia y la tecnología. Las preocupaciones feministas en torno a la ciencia
han producido cambios sociales y políticos, que se han visto evidenciados en el campo educativo.

Incluso la postura en el año 2005 del presidente de la Universidad de Harvard Lawrence


Summers, que defiende la capacidad innata para las matemáticas que poseen los hombres frente a
las mujeres, se cae por su propio peso, pues está fundamentada en ‘supuestas’ capacidades
biológicas que hacen que las mujeres no puedan llegar a lo más alto en campos como la ciencia y
las matemáticas. Pero estas desigualdades entre hombre y mujeres son todo menos ‘naturales’,
pues se basan en la utilización de argumentos falaces, en la existencia de fallos en el diseño
experimental, en supuestos basados en datos experimentales limitados, en extrapolaciones
insostenibles y en una dudosa universalidad de ciertos ‘hechos’ biológicos imposibles de
contradecir. Las supuestas observaciones de ‘hechos biológicos’ que avalan la superioridad de los
hombres frente a las mujeres, son en realidad diferencias sociales y culturales impuestas por el
dominio patriarcal que se niega a aceptar la realidad.

También podría gustarte