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Federico II nació en Berlín en 1712 y murió en 1786. Fue Rey de Prusia (1740-86),
hijo de Federico Guillermo I y de Sofía Dorotea de Hannover, y nieto, por lado materno, de
Jorge I, elector de Hannover y rey de Gran Bretaña. Su juventud estuvo marcada por la
oposición de su padre a los gustos personales, inclinado más a la cultura y menos a las artes
militares.
Su padre, Federico Guillermo I, le exigió vivir una educación militar muy rígida;
pero, animado por su madre y sus tutores, mostró preferencia por la vida cortesana,
literatura, las artes, poesías y especialmente, por la cultura francesa, menospreciando la
cultura alemana. En esta etapa de su vida, rechazaba los ejercicios militares y prefería tocar
la flauta a vestir el uniforme; le repugnaban el tabaco, el vino y los alimentos fuertes y
despreciaba la caza.
Se prohibió a sus profesores que le enseñaran latín porque no tenía ninguna utilidad
práctica, lo que no impidió que Federico estudiara los clásicos a escondidas de su padre.
A medida que Federico creció, las cosas empeoraron en su relación con su padre.
En 1730, al cumplir los 18 años, Federico II decidió escapar a Inglaterra, con el fin de evitar
la tiranía de su padre, pero su plan fue descubierto y fue detenido antes de poder salir del
país por desertar del ejército. Durante algún tiempo se le mantuvo encarcelado, privado
temporalmente de su categoría de príncipe heredero.
A partir de ese momento, Federico cambió notablemente: la dura disciplina a que
estuvo sometido venció sus inclinaciones naturales. Aprendió a dominarse, se convirtió en
un muchacho astuto y sagaz. Poco a poco, fue su padre adquiriendo confianza en él y le
confió cargos de responsabilidad. Después de dedicarse a asuntos fiscales y militares, y de
casarse con Isabel Cristina, hija de Fernando Alberto II de Brunswick, Federico volvió a ser
príncipe heredero.
En el otoño de 1736 se fue a vivir 7 años a sus propiedades de Rheinsberg, donde en
sus ratos libres, estudiaba filosofía, historia, teatro y poesía y mantenía correspondencia con
los filósofos franceses, entre ellos Voltaire. Todos estos estudios le permitieron forjarse una
ideología y un programa político propio, posteriormente desarrollados al contacto con los
filósofos ilustrados y con la práctica del gobierno.
El mundo ideológico de Federico estuvo marcado por la filosofía racionalista de su
tiempo. En este sentido recibió la influencia del escepticismo francés e inglés,
especialmente de Voltaire. No sólo siguió a Voltaire en las especulaciones y
consideraciones filosóficas, sino que, rechazando conscientemente la cultura alemana,
orientó sus pasos hacia el mundo francés. Su filosofía dio frutos literarios en las
discrepancias con Maquiavelo (el título del ensayo, aparecido en 1738, el “Antimachiavel”
publicada por Voltaire). En su obra el Antimaquiavelo, escrita durante esa época, Federico
contradecía las doctrinas políticas del filósofo y político italiano Nicolás Maquiavelo,
defendiendo un gobierno pacífico e ilustrado.
Subió al trono, a la edad de 28 años. Gobernó durante 46 años (1740-1786), de los
cuales los 23 primeros fueron de constantes guerras y los restantes estuvieron dedicados a
consolidar sus éxitos y a mantener la paz.
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En sus horas de descanso, escribió poesía e historia. Construyó el palacio jardineril
de Sans Souci en Potsdam. Federico, que rechazó el idioma y la cultura alemana, hablaba
francés en la corte y protegía a escritores franceses, muchos de los cuales, entre ellos
Voltaire, le hacían visitas en Berlín. Las obras completas de Federico fueron publicadas en
30 volúmenes entre 1846 y 1857.
Como rey de Prusia convirtió a su país en una de las potencias más importantes de
Europa y la dejó marcada con el sello de su propio carácter. Fue un aliado de Francia
durante sus primeras guerras. Murió el 17 de agosto de 1786, en Sans Souci, en vísperas de
la Revolución Francesa.
2. Militar:
Federico conquistó el calificativo de El Grande al apoderarse de la provincia
austriaca de Silesia. Para comprender este momento significativo para la Historia Militar,
debemos retroceder un poco en el tiempo y conocer el proceso denominado:
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pero sin descendencia masculina. Leopoldo había previsto la circunstancia y por testamento
del año 1703 dispuso que en tal caso, a la muerte de Carlos VI, debía ceñir la corona la hija
primogénita de José I. Sin embargo, Carlos VI modificó la voluntad de su padre y por una
ley solemne, llamada Pragmática Sanción (1713), proclamó heredera a su hija María
Teresa.
Cuando la nueva soberana ocupó el trono, tuvo que defender sus derechos frente a la
codicia de los que pretendían sus grandes dominios. Esto motivó una guerra, en que Austria
–más tarde con la ayuda de Inglaterra y Holanda- enfrentó a Prusia, Francia, España y otros
reinos menores.
La guerra
En principio, Federico II ofreció ayuda a María Teresa, pero exigió en pago la
entrega de Silesia, actitud que rechazó la joven reina; entonces el primero formó una
coalición contra Austria, en la que entraron Francia y España.
Al frente de su poderoso ejército, Federico II invadió la Silesia y se adueñó de ese
territorio.
Estimulados por el éxito inicial, los otros coaligados se lanzaron a la lucha. Un
ejército franco-bávaro penetró por Bohemia y cerca de Viena se desvió para sitiar Praga.
María Teresa aprovechó esa circunstancia favorable para solicitar la ayuda de Hungría, cuyo
gobierno envió tropas que le permitieron rechazar la invasión.
La reina austríaca decidió firmar la paz con Federico II y por el Tratado de Breslau
(1742) le cedió la Silesia; luego tomó la ofensiva contra Francia y consiguió que sus
efectivos ocuparan Baviera y Alsacia. Por esas épocas, Inglaterra y Holanda, temerosas del
poderío prusiano, se declararon aliadas de Austria.
Mientras tanto, Federico II se enteró de que María Teresa buscaba despojarlo de
Silesia, por lo que decidió intervenir nuevamente en la lucha. Un ejército prusiano invadió
el territorio de Bohemia, atacó la ciudad de Praga y redujo su guarnición. Ante nuevas
victorias militares de Federico, la reina María Teresa se vio obligada a firmar con Federico
II la Paz de Dresde (1745), que ratificó lo resuelto en el Tratado de Breslau. En esta forma,
el rey de Prusia abandonó por segunda vez a sus aliados.
Los franceses prosiguieron la guerra y, al mando del mariscal Mauricio de Sajonia,
invadieron los Países Bajos austríacos y vencieron a los angloholandeses en la batalla de
Fontenoy (1745). Cansados de tantas luchas, los beligerantes decidieron poner fin a las
hostilidades y en octubre de 1748 firmaron la Paz de Aquisgrán. Este tratado con pocas
excepciones restableció la situación imperante antes de la guerra.
La Pragmática Sanción fue aceptada y María Teresa reconocida como heredera de
Austria. Prusia mantuvo la Silesia, Inglaterra siguió dueña de los mares y Francia -la más
perjudicada- no pudo sacar provecho de sus triunfos en los Países Bajos y debió devolver
sus conquistas.
Reversión de las alianzas
La Paz de Aquisgrán no solucionó la tensión europea y dejó en pie graves problemas
políticos. Prusia se transformó en la principal enemiga de Austria, pues consolidó sus
fronteras en la Silesia y demostró la potencialidad de su ejército.
Por otra parte, era visible la hostilidad entre Francia e Inglaterra, que rivalizaban por
sus colonias en la India y en América del Norte. Persistían los mismos motivos que habían
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originado la lucha anterior. Era inminente, entonces, la iniciación de un nuevo conflicto
bélico.
Mediante hábiles manejos diplomáticos, María Teresa buscó aliados en toda Europa
para enfrentarlos contra Federico II. En 1756, el monarca prusiano firmó con Inglaterra el
Pacto de Whitehall, por el que se comprometió a no luchar contra ella y a defender el
electorado de Hannover, posesión continental perteneciente a Jorge II, el rey Inglés.
El tratado alarmó a Luis XV de Francia, quien -bajo la influencia de Madame
Pompadour- olvidó su enemistad hacia los Habsburgo y por un pacto firmado ese mismo
año en Versalles, se alió con Austria. En esta forma, Prusia se unió con Inglaterra, y
Francia con Austria; así quedaron invertidas las alianzas de la Guerra de Sucesión.
A causa de otras negociaciones de María Teresa, el bloque francoaustríaco contó
con el apoyo de Rusia, Polonia, Sajonia, Suecia y casi todos los príncipes alemanes.
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se apoderaron de Luisburgo. Luego de una victoriosa campaña, obligaron al marqués de
Montcalm -general francés que dirigía las fuerzas canadienses- a replegarse hasta Quebec.
El joven general inglés Jacobo Wolfe inició el ataque contra Québec, pero las
primeras tentativas resultaron infructuosas; decidió entonces un asalto sorpresivo. Se
embarcó con su ejército sigilosamente, vadeó el San Lorenzo, escaló la escarpada ladera y
se presentó ante el enemigo. En una sangrienta batalla, los franceses fueron derrotados.
Montcalm y Wolfe perecieron. La inexpugnable Québec cayó en poder de los ingleses
(septiembre de 1759. Al año siguiente y después de valerosa defensa, se rindió la ciudad de
Montreal. En esta forma, el Canadá fue dominado por Inglaterra.
La guerra en la India: las hostilidades también se extendieron al lejano territorio de la
India.
El inglés Roberto Clive atacó las posesiones francesas, logró un buen triunfo en
Plassey (junio de 1757) y extendió su dominación por el valle inferior del río Ganges.
Desde ese momento, Inglaterra desalojó a Francia de la India.
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En el aspecto político, el país era una monarquía electiva, pero en la práctica, el rey
carecía de autoridad, pues, al subir al trono, los nobles le hacían jurar los Pacta conventa,
contrato que limitaba el poder del soberano.
Al lado del monarca, gobernaban dos asambleas: el Senado, formado por los
magnates, y la Cámara de los Nuncios, cuyos miembros pertenecían a la nobleza media y a
la plebe nobiliaria. Cada dos años, ambas Cámaras se reunían para formar la Dieta.
Guerra de la Sucesión de Polonia
En 1733, murió el rey Augusto II y dejó vacante la débil corona de Polonia. Dos
candidatos pretendieron el trono: Augusto, hijo del difunto monarca, que contaba con el
apoyo de Austria y Rusia. El otro, Estanislao Leczinski, estaba apoyado por Francia, pues
era suegro de Luis XV.
La Dieta eligió a Leczinski, pero las tropas austro-rusas invadieron el territorio e
impusieron soberano al elector de Sajonia, que tomó el nombre de Augusto III.
Ante la situación planteada, Francia y España -unidas por el Tratado de El Escorial-
acudieron en auxilio del destronado.
En esta forma se inició la Guerra de la Sucesión de Polonia, que duró 5 años y
terminó con la paz de Viena. El tratado aseguró el predominio austro-ruso sobre Polonia.
Estanislao Leczinski renunció a sus pretensiones al trono, pero recibió la Lorena, ducado
que a su muerte debía ser anexado a Francia.
Augusto III fue reconocido por todas las potencias como rey de Polonia.
Repartos de Polonia
En el siglo XVIII, Polonia estaba condenada a desaparecer como Estado
independiente, frente a la codicia de las potencias vecinas. A la falta de unidad política,
social y religiosa, se sumaba el ejército desmantelado y la circunstancia de no poseer
defensas naturales en sus fronteras.
Augusto III murió en 1763 y en su reemplazo la Dieta -presionada por las tropas
rusas- designó al príncipe Poniatowski, favorito de la zarina Catalina II.
No tardaron en producirse varias conspiraciones, destinadas a expulsar al rey
intruso. Algunos patriotas polacos, de religión católica, se agruparon en la ciudad de Bar y
formaron una Confederación, destinada a eliminar el yugo extranjero.
Ante el foco de resistencia, los rusos invadieron el territorio polaco y sofocaron la
insurrección. Estos triunfos hicieron peligrar el "equilibrio europeo" y amenazaron con
desatar una guerra entre las grandes potencias. Ante esta situación y para afianzar una
alianza duradera, Prusia, Rusia y Austria acordaron repartirse Polonia.
1. Primer reparto (1772) Federico II anexó la Prusia Oriental; Catalina II, parte de la
Rusia Blanca; y María Teresa, la Galitzia. Estos territorios estaban poblados por 5 millones
de habitantes.
2. Segundo reparto (1793) La actitud de los patriotas provocó una nueva intervención
extranjera, que redujo a un quinto el territorio polaco. Rusia se apropió de Ucrania y del
resto de la Rusia Blanca. Por su parte, Prusia anexó la Gran Polonia (Posnania). Austria
no participó. Ante la segunda demarcación, las tropas polacas se sublevaron acaudilladas
por el patriota Tadeo Kosciusko y lograron algunas victorias. Pero el triunfo fue efímero y,
finalmente, cayeron vencidos por los coaligados.
3. Tercer reparto (1795) Acto seguido, Rusia, Prusia y Austria se apropiaron de la
última parte del territorio.
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Sin ninguna razón de ética o de derecho que legalizara el procedimiento, Polonia dejó de
existir como Estado independiente. A través de los años, sus hijos mantuvieron vivo el
sentimiento de la nacionalidad y en 1918, al término de la Primera Guerra Mundial, Polonia
volvió a surgir como nación soberana.
3. Económico:
Después de las Guerras de Silesia y de los Siete años, Federico tuvo que preocuparse
de la reestructuración y desarrollo económico del país. Continuó la política de colonización
establecida por sus antecesores, instalando familias campesinas en comarcas aún no
cultivadas. Sus medidas de carácter financiero y económico siguieron principios
mercantilistas. Gracias a la iniciativa del Estado tomaron gran impulso sobre todo las
industrias textil y de la seda, así como la industria minera de Silesia y la Manufactura de
porcelana de Berlín. Durante su reinado aparecieron nuevos métodos agrícolas e
industriales. Se desecaron pantanos, que proporcionaron nuevas tierras para el cultivo y la
colonización, y se suprimieron ciertas restricciones con la servidumbre. Favoreció y
protegió la agricultura y realizó grandes obras públicas, fue el creador del Bono de Berlín.
4. Administrativo y Social
Federico mostró un gran interés en los asuntos internos durante su reinado. En la
administración del Estado conservó en esencia la organización jerárquica de su padre.
Aseguró a la nobleza prusiana en los puestos de honor y de mando del ejército y de
la diplomacia; se declaró a sí mismo el primer servidor del Estado, aunque de un Estado al
cual debían servir todas las clases sociales en la forma ordenada por el rey, cuyo poder era
absoluto.
Federico mantuvo a la sociedad estamental (dividida) y asignó una misión especial a
cada estamento (grupo social); siguiendo la política de sus predecesores, encargó a la
nobleza de los asuntos oficiales. Repartió también puestos oficiales entre la burguesía,
aunque a ésta le había asignado el comercio y la industria. El estamento popular compuesto
por campesinos tenía el deber de asegurar la alimentación del país y formaba la “reserva” de
las quintas. Por motivos fiscales y militares protegió las propiedades rurales contra el
acaparamiento de la nobleza y suprimió la servidumbre de la Gleba dentro del patrimonio
real, aunque no logró su supresión en los dominios de la nobleza.
La posición dominante de los oficiales nobles, la concesión a los antiguos oficiales
subalternos de puestos en los organismos oficiales y una organización administrativa al
servicio de un poderoso ejercito promovieron una sociedad civil impregnada de espíritu
militar.
6. Cultural: Hizo llamar a eruditos, sobre todo de Francia, dando así vida a la Academia de
las Ciencias, y reunió en el castillo de Sans Souci un círculo de amigos al que perteneció
Voltaire entre 1750 y 1753. Asimismo fue un gran protector de las artes musicales y se
dedicó activamente a la composición. Prestó apoyo a los pensadores y filósofos
enciclopedistas. Federico protegió las artes durante toda su vida. La academia de las
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ciencias volvió a convertirse en un importante centro de enseñanza durante su reinado, y la
educación básica progresó más que en cualquier otro tiempo.
7. Crecimientos territoriales: Conquistó la Silesia (valle del alto Oder) sobre los
austriacos y la conservó en dos guerras posteriores que se le hicieron para reconquistarla e
incorporó la Prusia polaca, lo que le permitió unir la Prusia oriental con el Brandeburgo.
JORGE O. SILLONE
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