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“Los cardenales son el verdadero

copihue”: Entrevista al artista visual


Fernando Balmaceda
Por Francisco Ide
Durante septiembre recién pasado, Fernando Balmaceda inauguró la
muestra Tierra mía, te amo, todos te amamos, en la Galería Panam, con
curatoría de Claudio Guerrero. La muestra se trataba de una serie de
pinturas hechas con pigmentos de flores y plantas, objetos construidos con
barro y arcilla, ramos empapados en yeso y materiales que mostraban los
procedimientos para generar un arte literalmente orgánico, basado en el uso
de las herramientas que provee la naturaleza. Sobre esta muestra y su
trasfondo estético y político va la entrevista:
 

1. En esta muestra de tu trabajo reciente resalta el reciclaje y el


rescate de materiales, ya sea en la utilización de imágenes de revistas,
iconografías y propagandas antiguas, como en el sentido literal de las
materias que usas: papeles reciclados, pigmentos de flores, etc. Por
qué decidiste trabajar en esta dirección y con estos elementos.

Un día me dio miedo la crisis ecológica. La mayoría de los análisis son bastante
pesimistas respecto al futuro de la humanidad –particularmente el de Robert
Kurtz, pero también el de Zizek, de Kacsinsky, Zerzan y muchos otros-. Ese fue el
punto de partida. La desesperada necesidad de remar contra una cascada, todos
los días, como una rutina. En mi caso, la de artista.

Años atrás la revista Adbusters lanzó la campaña “vivir sin tiempo muerto”, que
hacía un llamado a des-alienarse de la viciada experiencia de vida en un
organismo capitalista. Re-wild era el verbo que usaban.Ese viejo -pero no
obsoleto- discurso de reconectarse con la experiencia genuina de la vida por
medio de la naturaleza, de lo salvaje, o en su defecto, de lo artesanal.

Mis ejes centrales eran evitar a toda costa un escenario apocalíptico y vivir lo más
plenamente posible el proceso. Recuperar el tiempo muerto en la sociedad
tecnocrática (la sociedad híper-conectada) en la naturaleza, por medio de una
satisfacción de carácter biológico o naturalista.

2. ¿Cómo fuiste aprendiendo a extraer los pigmentos y a hacer tus


propios materiales?

Salí a recolectar flores a la calle, al campo. Empecé a probar semillas autóctonas,


buscaba arcillas en los cerros, luego moldeaba las tablillas de barro, molía los
pétalos, trituraba las papas de cúrcuma, amarraba los pinceles de pelos de
animales. De a poco fui entrando a un nuevo (o antiguo) sistema de códigos. De
tonos limitados, de trazos distintos, de formatos inexactos, de infinitos tonos de
café. Andaba mirando las plantas en todos lados, en la calle, en los rincones de los
patios, conversaba con los criadores, las pedía, las robaba incluso. Las apreciaba
de forma distinta. Los cardenales particularmente, que son tan mirados a menos y
tan arraigados en el imaginario local, son el verdadero copihue.

Los iconos totalitarios tienen que ver con avivarle el fuego al fantasma de los
totalitarismos modernos. No de modo irónico como estamos acostumbrados en el
capitalismo avanzado, sino que llamando a reconsiderar la necesidad de
confabular un tejido social, incluso un infame cuerpo social, como contrapunto a
la retórica individualista del presente tecnocrático. Ethos contra ethos.

3. En tu muestra hay también una reflexión permanente sobre el arte  


y su relación con el trabajo, de hecho recreas herramientas como
martillos, hachas, pero en material liviano, como el negativo de una
herramienta. Cuál es la relación que estableces entre la producción
artística y el trabajo, entendiendo el trabajo como una fuerza de
producción de sustento económico a pequeña y gran escala.

La industria, y mucho más la tecnología moderna, se nutre de la división del


trabajo, el sometimiento de la flora y fauna, y la deshumanización. Por ejemplo, el
video “Historia de un lápiz” de Milton Friedman, explica el modus operandi del
capitalismo avanzado para construir un objeto: miles de personas impulsadas por
el beneficio personal, que no tienen idea lo que están produciendo. Los cito como
iconos, pero totalmente inútiles para sus fines prácticos, dadas sus políticas de
producción que responden a valores totalmente opuestos. Responden a
inquietudes futuras y no a necesidades pasadas o del presente.

4. En un momento me hablaste de que tienes una noción de juego a la


hora de construir o preparar tus obras. Hacer las cosas por jugar, por
ver cómo quedan. Esta mirada del juego es, en un punto,
desacralizante, en el sentido de que pone su foco más en el proceso que
en los resultados…

Recuerdo esa conversación, tiene que ver con un texto de Holey Cantine llamado
“Play and its perversions”. Básicamente es un esquema así: lo opuesto al
trabajo/acto de alimentarse es el juego/ocio. Un león tras comer, descansa, juega,
como cualquier otro animal. En ese esquema Cantine ubica al arte como una
forma compleja de juego humano, como una actividad lejana al trabajo. Ahora
bien, lo que reviste esta práctica de trabajo, aquí y ahora, es el hecho de producir
o no dinero (dinero = comida).  Si no produces dinero, socialmente eres un niño,
como un esquimal incapaz de cazar su propia comida. Pero cuando vendes, la
sociedad capitalista te reconoce como trabajador-artista, porque llevas comida a
tu mesa. Es una especie de dicotomía. En este esquema, el tema era claramente el
juego. Embarrarse, trabajar desde la alegre economía de la naturaleza, con
chorreos y todo el material a disposición que pudiese recolectar en pos del goce,
más que del futuro productivo.

 
5. Vas a seguir explorando esta vía de producción de tus propios
materiales para hacer arte, o estás trabajando en otra línea.  

En otra línea, totalmente. En una línea mucho más burda, más entretenida. Más
sumida en la cultura capitalista (desesperanzada, melancólica, arrebatada, sumida
en el momento). Necesito dinero. Ahora bien, entré en la política formal,
partidista. En los aparatos de comunicación y cultura específicamente. Entiéndase
que mi campaña no tiene sentido desde un individuo. Fue un breve paso la verdad,
no me fue muy bien, al menos en esta pasada. Ahora voy a volver a trabajar en un
ateneo. Fantaseo con una especie de Bauhaus pero enfocada en superar la crisis
ecológica más que la sociedad de clases.

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