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El poder. Michel Foucault.

Vigilar y castigar
Publicado el 25/06/2019 por Grupo Akal

El brillante polímata Michel Foucault ha ejercido una gran influencia en la


filosofía, la psicología, la política y la crítica literaria, además de la sociología. A
menudo se le asocia con el estructuralismo y el postestructuralismo, etiquetas que
él rechazaba.

Nacido en Poitiers (Francia), Foucault


estudió psicología y filosofía en la École Normale Supérieure de París. Durante la
década de 1950 ejerció la docencia en Suecia, Polonia y Alemania, y en 1959
obtuvo el doctorado. De 1966 a 1968 fue profesor en Túnez y a su regreso a París
fue nombrado director del departamento de filosofía de la Universidad de
Vincennes. Dos años después, Foucault fue elegido miembro del Collège de
France como profesor de historia de los sistemas de pensamiento.

▪ Obras principales
▪ 1969 La arqueología del saber.
▪ 1975 Vigilar y castigar.
▪ 1976–1984 Historia de la sexualidad (cuatro volúmenes).
El poder

La cuestión del poder, ya sea con el objetivo de mantener el orden social o bien
de provocar cambios sociales, se ha tratado desde el punto de vista político y
económico. Hasta la década de 1960, las teorías sobre el poder se centraban en el
poder del Gobierno o del Estado sobre los ciudadanos, o desde una perspectiva
marxista, en la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado.

Todas estas teorías tendían a centrarse en el poder a escala macroscópica,


ignorando por completo, o en el mejor caso, concediendo una importancia
secundaria a las relaciones de poder en el seno de las capas inferiores de la
sociedad, por considerarlas una prolongación del ejercicio primario del poder.

Para Michel Foucault, estos enfoques son demasiado simplistas. En las


sociedades liberales occidentales de hoy, el poder no lo ejercen solamente el
estado o los capitalistas, sino también los individuos y el conjunto de la sociedad,
pasando por grupos y organizaciones. En palabras de Foucault, «el poder está en
todas partes y viene de todas partes». También rechazaba la concepción
tradicional del poder como algo que se puede poseer y blandir como un arma o
una herramienta. Según Foucault, esto no es poder, sino la capacidad de ejercerlo,
y no se convierte en poder hasta que se actúa. El poder no es algo que alguien
tiene, sino algo que se hace a otros, una acción que afecta a las acciones de otros.

Relaciones de poder

Un pastor guiando su rebaño es la analogía que emplea Foucault para explicar el poder «pastoral»,
que conduce a las personas a actuar de determinadas maneras y dejarse gobernar.

En vez de pensar en el poder como una «cosa», Foucault lo ve como una


«relación». Para explicar la naturaleza del poder examina las diferentes
relaciones de poder que existen en todos los niveles de la sociedad moderna, por
ejemplo, entre un individuo y el estado en el que vive, pero también entre
empleados y jefes, entre padres e hijos, entre los miembros de organizaciones y
grupos, etc. Foucault reconoce que el poder ha sido y sigue siendo la fuerza
principal que estructura el orden social y describe también las profundas
transformaciones que ha experimentado la naturaleza de las relaciones de poder
desde la Edad Media hasta hoy. En la sociedad feudal, el ejercicio del que
denomina «poder soberano», como la tortura y las ejecuciones públicas, era el
método al que recurrían las autoridades para asegurarse la obediencia de sus
súbditos. Con la difusión de las ideas de la Ilustración en Europa, la violencia y la
fuerza empezaron a considerarse inhumanas y, sobre todo, ineficaces como
medios de ejercer el poder.

Vigilar y castigar
Los castigos físicos fueron sustituidos por un medio de controlar el
comportamiento más invasivo: la disciplina. El establecimiento de instituciones
tales como cárceles, asilos, hospitales y escuelas caracterizó el paso del concepto
meramente punitivo del poder al ejercicio de un poder disciplinario
específicamente destinado a impedir determinados comportamientos. Estas
instituciones no solo eliminaban la oportunidad de transgresión, sino que
constituían un entorno en el que la conducta de los individuos podía ser corregida
y regulada, y sobre todo, permitía mantenerlos vigilados y controlados.

Esta noción de vigilancia tiene una especial importancia en la evolución de la


manera en que se ejerce el poder en la sociedad moderna. Foucault analiza con
detenimiento el funcionamiento del Panóptico, el eficiente diseño de prisión
ideado por el filósofo británico Jeremy Bentham, con una torre central desde la
que el vigilante puede ver continuamente a los presos, cuyas celdas están
iluminadas desde la parte posterior para impedir que sus ocupantes se oculten en
rincones sombríos. Al no poder estar nunca seguros de si están siendo observados
o no, los reclusos se comportan como si lo estuvieran siempre. El poder ya no se
ejerce obligando a las personas por coerción física, sino estableciendo
mecanismos que garantizan un comportamiento conforme al deseado.

El Panóptico diseñado por Bentham es el ojo supremo del poder para Foucault. El espacio circular permite
una visibilidad permanente que mueve a los presos a someterse a su propia disciplina y controlar su
comportamiento. Según afirma Foucault, todas las estructuras jerárquicas (las prisiones, pero también
hospitales, fábricas y escuelas) han evolucionado de acuerdo con este modelo.

Regular la conducta
Los mecanismos mediante los que se ejerce el poder, la «tecnología del poder»,
se han convertido en una parte integrante de la sociedad. En el mundo moderno
occidental, las normas sociales no se imponen a la fuerza, ni mediante una
autoridad que obliga a actuar de una manera determinada o prohíbe comportarse
de un modo diferente, sino mediante el poder que Foucault llama «pastoral», que
orienta el comportamiento de los individuos. Cada uno es parte interesada de un
complejo sistema de relaciones de poder, operativo a todos los niveles, que regula
la conducta de los miembros de una sociedad.

Este tipo de poder omnipresente se ejerce mediante el control de las actitudes,


creencias y prácticas de las personas a través del sistema de ideas que Foucault
llama «discurso». El sistema de creencias de cualquier sociedad, el conjunto de
ideas y conceptos a las que las personas se adhieren, evoluciona a medida que se
van aceptando ciertas actitudes hasta que estas se integran en la sociedad y define
lo que está bien y lo que está mal, lo que es normal o lo que es desviado. Las
personas regulan su comportamiento en función de estas normas, generalmente
sin ser conscientes de que es el discurso el que guía su conducta haciendo
inconcebibles los pensamientos y las acciones contrarios.

Regímenes discursivos
El discurso se refuerza
constantemente, ya que es a la vez un instrumento y un efecto del poder: controla
los pensamientos y las conductas, que a su vez modelan el sistema de creencias.
Además, al determinar lo que es verdadero y lo que es falso, crea un «régimen de
la verdad», un corpus de conocimientos comunes considerados innegables.

Frente a la idea de que «el saber es el poder», Foucault afirmó que ambos están
vinculados de una manera más sutil y acuñó la expresión «saber-poder» para
designar dicha relación: el saber crea el poder, pero también es producido por
este. Hoy en día, el poder se ejerce controlando qué formas de saber son
aceptables, presentándolas como verdaderas y excluyendo otras formas de saber.
Al mismo tiempo, el saber aceptado, el discurso, se produce de hecho durante el
proceso del ejercicio del poder.

A diferencia del poder tradicional, que mueve o fuerza a las personas a


comportarse de determinada manera, el saber-poder no tiene un agente o una
estructura inmediatamente identificables. Además, al ser omnipresente, parece
que nada pueda oponérsele. Foucault señala que, de hecho, la resistencia política
y la revolución pueden no ser efectivas para lograr el cambio social porque
solamente atacan el poder del estado, no la manera ubicua y cotidiana en que se
ejerce el poder hoy.

No obstante, sostiene Foucault, existe una posibilidad de resistencia: la oposición


al discurso mismo, que puede ser desafiado por discursos contrarios. El poder
que depende del consentimiento deja algún grado de libertad a los sometidos a
él. Para que el discurso sea un instrumento del poder, estos deben mantener con
él una relación de poder. Si existe esta relación, existe también la posibilidad de
resistencia. Sin resistencia, no hay necesidad de ejercer el poder.

El despliegue del poder


Los conceptos de saber-poder y de discurso de Foucault son muy sutiles y fueron
rechazados por muchos de sus contemporáneos que los consideraron vagas
especulaciones. Sin embargo, sus conferencias y sus escritos suscitaron un gran
interés, a pesar de la dificultad conceptual de su pensamiento y de la complejidad
de su estilo, a veces enrevesado. Las ideas sobre el poder que expone en Vigilar y
castigar e Historia de la sexualidad fueron ganando aceptación entre algunos
sociólogos (más que entre historiadores y filósofos) y acabaron influyendo en el
análisis de la utilización del discurso en la sociedad como instrumento de poder
en ámbitos muy diversos.

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