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Año 2 – Nº 5 – Enero de 2010

Serie Historia de América Prehispánica y


Arqueología
Material de colaboración: Libro
Incluye Prólogos de Francisco Gallardo (Museo chileno de Arte
Precolombino) y Donald Jackson (Universidad de Chile)

www. historiamarxista.cl –
marxista@historiamarxista.cl
DE HISTORIA

ISSN 0718-6908
CUADERNOS

MARXISTA

Arqueología y Marxismo. Luis


Felipe Bate, contribuciones al
pensamiento marxista en la
reflexión arqueológica

Editores:
Miguel Fuentes
Jairo Sepúlveda
Alexander San Francisco
“Grupo de Historia Marxista” no se hace responsable por las opiniones de los autores,
reservándose el derecho de diferir públicamente de las mismas.

2
INDICE
I. Presentación de los editores 4

II. Presentación a la edición en “Las Armas de la Crítica” (2007) 6

III. Prólogos de Francisco Gallardo y Donald Jackson 7

1. Un Fantasma recorre la Arqueología (no solo en Europa) 14

2. Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial 38

3. Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas 98

4. Teorías y métodos en Arqueología ¿Criticar o proponer? 114

5. Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 124

6. Del registro estático al pasado dinámico: Entre un salto mortal y un milagro dialéctico

151

7. Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América 172


8. El modo de producción cazador-recolector o la economía del salvajismo 209
9. Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales 243
10. Sociedad cazadora-recolectoras y primeros asentamientos agrarios 272
11. Las sociedades cazadoras recolectoras pre-tribales o el paleolítico superior visto desde
Sudamérica 308
12. Comunidades andinas pre-tribales: Los orígenes de la diversidad 369
13. ¿Tehuelches y Chonos? Sobre la apertura de las relaciones comunales 392
14. Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en Arqueología 421
15. Teoría de la cultura y Arqueología 431
16. Cultura, Identidad e Identificación 452
17. Es la cultura el objeto de la Antropología 472
18. Cultura, Clases, y Cuestión étnico nacional 478
19. Arqueología, genética y lingüística: sugerencias en torno al tema del poblamiento
americano 571

3
Presentación de los editores
Jairo Sepúlveda∗
Alexander San Francisco∗
Miguel Fuentes∗

La basta obra de Luis Felipe Bate producida en más de tres décadas, y de la cual
buena parte se presenta en esta re-edición del “Grupo de Historia Marxista”, constituye un
persistente y coherente esfuerzo por parte de este arqueólogo chileno por desarrollar una
arqueología que responda al contexto económico y social en el cual se desenvuelve:
América Latina.

Una vez lanzado el grito que le dio vocación a la “Arqueología Social


Latinoamericana” a inicio de los años setenta, Bate se aboca a la tarea de elaborar los
fundamentos teóricos de tal propuesta. Si bien de esta iniciativa han sido partícipes y
responsables un importante número de arqueólogos en distintos momentos y lugares (entre
otros podemos mencionar a Montané, Lumbreras, Vargas, Sanoja, Gándara y Veloz), es en
la obra de Bate donde se encuentra el entramado teórico principal que ha servido como base
para el desarrollo de la Arqueología Social. Siguiendo la idea de que esta alternativa debía
fundarse en el Materialismo histórico, este autor propone un replanteamiento del concepto
de cultura, operacionalizándolo e incluyéndolo en un sistema tricategorial en el cual, al
enlazarse con los conceptos de formación económico social y modo de vida, representa sin
duda un paso relevante para el avance del pensamiento arqueológico en nuestros países.

Como podrá el lector apreciar en varios artículos de este compilado, el aporte de


Bate no queda restringido a los aspectos teóricos. Por el contrario, dicho aporte se extiende
a discusiones metodológicas y a estudios sobre sociedades concretas con las cuales el
arqueólogo finalmente trabaja y cuyo devenir pretende explicar. Un elemento a destacar en
lo anterior es que las propuestas de este autor no se han limitado meramente a tratar de
comprender el desarrollo histórico social de las sociedades extintas, sino que se hace
presente, además, una constante búsqueda por conectar el producto de este conocimiento
con la generación de las condiciones de cambio y transformación de nuestra propia
sociedad. Aspecto político que, por lo demás, siempre ha estado presente en la obra de Bate
y en la del resto de los arqueólogos sociales. Esto constituye una muestra de que toda
arqueología que se proponga como alternativa a las corrientes dominantes debe plantearse
como una opción consistente en las dimensiones epistemológica, ontológica, metodológica
y ético-política en que se despliega esta disciplina y el conjunto de las ciencias sociales.

Ha sido en gran medida gracias a los aportes de arqueólogos como Bate que la
propuesta de los arqueólogos sociales ha llegado a constituir una alternativa no tan solo
válida sino que, a la vez, científica y políticamente necesaria. Esto ha servido de base para
el desarrollo de un enriquecedor diálogo entre la arqueología social latinoamericana y la


Lic. en Antropología, mención Arqueología (Universidad de Chile).

Lic. en Antropología, mención Arqueología (Universidad de Chile).

Lic. en Historia. Lic. en Antropología, mención Arqueología (Universidad de Chile). Miembro del Comité editorial del
“Grupo de Historia Marxista”.

4
ibérica, abriéndose así nuevos caminos de investigación y nuevas propuestas teóricas que
permiten hablar hoy del desarrollo de una incipiente arqueología social iberoamericana. La
mayor cercanía de las nuevas generaciones de arqueólogos sociales latinoamericanos con el
ámbito de la Arqueología social ibérica ha quedado de manifiesto, por ejemplo, en las
recientes publicaciones de los primeros en algunas de las principales revistas impulsadas
por los arqueólogos marxistas en el Estado español.

Volviendo a Bate, la constante actualización de su obra es, de este modo, el


resultado de la comprensión de que el desarrollo de un proyecto científico necesita de una
constante crítica y autocrítica mediante la cual corregir y enriquecer sus conceptos,
métodos y resultados. Pensamos por tanto que no deben escatimarse esfuerzos en seguir
planteando y reconsiderando críticamente los aspectos que conforman el cuerpo de la
arqueología social latinoamericana, con el fin de consolidarla como un proyecto alternativo
y válido ante las tendencias hegemónicas.

En Chile, la Arqueología Social nace en el contexto de las importantes luchas


sociales y políticas de los trabajadores y los sectores populares durante los años 70’s, las
cuales terminan finalmente por ser aplastadas en nuestro país a partir de 1973. Así, mientras
arqueólogos nacionales como Julio Montané y el mismo Felipe Bate en el exilio formaban
parte del desarrollo de la arqueología social, en Chile se clausuraba toda opción de una
alternativa arqueológica crítica de las condiciones del presente. Tal como en otros planos de
la sociedad chilena, la recuperación del llamado “sistema democrático” no constituyó en el
ámbito académico una verdadera ruptura con el marco social impuesto por la dictadura.
Esto se tradujo en una política de sistemática institucionalización y legitimación de los
cánones neopositivistas de producción de conocimiento, concordantes con el curso
neoliberalizador tomado por nuestro país y con los centros mundiales de financiamiento.
Con el aval de la naciente “crítica post-moderna”, lo anterior sirvió de marco para el
silenciamiento de todas aquellas corrientes intelectuales que desde el campo de las ciencias
se planteaban como críticas del sistema imperante. En la Arqueología chilena esto tuvo
como correlato, entre otras cuestiones, el ocultamiento e invisibilización de la obra de los
arqueólogos sociales cuya valorización ha sido (aunque todavía escasa) más bien reciente.

Es en este escenario que, asumiendo el pasado, con los pies en el presente y la


mirada en el futuro, presentamos esta nueva edición de diecinueve artículos de Luis Felipe
Bate, con la intención de que su extraordinaria obra sea un aliciente para la consolidación
de una arqueología social y políticamente comprometida. Entendemos esto último como un
llamado a retomar críticamente un legado de cuya vocación también nos sentimos parte.

Abril 2010

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Presentación a la edición en “Las Armas de la Crítica”1

Roberto Monares∗
Miguel Fuentes

La relación entre Marxismo y Arqueología no es nueva. En la década de los años setentas


se abrió la discusión de los planteamientos teóricos y filosóficos del Marxismo para
interpretar los procesos históricos de las sociedades que precedieron a la colonización del
continente americano. Eran momentos de auge de los movimientos de los trabajadores y el
pueblo pobre en general, de la lucha de clases. Un grupo de investigadores a quienes se les
denominó como fundadores de la corriente de la “Arqueología Social Latinoamericana”
comenzaron a desarrollar una serie de propuestas teóricas y metodológicas en arqueología,
buscando con esto interpretar los procesos históricos de las sociedades que precedieron a la
penetración europea con base en la evidencia arqueológica.

“En términos teóricos, la arqueología social se caracteriza por una concepción


materialista de la historia, compatible con los postulados generales de la
dialéctica. Como concepción, se centra en la búsqueda de explicaciones
científicas para la interpretación de la sociedad, investigando las tendencias
fundamentales de su desarrollo.”2

De manera paralela al desarrollo de la “Nueva Arqueología” norteamericana y europea, el


desarrollo de la “Arqueologia Social” contrasta con la práctica predominante en la
academia actual, en donde el neopositivismo y/o el posmodernismo han terminado por
legitimar la dependencia intelectual de los centros internacionales de producción de
conocimiento. Esto en la práctica investigativa se ha traducido en una lectura acrítica de las
teorías producidas en los grandes centros de financiamiento internacional.

Compartiendo el esfuerzo que hace este intelectual en el camino de la reposición del Marxismo
en la arena académica, hemos querido difundir con esta compilación una serie de artículos que
este pensador marxista nos ha hecho llegar amablemente, a partir de su última visita a nuestro
país.

El arqueólogo chileno Luis Felipe Bate, radicado en México hace décadas, es uno de los más
destacados investigadores de la Arqueología latinoamericana en la actualidad. Pensamos que la
difusión de este material en Chile representa un importante aporte para la elaboración y la
discusión marxista actual desde el terreno de la Arqueología. Esto constituye, además, un aporte
en el camino de la refundación de una corriente militante de intelectuales marxistas en Chile.

Septiembre 2007

1
La primera edición de esta compilación fue realizada en el año 2007 por la agrupación de estudiantes marxistas “Las
Armas de la Crítica” (www.armasdelacritica.cl).

Estudiante de Antropología. Universidad de Tarapacá (UTA).
2
Bate y Gándara (en prensa), 1986.

6
Prólogos
1
FELIPE BATE Y LA ARQUEOLOGÍA SOCIAL LATINOAMERICANA

Francisco Gallardo Ibáñez


Museo chileno de Arte Precolombino

Es una tarea de envergadura colosal prologar a Felipe Bate. Nadie mejor que él conoce el
vasto y complejo sistema construido por los arqueólogos marxistas de América y España.
Más aún sería poco honesto no reconocer el papel gravitante de las ideas de Felipe en el
resultado final de este proceso. Sin embargo, no puede desconocerse que existe una historia
intelectual que lo precede.

Dada la naturaleza de este escrito, me limitaré sólo a aquellos episodios teóricos que en mi
opinión fueron cruciales en esta historia arqueológica. El punto de partida para el
establecimiento de la relación entre arqueología y marxismo lo introdujo Julio Montané, en
un clásico documento escrito en el fragor de la lucha popular conducida por Salvador
Allende. La arqueología. La arqueología chilena; su estado actual y perspectivas de
desarrollo en la etapa del tránsito al socialismo (1972) es un manifiesto fundacional. En
este, Montané propuso que:

El fin de la arqueología no es otro que el estudio de las formaciones económicas


específicas, de la sociedad, y del desarrollo de las contradicciones entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción. Si los factos que estudia el arqueólogo
(objetos o una alteración del terreno, por ejemplo) son producto del hombre y
representan en alguna forma su quehacer, este no puede ser comprendido al margen
de la práctica social, de la sociedad en su conjunto. De aquí que una clasificación es
muy importante, pero en la medida que es un paso para un conocimiento más global.
(op.cit.:2)

Cuando era un alumno no pude entender claramente porque Montané hacía residir en la
clasificación el punto neurálgico de la ascensión de la arqueología hacia el materialismo
histórico. Lo comprendí algo más tarde, cuando cayó en mis manos La arqueología como
ciencia social (1974) del colega y amigo Luis Guillermo Lumbreras. En su libro Lucho
proponía (hoy esta menos de acuerdo con esto, creo) la idea de que las obras humanas de
carácter material podían ser clasificadas bajo el dictamen de la categoría Formación
Económico Social: algunos de estos correspondían a las fuerzas productivas, otros a las
relaciones de producción y los restantes a la superestructura. No puedo expresar el asombro
que produjo en mí constatar que estaba frente a una apertura interpretativa
irrevocablemente marxista. Sin embargo, tampoco puedo describir la frustración que sentí
tras la lectura de Archaeology as Anthropology de Lewis Binford (1962), escrito casi 10
años antes que los texto mencionados. Su enfoque ecologista y sistémico operaba con una
lógica que me pareció irritantemente familiar (op.cit.: 218-219). En pocas palabras, Binford
proponía distinguir aquellos elementos relevantes dentro del conjunto total de artefactos,

7
cuyo contexto funcional era relativo a los subsistemas tecnológicos (tecnómicos), sociales
(sociotécnicos) e ideológicos (ideotécnicos).

Con poca duda, Arqueología y Sociedad aparecía deudataria de un tipo empirismo ingenuo
(la realidad es algo que se capta directamente) que en la práctica negaba la dialéctica de los
procesos sociales. Y es aquí donde entra en el escenario Felipe Bate. Su lectura de
Dialéctica de lo concreto de K. Kosik, le permitió dar un vuelco radical a este aparente
callejón sin salida. Con su distinción entre forma y contenido, apariencia y esencia
favoreció esclarecer el hecho de que una práctica económica (o de cualquier otro tipo) tiene
un aspecto fenoménico singular cuyo contenido es dado por las contradicciones inherentes
al modo de producción.

Entendemos la categoría de cultura como el conjunto de formas singulares que


presentan los fenómenos correspondientes al enfrentamiento de una sociedad a
condiciones específicas en la solución histórica de sus problemas generales de
desarrollo. Estos problemas generales de desarrollo propios de la formación
económico social, constituyen el contenido fundamental a que corresponden las
formas culturales (Bate 1978:25).

En otras palabras, Felipe logró restaurar la naturaleza específica de los estilos de vida como
estructurados a partir de la formación económico social (ver Gallardo 2006). Un enunciado
cuya heurística era superior a cualquier otra propuesta de la época. Personalmente adopté
este principio y lo he explorado con positivos efectos para mi trabajo, análisis concretos de
realidades concretas (Gallardo 1998, 1999, 2004, Gallardo y de Souza 2008).

El presente volumen reúne un gran número de artículos de Felipe, textos que


persistentemente contribuyen con nuevas precisiones teóricas para un modelo de antigua
data. Se trata de lecturas imprescindibles para los iniciados. Sin embargo, todos quienes
admiramos el trayecto de Felipe Bate, sentimos que aun esta en deuda con nosotros.
Todavía esperamos ese monumental trabajo de crítica marxista de los cazadores de
Patagonia, cuyo preámbulo conocimos como Orígenes de la comunidad primitiva en
Patagonia (1982).

Referencias

Bate, L. 1978. Sociedad, formación económico social y cultura. Ediciones de Cultura


Popular, Mexico D.F.

Bate, F. 1982. Orígenes de la comunidad primitiva en Patagonia. Ediciones Cuicuilco,


México D.F.

Binford, L. 1962. Archaeology as Anthropology. American Antiquity 28(2): 217-225.

Gallardo, F. 1998. Arte, arqueología social y marxismo: Comentarios y perspectivas.


Parte I. Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología 26:37-41.

8
1999. Arte, arqueología social y marxismo: Comentarios y perspectivas. Parte II.
Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología 27: 33-43.

2004. El Arte Rupestre como Ideología: Un Ensayo Acerca de Pinturas y Grabados en la


Localidad del Río Salado (Desierto de Atacama, Norte de Chile). Chungará 36 Supl.: 427-
440. Arica

2006. Arqueología y sociedad. Luis Guillermo Lumbreras. Reseña. Chungara 38 (1): 150-
151.

Gallardo, F. y P. De Souza 2008. Rock art, modes of production and social identities
during the Early Formative Period in the Atacama Desert (Northern Chile). En
Archaeologies of art: Time, place, and identity, I. Domingo, D. Fiore & S. May, Eds.,
pp.79-97, One World Archaeology, Left Coast Press, California.

Lumbreras, L. 1974. La Arqueología como ciencia social. Ediciones Histar, Lima.

Montané, J. 1972. La arqueología, la arqueología chilena; su estado actual y perspectivas de


desarrollo en la etapa de tránsito al socialismo. Su futuro. Serie Documentos de Trabajo, 3:
1-4, Universidad de Chile, Sedes Antofagasta e Iquique.

9
2
LA ARQUEOLOGÍA SOCIAL LATINOAMERICANA. CONTRIBUCIONES DE
LUIS FELIPE BATE

Donald Jackson S.
Departamento de Antropología
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Chile

Latinoamérica durante la década de los 60` vive profundos cambios sociales y políticos,
impulsados por diversos movimientos sociales, fuertemente influenciados por el triunfo de
la Revolución Cubana. En este contexto, Chile, un país considerado como uno de los
“núcleos de desarrollo intelectual progresista en Latinoamérica” (McGuire y Navarrete
1999:185), logra al inicio de la década del 70`, por la vía electoral, el triunfo del proyecto
Socialista chileno de la Unidad Popular. La Unidad Popular genera una efervescente lucha
ideológica, donde los “intelectuales de izquierda intentan ser coherentes en sus prácticas
teóricas con los cambios revolucionarios que se vivían en Chile” (Troncoso et al. 2008). En
la arqueología esta postura era explicita planteándose abiertamente el compromiso político
con el proyecto Socialista de la Unidad Popular (Montané 1972).

En este marco, una serie de conferencias dictadas en la Universidad de Concepción por el


Dr. Luis Guillermo Lumbreras, siguiendo la obra de V. Gordon Childe, proponía que la
arqueología era una Ciencia Social cuyas bases teóricas estaban en el materialismo
dialéctico e histórico. Estas conferencias dieron origen al libro “La arqueología como
Ciencia Social” (Lumbreras 1974), marcando un hito en la construcción de teoría en la
arqueológica latinoamericana.

Felipe Bate, quien trabajaba en asentamientos de cazadores-recolectores de la Patagonia,


también asumió por estos años a la arqueología como una ciencia social, reflexionando
acerca de esta última. No obstante tras el golpe de Estado de 1973, se desarticula la
arqueología chilena, debiendo emigrar a México. Es acá donde inicia una consistente
producción teórica desde la perspectiva materialista histórica, fundamentada en un
profundo conocimiento del materialismo dialéctico.

Un primer trabajo publicado bajo el titulo “Los primeros poblamientos del extremo sur
americano” (Bate 1974) se re-edita con posterioridad como “Orígenes de la comunidad
primitiva en Patagonia” (1982).

En este trabajo se aborda una síntesis de la prehistoria de los cazadores-recolectores


tempranos de Patagonia donde pioneramente, con los escasos datos de la época pero en
forma sistemática, se organizan los conjuntos culturales de la región. Esto último a partir de
la inferencia de los procesos de trabajo que permiten establecer esquemas de organización
de los procesos productivos, evaluando diversos elementos de las formaciones sociales y
derivando hipótesis sobre su desarrollo histórico. Dicho aporte constituye, a pesar de las
críticas de pasillo, por lo demás descontextualizadas, un hito en la interpretación teórica de
datos arqueológicos de contextos de cazadores-recolectores para Sudamérica.

10
Con posterioridad, este trabajo dio origen a un pequeño aunque sustantivo libro titulado
“Arqueología y materialismo histórico” (Bate 1977), donde se explicitan las instancias y
proposiciones metodológicas para una arqueología materialista histórica. Se establece con
esto una diferencia respecto al trabajo de Lumbreras (1974), quién plantea la existencia de
correlatos directos entre los datos arqueológicos y los contenidos de la categoría Formación
Económico social. Lo anterior, sin llegar a generar instancias metodológicas que articulen
sistemáticamente el nivel de la obtención de datos con el de la inferencia de sus contenidos.
Aquel trabajo, esencialmente metodológico, se amplia y profundiza en un artículo (Bate
1989) y en un libro posterior titulado “El proceso de investigación en arqueología” (Bate
1998), una síntesis de profunda coherencia y consistencia teórica y metodológica.

Por otra parte, el replanteamiento teórico del concepto de cultura tiene gran relevancia en la
arqueología materialista histórica. En el caso de Lumbreras (1974) y otros arqueólogos
seguidores de La Arqueología como Ciencia Social, dicho concepto (no obstante sus
diversas connotaciones y origen teórico) se instrumentalizó, utilizando su etiqueta sin
importar sus implicancias y generando una fuerte inconsistencia teórica y metodológica.
Para Bate en cambio la definición de cultura debía ser comprendida desde el punto de vista
de una relación tricategorial junto a los conceptos de Formación Económico Social y Modo
de Vida. La cultura constituiría, de este modo, el conjunto singular de formas fenoménicas
que corresponden al sistema general de contenidos esenciales de la Formación Económico
Social y el Modo de Vida (Bate 1978, 1993).

Los replanteamientos teóricos de Felipe Bate acerca de la arqueología materialista histórica


son numerosos y se sustentan en una minuciosa y reflexiva lectura de los clásicos del
Marxismo, así como también de un cabal entendimiento de la lógica hegeliana, sin la cual
difícilmente se entiende el pensamiento de Marx y Engels.

Sin lugar a dudas, la re-publicación de artículos seleccionados de Luis Felipe Bate en


“Contribuciones al pensamiento marxista en la reflexión arqueológica”, constituye un
esfuerzo de Ediciones Cuadernos de Historia Marxista por la relectura teórica en la
arqueología Latinoamericana, que debiera generar en las nuevas generaciones de
arqueólogos un repunte innovador en la reflexión teórica.

Referencias

Bate, L. 1974. Primeros poblamientos del extremo sur americano. Cuadernos de Trabajo Nº
3, Departamento de Prehistoria del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

Bate, L. 1977. Arqueología y Materialismo Histórico. Ediciones de Cultura Popular,


México.

Bate, L. 1978. Sociedad, Formación Económico Social y Cultura. Ediciones de Cultura


Popular, México.

Bate, L. 1982. Orígenes de la Comunidad Primitiva en Patagonia. Ediciones Cuicuilco,


Serie Monografías Nº 1, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.

11
Bate, L.1989. Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación
arqueológica. Boletín de Antropología Americana 19:5-29, Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, México.

Bate, L.1993. Teoría de la cultura y arqueología. Boletín de Antropología Americana


27:75-93, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México.

Bate, L. 1998. El Proceso de Investigación en Arqueología. Editorial Crítica, Barcelona.

Lumbreras, L. 1974. La Arqueología como Ciencia Social. Editorial Histar, Lima.

McGuire R. y R. Navarrete. 1999. Entre motocicletas y fusiles: las arqueologías radicales


anglosajonas e hispana. Revista do Museo de Arqueología y Etnología, Suplemento 3:181-
99.

Montané, Julio. 1972. La Arqueología Chilena; Su estado actual y perspectivas de


desarrollo en la etapa de tránsito al Socialismo. Su Futuro. Serie Documentote Trabajo 3:1-
4, Universidad de Chile, Sede Antofagasta e Iquique.

Troncoso A., D. Salazar y D. Jackson. Hacia una retrospectiva de la teoría arqueológica en


Chile: ¿Qué somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?. En Puentes Hacia el Pasado;
Reflexiones teóricas en Arqueología, Pp. 237-263 (Jackson, Salazar y Troncoso Ed.), Serie
Monográfica de la Sociedad Chilena de Arqueología, Número 1, Santiago.

12
Arqueología y Marxismo. Luis Felipe
Bate, contribuciones al pensamiento
marxista en la reflexión arqueológica

Artículos

13
1. Un Fantasma recorre la Arqueología (no solo en Europa)

Luis F. Bate y Francisco Nocete Calvo


Comentarios al libro: A marxist archaeology, de Randall McGuire (Academic Press. New
York, 1992)

Como para celebrar las reiteradas exequias del marxismo, nos referiremos a una obra
más, esta vez de un testarudo colega que aún sostiene su viabilidad formulando una propuesta
para la arqueología, desde los Estados Unidos de Norteamérica.
La exposición de la obra que comentamos se puede dividir, según McGuire, en cuatro
partes desiguales, además de que el capítulo introductorio apunta ya algunas bases interesantes.
La primera revisa, en dos capítulos, el desarrollo del marxismo y sus diversas corrientes, así
como su conexión con la teoría arqueológica. La segunda, en tres capítulos, constituye el núcleo
de la propuesta teórica sostenida por el autor. La tercera es el capítulo de ineludible referencia
al "caso" que ejemplifica su aplicación. Finalmente, dos capítulos de análisis crítico de la
práctica arqueológica, específicamente en Norteamérica uno y, el otro, en lo general y a manera
de conclusión.
Explícitamente, McGuire pretende comunicar su personal concepción del marxismo,
como:
una lectura dialéctica de Marx alcanzada en el contexto del moderno marxismo hegeliano occidental y
en el mundo social del ocaso del siglo veinte [p. 12]

Y está dirigida primordialmente a las cuestiones y preocupaciones que se plantean en el


contexto de la arqueología anglo-americana.
La temática abordada es bastante amplia y cada tópico se presta a levantar comentarios
y polémica. De modo que este texto no es propiamente una reseña y consistirá más bien en la
expresión de opiniones en torno a una selección arbitraria de unos pocos de estos puntos.

Contextos históricos, marxismo y arqueología.


El capítulo tercero está dedicado a mostrar que, contra las versiones de algunos historiadores de
la arquelogía americana (como Willey y Sabloff), la deuda de la antropología y la arqueología
anglo-americanas con las tradiciones de pensamiento marxista, es considerable. Si bien, dadas
las condiciones del sistema sociopolítico, sólo recientemente las referencias pueden ser abiertas
y, en todo caso, se restringen principalmente a la actividad académica. Se refiere, para efectos
de comparación, a las corrientes marxistas en la ex-Unión Soviética (en una revisión mas
suscinta que la de Trigger, 1989) y en América Latina. Tratándose, en el primer caso, de una
situación donde el marxismo es considerado como ideología oficial del estado y, en el otro,
donde constituye una ideología de abierta oposición al sistema social establecido. Es uno de los
pocos autores dentro del mundo de la "arqueología-en-inglés", que manifiesta preocupación por

14
otros ámbitos, particularmente, por aquella que se está escribiendo en español, tanto en España
como en América Latina, aún cuando no sea éste el objetivo de su trabajo.
Hay que tomar en cuenta que el trabajo de McGuire se desarrolla en un contexto
donde la arqueología es objeto y resultado de una formación profesional sistemática y
especializada. Es decir, donde el nivel de exigencias compulsivas y las orientaciones
institucionalmente establecidas, están diseñadas para limitar estrictamente la posibilidad de que
el estudiante tienda a "distraerse" con informaciones y, menos aún, con una formación
consistente en otras áreas del conocimiento diferentes de aquellas que ha escogido libremente y
son de su competencia. Por lo que, luego, el buen arqueólogo profesional standard suele poseer
una amplia ignorancia en áreas que no se supone que sean de su incumbencia, como la filosofía,
la economía, la sociología o la lingüística. De ahí que sea víctima fácil de las recetas de moda
de cualquiera que recolecte unas cuantas ideas "novedosas" picoteadas por acá y por allá :
trocitos de Marx perfectamente deshuesado, remojados en caldo de Weber; mucho Kant, pero
que no se note; para ello, se agrega Derrida, Feyerabend, Dilthay o Saussure al gusto, con
toques de Foucault, Freud o Adorno. Hegel por ningún motivo, ya que es muy difícil de digerir.
Y ¡Voilá!. Desde luego, no hay que dar tiempo a que los comensales se metan en la cocina para
ver cómo se hace, porque, naturalmente, pierde el encanto. Para mañana habrá otra receta que
se espera vender tan bien como la anterior.
En este contexto debe ser valorado el que un investigador como McGuire haya
decidido invertir una considerable parte de su tiempo en darse una formación sistemática en
áreas consideradas ajenas a su especialidad profesional. La obra que comentamos, sin embargo,
muestra que en el mediano plazo ha sido una inversión inteligente, en que la previsión fué
confiada a la propia capacidad de trabajo. Un conocimiento aceptable de la concepción marxista
no se adquiere a través de cinco manuales y nadie puede hacer por cada uno las lecturas
necesarias. Esto suele aparecer a la mayoría de los profesionales normales como una barrera
infranqueable o un riesgo innecesario. Aunque no faltan quienes no corren el riesgo, pero
opinan.
También hay, en Norteamérica, una circunstancia favorable. Para la imagen
democrática y pluralista que las instituciones deben exhibir se requirió, después de Kennedy,
por lo menos un negro en la administración; luego, desde los setentas, un marxista en la
academia ("el marxista"). Y ahora, claro, una mujer donde sea, además de las secretarias y las
cocineras. Aunque no siempre sea así, también esos espacios son ocupados por quienes los
asumen interesados en ser consecuentes.
El hecho es que, por diferentes motivos, como ha dicho Perry Anderson, "El panorama
actual a este respecto es radicalmente distinto de todo lo imaginable hace quince años. Ahora el
Business Week puede lamentar la amplia penetración del materialismo histórico en los campus
americanos tan solo cuatro años después de que Time proclamara que Marx había muerto
definitivamente, y pueden publicarse manuales sobre la izquierda simplemente para guiar al
estudiante curioso a través de las espesuras -en estos momentos, medianamente exuberantes-

15
del "marxismo académico", por parafrasear un título reciente" [1986:27]. Por lo visto, como en
España [Sanahuja, 1988], el muerto goza, si no de la mayor popularidad, sí de muy buena salud.
Es, de hecho, interesante constatar que ahora siempre está apareciendo algo de Marx
en el "menú", cosa que antes no ocurría. Pero hay que observar que generalmente ocurre en el
contexto del eclecticismo invertebrado de moda.
Cabe mencionar que McGuire presenta una posición argumentada contra el
eclecticismo. Que es, por cierto, lo que critica al post-estructuralismo inglés. A propósito de lo
cual merece ser dicho que el estilo del autor, quien introduce una propuesta verdaderamente
novedosa y discordante con la tradición, denota una madurez de la que carecen los colegas
"postprocesuales-postestructuralistas-postmodernos" (en México se abrevia "posmos"). Tal
parece que, particularmente en Inglaterra, desde la generación de los Beatles, uno de los
recursos mercadotécnicos usuales -tal vez dirigido a los jóvenes- consistiera en asumir poses de
"enfant terrible ", "provocativo", "contestatario" o "desafiante de la tradición y el stablishment
", para promover modas intelectuales mas estridentes que consistentes (a diferencia de los
Beatles) lo cual, a estas alturas, desentona un poco.
El capítulo dedicado a la tradición anglo-americana vale la pena también para apreciar
mejor las diferencias entre las corrientes postprocesuales en Inglaterra y Norteamérica en los
últimos diez años. Los postprocesualistas norteamericanos no se identifican con los ingleses de
orientación "postmodernista" (Hodder, Shanks y Tilley). En América, el grupo que promueve
una alternativa frente a la "nueva arqueología" a comienzos de los ochenta (el de "Martillos y
teoría" o RATS 3 ) comparte la idea -en nuestra opinión, acertada- de que la incapacidad de
nuevos desarrollos de la arqueología procesual se debe a que cifró sus esperanzas en la eficaz
instrumentalidad de un método determinado y que carece de teoría orientadora de la
investigación. Se apreciará que la diferencia es radical, desde que implica un rechazo al
neokantismo y propone una inversión epistemológica de la relación entre teoría y método.
Aunque subscribimos tal planteamiento pensamos que, de paso, se ha descartado erradamente la
pertinencia de programas de investigación como el propuesto por Schiffer, orientados a la
formulación de una teoría de los procesos de formación y transformación de los contextos
arqueológicos. Sobre este punto, McGuire observará atinadamente que:
algunos han menospreciado esos principios como triviales o como leyes de Mickey Mouse [...], pero tal
conocimiento nos es esencial para hacer observaciones sobre el registro arqueológico. Sin embargo, los
arqueólogos [procesualistas] han fallado en generar principios comparables o teorías generalizantes para la
explicación del cambio cultural. [p.121]

Así, los postprocesualistas norteamericanos se han dedicado a ensayar la viabilidad de


diversos planteamientos teóricos en la investigación arqueológica, tomando frecuentemente

3
Se refiere al libro editado por A. Keene y J. Moore "Hammers and theory in archaeology"; RATS significaba Radical
Archaeology Theory Group.

16
referencias en las diversas corrientes del marxismo. El texto que comentamos es, en este
sentido, uno de los esfuerzos mas importantes por constituir una posición teórica consistente.

Sobre el materialismo y la dialéctica.


McGuire inicia el capítulo dedicado al tema cuestionando el difundido infundio de Marvin
Harris sobre la dialéctica como el mono hegeliano colgado de la espalda de Marx, en el sentido
de que constituiría "una violación metafísica de las leyes mas básicas de la lógica y del
pensamiento racional". Opone la opinión de Gramsci sobre la dialéctica como una concepción
del mundo y del conocimiento diferente a la lógica "analítica común del mundo occidental".
En primer lugar, habría que situar las afirmaciones de Harris al respecto. Es posible
sospechar que realmente no conoció la concepción hegeliana de la dialéctica mas que de oídas,
al menos hasta cuando escribe El materialismo cultural . Sin embargo, por lo que se atreve a
publicar, caben dos alternativas. Una de ellas es que habría tenido la audacia arrogante y el
desparpajo de opinar -con la sabrosa ironía que maneja hábilmente y aceptamos como un
recurso polémico válido- sobre un autor y un tema que ostensiblemente desconoce,
aprovechándose de la ignorancia generalizada que, sobre el particular, se da entre los
estudiantes y colegas a quienes llega su obra. Lo cual sería una deshonestidad intelectual
inexcusable. La otra posibilidad es la de que sí haya leído a Hegel, en cuyo caso simplemente
exhibiría de manera innecesaria, con ruidosa falta de pudor y exceso de inocencia, las
limitaciones de su entendimiento.
Volviendo a nuestro autor, tiene razón en cuanto a que la concepción dialéctica de la
realidad, incluida la realidad del pensamiento, difiere de la lógica del sentido común y podría
violar el "sentido de racionalidad" predominante en "Occidente". Pero hay que hacer algunas
distinciones. De hecho, para el pensamiento empírico espontáneo estructurado en torno a la
lógica del "sentido común" -la conciencia habitual del común de los mortales de cualquier parte
del mundo- la formalización lógica de cualquier concepción teórica reflexiva, sea filosófica o
científica, puede parecer igualmente críptica e inexpugnablemente ardua.
Por otro lado, no hay que olvidar que la dialéctica hegeliana y el marxismo también se
inscriben plenamente en la flor y nata de la tradición del pensamiento "occidental". Que el
marxismo haya sido convertido en cetro ideológico por los estados socialistas "orientales" es
harina de otro costal. Lo cierto es que, lamentablemente, sigue predominando entre la amplia
mayoría de los investigadores una concepción metafísica, en el sentido que Engels otorgaba al
término. El cual, por cierto, no es necesariamente peyorativo, sino se refiere a los niveles de
desarrollo histórico de las formas del pensamiento. En la Introducción al Anti-Dühring , donde
hace la distinción entre pensamiento metafísico y dialéctico, observa que el primero,
correspondiendo a la necesidad de abstraer para conocer las leyes que rigen a la realidad -es
decir, descubrir las regularidades más generales y relativamente constantes- tiende a conformar
concepciones estáticas y reduccionistas de la realidad. Sin embargo, si la filosofía y la ciencia

17
tienden a conocer la realidad como es, puede constatarse que ésta no es estática ni simple.
Partiendo de estos principios (movimiento y concatenación universal), el pensamiento
dialéctico intenta reflejar la complejidad de la realidad en su movimiento. Que es a lo que no
está acostumbrada nuestra "racionalidad occidental", predominantemente analítica
(atomizadora), antinómica (en el sentido de que cualquier oposición aparece como
contradicción lógica excluyente) y habituada a inmovilizar el reflejo conceptual de la realidad
para facilitar su aprehensión.
Por lo que respecta a la propia posición de McGuire, está llamada a levantar
interesantes polémicas, algunas de las cuales requerirán de aclaraciones mas explícitas del
autor.
Su propuesta se inscribe en lo que denomina "marxismo hegeliano". Señala que
muchos marxistas modernos todavía mantienen a la dialéctica de Hegel en el centro de su teoría y su
método. Tienden a ver los conceptos de Marx en términos culturales y a la acción humana como la
fuente del movimiento en la historia. [p. 48]

Dentro de ésta corriente, distingue a autores que, por lo visto, presentarían posiciones
diferentes frente a la cuestión gnoseológica fundamental. Por un lado, Laclau y Mouffe - cuya
posición es abiertamente idealista- habrían inspirado a algunos arqueólogos marxistas y
postprocesuales en Gran Bretaña. Por otro lado, señala que, en los Estados Unidos,
las lecturas de Bertell Ollman y Derek Sayer del marxismo como una filosofía de las relaciones
internas ha influenciado el trabajo de William Marquardt [...] y provee la base filosófica para mi
propio trabajo. [Ibid., subrayados nuestros].

Al referirse a Ollman 4, sin embargo, nos aclara que


retiene un fundamento en las relaciones materiales que se ha perdido o subestimado [down played]
en el trabajo de muchos teóricos modernos. [p. 49].

Hasta acá, no avanzamos demasiado, porque es claro que la dialéctica es una


concepción centrada en la dinámica de las relaciones internas de la realidad y que lo que
diferencia radical y fundamentalmente a Marx de Hegel es su replanteamiento materialista de
la dialéctica. Si la novedad consistiera en la reinstauración del idealismo de Hegel -que no
pareciera ser la intención- , el término de "marxista" sería, como en el caso de Laclau y Mouffe,
simplemente un abuso, ya que allí reside un "núcleo fijo" irrenunciable de la concepción
materialista de la dialéctica y de la historia.
Acá convendría hacer una traducción de contexto cultural. En la "tradición anglo-
americana", el término de materialismo alude a la relación entre lo material y lo mental, donde
es bien vista una ecuanimidad que pondere salomónicamente ambos aspectos. Lo que en
español consideramos como materialismo filosófico -y que es a lo que nos estamos refiriendo-

4
A cuyos trabajos no hemos tenido acceso.

18
alude, "en inglés", a la relación entre realismo e idealismo. Y no todos los autores vinculan una
ontología "materialista" con una epistemología "realista", como es el caso del materialismo
histórico 5.
En cuanto a su posición epistemológica, McGuire defiende un enfoque realista que
expresa claramente:
El realismo acepta que hay un mundo real independiente de nuestros sentidos y conciencia. También
acepta que los estudiosos pueden adquirir [gain] conocimiento empírico de ese mundo [...] Nuestro
conocimiento de ese mundo es, sin embargo, imperfecto y diverso, debido a que está condicionado
por el conocimiento humano. Así, el conocimiento no es ni una imagen fiel [true] de la realidad ni
simplemente creada en nuestra conciencia. Para entender el conocimiento, los estudiosos deberán
mirar tanto hacia la realidad como al contexto y procesos de pensamiento humano. [p.112]

Las contradicciones lógicas aparecen cuando explicita la versión de la dialéctica


de Hegel a la que se adscribe. Considera que los marxistas asumen tres posiciones frente a ésta:
1) Los que, como Bernstein, la rechazan por absurda, 2) La versión "de Engels y la Segunda
Internacional", que proclamaron que la dialéctica es universal, aplicable (sic ) tanto al mundo
social como a la naturaleza y 3) La tercera, de la que participa, es la de un grupo de estudiosos,
entre ellos Lukács, Gramsci, la Escuela de Frankfurt y Sayer, que ponen a la dialéctica en el
centro de su estudio, pero la dejan de lado para el estudio de la naturaleza [p.92].
Frente a éste punto, McGuire se hace eco de algunos de los lugares comunes que
tergiversan a Engels, respondiendo claramente a una posición idealista. Al referirse a la
posición de Engels frente a la dialéctica como una concepción generalizable, incluyendo a la
dialéctica de la naturaleza, nos dice que
Lukács (1971) reveló la falacia de ésta lógica y, al hacerlo, separó a la dialéctica del estudio de la
naturaleza. [p.108]

Por lo pronto, convendría recordar la profunda autocrítica a que Lukács sometió ese
mismo texto, a cuya publicación condicionó la reedición de 1967 6 advirtiendo, entre otros
antecedentes, sobre los errores idealistas en que había incurrido bajo el influjo de su hegelismo.
En segundo lugar, en efecto, Engels sostenía una posición uniformitaria y suponía la
necesidad de coherencia entre ontología y lógica (método). El argumento básico del
separatismo metodológico conduce, por reducción al absurdo, a la negación de la posibilidad de
cualquier generalización. De allí que Engels se interesara en explorar la concepción dialéctica
como una ontología de la naturaleza en un texto que, por lo demás, no publicó.
No obstante, contrariamente a las tergiversaciones vulgarizadas al respecto y,
precisamente porque estaba mejor informado, fue Engels quien reiteradamente corrigió las
5
Y del materialismo cultural. En este aspecto, hay que decirlo, Marvin Harris es claro y consistente.
6
Al menos fué así desde la edición en español de Historia y consciencia de clases , de Grijalbo. Podría ser que todavía no
apareciera en la edición de 1971 en inglés. Desde luego, aún si Lukács mismo no hubiera modificado sus opiniones, nada les
restaría el caracter idealista.

19
"desviaciones naturalistas" de Marx -evitándole incurrir en importantes disparates-,
advirtiéndolo de la necesidad de considerar las importantes diferencias cualitativas entre las
regularidades de la naturaleza y la sociedad. Convendría, además de leer la "Correspondencia.",
conocer el estudio de Timpanaro 7 sobre este punto.
Volviendo al problema substantivo, el argumento que maneja McGuire para distinguir
las contradicciones sociales respecto a las de la naturaleza, difundido probablemente a partir de
Alfred Schmidt, es el de que "Las contradicciones que crean las entidades sociales tienen sus
orígenes en la conciencia humana y son socialmente creadas entre tales entidades, humanas"
[p.93, subrayados nuestros].
Difícilmente se puede formular de manera mas clara y flagrante el principio
fundamental del idealismo: la existencia de las contradicciones y de la dialéctica en la realidad
(social, en este caso), se origina en la conciencia y depende de ella .
Por detrás, se transparenta fácilmente la "dialéctica espíritu-naturaleza" -que son
términos en que Hegel plantea la relación entre conocimiento y realidad-, donde la primacía
gnoseológica y la causalidad necesaria residen en el espíritu.
En torno a esta cuestión, nos remitiríamos a una petición de principio del mismo
McGuire, con la que no podemos dejar de concordar:
Tal vez sobraría decir que nuestras teorías sobre el pasado deben ser coherentes. Ellas no deberían
ser tautológicas o estar llenas de contradicciones lógicas . [p.113]

Sin duda, el inequívoco idealismo de las afirmaciones comentadas es lógicamente


incompatible con su afirmación del realismo filosófico y resulta sorprendentemente discordante
con la agudeza que manifiesta en el abordaje de la diversidad de temas de que trata.
El contexto es el de la usual confusión de los problemas ontológicos y
epistemológicos, en que el principio ontológico de identidad del ser y el pensar se asume como
principio gnoseológico, en abierta contradicción lógica con el fundamento epistemológico
central del realismo filosófico, que establece la diferencia esencial entre el ser y la conciencia.
En este camino, uno de los abusos de que ha sido objeto Gramsci 8, consiste en
otorgar, incorrectamente, valor epistemológico a la acertada afirmación histórico materialista de
que la existencia de los sujetos sociales, con capacidad de conciencia y previsión, es parte de
las condiciones objetivas fundamentales y características de la causalidad y de las posibilidades

7
En realidad, la posteridad ha sido bastante injusta con Engels, abusando de su reiterada generosidad manifiesta, por ejemplo,
en el discurso ante la tumba de su amigo. Tuvo también la lucidez de ceder el lugar protagónico a Marx, para evitar conflictos
que habrían debilitado la elaboración de una nueva concepción de la cual ambos son fundadores. Así, McGuire llega a decir
que "Engels extrajo una serie de leyes de las lecturas de Marx de la dialéctica de Hegel". Sobra absolutamente decir que Engels
hizo sus propias lecturas de Hegel, que fué lo que los acercó a Marx y él. Igualmente, para quien lea los "Notebooks..."será
claro que la elaboración y estructuración de "El origen de la familia..."se debe a sus propias ideas y trabajos. Y que no es
responsable de las tergiversaciones de Stalin que le atribuyen quienes no lo leen.
8
Quien, efectivamente, llega a incurrir en inconsistencias gnoseológicas no atribuíbles al "lenguaje críptico de la cárcel", no
siendo éste el caso.

20
de cualquier acción política. Bajo esta afirmación ontológica, Gramsci abre todo un campo de
acceso al tratamiento del problema de la relación entre sujeto y estructura, donde el
althusserismo sufrió uno de sus mayores fracasos (Anderson, op. cit. ). Y que es uno de los
temas que ocupará de manera relevante la atención de la obra de McGuire.
Si nos hemos detenido en ello, es porque se trata de una cuestión obviamente crucial
en la conformación de cualquier posición teórica. Y, porque las consecuencias de tales
planteamientos en la fundamentación de una posición frente a la arqueología no son para nada
banales.
Así, por ejemplo, al tratar a la arqueología como una ciencia cuyo estudio involucra
tanto al mundo social como al físico-natural y que requiere de métodos dialécticos y empíricos,
el autor considera pertinente la distinción, por "la Escuela de Frankfurt", entre teoría científica y
teoría crítica. De ahí deriva algunas distinciones muy poco afortunadas:
La teoría científica supone una separación de sujeto y objeto. Tal separación no puede existir en el
mundo social, porque los investigadores son parte de lo que investigan.

Agregando,
Este no es el caso de la naturaleza. En éste mundo, el investigador no es (en el mismo sentido) tanto
sujeto como objeto, porque los objetos de estudio carecen de conciencia humana. Ellos son objetos.
[p. 109]

Acá se presenta una falacia notable: el investigador y su conciencia existen en el


presente y no son parte del pasado que estudia. Tampoco la existencia del pasado es obra de su
conciencia. A menos que, en la mas florida fantasía idealista, supongamos que la conciencia
humana del arqueólogo está dotada de un extraordinario poder ontogénico-dialéctico
transtemporal capaz de crear el pasado, tal vez al estilo husserliano. Donde puede anticiparse
que la noción de "feedback" difícilmente explicaría cómo el efecto precede a las causas. Otra
cosa diferente es decir que podemos perfectamente inventar historias sobre el pasado.
De tal posición podrían derivarse legítimamente propuestas de sustitución de la
excavación por cómodas técnicas espiritistas, o la pertinencia de una teoría "observacional" de
la reencarnación o de la retroencarnación.
En el párrafo siguiente, "para ampliar el punto", ejemplifica :
Los geólogos se definen por lo que estudian (rocas), pero los objetos de su estudio existen independientemente
de ese estudio; el estudio de la geología crea geólogos, pero no crea rocas.

Es cierto que algunos arqueólogos fabrican pirámides, pero sería absurdo fundar una disciplina
bajo el supuesto de que la realidad del pasado o los contextos arqueológicos, actuales y que se
pueden registrar, son creados por la poderosa conciencia humana del arqueólogo.

21
Como para que no haya equívocos, a continuación observa que las teorías científicas
se constituyen en formas de dominación cuando se aplican al fenómeno social, porque no hay
una separación entre sujeto y objeto. Y aclara que
La relación de dominación no existe cuando no hay una unidad que vincule a sujeto y objeto [habría
que preguntárselo a Galileo, F.N. y F.B.]. Las rocas no tienen interés en dónde y cómo el geólogo
encuentra petróleo, ni valoran la búsqueda de petróleo de manera diferente que el geólogo. [p.109]

Que nos disculpe McGuire, pero es dudoso que los muertos o los restos arqueológicos estén
muy interesados en lo que hacen los arqueólogos.
Que nos disculpe también por la insistencia en este tema, pero es de las pocas
oportunidades en que, en el medio arqueológico, se presenta la posibilidad de polemizar en
torno a una cuestión fundamental, sobre una concepción bastante difundida y que consideramos
del todo ajena al marxismo consecuente.
Para entender la presentación introductoria de lo que es la concepción dialéctica, es
necesario situarse en el contexto en que se mueve el autor. Es decir, en el centro del imperio
mundial, ya repuesto del trauma de Vietnam e interesado en conformar la ideología de un
sistema inamovible y abrumadoramente estructurado, donde todos los cambios que son bien
vistos ("hay que moverse para que nada cambie") serían sólo expresión de su
perfeccionamiento. Una ideología desalentadora de cualquier intención de transformaciones
verdaderamente fundamentales. Donde el radicalismo no es más que una manifestación de la
retórica democrática, aparentando una vitalidad que realmente no modifica nada esencial.
La muy subjetiva impresión que nos deja la lectura del texto es la de que, para un
público con "ansiedad de estructura" como el norteamericano, McGuire presenta un mensaje
adecuado. Mas o menos: la dialéctica apunta centralmente al cambio; pero no hay que
preocuparse porque, finalmente, siempre ha sido así. De modo que la incertidumbre y la
ambigüedad son características domesticables de la realidad, compleja y cambiante, que la
dialéctica concibe rompiendo con enfoques simplificadores e inmovilistas, exigiendo un cambio
de mentalidad. Así, por ejemplo, asevera que la dialéctica
no busca la estabilidad, homeostasis o integración funcional de partes. Reconoce que esos estados
pueden existir, pero los ve como transitorios y fugaces [temporary and fleeting]. Rechaza la idea de
que el mundo social es inherentemente estático, inerte o estable, de donde se requeriría invocar
causas externas para dar cuenta del cambio. [p.94]

De tales afirmaciones, que son correctas, deriva a algunas exageraciones que se


convierten en errores. Como la de que
La dialéctica procura darnos una nueva visión del mundo social que no es accesible por la vía del
sentido común o la lógica formal. Los intentos de usar términos causales o de dar [apply] significado
causal a términos dialécticos, limitan al lector a la perspectiva común.

22
Los términos en la dialéctica se refieren a relaciones en un contexto mas que a entidades discretas
limitadas [bounded] [...] Como el contexto de esas relaciones cambia, también puede cambiar el
significado de los términos usados para describirlas. Una cosa, designada [called by] con un término
en un contexto, puede ser designada por uno diferente en otro, debido a que la relación entre esa cosa
y otras ha cambiado. [p.94]

Por este y otros párrafos pareciera que McGuire identifica al sentido común con una mentalidad
con entrenamiento universitario.
Más importante, sin embargo, es el hecho de que no queda clara la relación entre la
concepción dialéctica de la realidad y la lógica formal. Desde luego, no incurre en el
argumento tan burdo como usual de decir que, como la realidad es contradictoria, la lógica
formal está errada porque parte del principio de no contradicción y, por ello, debería ser
sustituida por una lógica dialéctica 9. En ésto sí es claro:
Las contradicciones a que se refiere la dialéctica son contradicciones relacionales y no lógico
formales. [...] La lógica formal asienta que A=A y que existe una contradicción si A=no A. La
dialéctica acepta esta observación trivial, pero no es ésto lo que significa contradicción en la
dialéctica. [p.95]

Existen diversas formas de reflejo subjetivo de la realidad y no hay unas que sean
"mejores" o más "legítimas" que otras. Son diversos tipos de concepciones que existen en la
realidad social, de las que los sujetos sociales y los individuos participan y son portadores en
diversas medidas y que conforman parte del componente subjetivo de su acción objetiva,
poseyendo diversos ámbitos de eficacia en la generación de múltiples efectos. Es el caso de la
conciencia habitual del sentido común (el mundo de la "seudoconcreción" en el sentido de
Kosik), de las formas de conciencia mítico-mágica y de las representaciones religiosas, de las
concepciones éticas, de las representaciones artísticas, más o menos fantásticas y con diversas
modalidades (plásticas, musicales, literarias), así como de la ciencia.
La forma científica se caracteriza por ser básicamente cognitiva, su propósito es
reflejar objetivamente las propiedades de la realidad (es decir, tiende a distinguir el
conocimiento verdadero), busca explicaciones de la misma y se desarrolla y codifica a través de
procedimientos y formas distintivos de sistematización que requieren del rigor lógico formal.
Desde luego, la afectividad y la fantasía imaginativa no pueden ser ajenas a la actividad creativa
del científico, pero éste debe ser capaz de dominar el oficio, presentando sus procedimientos y
resultados bajo la forma científica por excelencia, que es la lógica.
Si la concepción dialéctica pretende disputar la legitimidad de un espacio en el ámbito
de la actividad científica, debe ser capaz de mostrar su calificación para ofrecer alternativas de
solución a los problemas de contenidos y procedimientos que la ciencia se plantea, que sean
demostrables como tanto o más válidas que otras opciones. Y, para ello, debe ser capaz de

9
Lo que ha llevado hasta al folklorismo de desarrollar elaboradas demostraciones superfluas de que Marx, en El Capital , se
atenía a una rigurosa formalización lógica (v. g., El antimétodo de R. Olmedo ).

23
formalización lógica. Es verdad que la misma lógica formal es histórica, de modo que, si una
nueva concepción pretende que posee un arsenal de verdades incontenibles en los moldes de la
lógica "tradicional", debería ser capaz de desarrollar procedimientos de formalización lógica
que le permitan argumentar y demostrar su mayor consistencia o posibilidades de completud y
compatibilidad.
En este sentido, una de las cualidades del "postmodernismo" en la arqueología ha sido
su saludable crítica a toda una armazón de subentendidos sostenidos sólo por la complacencia
consensual del medio académico, que prefiere desenvolver su actividad en una cómoda
"normalidad" kuhniana. Tirar piedras y romper vidrios de viejos o nuevos edificios debe ser
altamente divertido. Pero también, para ello, muchos tienen que haber contribuido a construir
edificios. El postmodernismo se presenta como un francotirador lúdico, que dispara contra todo
lo que se mueva en el horizonte, de izquierda a derecha. Sin embargo, su debilidad consiste,
como ha señalado McGuire, en que no presenta propuestas alternativas estructuradas. Aparte de
que sus intereses parecen más atentos a las demandas del mercado que a la elaboración de
proposiciones científicas viables 10.
El marxismo, desde su fundación, se ha caracterizado por usar el recurso de la crítica.
Como ha observado Ryan [1982], si algo caracterizó a la obra de Marx y Engels, fue la
deconstrucción de los discursos que respondían a las construcciones ideológicas mas
sólidamente establecidas. Y si ha sido capaz no sólo de mantenerse vigente por mas de un siglo,
sino de generar amplios desarrollos sobreviviendo a tantos epitafios, es porque permanece
abierto a las críticas, desde fuera y desde dentro, de las que surge con nuevas propuestas.
Merecerá desaparecer verdaderamente cuando deje de hacerlo. Entonces, no habrá ya nadie
interesado en anunciarlo y festejarlo con tantas trompetas y aspavientos.
Volviendo al texto y al párrafo que comentamos, es rigurosamente cierto que la
concepción dialéctica de la realidad entiende que las cualidades de los fenómenos son
objetivamente relativas a los contextos en que están incluidos. Y que cada fenómeno o aspecto
de la realidad participa simultánea y sucesivamente de múltiples contextos y de diversos niveles
de integridad (o procesos de diferente "escala" 11). Y los mismos fenómenos poseen, en relación
a sus diversos contextos, cualidades diferentes.
A riesgo de ser demasiado pedestres, digamos que, si Lucrecia es hija de Carlota, no
puede ser, a la vez, madre de Carlota ni Carlota ser hija de Lucrecia. En general, una persona
puede ser hija o madre de otra pero, en la misma relación, nunca puede ser las dos cosas a la
vez, ya que son necesariamente excluyentes. Eso no significa que la cualidad distintiva,

10
Como ha observado Kristiansen [1988] a propósito de Geertz, suelen poseer un estilo de "merchants of astonishments". En
algunos casos, tras el "irracionalismo crítico" (expresión gandariana) del postmodernismo, se ocultan literatos frustrados que,
incapaces de competir en ese ámbito, cuestionan los parámetros de la ciencia para legitimarse en un espacio a cuyos rigores
tampoco desean someterse. Tampoco falta algún cualificado literato que, movido mas bien por la vanidad, ha deseado
extender su ego al ámbito de la arqueología, con lamentable carencia de autocrítica.
11
Es el término que usa Marquardt [1989] para referirse a las diferentes dimensiones espacio-temporales de los niveles de
integridad en que se incluye un fenómeno o proceso real.

24
exclusiva y absoluta de Lucrecia, sea el ser hija. La misma Lucrecia puede llegar a ser madre de
Domitila y seguirá siendo, a la vez y objetivamente (cualidades existenciales que no dependen
del capricho ni de las posturas epistemológicas de los observadores), hija de Carlota. En un
contexto, Lucrecia es objetivamente hija y sólo hija y, en el otro, simultánea y objetivamente, es
madre y sólo madre, cualidad que en el primero está rigurosamente excluida. Con ésto
queremos decir que, del mismo modo y por muy novedoso que sea el punto de vista de la
dialéctica, no está reñido con la formalización lógica. En el ejemplo mencionado y en cualquier
otro, sólo es necesario cumplir con la exigencia de definir explícitamente los contextos en que
se dan objetivamente las calidades y relaciones determinadas. Y podemos cambiar
perfectamente de perspectiva, de escalas y de contextos para referirnos a la misma realidad, sin
tener que romper con la lógica tradicional, a condición de ser capaces de definirlos.
En suma, la concepción dialéctica de la realidad no es inaccesible por la vía de la
lógica formal. Lo que suele suceder -y nos salimos otra vez del texto de McGuire- es que
cuando se concibe de una forma nueva la complejidad de la realidad en su movimiento, puede
haber una parte del proceso afectivo-cognitivo en que no tenemos suficientemente claras todas
las ideas sobre esa realidad ni sus contextos perfectamente determinados. De ahí que, en ese
momento, no seamos capaces de formalizar lógicamente ese conocimiento en proceso. Estamos,
transitoriamente, "paralogizados". Tal vez quedemos simplemente paralizados. Pero cuando
alcanzamos una concepción clara de la realidad, sí podemos formalizar su reflejo en conceptos
y describir y explicar sus interrelaciones en forma lógica.
Tal vez ocurra, con mas frecuencia que lo que se acepta, que no superamos el trance
de dilucidar racionalmente la multiplicidad de cualidades y conexiones que podemos percibir e
intuir conceptualmente de la complejidad real y nos quedemos con la sensación de que hay ahí
muchos aspectos que no han sido develados y formulados explícitamente. Pero no podemos
atribuir nuestras limitaciones a la lógica formal, ni pretender que nuestra novísima y poderosa
concepción -aunque lo fuera- es inexpresable por esa vía.
Sucede que la concepción dialéctica de la realidad tampoco es un estado de
iluminación mística que nos autorice a mirar con condescendencia al resto de los mortales
cuando estamos poseídos en trance de incomunicabilidad. Ese es un recurso que pertenece al
ámbito de la religión. Y están a la vista los efectos lamentables a que ha conducido la práctica
política orientada por un marxismo místico y los vergonzosos virajes a que lleva con frecuencia
el pragmático llamado de retorno de la realidad. Para tales situaciones, podría sugerirse más
modestia y -sin pretender superioridad científica- intentar la comunicación por la vía literaria
que es un recurso válido y puede llegar a ser más eficiente en ayudarnos a aclarar nuestras
ideas. Ya habrá quien se ocupe de formalizarlas.
Un otro comentario tal vez no será superfluo. Se refiere a la necesidad de distinguir
entre la lógica formal y la lógica dialéctica. Lo que se ha dado en designar como lógica
dialéctica no es, de hecho, una lógica en el sentido tradicional y aún vigente. La lógica
dialéctica es propiamente una ontología : una teoría sobre el proceso real del conocimiento. Es

25
una teoría sobre la relación objetiva entre sujeto y objeto, mediada por la praxis. La lógica
"tradicional" es una codificación de las formas de operación y presentación de los procesos
cognitivos del sujeto y sus resultados, involucrados en esa relación real. Y para una concepción
dialéctica materialista de la lógica, la validez formal de los procedimientos lógicos está
subordinada al problema de la verdad. El principio de objetividad, entendido en términos
materialistas, implica el problema de la correspondencia de la codificación del reflejo subjetivo
con las propiedades y relaciones "exteriores" al sujeto, en una conexión que sólo puede ser
mediada por la práctica12. Donde el conocimiento verdadero es relativo a la realidad objetiva y
no a los parámetros lógicos ni a la posición epistemológica que permiten su evaluación en
términos de probabilidades (grados de posibilidad de verdad).
Del párrafo que estábamos comentando se desprende otra observación que sí apunta a
una debilidad del texto de McGuire. Y es que el problema de la causalidad merecería ser tratado
menos superficialmente. Sobre todo, porque aseveraciones como las citadas comprometían a
algo más.
En realidad, sólo toca el tema en términos de oponer dos nociones de determinismo: la
de la arqueología procesual y la dialéctica [págs. 119-123]. Por lo pronto, los procesualistas
podrían rechazar la analogía de su concepto de sistema con el funcionamiento de un motor,
después de las distinciones que han hecho entre sistemas mecánicos y orgánicos [v.g.,Watson et
al .,1974]. Es correcta, en cambio, su crítica a la concepción funcionalista de exterioridad de las
causas de los cambios en el sistema.
Luego, advierte que limitará sus comentarios a dos puntos:
Primero, la ecuación de causalidad, o determinismo, con predicción es lógicamente, defectuosa.
Segundo, el enfoque [procesualista] ha fallado en su propio objetivo. No nos ha conducido a las leyes
deterministas, generalizaciones tipo-ley, o a las teorías generales que den cuenta del cambio cultural,
que prometía. [p.120]

Comenzando por el segundo punto, si la arqueología procesual no ha sido capaz de


conformar ni la "teoría de rango medio" que había prometido, no se debe a su concepto de
causalidad. Obedece mas bien, como hemos observado, al planteamiento epistemológico de la
relación método-teoría en que se ha fundado la propuesta. "El método científico", esto es, el uso
explícito del método nomológico deductivo, crearía esa teoría. Sólo que, careciendo de una
ontología -aún formulada en términos condicionales- han estado operando, de hecho,
inductivamente en busca de regularidades. Tarea que tomaría algunas generaciones de muchos
Mickey Mouses, operando por ensayo y error, tal vez sólo para descubrir que podrían haber
partido deductivamente de las teorías disponibles, por malas que fueran 13.

12
Hay que advertir que el criterio de verdad es falsificacionista. El "exito" práctico de las predicciones no "demuestra" la
verdad del conocimiento.
13
Lo cual ya fué advertido, al menos, por Schiffer [1988], aceptando el papel de la teoría social y redefiniendo el papel de la
teoría sobre la formación y transformaciones de los contextos.

26
Respecto al primer punto comenta, siguiendo a otros autores, que no se puede
identificar la explicación con la predicción. Su argumento se limita a que
Las predicciones no nos dan cuenta necesariamente del verdadero [actual] mecanismo a través del
cual se produce, de hecho, un efecto dado. No nos dice cómo el efecto llegará a realizarse [come to
be]. [p.120]

Mas adelante nos dirá que el enfoque dialéctico


revelará las contradicciones que transformarán al conjunto social, pero no nos dirá la secuencia
específica de los eventos que ocurrirán [p.122]

De modo que esa limitación no lo es sólo de la arqueología procesual, cuya falla


consiste mas bien en suponer que la predicción precisa es posible. De tal modo, en su versión de
la dialéctica, en lugar de predicción se tratará de una prognosis referida al curso posible de los
eventos futuros, basada en el análisis de los mecanismos y condiciones del caso a la que "no se
puede llegar por simple deducción". Señala que las llamadas "leyes" en el marxismo son
tendenciales, que deben considerarse los contextos específicos y que no pueden reducirse a
generalizaciones atemporales y aespaciales.
Es claro que el mundo real es elevadamente complejo y que el conocimiento que
tenemos de las múltiples regularidades que lo rigen es histórico, limitado y falible y que el
"éxito práctico" de las predicciones no verifican el conocimiento. Pero este reconocimiento no
es una particularidad exclusiva de la dialéctica.
Y, en relación a su crítica del procesualismo, hay que decir que, si bien no se puede
identificar la explicación con la predicción, eso no significa que "la dialéctica" pueda
desestimar la búsqueda de explicaciones ni que éstas puedan excluir el conocimiento de la
causalidad.
Para el marxismo, el conocimiento de la realidad es una condición para la acción, para
la praxis, que McGuire acertadamente define como una práctica teóricamente informada. De ahí
que interese crucialmente el conocimiento de las complejidades de la causalidad que permitan
situar los posibles efectos objetivos de diferentes alternativas de acción, tanto de los individuos
como de los sujetos sociales. En principio, mientras mas cercano a la verdad sea nuestro
conocimiento de la causalidad real, incluyendo la acción de los sujetos, mayores deberían ser
las probabilidades de acortar distancias entre las previsiones de los sujetos (que son parte de la
causalidad) y los efectos reales.
Por ello, habría valido la pena desarrollar más el punto, ya que de la ontología
dialéctica materialista de la causalidad derivan interesantes consecuencias metodológicas que sí
constituyen diferencias de fondo respecto al neopositivismo de la "new archaeology". Habría
sido importante apuntar, al menos, el papel en el análisis de situaciones concretas de conceptos
como causa completa y las conexiones entre necesidad y contingencia, posibilidad y realidad,
de los conceptos de nivel de acción, de jerarquía causal y heterarquía estructural, de diversidad

27
y acción recíproca, para dar una idea menos ambigua y difusa de la dialéctica que, de algún
modo, trasciende al tratamiento de otros temas.

Conceptos sobre la sociedad y la historia.


En esta obra, McGuire no expone ni discute la conceptualización de las instancias y relaciones
sociales en términos tales como modos de producción, formaciones sociales u otros usuales en
la concepción materialista histórica.
Mas bien discute y toma posición en torno a los temas que captan centralmente la
atención de las polémicas en las ciencias sociales de tradición anglo-americana. Analiza las
temáticas puestas por las diferentes corrientes arqueológicas, pero siempre con una perspectiva
y documentación mas amplias que aquellas que se presentan tradicionalmente en los ámbitos de
la especialidad.
En su concepción dialéctica de la historia, ve la necesidad de deslindarse respecto al
determinismo del materialismo cultural, el reduccionismo biológico de la ecología humana y el
individualismo metodológico de una arqueología post procesual. [p.142-3]

Su tesis básica es la de que


una verdadera comprensión [understanding] del proceso de cambio se logra cuando los
investigadores parten del examen del poder (la universal aptitud de todos los humanos de actuar) y se
preguntan cómo el poder conforma todas las relaciones sociales. [p.119]

En este sentido, dedica un apartado a uno de los temas de elevado interés actual, cual
es el de la relación entre el poder, la acción y la estructura social. Critica la unilateralidad de la
noción weberiana del poder, entendida sólo como capacidad de dominación, desde una posición
mas bien cercana a Foucault. Y disiente también del concepto de acción [agency] centrado en el
individuo, sin vinculación consistente con las estructuras sociales, puesto de moda por Giddens.
El cual resulta muy atractivo en el contexto de un individualismo huérfano de opciones políticas
viables como alternativa frente al sistema imperante. Una ideología típica de yuppies,
"managers" y "altas esferas", principales usuarios de la megalomanía adquirida en el mercado
de la cocaína y que no deja de trascender al resto de la sociedad a través de los diversos medios
de difusión masiva. Discute también, como conceptos referenciales de la estructura mas
populares en la arqueología anglo-americana, al estructuralismo althusseriano en la versión de
Friedman y a la teoría de los sistemas mundiales de Wallerstein.
La posición de McGuire es la de que
La gente hace la historia. Sin embargo, no la hacen como individuos libres de actuar como les plazca.
Lo hacen como miembros de grupos sociales cuya conciencia común deriva de compartir las
relaciones sociales, las experiencias vividas, las culturas e ideologías que los vinculan y los oponen a
otros grupos sociales del mundo a su alrededor. Sus acciones están constreñidas por condiciones

28
materiales y estructuras sociales heredadas de su pasado, productos de la pasada acción humana.
[pp.249-50]

Entiende que esas diversas condiciones son, a la vez, las que posibilitan y limitan las
alternativas de la acción.
Otra discusión importante apunta a situar adecuadamente el papel de la abstracción y
la teoría en la investigación. Señala que el enfoque dialéctico invierte la primacía que la
arqueología procesual otorga a la relación entre lo abstracto y lo concreto. Su argumentación es
correcta en cuanto a que la concepción dialéctica se sirve de la abstracción con el fin de explicar
la multideterminación de la realidad concreta. Cabe observar que, en realidad, no se trata
propiamente de una inversión. Es conocido el planteamiento marxista de que la investigación
procede de lo concreto representado a lo abstracto y de éste a lo concreto de pensamiento. De
algún modo, puede decirse que éstas fases del proceso investigativo han constituido los
objetivos de la investigación para las distintas corrientes predominantes en la arqueología. El
particularismo histórico limita su objetivo a la descripción de la empiria, a la acumulación
sistematizada de la información "concreta". La arqueología procesual representó un gran avance
al proponerse como objetivo la abstracción de las "leyes cobertoras generales", que incluirían a
los casos singulares. El materialismo histórico se propone la explicación racional de la realidad
concreta.
En este mismo sentido, McGuire es claro al sostener que la teoría, como conjunto de
abstracciones, cumple fundamentalmente un papel heurístico. Es decir, provee de una
orientación racional y sistemática a la investigación de las historias reales, pero no constituye el
objetivo final de la investigación.
Otra idea presente en su análisis es la de que la perspectiva dialéctica marxista,
entendida como una teoría de las relaciones internas,
nos ofrece la vía para escapar a las oposiciones irresolubles entre ciencia y humanismo, evolución e
historia, materialismo y mentalismo y determinismo que complican la teoría arqueológica hoy\.
[p.148]
Bajo estas orientaciones, trata de una diversidad de temas altamente interesantes,
como las relaciones cultura-naturaleza, los problemas de periodización histórica, las
relaciones entre familias, unidades domésticas y estado, la cuestión étnico-nacional 14 y
otros. Dado que sería imposible comentar todos esos puntos con un mínimo de detalle,
como su exposición lo requeriría, nos limitaremos a uno de ellos que, además, está
involucrado en la investigación específica a la que hace referencia para efectos de
ejemplificar la aplicabilidad de su propuesta a la arqueología.

14
Dedica todo un capítulo a este tema - en la tradición de Trigger y Patterson- referido a la situación nacional en la historia de
los Estados Unidos.

29
Propuestas para la contrastación arqueológica de las formas prístinas de estado15.
Dentro de la amplia temática desarrollada en la obra de McGuire, donde cada aspecto tratado
por el autor nos permitiría un amplio comentario, dado el sugerente perfil de sus propuestas,
hemos decidido abordar, como ejemplo, uno de ellos: el referido a su concepto de “estado”, en
la medida en que revela una especial significación a lo largo de su obra, ya que de él depende la
comprensión del “caso” arqueológico objeto de su propia investigación, el de los Hohokam de
Arizona.
Es insistente en la obra de McGuire la búsqueda de un marco conceptual operativo de
la categoría “estado” que, alejada de toda definición analógica16, permita abordar sus formas
prístinas. Para ello, nuestro autor reclama una valoración crítica del concepto “estado= sociedad
ordenada territorialmente” como una manifestación más del presentismo derivado de la
percepción histórica de los modelos de sociedad estatal desarrollados en el mundo capitalista
tras el siglo XVIII [p. 163]. De igual forma, McGuire reclama una definición más amplia del
problema, desde la conceptualización del “poder” ya que, para él, partimos maniqueamente de
una concepción idílica e igualitaria de las sociedades preestatales que difícilmente nos permite
entender la aparición del conflicto dentro de la sociedad 17.
Sí coincidimos con McGuire en su insistencia sobre la idea de que “el estado” no
existe (realmente es una abstracción). Existen estados concretos, históricamente constituidos y,
lo importante, tras entender esta puntualización, es no caer en el particularismo, pues aquello
que debe interesarnos se encuentra en la regularidad esencial que une a todas las formas
históricas de estado, ya que es la única vía para el análisis de su formación.
Para McGuire, la característica general de los estados (en ello sigue a Ch. W. Gailey &
T. Patterson y a B. Jessop) estriba en la coyuntura de la articulación de ciertas formas de poder.
De un lado, el de grupos elitistas, de otro, y que acaba por convertirse en resistencia, el de la
sociedad civil [p. 164].
Si históricamente la forma estatal se constituye mediante varias formas institucionales
de poder recreadas por procesos históricos de estructura política (ejército, policía, burocracia,
etc.) [p.164], la coyuntura histórica en que se presenta la relación “poder de élite/poder de la
sociedad civil” (en opinión de McGuire) implica su estructura concreta y el hecho de que no
todas las instituciones existan al mismo tiempo, ni que todas ejerzan el poder estatal [p.164].
Por esta razón, para nuestro autor, preguntarse por el estado es preguntarse por la articulación
histórica de las relaciones antagónicas de las clases sociales. Pero, al igual que no existe el

15
No pretendemos, en este apartado, ofrecer alternativas a las formulaciones de McGuire, ya que ello no es el objetivo de una
recensión. Sólo intentarmos explicar, en la medida de lo posible, el alcance de sus propuestas.
16
Recurrentemente, los usuarios de la arqueología, al abordar los aspectos generales del concepto de estatalidad, presentan
como indicadores de rango general las fenomenologías concretas de la manifestación material de formas específicas de estado
17
No podemos estar de acuerdo con la parcial lectura que McGuire realiza de la obra de F. Engels El origen de la familia.., al
calificarla de una supuesta idea romántica e idílica sobre las formaciones sociales preestatales, ya que Engels reconoce la
existencia de diferencias en el seno de dichas sociedades. Véase el análisis de la obra de Engels propuesto por I. Andréev
[1985].

30
“estado”, sino estados, tampoco existe la "clase social”, sino clases sociales concretas,
históricamente constituidas.
Recientemente algunos colega, seriamente afectados por las propuestas
“postmodernas” de la relación sujeto/objeto, llaman la atención sobre el concepto “clase social”
en la medida en que su “contextualizada” presentación a fines del siglo XIX, , en el marco del
análisis marxista de la sociedad capitalista occidental, la convierte en una dudosa categoría para
el análisis histórico de las sociedades precapitalistas18. De igual forma deberían ser
consecuentes con esa idea cuando intentan usarla para el análisis del final del siglo XX, dados
los profundos cambios que en el sistema capitalista han acaecido en la última centuria. También
el concepto de bipedia se generó en los últimos siglos, y por el Homo sapiens sapiens, y no por
ello debemos desecharlo para la comprensión de la formación de la humanidad. Aunque
difícilmente podremos tener la mentalidad de un Australopithecus, no podemos ni debemos
renunciar a la posibilidad de su análisis.
Debemos aplicar también la relación sujeto/objeto y la contextualización a los
discursos “nuevos” -aunque ya viejos- en las posiciones idealistas del irracionalismo crítico de
ciertas corrientes “post”, ya que el pasado, si nos interesa, es desde el presente y para el futuro.
Factor que no invalida el uso de categorías creadas con posterioridad al marco temporal donde
se inscriba nuestro objeto de estudio, o incluso la creación de otras nuevas, siempre y cuando
éstas generen explicaciones mas verosímiles. El concepto de “clase social” no es un obstáculo
para la contrastación de nuestras hipótesis sobre las sociedades “pre” y “no capitalistas”; de
serlo, sería fruto del contenido con que dotemos al concepto o la translación, al concepto
general, de las implicaciones históricas de la articulación de las clases sociales en el seno de la
sociedad capitalista estudiada por K. Marx. Es por ello que McGuire nos propone un concepto
de “clase social” cuya formulación general busca la regularidad que existe tras sus formas
históricas, eliminando las analogías funcionales de las coyunturas de su fijación. Por esta razón,
McGuire analiza críticamente ciertas propuestas del concepto de “clase social” que presentan,
como categorización general, formas concretas de su desarrollo histórico y que, en la
preocupación de los usuarios de la arqueología por buscar “regularidades-indicadores”, han sido
objeto de cierto abuso. Tales son los casos de la excesiva fijación de “clase social” desde
conceptos como propiedad privada de los medios de producción, división técnica del trabajo o
la existencia de sobreproducto [p.182 y ss].
McGuire considera, siguiendo a Gailey y Patterson, que las clases sociales se
constituyen en la esfera de las relaciones de producción [p.185] y, desde el principio de su obra
[p.49] sale al paso de opiniones como las de E. Laclau y Ch. Mouffe, quienes confunden la
naturaleza política del estado con la de las clases sociales, al entender que éstas no están dadas
por la relación económica, sino que son categorías creadas por la lucha política, dependiendo su
existencia de ciertos grados de conciencia, ya que constituyen su hegemonía desde el

18
Véanse las interesantes sugerencias y opiniones que, sobre el uso del concepto de “clase social”, aplicado a las sociedades
precapitalistas, apunta Terray en su obra “Clases y consciencia de clases...” [1977].

31
simbolismo. Esta, no nueva, forma de idealismo que prima la conciencia sobre la existencia19,
muy acorde con la idea norteamericana de recuperar para la historia la voluntad del individuo,
pretende reabrir el debate del concepto de “clase para si”20. De ahí que McGuire, en su
búsqueda de un concepto operativo de “clase social” nos remita a la propuesta de Gailey y
Patterson [p.183]:
Class implies a relationship of permanent or consistent control over the goods, resources, and labor
that ensure the continuity of the social group. In class relations, there is always a power relationship:
at least one group is permanently removed from direct production and extracts goods and services
from other groups in the society.

Esta definición de clase social no resulta en ningún momento novedosa, ya que es


recurrente en las definiciones de E. Terray y P. Ph. Rey en su intento de aunar los conceptos
friedianos (M. Fried) con la categoría ampliada del “no productor”, aunque en éstos últimos
autores la idea está algo mas desarrollada y con una mayor claridad que en la obra de Gailey y
Patterson.
A esta concepción general de clase social propuesta por Gailey y Patterson, McGuire
une la crisis de las categorías tradicionalmente en uso para la definición de la transición al
estado21, por su fijación evolucionista, que no histórica; incluidas recientes versiones como las
de "Estado Arcaico" que, descriptivas en la aceptación del conflicto social en las formas
prístinas de estado, no acaban de articular el conflicto de su génesis (Teorías del Conflicto
Light), ni de superar el marco evolucionista. Como consecuencia de ello, y ante el análisis de
las formas prístinas del estado -de nuevo siguiendo a Gailey y Patterson- McGuire propone en
su obra abrir otro debate, el del análisis de las formas de organización del parentesco como
marco donde analizar los estados prístinos ya que, lejos de implicar una negación del estado,
expresan, en ciertas coyunturas de su desarrollo histórico, marcos susceptibles de articular y
regular relaciones entre clases sociales.
La propuesta de McGuire tampoco es novedosa. Aunque podemos remontarnos a una
larga tradición que arranca desde el pasado siglo con la obra de Maine, continuada por Firth y
Kirchoff, el tema ha presidido los mejores debates en el seno de la antropología francesa desde
los años sesenta (Balandier, Godelier, Terray, Meillassoux, etc.) y ha estado presente en la
segunda mitad de los ochenta en algunos trabajos de la arqueología marxista española. Sin
embargo, debemos destacar la novedad de sus propuestas en el seno de su país, donde las

19
Sin duda, podrían derivarse de estas acepciones nuevas propuestas para que los gobiernos del presente ratifiquen sus
insistentes campañas dirigidas a la población que, con el propósito de eliminar las diferencias sociales insalvables, aboguen,
para su erradicación, a prácticas de sugestión o a la eliminación por decreto de las clases sociales, dado que simplemente se
trata de un problema de conciencia y, a la postre, de percepción subjetiva. El ensayo ya se ha hecho y recordamos que uno de
los primeros bandos militares de Pinochet, tras el golpe de estado en Chile, en 1973, prohibía la lucha de clases.
20
Véase la articulación de clase “en si/para si” en la obra citada de E. Terray [1977].
21
Un claro ejemplo de ello podemos encontrarlo en el concepto funcional-evolucionista de “jefatura” que, desde mediados de
los años ochenta (véanse los trabajos de Feinman &Neitzel y D’Altroy & Earle) comenzaría a desestimarse en el seno de la
antropología norteamericana por su generalidad e inconsistencia teórica frente a la Teoría del Conflicto Social, tras
comprobarse que bajo el ejercicio del poder de los jefes subyacían auténticas relaciones de clases.

32
referencias a debates antropológicos se han centrado exclusivamente en el endógamo mundo del
funcional-evolucionismo. Una prueba mas del peso de las tradiciones disciplinares que también
nos debe hacer reflexionar sobre el camino, bien distinto, que está presente en el seno de la
arqueología española sobre la problemática de la formación del estado, aunque en éste último
caso con un mayor peso del analogismo de las funcionalidades derivadas de la percepción de las
manifestaciones arqueológicas del mundo clásico grecolatino.
Esta propuesta de McGuire tendrá una importancia crucial en su obra, en la medida en
que el modelo arqueológico que nos propone en su texto radica en el análisis de las relaciones
clasistas entre los Hohokam de Arizona, una sociedad constituida bajo un sistema de linajes, en
la línea de la lectura de "clan cónico" de M. Godelier, autor que, de haberlo cotejado con mayor
profundidad, le hubiese sido de gran ayuda para presentarnos una propuesta mas sólida y
operativa.
Para McGuire, el caso Hohokam es revelador de una doble problemática que se deriva
y que subyace en la expresión de la relación entre clases sociales desde el marco de las
relaciones de parentesco. La primera de ellas radica en el hecho de que, al no poder ejercerse un
control coercitivo sobre los medios de producción desde el parentesco (no revela McGuire si
ello estriba en la inexistencia de propiedad privada de los medios de producción), la "coacción"
se revela como la forma para disponer de la fuerza de trabajo en la sociedad Hohokam. La
segunda de ellas estriba en que el parentesco se expresa en la esfera ideológica para amortiguar
la existencia de los conflictos de clase, articulándose como un mecanismo de "maquillaje"
[p.211] que potencia ideológicamente la igualdad en la muerte de una sociedad cuya vida está
regida por diferencias insalvables. No dice McGuire si esa afirmación/negación de la
comunidad que expresa la muerte se define como el mecanismo posible para generar la
extorsión interna entre clases sociales, o si es una condición para generar nuevas formas de
extorsión respecto a otras comunidades.
El modelo arqueológico que se deriva del estudio de la sociedad Hohokam y que nos
propone McGuire (intencionada igualdad en la muerte/ creciente desigualdad en la vida), al
contraponer "aldea/necrópolis" tiene una especial relevancia en las discusiones sobre la
existencia de disimetrías sociales que los usuarios de la arqueología española proponen desde
contrastaciones empíricas exclusivas del ámbito funerario (desde esa cosa denominada
"arqueología de la muerte"), con el consenso generalizado que presupone, desde la idea de una
cultura integrada donde una parte determina la naturaleza de la totalidad social y donde la
muerte se perfila siempre como un reflejo directo y automático de las relaciones económicas,
que, en ausencia de marcos estadísticos significativos en cuanto a la distribución de objetos en
las deposiciones funerarias, es una prueba irrefutable de la inexistencia de disimetrías sociales.
De igual forma la, para algunos, nueva disección de la arqueología, ahora de la muerte, mala

33
cuenta daría de la sociedad del presente si nos propusiese realizar una lectura de la organización
desde el análisis de un cementerio contemporáneo22.
La lectura del texto de McGuire sería de una considerable importancia para ayudar a
reflexionar a algunos usuarios de la arqueología sobre los paradigmas en que se basan sus
propuestas y, muy especialmente, a ciertos colectivos de colegas de Andalucía Occidental que
pretenden, dándose prisa, incorporarse olímpicamente a los debates sobre la existencia de la
desigualdad social en la prehistoria desde el análisis exclusivo de unos registros funerarios
descontextualizados, dispares, de dudosa significación y exhumados con un fin bien distinto al
de resolver problemas mas allá de una normativa caracterización arqueográfica e intentando
resolver problemas que el registro disponible no permite acometer, no solo por su cantidad, sino
fundamentalmente por su cualidad. Incluso presuponiendo, lo que ya es mucho, que el registro
arqueológico funerario estuviese debidamente contextualizado y fuese numéricamente
significativo, nos faltaría resolver su correlación con otros registros arqueológicos, y no
precisamente funerarios, para verificar la posibilidad de su instrumentación para explicar la
vida. En segundo lugar, debemos tener presente que, indicadores arqueológicos como la
presencia de armas metálicas entendidas como mecanismo de disimetría social, son el reflejo de
una forma específica en las relaciones sociales y no un universal tal que su ausencia refute toda
forma de expresión de desigualdades.
Antes de abordar los "indicadores arqueológicos" para todo mecanismo de
contrastación empírica sobre problemas de "estado", debemos preguntarnos por qué tipo de
clases sociales son las que definen la estructura del estado concreto que deseamos abordar y en
qué coyuntura de su relación se expresan. En segundo lugar, en qué unidad arqueológica
debemos movernos para que nuestra contrastación empírica esté suficientemente validada. Por
último, debemos entender que entramos en el análisis de categorías sociales e históricas. Para
ello debemos articular una lectura diacrónica de los procesos sociales. Pero las relaciones
sociales no se presentan directamente a la observación en el registro arqueológico y, por tanto,
éste debe codificarse en una especial contextualización que, desde la fijación de recurrencias de
conducta, sea capaz de responder sobre problemas de propiedad, posesión, uso, coerción,
coacción, etc.. De no ser así, difícilmente podremos, desde la arqueología, contrastar y validar
las hipótesis sobre problemas de índole social tan complejos como la relación entre clases que,
en sus coyunturas históricas, dan cuenta del problema de los estados y su formación. De no ser
así, no podremos movernos en el ámbito de las explicaciones, sino en el de los juicios de valor y
en el de la literatura de evasión.
Hasta aquí, el planteamiento de McGuire no resulta especialmente novedoso salvo, tal
vez, para los usuarios norteamericanos de la arqueología. Sin embargo, las propuestas del autor
van algo mas lejos.

22
Algunos estadistas contemporáneos agradecerían a los usuarios profesionales de la arqueología que demostrasen que
nuestra sociedad no responde a una organización desigual de sus miembros.

34
La compleja lectura y articulación del ámbito arqueológico de los registros funerarios
llevan a McGuire a la búsqueda de una unidad categorial más operativas desde la práctica
arqueológica. Para ello, nuestro autor parte de dos líneas argumentales. En la primera, bajo su
opinión, en las formas prístinas de estado, éste, emergente del conflicto entre poder de
élite/poder de la sociedad civil, genera un sistema de dominación y hegemonía separado de las
relaciones de producción, las cuales asumen el poder de resistencia frente al estado desde el
ámbito doméstico familiar. En la segunda, siguiendo a Gailey, el ámbito doméstico se perfila no
sólo como lugar de resistencia, sino como motor de la desigualdad social pues, en la línea
expresada por E. Leacock, la opresión hombre/mujer se define como la primera forma de poder
y embrión de las formas de extorsión de clase. Por tanto, la mujer (representante del poder
doméstico) encarna el poder de resistencia.
Ambas líneas argumentales y la necesidad de buscar una unidad de contrastación que
supere e integre el ámbito funerario, le conducen a definir el "household" como el marco donde
es posible una lectura completa de las relaciones de poder del estado y la resistencia a éste
siendo, además, una unidad arqueológicamente abarcable.
La propuesta del "household" como "unidad arqueológica" por McGuire presenta un
fuerte grado de coherencia como mecanismo de superación y contrastación de los registros
funerarios -que se convertirían en una parte de esa misma unidad- y una coherencia añadida en
el ámbito de la progresía USA, donde el festival de las ideologías contemporáneas ha
convertido en obligación el asumir "la forma" de algunos discursos feministas (constantemente
invocados por McGuire) y la idea de la familia como núcleo de resistencia frente al estado,
como consecuencia de la frustración generalizada por el fracaso en la gestión de las
reivindicaciones sociales por parte de los partidos políticos y como expectativa de participación
de la voluntad del individuo en la historia.
Es indudable que el nivel de unidad propuesto por McGuire es superior (mejores
explicaciones y contrastaciones más amplias) a las propuestas de la exclusividad funeraria,
mucho más cuando es del todo abarcable arqueológicamente. Sin embargo, debemos reflexionar
sobre su viabilidad teórica más que sobre su operatividad instrumental, en la medida en que
puede responder sólo sobre ciertas articulaciones concretas de la formación de las clases
sociales, ya que no en todas -de ser cierto- el estado no interviene en la reproducción de la
sociedad.
Somos de la opinión de articular una unidad arqueológica mayor que nos permita
contrastar si el ámbito del household se comporta como unidad pues, de no ser así, podríamos
recaer en la formulación de Chang que identifica comunidad=asentamiento y desarrollar una
línea interpretativa donde la conceptualizazión del asentamiento aislado poca cuenta puede
darnos de otras formas históricas de estados prístinos donde la contradicción fundamental se
perfila entre comunidades, expresada en una diversidad de asentamientos. Necesitamos una
unidad mayor que el household ya que, de no ser así, seríamos incapaces de explicar coyunturas
donde las unidades domésticas (que tendríamos que definir arqueológicamente) se comportan,

35
al igual que la muerte entre los Hohokam que presenta formalidades de igualdad, como
mecanismos de camuflaje de niveles de disimetría que superan la de los ámbitos domésticos,
trasladando las contradicciones fundamentales fuera de la comunidad y, por tanto, articulando
el household como un mecanismo de reproducción del poder estatal.
Este es un aspecto de vital importancia cuya falta notamos en la discusión de McGuire
sobre los hohokam de Arizona, dado que su defensa y expresión del análisis del nivel del
household, para afirmar su significación, tendría que demostrar la inexistencia de
contradicciones a otros niveles. Aspecto que no refleja su trabajo al no dar cuenta alguna de la
expresión territorial de la comunidad Hohokam estudiada y su posible relación con otras
comunidades del entorno, que sólo son mencionadas de paso. En el texto de McGuire, los
Hohokam se definen por un sólo asentamiento y, además, aislado del mundo exterior.
Es indudable la preocupación por problemas de registro arqueológico que
insistentemente reclama McGuire, y el diseño de su registro extensivo del sitio La Ciudad
donde contextualiza su análisis de los Hohokam es una prueba de ello. Sin embargo, igual de
patente en esta obra es la ausencia de categorías arqueológicas, validaciones empíricas,
contrastaciones sobre recurrencias materiales, etc., que den cuenta de las instrumentalidades en
las que basa sus interpretaciones, pues, sin articular aspectos como propiedad, producción,
consumo, almacenaje, etc., resulta difícil entender una explicación que insistentemente se
expresa en formas verbales de inseguridad y especulación. Aunque ello nos anima a recabar una
mayor información sobre su trabajo arqueológico de los Hohokam -dado que esta obra no tiene
la finalidad de dar cuenta de ello- hay otro aspecto que sí nos ha resultado revelador de su
concepción de la arqueología y, en cierta forma, de la ausencia de una categorización
arqueológica a tono con su discurso inicial. En lugar de asumir el yacimiento arqueológico
como el laboratorio donde contrastar empíricamente la verosimilitud de sus hipótesis, el autor
ha preferido validar éstas desde una contrastación alejada del registro arqueológico, al sustentar
sus explicaciones en mecanismos de contrastación etnográfica (los Pomo de California y los
enterramientos Yumanos) que, siendo de un indiscutible nivel de significación, en ningún caso
ratifican ni validan su lectura del yacimiento de La Ciudad.
Esta tradición disciplinar, que no pretendemos juzgar en este texto es, a su vez,
reveladora del escaso énfasis manifiesto por McGuire en el poder del análisis diacrónico pues,
en lugar de convertirse en un mecanismo de contrastación y explicación de los procesos
sociales, se deriva hacia una inconexa articulación descriptiva que sólo le permite moverse en el
plano de la azarosidad para explicar por qué ciertos linajes Hohokam han podido desarrollar
procesos de mayor disimetría social y generar ciertas formas de clientela.
Para terminar, debemos insistir en que estos comentarios puntuales no hacen del todo
justicia a la riqueza temática del texto, ni dan una idea equilibrada del mismo y, de ninguna
manera, pueden substituir a su lectura, que recomendamos ampliamente. Quienes así lo hagan,
llegarán a coincidir con nosotros en que, dado que el libro de McGuire está dirigido a los
usuarios de la arqueología y está publicado en inglés, ya no se podrá volver a escribir capítulos

36
sobre "el marxismo" con la increíble superficialidad y parcialidad como el que le dedica Ian
Hodder en su Interpretación en arqueología, sobre las corrientes actuales en la disciplina.
Huelva, 1993.

Textos citados

Anderson, Perry

1986 Tras las huellas del materialismo histórico. Siglo XXI Editores. México.

Hodder, Ian

1988 Interpretación en arqueología . Editorial Crítica, Barcelona.

Kristiensen, Kristian

1988 The black an the red: Shanks & Tilley´s programme for a radical archaeology.

Antiquity , vol. 62, nº 236.

Marquardt, William

1989 Agency, structure and power. Comunicación presentada al Symposium 108 de la

Wenner-Gren Foundation . Cascais.

Ryan, Michael

1982 Marxism and deconstruction. The John Hopkins University Press. Baltimore &

London.

Sanahuja, María Encarna

1988 Marxisme i Arqueologia. En: Corrents teórics en arqueologia. Columna, Barcelona.

Schiffer, Michael

1988 The structure of archaeological theory. American Antiquity , vol. 53,nº 3.

Timpanaro, Sebastiano

1973 Praxis, materialismo y estructuralismo . Editorial Fontanella. Barcelona.

Trigger, Bruce

1989 A history of archaeological though. Cambridge University Press. Cambridge.

Watson, P.J, S. Le Blanc y Ch. Redman

1974 El método científico en arqueología. Alianza Editorial. Madrid.

37
2. Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial

I. Antecedentes:
El Modo de Producción Asiático.
Se ha supuesto que el concepto de "modo de producción asiático" constituiría el modelo teórico
a través del cual el materialismo histórico explicaría las características fundamentales de las
primeras formaciones socioeconómicas precapitalistas clasistas. Por lo tanto, cada vez que se
discuten los problemas de interpretación del proceso de surgimiento y desarrollo inicial de las
clases sociales y el estado, se alude a este concepto.
Hay que decir que fue el propio Marx quién dió pié a tal suposición generalizada, al
incluir al modo de producción asiático, antecediendo al modo de producción antiguo, en una
explícita sucesión histórica determinada por el desarrollo de la correspondencia entre las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de producción. Esto está en el conocido texto de 1859, del
Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política.
En reiteradas ocasiones los debates acerca del "modo de producción asiático" se han
transformado en moda y otras tantas la moda ha dejado de serlo sin haberse llegado a
resoluciones teóricas significativas, aunque la discusión se ha enriquecido notablemente. Es
probable que ello obedezca a las mismas razones que llevan a tal controversia al tapete de la
actualidad. En unos casos ellas coinciden con las polémicas en torno a la existencia y vigencia
del sistema socialista. Sus detractores, desde Wittfogel, se esfuerzan absurdamente por
respaldar "científicamente" su machacado estereotipo propagandístico del "totalitarismo",
asociándolo al carácter despótico atribuído por los clásicos del marxismo al estado de esa difusa
y antigua "sociedad oriental", como si se tratara de una inmanencia geográfica. O buscando
analogías entre el "poder de función" que justificaba a las clases dominantes en las sociedades
asiáticas y la burocracia partidaria de las naciones socialistas actuales* . Por lo mismo, buena
parte de los investigadores de los países socialistas rechazan razonablemente la validez
científica del concepto de "modo de producción asiático" y prefieren interpretar a las primeras
sociedades clasistas como formas de esclavismo. Sin embargo, a pesar de las importantes
contribuciones con que estos especialistas han aportado al conocimiento concreto de esas
sociedades -al menos a través de los trabajos disponibles en traducciones- no conocemos
formalizaciones teóricas que muestren con claridad las diferencias de sus estructuras sociales
con las del esclavismo clásico grecorromano 23.
Por otra parte, en América Latina vemos que también la actualidad del tema se vincula
al surgimiento del marxismo como una alternativa académica en las ciencias sociales y, en
particular, en la arquelogía y la historia colonial temprana. Tal alternativa no se ha librado de

*
Este ensayo fué redactado en 1983.
23
Véanse, por ejemplo, los comentarios sobre el particular en Guenther y Schrot, 1963.

38
los problemas de convertirse en moda que, en su campo específico, ha necesitado dar cuenta
de las características de las sociedades precolombinas desde el punto de vista del materialismo
histórico. El problema se presenta al tratar con las sociedades que, a pesar de haber sido
consideradas como barbarie por Engels 24, es claro que fueron clasistas y no parecen poseer una
estructura social identificable con el esclavismo o el feudalismo de las sociedades "clásicas" de
Europa occidental. Es entonces cuando se recurre al expediente fácil de recordar el mencionado
pasaje del "Prólogo " de Marx. Y a partir de tal respaldo de autoridad, precario con todo, se
intenta justificar o "demostrar" el carácter "asiático" del modo de producción de sociedades
como la Inka, Mexica, Maya y otras. Lo cual no resuelve, desde luego, los problemas de
nuestra ignorancia sobre la materia concreta ni de la carencia de explicaciones teóricas. Pero
pareciera permitir salir del paso con una provisionalidad que casi se ha hecho tradición. Como
si la tarea del marxismo fuese andar saliendo de aprietos. Aunque debe decirse que si la
provisionalidad de las interpretaciones se ha hecho estable, es porque tampoco hay
proposiciones alternativas mejores o más consistentes.
No es este un momento de auge de las polémicas sobre éste tópico, pero el problema
como tarea de investigación es permanente. Por ello queremos reseñar algunas observaciones
sobre el concepto de modo de producción asiático y las discusiones y proposiciones diferentes
que en torno a él se han generado, debido precisamente a la generalizada suposición de que
explicaría las características de las sociedades sobre las cuales tratamos en este artículo.
Resumiremos nuestra opinión en los siguientes puntos:

1. La conceptualización del "modo de producción asiático" es ambigua e inadecuada.


Las principales características atribuídas a las sociedades cuyo modo de producción se supone
como "asiático" y que serían por ello distintivas del mismo, son inadecuadas por su
irrelevancia para la explicación del modo de producción. Es decir, no responden a una
conceptualización marxista de lo que es un modo de producción en sus aspectos fundamentales.
Con lo cual, el concepto de modo de producción asiático queda sin definir ni explicar. Además
de que su caracterización sólo considera aspectos secundarios en la definición de un modo de
producción, algunos de los rasgos más comunmente destacados son de una ambigüedad tal que
no permiten mostrar sus diferencias respecto a otros modos de producción. Veamos esos
aspectos que se consideran como distintivos de esas formaciones sociales.
1. Tecnología hidráulica. Se supone que el surgimiento de la sociedad clasista se habría
originado en sociedades que requirieron de la organización y uso de la fuerza de trabajo a gran
escala, como condición para el desarrollo de las labores agrícolas. Ello habría ocurrido
principalmente en las regiones áridas donde las obras públicas de regadío habrían requerido esa
concentración de fuerza de trabajo colectiva. Otros autores consideran, de manera más general,

24
F. Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Esta interpretación obedece a la información tomada del
libro de Morgan La sociedad antigua quien, a su vez obtuvo la información acerca de la sociedad mexicana prehispánica de
Bandelier, quien la consideraba en el estadio medio de la barbarie.

39
la exigencia de organización de la producción que supone una cooperación ampliada más allá
de los límites de la comunidad, como el condicionante de la aglutinación de fuerza de trabajo
bajo una dirección central.
Seguramente en algunos casos el surgimiento y desarrollo de la sociedad clasista debió
haberse apoyado en una economía con tal base tecnológica y organización técnica del trabajo.
Sin embargo, no son la tecnología ni la división técnica o social del trabajo los criterios que
definen un modo de producción.
El tipo de tecnología de una sociedad nos puede explicar de qué manera se desarrollan
las fuerzas productivas a las cuales se corresponde un determinado sistema de relaciones
sociales de producción. Pero la calidad fundamental de un determinado sistema de relaciones
sociales de producción -dada por las formas y contenidos de la propiedad- se establece
independientemente de cuál sea la tecnología principal que la sociedad aplica a la producción.
2. Tributo. Característica que la mayoría de los autores subraya es la de que la clase
dominante en estas sociedades se apropia del excedente que enajena a los productores bajo la
forma de tributo, sea en especies o en trabajo. Sin embargo, el tributo en especies y en trabajo
existe en todas las sociedades precapitalistas como forma de apropiación de excedentes por
parte de las clases explotadoras. Por lo tanto, este rasgo no permite en absoluto una
caracterización distintiva de este "modo de producción asiático", si es que realmente fuera
distinto del esclavismo o de la feudalidad.
En este aspecto concordamos con Hindess y Hirst en cuanto a que:
el binomio impuesto/renta en tanto que modo de apropiación del producto excedente (...) no
involucra ningún modo de apropiación especial distinto de la forma general de toda imposición
25
estatal...

Solo hasta acá nuestra coincidencia. Debemos decir que no concordamos con estos autores ni en
los planteamientos "epistemológicos" en que se funda su teorización, ni en la conceptualización
que hacen de la categoría de modo de producción ni, por ende, en diversos conceptos
implicados en la misma. Para ellos el problema de la distribución (apropiación del excedente) es
crucial, desde que su concepto de modo de producción entendido como "una determinada
combinación articulada de relaciones de producción y fuerzas productivas" se traduce de hecho
-en sus construcciones conceptuales- en una combinación de "modos de apropiación del trabajo
excedente" articulados (¡por deducción!) con formas de organización técnica del trabajo.
Del hecho cierto de que la distribución del excedente como tributo en especies o en
trabajo no involucre un "modo de apropiación especial", no se desprende que no se pueda
"construir un concepto" de modo de producción distinto del antiguo, esclavista o feudal. En
primer lugar, si tal modo de producción existió realmente, debe poderse conceptualizar. Pero,
claro está, si se parte del supuesto erróneo de que un aspecto secundario como las formas de la

25
Hindess y Hirst, 1979:202.

40
distribución -y no el contenido de la propiedad- son el criterio fundamental para definir y
explicar el modo de producción, tal concepto no se podrá "construir" 26. El problema está
precisamente en este punto:
Buscar el rasgo distintivo de las diferentes clases de la sociedad en la fuente del ingreso equivale a
colocar en el primer plano las relaciones de distribución, que en realidad no es sino el resultado de
las relaciones de producción. Es un error que hace ya mucho tiempo señalaba Marx, llamando a
quienes no lo veían socialistas vulgares. La característica principal a que responden las diferencias
entre las clases es el lugar que ocupan en la producción social y, por ende, la relación que guardan
27
con los medios de producción .

En suma, el criterio de las formas de distribución no resulta discriminativo como para


diferenciar los modos de producción precapitalistas, pero tampoco es un factor fundamental en
la definición de un modo de producción.
3. Estado despótico. Se ha insistido en que las bases de la tecnología hidráulica en que
se fundaría la economía de estas sociedades, más concretamente, la organización técnica y
división social del trabajo que se requiere para la inversión colectiva y planificación del uso de
la fuerza de trabajo en la construcción de obras públicas, condiciona una centralización del
poder que, en su necesidad de reproducción, se institucionaliza bajo formas despóticas. Esta
característica se ha considerado tan relevante que, en los intentos por eludir la referencia
geográfica del término "modo de producción asiático" se ha pretendido que el de "modo de
producción despótico-tributario" sería más preciso.
No obstante, jamás un modo de producción se ha definido por las características de la
superestructura jurídica-política. Lo específico del modo de producción se define sobre la
basede las características fundamentales de las relaciones sociales que se establecen en torno a
la producción económica. De ahí que pretender que lo distintivo de un modo de producción sea
la forma de ejercicio del poder superestructural del estado es eludir la explicación de la
especificidad del modo de producción.
Y habría que recordar, además, como lo ha hecho notar Palerm (1969), que el mismo
Marx -en las "Formen..." 28- indica la posibilidad de que el modo de producción asiático, como
negación de la comunidad oriental, adquiera formas de estado más o menos despóticas o
democráticas. Lo cual dependería de si la producción en el seno de las comunidades mantiene
las formas de cooperación ampliada o si la explotación agraria se organiza a través de la
producción individual.

26
Suponer que lo que no puedo concebir no pudo existir es de un idealismo radical y transparente, aparte de poco modesto.
27
V. I. Lenin: El socialismo vulgar y el populismo, resucitados por los socialistas-revolucionarios. Obras Completas, vol. VI.
28
C. Marx: Formas que preceden a la producción capitalista. Trabajo no publicado por Marx, contenido dem las Líneas
fundamentales de la crítica de la economía política ("Grundrisse..."). Este texto es ya conocido en la literatura sobre éstos
temas como "Formen", (que alude aprimera palabra de su largo título en alemán), por lo cual, en adelante, nos referiremos a él
de esa manera abreviada. En la cita que hemos referido, los subrayados son nuestros.

41
4. No disolución de las comunidades. Otro rasgo propio de las sociedades asiáticas
sería la de que no se disuelven las comunidades originadas durante la barbarie, con el
desarrollo del comunismo primitivo. Es decir, las comunidades tribales se mantienen, al
incorporarse a la sociedad clasista, como unidades de producción. Sin embargo, este hecho que
describe la forma de organización productiva de los campesinos sometidos a explotación, no es
explicada. La oposición entre ciudad-estado y comunidades nos describe -cuando existe
propiamente el centro urbano- la organización espacial de la relación entre clase dominante y
clase explotada, pero no nos explica cuáles son las relaciones fundamentales de producción que
cualifican la contradicción entre estas clases ni por qué, a partir de ello, las organizaciones
comunales se mantienen.

2. No hay una formulación teórica coherente de las relaciones de propiedad


fundamentales del "modo de producción asiático".
Un modo de producción se cualifica esencialmente a través de las relaciones fundamentales de
propiedad sobre los elementos del proceso productivo que median el establecimiento de las
relaciones sociales que permiten la producción y condicionan las formas de distribución,
cambio y consumo. Si el modo de producción asiático es un modo de producción
históricamente particular -distinto del comunismo primitivo, del esclavismo o del feudalismo-
o si no lo es, es éste el punto en torno al cual se debería dilucidar el problema.
Y justamente la carencia de solución más o menos clara a esta cuestión es lo que
posibilita la más amplia gama de interpretaciones acerca de este hipotético modo de producción.
Podríamos resumir diciendo que la raz\on principal de las ambigüedades y dificultades
surgidas en los intentos de aclarar el concepto de "modo de producción asiático" gira en torno a
este problema central, debido a que el análisis de las relaciones de propiedad :
1) Está ausente de la exposición, o está tratado indirectamente en términos de qué
tanto "se parece" o se diferencia su estructura social respecto a la comunidad primitiva, al
esclavismo o al feudalismo, sin una explicación de las relaciones de propiedad sustantivas y
características del "modo de producción asiático".
2) Está imprecisamente formulado o los planteamientos presentan implicaciones
formalmente contradictorias. Esto sucede con frecuencia cuando se confunden o manejan
ambigua o equivocadamente los conceptos de "propiedad", "posesión", "tenencia", "sujeción",
"usufructo" y otros.
3) Está formulado en términos tales que no permite establecer una diferenciación
cualitativa fundamental respecto a otros modos de producción. O, por último,
4) Se refiere a relaciones secundarias que no cualifican la contradicción fundamental
del modo de producción. Por lo tanto, no tratándose de relaciones fundamentales y generales

42
para este modo de producción, sus implicaciones no tienen carácter necesario en la explicación
de la estructura y el desarrollo histórico de estas sociedades.
Todas estas alternativas y sus combinaciones, las podemos encontrar en la literatura de
los autores que aceptan que el modo de producción asiático caracterizaría en particular a las
primeras sociedades clasistas o, al menos, a una de las vías del surgimiento de éstas a partir de
la disolución de las comunidades primitivas. Pero también hay autores que opinan que
definitivamente tal concepto se refiere a modalidades no esencialmente diferentes de otros
modos de producción.
Comentaremos sólo algunas de las proposiciones que buscan caracterizar la
particularidad distintiva del modo de producción asiático basándose en el análisis de las
relaciones de propiedad de sus clases fundamentales, sobre los elementos del proceso
productivo. Aclaramos que, aunque ampliaremos un poco más estos comentarios que los del
punto precedente, no es porque los investigadores hayan mostrado más interés en este aspecto
ni haya recibido un tratamiento más vasto, sino porque nos parece que es el problema más
importante.
1. Entre los autores que han intentado formalizar las particularidades distintivas del
modo de producción asiático explicitando las relaciones de propiedad, se cuentan aquellos que
opinan que la clase dominante, personificada en el estado, es la propietaria del medio
fundamental de producción: la tierra. Las comunidades agroartesanales de productores que
constituyen la clase explotada serían, por lo tanto, sólo poseedores de la misma. En
consecuencia, el tributo como forma de transferencia de los excedentes sería una forma de
renta de la tierra, cuya especificidad se pretende precisar a través del calificativo de
"primitiva".
Este planteamiento, sostenido por diversos investigadores 29, está tomado de un pasaje
de El Capital de Marx en el cual, a propósito de la "Génesis de la renta capitalista del suelo"
se refiere a
"cuando no sean terratenientes privados, sino el propio estado como ocurre en Asia, quien les
explota directamente como terrateniente, además de enfrentarse a ellos como soberano, coincidirán
la renta y el impuesto...",

caso en el cual
El Estado aquí es el supremo terrateniente y la soberanía la propiedad de la tierra concentrada en su
fase nacional. A cambio de ello, no existe propiedad privada sobre el suelo, aunque sí posesión y
30
disfrute tanto privados como colectivos de él.

29
En América Latina, se ha buscado caracterizar así a sociedades como la inka. Uno de los autores que expone de manera clara
este argumento es Dieterich (1978).
30
C. Marx: El Capital, vol. III, pág. 733. (Ed. FCE).

43
La referencia a "Asia", no nos obliga a pensar necesariamente en "modo de producción
asiático", aunque no podemos descartar que Marx lo hubiera tenido en mente. Sea cual fuere el
caso, una cosa es clara. Y es que tal caracterización no nos establece una diferencia substancial
respecto al modo de producción feudal. El modo de producción que se distingue porque la clase
dominante es propietaria objetiva de la tierra, sujetando generalmente a ella a la fuerza de
trabajo del productor, que sólo la posee en tanto transfiere excedentes en forma de renta, es el
feudalismo.
En tal referencia a lo que "ocurre en Asia" se expresa, no obstante, una diferencia en la
forma de la propiedad de la clase dominante y es que en este caso no se presentaría como
propiedad privada, razón por la cual no se puede disociar la renta del impuesto. Si a esta
particularidad se hubiera referido Marx cuando pensaba en el "modo de producción asiático",
tendríamos que aceptar que se trata de una modalidad del feudalismo que podríamos llamar
"feudalismo asiático" u "oriental", si no "feudalismo primitivo".
2. Con todo, el mismo Marx al referirse al despotismo oriental ha concebido otro tipo de
relaciones de propiedad, incompatibles con la formulación que acabamos de comentar. En las
"Formen..." indica explícitamente que
En medio del despotismo oriental y de la carencia de propiedad que jurídicamente parece existir en
él, existe, por tanto, de hecho, como fundamento, esta propiedad tribal o comunal...

a lo cual
no le contradice en modo alguno el que, como en la mayoría de las formas asiáticas fundamentales,
la unidad aglutinante que se halla por encima de todas estas pequeñas comunidades aparezca como
31
el propietario superior o el único propietario.

En Marx, la diferencia entre "existir, de hecho, como fundamento" y "aparecer" como


propietario, tiene un sentido preciso y no cabe suponer que confunda la propiedad objetiva, que
existe de hecho y la apariencia jurídica o propiedad subjetiva, cuya diferencia él mismo se ha
ocupado de establecer. Esta misma relación entre la comunidad como propietaria de los medios
de producción y el estado como propietario jurídico, ha sido expuesta por Engels en textos
como el Anti-Dühring .
Hay autores que, a partir de estas referencias, han intentado conceptualizar el modo de
producción asiático de una manera que resulta del todo absurda. Así, por ejemplo, Krader nos
dice que
En el modo de producción asiático, la organización del trabajo social fue comunal en su forma social
y en su substancia. La comunidad de los productores determinaba la forma concreta de propiedad
sobre los medios de producción, siendo el medio de producción fundamental, por sobre todo, la tierra
cultivable. El propietario concreto de la tierra era la comunidad de los labradores del suelo, el

31
Idem.

44
propietario abstracto era la agencia concreta del estado, mientras que el terrateniente, como
expresión abstracta de la propiedad de la tierra, era el estado.

Antes de ello, Krader nos ha dicho que


En su historia temprana, al comienzo del desarrollo del modo de producción asiático, el interés de la
esfera pública no estaba dividido del de la esfera privada; la renta es el interés privado y parte del
producto excedente y del trabajo excedente, el impuesto es el interés público y también es parte del
32
producto excedente y del trabajo excedente; en ese tiempo la renta no estaba dividida del impuesto.

Citamos a Krader por ser uno de los pocos autores que es preciso en esta formulación.
El absurdo de la misma consiste en suponer que los propietarios objetivos de la tierra
tengan que pagar renta a otra clase social para poder disponer de su propia propiedad. Si los
productores (las comunidades) son los propietarios "concretos" u objetivos de la tierra, tendrían
que abonarse la renta a sí mismos, careciendo completamente de sentido la explicación de la
transferencia del excedente -como renta bajo la forma de impuesto- a otra clase social, por el
solo hecho de que en "abstracto" aquella se considere propietaria de la tierra. A menos que
pusiéramos otra vez "patas arriba" el fundamento materialista de la teoría de la historia y
aceptáramos que la forma subjetiva, jurídica o "abstracta" de la propiedad, siendo además
opuesta a la propiedad objetiva o "concreta", determina las relaciones objetivas de producción y
la enajenación material y concreta del excedente. La renta de la tierra es siempre la forma bajo
la cual los propietarios objetivos de la tierra se apropian del excedente 33.
¿En razón de qué, entonces, si los productores directos son propietarios concretos de la
tierra, habrían de pagar renta? Se podría argüir que a través del ejercicio del poder estatal la
clase dominante ejerce la coerción sobre los productores para obtener el excedente. Pero si eso
sucede y la clase dominante enajena el excedente como renta de la tierra a través de la "agencia
concreta del estado", eso significa que se convierte en propietaria objetiva de la tierra,
perdiendo sentido el hablar de propiedad comunal "concreta" sobre la tierra. En tal caso,
volvemos a encontrarnos con una modalidad del feudalismo.
Acá está el meollo del asunto: si efectivamente la comunidad de productores explotados
es propietaria real de los medios de producción, el tributo no es renta de la tierra, ni es este
medio de producción aquel sobre el cual la clase dominante detenta la propiedad objetiva que le
permite la extorsión.
3. Hay todavía otra modalidad del planteamiento comentado, que tampoco resuelve este
interrogante: la clase explotada -la comunidad campesina- es propietaria de las tierras
comunales y subsiste gracias a lo que en ella produce; pero la clase dominante es propietaria

32
L. Krader, 1980: El estado en la teoría y en la historia. Mimeo del CIS-IHAN. México.
33
"Cualquiera sea su forma específica, odos los tipos de renta coinciden en que la apropiación de la renta es la forma
económica en que se realiza la propiedad territorial y en que, a su vez, la renta del suelo presupone la propiedad territorial, la
propiedad de determinados individuos sobre determinadas porciones del planeta, lo mismo si el propietario es la persona que
representa a la comunidad, como ocurría en Asia, en Egipto, etc.,...". C. Marx, El Capital , vol. III, pág. 591.

45
también de otras tierras, de cuya labranza resulta el producto excedente del que se apropia como
tributo. Tal tributo tendría la forma de trabajo excedente a través del cual se explotan las tierras
estatales, o de especies producidas en ellas. Entonces sí se trataría de una renta -"primitiva",
claro está- de la tierra.
Lo que carece de sentido y nos vuelve a situar en el mismo punto de la cuestión
anteriormente planteada es la siguiente: si los productores subsisten gracias al producto de su
trabajo en las tierras comunales de su propiedad, ¿por qué habrían de ir a trabajar tierras del
estado o de la clase dominante, cuando todo lo que allí se produjera tendría que ser pagado
como renta? Evidentemente, no parece un negocio conveniente, bajo ningún patrón de
racionalidad económica. De manera que el hecho real de que tal trabajo excedente se realiza y
de que el tributo se paga, debe encontrar otra explicación.

3. Las formulaciones alternativas al "modo de producción asiático" son igualmente


imprecisas.
Como es sabido, las discusiones acerca de la interpretación de las primeras sociedades clasistas,
así como de las sociedades orientales, se abren en la Unión Soviética a fines de los años veinte
y ése es el contexto en el cual se genera la polémica en torno al modo de producción asiático.
Sin embargo, muy pronto la adopción de una posición ideológico-política oficial, se traduce en
el rechazo del concepto.
Como se verá, coincidimos con que se trata de una formulación teórica "objetivamente
inexacta y políticamente nociva", por lo mismo 34; y coincidimos aún en que la China de
entonces se enfrentaba a la transformación de relaciones feudales remanentes, en el sentido del
comentado "feudalismo asiático". Pero creemos que, de hecho, la sanción oficial de tal postura,
incorporada a la famosa secuencia de los cinco modos de producción de Stalin, en 1938 35, tuvo
el efecto científica y políticamente nocivo de limitar las discusiones al respecto, restringiendo
las posibilidades de llegar a una conceptualización teórica menos ambigua que las que
conocemos a través de las publicaciones que llegan a ser traducidas.
De este modo, las interpretaciones de la mayoría de los investigadores de los países
socialistas se enmarcan en la conceptualización de las primeras sociedades clasistas como
regidas por relaciones esclavistas. Desde luego que, después de la "desestalinización" de las
ciencias históricas, se ha reabierto la polémica y encontramos una variada gama de posiciones,
incluyendo, sin duda, defensores del "modo de producción asiático".
Es así como entre los orientalistas de los países socialistas y también, claro está, entre
algunos investigadores "occidentales", encontramos diversas proposiciones alternativas al
concepto de "modo de producción asiático", cuya heterogeneidad queremos ejemplificar a
través de resumir algunas de ellas:
34
Tal es la conclusión con que se clausuran las discusiones realizadas en febrero de 1931 en Leningrado. Ver Jan Pecirka : Las
viscisitudes históricas de la teoría del modo de producción asiático en la URSS . En: Chesneaux, 1969.
35
José Stalin : Materialismo dialéctico y materialismo histórico.

46
1. Por una parte, tenemos a los autores que no consideran la existencia de relaciones de
producción y propiedad diferentes a las de la esclavitud clásica grecorromana para las primeras
formaciones clasistas de Oriente y Africa. Entre éstos, podemos leer en Shteerman y
Sharevskaia que
El régimen esclavista es el sistema por el cual los medios de producción de todo lo necesario para la
vida (el suelo, el agua, el ganado) y los instrumentos de trabajo, pertenecen exclusivamente a un
determinado número de personas y no a toda la sociedad.

Los dueños de los medios de producción, de hecho, lo son también de los trabajadores que, por
36
ello, son verdaderos esclavos modernos.

Y consideran explícitamente que este régimen social tuvo vigencia em Mesopotamia, Egipto, el
Indo, China y, en general, en todo el Antiguo Oriente. Sin embargo, en algún párrafo acerca de
la agricultura se lee: "En las haciendas del Antiguo oriente el trabajo de los esclavos
desempeñaba un papel notable, aunque no el más importante. La masa fundamental de los
trabajadores se componía de miembros de las comunas, inhumanamente explotados".
2. Otros autores, sin llegar a cuestionar el carácter esclavista de Oriente Antiguo, dirimen
sus opiniones en términos de las "peculiaridades", "matices" o "modalidades" del esclavismo.
Puede notarse claramente, sin embargo, que aunque la mayoría coincide en que los miembros
de las comunidades constituyen la "masa fundamental de los trabajadores" no se les identifica
como esclavos (salvo cuando se habla de "semiesclavitud" o "esclavitud patriarcal"), término
que, cuando no se adjetiva, se entiende que se refiere a esclavos de tipo clásico o grecorromano.
De modo que los esclavos no son la clase fundamental en un modo de producción que se
califica de esclavista.
Llama la atención el grado de imprecisión de las conclusiones generales que obtienen de
los estudios investigadores que, como Struve, poseen indiscutiblemente un profundo
conocimiento documental de la historia antigua. Este autor, hacia 1950, viene a sintetizar sus
conceptos al respecto37. Considera que para Oriente Antiguo puede hablarse de sociedades
esclavistas primitivas, caracterizadas por una doble forma de explotación: "semipatriarcal" y
"semiesclavista". Señala que "el único productor directo que coexistía con el esclavo era el
miembro de la comunidad aldeana, el cual, cuando trabajaba todo el año para otros, era similar
a un esclavo".
Se hace, pues, la distinción entre esclavo y miembro de la comunidad. La pregunta que
surge es, ¿qué es lo que diferencia en términos de relaciones de propiedad -si es que hay tal
diferencia- a la posición en el sistema de relaciones sociales de producción que guardan los
miembros de las comunidades respecto a la de los esclavos?. Struve insistirá en su tesis de que
en el esclavismo oriental predominó la esclavitud por deudas, pero quedará sin caracterizar esa
"esclavituud doméstica patriarcal" que, aparentemente, afectaría a los miembros de las

36
Schteerman y Sharevskaia, 1965.
37
Referencias tomadas de J. Pecirka, obra citada.

47
comunas. Muchos discutieron a Struve -entre ellos Kovaliov- la importancia exagerada que
otorga a la esclavitud propiamente tal, para las primeras sociedades clasistas de Oriente. Struve,
además, destaca para éstas, la "extraordinaria permanencia de las formas de propiedad
colectiva del suelo".
Kajdan y otros38, por su parte, señalarán como diferencias básicas entre la sociedad
esclavista oriental y la antigüedad clásica grecorromana:
1) Débil desarrollo del sistema esclavista; conservación prolongada de la esclavitud patriarcal y de
las formas semipatriarcales de explotación; 2) Débil desarrollo de la propiedad de la tierra y
estabilidad de la comunidad de vecindad.

Por lo visto, también se distingue el esclavismo de la esclavitud patriarcal y semipatriarcal. A


pesar de los esfuerzos de los autores por no alejarse del término "intocable" de esclavismo
tampoco consideran que el esclavo de tipo clásico haya sido una clase fundamental. Pero la
caracterización de la esclavitud patriarcal se acerca más a una descripción etnográfica que a un
concepto teórico:
La más antigua forma de esclavitud es la llamada patriarcal (o doméstica); en aquellos tiempos el
esclavo no ocupaba un lugar determinado en la producción (sic ); trabajaba al lado del hombre libre,
como auxiliar de éste. Podía, por lo tanto, tener una choza, una piara de cerdos o una parcela de
terreno; por su condición no difería mucho del hombre libre: iva vestido como éste y los hijos de
ambos jugaban juntos. No eran raros los matrimonios libres entre hombres libres y esclavos; no
solamente la mujer esclava podía casarse con un hombre libre y traer al mundo hijos libres, sino que
el esclavo podía tomar una mujer libre y vivir con ella en su casa. Sin embargo, el esclavo era
propiedad de su amo, quien tenía derecho de vida y muerte sobre él.

Más adelante nos indican que Nikolski y Tiuménev subsanan la falta de atención prestada por
el académico Struve -a quien corresponde "el inmenso mérito de haber acabado con la teoría del
'modo de producción asiático' y haber demostrado el carácter esclavista de las relaciones
sociales de Mesopotamia y Egipto, así como entre los hititas" -a la importancia de los
agricultores libres. Los citados académicos "demostraron que, en Súmer y en el Egipto arcaico,
la esclavitud era de naturaleza patriarcal y no excluía el trabajo activo de los terratenientes,
miembros de las comunidades".
En efecto, es posiblemente Tiuménev uno de los autores que, en oposición a Struve, más
se acerca a precisar las diferencias entre el esclavismo grecorromano y la "esclavitud
generalizada" que caracterizaría al Antiguo Oriente, opinión sustentada igualmente por Parain
para la historia clasista temprana del Mediterráneo. Entre estas diferencias, Tiuménev señala
que en Oriente la explotación no se ejerce significativamente sobre prisioneros o esclavos
extranjeros comprados, sino fundamentalmente sobre la población autóctona. No habría tenido
allá mayor relevancia la esclavitud por deudas. La "esclavitud general" o "generalizada", como

38
Kajdan, A., N. Nikolski y otros, 1966.

48
la habría denominado Marx, sería una esclavitud de facto y no de jure, a la que se sometió a
los miembros de las comunidades aldeanas. Considera también que, en Mesopotamia y Egipto,
"la necesidad del trabajo colectivo condujo a la aristocracia local a disponer del trabajo y de los
productos del trabajo de la población, en la medida en que el desarrollo de las diferencias en la
propiedad hacía de la aristocracia local la clase dominante de una forma general"39.
Parain caracteriza a la "esclavitud generalizada", como fuerza de trabajo de costo
mínimo, ya que solo debe ser mantenida mientras se utiliza; no es necesario comprar al
trabajador; se trata de "mano de obra" no especializada y abundante, porque la gran masa de la
población es la que se ve obligada a trabajar. Podría estar en lo cierto al observar que esta
situación sería la que "Marx denominó, con una precisión sin duda insuficiente, pero que no es
fácil hallar expresión mejor, 'esclavitud generalizada'"40.
Merecen ser mencionadas algunas observaciones de Nikiforov que nos parecen
pertinentes, a pesar de que su exposición no conforma un sistema conceptual coherente 41.
Rechaza el término de modo de producción asiática y sugiere el de "primera sociedad de
clases", advirtiendo que se trataría
de una sociedad de clases que manifiestamente [...] presenta siempre en su estado embrionario un
carácter esclavista

Lo cual adquiere sentido al considerar que


no existe ninguna forma de explotación particular en el período de tránsito de la sociedad sin clases a
la sociedad de clases que sea inherente únicamente a este período, que pueda ser distinto de la
sujeción del indivuduo por la violencia (característica de la formación esclavista), distinta de la
explotación sobre la base del monopolio de la propiedad de la tierra (característica de la formación
feudal)...

Lo que nos interesa destacar es por qué razón se pronuncia en favor de un "carácter esclavista"
de tales sociedades y es porque,
En el período de disgregación de la formación comunal primitiva, por lo general abunda la tierra
libre y ésta no tiene gran valor, contrariamente a lo que ocurre con el régimen feudal, en que la tierra
es la principal riqueza. Lo que aparece en primer plano son los métodos de coerción directa, de
captura y de dominio sobre el individuo, gracias a los cuales unos hombres pueden obligar a otros,
por la fuerza, a trabajar para ellos, a entregarles el fruto de su trabajo

3. Hay también investigadores que comparten la opinión de que las primeras sociedades
clasistas estuvieron regidas por un modo de producción de transición entre la comunidad
primitiva y el esclavismo, lo cual explican de diferentes maneras, pero ninguna suficientemente
clara.
39
Desafortunadamente no hemos podido consultar directamente a Tiuménev y hemos tomado éstas referencias del ya citado
trabajo de J. Pecirka.
40
Charles Parain: La propiedad mediterránea y el modo de producción asático. En: Bartra, 1969:204-225.
41
V. Nikiforov: La discusión entre los orientalistas soviéticos. En: Chesneaux, 1969.

49
Así, Guenther y Schrot, reconociendo la imposibilidad de explicar las sociedades
clasistas anteriores al esclavismo grecorromano a través de las relaciones fundamentales que
rigieron a éste, proponen que se trataría de una primera etapa del esclavismo que refieren a
Egipto, Mesopotamia Antigua, India, China y la Antigua Grecia y que caracterizan diciendo:
"La etapa patriarcal de la primera sociedad de clases, en que todavía no se puede hablar de
comunidad primitiva que termina y tampoco de sociedad esclavista antigua plenamente
desarrollada", agregando que "la esclavitud y la explotación de esclavos no era aún el hecho
dominante en esos territorios". Es decir, no hay nada que caracterice sustantivamente a esas
sociedades. Para terminar de confundir lo que sería ese primer estadio de la sociedad esclavista,
de los tres que proponen y que "no presentaban diferencias fundamentales y cualitativas entre
sí, sino sólo diferencias cuantitativas y de grado", nos dicen que
Hay que subrayar que en el interior de la primera sociedad de clases hubo un período durante el cual
42
la explotación de hombres libres fue el fundamento de la producción de la sociedad.

La verdad es que un esclavismo que se fundamenta en la explotación de hombres libres es algo


poco coherente.
Dierchxens, en un trabajo reciente, considera también al "modo de producción asiático"
como el modo de producción que rige la transición de una economía preclasista a una sociedad
de clases. Lo entiende como una sociedad constituída por comunidades de base (trabajadores
manuales) y una comunidad superior o directiva (trabajo intelectual). La relación de ésta a
través del tributo constituiría el cambio cualitativo que distingue a este modo de producción de
la comunidad primitiva, ya que identifica las relaciones sociales de producción (y, por ende, el
modo de producción) con las relaciones que generan la división social del trabajo y las formas
de distribución. Explica el desarrollo del modo de producción asiático en dos etapas: una en que
la comunidad superior invierte la mayor parte del tributo en crear obras colectivas de
infraestructura económica que también beneficiarían a las comunidades de base, por lo cual la
exacción del tributo no constituye una relación de explotación: en la segunda etapa, concluídas
ya las obras públicas, la comunidad superior tiende a hacerse superflua y a justificar su
presencia bajo pretextos religiosos, exigiendo tributos para reaizar obras de culto, lo cual no
beneficia a las comunidades de base, convirtiendo la misma relación de distribución (el
tributo), en una relación que será de explotación clasista. Si bien la explicación que hace de
este proceso es interesante, lo curioso es que resulta que el mismo modo de producción puede
no tener el carácter de una relación de explotación clasista en un momento y en otro momento
sí, lo cual tampoco parece muy coherente. Creemos que el error obedece a la identificación
incorrecta de las relaciones sociales de producción con la división del trabajo y la distribución
43
.

42
Guenther, R. y G. Schrot, 1963.
43
Wim Dierchxsens, 1984.

50
Otra concepción un tanto sui géneris es la interpretación con que Zubritski sintetiza el
análisis particular de las clases en el imperio inkaico o Tawantinsuyu:
La esencia de la sociedad, surgida en los Andes Centrales en la primera mitad de nuestro milenio, se
caracteriza por el hecho de la existencia de dos formas y dos tipos de relaciones sociales: de la
sociedad primitivo-gentilicia y de la esclavista. Esta coexistencia es tan orgánica que no hay motivo
para hablar del desarrollo revolucionario de la sociedad en aquel período transitorio. Es un desarrollo
puramente evolutivo. Probablemente sin una explosión revolucionaria y sin un nuevo período
transitorio revolucionario la sociedad incaica no hubiera podido llegar al trinufo completo del
44
régimen esclavista.

Se trataría, pués, de una sociedad clasista que no llega a convertirse en esclavismo después de
tres milenios de existencia y lucha de clases sociales en los Andes Centrales, por lo que debe
ser calificada de sociedad en "transición". ¿Cuántas explosiones y períodos transitorios
revolucionarios se necesitarían entonces para que el comunismo primitivo se transforme en
esclavismo?
En fin, creemos innecesario extendernos en más ejemplos de los más variados
planteamientos sobre este problema, entre los cuales se encontrarán los que opinan que las
primeras sociedades clasistas eran feudales, que contenían tendencias esclavistas y feudales y
otras.

4. Tampoco los "clásicos" del marxismo -Marx, Engels y Lenin ofrecen una
caracterización única y coherente del modo de producción asiático.
Creemos que esta conclusión se desprende claramente de lo que ya se ha dicho. Al respecto,
compartimos las opiniones de Dubrovski y Krimov, referidas por Nikiforov al criticarlas como
inexactas, y que sustentan que " Marx no habló del 'modo de producción asiático', sino de
'modos de producción asiáticos'. Marx habría pensado no en una formación económica y social
particular, sino en ciertas particularidades de la producción en Asia. Y los partidarios de esta
interpretación mantienen que en las obras de Marx la expresión 'modo de producción asiático'
adquiere sentidos diferentes"45.
Sobre este punto observaremos brevemente que:
1. La mayor parte de las citas de Marx o Engels que se usan para caracterizar el modo de
producción asiático son referencias del todo imprecisas a "lo que ocurre en Asia", "como
sucede en la India", "las sociedades de Oriente", "el despotismo oriental", etc.. Pero no
podemos suponer como necesariamente cierto que tales referencias deban tomarse como
caracterizaciones de un determinado y único modo de producción. Es difícil aceptar que Marx o
Engels -y en su caso con menos fundamento que en cualquier otro- pensaran que durante toda

44
Yu. Zubritski, 1979.
45
Nikiforov, op. cit, pág.109.

51
su historia y en cualquier lugar de Asia sólo hubiera existido un solo modo de producción: el
"asiático".
2. Aún cuando fuera cierto que, en distintas referencias de las que aluden a Asia,
Oriente, la India o Egipto, Marx o Engels hubieran estado pensando en ese "modo de
producción asiático", es un hecho el que, en los distintos textos que tocan esos puntos, el
contenido conceptual adquiere sentidos diferentes y, en ocasiones, evidentemente
contradictorios.
Resumamos algunos de los sentidos que adquieren tales referencias:
2.1. A partir de las primeras referencias de junio de 1853 46, podríamos inferir una
modalidad del esclavismo, caracterizada por la ausencia de propiedad privada del suelo, donde
el rey es el único propietario de toda la tierras del reino

y que explota a las


pequeñas comunidades (que) estaban contaminadas por distinciones de casta, y por la esclavitud, que
subyugaba al hombre a las circunstancias externas...

2.2. De las "Formen...""se aprecia que la antigua comunidad primitiva de tipo oriental
daría origen al modo de producción asiático, con modalidades más o menos despóticas o
democráticas, según el grado en que el proceso productivo exige del trabajo colectivo o
individual.
2.3. En 1859, en el "Prólogo...", la referencia es explícita e inequívoca en cuanto a
considerar al modo de producción asiático como característico de una época que antecede a los
modos de producción antiguo o esclavista y feudal.
2.4. Buena parte de las referencias de El Capital (1867)47, si bien no todas ellas, se
refieren a las formas de la renta de la tierra en Asia, configurando el concepto que, en nuestra
opinión, caracterizaría a las modalidades "orientales" del feudalismo.
2.5. El concepto de "esclavitud generalizada", que más bien es compatible con las
observaciones de Engels (también las encontramos en Marx), sobre el carácter comunal de la
propiedad de los productores sobre los medios de producción (v.g. Anti-Dühring, 1877-78). Por
lo demás, hasta en "El origen de la familia..." alude a la "esclavitud doméstica oriental", como
una forma de esclavitud desarrollada comparable a la "antigua esclavitud del trabajo".
De lo que no cabe duda es que, sobre la base de las citas de los clásicos acerca de las
modalidades de la propiedad y producción, el intercambio o las formas políticas de Asia u
Oriente, es imposible generar un concepto único y coherente.

46
Carta de Marx a Engels (2-VI-1853) y el artículo sobre la dominación británica en la India en Tribune (25-VI-1853).
47
Según Czóbe (El Capital, vol.I:724), cuando aparece el primer tomo, Marx ya había redactado la mayor parte de los
manuscritos con que, a su muerte, Engels organizaría los tomos II y III.

52
3. Es necesario observar que, aún cuando en el "Prólogo..." de 1859 la referencia al
modo de producción asiático lo supone como la primera forma de sociedad clasista, ni Marx ni
Engels alcanzaron a tener acceso a la información de que disponemos a partir de este siglo
sobre aquellas sociedades.
De hecho, la información que los fundadores del marxismo manejaban sobre el Oriente y
la India, Turquía, Persia o China, era principalmentee información de lo que allá ocurriría en el
siglo XVIII y XIX.
4. Pensamos, en contra de las opiniones de Wittfogel -y de Palerm quien gustoso las
"enriquece"-, que el "extraño acontecimiento" del abandono del concepto de modo de
producción asiático, que insidiosamente explican como un "pecado (político) contra la ciencia",
para evitar las críticas anarquistas que ya preveían las semejanzas entre el despotismo oriental y
el socialismo futuro y para reforzar el carácter casi mesiánico que iba adoptando la ideología
marxista 48, en realidad no obedece a tales razones. Opinamos más bien que el "extraño suceso"
obedece precisamente a que la información de que disponían Marx y Engels, no les permitió
llegar a formular un planteamiento bien fundado sobre las primeras sociedades clasistas, ya que
se refería basicamente a la realidad -ciertamente particular- de las sociedades orientales
recientes que no mostraban diferencias esenciales respecto al feudalismo. Pero además, en la
década de los 90, cuando se publica el tercer tomo de El Capital en el que ha estado trabajando
Engels para poner en orden los manuscritos dejados por Marx y donde hace las mencionadas
referencias a las sociedades orientales, la opinión de Engels parece ser diferente, ya que es
cuando redacta El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, donde menciona a la
esclavitud doméstica oriental como una forma de esclavitud.
De ahí que Engels, quien no ha olvidado para entonces las preocupaciones sobre las
sociedades orientales, se dedica a redactar esa obra, manejando -sin duda con sus propios
criterios- los apuntes de Marx que rescatan el gran aporte de Morgan y que
consiste en haber descubierto y establecido los rasgos generales pre-históricos de nuestra historia
escrita y en haber encontrado en las uniones gentilicias de los indios norteamericanos la clave para
descifrar importantísimos enigmas, no resueltos aún, de la historia antigua de Grecia, Roma y
49
Alemania.

Y nótese que comienza diciendo que


Morgan fue el primero que con conocimiento de causa trató de introducir un orden preciso en la
prehistoria de la humanidad, y su clasificación permanecerá en vigor hasta que una riqueza de datos
mucho más considerable no obligue a modificarla (obra citada; subrayados nuestros).

Concretamente, el texto retoma el orden introducido por Morgan para la prehistoria y que es la
clave para entender los problemas de la historia antigua de Grecia, Roma y Alemania, es decir,

48
Angel Palerm, 1969.
49
F. Engels: Prefacio a la primera edición de El origen de la familia, la propiedad privada y el estado.

53
para entender la antigüedad clásica occidental y el surgimiento del feudalismo en Europa
occidental. En ninguna parte pretende Engels que el suyo sea un intento de "introducir un orden
preciso" en la historia universal.

5. Por último y, en consecuencia, preferimos abandonar el término de "modo de


producción asiático", debido a que su diversidad de significados y la ambigüedad de cada uno
de ellos no responden a una conceptualización teórica más o menos precisa. Tal vez de las
connotaciones más claras que puedan rescatarse de Marx para Asia, sea aquella que daría
cuenta de las modalidades "orientales" del feudalismo. Pero no nos resulta de ninguna utilidad
para intentar dar cuenta de la estructura y causalidad fundamental de las primeras sociedades
clasistas.

II. Delimitación del problema y conceptos básicos.


Antes de entrar a sintetizar nuestra proposición, deseamos explicar el campo para el cual se
formula y dejar asentado el contenido que otorgamos a los conceptos básicos que estamos
manejando, con el fin de evitar extrapolaciones e interpretaciones que no pretendemos hacer o
"lecturas" que traduzcan nuestro planteamiento a sistemas conceptuales diferentes al nuestro, en
cuyo contexto las hipótesis que exponemos tendrían un significado distinto.

1. Delimitación del tema.


La hipótesis que exponemos es una propuesta de interpretación de las característcas distintivas
de las clases fundamentales que cualificarían el modo de producción de las primeras sociedades
clasistas, ya conformadas como tales. Y suponemos que tal modo de producción se distinguiría
del esclavismo clásico y del feudalismo, sobre la base del contenido de las relaciones de
propiedad que caracteriza a dichas clases fundamentales, cuya relación rige en un determinado
período histórico. Y que no constituiría sólo una calidad de 'transición' entre la comunidad
primitiva y la sociedad clasista, aún cuando todo proceso histórico se distingue por calidades
transitorias, en términos generales.
Queremos indicar explícitamente lo que no es el objetivo central de esta proposición, aún
cuando derivaremos algunos apuntes sobre esos temas:
1. En primer lugar, no pretendemos explicar el proceso de conformación de la estructura
clasista en la transición de las comunidades primitivas hacia la sociedad clasista. No es, pues,
nuestro problema acá el de las causas y orígenes de la explotación clasista, proceso que
entendemos se desarrolla a través de diversas vías particulares alternativas.
2. En segundo lugar, no intentamos explicar el origen ni las características del estado ni,
en general, de las formas superestructurales que corresponden al modo de producción de las
primeras formaciones socioeconómicas secundarias. No pretendemos pues, ocuparnos de toda
la formación social sino, en la esfera de lo que entendemos por modo de producción, de lo que

54
serían las relaciones sociales de producción fundamentales. Sólo anotaremos algunas
implicaciones parciales de este planteamiento, en relación con otros aspectos del modo de
producción o de las superestructuras.
Es menester aclarar también que ésto no significa que consideremos a tales problemas
como irrelevantes. Las prioridades que establecemos en el enfoque de estas cuestiones
obedecen más bien a razones metodológicas. Es decir, si se trata de investigar los procesos que
dan origen a la sociedad de clases, la pregunta inevitable será: ¿cuáles clases? Y en vista de
que el desarrollo de las clase sociales que se conforman en el proceso originario de disolución
de la comunidad primitiva es ya una realidad histórica dada, estimamos que la investigación de
tal proceso se debería abordar más fácilmente a partir de este "todo más desarrollado". Es decir,
la estructura y contadicciones de las primeras sociedades clasistas ya conformadas representan,
respecto al proceso que les dió origen, una totalidad en que se pueden apreciar con mayor
claridad las regularidades cuyo nivel de acción causal y estructural fué el más determinante en
tal proceso genético. Por ello, nos parece lo más razonable partir, cuando menos, de una
hipótesis coherente acerca de las características de ese "todo más desarrollado" que sería la
sociedad clasista inicial con respecto a la historia precedente.
Por otra parte, si nos interesa investigar los orígenes y características del estado de las
primeras formaciones socioeconómicas clasistas y aceptamos la afirmación materialista de que
lo determinante en última instancia de las superestructuras es la calidad del modo de
producción; y que el estado es la institucionalidad superestructural que sirve a los intereses de
determinadas clases, deberemos arrancar otra vez de la misma pregunta: ¿cuáles clases?
Generalmente, cuando se discute el "modo de producción asiático", se destaca la forma
despótica del estado. Sin embargo, es necesario plantearse varias preguntas al respecto: ¿en
todas las primeras sociedades clasistas, el ejercicio del poder estatal es despótico?, ¿se podría
decir, en consecuencia, que el tipo de estado despótico es característico de todas las sociedades
clasistas iniciales?, ¿o es el despotismo sólo una forma particular de estado?50. Como sea, una
cosa es clara: el tipo de estado se refiere a las características del mismo que se corresponden
necesariamente con una determinada calidad fundamental del modo de producción, es decir,
con una determinada estructura de clases. ¿Como podríamos entonces sobrepasar el nivel
descriptivo para poder explicar teóricamente el tipo de estado de una sociedad de la cual
desconocemos las calidades estructurales de sus clases fundamentales?
Es por ésto que la investigación de los aspectos esenciales del modo de producción nos
parece una tarea prioritaria respecto a los problemas del origen de las clases y el estado.

2. Conceptos básicos.
No pensamos desarrollar los conceptos básicos que estamos manejando, como el de modo de
producción, sino establecer explícitamente las diferencias respecto a algunas formulaciones
50
Nos estamos refiriendo a la distinción hecha por Lenin entre tipo y forma de estado.

55
bastante difundidas con las cuales no coincidimos, en particular con las de los autores que
siguen lo que podría llamarse la "escuela" althusseriano-balibariana, así como al materialismo
cultural norteamericano.
1. Modo de producción. Restringimos el uso del concepto a la designación de la esfera
de la economía, como sistema fundamental en la determinación de la existencia material del ser
social. Es decir, no incluímos en el concepto a la superestructura institucional ni a la conciencia
social.
El modo de producción se refiere a la unidad orgánica de los procesos económicos de
producción, distribución, cambio y consumo, siendo determinante de esa totalidad la calidad de
la correspondencia entre el contenido del desarrollo de las fuerzas productivas y la forma del
sistema de relaciones sociales de producción, que se establece en torno al proceso fundamental
de la producción.
El modo de producción se organiza como un sistema unitario de relaciones sociales de
producción, cuya calidad esencial está dada -en la sociedad clasista- por la relación entre las
clases fundamentales, cuya contradicción orienta y determina las formas de integración y
desarrollo de los diversos tipos de relaciones sociales secundarias de producción que conforman
esa totalidad.
En suma, no concebimos al modo de producción como la "abstracción, ideal pura" de
determinados tipos de relaciones de producción con todo y sus superestructuras, cuya
combinatoria o "articulación concreta" sería la formación económica social. Concebimos al
modo de producción como un sistema de relaciones sociales de producción cualificado por su
contradicción fundamental y general y que integra, en su existencia siempre concreta, una
diversidad particular de relaciones de producción reales 51.
La categoría de formación económico-social designa a la integridad orgánica de la base
material del ser social (modo de producción y género de vida) y las superestructuras
(conciencia social e institucionalidad)52.
2. Relaciones sociales de producción. Entendemos a las relaciones sociales de
producción como las relaciones sociales reales que se establecen entre los productores en tanto
propietarios de los distintos elementos del proceso productivo: fuerza de trabajo, instrumentos
de producción y objetos de trabajo. Se trata entonces de relaciones sociales mediadas
fundamentalmente por la propiedad sobre tales elementos que constituyen las condiciones de
realización de la producción.
La distribución, en cambio, es resultado de la realización de las relaciones de
producción. Por su parte, la organización técnica del trabajo nos puede permitir explicar la
forma particular de desarrollo de las fuerzas productivas, a cuya magnitud se corresponden las

51
En éste aspecto, diferimos de la conceptualización del modo de producción y la formación económico social que manejan
autores como Godelier, Terray, Rey o Pla y muchos otros.
52
Véase ésta delimitación de conceptos en Bate, 1984.

56
calidades de las relaciones sociales de producción53. La organización técnica y división social
del trabajo pueden contribuir a explicar el condicionamiento histórico particular de las
relaciones sociales de producción, pero no las determinan de manera general y necesaria. Las
relaciones técnicas de producción, la división social del trabajo y la distribución son, por lo
tanto, criterios secundarios en la cualificación de las relaciones sociales de producción y no son
necesariamente exclusivas de determinados modos de producción.
Lo distintivo de cada modo de producción son las relaciones de propiedad que cualifican
a las relaciones sociales fundamentales del sistema de producción históricamente determinado.
Diferimos, en consecuencia, de autores como Hindess y Hirst, Dierchxsens, Price y
otros, que definen el modo de producción a través de la articulación entre la organización
técnica o división social del trabajo y la distribución, sin considerar las relaciones esenciales de
propiedad que median las relaciones sociales.
Además, es necesario recordar que las relaciones sociales de producción son la forma
objetiva de la estructura social y no forman parte de la superestructura, tal como interpreta
erróneamente Harris la concepción marxista 54, con lo cual el estudio de la base económica se
reduce a la "tecnoeconomía".
3. Propiedad objetiva y propiedad subjetiva. Las relaciones sociales de producción se
estructuran sobre la base de las relaciones materiales de propiedad o propiedad objetiva. La
propiedad objetiva consiste en la capacidad real de disponer, usar y gozar de un bien. El
establecimiento de relaciones de producción supone fundamentalmente la capacidad de los
agentes de la producción de disponer y usar de los elementos del proceso productivo, en el
cual se consumen -a través del uso- la fuerza de trabajo, instrumentos y objetos de trabajo. El
derecho de uso de uno de esos elementos puede ser transferido por los propietarios que tienen la
capacidad de disposición de los mismos 55. El derecho de goce o disfrute se refiere
generalmente al consumo de los bienes que genera el proceso productivo y que se realiza fuera
de la producción; está condicionado por la capacidad de disposición y/o uso de los elementos
que intervienen en tal proceso.
La propiedad subjetiva es el reflejo ideológico y jurídico -que puede expresarse como
norma legal- de las relaciones de propiedad. La forma jurídica de la propiedad es, por lo tanto,
distinta de la propiedad objetiva y, por ello, no tiene que coincidir necesariamente con ésta, del
mismo modo como la ideología de una clase social en general, no coincide necesariamente con
la realidad objetiva reflejada en la conciencia social.

53
Sin embargo, la organización técnica de la producción no se identifica con las relaciones sociales de producción que
cualifican al modo de producción. Así, por ejemplo, hubo diversos grupos en la costa occidental del Canadá, que poseían una
organización tribal en sentido estricto, a través de la cual aseguraban la propiedad comunal de los medios naturales de
producción. Es decir, se encontraban el la "barbarie", pero su tecnología seguía siendo fundamentalmente de apropiación (caza
y recolección) y no de producción de alimentos.
54
Véase Marvin Harris, 1978.
55
Así, por ejemplo, el uso de la tierra puede ser transferido a cambio de renta.

57
Así, en tanto una clase dominante tiene la capacidad real -basada en su propiedad
objetiva y en el empleo de medios extraeconómicos de coerción- de extorsionar a los
productores del excedente, puede ocultar ideológicamente las relaciones objetivas de propiedad
y fundar en formas de propiedad aparentes la justificación de su "derecho" a la explotación; con
lo cual atenúa, en el reflejo de la inmediatez apariencial de la conciencia de los explotados, esa
injusticia. Y reduce las motivaciones de la rebelión política siempre potencialmente presente en
una relación de enajenación económica de los productores. Como la forma ideológico-jurídica
de la propiedad es un reflejo superestructural que no tiene que coincidir necesariamente con la
propiedad objetiva, la clase dominante, que es la que establece la juridicidad, puede declararse
propietaria del sol, de las nubes y la lluvia, tanto como de las tierras y ríos, sin serlo realmente.
De allí la importancia del monopolio que las clases dominantes establecen sobre el
conocimiento especializado de los fenómenos naturales en todas las sociedades precapitalistas
clasistas, ya que no sólo les permite el incremento objetivo de la productividad del trabajo y de
los volúmenes de producción enajenables, sino también la manipulación ideológica de los
productores.
Esta necesaria distinción entre propiedad objetiva y subjetiva nos advierte de los riesgos
de pretender reconstruir las relaciones de producción con base en una lectura acrítica de textos
escritos que reflejan las concepciones e intereses de las clases dominantes. La crítica debe, en
primer lugar, contrastar lo que dicen los textos con las relaciones reales que interpretan o
norman. Y luego, explicar por qué hay o no correspondencia entre la realidad y el reflejo
conciente materializado en un texto o código.
De cualquier manera, no será superfluo insistir en que una concepción materialista de la
realidad social, implica el conocimiento del modo de producción que se establece sobre la base
de las relaciones de propiedad objetiva.
4. Propiedad y posesión. Aún cuando no compartimos sus explicaciones, creemos que
que A. Pla ha insistido oportunamente en la importancia de la distinción entre propiedad y
posesión. El mencionado autor argumenta:
Cuando nadie es propietario, todos son propietarios.

Lo cual es un absurdo lógico evidente. Y ejemplifica


...aplicando al tema de la comunidad antigua, Marx utiliza indistintamente las expresiones 'ausencia
56
de propiedad' o 'propiedad comunal' como sinónimos.

En realidad, y es a lo que se refiere explícitamente Marx, es que la propiedad comunal se da en


ausencia de la propiedad privada, es este caso, de la tierra. Así, resulta más coherente decir que,
cuando nadie es propietario privado, todos son propietarios.

56
Alberto J. Pla: 1979.

58
Es que la diferencia entre propiedad y posesión no tiene que ver con el carácter
colectivo, comunal o privado de las mismas. La propiedad supone, como hemos dicho, la
capacidad de disposición, uso y goce de un bien. Entendemos la posesión como el derecho,
transferible por parte de quien dispone de un bien, sobre su uso. En algunos casos, quien tiene
como propietario el derecho de disposición de un bien, puede transferir su uso como obligación.
Por otro lado, cuando el que recibe la posesión de un bien no es su propietario, es decir, no tiene
capacidad de disponer de él, tampoco lo puede enajenar.
Esta distinción nos permite entender el hecho de que, en el esclavismo clásico, los
productores esclavos poseen la fuerza de trabajo, pero no son propietarios de ella. De hecho, en
todo modo de producción el productor directo es poseedor de la fuerza de trabajo, pero no
siempre es su propietario.
5. Contenidos y formas de la propiedad. Los contenidos de la propiedad, como
capacidad esencial de disposición, de uso y goce de ella son, cuando se refieren al
establecimiento de las relaciones sociales de producción, los elementos básicos del proceso
productivo: fuerza de trabajo y medios de producción.
En cuanto a las formas de la propiedad, se puede hacer una distinción básica en términos
de los extremos polares de la misma: propiedad colectiva y propiedad privada. La propiedad
colectiva significa que todos los miembros de la sociedad son propietarios de un bien, por el
hecho de ser considerados miembros de esa sociedad. Y en virtud de ello adquieren el derecho
de su uso o goce individual o grupal. La propiedad privada, en cambio, implica la propiedad
individual de un miembro de la sociedad sobre parte de los bienes controlados o producidos por
la sociedad.
Sin embargo, la transición de la propiedad colectiva sobre los elementos del proceso
productivo que distingue a las comunidades primitivas, a los regímenes de producción basados
en la propiedad privada, implica una diversidad de procesos históricos. Procesos históricos que
tienen que ver tanto con los contenidos del proceso productivo sobre los cuales se establece
diferencialmente la propiedad, como con las posibilidades que condiciona el desarrollo de las
fuerzas productivas y las formas que adquieren las contradicciones de intereses de clases, tanto
entre explotadores y explotados, como entre los miembros que integran una misma clase social.
El análisis histórico de la transformación de las formas colectivas de propiedad a las
formas de propiedad privada, debe entenderse como la transición entre formas de propiedad
general y singular. Es decir, entendemos que debe analizarse categorialmente tal proceso de
cambio de la propiedad general o colectiva a la propiedad singular o privada, a través de la
categoría transitiva de las formas particulares de propiedad. En este sentido, por ejemplo, las
primeras sociedades clasistas -al menos en sus comienzos- enfrentan a clases que detentan
diferencialmente la propiedad sobre determinados contenidos o elementos del proceso
productivo. Serían las clases sociales, en tanto tales, las propietarias de diferentes elementos del
proceso de producción. Por una parte, las comunidades seguirían detentando una forma

59
particular de propiedad sobre determinados contenidos, pero no como propietarios privados sino
en la medida en que son miembros de una comunidad. Del mismo modo, por el otro lado, la
clase dominante detentaría como clase la propiedad sobre otros contenidos determinados, lo
cual no sería en sentido estricto una forma de propiedad privada. Tal propiedad compartida por
un grupo social -que puede ser una clase social, una fracción, sector o parcialidad de la clase-
tiene, dentro del grupo, un carácter general; pero no se trata de la propiedad de toda la sociedad
sobre determinados contenidos de la misma.
De allí que distinguiremos tres formas básicas de propiedad:
1) Propiedad colectiva, compartida por todos los miembros de la sociedad.
2) Propiedad particular, en que un grupo social y los miembros del grupo en tanto tales,
comparten la propiedad sobre determinados contenidos y,
3) Propiedad privada, detentada individualmente por algunos miembros de la sociedad.
De este modo, entendemos que una clase social puede estar integrada por miembros que
son co-propietarios de determinados elementos del proceso productivo o por una agrupación de
propietarios privados que tienen en común los intereses derivados de la propiedad sobre la
misma clase de elementos del proceso de producción. Lo que distingue a una clase social de
otra, en cualquier caso, es el contenido determinado de los elementos del proceso productivo
sobre los cuales se establece diferencialmente la propiedad, particular o privada. Así es como se
conforma, junto con la oposición de intereses, la relación necesaria de unidad entre las clases
sociales que integran el sistema de relaciones sociales de producción, como condición para
poner en relación todos los elementos que permiten la producción. La relación entre las clase
sociales es, por eso, una relación contradictoria de necesaria unidad y lucha.

III. Clase fundamentales en la sociedad clasista inicial.


1. Proposición.
Aunque descartamos el término de "modo de producción asiático" por su ambigüedad e
imprecisa multiplicidad de significados, no nos parece un problema principal el acuñar nuevos
términos. Lo que nos interesa es intentar esclarecer la calidad distintiva, si es que la hay, del
modo de producción de las primeras formas de sociedad clasista.
Para ello partimos de las siguientes premisas:
1. Si se trata de una sociedad clasista, la calidad distintiva del modo de producción
deberá estar dada por la calidad de las clases fundamentales en torno a las cuales se organiza y
desarrolla el sistema de relaciones sociales de producción.
2. Si no se trata de un modo de producción idéntico, en lo esencial, al esclavismo clásico
ni al feudalismo, las clases fundamentales deben distinguirse de las de aquellos en cuanto al

60
contenido de los elementos del proceso productivo sobre los cuales establecen la propiedad
objetiva.
Tratándose de determinar la calidad distintiva de las clases de una sociedad,
manejaremos los criterios que nos parecen más adecuados para ello y son los que, en orden de
esencialidad de su determinación, ha propuesto Lenin en Una gran iniciativa , de manera
sintética y bastante precisa. Tal vez sea éste uno de los casos excepcionales en que uno de los
"clásicos" del marxismo resume la explicación teórica de uno de los conceptos básicos del
materialismo histórico en una definición. Escribe Lenin:
Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en el
sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran
con respecto a los medios de producción (relaciones que en gran parte quedan establecidad y
formuladas en las leyes), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y,
consiguientemente, por el modo y la proporción en que reciben la parte de la riqueza social de que
57
disponen.

Tenemos así, cuatro criterios básicos, que manejaremos observando lo siguiente:


1. La posición de la clase en un sistema social de producción históricamente determinado
nos permitirá distinguir clases fundamentales o secundarias, explotadoras o explotadas y
dominantes o subordinadas. Tal posición, aún bajo las mismas condiciones de relación con la
propiedad, puede variar en los distintos modos de producción, según el grado de desarrollo de
las fuerzas productivas a que se corresponde la calidad esencial de las relaciones de producción.
Así, por ejemplo, en Roma clásica existió el proletariado como propietario de su fuerza de
trabajo y carente de medios de producción; no obstante, no constituía, como sucede en el
capitalismo, una clase fundamental, aunque era igualmente explotada.
2. Al tratar de las relaciones de las clases, mediadas por las relaciones de propiedad
objetiva, nos referimos explícitamente a los tres elementos básicos del proceso productivo y no
sólo a los medios de producción. En el capitalismo, lo que define positivamente al proletariado
no es sólo la carencia de propiedad sobre los medios de producción, cosa que ocurría
igualmente con el esclavo grecorromano, sino el hecho de que aquél sí es propietario de su
fuerza de trabajo y el esclavo no.
3. El criterio de la posición en la división social del trabajo no siempre coincide con la
pertenencia a una clase, pero, aún así, permite distinguir fracciones de clase (v.g. burguesía
agraria, burguesía industrial, etc.).
4. Se advertirá claramente que el criterio de la distribución, considerado tanto en su
aspecto cualitativo como cuantitativo, es el último criterio en cuanto al nivel de determinación y
es una consecuencia ("consiguientemente") de los anteriores.

57
V.I.Lenin: Ob. Comp., vol. 29: 413.

61
De estos criterios hay tres en torno a los cuales existe cierto consenso, cuando se trata de
las primeras sociedades clasistas: hay una clase dominante fundamental y al menos una
explotada; la clase dominante asume posiciones de trabajo intelectual mientras los campesinos
explotados realizan principalmente trabajo manual y, por último, la clase explotadora
dominante se apropia del excedente bajo la forma de tributo en especie y en trabajo. El punto
que suscita las polémicas y en torno al cual existe, muy lejos de un acuerdo, la más amplia
diversidad de opiniones, es el de las relaciones de propiedad sobre los elementos del proceso
productivo. Nuestra proposición, por lo mismo, pone énfasis en este punto. Veremos, no
obstante, cada uno de estos criterios y en el orden señalado por Lenin.
1. Posición en el sistema de producción social históricamente determinado. En
primer lugar, debemos delimitar el campo de la hipótesis, en particular, al modo de producción
que correspondería a las primeras formaciones socioeconómicas clasistas, que suceden a las
comunidades primitivas y anteceden al esclavismo clásico -cuando este se da- y al feudalismo.
Dentro de este modo producción nos referimos a dos clases sociales que tienen en común
el ser las clases fundamentales en torno a cuya relación se estructura y desarrolla todo el sitema
de relaciones sociales de producción. Como en todo modo de producción clasista, hay al menos
dos clases fundamentales en torno a las cuales se establece la contradicción principal:
a. La clase dominante en la estructura económica y política que es, desde luego, una
clase explotadora. Advertimos que el carácter de explotadora o explotada de una clase social, no
se define en relación a la dicotomía entre clases "ociosas" y "productoras". Es decir, cuando se
trata de una clase explotadora, ello no quiere decir que sea necesariamente una clase ociosa y
menos en el caso que analizamos. Su carácter de clase explotadora lo determina el hecho de que
se apropia de un volumen de trabajo, sea en servicios u objetivado en productos, mayor que el
que aporta a la producción. Esto aún cuando los miembros de la clase dominante, que son
minoría, pudieran trabajar como tiempo de promedio diario, más que cada uno de la mayoría de
los productores explotados.
b. Por otro lado, tendremos a la clase fundamental de los productores explotados
económicamente y políticamente subordinados.
2. Contenidos y formas de la propiedad:
a. En cuanto a los contenidos de la propiedad, proponemos que la clase explotadora es
propietaria objetiva de la fuerza de trabajo de la clase explotada fundamental y de una parte
de los instrumentos de producción: el conocimiento especializado.
La clase explotada, en cambio, constituída por los miembros de las comunidades
agroartesanales, es propietaria objetiva de los medios de producción básicos, es decir, de la
tierra como objeto principal de trabajo (o ganados, según el caso) y de los instrumentos de
trabajo manual.

62
b. En cuanto a las formas de la propiedad, pensamos que, al menos en el comienzo del
proceso clasista, la propiedad de la clase dominante tiene un carácter particular. Es decir, sus
miembros, en tanto integrantes de esa clase social, tienen capacidad real de disponer de la
fuerza de trabajo de los productores directos. El desarrollo histórico de la clase, sin embargo,
llevará a la diferenciación y lucha de intereses particulares en el seno de la clase, con lo cual se
iniciará un proceso paulatino de privatización. Sin embargo, aún cuando en la sociedad clasista
inicial se lleguen a configurar formas de propiedad privada en torno a determinados bienes y
áreas de la producción, pensamos que no llega a consolidarse la propiedad privada individual,
como ocurrió con el esclavismo clásico.
Por lo que respecta a la clase explotada fundamental, está constituída, como hemos
dicho, por los miembros de las comunidades agroartesanales que conforman las unidades
básicas de producción, como lo es el feudo en la Edad Media o la fábrica y la empresa en el
capitalismo. Las comunidades están integradas por miembros cuya pertenencia a la misma
puede estar condicionada por las relaciones gentilicias o de vecindad, pero que les garantizan la
participación de la propiedad comunal de los medios de producción. Cuando se trata de
comunidades que mantienen el sistema de relaciones gentilicias de las viejas sociedades tribales
de la barbarie 58, se mantiene internamente la tradicional propiedad colectiva sobre los medios
de producción; pero al ser integrados a una totalidad social mayor, tal propiedad colectiva
pierde su calidad general, para transformarse en una forma de propiedad particular en dos
sentidos. En primer lugar, los medios de producción, como contenido de la propiedad de la
clase explotada, conforman la particularidad diferencial de ésta respecto a la clase dominante.
Por otro lado, en el seno mismo de la clase explotada, puede haber distintas comunidades
gentilicias o de vecindad, de diferente origen étnico y con territorios históricamente
diferenciados; en este sentido, la propiedad comunal de los medios de producción será
compartida de manera exclusiva por los integrantes de cada comunidad.
De cualquier modo, el cambio fundamental que ha sufrido la vieja propiedad tribal del
comunismo primitivo al integrarse la sociedad comunal a una sociedad clasista y como parte de
ella, no es tanto la transformación de la propiedad colectiva en propiedad particular de una clase
y de la comunidad, como la pérdida de la propiedad real sobre la fuerza de trabajo de los
miembros de la comunidad, que sólo retienen -y no puede ser de otra manera- su posesión.

58
Distinguimos, por el contenido de la propiedad, dos modos de producción en la época del comunidmo primitivo: a) El modo
de producción cazador recolector (aproximadamente equivalente al salvajismo de Morgan o Engels), que se caracteriza por el
estableimiento de la propiedad colectiva sobre la fuerza de trabajo y los instrumentos de producción. La apropiación de la
naturaleza es resultado de la realización de proceso productivo. b) La comunidad tribal en cambio, establece la propiedad
colectiva sonbre todos los elementos del proceso productivo, incluyendo los medios naturales de producción, como objetos de
trabajo cuya propiedad se constituye en condición para la realización de la producción. El establecimiento de la propiedad real
sobre los medios naturales de producción lleva a la necesidad del desarrollo de la estructura tribal en sentido estricto (Ver Bate,
1983).

63
3. División social del trabajo. Con el surgimiento de la sociedad clasista se desarrolla la
llamada "segunda división social del trabajo"59 y se establece entre trabajadores manuales e
intelectuales.
a. La clase dominante, en esta sociedad, asume las distintas funciones del trabajo
intelectual, que por lo general realiza y ejerce directamente, estableciendo en todo caso -por
medios políticos- el control monopólico del conocimiento especializado.
En este sentido, no sólo son trabajadores intelectuales aquellos que se dedican
sistemáticamente como especialistas a la investigación de los distintos fenómenos de la realidad
(astronomía, ingeniería, hidráulica, matemáticas, geometría, medicina, etc.) y que entre los
arqueólogos e historiadores se suelen englobar en la categoría de "sacerdotes", junto con los que
ejercen directamente el control ideológico y la ritualidad religiosa; también lo son los
especialistas en la administración pública, la organización militar, la diplomacia y el
intercambio y el ejercicio directo del poder político que, en algunos casos, pueden presentarse
como actividades diferenciadas de las que realiza la estructura institucional religiosa.
Hay que decir que la especialización del conocimiento aparece tan tempranamente como
en las comunidades primitivas de cazadores recolectores, con los shamanes y curanderos. Sin
embargo, aún cuando ello pudiera otorgarles una posición de prestigio entre los integrantes de
las comunidades primitivas, el shaman no se liberaba de la participación directa en la
producción material ni tenía una posición de privilegio económico como la que adquieren los
especialistas que realizan trabajo intelectual en las primeras sociedades clasistas, integrándose a
las clases dominantes.
b. La clase explotada fundamental, integrada por los campesinos miembros de las
comunidades, realiza básicamente el trabajo manual o producción directa de bienes materiales,
es decir, de bienes alimenticios y artesanales, con diversos grados posibles de división del
trabajo en el interior de las comunidades. Además, constituyen el contingente principal de la
fuerza de trabajo de la cual dispone la clase dominante para la construcción de obras públicas,
la guerra, la colonización y otras actividades que rebasan el marco de la producción comunal.
4. Distribución de la producción.
a. Desde el punto de vista cuantitativo, es decir, de la proporción de la riqueza social que
recibe la clase dominante, es claro que ésta se apropia del excedente de producción. Sin
embargo, hay diversas maneras de conceptuar lo que es el excedente, por lo que su connotación
debe ser explicitada. Entendemos que el excedente es una parte del trabajo generado por los
productores, sea directamente trabajo vivo, o sea trabajo pasado objetivado en productos, y su
monto lo constituye la diferencia entre la cantidad total de trabajo realizado y la proporción del
mismo que los productores consumen en su subsistencia. Pero no hay una cantidad absoluta de
productos bajo la cual el productor no subsiste y sobre la cual la producción debiera

59
Históricamente, la primera gran división social del trabajo ocurre en el curso de la comunidad primitiva tribal, entre
productores directos de alimentos y artesanos especializados.

64
considerarse excedentaria; ello porque el nivel de consumo subsistencial es histórico y tiene que
ver tanto con el grado de dasarrollo de las fuezas productivas como con las situaciones políticas
concretas del enfrentamiento de los intereses de clases. Por lo tanto, consideramos al excedente
como la cantidad de trabajo que los productores realizan u objetivan en productos por encima
de sus necesidades y posibilidades históricas de consumo subsistencial y que transfieren
perdiendo la capacidad social de disponer sobre su uso o consumo.
La clase explotadora es tal en tanto se apropia, para sus necesidades de consumo y
acumulación, de un volumen de trabajo vivo y pasado mayor que el que aporta a la producción
material, enajenándolo a las clases explotadas. Hay que advertir, empero, que si bien la clase
dominante dispone de todo el excedente, no se apropia necesariamente más que de una parte
del mismo, ya que otra parte puede invertirla en obras públicas que beneficien transitoriamente
a las clases explotadas, en tanto permiten elevar la productividad del trabajo. Aunque, a la larga,
la mayor productividad se traducirá en un mayor volumen de excedentes enajenables.
Desde el punto de vista cualitativo, como se ha mencionado reiteradamente, la
apropiación del excedente por la clase dominante adquiere la forma de tributo, sea en especies
(trabajo pasado) o en trabajo vivo. Lo que nos interesa destacar en este punto es que, en tanto la
clase explotadora no es la propietaria objetiva de los medios de producción ni, entre ellos, del
objeto de trabajo principal que es la tierra, el tributo no puede considerarse como renta de la
tierra, ni adornándola con el calificativo de renta "primitiva".
b. En cuanto a la clase explotada fundamental, la proporción de la riqueza social de que
se apropia en la distribución, es la cantidad de productos que le permiten su subsistencia, con un
nivel de consumo que, como vimos, puede variar históricamente, dependiendo de su capacidad
de negociación política con la clase dominante.
Las formas a través de las cuales la clase de campesinos explotados participa de la
distribución para asegurar su subsistencia, pueden ser diversas. Desde el autoabastecimiento
directo de las unidades domésticas en el interior de las comunidades, a la redistribución en que
todo el volumen de la producción se centraliza -con distintos modos de control- por la clase
dominante que les devuelve la parte necesaria para la subsistencia, una vez asegurada la parte
destinada a la tributación.

2. Diferencias respecto al esclavismo y al feudalismo.


De lo dicho se desprende que la calidad distintiva del modo de producción de las primeras
sociedades clasistas consiste en el hecho de que si la clase dominante es propietaria objetiva de
la fuerza de trabajo, es decir, en tanto tiene capacidad de ejercer por medios extraeconómicos
(ideológicos, políticos y militares, como en toda sociedad precapitalista) la coerción sobre los
productores que le permite disponer realmente de ella, no necesita para nada de la propiedad de
los medios de producción. Por lo cual carece de sentido suponer que la extorsión del excedente
constituya una forma de renta de la tierra. Pero la condición para que ello sea así, es justamente

65
el hecho de que los poseedores de la fuerza de trabajo mantengan una relación directa, en este
caso como propietarios, con los medios de producción. Es decir, mientras se mantenga la
llamada "relación natural" (de hecho siempre es social) o directa del productor con los medios
de producción, la producción se realiza y la clase dominante puede disponer de la fuerza de
trabajo para generar los excedentes de los cuales se apropia. E históricamente tal condición se
cumple en la medida en que los productores, como miembros de una comunidad, tienen
derecho a la propiedad comunal sobre los medios de producción, a través de diversas formas de
posesión o tenencia.
1. Así se establece la principal diferencia respecto al esclavismo clásico o grecorromano,
cuya calidad esencial está dada por la relación amos-esclavos como clases fundamentales. En
estas sociedades, el productor directo es reducido a la condición de esclavo por dos vías: el
endeudamiento, que afecta principalmente a los miembros de las mismas comunidades -que por
ello se disuelven- de las cuales proceden los amos esclavistas y como prisioneros de guerra o
cautivos, que proceden principalmente de las comunidades de productores de sociedades
saqueadas o conquistadas por el estado en expansión imperial. Cualquiera de estas formas
implica la pérdida, por el productor, de su propiedad sobre los medios de producción: en el
primer caso, la entrega de la propiedad de la fuerza de trabajo completa el pago de la deuda que
no alcanzó a cubrir con la cesión de los medios de producción al esclavista, que de esa manera,
a la vez, se convierte en terrateniente privado; en el segundo caso, al ser sacado el productor de
su comunidad de origen, como prisionero o cautivo, pierde el acceso a los medios de
producción, a los que tiene derecho mientras pertenece realmente a ella. Es por ello que el amo
esclavista propietario de la fuerza de trabajo necesita ser, además, propietario de los medios de
producción, ya que el productor poseedor de la fuerza de trabajo no dispone ya de ellos.
Vale decir, no basta ya a la clase dominante con detentar la propiedad objetiva de la
fuerza de trabajo, debido a que, al disolverse las relaciones comunales o al ser sacado el
productor de su comunidad perdiendo la pertenencia a ella pierde, por el mismo hecho, sus
derechos a la propiedad comunal sobre los medios de producción. Y para materializar la
realización de la producción, el esclavista debe disponer también de los medios de producción.
Cabe hacer acá una breve disgresión sobre la estructura de clases del esclavismo clásico.
Como bien ha observado Dierchxens 60, el carácter fundamental de la relación amo-esclavo no
implica que se trate de las clases mayoritarias. En cualquier modo de producción, las clases
fundamentales son aquellas en torno a las cuales se organiza la contradicción principal, lo que
quiere decir que una de ellas es la clase dominante y hegemoniza, además del poder político que
se lo permite, el control de la reproducción económica de la totalidad social, determinando las
formas de integración y desarrollo de las clases secundarias que conforman el sistema de
relaciones sociales de producción. En el esclavismo clásico son de hecho los propietarios
esclavistas los que asumen tal papel, subordinando a sus intereses el desarrollo de la totalidad
socioeconómica. Como observa el autor mencionado, la esclavización por deudas de los
60
Dierchxens, op. cit., capítulo VI.

66
miembros de las propias comunidades de los esclavistas y el desarrollo de los latifundios a costa
de los mismos, tiene un límite que obedece a razones tanto económicas como políticas. La
ventaja de la explotación esclavista en términos de la productividad del trabajo reside en su
elevado nivel de explotación y en el hecho (señalado también por Meillassoux) de que el
propietario de esclavos no costea su reproducción. Es decir, que la reproducción de la fuerza de
trabajo no se realiza en el seno de la clase de los esclavos y los propietarios sólo la reponen
mientras dura su explotación. En la medida en que la clase esclavista se ocupa directamente del
control de la producción, como relación amo-esclavo, y del ejercicio del poder político, requiere
de una clase social que se ocupe de la provisión de esclavos para restituir y mantener tal
relación social de producción, a través de las guerras de conquistas y saqueo. Y esta clase se
conforma con los ciudadanos que no pasaron de ser pequeños propietarios empobrecidos. Esta
"tercera clase" -en la terminología de Dierchxens- subsiste de la actividad guerrera que le
permite vender esclavos a la clase dominante.
Siendo cierto que la existencia de esta "tercera clase", subordinada a la de los grandes
propietarios de esclavos y terratenientes, tiene un carácter necesario para el desarrollo del modo
de producción esclavista, quiere decir que también es necesaria la existencia de una cuarta clase
61
. Y es que, en esas condiciones, no habría prisioneros de guerra si no existiera una clase social
que se encargara de su reproducción, desde que nacen hasta que están en condiciones plenas de
producir y ser, por lo tanto, rentables para es esclavista. Y esta cuarta clase, esta vez secundaria,
pero siempre necesaria, sigue estando constituída por los campesinos miembros de las
comunidades agroartesanales que, junto con producir para su subsistencia y autorreproducción,
se ven extorsionadas todavía a través del tributo y, además, por la violenta enajenación de la
fuerza de trabajo que es separada de la propiedad de los medios de producción para alimentar el
mercado de esclavos. De esta manera, la "tercera clase" obtiene sus medios de vida y financia
en parte las expediciones de captura de esclavos a través de su venta en el mercado. El
esclavista sólo paga este costo por la adquisición de esclavos, que es mucho menos que costear
su reproducción y alimentación hasta que se encuentre en condiciones plenas de producir. En
gran medida abarata también ese costo en tanto las expediciones de guerra y conquista son
financiadas por el estado, a través de la recaudación de impuestos y tributos. La necesidad de
permitir la reproducción de la fuerza de trabajo en sus comunidades de origen, pone así un
límite tanto a la esclavización por deudas como a la progresiva expropiación de medios de
producción y, en particular, a la ampliación de la propiedad territorial de la clase dominante. Lo
cual constituirá una de las contradicciones que no podrá superar el modo de producción
esclavista por la vía de ampliar las relaciones fundamentales, dando paso a la crisis del sistema
y al surgimiento del feudalismo.

61
El carácter necesario de la existencia de una clase social, dentro de determinado modo de producción, no implica que se trate
obligatoriamente de una clase fundamental. En el capitalismo, por ejemplo, la existencia de la pequeña burguesía intelectual o
comercial son necesarias al sistema, sin que se trate de clases fundamentales. El caracter fundamental de una clase social, en
cambio, si implica que su existencia es necesaria al sistema

67
De manera que puede decirse que, si la mantención de las comunidades de productores
campesinos como propietarios particulares de los medios de producción es una condición para
el desarrollo de la sociedad clasista inicial, para el desarrollo del sistema esclavista clásico es, a
su vez, necesaria la mantención de las relaciones de producción características de la sociedad
clasista inicial. Lo cual no significa que aquellas "coexistan" como modo de producción
comunista primitivo ni éstos como modo de producción clasista inicial, con las nuevas
relaciones fundamentales de producción en cada caso, ya que su misma calidad cambia al
integrarse al sistema de la nueva totalidad. Las primeras ya no serán sociedades comunistas
primitivas y las segundas dejan de ser clases fundamentales.
Sin embargo, en la constatación de la persistencia cuantitativamente mayoritaria de la
producción y reproducción comunal en los dominios de los grandes imperios grecorromanos, se
basan algunos autores que postulan que el esclavismo clásico nunca habría llegado a ser un
"modo de producción dominante", lo cual es también un error que probablemente se origina en
la concepción misma de la categoría de modo de producción.
2. La diferencia esencial del modo de producción de las primeras sociedades clasistas
con respecto al feudalismo, consiste en que en aquellas la clase dominante no necesita ser
propietaria de los medios de producción y, en consecuencia, la renta de la tierra no es la forma
fundamental de la enajenación de los excedentes como tributos. En el feudalismo, en cambio,
existe la propiedad territorial objetiva en manos de la clase dominante y la renta de la tierra -sea
como renta/impuestos tributados al estado o como renta pagada al propietario privado de la
tierra quien, a su vez, tributa impuestos al estado- constituye consecuentemente la forma
principal de apropiación de excedentes por la clase dominante en el proceso de distribución.
Tendríamos así, como hemos comentado, dos formas o modalidades del feudalismo,
diferenciables por el desarrollo de las formas de propiedad de las clases dominantes, y cuyo
contenido esencial es, en todo caso, el mismo.
Una de las razones por las cuales en las sociedades clasistas iniciales es difícil el
establecimiento de la propiedad sobre la tierra, por parte de la clase dominante, es aquella que
ha señalado Nikiforov y que citamos algunas páginas atrás: existe todavía tierra disponible para
la mantención de una producción subsistencial de las comunidades, de modo que no sería fácil
obligarlas a pagar renta por ella. Además, hay otra razón que hace difícil la coerción ideológica-
política sobre esa base, sin desencadenar reacciones de rebelión de parte de los productores
directos. Y es que toda la historia de la conformación de la comunidad tribal se ha desarrollado
y estructurado en torno al establecimiento y defensa de la propiedad comunal sobre los medios
naturales básicos de producción, consolidando una fuerte conciencia social del derecho de
acceso a los medios de producción.
Cuando surge el feudalismo, en cambio, se ha dado ya un largo desarrollo histórico tanto
de las fuerzas productivas, aumentándose notablemente el volumen y densidad de la población
y la tecnología que hace posible la explotación de la tierra bajo el control de la clase dominante,
como del volumen de excedentes que ha permitido fortalecer considerablemente el aparato

68
represivo militar. Con ello, se ha saturado la ocupación del territorio, limitando completamente
la disponibilidad de tierras cultivables para mantener a la población con el nivel de la tecnología
existente. Con lo cual los productores directos no tienen otra alternativa, para sobrevivir, que la
de aceptar las condiciones que imponga la clase dominante para tener acceso a la tierra, sobre la
cual la amplitud y eficacia del aparato represivo le permite establecer objetivamente la
propiedad.
En la sociedad clasista inicial, por el bajo nivel relativo de desarrollo de las fuerzas
productivas, el factor más importante en la producción, es la fuerza de trabajo. Y de nada
serviría a la clase dominante tener grandes propiedades territoriales si no pudiera disponer de la
fuerza de trabajo. La capacidad de disponer realmente de ésta hace, en cambio, innecesaria a la
clase dominante la propiedad sobre los medios básicos de producción, la cual sería aún muy
difícil de imponer a las comunidades agroartesanales con una arraigada y reciente tradición de
defensa de los mismos. Así, el surgimiento de un poder central que es capaz de reprimir las
luchas entre comunidades, precisamente por la defensa de su propiedad comunal sobre los
medios de producción -que además garantiza- aparece políticamente respondiendo a un interés
común de los productores que, en parte, contribuye a la aceptación de la existencia del poder
estatal y de la clase que lo ejerce.

3. Particularidades del modo de producción.


En los párrafos precedentes hemos formalizado como hipótesis una abstracción acerca de la
calidad de las clases fundamentales del modo de producción de las sociedades clasistas
iniciales, indicando su diferencia específica respecto a las calidades de las clases fundamentales
del esclavismo y del feudalismo. Tales relaciones sociales, por lo tanto, tendrían un carácter
esencial y general para las diferentes sociedades clasistas iniciales regidas por ese modo de
producción. Sin embargo, la existencia concreta de un modo de producción se da siempre como
un sistema de relaciones sociales de producción que se integran y subordinan a las relaciones
fundamentales más generales. Esto significa que, en las diversas sociedades reales, pudieron
darse particularidades del modo de producción manifiestas en la existencia de diversos tipos de
relaciones secundarias de producción conformando una compleja estructura de clases. Las
cuales deberán estudiarse analizando las distintas formas y contenidos de la propiedad,
posiciones en la división social del trabajo y formas y proporciones de apropiación de la riqueza
social.
Nos interesa ver brevemente, a manera de ejemplos, sólo algunos tipos de relaciones de
producción secundarias que pudieran integrar, de distintas maneras en diversas sociedades
concretas, este modo de producción.
a. Propiedad de tierras de cultivo asignadas jurídicamente al estado o a sus
representantes, en las cuales el tributo de fuerza de trabajo permitía una producción destinada a
subvenir necesidades de las clases dominantes, consideradas como sustentación de las

69
actividades de culto, de guerra, administrativas u otras. Hay que señalar que, aún cuando no
sólo jurídicamente sino también de hecho la clase dominante tuviera capacidad de disponer de
esas tierras y de gozar de sus productos, tal relación particular de producción se sustenta en las
relaciones fundamentales. Es decir, no se trata de una renta de la tierra, sino de la obligación de
los campesinos de transferir su fuerza de trabajo y de la capacidad de las clases dominantes de
disponer de su uso.
Si los miembros de las comunidades producen para su subsistencia y se reproducen a
través del trabajo realizado con los medios de producción de los cuales son propietarios
comunales, no tienen para ello ninguna necesidad de rentar tierras. Por eso es que lo que puede
sacarlos de sus tierras a trabajar con medios de producción ajenos, es la coerción que permite a
la clase dominante disponer de su fuerza de trabajo. Esta será explotada en las tierras de las
clases dominantes, las que deberán asegurar su reconstitución mientras duren en esos trabajos.
Sin embargo, la subvención de la alimentación y necesidades básicas de los trabajadores en esas
situaciones, también procede de la tributación de los campesinos, sea como tributo en especies
originados en las mismas comunidades o como prestaciones de trabajo agropecuario cuyo
producto se almacena en bodegas estatales destinadas a estos fines.
Es decir, se trata de modalidades de la propiedad de la tierra que no generan renta y que
se apoyan en las relaciones de producción fundamentales. Lo mismo ocurre con frecuencia en
relación con la explotación de determinados objetos de trabajo que eran convertidos en bienes
de consumo suntuario de la clase dominante y sobre la cual ella establecía su propiedad
exclusiva bajo control monopólico, como sucedía con la explotación de metales preciosos en el
inkario, donde esa exclusividad se extendía también a otros objetos de trabajo, como las
manadas de animales no domesticados y sometidos a cacerías periódicas.
b. También es posible que se dieran algunas formas de servidumbre en tierras de
propiedad particular de la clase dominante, fueran o no de posesión privada de sus miembros.
Situaciones como éstas pudieron darse en las tierras adyacentes a las ciudades-estado o dentro
de ellas, donde los productores carentes de tierras, posiblemente cautivos, recibieran tierras en
renta con la expectativa de alcanzar un nivel de subsistencia más o menos holgado, a condición
de cubrir la renta. Así, en condiciones de explotación poco drásticas, las familias de la clase
dominante residentes en las ciudades-estado, donde además el aparato represivo podía tener
máxima eficacia, aseguraban la subvención de su consumo cotidiano sin mayores riesgos de
rebelión de los productores explotados con quienes debían convivir.
c. En estas sociedades pudo haber diversas formas particulares de esclavitud,
considerando las situaciones en que los productores no sólo carecían de la propiedad de su
fuerza de trabajo, sino también de medios de producción. La particularidad de estas formas de
esclavitud, como condición que el productor compartiría con la de un esclavo "clásico",
residiría en que no sería necesariamente objeto de propiedad privada, sino propiedad particular
de la clase dominante como tal. Dentro de este tipo de relaciones de propiedad habría distintas
modalidades que tendrían que ver con las formas de reclutamiento de los esclavos como con las

70
posiciones en la división social del trabajo y sus niveles de consumo derivados de la
distribución.
En un caso debieron estar los prisioneros de guerra o miembros de las comunidades en
rebeldía sacados de ellas como castigo y que pudieron constituir un contingente de fuerza de
trabajo de variable importancia cuantitativa, obligada a trabajar de manera permanente en las
obras públicas o a prestar servicio militar. Tal parece haber sido la suerte de los yana en el
imperio inkaico o de los esclavos obligados a participar en las obras de irrigación y el transporte
de fertilizantes en la sociedad mochica y de los cuales tenemos excelentes testimonios plásticos
en la cerámica.
Un caso diferente ha sido el de los artesanos especializados: ceramistas, tejedores,
herreros y otros, sacados de sus comunidades donde destacaban por la habilidad en su oficio,
con lo cual pierden el derecho a la propiedad de medios de producción, los que le ser´n
proporcionados por la clase dominante. En otros casos, quienes dispusieron de esos artesanos,
encargándose de su manutención y de la provisión de los medios de producción, pudieron ser
directamente los mercaderes, ya sea como miembros de la clase dominante o como clase
explotadora subordinada y protegida por aquella, bajo la obligación de rendirle tributos o
prestaciones. Parece ser que este tipo de relaciones fue más o menos común en la fase más
desarrollada del imperio Wari.
En estos casos, la situación de los artesanos esclavos pudo ser mucho más confortable,
en lo que respecta a condiciones de vida y niveles de consumo, que la de los artesanos o
campesinos que permanecían en las comunidades.
Relaciones similares con prerrogativas socioeconómicas variables, según los niveles de
confianza o responsabilidad requeridos para la realización de sus actividades pudieron regir, al
menos en parte, para quienes efectuaban los diferentes servicios de mantenimiento de los
centros urbanos, los templos o las residencias de los dignatarios estatales o familias de la clase
dominante.
En cualesquiera de los casos mencionados en este punto, se observa que la mantención
de la fuerza de trabajo, desprovista también de los medios de producción como para procurarse
el sustento, debió solventarse por medio de provisiones obtenidas a través del tributo de
excedentes generados por las comunidades campesinas. Y esto aún en el caso de que los
mercaderes que poseyeran artesanos esclavos hubieran obtenido los medios de vida para
mantenerlos a través de la realización de intercambios "asimétricos" o desiguales. Lo que
significa que también este tipo de relaciones de producción dentro del sistema históricamente
determinado de la sociedad clasista inicial, presupone la existencia de la relación entre las
clases fundamentales tal como lo hemos propuesto.
Estos son sólo unos pocos ejemplos de una amplia gama de relaciones secundarias de
producción que pudieron haber integrado el modo de producción de las primeras sociedades
clasistas, sin excluir modalidades "clásicas" de esclavismo o de servidumbre feudal (bajo

71
propiedad objetivamente privada), o la sujeción personal de quienes, a su vez, disponían de
fuerza de trabajo ajena y muchas otras.
Nos ha interesado explicitar estos ejemplos por una razón: muchas veces nos
encontramos con documentos escritos o inferencias arqueológicas que nos informan acerca de
que el Señor X de determinada dinastía en algún imperio, tenía a su servicio a tantos esclavos o
que tantos otros siervos cultivaban las tierras de su propiedad. Lo cual, aún sin ser exigentes en
cuanto a las reservas a que nos obligan los muy frecuentes sesgos de transcripción o
interpretación de documentos, podría corresponder a la realidad, sin que eso, de ninguna
manera, nos permita inferir que se trataba necesariamente de un modo de producción esclavista
o feudal, ya que pudieron ser relaciones de producción secundarias y estas no cualifican al
modo de producción. Sería como afirmar la existencia del modo de producción capitalista en la
Roma clásica, a partir de la constatación de la existencia de proletarios.

IV. Algunas implicaciones de la proposición.


La proposición de un concepto como el que hemos intentado formalizar para explicar el modo
de producción de las sociedades clasistas iniciales, implica con carácter necesario algunas
condiciones y consecuencias de su existencia real, que también habrá que llegar a formalizar. Al
mismo tiempo, como concepción alternativa a otras proposiciones, implica que diversas
características que en aquellas se consideran como condiciones y consecuencias necesarias, no
lo serían para nosotros. Queremos apuntar algunas de estas implicaciones teóricas, poniendo tal
vez más énfasis en aquellas que se han considerado como regularidades comunes a las primeras
sociedades clasistas y que, desde nuestro punto de vista, no tendrían carácter necesario o
general. Esto nos parece particularmente importante, porque, sobre todo bajo las diversas
concepciones del "modo de producción asiático", se han generalizado modelos sobre la base de
unas cuantas sociedades ya clásicas en la literatura de Oriente y Egipto, que limitan las
posibilidades de explicar otras sociedades clasistas iniciales que no cumplirían con algunas
exigencias de esos modelos y de las cuales pensamos que nuestra proposición podría dar cuenta.
En otras palabras, nuestro interés es el de ampliar las posibilidades de análisis de sociedades
concretas cuyo modo de producción correspondería al estadio de las primeras sociedades
clasistas, pero que no poseyeron las mismas características particulares de las sociedades a
partir de las cuales se han formulado los modelos del "modo de producción asiático".
Algunas de las implicaciones de la concepción propuesta serían:

1. Sobre las comunidades.


El hecho de que la base de las relaciones fundamentales de producción suponga la propiedad de
los productores sobre los medios de producción, donde se establezca una relación directa o
"natural" del productor directo poseedor de la fuerza de trabajo con los medios de producción,
nos explica la persistencia de las comunidades, que se ha descrito como un rasgo común a todas
estas sociedades.

72
Históricamente, es lógico que en gran medida se trate de viejas comunidades en las
cuales la adscripción de sus miembros está dada por la pertenencia gentilicia a la organización
tribal. Sin embargo, la existencia de unidades de producción comunales integradas por co-
propietarios de los medios de producción no implica necesariamente que se trate de
comunidades gentilicias. Puede tratarse perfectamente de comunidades de vecindad, en las
cuales la pertenencia a la comunidad está dada por la ubicación de la residencia y la aceptación
de las obligaciones y normas comunales, lo que da derecho a la participación en la propiedad de
medios de producción. Estas comunidades de vecindad pueden organizarse de diversas
maneras: por confluencia voluntaria hacia centros de intercambio, por relocalización de
población determinada por el estado, etcétera.
De tal modo, hablar de la persistencia de las organizaciones comunales no significará
siempre la sobrevivencia o recreación de las viejas sociedades comunales primitivas, unidas
generalmente por lazos gentilicios reales o míticos en una organización tribal. La existencia de
comunidades de vecindad multiétnicas obedece principalmente a la reproducción de las
relaciones de producción de la sociedad clasista y en ello su posición en la estructura social
coincide con la de las comunidades gentilicias. Estas serían las modalidades más comunes en
cuanto a las formas de adscripción a la unidad comunal. Pero hay que pensar en diversas
variantes o combinanciones de las mismas, como cuando se trata de comunidades pastoriles en
que la comunidad de "vecindad" no tendrá que ver con la localidad de residencia o como las
comunidades de vecindad multiétnicas en que hay permanentemente un número de productores
tributando fuerza de trabajo en ciclos periódicos, como obligación de su comunidad étnica de
filiación gentilicia, a la cual retornan 62.

2. Sobre los orígenes.


Desde el texto de las "Formen..." de Marx apreciamos la importancia que concede a diversos
factores históricos y geográficos en el condicionamiento de distintas modalidades de
organización de la estructura tribal en la comunidad primitiva. En esos apuntes en borrador
analiza las diferencias entre, por lo menos, tres tipos de comunidades primitivas y sus formas de
disolución 63, como son la comunidad oriental, antigua y germánica, mencionando además la
comunidad de tipo eslavo que sería diferente, aunque no analiza su especificidad. Y hay que

62
Este sistema fué comunmente usado por los inkas para asegurar el abastecimiento de bodegas y graneros que permanecían
como reservas para el eventual tránsito del ejército imperial, para sostener obras públicas o para redistribuir a las comunidades
en caso de necesidad, debida a malas cosechas o pérdida de la producción. Así, se formaban colonias multiétnicas en los
lugares donde se necesitaba disponer de esos excedentes y concurrían a ella a tributar fuerza de trabajo, en forma rotativa, los
miembros de distintas comunidades étnicas de adscripción gentilicia, bajo el sistema de mit´a. Se puede observar que, como
norma administrativa, tales comunidades multiétnicas, donde se concentra fuerza de trabajo explotada, responden en su
composición a la regla de oro de la tenencia de esclavos en el esclavismo clásico, que suponía no juntar nunca muchos
productores de la misma proveniencia étnica (como sucedió en Sicilia), ya que ello abre las posibilidades de una unidad
política coyuntural para la rebelión. Véase S.I.Kovaliov, 1968.
63
Coincidimos en este punto con Vasíliev y Stuchevski (En: Bartra, 1969) En cuanto a que lo que preocupa a Marx en éste
texto es el análisis de las distintas vías alternativas de disolución de las comunidades primitivas. De hecho, lo que le interesa es
entender el inicio de un proceso que llevará a la total separación del productor respecto a los medios de producción.

73
considerar que, al respecto, Marx estaba lejos de poseer la información de que hoy disponemos
acerca de una gran diversidad de formas de la comunidad primitiva tribal.
El supuesto de que el modo de producción asiático sería el que corresponde a las
primeras sociedades clasistas, implica que éstas sólo surgen a partir de la disolución de las
relaciones igualitarias en un determinado tipo de comunidades: las comunidades de tipo
oriental; y en particular aquellas en que la tecnología hidráulica y el proceso de producción
exigen la permanencia de la concentración de la fuerza de trabajo para su aplicación colectiva.
Si se acepta que la ley de correspondencia entre fuerzas productivas y el sistema de
relaciones sociales de producción tiene vigencia como ley del desarrollo histórico y, bajo esa
concepción, que los modos de producción asiático, esclavista y feudal representan calidades de
la sociedad que se corresponden con determinadas medidas de la magnitud grado de desarrollo
de las fuerzas productivas -con toda la flexibilidad que debiera otorgarse a esas medidas-
significaría prácticamente que las comunidades primitivas de tipo diferente a la oriental no
generarían revoluciones clasistas. Y deberían "esperar" a que su relación con sociedades más
desarrolladas (de tipo "asiático, esclavista o feudal) les permitiera incorporar niveles superiores
de productividad como para acceder a la historia clasista, bajo relaciones esclavistas o feudales,
como ocurrió de hecho históricamente con las comunidades helénicas o germánicas que analizó
Marx.
Al respecto, la proposición que hacemos significaría:
a. Que el modo de producción de la sociedad clasista inicial puede originarse como
efecto del desarrollo histórico de cualquier forma de comunidad primitiva, sea antigua,
germánica, eslava, "andina" u otras y que su origen en comunidades de tipo oriental sólo
representaría una modalidad particular del proceso histórico de génesis de sociedades clasistas
"primarias" o "secundarias".
b. En cuanto a los factores causales del desarrollo de relaciones sociales clasistas,
tampoco sería necesariamente el requisito de centralización de la fuerza de trabajo para la
ejecución y control de un sistema de obras hidráulicas el determinante de la diferenciación
social que lleva a la conformación de la estructura de clases y del aparato estatal. Esta hipótesis,
que correspondería a una de las vías particulares de génesis de ese proceso histórico, presenta
también algunas variantes. En unos casos, se supone que no sólo la construcción de un sistema
hidráulico podría exigir la conducción centralizada de fuerza de trabajo, cuyo uso requiera la
organización bajo formas de cooperación ampliada; en otros, se ha propuesto que la función del
control del agua, aún sin la necesidad de cooperación ampliada para la construcción de un
sistema hidráulico, podría generar un monopolio que condicionara el desarrollo de la
"estratificación" de la sociedad en clases.
Pero hay aún otras alternativas al desarrollo del proceso de conformación de la estructura
social clasista. Y en él, los factores de mayor nivel de acción causal pudieron darse tanto en el
seno de determinadas comunidades o como efecto de la relación entre comunidades primitivas

74
que llegan a integrar una nueva totalidad social como sistema socioeconómico, conformando las
llamadas sociedades clasistas "primarias" o "prístinas". En muchos otros casos, además, se dió
la revolución clasista como proceso "secundario" o derivado de la relación de comunidades
primitivas con sociedades clasistas ya conformadas. Entre estos casos, hay también un par de
alternativas: por una parte hubo comunidades que incorporaron activamente elementos nuevos
adquiridos de sociedades clasistas, agilizando el proceso de desarrollo interno de las
contradicciones que conducen al cambio cualitativo hacia la sociedad clasista y, quizá la vía
más común, de las comunidades primitivas que fueron incorporadas a nuevos sistemas
socioeconómicos por imposición colonial o conquista de sociedades clasistas que las
sometieron.
Entre las formas de desarrollo primario de la sociedad clasista, por ejemplo, el
intercambio pudo jugar un papel principal como factor causal, aún independientemente de la
base tecnológica o de las formas de organización técnica y social del proceso productivo. Así,
cuando en una región llegó a haber varias comunidades tribales de desarrollo avanzado, que
alcanzaron a consolidar la propiedad comunal sobre determinados territorios o medios naturales
de producción, nos encontraremos con el control más o menos exclusivo de cada comunidad
étnica sobre ciertos recursos específicos transformables en determinados valores de uso, de los
cuales las otras comunidades carecerían, debido a su disponibilidad geográficamente limitada:
una comunidad pudo disponer de abundancia de sal o de buenas arcillas para la alfarería y
carecer de piedras semipreciosas apreciadas, o contar con buenas maderas para hacer arcos,
pero carecer de materias primas colorantes para los textiles o la decoración cerámica. Estas
situaciones pudieron llevar a fuertes presiones de unas comunidades por el acceso a los recursos
apropiados por otras, tanto mayores cuanto más necesarios o vitales fueran los objetos de que
se careciera. Sin descartar, desde luego, las guerras debidas a tales causas, parece que el
mecanismo más eficaz para la evitación de enfrentamientos de resultados inciertos, fue el
establecimiento de sistemas de intercambio que, a la vez de implicar compromisos recíprocos,
disminuían las causas objetivas de tensión al establecerse una vía social de transferencia de los
recursos o productos cuya necesidad origina los conflictos que siempre estarán potencialmente
presentes 64. En estas condiciones, se puede formar perfectamente un pequeño sector de
especialistas destacados por su habilidad o experiencia en las funciones de diplomacia e
intercambio en favor de sus comunidades. Sin embargo, pudieron darse condiciones de
disponibilidad de recursos muy favorables a unas comunidades y desfavorables a otras, que
llevaran a un intercambio sistemático desigual en cuanto a la cantidad de los valores-trabajo
intercambiados, permitiendo a las primeras la acumulación y obligando a las segundas a
aumentar su inversión de trabajo. Eso pudo poner a los especialistas de las comunidades
favorecidas en una situación prominente y aceptada por los miembros de su comunidad, en
tanto su actividad les resultaba conveniente, con lo que pudieron llegar a concentrar el poder
comunal a su favor; llegando tal vez a controlar aún la fuerza de trabajo de su propia comunidad

64
Véase Marshall Sahlins, 1977.

75
a través de disponer qué se debía producir y en qué cantidades, para satisfacer las demandas de
un mercado favorable. Y, sobre todo, a imponer condiciones a la producción de las
comunidades ajenas, en situación cada vez más débil en relación a aquellas que han podido ir
acumulando excedentes y fortaleciendo su aparato militar. De esta manera, la prestación de
fuerza de trabajo también pudo ser una forma de pagar deudas contraídas en el intercambio, sin
que ello llevara a la cesión de la propiedad de las comunidades deudoras sobre sus medios de
producción.
También es posible que el conocimiento especializado en relación a diversos fenómenos
naturales cuyo manejo tuviera importancia para la organización y elevación de la eficiencia
productiva, fuera sujeto a control por el grupo de especialistas de una comunidad tribal. Su
aplicación exitosa al desarrollo de la producción debió otorgarles al menos una situación de
prestigio en su comunidad y, tal vez, también un consenso que les permitiera ejercer cierto
grado de control en la disposición de la fuerza de trabajo, llegando a convertirse en un señorío
tribal. La difusión de la fama de esos especialistas, seguramente revestido de un halo mítico
reforzado por una parafernalia ritual, pudo trascender los límites de su propia comunidad,
atrayendo a los representantes de otras tribus vecinas a solicitar los consejos prácticos que les
permitieranm igualmente elevar la productividad y, tal vez, llegar a concederles ingerencia en
otros asuntos de su vida comunal. A cambio de ello, esta espececie de "oráculo" debió recibir,
probablemente bajo la forma de ofrendas, algunos tributos en especie o aún en trabajo, como
retribución de sus servicios, dentro del esquema de la reciprocidad. Así, el intercambio de
conocimientos especializados por bienes materiales, posibilitaría el desarrollo desigual de una
comunidad que a mediano plazo alcanzaría a establecer su supremacía ideológico-política sobre
las demás, sustentada en una acumulación de excedentes que la ponía en situación de ventaja en
caso de enfrentamiento bélico en el momento en que alguna comunidad decidiera
independizarse de los servicios de los "dioses" de la comunidad dominante. Es posible que este
factor haya jugado un papel importante en el desarrollo de la sociedad Chavín, en los Andes
Centrales.
Lo que deseamos subrayar a través de este par de ejemplos, expuestos acá de manera
demasiado simple, es que el surgimiento de la estructura de la explotación clasista no supone
como condición necesaria la organización de la producción con base en la tecnología hidráulica
ni el control de fuerza de trabajo colectiva bajo un poder central. Más aún, tampoco supone
necesariamente que ese proceso histórico deba tener base en una economía principalmente
agrícola, ya que también pudo darse en pueblos cuya producción de alimentos haya sido
principalmente pecuaria.

3. Sobre el intercambio.
El hecho de que el régimen de propiedad en que se sustenta la relación entre las clases
fundamentales de estas sociedades suponga la reproducción de las relaciones comunales,

76
contribuye a explicar las restricciones que impone el estado a las formas de intercambio
mercantil desigual en el seno de las comunidades, ya que este llevaría a su disolución 65.
La existencia de una clase de mercaderes que, a través de su actividad, obtienen medios
de vida que ellos no producen, o que acumulan riqueza, se da en el exterior de las comunidades
-bajo control estatal- y puede realizarse de dos maneras: constituyendo los mercaderes parte de
la clase dominante o desarrollando su actividad bajo autorización del estado, bajo compromiso
de pagar tributos o prestar determinados servicios. Y así, pueden conformar una red de
circulación de mercancías entre las ciudades-estado y las comunidades, entre comunidades o
entre ciudades-estado, pudiendo acumular en su beneficio una proporción de los excedentes
enajenados a través del intercambio desigual.
En el interior de las comunidades habría algunas modalidades del intercambio. Una de
ellas sería a través de la redistribución, como centralización de la producción y redistribución de
los valores de uso específicos requeridos por los comuneros para la satisfacción de sus
necesidades subsistenciales concretas. Por medio de este mecanismo puede canalizarse también
el tributo de excedentes, separado del volumen total de productos concentrados, antes o después
de la redistribución que satisface las necesidades subsistenciales de los productores. La
redistribución, como toda forma de intercambio, cumple esta función en la medida en que se
desarrolla la división social del trabajo. En torno a este punto es que resulta relevante la
aportación de Murra 66, resultado de sus investigaciones sobre las formas de control de
múltiples pisos ecológicos por parte de las comunidades de los Andes centro-meridionales. En
ellas, los miembros de la comunidad extraen diversidad de productos de procesos de trabajo
concretos con valores de uso específicos en distintos medios geográficos, concentrándolos en
las bodegas de la aldea, de donde toman los productos que necesitan y que han sido aportados
por otros comuneros desde distintos lugares. De allí que las propiedades comunales sobre
medios naturales de producción se pueden graficar como un "archipiélago". La mantención de
este sistema de muy antiguo origen, seguramente desde las comunidades de cazadores-
recolectores, sólo puede explicarse hacia épocas tardías por la sanción y control estatal de las
relaciones entre las comunidades.
Cuando los medios de producción son apropiados por la comunidad en un territorio
unificado y no se da el intercambio a través de la centralización redistributiva, encontraremos
en cambio los mercados, en los cuales se realiza un intercambio de valores equivalentes,
generalmente bajo un sistema equivalencial concreto 67.

65
Sobre éste punto, véase, por ejemplo, de Marx en El Capital, el vol. I, págs. 44 o 51. O, en el Anti-Duhring de Engels, la pág.
378.
66
Véase John Murra, 1972y 1973.
67
C. Marx, El Capital, vol. I, cap. primero.

77
4. Sobre las formas de la propiedad.
Comunmente se acepta que la estructura de explotación social clasista y el surgimiento de la
propiedad privada son fenómenos necesariamente correlativos, en el sentido de que la
existencia, al menos, de la clase dominante, supone la forma de propiedad privada. Está demás
admitir que tanto Marx como Engels o Lenin lo han planteado así en diversos textos. Aparte de
que ello es históricamente cierto en el caso del surgimiento de las clases en las sociedades
esclavistas y feudales clásicas de Europa occidental, que constituyeron la principal y más segura
fuente de información para esos destacadísimos investigadores. Pero no hay que olvidar que
también es históricamente verdadero que el surgimiento de las relaciones clasistas en esas
sociedades obedeció a procesos derivados de las relaciones con otras sociedades clasistas, que
les precedieron en varios milenios y de las cuales incorporaron elementos básicos para un
elevado desarrollo de la productividad y hasta un sistema de intercambio mercantil con la forma
dinero como equivalente general. Los clásicos del marxismo, como hemos visto, no podían
disponer en su tiempo de la información mínimamente necesaria como para explicar cabalmente
la historia de las sociedades "pre-clásicas" que en Oriente, Africa o América antecedieron a las
de Europa occidental.
En la hipótesis que hemos expuesto, el surgimiento de una estructura social de
explotación indiscutiblemente clasista no presupone necesariamente la forma privada de
propiedad en sentido estricto.
Más bien se trata del comienzo de un proceso de lucha de clases que, como tendencia
histórica esencial, conduce a la conformación de la propiedad privada, que se establece ya
durante el esclavismo grecorromano y cuyo carácter esencial se cristaliza de manera evidente en
el sistema capitalista, como sistema mundial que constituye el todo más desarrollado de la
historia de las sociedades clasistas.
El modo de producción de las primeras formaciones sociales clasistas se inicia con
formas particulares de propiedad diferencial de las clases sobre los elementos del proceso
productivo. El desarrollo histórico del proceso de apropiación privada de los medios de
producción y la fuerza de trabajo, está condicionado al menos por dos factores de diferente
nivel estructural en el seno de las formaciones socioeconómicas clasistas: 1) con el desarrollo
de formas de posesión privada de los elementos del proceso productivo y de disfrute de los
productos del mismo que se hacen tradicionales y, 2) con el desarrollo de la lucha de clases
entre sectores de las clases explotadoras.
Respecto al segundo punto, como ha señalado Lumbreras al referirse a la lucha de clases.
La lucha de clases es siempre por el poder, porque quien tiene el poder tiene los instrumentos
políticos y jurídicos en sus manos (con el respaldo de las armas) que le permiten modificar los

78
patrones de propiedad de acuerdo a sus intereses", e indica dos formas de la misma "a. La lucha entre
68
explotados y explotadores [y] b. La lucha de los explotadores entre sí.

Desde luego que al desarrollarse una estructura de clases cada vez más compleja, surgen
diversas contradicciones coyunturales y estructurales (relaciones de unidad y lucha) entre
clases, fracciones y sectores de las clases explotadoras. Así éstas pueden surgir de la oposición
de intereses entre los sacerdotes y la aristocracia militar respecto a los mercaderes o los
sacerdotes de las clases dominantes que hegemonizan el poder central de un imperio frente a
quienes lo ejercen en la administración de las provincias, por la proporción del excedente
enajenado del que se apropian, etc.. Sobre este proceso nos extenderemos en un próximo
trabajo, pero nos interesa señalar que, si bien la estructura de la sociedad clasista inicial no
supone necesariamente la propiedad privada, en su seno se originan las contradicciones a través
de las cuales se configura históricamente esa forma de propiedad. De hecho, también en ella
pueden darse formas de apropiación privada de la fuerza de trabajo de los productores.

5. Sobre la correspondencia entre fuerzas productivas y el sistema de relaciones sociales


de producción.
La discusión de la correspondencia entre el grado de desarrollo de las fuerzas productivas y la
forma esencial del sistema de relaciones sociales de producción, considerada como una de las
leyes generales de la teoría materialista de la historia fundada por Marx y Engels implica
discutir la vigencia, en los procesos sociales, de la forma particular que adquiere en ellos la ley
general de la dialéctica objetiva sobre la necesaria correspondencia de magnitud y calidad 69. O,
al menos, cuestionar si tal descubrimiento central de las investigaciones de Marx refleja las
magnitudes y calidades esenciales de los procesos sociales 70.
El llamado evolucionismo multilineal plantea que el surgimiento de la sociedad clasista
puede darse de diversas formas, a partir de las comunidades primitivas. Explicando las
diferencias sujetas a factores secundarios, como las características del medio geográfico o de la
organización técnica de la producción, se supone que las comunidades primitivas pueden
generar indistintamente formaciones sociales clasistas regidas por modos de producción
"asiáticos", esclavistas o feudales 71. Planteadas así las cosas, en lo general y, desde el punto de
vista de la ley de correspondencia necesaria de calidades y magnitudes determinadas, tal
proposición cuestiona implícitamente su vigencia en la historia de las sociedades, puesto que
significa que a la medida del desarrollo de las fuerzas productivas que sobrepasa a la
producción limitada a la subsistencia, puede corresponder casi cualquier calidad del modo de

68
Luis G. Lumbreras, 1981: 112.
69
Enunciada generalmente como ley de la transformación recíproca de los cambios cuantitativos y cualitativos.
70
Véase el "Prólogo...".
71
Entre los investigadores soviéticos, este punto de vista es sostenido por Vasíliev y Stuchevski (En: Bartra, 1969) y en
"occidente", por autores que se adscriben al evolucionismo multilineal con posiciones eclécticas que incluyen al marxismo
entre sus ingredientes, como Wittfogel y Palerm. Por supuesto, no identificamos los planteamientos ni intenciones de éstos y
aquéllos.

79
producción72. Que sepamos, el evolucionismo multilineal no ha hecho explícito este
cuestionamiento, probablemente porque no está interesado en desarrollar una concepción
teórica consistentemente marxista que compatibilice la teoría general de la dialéctica objetiva
con la teoría particular de la historia, lo cual incide, de hecho, en una disociación del
materialismo dialéctico e histórico y en una manipulación positivista de la terminología del
materialismo histórico. No obstante, el problema debe, por lo menos, ser discutido o
comentado, si es que pretendemos cierto nivel de congruencia de nuestra concepción teórica, ya
que de hecho pone en tela de juicio o exige una explicitación de la explicación de una de las
leyes básicas del materialismo histórico.
Concordamos con Vassíliev y Stuchevski cuando afirman que el problema que ocupa a
Marx en las "Formen..." es el de las formas de disolución de la comunidad primitiva y las
condiciones históricas en que las comunidades de tipo oriental, antigua o germánicas dan origen
a formaciones clasistas "asiáticas", esclavistas y feudales, respectivamente. También es un
hecho histórico el que tales procesos ocurrieron, con las salvedades que exige la consideración
del "modo de producción asiático".
Pero la proposición de que la comunidad primitiva contiene indistintamente las
posibilidades de generar sociedades clasistas con diversas calidades esenciales -dependiendo de
particularidades secundarias- aparece como una simplificación reduccionista que constata la
inmediatez empírica y se convierte en generalización teórica sin un análisis de la diversidad de
regularidades que se concatenan en la concreción histórica. Aclaramos que tampoco nos parece
sostenible, a la luz de los hechos históricos, la proposición unilineal mecanicista de Stalin, ni
nos preocuparía demasiado poner en tela de juicio una formulación comunmente aceptada por
el marxismo como ley general, si realmente estuviéramos convencidos de que no refleja
regularidades objetivas. Pero no es éste el caso.
En lo que respecta al surgimiento del esclavismo en el seno de las comunidades de la
península helénica o el desarrollo de las relaciones feudales en las comunidades germánicas
invasoras del Imperio Romano, hay que tomar en cuenta un par de factores que hemos
mencionado en un punto anterior. Uno de ellos es que, en ambos casos, se trata de procesos
derivados de las relaciones que las comunidades antiguas o germanas establecieron con
sociedades clasistas más desarrolladas. Y el otro es que, como efecto de esas relaciones, las
comunidades primitivas absorbieron o "heredaron" el importante desarrollo tecnológico de las
sociedades más avanzadas, acelerando el grado de desarrollo de sus fuerzas productivas a una
medida superior a aquellas que poseyeron las primeras sociedades clasistas.
De este modo, es perfectamente posible que diversas sociedades en su historia real se
"salten" determinadas etapas o calidades, en tanto acceden a medidas de la magnitud de las
fuerzas productivas a las cuales corresponden calidades más complejas.

72
Ideológicamente, también está implícita la consecuencia de que las formas del socialismo no serían la única alternativa de
solución a la crisis de la contradición fundamental del capitalismo.

80
Ahora, en lo referente a la secuencia de calidades de las formaciones socioeconómicas
que se corresponderían a medidas sucesivas en una escala ordinal de la magnitud de las fuerzas
productivas 73, surge la cuestión de cual sería tal sucesión y la significación de la unilinealidad
que ésta implicaría, frente a las concepciones del evolucionismo multilineal.
Sobre este punto, Bartra contribuye a plantear más adecuadamente el problema de la
pretendida oposición de concepciones unilineales versus multilineales, como un malentendido
que "consiste en que no se acaba de comprender que los marxistas, cuando hablan de evolución
unilineal, no se refieren a las formas o pautas concretas del desarrollo, sino a su contenido, a su
esencia. El marxismo plantea que la historia tiene un sentido: el progreso. Y que ese contenido
se expresa en una variedad limitada de formas o formaciones socioeconómicas no
necesariamente consecutivas conforme a un patrón establecido"74. En lo cual concordamos con
Bartra, en el entendido de que el sentido del desarrollo de las sociedades como progreso se
refiere a la tendencia histórica general de incremento del desarrollo de las fuerzas productivas.
Y al cual se corresponde cualitativamente la forma del sistema de relaciones de producción,
como vínculo entre los productores, mediado por las relaciones de propiedad sobre los
elementos del contenido de las fuerzas productivas.
Analizando de manera general las secuencias de desarrollo histórico de las formaciones
socioeconómicas clasistas precapitalistas, distinguiremos:
1. dos grandes estadios o etapas sucesivas de acuerdo al contenido de la propiedad y
2. por ahora, al menos dos grandes líneas de desarrollo de las formas de la propiedad que
se corresponden, en cada etapa, a un mismo contenido esencial.
Es decir, aceptamos la unilinealidad del desarrollo en cuanto al contenido esencial de la
propiedad y la multilinealidad de formas que se corresponden a dicho contenido esencial y
general. Veamos:
1. En cuanto al contenido de la propiedad, las etapas están cualificadas por los
elementos del proceso productivo sobre los cuales establece su propiedad la clase dominante
que, en tanto constituye el polo positivo de la contradicción fundamental de clases, cualifica a la
totalidad.
La primera etapa histórica correspondería a la existencia de formaciones
socioeconómicas regidas por modos de producción en los cuales el elemento del proceso
productivo convertido en contenido esencial de la propiedad de la clase dominante es la fuerza
de trabajo. Este es el denominador común a la sociedad clasista inicial y el esclavismo clásico o
grecorromano. Bajo este argumento, no nos oponemos a denominar a la sociedad clasista inicial
como "esclavitud generalizada" o, en algunos casos, "esclavitud inicial"75. Lo que no aceptamos

73
Entiendo, desde luego, que esas medidas tienen amplios rangos de variabilidad sujetos a las condiciones históricas concretas.
74
Roger Bartra, 1967.
75
De hecho, son términos que ya hemos usado en trabajos anteriores para referirnos a esta clase de sociedades. A lo largo de
éste trabajo hemos preferido mantener el término de "sociedad clasista inicial, con el objetivo de hacer reatar las diferencias co

81
es pretender que la sociedad clasista inicial sea reductible, ni mucho menos explicable a través
de las relaciones fundamentales de propiedad y de clases específicamente particulares del
esclavismo clásico. Cuando éste se da, su calidad corresponde al nivel superior del desarrollo de
las fuerzas productivas y, por lo tanto, sucede a la sociedad clasista inicial. La cual, en este
caso, será propiamente un esclavismo inicial. El esclavismo clásico representará la fase superior
de una variante formal de esta gran etapa histórica.
El segundo estadio histórico estaría caracterizado porque el contenido esencial de la
propiedad de la clase dominante son los medios naturales de producción; particularmente el
objeto de trabajo principal que es la tierra, en el caso de las sociedades agrarias. Es decir, es la
época del feudalismo, en la cual la clase dominante ha acumulado históricamente suficientes
excedentes como para sostener un aparato represivo que le permite copar objetivamente la
propiedad sobre la tierra cultivable, en una situación en que la población se ha incrementado al
nivel de no tener más alternativa que tributar renta a cambio de poder cultivar para subsistir. De
ahí que algunas variantes del feudalismo tendrán que ver también con el grado y formas
sujeción de la fuerza de trabajo, que puede o no ser propiedad de la clase dominante, en
términos objetivos.
2. En cuanto a las formas de la propiedad habría también al menos dos variantes o
"líneas" de desarrollo histórico. Una de ellas sería característica de la historia "clásica" de
Europa ocidental y está condicionada por una temprana consolidación y predominio de las
formas privadas de propiedad de la clase dominante. En la primera etapa, el esclavismo clásico
representaría su fase superior, necesaria y previa al proceso de transición al feudalismo. La
etapa feudal se caracterizaría, dentro de esta línea, por la existencia de propietarios de la tierra
(terratenientes) que cobran renta al productor directo y transfieren parte de la misma al estado
bajo la forma de impuesto.
La otra línea se caracterizaría por la persistencia del predominio de las formas
particulares de propiedad de las clases dominantes, sobre los mismos contenidos esenciales de
la propiedad. Dentro de esta línea o vía del desarrollo, el esclavismo clásico no sería una fase
superior necesaria del desarrollo del primer estadio histórico y se accedería directamente de la
"esclavitud generalizada" al feudalismo. En la etapa feudal, persistiría la propiedad particular
de la clase dominante, esta vez sobre la tierra. La clase dominante representada directamente en
el estado, presentará a éste jurídicamente como "supremo terrateniente" y la burocracia estatal
cobrará directamente la renta como impuesto o tributo.
Así como es posible que determinadas sociedades concretas se "salten" etapas, como
efecto de procesos derivados de su relación con otras sociedades más desarrolladas, también se
dan las situaciones en que estas interacciones sociales permiten a una sociedad cambiar su
"línea" de desarrollo, dentro de la multilinealidad formal de la historia.

el esclavismo clásico o con las hipótesis que diluyen su caracterización sustantivamente diferente a la de éste en los conceptos
difusos de "esclavismo". En este nivel general, se advertirá que coincidimos con Nikiforov y es la razón por la cual lo hemos
citado.

82
De hecho, la diferencia principal entre estas "líneas" de desarrollo, consiste en que
poseen diferentes ritmos históricos, estructuralmente condicionados, de desarrollo del proceso
de privatización de la propiedad. Por eso es que la culminación de ese proceso que es el tema
que ocupa centralmente la atención de Marx en las "Formen...", -con el desarrollo del sistema
de relaciones capitalistas, es alcanzada más aceleradamente por las sociedades de la "línea
occidental". Y éstas, por su necesidad de expansión, son las que agilizan la conformación del
primer sistema socioeconómico mundial, subordinando a las sociedades más atrasadas y
generando en ellas procesos derivados de desarrollo capitalista.

6. Sobre el estado.
Desde que el surgimiento de la estructura de explotación clasista no supone necesariamente un
origen en comunidades de tipo oriental, ni centralización de la disponibilidad de fuerza de
trabajo para realizar obras públicas, el surgimiento del estado que es inherente a esta revolución
social, tampoco implica necesariamente que éste adquiera una forma despótica. Más
exactamente, el tipo de estado que, al menos en sus comienzos, se correspondería con la
estructura fundamental de clases que hemos expuesto, no tiene por qué ser obligatoriamente
despótico. La forma despótica del estado, sería también una forma particular de ejercicio del
poder, que podría variar en las diferentes fases del desarrollo histórico de las sociedades
clasistas iniciales.
Más aún, es difícil que las formas de ejercicio del poder en el proceso de conformación
y consolidación de la estructura estatal, con un nivel de acumulación de excedentes todavía bajo
y, por ende, con un aparato represivo militar poco desarrollado, hubiera podido tener un
caracter abiertamente despótico, sin crear el riesgo permanente de sublevaciones y tiranicidios.
Sin duda, el proceso de conformación de las clases y el estado llevó a desarrollar un
aparato militar que seguramente podía reprimir focos de rebelión en distintas comunidades,
pero que difícilmente podría enfrentar una rebelión general. Ello nos explica otra característica
señalada, desde Marx, para las "sociedades orientales" y que es la mantención del aislamiento
de las comunidades. Pero de todos modos, esto también significa que, entre los procedimientos
de coerción extraeconómica, debieron jugar un importante papel la dominación ideológica y la
estructura de sujeción política. Además, el estado debió justificar su existencia realizando
funciones que pudieran ser reconocidas como necesarias por las comunidades subordinadas. Y
éstas con seguridad no se limitaron a la organización de fuerza de trabajo masiva para la
ejecución de obras públicas, situación que pudo no darse. Pero el control del intercambio entre
comunidades evitando conflictos, la importación y exportación de bienes, el control de
excedentes de reserva para la prevención de catástrofes agrícolas que exigieran un mecanismo
de acumulación y reproducción y que permitiera incluso la transferencia de productos de unas
comunidades a otras en situación de crisis; la existencia de una estructura militar con capacidad
de reprimir los conflictos bélicos siempre potencialmente presentes entre comunidades tribales
desarrolladas; el desarrollo de conocimientos especializados que redundan en la elevación de la

83
productividad; todos éstos y otros "servicios" que pudo prestar la clase dominante, pudieron
permitir la consolidación de un aparato estatal sin la necesidad de formas despóticas de ejercicio
del poder, en la situación del surgimiento histórico de las primeras dictaduras de clase. En todo
caso, el desarrollo de formas despóticas de ejercicio del poder estatal sería una característica
mucho más común en las fases imperiales más avanzadas de estas sociedades y estaría más bien
en relación con la profundización de las contradicciones sociales, en momentos en que se
cuenta con un aparato represivo más consolidado.
Otro punto relativo al estado que consideramos que debería investigarse más
ampliamente es -específicamente para las primeras formaciones socioeconómicas clasistas- la
de su relación con el territorio.
Este es uno de los puntos a través de los cuales Engels sintetiza las características del
Estado en "El origen de la familia...". Dice: "Frente a la antigua organización gentilicia, el
Estado se caracteriza en primer lugar por la agrupación de sus súbditos según divisiones
territoriales". El análisis del surgimiento del estado Ateniense y Romano, muestra este aspecto
con claridad. Y Engels generaliza: "Esta organización de los súbditos del Estado conforme al
territorio es común a todos los Estados. Por eso nos parece natural: pero en anteriores capítulos
hemos visto cuán porfiadas y largas luchas fueron menester antes de que en Atenas y Roma
pudiera sustituir a la antigua organización gentilicia".
Pensamos que en las sociedades clasistas iniciales, la "organización de los súbditos
conforme al territorio" no sería una característica necesaria de la organización ni la base de la
soberanía estatal. De hecho, la mayoría de esas formaciones socioeconómicas si bien pudieron
crear nuevas comunidades de vecindad, mantuvieron aún por milenios las organizaciones
tribales de base gentilicia, sin llegar al nivel de la expropiación territorial que se da en Atenas o
en Roma, por parte de la clase dominante, lo que permite sustituir la vieja base de organización
gentilicia. Por ello pensamos que, siendo el fundamento esencial de la soberanía estatal de las
primeras sociedades clasistas la estructura de sujeción política de la fuerza de trabajo, la
situación debió ser diferente que la que se dió en Grecia y Roma, y desde luego, en la época
feudal. Más bien sucedería que la organización del territorio -control de las fronteras,
organización de la producción y del tributo, etc.- se establecía conforme al sistema de
organización política de los súbditos. Es decir, la relación del estado con el territorio estaba
mediada básicamente por la real soberanía política del estado sobre los productores propietarios
del territorio 76.

76
Así, tendríamos una sutuación general similar a la que implica el concepto de "soberanía territorial" del Derecho Romano,
que supone que los representantes de los intereses del Imperio (cónsules, mercaderes, etc.) son portadores de las leyes romanas
y éstas rigen, con sus personas, donde se encuentren. Para lo cual es obviamente necesario disponer del respaldo del aparato
institucional militar.

84
7. Sobre la ideología.
Acá sólo queremos mencionar un par de problemas que cualquiera explicación del origen y
desarrollo de las relaciones clasistas deberá tener en cuenta:
1. Cualquiera sea la causalidad implicada en el surgimiento de las sociedades clasistas,
uno de los problemas que deberá resolver al considerar la ideología, creada y manejada por la
clase dominante, es el de la justificación de la violación de la reciprocidad que se gesta
objetivamente en el nivel económico con el establecimiento de relaciones de explotación y
enajenación del excedente a los productores directos que constituyen la mayoría de la
población. La existencia de relaciones económicas y sociales de reciprocidad en el seno de las
comunidades primitivas, en su prolongada tradición histórica, han conformado en ellas una
conciencia social y un sistema de valores que ha operado superestructuralmente como un
refuerzo de dichas relaciones en la conducta social cotidiana y se encuentran profundamente
arraigados en la conciencia de los miembros de las comunidades que, con el surgimiento de las
clases, pasan a convertirse en clase explotada. De ahí que, en los comienzos del proceso y
seguramente por un largo tiempo, ya que la organización comunal persiste y las relaciones entre
sus miembros siguen regidas por los principios de reciprocidad, es difícil que la clase
dominante abuse muy abiertamente en la extorsión de excedentes o ejerza el poder de manera
excesivamente arbitraria o despótica. Sobre todo, en el período en que aún la acumulación de
excedentes no permite la existencia de un poderoso aparato militar y represivo.
La clase dominante cuenta a su favor con el hecho de que la concepción comunitaria de
la reciprocidad no supone necesariamente intercambio de unos bienes materiales por otros, ni la
retribución inmediata de bienes o servicios. Ello nos indica que los servicios que la clase
dominante otorga a las comunidades en "retribución" de los productos o prestaciones de fuerza
de trabajo que obtiene, tienen que aparecer ante ellos como un beneficio que cumpla
satisfactoriamente con las exigencias de la reciprocidad. Por lo cual, parte de los servicios que
ofrece deben beneficiar objetivamente a los productores: control eficiente del intercambio que
permite obtener los valores de uso deseados, seguridad de abastecimiento de agua en los
momentos oportunos a través del "control" de las lluvias o crecidas de los ríos o del retorno del
sol que amenaza con alejarse hacia el solsticio de invierno, hasta las garantías de una vida
eternamente feliz a cambio de una breve vida terrenal de sacrificios.
De cualquier manera, la conformación de una ideología dominante mediatizadora de los
conflictos de clases, debió jugar un papel importante en el convencimiento de los productores
en cuanto a que los beneficios que la clase dominante les podía otorgar, equivalían a un
intercambio recíproco de los excedentes tributados.
La consideración de este problema nos ha de permitir explicar las condiciones en que se
origina la explotación clasista. En algunos casos, ocultándose en el seno de la comunidad que se
divide en clases bajo la forma de relaciones de parentesco o de linajes, que opacan la conciencia
de clase bajo la expectativa de alcanzar una posición de privilegio, o a través de sistemas de

85
explotación interétnica que al menos no comprometen la reciprocidad en la misma medida que
entre los miembros de una misma comunidad tribal.
Por otro lado, observamos que con el desarrollo de la explotación clasista, se origina y
desarrolla igualmente la religión como concepción del mundo que, si bien opera a través de las
mismas estructuras y procesos mentales que los mitos, reflejan la nueva situación social,
convirtiéndose en instrumento ideológico de dominación: los sacerdotes que ofician los ritos ya
no son los representantes de los intereses de las comunidades ante las "divinidades", sino los
representantes de los dioses ante las comunidades, e intercambian con éstas productos
materiales y fuerza de trabajo por servicios "espirituales". Así la religión, como ideología
dominante, se convierte en una concepción falsificadora de la realidad, pues de otra manera no
es posible justificar la injusticia, en oposición a los arraigados valores de igualdad que
comprometen las relaciones en el interior de las comunidades.
2. Por las mismas razones, podemos pensar que en las primeras sociedades clasistas, la
juridicidad creada por las clases dominantes tenderá a ocultar las relaciones objetivas de
propiedad, lo cual haría, de otro modo, transparentes las relaciones de explotación. Por ello es
posible que jurídica o subjetivamente se acepte, por ejemplo, que los miembros de las
comunidades se llamen "ciudadanos libres", aunque de hecho no lo sean. O que la clase
dominante se atribuya la propiedad de las aguas de lluvia o de los ríos y lagos, como de las
tierras o el sol. El hecho es que cualquier documento registrado desde los intereses de las clases
dominantes deberá ser críticamente analizado con rigurosidad antes de aceptarse como una
prueba de objetividad histórica de las relaciones sociales que expresa, ya que con alta
probabilidad reflejan una concepción subjetiva de clase, parcial y falsificadora de la realidad,
adecuada a los intereses que representa. Particularmente en lo que se refiere a los aspectos
fundamentales de las relaciones sociales de explotación.

V. Algunos problemas del análisis histórico en América.


Deseamos concluir apuntando algunos comentarios sobre aspectos de la investigación histórica
en América Latina, frente a los cuales creemos que la hipótesis expuesta podría ofrecer un
punto de vista alternativo que contribuyera, por lo menos, a abrir nuevas discusiones o a
orientar nuevos enfoques en el estudio de viejos problemas que aún están lejos de resolverse.

1. El sesgo "feudal" en las crónicas.


Es bastante sabido entre los etnohistoriadores de la Colonia temprana en América, que la
terminología empleada por los cronistas para describir las posiciones sociales de las
personalidades o grupos indígenas, tienen muy poca precisión, ya que constituyen una
interpretación traducida a términos que designan categorías sociales europeas: reyes, príncipes,
vasallos, esclavos, etcétera. Y que seguramente tienen un contenido que no refleja la realidad
de las estructuras sociales americanas. De manera que el historiador se ve obligado a tratar de
interpretar el contenido de esos términos a través de las explicaciones acerca de sus

86
atribuciones, funciones, derechos o privilegios, obligaciones o actividades que se relatan con
algún detalle. Sin embargo, aún así, existen los problemas del sesgo de la interpretación que
hace el cronista y que muchas veces tiene una concepción feudal de la sociedad, la cual
constituye el sistema de referencias con respecto al cual busca establecer analogías que le
permitan describir lo que observa.
Así, por ejemplo, suponiendo que tuviéramos una sociedad con las características que
hemos propuesto, si un español pregunta en una visita a un grupo de campesinos sujetos a un
miembro de la clase dominante o a un administrador local acerca de si tienen un "señor" o que
quién es el señor, desde luego que responderán afirmativamente y podrán decir sin vacilar
quién es el "señor", el que ordena y cobra los tributos. ¿Qué entenderá nuestro cronista y qué
nos dirá, si para él un "señor" es siempre un terrateniente? O ¿cómo interpretar un litigio de
tierras en que un documento nos cuenta que se presentó fulano de tal ante un funcionario estatal
a reclamar el establecimiento de los linderos de tal comunidad?. ¿Está solicitando tierras en
renta, lo cual supondría que la clase dominante es su propietaria? O reclama el servicio, que
supone una obligación del funcionario, de dirimir un pleito de tierras que disputa otra
comunidad?. O, cuando un antiguo señor reclama la propiedad sobre determinadas
comunidades, muchas veces designadas por voces que no sabemos si son designaciones de
origen geográfico o gentilicio, ¿reclama la propiedad de las tierras en que se asientan o el
derecho a disponer de su fuerza de trabajo?
Pero el problema es doble, y el mencionado es sólo un aspecto del mismo. Y la cuestión
del sesgo de los conceptos feudales o aún esclavistas de quienes escribieron los documentos
deberá ser tomado en cuenta cualquiera sea el punto de vista desde el cual se busque su
interpretación.
El otro aspecto del problema tendría que ver con las limitaciones del manejo de los
sistemas conceptuales desde los cuales el historiador orienta sus investigaciones. Supongamos
que se trata de un investigador que, desde una perspectiva marxista, posee como sistema teórico
de referencia las categorías de formaciones económico sociales y modos de producción
esclavista, feudales y "asiáticos", a través de los cuales busca interpretar la información, ¿no
resultará que encontrará diversos tipos de relaciones que, con todas sus particularidades, se
pueden referir más fácilmente a relaciones de tipo feudal o esclavista? Y si descubre que, como
sistema, no corresponden con exactitud a ninguno de esos modos de producción, ¿no es la
etiqueta de "modo de producción asiático", lo suficientemente ambigua como para englobar
todas las particularidades, donde pueden incluírse desde formas "semiesclavistas" hasta "renta
primitiva" de la tierra?.
Pensamos que el manejo de una hipótesis teórica alternativa como la que proponemos
puede al menos abrir las posibilidades de plantear preguntas e hipótesis que tal vez permitan
acercarse a interpretaciones más precisas al ampliar los sitemas conceptuales de referencia.

87
2. Posibles efectos en la sociedad colonial.
Diversas han sido las posiciones que han intervenido en las discusiones que suscita la
interpretación de la estructura económica y sociopolítica que se conformó con la conquista y
colonización europeas del territorio y los pueblos americanos a partir del siglo XVI. El tema de
la polémica en la década de los sesentas e inicios de los setentas se centraba en dirimir si el
modo de producción que regía las relaciones de producción coloniales era feudal o capitalista, o
qué tanto tenía de feudal, esclavista o capitalista, habiendo autores que proponían definir la
especificidad de un "modo de producción colonial" articulado al desarrollo capitalista. Luego el
tema se centró en el problema de caracterizar, desde distintos enfoques, la estructura de las
relaciones económicas vigentes durante la colonia, aceptándose en general el hecho de que ésta
debió presentar particularidades condicionadas en parte por las características estructurales de
las formaciones socioeconómicas propias de las sociedades precoloniales americanas. Lo cual
llevó a la necesidad de considerar las calidades de los modos de producción de las mismas.
Desde luego, no todas ellas estaban regidas por los mismos modos de producción, ya que en las
distintas regiones hubo desde sociedades comunistas primitivas hasta sociedades clasistas en
distintos grados de desarrollo. Y en el caso de éstas últimas, no ha estado ausente de la
polémica el concepto de "modo de producción asiático" que, para algunos, explicaría las
características de su formación socioeconómica.
Al respecto, hay que tomar en cuenta que en el siglo XVI, también el sistema capitalista
en Europa se encontraba en una fase incipiente de desarrollo. Es cierto que las primeras
expediciones de conquista y saqueo estuvieron motivadass por el interés de obtener metales
preciosos y otras riquezas destinadas a circular en el mercado europeo. También es cierto que,
como resultado de la subordinación político-económica de las sociedades autóctonas, se instalan
enclaves urbanos en los cuales comienzan a desarrollarse relaciones capitalistas de tipo
comercial, financiero y aún productivas (obrajes, etc.), y junto a ellas se conforma la
administración colonial. No obstante, para apoyar ese proceso se hizo necesario estructurar un
sistema de relaciones de producción que incorporara las nuevas extensiones territoriales y la
gran cantidad de fuerza de trabajo conquistadas, extendiéndose a las actividades extractivas y a
la producción agraria. Lo cual atrajo a una importante inmigración peninsular que en el Viejo
Mundo no tenía expectativas de adquirir o heredar tierras, ya copadas por una sólida clase
terrateniente cuya reproducción estaba regulada por mecanismos bien establecidos. De manera
que en estas ramas de la producción, el modelo que los colonizadores intentan reproducir es el
de las relaciones de producción feudales que todavía predominan ampliamente en la producción
agraria de la Península Ibérica.
Pero la situación en el nuevo continente no es la misma de Europa. Y en este punto nos
interesa plantearnos algunas preguntas acerca de cómo podría enfocarse el estudio del
enfrentamiento entre colonizadores europeos y el campesinado indígena, en el caso hipotético
de que éste hubiera integrado sociedades clasistas con una estructura como la que hemos

88
propuesto. En particular, en lo que se refiere al proceso de conformación de las relaciones de
producción agrarias y su integración política al nuevo sistema.
Aunque no afirmamos que todas las sociedades clasistas precolombinas que encuentra la
Conquista en América fueran lo que estamos llamando sociedades clasistas iniciales, pensamos
que hay antecedentes como para sustentar con solidez la hipótesis de que algunas de ellas, como
el Tawantinsuyu, estaban regidas por relaciones de "esclavitud generalizada" en lo que se
refiere a las clases fundamentales. Entre los autores que conocen en profundidad la historia
andina, desde la perspectiva de la información arqueológica o de la documentación colonial
temprana, Lumbreras afirma que
...los inkas más bien que colonizadores eran conquistadores, eso quiere decir que más que a la tierra
les interesaba tener acceso a la fuerza de trabajo, conquistaban hombres y no territorios, pueblos más
bien que valles o quebradas. Toda su organización y poderío estaba determinada por su poder
creciente sobre la fuerza de trabajo, de modo que donde no había suficientes tierras las 'fabricaban'
77
mediante el riego artificial o la construcción de terrazas agrícolas.

Opinamos que también los resultados de las investigaciones lúcidamente sintetizadas y


expuestas por Murra78 son compatibles, dentro de su particularidad, con las generalizaciones
arriba expuestas.
En el enfrentamiento histórico que significó la Colonia tendríamos, por una parte, a los
colonizadores portadores de una concepción feudal de la producción agraria, que llegan a
América ávidos de conquistar tierras y obtener las mercedes que otorga la Corona. Derrotado el
poder central de los imperios americanos, se encontrarán en las diversas regiones con los
estamentos intermedios de las viejas clases dominantes, que probablemente no estuvieron
demasiado interesados en evitar el derrocamiento del imperio, al cual también estuvieron
subordinados en la obligación de transferirle parte importante del tributo enajenado
directamente a los productores. Y además, si el contenido fundamental de la propiedad de las
antiguas clases dominantes no era la tierra, tampoco debieron presentar una resistencia
intransigente al proceso de expropiación territorial desencadenado por los colonizadores. Si ese
hubiera sido el caso, explicable en el caso de que la tierra hubiera sido la base de la propiedad
que los constituía en clase social privilegiada, es altamemte probable que hubieran sido
arrasados y habrían desaparecido como tales, lo cual en términos generales no ocurrió. Es cierto
que la existencia del derrocado aparato estatal y la mantención de la propiedad territorial en
manos de las comunidades de productores constituían las condiciones de su antigua situación de
privilegio. Pero ante el hecho consumado de la desaparición de aquél y ante la posición de
desventaja y retroceso en cuanto a las posibilidades de defender la tierra, seguramente
estuvieron más interesados en retener las ventajas que les permitieran mantener sus viejos

77
Luis G. Lumbreras, 1984: 332.
78
John Murra, 1978 (versión original de 1955) y 1975, en particular, el artículo En torno a la estructura política de los Inka
(versión original de 1958).

89
privilegios en la nueva situación que, por su misma ambivalencia, debió condicionar sus
acciones, con más o menos acierto, hacia distintas opciones alternativas.
En las situaciones en que la tierra fue expropiada y pasó a ser propiedad del terrateniente
europeo, ¿le bastaba con obtener mercedes de tierras para asegurar la producción agraria?;
¿porqué surge la necesidad de asegurar igualmente la encomienda de indios?. Y, en concreto,
¿quiénes podían asegurar no sólo la disponibilidad de fuerza de trabajo, sino también su
sujeción política? Creemos que en ello debieron jugar un importante papel los antiguos señores
locales y sus herederos, sea negociando el control organizativo y político de la fuerza de trabajo
de la encomienda como capataces, o negociando su "privilegio" de tributo de trabajo excedente
de comunidades que se autorreproducen, ya como trabajo vivo para las tierras de los nuevos
señores o pagando renta en especies para asegurar la disponibilidad (posesión) de tierras a las
comunidades aún bajo su dominio.
Pero también la documentación colonial nos refiere la existencia de comunidades que
retienen sus tierras o de antiguos señores que tienen tierras de cultivo agrícola y ganadería. En
primer lugar, será necesario constatar si se trata de situaciones objetivamente diferentes o de
distintas maneras de aludir a una misma o similar situación en cuanto a las relaciones sociales
implicadas, ya que difícilmente pudieron permanecer demasiado tiempo las comunidades
liberadas de la explotación.
Pudo suceder, sin embargo, que subsistieran comunidades liberadas de la figura del
explotador directo, pero en la medida en que su producción se abre a un mercado local ladino a
través del cual transfieren excedentes. O de comunidades que siguen sujetas a un antiguo
"señor", quien mantiene con la comunidad el nivel de compromisos que le permiten retener sus
privilegios, pero se desentiende del control directo de la producción, adquiriendo la movilidad
necesaria para ampliar la red de intercambios en que comercia ventajosamente los excedentes
de la comunidad.
En cuanto a los señores que "poseen" tierras de labor o rebaños, pudieron darse
situaciones diversas. Tal vez hubiera casos en que, efectivamente, privatizaran la tierra
cobrando renta en trabajo a las comunidades. Pero lo más probable es que, de hecho,
independientemente de las argumentaciones ideológicas, se apropiaran en forma privada de la
parte de las tierras anteriormente destinadas a su cultivo con el trabajo excedente que se
tributaba al estado, manteniendo la fuerza de trabajo sujeta al tributo y conservando la
propiedad comunal de la tierra en que los productores reproducen su fuerza de trabajo con
niveles de consumo subsistencial. De cualquier modo, los excedentes acumulados por esos
señoríos se abrieron al mercado que abastecía a los enclaves urbanos y a los centros de
explotación minera. Lo cual podría explicar, por ejemplo, las fortunas que llegaron a acumular
durante la Colonia unos cuantos "señores" andinos.
Lo que importa subrayar es que, en general, la oposición entre colonizadores que se
proponen establecer relaciones feudales, cuyo objeto de apropiación es la tierra, y los

90
tradicionales señores locales que intentan retener los privilegios que les otorgaba la propiedad
de la fuerza de trabajo, no llegó a ser una contradicción antagónica.
Más aún, a la nueva clase terrateniente y a la administración colonial les convenía la
mantención de los estamentos intermedios de las viejas clase dominantes, ya que ello les
permitía asegurar la sujeción política del campesinado explotado y la relativa paz necesaria
para mantener el desarrollo de la producción agraria en que se apoyaba la explotación minera, el
comercio y la generación de los impuestos en metálico que subvencionaban tanto a la
administración colonial como la transferencia de excedentes a la Corona imperial, en el proceso
de conformación de un sistema de relaciones de producción integrado al progresivo desarrollo
del capitalismo.
Tal vez, también desde ésta perspectiva se podrían encontrar explicaciones al desarrollo
del caciquismo, integrado y apoyado por diversos Estados latinoamericanos, como estructura de
dominación política de los productores agrarios.

3. El prejuicio de la "mentalidad europea".


Actualmente se encuentra bastante difundida la opinión de que las concepciones teóricas
"occidentales" o "europeas", nacidas como resultado de las investigaciones de sociedades
diferentes a las del Nuevo Mundo, además del sesgo etnocentrista que implicarían, son
inadecuadas para captar "nuestra" tan singular peculiaridad histórica y tienden a operar como
sistemas de prejuicios subjetivos que limitan la "objetividad" del conocimiento de una realidad
tan sui generis .
Este prejuicio se ha extendido particularmente entre los investigadores de la historia
andina prehispánica o colonial 79. Lo chistoso del caso es que tal opinión es sostenida
principalmente por profesionales de formación "europea" u "occidental" . Probablemente
tengan tantas razones para desconfiar de su formación teórica como pretextos para ocultarlo o
justificarlo. En todo caso, los investigadores más connotados entre quienes comparten esta
posición son aquellos a quienes se les reconoce solvencia científica por su buen manejo de
información documental o empírica, a los que sigue un coro de colegas carentes de solidez tanto
en la teoría como en el conocimiento empírico.
De hecho, las críticas a las concepciones "europeas" son, en la actualidad, generalmente
alusiones demasiado cautelosas al marxismo, que han derivado en posiciones que tienden a
identificarse con la antropología "émica". Seguramente no existen en quechua, aymara o maya
los términos que equivalgan de manera muy precisa a conceptos "europeos" como los de modo
de producción, relaciones sociales de producción, fuerzas productivas o superestructura
jurídico-política, como no los había en las lenguas europeas de los siglos XVI o XVII, De lo
cual se deriva la suposición de que la plena "objetividad" se lograría penetrando en la la

79
También éste argumento ha tenido amplia difusión entre los investigadores de la sociología contemporánea, como se puede
apreciar a través de las acertadas críticas que al mismo opusiera Agustín Cueva ( A. Cueva, 1979).

91
mentalidad y cosmovisión del indígena, lo cual nos permitiría llegar a categorizar fielmente la
"realidad concreta" que los conceptos "europeos" no serían capaces de aprehender en su sutil
precisión autóctona. Planteamiento que resulta tan absurdo como suponer que para entender
cabalmente el proceso de hominización habría que tener mentalidad de pitecántropo.
Por ello, cuando preguntamos a estos colegas si, en su opinión, la propiedad del curaca
se establecía sobre las tierras o sobre la fuerza de trabajo o qué grado de explotación implicaba
la mit´a , nos expresarán con doctoral prudencia sus reservas acerca de la utilidad y precisión de
tales conceptos para dar cuenta de fenómenos tan ajenos a la realidad y mentalidad "europeas".
Y nos contestarán con una muy significativa anécdota, o referencia a lo que el cronista tal dijo
que le oyó decir al indígena fulano de tal con ocasión de una gran fiesta religiosa. En algunos
casos es evidente que dichas posiciones reflejan una aversión ideológica al marxismo, pero es
probable que, en otros, no sea más que un mecanismo elegante para ponerse a salvo de la
imputación de ignorancia de la teoría.
La verdad es que creemos que el problema no reside en lo inadecuado de la mentalidad
occidental o europea, sino en la mentalidad estrecha de los investigadores que tratan de achacar
a aquella sus propias limitaciones.
El marxismo, como concepción teórica, no se limita a la conceptualización de las
relaciones que rigen al modo de producción de un número determinado de sociedades
conocidas. Y es evidente que un manejo positivista pobre y adialéctico de la teoría clásica de
los modos de producción es una barrera para que la concepción dialéctica materialista de la
teoría de la historia llegue a cumplir su función lógica heurística, como para permitir el
enfrentamiento creativo de la investigación científica de nuevos problemas.
Palerm advertía claramente este problema, al insistir en la necesidad de manejar
flaxiblemente modelos teóricos que permitieran, a la vez, descubrir leyes del desarrollo social y
dar cuenta de las sociedades que investigamos:
La consecuencia metodológica es clara. Cuando el investigador está interesado no sólo en reconstruir
la historia particular del desarrollo mesoamericano, sino también en descubrir las regularidades
sociales y en formular leyes de la evolución de las sociedades, tiene que construir modelos y
emplearlos de manera analítica y comparativa.

Es lamentable que la antropología de América todavía no haya sido capaz de formular modelos a
partir de la propia experiencia americana. La única excepción posible está representada por los
trabajos de Murra sobre la zona andina. Los antropólogos nos hemos visto obligados a utilizar
80
modelos construidos a partir de las experiencias europeas, asiáticas o africanas.

Concordamos con Palerm en la necesiad de manejar creativamente sistemas


conceptuales que nos permitan avanzar tanto en el conocimiento de las regularidades generales

80
Aunque la proposición de Palerm está tomada del marxismo en lo que se refiere al uso de las categorías de modo de
producción y formación socioeconómica, las proposiciones de Murra no se pueden inscribir en este contexto teórico, sin ser
tampoco incompatibles necesariamente con él.

92
del desarrollo social, como en la explicación de la historia de las sociedades concretas que
estudiamos. Lo que nos parece que no tiene importancia es el continente geográfico de las
experiencias a partir de las cuales se formulan los "modelos". A propósito de lo cual nos parece
justo observar, de paso, que se olvida de Morgan. Pero lo que nos parece realmente importante
es conocer y manejar las teorías existentes, lo cual nos capacita para buscar y proponer nuevas
alternativas de interpretación -si es necesario- y, sobre todo, buscar la comprobación de si tales
proposiciones reflejan o no la realidad objetiva y concreta que investigamos. También la
hipótesis expuesta en este trabajo se formula como un intento de explicar aspectos importantes
de la historia de las sociedades prehispánicas americanas que conocemos a través de la
información arqueológica concreta. Pero la misma no podría haberse formulado sin asimilar las
contribuciones teóricas tanto de investigadores "occidentales" como "oreintales", europeos o no.

4. Historia concreta y ortodoxia.


Un punto respecto al cual estamos, sin duda, de acuerdo, es en que a medida que avanzan las
investigaciones históricas en lo que se refiere al acceso a una más amplia documentación fáctica
y generación de una gran cantidad de nueva información, se hace necesario abrir nuevas
perspectivas teóricas para su interpretación, tanto de los aspectos generales como de las
particularidades de los procesos sociales. A su vez, la mayor amplitud y precisión de las
formulaciones teóricas abren nuevos caminos en la búsqueda de la información empírica.
Frente a estos problemas, pensamos que los planteamientos fundamentales del marxismo
y las múltiples orientaciones específicas de su desarrollo ofrecen aún muy vastas posibilidades
de despliegue de la creatividad científica, manteniéndose como una concepción coherente con
las formulaciones básicas de sus fundadores, es decir, en una posición ortodoxa. Entendemos la
ortodoxia en el marxismo como la adopción de una posición compatible con las proposiciones
de los "clásicos" -Marx, Engels, Lenin- , asumiendo una solución unitaria, consistentemente
materialista y dialéctica, a los problemas de la teoría del conocimiento, la teoría de la realidad y
el método, entendido éste como parte de la lógica dialéctica -una ontología del proceso
real de conocer- en fución de la práctica como categoría y propósito fundamental. Y, en
particular, una consecuente fundamentación de la teoría de la realidad social, en distintos
niveles generales y particulares de integridad, como sistema de referencia y orientación de las
investigaciones de la concreción histórica.
Es cierto que en la lucha ideológica y como reflejo de diversos intereses sociales, el
marxismo ha sido objeto de disputas y reivindicación desde concepciones opuestas que le son
bastante ajenas. Desde los intentos de convertirlo en una especie de cetro ideológico con
funciones mesiánicas y bajo control eststal, hasta las reacciones neokantianas del revisionismo
francés que, al menos, puede atribuirse el mérito de haber reabierto importantes discusiones
largamente estancadas, al margen de calificar sus conclusiones. Cabe observar que, desde éste
punto de vista y otros similares, se ha derivado una connotación peyorativa del concepto de
"marxismo ortodoxo", referido a su fosilización dogmática y sectaria que se ha hecho usual a

93
pesar de ser totalmente errónea81. Afortunadamente, la "herencia marxista- leninista" es ya
patrimonio universal y se resistirá a los intentos de monopolización, por lo que el marxismo
consecuente se evaluará en sus efectos sobre la capacidad de reflejar objetivamente la realidad y
la incidencia en su transformación práctica.
En relación al tópico tratado acá sintéticamente, pensamos que es necesario investigar la
historia concreta con nuevas aproximaciones teóricas, congruentes con las bases del marxismo,
saliéndose del callejón sin salida del concepto de "modo de producción asiático", de la exégesis
ritual, de las referencias obligadas y del manejo panfletario de los conceptos.
Si hay algo de ortodoxia en el marxismo es el reconocimiento del hecho de que la
realidad se recrea y cambia permanentemente. Consecuencia con ello, en lo que respecta a la
actividad científica, es asumir la necesidad de enfrentar crítica y creativamente la búsqueda de
nuevas soluciones a viejos y nuevos problemas, para los cuales los clásicos no pudieron dejar
establecidas todas las soluciones, ni estaban obligados a ser infalibles.
México, D.F., 1983
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Compartir las críticas a las incidencias que, en la actividad científica, ha tenido el fenómeno sociohistórico denominado
"stalinismo" -y que no es atribuible a una responsabilidad individual- no significa desconocer el relevante papel que ha jugado
y juega en este siglo el socialismo, repercutiendo profundamente en la historia de la humanidad.

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Nota: Un texto que no habíamos consultado al redactar éste -a pesar de haberse publicado con anterioridad- y que
no se puede dejar de mencionar, pues se observará que coincidimos en muchas de sus críticas al concepto de
“modo de producción asiático”, es el de Perry ANDERSON: El estado absolutista, de Siglo XXI Editores. México,
1979

97
3. Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas

El surgimiento y desarrollo de las formaciones clasistas iniciales a partir de sociedades


tribales supone una articulación de condiciones, estructurales e históricas, tanto a nivel de la
base material del ser social como de las superestructuras.
Es un tema bastante complejo como para ser tratado en detalle en unas pocas páginas,
de manera que nos limitaremos a apuntar algunas de dichas condiciones de posibilidad,
señalando algunas alternativas. Pondremos énfasis en discutir las condiciones económicas que
hacen posible el surgimiento de la explotación clasista, particularmente en la esfera de las
fuerzas productivas. Luego, veremos muy brevemente cómo éstas se relacionan con otras
diversas condiciones, tanto en lo que se refiere a las relaciones sociales que constituyen el modo
de producción y de reproducción, como a la psicología social y la institucionalidad.
Como todos estos aspectos de la sociedad están relacionados y en interacciones
mutuas, aunque intentaremos sistematizar ordenadamente la exposición, el análisis suscinto
de los diversos tópicos nos hará ir apuntando a los aspectos por tratar, o regresar a lo ya
expuesto, desde diversas perspectivas.

1. Modos de producción. El modo de producción integra a los procesos de producción,


distribución, intercambio y consumo. Su calidad distintiva se define en torno al proceso
productivo, a través de las relaciones sociales de producción que se corresponden a un
determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas.
Centraremos el análisis en la consideración de las condiciones del proceso productivo.
1.1. Fuerzas productivas. Estas pueden analizarse desde el punto de vista de su
composición cualitativa, tanto como de su magnitud entendida como grado de desarrollo.
Por lo que se refiere a la composición cualitativa de las fuerzas productivas, una
condición que se desarrolla en la sociedad tribal tiene que ver con la división del trabajo82. En
este caso, se trata del surgimiento de especialistas en diferentes áreas del conocimiento.
Conocimientos que, en principio, no están disociados de los agentes de diversas actividades
prácticas necesarias a las comunidades. Y éstos no requieren estar necesariamente retirados de
las actividades productivas con que aseguran su subsistencia, al igual que otros miembros de la
comunidad en sus mismas posiciones de género y edad.
Puede tratarse de conocimientos relacionados con la organización y estrategias de
defensa de la propiedad comunal sobre sus condiciones de producción, del manejo de las redes
y rutas de intercambio, de técnicas constructivas especiales o de la planificación y
administración de sistemas de regadío, de los diversos procedimientos terapéuticos basados en
saberes tradicionales acerca de las cualidades de plantas, animales o minerales o en técnicas

82
En otro lugar nos hemos referido a la relación entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la diversificación de la
división del trabajo ( Bate, 1978)

98
sugestivas. Pero adquieren particular importancia los conocimientos especializados que
permiten la predicción de ciclos y eventos naturales que inciden en la producción o de las
propiedades de objetos y procedimientos de trabajo que permitan la producción de bienes que
pongan a sus productores en situación de exclusividad y ventaja en las relaciones de
intercambio, dentro o fuera de sus comunidades.
El desarrollo del conocimiento especializado constituye un importante factor de
desarrollo de las fuerzas productivas, cumpliendo un papel instrumental en la producción. Los
conocimientos se convierten en medios de producción, como instrumentos de transformación de
la naturaleza que racionalizan y elevan la productividad media de la fuerza de trabajo. Como
trabajo vivo, el conocimiento especializado también se consume en calidad de instrumentos de
manejo o control de las relaciones que rigen a la organización comunal o la estructura de
relaciones con otras comunidades.
El surgimiento de especialistas portadores de conocimientos especializados crea, por
otra parte, las condiciones de la división social del trabajo entre trabajo manual e intelectual;
entre los productores materiales directos ligados a la producción agroartesanal y los
especialistas que tienden a retirarse de la producción directa de bienes de subsistencia para
dedicarse de tiempo completo a sus actividades especializadas. En suma, crea las condiciones
de existencia de los grupos sociales distintos en que se fundará la división clasista83.
Considerando a las fuerzas productivas en su dimensión cuantitativa, es decir, en
cuanto magnitud del desarrollo económico de la sociedad, nos situamos frente a una condición
básica y fundamental de la existencia de las clases, como es la disponibilidad potencial de
excedentes productivos. La existencia misma de las clases consiste precisamente en la
enajenación sistemática de los excedentes, a sus productores, por parte de otro grupo social.
El precedente histórico del excedente, en las comunidades tribales, es la existencia de
plustrabajo o plusproductos, según se trate de trabajo vivo u objetivado en productos. Desde el
punto de vista meramente cuantitativo, plustrabajo y plusproducto son equivalentes y, para tal
efecto, los usaremos como sinónimos. El plusproducto es un volumen de trabajo vivo o pasado,
que los productores directos generan además de lo que necesitan consumir para satisfacer sus
necesidades subsistenciales 84. El plusproducto se convierte en excedente cuando sus
productores lo transfieren, perdiendo la capacidad de disponer sobre el mismo.
En las sociedades tribales, son diversas las circunstancias que hacen necesaria la
producción de plusproductos, aunque difieren según los modos de vida 85. La situación más
común se da por la necesidad de obtener y almacenar reservas alimentarias en previsión de
eventualidades drásticas de escasés. El riesgo -previsible- se presenta cuando los ciclos
83
Lo cual no significa que todos los especialistas adquieran la condición de explotadores, ni las mismas posiciones de clase, al
estructurarse el nuevo sistema de relaciones sociales de producción.
84
Lo que necesitan para subsistir incluye, cuando es el caso, a las condiciones de vida de los miembros de sus unidades
domésticas que no son productores plenos.
85
Empleamos la categoría de modo de vida para referirnos a particularidades del desarrollo histórico de las formaciones
sociales [ ver el concepto en Vargas 1985; Bate 1998 , Acosta 1999]

99
producción-consumo se extienden temporalmente tendiendo a coincidir con ciclos estacionales,
generalmente anuales, de disponibilidad de los recursos bióticos, base de la alimentación. Sea
que se trate de especies migratorias objeto de apropiación (caza y pesca 86) o de los ritmos de
reproducción biológica de especies objeto de recolección, domesticación o cultivo. El riesgo se
controla por la vía de generar y transferir reservas, desde un ciclo de productividad normal
elevada, al siguiente, que siempre es incierto.
El ejemplo nos regresa a otro aspecto relativo a la composición cualitativa de las
fuerzas productivas, cual es el de la viabilidad diferencial de conformación de estructuras
clasistas a partir de distintos modos de vida. Así, una sociedad tribal básicamente cazadora
recolectora o pescadora, tiene un límite a la producción de plusproductos, impuesto por la
productividad natural no controlada de las especies apropiadas87. Esto significa que están
imposibilitadas de mantener las tasas de crecimiento de los volúmenes de producción que
requiere la consolidación de una sociedad clasista. Los modos de vida pastoriles o ganaderos
deben realizar un plustrabajo sostenido, con el fin de mantener un "almacén viviente"
(livestock) algo mayor que el que habitualmente resolvería sus necesidades de subsistencia, en
previsión de posibles ciclos de baja notable de la reproducción. Y han tenido, históricamente,
capacidad de desarrollar relaciones clasistas. No obstante, han sido los modos de vida basados
en producción agraria las que han mostrado mayor potencialidad de crecimiento sostenido de la
producción y la productividad. En todo caso, estos modos de vida basados en distintas
orientaciones de la producción alimentaria no se dieron "puros" y muchas sociedades, desde las
formaciones tribales a su desarrollo clasista, complementaron diversos recursos y tecnologías
para resolver sus necesidades de reproducción o crecimiento.
Acá nos hemos referido sólo a uno de los aspectos de la sociedad tribal que requirió de
la generación de plusproductos. Sin embargo hubo otros, como la necesidad de sostener o
construir sistemas defensivos o de disponer de sobreproducción de determinados bienes
apetecidos por otras comunidades, para mantener un intercambio que evitara presiones por los
recursos de la comunidad, por poner un par de ejemplos.
Volviendo al aspecto cuantitativo del desarrollo de las fuerzas productivas, veremos
algunas alternativas que ese proceso presenta, lo cual nos llevará a considerar aspectos
demográficos o de relaciones intercomunales que tales opciones implican. Para ello me valdré
de una fórmula que he propuesto para medir las fuerzas productivas [Bate, 1974] y que, más que
para efectuar mediciones precisas -lo que requeriría de un esfuerzo considerable- está orientada
a mostrar que, en principio, tales mediciones son posibles. Pero, sobre todo, nos ha interesado

86
No todas las sociedades tribales cazadoras recolectoras dependieron de los flujos migratorios estacionales de especies de
apropiación, ni tuvieron que depender necesariamente de sistemas de almacenamiento.
87
Además, los productos de caza y pesca requieren un a gran inversión de trabajo para su preservación que, aún así, no es
generalmente por largo plazo y los volúmenes de disponibilidad natural de especies vegetales recolectables y de conservación
más prolongada, como granos o semillas, son siempre limitadas.

100
mostrar de qué manera pueden jugar diversas variables en el desarrollo de las fuerzas
productivas y, en particular, la producción de excedentes88.
La fórmula mencionada nos permite hacernos una idea acerca de la incidencia real de
los factores de la productividad en la generación de los excedentes en que se fundan las
relaciones sociales de explotación clasista. Tendremos en cuenta, antes que nada, que todas las
relaciones deben ser consideradas para rangos de tiempo determinado. Y que siempre se parte
de un monto determinado de trabajo pasado, que varía en cada momento del desarrollo histórico
y que, en el largo plazo, se da como un incremento acumulativo que eleva, por así decirlo, la
"composición orgánica" de las fuerzas productivas.
En primer lugar, tenemos un coeficiente de rendimiento del proceso productivo ( p ),
que expresa la relación entre la producción total real ( Pt ) y el consumo social destinado a la
subsistencia ( Cs ), donde éste se expresa como la media del consumo subsistencial individual
(csi ) multiplicado por la población (D ).
Así, si

Cs = csix D entonces p = Pt : Cs x 100

de manera que en una sociedad sin excedentes, el 100 % de la producción se consume en la


subsistencia, incluyéndose en csi el plusproducto medio invertido por cada productor en obras
de interés comunal y que aseguran la subsistencia y el funcionamiento de la comunidad.
Si la sociedad es excedentaria, entonces p > 100
Luego, formulamos un coeficiente de rendimiento relativo de la fuerza de trabajo
( fpr ) que expresa cuántas veces un productor pleno produce las condiciones materiales de
subsistencia de un individuo de su sociedad.

fpr = p: f t = fpr = [ Pt : Cs x 100 ]: ft

donde ft es el porcentaje total de la población que se realiza como fuerza de trabajo. Es


importante considerar que no todos los trabajos son realizados por "productores plenos" y que,
particularmente a partir de las sociedades productoras de alimentos, los trabajos de niños y
ancianos pueden significar un importante porcentaje de la fuerza de trabajo desplegada por la
sociedad.
Y luego, considerando que los niveles medios de consumo subsistencial varían de una
sociedad a otra, tendríamos el coeficiente de rendimiento medio de la fuerza de trabajo ( Fp ) ,
que no es otra cosa que el grado de desarrollo de las fuerzas productivas:

88
Éste es un ejercicio que he realizado para otro ensayo que escribimos con Manuel Gándara y nunca se publicó [Cacaxtla, un
sitio y muchas preguntas, MS de 1991]

101
Fp = fpr x csi = Fp = [ p. : f t] x csi

[ Pt : [csi x D]] x 100


= Fp = x csi
ft

Para este efecto, representaremos la medida del volumen de la producción en


hipotéticas unidades ( Q ) que expresarían unidades de trabajo vivo o su equivalente en trabajo
pasado, es decir, materializado en productos.
Así, podremos apreciar que hay diferentes maneras de elevar la productividad del
trabajo y de producir excedentes, para lo cual realizaremos un juejo de hipótesis alternativas
posibles, sintetizadas en el Cuadro 1.
Comenzaremos suponiendo la situación de una sociedad tribal no excedentaria, con
una población de unos 20.000 individuos, en que el consumo subsistencial individual es de 15
Q anuales (Caso A). A partir de éste, veremos cómo pueden operar las distintas variables, o sus
combinaciones, en la generación de excedentes y qué efectos posibles presentaría ésto en la
conformación de una estructura clasista inicial.
1) Una de las vías para generar excedentes es a través de la reducción del consumo
subsistencial. Como se ha reiterado en la literatura a propósito del llamado "modo de
producción asíatico" -término que se ha intentado aplicar a cualquier sociedad clasista inicial y
que hemos descartado89-, este poseería como característica frecuente el hecho de que el
instrumental básico de producción no evidenciaría cambios tecnológicos muy espectaculares,
como factor del desarrollo de las fuerzas productivas [p.e., Bartra, 1968].
La reducción del consumo subsistencial sería una manera de explicar esta situación, pues
no implicaría cambios tecnológicos ni, de hecho, del grado de desarrollo de las fuerzas
productivas. Calcularemos esta reducción en un mínimo, pues hay que pensar que los grupos
dominantes aún no han logrado acumular volúmenes de excedentes suficientes como para
costear acciones represivas mayores. Y, aún así, su actividad debe aparecer, al menos
ideológicamente, ya que no lo es del todo en lo económico, como conveniente a los intereses de
la comunidad de productores directos.
En el Caso B, tendríamos a la misma comunidad del Caso A, donde la mayoría de la
población ha reducido su consumo subsistencial a 14 Q, es decir, en un quinceavo90.
De esta manera, en el caso B se produce un plusproducto transferible como excedente
enajenable de 20.000 Q, lo que equivale a las condiciones de subsistencia anual de 1.428

89
Ver Gándara, 1985 o Bate, 1984.
90
Menos de lo que suele reducirse anualmente el poder adquisitivo de los trabajadores del "tercer mundo" en la actualidad,
debido a políticas económicas inflacionarias que aumentan la tasa de la plusvalía por la vía de la perdida de capacidad
adquisitiva del salario de la mayoría de la población.

102
individuos de esa sociedad. Eso podría permitir mantener, retirados de la producción
subsistencial directa91 a, por ejemplo:
a) una élite de 100 especialistas de tiempo completo, con un nivel de consumo cinco
veces mayor que la media de la población, cubriendo en parte los insumos requeridos para sus
actividades;
b) más un cuerpo militar de 500 efectivos disponibles de tiempo completo en condiciones
de consumo subsistencial medio, contingente que, eventualmente, estaría disponible para otras
tareas y
c) además, otro contingente de fuerza de trabajo de 428 individuos por año (o su
equivalente en productos), ocupables en tareas separadas de la producción subsistencial. Eso
equivaldría a disponer, cada 50 años, de la fuerza de trabajo de 21.400 individuos por un año
completo, con la cual puede emprenderse la construcción, curaduría y ampliación de obras
públicas, ceremoniales o administrativas de mayor magnitud.
2) Otra vía para aumentar el volumen de la producción y la proporción de excedente
enajenable es la de intensificar el uso de la fuerza de trabajo o, más probablemente, de extender
las jornadas medias de trabajo. Para no complicar las cosas con más fórmulas92,
consideraremos que la jornada media de los productores plenos en el Caso A , era de 6 horas
diarias y un hipotético Caso C , en que ésta se ha aumentado a 7 horas. Así, el volumen total
será de 350.000Q, lo que genera un excedente 2.5 veces mayor que en el caso anterior.
3) Sin embargo, el hecho de que los instrumentos de producción no muestren un
desarrollo espectacular, no quiere decir que estas sociedades estén tecnológicamente estancadas,
ni mucho menos. Por lo pronto, una de sus características es que cuentan entre sus especialistas
de tiempo completo a aquellos que desarrollan y sistematizan principalmente los conocimientos
que redundan en una mayor productividad del trabajo, que a todos conviene: a los productores,
porque al elevar la productividad aseguran su subsistencia y, a los especialistas, porque así es
como justifican y consolidan situaciones de privilegio y, en el largo plazo, un aumento de la
proporción de excedentes enajenables. Dichos conocimientos van desde la astronomía y el
establecimiento de ciclos calendáricos cuya ritualización religiosa marca los ritmos de los
procesos productivos, al desarrollo de técnicas de regadío y fertilización o a la gestión del uso
de fuerza de trabajo a gran escala para producir obras de infraestructura productiva.
Podemos suponer conservadoramente que el incremento de la productividad debido a
factores de desarrollo tecnológico tuviera una incidencia similar a una no exagerada
prolongación de la jornada media de trabajo que hemos ejemplificado en el hipotético Caso C
4) Otra variable que puede incidir en el aumento del volumen de excedente enajenable,
una vez que se ha asegurado su producción sistemática, es el incremento de la población y,

91
Al retirarse de la producción subsistencial directa no significa que sean retirados de la producción sino que participan en ella
a trvés de otro tipo de tareas. Por ello, no los hemos descontado del cálculo de la fuerza de trabajo generadora de excedente
92
Hemos propuesto otras para medir productividad por tiempo de trabajo [Bate 1984:56].

103
consecuentemente, del número de individuos que constituyen el porcentaje de fuerza de trabajo.
Aunque hay considerar que, en cualquier población en proceso de incremento demográfico,
aumenta la proporción de infantes que no son productores plenos y que deben ser mantenidos
por éstos, como pretendemos mostrar en el Caso D. Por lo tanto, aumenta el número de
productores, pero disminuye su proporción en relación a la población.
Desde luego, insistiremos en que este ejercicio solo busca mostrar de qué manera las
variables apuntadas afectan a la productividad y podrían contribuir a explicar las posibilidades
de generación de excedentes.
Un panorama más cercano a la realidad de los procesos de surgimiento y desarrollo de las
sociedades clasistas debió ser resultado de la combinación del incremento del volumen de la
producción por:
1) extensión de la jornada de trabajo, y
2) el aumento demográfico, además del desarrollo de la productividad del trabajo debido
a
3) factores de desarrollo tecnológico y racionalización del uso de la fuerza de trabajo.
De modo que no debió ser muy exageradamente diferente de la que mostramos en el
hipotético Caso E , que combina la incidencia de los tres factores mencionados. Además debe
pensarse en que los grupos dominantes podían recurrir de vez en cuando al expediente de la
reducción del consumo subsistencial bajo diversos pretextos (Caso F ), en situaciones que
debieron parecer menos drásticas que la amenaza de un año de malas cosechas debido a factores
climáticos.
En el ejemplo del Caso E, tendríamos un volumen de excedentes que equivaldría a la
posibilidad de sostener, para una sociedad de 30.000 habitantes:
a) Una elite dirigente y de especialistas de 500 miembros con un consumo cinco veces
superior a la media subsistencial.
b) Una servidumbre permanente de 1.000 personas.
c) Un contingente militar o policial de otros 1.000 individuos.
d) Un contingente equivalente a 3.000 hombres por año, destinables a la construcción
de obras públicas, sean infraestructurales o cúlticas. Mismos que podrían sumar 30.000
hombres cada diez años o distribuirse de diferentes maneras.
e) Además, un excedente de 2.500 personas o su equivalente en productos,
eventualmente disponibles para ser tributados anualmente hacia centros mayores, si se tratara de
una casa estatal incorporada a una estructura clasista mayor, en calidad de subordinada.93

93
Desde luego, concentraría para sí misma todo el excedente si estuviera en posición central.

104
Caso hipotético A B C C+C’ D E : (C+C’+D) F

csi (Q) por año 15 14 15 15 15 15 14

D (población) 20.000 20.000 20.000 20.000 30.000 30.000 30.000

Pt (Q) 300.000 300.000 350.000 400.000 525.000 600.000 600.000

ft (% de D) 50 50 50 50 40 40 40

Cs (Q) 300.000 280.000 300.000 300.000 450.000 450.000 420.000

p 100.00 107.14 116.66 133.33 116.66 133.33 142.85

fpr 2.00 2.14 2.33 2.66 2.91 3.33 3.75

Fp 30 30 35 40 43.75 50 50

Excedente:
En unidades Q 0 20.000 50.000 100.000 75.000 150.000 180.000

Nº de personas 0 1.428 3.333 6.666 5.000 10.000 12.857


con csi por año

Cuadro 1

Caso A: Sociedad no excedentaria


Caso B: Reducción de 1 quinceavo del consumo subsistencial.
Caso C: Intensificación o extensión del uso de la fuerza de trabajo
Caso C+C’: Intensificación/extensión del uso de la fuerza de trabajo, más aumento equivalente de
productividad por desarrollo tecnológico.
Caso D: Aumento de la población (y aumento de la proporción de no productores plenos)
Caso E: Combinación de las variables C + C’ + D.
Caso F: Combinación del Caso E, con una disminución del consumo subsistencial.

Por supuesto, en las sociedades concretas, los usos del excedente y las proporciones destinadas
a ellos, pudieron configurarse de muy diversas maneras. Es claro que el ejemplo no tiene otra
finalidad de permitirnos imaginar las posibilidades y magnitudes de excedentes que las diversas
combinaciones de variables permitirían generar.
Luego será necesario hacer algunas observaciones acerca de los usos y transferencia
de los excedentes. Constatar, por ejemplo, que no todo el excedente se pudo consumir en obras
o artículos suntuarios y actividades no productivas, aún cuando éstas fueran muy
Cuadro 1
importantes en la conformación de mecanismos superestructurales de transformación y
reproducción social. Particularmente en las fases más tempranas del desarrollo de las
sociedades clasistas, parte de los excedentes debieron invertirse en obras y actividades que
redundaran en beneficios reales para sus productores y que, en parte, inciden en nuevos
aumentos de la eficiencia productiva o del volumen de la producción.
1.2. Sobre las relaciones sociales de producción. Si la ley de correspondencia
determinada de calidad y magnitud tiene que ver con la realidad histórica, la constitución de la
sociedad clasista no puede ser tratada como el proceso de surgimiento de clases "en general", de
desarrollo de cualquier tipo de clases sociales. Implica la conformación de un modo de
producción determinado, cualificado por un tipo específico de relaciones de producción y

105
propiedad fundamentales, en torno a las cuales se articularán diversos tipos de relaciones
secundarias de producción.
Al respecto, hemos planteado una propuesta para definir las relaciones de clases que
caracterizarían a las que denominamos sociedades clasistas iniciales 94. Estas se estructurarían
en torno, al menos, a dos clases fundamentales:
a) Una clase explotadora -políticamente dominante-, propietaria de la fuerza de
trabajo de los productores directos del excedente y de una parte de los instrumentos de
producción: el conocimiento especializado.
b) Una clase explotada de productores que, mientras están organizados en
comunidades agroartesanales -sean gentilicias o de vecindad- conservan la propiedad comunal
de los medios básicos de producción. Es decir, de los objetos de trabajo (tierras, ganados) e
instrumentos de trabajo manual.
Esta división en clases tiende a coincidir con la división social del trabajo entre los
agentes del trabajo intelectual y manual.
Las bases de esta diferenciación surgen también en un tipo determinado de
formaciones sociales, como son las que caracteriizan a las sociedades tribales jerarquizadas.
Además de los especialistas en diversas áreas del conocimiento, se crean en ellas las
condiciones de la futura expropiación de la fuerza de trabajo. En primer lugar, las jerarquías se
conforman en la medida en que se da la necesidad de estructurar un sistema efectivo de toma de
decisiones que afectan a la colectividad, cuando ésta ha alcanzado una magnitud demográfica y
extensión espacial que harían prácticamente imposible responder con la oportunidad necesaria a
cada coyuntura, consensando cada decisión. Los mecanismos que permitirán la expropiación de
la fuerza de trabajo se originan cuando las jerarquías han adquirido el consenso de los
productores para organizar (y controlar) el uso de la fuerza de trabajo y de los plusproductos
que ésta crea, respondiendo, en principio, a los intereses de la comunidad y de los mismos
productores.
La relación clasista se establece cuando los productores pierden la posibilidad de
participar en esas decisiones y los representantes de las jerarquías comienzan a disponer de la
fuerza de trabajo y de la plusproducción. En otras palabras, la conversión de la capacidad
consensada de uso (posesión) en capacidad de disposición (propiedad), con o sin consenso, es el
proceso de expropiación y apropiación de la fuerza de trabajo de la población, por parte de un
grupo social que asienta de ese modo las bases de su constitución en clase explotadora.
Consecuentemente, en el proceso de distribución, la explotación clasista se realiza en
la conversión, por enajenación, de la plusproducción en excedente, sea en trabajo vivo o pasado.
Cabe anotar que una clase explotadora no es necesariamente, y mucho menos en sus fases
iniciales, una clase ociosa. Es explotadora porque se apropia del trabajo o los productos del

94
Bate 1984: Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial.

106
trabajo ajeno, obteniendo en la distribución una mayor cantidad de éste que el que aporta a la
producción, pudiendo disponer de él en cuanto al consumo.
Las formas de la distribución, esto es, la manera en que una clase transfiere el
excedente y la otra se apropia de él, pueden ser diversas. Puede darse de manera directa como
tributo, en trabajo o en especies95, o a través de los procesos de intercambio "asimétrico".
Los procesos de intercambio pudieron tener diversas formas, a distintos niveles. Desde
el ámbito doméstico e intracomunal, hasta el que se desplegaba entre comunidades y a largas
distancias. En el intercambio intracomunal, una forma de enajenar excedentes fué a través del
control del sistema de centralización y redistribución en los casos en que éste se dió. Y, por lo
general, las jerarquías tribales y, luego, las clases dominantes, tendieron a controlar los
intercambios entre comunidades.
Donde las desigualdades sociales crecientes que se generaron con la sociedad clasista
se hizo más patente fué en el acceso diferencial al consumo, tanto en las calidades de los bienes
consumidos, habiendo algunos reservados sólo a las clases dominantes, como en los montos del
consumo posible.

2. Modo de reproducción. Un tema que sería muy importante para explicar los desarrollos
históricos de las sociedades concretas es el de las calidades y magnitudes que presentan
diversos tipos de relaciones sociales comprendidas en la dinámica de sus modos de
reproducción. No se expondrán acá, pues aún estoy trabajando en ello y, de cualquier modo, el
punto se extendería más que el espacio del que disponemos. Los aspectos cualitativos tienen
que ver tanto con los diversos tipos de relaciones de parentesco, localidad, movilidad y
filiación, así como con la estructura de la población. Esta última se manifiesta en la
configuración demográfica, que puede ser analizada en términos cuantitativos. Sólo
mencionaremos acá un par de puntos que tienen que ver con la reproducción de la población y
la fuerza de trabajo.
Una característica central de las formaciones tribales es que han establecido la
propiedad comunal sobre los medios de producción, incluyendo los objetos naturales de trabajo
y, para ello, necesitan estar en capacidad real de defenderlos. Uno de los recursos adoptados
para esa defensa fué aumentar la población, bajo el principio de que es más difícil atacar a un
grupo grande que a uno pequeño96. La otra medida, sin la cual la anterior no habría tenido
efectividad, fué la de crear un sistema de relaciones sociales que comprometía recíprocamente a
todos los miembros de la sociedad en la defensa de los medios comunales de producción y de
las gentes mismas, como forma de asegurar la subsistencia. Dicha organización fué, en sentido

95
Y, en las fases más desarrolladas, también en dinero.
96
" Another value of rearing children relates for the need of individual and group defense. Where internecine threats and/or
chronic warfare exists, childless individuals and smaller groups are exposed to greater hazards and higher mortality rates than
larger groups. Small groups also are less able to contract marriage-mediated alliances essential for military success" [Harris &
Ross 1987:11-12].

107
estricto, la estructura tribal. Como hemos indicado en otro lugar, el denominado parentesco
clasificatorio es la principal forma que adquieren, en las sociedades pre-clasistas, las relaciones
sociales de producción. Secundariamente, en las sociedades tribales, el parentesco clasificatorio
puede enmarcar la operación de las normas de acoplamiento y la asignación de la descendencia,
tendiendo a regular la distribución de la fuerza de trabajo entre las distintas agrupaciones de
unidades domésticas..
A diferencia de las formaciones pre-tribales, las sociedades tribales necesitan y están
en capacidad de crecer demográficamente. Como lo constatara Childe [1954], la "revolución
neolítica" muestra la primera "explosión demográfica" de la historia. Pero no por ello ha sido un
crecimiento descontrolado sino, por el contrario, siempre sujeto a diversos mecanismos de
regulación, como el aborto, el infanticidio, la malnutricion selectiva y otros. Y, como lo han
mostrado con claridad Harris y Ross [1987], los costos vitales, los riesgos biológicos, la
discriminación alimentaria y las cargas laborales que dichas regulaciones implican, organizadas
bajo relaciones sociales de reproducción -con sus concomitantes superestructurales-,
generalmente son cargadas a las mujeres. Esto, por cuanto los mecanismos más efectivos de
regulación de la estructura poblacional se vinculan a la realización, limitación o eliminación de
sus capacidades reproductivas.
Los sistemas de linajes basados en el parentesco clasificatorio, en algunas sociedades
clasistas incipientes, pueden encubrir las relaciones de explotación, como sería el caso del reino
Abrón del Gyaman, documentado por Terray [1977]. Pero, por lo general, adoptan un papel
secundario en este sentido, pasando a constituir una de las formas -no la única- de adscripción a
las distintas clases sociales, tanto dominantes como subordinadas. En el imperio Inka, por
ejemplo, la adscripción a la clase dominante es étnica y gentilicia. En la mayoría de los casos,
las relaciones gentilicias son una forma de pertenencia a las comunidades tributarias y de
participación en la co-propiedad de medios comunales de producción. Aunque el reclutamiento
también puede darse a través de comunidades de vecindad. En otros casos, los sistemas de
linajes incluirán a miembros de las mismas comunidades étnicas de origen, que pertenecen a
distintas clases sociales. En cualquier caso, el parentesco clasificatorio continúa siendo una de
las formas de regulación de las dinámicas de la estructura poblacional y de distribución de
fuerza de trabajo.
Debe anotarse que una de las características de las sociedades clasistas iniciales -
incluyendo el modo de vida esclavista clásico grecorromano- es que las clases explotadoras no
se ocupan de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo. Estos recaen sobre las
comunidades agroartesanales que, para ello, disponen de medios de producción. Y de las cuales,
aparte de los posibles tributos en especies, la fuerza de trabajo es sacada -bajo la forma de
tributo o de "cautivos" de guerra- cuando ésta está en capacidad más o menos plena de producir.
Y hay que considerar que, en las sociedades clasistas, desde que la fuerza de trabajo
puede producir excedentes, se convierte en el principal factor de creación de riquezas y la
posibilidad de disponer de fuerza de trabajo ajena se convierte en una motivación social. Y,

108
como hemos visto, en la medida en que la fuerza de trabajo es una proporción de la población y,
por lo tanto, del volumen de excedentes acumulables, la tendencia general al aumento
demográfico responde a los intereses de las clases dominantes.
Sin embargo, si analizáramos diversas configuraciones demográficas posibles
(considerando, por ej., tamaños y composiciones de las unidades domésticas, tasas de
crecimiento y mortalidad) comparándolas con las vías de producción y proporciones de los
excedentes, apreciaríamos que ambos factores están en interdependencia. Es decir,
determinadas alternativas y volúmenes de producción de excedentes, se corresponden con
alternativas determinadas de composición y dinámicas poblacionales. Se podrían, así mismo,
evaluar las tasas de explotación de los trabajadores.
Y habría que considerar que, habiendo clases sociales diferenciadas, las
configuraciones demográficas de ambas serán diferentes. Y también habrá diferentes
configuraciones y ritmos de desarrollo entre distintos sectores de los productores. La regulación
del crecimiento demográfico y los flujos o desplazamientos de población es tarea que, hasta
donde resulte posible, deben efectuar las instituciones de una sociedad clasista.

3. Superestructuras. Con el desarrollo de la estructura clasista, en las esferas


superestructurales de la sicología social y la institucionalidad, surgen nuevas instancias
específicas como son, respectivamente, las ideologías y el estado.
El concepto de ideología se refiere, en sentido estricto, a una concepción de la
realidad que responde a intereses de clases. En una sociedad, por lo tanto, hay más de una
ideología. Las clases dominantes en formación usarán medios institucionales buscando, si no
imponer desde un principio, al menos sobreponer a las concepciones de las clases explotadas su
propia cosmovisión y sistema de valores, convirtiéndose en ideología dominante.
Por lo general, con la aparición de la cosmovisión clasista de la ideología, surge
históricamente la religión como centro de la ideología dominante. La principal diferencia entre
los mitos comunales y la religión no es de forma, sino de contenido. Debido a la proyección
analógica de las relaciones sociales, las representaciones de las relaciones de los hombres con
los entes míticos o "divinidades" -más bien divinizaciones- ya no son de reciprocidad, sino de
subordinación. Y los máximos representantes de la institucionalidad religiosa, que instaura los
ritos reproductores de los mitos, ya no representan a los hombres frente a los "dioses", sino a los
"dioses" frente a los hombres. Donde la mayor parte de las veces los dioses han sido humanos,
aunque de una naturaleza diferente: sobrenaturales.
Las ideologías, en particular las ideologías dominantes, son necesariamente
concepciones falsificadoras de la realidad. No tanto por lo fantásticas e imaginarias que puedan
ser las representaciones más o menos metafóricas de la realidad, sino porque necesitan justificar
lo injusto: la explotación y la enajenación.

109
La principal dificultad que presenta la conformación de ideologías dominantes es que
tienen que romper, con la menor violencia aparente o aparentando que no lo hacen, con los
ancestrales valores tribales de reciprocidad y solidaridad, profundamente arraigados en tanto
constituían la base del sistema social. Buscan aparentar no romper radicalmente, en la
representación, unas relaciones que, en la realidad social, se violan inexorablemente. Uno de los
mecanismos ideológicos, en este sentido, es establecer un "intercambio" de elementos o
servicios intangibles o inconmensurables a los que se otorga elevado valor, a cambio de los
trabajos y tributos, considerados como "ofrendas"97.
La naturaleza diferente de las "divinidades" permite también hacer incomparables los
elementos del intercambio. De ahí que los conocimientos especializados, monopolizados y
crípticos, se manejen ideológicamente para evidenciar la naturaleza y capacidades diferentes de
los representantes de las clases dominantes ocupados del control ideológico. Y, de cualquier
manera, sobre todo cuando sea difícil asegurar la credibilidad de las clases subordinadas,
algunos elementos importantes en tales intercambios deben beneficiarlas objetivamente. El
riesgo es la sublevación indignada o el tiranicidio -que no fueron históricamente infrecuentes-,
cuando los aparatos represivos aún no han crecido lo suficiente como para enfrentar eventos
generalizados de ese tipo.
Así, los conocimientos que se tradujeron en predicción de fenómenos
medioambientales que favorecieran notablemente las cosechas, la provisión a través del control
de un sistema de intercambio de bienes necesarios, la creación de obras de infraestructura, como
los sistemas hidráulicos, que elevan o hacen más segura la producción, la mantención de
reservas para ser redistribuídas en tiempos de escasés, la regulación de los conflictos entre
comunidades, son elementos que pueden parecer suficientemente convenientes a los
productores directos.
La nueva institución, que tiene sus antecedentes en los consejos tribales y que ahora
gestiona la relación entre clases sociales, es el estado. Esta nueva relación, institucionalizada,
entre las clases sociales, es la política. El estado es básicamente una institución política. Y su
papel es gestionar la mediación entre las clases sociales a través de las actividades de
administración y coerción. La gestión del estado debe aparecer, ante las clases, como una
gestión conveniente. Es el estado el que se encargará de organizar, cuando sea necesaria, la
fuerza de trabajo a gran escala para crear obras de infraestructura, el que garantizará la paz entre
diferentes comunidades, que regulará los intercambios a largas distancias, que organizará los
procesos productivos buscando elevar la productividad.
Así, por ejemplo, una estructura de dominación clasista requiere de un aparato militar
especializado, que ya no es "el pueblo en armas". Pero en una sociedad pequeña, de relaciones
cara a cara, difícilmente sería bien visto un contingente militar o policial muy numeroso, ni en

97
Hasta el día de hoy hay religiones que nos presentan "ofertas" que ningún supermercado ni lotería alguna podría igualar: la
felicidad celestial eterna a cambio de unos poquísimos y miserables años de sacrificios e injusticias en este terrenal "valle de
lágrimas".

110
ociosidad permanente ni en constante acción represiva. El cual, por lo demás, tampoco podría
ser tan numeroso como para enfrentar una rebelión popular masiva en respuesta a tales abusos.
De ahí que, aunque fuera un grupo social que debía estar siempre disponible para las
actividades represivas, también debió mantenerse movilizado realizando actividades más
aceptables para el resto de la población, como el transporte de comunicaciones, resguardo de
caravanas de mercaderes, colaborar en la construcción de obras públicas y aún, apoyando la
producción en sus unidades domésticas. En general, como hemos mencionado, la gestión del
excedente también debió ocuparse en parte en tareas que redundaran en beneficio de la
población y, por supuesto, ya que interesará a las clases explotadoras, en la elevación de la
productividad y la producción.
También pudo darse a una parte de los excedentes un uso común en diversas
sociedades, que nace desde las sociedades tribales en ceremonias como el pótlach y que aún
hoy está presente en la tradición de las mayordomías: la reintegración de plusproductos a la
comunidad a través de fiestas y ceremoniales que tienen, por lo demás, una importante función
cohesionadora de las relaciones sociales.
Por último, una referencia a un punto que estimamos relevante en la explicación del
surgimiento y conformación de sociedades clasistas iniciales a partir de las sociedades tribales:
el de la gestión política de las relaciones interétnicas.
La historia de las sociedades tribales es la historia de una compleja red de relaciones
entre grupos étnicos, entendiendo que éstos conformaban unidades de reproducción social -
económica y biológica- que se identificaban y distinguían de otros a través de diversas
dimensiones de la cultura. Pero, sobre todo, que se unificaban internamente alrededor de la
defensa de la propiedad de los medios de producción compartidos que constituían la condición
básica para producir sus condiciones materiales de vida. Las relaciones interétnicas, sin
embargo, podían alcanzar diversos grados de tensión, hasta el enfrentamiento, debido a los
conflictos que causaban las presiones por acceso a recursos desigualmente distribuídos en la
geografía, apropiados por unas comunidades y de los cuales otras carecían. O se mantenía un
equilibrio pacífico mediado por relaciones de intercambios.
Sin lugar a dudas, en el interior de algunas comunidades tribales se produjo la
diferenciación que conducía a la división en clases. No obstante, como hemos apuntado, en el
seno de sociedades con relaciones gentilicias, de origen y tradición comunal, se hacía difícil
desarrollar un sistema eficiente de explotación y enajenación económica, sin socavar las bases
de la estabilidad social interna que residía en la existencia de ya precarios vínculos de
reciprocidad y que no podían ser violados muy abiertamente sin crear un ambiente de violencia
social que podía ser irreversible.
De ahí que uno de los mecanismos eficaces en la conformación de relaciones
"asimétricas", inequitativas, debió ser el establecimiento de relaciones interétnicas, entre
antiguas organizaciones tribales que obtienen recíprocas ventajas relativas y que no arrastran

111
compromisos de reciprocidad solidaria o compensada que debería objetivarse en una
distribución igualitaria de la producción. Así, si una comunidad es propietaria exclusiva de
medios naturales de los cuales otras no disponen, pero demandan, o que han desarrollado
originales técnicas de producción, pueden destinar su capacidad de trabajo no subsistencial a la
explotación de tales recursos y técnicas para un intercambio ventajoso, aún para obtener
alimentos a bajos costos. También aquellas comunidades que carecieran de recursos naturales
suficientes para asegurar su subsistencia tendrían la posibilidad de transferir fuerza de trabajo a
otras sociedades que les garantizaran medios de consumo subsistencial a cambio de trabajo
generador de excedente. Además, aquellas sociedades que hubieran conseguido consolidar
aparatos estatales más fuertes, tenderían a reforzar sus posiciones de privilegio frente a otras
similares por la vía de imponer, a las comunidades o casas estatales menos poderosas, la
generación y transferencia de excedentes. Aunque de todas maneras estamos hablando de
relaciones políticas que debían ser manejadas con cautela, otra ventaja que tenía la explotación
de comunidades étnicas distintas era la de que la clase dominante también podía gestionar los
desplazamientos de contingentes de fuerza de trabajo a distintos territorios, fuera de sus ámbitos
tradicionales, donde su productividad fuera más rentable.
Dejamos hasta acá estos apuntes sobre algunas condiciones de posibilidad del
surgimiento y desarrollo de las sociedades clasistas iniciales, que creemos que pueden
contribuir a orientar la investigación arqueológica de esos procesos en la historia concreta.

Bibliografía citada.

Acosta, Guillermo

1999 Procesos de trabajo determinado: la configuracióin de modos de trabajo en la cultura

arqueológica. Boletín de Antropología Americana, nº 35.

Bate, Luis Felipe

1978 Sociedad, formación económicosocial y cultura. Ediciones de Cultura Popular.

México.

1984 Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. Boletín de Antropología Americana,

nº 9.

1984 Towards quantification of productive forces in archaeology. En. Marxist

perspectives in archaeology, M. Spriggs [Ed.]. CUP. Cambridge.

1998 El proceso de investigación en arqueología. Ed. Crítica. Barcelona.

Childe, Vere Gordon

1954 Los orígenes de la civilización. Fondo de Cultura Económica. México.

Gándara, Manuel

1985 El modo asiático de producción ¿Explicación marxista del origen del Estado?

En: El origen y desarrollo del estado en Mesoamérica, Serra, Medina y

López Austin [Eds.]. UNAM, México.

Harris, Marvin & Eric Ross

112
1987 Death, sex and fertility. Columbia University Press. New York.

Terray, Emmanuel

1977 Clases y consciencia de clases en el reino Abrón del Gyamán. En: Análisis

marxistas en antropología social, Llobera [Ed.]. Anagrama, Barcelona.

Vargas, Iraida

1985 Modo de vida: categoría de las mediaciones entre formación social y cultura.

Boletín de Antropología Americana, nº 12

113
4. Teorías y métodos en Arqueología ¿Criticar o proponer?

Conferencia Inaugural del XIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina.


Córdoba, 2000.

Antes que nada, deseo expresar mi agradecimiento a la organización e instituciones que


respaldan la realización de este evento por la invitación a participar en él. Por el gran honor que
representa para mí compartir con ustedes esta ceremonia de apertura, con la posibilidad de
reencontrarme o conocer a antiguos amigos y colegas, así como a las nuevas generaciones que
dan vida al ámbito académico en que se procesan las investigaciones que han constituido el
tema principal de mis estudios particulares: el de los cazadores recolectores de la Patagonia y de
América del Sur.

1. El tema.-
En primer lugar, ¿por qué he escogido el tema de las teorías y métodos en la arqueología?
Porque en ellos se generaliza lo que hay de común al quehacer concreto de las
investigaciones en cualquier parte del mundo.
Porque, al trascender la inmediatez del conocimiento empírico, nos permite generar y
debatir reflexiones necesarias sobre los problemas comunes y abrir posibilidades que, al
regresar al estudio de realidades históricas concretas, redundan -a mediano o largo plazo- en
avances en los enfoques y procedimientos de las investigaciones.
Ha sido el debate de los problemas de teoría y método el que ha mostrado a la
arqueología de las últimas dos décadas como una de las disciplinas más vitales de la ciencia
social, evitando que se ahogara sin pena ni gloria en el mar de la empiria, siempre
imprescindible, aunque aparentemente caótico.
Recordando la historia reciente, hace poco más de treinta años fue la "Nueva
Arqueología" o "Arqueología Procesual", con autores como Binford, Schiffer o Flannery en
Norteamérica y Renfrew o Clark en Europa, la que buscara un cambio radical del enfoque
tradicional -particularista histórico- de la arqueología, convocando a la comunidad académica
de los arqueólogos y a algunos filósofos de la ciencia a la reflexión teórica y metodológica.

El programa de Binford partía de algunas premisas que podíamos compartir:


- que la arqueología estudia procesos sociales,
- que estos procesos están regidos por leyes,
- que dichas leyes son cognoscibles y
- que, si la arqueología ha de ser realmente una ciencia, sus
métodos deberían ser explícitos.

114
Como reacción ante la incapacidad de ese programa para conseguir la meta que se
había propuesto -elaborar la Teoría Arqueológica- surgieron, a comienzos de los años 80, las
llamadas "arqueologías postprocesuales".
Una línea de críticas surgió de grupos como RATS (Radical Archaeology Theory
Seminar) en EE.UU. o TAG (Theoretical Archaeology Group) en Inglaterra. Destacaban la
inviabilidad del método hipotético-deductivo (el "martillo metodológico") para contribuir por sí
solo a la creación de una Teoría arqueológica, por la vía de contrastar "leyes de Mickey Mouse"
a diestra y siniestra, como predijera Flannery. Sostenían que lo adecuado sería buscar, en las
teorías sociales disponibles, los fundamentos heurísticos para desarrollar creativamente
propuestas a contrastar. Lo cual representó una inversión radical de la relación teoría-método
planteada en términos neokantianos por Binford.
La otra vertiente crítica fue la de la arqueología "post-moderna" (principalmente
Shanks y Tilley), que se limitó a atacar la fe "modernista" en el método científico y en la
exactitud y veracidad incuestionadas de los conocimientos así obtenidos. Crítica saludable que
barrió provechosamente muchos lastres y sobreentendidos. Sólo que, al llegar a los extremos
del relativismo subjetivista adoptando la contraregla del "todo vale" (Feyerabend), se inviabiliza
como propuesta y no tarda mucho en pasar de moda.
Lo que ha florecido es una multiplicidad de propuestas sobre tópicos diversos -
resultado de incursiones en diversas teorías- altamente sugerentes e interesantes pero, salvo
muy contadas excepciones, parciales y difícilmente articulables. Sin embargo, estimamos que
eso crea condiciones que llevarán a descubrir algunas de las muchas regularidades que reinan en
el caos.
Acá represento a una propuesta que se ha desarrollado paralelamente a la "nueva
arqueología" y que, si tiene algún mérito, es que ha surgido originalmente como respuesta a la
problemática de la investigación arqueológica en "Sub América", es decir, del río Bravo al sur.
Que no es un recetario traducido de las lenguas de los centros hegemónicos de dominación
ideológica, política y económica a los que se subordinan nuestros países.
Y que tiene la pretensión de ser una respuesta global y consistente a los diversos
problemas con que se enfrenta el oficio de la arqueología.

2. ¿Criticar o proponer?.
La respuesta a tal pregunta resulta casi obvia: la existencia de la crítica es tan
importante como la generación de propuestas. No obstante, nos interesa centrar los esfuerzos en
el segundo aspecto, pues ahí reside la posibilidad de avances sustantivos en el conocimiento. Y,
en última instancia, sólo de ellas puede alimentarse la crítica que permite corregir caminos
errados y estimula la creatividad en la investigación. Sólo consignaremos un par de anotaciones
sobre el punto:

115
a) Respecto a la crítica, es tan indispensable como la elaboración de propuestas. La
ciencia sólo se desarrolla como efecto de las contradicciones entre planteamientos distintos y
opuestos. En las ciencias sociales, la hegemonía incontestada de cualquier posición sólo puede
llevar a la "investigación normal" a agonizar en la mediocridad de la repetición, por inercia
burocrática, de sus procedimientos y protocolos.
Tenemos en cuenta que hay distintos niveles de proposición y crítica. Así como hay
quienes consideran "teoría" a cualquier clase de conjeturas, hay también una clase de críticas
que no contribuye a enriquecer ni enorgullecer a la investigación. Como ejemplo de esa
concepción naive de la teoría recuerdo una reunión en que se planteaba la "teoría" de que las
puntas líticas más grandes eran para la caza mayor o la guerra, las medianas para conejos o
zorros y las más pequeñas para cazar pajaritos. Lo mismo puede decirse de la farsa
mercadotécnica del debate "pre-Clovis/Clovis first", donde los partidarios del primer término
aparecen como los paladines de "las nuevas teorías, que vienen a echar por tierra heroicamente
a las viejas teorías" sobre el poblamiento de América. Lo cual abusa del desconocimiento de la
historia reciente de la investigación, pues prácticamente todas las ni tan viejas "teorías" suponen
la existencia acá de poblaciones de tipo anterior al paleolítico superior y a Clovis.
Igualmente existe la crítica mediocre, nacida de las envidias o de encarnizadas
competencias de poca monta -muchas veces poco valientes- pero que también es parte de la
vida académica real.
En el nivel de las generalizaciones teórico-metodológicas, las pasiones -que no pueden
estar ausentes de cualquier actividad humana- están obligadas, al menos, a trascender las
mezquindades coyunturales. Y se presentan, como dirían los partidarios del psicoanálisis,
"sublimadas", permitiendo un debate de altura.
En este nivel, el adversario no tiene por qué ser un enemigo personal ni la cordialidad
tiene por qué restar calidad a las polémicas.
b) El concepto de posición teórica es propuesto por Manuel Gándara como
alternativa al concepto de "paradigma" de Kuhn y como respuesta a la pregunta de la corriente
"racionalista crítica" (Popper, Lakatos, Kuhn y, por cierto, Feyerabend) acerca de la posibilidad
de optar racionalmente entre concepciones científicas.
Es una respuesta afirmativa que resuelve el impasse de la "inconmensurabilidad
interparadigmática" a que llega Kuhn, debido a su relativismo, típico del subjetivismo idealista..
Fue, por tanto, concebido como un instrumento metodológico de evaluación y crítica.
Yo lo he tomado como concepto estructurador de una propuesta que busca ser consistente.

Según Gándara, las posiciones teóricas, como concepciones acerca de la realidad y de


las ciencias que la conocen, responden de diferentes modos a una serie de problemas que
constituyen áreas a evaluar:

116
a) una área valorativa, que incluye los juicios de valor, siempre presentes y
que condicionan los objetivos cognitivos.
b,c) una área epistemológico-metodológica, que separo en
epistemológica (o gnoseológica) y metodológica. Y
d) una área ontológica..
Los principios de evaluación crítica suponen que es preferible una posición teórica:
- que da respuestas explícitas a los problemas que plantea cada área;
- que tiene mayor cobertura o potencialidad explicativa;
- que es más consistente, es decir, que evita la incompatibilidad lógica entre
sus diversas proposiciones.
¿Por qué retomo este concepto?. Porque coincide con afirmaciones que la dialéctica
materialista acepta de Hegel , sobre la necesidad de coincidencia entre teoría del conocimiento,
ontología y lógica. Y agrega una propuesta de Kant sobre la necesidad del filósofo o
investigador de asumir sus juicios de valor (en su caso, éticos: su "razón práctica"). Y porque,
en tanto permite la crítica, permite también una autoevaluación crítica en el proceso de
construcción de una posición teórica.

3. Nuestra propuesta.-
Aunque la mayoría de las afirmaciones que hago son de mi autoría y responsabilidad,
no hablo en plural mayestático. Es una proposición compartida en diversas medidas (no puede
ser de otro modo) por otros colegas americanos y aún ibéricos. Ciertamente, muy pocos, como
constata el colega y amigo Politis. Yo diría que unos cuantos gatos. Pero comparto el aserto
popular patagónico de que "la esencia buena viene en frasco chico y el petróleo en bruto se
vende por barriles".
Sucede que, aún todos los que nos dedicamos a estos temas desde diversas posiciones,
somos muy pocos. En la práctica, la arqueología real y cotidiana sigue siendo en más de un
noventa por ciento particularista histórica y, a lo más, de un evolucionismo ramplón. En suma,
ancianamente tradicional. Sólo que, ahora, lo que alguna vez he llamado el "empirismo inmune"
ya no puede seguir siendo un "empirismo impune", en la medida en que, afortunadamente, en la
ciencia la ignorancia no es argumento.
Nuestra propuesta se basa en una concepción histórico materialista de la sociedad y su
desarrollo. Cuyo "núcleo duro" es una concepción materialista dialéctica sobre la realidad,
incluyendo en ella el proceso de su conocimiento.
Vamos por partes:

117
A. En cuanto al área valorativa, asume una posición ideológico-política y ética que
considera que la realidad social existente es estructuralmente injusta y se propone transformarla
buscando reducir las injusticias.
Entiende que el conocimiento es una condición subjetiva necesaria en la
transformación objetiva de la realidad. Que, mientras más cercano esté de reflejar a la realidad
como es, más probabilidades hay de que los efectos de la acción, basada en tal conocimiento, se
parezcan a los fines previstos. Siendo la ciencia, bajo el principio de objetividad entendido en
sentido materialista, la forma de conocimiento más adecuada a tal objetivo.
Que la realidad es infinitamente compleja y dinámica, por lo que el objetivo cognitivo
de la ciencia debe ser acercarse a conocerla como totalidad histórica concreta. Una
metodología congruente debería permitir acceder a ese objetivo.

Para ser consistentes -en cuanto a la relación entre una metodología adecuada a tal
objetivo cognitivo, la teoría de la que se deriva y la epistemología que las vincula- partimos del
principio dialéctico materialista de coincidencia entre teoría del conocimiento, ontología y
lógica.
Éste acepta, de Hegel, la necesidad de dar a estos problemas particulares una solución
unitaria y consistente, ya que su separación -en toda la filosofía anterior, hasta Kant- llevaba a
la imposibilidad de resolver los problemas cruciales de la lógica. Particularmente en Kant,
debido al fundamento idealista subjetivo de su lógica, a pesar de su gnoseología materialista.
Y resuelve, a su vez -al replantearse desde una posición materialista- el problema de
incompatibilidad entre sistema y método (ontología y lógica) que, en Hegel, obedece a la
adopción del idealismo objetivo.
Se trata, en suma, de que no es posible plantearse cómo conocer adecuadamente la
realidad (problema de la lógica) si no se sabe nada acerca de cómo es la realidad (problema
central de la ontología). Entendiendo que, para hacer compatibles ontología y lógica (teoría y
método), es necesario adoptar una posición igualmente compatible en torno a la teoría del
conocimiento (epistemología), que defina qué relación se establece entre la realidad y su
conocimiento.

B. En cuanto al área epistemológica, particularmente la teoría del conocimiento, la


cuestión central -como señalamos- es qué relación hay entre lo que denomimamos realidad y el
conocimiento de la realidad.
El materialismo o realismo filosófico afirma que la realidad existe
independientemente de su conocimiento. Es decir, de si es conocida o no, o de cómo sea
conocida. El conocimiento de la realidad no es una condición de su existencia.
Para el idealismo, en cambio, no existe realidad independientemente de alguna forma
de conocimiento de la misma.

118
De tal modo, al adoptar una posición materialista, entendemos que podemos conocer
la realidad en tanto ésta existe. Esto es, que hay una prioridad de la existencia de la realidad
respecto a su conocimiento.
Consecuentemente, partiremos del principio lógico -y epistémico- de la prioridad de
la teoría respecto al método. Partimos de lo que hasta ahora sabemos acerca de la realidad, de
la teoría más corroborada (que siempre puede ser verdadera o falsa), para definir los
procedimientos probablemente más adecuados para conocerla -para investigar lo que no
sabemos- poniendo a prueba lo que suponemos que conocemos. Se avanza siempre de lo
conocido a lo desconocido.

C. La definición del área ontológica -de las teorías acerca de la realidad- para
nosotros, dependerá de cuáles son los ámbitos o niveles de la existencia de la realidad con los
cuales, de oficio, tenemos que tratar como arqueólogos. Lo cual, a su vez, depende de cómo
concebimos lo que es la arqueología.
Entiendo que la arqueología es una disciplina de la ciencia social, que no se distingue
de las demás por su objeto ni por su método. Es una tradición de oficio de investigación, cuya
particularidad reside en la clase de datos a partir de los cuales realiza inferencias acerca de los
múltiples aspectos de los procesos sociales.
Y los datos que procesa la arqueología se caracterizan principalmente por ser:
a) Efectos de las transformaciones de la naturaleza, a través de los cuales buscamos
inferir relaciones y procesos sociales.
b) Componentes materiales desvinculados de las actividades humanas y las relaciones
sociales que nos interesa conocer.
c) Manifestaciones espacial y temporalmente fragmentarias de la vida social, por
medio de las cuales inferimos propiedades de la estructura y procesos generales de la totalidad
social.
d) Manifestaciones fenoménicas de la cultura, que a la vez ocultan y permiten la
inferencia de los contenidos fundamentales de la formación social, como condición de la
explicación del desarrollo histórico concreto.
Además, los materiales y contextos arqueológicos que constituyen nuestros datos,
generalmente muestran también múltiples efectos de las transformaciones sociales o naturales
que los han involucrado desde que fueron desvinculados de las actividades que intentamos
conocer.
De esta manera se establecen las relaciones entre los datos como objetos de
conocimiento empírico y los objetos sustantivos de la investigación, sujetos a inferencias y
explicaciones racionales. Y se definen los ámbitos de la realidad con que los arqueólogos deben

119
tratar, por lo que requieren de teorizaciones a partir de las cuales derivar procedimientos
metodológicos.
Los campos de la realidad que interesan a la arqueología son:
1) Las estructuras y procesos históricos de cambios de las sociedades, que conforman
el objeto central de investigación.
2) Los procesos de formación, transformaciones y atributos de los efectos materiales
de la naturaleza, generados por las sociedades.
3) Los procesos de generación de la información que utiliza la arqueología y sus
características.
A ellos se corresponden tres cuerpos de teorías o instancias ontológicas, cuyas
conexiones conforman lo que hemos denominado cadena genética de la información
arqueológica. Sobre las cuales hemos realizado diversas propuestas:
I. Materialismo histórico. Es una teoría materialista acerca de la dialéctica de las
sociedades y su desarrollo histórico. Nuestra teoría sustantiva sobre la historia de las sociedades
representa una de las diversas corrientes desarrolladas entre las tradiciones generadas por el
marxismo. De ahí que ha sido necesario precisar los contenidos conceptuales que otorgamos a
términos teóricos que son comunes a las distintas líneas de pensamiento de orientación histórico
materialista (como modo de producción, formación social, ideología, etc.). Esto, debido
principalmente al predominio, en las modas académicas de las últimas décadas, de las
posiciones del althusserismo, del cual diferimos en torno a cuestiones básicas.
Los temas principales respecto a los cuales hemos formalizado propuestas son:
a) La sociedad concreta, entendida como categoría general del materialismo
histórico, que expresa las conexiones entre las diversas dimensiones de la realidad social,
formuladas a través de los conceptos de formación social, modo de vida y cultura. A través de
los cuales pretendemos explicar -desde las regularidades fundamentales y generales que rigen a
los procesos históricos hasta las singularidades de sus manifestaciones fenoménicas- la
compleja unidad dinámica que conforma su existencia concreta.
b) Periodización histórica. Consecuentemente con lo anterior, se propone el concepto
de periodización tridimensional, en la medida en que las dimensiones de las formaciones
sociales, los modos de vida y las culturas, si bien están necesariamente integradas, poseen
diversos ritmos de cambios.
En el nivel más general, nos hemos ocupado de generar una propuesta teóricamente
homogénea, distinguiendo las formaciones sociales pre-tribales, tribales y clasistas iniciales,
definidas centralmente sobre la base de sus relaciones fundamentales de propiedad y
producción.

120
c) La cuestión étnico-nacional ha sido el tema en torno al cual buscamos explicar las
distintas formas de inserción de los pueblos americanos en el proceso general de conformación
de los estados nacionales, característico del desarrollo de la formación social capitalista actual.
II. Historia de los Contextos Arqueológicos. Parte del supuesto de que los contextos
arqueológicos no son estáticos, por lo que es necesario considerar cómo se originan y qué
factores los modifican para explicar cómo se presentan a la observación. Es una teoría
mediadora que trata de explicar las conexiones entre nuestros objetos de observación empírica
(los materiales y contextos arqueológicos) y nuestros objetos sustantivos de investigación (la
historia de las sociedades) que conocemos y explicamos a través de inferencias racionales.
Implica, por lo tanto, tres problemas básicos:
a) Los procesos de formación de los contextos arqueológicos a partir de diversos
contextos-momento;
b) Los procesos de transformaciones de los mismos, en que inciden diversos factores
sociales y naturales y
c) Las características de la presentación de materiales y contextos, como efecto de los
referidos procesos.
III. Historia de la Producción de la Información. Hacemos la distinción entre los
datos observables y la información, que es producida a partir de la observación de los datos.
Nuestras inferencias acerca de las actividades y relaciones sociales se basan, por lo general en
considerable medida, en la información arqueológicamente útil producida por otros agentes
sociales, no siempre profesionales. Es en estos procesos donde operan múltiples factores que
generan los mayores sesgos y pérdidas de información. Por ello, es necesario explicar las
relaciones y diferencias entre la información disponible y los datos observados.
Hemos propuesto el concepto de contextos de producción de información, para
sistematizar el análisis de estos procesos. Y, en el caso de la producción sistemática de
información arqueológica (como actividad profesional), distinguimos las fases de los trabajos
de campo, trabajos de laboratorio y las formas de presentación de la información.

D. En cuanto al área metodológica nos basamos, en lo general, en una serie de


consideraciones y premisas básicas de una concepción dialéctica de los procesos de
conocimiento en la investigación científica de la realidad.
En lo particular, con base en el principio materialista de prioridad lógica de la teoría
respecto al método, proponemos una secuencia de instancias metodológicas derivadas de las
propuestas ontológicas ya mencionadas y que permiten estructurar un sistema general de
referencia para los procesos inferenciales en la investigación arqueológica. De alguna manera,
la lógica de la investigación recorre a la inversa la secuencia histórica de los procesos que
generan los datos e informaciones arqueológicas. Las instancias metodológicas generales son:

121
1. La Producción Sistemática de Información. Se desarrolla una serie de conceptos
que orientan la organización de proyectos de trabajo orientados a la obtención de datos y la
generación de información, en el contexto del proceso general de inferencias.
Supone la sistematización de los trabajos de campo y laboratorio, así como de la
presentación de la información producida. Particular importancia tiene la discusión, como
trabajo de laboratorio, de los métodos tipológicos que permiten el análisis, ordenación y síntesis
de la información que pueden ofrecer los materiales y contextos arqueológicos.
Incluye también las líneas de procedimientos de producción de información
referencial útil a la arqueología, como son la etnoarqueología o la experimentación y
simulación.
2. La Identificación de las Culturas Arqueológicas, entendidas éstas como el
conjunto de contextos y materiales arqueológicos que son efectos de las transformaciones
materiales de la naturaleza realizadas por un grupo social en un rango temporal determinado.
Se trata básicamente de una instancia de acopio y análisis de confiabilidad de la
información disponible, que nos permiten identificar a las culturas y subculturas arqueológicas,
sobre la base de una red de asociaciones contextuales. Incluye también todas las informaciones
útiles que pueden proporcionarnos otras disciplinas científicas (como la geología, la biología, la
física, etc.), auxiliares importantes de la investigación arqueológica.
3. La Inferencia de las Culturas, es la instancia que tiene como objetivo la inferencia
de las múltiples actividades humanas que constituyen la vida cotidiana de una sociedad. Tales
actividades son realizadas por agentes sociales que se distribuyen y desplazan en el espacio, en
diversas secuencias temporales.
Ésa es la forma como se presentaría la cultura de una sociedad viva a la observación,
por ejemplo, de un etnógrafo. Sin embargo, en tanto los contextos arqueológicos están
desvinculados de las actividades humanas que los produjeron, para la arqueología es necesario
inferir lo que para un observador contemporáneo sería objeto de observación y descripción.
Sin embargo, la descripción o inferencia de la cultura, manifestación fenoménica
aparente de las actividades y estructuras sociales no es una explicación de las mismas, sino el
punto de partida para buscar explicaciones.
4. La Inferencia de Modos de Vida y Formaciones Sociales, consiste en abstraer las
regularidades estructurales y causales más generales y determinantes de los procesos sociales
formalizados bajo el concepto de formación social, a partir de sus manifestaciones culturales,
mediadas por la particularidad de los distintos modos de vida. Para lo cual pueden desarrollarse
diversas estrategias inferenciales, derivadas heurísticamente de tales categorías, teóricamente
definidas.
5. La Explicación del Desarrollo Histórico Concreto, constituye precisamente el
objetivo cognitivo propuesto y es posible al explicar la multideterminación singular de los

122
procesos históricos, manifiestos fenoménicamente en la dimensión fenoménica de la cultura, a
través de sus contenidos particulares y generales inferidos como modos de vida y formaciones
sociales.

Se apreciará que las dos primeras instancias metodológicas derivan necesariamente de


la teoría de la historia de la producción de información; la tercera supone una teoría de la
historia de los contextos arqueológicos; las dos últimas, a su vez dependen de la potencialidad
heurística del materialismo histórico.
Por supuesto, esta propuesta de estructura general del proceso de investigación en
arqueología, no implica que cada proyecto de investigación deba desarrollar o incluir todas las
instancias ontológicas y metodológicas. Se trata simplemente de un sistema de referencia
general que nos permite ubicar nuestro trabajo y abrir las posibilidades de que se integre
coherentemente en el marco de una posición teórica consistente.

Finalmente...
La historia del marxismo y, por consiguiente, del materialismo histórico, es la historia
de una muerte permanentemente anunciada. Sin lugar a dudas, como a todo lo existente, le
llegará su hora. Sin embargo, para desgracia de sus proclamadores, hay razones históricas por
las cuales esa hora no ha llegado y los reiterados anuncios no son otra cosa que la expresión de
sus deseos claramente incumplidos.
Como afirmara Lakatos, las teorías no caen ni siquiera por falta de corroboración
empírica, sino sólo cuando aparece otra con capacidad de sustituirla. Y es altamente improbable
que el materialismo histórico sea derrotado sólo a fuerza de ser descalificado sin argumentos o
sistemáticamente ignorado y desconocido en algunos ámbitos parroquiales, independientemente
de su extensión geográfica.
Para aquellos que se sienten cómodos traduciendo fragmentos de propuestas
importadas -sin siquiera el mérito de la creatividad- y con las cuales pretenden brillar como
teóricos en un mundo de tinieblas que se empeñan en conservar, hay malas noticias: " el muerto
que habéis matado, goza de buena salud".

123
5. Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación
arqueológica

Desde fines de los años sesentas se ha venido desarrollando la llamada "arqueología social"
latinoamericana, buscando interpretar los procesos históricos de las sociedades que precedieron
a la colonización europea del continente con base en la información arqueológica. Su
vanguardia ha sido asumida por un grupo de investigadores que trabajaban mas o menos
independientemente en sus países, comunicándose sus preocupaciones y avances
principalmente con ocasión de algunos eventos científicos internacionales a partir del Congreso
Internacional de Americanistas llevado a cabo en Lima en 1970.
Este grupo, que hoy comparte una definida posición materialista histórica, ha
alcanzado un conjunto importante de acuerdos básicos en torno al significado y contenido
teórico de las nociones y categorías que integran su concepción de la sociedad y sus desarrollos.
Ellos conforman el ahora conocido como "Grupo Oaxtepec", debido a que su trabajo conjunto
comenzó en la reunión realizada en Oaxtepec (México) a fines de 1983. Siguiendo esta
tendencia y en vinculación con ellos, se han generado diversos grupos nacionales como
SOVAR en Venezuela, INDEA en Perú, el autodenominado "Grupo Evenflo" en México y
otros1 .
Como es lógico, las contribuciones de los diversos autores que han adoptado una
posición materialista histórica o marxista, tratan sobre una amplia gama de temas (teóricos,
metodológicos, técnicos, interpretaciones de la historia concreta a nivel local, regional o
continental, etc.) . Tales aportes son, desde luego, desiguales en calidad y, sobre todo, han
estado desarrollándose y cambiando permanentemente. Por ello, no resulta extraño que muchas
de las afirmaciones o propuestas realizadas recientemente por varios investigadores, no sean
exactamente las mismas que aquellas que han publicado hace unos pocos años atrás.2
He tenido oportunidad de participar en los grupos Oaxtepec y Evenflo, así como de
conocer los trabajos y logros de muchos otros jóvenes colegas que participan de este enfoque
teórico en nuestro "sub-continente". En este artículo resumo los puntos centrales de un trabajo
que estoy redactando actualmente 3 , que consiste en un intento de ofrecer una visión de
conjunto de los diversos problemas que conciernen a la investigación arqueológica, así como
los nexos que los vinculan orgánicamente. Todo ello buscando mantener la coherencia -esto es,
compatibilidad lógica- con el materialismo histórico, lo cual implica necesariamente también
una posición materialista dialéctica.

1
SOVAR (Sociedad Venezolana de Arqueólogos); INDEA (Instituto de Estudios Andinos); el nombre del grupo "Evenflo"
deriva de una marca comercial de biberones (en el español de México, 'mamilas'), haciendo referencia a un juego de palabras
intraductible que se mofa de la naturaleza supuestamente pedante e incomprensible de las discusiones del grupo.
2
Es indispensable tomar en cuenta esta consideración psra comprender los planteamientos de esta corriente. De otro modo,
una lectura de los diversos textos publicados por los autores que la integran no mostraría el nivel de congruencia que
actualmente se ha alcanzado.
3
"Una proposición materialista histórica para la arqueología" (MS). De hecho, para esta ponencia he copiado varios textos de
ese trabajo.

124
De tal modo, se hace posible situar las muy variadas proposiciones o resultados de
investigación -cuyos vínculos no son siempre evidentes- en el contexto global de una
concepción teórico metodológica consistente. Además, esto nos permite evaluar la supuesta
cientificidad de nuestro planteamiento, así como su comparación con otros.
Esta concepción del proceso de investigación en arqueología se basa en algunos
supuestos generales, coherentes con una posición filosófica que corresponde, a su vez, a una
posición ideológica y política vinculada a nuestra realidad social contemporánea. A partir de ahí
se desarrollan las cuestiones teóricas (ontológicas) que permiten sistematizar los procedimientos
metodológicos.
Dado el tema de esta reunión, podré el énfasis en los tópicos de la teoría sustantiva,
que constituye la piedra angular de cualquier alternativa científica consistente. Sobre los demás
problemas teóricos y metodológicos, me limitaré a esbozar un esquema muy general con el fin
de mostrar sus conexiones orgánicas.
Podría parecer apropiado, aunque redundante, comenzar declarando que, como
marxistas, nos basamos en el materialismo histórico. Y de ahí, entrar directamente "en materia",
a tratar con la especificidad de los procedimientos arqueológicos; naturalmente, tan aferrados a
la tabla salvadora de los datos empíricos provenientes de nuestros estudios de caso favoritos,
como fuera posible. Hace quince años pensábamos que ese era el camino a seguir y anduvimos
a tientas hasta tomar conciencia de que era necesario volver al punto de partida de los
fundamentos teóricos y epistemológicos.
Por algún tiempo, dimos por sentado que el materialismo histórico era capaz de
explicar claramente cualquier aspecto relacionado con la sociedad y su historia, desde que
parecía evidente su mayor capacidad explicativa, al menos en comparación con otras teorías.
Hasta que caímos en la cuenta de que no solo había mas de un materialismo histórico sino que,
además, la mayoría de las cuestiones con las que debíamos tratar como arqueólogos poseían
desarrollos del todo insatisfactorios, considerando las necesidades de nuestras investigaciones.
Generalmente carecían de formulaciones coherentes o, simplemente, no habían sido tratadas
desde este enfoque teórico.
Ello nos condujo a una serie de replanteamientos; aunque, desde entonces, la mayoría
de nosotros coincidía en dos puntos:
1) Por razones diversas, cada uno difería de la corriente del marxismo derivada de las
propuestas de Althusser, prevaleciente aún hoy en el medio académico latinoamericano y, como
podemos apreciar, también entre nuestros colegas "de habla inglesa".
2) Si algo ha estado siempre claro, es que la vía fácil del eclecticismo no es una
solución a nuestras carencias. Engendros del tipo de Marx-Weber-Wittfogel, Marx-Kant, Marx-
Freud, Marx-Lévi-Strauss y similares, tal vez resulten buenas mezclas de tabaco para pipa, pero
no para las ciencias sociales. Las tijeras y el pegamento no son parte de nuestro instrumental
metodológico.

125
Por ello es que no consideramos superflua la tarea de discutir y, cuando es necesario,
elaborar propuestas nuevas en torno a la diversa complejidad de problemas que presentan las
sociedades concretas, pretéritas y presentes, y que carecen todavía de formulaciones adecuadas
desde el enfoque materialista histórico. De estos problemas se ha ocupado principalmente el
grupo Oaxtepec y son los que subrayaremos en esta ocasión.
Algunas premisas generales.
a. Objetivos del conocimiento.
La finalidad de la investigación es generar nuevo conocimiento, que refleje la realidad
concreta de la manera mas objetiva posible. Esto no obedece a un capricho de meticulosidad
intelectual, sino al hecho de que el materialismo histórico constituye el fundamento científico
de una posición ideológica y política que busca la transformación de la realidad a través de la
praxis, lo que requiere disponer del conocimiento mas preciso de la complejidad real. En esa
tarea, no estamos enfrentados a entidades abstractas, sino a sociedades concretas. El
conocimiento de las regularidades y leyes mas generales y fundamentales es
indispensablemente necesario, pero evidentemente insuficiente para manejar la complejidad del
mundo real. Para decirlo de manera breve, saber que una nación esta regida por la contradicción
capital-trabajo es obviamente insuficiente como para conducir un proceso revolucionario. De
ahí que nuestra teoría debe ser capaz de explicar las muy diversas conexiones entre las leyes
mas generales y la indiscutible singularidad cultural que presentan las sociedades concretas.
b. Relación entre teoría y método.
En primer lugar, la concepción marxista se funda en el reconocimiento de la necesidad
de una solución unitaria a los problemas de teoría del conocimiento (gnoseología), teoría de la
realidad (ontología) y lógica (metodología). Esta propuesta central, argumentada
originalmente por Hegel, permite la superación de la problemática dejada por el agnosticismo
kantiano, debida a la incoherencia entre una gnoseología materialista y una lógica radicalmente
idealista subjetiva.
En este punto se originan todas nuestras diferencias con las posiciones positivistas
neokantianas contemporáneas, incluyendo las de la "new archaeology" norteamericana, y aún
con la corriente althusseriana.
El aporte principal del marxismo sobre este punto consiste en la superación de la
incompatibilidad entre sistema y método en Hegel -señalada por Feuerbach- al replantearse el
problema desde una posición materialista 4.
Así, el principio gnoseológico materialista de objetividad -que supone la existencia
independiente de la realidad respecto a cualquier conciencia o de cómo es conocida-, formulado
como principio de lógica (método) implica la prioridad de la teoría de la realidad (ontología)
respecto al método de investigación.
4
Ver Kopnin, 1966.

126
Dicho muy llanamente, no podemos plantearnos cómo conocer si carecemos de toda
noción sobre qué buscamos conocer; es decir, si no sabemos nada sobre el objeto de
conocimiento. Por lo tanto, la sistematización de los procedimientos adecuados para conocer
(lógica) una clase de fenómenos reales, arranca necesariamente de lo que hasta ese momento se
sabe acerca de ellos. Y este conocimiento (verdadero o falso) está resumido en la teoría de la
realidad 5 .
La teoría es, en cada momento y al mismo tiempo, resultado de las investigaciones
precedentes y punto de partida de las nuevas investigaciones.
Como punto de partida del proceso de investigación, la teoría cumple una función
heurística. En mi opinión, el papel mas importante de la teoría en la investigación es
precisamente ese. Es decir, permitir el planteamiento racional y sistemático de los problemas y
la planificación de los procedimientos para la investigación que genere nuevos conocimientos.
La eficacia explicativa y la objetividad de la teoría juegan un papel importante en la lucha
"interparadigmática", pero su función primordial es conformar la condición subjetiva necesaria
para el manejo de la realidad a través de la praxis. También el valor metodológico de los
conceptos, categorías y leyes, depende de su objetividad y capacidad explicativa.
El ejercicio de los procedimientos metodológicos congruentes con la teoría genera
nuevo conocimiento, permitiendo la corrección de errores y el enriquecimiento de la teoría
misma. Así, la teoría está siendo permanentemente recreada, haciendo posible definir
procedimientos metodológicos nuevos y mas precisos y el desarrollo de nuevos proyectos de
investigación.
c. ¿Qué es la arqueología?.
Ha habido diversas opiniones al respecto y son bien conocidas algunas afirmaciones
como "la arqueología es la ciencia que estudia la cultura de pueblos desaparecidos", "la
arqueología es antropología o no es nada", "la arqueología es historia o no es nada" y otras
similares. Sin embargo, la sentencia que refleja mejor el fondo del asunto es aquella de que "la
arqueología es arqueología es arqueología". Por lo visto, se trata en realidad de la definición un
territorio de propiedad privada intelectual, ya que la competencia en el mercado profesional está
regulada de acuerdo a los títulos de propiedad sobre tales parcelas (v.g., los títulos
profesionales). El afán positivista de distinguir unas ciencias de otras "por su objeto y por su
método" se ha prestado como regla del juego para dirimir estas disputas.
La arqueología es una disciplina de la ciencia social. Su objeto de investigación, por lo
tanto, son las sociedades concretas, como totalidades históricas. Como investigadores, podemos
estar interesados en conocer procesos sociales en conjunto o sólo algunos de sus aspectos. Pero
no nos parece relevante establecer cuál es el objeto propio de nuestra ciencia, señalando límites
temáticos o temporales.

5
Es un requisito del método el ser capaz , considerando la posibilidad de que la teoría contuviera juicios falsos, el de
exponerlos a mostrar su inadecuación como reflejo de la realidad (falsabilidad).

127
Sin embargo, es indudable que la arqueología presenta particularidades que deben
precisarse si pretendemos formular enfoques críticos y ofrecer alternativas para su quehacer.
Lo específico de la arqueología se debe a las condiciones en que se ha desarrollado
tradicionalmente la investigación, conformando el oficio de esta actividad:
1) Sin ser algo exclusivo de la arqueología, ésta posee una particularidad debida a la
clase de información empírica a partir de la cual se infieren las características de las sociedades
bajo estudio. Los arqueólogos estudian efectos de las transformaciones de la naturaleza, para lo
cual y a través de los cuales los seres humanos se relacionan socialmente. Estos efectos
materiales que los hombres producen y generan al realizar las diversas actividades de la vida
cotidiana presentan, como conjunto, la singularidad fenoménica de la cultura. Además,
generalmente los arqueólogos registran estos elementos desvinculados de las actividades que, a
partir de ese momento, deben inferir.
2) Siendo lo mas común que el arqueólogo estudie sociedades pasadas, los datos no se
presentan a la observación empírica tal como podrían observarse en una sociedad viva. Por ello,
además de su desvinculación respecto a las actividades y relaciones sociales que los generaron,
los objetos arqueológicos han sido afectados por diversos y, a veces, complejos procesos de
transformaciones, hasta que se convierten en la información de que disponemos para inferir
procesos sociales.
Estas particularidades objetivas de la información arqueológica indican los problemas
teóricos que la disciplina debe resolver y condicionan la particularidad de las mediaciones
inferenciales que deben organizarse metodológicamente. El desarrollo y formalización de
opciones y la organización global de este cuerpo de problemas teórico-metodológicos,
constituyen la especificidad del oficio arqueológico como investigación social, para el cual
creemos que el materialismo histórico puede ofrecer alternativas coherentes.
Instancias del proceso de investigación.
Una concepción del proceso de investigación no es un vademecum de recetas
metodológicas. Ciertamente, implica formular propuestas sobre procedimientos técnicos y
lógicos para operar en los distintos ámbitos de la realidad con los cuales los investigadores
están necesariamente en contacto.
Pero, como hemos visto, la formulación de procedimientos metodológicos debe
derivarse lógicamente de la teoría sobre la realidad en que operan. Por ello, es necesario
precisar, antes que nada, los campos de la realidad involucrados en las investigaciones
arqueológicas.
A. Instancias ontológicas.
Tales campos son todos aquellos implicados en las relaciones entre las sociedades estudiadas,
los datos arqueológicos observables y la información disponible.

128
Se puede apreciar que éstos conforman una cadena de procesos de diferente orden que,
causalmente vinculados, determinan la génesis e historia de los datos e información
arqueológica.
Estos aspectos de la realidad que interesan a la arqueología, pueden englobarse en tres
temas ontológicos específicos:
a. El materialismo histórico o teoría substantiva de la sociedad. Como teoría
sobre el objeto central de conocimiento de la arqueología, es compartido con todas las demás
ciencias sociales.
Por razones que veremos luego, ha sido necesario ocuparse de tres problemas básicos:
1) discutir y definir conceptos generales con el fin de teorizar a la sociedad como totalidad
concreta, 2) discutir el sentido y conceptualizar la periodización histórica y 3) proponer
interpretaciones teóricas sobre la cuestión étnico-nacional.
Otro problema propio de la teoría substantiva es el de la formación de los contextos
arqueológicos. Aunque esto requiere de una conceptualización selectiva de aspectos de la
realidad social que sólo interesan al arqueólogo y, probablemente, a los criminólogos y otros
chismosos profesionales similares. Por ello, y por comodidad de exposición, lo tratamos como
parte del tema siguiente, con el cual está estrechamente relacionado.
b. Historia de los contextos arqueológicos.
No por obvio ha sido menos importante asentar explícitamente que los restos
arqueológicos observables son contemporáneos del arqueólogo (Binford,1972; 3axapyk, l976).
Esto implica que es necesario explicar qué vínculos hay entre los restos arqueológicos
actualmente observables y las actividades y relaciones sociales que les dieron origen y de los
cuales están desligados. De otro modo, el pasado, que no se puede observar, sería
incognoscible.
Nuestra posibilidad de conocer la historia -así como de definir procedimientos
metodológicos y de validar nuestras inferencias- se funda en algunas premisas básicas:
1. Que existen diferencias y relaciones objetivas entre las sociedades objeto de
investigación y las evidencias arqueológicas objeto de observación.
1.1. Las diferencias obedecen a que, si bien la información empírica está integrada por
objetos que, en su momento, han sido el resultado de las transformaciones de la naturaleza por
el trabajo y las actividades humanas, éstos ya no poseen las mismas calidades y relaciones que
tuvieron en el contexto de la sociedad que los produjo.
1.2. Las relaciones entre ambas se deben a un conjunto de conexiones causales que,
dadas las diversas condiciones de su ocurrencia, se dieron necesariamente.

129
2. Que hay una correspondencia determinada entre las propiedades o calidades de los
contextos arqueológicos y la cualidad de las actividades y relaciones sociales que, entre otros
factores, los generaron.
Sin embargo, el carácter determinado de los contextos arqueológicos, como efectos,
no implica que a similares actividades y relaciones sociales se correspondan contextos con
cualidades observables idénticas. Esta variabilidad se explica porque:
2.1. Las formas concretas de las actividades y objetos que involucra el desarrollo de la
vida cotidiana adquieren, en cada sociedad, calidades culturales singularmente distintivas y
2.2. Las combinaciones de factores causales que inciden en la dinámica de
transformaciones de los contextos, pueden ser muy diversas.
Una ontología de la historia de los contextos o restos arqueológicos implica teorizar y
vincular tres problemas:
1) Cómo se forman los contextos. Como dijimos, este es un problema de teoría
substantiva. Nos basamos en el concepto de contexto momento, como conjunto de artefactos,
elementos y condiciones materiales (componentes) en interacción dinámica integrada por la
actividad humana. Hablamos de contexto "momento", pues se refieren sólo a un segmento
espacial y temporal de la totalidad de actividades que, simultánea y sucesivamente, constituyen
la existencia concreta de la sociedad.
El contexto arqueológico se conforma cuando los componentes de un contexto
momento son desvinculados de la actividad humana.
2) Cómo se transforman los contextos. Como ha señalado Schiffer, los contextos
arqueológicos se transforman tanto por factores naturales como sociales (culturales). Importa
saber qué efectos produce, sobre los contextos arqueológicos, la incidencia de diferentes
combinaciones de variables naturales y sociales.
Para este efecto, una unidad mayor de análisis es la de ámbito de vida o espacio vivido
(Sanoja,1984; Vargas,1986) que, debido a los factores mencionados, se segmenta en diversos
contextos arqueológicamente identificables.
3) Cómo se presentan a la observación los objetos y contextos arqueológicos cuando
son "capturados" en un momento de su historia de transformaciones. Es un tema del que se han
ocupado muchos autores de las mas diversas posiciones. La formalización teórica sobre este
punto debe considerar:
3.1) Que toda teoría supone una jerarquización de conceptos. Esta, en particular, debe
guardar compatibilidad con la teoría substantiva (materialismo histórico). Sin embargo, se
puede jerarquizar de diversas maneras según los objetivos y estrategias de cada investigación.
Así, por ejemplo, para designar al conjunto de datos que permiten las inferencias sobre una
sociedad concreta en un rango temporal dado, manejamos la categoría de cultura arqueológica.

130
3.2) Que los conceptos, por lo tanto, reflejan diversos niveles de integridad de los
atributos observables. Siguiendo el ejemplo anterior, pueden comprender desde los rasgos de un
objeto aislado, pasando por los contextos o grupos de contextos de diversas magnitudes, hasta la
cultura arqueológica.
3.3) Que los atributos objetivos potencialmente observables son infinitos y es
necesario definir criterios para la conceptualización selectiva de los mismos. Estos criterios
responden a las siguientes preguntas:
Primero, ¿qué queremos inferir a partir de la observación empírica?. Por lo pronto, nos
interesa todo lo que nos lleve a conocer, por una parte, los procesos de transformaciones que
han afectado a los materiales y contextos y, por otra, principalmente, las actividades humanas
que los generaron originalmente. Entre las características que sabemos inferibles a partir de los
datos arqueológicos y que tienen relevancia para nuestras interpretaciones sobre este último
punto, están la temporalidad, las singularidades culturales y los contenidos sociales.
En segundo lugar, ¿qué atributos o relaciones empíricamente observables nos permiten
tales inferencias?. Podemos decir que, en los diversos niveles de integridad de los datos hay
algunas propiedades generales básicas, arqueológicamente relevantes, como son las propiedades
físico-químicas, la espacialidad y las magnitudes; a su vez, determinadas relaciones entre tales
atributos -en particular, espacialidad y magnitudes- permiten definir otras calidades importantes
como son las formas o las posiciones relativas. A partir de estos atributos se pueden definir
otros conceptos como asociación, superposición, recurrencia, etc.
c. Historia de la producción de la información.
Sea que el arqueólogo estudie sociedades como totalidades o sólo alguno de sus
aspectos, debería poseer una visión global; es decir, debe conocer la información disponible
acerca de las culturas arqueológicas de que se trate.
Sin embargo, difícilmente llegará a observar y registrar directamente en el campo mas
que la presentación de unos pocos sitios o contextos. Por lo cual su conocimiento de una cultura
arqueológica deberá basarse, en gran medida, en la información producida por otras personas,
que no siempre fueron arqueólogos profesionales. Aún en estos casos, pocas veces nuestros
colegas habrán registrado y procesado los datos siguiendo los mismos criterios que adoptarían
otros investigadores, según sus intereses y posiciones teóricas y metodológicas.
El problema central a considerar acá, es que la información producida guarda diversos
nexos y grados desiguales de correspondencia con los datos o atributos potencialmente
observables en los contextos arqueológicos. Por ello, la teorización de las condiciones y
características de los procesos que conducen a la producción de la información arqueológica es
necesaria para:
1) Sistematizar los procedimientos de producción de información, de acuerdo a los
niveles del desarrollo histórico de la disciplina -desde las técnicas a la teoría-, optimizando el

131
registro evaluable de propiedades empíricas potencialmente relevantes al conocimiento de las
realidades históricas estudiadas.
2) Sistematizar el análisis de confiabilidad de la información producida disponible, en
términos de su correspondencia con las propiedades que pudieron presentar en los contextos
arqueológicos.
Consideramos, de manera general, que la producción de la información arqueológica
implica la incorporación de contextos o componentes de contextos arqueológicos,
potencialmente portadores de información, en contextos momentos actuales; es decir, en
contextos momentos de los cuales pueden participar los observadores que generan información
útil a la investigación.
Ello nos permite definir criterios para analizar los procesos de producción de
información como, por ejemplo, según: 1) el tipo de actividades a las que se incorporan los
contextos arqueológicos y sus componentes, 2) las funciones que adquieren en esos contextos
actuales, 3) las características de los agentes (posiciones y actividades sociales, ideología,
conocimientos, etc.), 4) características de los contextos informativos actuales y de sus
componentes y otros.
Debemos suponer que las situaciones óptimas son aquellas en que se trata de contextos
de producción intencional y sistemática de información, realizada por especialistas calificados,
en que las variables objetivas y subjetivas que operan en el proceso son explícitas.
Una ontología de la producción sistemática de la información arqueológica debe
considerar, al menos, las siguientes fases del proceso:
a. La observación, registro y manipulación de los contextos arqueológicos y sus
componentes.
b. El análisis de los datos y materiales.
c. Formas de presentación de la información, tales como conservación y archivos,
exposiciones y publicaciones.
B. Instancias metodológicas.
Conociendo los procesos de génesis de los datos e información arqueológica, podemos
definir y situar los problemas generales de metodología que se requiere formular para realizar
investigaciones.
Cabe mencionar que no hay solo una manera correcta de operar frente a cada problema
o situación. No solo es posible, sino deseable, la alternatividad técnica y metodológica. Se
amplían así las posibilidades de descubrir errores de planteamiento (de la teoría o de las
hipótesis) que, tal vez, un solo procedimiento no sería capaz de poner en evidencia. En otras
palabras, la alternatividad metodológica amplía el rango de falsabilidad de las interpretaciones.

132
Las fases del proceso de investigación de sociedades concretas en arqueología, dicho
muy brevemente, son:
a. Producción de información.
Se refiere al conjunto de procedimientos técnicos y lógicos que permiten la obtención,
registro, procesamiento analítico, ordenación, descripción y comunicación de información
generada a partir de los datos arqueológicos empíricamente observables, desde sus contextos en
el campo a los laboratorios.
Implica formular protocolos de registro y procedimientos técnicos y analíticos (v.g.,
tipología), que sistematicen los trabajos de campo y laboratorio, así como la creación de acervos
y de procedimientos de comunicación de la información producida. Supone una clara
concepción de cuáles son los aspectos o atributos empíricos de los datos que tienen interés para
la realización de inferencias e interpretaciones.
b. Definición de las culturas arqueológicas.
Esta es, principalmente, una instancia de análisis de confiabilidad y organización de la
información producida disponible. Se busca:
1) Determinar en qué grado los sesgos del proceso de producción de la información han
implicado pérdida y distorsión en el conocimiento de los atributos empíricamente observables
en los objetos y contextos arqueológicos. Hay que considerar, además, que buena parte de la
información producida se comunica o se presenta ya incorporada a la exposición de
interpretaciones.
2) Organizar toda la información arqueológica y medioambiental correspondiente a
cada cultura arqueológica y que tenga relación con su historia de transformaciones.
c. Inferencia de las culturas.
Se trata de inferir el conjunto de formas culturales que pudo presentar la cultura de la
sociedad viva, como un sistema de contextos momentos simultáneos y sucesivos, en los cuales
se desarrollaron diversas actividades, involucrando objetos y condiciones materiales
determinadas.
Parte de este problema consiste en identificar las diferencias subculturales que, además
de las distinciones de contenido funcional de los sitios, señalarían la existencia de los grupos
sociales que participaron diferencialmente en las estructuras sociales y cuya manifestación
cultural es también distinguible como parte de la cultura global.
Para esto es necesario intentar "reconstruir" la historia de los contextos, desde que sus
componentes se desligaron de las actividades sociales que los originaron, ya que las inferencias
deben apoyarse en el conocimiento de la presentación "actual" de los objetos y contextos
arqueológicos.
d. Inferencia de modos de vida y formaciones sociales.

133
En este nivel de integridad de los procesos inferenciales se busca abstraer el
conocimiento de las regularidades sociales, lo cual debe hacerse para cada una de culturas
arqueológicas. Se dispone, sin embargo, de la información reunida para inferir e identificar las
asociaciones y recurrencia de las formas culturales. A partir de ella se procederá a su análisis y
ordenación con el fin de conocer los contenidos sociales a que dichas formas culturales
corresponden.
Se trata de identificar y reconstruir los diversos procesos económicos (producción,
distribución, cambio y consumo) que integran el modo de producción; las actividades de
reproducción y reposición de la población y la fuerza de trabajo; las diversas actividades
superestructurales institucionales y las formas de reflejo de la realidad. Es decir, todas aquellas
actividades y relaciones inferibles que constituyen tanto el ser social como las superestructuras.
Esta instancia de la investigación, estudiando realidades concretas, opera
inductivamente y se organiza en torno a las implicaciones deducibles de la teoría. Por ello se
busca, en primer lugar, el reconocimiento de los diversos modos de trabajo que integran y
caracterizan a un modo de vida, a partir de lo cual se tratará de inferir las determinaciones
generales de la formación social.
e. Explicación del desarrollo histórico concreto.
En este punto del proceso investigativo se dispone de cuanto haya podido inferirse
acerca de las singularidades culturales de las sociedades estudiadas, así como de las calidades
fundamentales de las mismas en tanto formaciones socioeconómicas. Pero este conocimiento
está aún desagregado ya que tenemos, por un lado, las expresiones culturales y, por otro, sus
contenidos como modos de vida y las determinaciones de las formaciones sociales; además de
que este análisis ha debido realizarse separadamente a partir de cada cultura arqueológica.
El objetivo es, ahora, la realización de una síntesis que permita explicar la dinámica de
los procesos históricos en su singular concreción, desde las determinaciones fundamentales y
generales abstraídas a partir de los procesos mismos.
Apuntes sobre materialismo histórico.
Nos interesa exponer cómo hemos intentado reducir la gran brecha entre la teoría
necesaria para enfrentar los retos de la investigación de acuerdo a los requisitos que ésta
presenta en su desarrollo actual y la teoría disponible para hacerlo. Si bien es cierto que cada
respuesta a un viejo problema genera nuevas preguntas.
Por razones de espacio, nos tendremos que limitar a apuntar algunos aspectos que
esperamos nos permitan un constructivo intercambio de ideas. Por ello, destacaremos
selectivamente: 1) el contenido central de los conceptos básicos y nuestra posición frente a cada
tema, 2) los puntos en torno a los cuales se han elaborado propuestas y 3) los aspectos en que
diferimos respecto a otras interpretaciones del materialismo histórico.

134
a. Sociedad concreta.
Un problema clave surgía ante la pregunta sobre cómo el sistema conceptual del
materialismo histórico podía dar cuenta, de manera orgánica y lógicamente compatible con sus
categorías centrales, del nivel de la realidad social al que usualmente se enfrentan los
antropólogos o arqueólogos. Estos pueden llegar a conocer, o reconstruir por inferencias, las
actividades de la vida cotidiana, tal como se presentan bajo sus formas culturales
singularmente concretas. Y con base en esos datos pretendemos abstraer las regularidades
fundamentales y generales que rigen a la totalidad, como son las calidades del modo de
producción o las relaciones de las superestructuras con la base material.
Resulta obvio que las diversas connotaciones de categorías, como modo de producción
o formación social (aún bajo la acepción althusseriana de ésta última como categoría
"concreta"), no contribuían a resolver el problema.
Tales inferencias solo son posibles si la teoría general es realmente capaz de explicar a
la sociedad como totalidad concreta (sensu Kosik). Esto es, como una totalidad dialéctica de la
cual es posible explicar, desde las relaciones fundamentales y en conexión con ellas, cualquier
hecho o clase de hechos; incluyendo, en nuestro caso, los fenómenos de la vida cotidiana en su
concreción sociohistórica.
Disponíamos, por una parte, de una concepción del materialismo histórico demasiado
general. Por otra, de una heterogénea diversidad de conceptos que, bajo el término de cultura,
aluden de diversas y muy desiguales maneras a los aspectos objetivos de la realidad que nos
interesan, pero sin posibilidades de coherencia ni homogeneidad teórica con el materialismo
histórico. Había dos fáciles seudo soluciones: 1) intentar fabricar un Frankenstein ecléctico o
2) usar el término para aludir formalmente al problema, sin enfrentarlo (ni, por lo tanto,
resolverlo).
De hecho, el asunto exigía un examen de la realidad social y la formulación teórica
explícita de las relaciones existentes entre las regularidades formalizadas en la categoría de
formación social y las manifestaciones culturales, por complejas que fueran. Se requería de una
negación dialéctica (no es necesario hablar de "ruptura epistemológica") de las concepciones de
la antropología tradicional y, en particular, del culturalismo. Luego, en Oaxtepec, se replanteó
la categoría de modo de vida (que venían manejando Sanoja, Vargas y Veloz), que pasó a
designar las mediaciones entre cultura y formación social, expresando particularidades de ésta.
De este modo, pretendemos que se puede explicar teóricamente a la sociedad como
totalidad concreta, mediante la explicitación de los nexos recíprocos entre los aspectos de la
realidad que se pretende reflejar en las categorías de formación económico social, modo de vida
y cultura.

135
1. Formación económico social.
Esta categoría designa al sistema de regularidades de mayor nivel de acción causal y
estructural de la totalidad social. Expresa la unidad orgánica de la base material del ser social y
las superestructuras. Mantenemos la distinción materialista fundamental en la teoría de la
historia y una concepción de causalidad jerarquizada 6 .
El ser social o base material de la sociedad no se limita a los procesos económicos
(producción, distribución, cambio, y consumo), comprendidos en la categoría de modo de
producción. Incluye también la amplia gama de actividades y relaciones sociales que median la
reproducción y la reposición cotidiana de la población, concebidas como modo de
reproducción.
La calidad del modo de producción, que sintetiza la correspondencia del sistema de
relaciones sociales de producción y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, se
manifiesta en la calidad de las relaciones fundamentales de producción. Esta es, a su vez, la
expresión condensada de la contradicción fundamental de la totalidad social.
En la sociedad real el modo de producción es uno, integrado por diversos tipos de
relaciones de propiedad y producción secundarios, en torno a las relaciones fundamentales que
determinan las posibilidades, necesidades y orientación del desarrollo del sistema y cada una de
sus partes.
El concepto de modo de producción de la vida material se refiere a la unidad de los
procesos económicos y no incluye a las superestructuras. En este punto, como en el anterior,
diferimos de la concepción althusseriano-balibariana. También se habrá advertido que la
categoría de formación económico social no significa, para nosotros, una "combinatoria
articulada" de modos de producción.
En cuanto a las superestructuras, comprenden dos esferas: la de la conciencia o reflejo
social y la institucionalidad. La primera se refiere a las diversas formas y niveles de la
conciencia social, de la afectividad y los sistemas de valores. La segunda, a las actividades y
relaciones sociales que median los vínculos de poder y la administración, regulando la
reproducción o cambios del sistema social como totalidad. Los términos de superestructura
ideológica y jurídico-política expresan la particularidad de la conciencia social y la
institucionalidad en las sociedades clasistas 7 .

6
Jerarquía no significa reduccionismo. La jerarquía causal es objetivamente relativa a los diversos niveles de integridad o
dimensiones de la realidad. Es decir, se configura de diversas maneras en cada nivel de integridad, bajo el principio de
diversidad y acción mutua.
7
Comentaré que, en mi opinión, el materialismo histórico ha respondido, en general, a una ideología "machista". En nuestra
tradición "occidental" existe en realidad una dicotomía entre la esfera pública (relaciones sociales de producción y política) e
inteligencia, por una parte y esfera privada (reproducción doméstica) y afectividad, por la otra, asociadas respectivamente a los
roles e imágenes de masculinidad y femineidad. Así, se espera que el hombre sea intelectualmente brillante y afectivamente
duro o reprimido y la mujer muy sensitiva y discretamente estúpida. Por lo que respecta al ser social, esto se ha reflejado en
una falta de preocupación por explicar teóricamente las características de la esfera del modo de reproducción y sus vínculos
con las relaciones fundamentales. Por lo que se refiere a las superestructuras, como reflejo de la realidad por los sujetos
sociales, casi se ha limitado a sus formas cognitivas en términos de formas y niveles de conciencia; pero está casi ausente la

136
2. Modo de vida.
1) La categoría de modo de vida expresa las mediaciones objetivas entre las
regularidades formalizadas a través de las categorías de formación económico-social y cultura.
Se refiere, por lo tanto, a las particularidades de la formación social, como "eslabones
intermedios" entre el carácter esencial de la formación social y su manifestación fenoménica en
la cultura.
Consecuentemente, la categoría de modo de vida, al igual que las de formación social y
cultura, se refiere a las diversas instancias de la totalidad social, como unidad.
Siendo la categoría dialéctica de lo particular aquella que expresa las transiciones entre
lo general y lo singular y relativa a ambos términos extremos, el modo de vida puede referirse a
diversos grados de generalidad de las mediaciones entre formación social y cultura, los cuales
deben ser precisados en cada análisis.
2) Los factores que inciden en las particularidades de la formación socioeconómica,
formalizadas como modo de vida, son principalmente:
- Especificidades de la organización técnica y social condicionadas por las
características del medio ambiente en el que el grupo humano vive y que transforma a través del
trabajo.
- Especificidades de la organización y dinámica social que responden a la naturaleza
de los contactos entre diversos grupos sociales o sociedades totales.
3) Entre las características del modo de vida debidas a los mencionados factores,
podemos señalar:
- Diversos ritmos históricos de desarrollo y viabilidad de cambios del grupo social,
condicionados por sus particularidades estructurales.
- Las características particulares del desarrollo se manifiestan como "líneas" de modos
de vida que, en la dimensión histórica, se refieren también a las fases cualitativamente
distinguibles en una formación social y su modo de producción.
4) En las sociedades donde las formas específicas de producción se han diferenciado
internamente, hay que distinguir entre el modo de vida como particularidad de la totalidad
social y los modos o submodos de vida como particularidades de los grupos sociales que
integran la totalidad social. En este sentido, el modo de vida es resultante de las particularidades
de cada submodo de vida, así como de sus formas de integración a la totalidad.

consideración de los reflejos afectivos que son los que en realidad mueven la conducta práctica y la acción política de los
grupos humanos. Por ello, nos hemos interesado en avanzar sobre estos temas.

137
3. Cultura.
La categoría de cultura refleja una aspecto de la existencia de la sociedad inseparable
de las regularidades que expresan, en distintos niveles de generalidad y esencialidad, las
categorías de formación social y modo de vida.
Se refiere al multifacético conjunto singular de formas fenoménicas que presenta la
existencia de una sociedad, como manifestación de las soluciones concretas a sus necesidades
generales de desarrollo histórico. Recíprocamente, la categoría de formación social alude al
sistema general de contenidos esenciales a que corresponden las formas culturales.
En la cultura de una sociedad se manifiestan tanto la unidad de la totalidad social como
la diversidad de los grupos sociales que la constituyen. Consideramos como subcultura al
conjunto de manifestaciones culturales de un grupo social que forma parte de una sociedad. Los
criterios principales -pero no únicos ni excluyentes- de distinción de los grupos sociales que
aparecen como subculturas son: a) su posición en el sistema de relaciones sociales de
producción, b) su posición en la división del trabajo y c) su origen histórico y geográfico
particular.
El orden objetivo de las formas culturales que, por su naturaleza fenoménica, se
presenta a la observación empírica como una multiplicidad aparentemente caótica de
manifestaciones sensibles, es el orden propio de los contenidos de la formación social a que las
formas culturales corresponden. El orden de los contenidos sociales es un orden dinámico,
cuyos cambios generales de calidad se corresponden con el desarrollo de las fuerzas
productivas.
Una calidad general de la cultura, en la esfera de lo fenoménico aparente, es su
singularidad. La cual solo puede ser explicada en el contexto de la multideterminación causal de
la totalidad social. Comprendiendo la unidad dialéctica de lo necesario y lo contingente, como
niveles de acción causal recíprocamente relativos, puede decirse que la singularidad cultural es
efecto de la concatenación de la contingencia y las regularidades necesarias del desarrollo
social. Entre los factores generales de contingencia que determinan singularidades culturales,
hay que considerar a las coyunturas sociohistóricas internas o externas que enfrenta una
sociedad y las propiedades concretas del medio geográfico en que la sociedad se desarrolla.
Existe necesariamente una correspondencia entre la calidad singular de las formas
culturales y los contenidos fundamentales de la formación social. No obstante, dicha
correspondencia no es mecánica y los cambios en el nivel de las regularidades de la formación
no suponen necesariamente una sincronía de cambios en la totalidad de la dimensión de la
cultura o viceversa.
Puede decirse que la calidad singular de la cultura se corresponde, en última instancia,
con la magnitud del grado de desarrollo de las fuerzas productivas, ya que ésta implica la
diversificación y aumento cuantitativo de los productos materiales y de las actividades sociales,
de cuya combinatoria de formas fenoménicas resulta la irreductible singularidad cultural.

138
Este condicionamiento "en última instancia" del conjunto singular de formas culturales,
por el sistema de contenidos de la formación socioeconómica, se establece a través de una
compleja red de relaciones contradictorias que median la unidad real de ambos aspectos del
proceso social concreto.
b. Periodización histórica.
Una periodización implica formular criterios generales que permitan definir unidades
clasificatorias de calidades diferentes de los procesos sociales, relacionadas con su dimensión
histórica.
Los criterios deben ser generales en cuanto a reflejar propiedades que sean comunes a
cualquier momento del desarrollo histórico de cualquier sociedad. Así es posible comparar e
identificar las calidades particulares distintivas de las diferentes unidades resultantes de tal
clasificación. En este sentido, los criterios de periodización deben ser homogéneos.
Tratándose de proposiciones que pretenden cierto nivel de cientificidad y consistencia,
éstos criterios deben derivarse de la teoría. En nuestro caso, estimamos necesario que, además
de posibilitar la identificación descriptiva, permitan la explicación de los procesos históricos. La
relevancia explicativa de tales criterios está definida por la jerarquía causal que les asigna la
teoría.
Por ello, al menos en los niveles mas generales, una propuesta de periodización debe
formularse bajo la forma de una teoría explicativa de la estructura y causalidad fundamentales
de los procesos históricos, aún cuando debe entenderse que sus enunciados están
condicionalmente sujetos a la corroboración empírica.
Es importante insistir en que las propuestas de periodización, como toda generalización
teórica explicativa, son un campo permanentemente abierto a las correcciones y
enriquecimiento generados por los resultados de las investigaciones concretas. No hay que
olvidar que la función investigativa de la teoría es heurística y que, en este aspecto, cuando no
hay correspondencia entre teoría y realidad, la que debe modificarse es la teoría.
Lo dicho significa que, si bien la investigación de la historia concreta se apoya en la
teoría, su explicación no se deduce de ésta, ni consiste en etiquetar y "meter" los casos reales en
los cajones de la periodización.
El cómo explicar los procesos históricos con relación a una periodización es un
problema metodológico que se refiere a los procesos inferenciales en la investigación histórica
concreta. El enunciado de los conceptos generales y sus conexiones orgánicas en términos
explicativos es un problema ontológico de la teoría sustantiva y del cual nos ocuparemos acá.
Consecuentemente con la formulación de la categoría de sociedad concreta,
sostenemos la posibilidad de plantear una periodización que relacione tres dimensiones de
cambios; los cuales, aunque no ocurren de manera sincrónica, siempre afectan a la sociedad
como totalidad. Nos referimos a una periodización tridimensional que comprenda los cambios

139
que se dan en las calidades fundamentales de la formación social, en la particularidad de los
modos de vida y en la singularidad de las culturas.
Nos limitaremos escuetamente a sintetizar las propuestas de periodización en el nivel
mas general, referido a las particularidades históricas de las formaciones socioeconómicas. En
particular, de los estadios que nos han ocupado en relación a la historia pre-europea de
América.
Sobra decir que las periodizaciones existentes, desde los apuntes de Marx o los escritos
de Engels a Childe o gran parte de los autores contemporáneos, son del todo insuficientes en
cuanto a su real nivel de generalidad y precisión explicativa. La mayor parte de las propuestas
carece , principalmente, de homogeneidad. El problema no es solo el del procedimiento usual
de "etiquetar y meter en casilleros" (Kohl,1987), sino también el de que los "casilleros" están
muy mal definidos. Y la precisión no se logra gracias al no por socorrido menos engañoso
recurso de la referencia empírica. La referencia a los "casos" puede ser un recurso muy válido
de exposición, tal vez muy ilustrativo, clarificador, amenizador o convincente, pero no
explicativo; por lo que, a lo más, permite distraer al lector ocultando las deficiencias de la
teoría, pero no resolverlas 8 .
Solo indicaré que, al resumir una propuesta de periodización basada en los criterios que
define la formalización de la categoría de formación económico social, ha sido necesario
resaltar la distinción de las calidades de las relaciones fundamentales de producción. Para ello
hubo que definir con precisión los conceptos que involucran las relaciones de propiedad que, a
su vez, permiten distinguir las calidades de las relaciones fundamentales de producción de cada
etapa del desarrollo de las sociedades.
También tendremos presente que, bajo esta concepción, los cambios cualitativos de una
formación social a otra ocurren como procesos revolucionarios en los cuales se interrumpe el
ritmo de gradualidad evolutiva del desarrollo, generándose períodos de transición que adquieren
también calidades particulares. Intentando ser breves, acá los tratamos como momentos finales
o iniciales de cada gran etapa histórica.
1. Comunidad primitiva de cazadores-recolectores.
Como comunidad primitiva, esta sociedad se caracteriza por la falta de producción
sistemática de excedentes y la ausencia de clases sociales. Lo distintivo de la misma, en cuanto
a los contenidos de la propiedad, es que ésta se establece sobre la fuerza de trabajo y los
instrumentos de producción. No se ha establecido la propiedad real sobre los medios naturales

8
Si, para decirnos que los procesos sociales muestran gran diversidad, se nos llama a comparar una sociedad de "bigman" de
Oceanía con la Unión Soviética, el ejemplo será clarísimo y convincente, pero no explica para nada en qué residen las
diferencias. La referencia a la empiria parece ser una ritualidad culturalmente obligada en la literatura norteamericana o
europea occidental; algo así como una vacuna contra las imputaciones de "especulación abstracta", lo que acusa la huella
dejada por el particularismo culturalista. Ritualidad tan superflua como suelen ser las consabidas referencias a las Obras
Completas de Lenin o al último Congreso del PC en los países socialistas. Usos rituales que solo sirven, en algunos casos, para
resguardarse de la inutilidad de las críticas estereotiopadas y, en otras, para ocultar la ausencia de ideas interesantes.

140
de producción. La apropiación de los medios naturales es resultado del trabajo y no una
condición necesaria para la producción. La forma de la propiedad que cualifica a las relaciones
fundamentales de producción es colectiva, con diversas formas de posesión particular e
individual. Los medios naturales de producción son también objeto de formas particulares de
posesión consensual.
La unidad del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción se manifiesta particularmente, en ésta formación social, como contradicción entre la
precariedad estructural de la economía y las relaciones de reciprocidad que resuelven los
riesgos permanentes que aquella implica, tendiendo a estabilizar conservadoramente el
desarrollo social. La precariedad deriva del hecho de que la sociedad no interviene
directamente, invirtiendo fuerza de trabajo, en el control de la reproducción natural de las
especies biológicas que les sirven de sustento, debido al uso básico de técnicas de apropiación
de alimentos. La reciprocidad es la expresión aparente, en las esferas de la distribución y el
cambio, de las relaciones colectivas de propiedad.
Este modo de producción llega a su fase de transición revolucionaria cuando el tipo de
relaciones de reciprocidad no permite resolver desigualdades críticas entre las necesidades de
mantención y reproducción de la población y la disponibilidad de recursos accesibles a través
de la tecnología apropiadora de alimentos.
En cuanto a las superestructuras, hay poca diferenciación entre las instancias
institucionales y de la conciencia o reflejo social. Por una parte, la precariedad económica es un
factor suficientemente compulsivo como para asegurar cierta efectividad de los mecanismos
sociales de coerción; por otra parte, la economía es suficientemente simple como para funcionar
sin necesidad de un organismo especial de administración. Es decir que, en general, la
reproducción del sistema social se da normalmente a través de la incidencia, en la conducta
cotidiana, de una concepción de la realidad altamente normativa de las relaciones sociales.
2. La comunidad primitiva tribal.
Surge como efecto de un proceso generado por sociedades que resuelven la crisis del
modo de producción cazador-recolector por la vía del desarrollo de una economía de
producción de alimentos, mediante técnicas de domesticación de plantas o animales. No
obstante, la tecnología de producción de alimentos no será una condición necesaria a la
existencia de una sociedad tribal.
El modo de producción de la comunidad tribal se caracteriza porque, si bien se
mantienen las formas colectivas de la propiedad, ésta se constituye también en propiedad
efectiva sobre los medios naturales de producción, tales como la tierra o el ganado. La sociedad
invierte fuerza de trabajo en los objetos naturales de producción, interviniendo en el control de
la reproducción biológica de las especies alimenticias. Pero, para poder estabilizar una
economía sobre esas bases, se requiere asegurar la propiedad real sobre tales objetos de trabajo,

141
con el fin de impedir su apropiación por otros pueblos. En estas sociedades, la apropiación de la
naturaleza no es solo un resultado de la producción, sino una condición para la misma.
Una de las formas de garantizar la propiedad comunal sobre todos los elementos del
proceso productivo, como condición para la producción, es el aumento demográfico,
posibilitado por la elevación de la productividad media del trabajo. Sin embargo, para que este
mayor número de población adquiera cualitativamente la capacidad efectiva de defender la
propiedad comunal, se requiere de una nueva forma de organización social que comprometa a
los miembros de toda la comunidad, en un sistema de relaciones de mayor escala. Esta es, en
sentido estricto, la organización tribal.
La organización tribal se estructura sobre un modelo analógico de las relaciones de
parentesco que, en parte, regula la distribución de la fuerza de trabajo a través de la filiación
real. Pero, en realidad, es una organización multifuncional.
En principio, el "parentesco" clasificatorio sobre el cual se organiza la estructura tribal
es, de hecho, la forma particular que, en estas sociedades, adquieren las relaciones sociales de
producción.
En la práctica del ser social, la unidad doméstica es, a la vez, la unidad básica de
producción y consumo, así como de la reproducción de la población. Por ello es fácil, en el
nivel de la conciencia social, proyectar por analogía las relaciones de reciprocidad solidaria que
comprometen a los parientes consanguíneos hacia las relaciones sociales de producción. Con
ello se logra, en la conducta de la vida cotidiana, la reproducción del compromiso necesario de
reciprocidad a gran escala, entre miembros de una comunidad que difícilmente guardan ya
relaciones reales de filiación y, tal vez, ni siquiera se conocen entre sí. La mitificación de las
relaciones sociales de producción bajo las formas del parentesco es una eficaz forma
superestructural de reproducción del ser social de la comunidad tribal.
Por otra parte, la estructura tribal funcionando en sus instancias de representación y en
distintos niveles, según la magnitud o naturaleza de los problemas a resolver, cumple algunas
actividades institucionales que se han hecho necesarias. Por lo pronto, organiza la defensa
bélica de la propiedad comunal -cuando es requerida- y se encarga de las relaciones
diplomáticas o de intercambio con otras comunidades; pero, además, administra el
funcionamiento de una economía algo mas compleja y de mayores proporciones que la de una
comunidad cazadora recolectora (rotación de tierras, distribución del agua, intercambio
intracomunal, etc.) y se ocupa de zanjar eventuales conflictos internos, de la administración de
justicia y demás asuntos similares.
La comunidad tribal tiene algunas fases que se corresponden, en general, con el
desarrollo de las fuerzas productivas y, en lo particular, con las características de diferentes
modos de vida. Como ya anotamos, la revolución tribal es generada por sociedades productoras
de alimentos cuyo crecimiento económico y demográfico se apoya inicialmente en la
ampliación del uso de las técnicas de producción agropecuarias hacia nuevos ámbitos

142
geográficos, con el consiguiente establecimiento de la propiedad comunal sobre los medios
naturales de producción en que aplican su fuerza de trabajo; lo cual ocurre usualmente a
expensas de los medios naturales explotados por comunidades vecinas de cazadores
recolectores. La migración de estos pueblos -que es una opción- tiene un límite, porque éstos
tendrán que presionar, a su vez, sobre otras comunidades similares y habrá necesariamente un
punto en que la disponibilidad de recursos de apropiación, para comunidades demográficamente
comprimidas, hará entrar en crisis a su economía cazadora recolectora. Entonces, cuando no
ocurre antes, a estas comunidades presionadas no les quedará otra alternativa que la de elevar su
productividad, crecer demográficamente y generar una estructura social que les permita asentar
la propiedad efectiva sobre sus medios naturales de producción, limitando la ampliación
territorial de aquellas sociedades expansionistas. Es decir, se habrán convertido en formaciones
socioeconómicas tribales. Con lo cual se genera un proceso "en cadena" que transforma a
diversas sociedades cazadoras recolectoras en tribales, proceso que conocemos como
"revolución neolítica".
Cuando la expansión territorial de las formaciones tribales se ve así limitada, sigue
siendo necesario su crecimiento económico para asegurar la mantención de un cierto equilibrio
intercomunal de fuerzas. Se da entonces una intensificación del desarrollo de las fuerzas
productivas. Se experimenta la domesticación de una amplia variedad de plantas o animales; se
desarrollan de manera importante las artesanías, ensayándose la transformación de los mas
diversos recursos naturales en objetos de trabajo con valor de uso, lo que lleva a una división
social del trabajo entre productores directos de alimentos y artesanos. Muchos de estos
productos son potencialmente intercambiables con otras comunidades, con el fin de obtener
aquellos que requieren de materias primas a las cuales ya no se tiene libre acceso.
En términos muy generales, hay una fase inicial que estamos llamando comunidad
tribal no jerarquizada y una fase desarrollada o terminal -que requiere de una estructura efectiva
de toma de decisiones, así como de la organización de la fuerza de trabajo y la circulación de
productos- que es la comunidad tribal jerarquizada o cacical.
En la fase cacical se agudizan las contradicciones de la sociedad tribal. Internamente, se
hace cada vez mas difícil compatibilizar la coparticipación en las decisiones sobre disposición
de los elementos del proceso productivo y la distribución igualitaria en que se objetiva la
propiedad colectiva, con una estructura social jerarquizada que mantiene a un grupo de
trabajadores especializados (controlando la circulación de sus productos o el uso de su trabajo)
y que decide sobre el uso de la fuerza de trabajo de la comunidad. Externamente, el equilibrio
de fuerzas en las relaciones intercomunales -que se mantiene gracias a sistemas de intercambios
equilibrados y al potencial defensivo de cada comunidad- tiene un límite que terminará por
ceder a las presiones de unas sobre otras por el acceso a recursos desigualmente distribuidos en
la geografía y de acceso limitado por las propiedades comunales. El desarrollo de las
desigualdades internas y externas conducirá a la crisis de la comunidad primitiva y al proceso
de conformación de clases sociales y estado.

143
3. La sociedad clasista inicial.
El factor de desarrollo de las fuerzas productivas que agudiza las contradicciones
internas de la formación social cacical, generando la necesidad de un nuevo sistema de
relaciones sociales de producción, es el surgimiento del conocimiento especializado, con el que
se establece una nueva división social del trabajo, entre el trabajo manual de los productores
directos y el trabajo intelectual. El campo del conocimiento especializado, cuyo uso se
convierte en factor de desarrollo de la productividad del trabajo, puede ser cualquier clase de
fenómenos naturales o sociales que resulten estratégicos para la sociedad: medición del tiempo
y predicción de eventos climáticos claves para la agricultura, procesamiento de metales,
construcción de sistemas de irrigación, manejo de los procesos de intercambios extracomunales,
organización militar u otros.
Para la mantención de estos especialistas, cuya actividad se hace necesaria y es
monopolizada por la organización central de la sociedad, se requiere que los productores
directos transfieran parte de su trabajo y de su producción. Esto se asegura a través del sistema
jerarquizado de toma de decisiones y uso de la fuerza de trabajo que, en principio, está
posibilitado por la estructura cacical. Con lo cual la transferencia permanente de plustrabajo se
convierte en un sistema social de enajenación de excedentes, es decir, de explotación clasista.
En el intento de caracterizar al modo de producción de estas formaciones sociales, ha
sido necesario discutir el concepto de "modo de producción asiático", debido al supuesto
generalizado de que se trataría de la propuesta de Marx para explicar las primeras formaciones
clasistas, a lo cual él mismo dio pié en el famoso "Prólogo...". Sin embargo, lo hemos
descartado por ser su formulación teóricamente inadecuada e históricamente restringida.
Pensamos mas bien que se refiere a las particularidades de una de las líneas de desarrollo -un
modo de vida- de las primeras sociedades clasistas.
Dado que se trata de una formación social clasista, su modo de producción se cualifica
a través de la relación entre las clases fundamentales, aunque éste llega a ser un sistema
complejo, integrado también por diversos tipos de relaciones de producción secundarias.
Proponemos que las clases fundamentales son:
a) La clase explotadora, económicamente dominante, propietaria principalmente de la
fuerza de trabajo del campesinado agroartesanal y de una parte limitada de los instrumentos de
producción: el conocimiento especializado.
En la división social del trabajo, están retirados del trabajo manual directo y desarrollan
diversas actividades intelectuales: manejo político e ideológico de la sociedad, administración,
estrategia militar, estudio sistemático de fenómenos naturales ligados a la producción,
ingeniería de sistemas constructivos varios, procedimientos terapéuticos, etc.
Se apropian del excedente productivo enajenado bajo la forma de tributos en trabajo
vivo o pasado.

144
b) La clase explotada, económica y políticamente subordinada, es propietaria de los
objetos de trabajo, siendo la tierra el principal, y de los instrumentos de producción directa.
Esta clase está organizada en comunidades de producción agraria (o pecuaria) y artesanal y, en
tanto miembros de una comunidad, son copropietarios de los medios de producción de que ésta
dispone.
En cuanto a las formas de la propiedad, pensamos que, al menos en las primeras fases
del desarrollo de esta formación, predominó la propiedad particular. Es decir, las clases
fundamentales estaban integradas por copropietarios, en tanto miembros de la clase, de
determinados tipos de elementos del proceso productivo. Los elementos del proceso productivo
-o contenidos de la propiedad-, cuya capacidad real de disposición se detentaba de tal forma,
eran los que distinguían a una clase de otra. En algunas sociedades, la lucha de intereses en el
seno mismo de las clases -especialmente de las clases explotadoras- llevó a una más acelerada
transformación de la propiedad particular en privada, cual es el caso del esclavismo clásico
grecorromano. En otras sociedades, en cambio, parece ser que el predominio de la forma
particular de la propiedad de las clases fundamentales se mantiene aún hasta la época feudal,
cuando el contenido principal de la propiedad de la clase dominante pasa a ser el objeto de
trabajo básico, es decir, la tierra.
De cualquier manera, el modo de producción clasista inicial llegó a integrar una gran
diversidad de tipos de relaciones de producción secundarias, caracterizadas por distintas formas
y contenidos de la propiedad y la posesión de los elementos del proceso productivo. Para
mencionar sólo algunos ejemplos mas o menos comunes, observaremos que hubo sociedades en
que la propiedad de determinados recursos naturales -objetos de trabajo-, como los metales
preciosos o ciertas presas de caza selectas, fue monopolizada por la clase dominante. Su
explotación, sin embargo, suponía disponer de la fuerza de trabajo tributada por las
comunidades. Hubo también formas similares a la esclavitud clásica , en cuanto a la existencia
de trabajadores enajenados de toda propiedad, que sólo poseían su fuerza de trabajo, la cual era
generalmente destinada a la realización de obras públicas sujeta a la copropiedad particular de
la clase dominante; aunque también pudo estar destinada al servicio personal de los miembros
de esta clase. Existieron igualmente formas de servidumbre, en que los productores agrarios
pagaban renta en productos o en servicios y podían retener parte de su producción en tierras de
propiedad particular o privada de la clase dominante. En fin, se podría hacer un largo inventario
de tipos de relaciones de producción secundarias. Sin embargo, la calidad del modo de
producción está dada por las relaciones fundamentales que rigen a los procesos económicos
como una totalidad.
Como en toda sociedad clasista precapitalista, la coerción que permitía la enajenación
del excedente productivo, se dio a través de mecanismos extraeconómicos. La clase dominante
generó formas de coerción ideológica y militar y, sobre todo, mecanismos políticos de
dominación de mediación de los conflictos potenciales y reales que implican la oposición
desigual de intereses de clases.

145
Para tal efecto, las clases dominantes debieron desarrollar instituciones especializadas
en las actividades coercitivas, en particular manteniendo cuerpos militares y policiales
permanentes e imponiendo y reproduciendo concepciones ideológicas justificadoras de la
existencia de las clases y la explotación económica. Necesitaron, asimismo, controlar y regular
la nueva red de relaciones políticas entre clases heterogéneamente organizadas bajo diversos
tipos de relaciones sociales y administrar un no menos complejo sistema económico, desde las
tecnologías de producción a las formas de distribución -especialmente la recolección de
tributos-, la regulación de los intercambios y del consumo.
La conformación y establecimiento de este sistema institucional, que es condición y
consecuencia del desarrollo de las sociedades clasistas, es el proceso de formación del estado.
Es el estado la superestructura institucional que sirve a las clase económicamente dominantes
que lo controlan políticamente, mediando las relaciones políticas entre las clases.
En cuanto a la conciencia social, se conforma la ideología de las clases dominantes, las
cuales necesitan justificar el nuevo tipo de relaciones sociales que rompen objetivamente con la
igualdad distributiva de las comunidades, violando las concepciones igualitarias y de
reciprocidad que les corresponden y están profundamente arraigadas entre los productores
campesinos. Las ideologías dominantes falsifican la realidad, no tanto por el hecho de que la
reflejen y la normen valorativamente a través de representaciones míticas o fantásticas, sino
porque, en su contenido, justifican lo injusto.
Sobre la base de las cosmovisiones de formas míticas de la mayoría de los productores
de origen comunal, se desarrolla la religión. En ella se proyectan analógicamente las nuevas
relaciones sociales. La religión se distingue del mito comunal en que las relaciones entre el
portador del mito religioso y las "divinidades" no son ya de reciprocidad, sino de subordinación.
Por lo general, además, los reproductores institucionales del mito religioso -al menos en las
altas jerarquías-, ya no representan a los intereses de los hombre frente a los "dioses" sino a los
dioses frente a los hombres. Y es común, en las religiones primitivas, que los mismos
representantes de las clases dominantes sean divinizados. Bastante heterogéneas debieron ser
las formas como las religiones oficiales se impusieron y articularon a las cosmovisiones
comunales o locales, implicando procesos de yuxtaposición, sincretismos, resistencias,
desplazamientos o cambios que pudieron reflejar hasta las situaciones políticas coyunturales.
Hay que decir que, si bien no se puede desarrollar un sistema de explotación clasista sin
un aparato estatal con capacidad represiva y coercitiva, tampoco es posible ejercer el poder
político exclusivamente a través de la represión militar y policial o la manipulación ideológica.
Particularmente en las primeras fases del desarrollo clasista, con un nivel de excedentes todavía
no muy importante como para sostener un aparato estatal suficientemente fuerte, creemos que
la principal forma de cooptación de las comunidades debió ser el consenso político. Mas aún,
pensamos que difícilmente se pudo desarrollar un estado incipiente mediante el ejercicio
despótico del poder. El estado, por lo tanto, debió aparecer como retribuyendo los tributos a
través de servicios que beneficiaran objetivamente a las comunidades productoras. Entre tales

146
servicios puede mencionarse el desarrollo de tecnologías mas eficaces en la producción, la
organización de trabajo a gran escala para crear obras de infraestructura, predicción de eventos
naturales y climáticos incidentes en la producción agraria, mantención de reservas alimenticias
para sustentar a comunidades sometidas a carencias por déficits productivos, regulación de los
procesos de intercambio intracomunales y extracomunales, imposición de la paz entre
comunidades que, de otro modo, vivirían en conflicto potencial por la disponibilidad diferencial
de recursos naturales y otros.
Otra característica de estas sociedades es que, una vez conformada la estructura
clasista, las clases dominantes se vieron en la necesidad permanente de extenderse,
subordinando a nuevas comunidades o casas estatales, con el fin de concentrar un mayor
volumen de tributos, no solo para aumentar sus privilegios de consumo, sino para asegurar su
existencia fortaleciendo el aparato estatal.
Esto condujo a situaciones críticas desde que, mientras más se alejaban las fronteras de
los centros de dominación, era mas costoso mantener un aparato militar y administrativo. Para
solventarlo, resultaba mas fácil cargar el peso del tributo a las poblaciones cercanas al centro;
con lo cual se agudizaban los conflictos potenciales, llegando a traducirse en alianzas y
rebeliones exitosas que, en algunos momentos, llevaron al derrocamiento de los aparatos
imperiales.
La recomposición relativamente rápida de las comunidades liberadas, en torno a casas
estatales en aguda y necesaria competencia, generó nuevamente estados centrales fuertes, con
aparatos militares cada vez mas poderosos. Es posible que, en las fases mas desarrolladas de
estas formaciones sociales, el ejercicio despótico del poder alcanzara una elevada
generalización .
El tema es muy extenso y nos hemos propuesto sintetizar en la forma mas condensada
posible estos planteamientos. Por lo que nos limitaremos a destacar algunos puntos en que
nuestra proposición difiere de ciertos lugares comunes en las discusiones en torno al llamado
"modo de producción asiático", así como de algunas afirmaciones de los clásicos del marxismo
que hoy pueden replantearse a la luz de la nueva información:
- Se cualifica al modo de producción de éstas formaciones a través de las relaciones de
producción fundamentales, definidas por relaciones de propiedad que permiten una clara
distinción respecto a la particularidad del esclavismo clásico y al modo de producción feudal.
- Se introduce el concepto de propiedad particular que, en nuestra opinión, es la forma
histórica de transición de la propiedad colectiva a la propiedad privada. Como es sabido, en la
concepción de los clásicos, el origen y constitución de las clases sociales se daría bajo la forma
de propiedad privada. De hecho, tal es la forma que adquieren las clases dominantes bajo el
esclavismo clásico, que no era la primera sociedad clasista de la historia, pero fue de aquella
para la cual tanto Marx como Engels dispusieron de mejor documentación.

147
- Permite explicar el surgimiento de relaciones sociales clasistas a partir de cualquier
tipo de comunidad tribal (germánica, antigua, eslava, "andina" y otras) y no sólo de la
comunidad de tipo oriental, que es lo que implicaría aceptar que el "modo de producción
asiático" fue la única primera forma de sociedad clasista.
- Se puede explicar la constatada persistencia de las relaciones comunales, que
constituyen las unidades básicas de producción material y reproducción de la fuerza de trabajo,
regulando el acceso a la propiedad particular de los medios de producción por los productores
directos. La pertenencia a las comunidades de productores agroartesanales pudo darse por
vínculos gentilicios o de vecindad y no son necesariamente "supervivencias" de la comunidad
tribal sino, muchas veces, comunidades creadas por necesidades del nuevo sistema
socioeconómico.
- Pensamos que la base de la soberanía estatal es fundamentalmente política y que sólo
en torno a los centros urbanos, o en fases desarrolladas de la formación social, el estado se
caracteriza por la "agrupación de sus súbditos según divisiones territoriales", como planteara
Engels.
- El ejercicio despótico del poder del estado sólo se referiría a una forma y no al tipo
general de estado de las primeras sociedades clasistas. El despotismo no sería una característica
necesaria sino, mas bien, propia de algunas vías particulares de su desarrollo, o modos de vida,
en fases relativamente avanzadas.
3. La cuestión étnico nacional.
Nos hemos ocupado de la cuestión étnico-nacional por un par de razones: 1) porque es
la temática que nos permite entender la inserción de los pueblos precolombinos en el proceso de
desarrollo histórico que, desde la colonización europea, los incorporó como partes integrantes
de las que serían las sociedades nacionales americanas actuales y, 2) porque constituye una
particularidad relevante de los procesos sociopolíticos contemporáneos a cuyo entendimiento
puede contribuir nuestro oficio de tradición antropológica.
Pretendemos que las diversas facetas de los procesos sociales involucradas en las
situaciones étnico-nacionales, pueden ser explicadas mediante las categorías de formación
social y cultura 9 . Las situaciones étnico-nacionales constituyen las formas estructurales e
históricas concretas de la lucha de clases, manifiestas en las diversas coyunturas políticas.
En la actualidad, todos los grupos sociales: 1) están integrados en naciones, al menos
territorialmente; 2) tienen posiciones determinadas en el sistema de relaciones sociales de
producción ; y 3) poseen una identidad distintiva manifiesta en su cultura.
La identidad de un grupo social puede abarcar parte, o la totalidad, de una o mas clases
sociales y obedece a la confluencia de una serie de factores cuyos efectos se manifiestan en su

9
Acá sintetizamos sólo nuestra propuesta (Bate,1984). Véanse también los trabajos sobre el tema de Díaz Polanco (1985 y
1987)

148
cultura. Entre los factores que convergen en la reproducción diferencial de la identidad social,
consideramos:
l) Factores histórico naturales, como : a) La comunidad o composición racial y b) Las
características particulares del medio ambiente natural que han constituido el ámbito de vida y
el repertorio de medios naturales de producción.
2) Factores socio históricos: a) Unidad original del sistema socieoeconómico en torno
al cual se constituye históricamente el ser social del grupo; su modo de producción, o su
posición dentro de un modo de producción, puede haberse transformado pero es lo que explica
su existencia, así como la interacción de sus miembros que permite identificarlo como un grupo.
b) La comunidad particular de desarrollo histórico, que se refiere a la cambiante continuidad de
la reproducción real del grupo social, constituyendo una práctica histórica compartida; la
práctica y la experiencia histórica común no son necesariamente compartidas de igual manera
por todo el grupo, sobre todo si éste está internamente dividido en clases. c) La comunidad
cultural, que es la esfera en que se manifiesta la identidad objetiva de un grupo social (clase,
etnia, nación, etc.) y es efecto, además de los factores mencionados, de la singularidad de su
propia cultura precedente. La cultura es una manifestación objetiva y concreta de la existencia y
la práctica del ser social del grupo y, a la vez, es reflejada en su conciencia habitual,
constituyendo el contenido inmediato de la identificación ideológica.
En una nación distinguiremos, de acuerdo a estos criterios, a los grupos de origen
nacional y a los grupos étnicos. Acá sólo haremos hincapié en los últimos, señalando que
entendemos por etnia al grupo social en el que coinciden las siguientes características:
1) El sistema socioeconómico que dio origen al grupo, constituyéndolo como un ser
social definido, fue un modo de producción precapitalista.
2) Cualquiera fuese la calidad del modo de producción o de las posiciones en torno al
modo de producción originario del grupo, éstas han cambiado necesariamente al integrarse al
sistema de relaciones de producción capitalista. Sin embargo, si el grupo social ha persistido
como tal a través de los cambios, es porque sus miembros mantuvieron alguna comunidad de
relaciones de producción del ser social (en torno a la producción o a la filiación), que
permitieron la continuidad material del proceso de desarrollo de su identidad cultural distintiva.
Debemos decir que la inserción estructural de un grupo étnico en el modo de
producción capitalista se da, mayoritariamente, en ramas de la producción agropecuaria y
artesanal, bajo relaciones de subsunción formal del trabajo al capital. Es decir, el núcleo de
reproducción del grupo étnico integra posiciones de clases secundarias en el modo de
producción, generalmente como un submodo de vida campesino.
3) Los grupos étnicos están integrados al modo de producción capitalista ocupando
mayoritariamente posiciones de clases secundarias que, estructuralmente, impiden la viabilidad
de proyectos nacionales autónomos. De hecho, por lo general, las reivindicaciones étnicas no

149
están orientadas a conformar nuevas naciones capitalistas, sino a garantizar el control autónomo
de sus condiciones naturales e históricas de producción 10 .
La condición estructural básica de viabilidad para un proyecto nacional, es que éste
involucre a las clases fundamentales del sistema. Si un proyecto de liberación nacional es
hegemonizado por la burguesía, tiene posibilidades de llegar a conformar un nuevo estado
nacional capitalista. Si es hegemonizado por la intelectualidad orgánica del proletariado, puede
conducir a un proceso de desarrollo socialista.
No obstante, ningún proyecto nacional autónomo o alternativo, de liberación o
revolucionario, tiene posibilidades de llevarse a cabo contando sólo con las fuerzas propias de
una sola clase social, aunque ésta sea una clase fundamental; menos aún si se trata de una clase
o fracción de clase secundaria, por numerosa que sea. Para un cambio de ésta naturaleza, la
conformación de una amplia alianza de clases y sectores sociales, es condición necesaria.
Por ello, cuando las demandas de un grupo étnico son incompatibles con los intereses
de las clases sociales que detentan el poder estatal, su única posibilidad de lucha efectiva se da
en el marco de una alianza de clases a nivel nacional, ya que el estado ejerce objetivamente su
soberanía y dominación sobre toda la nación, a pesar de las utopías ideológicas que pudieran
forjarse las clases y grupos sociales a que subordinan.
La capacidad de establecer alianzas políticas estratégicas, supone un nivel de
conciencia de clases capaz de superar la miopía inmediatista de la conciencia habitual. En otras
palabras, es necesario superar el reflejo inmediato de lo cultural para descubrir que, a pesar de
las diferencias culturales notables -por lo general, particularmente resaltantes para un grupo
étnico-, hay intereses comunes compatibles con otros grupos sociales. Y esos intereses comunes
en torno a los cuales se puede establecer alianzas políticas, son los intereses esenciales de
clases.
Para toda clase o grupo social (étnico o de origen nacional), los símbolos culturales
como elementos de identidad ideológica y cohesión política, constituyen el nivel primario de
conciencia y, probablemente, el factor mas poderoso de solidaridad. Sin embargo, la posibilidad
de generación y conducción política de un proyecto social y económico que llegue a imponer
efectivamente los intereses de las clases o grupos que los sustentan -incluyendo la defensa del
derecho a la diferencia cultural- implica un nivel de conciencia social reflexiva capaz de
concebir a la sociedad como la totalidad real que es, descubrir sus relaciones fundamentales por
sobre las manifestaciones fenoménicas de la cultura y proyectarse a largo plazo.

10
Desde luego, esto ocurre con cualquier grupo social que posee tales posiciones de clase. Hay muchos grupos de origen
nacional que desarrollan, por lo tanto, las mismas conductas políticas que los grupos étnicos.

150
6. Del registro estático al pasado dinámico: Entre un salto mortal y un
milagro dialéctico

USA-URSS: viejas coincidencias.

Por lo que toca al “mundo occidental”, uno de los autores que contribuyó significativamente a
promover el cuestionamiento de la arqueología “tradicional”, motivando algunos de los cambios
relevantes experimentados en el desarrollo de la disciplina a partir de los años setenta, es Lewis
R. Binford. Menos familiares nos resultan los planteamientos que, paralelamente, formulaba
uno de los teóricos de la arqueología en la Academia de Ciencias de la ex-Unión Soviética, Yuri
Zajaruk. Aunque no parece que haya habido entre ambos autores un conocimiento recíproco, al
menos directo, de sus respectivas propuestas, resulta interesante constatar algunas notables
coincidencias en torno a cuestiones claves para los desarrollos y discusiones que han incidido
en la ostensible maduración y capacidad propositiva que, en diversas direcciones, alcanza
nuestra comunidad académica.
Acá retomaré algunos comentarios puntuales que he acotado marginalmente en otros
trabajos y que deberían discutirse en relación a la posibilidad de formalizar un cuerpo de
problemas como el que se refiere a los llamados “procesos post-deposicionales”. Y, sobre todo,
a la posibilidad de situarlos orgánicamente en una concepción general, lógicamente
estructurada, del conjunto de temas y quehaceres que atañen a la investigación arqueológica.
Un punto de partida básico que -sobre todo después que nuestros autores consideraron
necesario hacerlo explícito- ha parecido tan obvio como un “huevo de Colón”, se refiere al
carácter actual de los materiales y contextos arqueológicos. Con lo cual se establece una
primera condición de posibilidad del conocimiento histórico, al indicarse la contemporaneidad
entre el arqueólogo y su objeto de observación empírica. Como recuerda Binford, refiriéndose a
sus apuntes de fines de los sesenta:
el registro arqueológico es contemporáneo; existe en la actualidad y cualquier observación que
realice acerca de él es una observación del presente. [1988:108]

En los términos de Zajaruk,


A diferencia de la realidad histórica y sus fenómenos, cuya existencia real atañe tanto al pasado
como al presente, las huellas y vestigios del pasado, como fenómenos de la realidad fósil, tienen
98
relación sólo con el presente [1976:5] .

El señalamiento es relevante, porque de ahí se sigue el hecho de que los restos


arqueológicos -como los documentos históricos- no permiten una lectura directa o transparente

98
Como la traducción del ruso no es literal y algunos términos tienen significados alternativos en español, transcribiremos al
pié de página el texto original de las citas. Ésta, en el original dice: “V otliqne ot istoriqeskoy deysvitel¡nosti i ee fenomenov,
real¡noe suxestvovanie kotor[h kasaetså kak prowlogo, tak i nastoåxego, sled[ i ostanki prowlogo kak fenomen[ iskopaemoy
deystvitel¡nosti ime]t otnowenie tol¡ko k nastoåxemu”.

151
del pasado objeto de investigación. Y deja claro que la arqueología trata, por lo menos, con dos
entidades distintas, cuyas diferencias y conexiones es necesario precisar: la del presente,
constituida por los restos arqueológicos, y la del pasado, que es la historia de las sociedades que
nos interesa conocer. Puede constatarse que ambos autores plantean el problema de manera
bastante similar, si bien presentan algunas diferencias conceptuales importantes.
Binford, designando a la realidad presente, susceptible de observación empírica, como
estructura arqueológica o registro arqueológico, puntualiza:
el registro arqueológico es estático [...] (excluyendo los gusanos) no hay nada dinámico en el registro
arqueológico. En realidad lo que nos interesa del pasado es la dinámica, es decir, qué hacía la gente,
cómo vivían y si competían o colaboraban. Éste es el problema básico y fundamental [...] de la
arqueología: ¿cómo podemos realizar inferencias dinámicas a partir de datos estáticos? [1988:108].

Zajaruk establece igualmente esa diferencia y no es menos enfático al asentar el


carácter estático del registro arqueológico. Su equivalente del concepto binfordiano de
“estructura arqueológica” es el de cultura arqueológica. Aunque hace la distinción, pertinente
en términos materialistas, entre el carácter gnoseológico de la cultura arqueológica, como
concepto referido al conjunto de información empírica, y el carácter óntico del conjunto de
“huellas y restos del pasado, como fenómenos de la realidad fósil” existente en el presente, a la
que tal concepto se refiere. Sobre el punto, no deja lugar a dudas:
Los fenómenos de la realidad histórica -la sociedad, su cultura y su medio natural- forman un sistema
dinámico en desarrollo, a diferencia del sistema muerto y estático de la realidad fósil [...]. Las
diversas huellas y restos de los fenómenos del pasado histórico, por lo general conservados en las
99
capas de la tierra, están muertos, acabados y estáticos. [1976:5]

Más adelante:
Las huellas y restos del pasado, estos restos de la realidad fósil, sólo fijan y reflejan diversos
momentos del desarrollo y estados de los fenómenos de la realidad histórica y aparecen, en relación a
éstos últimos, como fenómenos externos, muertos, carentes de cualquier movimiento y desarrollo.
100
[id.:6]

Y cuando critica, como lo ha hecho Binford, el supuesto implícito que de algún modo viciaba a
la arqueología “tradicional”, sobre la posibilidad de lectura directa del pasado en los restos
arqueológicos, dice:

99
“Fenomen[ istoriqeskoy deystvitel¡nosti –obxestvo, ego kul¡tura y prirodnaå sreda– obrazu]t dinamiqnu], razviva]xu]så
sistemu v otliqne ot mertvoy, statiqnoy sistem[ fenomenov iskopaemoy deystvitel¡nosti (...) Razliqn[e sled[ i ostanki
fenomenov istoriqeskogo prowlogo, kak pravilo, hranåxieså v tolxe zemli, mertv[, zaverwn[ i statiqn[“.
100
“Sled[ i ostanski prowlogo -ti fenomen[ iskopaemoy deystvitel¡nosti tol¡ko fiksiru]t, otraja]t soboy rasliqn[e moment[
razvitiå i sostoåniå fenomenov istoriqeskoy deystvitel¡nosti i v[stupa]t po otnoweni] k poslednim kak vnewnie, mertv[e,
liwenn[e vsåkogo dvijeniå i razvitå fenomen[“.

152
un grosero error metodológico consiste en transferir las propiedades y cualidades del sistema
dinámico del fenómeno cultural al sistema estático y agregativo de la cultura arqueológica...
101
[id.:9]

Una vez establecida esta fundamental distinción, el punto crucial es precisar la


naturaleza de las conexiones entre ambas entidades, pues constituye la condición necesaria para
sustentar cualquier posibilidad de inferencia de las características del pasado a partir del registro
actual. Cuestión que Binford expresa con gran claridad:
Excepto en el caso de que conozcamos las articulaciones necesarias y determinantes que se dan entre
causas dinámicas y consecuencias estáticas ¿cómo podemos justificar una inferencia realizada de
unas a otras?. [1988:108]

En el mismo sentido se manifiesta Zajaruk:


Por lo tanto, la cultura arqueológica, desde el punto de vista genético, se encuentra en directa
102
relación de causa-efecto con determinadas sociedades y culturas del pasado. [1976:4]

Es decir, para ambos autores se trata de una relación causal.


Hemos querido señalar estas coincidencias entre Binford y Zajaruk, pues tales
reflexiones deberían ser -y en cierto modo lo han sido- fundacionales de una nueva manera de
enfocar la arqueología. Los puntos que consideramos básicos son:
a) Hacer conciencia explícita del carácter actual de las evidencias arqueológicas,
dando lugar a la necesaria diferenciación entre la existencia del presente observable
empíricamente y el pasado a inferir racionalmente.
b) Plantear la necesidad de explicar las conexiones -entendidas principal y
acertadamente en términos causales- entre pasado y presente, como condición necesaria para
validar cualquier inferencia acerca del pasado.
Sin embargo, a pesar del gran impulso alcanzado en el desarrollo de la arqueología y
que se debe, en parte, a contribuciones como las mencionadas, a estas alturas podemos constatar
que aún no se han llegado a conformar, a partir de ellas, las posiciones teóricas consistentes que
habría sido de esperar.
Es nuestra opinión la de que algunas inconsecuencias capitales con las propias
posiciones que estos autores dicen sostener, explican las inconsistencias lógicas que
imposibilitan la formalización de posiciones teóricas que permitirían articular las propuestas
valorativas, epistemológicas, ontológicas y metodológicas en una concepción general coherente,
de la cual derivar consecuentemente los respectivos programas de investigación.

101
“ gruboy metodologiqeskoy owibkoy åvlåetså perenesenie svoystv i kaqestv dinamiqeskoy sistem[ fenomena kul¡tur[ na
statiqnu] i agregatnu] sistemu arheologiqeskoy kul¡tur[...”.
102
“Sledovatel¡no arheologiqeskaå kul¡tura v genetiqeskom otnowenii nahoditså b pråmoy priqinnosledstvennoy svåzi k
opredelenn[m obxestvam i kul¡turam prowlogo”.

153
Obedeciendo a distintas razones, en cada caso, tales inconsecuencias coinciden
también en manifestarse a través de la misma afirmación errónea: el carácter estático de los
materiales y contextos arqueológicos.
Es evidentemente falso que los materiales y contextos arqueológicos sean estáticos. La
afirmación de Binford en cuanto a que “el aspecto dinámico del pasado hace tiempo que
desapareció” (ob. cit.) sólo es cierta en lo que se refiere a las actividades y relaciones humanas
que queremos inferir 103. Lo que ocurre es que los componentes de la actividad humana, al
desligarse de ésta constituyéndose en contextos arqueológicos, adquieren una dinámica
diferente de aquella que nos interesa substantivamente conocer. Y sufren transformaciones de
diversos tipos y magnitudes hasta el momento en que intervenimos, generalmente alterando,
observando y registrando algunas de sus propiedades. Difícilmente la relación de causa y
efecto, que la hay, entre ese “sistema dinámico del pasado” y el registro actual es “directa”
(pråmoy), como asevera Zajaruk.
El “grosero error” consiste en atribuir status ontológico a los recursos y
procedimientos metodológicos, lo cual es ostensiblemente inconsistente con el materialismo
que ambos autores dicen sostener. Sucede que, metodológicamente, nuestras inferencias acerca
de la dinámica de las actividades se basan principalmente en la observación y el registro de
determinadas propiedades espaciales, fisicoquímicas o magnitudes actualmente observables que
son, en principio, objetivas. Pero es del todo incompatible con el materialismo proceder a
atribuir las características del registro empírico de nuestras subjetivas observaciones o del
proceso lógico inferencial a la existencia objetiva de los contextos y materiales arqueológicos.
La consecuencia lógica mas obvia de la afirmación del carácter “estático” de los
materiales arqueológicos, o de la relación causal “directa” entre las actividades humanas del
pasado y el registro actual no es para nada intrascendente: implica que no cabe teorizar sobre
los complejos procesos de transformaciones que experimentan los contextos arqueológicos y
sus componentes, desde que se desligan de las actividades y relaciones humanas que queremos
conocer, hasta que adquieren las propiedades que podemos observar. En otros términos, la
preocupación por conformar un cuerpo de proposiciones para explicar los denominados
“procesos post-deposicionales” resulta del todo superflua.
De ahí se sigue necesariamente otra consecuencia no menos relevante: no se podrá
validar, es decir, justificar lógicamente, ninguna inferencia acerca del pasado a partir del
registro actual.
Huelga decir que ninguno de los dos autores desconoce la existencia e importancia de
éstos problemas104. Sólo que es evidente que no advirtieron el hecho de que, entre las
103
Cuando es el caso de que ocurrieron “hace tiempo”. En principio, no hay un tiempo del que se ocupe la arqueología y otro
que pertenezca a las ciencias de la sociedad contemporánea. Aunque generalmente transcurre algún tiempo entre cuando se
forman los contextos que posemos observar y el momento en que lo hacemos.
104
Como dice Binford: “Los hechos observados del registro arqueológico son actuales y por si mismos no nos informan acerca
del pasado [...]. El único modo de poder entender su sentido [...] es averiguando cómo llegaron a existir esos materiales, cómo
se han modificado y cómo adquirieron las características que vemos hoy” [1988:23]. O Zajaruk, al referirse a los vestigios

154
implicaciones de la inequívoca afirmación de la condición estática del registro, está la de que se
cierra la posibilidad de formalizar lógicamente el acceso al conocimiento del pasado a partir del
registro actual.

El salto mortal.
Como es sabido, Binford se ha planteado expresamente en favor de una posición materialista,
llegando a afirmar que “el paradigma de la ciencia, por excelencia, debe ser materialista”. Y nos
relata que ha sido de White de quien aprendió la necesidad de adoptar una posición materialista.
Sin embargo, es perfectamente válido sospechar que, por un buen tiempo, no se enteró
de qué significa la diferencia entre materialismo e idealismo, como toma de posición frente al
problema central de la epistemología y que su postura, a lo más, podría calificarse como
realismo ingenuo. De otro modo, no se explicarían afirmaciones tan insólitamente burdas como
la de que
los arqueólogos inician su investigación con los objetos materiales y es natural que adopten puntos
de vista materialistas [1988:34]

Y, a pesar de que usaba términos como “propiedades del mundo exterior” [id.:203], nada indica
que su afirmación materialista fuera consistente.
Ello permite suponer que transladaba indistintamente -bajo el término de
“materialismo”- el concepto tomado de un contexto ontológico particular, a la gnoseología, con
las consiguientes confusiones y errores a que lleva tal proceder. En el contexto ontológico
relativo a la existencia humana y social, el concepto de materialismo se refiere a la oposición
entre lo material y lo mental, afirmando la primacía de la existencia material sobre el reflejo
subjetivo o mental de la misma. En el plano epistemológico o gnoseológico, el materialismo
filosófico se opone al idealismo, afirmando la independencia existencial de la realidad respecto
a su conocimiento. Sólo desde la segunda mitad de los ochenta Binford acusa claridad en esta
distinción, pero sin corregir algunas inconsistencias básicas en que se fundaron las
proposiciones previas que acá nos ocupan.
Lo mas notable es que su total inconsecuencia con el realismo filosófico, o
materialismo, se manifestó de manera flagrante precisamente en un concepto que es
fundamental en su propuesta de hacer de la arqueología una concepción verdaderamente
científica, como es el concepto de ley. En 1972 escribía
Los argumentos de White se convirtieron en lógicas, claras viñetas. La cultura no era alguna fuerza
etérea, era un sistema material de partes interrelacionadas, comprensible como una organización que
podía ser recuperada del pasado, tomando el lenguaje de Spaulding. Estábamos a la búsqueda de

arqueológicos: “Por diferentes motivos, cierta parte de estos componentes, en forma mas o menos alterada , se ha conservado a
lo largo de mucho tiempo, después de la desaparición de la realidad histórica de la sociedad misma y su respectiva cultura”
[1976:4].

155
leyes. Las leyes son atemporales y aespaciales; deben ser igualmente válidas para los datos
etnográficos que para los arqueológicos. [traducido y citado por Gándara, 1980:29; subrayados
míos]

Desde luego, esto no tiene nada que ver con White, quien si sabía qué quiere decir
materialismo, tomando sus argumentos de Einstein:
toda ciencia establece una dicotomía entre la mente del observador y el mundo exterior 4 [‘La
creencia en un mundo exterior independientemente del sujeto es el fundamento de toda ciencia
natural’ dice Einstein (1934:6) ] -teniendo cosas y acontecimientos su lugar de ocurrencia fuera de la
mente del observador. El científico establece contacto con el mundo exterior con, y a través de, sus
sentidos, formando percepciones. Estas percepciones se convierten en conceptos que se manejan en
el proceso de pensar [...] para formar premisas, proposiciones, generalizaciones y conclusiones. La
validez de tales premisas, proposiciones, generalizaciones y conclusiones se establece por medio de
su contrastación en términos de experiencias del mundo externo [Einstein, 1936:350]. Este es el
modo como la ciencia procede y lleva a cabo su trabajo. [White (1959), 1975:130-131]

Y es consecuente cuando afirma que el proceso de realidad en el cual son manifestados los
hechos es un proceso temporal-espacial (temporal-formal).
De ésta manera la relación primaria y fundamental que existe entre los hechos es temporal formal
y la labor de la ciencia debe adaptarse a la estructura de la realidad. [White, 1982:28-29]
En el caso de Binford, podría ser que se tratara de una alegre y liberal interpretación
de la exigencia, para la formulación de una ley, en cuanto a que debe ser válida para cualquier
lugar y momento en que concurran las causas y condiciones necesarias especificadas para la
misma, si es que han de poseer carácter general105. Pero, cualquiera sea el caso, delata un
evidente desconocimiento del concepto materialista de tiempo y espacio y transparenta un
neokantismo ramplón.
Para el materialismo, tiempo y espacio son propiedades fundamentales, antes que
nada, de la realidad misma. De manera que las leyes que la rigen sólo pueden ser más o menos
concretamente generales. Un concepto que excluye explícitamente propiedades esenciales de la
realidad objetiva, no se refiere a ésta. Dicho en otras palabras, afirmar que las leyes son
aespaciales o atemporales, implica simplemente que no son reales y no pueden, por lo tanto, ser
atribuidas a la existencia de un “pasado dinámico” ni, menos, explicarlo.
De donde resulta que el concepto de ley queda restringido a su calidad de formulación
subjetiva destinada a organizar la experiencia sensible -como en Hempel 106- eliminando nada
menos que la posibilidad de definir su eventual correspondencia con la realidad, si ésta es
entendida en términos materialistas. Una “ley” así formulada no puede pasar de ser un
constructo lógico incontrastable, pues cualquier atribución determinada de espacialidad o

105
Desde luego, estamos de acuerdo con este requisito que da el carácter nomológico a la formulación de una ley.
106
Hempel [1976:77]. Ver nuestro comentario al respecto [Bate, 1981:15].

156
temporalidad, o le quita su calidad de ley (si, por definición, es atemporal y aespacial) o, como
en Kant, debería remitirse a un tiempo y espacio que sólo constituyen el trasfondo intuitivo de
la experiencia sensible. Es decir, las leyes serían juicios cuyo alcance no trasciende el ámbito
subjetivo de la estética, en el sentido de Kant, cuya lógica -como la de Hempel- es
rigurosamente idealista subjetiva.
Así, la pretensión de Binford de que tales leyes -sean “culturales o de la conducta
funcional”- pudieran regir la realidad del pasado o del presente, lo sitúan también,
inequívocamente, en el idealismo subjetivo. Lo que es claro es que no pueden explicar ninguna
realidad existente, como diría White, “fuera de la mente del observador”.
Menos aún cuando se supone que se busca explicar un pasado dinámico, puesto que,
cualquiera sea el concepto de movimiento que se sostenga, no puede dejar de aludir a los
atributos de tiempo y espacio, intrínsecamente inherentes a cualquier proceso dinámico. Sobra
decir que, si la relación entre el pasado y el contexto arqueológico es una entre “causas
dinámicas y consecuencias estáticas”, no será posible formular leyes para explicar las
“articulaciones necesarias y determinantes” entre tales entidades y, por lo tanto, ninguna
“inferencia realizada de unas a otras” podrá ser lógicamente justificada. Porque, como el propio
Binford lo ha señalado, la relación causa-efecto implica necesariamente la conexión de eventos
en una determinada secuencia temporal 107.
En suma, al resultar imposible definir ontológicamente los criterios que validen las
posibles conexiones lógicas entre la observación empírica del registro actual y un supuesto
pasado dinámico, la pretensión de que éste puede ser inferido a partir de aquel termina siendo
un salto mortal sobre un vacío lógico.
No obstante, Binford ha madurado sus proposiciones y, acusado de idealista (por R.
Gould), ha llegado a una afirmación materialista clara e inequívoca:
Sostengo firmemente el punto de vista de que hay un mundo real ahí fuera [1989:110] […] el mundo
exterior, una realidad ontológica independiente de nuestras ideas sobre ella. [1989:111]

Habría sido de esperar que, consecuentemente, replanteara su concepción sobre el


carácter estático del registro y la atemporalidad de las leyes. Pero esa incongruencia,
magnificada ante un concepto epistemológico materialista claro, sigue sin solución. Por lo que,
todavía, sólo un salto mortal salva el abismo lógico entre el pasado histórico y el registro actual.
De lo que no cabe duda es que las salidas extralógicas ensayadas para salvar ese vacío
entre la subjetividad cercada en el solipsismo y la “realidad exterior”, tales como el recurso de
la fe o “razón práctica” de Kant o el “salto en la oscuridad” de Kirkegaard, están totalmente
fuera de cualquiera de las intenciones u objetivos que se haya planteado Binford quien, como
sea, siempre ha defendido una posición racionalista y en favor de la forma científica de

107
Aún cuando, como advierte, no toda secuencia temporal de eventos implica una relación causal. Ver Binford, 1968:115
[citado por Gándara, 1980:33].

157
conocimiento para la arqueología, con lo cual concordamos plenamente. Desde luego,
simpatizamos con sus posiciones frente al irracionalismo crítico (Gándara) o individualismo
metodológico (McGuire) de Hodder y la corriente postmoderna 108. Simpatizaríamos aún más si
llegara a distinguir entre el postmodernismo y las diversas posiciones marxistas. Lo mismo
concordamos con sus críticas bien argumentadas contra el empiricismo culturalista y contra el
relativismo aunque, frente a éste, no siempre consiga distanciarse nítidamente.
De manera que la incompatibilidad lógica entre su expresa intención materialista y el
idealismo subjetivo que connotan de hecho diversos conceptos y propuestas metodológicas que
ha formulado o tomado eclécticamente -sin el espíritu crítico que ha mantenido frente al
quehacer de la arqueología tradicional- no es mas que una cuestión de incongruencia teórica.
Lamentablemente, tal incongruencia imposibilita la formalización de una posición teórica que
permitiera alcanzar algunos importantes objetivos de su programa, fundado en el supuesto de la
cognoscibilidad de las regularidades que han regido el pasado que estudia la arqueología.

El milagro dialéctico.
Zajaruk establece expresamente algunas distinciones importantes. En primer lugar, hace la
diferencia entre la realidad histórica, es decir, los componentes que integran una sociedad viva
(y que, para la arqueología, sería una sociedad del pasado) y, por otro lado, la realidad fósil,
conjunto de efectos de la existencia pasada de una realidad histórica, existentes en el presente.
Respecto a la realidad histórica, nos dice que está constituida por: a) las sociedades
humanas concretas, como sujetos de la historia, b) su cultura, que debe entenderse como la
actividad misma de una sociedad dada, así como los resultados de esa actividad, y c) la
naturaleza, condición indispensable para la vida de la sociedad y objeto universal al que se
dirige su actividad.
Aunque no conozco toda la obra de este autor, no parece haber dedicado su atención al
desarrollo teórico de los conceptos relativos a lo que llama realidad histórica, como el de
cultura. De lo que he leído sobre este punto, mas bien se limita a hacer referencia a la obra de E.
Markarián, filósofo que realiza un interesante análisis categorial del fenómeno cultural en su
connotación antropológica, aunque su interés está orientado a los problemas de la organización
administrativa de la sociedad contemporánea 109. Lo cual es coherente con el supuesto de que
tales problemas son ajenos a la ciencia arqueológica y corresponden mas bien a los teóricos de
las ciencias históricas110. Planteamiento que coincide sorprendentemente con la concepción
positivista “de primera generación”, es decir, con la distinción que hace Comte entre ciencias
empíricas y ciencias abstractas.
108
Lo cual no significa concordar con su concepción positivista e ideológicamente idealizada de La Ciencia como un cuerpo
único y excluyente de procedimientos "correctos". Posición que ha sido saludablemente evidenciada como insostenible -entre
otros y en la arqueología- por autores postmodernos como Shanks y Tilley.
109
Hay traducción al español de su obra Teoría de la cultura . Ver Markarián, 1987.
110
Este punto de vista ha sido sostenido por Ricardo Mata en las conversaciones del Grupo Oaxtepec en Venezuela (1985).
Mata fue discípulo de Zajaruk, con quien se graduó en Voronesh. Ver Mata, 1983.

158
Por lo que se refiere a la cultura arqueológica, distingue entre la realidad fósil de los
restos y vestigios arqueológicos, objetivamente existentes en el presente, y el concepto que,
refiriéndose a esa realidad, reúne la información registrada (“fijada”) y ordenada sobre la
misma. Otorga a la primera un carácter ontológico, mientras que el segundo poseería un papel
gnoseológico. Esta distinción no está expresamente establecida en Binford y, en todo caso,
habría sido inconsistente ya que, dado el carácter idealista subjetivo, no sólo del concepto de
ley, sino de la concepción sobre los procedimientos de contrastación a los que adhiere, sería
difícil saber qué quería decir cuando se refiería a las “propiedades del mundo exterior”.
Para Zajaruk, la cultura arqueológica en su carácter gnoseológico constituiría el
concepto fundamental de la arqueología, con sus significados
por una parte, de reflejo de un determinado sistema de objetos arqueológicos y, por lo mismo, de
representación del objeto final del nivel de estudio de las fuentes de investigación arqueológica y, por
otra parte, de representación del concepto inicial y básico de sus generalizaciones teóricas
111
[1976:10]

Generalizaciones que no correspondería realizar a la arqueología, sino a las ciencias históricas


teóricas. Así, la “paradoja” de la cultura arqueológica es la misma de toda fuente histórica y
consiste en existir en el presente en calidad de testigo del pasado [Zajaruk, 1978].
A pesar de la indudable importancia de estas distinciones, Zajaruk también hace
inviable la conexión lógica entre la “realidad histórica” y la “realidad fósil” actual de los
materiales arqueológicos.
Por lo pronto, plantea correctamente que la cultura arqueológica se constituye cuando
los componentes materiales de la realidad histórica pierden el vínculo con la actividad cultural,
así como con el sujeto de la misma, la sociedad. Sin embargo, es entonces cuando ocurre un
fenómeno que, desde una concepción dialéctica de la realidad, es un milagro: surge un sistema
“muerto, consumado y estático”. Lo que se acaba y consuma, en realidad, es un segmento de la
realidad histórica, siendo un error evidente atribuir tales propiedades a la cultura arqueológica.
Ciertamente, el conjunto de materiales y contextos arqueológicos no es un sistema vivo, pero
nunca lo fué. Desde su origen -el momento en que pierde conexión con los sujetos sociales y su
actividad- tiene lugar la aparición de un fenómeno cualitativamente nuevo que, como
sistema112, no es de naturaleza orgánica, de modo que podría acabarse, pero no morir.
Pero lo que resulta del todo insólito es la aseveración de que se trata de un fenómeno
estático, cuando los principios fundamentales de la dialéctica -materialista o idealista y aún en

111
“sodnoy storon[ , otraja]xego opredelennu] sistemu arheologiqeskih ob™ektov i tem sam[m åvlå]xeyså koneqnoy cel¡]
istoqinkovedqeskogo urovnå arheologiqeskogo issledovaniå, a s drugoy, åvlå]xegoså ishodn[m, bazov[m ponåtiem ee
teoriqeskih obobxeniy”.
112
En la literatura soviética, el término de sistema alude simplemente a la relación entre el todo y sus partes integrantes [ver,
por ej., Kursánov et al.,1967:225]. En este sentido, una diferencia relevante entre Binford y Zajaruk se da cuando éste asevera
que la cultura arqueológica es un sistema puramente agregativo, lo cual implica una pérdida de información mucho mayor que
si se considera como sistema organizado simple -como lo hace Binford- y consecuentemente, un muy bajo nivel de
diagnosticidad.

159
sus versiones mas superficiales- obligarían, heurísticamente, a pensar en el movimiento, así
como en la complejidad y la totalidad.
Usamos el término de milagro en el sentido de imposibilidad de explicación. El hecho
es que resulta imposible explicar cómo, desde que una cultura arqueológica se origina, puede
permanecer estática hasta nuestros días, cuando los sistemas naturales y sociales con los cuales
interactúa y de los cuales ha pasado necesariamente a formar parte, poseen una dinámica con
diversos ritmos temporales y desplazamientos espaciales, de la cual los arqueólogos participan
en un rango espacio-temporal determinado.
Es obvio que Zajaruk no piensa que no ocurre nada con los contextos arqueológicos
desde que se forman hasta hoy, tanto como que no pensó en las implicaciones de su afirmación.
De cualquier manera, si bien observa que los materiales arqueológicos se conservan “en forma
más o menos alterada” o se refiere al carácter acumulativo de los contextos, al que se debe su
“compresividad”, no se ocupa de hecho de la consideración de los complejos procesos de
transformaciones que afectan a los contextos arqueológicos, desde que se forman hasta que son
objeto de observación y, muchas veces, de destrucción por parte de los observadores.

Procesos post-deposicionales y procesos sociales: ausencias y desconexiones.


Los últimos veinte años han estado marcados por un considerable interés en los problemas
teórico metodológicos, buscando conformar posiciones teóricas que den fundamento a los
programas de investigación de la arqueología, como disciplina científica que alcanza un notable
grado de maduración. Me atrevería a afirmar que, ante la desarticulación de las importantes
corrientes y polémicas que animaban el desarrollo de las ciencias sociales en los años setentas,
la arqueología es una de las disciplinas que ha manifestado mayor vitalidad y capacidad
propositiva hasta la fecha.
Acá hemos querido mostrar, sin embargo, cómo las inconsistencias teóricas tienen
consecuencias que no se pueden considerar intrascendentes en la constitución de una posición
teórica. Así, la inconsecuencia con el materialismo en el caso de Binford y con la dialéctica en
el de Zajaruk, acaban por coincidir en el mismo efecto: la imposibilidad lógica de formalizar
una posición teórica que de cabida a un cuerpo de problemas ontológicos de indiscutible
pertinencia y necesidad para la investigación arqueológica, cual es el de los que se ha dado en
llamar “procesos post-deposicionales”. Con la no menos relevante consecuencia de que esto
significa la imposibilidad de explicitar criterios de validación para cualquiera inferencia sobre el
pasado histórico, basada en la observación de materiales y contextos arqueológicos.
Desde luego, este no es un problema que se resuelva a través de las “teorías de alcance
medio” que ha propuesto Binford, a las que asigna un objeto que distingue de los procesos post
deposicionales. A propósito de lo cual, será pertinente anotar un par de comentarios para tocar
un punto que se refiere a la posibilidad de conexión entre el registro actual observable y las
explicaciones acerca de las sociedades del pasado.

160
En primer lugar, este concepto se refería a los procesos de formación de los contextos
arqueológicos que, al menos en For theory building in archaeology, diferenciaba de aquellos
referidos
a las complicaciones mayores que surgen de la operación de dinámicas no culturales sobre los restos
arqueológicos que modifican lo estático mas allá de sus patrones originales, tal como se derivan
exclusivamente de las dinámicas del sistema cultural -en términos de Schiffer (1972),
‘transformaciones-N’. [Binford, 1977:8]

Como sabemos, Schiffer no sólo incluye en los procesos de transformaciones a los factores
naturales (“N-transforms”), sino también a los culturales (“C-transforms”).
En los hechos, el programa de investigaciones, de cualquier modo muy sugerente e
importante, que ha desarrollado Binford en la tarea de construcción de sus teorías de rango
medio se ha basado en un ahistoricismo que -esta vez sí- es coherente con su concepción de las
leyes como atemporales. El punto de partida podría parecer correcto:
si intentamos investigar la relación entre la estática y la dinámica, debemos ser capaces de observar
ambos aspectos simultáneamente; y el único lugar donde podemos observar la dinámica es en el
mundo actual, aquí y ahora [1988;27]

De manera que, además de la arqueología experimental, que permitiría “la exacta interpretación
del registro arqueológico”, propone que
los nexos entre lo que encontramos y las condiciones que dieron lugar a su producción sólo puede
estudiarse a partir de pueblos actuales [id.:28]

Por lo que desarrolla un fructífero programa de observaciones en


algunos pueblos situados en partes remotas del mundo moderno que aún no se han visto afectados
por la revolución industrial y, por lo tanto, sus procesos están en pleno desarrollo [id.:33, subrayados
míos],

orientado a explicar procesos de formación de contextos.


No obstante, dicha asepsia sociocultural no es más que una idealización y sus
observaciones parecen haber sido bastante selectivas, limitándose arbitrariamente a las
conductas y componentes estimados como primitivos y prescindiendo del contexto histórico,
cuya consideración no puede obviarse al intentar responder a las preguntas de “¿qué significa?”.
Así, por ejemplo, en la descripción de los sitios de los complejos situacionales del valle de
Anakvutuk, no hay referencias a las estrategias que permitirían explicar algunos items notables
de la casa del poblado del Paso de Anakvutuk que ilustra [1988:195, fig.123; véase también
Binford, 1976]. Por lo pronto, en la foto se ven una tienda, que no parece de piel de caribú, ni
aún de lona tejida en telar de cintura, y tres artefactos de aspecto metálico iguales a una lata de
conservas y a un par de barriles de petróleo, que difícilmente se explicarían fuera de una
sociedad industrial; ítems que no podrían desestimarse al estudiar las estrategias de

161
subsistencia, seguramente muy distintas a las de los habitantes de un “poblado” como el de
Ipiutak, hace algunos milenios. Por otra parte, muchas conductas del pasado difícilmente
pueden observarse en el presente, ni podrían replicarse como arqueología experimental. Sin
duda, unos centenares o miles de sacrificios humanos para dar lucimiento a la ascensión al
poder de un tlatoani mexica no producen contextos similares ni tienen el mismo significado que
Auschwitz o que el sacrificio de algunos miles de irakíes más, para aumentar en un 3% los
índices de popularidad de un mandatario norteamericano en las encuestas de la semana
siguiente.
En segundo lugar, se supone que las “teorías de alcance medio” deberían articularse
con teorías generales. Como decía Binford en 1977,
hay necesidades urgentes para la construcción teórica. Un nivel es al que yo me refiero como teoría
de rango medio .

Y luego afirmaba:
Procuramos comprender los procesos responsables del cambio y diversificación de las propiedades
organizacionales de los sistemas vivos. En la aproximación a este problema, buscamos el desarrollo
de la teoría general. El arqueólogo debe buscar el desarrollo paralelo de la teoría relacionada con
determinados cambios y variabilidad en los procesos que resultan en los hechos estáticos que quedan
para nuestra observación. Sólo con desarrollos en ambas teorías, general y de rango medio, el método
‘científico’ puede ser apropiado. En ausencia de teorías e ideas a evaluar, la discusión de métodos
científicos apropiados parece extrañamente fuera de lugar. [1977:6 y 7]

Aunque no recuerdo que lo mencione, el concepto de “teoría de alcance medio” está tomado de
Robert K. Merton, uno de los representantes mas conocidos de la sociología funcionalista113.
Merton planteaba mas o menos lo mismo a este respecto:
La teoría sociológica, si ha de avanzar de manera significativa, debe proceder sobre estos planos
interrelacionados: 1) desarrollando teorías especiales de las cuales derivar hipótesis que se puedan
investigar empíricamente y 2) desarrollando, no revelando súbitamente, un esquema conceptual
progresivamente mas general que sea adecuado para consolidar los grupos de teorías posibles.
Concentrarse totalmente en las teorías especiales es arriesgarse a salir con hipótesis específicas que

113
Tal vez conviene recordar lo que este autor dice sobre este concepto: “lo que he denominado teorías de alcance intermedio:
teorías intermedias entre esas hipótesis de trabajo menores pero necesarias que se producen abundantemente durante las diarias
rutinas de la investigación, y los esfuerzos sistemáticos totalizadores por desarrollar una teoría unificada que explicara todas las
uniformidades observadas de la conducta, la organización y los cambios sociales.
“La teoría intermedia se utiliza principalmente en sociología para guiar la investigación empírica. Es una teoría
intermedia a las teorías generales de los sistemas sociales que están demasiado lejanas de los tipos particulares de conducta, de
organización y del cambio sociales para tomarlas en cuenta en lo que se observa y de las descripciones ordenadamente
detalladas de particularidades que no están nada generalizadas. La teoría de alcance intermedio incluye abstracciones, por
supuesto, pero están lo bastante cerca de los datos observados para incorporarlas en proposiciones que permitan la prueba
empírica” [Merton, 1980:56].

162
sirven para aspectos limitados de la conducta social, organización y cambio, pero que son
114
mutuamente incompatibles. [1980:68]

Binford nunca adoptó explícitamente ni se dedicó a la elaboración de una teoría


general. Desde luego, un investigador no está obligado a desarrollar y difícilmente podría
abarcar todos los campos que sabe que la arqueología debería cubrir. Pero la actitud posterior de
Binford, al constatar que sus propuestas no fueron tomadas en cuenta tal como él las planteó,
fue la de descalificar a quienes se ocupan de la teoría general:
los arqueólogos no han reconocido la necesidad de contar con una Teoría de Alcance Medio propia.
En su lugar han adoptado los argumentos teóricos generales lanzados por los historiadores y
etnógrafos, acomodando las observaciones del registro arqueológico a dichos argumentos.

Los arqueólogos, por tanto, deben abandonar este pasatiempo inútil. Necesitamos concentrarnos en el
desarrollo de una Teoría de Alcance Medio. [1988:209]

De modo que, en vez de partir de teorías a evaluar, opta ahora por su modesto modo de
investigar que
estriba en observar datos, reconocer modelos, tener intuiciones o ideas brillantes o aún simplemente
revivir viejas nociones ya gastadas pero que sobrevivieron durante años... [id.:115],

que luego se evalúan a través de métodos científicos.


Y del mismo modo que descalifica a autores que hablan de una arqueología social,
desestima el trabajo de autores que entendieron perfectamente la necesidad de teorías
particulares para explicar no sólo los procesos de formación de los contextos arqueológicos,
sino también sus alteraciones post-deposicionales y que poseen una obra consistente al respecto,
como es el caso de Michael Schiffer, autor de Behavioral archaeology , entre otros títulos. Así,
se refiere bastante despectivamente a que
muchos arqueólogos jóvenes [...] creyeron que debían definir un tipo de arqueología nueva:
arqueología del comportamiento, arqueología social, astroarqueología, etc.. Mucho tiempo y energías
se han gastado en los últimos años argumentando acerca de estos nuevos ‘campos’. Personalmente,
he intentado evitar tales debates, ya que no contienen propuestas serias dentro de una disciplina
científica... [1988;115-116]

La carencia de una teoría sustantiva general que, como advirtiera Merton, evitara la
proliferación de microteorías inconexas y difícilmente compatibles, es precisamente el punto
flaco, no sólo de Binford, sino de toda la “New archaeology”, aún de aquella de la que él desea
distanciarse. En ello se han basado razonablemente las diversas reacciones post-procesuales de
la arqueología norteamericana donde, a diferencia de Europa, ha habido poco interés en el post-
modernismo. Desde el grupo de “martillos y teorías” o RATS, hasta MICE, ha habido un

114
Este texto es traducción de la tercera edición en inglés , de 1968, de Social theory and social structures , para el cual
Merton redacta un capítulo que retoma el tema discutido desde 1949 con Parsons, su maestro, y ha desarrollado en otros
trabajos de la década de los cincuenta.

163
florecimiento de propuestas muy interesantes y creativas, que incursionan en el ámbito de las
teorías generales. Aunque me temo que, salvo excepciones, a pesar de las muy sugerentes
proposiciones que quedarán planteadas, predomina un eclecticismo que difícilmente conducirá
al desarrollo de posiciones teóricas consistentes. Si bien dejarán expuesta una problemática
apasionantemente compleja a la que deberán poder responder las posiciones teóricas que logren
conformarse como tales.
En el caso de Zajaruk, si lo hace, ignoro cómo plantea la conexión de las “fuentes”
arqueológicas de la historia, con la teoría sustantiva general, que sería el materialismo histórico.
Mas bien parece que sería entendido como un campo particular que no pertenecería a la ciencia
arqueológica, sino a las ciencias histórico teóricas, por lo que se supone que debería ser tratado
en ese ámbito donde el estudio de las fuentes, en general, es considerado objeto de una ciencia
particular y distinta. De hecho, al calificar a la cultura arqueológica, objeto final de la
investigación arqueológica, como “fuente” de la historia, el problema pasaría a ser tema de los
“filósofos, especialistas en materialismo histórico, lógica, gnoseología [que] han desempeñado
un importante papel en la elaboración de la problemática para el estudio teórico de las fuentes”
[Schmidt, 1975:248]. Todo indica que, a diferencia de la arqueología binfordiana que carece de
teoría general, ésta carecería de una teoría particular “de bajo nivel” que explique los procesos
“deposicionales” o de formación de los contextos arqueológicos. En todo caso, en los trabajos
que conozco de Zajaruk, no hay una propuesta específica a este respecto, ni referencias a su
tratamiento particular por los teóricos de las “fuentes” históricas. De cualquier modo, está
planteada la mediación en términos de que la cultura arqueológica sería un conjunto de efectos
de la cultura de la sociedad viva y habría que ver cómo se entienden los nexos de ésta con las
categorías del materialismo histórico, del que aquella debería ser parte.
Finalmente, en los hechos reales, podemos constatar en la actualidad que ni los
motivantes planteamientos de Binford ni de Zajaruk llegaron a conformar posiciones teóricas
globales y consistentes en la arqueología, aún cuando tuvieron una importante y merecida
difusión en sus respectivos ámbitos. Zajaruk ha tenido indiscutible influencia en la esfera de los
ex-países socialistas y, para nosotros, es conocida la repercusión de Binford en el “mundo
occidental”115. Uno de sus méritos consiste en que fueron capaces de convocar a una
generación de arqueólogos e interesar a algunos filósofos de la ciencia, en la búsqueda de
alternativas que hicieran más científica a la arqueología. Sin embargo, si hay algo que
caracteriza distintivamente a la forma científica de conocimiento, es la estructuración lógica de
sus procedimientos y proposiciones, cuyo objetivo es la eliminación de las inconsistencias
teóricas e incompatibilidades lógicas. Y, como hemos podido apreciar en ambos casos, han sido
algunas inconsistencias cruciales las que han imposibilitado la formalización global de estas
propuestas como posiciones teóricas.

115
Menos repercusión han tenido -ignoro por qué- las proposiciones mucho mas consistentes y “competitivas” del
materialismo cultural de M. Harris, desarrolladas en la arqueología por autores como Price o Sanders, con resultados menos
ruidosos, pero más sólidos.

164
Cierto es que Binford, en los últimos quince años, no ha desperdiciado oportunidades
para quejarse de que es mal interpretado, lo que atribuye a las múltiples confusiones que
padecerían la mayoría de sus colegas. Aún cuando en sus trabajos mas recientes ha contribuido
a aclarar los contextos e intenciones de sus planteamientos anteriores -haciendo, de paso, mas
claras sus propias ideas- pienso que buena parte de las confusiones de los demás arqueólogos se
deben también a que sus propias propuestas conforman un florido cuadro de inconsistencias de
las que nunca parece darse por enterado y de las cuales acá solo me he referido a alguna que
tiene que ver con el tema que nos interesa. Como señalaba Gándara, hace ya más de una década,
a propósito de la “nueva arqueología” en general y de su análisis detalladamente argumentado
de la obra de Binford en particular,
resulta ser una posición teórica altamente incongruente a todos los niveles: mezcla metodologías con
objetivos distintos, confunde confirmación con corroboración, adopta posiciones relativistas
autorrefutantes y las mezcla con una epistemología ecléctica en donde el substrato final es el
idealismo subjetivo. Al parecer, existe también una confusión sobre lo que las explicaciones
116
nomológicas realmente son y sobre la naturaleza de las leyes que forman parte de ella [1981:59]

De lo comentado quiero concluir que ni Binford ni Zajaruk establecen adecuadamente


las conexiones ontológicas que harían posibles las mediaciones lógicas necesarias para definir y
validar los procedimientos inferenciales que permitirían vincular las observaciones de registros
arqueológicos con las teorías sustantivas generales que explicarían la dinámica social del
pasado histórico. Ambos autores coinciden, no en negar, sino en inviabilizar la articulación de
una teoría sobre los procesos post-deposicionales que explicarían la dinámica de
trasformaciones de los contextos arqueológicos. En el caso de Zajaruk falta, además, una teoría
que vincule la concepción general de los procesos sociales con las actividades reales que dan
lugar a la formación de los contextos o culturas arqueológicas. En Binford, la ausencia de una
teoría sustantiva explícita y su desestimación como “pasatiempo inútil” mientras sus colegas no
atiendan exactamente a sus propuestas, pospone indefinidamente la posibilidad de explicar
realmente la dinámica del pasado117. Porque es dudoso que el objetivo vital y principal
motivación de los seres humanos, agentes de esa compleja “dinámica” del pasado, haya sido la
de producir contextos arqueológicos para nosotros. Paradojalmente -y tampoco es su intención-
su actitud resulta en el mismo vicio del inductivismo estrecho que criticó inicialmente a la
arqueología tradicional, sólo que desplaza el problema desde la acumulación de las
observaciones empíricas directas a la de los “¿cómo era?” y “¿qué significa?”. No obstante, no

116
El texto de Gándara estaba originalmente en inglés y no fué aceptado como tema para su tesis doctoral en la Universidad de
Michigan.
117
Hasta que se constituya “una Teoría de Alcance Medio -un campo en que las observaciones etnográficas son cruciales
como prueba- y [se pueda] emplear los métodos desarrollados de esta forma para obtener respuestas a preguntas como ‘¿qué
significa ?’ y ‘¿cómo era?’. Únicamente si se pueden obtener respuestas seguras a tales preguntas resultará provechoso intentar
buscar respuestas a preguntas como ‘¿por qué ocurrió?’ “[1988:209].

165
ha abandonado totalmente el objetivo de la generalización teórica, desde luego, mientras se
enfrente a su manera 118.

Entonces...¿Lloramos?
No es necesario. Es mejor buscar soluciones alternativas. Generalmente es más fácil comentar
lo que hacen los demás -y, sobre todo, advertir lo que hacen mal- que hacerlo uno mismo.
Como es el caso de los comentaristas deportivos que no corren riesgos de equivocarse en las
canchas o los doctorales críticos de arte, cuyas habilidades como literatos, pintores o bailarines
se mantienen prudentemente ocultas, en previsión de mayores vergüenzas. El innegable aporte
de la obra de autores como los que comentamos también debe algo al valor de atreverse a
cometer errores. La posibilidad de identificar los caminos errados por nuestros colegas eleva las
probabilidades de orientarnos por vías más adecuadas. Y esa deuda debe retribuirse
proponiendo alternativas, bajo el riesgo de incurrir en otros desatinos.
Con el fin de situar el estudio de los procesos post-deposicionales, me referiré a los
aspectos ontológicos de una propuesta que he planteado para definir la estructura general del
proceso de investigación en arqueología, limitándome acá, por razones de espacio, a enumerar
los puntos básicos.
Tal alternativa se formula desde una posición histórico materialista y se refiere a las
conexiones entre las instancias ontológicas y metodológicas que abarcarían la problemática
global de la arqueología. Para ello, deben apuntarse algunas premisas generales:
1) Entre los supuestos del área valorativa, es necesario considerar los objetivos que
persigue el proceso de investigación. Entendemos que la arqueología busca explicar los
diferentes aspectos de la existencia histórica concreta de las estructuras y desarrollos de los
procesos sociales.
2) Por lo que respecta a la definición de las diversas instancias particulares de la
investigación arqueológica, se debe partir de una explícita concepción de la totalidad del
proceso, que sea congruente con sus objetivos y es necesario esclarecer su ubicación y nexos en
el contexto de esa totalidad.
Aunque hay excepciones, asistimos a la proliferación de aperturas de “nuevos
campos” particulares de la investigación, cuya justificación no va mucho mas allá de que es
“importante” o “pertinente” al quehacer arqueológico. Pero terminan siendo minifundios
inconexos entre sí, cuyos objetivos propios se convierten en la finalidad última de estudios que
resultan independientes de los objetivos de la investigación arqueológica. Esto obedece
precisamente a la ausencia de una concepción general de la arqueología como disciplina
científica.

118
“...lo que he llamado patrones derivativos de segundo -o tercer- orden, probablemente tienen relación con algunos procesos
organizacionales del pasado. Descubrir qué eran estos procesos organizacionales es el reto que enfrentamos” [1989:489].

166
3) La articulación de instancias teóricas y metodológicas se basa en el principio
epistémico materialista que implica la prioridad lógica de la ontología respecto a la
metodología . En otras palabras, la adecuación de los procedimientos orientados a conocer la
realidad depende de las características de la realidad, de la cual nos informa la teoría.
Es, por lo tanto, necesario precisar los ámbitos o campos de la realidad con los cuales
trata la arqueología. Luego, a partir de las teorías que sistematizan sintéticamente lo que hasta
ese momento sabemos acerca de esas áreas de la realidad, podemos definir los problemas que
deberá resolver la metodología, así como las alternativas y secuencias de procedimientos
adecuados para ello.
4) La determinación de las áreas de realidad con las cuales se enfrenta la investigación
arqueológica requiere de precisar en qué consiste su particularidad como ciencia. En nuestra
opinión, la arqueología es una disciplina de la ciencia social y no posee un objeto ni un método
propios que la diferencien de las demás ciencias sociales. Su particularidad consiste en que, de
oficio, la arqueología accede al conocimiento de los fenómenos sociales y su historia a través
de una clase particular de datos, a partir de los cuales elabora la información empírica básica en
que se apoyan los procesos inferenciales.
Tales datos -los materiales y contextos arqueológicos- se caracterizan porque:
a) son componentes materiales (productos, medios o condiciones) de actividades humanas
que, por lo general, se registran desligados de las actividades mismas;
b) las actividades que los generaron son sólo manifestaciones parciales de las múltiples
actividades que, simultánea y sucesivamente, constituyen la existencia concreta de la totalidad
social y,
c) entre las propiedades que presentan a la observación, se cuentan las singularidades
fenoménicas de la cultura de los grupos sociales que los generaron, así como los efectos de los
procesos de formación y transformaciones de los que han participado.
5) Es imprescindible tener en cuenta que, cuando realizamos una investigación -sobre
todo cuando nuestro marco de referencia debería ser la totalidad social de la que nuestro objeto
de estudio forma parte- la mayor parte de la información que necesitamos y utilizamos no
proviene de la observación directa de los contextos arqueológicos, sino que es información
producida por otras personas, que no siempre fueron especialistas.
Partiendo de estas consideraciones previas, podemos decir que hay tres órdenes
particulares de procesos de la realidad, con los cuales se relaciona la investigación arqueológica
y que constituyen problemas ontológicos a desarrollar permanentemente, con el fin de derivar
los procedimientos sistemáticos necesarios para generar nuevos conocimientos y corregir viejos
errores. Entre éstos, habría que distinguir entre la teoría sustantiva , que se ocupa del objeto
central de la investigación, es decir, de las características de los procesos histórico sociales, y
las teorías mediadoras (que no son teorías de “alcance medio”) , que deben explicar las

167
conexiones objetivas entre la información empírica disponible y los datos observables y la
existencia de las sociedades a que se refiere la teoría sustantiva, la cual posibilitaría la
explicación de los fenómenos históricos estudiados. Estos cuerpos de proposiciones ontológicas
necesarios son:
1. La teoría sustantiva que, en nuestro caso, es el materialismo histórico. La teoría se
formula en diversos niveles de generalidad, orgánicamente ligados. En el nivel mas general,
conceptualizamos a la sociedad como totalidad concreta (Kosik,1967) a través de la categoría
de sociedad concreta, que daría cuenta de las diversas dimensiones de la realidad,
comprendiéndolas en las categorías de formación social, modo de vida y cultura. Por otro lado,
se busca dar una homogeneidad teórica a la periodización histórica, en las tres dimensiones
indicadas. No abundaremos sobre este punto, que ha requerido de replanteamientos y nuevas
formulaciones.
Vinculamos la teoría del nivel más general (formación social) con la teoría de “bajo
nivel” -que incluiría a las actividades “deposicionales” o formadoras de contextos
arqueológicos- a través de la categoría de cultura, como conjunto singular de manifestaciones
fenoménicas de la vida cotidiana. Consideramos, analíticamente, el concepto de contexto-
momento para referirnos a la actividad humana misma, conjuntamente con los componentes
materiales vinculados por ella. Un contexto arqueológico se forma al desligarse un conjunto de
componentes materiales de la actividad de los agentes sociales.
Hay que advertir que la actividad humana es un sistema continuo de movimientos -
organizados bajo relaciones sociales- que, al desplazarse sus agentes, ocupan sucesivamente
segmentos discretos del espacio vivido de una sociedad. Por lo que los procesos de formación
de los contextos arqueológicos y reintegración de los mismos a nuevos contextos momentos es
un movimiento reiterativo en la vida cotidiana de la sociedad. Esto implica que no hay un
momento deposicional único, por lo que la demarcación entre procesos “deposicionales” y
“post-deposicionales” no está dada por un instante nítido sino, generalmente, por una secuencia
en que se intercalan sucesivamente ambos tipos de eventos.
2. Historia de los contextos arqueológicos. Como habrá quedado claro, entre los
momentos de formación de los contextos arqueológicos y el momento de su observación como
dato arqueológico, suelen mediar diversos y complejos procesos de transformaciones con
diversas dimensiones y ritmos temporales. El observador que genera la información
arqueológica “captura” los materiales y contextos en un determinado momento de esa dinámica,
de su historia.
a) La primera instancia lógica necesaria de una teoría sobre estos procesos es la teoría
de la formación de los contextos arqueológicos, que constituye parte de la teoría sustantiva “de
bajo nivel”, referida a la concreción de la vida cotidiana y que se integra a la teoría general de la
historia.

168
b) Un cuerpo central de enunciados en esta instancia ontológica debe referirse a los
procesos de transformaciones de los contextos y materiales arqueológicos, que es a lo que se
refieren propiamente los denominados “procesos post-deposicionales”, en que intervienen tanto
agentes naturales como actividades sociales.
c) Otro sistema de proposiciones conceptuales a formalizar, se refiere a la
presentación de los contextos. Se trata de conceptuar las diversas propiedades y características
que los materiales y contextos arqueológicos presentan a su observación, buscando precisar
aquellas que guardan conexiones explicables con las actividades y relaciones sociales que se
busca inferir. Dado que la correspondencia determinada entre propiedades observables de
materiales y contextos arqueológicos y las actividades y relaciones sociales inferibles no es
biunívoca, se trata de determinar las diferentes configuraciones alternativas posibles a través
de las cuales éstas se presentarían a la observación arqueológica.
3. Historia de la información producida . Como consecuencia de la constatación de
que la mayor parte de la información disponible y necesaria para una investigación es
información ya producida a través de procedimientos muy variados, se puede apreciar que,
desde la obtención y observación directa de los datos, median múltiples factores de distorsión y
pérdida de la información, hasta que disponemos de ella. En éstos casos, deberemos inferir
muchas de las posibles características de los contextos arqueológicos de los que nos
informamos y de los que proviene parte de los materiales que, eventualmente, todavía podemos
observar.
La consideración sistemática de los factores de distorsión y pérdida, requiere
contemplar diversos problemas como: a) procedimientos de observación y registro (si los hay)
de los contextos y obtención de materiales; b) procedimientos de manipulación de materiales
(empaque, transporte, limpieza, almacenamiento, etc.); c) procedimientos de análisis,
ordenación y descripción/interpretación de materiales (incluyendo ecofactos) y contextos; d)
formas y condiciones de presentación y acceso a la información. Hemos propuesto criterios de
análisis de éstos procesos, considerando a la generación de información como contextos-
momento , en que los materiales arqueológicos, instrumentos y condiciones de trabajo y las
informaciones producidas, son componentes materiales de los mismos. Sin embargo, la mayor
relevancia suelen tenerla las actividades, tipo de calificación y concepciones teórico-ideológicas
de los agentes de dichos contextos.
En nuestra opinión, ésta secuencia de instancias teóricas debe dar cuenta de los
procesos genéticos de los datos e información arqueológica “actuales”, es decir,
contemporáneos del investigador. Para poder inferir las actividades humanas y el sistema de
relaciones sociales que las explican y de las cuales nos informan los restos arqueológicos, es
necesario poder precisar teóricamente las conexiones, principalmente causales, que las
vinculan. Como es obvio, no se trata de una causalidad lineal ni, mucho menos, simple, dada la
complejidad de los procesos involucrados.

169
Condiciones para inferir la historia pasada de los pueblos a partir de registros e
informaciones actuales, son: a) que las conexiones entre los distintos niveles de fenómenos que
intervienen en tal cadena de complejos causales deben ser precisadas adecuadamente y, b)
cualquier propuesta teórica sobre el particular debe articular todos los eslabones de la cadena
genética de la información arqueológica 119. La desconexión o ausencia de cualquier eslabón de
tal cadena, hará inviable la conformación de una posición teórica que desarrolle procedimientos
metodológicos capaces de alcanzar el objetivo cognitivo de la arqueología, cual es la
posibilidad de explicar los fenómenos sociohistóricos estudiados. Así, cualquier propuesta de
desarrollar un cuerpo particular de enunciados que no se ligue definida y explícitamente con la
totalidad de los problemas ontológicos que atañen a la arqueología terminará convirtiéndose en
un campo de investigación autónomo, paradojalmente desligado de sus supuestos objetivos.
Por otro lado, cabe advertir que el objetivo final de la investigación no es la
acumulación de conocimientos sobre “conductas deposicionales”, lo que no pasaría de ser un
ramillete de descripciones etnográficas. La posibilidad de explicarlas realmente implica
vincularlas con una teoría general que de cuenta de las estructuras de relaciones sociales y
causales de los procesos históricos que integran.

México D.F., 1993.


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1981 La vieja “nueva arqueología” (Parte II). Boletín de Antropología Americana , nº 3.

Hempel, Karl

119
De hecho, como observa Wylie este es un aspecto crucial en la evaluación de los criterios de "seguridad" o credibilidad en
la constitución del campo factual empíricamente observable en base evidencial de las inferencias en arqueología. En particular,
cuando se refiere "al número y complejidad de los vínculos requeridos para conectar un cuerpo de material arqueológico con
aquellas dimensiones del pasado cultural que interesan a la investigación" [Wylie, 1992:278].

170
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171
7. Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América
Luis Felipe Bate y Alejandro Terrazas


Donde no hay teoría no hay ciencia. Mario Bunge
**
...o sea, el marco teórico: ¡eso es una mierda!. José Luis Lorenzo

Resumen.

Se trata, de manera muy general, de un par de aspectos del estado actual de las
investigaciones sobre prehistoria en el continente americano, específicamente en torno a los
procesos de poblamiento del mismo.
Uno de ellos se refiere a la casi total ausencia de teorías explícitas que conformen
concepciones explicativas integradoras de los distintos aspectos relevantes de las
estructuras y procesos sociales. Por lo cual las investigaciones tienden a carecer
notablemente de orientación y articulación coherente, manteniéndose sometidas a la
exaltación del empirismo más ramplón.
En cuanto a las orientaciones temáticas, se apuntan algunas consideraciones acerca
del supuesto debate "pre-Clovis / Clovis first". A propósito de lo cual, se esbozan las bases
para una hipótesis acerca del poblamiento americano.

I. ¿Qué tan científica es nuestra Prehistoria?.


En México, como en otros países americanos, se ha usado el término de "Prehistoria" para
referirse a la historia de las sociedades cazadoras recolectoras y aún para sociedades pre-
estatales productoras de alimentos. Hoy, el término resulta algo anticuado, lo mismo
cuando se refiere a la disciplina científica que estudia dichas sociedades. Y tiende a
hablarse más bien de arqueología de sociedades cazadoras recolectoras. Esto es sólo una
cuestión de modas terminológicas, pero también puede deberse, en parte, al desarrollo de
las investigaciones.
En esta ponencia queremos limitarnos a esbozar algunos apuntes orientados a
evaluar qué tan desarrolladas se encuentran las investigaciones arqueológicas americanas
en cuanto al estudio de las sociedades cazadoras recolectoras y, en particular, en relación al
problema del poblamiento del continente.
No pretende ser una revisión general del "estado de la cuestión" y nuestros
comentarios serán parciales, pues no nos centraremos en los aspectos del nivel de


Bunge 1969: 417.
**
Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH: "Arqueología de mi corazón", Documental de entrevistas
videograbadas. México, 1995.
acumulación de información empírica alcanzado, ni del desarrollo de las técnicas o
procedimientos metodológicos aplicados en las investigaciones sobre el tema. Sin lugar a
dudas puede decirse que, desde hace unos veinte años, ha habido un aumento explosivo de
la producción de información, particularmente en algunas regiones, como el área andina, el
Brasil o el Extremo Sur desde Uruguay (Pampas, Patagonia y Tierra del Fuego). Mientras
en otras, como en México o el Caribe, si bien no puede hablarse de un estancamiento
absoluto, los avances han sido bastante más modestos120.
Por su parte, los avances tecnológicos y de procedimientos también han afectado
favorablemente al desarrollo de las investigaciones, elevando la calidad de los trabajos de
prospección, localización, excavación, registros y dataciones, hasta el análisis y ordenación
de la información realizada en los gabinetes o laboratorios. En este sentido, puede
mencionarse el impacto de la generalización del uso de computadoras personales que,
además de haber permitido hacer mucho más eficiente el procesamiento de información, ha
contribuido notablemente a agilizar el intercambio de la misma. Por supuesto, la
disponibilidad de los recursos económicos que implica la posibilidad de utilizar estos
medios es desigual y la brecha mayor se establece entre Norteamérica y el resto del
continente.
En estos desarrollos también ha incidido el considerable aumento del número de
practicantes de la arqueología con formación profesional y de las instancias académicas de
comunicación de información. Pero sobre todo -aunque ha ocurrido en menor medida- la
apertura de foros que abren la posibilidad de entablar diálogos y debates. En lo cual
también se advierten desigualdades que se reflejan en el estado de la investigación. Así, por
ejemplo, las Jornadas de Arqueología de la Patagonia se vienen llevando a cabo con
regularidad desde 1984, convocando a un gran número de investigadores, mientras en
México no se realizaba un evento de esta naturaleza desde hace quince años121.
Y hay que decir que el desarrollo tecnológico y la abundancia de medios de
comunicación no siempre han resultado necesariamente en la elevación de la calidad de las
investigaciones, tal vez porque permiten incrementar cuantitativamente la producción de

120
Entretanto, hay que registrar la desaparición del antiguo Departamento de Prehistoria del Instituto Nacional de
Antropologíaa e Historia de México. Circunstancia que pasó más o menos inadvertida, pues no causó ningún impacto en
las investigaciones sobre el tema.
121
Seminario Orígenes del Hombre Americano, realizado en 1987 en el Museo Nacional de Antropología, entonces bajo
la dirección de Eduardo Matos.

173
resultados ahorrando trabajo humano, sobre todo, el de las neuronas. Como advertía con
claridad Dillehay [1988:12], refiriéndose al "exceso de arqueólogos con el grado de
doctorado y un incremento de los fondos para investigaciones y publicaciones":
...el aumento de la cantidad parece siempre llevar a la inevitable reducción del promedio
de la calidad (y probablemente no aumenta finalmente en términos absolutos, el número de
buenos trabajos). El proceso de publicación ha dejado también de actuar como mecanismo de
control de calidad. Nada lo ha reemplazado. En síntesis, parece que la arqueología ha estado
preocupándose más con la cantidad y con la difusión de información, que con la comunicación
real.

Concordamos plenamente con el autor haciendo notar que, en este aspecto, México
sí se ha puesto al día en cuanto a la prevalencia de criterios cuantitativos para la evaluación
del rendimiento académico.

El tema en que centraremos nuestros comentarios es el que se refiere al desarrollo y uso de


las teorías, en la medida en que, de acuerdo a Bunge122:
Es una peculiaridad de la ciencia contemporánea el que la actividad científica más importante -la
más profunda y la más fecunda- se centre en torno a teorías, y no en torno a la recolección de
datos, las clasificaciones de los mismos o hipótesis sueltas. Los datos se obtienen a la luz de
teorías y con la esperanza de concebir nuevas hipótesis que puedan a su vez ampliarse o
sintetizarse en teorías.
...lo que caracteriza a la ciencia moderna es la insistencia en la teoría -en la teoría empíricamente
contrastable, desde luego- y no el interés primordial por la experiencia en bruto.

y, más adelante,
La dimensión y la adecuación relativas del trabajo teorético miden, pues, el grado de progreso de
una ciencia.123

En primer lugar, distinguiremos entre posiciones teóricas y teorías sustantivas. Las


posiciones teóricas son concepciones generales acerca de cómo es la realidad y cuáles son
los procedimientos científicos adecuados para conocerla. Las teorías sustantivas forman
parte de las posiciones teóricas, constituyendo los componentes ontológicos referidos a
campos particulares de las realidades estudiadas. Además del área ontológica, una posición
teórica incluye el conjunto de planteamientos expresos o implícitos respecto a los juicios de
valor que orientan la investigación, los enunciados epistemológicos y las propuestas

122
Obra citada: 413. Hemos tomado varias referencias de la obra La investigación científica de Mario Bunge, autor que no
puede calificarse de marxista -concepción de la que participa la posición que adoptamos-, por cuanto sus opiniones
encontrarán mayor aceptación en los medios académicos. Por supuesto, las citas que tomamos de él se refieren a
afirmaciones con las cuales concordamos.
123
Obra citada: 416. Subrayados (cursiva) nuestros.

174
metodológicas con los cuales la ontología está necesariamente interrelacionada, con
diversos niveles de consistencia124.
Acá nos referiremos a las teorizaciones relativas al objeto sustantivo de
investigación, esto es, sobre las sociedades cazadoras recolectoras y su dinámica histórica.
No nos ocuparemos centralmente, por el momento, de las teorías mediadoras,
indispensables para conectar la realidad de la información disponible y los datos
observables con la existencia de las sociedades que investigamos [Bate 1998: 106].

1. Un poco de historia: sobre el empirismo predominante.


Desde hace ya unas cuatro décadas, el mundo de la arqueología, en general, fue
saludablemente impactado por el surgimiento de la entonces llamada "new archaeology" o
arqueologías procesuales, tanto desde la Gran Bretaña (Clarke, Renfrew) como desde
Norteamérica (Binford, Flannery, Schiffer). Sus planteamientos vinieron a cuestionar las
bases de las arqueologías ya tradicionales, instaladas en una "normalidad" kuhniana, donde
coexistían las orientaciones teóricas englobadas en el concepto de particularismo
histórico.
Tanto el difusionismo como el relativismo cultural -representados en América por
algunos de sus máximos exponentes, como Menghin o Boas, respectivamente- conformaron
posiciones teóricas literalmente reaccionarias: una reacción contra el evolucionismo del
siglo XIX. Reacción creacionista y clerical por parte del difusionismo histórico-cultural y
contra la justificación de la "vanguardia de la historia" -frente a la emergencia exitosa de
los movimientos socialistas125- por parte del relativismo.
Claramente se transparenta el fondo ideológico de la disputa en torno al área
valorativa, desde la cual se definen los objetivos cognitivos que cada posición propone para
la ciencia. Una maniobra de traspaso de la ideología de una burguesía industrial del siglo
XIX, vanguardista y anticlerical -disputando el poder ideológico político a una burguesía
terrateniente apoyada en la institucionalidad y en la ideología religioso feudal-, a la
burguesía industrial financiera del siglo XX, triunfante e instalada en el poder político y
económico que descubre la efectividad de la ideología religiosa como instrumento de

124
Nos estamos refirendo al concepto de posición teórica acuñado por Gándara [1993 y 1994], como un instrumento de
evaluación que permitiría una opción racional entre teorías. Ver también Bate 1998: 24-30.
125
En este sentidio, la versión staliniana de la sucesión de modos de producción -adoptada por los "marxismos oficiales"-
asume una postura claramente evolucionista decimonónica, en pleno siglo XX.

175
dominación, esta vez a su servicio. El mecanismo de ocultación de tal maniobra se dio a
través de la imposición de otro mito ideológico, absolutamente falso pero eficiente: el de
que la "objetividad científica" se garantiza prescindiendo de juicios de valor, de modo que
el científico "objetivo " no permite que sus juicios de valor interfieran en la diáfana
transparencia de sus observaciones empíricas, base de una ciencia veraz.
Debido a lo cual, el desplazamiento del evolucionismo se dió bajo el pretexto de que
constituía una concepción "especulativa" y "abstracta". La alternativa: no arriesgar
generalizaciones antes de disponer de toda la información empírica que, algún día,
permitiría explicaciones adecuadas para cada caso, para cada cultura singular e irrepetible.
Donde la cultura es la categoría que alude a la totalidad social. La tarea central de la ciencia
arqueológica viene así a definir, de hecho, su objetivo cognitivo: la descripción. Aún
cuando el planteamiento resultara inconsistente con el hecho de estar orientada a
fundamentar la existencia de entidades abstractas preconcebidas y preestablecidas, como
"círculos culturales"126 o "universales de la cultura", levitantes en el mundo de las ideas o
de la unidad psíquica de la humanidad.
El rescate de la racionalidad científica "que amenazaba con ahogarse en el mar de la
empiria", por parte del neoevolucionismo de V.G. Childe o L. White, no escapó a la
influencia arrasadora del empirismo entre los practicantes americanos de la arqueología. Se
trataba de fundamentar, en una sólida base empírica, los particulares procesos de evolución
a nivel regional, para evitar el riesgo de ser calificados como "especulativos abstractos". Y,
en el caso de los estudios de las sociedades cazadoras recolectoras en América,
difusionistas, culturalistas, ambientalistas y neoevolucionistas coincidieron en cuanto al
objetivo de la arqueología: el establecimiento de secuencias cronológico-culturales. Donde
los mismos planteamientos evolutivos se redujeron a referencias generales simplistas y
esquemáticas pero, eso sí, con muchos más datos e información. Es el caso de las
propuestas generales o regionales de periodización, por ejemplo, de Krieger, Willey,
MacNeish, Lanning, Rouse o Lorenzo.
Frente a esa situación, no puede dejar de considerarse a la "new archaeology",
particularmente en la versión de Binford, como una alternativa radical, históricamente más
relevante que las posturas super críticas y radicales posteriores, del posmodernismo, por

126
O ciclos culturales entendidos como "sistemas de isoidas", en el caso de Bórmida [1954].

176
ejemplo. Abrió el terreno a una época de fecundas discusiones teóricas, que cobran auge en
los 80, polemizando con las propias posiciones de las arqueologías procesuales de la ya
entonces "vieja nueva arqueología" [Gándara 1982].
No obstante, el número de arqueólogos que se ocupan de temas teóricos, a través de
propuestas o críticas, sigue siendo mínimo. Y el porcentaje de colegas que son usuarios de
las teorías actualmente en competencia, aplicándolas a sus trabajos de investigación, aún
muy escaso. Por supuesto, no podría esperarse que la mayoría se dedicara a la producción
teórica dado que el espectro de temas y problemas a cubrir es amplísimo y variado, tanto
como las vocaciones y posibilidades reales de trabajo de los arqueólogos.
Pero resulta notable el hecho de que la gran mayoría de las investigaciones
arqueológicas que se llevan a cabo a lo largo y ancho del continente americano siguen
siendo inspiradas, sin mayor conciencia crítica por parte de los investigadores, en los
lineamientos derivados de las antiguas posiciones particularistas históricas. Y, a pesar de la
vitalidad de los debates teórico metodológicos que se dan en la disciplina, nuestra
arqueología real sigue siendo abrumadoramente "tradicional" y su aparente modernización
es el resultado de la mayor sofisticación de las técnicas y procedimientos de obtención y
análisis inmediato de la información empírica. Es decir, aún predomina un empirismo, por
lo demás, bastante rudimentario. Que se presenta, en los mejores casos, "técnicamente
sofisticado".
Una otra circunstancia vino a reforzar esta situación en varios países de Centro y
Sudamérica, y fue la instalación de dictaduras militares, cuya aversión a las ciencias
sociales era abierta y sus métodos represivos brutales127. En ese contexto, el temor a la
teoría se convirtió, literal y explicablemente, en terror. Del marxismo, desde luego, ni oír
hablar. La reducción de las investigaciones al manejo de datos y producción o
procesamiento de información empírica se convirtió en el refugio donde los arqueólogos
podían aparentar su total "objetividad" y "neutralidad" como científicos.
Con la supuesta restauración de las "democracias" el temor a la teorización no se ha
perdido. Y , otra vez, se presentan distintas reacciones. En Brasil, por ejemplo, que
comprende la mitad del territorio de Sudamérica, hay una profusión espectacular de
127
Como dijo el 11 de septiembre de 1973 uno de los oficiales que allanaron la Universidad Técnica del Estado en
Santiago de Chile (donde fueron asesinadas cerca de 400 personas), metralleta en mano frente al Departamento de
Ciencias Sociales de la Facultad de Ingenieros Industriales: "se acabó esta huevada de las ciencias sociales, acá hay que
enseñar Historia y Geografía" (historia oficial de las "glorias militares", por supuesto. Com. pers. Dr. Guillermo Yáñez).

177
publicaciones de información desde fines de los 70. Pero, ignoramos por qué, a diferencia
de lo que ocurre en otras disciplinas de la ciencia social, la ausencia de producción o uso
directo de teorías en la arqueología es casi total. Bastan los dedos de una mano para contar
a los autores interesados en esa temática (Funari, Lima)128. En Argentina o Chile, en
cambio, donde hay investigadores trabajando sobre cazadores recolectores, bien informados
y usuarios de algunas de las teorías disponibles (p.ej., Politis, Mena y varios otros), la
atención se ha centrado mayoritariamente129 en posiciones evolucionistas, ambientalistas o
adaptacionistas, desplazándose los intereses y la especialización más bien al campo de las
ciencias naturales, evitándose el involucramiento directo con los temas específicamente
sociales. Y nadie arriesga la menor conjetura generalizadora sin la referencia compulsiva a
los datos -considerados como "la evidencia"- por temor a ser tachado de "especulativo",
entendido como algo poco serio.
Hasta en Norteamérica se le perdió el miedo antes al marxismo, reestablecido el
mito de la democracia después de un macartismo más distante y convenientemente
olvidado130.
En suma, compartimos la apreciación general de Politis sobre Latinoamérica, en
cuanto al predominio notable del empirismo:
Firstly, Latin American archaeology is largely empiricist. Although there are a few original
theoretical approaches, such as Latin American social archaeology [...] and serious attempts
have been made to incorporate and develop North American and European methodological and
theoretical perspectives[...], the practice of archaeology within the region remains heavily
empirically grounded.131

El hecho es que, por razones diversas, predomina en la arqueología americana un


empirismo que hace que los siguientes comentarios de Bunge, a propósito de las ciencias
humanas, nos resulten cercanamente familiares:
la teorización se considera frecuentemente como un lujo, y no se admite como ocupación decente
más que la recolección de datos, o sea, la descripción. Y esto hasta el punto de que está de moda
en esas ciencias oponer la teoría (como especulación) a la investigación (entendida como acarreo
de datos). Esta actitud paleocientífica, sostenida por un tipo primitivo de filosofía empirista, es
en gran parte la causa del atraso de las ciencias del hombre. En realidad, ese punto de vista
ignora que los datos no tienen sentido ni pueden ser relevantes más que en un contexto teorético,
y que la acumulación al azar de datos, e incluso las generalizaciones que no son más que
condensaciones de datos, son en gran parte pura pérdida de tiempo si no van acompañadas por

128
J.A. dos Reis 2001.
129
Con algunas excepciones: p.e. Llamazares y Slavutzki [1990], Alvarez y Fiore [1993], Zarankin y Acuto [Eds.] 1999.
130
Para la Tierra del Fuego chileno-argentina, hay que mencionar la síntesis de la etnografía sobre los Selk'nam publicada
en España por Anne Chapman [1990], quien adopta el materialismo histórico como sistema conceptual de referencia.
131
Gustavo Politis 1999: 2.

178
una elaboración teorética capaz de manipular esos resultados brutos y de orientar la
investigación.132.

2. La producción teórica.
La arqueología americana no carece de investigadores que trabajen en la generación de
propuestas teóricas para explicar distintos aspectos de las sociedades cazadoras
recolectoras. Por el contrario, algunos de los más destacados investigadores en el tema son
americanos o trabajan en instituciones americanas, como Binford, Wobst, Painter, Gilman y
otros. Sin embargo, paradojalmente, la mayoría de ellos no se ocupa, en sus investigaciones
concretas, de la arqueología de los cazadores americanos, sino de los problemas del
"paleolítico" del Viejo Mundo. Aunque algunos de ellos sí utilizan la etnografía americana
como apoyo para la formulación de sus propuestas.
Por los comentarios que haremos sobre el uso de las teorías, queremos aclarar de
antemano que no consideramos que ésto sea un defecto, pues estamos lejos de sostener un
chauvinismo disciplinario o geográfico. Lo importante es contar con teorías disponibles y
utilizables en la investigación y no es relevante el que las propuestas provengan de la
antropología, la sociología o la historia, ni en qué lugar del planeta sean formuladas. Pues
tampoco podemos dejar de considerar a los investigadores de instituciones no americanas
que trabajan en o sobre América, realizando interesantes propuestas teóricas133.
Lo que sí es preocupante es que, habiendo teorías disponibles, el encasillamiento
disciplinario sirva de pretexto para ignorarlas y prescindir de ellas en la realización de las
investigaciones arqueológicas específicas sobre la mayor parte de nuestra historia o
"prehistoria", que fue protagonizada por esas sociedades concretas.
Variables para el análisis
En cuanto a la producción teórica disponible acerca de las sociedades cazadoras
recolectoras, usada o potencialmente utilizable en la investigación de los procesos de
poblamiento de América, nos limitaremos a sugerir algunas variables para su análisis y a

132
Bunge ob.cit: 416; cursivas nuestras. Cabe hacer notar que nosotros utilizamos el término dato para referirnos a la
realidad observable, existente con independencia de nuestro conocimiento y entendemos a la información como el
conocimiento empírico elaborado a partir de la observación, es decir, el resultado comunicable de nuestra subjetiva
experiencia sensible. Teniendo clara esta distinción, Bunge, como otros autores, usa el término de "dato" para referirse a
nuestro concepto de información empírica.
133
Como, por ejemplo, Estévez y Vila 1998.

179
anotar un par ejemplos, ya que es una tarea que excedería largamente la extensión de una
ponencia.
1) De acuerdo al nivel de generalidad distinguiremos entre:
a. Metateorías, para designar a aquellas que se formulan para un campo de
realidad más amplio que el de la existencia de las sociedades humanas. Algunas de ellas
explicitan formalizaciones particulares para el campo social. Entre las metateorías
podríamos mencionar a la Teoría General de la Evolución, la Teoría General de Sistemas o
a la Dialéctica Materialista.
b. Teorías sociales, formalizadas explícitamente para dar cuenta de la
organización y/o procesos de desarrollo de las sociedades humanas. Algunas se plantean
como apartados particulares de metateorías, como el materialismo cultural o el
materialismo histórico. Otras se refieren sólo a éste campo de la realidad, como el
funcionalismo o el estructuralismo.
c. Teorías particulares sobre las sociedades cazadoras recolectoras. Por lo
general, aunque no necesariamente, son propuestas en el contexto de una teoría general de
la sociedad. Y acá habrá que hacer un par de distinciones. En algunos casos, queda
comprendida en un concepto que abarca a otros tipos de sociedades, como el de Modo de
Producción Doméstico de Sahlins134 o el de Comunismo Primitivo (salvajismo y barbarie)
en algunas versiones marxistas, que incluyen también a sociedades productoras de
alimentos. En otros casos, no todas las sociedades con tecnoeconomía basada en la caza y
recolección corresponderían a un mismo tipo de sociedad. Testart, por ejemplo, reserva el
concepto de Comunismo Primitivo para sociedades de cazadores recolectores nómades sin
almacenamiento y los distingue del modo de producción de aquellos sedentarios o semi
sedentarios con almacenamiento135.
2) De acuerdo a la cobertura explicativa, podríamos distinguir
a. Teorías integrales, aquellas que dan cuenta de la totalidad social, integrando
las diversas esferas de la vida social: la economía, las relaciones sociales, la reproducción,
la institucionalidad, las concepciones o sistemas de ideas, etc.. Teorías de este tipo pueden
ser consideradas las propuestas de Service o de Testart136.

134
M. Sahlins 1977: La economía de la Edad de Piedra.
135
Ver Alain Testart 1982 y 1985.
136
Ver, por ejemplo, Service 1973 o Testart 1985. Aunque sus propuestas no se reducen sólo a éstos trabajos.

180
b. Teorías parciales, formuladas para explicar determinadas esferas o niveles de
relaciones de la estructura social, como la tecnoeconomía, el intercambio de bienes, el
intercambio de información, las relaciones de parentesco, la cosmovisión, etc. No por ello
son menos importantes, ya que hay algunas que constituyen aportes cruciales para buscar
respuestas a problemas determinados. Unas están formuladas como una concepción general
(que se refiere a aspectos comunes a distintos tipos de sociedad) y otras son específicas
para las sociedades cazadoras. Ejemplos de importantes contribuciones de este tipo son los
trabajos de Wobst, en la definición de las "redes mínimas de apareamiento" o las conductas
de intercambio de información, las distinciones de Meillassoux entre adhesión laboral y
parentesco, acoplamiento y filiación o patrones de movilidad y residencia137.
También hay algunas teorías que, privilegiando sólo algunas dimensiones de la
sociedad, limitan la explicación de la totalidad social a las mismas, aún cuando no
pretendan explícitamente hacerlo. Es el caso de la propuesta de B. J. Williams [1974], A
model of band society, que formula proposiciones para explicar aspectos relevantes de la
demografía de las sociedades cazadoras recolectoras. Aunque, a diferencia de otros autores
que basan sus explicaciones casi exclusivamente en variables medioambientales, Williams
funda su modelo en la articulación, principalmente, de las variables socioculturales
conceptualmente sistematizadas. Desafortunadamente es un texto poco utilizado por los
interesados en el tema.
3) Otro aspecto que es necesario considerar es que hay concepciones teóricas en
cuyo interior se han desarrollado diferentes corrientes de pensamiento que pueden llegar a
ser incompatibles entre sí frente a determinados temas. En éste sentido, no es lo mismo el
funcionalismo de Parsons, Buckley o Luhman. O los planteamientos marxistas de
Mc.Guire, de Testart138, de los arqueólogos de la Universitat Autónoma de Barcelona, o de
la llamada Arqueología Social Latinoamericana. Para no hablar del que se ha denominado
estructuralismo marxista de autores como Godelier o Rey.
4) Una otra distinción que suele hacerse tiene que ver con los niveles de la teoría y
que también se distinguirían por el grado de generalidad y abstracción. Así, se han
137
M. Wobst 1974, 1976a y 1976b; C. Meillasoux 1977.
138
La línea de McGuire, que incluye a otros autores como Marquardt o Crumley se autodenomina marxista hegeliana,
adjetivo que enfatiza la necesidad de retomar la dialéctica, aunque no deja de incurrir en planteamientos idealistas [ver
Bate y Nocete 1993]. Testart, en cambio, se considera hegeliano, aunque en su análisis notablemente preciso y detallado
de la economía de las sociedades cazadoras recolectoras muestra un manejo fluido de las categorías del materialismo
histórico [Testart 1985].

181
considerado como teorías de bajo nivel a las que se refieren a lo que, en los estudios
etnográficos, serían las conductas más cercanas a la observación empírica y que
explicarían, entre otras cosas, los procesos deposicionales. Las teorías de alto nivel serían
aquellas referidas a la abstracción de las regularidades que explicarían la organización
general de la sociedad. Y, entre ambas, autores como Binford han propuesto la necesidad
de inducir una "teoría de rango medio", concepto tomado de Robert Merton [1992].

Un par de casos
A propósito de ésto, solo mencionaremos un par de ejemplos, por cuanto el objetivo de ésta
ponencia no es el de realizar el análisis de la producción y uso de las teorías en las
investigaciones prehistóricas americanas, sino solamente llamar la atención sobre la
necesidad de reflexionar sobre el problema.

a. La arqueología procesual binfordiana. Como hemos señalado en otro lugar139, a


pesar de la indiscutible relevancia de la obra de Binford en el desarrollo de la arqueología
en las últimas décadas, no ha llegado a conformar una posición teórica consistente, debido
tal vez a la falta de una sistematización general que le habría permitido advertir
incompatibilidades lógicas entre distintas afirmaciones expresadas a lo largo de su
abundante producción científica, así como de algunos vacíos -a veces intencionales- que
impiden la articulación coherente de sus diversas propuestas. No por ello deja de constituir
una posición teórica que debe ser considerada.
En este sentido, nos remitimos al pormenorizado análisis realizado hace unos veinte
años por Gándara, en el contexto de la discusión de la "nueva arqueología", en el cual,
respecto a nuestro autor, concluye que:
resulta ser una posición teórica altamente incongruente a todos los niveles: mezcla metodologías
con objetivos distintos, confunde confirmación con corroboración, adopta posiciones relativistas
autorrefutantes y las mezcla con una epistemología ecléctica en donde el substrato final es el
idealismo subjetivo. Al parecer, existe también una confusión sobre lo que las explicaciones
nomológicas realmente son y sobre la naturaleza de las leyes que forman parte de ella. [Gándara
1981: 59]

Posteriormente, Binford [1989] clarifica adecuadamente su concepto de materialismo


filosófico, pero no advierte que ello lo habría obligado a revisar y reformular muchos de sus
planteamientos anteriores. A nivel de las metateorías, comparte planteamientos tanto

139
"Del registro estático al pasado dinámico": entre un salto mortal y un milagro dialéctico. [Bate 1992b]

182
evolucionistas como de la teoría de sistemas. En cuanto a la teoría general de la sociedad,
participa de la ecología cultural así como del funcionalismo, lo cual se expresa en distintos
textos, como el siguiente:
una de las mayores confusiones que ha plagado a las ciencias sociales es la confusión entre las
regularidades en la dinámica interna de los sistemas culturales (sincrónicas y funcionales-
internas) y la naturaleza de las dinámicas que condicionan los cambios en la organización de los
sistemas mismos y su diversificación y cambio evolutivo (diacrónicos y ecológico-externos)140

Acá nos referiremos a sus propuestas respecto a la ontología de las sociedades


cazadoras recolectoras, en las que ha centrado la mayor parte de sus investigaciones.
Como es sabido, ha promovido reiteradamente la necesidad urgente de la
arqueología de construir una teoría propia,"de rango medio", que debería referirse a las
actividades características de las sociedades cazadoras recolectoras y que permitiría
explicar, de hecho, la formación de los contextos arqueológicos. Para lo cual habría que
proceder a través de una estrategia nomológico deductiva, la cual debería consistir en partir
de formulaciones generalizadoras, de las cuales se derivan implicaciones de prueba a ser
contrastadas con la información empírica. No obstante, en su obra de 1983, In pursuit of the
past: decoding the archaeological record141, nos dice que su manera de proceder consiste
en observar datos, reconocer modelos, tener intuiciones o ideas brillantes o aún simplemente
revivir viejas nociones ya gastadas pero que sobrevivieron durante años... [1988: 115]

las que luego deben ser evaluadas a través de métodos científicos. Por esa vía se podía
anticipar, como lo hiciera Flannery, que sólo se conseguiría una colección de "leyes de
Mickey Mouse" que difícilmente integrarían una teoría general. No obstante, no dejó de
descalificar a quienes no respondieron a su convocatoria para elaborar la "teoría de rango
medio", a través de los procedimientos por él propuestos, afirmando que quienes se
abocaron a otros temas incurrían en "un pasatiempo inútil", que "no contienen propuestas
serias dentro de una disciplina científica" u otras consideraciones similares.
Ahora nos ofrece una nueva e importante obra con un conjunto de propuestas
teóricas y metodológicas que se puede prever que será un modelo a seguir para muchos
investigadores. Constructing frames of reference [2001] es un modelo de cómo se hace la
"buena ciencia"142. Por lo pronto su libro

140
Binford [1982: 97], en sus comentarios al ensayo de R. White.
141
Manejaremos la traducción al español como En busca del pasado, de 1988.
142
Quedamos advertidos de que "Theory building is not for sissies! It is a rigorous, time-consuming process, and there is
no guarantee that a comprehensive, defensible theory will reslult from the effort that has been invested in its development.

183
...is unapologettically written from a scientific perspective. It is largely an exercise in
inductive reasoning, in that it asks questions regarding the character of the world of
organized variability among ethographically documented hunter-gatherers groups. [pág.
3, subrayado nuestro]

De hecho, desarrolla una estrategia metodológica explícita, paralelamente a la


exposición de los resultados progresivos de su investigación. Comienza con un interesante
análisis crítico del conocimiento previo aportado por algunos de los fundadores de la
antropología a los que reconoce contribuciones pertinentes al tratamiento del tema, como
Mauss, Steward, Service, Lee y De Vore, Sahlins o Kaplan, entre otros. Lo que le permite
seleccionar tópicos y conceptos que considera relevantes para orientar la búsqueda de
patrones que conduzcan a generar explicaciones de la variabilidad interna de los sistemas
sociales. Entre ellos, los conceptos de banda, compartir (sharing), cooperación, tamaño del
grupo, patrones espaciales de asentamiento y movilidad, mutualismo, manejo del riesgo y
varios otros, que "demandan una investigación rigurosa"143. Luego, a través de diversos
procedimientos de correlación estadística, se da a la tarea de identificación de patrones, que
le permitirán construir marcos de referencia sobre la variabilidad medioambiental, que le
servirán para la contrastación de diversas variables sociales a través de las cuales analizará
su base de información sobre 339 grupos de cazadores recolectores documentados
etnográficamente. De esta manera, irá induciendo múltiples generalizaciones, planteando
problemas y generando proposiciones que permitirían la explicación de la variabilidad y
los cambios en distintos aspectos del sistema social. La contrastación sucesiva de marcos de
referencia medioambientales y culturales le permite ir integrando patrones derivativos de
segundo o tercer orden, accediendo a mayores niveles de generalización.
No llega a integrar una formalización teórica explicativa general acerca de las
sociedades cazadoras recolectoras, pero ofrece una larga lista de proposiciones y
explicaciones que deberían servir precisamente para lo que se propone: proporcionar
marcos de referencia para que los arqueólogos puedan deducir implicaciones explicativas a
contrastar con los registros arqueológicos. Suponemos que también a quienes estén
interesados en continuar esa tarea de construcción teórica.

Thankfully, intellectual tactics do exist that can make the process less daunting, as a review of the sequence of steps I
have taken in this study far will illustrate" [pág. 243].
143
Curiosamente, aunque está citado en la bibliografía, no discute en el texto más que de paso, la relevancia de la obra de
Testart para quien las variables de reducción de movilidad y almacenamiento son fundamentales en la distinción entre dos
modos de producción diferentes entre los cazadores recolectores y que jugarán también un papel crucial en su explicación
de los procesos de intensificación productiva y emergencia de los "sistemas complejos" en estas sociedades.

184
En lo general, es consistente con sus premisas en cuanto a que la explicación
funcional-interna de la variabilidad y los cambios en los sistemas socioculturales se basaría
fundamentalmente en variables medioambientales (ecológico-externas), como las
características del hábitat y los cambios climáticos (principalmente niveles pluviosidad e
irradiación solar). Es interesante anotar que ha tomado un par de ideas importantes de
algunos autores "posmodernos" de las nuevas teorías de la complejidad144, como los
conceptos de dependencia sensible de las condiciones iniciales y emergencia de la
complejidad, que adecua a su propia conceptualización.

b. La "arqueología social latinoamericana". Aunque no compartimos esta


designación, se trata de una serie de propuestas desarrolladas inicialmente por un grupo de
investigadores latinoamericanos que se estructuran en torno a una línea particular de
desarrollo de la teoría materialista de la historia, de orientación marxista. Probablemente
para muchos no es una posición importante. Como dice Politis
Outside Latin America the theoretical production of Latin American social archaeology has been
largely ignored; only recently has it been discussed in Spain, Portugal and, to a much lesser
extent, Great Britain. However, for the North American Marxist archaeologists the development
of social archaeology has been an impressive achievement of the last twenty years and they
attribute an important role to this school of thought in the recent history of the archaeology of
Latin America (e.g. McGuire 1992; Patterson 1994). [Politis 1999: 7]

Pero, como se trata de la posición de la que participamos, abusaremos de los


lectores haciendo una breve reseña de la misma. Se plantea como una posición teórica que
pretende ser menos inconsistente que otras e integrar, en lo general, los distintos temas y
problemas que atañen a la investigación arqueológica145. Asume la dialéctica materialista
como metateoría y, respecto a la teoría social, desarrolla una versión propia del
materialismo histórico a partir de la formalización de sus categorías básicas y la
introducción de conceptos nuevos, tanto a través de la categoría general de sociedad
concreta, como de una propuesta general de periodización histórica146. La categoría de
sociedad concreta, entre otras cosas, integra los distintos "niveles" de la teoría, en una
concepción unitaria de las distintas dimensiones de la existencia social expresada en la

144
Cita expresamente a autores como Prigogine, Gleick, Lewin o Waldrop.
145
Como afirma Eli de Gortari al referirse a los criterios de compatibilidad y completud: "...estos dos requisitos no pueden
ser cumplidos plenamente por sistema alguno, ni siquiera dentro del más estricto formalismo lógico, porque las
consecuencias deducibles de los elementos ya determinados de un sistema siempre son infinitas e inagotables" [1970: 19].
146
Ver una síntesis general en Bate 1998.

185
relación entre los conceptos de formación social, modo de vida y cultura. De la cual se
deriva congruentemente una propuesta de periodización tridimensional.
Por lo que respecta a la teoría particular, en su artículo sobre La arqueología de
cazadores recolectores en América Latina, Lanata y Borrero opinan que
The languaje is different but, as far as hunter-gatherers are concerned, the result is a purely
theoretical stance which is difficult to reconcile with the archaeological record. Archaeological
interpretation by such researchers is, in addition, more in line with a Kulturkreiss mode of
research than with anithing else (see Bate 1983; Vargas Arenas and Sanoja Obediente 1992) [...]
Developments in relation to hunter gatherers adaptations were keept to a minimum, as Ardila
Calderón (1992) has noted.

Con lo cual denotan un entendimiento notablemente limitado y erróneo, si no calumnioso,


del texto citado. Además de un desconocimiento de las propuestas específicas sobre el
tema147.
Hemos hecho una distinción entre las formaciones de cazadores recolectores pre-
tribales y tribales, basada en el contenido de las relaciones sociales de producción. Y
desarrollado una propuesta particular sobre el modo de producción de las sociedades pre-
tribales [Bate 1986].
Ésta, al igual que la de Binford -con quien compartimos una ontología y una
heurística materialistas-, es aún una teorización parcial, referida a los aspectos básicos de la
economía y las relaciones sociales de los cazadores recolectores. Consecuentes con la
categoría general de formación social, actualmente trabajamos en la formalización de una
concepción integral de las formaciones cazadoras recolectoras, que comprenda no sólo la
instancia del modo de producción, sino también sus conexiones con el modo de
reproducción, que integrarían la base del ser social, así como con las instancias
superestructurales de la institucionalidad y la sicología social. Así como el tratamiento de
las complejas interacciones bíosociales.

3. Usuarios de teorías.
En la mayoría de nuestros países ocurre lo que, siguiendo a Politis, señalan Lanata y
Borrero para Sudamérica:

147
Por supuesto, éstos comentarios merecerán oportunamente una discusión que acá no cabría. Por lo que se refiere a la
opinión de Ardila, está en lo cierto: no somos adaptacionistas. Pero el estudio de las "adaptaciones" no es lo único que
hay en la arqueología, si es lo que supone (ver nuestros comentarios al respecto en Bate 1992: 81). Igual podríamos decir
que sus contribuciones respecto a los modos de producción o formaciones sociales de los cazadores recolectores se
reducen al mínimo, lo cual no tendría caso.

186
The development of archaeological theory was slow in South America, with most of
the practitioners in archaeology relying at best on schemes developed elsewhere. [Lanata
y Borrero 1999: 77]

Como hemos visto, sería absurdo esperar que todos los investigadores tuvieran que
producir teoría para poder llevar a cabo sus investigaciones. Esto es una cuestión de
división del trabajo al interior de la disciplina. Y, así como hay una gran diversidad de
orientaciones temáticas, hay también quienes prefieren el trabajo de campo, el de
laboratorio, el trabajo interpretativo-explicativo, el desarrollo de aplicaciones
metodológicas o de proposiciones teóricas. La mayoría de los investigadores trabajan
preferencialmente en algunos de esos ámbitos, lo cual es perfectamente válido. Pero lo
importante sería procurar la articulación de las distintas instancias de la investigación bajo
posiciones teóricas o concepciones teórico-metodológicas consistentemente integradas.
Probablemente ésta es una de las mayores deficiencias de nuestras investigaciones
prehistóricas. No obstante, tampoco puede decirse que la ausencia de uso de teorías es total,
si bien la mayor parte de las investigaciones concretas teóricamente orientadas hacen un
uso parcial de las teorías disponibles o manejan teorías parciales acerca de las sociedades
en estudio.

Préstamos y retazos de teorías.


Son diversos los casos en que las teorías científicas empleadas con el fin de proponer
explicaciones para los fenómenos que son objeto de estudio de la arqueología han sido
tomadas de escuelas de pensamiento derivadas de otras ciencias, comenzando por el
evolucionismo del siglo XIX. Este intercambio teórico entre disciplinas científicas es , sin
duda, necesario y puede ser fructífero. Sin embargo, toda transferencia de postulados
teóricos debe ser cuidadosamente analizada, puesto que, generalmente, una posición teórica
determinada se desarrolla con el fin de explicar aspectos muy definidos de la realidad y sus
enunciados básicos no siempre pueden aplicarse a otra clase de fenómenos.
Los conceptos derivados de determinadas posiciones teóricas suelen migrar hacia
otras disciplinas de diferentes maneras:
1) En la forma más "blanda", suele tratarse de la adquisición de términos o
conceptos solamente como metáforas; en cuyo caso, sirven más a la reflexión filosófica que
a una explicación estricta.

187
2) En otros casos, algunos procedimientos, conceptos "duros" o ideas clave de una
teoría son utilizados en un contexto disciplinar diferente.
3) En una tercera posibilidad, cuerpos teóricos completos son aplicados a
fenómenos para los cuales no habían sido enunciados inicialmente.
Un ejemplo de migración de conceptos entre disciplinas en forma de metáfora es el
uso de la noción de caos, definido en forma dura para los estudios de fenómenos de
turbulencia en fluidos pero que, como metáfora, se encuentra en la mayoría de los discursos
de corte posmoderno de la década de los noventa. Como caso de un cuerpo teórico
trasladado de manera íntegra a una nueva disciplina, podemos pensar en la aplicación que
hace la primera sociobiología de la teoría neodarwiniana al estudio de las sociedades
humanas. La alternativa intermedia en que algunos conceptos o elementos teóricos son
trasladados a un contexto disciplinario completamente distinto, se encuentra en el
desarrollo de los pocos modelos explicativos sobre las sociedades cazadoras recolectoras
del continente americano.
En su nivel más pedestre, en los últimos 25 a 30 años se ha puesto profusamente de
moda un préstamo terminológico que, sin contenido teórico real (es decir, explicativo), se
ha empleado como comodín para organizar espacialmente la información arqueológica: las
"adaptaciones":
More often than not the adopted approaches confused theoretical innovations with
technical advances, or with the use of a jargon. As a result, what were previously known
as 'traditions' were updated and renamed 'adaptative systems'. [Lanata y Borrero ob. cit.:
82, subrayado nuestro]

De lo cual hay innúmeros ejemplos148, donde el término "adaptación" -con variantes


a gusto del consumidor, como "sistema adaptativo", "patrón adaptativo", "estrategia
adaptativa"- no implica más que la perogrullada (que bien podría ser falsa) de que si un
grupo humano habitó un ámbito geográfico o ambiental, es porque se adaptó a él y que,
cualesquiera sean los artefactos o patrones del registro arqueológico, evidencian dicha
adaptación a los recursos del medio149.

148
Una de las pocas propuestas generalizadoras sobre los cazadores sudamericanos en la pasada década [Dillehay, Politis,
Ardila y Beltrão 1992] no escapó a esa moda.
149
Lo cual nos puede llevar a descubrimientos notables como que las redes, anzuelos y arpones de la costa del Pacífico
muestran "adaptaciones marítimas" o las puntas de proyectil, cuchillos, raederas y raspadores donde había camélidos,
evidencian "adaptaciones de altura". En casos más complicados, la ausencia de puntas líticas bifaciales en algunas zonas
selváticas, se debe a que se las hacía de madera o hueso, materiales perecibles que no aparecen en los registros pero
indican "adaptaciones a las selvas tropicales". Creemos que resultaría odioso abundar en citas de ejemplos concretos.

188
Por supuesto, no todas las propuestas son de ese nivel. De cualquier modo,
representa un avance el que se multipliquen los estudios que desarrollan implicaciones de
prueba para contrastar hipótesis derivadas de diversas propuestas teóricas. Aunque, como
dice Bunge
Un manojo de hipótesis sin coordinar, aunque siempre es mejor que la completa falta de
hipótesis, puede compararse con un acúmulo de protoplasmas sin sistema nervioso. Es ineficaz,
no ilumina nada y, además, no da razón de las efectivas interrelaciones que se dan entre algunas
de las estructuras reales (leyes objetivas) El progreso de la ciencia supone siempre, en mayor o
menor medida y entre otras cosas, un aumento de la sistematicidad o coordinación. [ob.cit.: 415]

Merecen una mayor atención otras propuestas teóricas de mayor alcance, debido a
que no solo se han incorporado unos cuantos retazos de teoría, sino que se ha pretendido
aplicar todo un corpus teórico generado en otras disciplinas a la resolución de los
"problemas planteados por los materiales arqueológicos". Recordemos que, contrario a lo
que muchos colegas opinan, los materiales no pueden proponer nada, son cosas dadas; es
solo desde el área de las valoraciones de la sociedad, el investigador y, en el mejor de los
casos, la posición teórica, donde se plantean los problemas de investigación pertinentes.
Tal es el caso de la aplicación de algunos principios de la ecología evolutiva y la
ecología de poblaciones, campos de investigación desarrollados inicialmente para el estudio
de grandes conjuntos de poblaciones animales y vegetales, que han sido empleados, con
diferentes grados de éxito, en la interpretación de la relación del ser humano con el entorno
en que vive. Cuando estas teorías, aunadas a la biología evolutiva, se han empleado para
comprender procesos biológicos de largo alcance, han producido notables avances en el
conocimiento del proceso de evolución humana. Como ejemplos, podemos anotar los
estudios sobre adaptaciones morfológicas y fisiológicas de las poblaciones humanas a las
grandes alturas de la región andina, la relación existente entre clima, dieta y
braquicefalización, los patrones de morfolología corporal en relación a la temperatura y la
humedad, etc.. Todos estos son procesos microevolutivos en los que la adaptación se
explica por un proceso de selección natural.
Existe una variedad de rasgos biológicos que se presentan en una población que no
son condicionados por la selección natural, sino por deriva génica. Estos mecanismos
explicativos resultan importantes e ineludibles cuando estudiamos características biológicas
de las poblaciones humanas, aunque cada día es más evidente que la teoría biológica no es
en modo alguno suficiente para explicar todas las pautas en evolución biológica que

189
caracterizan al ser humano [cfr. Terrazas, 1998, 2001]. Se hace, por lo tanto, necesario explicar
los procesos evolutivos y revolucionarios de la organización de las sociedades humanas y
sus manifestaciones culturales, en el corto y en el largo plazo, por sus propiedades internas.
Algunos autores han considerado, de manera explícita, que los principios de la
teoría biológica, o alguna modificación funcionalista de la misma, son suficientes para
explicar el desarrollo de la cultura humana. Tal es el caso de la definición de la cultura
como un conjunto de adaptaciones extrasomáticas al medio ambiente, comportamientos
adquiridos por medios cognitivos (no hereditarios genéticamente), que forman parte de la
adaptación de una población a su entorno ecológico. Esta postura clásica de la antropología
funcionalista ha sido llevada a su extremo por autores que sostienen que los elementos de la
cultura material (léanse evidencias arqueológicas) constituyen verdaderos componentes del
fenotipo humano, por lo cual estarían sujetas a los mismos principios de mutación y
selección natural que los órganos biológicos [cfr. Lanata y Borrero, 1999]. Por lo tanto, los
patrones de distribución regional de diferentes artefactos líticos podrían explicarse en
términos de dispersión, vicariancia, variación y selección entre cazadores recolectores,
como los autores citados sostienen.
150
Functionalist views interpret diversity as adaptation to a changing resource base [op. cit., 81]

Nos parece que estos modelos adolecen de dos grandes problemas que los hacen
inoperantes para el estudio de los procesos de poblamiento temprano en América. El
primero es que se trata de teorías que se encuentran bajo ataque en el propio campo de la
teoría biológica y ecológica, precisamente porque resultan insuficientes para explicar la
diversidad de la vida y, en segundo lugar, porque carecen de una definición de la sociedad
humana y de la cultura que se corresponda con la realidad.
En efecto, los enfoques clásicos de la ecología evolutiva sostienen que la estructura
de las comunidades ecológicas y su evolución, a lo largo del tiempo, es tan solo un
producto pasivo de los procesos de adaptación y evolución que operan en cada una de sus
poblaciones, en respuesta a los cambios ambientales, básicamente los climáticos [Foley
1984]. Desde esta perspectiva, resultaría normal considerar que la evolución de las

características culturales humanas produciría modificaciones como respuestas totalmente

150
En realidad, la variabilidad se origina de manera aleatoria y la selección opera reduciendo la diversidad

190
pasivas a los cambios del entorno. Sin embargo, se ha encontrado que las comunidades
ecológicas son capaces de una autoorganización mucho mayor de la que anteriormente se
había supuesto. La evolución de las comunidades ecológicas no es una respuesta simple a
los cambios del clima, sino que se trata de un proceso de interacción múltiple entre las
poblaciones componentes. La capacidad de respuesta de una comunidad depende de su
estructura interna y no de la direccionalidad impuesta por el ambiente. Es en el interior de
la comunidad donde tenemos que buscar las causas de su evolución [Margulis 1995]. Incluso
se ha postulado que la estructura de las comunidades biológicas es capaz de modificar las
condiciones del clima, llegando a una escala planetaria, formulada bajo el concepto teórico
de Gaia [Lovelock, 1995].
Esta conclusión nos remite a la segunda problemática, que consiste en la inadecuada
definición de la sociedad y la cultura humana en los enfoques funcionalistas.
Principalmente, en los que el reduccionismo biológico es rampante, se presenta a la
sociedad como un sistema cuya función es reproducirse y, para hacerlo, debe responder
adecuadamente a los cambios del ambiente. Cuando sostienen que la cultura es la manera
cómo estas sociedades se adaptan de manera pasiva a las presiones exteriores, están
olvidando que la capacidad de respuesta, de cambio o permanencia cultural, no depende de
las supuestas condiciones “modeladoras” del ambiente, sino de las características internas
del sistema social (lo que hoy en día se conoce como capacidad autopoiética). Olvidan que
es en el interior de las sociedades, y en su estrecha relación con las características
biológicas de las poblaciones (la relación bio-social) que sustentan esas sociedades, donde
debemos encontrar las explicaciones de las características históricas de esas sociedades.
Por otra parte, los modelos funcionalistas hacen caso omiso de la principal
característica de la cultura humana y se trata de que las sociedades humanas no se adaptan
al ambiente, sino que se organizan para modificar este entorno de acuerdo con sus
necesidaes. Aún en el caso de los grupos de cazadores recolectores de tecnología más
simple, encontramos que su manejo cultural produce efectos de transformación a diversas
escalas en el ecosistema en que viven. Esta capacidad transformadora, que ocurre de
manera no intencional, pero que también implica una planeación por parte de los seres
humanos (característica inexistente en la teoría biológica, y por lo visto, también en los
modelos biologicistas de algunos colegas), es uno de los problemas centrales que deben

191
explicar las ciencias humanas y los modelos funcionalistas y “adaptacionistas” la ocultan
haciendo lucir a la sociedad como una verdadera “caja negra”, como veremos.

"Black box societies".


Desde hace un tiempo, hemos venido usando la metáfora de la "caja negra" para referirnos
a uno de los usos más frecuentes de las teorías por parte de nuestros colegas evolucionistas
y adaptacionistas. Y, en un típico caso de "redescubrimiento", encontramos a nuestro
"predescubridor"151 en el uso de tal analogía, nada menos que en Edmund Leach, hace
treinta años. Hace las mismas analogías que nosotros, aunque llega a conclusiones
diferentes.
Dejemos que sea el mismo Leach quien nos resuma el concepto de "caja negra":
A Black Box is any imaginary mechanism, the workings of which cannot be investigated.
Notionnally we can observe the input (x) to the Black Box and also the output (y). This
may show us that the relationship between x and y is ordered and not random, i.e. that y
= F (x). In such circumstances we cannot infere with any confidence whatsoever what
goes on inside the Black Box. [Leach 1973: 675]

Tal relación es esquematizada en la fig. 1,

INPUT “Black Box” OUTPUT


x y
y = F (x)

FIG. 1

mostrando cómo operaría en el caso de las investigaciones antropológicas y arqueológicas


en la figura 2. [Tomadas de Leach, págs. 765 y 766 respectivamente]

Primary focus of social


anthropological interest
(information flow)

Prehistoric Work interfase Prehistoric social Patterned Archaeological


Environment between society system incorporating material site
and its numerous residue
environment subsystems of work

INPUT OUTPUT
x y

Primary focus of archaeological interest


(energy flow)

………………… FIG. 2

151
Véase éstos conceptos en R. Merton 1992: 25 y ss.

192
Anotaremos alguno de sus comentarios, que son pertinentes a nuestro tema
...these same "new" archaeologists -and I am thinking here of Professor Binford's contributions
to our present discussions- give the impression that they are naively optimistic. They appear to
believe that, given sufficient scientific ingenuity and sufficient wealth of ethnographic parallels,
they will not only be able to make inferences about x from a study of y, but further they will then
be able to extend the study of x to a point at which they can reconstruct the structure of the
internal organization of the Black Box itself.
This is an illusion. There are always an indefinitely large number of alternative ways in
which particular human social systems might be adapted to meet particular ecological and
demographic situations. It is quite untrue that forms of social organization are some 'determined'
by the environmental situation and the cultural repertoire with which a particular group is
equipped to encounter that environment. [ob. cit.: 767]

Pero pensamos que Leach incurre en un pesimismo poco sustentable al suponer que
los sistemas sociales no son inferibles para los arqueólogos. Y exhibe, por su parte, un
optimismo notablemente ingenuo al argumentar que, si bien para la arqueología
...the contents of the Black Box, social organization as the social anthropologist understands that
term, must for ever remain a mistery. In contrast, the ethnographer-social anthropologist has no
Black Box problem; he can observe the workings of the system at first hand, and that is always
the focal point of his interest. y, which forms the data of archaeology, does not fall within the
purview of social anthropologist at all. [pág. 767]

En efecto, la diferencia entre el etnógrafo y el arqueólogo consiste en que el primero puede


observar directamente las manifestaciones fenoménicas del sistema social y el arqueólogo
debe inferirlas. Pero en ninguna ciencia las regularidades del "sistema" o de la "estructura"
que rigen en los distintos campos de la realidad se observan, ni "de primera mano" ni
directamente152. Si así fuera, es posible que uno de los primeros americanos fuera un
Newton ya que, seguramente, desde hace muchos miles de años, los primeros sapiens
observaban diariamente una multitud de manifestaciones de la existencia de la ley de
gravedad. Del mismo modo, ni la estructura del parentesco, las relaciones de producción o
las conexiones entre institucionalidad e ideología se revelan a la observación del sociólogo
ni del antropólogo. Se trata de regularidades que sólo pueden ser conocidas a través de
inferencias racionales, las que no se derivan ni espontánea ni necesariamente de la
observación.
En lo que tiene razón Leach, específicamente en su crítica a Binford, es en cuanto al
error de las premisas bajo las cuales se pretende elaborar una teoría social -de cualquier
rango- sobre las sociedades cazadoras recolectoras consideradas ahistóricamente

152
El mismo Leach ha hecho esta distinción a través de los conceptos de "cultura" y "estructura social".

193
...I appreciate your difficulty as archaeologists; you would like to use the data of ethnography to
give flesh and blood to your archaeological remnants. Used with great discretion, I believe that
ethnographic evidence can help you to do this; but too far many of the participants at the
Seminar seemed to think that the analogies between the ethnographic society and archaeological
society are direct... i.e. that the 'primitive' societies fron the 20th century can be treated as
fossillised survivals from proto-historical or even palaeolithic times. This is a very 19th century
idea. [pág. 761]

Volviendo al tema que nos interesa -acerca del uso que se está haciendo de los
préstamos teóricos entre los prehistoriadores americanos- hay que decir que no se trata de
que busquen inferir x (las condiciones paleoambientales) a partir de y (el registro
arqueológico). Más bien se opera al revés: se pretende que, dadas determinadas condiciones
ambientales x, conocidas gracias a las disciplinas pertinentes (paleo climatología,
arqueozoología, etc.) se podría explicar y, es decir las características del registro
arqueológico. Bajo el supuesto de que éstas son el efecto de un "sistema adaptativo" que es
el que opera como una verdadera "caja negra", es decir, no se sabe cómo. Y, bajo el
supuesto de que lo que interesa es explicar la variabilidad y el cambio, lo más común es que
se nos presenten correlaciones que nos muestran que "en la época tal cambió el clima, se
modificó la composición y distribución espacial de la flora y la fauna, los cursos o niveles
de las aguas y, como consecuencia, se modificó el patrón de asentamiento, o la distribución
y composición porcentual de los artefactos". Se subentiende que algo tuvo que ver la
organización social, pero no se sabe qué, ni por qué. Es una buena manera de eludir el
compromiso de tratar los temas específicamente sociales.
Lo que queremos es llamar la atención acerca de la notable falta de uso de teorías
sociales, que expliquen no sólo las supuestas "adaptaciones" sino, en general, los distintos
aspectos de los procesos sustantivamente histórico sociales. Se supone que la arqueología
estudia "pueblos", "culturas" o "sociedades" y es precisamente sobre lo cual se carece de
teorías explícitas. De manera que los agentes del cambio no resultan ser los pueblos ni las
sociedades sino, como lo diría explícitamente Binford, se trata de agentes "ecológicos
externos". Con la diferencia de que este investigador sí asume, al menos y a su manera, la
tarea de explicar las relaciones "funcionales internas" de las sociedades cazadoras
recolectoras.

Para sintetizar este punto, podemos decir que, en cuanto a la "Prehistoria" en


México, como en el resto de América, los muy abundantes estudios empíricos guardan una

194
notable desconexión con la producción teórica que deberían servir de orientación e
integración de la investigación sobre el tema. Y las excepciones, no muy numerosas,
muestran en general una subutilización y retraso respecto a esa producción.

II. Las "teorías" sobre el poblamiento americano.


Tal vez resultaría demasiado grandilocuente hablar, como se hace con mucha frecuencia,
acerca de las "teorías" sobre del poblamiento americano. La mayor parte de las propuestas
son conjeturas mejor o peor fundamentadas acerca de quiénes fueron, cuándo, cómo o por
dónde ingresaron los primeros pobladores del Nuevo Mundo. Escaseando las tentativas de
respuestas a preguntas de tipo por qué153.
Por lo demás, las caracterizaciones hipotéticas de esos pueblos se limitan a su
posible filiación racial o a sus acervos artefactuales, fundamentalmente su industria lítica. Y
no es que se trate de información poco relevante, pero el hecho es que no se sobrepasa el
nivel de lo empíricamente observable. No hay hipótesis acerca de sus posibles formas de
organización social, por ejemplo.
Para una síntesis del estado actual de los conocimientos y desconocimientos en
torno al tema no nos remitiremos a las preclaras intuiciones del padre Joseph de Acosta y
sólo mencionaremos de manera abusivamente breve los problemas que han orientado las
investigaciones desde los comienzos de los trabajos "científicos" sobre la cuestión, para
reseñar los aspectos más relevantes de los debates de las tres últimas décadas, que
configuran la situación presente. Para una discusión más amplia de la historia de las
propuestas, nos remitimos a trabajos anteriores [Bate 1983, 1990 y 1992a; también Lorenzo 1986].

El "hombre fósil" americano.


La primera etapa de estas investigaciones se remonta a la primera mitad del siglo XIX,
cuando el naturalista danés P.W. Lund reporta el hallazgo -en Lagõa Santa, Brasil- de
osamentas humanas junto con restos de animales desaparecidos que mostrarían "haber
pertenecido a una creación distinta a la que se presenta hoy a nuestra vista". Asociación
estratigráfica que confirma en 1843. Fue la etapa de búsquedas del "hombre fósil"
americano, en que la cuestión en debate era si el hombre llegó a coexistir con fauna

.153 A lo más, se limitan a explicaciones del tipo de que ingresaron por la costa o por un posible corredor lauréntido
porque el resto del continente habría estado cubierto por casquetes glaciares.

195
pleistocénica extinta en este continente. Polémica que alcanza un punto culminante con la
propuesta de F. Ameghino -publicada en 1880, en París, en La Antigüedad del Hombre en
El Plata-, rechazada por Ales Hrdlicka en 1911, quien no aceptaba ocupaciones del final
del período glacial. Ambos planteamientos ya están largamente superados. Esa fase se
cierra a fines de los años 20 y principios de los 30 del siglo XX, al aceptarse los hallazgos
que confirman dicha coexistencia en el que se llamó "complejo Clovis-Portales" en
Norteamérica y el "Período I" de Bird, registrado en las cuevas de Fell y Pali Aike, en el
extremo sur de la Patagonia.

Culturas "primitivas" y "modernas".


Luego, desde mediados del siglo XX, se genera una serie de propuestas que, aunque se
fundan en distintas orientaciones, comparten el objetivo particularista histórico de culminar
con la elaboración de secuencias cronológico-culturales. Prácticamente todos los autores
que formulan secuencias generales -de escala continental- coinciden en la distinción entre
culturas de cazadores de tipo "primitivo" o "moderno", basadas fundamentalmente en la
morfología de las industrias líticas.
La pregunta central a la que responden tales planteamientos se refiere a si los
primeros habitantes de América fueron pueblos atribuibles al Paleolítico Superior del Viejo
Mundo o anteriores a él, del Paleolítico Inferior o Medio. Cuestión sin duda más relevante
y de implicaciones más interesantes que el "debate Pre Clovis/Clovis First" [ver Bryan 2000].
Y, en torno a ella, la mayoría de los autores proponía la presencia americana de poblaciones
de tipo Paleolítico Inferior-Medio y, por lo tanto, anteriores a Clovis. Se trata del Pre-
projectile point de A. Krieger [1964], del Protolítico de O. Menghin [1963] y de J.
Schobinger [1988], los Estadios I y II de R. MacNeish [1976, 1977], las tradiciones de lascas,
de buriles y de bifaces de G. Willey [1971], de acuerdo con Lanning y Patterson [1967], o el
Arqueolítico de J.L. Lorenzo [1967, 1986], entre otros.
La debilidad capital de esas propuestas es que respondían a una interpretación
errónea de las industrias líticas y carecían de confiabilidad de registros arqueológicos y
cronológicos, implicando la imposibilidad de sostener la existencia real de esas supuestas
entidades culturales, tal como habían sido definidas. Tema que, en su oportunidad,
criticamos detalladamente para Sudamérica, aceptando unos cuantos registros confiables
anteriores al 12.000 a.p., que incluyen a Monte Verde [Bate 1983].

196
Hacia comienzos de la década de los 80, las mencionadas secuencias pierden peso
como sistemas de referencia, principalmente porque el desarrollo de investigaciones
regionales con mejores técnicas y registros más confiables no las toman en cuenta. Pero son
muy escasas las nuevas propuestas de alcance general [vg., Dillehay, Ardila, Politis y Beltrão
1992] y la discusión se vuelca hacia el tema más puntual de la cronología, posible

proveniencia y rutas de ingreso de los primeros americanos.

El "debate Pre-Clovis/Clovis first": una farsa mercadotécnica.


La obra general más reciente sobre este tópico es The settlement of the Americas de
Thomas Dillehay [2000], director de las acuciosas investigaciones sobre el sitio de Monte
Verde, en el sur de Chile. Esta nos da una buena idea de la orientación que han seguido la
mayoría de las publicaciones de divulgación científica en los últimos años y de cómo se
plantea la problemática en la actualidad.
Se ha puesto como centro de la "polémica" una controversia parroquial
norteamericana acerca de si los primeros habitantes del Nuevo Mundo fueron los
"paleoindios" que iniciarían con la cultura Clovis, o poblaciones anteriores a ella (el debate
Pre-Clovis/Clovis First). Donde Dillehay aparece como el adalid de la "nueva teoría",
echando por tierra a las "viejas teorías", que suponían que los primeros pobladores de
América habrían sido los portadores de la cultura Clovis, de supuesta filiación
mongoloide154, extendiéndose a una velocidad vertiginosa por todo el continente y
arrasando con la megafauna, hasta el extremo austral.
Esto no corresponde a la realidad histórica de las últimas décadas de la arqueología
americana -menos aún en Sudamérica- y tiene más apariencia de ser un buen recurso
mercadotécnico, presentado como si fuera el centro de la gran polémica "teórica" en toda
América. Es posible que haya servido para sensibilizar a las instituciones financiantes pero,
de hecho, la pregunta a que responde es mucho menos relevante que las cuestiones
planteadas por las "teorías" anteriores.
Ocurre que la hipótesis de que la población Clovis fuera la primera de América
nunca tuvo mayor trascendencia fuera de los EE.UU. y, fuera de ese país, muy pocos

154
Hoy en día, gracias a los importantes avances en los estudios genéticos, se sostiene que las poblaciones atribuídas al
"paleoindio", no compartirían las características mongoloides de las poblaciones "amerindias", las cuales se generalizarían
después del 9.000 a.p. [p.e.: Powell, Neves, Ozolins y Pucciarelli 1999].

197
autores fueron conocidos por haberla sustentado, como V. Haynes, P. Martin o Th. Lynch.
Tal propuesta nunca llegó a ser predominante en el resto de América.
En los hechos, como hemos visto, la gran mayoría de las "viejas teorías", es decir,
las que estaban en boga cuando se dan a conocer las primeras publicaciones sobre Monte
Verde155, proponían la existencia de poblaciones o "culturas" pre-Clovis.
Por supuesto, todo esto es algo que Dillehay sabe muy bien156. No obstante, no sólo
no se ha molestado en aclarar las cosas a sus colegas norteamericanos que serían, en todo
caso, quienes se pueden haber creído el mito de "Clovis first", sino que él mismo presenta
la cuestión como si fuera un debate de alcance continental157. Lo único que llega a decir es
que
Because many South American archaeologists did not see the North American Clovis theory
as applicable to the Southern Hemisphere, they developed different and exiting ideas about the
peopling of the Americas that are largely unknown in the English-speaking world158.

Y, líneas más adelante


Only in recent years have North American archaeologists looked seriously beyond North
America to study the origins of the first Americans.[Ibídem]

Lo cual ya no corresponde a la verdad, desde que varios autores norteamericanos


ocupados del tema como Krieger, Willey, Rouse, Lanning y Patterson o Mac Neish siempre
incluyeron la información latinoamericana disponible. Los últimos desarrollaron incluso
algunos de los más importantes proyectos regionales en Perú, Chile, Ecuador o México, con
respaldo de la Universidad de Columbia o la Peabody Foundation.
Pero otra afirmación errónea aparece desde la primera página del Prefacio
[ob.cit.:XIII]:
Many books have been written about the archaeology of the first North American and
the processes that led to their arrival and dispersion throghout the Americas. No such book
exists for South America. [Subrayado nuestro]

Difícilmente Dillehay desconoce la obra de Schobinger Prehistoria de Sudamérica [1988]


que acepta Monte Verde, no porque sea un converso a "la nueva teoría", pues sus
planteamientos estaban ya claros en el libro anterior, de 1969. O nuestro trabajo

155
Dillehay 1981, Collins 1981.
156
Dillehay, com. pers, en reunión de convivencia con arqueólogos asistentes al XIII Congreso Nacional de Arqueología
Argentina en Córdoba, 1999.
157
Tal vez no está demás aclarar que cuando usamos el adjetivo americano, entendemos que América se extiende desde
Alaska a Tierra del Fuego (además de la Antártida) y, cuando nos referimos al continente se trata de toda América.
158
Dillehay 2000: XIV.

198
Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica [1983], para el cual tuvo
la gentileza de enviarnos las fotos que ilustran Monte Verde. Creo que fuimos de los
primeros en aceptar, en una obra general sobre los cazadores recolectores sudamericanos
(sin haberlo cuestionado antes), al sitio de Monteverde -con una fecha de 12.500 años a.p.-
como el más temprano del área meridional andina, seguido por Quereo y Tagua-tagua.
Para no remontarnos al volumen sobre Sudamérica de An introduction to American
Archaeology de Gordon Willey [1971].
Y el mito se construye, al buen estilo norteamericano, pasando de la modesta
historia del ciudadano común al protagonismo continental:
I thought Monte Verde probably dated in the late Ice Age, sometime between 11,000 and 10,000
years ago. My colleages and I were startled, however, when radiocarbon tests on the bone,
charcoal from firepits, and wooden artifacts consistently yielded dates of more than 12,000 years
ago. These dates were simply impossible. As a graduate student, I had been trained to believe
(and never seriously question) that the first culture in the New World was the Clovis culture...
[ob.cit.: XV]

Donde, de paso, nos informa de la mala formación que reciben los graduados
norteamericanos en arqueología. Pero, ya en la siguiente página, no es sólo un defecto de la
enseñanza local, pues se trata de que
Clovis represented one of the most deeply entrenched archaeologiacal theories in the New
World... [pág. XVI, subrayado nuestro]

Lo cual, como resulta evidente, es simplemente falso. Y cuando resume, mas adelante
What all this boils down to is the politics of science and the replacement of one paradigm by
another [pág. XVIII]

se trata de una aseveración que probablemente sea válida para el medio norteamericano,
pero de ninguna manera para todo el Nuevo Mundo. Lo que ocurrió con Monte Verde fue
lo mismo que pasó con la mayoría de las "viejas teorías" que proponían que sí hubo
poblaciones pre-Clovis: que fueron sometidas a rigurosos cuestionamientos fácticos, debido
a que la información en que se sustentaban las supuestas entidades culturales más antiguas
carecían de confiabilidad, tanto de los registros como de las interpretaciones159.
De manera que no faltó el capítulo de "Monte Verde under fire", resistiendo a los
múltiples ataques de los fundamentalistas "Clovis first". Ni el del "gran jurado" que acaba
por absolver a Dillehay de toda sospecha, con lo cual la "nueva teoría" triunfa finalmente

159
Ver Bate 1982, 1983 y 1990. Donde quedará, además, suficientemente claro que nunca sustentamos la idea de que la
primera población americana fuera Clovis. Desde un principio aceptábamos fechas anteriores a 12.000 a.p. para El Abra,
El Jobo [Taimataima], Huargo, Sitio do Meio, Santana do Riacho, o Los Toldos, para mencionar algunas.

199
sobre las "viejas teorías". Y mientras tanto, han proliferado en casi todas las revistas de
información científica, en la páginas de Internet o en las revistas y programas televisivos de
divulgación, los apóstoles de la "nueva teoría"160.
Si todo esto ha permitido obtener buenos apoyos para la investigación habrán sido,
al fin y al cabo, recursos bien invertidos161. Pero es poco justo que Dillehay, exceptuando a
Bryan y Krieger, no cite a ninguno de los investigadores que, desde siempre, han propuesto
el poblamiento de América por poblaciones pre-Clovis en el contexto de dicha polémica162.
Con lo cual aparece, al menos ante sus lectores norteamericanos, como el gran precursor
radical de la "nueva teoría" , de la gran revolución paradigmática. Y el pretender poner el
tema en el centro del gran debate del Nuevo Mundo, tiene todos los visos de ser una nueva
modalidad de lo que, en su tiempo y en otras circunstancias, Evans y Meggers calificaban
como "imperialismo" de la arqueología norteamericana en América Latina [Evans y Meggers
1973].

Por lo demás, el libro comentado contiene una buena síntesis actualizada de la


información relevante sobre el tema. El argumento básico es correcto y está bien sostenido:
hace unos 11.000 años ya existía en Sudamérica una tal diversidad cultural que resulta
absolutamente inexplicable a través de una colonización relámpago que se hubiera iniciado
en Alaska unos 280 años atrás. Por lo tanto, compartimos su opinión de que el tema de la
fecha del ingreso de los primeros grupos humanos a América queda abierto y bien puede
remontarse a varios milenios antes de Clovis.
Se incorporan también a la obra los aportes relevantes proporcionados por otras
disciplinas como la antropología física, los estudios genéticos o lingüísticos, como ya lo
están haciendo otros autores [p.ej., Dixon 1999]. Y, poniendo el ejemplo en cuanto a la
160
Hasta en una revista para pasajeros de una línea aérea sudamericana, el traductor(a) de un artículo publicado
originalmente en Discover Magazine -seguramente alguien más o menos informado sobre el tema- se toma la libertad de
enfatizar el punto a su manera: "...un grupo de arqueólogos llegaron a un punto de consenso de que el cercano sitio de
Monte Verde tenía 12.500 años de antigüedad. Esa concordancia de opiniones invalidó la vieja teoría de que los primeros
americanos fueron fueron los pobladores de Clovis,..." Y, más adelante, "...hasta los más acérrimos enemigos de la nueva
teoría quedaron atraídos con los hallazgos." [Shanti Menon: Los primeros del continente/First settlers on the continent,
Ladeco Magazine, pp. 57-63, enero-febrero del 2000].
La versión original en inglés dice: "...a dozen archeologists toasted the passing of a paradigm. They have finally
accepted that the nearby site of Monte Verde was 12.500 years old. In doing so, they put to rest the long-standing theory
that the first American were the Clovis people". Luego "...even the staunchest skeptic was converted".
161
Sin lugar a dudas, mucho mejor invertidos y menos costosos que cada misil "inteligente" con los que se están
asesinando "colateralmente" a miles de civiles afganos. Sirva esta comparación desproporcionada para evaluar la
importancia que las instituciones otorgan a la investigación arqueológica.
162
A Schobinger, por ejemplo, sólo lo menciona en la larga lista de colegas sudamericanos a los cuales agradece la
oportunidad de haber dicutido o conocido de primera mano la información sobre el registro arqueológico del Pleistoceno
tardío.

200
necesidad de superación del empirismo llano predominante163, incorpora la discusión de
aspectos teóricos y de orientaciones temáticas más recientes. Pero, aunque hace
aseveraciones como la siguiente
The environment should not, of course, be emphasized unduly: Although people's natural world is
important, it is not so important that it overshadows their history. Phisiography and climate can
force people to change their mode of life, but even so these factors remain external to the history
of a people. [pág. 45]

Aseveraciones que, por lo demás, seguramente compartirían muchos colegas en su línea164-,


en los hechos, sus planteamientos asumen eclécticamente aportes diversos, predominando
un enfoque marcadamente ambientalista y adaptacionista. Es, con todo, la mejor síntesis
actualizada de la información para los cazadores recolectores sudamericanos.
En realidad, si hemos considerado pertinente opinar -en tono impertinente165- sobre
este "debate", es principalmente para destacar el hecho de que ha incidido en desviar la
atención de las investigaciones sobre los temas más importantes que ya estaban planteados
en la prehistoria americana, aún cuando fuera desde posiciones empírica y teóricamente
bastante precarias.

La problemática del poblamiento americano.


Dado que la cuestión de la existencia de ocupaciones pre-Clovis en América debería
considerarse una cuestión definitivamente resuelta, se trata de ver cuáles son los problemas
que hoy debería enfrentar la investigación del tema. Muchos de ellos estaban esbozados ya,
implícita o expresamente, antes del episodio poco relevante del debate en torno a Clovis.
El cual, por lo demás, no es un debate teórico, sino estrictamente empírico: se trata de si
existen o no existen datos confiables de ocupaciones humanas anteriores a las más antiguas
dataciones asociadas a Clovis. Cuestión que se resuelve simplemente con un par de
registros bien documentados y fechados.
Estas cuestiones tienen que ver con la explicación tanto de problemas de los
procesos de desarrollo y cambios en la historia de la evolución humana, como del tipo de
sociedades que podrían estar implicadas en los procesos de poblamiento de nuestro

163
Inquietud manifiesta en textos anteriores, como el ya citado de 1988, en que participa de las críticas de la corriente
ontologista de la arqueología postprocesual, frente al reduccionismo metodológico de la New Archaeology. Aunque toma
de Kaplan [1984] los planteamientos sostenidos por investigadores del RATS [Radical Archaeology Theory Seminar] en
el libro editado por Keene y Moore Anthropological hammers and theories [1983].
164
También nosotros estamos de acuerdo con tal afirmación.
165
Que, esperamos, se entienda que no tiene más intención que la de ser un recurso polémico.

201
continente. Lo que conlleva un cuestionamiento de la concepción general sobre el
desarrollo de las sociedades.
En lo general, nos parece adecuada la forma como Bryan [2000] ha situado el
problema. Se ponen en discusión afirmaciones acerca de qué tipo de homo sapiens habrían
integrado las poblaciones que alcanzan hasta el Nuevo Mundo. Y no sólo el hecho de si
éstos correspondieron tecnológicamente a "culturas Paleolíticas" en su estadío Inferior-
Medio o Superior, sino incluso si esas clasificaciones corresponden a una secuencia
histórica de validez universal.
Como tampoco cabría acá una caracterización general del "estado de la cuestión",
para lo cual existen varias síntesis recientes [p. ej., Dixon 1999, Dillehay 2000 o Chatters 2001] nos
remitiremos a una síntesis de las alternativas abiertas a la discusión que hemos resumido en
trabajos anteriores, subrayando aquellas que nos parecen más probables166.
Nos basamos -al igual que Dillehay- en una síntesis de la información arqueológica
sobre cazadores recolectores sudamericanos, de donde concluimos que hace unos 12.000
años todo el continente meridional estaba ya ocupado por tres poblaciones culturalmente
diferenciadas, que correspondían a distintos modos de vida. Entendidos éstos como
desarrollos particulares de formaciones sociales pre-tribales, que implicaban distintas
estrategias de utilización y transformación de una diversidad de medioambientes y de
organización de sus relaciones sociales.
En la dimensión cultural, dos de esos modos de vida, los de los "antiguos cazadores
recolectores panandinos" y los "cazadores recolectores australes", considerando las
enormes distancias geográficas implicadas, aceptarían - como los materiales de
Meadowcroft o Cactus Hill y de las posteriores poblaciones del llamado "complejo El
Llano", incluyendo a Clovis- comparaciones tipológicas con algunas variantes musteroides
que podrían estar en la base de las secuencias euroasiáticas de los paleolíticos medio y
superior. Una tercera población, la de los "cazadores del trópico americano" -que, de
acuerdo a la información actual, poseería los registros más antiguos en Sudamérica -
presenta en cambio una tipología artefactual y una racionalidad en la explotación del
166
Bate 1992a. Propuesta que retomamos y actualizamos para un proyecto de investigación [Bate y Terrazas 2001] que
presentamos a CONACYT y que fué categóricamente rechazado, bajo el argumento principal de que era "muy ambicioso
y, por lo tanto, inviable". Independientemente de la calidad del proyecto, de tal argumento deberíamos deducir que
nuestras instituciones están mas bien interesadas en promover la mediocridad, o que las instancias evaluadoras de la
principal institución promotora de la investigación científica en México reflejan una situación de las investigaciones
prehistóricas más deplorable que lo que queremos imaginar.

202
medio notablemente diferente. Donde la apariencia de mayor simplicidad y "generalidad"
no corresponde a una menor eficiencia económica.
Habría que esperar que se contrastaran adecuadamente las hipótesis acerca de un
sapiens moderno situado hace unos 75 milenios en el noreste de Africa (la "Eva africana")
extendiéndose por el sureste asiático (hacia la hipotética "Sundaland"), por una parte. Pero
también una otra población -originalmente la misma o distinta- avanzando hacia el norte y
noreste y que podría estar igualmente involucrada en el desarrollo de la "revolución del
Paleolítico superior" europeo [Gilman 1984]. De ser así, tendríamos dos poblaciones en
posibilidad de haber ingresado a América por Beringia. Nos parece más probable -aunque
no tendría que ser necesariamente así- que la primera población proviniera del sureste
asiático sin poder argumentar claramente una cronología aproximada, aunque bien pudiera
ser cercana o algo superior a 40 milenios. La otra podría corresponder a una población
relacionada con una "tradición musteroide"-"paleolítico superior". Dependería de las fechas
de ingreso a América y de la temporalidad de los procesos que habrían tenido lugar en el
centro-noreste asiático la caracterización de la organización social que éstas habrían tenido
al poblar el Nuevo Mundo. Pues una de las implicaciones de la discusión sobre las fechas
de tal evento sería saber si se trataba de cazadores del "paleolítico" medio o superior. Y,
aunque ya no estaría ligado directamente a esa secuencia167, queda pendiente el problema
de cómo caracterizar al tipo de sapiens que fuera el primer ancestro americano.
Lo que parece claro es que, aún los antecesores de las diversas poblaciones
contemporáneas de Clovis, habrían entrado antes de la reapertura del corredor lauréntido-
cordillerano. En cualquier caso tanto la hipótesis del ingreso costero [Fladmark, Dixon,
Bryan], como la del puente continental, requerirán de mayores argumentaciones y apoyos
empíricos168.
Hemos sostenido que la tradicional secuencia centroeuropea de los paleolíticos
inferior-medio-superior no puede ser sustentada como una periodización histórica
universal, tanto por las variables que se han manejado en su formulación, como por no
permitir dar cuenta empíricamente de las "anomalías" asiáticas o americanas. Pensamos que
es necesario replantear teóricamente los sistemas de hipótesis que permitirían explicar,

167
Y, por lo tanto, no se estaría implicando la eventual participación de neanderthales.
168
Por ahora, nos parecen bastante razonables los argumentos de Strauss [2000] respecto a la hipótesis de la "conexión
solutrense" por vía atlántica, aunque habrá que esperar a la publicación que estarían preparando Stanford y Bradley.

203
como una totalidad, las estructuras y procesos de desarrollo de las sociedades antiguas de
cazadores recolectores.
Y, aunque aún no tenemos elementos de juicio para afirmar desde qué momento
quedan claramente estructuradas la formaciones sociales que hemos denominado pre-
tribales, proponemos que todas las sociedades concretas americanas para las cuales tenemos
algo de información a partir de hace unos doce milenios -y que, claramente, no
corresponden al primer momento del poblamiento americano- ya podrían ser categorizadas
de esa manera. Por lo que queda abierta la posibilidad de que su constitución como tal fuera
un proceso resuelto en el Viejo o en el Nuevo Mundo169. Y las alternativas podrían ser
distintas en el caso -que nos parece más probable- de que hubiéramos tenido más de una
inmigración pleistocénica.

Ciudad de México, 2002.


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208
8. El modo de producción cazador-recolector o la economía del salvajismo

Es necesario apuntar un par de advertencias previas. En primer lugar, se pretende que


los conceptos acá propuestos permitirían entender las características fundamentales de la base
económica de las sociedades que surgen con el llamado "paleolítico superior" integradas por
homo sapiens sapiens . Hemos sugerido esta formulación para explicar el tipo de sociedades
cazadoras recolectoras para las cuales tenemos buena documentación en América. No
pretendemos, por lo tanto, que este planteamiento sea generalizable para los grupos humanos o
sociedades anteriores, en sentido evolutivo.
En segundo lugar, hemos dejado intencionalmente de lado la discusión sobre las
formas de organización social a que aluden términos como los de "banda" u "horda". Ello no
obedece a un intento de ignorarla, sino a que hemos querido simplificar la exposición de éste
aspecto con el fin de resaltar la propuesta sobre relaciones sociales de producción que, de
hecho, se organizan en concreto bajo las diversas formas particulares del sistema de parentesco
clasificatorio, sin coincidir necesariamente con las relaciones reales de apareamiento o filiación.
Por último, al limitarnos a tratar del modo de producción de éstas sociedades, no nos
referimos a la esfera del modo de reproducción -que incluye las relaciones de filiación y
parentesco- ni a las instancias superestructurales. Se trata de una abstracción analítica y no de
restar importancia a los demás aspectos de la sociedad que permiten entenderla como totalidad.
Estos temas serán objeto de un trabajo más amplio, en preparación.

Composición y desarrollo de las fuerzas productivas.


El análisis de las fuerzas productivas de una sociedad debe considerar dos aspectos. Uno de
ellos es su composición, es decir, las formas de interacción entre la fuerza de trabajo y los
medios de producción, tomando en cuenta las calidades específicas de estos elementos del
proceso productivo y de su interrelación. El otro aspecto tiene que ver con la evaluación
cuantitativa, como grado de desarrollo, de las fuerzas productivas; entendiendo que es ésta la
magnitud fundamental del desarrollo social a la cual corresponden calidades determinadas del
sistema de relaciones sociales de producción.
Importa señalar que las relaciones sociales de producción se establecen a través de las
relaciones de propiedad objetiva, detentada por los agentes de la producción, sobre los
elementos del proceso productivo. Por lo tanto, la composición cualitativa del proceso de
producción, la organización técnica del mismo o las formas de división del trabajo, permiten
entender particularidades del desarrollo de las fuerzas productivas a las que corresponden
determinadas relaciones sociales de producción, pero no son idénticas a éstas. En suma, la
"tecnoeconomía" no es lo que define la calidad del modo de producción 170.

170
En este aspecto, el uso del término que hace M. Harris difiere del concepto materialista histórico que él decidió "arreglar",
restringiendo su connotación a las técnicas de producción como instancia infraestrctural y remitiendo las relaciones sociales a
una instancia estructural que intercala entre aquella y la superestructura (Harris, 1982). Esto, seguramente después de que se

209
Para apuntar algunos rasgos relevantes de la composición cualitativa de las fuerzas
productivas, comenzaremos por distinguir las principales clases de bienes hacia cuya
generación está orientado el proceso de producción. Estos son:
a) alimentos,
b) instrumentos, y
c) bienes de consumo no alimenticio.
Clasificamos en éstos términos, porque consideramos que la estructuración social de
las comunidades cazadoras recolectoras, en su especificidad y en lo que se distingue
escencialmente de las comunidades tribales, está básicamente relacionada con las formas de
organización que permiten asegurar la obtención de alimentos, como condición primaria de
subsistencia.
Tecnología. Al respecto, desde el punto de vista tecnológico, las sociedades cazadoras
recolectoras obtienen sus alimentos a través de la apropiación. Esto quiere decir que la
característica fundamental del proceso productivo reside en que la sociedad no interviene
directamente, mediante inversión de fuerza de trabajo, en el control de la reproducción
biológica de las especies animales o vegetales que le sirven de sustento. Teniendo presente que,
con excepción del agua, la sal y unos pocos otros elementos, la base de la alimentación humana
está constituida por especies biológicas.
Los procesos de trabajo orientados a la adquisición de alimentos se desarrollan
principalmente mediante técnicas de captura de animales, como la caza o la pesca y técnicas de
recolección de vegetales, de animales de poca movilidad como los moluscos, o de otros
productos de origen animal como huevos, miel, etc.
Cabe hacer una aclaración en este punto, por cuanto el término de "apropiación"
usualmente adquiere una connotación específica en oposición al de "producción" de alimentos.
No obstante, en este sentido restringido, la distinción se refiere estrictamente a que en la
apropiación la fuerza de trabajo no se invierte en el control reproductivo de plantas y animales,
como ocurre con la producción de alimentos a través de técnicas agropecuarias. Pero no por ello
las actividades apropiadoras dejan de ser procesos de trabajo que, como tales, integran el
proceso de producción social.
Por ello, cuando nos refiramos a los ciclos de producción de alimentos, estaremos
hablando de los procesos de apropiación en el sentido específico ya definido.
Por lo demás, aunque suele decirse que a través de la apropiación los hombres toman
de la naturaleza los bienes ya formados, o que las propiedades de estos productos, como
satisfactores, son ajenos a su intervención, no todos los alimentos se pueden consumir tal y

enteró de que su interpretación del marxismo, en que suponía que Marx atribuía las relaciones sociales de producción a la
superestructura, era un disparate (1978). Sin duda, transparenta una extraordinaria audacia su alegre crítica a una posición
teórica que ostensiblemente desconoce o, simplemente, no entienede para nada.

210
como el trabajo de apropiación permite disponer de ellos. En buena parte de los casos, a los
trabajos de apropiación -en que la captura o la recolección difieren de la predación animal por el
uso consciente de instrumentos- suceden otras actividades transformadoras de preparación. Así,
por ejemplo no basta con cazar un animal para poderlo comer, sino que es necesario
descuerarlo, destazarlo y, a veces, cocinarlo; lo cual, sobre todo cuando se trata de presas
mayores a procesar con un instrumental de piedra, hueso o concha, suele significar un
importante gasto de fuerza de trabajo, aún cuando no se trate de actividades muy complejas.
Hay diversas investigaciones experimentales que permiten conocer las diferentes operaciones y
el tiempo y calorías que es necesario invertir en el destazamiento de lobos marinos, elefantes y
otras especies.
Y hay que considerar que, como resultado de los trabajos de descuerar, desplumar,
descamar, desconchar o destazar, no sólo se obtienen productos alimenticios, sino también los
objetos de trabajo necesarios para la elaboración de instrumentos y otros bienes. Del mismo
modo, una gran variedad de semillas, raíces, tubérculos o frutos, deben ser preparados mediante
la molienda u otras labores que requieren de instrumentos específicos.
Todo lo cual no implica menos transformaciones de las propiedades naturales de los
bienes alimenticios que las que generan en ellos el cultivo o la domesticación en cada ciclo
productivo.
Por lo que se refiere a los instrumentos de trabajo y a los bienes de consumo no
alimenticio como la vestimenta, las chozas, los adornos y otros, la mayor parte de ellos son
productos de la transformación de diversos objetos naturales de trabajo, modificados para
obtener las propiedades funcionales requeridas.
Relación sociedad-naturaleza.- Ciertamente, las formaciones sociales de cazadores
recolectores caracterizan a la primera etapa del desarrollo de la humanidad y, en términos
históricos, representan el menor grado de transformación social de la naturaleza. Lo cual
significa que, en la interacción de la sociedad y la naturaleza, las condiciones medio
ambientales y, en general, las regularidades naturales, inciden en la vida social en mayor
medida que en otras sociedades. Dicho de otro modo, la contradicción sociedad-naturaleza,
operando dentro del sistema social (como condiciones objetivas de la producción y
reproducción de la vida social), posee un mayor nivel de acción causal y estructural que en otras
etapas históricas.
Sin embargo, estimamos inadecuados algunos enfoques de esta relación que
consideran al medio ambiente como un conjunto de factores limitantes o de disponibilidad de
recursos escasos, bajo una óptica formalista de orientación marginalista; o aquellos que reducen
la concepción del sistema social a un conjunto de mecanismos adaptativos del hombre al medio.
Concepciones como éstas han sido generalizadas para todos los sistemas sociales.
Consideramos que el medio ambiente en que se desenvuelve la sociedad humana
ofrece tanto un repertorio de posibilidades alternativas del desarrollo social, como de

211
condiciones determinadas y, por lo tanto, relativamente limitadas para el mismo. Sin embargo,
los límites que puede presentar la naturaleza en cada momento, son relativos al grado de
desarrollo histórico de las fuerzas productivas y de las prácticas sociales en general. También
las opciones que ofrece el medio geográfico son relativas a este grado de desarrollo, así como a
las especificidades adquiridas por la sociedad a través de su historia precedente.
El hecho es que, correspondiéndose con el grado de desarrollo de las fuerzas
productivas, el desarrollo social se ha dado. Y ha consistido precisamente en que los grupos
humanos no se han limitado a "adaptarse" a las condiciones naturales, sino a transformarlas a
través del trabajo para crear constantemente nuevas condiciones, reduciendo progresivamente
su carácter restrictivo.
Una especificidad de las sociedades cazadoras recolectoras deriva del hecho de que la
tecnología no permite el control de la reproducción de los recursos biológicos ni de la
disponibilidad, en general, de los recursos renovables o no renovables. Tal especificidad
consiste en que estas sociedades tienden a no sobreexplotar el medio y a mantener una relación
de equilibrio entre el tamaño de la población y la disponibilidad de recursos accesibles a su
tecnología. Más aún, tienden a mantener un margen de reserva de recursos potenciales, en vista
de la impredictibilidad de los cambios medioambientales que pueden afectar a su economía.
Seguramente esta tendencia es el resultado de la acumulación de las experiencias históricas de
ocurrencia de situaciones de disminución drástica de recursos, debidas tanto a la predación
humana como a fenómenos externos no controlados 171.
Ciclos producción-consumo.- Una característica importante para entender las
relaciones sociales económicas en estas sociedades, consiste en que los ciclos de producción
consumo de alimentos son ciclos breves y no pueden ser interrumpidos por lapsos de tiempo
mayores.
Estos ciclos son breves, por cuanto la fuerza de trabajo no está involucrada en las
diferentes fases del ciclo natural de la reproducción de las especies biológicas. Esta se limita a
intervenir en dichos procesos en uno de sus momentos, a través de la captura o colecta. Esto
ocurre cuando los animales o vegetales (o parte de éstos) constituyen bienes que pueden ser
procesados para su consumo mas o menos inmediato. Entre los procesos de apropiación y
consumo pueden mediar, desde luego, algunas formas simples de distribución y cambio 172
,tanto entre los productores participantes de estos procesos de trabajo, como en el seno de las
unidades domésticas. No obstante, entre apropiación y consumo pueden mediar, desde luego,
algunas formas simples de distribución y cambio, tanto entre los productores participantes,
como en el seno de las unidades domésticas. No obstante, entre apropiación y consumo tiende a
no haber acumulación, almacenamiento o preservación de alimentos, con excepción de algunas

171
Este factor permite también explicar, en parte, el hecho destacado por Godelier, siguiendo a otros autores, de la relativa
estabilidad demográfica de éstas sociedades y está claramente vinculado a los factores por él analizados (Godelier, 1974).
172
La distribución y el cambio pueden estar regidos por normas socioculturales de cierta complejidad; no obstante, se trata acá
de procesos económicamente simples.

212
situaciones especiales; lo cual ahorra los trabajos destinados a la preservación de estos bienes,
que salvo las semillas, son de rápida descomposición.
Entre las excepciones puede mencionarse la acumulación de reservas alimenticias para
la celebración de fiestas o ceremonias que podían durar varios días. Esto sucedía entre los
selk'nam de Tierra de Fuego, cuando se organizaba la ceremonia de iniciación de los jóvenes
varones (klóketem); previamente se realizaba una gran partida de caza que aseguraba la
alimentación de las mujeres y los niños, rigurosamente excluidos del ritual, y de ellos mismos,
por el tiempo que estarían retirados de las actividades productivas. Esta ceremonia de tránsito
no se celebraba en fechas fijas y ocurría cada uno o dos años.
También pudo darse el almacenamiento y consumo diferido de alimentos cuando, por
ejemplo, un recorrido a grandes distancias hacía necesario dejar reservas temporales en lugares
a los cuales había que retornar, pero donde la disponibilidad de recursos era incierta o
inexistente. En esos casos, no obstante, el diferir el consumo de esos productos concretos no
significaba la suspensión de nuevos procesos de apropiación consumo intercalados. Tampoco
tales reservas de alimentos constituían plusproductos o excedentes, sino formas de asegurar el
consumo subsistencial.
Cabe anotar que, como veremos más adelante, la tendencia a suprimir la acumulación
y preservación de alimentos no obedece a imposibilidades tecnológicas, sino a restricciones
sociales.
Por otra parte, como en toda sociedad, la necesidad de alimentación debe ser
satisfecha diariamente. Como, por lo regular, no se preservan ni almacenan alimentos y la
mayor parte de éstos es de rápida descomposición, en cada proceso de apropiación no se
produce una cantidad mayor que la que se pueda consumir antes de que ello ocurra. Así, el
consumo sucede de manera inmediata a la apropiación y elimina los productos con rapidez,
generado la necesidad inmediata de nueva producción. De manera que, siendo temporalmente
breves los ciclos producción-consumo-producción, las actividades apropiadoras se caracterizan
por una continuidad necesaria y permanente. Es decir, no pueden ser interrumpidas por
períodos de tiempo prolongados, más allá de lo que tardan en consumirse los productos de la
caza, pesca o recolección.
Como es obvio, los trabajos de apropiación no pueden ser interrumpidos, porque de
ellos depende estricta y cotidianamente la sobrevivencia. Es cierto que en cualquier sociedad la
disponibilidad de alimentos responde a una necesidad de consumo que debe ser resuelta a
diario. Pero en otras sociedades, cuando los ciclos productivos son prolongados, éstos
proporcionan una cantidad de productos alimenticios que, preservados y almacenados, cubren
las necesidades nutricionales por períodos largos, durante los cuales no todo el tiempo se dedica
necesariamente a esta clase de actividades productivas. De manera que una proporción mayor
de los procesos de trabajo pueden dedicarse a la producción de otra clase de bienes y a la
diversificación de los satisfactores.

213
En la sociedad cazadora recolectora, como anota acertadamente Service
El alimento, y las pocas maneras que se emplean para obtenerlo, es el foco de la vida económica
entre las bandas primitivas en un sentido mucho más fundamental que en las economías mas
complicadas [Service, 1973:19]

El nomadismo, condicionado por la necesidad de complementar recursos naturales, hace que en


estas sociedades apropiadoras el conjunto de bienes materiales que posee la unidad doméstica
sea lo más reducido posible para facilitar su permanente transporte. Así es que resultaría
antieconómica una producción demasiado voluminosa de bienes no alimenticios y aún de
instrumentos 173.
Los ciclos de producción-consumo de instrumentos y otros bienes no alimenticios no
son necesariamente tan breves como los de producción-consumo de alimentos. Así, un cazador
puede portar permanentemente en su carcaj unas sesenta flechas, sin utilizarlas todas cada vez
que sale de caza; aunque siempre estará reponiendo los proyectiles extraviados o inutilizados en
cada partida. El arco, sin embargo, será utilizado durante mucho tiempo. Del mismo modo, la
ropa o las pieles de los toldos pueden usarse durante un par de años. Lo que queremos señalar
es que la reposición de estos bienes no reviste la misma urgencia vital que la obtención de
alimentos.
Producción subsistencial.- La producción de los cazadores recolectores estaba
orientada casi exclusivamente a cubrir las necesidades de sobrevivencia. Desde luego, la
cantidad de productos que aseguran la subsistencia no es un quantum absoluto, sino un
promedio histórico que depende de lo que la sociedad considera necesario para sobrevivir.
Incluso lo que hoy podríamos evaluar como un déficit nutricional permanente puede incidir en
las capacidades físicas y mentales medias de la población o en las expectativas de duración de
la vida. Sólo la interrupción del consumo alimenticio pone en riesgo la sobrevivencia dentro de
tales condiciones. Pero los niveles de consumo, tanto de alimentos como de otros bienes que
constituyen condiciones normales de subsistencia, pueden variar significativamente de un
pueblo a otro. Las condiciones climáticas o la necesidad de medios especiales de transporte
suelen incidir de manera importante en el inventario de bienes materiales necesarios. Y aún así,
debido a la necesidad de movilidad, este inventario será bastante exiguo.
Los esquimales, por ejemplo, disponen tanto de embarcaciones para la locomoción y
caza en el mar como de trineos para el transporte terrestre; para ésto necesitan poseer y
alimentar, además, a varios perros. Aparte de las viviendas no transportables necesitan, para
conservar el calor, de vestimentas adecuadas de elaboración mas o menos compleja. Los
pueblos de Tierra del Fuego y de los canales occidentales de Patagonia, en condiciones
climáticas no tan extremas, aunque bastante rigurosas, tenían viviendas portables de pieles. Los
selk'nam usaban una capa de piel de guanaco para protegerse del frío, pero se desprendían de

173
Con todo, la carga puede llegar a ser bastante pesada, Gallardo señala que la carga transportada a espaldas por las mujeres
selk'nam al transladar el campamento, muchas veces pasaba de 50 kilos (Gallardo, 1910:240).

214
ella rápidamente para cualquier actividad, como la caza, que requería mayor movilidad. Los
canoeros yámana o kawásqar apenas usaban cobertores púbicos y, a veces, una pequeña capa
para proteger la espalda del rigor de las incesantes lluvias y mas bien se cubrían el cuerpo con
grasa de foca. Pero era vital para cada unidad doméstica poseer una canoa, bien cuya
elaboración requería la mayor inversión de fuerza de trabajo, pero permitía el desplazamiento a
grandes distancias y el acceso al amplio repertorio de recursos marinos de los que dependía la
vida. Estos elementos, sin embargo, podían resultar del todo superfluos para cualquier pueblo
de cazadores recolectores en regiones templadas o tropicales.
Desde el punto de vista cuantitativo, puede decirse que la característica fundamental
de estas sociedades es que no hay excedentes. Ello quiere decir que los productores no
generaban mas bienes ni realizaban mas trabajos que los que permitían resolver las necesidades
de subsistencia; no producían bienes ni realizaban servicios que fueran transferidos, perdiendo
capacidad de decisión sobre su disposición. Los bienes y servicios generados por un productor
que no eran consumidos por él mismo y su unidad doméstica, entraban en un círculo muy
amplio de intercambio de elementos que aseguraban la subsistencia y del cual el productor
también se beneficiaba.
Más aún, así como no había acumulación de alimentos, tampoco había producción de
plusproductos que, mas allá de la satisfacción más o menos inmediata de la subsistencia, se
destinaran a resolver otras necesidades de la vida comunal. A lo más se construían cabañas
grandes para la celebración de ceremonias o rituales de carácter ocasional. Incluso cuando se
obtenían plusproductos extraordinarios, éstos eran distribuidos y consumidos en grupos
amplios. Así sucedía entre los diversos pueblos fueguinos cuando alguien encontraba una
ballena varada, que representaba unas dos toneladas de carne, grasa, huesos y otras materias
primas apreciadas: hacía señales de humo que reunían en el lugar a todos los que las vieran,
para dar pronta cuenta de tal recurso.
Desarrollo de las fuerzas productivas.- El grado de desarrollo de las fuerzas
productivas o rendimiento promedio de la fuerza de trabajo está sujeto a variaciones debido a
diferentes factores. Entre ellos consideraremos:
a) la productividad natural,
b) el desarrollo técnico y
c) los sistemas de complementación económica.
El factor de productividad natural escapa al control de la sociedad, ya que ésta no
interviene ni siquiera en la reproducción de plantas o animales mas que en su predación. En
parte, la productividad del medioambiente tiene que ver con la abundancia o escasez relativa de
los recursos y con su concentración o dispersión geográfica, lo cual incide en la disminución o
aumento de los tiempos y distancias que se requiere cubrir para acceder a los mismos para
transportarlos. Por otro lado, depende de la cantidad de trabajo que es necesario gastar en
obtener los recursos naturales en relación al volumen o calidad de sus componentes utilizables,

215
trátese de captura o colecta de alimentos de obtención de materias primas como piedras,
maderas u otros; o del trabajo que las propiedades naturales de los objetos exijan para su
transformación en bienes de consumo útiles.
En estos aspectos, de la mayor o menor productividad natural del medio en que se
desenvuelve un pueblo cazador recolector, depende la mayor o menor cantidad de fuerza de
trabajo que es necesario invertir para la producción de un mismo volumen de productos. De ahí
que los cambios que se operan en la naturaleza y que escapan al control de la sociedad, pueden
afectar significativamente a la productividad media del trabajo, incidiendo tanto en la elevación
como en el decremento de las fuerzas productivas.
Los hombres, actuando por lo general como predadores de la naturaleza, tienden a
convertirse en un factor depresor de los recursos que utilizan.
El desarrollo de las técnicas sí es un factor controlado por la sociedad. No obstante, su
incidencia en la explotación del medioambiente es limitada, en tanto se trata de técnicas de
apropiación. Esto se debe a la ya mencionada tendencia a no sobreexplotar el medioamiente. De
manera que, aún cuando el desarrollo técnico permitiera una mucho mayor eficacia de los
procesos de apropiación, los cazadores no aumentan el volumen de productos, sino mas bien
reducen la cantidad de trabajo necesario para la obtención de los satisfactores subsistenciales.
Ello incide en que probablemente sean estas sociedades aquellas en que, en términos históricos
generales, la jornada media de trabajo es más reducida.
Podemos pensar que la relativa lentitud de los progresos tecnológicos, con todas sus
implicaciones en cuanto al desarrollo y diversificación de las prácticas sociales y de los
conocimientos que de ellas derivan y que hacen del "salvajismo" la etapa mas larga de la
historia de la humanidad, no obedecen sólo a lo reducido de la experiencia acumulada y menos
a una falta de capacidad de inventiva. Mas bien, las limitaciones a la explotación de recursos
naturales condicionadas por la tecnología de apropiación conformaban una situación poco
estimulante para el desarrollo y difusión de grandes inventos. La misma disminución del tiempo
de trabajo socialmente necesario para asegurar la producción subsistencial tiene poco sentido
cuando lo reducido de las condiciones materiales limita las posibilidades de diversificación de
actividades para ocupar el tiempo liberado. Por ello es que, en la comprensión de la vida
cotidiana de los pueblos cazadores recolectores, tiene importancia considerar el desarrollo de
las actividades que se realizaban en lo que hoy llamamos "tiempo libre".
Los mismos factores sociales que inhiben la conservación y acumulación de alimentos
-y, por ende, el desarrollo de tecnologías adecuadas para ello- tienden a mantener una economía
de apropiación que limita la explotación del medio y, por tanto, la inventiva técnica.
En todo caso, esto no significa que no hubiera importantes avances en la tecnología,
particularmente cuando los hombres se vieron enfrentados a situaciones críticas que obligaban a
buscar soluciones a los problemas vitales de la sobrevivencia. Este desarrollo tuvo que ver tanto
con el perfeccionamiento de la eficiencia del instrumental, como con el detallado conocimiento

216
de las características del entorno geográfico, de las propiedades de los objetos de trabajos, del
comportamiento de las plantas y animales, etc. 174
Por ahora, nos importa señalar que el desarrollo de la técnica incidió en la elevación
de las fuerzas productivas en el sentido de elevar el rendimiento medio de la fuerza de trabajo,
pero por sí solo no llevó a un aumento de los volúmenes de producción. Incluso, seguramente la
producción no llegó a incrementarse a los niveles de rendimiento potencial permitido por la
tecnología y la fuerza de trabajo disponible.
Al ocuparnos de los sistemas de complementación económica no nos referimos
propiamente a un factor de desarrollo de las fuerzas productivas, sino a la racionalidad
económica global a través de la cual cada pueblo lograba el control de los factores de
productividad natural y técnica. De esta manera fue posible un desarrollo consistente de las
fuerzas productivas y un incremento progresivo de los volúmenes de producción; lo cual
permitió también incrementos demográficos relativamente importantes que llegan a incidir en
las situaciones críticas que desembocaron en la disolución de este modo de producción.
Habría que considerar dos principios o criterios que, en lo general, permiten
racionalizar la organización social de los procesos económicos tendiendo optimizar la
productividad del trabajo:
a) el uso de la fuerza de trabajo en los lugares y momentos en que ésta alcanza mayor
rendimiento y
b) la diversificación de los recursos explotados.
En ambos casos se trata de controlar indirectamente el factor de productividad natural
y es obvio que no siempre fue posible compatibilizar plenamente ambos criterios. En cualquier
situación, las posibilidades alternativas de organización del proceso productivo están
condicionadas por las características concretas del medio geográfico y, en torno a éstas, la
sociedad desarrolla determinadas opciones de formas de organización espacio-temporales de los
procesos económicos. Es en este aspecto en el que el medioambiente influye en la
conformación de modos de vida particulares, los cuales no sólo implican la estructuración de las
actividades económicas en el tiempo y el espacio, sino también generan particularidades de
diversos aspectos de la organización social que, de diferentes maneras, permiten optimizar la
disponibilidad de los recursos.
El primer criterio señalado implica la racionalización del gasto de fuerza de trabajo en
relación al volumen de productos que ésta proporciona. Por ello, la organización de los sistemas
de complementación económica implica también la consideración de las técnicas a través de las
cuales se explotan los recursos naturales. Sin embargo, por lo general, las opciones técnicas
están relativamente subordinadas a las posibilidades de control del factor mas crítico que es la

174
Es importante analizar las formas y condiciones en que se desarrolló la tecnología en las sociedades cazadoras. No obstante,
hemos optado por no abundar acá en tema tan extenso, con el fin de no desequilibrar la exposición, que pretende centrarse en
las características socioeconómicas básicas de estas formaciones sociales.

217
productividad natural, debido precisamente a que no se interviene directamente en el control de
la reproducción de las especies biológicas vitales para la alimentación y la sobrevivencia.
El segundo criterio está orientado a mantener la disponibilidad de recursos, limitando
la explotación excesiva de algunas pocas especies, para evitar el riesgo de un desequilibrio
numérico que condujera a su extinción; o a prever la posibilidad de que ello ocurriera aún por
factores ajenos a la predación humana, abriendo alternativas para su sustitución.
Por otro lado, debe tomarse en cuenta que la permanencia prolongada y el
conocimiento tradicional de las características de un ámbito geográfico determinado,
contribuyen al desarrollo histórico de una mayor eficiencia de los sistemas de complementación
económica.
La arqueología sudamericana nos proporciona información sobre diversos pueblos
cazadores recolectores cuyo desarrollo histórico puede interpretarse al considerar la
racionalidad económica que permitió controlar los mencionados factores de productividad. Nos
referiremos sólo a uno de ellos, conocido como "tradición foliácea", por la morfología típica de
sus puntas de proyectil y que se remontaría hasta unos 13.000 años en lo que hoy es Venezuela.
Un par de parcialidades de este pueblo migra hace unos 11.000 años hacia la región andina
accediendo hacia la costa del Pacífico a la altura de Ecuador. Aparentemente, algunos grupos se
desplazan con relativa rapidez hacia el sur, coincidiendo con la extinción de varias especies de
fauna pleistocénica extinta como el caballo, algunos ciervos, milodón, mastodonte, paleolama y
otras. Procesos de extinción a los cuales no debió ser ajena la cacería por el hombre. Otros
grupos, a partir de hace 10.500 años, se establecen en diversas zonas, creciendo y
segmentándose para ocupar las zonas contiguas hacia el sur, llegando a poblar toda la región
andina, desde Ecuador hasta el sur de Chile y extendiéndose hacia las Sierras Centrales de
Argentina.
Nos interesa destacar las hipótesis propuestas por algunos investigadores para explicar
lo que serían sus sistemas de complementación económica 175. Según muestra la evidencia
arqueológica, estos pueblos ocuparon diversos medios ecológicos que cubrirían, en sistemas de
nomadismo estacional, desde la costa del Pacífico hasta la vertiente oriental de la cordillera de
los Andes. Peces, moluscos, aves y mamíferos marinos, crustáceos, equinodermos y algas eran
capturados y recolectados en la costa. En la quebradas de acceso a las tierra altas se cazaban
aves y roedores, se capturaban camarones de agua dulce, se colectaban vainas de prosopis y
raíces de plantas acuáticas (scirpus sp.) además de diversos recursos vegetales que eran
empleados en cestería y cordelería, las escasas maderas que se usaban para fabricar astiles y
mangos de instrumentos y las piedras que se tallaban para confeccionar gran parte del
instrumental. Las tierras altas proporcionaban abundante caza, en especial de camélidos y
roedores, además de una gran variedad de frutos, tubérculos, raíces y semillas de recolección.

175
Thomas Lynch, 1971 y 1975; Lautaro Nuñez, 1972 y 1983; Silva y Weissner, 1973.

218
En una época posterior ocurriría un fenómeno que, a nuestro juicio, muestra un
proceso que incide de manera importante en el desarrollo de las fuerzas productivas. Las
comunidades se segmentan y cada segmento, cuyo tamaño debió guardar relación con la
disponibilidad de recursos, ocupa de manera permanente una parte del territorio. No se llega a
la sedentarización, pero el nomadismo se mantiene en ámbitos mas reducidos 176. La elevación
de la productividad del trabajo y de la producción global se debería a dos factores:
a) se ahorra el desplazamiento de todo el grupo a través de grandes distancias para
cubrir todos los medios ecológicos y
b) ningún medio es abandonado estacionalmente y, aunque su productividad natural
varíe, cada zona es explotada durante todo el año.
Esto supone un conocimiento tradicional ya bastante preciso de la disponibilidad y condiciones
de reproducción de las especies animales y vegetales, así como de la existencia de recursos no
renovables. Junto con ello, este pueblo desarrolló una gran diversificación y especialización del
instrumental y la tecnología, como lo muestra el utillaje de piedra y de apropiación marina.
Además, tal segmentación geográfica supone el desarrollo de nuevas formas de
intercambio y compromisos sociales entre los distintos segmentos comunales, que permiten a
cada uno de ellos el acceso a los recursos de los diferentes medios ecológicos.
De tal manera, a través de desarrollos regionales literalmente milenarios, este pueblo
logró incrementar sus fuerzas productivas, aumentar la población y crear las condiciones para la
revolución agropecuaria y tribal aún en el área del desierto de Atacama, la más árida del
planeta.

Organización social.-
Antes de entrar en la caracterización de las relaciones fundamentales de producción, queremos
señalar algunos aspectos secundarios de la organización económica.
La unidad básica de producción en las formaciones cazadoras recolectoras es la
unidad doméstica, así como lo es la comunidad en las sociedades clasistas iniciales y la fábrica
o la empresa en la sociedad capitalista.
La unidad doméstica puede variar bastante en cuanto al tamaño, así como respecto a
las normas de filiación que generalmente rigen su conformación. Aunque debe señalarse que la
pertenencia a una unidad doméstica no está necesariamente sujeta a lazos reales de
consanguinidad. Podríamos decir que en las sociedades cazadoras recolectoras hay una regla de

176
Esta hipótesis propouesta por Rick se ha supuesto como contradictoria con la poroposición de los autores antes
mencionados (John Rick, 1982). Creemos, sin embargo, que reflejan mas bien dos momentos distintos. En nuestra opinión, esta
situación se configura claramente en el norte de Chile y el noroeste de Argentina hacia el 3.500 a.C., cuando se desarrollan, en
la costa, el llamado "complejo Chinchorro" y, en las tierras altas y vertientes orientales de Atacama, las diversas modalidades
zonales del llamado "complejo Tambillo". Aclaramos que nuestra interpretación difiere en parte de la del autor citado, quien
supone la existencia de sedentarización.

219
composición que las distingue de las sociedades tribales, en las cuales la unidad doméstica es
también la unidad de producción. Esta consiste en que, en el seno de cada unidad, tienden a
incluirse todas las posiciones existentes en la división del trabajo relacionadas con la
producción material.
Dependiendo de las condiciones del medio geográfico, de los recursos utilizados y de
las técnicas que se emplean, la organización técnica del trabajo puede darse de dos maneras:
a) procesos que sólo requieren del trabajo de los miembros de la unidad doméstica
para su autoabastecimiento o,
b) procesos de trabajo que requieren de la participación de miembros de varias
unidades domésticas, en relaciones de colaboración simple.
En algunos casos es normalmente la unidad doméstica la que se autoabastece, como
sucedía con frecuencia entre los selk'nam de la zona boscosa de Tierra del Fuego, donde un
cazador solitario tenía la posibilidad de acechar y acercarse a tiro de flecha a los guanacos, que
constituyeron la base de su provisión de carne. En otros casos, algunos trabajos requieren de la
colaboración simple de miembros de varias unidades domésticas, mientras que los demás son de
autoabastecimiento. Es lo que sucedía entre los aónikenk de la región de llanuras de la
Patagonia continental: era casi imposible acercarse a una manada de guanacos sin ser vistos por
los animales; de modo que se reunían varios cazadores (hasta algunas decenas) y hacían un gran
rodeo que les permitía encerrar a las presas 177.
Cualquiera sea la situación en cuanto a las formas de colaboración laboral, en el seno
de cada unidad doméstica se incluyen miembros que puedan participar en todos los modos de
trabajo que la comunidad realiza 178.
Por lo general, las sociedades, cazadoras recolectoras están organizadas en unidades
sociales mayores, que han sido consideradas como características de las mismas y que han
recibido las dominaciones de hordas, bandas o compañías 179.
La horda o "banda mínima" está formada por las unidades domésticas que interactúan
más estrechamente entre sí en lo que se refiere a las actividades laborales, cuando éstas
requieren de cooperación o aún en los casos en que la relación gregaria sólo sea necesaria para
defenderse de animales peligrosos. En el seno de la horda se resuelven las formas de división
técnica del trabajo que requieren las actividades realizadas con la cooperación de miembros de
varias unidades domésticas.

177
Esto está documentado en la región desde el período "toldense" que se remonta a más de diez milenios, en una magnífica
escena de arte rupestre que muestra a más de cincuenta cazadores rodeando a una manada de guanacos (Menghim, 1952).
178
Tomamos el concepto de modo de trabajo propuesto por Veloz Maggiolo (1985).
179
Actualemente, entre otros autores, Meillassoux usa el término de horda y Service el de banda. Hemos referido el término de
"compañía" empleado por Gallardo (1910) pues, si bien su conceptualización es bastante ambigua y usa indistintamente para lo
mismo el término equivocado de "tribu", refleja adecuadamente la naturaleza de esta forma de agrupación social.

220
También es la horda o banda mínima la unidad social básica de los intercambios en la
circulación de bienes que resuelven los déficits productivos ocasionales de las unidades
domésticas.
Los individuos o aún las unidades domésticas pueden circular entre distintas hordas.
En cuanto a la división de trabajo, ésta se corresponde con el grado de desarrollo de
las fuerzas productivas e implica el desarrollo de las formas de intercambio. Con los cazadores
recolectores nos encontramos con el grado más bajo de desarrollo histórico de las fuerzas
productivas y la forma más simple de división del trabajo. No existe la especialización en la
producción material y la división del trabajo es doméstica, rigiéndose por los criterios de sexo y
edad. Dependiendo de las particularidades del modo de vida, en cada sociedad se asigna
determinadas tareas según la posición que, de acuerdo a su edad y sexo, cada individuo guarda
dentro de la unidad doméstica. Existe la idea errada de que habría tareas inherentes a los
hombres o a las mujeres: los hombres cazan, las mujeres cocinan y, a veces, recolectan, etc. Sin
embargo, eso puede variar mucho de un pueblo a otro. No hay trabajos que una mujer no pueda
realizar y la única actividad que no pueden efectuar los hombres es la de amamantar a los
lactantes.
Esta es la norma general pero no se excluyen situaciones particulares y coyunturales
en que puede darse una especialización ocasional. Así, puede ocurrir que algún miembro de la
comunidad muestre habilidades extraordinarias para algunos trabajos como confeccionar arcos
o construir canoas. En tal caso, es posible que los integrantes de otras unidades domésticas
recurran a él para solicitarle la elaboración de un buen arco o dirigir las tareas de construir la
canoa, proveyéndolo de los recursos que deja de obtener para su unidad doméstica mientras se
dedica a esos trabajos. Pero, de todos modos, en cada unidad doméstica siempre habrá alguien
que sepa confeccionar un arco o construir una embarcación, pues no se puede depender de las
habilidades de alguien que no siempre estará cerca o que puede llevarse a la tumba sus
especiales dotes.
De igual manera, cuando los procesos de trabajo que implican colaboración simple
requieren de una distribución diferencial de tareas, habrá individuos a los que se les reconocen
mayores habilidades para ciertas cosas y se tenderá a asignarles los trabajos que realizan mejor.
Así, por ejemplo, los cazadores mas veloces correrán tras los animales para encerrarlos o
conducirlos hacia donde estén apostados aquellos que destacan por su certera puntería. Pero
ésto obedece a coyunturas de la división técnica del trabajo y no a una división social del
mismo.
Tal vez el primer especialista de la historia, que ya existe en la sociedad cazadora
recolectora, es el shamán. Es el único que reúnen una serie de conocimientos terapéuticos y
sobre algunos otros fenómenos que no son del dominio de toda la sociedad, Entre los recursos
terapéuticos mas comunes, se manejan las técnicas de hipnosis y los conocimientos de
herbolaria. La comunidad se ocupa de proporcionarle las condiciones para que adquiera y, en su

221
momento, comunique oportunamente sus conocimientos a sus sucesores, que no son
necesariamente sus descendientes consanguíneos. La especialización del shamán, sin embargo,
no le otorga ningún privilegio económico. Seguramente recibe el reconocimiento en términos
de prestigio social y su opinión puede ser especialmente considerada en la toma de decisiones
en torno a diversos asuntos que atañen a la comunidad. Pero ello no lo exime de los trabajos que
cualquier miembro de la comunidad y de su grupo cronológico sexual debe realizar para
contribuir al sustento de su unidad doméstica.
Hay una situación que hemos mencionado y consideramos pertinente tratar como una
forma de división del trabajo, pues se trata de una distribución diferencial y permanente de
tareas que contribuye al desarrollo de las fuerzas productivas. Pero no cabe tratarla como una
división doméstica, pues incluye a varias unidades domésticas con su división interna de
actividades, ni como división social, pues no genera un grupo de individuos especializados. Se
trata de la división geográfica que se da cuando la comunidad se segmenta y cada grupo ocupa
ecologías diferentes, intercambiando sus productos concretos, como ocurrió en Los Andes o en
Baja California.

Correspondencia entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción.-


Un modo de producción se cualifica y distingue de otros por la especificidad de la
correspondencia entre el contenido de las fuerzas productivas y la forma de las relaciones
sociales de producción fundamentales.
En primer lugar, el análisis de la composición y desarrollo de las fuerzas productivas
nos permite definir a la de los cazadores recolectores como una economía estructuralmente
precaria.
La precariedad de la economía obedece a la conjunción de diversos factores ya
señalados: no hay control directo de la disponibilidad de recursos naturales, los ciclos de
producción-consumo de alimentos son breves y, como no hay preservación ni reservas de
alimentos, no pueden ser interrumpidos.
Esto significa que cualquier situación que lleve a la interrupción o a un descenso
importante de los ciclos de apropiación por parte de una unidad doméstica, pone en riesgo real a
su sobrevivencia.
En tales condiciones, la exposición a una carencia vital es un riesgo permanente, pues
son muchas las circunstancias que la pueden provocar. Variaciones climáticas que afecten a la
regularidad temporal de disponibilidad de fauna o elementos de recolección en los lugares
donde se los espera encontrar; enfermedad o incapacidad temporal de algún miembro de la
"familia" que impida la movilización del grupo desde lugares de recursos muy escasos; un
brazo o una pierna quebrados en la persecución de las presas que incapacite una par de meses al
cazador que provee el sustento básico. En fin, como las referidas, muchas son las situaciones
que pueden someter a una unidad doméstica a los rigores de la inanición, disminuyendo

222
rápidamente su capacidad de sustitución -por otros miembros de la unidad o mediante otros
recursos- de los déficits de alimentación. Lo cual amenaza realmente la subsistencia, dado que
no hay mayores reservas de comida.
Aunque debe decirse que la precariedad no sólo se expresa en el riesgo de carencia de
alimentación, que es su manifestación mas drástica. La necesidad de movilidad permanente
hace que, por lo general, entre el reducido inventario de bienes materiales no se cuenten
repuestos. Por ello, la rotura del arco, el daño o la pérdida de la embarcación o el extravío del
arsenal de puntas de proyectil, podrían significar igualmente una situación difícil.
El riesgo de carencia es previsible, en el sentido de que, dadas las condiciones de la
vida material de estas sociedades, con frecuencia regular habrá algunas unidades domésticas
sometidas a esta situación. Pero, por otra parte, es impredecible en cuanto a que no se puede
saber de antemano quiénes ni cuándo estarán expuestos a alguna carencia vital.
La reciprocidad es la forma como la sociedad resuelve los riesgos permanentes a que
cada unidad doméstica o cada miembro de la sociedad está expuesto, debido a la precariedad de
la economía cazadora recolectora. En éste sentido, la reciprocidad nace históricamente de la
precariedad, que constituye su fundamento material originario.
La reciprocidad es, a la vez, un derecho y una obligación social. En un principio, es el
derecho de todo miembro de la comunidad a ser socorrido por los demás cuando está sometido
a una carencia. Y ese mismo derecho supone la obligación de auxiliar a cualquier otro
comunero expuesto a la necesidad.
La aceptación del compromiso de participar en el sistema de reciprocidad no es, en las
comunidades primitivas, una especie de contrato social libremente consentido. La necesidad de
integrarse a él, como obligación, se corresponde con la previsible posibilidad de tener que
recurrir a los demás en situación de urgencia vital. Dentro de la situación de precariedad no hay
otras alternativas y la sociedad no deja a los individuos más opciones que la de integrarse al
circuito de reciprocidad o marginarse, con todos los riesgos y amenazas que ello significa. Por
lo demás, desde que el individuo nace es socializado dentro del sistema y pesa sobre él la
amenaza de exclusión, a la que temerá poderosa y razonablemente.
Desde éste fundamento, el sistema de reciprocidad se refuerza desplegándose en
múltiples relaciones y conductas sociales, involucrando a los integrantes de la comunidad en
una red de compromisos mutuos que no se limita a las coyunturas de urgencia, sino se
manifiesta en diversas situaciones de la vida cotidiana que van desde las normas de distribución
a las reglas de cortesía o de las relaciones entre los hombres a la representación de las
relaciones con la naturaleza.
Las relaciones de reciprocidad no constituyen un compromiso individual. Cuando un
individuo o una unidad doméstica es auxiliada o recibe algo -trátese de bienes materiales o
favores- no adquiere una deuda personal, sino con toda la comunidad. Ello obedece a una razón
simple: no se puede predecir quien ni en qué momento necesitará recurrir a los demás, ni

223
quiénes estarán circunstancialmente en condiciones de socorrerlos. Por eso, recibir algo de
alguien no implica un compromiso con el donante eventual, sino con quien pudiera requerirlo
en cualquier momento.
Por lo mismo, la obligación de dar a quien lo necesite no tiene plazos definidos. De
cualquier modo, el reconocimiento de la obligación encuentra diversas posibilidades de
expresarse a través de la generosidad en las relaciones cotidianas de variado orden, sin que
existan necesariamente situaciones de apremio.
El dar y recibir tampoco pueden regirse dentro de la comunidad, para este efecto, por
medidas de equivalencias. En el momento de dar sería muy difícil, si no imposible, calcular
cuánto se ha recibido. Y aunque, pudiera hacerse, no es posible predecir cuánto se puede llegar
a requerir de los demás en el futuro, si es que ello ocurre. Simplemente, las normas de
comportamiento condenan el abuso.
Formas y contenidos de la propiedad.- Bajo una concepción materialista de la
historia, se entiende que son las relaciones de propiedad detentadas por los agentes de la
producción sobre los elementos del proceso productivo las que definen las relaciones sociales
de producción; a su vez, las relaciones fundamentales de producción cualifican al modo de
producción lo que permite una explicación científica coherente de los diferentes aspectos de la
totalidad social multideterminada. Es obvio que un análisis materialista histórico debe intentar
conocer y formular la especificidad de las relaciones de propiedad y producción, si se pretende
dar una explicación congruente con el punto de vista teórico que supuestamente se sustenta.
Razón tiene Godelier cuando critica a Service y Sahlins por el carácter empirista de
sus formulaciones, a propósito de la discusión sobre el concepto de "tribu". Y señala que el
error consiste
en el hecho de no haber analizado realmente esos modos de producción, de continuar describiéndolos
en las formas mismas en que aparecen y de haberse condenado a no poder mostrar ni analizar la
causalidad estructural específica, es decir la acción de determinación última sobre de esos diversos
modos de producción sobre los otros niveles de organización de esas sociedades y sobre sus modos
de aparición o sus formas generales. [Godelier, 1974]

En éste texto, critica a los mencionados autores el pretender generalizar la descripción empírica
de los sistemas de parentesco, aceptando su carácter multifuncional, pero sin distinguir
analíticamente ni jerarquizar en términos causales y estructurales sus diversas funciones
sociales. Pensamos que, en ello, Godelier está en lo cierto. Sin embargo, tampoco él ofrece una
proposición alternativa, coherente con su supuesta concepción marxista.
Lo cierto es que, con todas las ambigüedades que les han sido justamente criticadas,
Service y Sahlins han contribuido a comprender el papel de las relaciones de reciprocidad en las
"sociedades primitivas" y del "parentesco" como una forma social de regulación de las mismas.

224
La pregunta nuestra, cuya respuesta no podemos exigir ni esperar del
neoevolucionismo, es saber si hay o no, en la reciprocidad, alguna determinación esencial en
términos de las relaciones de propiedad y producción; y en caso de haberlas, intentar precisar
cuáles son esas "determinaciones últimas".
En primer lugar, hay que hacer una distinción entre los contenidos y las formas de la
propiedad. Lo que distingue sustantivamente a un modo de producción de otro es el contenido
de la propiedad que define a las relaciones fundamentales de producción y se refiere a sobre qué
elementos del proceso productivo los agentes de la producción tienen capacidad efectiva de
disponer, como condición para la realización de la producción.
Desde el punto de vista de los contenidos de la propiedad, la sociedad cazadora
recolectora se caracteriza porque los productores tienen capacidad real de disponer sobre dos
clases de elementos del proceso productivo: su fuerza de trabajo y los instrumentos de
producción.
No hay realmente propiedad sobre los objetos de trabajo primarios, es decir, sobre los
medios naturales de producción. La propiedad sobre los elementos de la naturaleza sólo se
establece como resultado de la aplicación de la fuerza de trabajo, pero no constituye una
condición necesaria para el trabajo. Es decir, se establece propiedad sobre los productos de la
transformación de la naturaleza, pero la propiedad de los medios naturales no es una premisa de
la producción. Como las relaciones sociales de producción se establecen sobre la base de la
propiedad que condiciona, con carácter necesario, la posibilidad de relación entre la fuerza de
trabajo y los medios de producción para la realización del proceso productivo, se puede
caracterizar al modo de producción de los cazadores recolectores por la ausencia de propiedad
efectiva sobre los objetos primarios de trabajo.
De tal modo, los objetos de trabajo que constituyen contenidos de la propiedad social
son aquellos productos semielaborados o elaborados que se integran a nuevos procesos de
trabajo como objetos: la madera cortada y dejada a secar para la elaboración del arco, la punta
de proyectil tallada en piedra que se incorpora al proceso de confección de flechas o dardos, etc.
Pero no es necesario ni posible establecer propiedad efectiva sobre los objetos de
trabajo en tanto medios naturales de producción.
No es necesario, mientras exista la disponibilidad natural de objetos de trabajo
primarios, que la sociedad invierta esfuerzos y se organice para asegurar la capacidad social de
disponer -es decir, para establecer propiedad objetiva- sobre los mismos.
Además y, sobre todo, no es necesario establecer propiedad sobre los medios naturales
de producción, porque no se ha invertido fuerza de trabajo en ellos 180. No contienen, pues,
trabajo pasado que fuera necesario defender.

180
Ver Meillassoux, 1977: 28-29.

225
Por su parte, tampoco es posible sostener, al menos de manera permanente, la defensa
de tierras o animales de su apropiación por extraños, debido a la precariedad de la economía
que no permitiría la interrupción de los ciclos productivos por períodos prolongados.
El hecho de que no haya propiedad efectiva sobre los medios naturales de producción
disponibles en el territorio habitado por una comunidad, no implica que no haya una
territorialidad, la cual existe hasta en especies animales. En el caso de la sociedad cazadora
recolectora existen, de hecho, diversas forma de posesión consensual del territorio. Los
derechos de posesión pudieron establecer delimitaciones del uso de recursos entre comunidades
étnicamente diferentes o entre grupos integrantes de una misma comunidad étnica.
Pero también la arqueología nos ofrece buenas evidencias de que hubo etnias
indiscutiblemente distintas que coexistieron compartiendo el mismo territorio; es posible que la
no existencia de conflictos mayores obedeciera a que sus modos de vida se orientaron a una
explotación preferencial de recursos diferentes 181.
Aunque incluso hay casos claros en que un mismo tipo se recursos y en el mismo
lugar geográfico, fue explotado contemporáneamente por dos pueblos distintos 182. En esta
situación, la coexistencia pacífica puede explicarse por la elevada productividad natural de los
recursos utilizados.
Esto significa que no hay propiedad social sobre los objetos primarios de trabajo
mientras la disponibilidad natural permita su posesión, es decir, la capacidad de uso de los
mismos. Todavía no ha surgido la propiedad sobre los medios naturales de producción. La
posesión del territorio es el precedente histórico de la propiedad territorial que se desarrollará en
la sociedad tribal.
De lo dicho se desprende una observación que estimamos relevante para la
comprensión de las condiciones de posibilidad histórica de la existencia de este modo de
producción. Y es que el mentenimiento de estas relaciones de producción supone la
disponibilidad natural de recursos como para asegurar la subsistencia de la población que ocupa
un territorio dado o su posibilidad de extenderse o desplazarse si es que aquellos sufren una
disminución relativa a niveles críticos.
En cuanto a la forma de la propiedad, en las sociedades cazadoras recolectoras la
propiedad es colectiva. Lo cual significa que no hay clases sociales y que todos los miembros

181
Se trata de dos poblaciones culturalmente diferenciadas en Sudamérica desde hace unos 13.000 años. Una de ellas habitó
desde Venezuela hacia el sur, toda la región andina, tendiendo a explotar recursos de playa y roqueríos en la costa y camélidos
en las tierras altas. La otra, ocupó la parte septentrional de América del Sur, desde el norte del Perú, por el Pacífico, hasta el
centro del Brasil, por el Atlántico; en la costa tendieron al aprovechameiento de recursos de manglares y a la caza de venados
en el interior, en la región que compartieron con el pueblo antes mencionado (ver los denominados Conjunto I y Conjunto III
en Bate, 1984 y 1985).
182
Esto sucede, por ejemplo, en el sitio de explotación de recursos marinos en Huanaqueros (norte de Chile) donde coexisten
cazadores de la localmente conocida como "Cultura del Anzuelo de Concha" y la "tradición San Pedro Viejo". Ambos pueblos
mantuvieron, sin embargo, separados sus lugares de enterratorios.

226
de la comunidad, como tales y como agentes de la producción, son co-propietarios de la fuerza
de trabajo y los instrumentos de producción disponibles.
Bajo esta forma general de la propiedad se dan diversas formas de posesión. La
posesión es un factor constitutivo de la propiedad y se refiere a la capacidad de uso,
subordinada a la capacidad de disposición. La capacidad de uso es transferible, como derecho o
como obligación, por parte de quien retiene la capacidad de disposición, es decir, detenta
efectivamente la propiedad. En las sociedades cazadoras recolectoras es la colectividad la que
retiene la capacidad de disposición y la posesión está transferida a los productores individuales
como derecho y como obligación 183.
Así, como en todo modo de producción, la fuerza de trabajo constituye posesión
individual del productor directo, desde que es indisociable de su existencia material. Suele ser
igualmente individual la posesión de diversos instrumentos de trabajo, como el arco y las
flechas, los dardos, los cuchillos, etc. Algunos otros medios auxiliares de trabajo, como la
embarcación, pueden ser de posesión doméstica.
También se dan formas particulares de posesión de instrumentos, en las que se incluye
a varios individuos; el grupo de co-poseedores o usuarios está normalmente integrado por
quienes han contribuido a su producción, así se trate de redes o trampas cuya elaboración y uso
requieren de relaciones laborales de cooperación, o de un arsenal de instrumentos de empleo
individual a cuyo uso tienen acceso varios individuos.
Hemos señalado que, si bien no existe la propiedad sobre los medios naturales de
producción que constituyen objetos de trabajo, sí se establecen, formas de posesión sobre los
mismos. Es común, entre los cazadores recolectores, que el uso de recursos o la ocupación del
territorio esté distribuido en grupos de posesión particular. Es común también que la
adscripción al grupo de co-poseedores esté definida por la pertenencia a la horda, como sucedía
aparentemente en Tierra del Fuego, cuyo espacio geográfico estaba distribuido entre treinta y
siete parcialidades 184. Estas divisiones generalmente se establecen para el uso de determinados
recursos, habiendo otros de libre acceso al uso común. En otros casos, la posesión territorial se
correspondía con una división geográfica del trabajo, asignándose diferencialmente el derecho
de uso de recursos distintos, y estableciéndose interdependencias a través del cambio.
Por lo que se refiere a las relaciones de reciprocidad, opinamos que son precisamente
la expresión de las formas de propiedad existentes en esta sociedades. Entendemos que las
especificidades de las formas y proporciones de la distribución, el cambio y el consumo, están,
escencialmente condicionadas por las calidades de las relaciones que se establecen para la
realización del proceso fundamental de la producción. Por lo tanto, si la reciprocidad se

183
En el caso del esclavo clásico, que posee la fuerza de trabajo, su uso sólo constituye obligación; no puede disponer sobre si
hoy trabaja y mañana no o si prefiere cultivar claveles en vez de trigo. El campesino que renta tierras, en cambio, adquiere el
derecho a su uso por tiempo determinado a cambio de la renta; pero la propiedad es retenida por el terrateniente.
184
Incluyendo el territorio ocupado por los háush, grupo étnico distinto de los selk'nam.

227
manifiesta básicamente en la distribución, o como un amplio sistema de intercambios, debe
guardar vínculos determinados con las relaciones de propiedad y producción.
Habría que analizar lo que implica, en términos de la capacidad objetiva de
disposición sobre los instrumentos y la fuerza de trabajo, el hecho de que cada miembro de la
comunidad tenga el derecho a recibir y, a la vez, la obligación de dar a los demás, en caso de
necesidad. Entendiendo que tales compromisos se extienden mas allá de las situaciones de
apremio, pero se originan en la posibilidad permanente de carencia de medios materiales de
vida.
En primer lugar, hay que asentar el hecho de que los compromisos de reciprocidad se
originan y presuponen compromisos en torno a la producción. Si bien la reciprocidad se realiza
y se muestra de manera aparente en la circulación de bienes 185 -sea como un sistema de
redistribución o de un amplio circuito de intercambios diferidos- se trata de bienes que se
generan en el proceso productivo. Quien está en posibilidad de dar, es porque pone a
disposición de la producción la fuerza de trabajo y los instrumentos que posee. La garantía de
que quien recibe algo de la comunidad puede, en su momento, retribuir, está dada por su
compromiso de participación en la producción. El derecho y la obligación de recibir y dar, se
fundamentan en el derecho y la obligación de participar en la producción material.
En estos términos, la reciprocidad es el ejercicio del derecho de cualquier comunero a
disponer de la fuerza de trabajo o de los instrumentos que los demás han empleado en la
generación de los productos o servicios que de ellos recibe. La obligación de poner a
disposición de los demás los bienes o servicios que implican el uso de la fuerza de trabajo o los
instrumentos que un comunero posee, es la objetivación del mismo derecho, compartido por los
otros miembros de la comunidad.
Así es como, a través de las diversas manifestaciones de la reciprocidad, se objetiva la
existencia real de la propiedad colectiva como un derecho compartido.
La reciprocidad como obligación es la manifestación de que la capacidad de
disposición sobre los contenidos de la propiedad no es individual, sino está sujeta a las
regulaciones comunales.
Las relaciones de reciprocidad están reguladas y se establecen a través de los
compromisos que vinculan a las unidades domésticas que integran una horda o banda, a las
bandas que se relacionan entre sí a través de diversas formas de complementariedad (como el
sistema de mitades, secciones y subsecciones, cuando es el caso) o de afinidad y luego, en
general, a las diversas agrupaciones de bandas o parcialidades que integran una comunidad.

185
De manera análoga, en el sistema capitalista la plusvalía se genera en la producción, pero se realiza en la circulación. De ahí
que la burguesía centra el interés de sus análisis en el estudio del mercado. El mismo Marx inicia su exposición de las
determinaciones esenciales del sistema con el análisis de la mercancía, para descubrir las relaciones fundamentales de
producción que determinan sus características. El neoevolucionismo, en cambio, pretende que la generalización de las
regularidades empíricas manifiestas en la reciprocidad o el "parentesco", consituyen en si la explicación de las "economías
primitivas".

228
Estos diversos niveles de integración constituyen las formas específicas del
establecimiento de las relaciones sociales que permiten la producción bajo la situación de
precariedad de las fuerzas productivas, al asegurar la estabilidad del sistema económico;
regulando así la reciprocidad solidaria tanto en la aportación a las actividades laborales como en
la distribución directa o a través de intercambios diferidos. De este modo, las relaciones que
regulan la reciprocidad son fundamentalmente las relaciones sociales de producción basadas
en la propiedad colectiva.
Es común que, en la designación de estos vínculos que comprometen concretamente a
los miembros de una comunidad de manera más directa o mediatizada según el nivel de
integridad a que se refieran, se usen por extensión analógica los términos del parentesco. No
obstante, aún cuando algunos de estos vínculos pueden coincidir aproximadamente con
relaciones reales de filiación, no se trata propiamente de relaciones de parentesco consanguíneo.
Se trata esencialmente de la particularidad de la forma de las relaciones de producción, que
organizan igualmente la distribución, el cambio y el consumo y a las cuales se subordinan las
alternativas posibles de filiación reproductiva. El tipo de organización que se da una sociedad
cazadora de acuerdo a los recursos y técnicas empleadas, a los sistemas de complementación
económica o a las necesidades de distribución de la fuerza de trabajo, tiende a condicionar los
patrones de movilidad de hombres y mujeres o de residencia matrimonial. De allí pueden
derivar diversas correspondencias o coincidencias con la organización de las hordas o banda ,
las mitades, etc.; pero éstas no son necesariamente relaciones de parentesco real ni están
determinadas principalmente por las necesidades de reproducción de la población.
Al respecto, con bastante precisión analítica, Meillassoux ha distinguido las relaciones
de adhesión de las de filiación o parentesco; señalado que
las relaciones sociales en la horda, se definen ante todo, en virtud de la adhesión presente de los
individuos a la misma, adhesión que se manifiesta por la participación en las actividades comunes de
producción y consumo [Meillassoux, 1977:32].

Otra característica que el citado autor apunta para estas sociedades es que, debido a la
brevedad de los ciclos de producción-consumo, a que no hay inversión previa de la fuerza de
trabajo en los objetos y la inversión en instrumentos de uso compartido es poca, un individuo
puede retirarse fácilmente de una unidad de producción y, al hacerlo, no interrumpe ningún
ciclo productivo. Por lo que las relaciones concretas de adhesión o cooperación laboral no crean
la necesidad de vínculos permanentes y son fáciles de disolver; a lo cual se debe la posibilidad
de circulación de los productores entre distintas hordas.
Se puede decir, en síntesis, que la particularidad distintiva de este modo de
producción, en cuanto a la correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones
sociales de producción, está dada por la ausencia de clases sociales y la existencia de relaciones
de reciprocidad que se corresponden con la necesidad de estabilizar una economía
estructuralmente precaria. En el entendido de que la reciprocidad es la expresión de las formas

229
colectivas de propiedad que se establecen sobre los instrumentos y la fuerza de trabajo, ya que
no se ha desarrollado históricamente aún la propiedad real sobre los medios naturales de
producción, debido a la naturaleza misma de las fuerzas productivas.
Conviene recalcar que son éstas las características que definen al modo de producción
cazador recolector y que el término no se refiere sólo a las técnicas predominantes de
apropiación.
Hay sociedades que mantienen una economía apoyada básicamente en técnicas de
caza, pesca, y recolección, pero que han desarrollado ya un modo de producción diferente al
establecer la propiedad comunal sobre los objetos de trabajo, generando una estructura tribal en
sentido estricto y donde las formas de la reciprocidad no se corresponden ya a una economía
precaria. Es el caso de los pueblos de la costa occidental de América del Norte y de las llanuras
del extremo sur americano, que se tribalizan bajo el impacto de la colonización europea y, en
algunos casos, antes. Del mismo modo, hay sociedades en transición que comienzan a
domesticar plantas y animales, pero que mantienen aún un modo de producción cazador
recolector, si se consideran los contenidos y formas de la propiedad.

Distribución, cambio y consumo.-


De la existencia de formas colectivas de propiedad y la ausencia de clases sociales derivan
relaciones igualitarias de distribución, que es lo que sucede en las comunidades primitivas de
cazadores recolectores.
La igualdad en la distribución de los productos tiene ocasión de realizarse como
consecuencia de los procesos de trabajo que requieren de cooperación entre dos o más
productores. Las razones por las cuales la distribución es equitativa son más o menos simples.
En primer lugar, los productores se relacionan para trabajar en igualdad de condiciones: cada
uno es poseedor de la fuerza de trabajo y de los instrumentos que pone a disposición del
proceso laboral, trátese de instrumentos de confección y uso individual o grupal. No hay, por
tanto, posibilidad de justificar una distribución diferencial de los productos. Pero además, las
relaciones de colaboración productiva son breves y se disuelven con facilidad. De manera que,
si alguien pretendiera apropiarse sistemáticamente de una mayor cantidad de productos que la
que le corresponde proporcionalmente a su aporte laboral, obteniendo ventajas en la
distribución, sería fácil y rápidamente excluído de la unidad productiva, corriendo no solo el
riesgo de ser severamente sancionado, sino también marginado del circuito de reciprocidad. Tal
conducta, le impediría en breve tiempo encontrar nuevos grupos de adhesión y reciprocidad a
los cuales integrarse.
Tampoco hay incentivos ni necesidad para que algunos individuos o grupos dentro de
la comunidad realicen una acumulación de plusproductos, aún cuando para ello sólo utilizaran
su fuerza de trabajo o la de sus unidades domésticas sin involucrar la apropiación de trabajo
ajeno.

230
La imposibilidad no es técnica, sino social; pues seguramente bastaría con aumentar
algo el tiempo de trabajo para obtener mayor cantidad de productos que la necesaria para la
subsistencia. Pero ello no tiene sentido dentro de la racionalidad económica de estas sociedades.
¿Para que querría alguien acumular plusproductos, sino para ponerse a resguardo de
eventuales carencias?. Socialmente, ello no podría tener otro significado que la intención de
prescindir del sistema de reciprocidad, lo cual conllevaría la ruptura con las estructuras y
normas sociales básicas y, sin lugar a dudas, sería claramente apreciado así por los demás, que
ejercerían todo el peso coercitivo de las sanciones sociales.
Para los demás comuneros probablemente no sería tan grave que alguien no ejerciera
su derecho a recibir, pero sería inaceptable que se desligara de su obligación de dar. De manera
que si algún cazador y su unidad doméstica obtuvieran y mantuvieran un volumen de productos
mayor que el considerado socialmente necesario para la sobrevivencia, sería inocultable; y los
demás presionarían ejerciendo su derecho a participar en la distribución de tales bienes. Negarse
a ello implicaría exponerse no sólo al rigor de las censuras morales, sino aún a la exclusión del
sistema. Y de cualquier manera no bastaría, para asegurar la subsistencia, contar con la
producción permanente de plusproductos confiando en la potencialidad productiva del
mediombiente ya que, como hemos visto, las situaciones de carencia no están sujetas sólo a las
variaciones de la disponibilidad natural de recursos. Pero, además, se cerrarían las posibilidades
de reproducción biológica para los miembros de esa unidad doméstica.
En tales circunstancias, no tendría ningún sentido exponerse al rechazo social, si el
sistema de reciprocidad lo hace innecesario.
Podría uno preguntarse por qué no se ocupan todos de acumular reservas en
prevención de una posible escasez ocasional. Pero ello podría causar una depresión de los
recursos naturales cuya reproducción no se controla y correr el riesgo de un desequilibrio
completo de la economía. Por lo cual la sociedad genera los mecanismos que evitan la
sobreexplotación de la naturaleza. Y en el caso de que su productividad sea elevada y el margen
de riesgo de sobreexplotación sea bajo, la sociedad tenderá al crecimiento poblacional y a la
elevación de los niveles medios de consumo, que es como se han desarrollado históricamente
estos pueblos. En los casos en que se pudieran mantener pequeñas reservas para solventar
eventualidades (sin que ello redujera la movilidad del grupo), y todos hicieran lo mismo, tales
productos formarían parte de la producción media subsistencial.
De este modo, las relaciones sociales inhiben la acumulación diferencial de productos,
la generación de plusproductos, el almacenamiento y el uso de técnicas de preservación de
alimentos, regulando el proceso económico a través del derecho y la obligación de participación
igualitaria en la distribución 186.

186
Esto no quiere decir que no exista ningún tipo de reservas o formas rudimentarias de conservación.

231
Tal vez sea conveniente aclarar, en este punto, lo que significa distribución igualitaria;
pues no se trata de que, en todo momento y en cualquier situación se repartan cantidades iguales
de todo lo que se produce entre todos los miembros de una comunidad.
En un principio, no todos los individuos tienen las mismas necesidades en cada
momento de su vida. Un niño de pecho, un joven "soltero" que debe aprender a ser austero, un
cazador que debe sostener a una familia o un viejo ya retirado de las labores de caza, tendrán
necesidades diferentes en cuanto a consumo de calorías y alimentación; un manto de pieles para
un niño o un adulto, no serán del mismo tamaño; y cada uno requerirá de instrumentos
diferentes para la realización de las tareas que le corresponda, según la división doméstica del
trabajo.
Existe un reconocimiento de estas diferencias y, de acuerdo a la valoración social de
las mismas, se definen normas culturales que rigen las formas y proporciones de la distribución
para cada situación. Así, por ejemplo, es posible que un joven que aún no constituye una unidad
doméstica, reciba una menor cantidad de carne que éstos, aunque haya aportado la misma
cantidad de trabajo. O que se considere, cuando se dé el caso, que algunas partes de los
animales particularmente apreciadas deben destinarse a aquellos cuyas mujeres estén
amamantando. Habrá así una distribución diferencial. Pero ésta, a largo plazo, será compensada
cuando el joven sea ya responsable de proveer de carne a una unidad doméstica y salga de caza
con otros "solteros"; o cuando sean otros los que tengan niños lactando. Esta es una de las
formas como opera el sistema de reciprocidad.
Es en la esfera del intercambio aquella en que se manifiestan de manera mas aparente
las relaciones sociales de reciprocidad, originadas en las relaciones de producción establecidas
sobre la base de la propiedad colectiva. Se trata de una expresión y realización de las relaciones
sociales fundamentales, por lo que los diversos actos de intercambio están normados con una
fuerte carga valorativa. Por lo mismo, muchas veces la realización del intercambio no obedece
propiamente a la necesidad redistributiva de bienes de consumo de los cuales alguna de las
partes requiera realmente en el momento, sino mas bien al establecimiento o refuerzo de las
relaciones sociales básicas 187.
En general, el proceso económico del intercambio consiste en una redistribución que
permite a los consumidores obtener los valores de uso concretos que requieren para la
satisfacción de sus diversas necesidades específicas; entre las cuales también hay que considerar
la disponibilidad de medios de producción en nuevos ciclos productivos.
El grado de desarrollo y las formas del intercambio se corresponden con los niveles de
especialización y diversificación de la división del trabajo que conlleva el desarrollo de las

187
Como señala acertadamente Service, refiriéndose a los pueblos cazadores " ...la sociedad primitiva no es comercial y los
intercambios de una forma particular tienden a acompañar una relación social de intensidad apropiada". Y, más adelante, "...el
establecimiento de relaciones sociales por si misma puede ser a menudo la función y el objeto de un intercambio de bienes".
(Service, 1973:28).

232
fuerzas productivas. En términos históricos generales, por lo tanto, se corresponden con las
calidades particulares de las relaciones sociales de propiedad y producción
En particular, es obvio que las categorías específicas para el análisis del cambio desde
un enfoque interesado en entender la racionalidad orientada a la obtención de utilidad marginal
-la que supone, por lo menos, la circulación de excedentes bajo formas de propiedad privada-
son del todo inadecuadas para entender la lógica de las sociedades cazadoras recolectoras. En lo
cual el planteamiento sustantivista de Polanyi contra el formalismo sin duda está en la razón 188.
Por ello, nos permitiremos apuntar algunos criterios y consideraciones básicas que nos
posibilitan entender algunas características generales de los procesos de intercambio y las
formas de manifestarse, a través del mismo, las relaciones de reciprocidad en las sociedades
cazadoras recolectoras.
En primer lugar, en todo proceso de cambio:
1. Participan dos o más agentes.
2. Se dan dos movimientos que, desde el punto de vista de uno de los agentes, son el de dar y
el de recibir.
3. Estos dos movimientos o calidades del proceso constituyen dos momentos que pueden
coincidir o diferir en el tiempo y el espacio 189.
4. Debido a esta posible diferencia de los momentos del cambio, los agentes pueden aparecer,
en cada momento como: donante, receptor, donante-receptor o receptor-donante.
De cualquier modo, para nuestro caso, un proceso de cambio se cumple cuando un donante
recibe o un receptor da.
En segundo lugar, las modalidades del intercambio se pueden caracterizar por la
combinación de varios factores:
1. Según la composición de los agentes puede tratarse:
a) de un individuo o,
b) de un grupo socialmente definido (por ej. unidades domésticas, hordas, secciones,
comunidades, etc.), En el segundo caso, puede ser un individuo o grupo el que representa a una
unidad social determinada, más amplia.
2. De acuerdo al contenido del proceso, los elementos intercambiados pueden ser:

188
Karl Polanyi, "La economía como actividad insitucionalizada". En: Polanyi et al. (Eds.), 1976. De lo dicho, sin embargo, no
se deduce el absurdo en que han incurrido algunos autores de plantear que ninguna categoría analítica o explicativa es
generalizable. Si no hubiera regularidades o aspectos generales, es decir, objetivamente comunes a toda sociedad, tampoco
habría criterio alguno que permitiera comparaciones sistemáticas para mostrar las diferencias entre unas y otras.
189
No entraremos acá en mas detalles, pero hacemos la distinción entre movimiento y momento, pues tiene implicaciones
importantes para una teoría de lo observable en el registro arqueológico, aunque la distinción no se refiere sólo a lo
empíricamente observable para el arqueólogo.

233
a) productos que contienen trabajo pasado, como bienes de consumo, instrumentos u
objetos semielaborados o,
b) servicios (trabajo vivo), o favores.
Estos mismos elementos pueden ordenarse en una escala de valores de uso,
según el mayor o menor grado de urgencia vital de las necesidades que satisfacen. Ello puede
variar conyunturalmente dependiendo del grado de apremio o satisfacción de las diversas
necesidades en que se relacionan los agentes. Pero, de manera general, tal escala de prioridades,
para los productos, podría ser la de:
a) alimentos,
b) instrumentos y
c) bienes de consumo no alimenticio, para los productos.
Y, para el trabajo vivo; en primer lugar los trabajos productivos (según la
prioridad de los satisfactores que generan) y luego, los favores.
3. Según el grado de definición de las equivalencias, podríamos distinguir
intercambios:
a) De equivalentes definidos, cuando la cantidad y calidad de elementos
intercambiados se explicita de antemano
b) De equivalencias imprecisas, cuando los equivalentes no se especifican, pero a la
cantidad y calidad de elementos transferidos en el primer movimiento, se corresponde un rango
previsible de equivalentes concretos posibles.
c) De equivalencias indefinidas, cuando éstas no se explicitan ni puede el donante
prever la calidad o cantidad de elementos que obtendrá a cambio.
De cualquier manera, un sistema de equivalencias supone una escala de valores
relativos para el cambio. Cuando se trata de equivalencias definidas o imprecisas, el cambio
puede ser: a) equilibrio o, b) desigual.
4. Según la temporalidad de los momentos del cambio, éste puede ser:
a) simultáneo o,
b) diferido.
De acuerdo a este criterio podemos considerar también si el plazo de cumplimiento del
proceso es definido o indefinido.
El intercambio simultáneo define su temporalidad en una sola acción recíproca
de dar y recibir.

234
El intercambio diferido tiene un plazo definido cuando, en la realización del
primer movimiento queda explicitado el momento de ocurrencia del segundo, o lo supone
implícitamente dentro de un rango temporal previsible.
El intercambio de plazo indefinido se genera con el primer movimiento, dejando
abierta la relación y difiere la ocurrencia del segundo momento sin posibilidades de prever el
lapso de tiempo entre ambos.
En los intercambios diferidos los agentes se presentan, en cada momento, como
donantes o como receptores.
5. De acuerdo a la dirección de los movimientos podemos distinguir:
a) intercambios bidireccionales, cuando la relación se cierra entre dos agentes:
donante-receptor y receptor-donante.
b) Intercambios en cadena, cuando participan más de dos agentes y la circulación de
elementos se da en los dos sentidos de una dirección determinada 190. El intercambio en cadena
puede tener puntos terminales o darse de manera circular.
c) Intercambios multidirrecionales, cuando participan mas de dos agentes, pero los
movimientos de dar y recibir pueden darse en cualquier dirección y sentido.
6. Según las expectativas de los agentes. Este es un aspecto subjetivo
(superestructural) que está culturalmente normado en cada sociedad. El hecho es que, de
acuerdo a tales normas particulares de conducta, los agentes saben en qué situaciones están en
obligación de dar, en derecho de recibir, si pueden esperar algo a cambio, si hay o no definición
de plazos, de equivalencias o de la dirección de los movimientos de bienes y servicios.
Mencionamos este criterio pues, aunque no se refiere directamente a la base económica, debería
ser tomado en cuenta para los análisis de casos concretos.

A partir de estos criterios apuntaremos algunas características de los procesos de


intercambio en estas sociedades.
Una primera observación general nos muestra que las modalidades del intercambio
varían principalmente entre dos términos. Por un lado, aquellos en que predominan las
relaciones entre agentes individuales, la temporalidad simultánea o definida, las equivalencias
definidas en intercambios equilibrados con expectativas de compensación a corto plazo, son los
que crean menor grado de compromiso y permanencia de los vínculos sociales. En el otro
extremo, la temporalidad diferida e indefinida, las equivalencias imprecisas o indefinidas en
intercambios entre agentes colectivos, sin expectativas precisas, se combinan en formas que
manifiestan las relaciones de reciprocidad que suponen estabilidad a largo plazo de los vínculos
y más elevado grado de compromiso social. Estas últimas caracterizan a la llamada reciprocidad

190
Usamos los términos de dirección y sentido con una connotación análoga a los de la física. Una dirección supone
movimientos entre dos puntos (por ej., norte-sur) y puede tener dos sentidos (de norte a sur o de sur a norte).

235
generalizada o solidaria y las primeras a la reciprocidad equilibrada o compensada (Sahlins,
1972 y 1977; Service, 1973). Cuando predominan las formas de reciprocidad compensada, se
tiende hacia el extremo de la denominada "reciprocidad negativa" que, en realidad, deja de ser
reciprocidad y constituye una forma de enajenación que tiende a disolver la reciprocidad de las
relaciones comunales. Tal situación está severamente limitada por las condiciones materiales y
las normas sociales que se les corresponden en las sociedades cazadoras recolectoras.
Otro aspecto importante es que la circulación de los valores de uso más necesarios a la
subsistencia supone el mayor grado de compromiso solidario en cuanto a la obligación de dar y
el derecho de recibir, sin más expectativas para el donante que la de reforzar su derecho general
a recibir e implica el menor grado de compromiso personal para el receptor. El compartir los
alimentos como norma de hospitalidad es probablemente la expresión más clara y generalizada
de esta situación.
De cualquier modo, hay que considerar la existencia de diversas modalidades del
intercambio, pues éstas tienden a responder a necesidades vitales y sociales específicas. Veamos
sólo algunos ejemplos:
1) Existe el trueque directo entre individuos, de equivalentes y plazos definidos
(simultáneos o diferidos), en que el donante espera recibir algo determinado a cambio. Es una
forma de intercambio equilibrado que permite a los agentes obtener los valores de uso que
necesitan como consumidores, cuando están en posibilidad de dar algo que interesa a la otra
parte. Bajo estas expectativas, si los valores intercambiados son desiguales, la relación queda
abierta a la completación del segundo movimiento.
2) El intercambio de "regalos" es una forma común de cortesía y de refuerzo de las
relaciones sociales; supone un sistema concreto de equivalencias imprecisas. Constituye un acto
social de manejo delicado, pues ninguna parte quiere aparecer dando o recibiendo demás o de
menos, ya que se trata precisamente de manifestar relaciones de igualdad. Si las expectativas de
los agentes son de un intercambio simultáneo y los valores intercambiados -aún bajo la
imprecisión de las equivalencias- son notoriamente desiguales, la situación puede prestarse a
tensiones y conflictos. Lo cual no ocurrirá si los plazos son diferidos, con lo que la relación
queda abierta a un nuevo movimiento y un compromiso social queda establecido. Menos
posibilidades de tensión hay cuando este intercambio es bidireccional entre agentes colectivos,
aún cuando se realice a través de múltiples movimientos desiguales entre individuos, pues
resulta más difícil intentar medir qué tanto se han compensado, en promedio, tales diferencias.
3) El trueque entre distintas comunidades étnicas suele darse con plazos definidos,
equivalentes definidos o imprecisos, los agentes son colectivos (representan a cada comunidad)
y hay expectativas de compensación o equilibrio. Permite establecer un compromiso de
reciprocidad que no va mas allá ni significa menos que la creación de un consenso mutuo de
respeto a las posesiones comunales de medios naturales de producción. El trueque expresa la
búsqueda o refuerzo de una relación de "buena vecindad" que, de paso, puede resolver

236
conflictos potenciales al poner a disposición de los otros algunos recursos o bienes no
disponibles en su territorio191. Esta relación puede darse bajo la forma del "intercambio
silencioso".
4) El intercambio intracomunal entre agentes colectivos, que pueden ser hordas
vinculadas, tal vez en un esquema de mitades y secciones, permite a cada grupo la obtención de
recursos de ecologías diferentes, cuando se da una división geográfica del trabajo. En tal caso,
los plazos y equivalentes están definidos. Se sabe qué puede aportar cada grupo y en qué época
del año, de acuerdo a los ciclos de disponibilidad natural de los elementos intercambiados. Los
movimientos y momentos pueden combinarse así de diferentes maneras. Algunos de estos
momentos son ocasión para la celebración de ceremonias colectivas que refuerzan las relaciones
grupales o permiten el movimiento de hombres y mujeres entre grupos. Estos intercambios
pueden ser bidireccionales o en cadena.
5) La dirrecionalidad de los intercambios en el interior de una comunidad,
particularmente los intercambios en cadena, contribuyen a delimitar los "circuitos de
reciprocidad" y a la definición de las distancias sociales. Por lo general, tienden a
corresponderse con las relaciones de adhesión productiva para la complementación de recursos.
En estos casos, los intercambios tienden a ser de equivalentes y plazos mas o menos definidos.
Pero también estas cadenas determinadas de intercambios permiten resolver carencias
eventuales de alguno de los grupos que integran los circuitos de reciprocidad así establecidos,
por ejemplo, cuando se ven afectados por bajas drásticas de disponibilidad de recursos debidas
a factores naturales no predecibles. En tales casos, los plazos de retribución son diferidos e
indefinidos y los equivalentes imprecisos o indefinidos.
6) Dentro de unidades socialmente definidas, en particular al interior de la horda, es
común que se den intercambios multidireccionales, de equivalencias y plazos indefinidos,
generalmente diferidos. Implican la mayor proximidad social dentro de un circuito de
reciprocidad. En estos procesos, los movimientos de transferencia de bienes y servicios se dan
entre individuos; pero cada uno de ellos representa, en esos actos, al grupo al que pertenecen.
Es la forma como se resuelven cotidianamente las carencias eventuales o desigualdades
productivas entre las unidades domésticas. Se constituyen así los circuitos internos de
reciprocidad que se corresponden con las unidades domésticas que mantienen las más cercanas
relaciones de adhesión laboral.
7) Mencionaremos una modalidad que podríamos denominar distribución diferencial
compensada a largo plazo y que supone intercambios dentro de determinados circuitos de
reciprocidad. En éste caso, el primer movimiento coincide con el proceso de distribución
directa. El segundo momento queda diferido con plazo indeterminado y las equivalencias son
definidas o imprecisas. Es como se compensan las necesidades diferenciales de consumo

191
Como hemos mencionado, estas situaciones también se pueden resolver a través de compartir la explotación de los mismos
recursos, sin llegar al conflicto.

237
condicionadas por la posición de los individuos dentro de su grupo sexual en diferentes
momentos del ciclo vital. Un ejemplo de ésto es el que ya mencionamos, a propósito de las
formas de distribución, de transferencia de productos del trabajo entre cazadores que sostienen
o no a una unidad doméstica.
Otro aspecto que debe destacarse es que, cuando se realizan intercambios de
equivalentes definidos o imprecisos, éstos se rigen por un sistema equivalencial concreto e
históricamente poco desarrollado. Al referirnos a su bajo desarrollo queremos decir que, si bien
existe ya la noción de la cantidad de trabajo necesario como medida del valor de cambio192,
suele primar el criterio del valor de uso para el establecimiento de las equivalencias. Sin
embargo, como la obligación de dar es mayor cuando se trata de bienes que responden a
necesidades subsistenciales mas urgentes entre individuos o grupos socialmente mas cercanos,
es posible que en esas condiciones éstos adquieran un menor valor relativo de cambio que los
bienes mas "superfluos". Además, si bien puede haber en cada pueblo una noción ya definida de
equivalencias aproximadas, los equivalentes tienden a definirse de manera más precisa en cada
situación particular, según las posibilidades, necesidades y expectativas de los agentes. Es decir,
los elementos intercambiados adquieren literalmente la forma accidental del valor 193.
Pero, como hemos señalado antes, las formas del intercambio más adecuadas para
resolver la situación de precariedad económica son las que expresan reciprocidad solidaria o
generalizada. Es decir, aquellas en que las equivalencias son indefinidas o imprecisas, los
plazos diferidos e indefinidos y los movimientos multidireccionales entre agentes que
representan al colectivo. Así se ejerce el derecho a recibir sin crear deudas personales y la
obligación de dar, como movimiento recíproco, se cumple con aquellos que realmente lo
requieran en una nueva situación, cuando ésta se presente, transfiriéndose los valores de uso
determinados que se necesiten. En la reciprocidad solidaria el donante cumple con una
obligación social y no genera más expectativas que la de afirmar su derecho a recibir en caso de
necesidad.
La racionalidad económica de este sistema es notablemente ajena al mercantilismo.
Tanto que, desde la lógica predominante en los intercambios de la sociedad capitalista actual,
podría preguntarse si aquella conforma realmente un sistema de intercambios. Y lo es, desde
que permite a los consumidores obtener los valores de uso determinados que requieren para
satisfacer sus diversas necesidades específicas y en el momento en que los necesitan. Sólo que
el sistema responde a la precariedad general de las fuerzas productivas que permite prever la
existencia permanente de carencias vitales, sin poderse predecir quiénes ni cuándo necesitarán
qué valores de uso. La reciprocidad solidaria obliga a todos los miembros de la comunidad a
responder a la satisfacción de tales necesidades cuando están coyunturalmente en situación de
hacerlo y garantiza a cada uno el derecho a ser asistido de igual manera.

192
Cfr. Sahlins, 1977
193
Sobre los conceptos de sistema equivalencial concreto y forma accidental del valor , ver C. Marx, "El Capital", Libro
primero, Sección primera, Capítulo I.

238
Por ello es que la reciprocidad solidaria se manifiesta y realiza bajo diversas formas de
intercambio, y su función supone la existencia del contexto global de la economía en el largo
plazo. Y sólo puede ser cabalmente comprendida en ese contexto. Como observa con acierto
Service, "La reciprocidad generalizada es una forma de intercambio basada en la presunción de
que la devolución ocurrirá a la larga... Es la forma del más alto altruismo. Se basa en el hecho
de que la gente que intercambia va a estar asociada durante muy largo tiempo. Por tanto la
reciprocidad es sólo una esperanza muy vaga. A la larga las cosas se compensan".
Y en efecto, las transferencias de bienes y servicios que realizan la reciprocidad
solidaria se incluyen y constituyen, en el largo plazo, un sistema de intercambios equilibrados o
compensados. Ello por una razón: la producción está destinada al consumo subsistencial. Cada
unidad doméstica produce normalmente para satisfacer sus necesidades subsistenciales. Cuando
no logra generar los productos necesarios para eso, lo cual ocurre por períodos breves, será
provista por otras unidades domésticas. En otro momento deberá producir o trabajar algo por
encima de sus necesidades de consumo, transfiriendo esa parte a otras unidades domésticas o
individuos en déficit. Como no hay necesidades sociales de acumulación de plusproductos ni
posibilidades de acumulación diferencial, el margen de desigualdad de los valores transferidos
en cada movimiento, se compensa necesariamente en el largo plazo. Por lo mismo, dicho sea de
paso, es innecesario el desarrollo de un sistema de equivalencias más preciso.
Aunque nadie intentaría hacer un cálculo exacto de cuánto trabajo vivo o pasado ha
transferido y cuánto ha recibido a lo largo de su vida -pues la diferencia nunca será muy notable
y los parámetros de evaluación son imprecisos- es posible que haya quienes han dado o recibido
más que otros. Pero el que recibió más, es porque se vió enfrentado a mas situaciones de
carencia que, de seguro, no buscó voluntariamente. El que cedió más, fue porque estuvo más
veces en posibilidad de hacerlo y con ello garantizó no sólo su derecho a ser ayudado, sino el de
los miembros mas cercanos de sus grupos de filiación y adhesión.
De lo cual, curiosamente, se desprende un principio general que rige la distribución en
las comunidades de cazadores recolectores y que podría formularse rigurosamente como "de
cada quien de acuerdo a sus posibilidades y a cada quien de acuerdo a sus necesidades".

Resumen y conclusiones.-
El modo de producción de las sociedades cazadores recolectoras se caracteriza por que la
composición y desarrollo de las fuerzas productivas conforman una economía estructuralmente
precaria. Para estabilizar una economía sometida a tal riesgo, es necesario el establecimiento de
relaciones de reciprocidad, que resuelven las posibilidades permanentes de situaciones de
apremio vital.
La reciprocidad, que implica el derecho de recibir y la obligación de dar, se fundan en
la obligación y el derecho de participación en la producción. Es la expresión de la existencia de
formas colectivas de propiedad, como capacidad comunal de disponer de la fuerza de trabajo y

239
los instrumentos de producción, que se emplean bajo diversas formas de posesión particular o
individual. No hay necesidad ni posibilidad de establecer la propiedad efectiva sobre los medios
naturales de producción, que se utilizan bajo formas diversas de posesión.
La unidad y contradicción entre fuerzas productivas y relaciones sociales de
producción se manifiestan particularmente en la relación entre precariedad y reciprocidad. La
reciprocidad se afirma permanentemente a través de relaciones de distribución igualitaria y se
refuerza tendiendo a mantener las condiciones de precariedad que la generan, por la vía de
inhibir la preservación y acumulación de alimentos. Lo cual también está relativamente limitado
por la falta de control directo de la reproducción biológica de las especies alimenticias.
Las relaciones colectivas de propiedad determinan formas de distribución igualitaria,
así como un sistema de intercambios que garantizan la reciprocidad y el consumo subsistencial.
Por ahora, nos limitaremos a adelantar una conclusión respecto a las condiciones de
existencia y de disolución de este modo de producción: éste existe mientras la disponibilidad de
recursos accesibles a la tecnología de apropiación permita la subsistencia de la población.
Cuando las relaciones de reciprocidad se vean imposibilitadas de resolver una crisis debida a la
agudización de la precariedad -ocasionada por un desequilibrio entre esos tres elementos
generales del proceso productivo-, el modo de producción cazador recolector entraría
necesariamente en un proceso de cambio cualitativo hacia la sociedad tribal.
Aumento relativo importante de la población, insuficiencia relativa de la tecnología de
apropiación o disminución drástica de los recursos naturales de producción, cualquiera sea el
factor desencadenante, se conjugarán generando el proceso de transformación social, que es la
revolución tribal o "neolítica". Ello supone otra condición histórica, cual es la de que las
posibilidades de expansión territorial y de apertura de nuevas fuentes de recursos estén
limitadas por la existencia de otras poblaciones vecinas, incapacitadas de permitir el acceso a
las mismas sin entrar en una situación similar. Por eso es que, históricamente, las primeras
revoluciones "neolíticas" ocurren cuando ya los vastos territorios de un continente están
completamente poblados.

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242
9. Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales

Felipe Bate y AlejandroTerrazas

Según la teoría materialista, el factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la producción y
reproducción de la vida inmediata. Pero esta producción y reproducción son de dos clases. De una parte, la
producción de los medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos
que para producir todo eso se necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de
la especie.

Federico Engels

Resumen.
La configuración demográfica de las sociedades de cazadores recolectores se ha utilizado tradicionalmente
para explicar diferentes problemas de investigación, como los referentes al poblamiento de América o el
origen de la agricultura. Generalmente, se ha considerado que la demografía de los pueblos cazadores
recolectores prehistóricos estaba directamente condicionada por factores ambientales, como la capacidad de
carga del medio o los cambios climáticos, condiciones a las cuales los grupos humanos habrían debido
adaptarse para sobrevivir. A pesar de que existen proposiciones teóricas que consideran variables sociales
para explicar los patrones demográficos de los pueblos nómadas, por lo general se termina aduciendo
condiciones ambientales como causas básicas, desconociendo el potencial de la propia organización social
concreta para modificar su propia estructura de población, con relativa independencia de las condiciones
del ambiente.
En esta comunicación se presentan algunas consideraciones sobre los aspectos concretos a través
de los cuales un sistema social puede influir directamente en su historia demográfica, así como en las
condiciones propias de su ecosistema.
Para ello se indican algunas de las variables a través de las cuales estamos en proceso de formalizar
el concepto de modo de reproducción. Y se señalan relaciones posibles entre el modo de producción y el
modo de reproducción en sociedades de cazadores recolectores pre-tribales, derivando implicaciones que
tendrían estas categorías en la conformación de modelos sobre los primeros pobladores del continente.

1. Hacia la conceptualización del modo de reproducción.


El marxismo, como concepción general de la realidad, a pesar de haberse desarrollado sobre una
base esencialmente crítica y deconstructiva194, no ha escapado a la influencia de las
condicionantes ideológicas de su época. Una de éstas es la ideología machista195 cuyo influjo se
advierte en el descuido teórico de algunas de las esferas imprescindiblemente importantes para la
explicación de la existencia social. Y que ha resultado en el ocultamiento -por desinterés en la
reflexión, seguramente debido a negligencia involuntaria- del ámbito doméstico y reproductivo, en
la base del ser social, y de los reflejos afectivos en el campo de las superestructuras. No le faltan


El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Prefacio a la primera edición de 1884.
194
Ver Marxism and deconstruction, Ryan [1982].
195
Quedará claro que no nos referimos a la doctrina filosófica de Ernst Mach, sino a la concepción ideológica en que se apoyan las
prácticas discriminatorias de las mujeres en favor de la dominación masculina.

243
razones a Lonzi [1978], para acusar a Hegel, a Marx y a Freud de ser unos detestables machistas.

Es Engels quien se ocupa, en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, del


tema de las relaciones sociales que median la reproducción biológica de la especie humana y del
rol fundamental que en ello juegan las mujeres196. Pero el desarrollo ulterior del marxismo, salvo
contadas excepciones, no prestó la debida atención a dicha problemática.

Actualmente, estamos trabajando en un intento de formalización más adecuada del


concepto de modo de reproducción. Por ahora, nos limitaremos a señalar algunas de las variables
a considerar y algunas de las particularidades que presentarían, en éste aspecto, las sociedades pre-
tribales.

Los conceptos de modo de producción y modo de reproducción se refieren a las prácticas y


relaciones sociales que integran lo que se ha denominado infraestructura de la sociedad o la base
material del ser social. Permiten la distinción analítica de los ámbitos de relaciones sociales que
organizan la reproducción económica de las condiciones materiales de la vida humana y las
formas de su reproducción bio-social. En la realidad, están necesariamente imbricadas entre sí, así
como con las instancias superestructurales de la sicología social y la institucionalidad,
conformando una totalidad dinámica concebida como formación social197.

El concepto de modo de reproducción se refiere al sistema de relaciones sociales y


actividades que median y realizan la reproducción biológica de la especie y la reposición cotidiana
de la vida humana.

La formalización teórica del concepto requiere de la consideración crítica de los aportes


realizados por diversos autores en torno al tema y de integrarlos en una concepción que permita
acceder a la explicación de estos aspectos de la estructura de los procesos sociales. Entre ellos, por
ejemplo, los conceptos de sistema de parentesco o demografía en diversos autores, las distinciones
entre parentesco y filiación o patrones de residencia y movilidad (Meillassoux), red mínima de
apareamientos (Wobst) o closed connubium (Williams, Gilman). Igualmente conceptos como el de
unidad doméstica (Sarmiento, Sanoja y Vargas o Sahlins), producción de mantenimiento (Castro

196
Aunque, como comenta Sanahuja Yll [2002:141]: "Considerando que la mayoría de las premisas de Morgan y de Engels son
etnográficamente erróneas y que Engels ha sido modernizado y criticado dentro de la antropología marxista y del género [...],
resulta sorprendente su popularidad aún hoy". Lo cierto es que "Engels suscitó un problema que la Antropología no había
planteado todavía y que tiene que ver con un intento de 'desnaturalización' y no con la tradicional explicación de que la dominación
de los hombres había sido 'natural' " [ibídem].
197
Ver Bate 1998.

244
et al., Sanahuja) y otros.

La reproducción biológica.

Una de las características distintivas de la reproducción biológica de la especie humana, es que


ésta se encuentra mediada por relaciones sociales objetivas las que, a su vez, son reflejadas de
diversas maneras en la conciencia social y en los sistemas de valores y, en parte, reforzadas a
través prácticas institucionales198.

Desde la tradición antropológica se ha supuesto que los sistemas o estructuras de


parentesco conformarían las relaciones que organizan la reproducción humana. Como observa
Meillassoux:
Todo el problema de la reproducción está contenido, en la etnología clásica, en la teoría del parentesco.
[1977: 23]
Pero, como el mismo autor ha señalado:
los análisis teóricos relativos a la etnología eran muy elementales como para hacer una distinción entre
las distintas formas de relaciones expresadas por lo que se denominaba "consanguinidad". De hecho
esta distinción aún está por hacerse en lo que concierne al "parentesco", y en las páginas que siguen
trataré de demostrar de qué manera persiste la confusión en lo referente a la naturaleza de las
relaciones sociales agrupadas en esta categoría. [ídem: 22]
De hecho, es a Meillasoux a quien debemos las importantes distinciones conceptuales entre
adhesión productiva y parentesco, acoplamiento y filiación, residencia y movilidad. Veamos la
primera distinción en sus palabras:
Es flagrante la confusión entre dos relaciones distintas: la de adhesión y la de parentesco. En la
horda199 la condición de un individuo depende de las relaciones voluntarias, precarias y reversibles,
que contraiga en los límites temporales de su participación efectiva en las actividades comunes. Las
relaciones de parentesco, por el contrario, son impuestas por el nacimiento, son de por vida,
estatutarias e intangibles, y es a partir de ellas que se define la posición del individuo en las relaciones
de producción y de reproducción. En el primer caso, la sociedad se reconstruye incesantemente a partir
del libre movimiento de los individuos entre las células constitutivas de la sociedad; en el segundo los
individuos están sometidos a las normas establecidas de la reproducción social, en el límite de su grupo
de origen. En uno la pertenencia social permanece individual, mientras que en el otro se comunica de
generación en generación. [op. cit. 34, cursivas nuestras]

Por lo tanto, las relaciones de adhesión se refieren a los vínculos que posibilitan las
relaciones laborales, de producción económica, mientras que el parentesco permite ubicar a los

198
Lo cual significa que su representación superestructural no siempre corresponderá con las relaciones reales u objetivas. Del
mismo modo, si se desarrollan prácticas de reforzamiento insitucional, es porque no siempre los comportamientos reales de los
individuos se ajustan a las normas definidas en el sistema de valores.
199
Meillassoux usa el término de 'horda' para referirse a lo que otros autores (p. ej. Service) denominan 'banda mínima', y el texto
citado está referido específicamente a sociedades cazadoras recolectoras.

245
individuos en un esquema genealógico que sirve de referencia para normar la reproducción. Pero
que también puede constituir el marco de referencia para el establecimiento de relaciones de
adhesión. Donde lo que no debería confundirse es el diverso contenido de relaciones sociales que
puede ser representado bajo los sistemas de parentesco.

Por otro lado, nuestro autor distingue las normas de acoplamiento de las normas de
filiación. Donde las primeras definen los apareamientos posibles. La filiación, en cambio, define el
destino de la descendencia, es decir, a qué grupos serán asignados los hijos que resulten de los
apareamientos. Aclarando que
Es cierto que el parentesco regla también el acoplamiento con referencia a la posición de los
individuos en un cuadro genealógico, pero lo inverso no es verdad. Las normas que sólo rigen el
acoplamiento, cuando existen, se satisfacen con cuadros referenciales más simples, los que permiten
reconocer de una generación a otra las posibles parejas, sin intervenir en el destino de la descendencia.
[op. cit.37]
En cuanto a la filiación, la colocación de la descendencia estaría normada por:
a) las reglas de descendencia (matrilinealidad, patrilinealidad, descendencia paralela) y
b) las reglas de residencia de los cónyuges (patrilocal, matrilocal, avunculocal) y de los hijos.
Haciendo notar Meillassoux que este vocabulario de la etnología clásica
se refiere totalmente a sociedades de parentesco en las cuales las relaciones de filiación son
institucionalizadas y genealógicas. Tienen un contenido más jurídico que funcional. La generalización
de su empleo a todas las formas de organización social crea la confusión.[pág. 43, cursivas nuestras]
Cabe acá hacer algunas precisiones. Al referirse a la "comunidad doméstica", Meillassoux
critica acertadamente a Sahlins el hecho de que, en su Economía de la Edad de Piedra, el
concepto de "modo de producción" doméstico "se aplica tanto a la economía de los cazadores
recolectores como a la de los pescadores, pastores o agricultores" [pág. 19]. Y critica tanto al
funcionalismo como al estructuralismo el no ofrecer
los medios teóricos para diferenciar dos modos de organización social distintos, uno donde domina la
adhesión y otro la filiación; [pág.39]
Agregando más adelante que
las familias tienden a aliarse mediante relaciones de adhesión cuando la caza es el elemento
estructurante; mediante relaciones matrimoniales cuando domina la agricultura. [pág. 47]
Más adelante discutiremos la distinción que hace entre comunidades cazadoras
recolectoras y comunidades agrarias en términos económicos. Lo que importa, por ahora, es que
fundamenta el hecho de por qué en las primeras predominan las relaciones de adhesión laboral y
en las segundas el parentesco, con énfasis en la filiación como asignación de la descendencia. De
ahí que propone un criterio más generalizable que las categorías propias de las sociedades

246
agrícolas -que la antropología generalizaría abusivamente- introduciendo el concepto de
movilidad:
A un nivel estrictamente funcional e independientemente de las reglas de filiación o de
residencia, se establecen dos formas de movilidad de los adultos púberes (que muchas veces son
también normas, en razón de su relativa incompatibilidad), dos formas de movilidad previas a las
relaciones de filiación y cuyas implicaciones demográficas, sociales y políticas, me parecen decisivas.
[...] La movilidad, según sea masculina o femenina, tiene efectos prácticos y lógicos sobre la
residencia y la filiación... [pág. 44]
Distingue así sistemas ginecoestáticos y ginecomóviles, según si las mujeres procrean en
su grupo de origen o fuera de él, en una comunidad aliada. El efecto práctico es que el
ginecoestatismo tenderá a la matrilocalidad y matrilinealidad y la movilidad femenina tenderá a la
patrilocalidad y patrilinealidad. Donde el primero es menos eficiente en la corrección de los
accidentes que ponen en riesgo la reproducción de las unidades sociales demográficamente
reducidas. Dejamos hasta acá, por ahora, las distinciones conceptuales que introduce Meillassoux
y que tendrán importantes implicaciones en la explicación de los procesos de reproducción en
sociedades con distintos tipos de economía, si bien luego se centrará en el análisis de las
sociedades agrícolas.

Por nuestra parte, queremos enfatizar una distinción que también se ha hecho en la
antropología, entre el "parentesco clasificatorio" -considerado por algunos autores (como Service)
como una forma de "parentesco político"- y lo que se ha llamado parentesco "consanguíneo".

Proponemos que el parentesco clasificatorio, junto con otros arreglos estructurales (como
los sistemas de mitades u otras formas de afinidad) constituyen, en las sociedades preclasistas, la
forma como se representan las relaciones sociales de producción. En éste sentido, su contenido
real son básicamente las relaciones de adhesión. Pero también, como representación
superestructural valorativa de las relaciones sociales, permite definir normas de apareamiento y
filiación.

Esta equiparación analógica, en la representación superestructural, de dos clases diferentes


de vínculos sociales (las relaciones de producción y reproducción) se funda en la práctica
cotidiana del ser social: en la medida en que las unidades básicas de reproducción tienden a
coincidir con las unidades domésticas -entendidas como unidades de producción y consumo-, son
fácilmente asociables en la inmediatez de la conciencia habitual. En cada sociedad puede haber
diversos grados de conciencia sobre la diferencia de contenidos atribuidos a los términos del

247
parentesco200.

Por otro lado, usaremos el concepto de parentesco genético para referirnos a los vínculos
bio-sociales resultantes de las relaciones reales de acoplamiento y filiación, con independencia de
cómo sean reflejadas en la conciencia social o normadas por el sistema de valores. En
consecuencia, el parentesco genético constituiría la base real del denominado parentesco
"consanguíneo", que supone nexos sociales dados por los vínculos biológicos que requiere la
reproducción. Y el cual, planteado claramente, no está determinado por los ancestros genealógicos
sino, más bien, éstos pueden adquirir vínculos sociales a través de los apareamientos y
distribución de su descendencia201.

Lo cual requerirá de precisar el uso de los términos de patrones de acoplamiento y filiación


para referirnos a la existencia real de tales relaciones, distinguiéndolas de las normas o reglas de
apareamiento y filiación. Donde éstas pueden guardar grados variables de correspondencia con los
patrones reales e incidir, también en diversa medida, en el condicionamiento normativo de su
realización. Sin olvidar que, en buena medida, tales normas se realizan de acuerdo a los patrones
reales de movilidad.

Desde el punto de vista teórico, éstas distinciones son necesarias y, desde el punto de vista
práctico de la investigación, es afortunado el hecho de que el prometedor desarrollo de técnicas de
investigación genética, aún incipientes, apunta a convertirse en una excelente fuente de
informaciones acerca del parentesco genético y de los patrones reales de movilidad, apareamiento
y colocación de la descendencia. Las cuales no son tan afectadas por las concepciones subjetivas
de los "informantes" arregladas, a su vez, por las preconcepciones de los investigadores, como ha
ocurrido con la teoría del parentesco en la etnología o antropología202.

Otro concepto importante a tener en cuenta es el de red mínima de apareamientos, acuñado


por Wobst [1974] y que se refiere al número mínimo de individuos que deberían integrar una
población de supervivencia viable y que, en su caso, establece en 519203. Por su parte Williams ha

200
Y es muy posible que en muchos casos sea una diferencia explícita sin que los etnógrafos, imbuídos de sus preconcepciones
teóricas, se hayan percatado de ello.
201
Donde cabría observar, como ejemplo, que pese a los términos jurídicos actualmente usuales, no existen de hecho hijos
"ilegítimos". Ya que, en todo caso, los que se pueden ilegitimar son los padres. Igualmente, aunque todo ocurre en un contexto
social y exceptuando "niños de probeta", todos los hijos son naturales.
202
Por supuesto, nada garantiza la erradicación de posibles interpretaciones presentistas proyectadas por parte de los
investigadores.
203
Wobst obtiene esta cifra a través de un programa de simulación por computadoras, entre cuyas variables de información incluye
casos etnográficos. No hace una distinción entre cazadores pre-tribales y tribales, ni en los térmitos de Testart: nómades sin

248
usado el término de closed connubium, para referirse a la red de apareamientos, proponiendo que
ésta fluctuaría entre un número mínimo de 210 y hasta 1275 individuos, con una media de 600,
constituida por "bandas mínimas" que fluctuarían entre 25 y 75 integrantes204.

Desde luego, hay que tomar en cuenta las redes reales de apareamiento y no sólo la
mínima potencialmente viable. No obstante, éste último concepto tiene importancia para evaluar
las posibilidades reales de desplazamiento en los procesos de poblamiento, dado que es necesario
tomar en cuenta que la viabilidad de las nuevas ocupaciones dependerá de mantener una
"retaguardia" que permita sobrevivir a los grupos de poblaciones exploradoras o colonizadoras.

Con éstos elementos podemos definir la estructura de la población, que es una estructura
dinámica multideterminada por:

a) El parentesco genético y los patrones de movilidad, apareamiento y filiación.

b) Los mecanismos sociales de control demográfico -que siempre son ejercidos sobre la
capacidad reproductiva de las mujeres- en dos sentidos básicos. Presionándolas hacia los
embarazos y partos múltiples, con la consecuente sobrecarga de estrés y desgaste físico que ello
implica, sumado al trabajo adicional que conlleva el cuidado de los infantes que llegan o
sobreviven al destete. Ésto, cuando la sociedad o algunos grupos sociales están interesados en la
elevación de la población, al menos, del grupo social al que pertenecen las madres potenciales o
reales.

O, cuando se busca frenar el aumento poblacional, a través de los múltiples mecanismos


restrictivos de sus capacidades reproductivas. Que pueden ir desde el descuido alimentario y
sanitario de las hembras encintas o los abortos directos, hasta el infanticidio femenino [Ver Harris y
Ross 1987]. Estas prácticas sociales pueden operar, con diferentes efectos, antes, durante o después

del período que va entre la concepción y el alumbramiento, como veremos.


Llamaremos configuración demográfica a la manifestación fenoménica de la
estructura de la población, que generalmente es descrita a través de cuadros demográficos
referidos a variables como la población total, natalidad, morbilidad y mortalidad, fertilidad

almacenamiento y sedentarios o semisedentarios con almacenamiento (que retomará Binford sin hacer referencia explícita a
Testart). Por lo cual habría que ver si este promedio es generalizable para cualquier sociedad.
204
Binford, por su parte, critica el "numero mágico" de 25 individuos para los grupos denominados "bandas mínimas" y propone su
propio número mágico: "I may argue that a local group capable of sustained subsistence procurement tasks would be composed of
approximately 20,47 persosn". [Binford 2001: 233] Este, por supuesto, no debe ser considerado especulativo, sino resultado de la
verdadera "buena ciencia ".

249
y fecundidad, distribución etaria y/o por sexos, etc.

La reposición cotidiana de la vida humana.

La conservación de la vida humana requiere de la realización de diversas actividades cíclicas que


resuelven necesidades de diversos grados de urgencia vital y que permiten el mantenimiento de la
vida205. Se trata de la satisfacción de necesidades tanto biológicas como sicológicas y sociales.
Entre ellas contamos la alimentación, higiene, protección del clima (pluviosidad y temperaturas),
adorno personal, manejo de los afectos, diversión y uso del tiempo libre o conservación de la
salud. Tales actividades satisfacen necesidades inmediatas o de mediano plazo206. Pero también
hay necesidades que se resuelven a largo plazo y que exigen una diversidad de actividades
cotidianas. Tal es el caso de la socialización de los infantes, que se inicia desde el nacimiento y
está orientada a la producción de individuos socialmente habilitados207.

Relaciones entre los modos de producción y reproducción.

Estos dos ámbitos de la vida social, como todos, están en estrecha interacción e interpenetración.
Por lo pronto, todas las actividades que permiten la reposición de la vida implican necesariamente
la actividad económica del consumo: se consumen tanto productos como trabajo vivo.

Los alimentos, vestimentas, adornos o medicinas, son productos que contienen trabajo
pasado. No obstante, los trabajos de aseo, atención de los enfermos, cuidado y socialización de los
infantes son actividades en que el satisfactor de las necesidades es el trabajo mismo, como trabajo
vivo. También son productos los instrumentos que se usan (consumen) en el desarrollo de tales
actividades como ollas, escobas o mandil.

Pero es importante hacer una distinción analítica básica: quienes realizan los trabajos que,
como tales, constituyen satisfactores de necesidades, están realizando con ello su participación en
el proceso productivo, articulados bajo un sistema de relaciones sociales de producción.

Aunque acá no tendremos espacio para comentarlos en detalle, recomendamos el artículo

205
En un antiguo texto [Bate 1978: 28] usamos el concepto de género de vida, para referirnos a estas actividades: tomamos el
concepto de Schtiuka, quien recopila varias definiciones similares de autores soviéticos, como la de un Diccionario Filosófico, que
dice:"El género de vida son las condiciones materiales y culturales en que transcurre la vida del hombre fuera de su actividad
directamente productiva y socio-política; son las condiciones de satisfacción de las necesidades de alimentación, vestido, vivienda,
descanso, distracciones, conservación de la salud, etc." [en: Schtiuka 1971: 10]
206
Sanahuja [2002] también incluye las actividades orientadas a disponer de los muertos.
207
Y no sólo "biológicamente viables".

250
de Castro et alliée [1998] y también el libro de Sanahuja [2002] en que se hace la distinción de tres
tipos de producción social: a) la producción básica o de cuerpos (reproducción biológica), b)
producción de objetos y c) la producción de mantenimiento. Aunque no incluimos a la
reproducción biológica bajo el concepto de modo de producción ni compartimos de manera exacta
la caracterización de las producciones, nos parece importante la distinción explícita entre estos
tipos de producción, en la medida en que -como observara uno de los autores [P. Castro, com. pers]-
la intención es "desocultar" actividades y relaciones sociales que han sido negligentemente
descuidadas en su teorización, por razones ideológicas que no son obvias para todos. En particular,
distinguir la producción de mantenimiento, donde el trabajo vivo es el satisfactor de necesidades.
De alguna manera equivale a la producción de "servicios" o "conductas de curaduría" en otros
autores pero, en este caso, se plantea en el contexto de una conceptualización más general.

En otro lugar hemos definido a las unidades domésticas como unidades básicas de
producción y consumo, actividades económicas que integran el modo de producción. Por otro
lado, también se constituyen unidades sociales orientadas a institucionalizar la reproducción, esto
es, la reproducción biológica y la reposición de la vida. A éstas las denominaremos unidades de
reproducción208.

En las formaciones sociales pre-clasistas tienden a coincidir en diversos grados, por


razones económicas, la unidad doméstica con la unidad básica de reproducción. No obstante, no
deben ser confundidas, de la misma manera que no deben confundirse las relaciones de adhesión
(en el sentido de Meillassoux) con las relaciones reproductivas. La unidad doméstica puede
integrar miembros que participan de la división doméstica del trabajo, pero no integran la unidad
de reproducción. Del mismo modo, algunos miembros de la unidad de reproducción pueden
habitar y/o trabajar fuera de la unidad doméstica209.

Por último, se notará que hemos insistido en distinguir las relaciones y actividades reales
que se establecen y desarrollan en la práctica del ser social, respecto a sus reflejos o
institucionalización superestructurales. No obstante, ello no significa, ni mucho menos, desestimar
el papel que las superestructuras juegan en la causalidad social objetiva. En este sentido, son

208
De alguna manera, conforman lo que se ha llamado familia. No obstante, el origen del témino nos remite a la esclavitud
grecolatina (famulus=esclavo; familia=conjunto de esclavos) y otorga al concepto un sentido que no corresponde en absoluto a su
contenido real en sociedades pre-clasistas. Y, estrictamente hablando, tampoco al de las sociedades modernas, en las cuales el
término se usa con profusión.
209
Se apreciará que el lugar de residencia es una otra variable, que puede no coincidir exactamente con el espacio de la unidad
doméstica o de reproducción a las que se integran los individuos.

251
precisamente los sistemas de valores los que operan, normando los comportamientos, en la
orientación que adquiere la estructuración de las relaciones sociales reales. Y la institucionalidad,
a través de mecanismos organizativos y coercitivos tiende a reforzar las actividades y prácticas
reales que no son precisamente espontáneas y, en su forma, poco tienen de "naturales".

2. Particularidades de las sociedades pre-tribales.

Será necesario comenzar aclarando qué entendemos por sociedades pre-tribales. La mayoría de los
autores clasifica a los cazadores recolectores como un tipo generalizado de sociedad (la "sociedad
de bandas") que, en sentido evolutivo, habría precedido a las sociedades tribales, productoras de
alimentos. Pocos autores, como Testart [1982 a y b], sostienen con claridad que no todos los
cazadores recolectores corresponden a un mismo tipo de sociedad. Y establece una diferencia
entre nómades sin almacenamiento y sedentarios o semisedentarios con almacenamiento210.

Para nosotros, todas las sociedades pre-tribales se basan en una economía apropiadora
(captura y recolección), pero no todos los cazadores recolectores son pre-tribales. También hay
sociedades tribales cazadoras recolectoras. La diferencia básica estriba, en nuestra opinión, en el
contenido de las relaciones de propiedad. Las relaciones fundamentales de producción -que
cualifican y distinguen al modo de producción- en las sociedades pretribales se caracterizan
porque la propiedad es colectiva y se establece sobre la fuerza de trabajo y los instrumentos de
trabajo y se realiza bajo formas particulares o individuales de posesión. Pero lo distintivo es que
aún no se ha establecido la propiedad sobre los objetos naturales de producción, en tanto existe
una disponibilidad natural de los mismos. Sólo existe la posesión consensual del los territorios de
apropiación. En la sociedad tribal, en cambio, la apropiación de la naturaleza no es sólo un
resultado del proceso productivo, sino una condición necesaria para su realización. Por lo cual se
establece históricamente la propiedad (la capacidad social de disponer) sobre los objetos naturales
de trabajo. La cual bajo forma colectiva, se agrega a la propiedad sobre instrumentos y fuerza de
trabajo. Que es lo que caracteriza, al igual que a las comunidades agrarias o pastoriles, a las
sociedades de cazadores recolectores tribales. Lo cual conlleva la necesidad de crecer

210
Aunque no lo cita explícitamente, es obvio que Binford toma como base la distinción de Testart cuando se refiere a la reducción
de la movilidad y el almacenamiento como factores de surgimiento de las sociedades "complejas".

252
demográficamente y generar una estructura social capaz de hacer efectiva la defensa de los medios
de producción de la comunidad211.

Estimamos que esta distinción es necesaria, por cuanto implica el desarrollo de


configuraciones demográficas diferentes, condicionadas por una diferente articulación de las
relaciones de producción y de reproducción.

Y nos plantea abiertamente el problema de que es probable que buena parte de las
generalizaciones realizadas a partir de investigaciones empíricas sobre sociedades "cazadoras
recolectoras" o "sociedades de bandas" en general, no serán válidas ni para las formaciones
sociales pre-tribales ni para las tribales212, ya que estarían basándose en una media teórica. Lo
mismo ocurriría con las teorizaciones generales que no contemplan esta distinción. Sin embargo,
nuestra distinción no se basa en las diferencias entre dos extremos de un continuum, ya que
supone la mediación de un salto cualitativo. Además, si consideramos que entre las sociedades
tribales la base tecnoeconómica fundamental condiciona modos de vida diferentes, es previsible
que las estructuras de población de las comunidades cazadoras recolectoras, pastoriles, o
cultivadoras de vástagos o de semillas213 puedan ser diferentes.

Es pertinente esta aclaración, por cuanto varios de los autores que han hecho aportes a la
conceptualización de la reproducción, no hacen esta distinción o la establecen de acuerdo a otras
variables. De alguna manera, ha prevalecido la idea de que todas las sociedades cazadoras, más
"simples" o más "complejas", habrían antecedido, en términos evolutivos, a las sociedades
tribales. Donde éstas últimas se desarrollarían sobre una base agraria. Coincidiendo, más o menos
aproximadamente, con la propuesta general de Service [1962].

En el caso de Meillassoux, usa el término de "hordas" para referirse a las sociedades


cazadoras recolectoras y las distingue de las "comunidades domésticas", basadas en la producción
agroartesanal214. Habría que pensar que algunas de las características del papel del parentesco que

211
Para la discusión de ésta y otras propuestas, así como las del autor, recomendamos el excelente trabajo de tesis doctoral de
Ermengol Gassiot [2000].
212
Salvo, tal vez, cuando se han basado en información empírica proveniente de la observación de sociedades del mismo tipo, pero
no serían generalizables.
213
Ver la distinción que hace Sanoja [1981] entre vegecultores y semicultores.
214
En cuanto al modo de producción, señala que "...es posible distinguir dos tipos primarios de economía agreste, según que la
tierra sea objeto de trabajo o medio de trabajo" [ob. cit.: 28]. Donde la diferencia cualitativa entre la tierra (el medio natural) como
objeto o medio de trabajo obedecería a que, en el segundo caso "...la tierra como medio de trabajo, [ha sido] transformada en
productiva mediante una inversión de energía" [ídem: 56].
No concordamos con ésta distinción: la tierra (o el medio natural) siempre es objeto de trabajo, permanezca "natural" o
sea transformada. Del mismo modo que un cuero curtido (a través de bastante energía del trabajo invertido en la piel del animal) no

253
atribuye a las comunidades domésticas agrarias, podrían darse también entre cazadores
recolectores tribales. Otros autores, como Wobst o Williams tampoco hacen distinciones en la
caracterización general de las sociedades cazadoras recolectoras. Sahlins no hace distinciones ni
entre éstas y las comunidades agropecuarias. Y Godelier [1974] tiene razón cuando critica la
imprecisión e indeterminación histórica del concepto de tribu entre los neoevolucionistas.

Nuestra distinción difiere también de la de Testart quien establece una primera diferencia
entre cazadores recolectores nómades sin almacenamiento y sedentarios o semisedentarios con
almacenamiento. Que luego explica en términos de diferentes relaciones sociales de producción a
las que, sin embargo, no caracteriza sobre la base de los contenidos y formas de la propiedad, sino
a través de las relaciones de distribución. Donde los últimos conformarían ya una sociedad
clasista, reservando sólo para los primeros el concepto de comunismo primitivo. Por lo pronto, es
perfectamente posible que una comunidad de cazadores recolectores tribalizados no requiera de
realizar la gran inversión que implica la conservación para el almacenamiento, si es que su
economía no depende de las migraciones estacionales en grandes cantidades de especies marinas o
terrestres, como ocurre en las altas latitudes del hemisferio norte215. Es nuestra opinión la de que la
primera sociedad tribal, aldeana, con muy buena cerámica, textilería de telar y agricultura
incipiente216 en Sudamérica -que conocemos como la "cultura Valdivia" de Ecuador- no requería
gran inversión de fuerza de trabajo en la preservación y almacenamiento de alimentos, en la
medida en que había una disponibilidad permanente de especies marinas. El mar era un verdadero
"almacén viviente" (livestock) del cual se podían obtener presas frescas en cualquier época del
año.

Desconcertante en la obra de Testart es su interpretación de la división sexual del trabajo


[1986]. Su planteamiento está mucho mas allá de las interpretaciones usuales basadas en las

restricciones del embarazo y la lactancia como condicionantes de las actividades femeninas, las

deja de ser el objeto de trabajo para la producción de vestimenta o calzado por el hecho de ser producto de procesos de trabajo
previos. Así, gran parte de las tierras cultivadas en la región andina son producto del trabajo humano acumulado históricamente a
través de incontables generaciones, que produjeron obras de retención y distribución de las escasas pero torrenciales lluvias que,
de otro modo, arrasaban todo dejando a su paso quebradas pedregosas y secas, en su fugaz carrera hacia el mar. Pero esas fértiles
tierras, obras del trabajo humano, siguen siendo objetos de trabajo en la producción agraria.
La distinción reside, en este caso, en el hecho de si los objetos fundamentales de trabajo constituyen o no contenidos de la
propiedad comunal.
215
Hay que decir que Testart menciona de paso esta posibilidad, aunque funda toda su explicación en las repercusiones de la
sedentarización y el almacenamiento que imponían las arribazones o migraciones estacionales.
216
Jorge Marcos, el colega que ha trabajado el sitio de Real Alto, opina que la aldea basaba su economía principalmente en la caza,
pesca y recolección marina y que los aún reducidos cultivos de frijol y maíz eran una manera de "acercar la recolección al espacio
doméstico de residencia".

254
cuales analiza y refuta una por una. Lo insólito es que su interpretación se apoya en la hipotética
existencia217 de un mito generalizado entre los cazadores recolectores que establecería una
interdicción entre la sangre menstrual y la sangre escurriente de las presas de caza, que despliega
en una serie de complejas y (aparentemente) lógicas implicaciones. El problema elemental
consistiría en explicar por qué se generalizaría tal mito entre todas las sociedades cazadoras, sin
distinciones de modo de producción. Cuestión que Testart no cuestiona, relegando
lamentablemente su muy elaborada teoría a un idealismo básico e innecesario.

Ahora bien, sobre la articulación entre las relaciones de producción y reproducción,


Estévez y Vila [1998] plantean una interesante propuesta en cuanto a que la contradicción
fundamental del modo de producción cazador recolector218, se establecería entre las relaciones
sociales de producción y las relaciones sociales de reproducción. El argumento se basa en la
consideración de que si, en efecto,

a) las relaciones de producción -que se manifiestan en la esfera del intercambio como


relaciones de reciprocidad- se corresponden con la necesidad de resolver la precariedad
estructural de las fuerzas productivas. Y si

b) tal precariedad obedece a la falta de control directo de la reproducción de las especies


biológicas básicas para la alimentación; los ciclos producción-consumo son breves y no
interrumpibles; no hay preservación ni almacenamiento de alimentos; se desarrollan estrategias
económicas que limitan la sobreexplotación de los recursos. Por lo cual la reciprocidad viene a
resolver el riesgo previsible de carencias vitales pero, a su vez, genera mecanismos conservadores
que mantienen la precariedad que la hace necesaria.

Entonces una explosión demográfica como la que caracteriza a la "revolución neolítica" en


los términos de Childe219, habría sido causal necesaria de un cambio de las relaciones

217
Que apoya en una amplísima bibliografía etnográfica que no tiene nada que envidiar a la base de datos de 339 casos con que
Binford [2001] nos impresiona reiteradamente.
218
En este caso, se están refiriendo a cazadores recolectores pre-tribales, en el sentido en que acá lo hemos planteado, pues se
apoyan en la caracterización del modo de producción que hemos propuesto para estas sociedades [Bate 1986]. Por lo visto, no
consideran la existencia de cazadores recolectores con otro modo de producción cuando dicen: "Aunque el estudio de las
sociedades cazadoras recolectoras con registro etnográfico nos permite analizar formaciones sociales que han conseguido equilibrar
el sistema de manera conservadora, entender cómo se desarrolló en su origen, la dialéctica que ha seguido la contradicción
producción-reproducción, el proceso de crisis (la contradicción máxima) y su salto cualitativo a otro sistema (agrícola/pastoril)
sólo podemos hacerlo a través de la Arqueología" [ob.cit.: 195, cursivas nuestras].
219
"Solamente después de la primera revolución -pero eso sí, inmediatamente después de ella- fué cuando nuestra especie comenzó
a multiplcarse con toda rapidez." [V. G. Childe 1954: 92]. Childe maneja así un criterio propio de la teoría evolucionista como
efecto indicador de las grandes revoluciones sociales.

255
fundamentales de producción. La propuesta de Estévez y Vila afirma que uno de los recursos
sociales para mantener el modo de producción, es generar un control de la reproducción:

Así, el hecho determinante es que el desarrollo de las fuerzas productivas (por un aumento de la fuerza
de trabajo) no significa necesariamente la posibilidad de un mayor desarrollo social, sino que
compromete las relaciones sociales de producción y reproducción.
En general, las relaciones sociales de reproducción, al estar en contradicción con el desarrollo de las
fuerzas productivas, tiende a frenarlo. [Estévez y Vila 1998: 195]

De hecho, una condición de existencia de las relaciones fundamentales de producción de


las formaciones pre-tribales es la mantención de la reproducción simple (no ampliada) de la
población. En otro lugar hemos considerado que

respecto a las condiciones de existencia y de disolución de este modo de producción: éste existe
mientras la disponibilidad de recursos accesibles a la tecnología de apropiación permite la subsistencia
de la población. Cuando las relaciones de reciprocidad se ven imposibilitadas de resolver una crisis
debida a la agudización de la precariedad -ocasionada por un desequilibrio entre esos tres elementos
generales del proceso productivo-, el modo de producción cazador recolector [pre-tribal] entrará
necesariamente en un proceso de cambio cualitativo hacia la sociedad tribal. Aumento relativo
importante de la población, insuficiencia relativa de la tecnología de apropiación o disminución
drástica de los recursos naturales de producción, cualquiera sea el factor desencadenante, se
conjugarán generando el proceso de transformación social que es la revolución tribal o "neolítica". Ello
supone otra condición histórica, cual es la de la que las posibilidades de expansión territorial estén
limitadas por la existencia de otras poblaciones vecinas, incapacitadas de permitir el acceso a las
mismas sin entrar en una situación similar. [Bate 1986: 29-30]

Esto significa que, en efecto, las sociedades apropiadoras pre-tribales tenderán a


desarrollar un modo de reproducción que permita limitar el crecimiento de la población. Lo cual
no ocurriría en los procesos de poblamiento, como cuando el continente americano aún constituía
un ilimitado reservorio natural de recursos disponibles. Al contrario, una forma de expansión
territorial debió apoyarse precisamente en el crecimiento demográfico. Por lo tanto, el
poblamiento de América debió presentar, al menos, dos fases generales de desarrollo en cuanto a
la estructura de población: una primera dirigida al aumento demográfico y una segunda, orientada
a disminuir ese crecimiento hasta restringirlo a un nivel de reproducción simple, es decir, de
mantención de una configuración demográfica más o menos estable.

Hay un otro punto que nos parece crucial en cuanto a la posibilidad de explicar las
articulaciones reales entre relaciones de producción y reproducción en las comunidades primitivas
y, en particular, en las pre-tribales. Tradicionalmente se ha supuesto que dichas formaciones

256
sociales conforman comunidades en que se integran las relaciones económicas y los sistemas de
parentesco y reproducción en un sistema unitario cerrado.

Al respecto, hemos sostenido la hipótesis de que las comunidades no son necesariamente


sistemas cerrados [Bate 2001]. Y esto quiere decir que las comunidades mantienen diversas
esferas de relaciones en las que no necesariamente participan todos los mismos individuos y que
tampoco se desarrollan necesariamente en los mismos espacios.

Así por ejemplo, un nivel de integración e interacción social es el de las bandas que
integran un sistema de complementación económica [ver Bate 1986: 11-13]220. Otro es el de las
relaciones sociales de producción que integran a una comunidad y que puede comprender a más de
un sistema de complementación económica, los que constituyen más bien una organización
técnica de la producción. Por otro lado, tenemos al sistema de relaciones sociales de reproducción.
También podríamos considerar distintos circuitos de relaciones de intercambios.

Para efectos del tema que acá nos interesa, nuestra hipótesis implica que los sistemas de
relaciones de producción y de reproducción no tienen por qué coincidir entera y necesariamente,
ni en cuanto a los individuos que los integran ni al espacio en que se desarrollan. Aunque, por
supuesto, al menos parte de los grupos así conformados deben coincidir.

3. Breve discusión de las implicaciones demográficas.

La mayoría de los estudios sobre la demografía de los grupos de cazadores-recolectores del pasado
hace énfasis en el impacto del medio ambiente, en la disponibilidad de recursos, las variaciones
climáticas y la capacidad de carga del ecosistema como principales factores que determinan el
tamaño y composición de la población.

Los estudios etnográficos realizados en poblaciones cazadoras-recolectoras existentes en el


siglo XX han permitido comprobar que estos grupos sociales muy rara vez llegan a aproximarse al
límite de la capacidad de carga del medio en que viven. Este límite no está determinado por las
características del ecosistema, sino por la forma como los grupos humanos se organizan
tecnológica y económicamente para su explotación y transformación. De esta manera, desde
mucho antes de que una banda se acerque al límite de su capacidad de explotación del medio,

220
Corresponderían aproximadamente a lo que Binford [1988] denomina "complejos situacionales.

257
entran en juego diversos factores sociales de regulación, como la fragmentación del grupo para
extenderse a nuevas áreas, el desarrollo de nuevas tecnologías de uso de los recursos, nuevas
formas de organización social o la autorregulación del tamaño y estructura de la población por
medio de la manipulación de la tasa de natalidad y mortandad, principalmente de los recién
nacidos, en el seno del grupo reproductivo o población biológica221.

La reproducción biológica de una población depende de numerosos factores naturales que


pueden dividirse en dos grupos. Los primeros se refieren a las condiciones ambientales: el clima,
la geografía, la disponibilidad de agua, la composición, diversidad y distribución de la comunidad
animal y vegetal, principalmente. Estos factores pueden llegar a constituir límites para el
crecimiento de una población. Sin embargo, si cualquier población animal o vegetal dependiera de
los limitantes ecológicos para regular su población, el sistema entero sería demasiado inestable,
debido a que los factores límite solo operan cuando la población ha rebasado, efectivamente, la
capacidad de carga del medio, ocasionando una crisis ambiental. Las fluctuaciones importantes del
medio, como sequías y otros cambios climáticos también conducen a situaciones de crisis, de
modo que los factores ecológicos difícilmente pueden considerarse como los principales
determinantes del tamaño de una población a lo largo de su historia, aunque es posible que
influyan por períodos muy específicos de tiempo en la composición general de las comunidades
ecológicas.

El segundo grupo de factores biológicos se refiere a las características reproductivas de los


organismos mismos, se trata de variables como la capacidad potencial de reproducción, el inicio
de la vida reproductiva, los tiempos de embarazo y crianza de los vástagos, las características de
las parejas reproductivas, si son temporales o permanentes, si el macho participa en los cuidados
de la descendencia, la cantidad de hijos por alumbramiento, etc.

En el caso de los seres humanos, durante el transcurso de la evolución se han modelado las
principales características reproductivas de la especie. Esto ocurrió, originalmente en ambientes
tropicales que han marcado muchas de nuestras características biológicas. La familia de los
homínidos se originó en los bosques tropicales de África, en un período geológico de mayor
humedad y relativa estabilidad climática. En esos bosques existía una relativa abundancia de
recursos alimenticios distribuidos de manera más o menos homogénea a lo largo del año. Estas

221
Puede verse la discusión sobre las categorías bio-sociales de población y configuración demográfica en Terrazas, 2001.

258
condiciones propiciaron el desarrollo de un patrón reproductivo cercano a la llamada “estrategia
K”, de la teoría de ecología de poblaciones de Wilson y MacArthur [ver Gould 1977], en la que se
muestra una tendencia a reducir el número de vástagos, teniendo un solo descendiente por parto,
espaciando el tiempo entre partos y prolongando el período de cuidados maternos (infancia
prolongada). Bajo estas condiciones, los principales factores limitantes biológicos del tamaño de
una población de homínidos son la duración de la vida reproductiva de las hembras, la cantidad de
hijos que pueden procrear en este período y la capacidad del grupo para que la mayor cantidad
posible de hijos lleguen a la edad adulta.

Las especies de primates que han evolucionado hacia el extremo de la estrategia K, como
los gorilas, permanecen confinados en regiones limitadas y dispersos en grupos de tamaño
reducido. Sin embargo. Los homínidos se extendieron por todo el mundo y la tasa de crecimiento
demográfico de cualquier grupo cazador-recolector es en general más grande que la de cualquier
otro grupo de primates. Esto se debe a que, desde el Pleistoceno inferior, los homínidos
desarrollaron formas de organización social que les permitieron superar las limitaciones de la
estrategia K, explotar diferentes medioambientes y ejercer formas de control social sobre su propia
configuración demográfica. Muchas de estas formas de control se centran el las características del
modo de reproducción de las bandas de cazadores-recolectores con una organización pre-tribal.

Sabemos que la organización social cazadora-recolectora tribal perduró durante muchos


miles de años y es claro que existen algunos aspectos poblacionales que deben permanecer
estables a lo largo del tiempo para que una banda pueda continuar existiendo. Como hemos visto
en los párrafos anteriores, los factores ecológicos no pueden determinar de manera permanente y
estable el tamaño de las poblaciones. Las limitaciones biológicas impuestas por las propiedades
reproductivas de los seres humanos pueden ser modificadas de manera definitiva por las formas de
organización social de la reproducción. La organización económica de las sociedades apropiadoras
podrían permitirles crecer por encima de los límites dentro de los cuales su organización interna
puede permanecer. De modo que una alternativa conservadora haría necesario establecer
mecanismos internos de control de la población: en todas las poblaciones humanas, la
reproducción biológica está mediada primordialmente por la organización social de la
reproducción.
Harris y Ross [1987: 5 y ss] han agrupado las prácticas ligadas al modo de reproducción en
cuatro categorías:

259
a) cuidado y tratamiento de los fetos, infantes y niños;
b) el cuidado y tratamiento de las niñas, mujeres (y en cierta medida niños y hombres);
c) frecuencia de la crianza y la lactancia y
d) frecuencia del coito.

A pesar de la utilidad de las consideraciones de estos autores, hemos decidido caracterizar


los componentes del modo de reproducción de manera algo distinta, que permita establecer
relaciones más claras y precisas con otros aspectos constitutivos de las organizaciones bio-
sociales, principalmente con el modo de producción económica.

Como se ha señalado, los patrones reales de formación de parejas en las sociedades


cazadoras recolectoras tienen como funciones el establecer alianzas entre los miembros de las
unidades domésticas y las bandas. Con el fin de garantizar la supervivencia, las reglas de filiación
permiten establecer los grupos de pertenencia de cada individuo desde su nacimiento. Para que
estos mecanismos operen adecuadamente, es necesario que el tamaño de la banda en su conjunto,
y de las unidades domésticas que la componen se mantenga dentro de límites flexibles pero bien
delimitados. Si el tamaño de la población es muy grande es difícil hacer efectivo el refuerzo de las
alianzas222 y si el tamaño se reduce demasiado, se corre el riesgo de que las unidades domésticas
carezcan de suficientes jóvenes, tanto hombres como mujeres, para mantener los intercambios de
parejas con otras unidades con lo cual la reproducción se colapsaría.

De este modo, como lo muestra claramente el estudio de Williams [1974: 20-24], no son las
limitantes ecológicas (al estilo de los modelos de Julian Steward), sino las necesidades de la
organización social, las principales condicionantes para el mantenimiento de una población estable
en los grupos de cazadores recolectores pre-tribales.

Los principales mecanismos de control de la natalidad se pueden agrupar de acuerdo al


grupo de sexo y edad sobre el que operan, así como por los efectos que estos mecanismos tienen
en la totalidad de la configuración demográfica.

El primer grupo de mecanismos opera sobre los adultos que han sobrepasado la edad
reproductiva, es decir, se trata de hombres y mujeres mayores. Debido a que en las sociedades
cazadoras recolectoras es poco común que un individuo sobreviva muchos años después de
222
Para autores como Sahlins, Wobst o Gilman ese sería un factor limitante de los sistemas de relaciones de reciprocidad que
limitarían el tamaño de las comunidades, aunque hemos argumentado que esta restricción no tiene un carácter necesario [Bate
1992].

260
terminada su vida reproductiva, suele pensarse que su destino tiene muy poca importancia para la
configuración demográfica del grupo. Sin embargo, existen casos en que debe considerarse la
pervivencia de los ancianos como una variable importante. En primer lugar, bajo condiciones
ambientales extremas, es posible que se desarrollen mecanismos de eliminación (o
autoeliminación) de los ancianos. En condiciones de mayor capacidad de explotación de los
recursos es posible que se proporcione sustento a los mayores, que pueden ser una fuente
importante de información, por la experiencia acumulada, para el grupo. Por otra parte, se ha
postulado la importancia de las mujeres mayores en el cuidado y crianza de los hijos de sus
descendientes, como en la famosa hipótesis de la abuela, que pretende explicar la evolución de la
vida postmenopáusica en los seres humanos [Diamond, 1993: 122-136].

Sin embargo, el mayor impacto en la configuración demográfica de las bandas proviene del
control sobre los patrones reproductivos de las mujeres en edad de procrear, así como en la
supervivencia de los recién nacidos. Estas prácticas ocurren de manera diferentes, según se trate
del momento anterior al embarazo, durante el embarazo y después del nacimiento del infante.

A partir de la pubertad es posible que se establezcan mecanismos de control sobre la


actividad sexual, tanto de hombres como de mujeres. En ese momento, es posible que operen
costumbres como el celibato obligatorio, la restricción de la actividad sexual de la mujer en los
períodos de mayor probabilidad de fecundación, el establecimiento de acuerdos de enlace entre un
joven y una niña preadolescente, etc. Es la etapa en la cual es más posible que las restricciones
afecten tanto a hombres como a mujeres.

Durante el embarazo es posible que se intente interrumpir el proceso debido a diferentes


factores que incluyen la salud de la madre o la prioridad del hijo ya nacido, si es que se piensa que
con el nuevo niño la madre podría descuidar al mayor. También en grupos con mucha movilidad a
lo largo del territorio se trata aumentar el espacio de tiempo entre nacimientos, de modo que la
madre solo tenga que cargar a un nuevo hijo cuando el mayor pueda andar por sí mismo. Se puede
intentar resolver estos problemas mediante la interrupción del embarazo de manera intencional,
promoviendo la expulsión del producto mediante sustancias, posiciones y presión sobre el
abdomen, o bien de manera no intencional, mediante el maltrato físico y emocional y la
subalimentación de la madre. Sin embargo, estas prácticas suelen poner en riesgo a la madre, por

261
lo que es poco probable que hayan sido practicadas con demasiada frecuencia en grupos
prehistóricos223.

Una vez que ha ocurrido el parto, si el infante sobrevive entran en juego otras prácticas
tendientes a evitar un embarazo demasiado pronto. En un primer momento, se establece una
cuarentena mientras la madre se recupera físicamente del parto. Posteriormente, la amenorrea
puede prolongarse mediante el mantenimiento de la lactancia durante períodos de tiempo que
pueden ir de unos pocos meses hasta unos 30 meses en algunas sociedades contemporáneas
[Williams 1974: 21]. De acuerdo con los cálculos de Williams, el mantenimiento de las prácticas de

control de la natalidad arriba descritas pueden ayudar a mantener el equilibrio de la población,


aunque por sí solas resultan insuficientes, por lo que se hace necesario tomar en consideración
otros factores de regulación que incluyen las muertes naturales y el infanticidio.

Aparentemente, el principal mecanismo de control sobre la configuración demográfica en


cazadores recolectores lo constituye el infanticidio, más comúnmente de mujeres recién nacidas.
Este mecanismo opera reduciendo de manera directa el número de niños del grupo y, de manera
indirecta, al eliminar a una futura reproductora más. De acuerdo con los criterios de Williams [op.
cit.], la muerte del 12% de las niñas recién nacidas sería suficiente para establecer un equilibrio

estable de la población de una banda224.

Como concluyen Harris y Ross su capítulo sobre "Population regulation among early
human foragers":
To sum up: by analogy with contemporary foragers, the low average rates of population
growth throughout most of prehistory were a consequence of limited food production capacities
associated with hunting and gathering as a mode of production. It was achieved by a combination of
culturally mediated controls over both birth and death rates. These controls dampened or amplified
biological processes such as spontaneous abortion, age specific mortality, onset of menarche and
menopause, and lactational amenorrhea, in conformity with fluctuations in the cost and benefits of
rearing children under technoeconomic and ecological conditions. The notion that during prehistory
human foraging populations were regulated solely by "natural" birth an death rates belongs in the
intellectually trash heap alongside the idea that humankind once lived in a "state of nature". [ob. cit.:
34-35]

223
Puede verse la impresionante revisión etnográfica en Devereux 1967.
224
Harris y Ross citan el artículo de Schrire y Steiger quienes, usando modelos de simulación, sugieren que una tasa de infanticidio
femenino sobre el 8 % llevaría a la población a una extinción genocida, concluyendo que con ello refutarían el infanticidio
femenino sistemático como un posible mecanismo de control del tamaño de la población. Harris y Rosen comentan que,más bien,
lo que dichos autores realmente han demostrado es su extrema efectividad como mecanismo de control de población. [1987: 32-33]

262
4. Algunas consideraciones sobre el poblamiento de América.

A pesar de que está claramente demostrado que el poblamiento de América antecede a los 11,000
a. P., todavía es muy poco lo que sabemos sobre estos primeros colonizadores del continente. Se
supone que se trataría de grupos humanos reducidos que, ingresando por Beringia, habrían
avanzado hacia el sur. Ya sea siguiendo un espacio libre abierto entre los grandes casquetes
glaciares o bien, mediante alguna tecnología de navegación, habrían colonizado primero las
regiones costeras y posteriormente las tierras del interior. También es posible que hayan ocurrido
ambos procesos, puesto que cada vez parece más probable que se produjeran diferentes entradas
de poblaciones con distintos orígenes en el viejo Mundo225. Incluso, pudiera ser que algunas de
estas poblaciones ancestrales hayan desaparecido completamente, siendo absorbidas por otros
grupos humanos con mayor capacidad de crecimiento demográfico.

Pensamos que, por el momento, es imposible establecer las características biológicas de


estos primeros pobladores, así como definir con precisión las particularidades económicas,
tecnológicas y sociales de estos grupos humanos. Pero podemos considerar algunas propuestas que
se han publicado para tratar de ilustrar los procesos a través de los cuales se habría dado la primera
ocupación a nivel continental. Dillehay [2000: 254-255] ha sintetizado algunas de estas ideas en su
modelo sobre las formas de ocupación de un territorio. Él ha supuesto que la primera presencia
humana en una región sería esporádica -un proceso de exploración ocasional (primera entrada)-,
seguida de una dispersión oportunista. Posteriormente, las incursiones se realizarían de manera
sistemática, a manera de avanzadas (migración). Y, por último, se lograría una verdadera
colonización del territorio a partir de la cual los seres humanos estarían presentes
permanentemente, aunque los cazadores-recolectores podrían establecer pautas de trashumancia
estacional dentro de una región delimitada. Estos territorios colonizados podrían servir como
avanzada para la ocupación de nuevas regiones, reproduciendo la pauta anteriormente descrita.

El modelo migracionista de Dillehay parece sensato y posible, aunque no nos informa


en nada acerca de las condiciones para semejante pauta de colonización sea viable. No sabemos de
qué tamaño deben ser los grupos, cómo puede ser la relación entre su tecnología y organización
del trabajo, la reproducción o las particularidades ambientales de las nuevas áreas. No sabemos en
cuánto tiempo puede suceder este proceso ni cuáles son las causas que impulsan a un grupo social

225
Ver Bate y Terrazas [2002].

263
a fragmentarse para habitar un territorio completamente nuevo (aunque nunca sea del todo
desconocido). Pensamos que los modelos sobre el poblamiento temprano deben intentar
responder, aunque sea hipotéticamente, a estas interrogantes para poder servir como guía en las
investigaciones sobre la prehistoria del continente americano.

Los modelos también deberían brindar pistas sobre las causas de la distribución de la
diversidad morfológica y genética de las poblaciones que ocupaban el continente americano hasta
antes del contacto con las sociedades europeas. Esta conformación obedece a una diversidad de
causas, entre las que se cuentan las migraciones originarias y otras posteriores, pero también
intervienen de manera notable los fenómenos microevolutivos ligados a la selección natural en
ambientes locales, así como a los efectos de la deriva génica, las diferencias de tamaño de las
poblaciones ancestrales, los cambios demográficos concretos en cada grupo social, etc.

Todavía estamos lejos de tener los referentes empíricos necesarios para formular un
modelo con el grado de complejidad requerido para cumplir con las condiciones esbozadas
anteriormente. Sin embargo, es posible hacer algunas consideraciones preliminares con respecto a
las características bio-sociales de grupos tempranos de cazadores recolectores pretribales
posteriores al primer poblamiento. Tal es el caso de las poblaciones que ocupaban el continente
hacia el 11,000, tanto en Norteamérica como en Sudamérica. Para esta época se observan en el
registro arqueológico y antropofísico particularidades importantes que pueden ayudarnos a
formular hipótesis sobre sus patrones de producción económica y reproducción biológica.

Podemos proponer un ejemplo muy general a partir de algunas pautas características de


las llamadas culturas del "paleoindio" de Norteamérica.

Pautas económicas del modo de vida del llamado Paleoindio temprano.

Como hemos señalado antes, lo que se sabe sobre el período anterior al 11,000 a. p. es casi nada.
Sin embargo, debió ser en ese momento -que perfectamente pudo comprender varios milenios-
cuando se inicia la colonización del continente americano. En ese período se inició la
diferenciación de los grupos de industrias líticas que dieron lugar a las tradiciones posteriores que
han sido mucho más ampliamente estudiadas. Como hemos mostrado para Sudamérica, hacia el
12.000 a.p. ya se habían conformado tres poblaciones, organizadas en modos de vida particulares,
que abarcaban todo el continente meridional [Bate 1983, 1990 y 1992]. Para Norteamérica el lapso de

264
tiempo comprendido entre el 11,500 y el 8,000 a. p., ha sido llamado "período paleoindio" y se
ha caracterizado por la tipología de industrias líticas del Complejo El Llano. Tradicionalmente el
"paleoindio" se entendió como una secuencia lineal e ininterrumpida de industrias líticas que se
sucedían en el tiempo, comenzando con el complejo Clovis, seguido por las industrias Folsom,
Plainview, Agata Basin, Cody, y así sucesivamente hasta el inicio de la diversificación y
regionalización de formas de puntas de proyectil que se inicia en el 8,000 a. p. y se denominó
"período arcaico".

Contra esta visión unilineal, se ha demostrado que en el llamado período "paleoindio"


existe una diversidad mucho mayor de industrias líticas: los complejos líticos se sobreponen
parcialmente en el tiempo y el espacio, existen abundantes variantes regionales de conjuntos con
puntas de proyectil foliáceas y se debe aceptar la existencia, desde antes del paleoindio, de
industrias con puntas de proyectil triangulares (Cactus Hill, Meadowcroft). Y no se ha
considerado, con la documentación empírica adecuada, a conjuntos poco especializados
tipológicamente que serían difíciles de identificar dada su escasa definición formal pero que, para
Sudamérica, han dado lugar a la identificación del que denominamos "modo de vida de los
cazadores del trópico americano". Y que si, como suponemos, es una de las poblaciones
tempranas de América, debió generar registros de su presencia en la América septentrional. En
suma, como señalan Bryan y otros autores, para los tiempos de Clovis, éstos no eran la única
población que ocupaba Norteamérica, ni el continente austral que para entonces ya estaba habitado
por otras diversas poblaciones.

Las industrias líticas del complejo El Llano han sido ampliamente estudiadas en
Norteamérica por lo que es posible hacer algunas generalizaciones sobre el modo de vida de los
grupos humanos fabricantes de las industrias Clovis:

La mayoría de los sitios del paleoindio temprano se encuentran en las grandes llanuras
norteamericanas. En parte esto de debe a un sesgo en las investigaciones, pero el hecho es que en
esa gran región se produjo un importante poblamiento, caracterizado no solo por sus puntas de
proyectil, sino por un modo de vida en el que se explotaron los recursos de las llanuras, con la
complementación de recursos provenientes de otras regiones. En las grandes planicies los grupos
Clovis se dedicaron a la explotación de recursos relativamente poco diversos, a través de la caza
de grandes mamíferos como el mamut, el bisonte y, en menor medida, el berrendo. Sin duda los

265
recursos vegetales fueron de gran importancia para estas poblaciones, aunque es poco lo que se
conoce al respecto debido a que prácticamente no se han realizado estudios de polen o restos
vegetales en sitios del paleoindio temprano. Sin embargo, podemos suponer, en base a lo que
sabemos del ambiente de la época, que los productos vegetales recolectables se caracterizan por
encontrarse dispersos en las llanuras y por tener una distribución altamente estacional. Tanto la
caza como la recolección el las grandes planicies es poco predecible de un año para otro.

Por otra parte, se han estudiado algunos sitios importantes en los límites de las planicies,
en áreas de pié de monte y regiones montañosas. Se trata principalmente de áreas de explotación
de materias primas líticas, aunque también existen algunos posibles campamentos base y sitios de
matanza. La mayoría de los hallazgos son simples puntas de proyectil acanaladas encontradas en
superficie. Generalmente se ha supuesto que estos sitios representan especializaciones de los
grupos Clovis a los ambientes montañosos, pero nos parece más probable que se trate de sitios
relacionados con grupos de las llanuras que han establecido extensas redes de complementación
económica mediante las cuales obtienen recursos distantes y explotan diversos medios para
complementar los recursos disponibles226. En las regiones montañosas, los recursos son más
diversos: se puede cazar el borrego cimarrón, el venado y posiblemente el bisonte, el mastodonte y
hasta el mamut; la vegetación es más diversa y de alta productividad y tanto la fauna como la flora
siguen patrones anuales más predecibles. A pesar de la visión tradicional de una dieta monótona,
es lo más probable que los grupos Clovis explotaran un amplio espectro de recursos animales y
vegetales.

Durante el invierno seguramente se requería refugio y en algunas áreas se depositaban


almacenes de comida que debían ser consumidos durante los meses de frío. Estos depósitos
requerirían de la participación colectiva de numerosas personas durante períodos cortos de tiempo.
También algunas estrategias de caza suponían la concentración de numerosos grupos de cazadores
durante períodos cortos de tiempo [ver Frison 1990].

Patrones poblacionales.

Ahora bien, suponemos que los patrones esbozados aquí implican que la organización de la
producción requiere de una baja tasa de densidad de la población a lo largo del territorio, aunque

226
Aún cuando Frison supone que la explotación de los llanos y del pié de monte y montaña requerían de estrategias de
subsistencia excluyentes [Frison 1990: 25].

266
la misma tenga la posibilidad de agruparse bajo determinadas condiciones en comunidades
mayores.

Todo indica que durante el período paleoindio el Continente americano ya se encontraba


extensamente poblado por grupos humanos técnicamente diferenciados y que conformaban
poblaciones relativamente aisladas, dispersas en extensos territorios, pero que posiblemente
mantenían redes de apareamiento que permitían cierto flujo génico entre las poblaciones.
Conocemos poco sobre las características físicas de los habitantes de Norteamérica del período
Clovis: los principales restos óseos de este período son los de Anzick, en Montana, Arlington
Springs, en California, Buhl en Idaho, Fishbone Cave en Nevada, Marmes en Washington y
Mostin en California. Son muy pocos materiales óseos para caracterizar a las poblaciones
tempranas de toda Norteamérica, por lo que pensamos que todavía es prematuro hacer cualquier
generalización sobre bases tan endebles. La antropología molecular ha hecho grandes avances en
los últimos años en la gigantesca labor de caracterizar a las poblaciones americanas y esperamos
que con el tiempo las bases de datos permitan detectar patrones históricos y microevolutivos de
mayor interés. En cuanto al estudio genético de restos antiguos, las investigaciones todavía son
demasiado preliminares como para poder determinar su importancia real.

Las pautas de distribución de las evidencias arqueológicas y paleoambientales permiten


suponer que las poblaciones durante el paleoindio temprano eran abundantes, pero se encontraban
dispersas en extensos territorios que eran explotados por grupos reducidos que solo se
concentraban ocasionalmente con el fin de realizar actividades colectivas, entre las que debió
destacar el proceso de encontrar pareja.

El territorio explotado en términos económicos era extenso y poco poblado, por lo que
resultaría difícil encontrar pareja dentro de los límites del mismo. De este modo, se habría hecho
necesario establecer redes de apareamiento mucho más extensas, manteniendo un patrón
exogámico que posibilitara el intercambio de parejas entre bandas distantes. Esta estrategia
también permitiría mantener alianzas con grupos lejanos, a través de las cuales se podían
estructurar las amplias redes de complementación económica o de intercambios, por medio de las
cuales obtenían recursos de otras regiones.

La extensión y diversidad relativa de las industrias Clovis y similares, en el tiempo y el


espacio, es una manifestación de la extensión territorial de las redes de apareamiento necesarias

267
para encontrar pareja. Estas redes establecerían alianzas amplias fuera del grupo productivo básico
que harían posible, pero no necesario, congregar cantidades mayores de gente y establecer redes
de intercambio de bienes a grandes distancias, sin que se produjeran efectos de acumulación de la
producción o diferencias de acceso a los recursos. El sistema se mantendría estable debido a las
relaciones de reciprocidad en el intercambio de pareja a lo largo de las generaciones entre grupos.

Lo importante aquí es que no existiría una correspondencia necesaria entre el territorio


objeto de explotación económica -extenso pero limitado, con una densidad de población baja
debido a las características de la organización de la producción- y el territorio reproductivo,
mucho mayor e involucrando a grupos económicamente independientes pero en estrecha relación
biológica. Esta diferencia en cuanto a la constitución del modo de producción y el modo de
reproducción pudo tener consecuencias importantes sobre las pautas de distribución de los
materiales arqueológicos que serían imposibles de entender si sólo se consideran las variables
económicas o ambientales en los modelos sobre la prehistoria americana. Las características
biológicas y genéticas de éstas poblaciones, y de los grupos descendientes de las mismas, deberán
ser entendidas también dentro de este esquema de interacción estrecha, coevolutiva, de los factores
sociales y biológicos que constituyen la complejidad real de los grupos bio-sociales humanos que
colonizaron el continente americano.

Hemos esbozado acá, a manera de ejemplo, uno de los múltiples problemas que nos
puede plantear la investigación, al integrarse el análisis de las relaciones de producción y
reproducción y los estudios arqueológicos y antropofísicos.

Quedará claro, por lo antes expuesto, que las hipótesis se referirían a una segunda fase
del desarrollo de las estructuras de población en el proceso de ocupación del continente. La
primera debió requerir de configuraciones demográficas en expansión, lo cual no quiere decir que,
como suponen algunos autores, el poblamiento americano haya sido una cruzada maratónica para
alcanzar la Tierra del Fuego en menos de un milenio. Por lo que concordamos con el argumento
de Dillehay en cuanto a que, si hace más de 12.000 años ya estaba habitado todo el Nuevo Mundo
por poblaciones que ostentaban una gran diversidad cultural, es necesario pensar en complejos
procesos sociohistóricos y demográficos que pudieron tomar varios milenios en su desarrollo.

268
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271
10. Sociedad cazadora-recolectoras y primeros asentamientos agrarios
Resumen.
En esta exposición enunciaré puntualmente un conjunto de hipótesis interrelacionadas,
orientadas a la explicación de las características generales de la estructura y causalidad de
los procesos de desarrollo de las formaciones sociales cazadoras recolectoras y sus
relaciones con las primeras comunidades agropecuarias.
Las propuestas se formulan en el contexto de una posición teórica de orientación
histórico materialista que he expuesto en el trabajo de tesis doctoral para su lectura en la
Universidad de Sevilla, al cual remito al lector227. La exposición se estructura de a cuerdo a
las categorías resumidas en dicho trabajo, principalmente en la dimensión de la formación
social228.
Se sostiene que hay dos tipos generales de formaciones sociales preclasistas,
distinguibles a partir de las calidades fundamentales de sus modos de producción: las
formaciones pretribales y las formaciones tribales. Propongo que todas las sociedades
pretribales se basan en una economía apropiadora de caza y recolección. No obstante,
también hay sociedades de cazadores recolectores que desarrollan un modo de producción
tribal, compartiendo las características básicas de las sociedades tribales sustentadas en
una economía productora de alimentos.
Acá pondré énfasis en una propuesta de conceptualización de las formaciones
sociales pretribales, la que servirá de referencia para indicar las principales diferencias que
guardan respecto a las formaciones tribales, tanto cazadoras recolectoras como a las
comunidades agropecuarias.

Introducción.
1. Cuestión de enfoques. Desde los destacados trabajos de J. Steward y A. Radcliffe-
Brown, publicados en los años 30 del siglo pasado, los estudios etnográficos sobre
sociedades cazadoras recolectoras se han realizado bajo dos orientaciones explicativas
generales básicas. Unos enfatizan los factores ambientales y otros los factores estructurales
de la sociedad misma. Como reseñan Lee y Daly, en la Introducción a The Cambridge
Enciclopedia of hunters and gatherers:
It is worthy of note that theories of band organization have continued to be dominated by
these two alterantive paradigms: an ecological or adaptationist approach which relies on
material factors to account for forager social life, and a structural approach which sees
kinship, marriage, and other such social factors as the primary determinant.

Acotando en seguida que:

227
Publicado en 1998 por Editorial Crítica, Barcelona, bajo el título de El proceso de investigación en arqueología.
228
Formación social, modo de vida y cultura son conceptos que aluden a las distintas dimensiones de la existencia de una
sociedad concreta.

272
The two approaches are by no means incompatible, and although the two tendencies are
still discernible in hunter-gatherers studies, many analists have posited a dialectic of social
and ecological forces in the dynamic of forager life [Lee & Daly 1999: 8]

También en la arqueología, tales aproximaciones aún se distinguen marcadamente


en los estudios sobre cazadores, predominando los enfoques ambientalistas. Es el caso de
la reciente obra de Binford [2001], quien mantiene su distinción entre los aspectos
"funcionales internos" de las sociedades cazadoras-recolectoras y la causalidad explicativa
de los procesos sociales que residiría necesariamente en factores "ecológicos externos",
donde la conexión entre ambos no es propiamente "dialéctica". Por diversas razones, los
enfoques adaptacionistas y ambientalistas predominan entre los pocos investigadores que
han superado las viejas concepciones particularistas históricas o histórico culturales, como
es el caso en los ámbitos académicos sudamericanos, por ejemplo229. También está
presente en obras de síntesis sobre los cazadores recolectores europeos [p.e., El poblamiento
paleolítico de Europa de C. Gamble].

Sin desconocer que el medioambiente constituye tanto un conjunto condicionante


de posibilidades alternativas como de restricciones relativas al desarrollo de las sociedades
apropiadoras, acá insistiré en la necesidad de avanzar en la investigación y formalización
de las dimensiones propiamente sociales de los pueblos cazadores recolectores. Ocurre que
la comodidad de tomar prestadas propuestas que permiten múltiples correlaciones de
variables ambientales con rasgos culturales, amparada en el escudo de "cientificidad" de
los procedimientos230, ha permitido a los arqueólogos o prehistoriadores evadir lo que
debería ser su responsabilidad directa, que es la explicación de los fenómenos sociales.
Por lo visto, conviene aclarar que el hecho de centrar el análisis en la estructura y
causalidad de la organización social de los pueblos cazadores recolectores, entendidos
como agentes de los procesos históricos que han protagonizado, no implica, en modo
alguno, excluir de la explicación a los factores materiales. Ciertamente se puede asumir -y
es lo que pretendemos- un enfoque consistentemente materialista sin necesidad de adoptar
las posiciones ambientalistas o adaptacionistas asociadas al modo de explicación
funcionalista, donde las causas son externas al fenómeno a explicar.
Otro punto sobre el que quiero llamar la atención es acerca de la necesidad de
formalizar una conceptualización que integre consistentemente a los muy diversos aspectos
y ámbitos de relaciones que constituyen características generales, comunes a las sociedades
apropiadoras entendidas como totalidades. En este sentido, la mayor parte de los
desarrollos teóricos que han superado el nivel de las descripciones empíricas -incluyendo
los nuestros- se refieren a algunos aspectos más o menos parciales de la vida social. Muy

229
Ver Bate y Terrazas 2002a.
230
La "buena ciencia", como presumirá reiteradamente Binford [ob.cit. : 48, 50 ] y que, por supuesto, es la que él hace.

273
pocas son las propuestas que comprenden a la mayoría de las dimensiones de la totalidad
social, como las de Service [1973] o Testart [1985].
2. Criterios de demarcación. La referencia a sociedades o culturas de "cazadores
recolectores" implica una generalización de características que son comunes a diversos
pueblos concretos y que atribuimos a un tipo de sociedades, por lo general, en el contexto
de un esquema de periodización histórica. Las diferencias entre los varios enfoques y
autores tienen que ver con las variables en torno a las cuales se establecen las distinciones
entre los tipos de sociedades. Y, en algunos casos, conlleva un desarrollo conceptual
explicativo de su caracterización. En otros, son básicamente descriptivos.
Así, la clásica distinción establecida en el "sistema de las tres Edades" -que por
demasiado tiempo ha constituido la camisa de fuerza de la organización académico-
administrativa de la prehistoria europea- se basaba en indicadores descriptivos de los
aspectos tecnológicos más aparentes, a los que se agregaron los ítems que se presentaban
en las asociaciones más recurrentes. Y los muchos casos donde tales recurrencias no se
cumplen no han sido un obstáculo para mantener dicho esquema con pretensiones de
generalidad.
Otro esquema basado en la recurrencia de asociaciones de rasgos culturales es el de
la escuela histórico cultural, que incluye a las sociedades apropiadoras en los ciclos
pigmoide, tasmanoide y del bumerang, entre las protoculturas, y el ciclo de los cazadores
superiores entre las culturas primarias [Ibarra Grasso 1971: 90-93].
Luego tenemos clasificaciones históricas que incluyen a las sociedades cazadoras
recolectoras en un mismo tipo de sociedad que a las comunidades preclasistas productoras
de alimentos, como en el caso de los conceptos de comunismo primitivo de Stalin [1938] y
el modo de producción doméstico de Sahlins [1977].
Otros autores incluyen a todas las sociedades cazadoras en un mismo tipo social,
donde la variable fundamental es la tecnoeconomía. Es el caso del concepto de salvajismo
en Morgan, Engels o Childe. Lo propio hacen Meillassoux [1977], Bender [ 1978, 1981],
Montané [1981] o Estévez y Vila [1998], al referirse a las comunidades de cazadores o
sociedades de bandas. Generalización que, con diversos enfoques, comparten varios otros
autores.
Varios son los investigadores que apuntan una distinción muy general e imprecisa
entre las sociedades apropiadoras "simples" y "complejas", entre ellos Binford [2001].
Mucho más precisa y de mayor profundidad analítica es, en este sentido, la obra de Testart
[1982, 1985], quien hace una distinción inicial entre cazadores recolectores nómades sin
almacenamiento y sedentarios con almacenamiento. Que luego explica en términos de
diferentes modos de producción.
Al respecto, nuestra propuesta distingue entre sociedades apropiadoras pretribales y
tribales, con base en el contenido de las relaciones fundamentales de producción que

274
cualifican al modo de producción, en cuya caracterización mantenemos diferencias con
Testart231.

1. Las formaciones sociales pre-tribales.


La categoría de formación social se refiere a la integración de cuatro esferas básicas de la
estructura general de las sociedades: el modo de producción y el modo de reproducción,
que constituyen la base del ser social, por una parte y, por otra, las superestructuras,
constituidas por la sicología social y la institucionalidad. Abordaremos la propuesta de
caracterización de las formaciones pre-tribales en ese mismo orden, señalando sus
interrelaciones cuando sea pertinente.
Pero antes es necesario comentar una pregunta que, al generar propuestas para
explicar las características de las primeras sociedades americanas, hemos descuidado, pero
que no se puede eludir al tratar de la prehistoria del Viejo Mundo. Esta es ¿desde qué
momento -y en qué lugares del planeta- se puede comenzar a hablar propiamente de
sociedades humanas?. Es decir, desde nuestra concepción, de sociedades estructuradas
como formaciones sociales, que adquieren desarrollos particulares como modos de vida,
manifiestas concretamente bajo su singularidad cultural: lo que hemos denominado
sociedades concretas. En las líneas anteriores reseñamos algunas opciones en cuanto a
cómo se diferencian las sociedades basadas en una economía apropiadora, entendidas
como una primera etapa del desarrollo social, respecto a las siguientes. Pero habría que
definir criterios para distinguir la emergencia de las primeras estructuras sociales respecto
a las formas de organización de los homínidos históricamente antecedentes. O, si fuera el
caso, buscar explicaciones acerca de formas de organización social precedentes a lo que
estamos denominando formaciones pre-tribales.
De hecho, no tengo una respuesta para ello, pero creo que hay diversos aportes
básicos que permiten enfrentar el problema. En cuanto a los criterios de demarcación, en lo
general, resultan fundamentales las distinciones conceptuales planteadas y discutidas por
Tim Ingold [1986], por ejemplo, entre extracción y apropiación, forrajeros-predadores y
cazadores-recolectores, territorialidad y tenencia, etc. Por otra parte, pienso que un enfoque
adecuado para explicar los procesos de desarrollo que condujeron a tal cambio, crucial para
nosotros, es la propuesta de Terrazas [2000] sobre la teoría de la coevolución. Y supongo
que este cambio debió representar una interrupción de la gradualidad del proceso evolutivo
de los homínidos antecesores del sapiens sapiens. Es decir, entre el gradualismo filético

231
Mayores son nuestras diferencias con este autor en lo que se refiere a las relaciones entre la base material de la
sociedad y las superestructuras.
Quiero aclarar que el hecho de que haga algunas afirmaciones en el plural de la primera persona se debe a que
participo de una posición teórica compartida con otros colegas iberoamericanos. Aunque ninguna posición teórica es
compartida de manera idéntica, homogénea y total por todos los investigadores que la sustentan, de manera que asumo la
responsabilidad por las afirmaciones acá vertidas.

275
del evolucionismo darwiniano tradicional y la teoría del equilibrio puntuado de N.
Eldredge y S. J. Gould [1972] me inclino abiertamente por ésta última.
Creo que se puede afirmar que la categoría de formación social pre-tribal de
cazadores recolectores es aplicable, al menos, a las sociedades de sapiens modernos que
desarrollaron el paleolítico superior europeo, así como a las que, por otro lado, poblaron el
continente americano. Si bien Ramos Muñoz [1999] sostiene razonablemente que ya los
neandertales del paleolítico medio presentaban atributos atribuibles a una formación social
cazadora recolectora. Aunque, en este sentido, hay que considerar que la prehistoria
europea es un caso particular. Por un lado, como he sostenido antes, la secuencia de
Paleolítico Inferior-Medio-Superior no tiene validez universal232 y, por otro, el sapiens
neanderthalensis fue un callejón sin salida en la evolución humana y no es el antecesor del
sapiens sapiens. Es claro que la vieja hipótesis de la "fase neandertal" no se sostiene, si
bien la alternativa hipótesis del reemplazo debe ser matizada en tanto no constituyó
necesariamente, en todas partes, un evento catastrófico y, aparentemente, neandertales y
hombres modernos coexistieron por algún tiempo.
El problema principal es que aún no disponemos de hipótesis medianamente claras
y empíricamente sustentables acerca de las formas de organización de los neandertales
portadores del paleolítico medio y sólo se han debatido aspectos parciales del tema. Así, a
manera de ejemplo, el factor distintivo del surgimiento de relaciones sociales, según Ingold
[ob.cit.], sería la emergencia de la conciencia, la cual se asocia necesariamente al desarrollo
del lenguaje. Y aún cuando se ha discutido incluso acerca de las capacidades fonéticas de
los neandertales para emitir un lenguaje articulado, no cabe duda de que tuvieron las
formas de comunicación necesarias para sustentar las funciones cognitivas que implica, por
ejemplo, la ejecución de las secuencias operacionales que permitieron desarrollar las
sistemáticas de astillamiento lítico para la producción de los núcleos, lascas, láminas y
puntas levallois233. Tenían, por lo tanto, un código de memoria y la posibilidad de
transmitir "extragenéticamente" modelos culturales simbólicamente representados. Esto,
aún cuando no hubieran necesitado cerrar los sistemas de relaciones sociales, que es lo que
se ha propuesto que se manifestaría en el desarrollo de estilos culturales regionales -como
expresión de identificaciones grupales- durante el paleolítico superior [Wobst 1974 y 1976;
Gilman 1984, entre otros].

Acá sólo dejamos planteado este problema, que queda abierto a la discusión
orientada a la generación de propuestas explicativas más precisas.

232
En el trabajo preparado para la exposición de una conferencia introductoria de la mesa sobre Paleolítico en las VI
Jornadas de Arqueología Andaluza, busqué mostrar que la secuencia Paleolítico Inferior-Medio-Superior (así como la
secuencia general en que se inscribe) no es generalizable mucho mas allá de Europa [Bate 1992].
233
Si bien es cierto que, como ha mostrado Böeda [1988 y 1990], hay diferencias en la conceptualización del espacio y la
organización de las acciones que implica la técnica de láminas levallois y las del paleolítico superior.

276
El modo de producción.
Proceso productivo.
Comenzaremos por el análisis del proceso productivo, pues en torno a él se establecen las
relaciones fundamentales que cualifican a la organización social y la distinguen de otros
tipos de sociedades. Se trata de las relaciones sociales de producción, que se corresponden
con el desarrollo de las fuerzas productivas y se definen a través de las relaciones de
propiedad que los agentes de la producción establecen sobre los elementos del proceso
productivo.
Fuerzas productivas.
En primer lugar, me referiré a la composición cualitativa de las fuerzas productivas.
Distinguiré, entre las diversas actividades laborales que integran el proceso
productivo: a) obtención de alimentos, b) producción de instrumentos, c) apropiación de
insumos no alimenticios (materias primas líticas, leña, etc.), d) trabajos de
mantenimiento234 y, e) otros (vestimentas, ornamentos, representaciones rupestres, etc.).
Propongo que las relaciones sociales fundamentales de producción en las formaciones pre-
tribales se establecen básicamente en torno a la obtención de alimentos.
Los procesos de trabajo orientados a la obtención de alimentos se caracterizan por:
a] Una tecnología de apropiación, que implica que la sociedad no invierte fuerza
de trabajo en el control directo de la reproducción biológica de las especies que constituyen
la base de la alimentación235. Los objetos de trabajo en los procesos de captura (caza,
pesca) o recolección -como en los de apropiación de insumos no alimenticios- son recursos
naturales. b] Los ciclos producción-consumo son breves y necesariamente continuos.
Los alimentos obtenidos son consumidos antes de que se descompongan perdiendo su
valor de uso como alimentos. Lo que obliga de manera más o menos inmediata a realizar
nuevos procesos de trabajo apropiador de alimentos. En este sentido, los ciclos producción
(apropiación)-consumo no se pueden interrumpir.
c] El sistema de vida es nomádico, es decir, la población humana se desplaza
periódicamente en torno a la disponibilidad espacio-temporal de los recursos naturales.
d] No hay preservación ni almacenamiento de alimentos. Esto no se debe a un
desconocimiento o imposibilidades técnicas sino, en parte, a la misma vida nomádica y ,
por otro lado, está condicionado por las relaciones sociales de producción.

234
Retomo esta distinción analítica explicitada por los colegas de la Autónoma de Barcelona [P. Castro et al. 1998; Mº E.
Sanahuja 2002] que es más precisa y explícita que los conceptos de "servicios" o "conductas de curaduría".
235
En este sentido, el concepto de apropiación se opone al significado restringido de producción de alimentos, a través de
técnicas de cultivo y domesticación. No obstante, los procesos de trabajo apropiadores forman parte del proceso
productivo general.

277
e] Hay una tendencia -posiblemente resultado del aprendizaje histórico- a la no
sobreexplotación del medioambiente. En la medida en que no se controla la disponibilidad
de los recursos, se tiende a prevenir su escasez o la extinción de algunas especies
importantes para la dieta. Seguramente no hay un cálculo de la "capacidad de carga" del
medio y el margen de reserva puede ser bastante variable236.
Esta serie de factores condiciona lo que he denominado precariedad estructural de
las fuerzas productivas, en el sentido de que cualquier circunstancia que interrumpa la
continuidad necesaria de los ciclos producción-consumo pone materialmente en riesgo la
sobrevivencia, dado que no hay reservas permanentes de alimentos237.
Hay que señalar que las actividades de producción de instrumentos, producción de
bienes de consumo no alimenticio y, en parte, los trabajos de mantenimiento, no son
actividades apropiadoras. De hecho, los objetos de trabajo, en estos casos, son resultados
de procesos de trabajo previo; contienen, por lo tanto, valor trabajo objetivado en ellos
(trabajo pasado). Los objetos de trabajo son materias primas, productos semielaborados o
elaborados que derivan de los trabajos de obtención de alimentos o de la apropiación de
insumos no alimenticios. Es el caso de las pieles, huesos, astas o tendones que se pueden
incorporar en la producción de vestimentas, de instrumentos de talla o como amarras; de
las piedras recolectadas y preformadas como matrices para la confección de instrumentos
(cuchillos, raederas) o partes de ellos (raspadores, puntas de proyectil); de la leña o los
utensilios que se usan para cocinar o calefaccionar, etc.. Además, por lo que se refiere a los
trabajos de mantenimiento, con o sin la mediación de instrumentos específicos, en algunos
de ellos, el satisfactor de necesidades es el trabajo mismo, como trabajo vivo (p.ej.,
cuidado y socialización de los infantes).
Desde el punto de vista cuantitativo, es decir, considerando a las fuerzas
productivas como una magnitud238, la característica principal de estas sociedades es que la
economía no genera sistemáticamente excedentes. Es decir, no se produce más que lo que
la sociedad considera necesario para la subsistencia. En cualquier caso, la cantidad de
trabajo necesario incorporado en los productos que permiten asegurar la subsistencia puede
variar objetivamente de una sociedad a otra, así como los niveles de vida establecidos en la
sociedad.
Los principales factores que inciden en el grado de desarrollo de la productividad
media del trabajo son:

236
En este punto, como en el anterior, puede haber excepciones más o menos coyunturales.
237
Sahlins, contestando a la imagen de sobrevivencia dramática de estas sociedades sostenida en algunas versiones del
viejo "marxismo oficial", contrapuso el concepto de "sociedades de la abundancia" (affluent societies). Si bien las
sociedades cazadoras recolectoras generaron soluciones que permitían controlar el riesgo de carencias vitales, tampoco se
trata propiamente de sociedades de "abundancia". Por lo que he opuesto el concepto complementario de precariedad de la
economía, como condicionante de los mecanismos de reciprocidad.
238
En este sentido, las fuerzas productivas se refieren al rendimiento promedio de la fuerza de trabajo en las condiciones
históricas de cada sociedad.

278
a] Productividad natural del medio. Es un factor no controlado por la sociedad y
puede incidir en la necesidad de aumentar o la posibilidad de disminuir el trabajo necesario
para asegurar la subsistencia. Está condicionada por variables como: a)
dispersión/concentración de los recursos, b) movilidad de los mismos, c) estacionalidad, d)
masa disponible, e) predictibilidad, f) requisitos de procesamiento y otros.
b] Desarrollo tecnológico. Es un factor controlado por la sociedad que incide en la
elevación de la productividad del trabajo, pero no necesariamente en la elevación de los
volúmenes de producción, en tanto se tiende a la no sobreexplotación de los recursos
naturales.
Esto explicaría el que, salvo en coyunturas críticas, no haya habido incentivos apremiantes
para mantener un ritmo acelerado de desarrollo tecnológico. Por ello, debió incidir
mayormente en la disminución del trabajo necesario para producir los bienes de consumo
socialmente requeridos. Las principales variables que intervienen en el desarrollo
tecnológico son: a) desarrollo de los instrumentos , b) desarrollo de los conocimientos, c)
organización de los procesos de trabajo, d) división técnica del trabajo.
c] Sistemas de complementación económica. Se trata de la organización del proceso
productivo en ciclos mayores, comportando diversas estrategias económicas que pueden ir
desde sistemas altamente oportunistas a diversos grados de complejidad en la organización
de los que Binford llamaría "sistemas logísticamente organizados"239. Implican diversos
grados de optimización en la explotación de los recursos naturales, de acuerdo a dos
principios estructuradores básicos: a) la diversificación de los recursos explotados, que
permitiría evitar la sobreexplotación con riesgos de extinción de algunos de ellos o, en el
caso de que ello ocurriera, abrir posibilidades de sustitución. Y, b) la distribución espacio-
temporal de la fuerza de trabajo, situándola en los lugares y momentos de mayor
productividad de los recursos preferidos. Parte de estas estrategias, implicando diversas
racionalidades económicas, son las opciones en cuanto al desarrollo de instrumentales y
tecnologías expeditivas de uso generalizado o de diversos niveles de especialización.
Cabe agregar una forma de organización que también pudo contribuir tanto a la
elevación de la productividad media del trabajo como al manejo del riesgo de carencias,
consistente en la segmentación de la comunidad orientada a una "división geográfica del
trabajo". Esto conlleva la conformación de segmentos comunales complementarios
(articulados necesariamente en torno a una red de intercambios) que permitirían cubrir la
explotación de los diversos recursos del territorio no sólo en los momentos de mayor
productividad natural y ampliar, además, las posibilidades de diversificación.
Antes de entrar a analizar las relaciones sociales de producción, conviene ver un par
de puntos que también condicionan y son expresión de la composición cualitativa y el

239
Descriptivamente, se presentarían a la observación como lo que este autor [Binford 1988] ha denominado "complejos
situacionales".

279
grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Estos se refieren a las formas de división del
trabajo y a las formas de organización socio-económica.
Al mencionar la organización socioeconómica de las comunidades pre-tribales, me
refiero a las formas de agrupación que han sido consideradas como típicas de las
sociedades cazadoras recolectoras "en general"240.
Por lo pronto, consideraré como unidad básica para el análisis de las relaciones
sociales a la unidad doméstica. Entiendo que la unidad doméstica es básicamente una
unidad económica de producción y consumo. Secundariamente, y también por razones
económicas, tiende a coincidir físicamente, en diversos grados, con las unidades de
reproducción y de residencia. Su regla de composición es que tiende a integrar las distintas
posiciones en la división del trabajo, asignadas socialmente de acuerdo al género y la edad.
El hecho de que la consideremos una unidad básica de análisis no significa que
pretendamos explicar el modo de producción de la sociedad, al estilo de Sahlins [1977],
extrapolando las relaciones internas de la unidad doméstica. Mas bien, al contrario: el
modo de producción sólo se puede explicar como el funcionamiento económico de la
totalidad social, que condiciona las características y prácticas de las unidades domésticas.
El siguiente nivel de agregación está conformado por una agrupación de unidades
domésticas en lo que, según los autores, se ha denominado banda (Steward, Service),
horda (Radcliffe-Brown, Meillassoux) o compañía (Gallardo, Gibson), destacando cada
uno el tipo de nexos en que se basarían dichas agrupaciones. Así, por ejemplo, tanto
Radcliffe-Brown como Service ponen énfasis en los vínculos de parentesco (kinship),
mientras Meillassoux o Gibson destacan las relaciones de adhesión laboral. En otro lado he
mencionado el afortunado uso descriptivo del término "compañía" por parte de Gallardo
[1910], mientras que Ingold destaca que

Gibson [1985] suggests that relations based on the experience of living and
doing things together, on "shared activity itself", can best be described as ones of
companionship. He opposes companionship to kinship... [Ingold 1999: 406]
Por su parte, Binford [2001: 213], correlacionando su información sobre el tamaño de
los grupos con diversas variables, identifica
three separate kinds og groups: (1) the designation of GROUP1 refers to the mean
size of the social unit camping together during the most dispersed phase of the
settlement-subsistence system; (2) GROUP2 refers to the mean size of the camp
sharing groups during the most aggregated phase of the subsistem settlement
system, (3) GROUP3 designates the mean size of social aggregations accurring
annually or every several years that assemble for other reasons than subsistence-
related activities.

240
Como veremos más adelante, no hay un tipo general de sociedades cazadoras recolectoras, por lo que muchas de las
generalizaciones al respecto pueden no corresponder a ninguna de sus formas particulares de existencia.

280
Se ha discutido bastante sobre el tamaño de estos grupos que incluirían hasta unas
seis unidades domésticas. El tema interesa en tanto tendría que ver con la organización
necesaria y la densidad de su distribución en el territorio para asegurar la subsistencia en
relación a la disponibilidad natural de los recursos241.
Sobre esa base se desarrollan diversos arreglos estructurales, siendo el más
conocido el de la organización que es común entre los cazadores recolectores australianos
(como los arunta o aranda), donde la comunidad se dividiría en mitades y éstas, a su vez,
en secciones y subsecciones, constituidas las últimas por la agrupación de "bandas
mínimas". No obstante, puede haber distintas formas de agregación de acuerdo a nexos de
afinidad que regulan las cercanías o distancias sociales y los compromisos que implican.
En cuanto a la división del trabajo, la forma generalizada es la llamada división
doméstica del trabajo que, como mencionamos, se establece asignando una distribución
diferencial de tareas de acuerdo a la posición de los individuos en relación a las variables
de género y edad242.
Abundantes han sido los intentos de explicar las causas de la división sexual de
tareas y más las discusiones que ha suscitado el hecho de que, en su mayoría, involucran
proyecciones ideológicas presentistas, justificatorias de la condición subordinada de las
mujeres, incluyendo la devaluación del trabajo femenino. Como es el caso de la oposición
entre "hombre-cazador" y "mujer-recolectora". Testart [1986], discute y critica con
razonables argumentos la mayoría de las explicaciones ofrecidas al respecto. Pero resulta
insólita, en un autor de notable capacidad analítica como el citado, la propuesta de que la
división sexual del trabajo entre los cazadores estaría determinada por un tabú ideológico
que establece interdicciones basadas en la oposición entre la sangre menstrual y la sangre
animal. De manera que la estructuración de las tareas económicas estaría determinada por
la normatividad emanada de un mito superestructural universal entre esas poblaciones
("l'idéologie du sang"), que se afirmaría sólo como una constatación empírica. Un
planteamiento inequívocamente idealista.
Desde nuestro punto de vista -lo que no podemos reclamar a Testart, quien asume
explícitamente su máxima proximidad con Hegel243- si tal tabú tuviera realmente un
carácter generalizado, el problema obvio a resolver sería encontrar, en la existencia
objetiva del ser social, las condiciones que explicarían tal concepción superestructural. Es
decir, por qué existe tal tabú. Por ahora, aún nos encontramos en un punto en que no se ha

241
El rango de variación en el tamaño de estos grupos varía también según los autores. Binford critica el manejo de estos
"números mágicos" -entre ellos el promedio de 25 individuos propuesto por Birdsell, discutido y generalizado a partir de
la Conferencia sobre Man the hunter- y termina proponiendo el suyo propio, resultado de sus análisis estadísticos: "...I
may argue that a local group capable of sustained subsistence procurement tasks would be composed of approximately
20.47 persons" [ob. cit.:233].
242
El género es la categorización social relacionada con el sexo biológico, que puede no coincidir necesariamente con
éste. En este sentido, puede haber más de dos géneros.
243
"La définition que je done du communisme primitif comme résultat contradictoire d'une négation de négation pourrait
être située plus directement en rapport avec Hegel qu'avec tout autre penseur" [Testart 1985: 14].

281
podido mostrar el carácter necesario de las hipotéticas relaciones entre sexo, género y la
asignación de tareas determinadas en la división del trabajo. Aún es necesario intentar
identificar, en el registro arqueológico, quiénes fueron los agentes de la realización de las
diversas actividades inferibles244. Para ello, partiría del principio de que no hay
actividades humanas que la mujer no pueda realizar y que los hombres sólo están
impedidos de embarazarse, parir y amamantar. Advirtiendo que no podemos proyectar las
valoraciones ideológicas de nuestra sociedad hacia las sociedades remotas.
Por lo que se refiere a la división social del trabajo, se puede decir que los primeros
especialistas que surgen históricamente son los shamanes, dedicados, entre otras
actividades asociadas, básicamente a las tareas terapéuticas. Lo cual no les otorga
privilegios económicos, debiendo estar en capacidad de realizar cotidianamente todas las
tareas que les corresponden según su posición de género y edad.
Por último, existen formas de división técnica del trabajo que consisten en la
asignación diferencial de tareas orientadas a la generación cooperativa de un mismo tipo de
productos o satisfactores. Asignaciones que no son permanentes y se pueden reatribuir en
cada proceso laboral que lo requiera.

Las relaciones sociales de producción.


El sistema de relaciones sociales de producción es la forma que adquiere el contenido de
las fuerzas productivas y su calidad se define a través de las relaciones de propiedad y
posesión objetivas que los agentes de la producción establecen sobre los elementos del
proceso productivo. Se trata, pues, de dos aspectos inseparables de la misma realidad de la
producción social245. El hecho de que las relaciones sociales de producción (como las de
reproducción) sean reflejadas de diversas maneras en la conciencia social no quiere decir,
en modo alguno, que sean superestructurales, como lo ha entendido Binford, por lo visto, a
partir de la lectura de Ingold246. En este aspecto nodal, suscribo la célebre tesis de Marx en
cuanto a que:
en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones
necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a
una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de
estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real
sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden

244
Me remito al registro arqueológico, pues toda la información de que Testart dispone proviene de registros etnográficos
que, en su abrumadora mayoría, no corresponderían a pueblos "comunistas primitivos".
245
Nunca hemos concebido a las relaciones sociales de producción como "externas" al proceso de producción, como ha
entendido Gassiot [2000]. La relación de correspondencia entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción es
una indisociable relación de correspondencia entre forma y contenido. También está implicada, además, la relación de
correspondencia determinada de calidad y magnitud.
246
"For the neo-Marxist, evolutionary ecology is irrelevant and general explanations are futile since it is the
superestructure -the ideological domain- that directs change and manifests itself as historically particular variability"
[Binford 2001: 25].

282
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material
condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia
del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina
su conciencia. [Marx: Prólogo a la contribución a la crítica de la economía política, 1859]

Hemos señalado que, en las sociedades pretribales, las fuerzas productivas se


caracterizan por su precariedad. La precariedad se refiere al riesgo previsible de carencias
vitales, que amenazan la subsistencia. Pero si esas sociedades sobrevivieron por milenios,
ha sido generando mecanismos de solidaridad que les permitieron manejar el riesgo.
Dichas relaciones se manifiestan a través de lo que los antropólogos (Service, Sahlins) han
denominado reciprocidad. Las relaciones de reciprocidad no son, para nosotros, las
relaciones sociales fundamentales. Son la manifestación fenoménica, en la esfera de la
circulación, de las relaciones fundamentales de producción247. La reciprocidad es un
amplio sistema de intercambios diferidos. Y el punto que quiero tratar acá es el de cuáles
son las relaciones sociales de producción en que se funda y que explican el particular
sistema de intercambios en que consiste la reciprocidad. Primero veremos qué es y cómo
opera la reciprocidad y, luego, cuáles son las relaciones sociales de producción en que se
sustenta y por qué.
La reciprocidad consiste, a la vez, en un derecho y una obligación. En principio, es
el derecho de todo miembro o grupo de una comunidad a ser asistido por los demás en
situación de carencia. Y, a su vez, es la obligación de todo miembro o grupo de la
comunidad de aportar a la solución de las carencias de quien o quienes se vean sometidos a
esa situación. Quien recibe algo, adquiere la obligación de retribuir y quien da, adquiere el
derecho a ser retribuido.
No obstante, tal compromiso no genera una deuda y un crédito personal o entre los
grupos determinados que han participado de una coyuntura concreta de solución de
carencias. La reciprocidad no es un compromiso bilateral, sino un compromiso comunal, y
las soluciones coyunturales de situaciones de carencias no son más que un momento de la
realización de un compromiso colectivo. ¿Por qué?. Porque, como hemos visto, los riesgos
permanentes de carencia, debidos a la precariedad de una economía básicamente
apropiadora, son previsibles. Pero lo que no se puede predecir es quiénes ni cuándo estarán
sujetos a carencias, ni quiénes, en ese momento -dados los ámbitos de movilidad de grupos
e individuos-, estarán en posibilidad de satisfacer esas necesidades. De manera que la
reciprocidad sólo puede resolver el problema estructural de la precariedad en la medida en
que se trate de un compromiso colectivo. Así, quienes reciben algo están en obligación de

247
En esto, es adecuada la crítica que Godelier apuntó, entre otros, a Service y Sahlins, a propósito del concepto de tribu,
en cuanto a no haber trascendido de manera importante el nivel apariencial: "El error está...en el hecho de no haber
analizado realmente esos modos de producción, de continuar describiéndolos en las formas mismas en que aparecen y de
haberse condenado a no poder mostrar ni analizar la causalidad estructural específica..." [Godelier 1974: 221]. Y, en este
caso específico, a pesar de que tuvieron razón en su crítica sustantivista, frente al formalismo marginalista, se quedaron en
la explicación de las relaciones sociales tal como se presentan empíricamente en la esfera de la circulación.

283
retribuir ante cualquier individuo o grupo de la comunidad, cuando la situación lo requiera.
Y quienes dan adquieren el derecho de ser retribuidos por cualquier miembro o grupo que,
en su momento, esté en posibilidad de hacerlo.
Ahora bien, las relaciones sociales de producción, fundamentales y distintivas del
modo de producción pretribal, se definen por los contenidos y formas de la propiedad248.
Los contenidos de la propiedad son los elementos del proceso productivo sobre los cuales
se establece la capacidad de disposición y uso por parte de los agentes de la producción. En
este modo de producción la propiedad se establece sobre a) la fuerza de trabajo y b) los
instrumentos o medios de trabajo. No hay propiedad sobre los objetos de trabajo, sino sólo
posesión (capacidad de uso) socialmente consensuada sobre el territorio. No hay propiedad
territorial249 ni sobre los recursos naturales que constituyen objetos de trabajo apropiador,
porque no se ha invertido trabajo en ellos transfiriéndoles un valor que fuera necesario
resguardar. Y tampoco existe la capacidad económica e institucional de establecer su
defensa, permitiendo disponer de ellos de manera excluyente. No hay, pues, necesidad ni
posibilidad de establecer propiedad sobre los objetos naturales de trabajo250. En el modo de
producción pretribal, por lo tanto, la apropiación de la naturaleza es resultado de los
procesos de trabajo y no una condición para su realización. En consecuencia, la propiedad
de los productos apropiados puede condicionar la distribución, el intercambio o el
consumo, pero no la producción.
En cuanto a la forma de la propiedad, ésta es colectiva. Y esta forma de propiedad
de los elementos del proceso productivo sobre los cuales se ha establecido, es la que se
realiza en la reciprocidad. El hecho de que un miembro o grupo de la comunidad tenga el
derecho a ser provisto en situación de carencia implica que tiene derecho a disponer del
uso de la fuerza de trabajo y los instrumentos de los demás. Recíprocamente, su obligación
de proveer a cualquier otro en situación de carencia es la obligación de permitir, a los
demás co-propietarios de la comunidad, el ejercicio de su derecho a disponer del uso de la
fuerza y los medios de trabajo que posee.
Esto significa que la propiedad sobre fuerza y medios de trabajo es, de hecho,
comunal y que todo miembro de la comunidad, en tanto tal, participa de su co-propiedad.
En este sentido, la comunidad es la propietaria, si bien necesariamente la posesión de
instrumentos y fuerza de trabajo es individual o particular. La posesión es componente de
la propiedad y puede ser retenida o transferida por el propietario, como derecho o como
obligación251. En el caso de estas sociedades, la posesión es transferida, a la vez, como

248
Sobre los conceptos de relaciones sociales de producción, propiedad y posesión, ver Bate 1998: 60-61.
249
En Sudamérica se constata la coexistencia, entre el XII y VI milenio a.P., de dos comunidades diferenciadas, con
distintos modos de vida, en el mismo territorio [Bate 1992].
250
Establecer la propiedad sobre los recursos implicaría necesariamente la posibilidad real de defenderla frente a otras
comunidades pero, como dice Service "una economía de caza y recolección no puede sostener un esfuerzo militar durante
un largo período a causa de la falta de alimentos almacenados" [1974: 74].
251
En el caso de la renta de la tierra, su uso es transferido como derecho, a cambio de la renta. En el caso de la fuerza de
trabajo esclava, el propietario dispone de su uso como obligación.

284
derecho y como obligación. Igualmente, la posesión de partes del territorio es particular y
está gestionada por los distintos grupos, generalmente las bandas, hordas o compañías y
puede estar estrictamente normada por razones técnicas de su aprovechamiento252.
En el caso de la producción de instrumentos, de mantenimiento o de otros bienes no
alimenticios, se establecen relaciones secundarias de producción, que se distinguen de las
relaciones fundamentales en el hecho de que los objetos de trabajo no son recursos
naturales y sí hay trabajo pasado objetivado en ellos, de manera que se establece la
propiedad colectiva de los mismos, también bajo formas de posesión individual o
particular.

Distribución, intercambio y consumo.


La producción genera bienes satisfactores de necesidades cuyo valor de uso se realiza en el
consumo. La producción misma realiza parte del consumo: de trabajo, de medios de
trabajo y, en muchos casos, de objetos que son producto de procesos de trabajo previos. En
algunos casos, el consumo puede suceder directamente al proceso de trabajo253.
No obstante, la mayoría de las veces la relación entre producción y consumo está
mediada por los procesos de distribución e intercambio. La distribución es el reparto de los
productos que generan los procesos de trabajo (producción). El intercambio es un proceso
de redistribución que permite a los consumidores obtener los valores de uso concretos que
requieren para satisfacer sus necesidades. El consumo es la realización del valor de uso de
los productos y negación de la producción, por lo que genera la necesidad de nueva
producción.
El fenómeno de compartir (principalmente alimentos) ha sido considerado como
una característica estructuradora de las relaciones sociales en las comunidades primitivas.
Como observa Binford
Food sharing in particular has become de definitive and pivotal criterion of human
relationships for many archaeologists.

[...] Sharing is considered to be a clue to, if not the basis of, communalism, and the absence
of sharing is thought to be indicative of individualism or the lack of communal ties...[2001:
26]254

El acto de compartir -alimentos u otros productos del trabajo- es, en principio, una
forma de distribución. Sin embargo en las sociedades pretribales generalmente constituyen,

252
En este aspecto es muy clara la exposición que hace Ingold [1986] en el capítulo 6: Territorialidad y tenencia: la
apropiación del espacio en sociedades cazadoras recolectoras.
253
Por ejemplo, un/a recolector/a que consume directamente frutas o mariscos que está colectando o cuando los valores de
uso se realizan como trabajo vivo.
254
Cita también la opinión de Glynn Isaac [1978] en cuanto a que el compartir presas de caza traídas al campamento sería
uno de los primeros signos de "humanidad" en el proceso de hominización.

285
a la vez, un momento en la secuencia de procesos de intercambio (circulación) basados en
la reciprocidad.
Las relaciones de distribución, intercambio y consumo están condicionadas
inicialmente por las relaciones de propiedad que se establecen en el proceso productivo.
Las formas colectivas de propiedad condicionan las formas de distribución denominadas
igualitarias.
Sobra decir que una distribución igualitaria no significa el reparto, en todo
momento, de una cantidad idéntica de valor (trabajo objetivado o trabajo vivo) ni de la
misma calidad de satisfactores. De hecho, los individuos no tienen siempre idénticas
necesidades, pues éstas varían en cada momento de su vida y aún en cada circunstancia.
Igualmente, los procesos de distribución, generalmente sujetos a una compleja
normatividad cultural255, pueden presentar diferencias cuantitativas y cualitativas en cada
situación concreta. No obstante, al estar inscritos en esquemas de circulación cuyos ciclos
trascienden temporalmente la brevedad de los ciclos producción consumo y operan en
diversas escalas, tienden, en el mediano o largo plazo, a asegurar una equidad distributiva
que minimiza los riesgos que amenazan la sobrevivencia de los miembros de la
comunidad. Como señala Service [1973:24], a propósito de la reciprocidad generalizada
entendida como un sistema de intercambios, "Se basa en el hecho de que la gente que
intercambia va a estar asociada por muy largo tiempo". Y, en el largo plazo, la reciprocidad
solidaria resulta en una reciprocidad compensada debido a que no hay excedentes y el
consumo es subsistencial.
El hecho de que diversos procesos puntuales de distribución se realicen de manera
desigual, al inscribirse en ciclos de circulación a largo plazo, está cerrando algunos y
dejando abiertos otros procesos de cambio, donde la expectativa de completación genera o
refuerza lazos de compromiso social que resultan estables.
La explicación del carácter igualitario de la distribución tiene que ver con las
relaciones de propiedad establecidas en el proceso de producción. Esto se pone en
evidencia cuando los procesos de trabajo requieren o se realizan en cooperación o cuando
distintos productores establecen una relación de intercambio: todos producen en igualdad
de condiciones en cuanto a la propiedad y la posesión de los elementos de trabajo que
ponen en acción, es decir la fuerza de trabajo y los medios de trabajo. Así, no hay
posibilidad de justificar una distribución desigual. Y, dado el hecho de que los ciclos
producción-consumo, en particular de los alimentos, son breves y no hay fuerza de trabajo
invertida en los futuros objetos de apropiación, si un individuo o grupo pretendiera obtener
ventajas distributivas, en muy corto plazo se vería marginado de las posibilidades de
cooperación e intercambio. Por lo demás, si la participación en el sistema de reciprocidad
permite asegurar la subsistencia y nadie consume más que lo necesario para ello, no hay

255
Véase, por ejemplo, Binford 1989: cap. 15, o Testart 1985.

286
ningún incentivo para acumular diferencialmente y exponerse a la penalización social y a
la marginalización.
Si la llamada reciprocidad es el mecanismo estabilizador que reduce los riesgos de
una economía precaria y se realiza como un sistema de intercambios diferidos en diferentes
ciclos temporales y en diferentes escalas de relación social, el análisis de los sistemas de
intercambios merece mayor atención. Para ello he propuesto, en un trabajo anterior, una
serie de variables cuyas combinaciones permiten caracterizar las múltiples modalidades
que los procesos de cambio adquieren en las comunidades primitivas y al cual, para
abreviar, remito al lector [Bate 1986; ver el Esquema 2 adjunto]. Se apreciará que hay
modalidades o tipos de intercambio que tienden de manera más eficiente al refuerzo de los
vínculos sociales de reciprocidad solidaria y otros que tienden a la solidaridad
compensada.
No hay "reciprocidad asimétrica", que en realidad es una forma de enajenación o
explotación económica, en la medida en que el consumo es subsistencial. Y por lo mismo,
en tanto no hay reservas ni excedentes, podemos decir que en las sociedades pretribales la
reciprocidad puede redefinir la particularidad del proceso de circulación o intercambio
como una forma de redistribución que permite a los consumidores obtener los valores de
uso concreto que necesitan para satisfacer sus necesidades en el momento en que los
requieren.
En suma, las relaciones sociales de producción bajo formas de propiedad colectiva,
que condicionan niveles de distribución y consumo igualitario, reforzados por el sistema
general de intercambios, definen una sociedad donde no existen clases sociales. Cuando se
habla de una sociedad "igualitaria", el término se refiere estrictamente a la no existencia de
clases sociales diferenciadas en torno a las relaciones de producción y propiedad. Lo cual
no significa que no haya ninguna forma de desigualdad social.

El modo de reproducción.
El modo de reproducción es el sistema de relaciones y actividades sociales que median y
realizan la reproducción biológica de la especie y la reposición cotidiana de la vida
humana. Es un tema que ha sido descuidado o inadecuadamente tratado -no solo para las
sociedades cazadoras recolectoras-, entre otras cosas, por falta de una conceptualización
analítica sistematizada. Ello ha requerido considerar críticamente los aportes de diversos
autores, en algunos casos replantearlos y, en cualquier caso, organizarlos en compatibilidad
con los demás enunciados de nuestra posición teórica256.

256
Me limitaré acá a mencionar conceptos básicos que hemos discutido en un artículo en vías de publicación [Bate y
Terrazas 2002]

287
La reproducción biológica.
La reproducción biológica en la especie humana se distingue por estar mediada por
relaciones sociales objetivas. Estas son reflejadas de diversas maneras en las
superestructuras y , en parte, reforzadas normativamente y a través de prácticas
institucionales.
Comenzaré por retomar la distinción que hace Meillassoux [1974] entre adhesión y
parentesco. Donde la adhesión se refiere a las relaciones estrictamente laborales que los
individuos establecen para la producción económica. Y el parentesco ubica a los
individuos con relación a un esquema genealógico y, se supone, sería la referencia para
normar la reproducción. No obstante, como veremos, es principalmente el reflejo de las
relaciones económicas. Por lo que habrá que distinguir claramente los contenidos reales de
las relaciones sociales representadas superestructuralmente como un sistema de parentesco.
En adelante, será necesario tener presente la distinción entre patrones de
comportamiento real y normas o reglas superestructurales, donde hay que tener claro que
los valores que definen normas no siempre reflejan el comportamiento objetivo y éste no
siempre se atiene a las normas.
Distinguiremos normas de: a) acoplamiento, que definen los apareamientos
posibles y b) filiación, que regulan la colocación de la descendencia; éstas, a su vez, se
normarían por las reglas de descendencia (matrilinealidad, patrilinealidad, descendencia
paralela) y de residencia (patrilocalidad, matrilocalidad, avunculocalidad).
Estas se distinguirían de los patrones de acoplamiento y filiación, donde los últimos
tienden a responder más bien a los patrones de movilidad [Meillassoux 1974: 44], que pueden
ser ginecoestáticos o ginecomóviles y se refiere a si las mujeres procrean dentro de su
grupo de origen o fuera de él, incidiendo, en la práctica, en los patrones de residencia.
En cuanto a la distinción, tradicional en la antropología, entre "parentesco
clasificatorio" y "parentesco consanguíneo", proponemos que el parentesco clasificatorio,
junto con otros arreglos estructurales (como el sistema de mitades y otros) son, de hecho,
las formas como se representan superestructuralmente las relaciones sociales de
producción. Pero, como representación superestructural valorativa, permite también definir
normas de apareamiento y filiación.
En las sociedades pretribales, las relaciones de adhesión se establecen directamente
en torno a los procesos laborales, sin importar mayormente la posición de un individuo
referida a un sistema genealógico. Este, más bien, contribuye a definir los circuitos básicos
de reciprocidad.
Usamos el concepto de parentesco genético para designar a los vínculos bio-
sociales resultantes de las relaciones reales de acoplamiento y filiación, con independencia
de las representaciones valorativas o la normatividad. Es la base objetiva del denominado

288
"parentesco consanguíneo" y su análisis prescinde de las referencias a los ancestros
genealógicos ya que éstos adquieren vínculos sociales a través de los apareamientos y
distribución de la descendencia.
Otro concepto relevante es el de red mínima de apareamientos propuesto por
Wobst [1974], para designar al tamaño mínimo de una población de supervivencia viable,
que él establece en un mínimo de 519 individuos257. Desde luego, cualquier análisis deberá
considerar las redes reales de apareamiento, que no tienen por qué limitarse al mínimo de
una población viable.
Con base en estos conceptos podemos definir la estructura de la población, que es
una estructura dinámica multideterminada por258:
a) El parentesco genético y los patrones de movilidad, apareamiento y filiación.
b) Los mecanismos sociales de control demográfico, que siempre son ejercidos
sobre la capacidad reproductiva de las mujeres en dos sentidos básicos. Presionándolas
hacia los embarazos y partos múltiples, con la consecuente sobrecarga de estrés y desgaste
físico que ello implica, sumado al trabajo adicional que conlleva el cuidado de los infantes
que llegan o sobreviven al destete. Esto, cuando la sociedad o algunos grupos sociales
están interesados en la elevación de la población, al menos, del grupo social al que
pertenecen las madres potenciales o reales. O, cuando se busca frenar el aumento
poblacional, a través de los múltiples mecanismos restrictivos de sus capacidades
reproductivas. Los que pueden ir desde el descuido alimentario y sanitario de las hembras
encintas o los abortos directos, hasta el infanticidio femenino [Ver Harris y Ross 1987]. Estas
prácticas sociales pueden operar, con diferentes efectos, antes, durante o después del
período que va entre la concepción y el alumbramiento.
Llamaremos configuración demográfica a la manifestación fenoménica de la
estructura de la población, que generalmente es descrita a través de cuadros demográficos
referidos a variables como la población total, natalidad, morbilidad y mortalidad, fertilidad
y fecundidad, distribución etaria y/o por sexos, etc.

La reposición cotidiana de la vida humana.


La conservación de la vida humana requiere de la realización de diversas actividades
cíclicas que resuelven necesidades de diversos grados de urgencia vital y que permiten el
mantenimiento de la vida. Se trata de la satisfacción de necesidades tanto biológicas como
sicológicas y sociales. Entre ellas contamos la alimentación, higiene, protección del clima
(pluviosidad y temperaturas), adorno personal, manejo de los afectos, diversión y uso del

257
Otros autores, como Williams [1974] proponen rangos más amplios de variación, con una media de 600 individuos.
258
En los párrafo siguientes estoy transcribiendo el artículo antes referido.

289
tiempo libre259 o conservación de la salud. Tales actividades satisfacen necesidades
inmediatas o de mediano plazo260. Pero también hay necesidades que se resuelven a largo
plazo y que exigen una diversidad de actividades cotidianas. Tal es el caso de la
socialización de los infantes, que se inicia desde el nacimiento y está orientada a la
producción de individuos socialmente habilitados261.
Relaciones entre los modos de producción y reproducción.
Estos dos ámbitos de la vida social, como todos, están en estrecha interacción e
interpenetración. Por lo pronto, todas las actividades que permiten la reposición de la vida
implican necesariamente la actividad económica del consumo: se consumen tanto
productos como trabajo vivo.
Los alimentos, vestimentas, adornos o medicinas, son productos que contienen
trabajo pasado. No obstante, los trabajos de aseo, atención de los enfermos, cuidado y
socialización de los infantes, son actividades en que el satisfactor de las necesidades es el
trabajo mismo, como trabajo vivo. También son productos los instrumentos que se usan
(consumen) en el desarrollo de tales actividades como ollas, escobas o mandil.
Pero es importante hacer una distinción analítica básica: quienes realizan los
trabajos que, como tales, constituyen satisfactores de necesidades, están realizando con ello
su participación en el proceso productivo, articulados bajo un sistema de relaciones
sociales de producción.
Otra distinción analítica se requiere por cuanto, en las sociedades pretribales,
tienden a coincidir la unidad doméstica, la unidad de reproducción y la unidad de
residencia. Sin embargo, esta coincidencia no tiene carácter necesario. Dadas las
posibilidades de movilidad de los miembros de ambos sexos, entre unidades domésticas o
entre bandas262, hay muchas probabilidades que las unidades de reproducción vinculadas
por el parentesco genético no coincidan con las unidades domésticas de las cuales
participan sus miembros. Por lo mismo, es posible que los integrantes de una unidad de
reproducción, vinculados por el parentesco genético (como padres e hijos), realicen las
actividades de reposición de la vida cotidiana en distintas unidades domésticas y,
eventualmente, establezcan nuevos lazos reales de reproducción. Tampoco es necesario
que todos los miembros de una unidad doméstica o una unidad de reproducción residan en
el mismo espacio.

259
Este tópico resulta de especial interés en los pueblos pretribales debido a que son, históricamente, los que dedican la
menor proporción del tiempo a las actividades económicas, por lo que disponen del mayor tiempo libre.
260
Sanahuja [2002] también incluye las actividades orientadas a disponer de los muertos.
261
Y no sólo "biológicamente viables".
262
"Las células de producción, las hordas, son reconocidas, de hecho, como inestables y de composición cambiante. [...]
Esta movilidad libre y voluntaria de los adultos de ambos sexos entre hordas es el mecanismo dominante de la
reproducción social. El crecimiento biológico sólo es la materia. La distribución social de los individuos no es decidida en
el momento del nacimiento, en función de vínculos de filiación previamente establecidos por el matrimonio, sino en el
curso de la vida activa del individuo." [Meillassoux 1974: 31]

290
Por otro lado, se ha considerado una característica típica de las sociedades
cazadoras recolectoras el hecho de que la reproducción de la población se manifestaría en
configuraciones demográficas estables, de reproducción simple (no ampliada). Esto se
relacionaría con la necesidad de mantener una distribución territorial de la población de
bajas densidades y en "equilibrio" con la disponibilidad de recursos apropiables. Y se han
discutido los mecanismos de restricción del crecimiento poblacional, poniendo énfasis en
el supuesto hecho biológico -para el cual aún no hay explicaciones suficientes o
satisfactorias- de que las mujeres tendrían embarazos espaciados, pero se ha prestado poca
atención a las prácticas sociales, intencionadas o no, de limitación de sus capacidades
reproductivas.
Esta situación se presenta, de hecho, en fases importantes del desarrollo histórico de
las sociedades cazadoras recolectoras. Una interesante propuesta al respecto es la que
formulan Estévez y Vila [1998], al sostener que la contradicción fundamental las
formaciones cazadoras recolectoras se establecería entre las relaciones sociales de
producción y de reproducción. El argumento básico sería el siguiente: a) Las relaciones
sociales de producción se corresponden con la necesidad de resolver la precariedad de las
fuerzas productivas; b) La precariedad, que obedece a la falta de control directo de la
reproducción de los recursos alimentarios, la brevedad y continuidad necesaria de los
ciclos producción-consumo y la no existencia de almacenaje de alimentos, lleva a generar
mecanismos que limitan la explotación de los recursos. De manera que, aunque la
reciprocidad minimiza y estabiliza el riesgo previsible de carencias vitales, la sociedad
genera mecanismos conservadores que mantienen la precariedad que hace necesarias tales
relaciones de producción. Así, Estévez y Vila afirman acertadamente que uno de los
recursos sociales que mantienen, en esas condiciones, al modo de producción, es generar
un control restrictivo de la reproducción, por cuanto
el hecho determinante es que el desarrollo de las fuerzas productivas (por aumento de la
fuerza de trabajo) no significa necesariamente la posibilidad de un mayor desarrollo social,
sino que compromete las relaciones sociales de producción y reproducción. En general, las
relaciones sociales de reproducción, al estar en contradicción con el desarrollo con las
fuerzas productivas, tiende a frenarlo. [ob.cit.: 195]

Sin lugar a dudas, tal contradicción existió y la argumentación de los autores


referidos es perfectamente adecuada.
Pero habrá que tomar en cuenta que las sociedades pretribales se enfrentaron a
distintas situaciones en las cuales las estructuras poblacionales y sus configuraciones
demográficas debieron experimentar importantes cambios. Habría que considerar, al
menos en lo general, algunos contextos históricos distintos como:
a) La colonización de grandes áreas aún no ocupadas por otras poblaciones de
sapiens. Es una cuestión relevante cuando se trata de la colonización de nuevos continentes

291
deshabitados por humanos, como el caso del poblamiento de Oceanía o de América.
Necesariamente se requirió de estructuras poblacionales que permitieran un importante
crecimiento demográfico. Una variable crítica es la de la red mínima de apareamientos,
que significa que las poblaciones debieron desplazarse a un ritmo en que la expansión
demográfica les permitiera mantener una "retaguardia" reproductiva que hiciera viables las
poblaciones de avanzada263.
b) La colonización de áreas ocupadas por otras poblaciones, aún de muy baja
densidad. Un capítulo que merece una explicación particular es el del reemplazo de los
neandertales por hombre modernos. Pero aún en muchos otros casos, interpretados como
"migraciones" manifiestas en la "difusión cultural", será necesario explicar el problema de
las distintas estrategias, como el desplazamiento, asimilación o mestizaje, que debieron
implicar aperturas y cierres de los sistemas de relaciones sociales de reproducción.
c) La situación de grandes áreas ocupadas por sociedades pretribales, sin
competencia con otros modos de producción y que debieron mantener configuraciones
demográficas cuantitativamente estables, pero que no descartan dinámicas de estructuras
poblacionales generando flujos genéticos entre comunidades.
d) Situaciones de crisis de la formación social y posibles relaciones con sociedades
tribales o clasistas. El mismo surgimiento de comunidades de cazadores recolectores
tribales implicó, al menos, como diría Binford, la "emergencia de la complejidad"
asociada a una reducción de la movilidad y aumento de la densidad poblacional.
Mencionamos, hasta acá, algunos puntos de la vasta y compleja temática discutida
y por desarrollar en torno al modo de reproducción y sus vínculos con la producción entre
los pueblos cazadores recolectores pretribales.

Superestructuras.
Probablemente una de las características que distinguen comparativamente a las
superestructuras de las formaciones pretribales es la escasa mediación y poca
diferenciación entre las esferas de la sicología social y la institucionalidad264.
Ello obedece al muy bajo desarrollo de la institucionalidad destinada a las
actividades de administración y coerción. Ocurre que la administración no requiere de
aparatos sociales especializados, dado que la organización de las diversas actividades es
suficientemente simple como para poder ser gestionada desde cada unidad doméstica o
banda. Por otro lado, la coerción orientada a encauzar la conducta de individuos y grupos

263
Es una de las razones que hace difícil sostener, por ejemplo, la hipótesis de la "conexión atlántica" en el poblamiento
de América. Ello habría significado la existencia de toda una flota de canoeros solutrenses bordeando algunos miles de
kilómetros de frentes de hielo, o el establecimiento de una exitosa línea de cabotaje regular.
264
No usamos los conceptos de ideología ni superestructura jurídico-política, pues nos remiten a particularidades de las
sociedades clasistas. En sentido estricto, la ideología es una concepción de la realidad que responde a intereses de clases y
la política es la relación institucional entre clases sociales.

292
dentro de los límites que permite la reproducción de la totalidad social, se ejerce
principalmente desde la normatividad definida por los sistemas de valores. Opera
igualmente a través de prescripciones que se ejercen en el seno de las bandas y unidades
domésticas.
Como afirma Service:
en las sociedades de cazadores recolectores no existen sistemas formales de leyes ni existe
un Estado que pueda reforzar el código formal. Pero las sanciones sí que existen y pueden
variar desde castigos como el ostracismo, el ridículo, o la retirada de privilegios, hasta la
misma violencia física, e incluso la muerte. [1974: 64]

Probablemente, entre las pocas actividades institucionalizadas, dedicadas a la


reproducción del sistema de valores y la normatividad, se cuenta a las ceremonias de
iniciación.
Dado que no hay un sistema de autoridad jerarquizado que opere sobre el nivel de
las bandas, podemos decir que la institución más importante reside en la normatividad que
define el sistema de toma de decisiones, el cual también se basa en las diferencias de
género y edad. Y en este sentido, podemos hablar de sociedades patriarcales, matriarcales o
mixtas. Donde hay una completa subordinación de un género o donde ambos géneros
toman las decisiones en distintas situaciones específicas265. Por lo general, los infantes
están subordinados a los adultos.
La sicología social incluye los sistemas de reflejos compartidos por un grupo social
en las esferas de la conciencia social, la afectividad y los sistemas de valores266. La
sicología social busca básicamente explicaciones o interpretaciones de la realidad. Y,
también de acuerdo a Service, diríamos que hay dos clases de juicios sobre la realidad: los
juicios existenciales y los juicios normativos. Los primeros se refieren a cómo es la
realidad y los segundos a cómo debería ser, en términos de lo bueno y lo malo, lo deseable
y lo indeseable.
En cuanto a la normatividad, indicamos que es la forma principal de ejercicio
superestructural de la coerción. Advertimos, de paso, que el materialismo histórico es una
concepción de causalidad social jerarquizada y, en ella, la superestructura tiene un nivel de
acción capaz de condicionar en parte los comportamientos del ser social.

265
En el extremo austral de América tenemos dos situaciones. Una es la de los s'elknam de Tierra del Fuego, que
mantienen un sistema estrictamente patriarcal, donde sólo los hombres se inician y la trasgresión del secreto iniciático
puede costar la vida a una mujer. Otra es la de los canoeros kawásqar de los canales occidentales de Patagonia, donde las
mujeres toman las decisiones a bordo de la canoa (donde ocurren las actividades más importantes de la vida económica) y
los hombres toman las decisiones en tierra (el ámbito de las actividades domésticas). La iniciación a la vida adulta se da
paralelamente a mujeres y hombres, concluyendo en una fiesta común.
266
Defino a los valores como representaciones sintéticas de la realidad en que los reflejos cognitivos están asociados a
vivencias afectivas.

293
Y, en el caso de las conductas consideradas antisociales, hay diferentes tipos de
castigos prescriptos, que generalmente ejecutan los mismos miembros de los grupos a los
que pertenecen los infractores. Esto, por el hecho de que un eje fundamental en la
normatividad tiene que ver con el refuerzo de las relaciones de reciprocidad, que son la
manifestación de las relaciones sociales de producción. Al punto que el sistema de
reciprocidades involucra comportamientos que se generalizan mucho mas allá de la
necesidad de resolver situaciones de carencia vital. Y la amenaza de exclusión de los
circuitos de reciprocidad tiene, en general, un carácter suficientemente compulsivo como
para mantener las acciones de los individuos y grupos dentro de las normas socialmente
aceptadas. Por ello, cada grupo social -unidad doméstica o banda- se asegurará de que sus
miembros no transgredan las normas y ejercerá los castigos necesarios, para garantizar su
permanencia dentro del sistema de reciprocidad. Las penalizaciones más severas pueden
implicar la marginación de los individuos de los circuitos de reciprocidad o del sistema de
relaciones de reproducción . Por otra parte, se ha reconocido a la fisión como un
mecanismo práctico de evitación de conflictos característicos de las sociedades cazadoras
recolectoras. De manera que los individuos que entran en conflicto con su grupo o las
unidades domésticas que no están conformes en su banda tienen la libertad de separarse e
integrarse en otras unidades sociales.
Entre las conductas normadas superestructuralmente están la no acumulación
diferencial de bienes y la obligación de compartirlos cuando se generan plusproductos
ocasionales. Del mismo modo, la no preservación y almacenamiento sistemático de
alimentos no se debe a imposibilidades técnicas, sino a formas conservadoras de refuerzo
social de la precariedad en que se fundan las relaciones sociales. También se cuentan las
normas que tienden a regular las relaciones sociales de reproducción.
En cuanto a las concepciones existenciales acerca de la realidad, el nivel básico de
la conciencia social es el de las formas de conocimiento empírico espontáneo, donde gran
parte de las explicaciones operan por proyección analógica. Así, las concepciones
animistas se construyen a través de la proyección de explicaciones causales de los atributos
y comportamientos humanos a los fenómenos del mundo natural, configurando el mundo
de lo "supernatural". La mentalidad mágica se funda en la capacidad de la conciencia
humana de imaginar relaciones entre atributos y conexiones entre los fenómenos que no
han sido percibidas en la realidad. La misma capacidad que permite imaginar la producción
y uso de objetos que nunca han sido percibidos en la naturaleza, como una boleadora o un
lanzadardos, posibilita la concepción de representaciones fantásticas de fenómenos que se
interpretan como causalmente vinculados por relaciones de hecho inexistentes. Estas sirven
para interpretar una realidad cuyos vínculos causales reales son muy poco conocidos, dado
el bajo nivel de transformación práctica de la naturaleza. No obstante, ya desde las
comunidades pretribales, la sociedad es capaz de normar comportamientos desde
concepciones mítico-mágicas que pueden, en gran parte, no corresponder a la realidad e,

294
incluso, negar la experiencia directa. Sobre estas mismas bases se construirá, en las
sociedades clasistas, la ideología religiosa.
Podríamos agregar que la tendencia a no sobreexplotar la naturaleza se realiza bajo
una normatividad basada en la proyección analógica de las relaciones sociales -la
reciprocidad- hacia las relaciones de la sociedad con la naturaleza. Donde los portadores
del mito guardan con los "espíritus" (representaciones de las entidades y relaciones
causales desconocidas entre los fenómenos naturales) relaciones de reciprocidad. Y donde
los sujetos sociales, los shamanes, que establecen comunicación con los "entes
supernaturales" representan los intereses de la comunidad frente a aquellos267.
He dicho que el contenido básico real del llamado parentesco clasificatorio son las
relaciones sociales de producción. El hecho de que la reciprocidad solidaria que exigen,
entre los miembros de una comunidad, se represente bajo la forma de los compromisos que
implica la consanguinidad, obedece a que, en la práctica del ser social, las unidades básicas
de producción y consumo, las unidades domésticas, tienden a coincidir con las unidades de
reproducción.

Los límites de las formaciones pretribales.


Las sociedades cazadoras recolectoras pretribales han constituido el tipo de formaciones
sociales temporalmente más estables en la historia de la humanidad. Pero ello no implica
que hayan carecido de conflictos y contradicciones, incluyendo aquellas que generaron las
crisis que cambiaron cualitativamente al modo de producción y a la sociedad como
totalidad.
El modo de producción pretribal entrará en una crisis que llevará al cambio
cualitativo de las relaciones sociales fundamentales de producción y con ello, de la
totalidad social, cuando las relaciones de propiedad en que se sustenta la reciprocidad se
vean imposibilitadas de resolver la precariedad ocasionada por un desequilibrio mayor -
crítico- entre los elementos del proceso productivo. Aumento relativo de la población, de
la que forma parte la fuerza de trabajo, insuficiencia relativa de la tecnología de
apropiación o disminución drástica de los recursos naturales objetos de la producción
accesibles a la tecnología apropiadora, cualquiera de ellos sea el factor desencadenante,
repercutirá en todo el proceso productivo, generando un proceso de cambios que afectará a
las relaciones sociales de producción y desembocará en la revolución tribal. Una condición
histórica para que ello ocurra es la de que las posibilidades de expansión territorial hayan
llegado al límite establecido por otras comunidades que, al ver reducidos sus recursos de
apropiación entrarían en el mismo proceso.

267
A diferencia de la religión, donde la jerarquía institucional de los oficiantes de los ritos que reproducen los mitos
religiosos representan los intereses de los "dioses" frente a los seres humanos, quienes guardan respecto a ellos una
relación de subordinación.

295
Hasta acá , he tratado de caracterizar, a grandes rasgos, las dimensiones que
integran la unidad del ser social y las superestructuras de las comunidades pretribales. No
obstante, creo que el concepto mismo de comunidad, tan caro a la antropología, merecería
ser sujeto a cuestionamientos. El concepto de comunidad ha resultado ser un recurso
teórico muy cómodo, al concebirlo como un sistema total y cerrado de relaciones sociales
que, como tal, establece vínculos con la naturaleza y, eventualmente, con otras
comunidades. Sobre este punto y para sustentar una hipótesis que pongo a consideración,
transcribiré unos párrafos de un artículo aún inédito268.
Es posible que haya habido algunas comunidades, en situación de aislamiento,
donde la identidad étnica coincidiera con un sistema completo y cerrado de relaciones
sociales de producción, reproducción, intercambios, institucionalidad, cosmovisión y
sistema de valores e idioma. Pero pienso que, si las hubo, debieron ser las menos. Es
mucho más probable que las comunidades, sin ser cerradas, hayan podido mantener una
identidad cambiante pero distintiva a través de largos períodos históricos, aún coexistiendo
con otras en las mismas regiones.
Provisionalmente, entenderé a una comunidad primitiva, como un sistema integrado
por todos los tipos de relaciones sociales que permiten la reproducción de la totalidad
social.
Las comunidades no son necesariamente sistemas cerrados.
Por lo tanto, algunos aspectos del desarrollo y la reproducción social pueden ser
resueltos por la comunidad a través del establecimiento de diversos tipos de relaciones con
otras comunidades. Esto puede significar, a manera de ejemplos, que alguno de los
sistemas de complementación económica integrados a un sistema de relaciones sociales de
producción, se organice en cooperación con miembros de otra comunidad de relaciones de
producción; o que se establezcan relaciones sociales de reproducción (parentesco genético)
entre miembros de distintas comunidades étnicas y sistemas de relaciones de producción;
que haya algunos sistemas de intercambio restringidos a ciertos ámbitos de sistemas de
complementación económica, mientras otros traspongan los límites de posesión territorial
de diversas comunidades de relaciones de producción; o que un sistema de relaciones
sociales de producción integre a miembros de diferentes comunidades étnicas, hablantes de
diferentes lenguas.
Como hipótesis general, sostengo que un factor central en la explicación de la
dinámica histórica de las comunidades primitivas de cazadores recolectores pre-tribales -
que desembocará en la revolución tribal- lo constituye la causalidad generada por las
interacciones entre comunidades, sean relaciones de alianzas o de conflictos. [ver Esquema
4]

268
"Sociedades pretribales. A propósito de un sitio en Patagonia". Ponencia presentada al III Coloquio de la Maestría en
Arqueología de la E.N.A.H.. México, 2001.

296
Así sería cómo las comunidades pretribales -con una economía apropiadora
estructuralmente precaria y una reproducción demográfica limitada (no ampliada)-
resuelven sus necesidades de reproducción social, enfrentando los cambios permanentes
del medio natural que constituye su fuente de recursos y ámbito de vida 269, así como los
que genera la misma interacción social.
Los vínculos entre comunidades, en distintas esferas de relaciones sociales, pueden
haberse establecido coyunturalmente o adquiriendo carácter estructural.
Una implicación importante de esta hipótesis, es la de que el análisis de los
procesos históricos de los pueblos pretribales deberá considerar necesariamente distintos
niveles de interrelación entre grupos sociales a una escala mayor que los que define un
ámbito de recurrencia de manifestaciones culturales.

2. Las formaciones sociales tribales.


De manera aún más breve y sólo a efectos de una comparación general, me limitaré a
apuntar las diferencias más relevantes que las sociedades tribales presentan respecto a las
sociedades pretribales, principalmente en lo que se refiere al modo de producción.
Por ello, comenzaré por señalar que la diferencia cualitativa básica se establece en
torno a las relaciones sociales fundamentales de la producción, donde la obtención de
alimentos sigue siendo central. Se mantiene la forma de la propiedad sobre los elementos
del proceso productivo como propiedad comunal o colectiva, pero se da un cambio en el
contenido de las mismas. Y consiste en el establecimiento de la propiedad sobre los objetos
de trabajo. En las sociedades pretribales, mientras existe la disponibilidad natural de
objetos de apropiación, no es necesario establecer la capacidad social de disponer sobre
ellos, que es en lo que consiste precisamente la propiedad. A la capacidad de uso o
posesión de los recursos naturales objeto de trabajo, se agrega la capacidad de disponer de
ellos y la posesión se convierte en un componente de la propiedad. En las formaciones
tribales, se establece la capacidad social de disponer de los objetos de trabajo, como una
condición para la realización del proceso productivo, de tal manera que la apropiación de
la naturaleza ya no es sólo un resultado de los procesos de trabajo, como ocurre en el modo
de producción pretribal. En suma, el modo de producción tribal se caracteriza por la
propiedad comunal sobre todos lo elementos del proceso productivo: los objetos, medios y
fuerza de trabajo. La cual se ejerce bajo diferentes formas de posesión particular o
individual.
Estas relaciones de producción se corresponden con diversos cambios, tanto en el
nivel de desarrollo como en la composición cualitativa, de las fuerzas productivas. Y en
este sentido, hay que decir que el desarrollo de las formaciones sociales tribales adquiere
diferentes vías particulares de desarrollo que denominamos modos de vida. Las variantes
269
Cambios que pueden ser graduales o catastróficos.

297
principales están condicionadas por las tecnologías y objetos de trabajo en que se apoya la
base de la producción de las condiciones materiales de vida, principalmente la
alimentación. Así, podemos hablar de comunidades tribales cazadoras recolectoras,
agrarias (con diferencias entre cultivadores de vástagos o de semillas270) o pastoriles. Y
muchas de ellas combinan tecnologías y objetos de trabajo. La mayoría de las sociedades
productoras de alimentos complementan su producción a través de la caza y recolección,
así como hay pueblos agro-pastoriles, o comunidades cazadoras recolectoras que cultivan
algodón para sus tejidos.
En cuanto a la composición de las fuerzas productivas hay cambios importantes
respecto a las sociedades pretribales, aunque algunos de ellos varían según los modos de
vida tribales. Entre ellos:
a] Con excepción de las comunidades tribales cazadoras recolectoras, se introduce
la producción de alimentos, con técnicas de domesticación y cultivo.
b] Los ciclos producción-consumo se prolongan, encadenando diversos procesos de
trabajo que se organizan, al menos, en ciclos estacionales o anuales271.
c] Se desarrollan técnicas de preservación y almacenamiento de alimentos que se
distribuyen a lo largo de los ciclos productivos extendidos. Aunque hay casos en que no se
almacenan alimentos procesados sino se mantiene un "almacén viviente" (livestock), como
entre las comunidades pastoriles o en comunidades que dependen de recursos marinos que
están disponibles todo el año272.
d] Sedentarización o semisedentarización, condicionada por la necesidad de
resguardar las reservas de alimentos. No es necesariamente el caso se los pueblos
pastoriles. De cualquier modo, independientemente del crecimiento absoluto de la
población, ésta se concentra en torno a sus reservas de alimentos procesados o a los
recursos sobre los que se ha establecido una propiedad que, eventualmente, es necesario
defender273.
En términos cuantitativos, se comienza a requerir regularmente de plusproductos,
para prevenir el riesgo de ciclos de baja producción, para generar obras de interés comunal,
para estar en condiciones de hacer efectiva la defensa bélica de las propiedades comunales,
para destinarlos a un intercambio que reduzca los riesgos de conflictos debidos a accesos

270
Es la diferencia que establece Sanoja [1981] entre semicultores y vegecultores, mostrando los distintos requisitos de
organización técnica y social entre ambos modos de vida.
271
Corresponde a la diferencia que establece Woodburn [1982] entre producción de retorno inmediato y de retorno
diferido.
272
En Real Alto, Ecuador, una de las primeras aldeas americanas, perfectamente estructurada, con desarrollo de la
cerámica y textilería, gran parte de la alimentación era provista por la caza y recolección marina, complementada con el
cultivo de maíz y frijoles, donde no hay registro de importantes almacenes de productos de caza y recolección. [Zeidler
1978]
273
Los alimentos almacenados deben ser resguardados no solo de otros grupos humanos sino también de animales
predadores.

298
diferenciales a los recursos, etcétera. Estos plusproductos, empero, no se constituyen en
excedentes, en tanto sus productores mantienen la capacidad de disponer sobre su uso.
En cuanto a la división social del trabajo, es en las comunidades tribales donde se
conforma la división del trabajo entre productores directos de alimentos y artesanos
especializados. Surgen también especialistas en la realización de actividades como el
intercambio entre comunidades o en la defensa militar.
Podemos decir que el modo de vida de las comunidades tribales cazadoras
recolectoras se desarrolla al requerirse una intensificación de la producción. Para ello
necesitan establecer la propiedad, como capacidad de disposición exclusiva de los recursos
naturales objetos de trabajo, particularmente cuando éstos se presentan estacionalmente en
grandes volúmenes (arribazón de salmones o migraciones de caribúes) y deben ser
capturados y procesados en cantidad suficiente par subsistir en los períodos en que no están
disponibles.
Por su parte, las comunidades de economía agraria o ganadera, han invertido fuerza
de trabajo en el objeto de trabajo, y necesitan defenderla de una eventual apropiación por
parte de quienes no han participado de esos procesos de producción. En otras palabras, no
pueden permitir su recolección o captura por otros grupos, con lo cual el sistema
económico simplemente quebraría.
Una característica demográfica de las comunidades tribales es que, en un principio,
tienden a concentrar la población en torno a sus recursos y sus reservas acumuladas. Y
luego, uno de los recursos exigido por la necesidad de defensa de la propiedad comunal y
posibilitado por la intensificación de la producción y elevación de la productividad de la
fuerza de trabajo, es el crecimiento poblacional. En este sentido las comunidades tribales
cazadoras recolectoras tienen posibilidades limitadas de crecimiento, debido a la falta de
control de las condiciones de reproducción de las especies biológicas que les sirven de
sustento. Mucho mayor es la posibilidad de crecimiento de las comunidades pastoriles y,
más aún, las que se basan en producción agraria.
Otra característica de las comunidades tribales es la de que, al prolongarse los
ciclos productivos y haberse invertido fuerza de trabajo por parte de las unidades de
producción, es necesario asegurar la asignación más o menos homogénea y la
disponibilidad continua de la fuerza de trabajo en cada unidad de producción-consumo.
Ello lleva a otorgarle un papel más importante al parentesco clasificatorio, no sólo para el
establecimiento de relaciones laborales, sino también en la regulación de las relaciones de
reproducción.
Por otro lado, a nivel de las superestructuras, el desarrollo de sistemas productivos
más complejos y planificados, el crecimiento de la población y los potenciales conflictos
pero, más que nada, la necesidad de estar en capacidad real de defender las condiciones de
producción, es decir, la propiedad comunal, conducen a la necesidad de establecer

299
instituciones más estables, encargadas de cumplir con esas actividades. Son las tareas que
realizan los llamados "consejos tribales".

Para no extenderme más, lo que quiero concluir, como adelanté en el resumen, es


que no todas las sociedades cazadoras corresponden a un mismo sistema social. Nosotros
distinguimos, sobre la base de las diferencias en los modos de producción, al menos entre
pueblos cazadores recolectores pretribales y tribales. Y, en cuanto a las sociedades
cazadoras recolectoras y pescadoras tribales, podemos decir que, en lo fundamental,
presentan el mismo modo de producción que las primeras comunidades agrarias o
agropastoriles. Si bien se desarrollan con particularidades distintivas como modos de vida.
Tal vez es pertinente mencionar acá la hipótesis sustentada por el colega Antonio
Guilabert274, en cuanto a que los autores del "arte rupestre" levantino, serían comunidades
cazadoras recolectoras, tribalizadas ante el avance de las comunidades agrarias "neolíticas"
que se extendían ocupando vegas y valles bajos.

Para finalizar...
Sólo una recomendación de precaución. La mayoría de las generalizaciones cuantitativas y
cualitativas que se han formalizado para la explicación de las sociedades cazadoras
recolectoras, no hacen distinciones entre éstas en términos de diferentes sistemas sociales.
Por ello, es posible que muchas de ellas no correspondan a ninguna realidad, ni las de las
sociedades tribales ni las pretribales, resultando un promedio ideal imaginario. Así, por
ejemplo, las generalizaciones de Testart sobre la división sexual del trabajo no distinguen,
ni en sus propios conceptos, a qué tipo de cazadores recolectores se refiere. Meillassoux,
cuando diferencia el papel de la adhesión y el parentesco entre comunidades cazadoras
recolectoras y comunidades agrarias, generaliza el papel central de la adhesión para todas
las "hordas", cuando es posible -así me parece- que en las comunidades cazadoras
recolectoras tribales el parentesco juegue similar papel que en las comunidades domésticas
agrarias. Wobst, en su programa de simulación de donde resulta el número de 519
individuos para la red mínima de apareamientos introduce, entre las variables, información
etnográfica sin hacer distinciones.

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274
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1995 O paleolítico superior da Estremadura portuguesa. Dissertação doutoral em Pré-História e Arqueologia. Faculdade de
Letras. Universidade de Lisboa. Lisboa.

303
FUERZAS RELACIONES SOCIALES
PRODUCTIVAS DE PRODUCCIÓN

RECIPROCIDAD
PRECARIEDAD
(INTERCAMBIO)

composición desarrollo
relaciones de propiedad
cualitativa cuantitativo

* tecnología
apropiadora * economía no
de alimentos excedentaria * forma: colectiva

* ciclos (plusproducto * contenidos:


producción- sólo ocasional) - fuerza de trabajo
consumo:
- breves - instrumentos
- no * factores de de trabajo
interrumpibles desarrollo:
* no hay propiedad sobre
* explotación de - productividad los objetos naturales de
recursos: natural producción
limitada
- desarrollo * hay diversas formas de
* nomadismo tecnológico posesión particular e
individual sobre los
* No preservación - sistemas de elementos del proceso
ni almacenaje complementa- productivo
de alimentos ción económica

MODO DE PRODUCCIÓN DE CAZADORES RECOLECTORES PRE-TRIBALES


ESQUEMA 1 [Bate 1986]

304
CRITERIOS PARA EL ANÁLISIS
DE SISTEMAS DE INTERCAMBIO EN COMUNIDADES PRIMITIVAS

En el intercambio :

* Participan dos o más agentes .


* Hay dos movimientos : dar y recibir.
* Hay dos momentos , que pueden diferir en
en el tiempo y en el espacio.
* En cada momento los agentes pueden ser:
donantes, receptores, donantes-receptores y receptores-
donantes.
Un intercambio se cumple cuando un donante recibe.

Variables que caracterizan a los diferentes tipos de intercambio .

* Composición de los agentes :


- individuales.
- grupos socialmente definidos
* Contenidos del proceso:
- Productos (trabajo pasado)
- Servicios o favores (trabajo vivo)
Escala de valores de uso :
1. alimentos
2. instrumentos
3. bienes no alimenticios
* Grado de definición de las equivalencias :
- definidas
- imprecisas
- indefinidas
* Temporalidad de los momentos :
- simultáneos
- diferidos
+ de plazos definidos
+ de plazos indefinidos
* Dirección de los movimientos :
- bidireccionales (dos agentes)
- en cadena (más de dos agentes)
- multidireccionales
------------------------------------------------------------------------------------------

Tendencias hacia
Reciprocidad solidaria - reciprocidad compensada - enajenación

* agentes grupales * agentes individuales


* bienes alimenticios * bienes no alimenticios
* equivalentes indefinidos * equivalentes definidos
* intercambios diferidos * intercambios simultáneos
de plazos indefinidos
* multidireccionales * bidireccionales

ESQUEMA 2 [Bate 1986]

305
SOBRE EL MODO DE REPRODUCCIÓN EN SOCIEDADES PRE-TRIBALES

---------------------------------------------

Superestructuras
INSTITUCIONALIDAD SICOLOGÍA SOCIAL

MODO DE PRODUCCIÓN MODO DE REPRODUCCIÓN


Ser Social

FORMACIÓN SOCIAL
-------------------------------------------

MODO DE REPRODUCCIÓN

La reproducción biológica mediada por relaciones sociales


- adhesión y parentesco
- movilidad, residencia y linealidad
- acoplamiento y filiación (patrones reales y normas superestructurales)

Parentesco clasificatorio: relaciones de producción


Parentesco genético: "consanguineidad"

Red mínima de apareamiento y redes reales de apareamiento

Estructura de la Población: parentesco genético


y patrones de movilidad, acoplamiento y filiación
Configuración demográfica: población total
natalidad, morbilidad, mortalidad
fertilidad, fecundidad
distribución etaria, por sexos, etc.

La reposición cotidiana de la vida humana


Satisfacción de necesidades biológicas, sicológicas y sociales:
Alimentación, Higiene, Protección de Clima, Adorno personal, Manejo de los
Afectos, Diversión, Uso del Tiempo libre, Conservación de la Salud.
Socialización de infantes: producción de individuos socialmente habilitados.

ESQUEMA 3 [Bate y Terrazas 2002]

306
COMUNIDADES ÉTNICAS SISTEMAS DE
COMPLEMENTACIÓN ECONÓMICA
SISTEMAS DE RELACIONES REDES REALES DE
SOCIALES DE PRODUCCIÓN APAREAMIENTOS

REDES DE INTERCAMBIOS

HIPÓTESIS SOBRE SISTEMAS DE RELACIONES SOCIALES EN COMUNIDADES


PRETRIBALES ABIERTAS

ESQUEMA 4 [Bate 2001]

307
11. Las sociedades cazadoras recolectas pre-tribales o el paleolítico
superior visto desde Sudamérica

En esta presentación deseamos apuntar un temario de problemas que se plantean a la


investigación de las sociedades cazadoras recolectoras pre-tribales del denominado "paleolítico
superior", llamando la atención sobre la necesidad de su conceptualización teórica. Nuestro
enfoque se basa en los antecedentes que ofrece, al respecto, la arqueología sudamericana.
Agradecemos a los organizadores la invitación a participar en este Encuentro de
Arqueología Andaluza, así como la posibilidad de extendernos en el texto mas de lo que
permite el tiempo de una conferencia, con el fin de redondear algo mejor algunos temas.

I. Posiciones en torno al poblamiento de América.


La cuestión de la posible antigüedad del poblamiento humano de la América del Sur está
obviamente implicada en las discusiones en torno a las primeras ocupaciones del Nuevo Mundo
en general.
Las preguntas y problemas comprendidos en las búsquedas y debates relativos a tal
evento, han respondido a diversos intereses de los investigadores y se desarrollan con desigual
rigor en los procedimientos técnicos y lógicos, desde la obtención y registro de datos a la
elaboración e interpretación de la información. Los motivos y objetivos van desde un evidente
afán de notoriedad fácil -asociado a la supuesta espectacularidad de "lo más antiguo"- hasta la
procura de soluciones a problemas históricos concretos o a cuestiones teóricas, formulados en
diversos niveles de complejidad y coherencia.
Iniciamos con una breve reseña que permite contextuar el estado actual del tema.

El "hombre fósil" americano.


Trabajos precursores fueron los del naturalista danés Peter Wilhelm Lund, quien revisó más de
ochocientas cuevas y abrigos rocosos de la región de Lagõa Santa, en Brasil, en la primera
mitad del siglo XIX. Es notable la cautela que mantuvo respecto a las relaciones estratigráficas
de las osamentas humanas fosilizadas que encontró junto con los restos de animales extintos
que mostraban " haber pertenecido a una creación distinta a la que se presenta hoy a nuestra
vista" . No obstante, en 1843 reporta ya una asociación segura entre dicha fauna y restos
humanos que indicaban que América estaba poblada desde épocas remotas, anteriores a los
"tiempos históricos", y que tales habitantes pertenecían a la "raza americana" conocida desde la
llegada de los europeos y emparentada con los mongoloides del Viejo Mundo.
Resalta el compromiso con el rigor de su quehacer, desde el cual enfrenta los
prejuicios de la comunidad científica de su época. Eran los tiempos en que el medio académico
hacía el vacío en torno a Boucher de Perthes y los hallazgos de Frère aún no eran reevaluados.
Todavía no se abría el capítulo de las ávidas búsquedas de "antropolitos" y "eslabones perdidos"

308
que seguirían al reconocimiento de las asociaciones de artefactos de pedernal con restos de
fauna "antediluviana".
Para entonces, la importancia de los hallazgos de Lagõa Santa no debía ser menor que
la de los restos del Neanderthal. Sin embargo, no tuvieron la misma repercusión, a pesar de que
ya habían sido comunicados en la Real Sociedad de Anticuarios del Norte, a la que Lund
pertenecía. Es posible que su propia concepción creacionista lo haya limitado en cuanto a
avanzar más en sus conclusiones y en la difusión de sus descubrimientos.
Otro hito relevante, entre los precursores de los estudios prehistóricos sudamericanos,
fué establecido por las meritorias investigaciones de Florentino Ameghino, quien publica en
Paris, en 1880, "La Antigüedad del Hombre en El Plata " . Las propuestas centrales allí
vertidas, ya ampliamente superadas, tuvieron el mérito de ser el punto de referencia de las más
enconadas polémicas que, aún en las primeras décadas de este siglo, estimularon las
investigaciones sobre los más antiguos habitantes del continente.
Entre sus antagonistas se contaba a Ales Hrdlicka, cuyas opiniones sobre el tema
también ya están largamente sobrepasadas, pero jugaron el importante papel de imponer
mayores condiciones de rigor a la fundamentación de conjeturas que solían carecer de suficiente
sustento. Junto con él participó William Holmes, cuyos prolijos y acertados trabajos sobre las
industrias líticas habrían ahorrado un par de décadas de errores sobre ese tópico, de haber sido
considerados.
Con todo, como se ha podido apreciar a distancia del fragor de esos debates,
Ameghino efectivamente encontró asociaciones culturales con fauna extinta y las líneas básicas
de la secuencia cultural de Córdoba, su tierra, estaban correctamente descritas.
Fué así como el dilema central en discusión, hasta fines de la tercera década de este
siglo, sería el de la coexistencia o no del hombre con fauna pleistocénica ya desaparecida.
Ese ciclo se cierra con la aceptación de los hallazgos del entonces llamado "complejo
Clovis-Portales" en Norteamérica y los trabajos de Margaret y Junius Bird en las cuevas de Fell
y Pali Aike en la Patagonia chilena, que resuelven afirmativamente la cuestión de manera
concluyente.

Industrias o culturas "primitivas" y "modernas".


El desarrollo de las investigaciones conduce, desde comienzos de los sesenta, a la formulación
de diversas interpretaciones que intentan abarcar las líneas generales del desarrollo
"prehistórico" a nivel continental. Casi todas las propuestas surgidas entonces, coinciden en la
suposición de la existencia, entre los pobladores más antiguos, de unas culturas supuestamente
primitivas y otras modernas, entendiendo que las primeras antecederían a éstas, al menos en su
origen e ingreso al continente. El supuesto, explícito o implícito, es el de que aquellas
corresponderían al paleolítico inferior o medio del Viejo Mundo.

309
Entre los autores que proponen secuencias generales se cuenta a Menghin, Krieger,
Lanning y Patterson, Willey, Schobinger, MacNeish y otros. Apoyadas por lo general en una
tipología formal y en fundamentos cronológicos poco consistentes, carecían de una base
empírica concluyente. La obra mejor documentada en esa época, fué la primera "Prehistoria de
Suramérica " de Juan Schobinger [1969].
Las pocas críticas formuladas entonces a esas secuencias generales provenían de
norteamericanos como Paul Martin, quien fustigó enfáticamente la falta de solidez de los
antecedentes en que se apoyaban las afirmaciones de la existencia de poblaciones anteriores a
Clovis en América. Pensamos que, en su momento, no le faltaba razón, al igual que a Haynes y
Lynch, quienes también enderezaron críticas en el mismo sentido para las propuestas sobre
Sudamérica.
Paralelamente, durante la década de los setenta, se comienza a producir un desarrollo
significativo de investigaciones realizadas con mayor precisión de registros que, enmarcadas en
la perspectiva de aclarar las historias regionales tempranas, conforman una base empírica
mucho más amplia, que hoy sigue incrementándose con buen ritmo.
Si bien las interpretaciones así producidas no se formularon en un marco de propuestas
alternativas de alcance continental, constituyeron, en su mayoría, una contestación a las
mencionadas secuencias generales.
En 1983 publicamos un trabajo crítico de las interpretaciones referidas, que todavía
estaban en vigencia, y propusimos una reorganización sistemática de la información disponible,
en su dimensión cultural.
En 1988 aparece la nueva versión de la "Prehistoria de Sudamérica " de Schobinger,
actualizada, en la que flexibiliza adecuadamente sus planteamientos, aceptando el
cuestionamiento que los nuevos datos e interpretaciones de los mismos introducen a las
propuestas anteriores, ya superadas en su simplismo difusionista.
Abusando de la generalización, podríamos decir que el dilema de ésta época gira en
torno a si los primeros habitantes de América pertenecieron o no a poblaciones portadoras de
culturas anteriores o diferentes a las del paleolítico superior del Viejo Mundo.
Aún hay quienes, en la línea apuntada por Martin, centran la cuestión alrededor de la
existencia o no de culturas "pre-Clovis". Aceptando la pregunta planteada así, los autores que
MacNeish considera "radicales" -entre los cuales se incluye- postulan una posición afirmativa.
Mientras que investigadores como Lynch, aún sostienen la inacreditabilidad de todos los
registros anteriores a Clovis; actualmente, esto es algo así como unos 11.900 años a.p.. Tal
criterio de demarcación, un tanto localista, es bastante arbitrario, se basa en una clasificación
cultural cuestionable ("paleoindio"/"arcaico") y, a pesar de que contribuye saludablemente a la
exigencia de calidad en los registros, ya no se puede mantener.

310
De manera más amplia y adecuada, el problema que se ha planteado es el de saber si
los primeros americanos ya eran portadores de culturas de tipo "paleolítico superior" o lo fueron
de poblaciones que en el viejo continente precedieron al paleolítico superior, como sostiene la
actual postura de Schobinger, Bryan y otros.
Desafortunadamente, es todavía igualmente difícil de sostener, por otros motivos.
Aparte de que no la favorece el hecho de que abundan entre sus adherentes autores que
tansparentan más un afán oportunista de espectacularidad que una genuina actitud científica, es
también verdad que la documentación que permitiría dilucidar confiablemente el punto es
bastante escasa y aún no conclusiva. Hay que considerar que la existencia de evidencias "pre-
Clovis" no significa necesariamente que se trate de poblaciones de tipo "pre-paleolítico
superior", sean"pre-puntas de projectil", "protolíticas" u otras denominaciones, según los
diferentes autores.
Con todo, el problema principal reside en que la caracterización de la cultura material
de tales supuestos pueblos se ha basado mayoritaria y erróneamente en vestigios líticos
provenientes de canteras y talleres o encontrados en sitios cuyas actividades no requerían más
que de artefactos de talla sumaria (v.g. choppers) y que no pueden adscribirse, por su tipología,
a culturas diferentes de las de los pueblos de tipo "paleolítico superior". Los materiales de otro
tipo de sitios, como los habitacionales o de matanza, son todavía muy escasos y, entre éstos, ha
sido difícil garantizar una documentación incuestionable de los datos en que se apoyan las
asociaciones cronológicas y, más aún, las caracterizaciones culturales.

El empirismo inmune.
Lo dicho significa que toda la información disponible debe ser reevaluada, sin excluir la
necesidad de nuevos datos. Sin embargo, se puede prever que tal empresa no tendrá mejor
fortuna si el problema mismo -y los criterios a seguir consecuentemente- no fueran replanteados
a la luz de los avances actuales de la disciplina arqueológica. De hecho, los términos en que se
discute el tema ofrecen actualmente poco interés, desde que no se han desplegado
explícitamente las consecuencias históricas y teóricas implicadas, reduciéndose a esquemas un
tanto viciados y de un simplismo parroquial.
Por lo que se refiere a las conexiones entre los fundamentos epistemológicos de la
ciencia y sus métodos o a las teorías sobre la realidad social, puede decirse que ha sido una
temática casi ausente en estas investigaciones sobre Sudamérica, con algunas excepciones que
resultan, por lo mismo, notables. Entre éstas, la de Ameghino quien, a principios de siglo,
fundamenta una posición materialista de corte enciclopedista. Su exposición de "Mi credo "
ante la Sociedad Científica Argentina en 1906, tampoco contribuyó a congraciarlo con un
medio académico y social elevadamente conservador.
Por los años cincuenta, sólo se ocupa expresamente de estos temas la "Escuela de
Buenos Aires", de orientación histórico-cultural, particularmente a través de los trabajos de

311
Bórmida. Luego, desde los setenta, se mostró alguna preocupación por los problemas
metodológicos, principalmente a partir de las influencias de la "New Archaeology"
norteamericana. En buena parte, las proposiciones teóricas, no desligadas de la base empírica,
se han venido formulando a partir del materialismo histórico.
No obstante, en general, el medio académico dedicado a la problemática de los
cazadores recolectores sudamericanos ha sido bastante ajeno a éstas preocupaciones y aún es
común el uso del término "teoría" para referirse a conjeturas de cualquier índole. De hecho, las
investigaciones se han venido desarrollando bajo el influjo de concepciones heterogéneas y
frecuentemente contradictorias, asimiladas escasamente, de manera fragmentaria y con evidente
bajo nivel crítico.
Las influencias provienen mayormente de un culturalismo particularista impregnado de
un empirismo notablemente ingenuo y de un neoevolucionismo esquemático, reducido a
periodizaciones clasificatorias de entidades que no superan el nivel descriptivo 275. Por lo que
predomina en este campo de la arqueología una chismografía historiográfica, en los mejores
casos, muy ilustrada. Tal vez, las formulaciones más explicitas, aunque no menos simplistas,
sean aquellas de tipo ambientalista. Desafortunadamente, también éstas se traducen con
frecuencia en la adición de rigor de un apartado de antecedentes medioambientales, cuya
conexión explicativa de los eventos socioculturales suele ser escasa o, simplemente, ausente.
Así, el panorama general muestra que la mayoría de los investigadores dedicados a
este tema han sabido mantenerse inmunes a las discusiones teóricas generales de la arqueología
actual, a pesar de que muchos representantes prominentes de las diversas posiciones que se
ventilan actualmente, refieren sus propuestas a sociedades cazadoras recolectoras, abarcando
una variedad de tópicos de elevado interés276. Con todo, dada la formación a que tienen acceso
las nuevas generaciones, hay indicios de que la inocencia teórica acabará por perderse como
característica dominante en este ámbito de la investigación.

II. Reorganización de la información.


Bastaba constatar que las secuencias cronológico-culturales de nivel general basaran la
definición de 'culturas', 'horizontes', 'industrias', 'tradiciones' o 'estadios' diferentes en la
separación de vestigios producidos por un mismo pueblo, para advertir que las propuestas así
organizadas distorsionaban la realidad histórica de manera ostensiblemente poco sutil.
Paradojalmente, la coincidencia en suponer, de manera expresa o implícita, que la
ordenación de las evidencias culturales en términos espacio-temporales constituyen el objetivo
principal de la arqueología, condujo a los mayores yerros precisamente en ese aspecto tenido

275
Resulta excepcional, dentro de una concepción evolucionista, el trabajo de Luis A. Orquera (1984), sobre el tránsito y
diferencias entre el paleolítico medio y superior.
276
El artículo de Mena Larraín [1989] ofrece un buen panorama de algunos de los temas generales que se discuten en torno a
la arqueología de las sociedades cazadoras recolectoras.

312
como central. Ello obedece a haber desestimado, de hecho si no de intención, la consideración
de los contenidos sociales de los procesos históricos y las regularidades que los rigen.
De ahí que fué necesario darse a la tarea de reorganizar ( o "reciclar" ) la información
disponible para los cazadores sudamericanos, en el entendido de que un pueblo realiza diversas
actividades en distintos lugares y que la tipología de los artefactos rescatables difieren según las
actividades realizadas en cada sitio (Bate,1983). Posteriormente, interpretamos los que
habíamos denominado conjuntos culturales en términos de sus contenidos sociales como modos
de vida , entendidos éstos como particularidades de la formación social . De cualquier modo, es
claro que la identificación de estas poblaciones se realiza a través de aquella parte de la cultura
material que podemos registrar o inferir en la cultura arqueológica 277 .
De tal modo, proponemos que hacia el 13.000 a.p.278 la América del Sur estaba
completamente ocupada por tres poblaciones que darían origen a prolongadas "tradiciones" de
desarrollos regionales, distribuídos en amplias áreas de ese continente. A partir de aquellas se
desarrollan otros grupos culturalmente diferenciados desde el 11.000 y hacia poco antes del
9.000 ingresan, desde Norteamérica, grupos vinculados al Complejo El Llano 279 .
No es la intención de esta conferencia el ofrecer una nueva versión interpretativa de la
información básica sobre los cazadores tempranos de Sudamérica. Sin embargo, dado que la
propuesta que hemos elaborado no circula entre los colegas del ámbito ibérico, nos
permitiremos transcribir parte de una síntesis que hemos publicado hace un par de años en una
revista americana y que pueden ofrecer un panorama general de las sociedades cazadoras
recolectoras de esa vasta y distante región del mundo 280. Por lo mismo, si bien sólo nos
interesará retomar las tres poblaciones más antiguas, que son las más pertinentes al tema de esta
exposición, incluiremos una reseña mas breve de las restantes, con las cuales aquellas
coexistieron por milenios.

El modo de vida I .
Antiguos cazadores recolectores panandinos.
Culturalmente, esta población ha sido identificada por los arqueólogos principalmente a través
de los instrumentos de mayor grado de elaboración y definición formal de su industria lítica,
como son las puntas de talla bifacial. El elemento característico sería la forma foliácea con una
gran diversidad de variantes aunque, en nuestra opinión, el rombo es otra de las formas básicas
de ese instrumental.

277
Una síntesis del significado que damos a éstos conceptos se encuentra en Bate [1989].
278
Para abreviar, en adelante todas las fechas se indicarán en años antes del presente. Además, dado que se trata de un
panorama general, no citaremos las fechas exactas dadas por el laboratorio, con sus sigmas de error, sino que redondearemos a
cifras cercanas. De cualquier modo, las dataciones radiocarbónicas no pueden tomarse como referencias precisas y, hay que
advertirlo, aún no han sido calibradas, de modo que este sesgo es homogéneo.
279
El cual incluye a la "cultura" o "fase" Clovis. Para una breve síntesis actualizada, ver Frison [1990].
280
Esta síntesis está tomada de Bate [1990]. Si algún lector está interesado en aburrirse fatalmente con la empiria, puede
remitirse al trabajo de 1983 que, desde luego, ya requiere de una actualización.

313
Su distribución geográfica tendría un núcleo de posible origen en Venezuela y una
expansión a través del eje de Los Andes hacia el sur. Ha sido reconocido como "tradición de
puntas foliáceas", "horizonte El Jobo-Lauricocha-Ayampitín" y otras denominaciones.
Las fechas mas antiguas del conjunto aparecen vinculadas al "complejo El Jobo" de
Venezuela, donde un par de fragmentos de sus puntas características estarían asociadas a restos
de mastodonte y glyptodonte, datados en unos 13.000 años a.p. [Bryan et al.,1978]. Sin
embargo, la problemática involucrada en el llamado, con toda propiedad, "complejo" El Jobo en
esta región, está todavía por dilucidar. Creemos que éste es uno de los casos típicos en que el
afán por coleccionar "primitividad" y de encontrar "lo mas antiguo", ha incidido en que no se
hayan registrado o, al menos, publicado mas antecedentes que permitieran conocer otros
aspectos del desarrollo histórico de estos grupos.
Descartando la supuesta "secuencia" del río Pedregal propuesta por Cruxent y Rouse
(Camare-Las Lagunas-El Jobo-Casitas) que a todas luces es un constructo que no corresponde a
una realidad histórica, el del complejo El Jobo es un problema que tiene, con seguridad,
diversas implicaciones importantes por resolver. Por lo pronto, debe haber un desarrollo
regional cuya temporalidad, así como la naturaleza de los cambios ocurridos, están aún sin
definir. Aparte de que a fines del pleistoceno cazaron fauna mayor hoy extinta, sabemos que
también tuvieron asentamientos de explotación costera [Veloz y Martin,Ms.]. Por otra parte,
pensamos que desde épocas bastante tempranas, antes del 11.000, ya se habrían diferenciado
algunas parcialidades que pudieron dar origen a pueblos con particularidades culturales que se
desarrollaron con formas propias características en otras regiones de Sudamérica y el Caribe.
Una de esas parcialidades sería aquella que desarrolló un instrumental como aquel que
definió al "complejo Canaima", atribuído a un "mesoindio" venezolano para indicar que sería
posterior al "paleoindio" al que pertenecería el complejo El Jobo, a pesar de que se carece
completamente de registros cronométricos 281 . Pensamos que estos grupos habrían participado
de las migraciones que se desplazan hacia la región andina, cruzando la cordillera entre el sur
de Colombia y el Ecuador.
Veloz Maggiolo y Martin han propuesto que habría sitios del complejo El Jobo que se
caracterizan por instrumentos sobre lascas con astillamiento dorsal del borde y ausencia de las
típicas puntas bifaciales. Pensamos que es muy probable que alguna parcialidad del complejo El
Jobo haya desarrollado una industria lítica de estas características, a las que se agregaría un
empleo importante de la técnica de láminas para producir las matrices sobre las que se
confeccionaron instrumentos. A partir de allí pudieron derivar los cazadores que se
distribuyeron ampliamente por el centro y nordeste del Brasil, donde se le conoce como
"complejo Antiguo" de Goiás o "fase Paranaíba", atribuídos a una "tradición Itaparica". Es
típico de ese conjunto el instrumento sobre lámina de dorso muy alto y todo el contorno
retocado dorsalmente que se conoce como "lesma" y que es frecuente en el instrumental de El

281
Tal vez, también se asocien a este grupo algunas puntas pedunculadas tipo "Casitas", sin que ello indique que sean tardías.

314
Jobo. También sobre una base similar, pero con una historia que alcanza hasta momentos
bastante tardíos, se habría desarrollado en la región insular caribe-antillana la "tradición
mordanoide" (o Modo de Vida II, según Veloz y Vega, 1980). Por lo que respecta a su indutria
lítica, destaca el instrumental sobre láminas en sílex, sobre las cuales se confeccionaron también
puntas pedunculadas, obtenidas con un sumario retoque marginal. Sus fechas mas antiguas, por
ahora, se remontan a unos cinco milenios en el sitio cubano de Levisa 282.
El ingreso de este pueblo a la región ecuatorial andina debe haber ocurrido hace unos
11.500 años, probablemente desde el oriente de la cordillera en pos de fauna mayor, incluyendo
especies extintas. No parece que sus desplazamientos hayan ocupado masivamente la sabana de
Bogotá y sus vestigios se encuentran desde Popayán al sur, aunque hay que mencionar la
existencia de algún sitio de este pueblo en Panamá.
Uno de los grupos que llegan a Ecuador, con gran probabilidad vinculado a las
modalidades culturales del complejo Canaima habría sido aquel que ocupó Cubilán (10.500) y
que, expandiéndose desde esta región, donde perduró, da origen al pueblo que se desarrolla
luego en el norte y centro del Perú, donde se le identifica como "complejo Paiján-Luz". En
Ecuador también es clara la presencia de la población portadora de la tradición foliácea
"clásica" en los sitios de El Inga y Chobshi, donde probablemente perdura hasta épocas mas
tardías, cuando se pone de moda el uso de puntas triangulares en todos los Andes. No podemos
saber aún qué relaciones guardó este pueblo con el que, para esta región, denominaremos
Paiján-Cubilán. De cualquier modo, el pueblo de la tradición foliácea clásica generó un
desarrollo regional que, en nuestra opinión, alcanzó a vivir el proceso de revolución tribal en
que lo involucró, sin asimilarlo, la sociedad Valdivia.
En el norte del Perú, la parcialidad Paiján aparece claramente diferenciada y, aunque la
mayoría de sus sitios hasta ahora conocidos son cercanos a la costa, ya se ha detectado su
presencia en tierras altas, en las nacientes del río Sechín. En el alero de Quirihuac posee una
fecha de 12.700 años y, aunque no hay elementos de juicio para cuestionarla, parece
exageradamente temprana, pues el rango temporal de los sitios de Cupisnique se sitúa entre
hace 10.500 y 8.000 años [Chauchat,1982]. Su distribución llega claramente hasta la costa de
Lima y posiblemente algo mas al sur, donde se le ha denominado "complejo Luz", con fechas
mas tardías, aunque proceden de una secuencia cuestionable.
En los Andes centrales, las ocupaciones de la tradición foliácea clásica, con múltiples
variantes, están marcadas ya por fechas anteriores o cercanas al 11.000 (Guitarrero, Laguna de
Conococha, Pachamachay), aunque también sus desarrollos regionales, prolongados y
consistentemente representados en el registro arqueológico, se manifiestan desde hace unos
10.500 años. Se ha intentado establecer periodizaciones cronológicas basadas en los cambios
tipológicos (Ancón-Chillón, Lauricocha, Junín, Ayacucho, Quebrada de Chilca); pero, o

282
Hay dataciones de colágeno residual que indican que este pueblo podría remontarse a unos nueve o diez milenios en Cuba
[Martínez y Rodríguez, en prensa; Domínguez, Febles y Rives, en prensa].

315
carecen de validez -como la de Ancón-Chillón establecida por seriación- o los límites
temporales son muy arbitrarios y la tipología supuestamente diagnóstica de los cambios no es
generalizable. Sólo puede decirse que se advierten cambios generales notables hacia el 5.500,
con la moda del uso de collares de cuentas y las puntas triangulares. Esta población ocupó
masivamente todo el ámbito centroandino, desde la costa a la puna, hasta la época en que se
desarrollan las técnicas agropecuarias y la revolución tribal.
En los Andes centro-sur, desde el sur del Perú hasta la Bahía de Coquimbo en Chile, su
presencia posee también múltiples testimonios desde hace casi unos 10.000 años (Toquepala,
Tojotojone, Tiliviche, Quebrada de Las Conchas). Hay buena documentación de la presencia y
desarrollo histórico de ésta población en toda esta región, sea en la costa, las quebardas altas
occidentales, la zona circumpuneña, la puna o las quebradas y el piedemonte oriental,
comprendiendo el noroeste argentino y el suroeste boliviano. Desde las épocas mas tempranas
se nota ya una diferenciación de parcialidades zonales, con variantes culturales identificables.
Hacia el 9.000 alcanzan las Sierras Centrales argentinas, donde se les conoce como
"cultura Ayampitín" y en 8.500 están en los Andes meridionales, entre Coquimbo y San Juan,
en su modalidad Huentelauquén-Cárcamo-La Fortuna. Hacia el 8.000 están en la zona central
chilena y hacia el sur de ese país hay diversas evidencias no datadas. Aparentemente, en el
extremo sur habrían desarrollado un modo de vida de explotación marítima, sin poderse precisar
qué tanto llegaron a incursionar en el interior selvático y boscoso de los canales occidentales de
la Patagonia. Tales grupos, de filiación posiblemente andina, habrían dejado sus huellas desde
la isla Quiriquina hasta Túnel, en Tierra del Fuego y su antigüedad en la región podría
remontarse a unos cinco a seis milenios 283 .
Como hemos indicado, estos pueblos han sido identificados como "horizonte" o
"tradición" a través de sus puntas de proyectil y hojas de cuchillos foliáceos con una amplísima
gama de variantes, muchas de ellas características de determinados desarrollos regionales o
zonales. También el rombo fué otra de las formas básicas de este instrumental bifacial. Para su
confección, dependiendo de la disponibilidad de materias primas, se tendía a la utilización de
grandes y espesas lascas como matrices, rebajadas como preformas bifaciales elongadas. En
realidad, la mayoría de las canteras y talleres atribuídas a "tradiciones" u "horizontes" de bifaces
(v.g., "horizonte andino de bifaces") son los lugares donde se realizaron las fases iniciales del
proceso de elaboración -entre otros- de éstos instrumentos que, ciertamente, no se usaban ni
desechaban en esta clase de sitios. La talla bifacial se empleaba principalmente en la producción
de puntas de proyectiles y de cuchillos. El resto del instrumental, como raederas, raspadores y
otros, se confeccionó principalmente sobre lascas o láminas de astillamiento marginal dorsal.

283
Este pueblo habría dejado restos de ocupaciones en sitios como Bellavista, Ralún, Gamboa, Ponsomby y Lancha
Packewaia.

316
Otros elementos culturales comunes a éstos cazadores son el uso del propulsor o
lanzadardos y el trabajo de fibras vegetales con técnicas de entrelazado y espiral, desde las
épocas mas remotas.
En las fases mas antiguas practicaron sistemas de caza generalizada, incluyendo presas
de caza mayor hoy extintas, las que probablemente los llevaron a cruzar la cordillera de los
Andes desde el oriente. Es posible que en la región andina se haya dado un primer
desplazamiento temprano hacia el sur. Pensamos que luego, desde el 10.500 aproximadamente,
su expansión colonizadora se dió por crecimiento demográfico y segmentación, habitando
distintas zonas donde fundaron prolongados desarrollos históricos, hasta que el uso de técnicas
agropecuarias desplazó revolucionariamente a las economías apropiadoras.
Cuando gran parte de la fauna plaistocénica se había extinguido en esta área,
posiblemente en parte por la predación humana, se siguieron cazando camélidos en las tierras
altas, así como roedores. Parece ser que el óptimo climático habría favorecido las condiciones
de pastura para los camélidos. Desde ese momento se aprecia un incremento constante de la
productividad y de la población. Este proceso fué apoyado tanto en la especialización técnica
como en la racionalización de las actividades apropiadoras, conformando circuitos de
complementación económica con diversas características.
Ignoramos cómo eran estos sistemas en la región venezolana, donde sólo sabemos que
en la costa, como sucedió en el litoral del Pacífico, se orientaron a la explotación de recursos de
playas y roqueríos. Casi nada sabemos al respecto para los Andes ecuatoriales ni para el
altiplano boliviano y podemos suponer que en las Sierras Centrales argentinas debieron darse
particularidades aún no estudiadas.
Sin embargo, en los casi tres mil kilómetros de la región andina que van del norte del
Perú al Norte Chico chileno, hubo algunos patrones de ocupación mas o menos comunes. Los
cursos de agua de las quebradas y oasis que descienden hasta el mar por la vertiente occidental
de la cordillera, fueron los ejes de amplios circuitos de complementación económica que,
cortando transversalmente a los Andes, aprovecharon la gran diversidad de ecologías que se
corresponden con las distintas alturas sobre el nivel del mar. Pensamos que, en el desarrollo de
estos sitemas hubo un par de momentos distinguibles por cambios importantes. En una primera
época, los desplazamientos cubrirían todo el perfil que va desde el mar a las tierras altas y aún
al oriente de la cordillera, cruzando la puna. Salvo en la región del altiplano y la puna, el
movimiento de las hordas (bandas mínimas) debió darse en una distribución linear, siguiendo la
ruta básica de los escasos cursos de agua. Desde luego que este arreglo linear no pudo ser
homogéneo, siendo probable que se tendiera a mayores concentraciones de población y
movimientos mas lentos en las zonas de mayor productividad estacional y menos densas y mas
ágiles en las regiones de recursos mas escasos en épocas de baja productividad. De cualquier
modo, parece haberse dado un movimiento de rotación cubriendo inicialmente la diversidad de
ecologías, de estos perfiles transversales a los Andes.

317
Es posible que éstos grupos, organizados en un patrón aproximadamente linear en
sentido oeste-este, tuvieran mayores posibilidades de movilidad norte-sur en las tierras altas y
puna, con mayores contactos entre sí y, tal vez, flexibilidad o apertura en las relaciones de
apareamiento. Pareciera ser también que en ésta área la comunicación y "difusión" de
innovaciones tanto culturales como tecnológicas hubieran tenido lugar con mayor agilidad.
Hacia el 5.500, coincidiendo con el auge de las nuevas modas culturales mencionadas,
parece haberse definido ya claramente un proceso de conformación de grupos zonales,
organizados en algo así como una división geográfica del trabajo.
Culturalmente, esto se aprecia en las proporciones de los tipos predominantes en el
instrumental lítico -que no obedecerían solamente a las especializaciones funcionales de las
actividades de cada zona- además de algunos tipos característicos (por ejemplo, las puntas
"Diablo", "Perchel" o las monofaciales de "Saladillo" asociadas a la técnica de láminas del
"aguilarense"). De cualquier modo, parece claro que estos segmentos comunales que habrían
restringido el ámbito de sus desplazamientos nomádicos, especializándose en la explotación de
cada zona ecológica durante todo el año, mantuvieron entre sí vínculos permanentes. De hecho,
el intercambio de variados elementos de las diversas ecologías del perfil andino es evidente, así
como la mantención de un conjunto de formas culturales comunes. Así, por ejemplo, para la
época del desarrollo del llamado "complejo Chinchorro" en la costa del norte chileno, que
coincide con el del "complejo Tambillo" de tierras altas, hasta allende los Andes en Argentina,
tenemos desde pieles de camélidos hasta madera de chonta en el litoral Pacífico, mientras las
conchas marinas y la cordelería Chinchorro se encuentran en los sitios de la vertiente oriental
andina.
Debemos pensar en que se desarrolló un particular sistema de relaciones sociales que
regulara los vínculos de intercambio y reciprocidad para permitir la mantención del acceso a
una gama amplia de recursos a los habitantes de las distintas zonas. Un sistema de linajes del
tipo de mitades y secciones o algún otro esquema similar pudo prestarse a estructurar esos
lazos. Es posible que tal sistema de alianzas requiriera de refuerzos rituales que podrían haber
estado asociados al consumo de alucinógenos (morteritos de lava y otros) o, si hubo alguna
forma de simbolizar esos nexos comunales, ello pudo ocurrir en torno a las prácticas funerarias,
que recibieron especial atención (incluyendo la momificación) y, hasta ahora, se muestran
abundantemente en cementerios cercanos a la costa 284 .
En todo caso, éstos procesos pudieron darse de diversas maneras en cada desarrollo
regional andino. Es necesario mencionar que toda esta historia involucró un desarrollo
constante de las fuerzas productivas, el que se dió a través de sistemas de complementación
económica cuya estructuración tendió a optimizar la combinación de: a) la organización
espacio-temporal de las actividades, en los lugares y momentos de mayor productividad de la
fuerza de trabajo; b) la máxima diversificación posible de los recursos utilizados y, c) la

284
Por ejemplo, enterrando allí algunos personajes importantes de los distintos segmentos comunales o linajes.

318
especialización del instrumental y de la tecnología. Sólo así se comprende cómo se dió un
desarrollo económico y demográfico consistente en la explotación de ésta área que en buena
parte está constituída por el desierto mas árido del planeta.
En cuanto al desarrollo tecnológico, se dieron paralelamente tres procesos. Así, por lo
que se refiere a la explotación del mar, en un primer momento se pescaba y mariscaba en las
orillas y a poca profundidad; luego se desarrolló un instrumental altamente especializado que
hacía más eficaz la captura de determinadas especies y permitía extender su obtención hacia las
aguas mas profundas; en un tercer momento, las técnicas de navegación posibilitaron la
extensión de la captura a mayores distancias de la costa [Llagostera,1983]. En las tierras altas,
por su parte, se pasó de una caza generalizada a una especialización en la caza de camélidos, a
la que sucede un control de su territorialidad por seguimiento; luego, al control de los
apareamientos por captura selectiva, hasta llegar a la domesticación [Wheeler et al.,1977;
Lavallée,1985]. Un proceso similar se dió en torno al control de los vegetales, que ya entre el
10.000 y el 9.000 incluía, entre las especies objeto de recolección, algunos cultígenos como
calabazas, maíz, ají y porotos. Se han planteado diversas hipótesis para explicar el proceso de
domesticación de las especies que serían sometidas a cultivo [v.g., Lynch,1975;
Lumbreras,1974]. Es así como el desarrollo de una economía que racionalizaba el uso de la
fuerza de trabajo, que amplió la diversidad de recursos biológicos evitando una predación
excesiva que los condujera a su extinción (o, eventualmente, permitía su sustitución), y que
especializó su instrumental y la tecnología en estos tres rubros básicos de la producción,
conformaron las bases materiales en que se dió la revolución agropecuaria y tribal.

El modo de vida II.


Los cazadores recolectores Australes.
Se trata de una población cuya más remota datación conocida hasta ahora se remonta a unos
12.500 años (nivel 11 de Los Toldos y, posiblemente, Cueva del Milodón; Borrero,1981).
Habría dado origen a la "tradición toldense" distribuída principalmente en la gran área de
llanuras orientales del Cono Sur, comprendiendo originalmente desde Tierra del Fuego,
posiblemente hasta Minas Gerais en Brasil. Sin lugar a dudas, debe tener precedentes aún no
identificables claramente en otras regiones del continente. A pesar de la insuficiencia de
elementos de juicio, existe la posibilidad de que estuviera tempranamente relacionada con la
fase Ayacucho y los cazadores de Quereo I, Tagua-tagua I o Monte Verde, en el occidente
sudamericano.
La llamada "tradición toldense" se identifica originalmente por la producción de puntas
del tipo "cola de pescado" que, entre otras diversas formas de puntas bifaciales, la han
caracterizado a partir de fechas del orden de 11.000 años (Cueva Fell, Cueva del Medio, Cerro
La China) en Patagonia Austral y la provincia de Buenos Aires. El contexto lítico al que se
asocian es de diversos útiles sobre lascas grandes con retoques marginales. Es posible -como se
ha propuesto- que la confección de puntas o cuchillos bifaciales haya sido el resultado de un

319
proceso de desarrollo técnico regional, a partir de un equipo de instrumentos sobre lascas de
gran tamaño, denominado "Industria del Nivel 11". No obstante, esta es aún una hipótesis sujeta
a contrastación con mayores antecedentes. Las puntas del tipo "cola de pescado" se encuentran
distribuídas, casi siempre en sitios superficiales, en casi toda el área patagónico pampeana,
Uruguay y el sur de Brasil hasta la zona de Lagõa Santa 285 . También es característico de este
conjunto, desde sus épocas mas tempranas, el uso de boleadoras, intrumento de muchísima
utilidad para la caza en zonas de llanuras.
Es nuestra opinión la de que se trata de una población temprana que, desde hace por lo
menos diez milenios participó en diversos procesos de interacción sociocultural y mestizajes
con otros pueblos, dando origen a diferenciaciones regionales en el sur de Brasil y Uruguay, en
la región pampeana y Nordpatagonia, en Patagonia Central, en Patagonia Austral y en Tierra del
Fuego.
En el sureste del Brasil, es posible que la población original del conjunto esté
relacionada con los restos arqueológicos de la Capa V de Alice Boer (sin que esto implique
aceptar las adivinaciones cronológicas de Beltrão) y con la "tradición paleoidígena" de Miller
[fases Ibicuí y Uruguai; Schmitz,1984:8]. Para nosotros es difícil interpretar con mayor
precisión los desarrollos ocurridos en esta región, debido a insuficiencias de información y falta
de conocimiento directo de los sitios y materiales. Lo que complica el panorama para quien sólo
maneja la información producida y publicada por los investigadores del área es la heterogénea
ordenación de la misma, combinando criterios que llevan a configurar un esquema que
probablemente no corresponda a la diversidad cultural y cronologías reales 286. Pensamos, por
ejemplo, que el criterio de "presencia o ausencia de puntas" que llevó a la distinción inicial de
las supuestas "tradiciones" Humaitá y Umbú -que, en lo substancial, los colegas brasileños han
mantenido- puede no corresponder a diferencias culturales sino, mas bien, a la distinta
funcionalidad de los sitios 287, lo mismo que sucede en Uruguay con las diferencias entre los
talleres "catalanenses" o "aceguaenses" respecto a sitios con puntas de proyectiles, como los de
Tacuarembó o Yaguarí, para mencionar algún ejemplo.
De cualquier manera se puede apreciar que, desde hace unos diez milenios se utiliza un
instrumental con puntas de proyectil y cuchillos bifaciales. Hacia el norte, con centro en São
Paulo predominan las puntas de hoja triangular con pedúnculo largo de base redondeada (v.g.,
Río Claro). Hacia el sur, hasta Uruguay, son predominantes las puntas pedunculadas de base
cuadrangular, a veces con marcada escotadura basal, asociadas a algunas formas triangulares
alargadas. En todo caso, es notable la gran variedad de formas del utillaje bifacial. Esta es
también la región donde se produjeron y usaron con profusión las "clavas" bifaciales espesas
285
En posición estratigráfica aparece, además, en Cueva del Medio, Pali Aike y Abrigo de los Pescadores (Patagonia Austral),
en el sur de Brasil, asociados a la fase Vinitu (ca. 8.600 a 7.100) y en la Cueva de Eucalipto, en Lagõa Santa.
286
Los trabajos de síntesis de P.I.Schmitz han venido a dar una visión mas organizada de la información. En un trabajo
anterior he querido mostrar que, a partir de lo publicado hasta entonces [1982] no era posible estructurar un panorama histórico
coherente [Bate,1983:tomo 2: Cap.6].
287
Esto fué advertido por Schmitz, quien hace notar que casi todos los sitios de la tradición Humaitá son talleres, aunque
observa que hay clavas bifaciales que muestran uso como intrumentos.

320
("altoparanaenses") que pensamos que se usaron para trabajos que requerían de excavar, como
la recolección de raíces y tubérculos u otros similares. También acá se emplearon
abundantemente las boleadoras. Una buena síntesis sobre esta región es la de Schmitz [1984],
quien distingue y precisa la diversidad de ecologías en que se distribuyen las múltiples "fases"
en que se han clasificado los abundantes sitios de la región.
En la región pampeana, los testimonios mas antiguos muestran la presencia del
toldense "típico" en el onceavo milenio. Sin embargo, pensamos que, sobre esa base, el
desarrollo regional adquiere sus particularidades debido al influjo de un pueblo de origen
andino, portador de un equipo de caza con puntas triangulares (¿modo de vida V?). También las
materias primas disponibles, utilizadas selectivamente, incidieron en la morfología de la
industria lítica, así como las funcionalidades requeridas en un ambiente donde la fauna
pleistocénica parece persistir mas que en otras áreas del continente, habiendo megatéridos,
glyptodonte y caballo hasta bien entrado el holoceno. El uso de puntas pedunculadas será muy
escaso aún hasta en las épocas mas tardías, con excepción de una zona en que pareciera haberse
mantenido el tránsito entre Uruguay y la Patagonia. Cerca de nuestra era, los cazadores
pampeanos incorporan la alfarería desarrollada por los pueblos de la región litoraleña288 .
En la Patagonia central existen ocupaciones desde hace más de doce milenios y se
encuentran las puntas "cola de pescado" y los litos discoidales típicos del llamado "toldense
clásico", que se ha ubicado cronológicamente a partir del 11.000, a pesar de no haber para esta
región dataciones directas de sus inicios. De cualquier modo, el "toldense clásico" de Patagonia
central muestra especificidades culturales que lo diferencian del de Patagonia austral, tanto en la
tipología de puntas como, particularmente, en el arte rupestre. No nos parece imposible pensar
en un temprano desplazamiento hacia el sur de parcialidades del "modo de vida V" que
pudieran haber influído este proceso de diferenciación regional. El hecho es que predominan las
grandes puntas triangulares de bases rectas, o convexas o acuminadas. El florido desarrollo del
arte rupestre con estilos seminaturalistas y negativos de manos es propio de esta región. En el
período del "toldense final", hacia el 8.000, este pueblo genera migraciones que, desde
Nordpatagonia hacia el norte, alcanzarán las Sierras Centrales y posiblemente hasta el noroeste
argentino; hacia el sur, extenderán la moda de las puntas triangulares durante el "período III" de
Magallanes.
Hacia el 6.000 se desarrolla ampliamente el uso de láminas como matrices para los
instrumentos y, en algunos lugares, la profusa utilización de boleadoras llega a sustituir el
empleo de proyectiles penetrantes ("casapedrense"). El uso de la tipología "patagoniense", con
puntas de dardo pedunculadas, parece darse bastante mas taríamente que en Uruguay (donde,
por lo visto, hasta las "culturas subpatagónicas", nunca dejaron de usarse) y que en Patagonia
austral, donde el "surpatagoniense" está de moda desde hace unos 4.500 años. Hacia fines del
primer milenio de nuestra era, esta población "patagoniense" (que en Patagonia central es

288
Se denomina así a la región comprendida entre los ríos Paraná y Uruguay, que confluyen en el Plata.

321
identificable desde principios de la misma) incorpora el uso de arco y flechas, además de la
cerámica, probablemente tomados de grupos cordilleranos de la zona de Cuyo.
En la Patagonia austral, parece haberse ocupado la Cueva del Milodón desde el
toldense temprano, hace unos 12.000 años. Las fechas de 11.000 años de Cueva Fell se han
tomado como referencia para el inicio del "toldense clásico", con sus características puntas tipo
"cola de pescado" (entre otras), sus litos discoidales de lava o arenisca, grandes raspadores y
raederas, etcétera. Concordamos con los colegas que opinan que podría tratarse de un
instrumental desarrollado en el contexto de una industria como la del Nivel 11 de Los Toldos,
El Ceibo o Arroyo Feo. Mas aún, pensamos que el toldense clásico austral guarda similitudes
mucho mas cercanas que el toldense de Los Toldos, con la "Industria del Nivel 11" de esos
sitios. Para estas fechas, Tierra del Fuego también estaba ocupada por este pueblo, por grupos
que pudieron ingresar allá por tierra firme.
Sabemos que estos cazadores capturaban camélidos, venados, aves, zorros, caballos,
milodones, y delfines, cazaban aves, recolectaban mariscos y tenían instrumentos de molienda.
Usaban también boleadoras y, hacia el 10.000, producían igualmente azagayas de hueso
("período II" de Bird).
Hacia el 8.500 ya se ha impuesto el uso de puntas líticas triangulares como las del
toldense clásico y final de Patagonia central, cobrando marcada importancia el uso de
boleadoras. Para entonces, los ascensos del nivel del mar ya habrían desconectado a la Tierra
del Fuego del continente.
Por el 6.500 se desarrollan técnicas de navegación marítima por grupos que se
segmentan del toldense final ("período III" de Bird) y orientan sus sistemas de apropiación a
este nuevo gran reservorio de recursos que ofrece el mar, elaborando un nuevo instrumental de
caza con puntas de hueso. Es posible que por ésta vía se haya difundido el uso de puntas
triangulares en Tierra del Fuego.
Para el 4.600 ya se ha vuelto a imponer el uso de puntas de piedra pedunculadas para
los dardos entre los cazadores continentales de Patagonia Austral, conformándose el
característico utillaje "surpatagoniense" ("período IV" de Bird), que luego recibirá influencias
del "casapedrense" manifiestas en el empleo definido, aunque minoritario, de la técnica de
láminas. Parte de éste pueblo pasa también a Tierra del Fuego, al parecer tardíamente -hacia
comienzos de nuestra era o algo después-, presionando a sus antiguos habitantes que quedarían
relegados al extremo oriental de la isla y emprenderán un nuevo proceso de colonización
marítima, como antecesores de los háush y los yámana.
Es por el siglo XIII de nuestra era cuando los cazadores continentales adquieren el uso
de arco y flechas, que luego también pasarán a formar parte importante del instrumental
s'elknam de Tierra del Fuego. Así se conforma el panorama étnico básico que conoceremos
durante la colonización europea y nacional.

322
Es francamente poco lo que se puede decir acerca de los aspectos sociales del modo de
vida de estos pueblos, a pesar de que regiones como el Extremo Sur o el Brasil han sido objeto
de abundantes investigaciones. Un primer problema reside en que, antes de poder hacer
inferencias acerca de los contenidos socioeconómicos de las sociedades estudiadas, necesitamos
tener claro de qué pueblos se trata. Y ésta área pampeano patagónica en particular, ha sido
objeto de múltiples interpretaciones polémicas, de las que ha participado figuras de peso en la
historia de la arqueología sudamericana. No solo nos referimos a las discusiones sobre "el
origen del hombre en el Plata" (Ameghino, Hrdlicka, Holmes y otros) ya totalmente superadas,
sino a los planteamientos de la "escuela de Buenos Aires" (Menghin, Bormida). Estos, si bien
dieron gran impulso a las investigaciones, participaban de los sesgos teóricos de la escuela
histórico-cultural austroalemana, lo que derivó en clasificaciones meramente formales de las
culturas de la región, de las que surgieron interpretaciones que no corresponden a la realidad
histórica ni cultural, pero que nadie se atrevió a cuestionar, al menos en Argentina, en vida de
sus autores 289 . Los criterios básicos de interpretación de la escuela de Buenos Aires
predominaron en las investigaciones realizadas desde Uruguay al Extremo Sur. Pero además,
una figura importante como la de Schobinger, cuya obra ha sido la de mayor circulación y una
de las mejor documentadas en los últimos veinte años, también adhirió a las posiciones de la
escuela de Buenos Aires, aún cuando ha sabido flexibilizarlas conforme a los avances
alcanzados en este campo. Por lo que respecta al Brasil, el Programa Nacional de Pesquisas
Arqueológicas (PRONAPA), contando con el importante respaldo de Evans y Meggers,
constituyó el gran impulso inicial que da nacimiento a la tradición de investigación
arqueológica nacional que lleva ya un par de fructíferas décadas, habiendo sentado las bases
mínimas para orientar un quehacer sistemático en esta actividad. Sin embargo, la aplicación
mecánica de algunos criterios elementales como "presencia o ausencia de puntas" ha llevado a
interpretaciones convergentes con las de la escuela de Buenos Aires, pero no por los sesgos de
una teoría anacrónica sino, en este caso, por el abuso de la generalización empírica carente de
teoría. Todavía se hace necesario poder estructurar confiablemente la información arqueológica
en unidades culturales y secuencias históricas que correspondan mas aproximadamente a la
realidad de los pueblos y procesos comprendidos en la historia de esta gran área.
El otro problema residiría en que, si nuestras suposiciones se acercan a la realidad, el
modo de vida II comprendería a una antigua población básica que, además de sus desarrollos
propios, al menos en el extremo austral, habría recibido variadas influencias e incorporado a
otros pueblos, integrando con ellos el desarrollo de diferentes modos de vida en cada región.
Este conjunto de procesos se vió agilizado y complicado en las épocas mas tardías debido al
influjo de grupos que migran hacia el "fondo de saco" sudamericano, presionados por la
expansión territorial de las revoluciones tribales que ocurren en las regiones septentrionales.
Volviendo a las manifestaciones culturales, queremos indicar en qué concordamos y en
qué diferimos de las proposiciones de la escuela de Buenos Aires y de las actuales opiniones de

289
Hacen excepción los trabajos de Guillermo Madrazo sobre el tandiliense y el blancagrandense.

323
Schobinger. Por lo pronto pensamos que, en la realidad, el intuído "substrato protolítico"
corresponde a la herencia de la tecnología lítica básica de una antigua población ya
ampliamente distribuída en la parte sur del continente sudamericano hace unos doce milenios,
que se caracterizó por la producción de grandes lascas como matrices para la confección de
instrumentos. Aún cuando no se ha determinado la existencia de una sistemática del
astillamiento definida para su extracción, que sea común290, la técnica se fué adecuando al
tamaño y formas de las materias primas, disminuyendo el espesor de las lascas matrices para
facilitar el uso de sus filos, retocados o no, y el rebaje bifacial para la confección de puntas,
cuchillos y perforadores. También se tendió, segun la disponibilidad de las materias primas, a
darles un uso diferencial, empleando las mas duras y de granos mas gruesos para los
instrumentos más faciles de confeccionar a través de percusión directa y que requerían filos mas
resistentes al desgaste (raspadores, raederas, cuchillos de filo vivo, muescas, etc.) y destinando
las materias primas de granos mas finos y fáciles de astillar para la confección de instrumentos
bifaciales.
En nuestra opinión, el "toldense clásico" típico, con puntas "cola de pescado" y litos
discoidales, que se extiende hace once milenios entre la pampa bonaerense y la Tierra del
Fuego, correspondería al desarrollo propio de esa población inicial, sea que el instrumental
bifacial haya constituído una revolución tecnológica regional o no. En cualquier caso, no se
trataría de un pueblo diferente de aquella y su desarrollo independiente se mantiene en
Patagonia austral hasta cerca del 9.000 y, en Tierra del Fuego, algo más. También es posible
que algunas parcialidades de este pueblo se hayan mantenido con sus características culturales
propias, al margen de los desarrollos regionales, en los territorios de Patagonia central hacia el
norte.
Los desarrollos regionales de Patagonia central, Nordpatagonia y la región pampeana
son diferentes y parecen influídos culturalmente por pueblos de origen andino que se habrían
integrado con la población antecesora del toldense temprano, en un proceso que pudo ocurrir
desde hace, mas o menos, unos 10.500 años. Por lo pronto, el arte rupestre del "toldense
clásico" de Patagonia Central, caracterizado por los negativos de manos y escenas
seminaturalistas [Gradín et al., 1977] no aparece en la región pampeana ni se extiende hacia la
Patagonia austral donde, para entonces, se desarrolla el "estilo del Río Chico" [Bate, 1971].
Aunque ya desde entonces tenemos culturalmente diferenciada a mas de una
población, no se puede hablar de coexistencia entre cazadores "protolíticos" y "miolíticos". Para
el 11.000 todos son "miolíticos", aunque se mantenga la vieja tecnología básica para la
producción de lascas matrices y, sobre todo en el extremo austral, esas características de la
industra lítica persistan marcadamente hasta los tiempos más tardíos.

290
En realidad, faltan estudios sistemáticos generales; pero a pesar del aspecto "musteroide" de las industrias no puede desirse
que haya claramente una técnica levallois. Mas bien, parece ser que el astillamiento de los nódulos de materia prima era mas o
menos asistemático y se adecuaba a sus formas. Solo hay unos pocos buenos análisis de las técnicas para la producción de
conjuntos limitados de artefactos .

324
Una de las características de la población inicial del modo de vida II que se puede
apreciar por lo dicho -obedeciendo probablemente a razones de baja densidad demográfica- es
que sus sistemas de apareamiento se muestran bastante flexibles y abiertos. Aunque esta
situación debió variar a través del tiempo en las distintas zonas, aún para las épocas tardías
Casamiquela [1973] destaca la presencia de "pueblos metamórficos", racial y culturalmente
híbridos, en las fronteras entre cazadores continentales y canoeros, los que no solo se distinguen
culturalmente, sino difieren también notablemente en su modo de vida. Del mismo modo, en el
momento de la tribalización para enfrentar a la colonización europea, los cazadores
"tehuelches" no parecen resistirse a las alianzas matrimoniales y al mestizaje con los mapuches.
El holoceno trajo consigo cambios importantes en la ecología que afectaron a esos
pueblos, en particular a los del extremo sur, donde las ingresiones marinas postglaciales
contrajeron considerablemente el territorio conocido por sus primeros pobladores. Esto
significa, sin considerar las variaciones en el número de habitantes, una tendencia al incremento
de la densidad demográfica. Paralelamente, mientras mermaba la fauna pleistocénica, con el
óptimo climático parecen aumentar las especies vegetales forrajeras, elevándose la población de
auquénidos, cuya cacería se especializa e intensifica notablemente. Parece ser que esta
situación, iniciada en Patagonia central, genera movimientos migratorios hacia el norte y hacia
el sur. Puede ser que en la región de los canales y el Estrecho de Magallanes, esto se tradujera
en presiones demográficas, las que podrían haber motivado posteriormente la explotación y
ocupación del gran reservorio de recursos naturales de los mares australes.
Hacia el norte, en el sur brasileño y Uruguay, se puede apreciar que los sistemas de
apropiación estaban bastante diversificados, incluyendo desde la caza de venados a la
recolección de tubérculos o la pesca fluvial.
Sabemos, en general, que algunos de estos pueblos cubrieron grandes distancias
complementando recursos, pero se desconocen la organización y regularidad de sus ciclos.
También sabemos que su amplio repertorio de técnicas de captura era tan diversificado como la
variedad de especies cazadas o recolectadas. Lo cual se acompañó de una especialización eficaz
del instrumental. Curiosamente, casi no hay evidencias del uso del lanzadardos 291 , aunque es
notable el empleo de boleadoras, con lo cual se aumentaba grandemente la eficiencia de la
cacería el tierras llanas, al reducirse substancialmente el gasto de fuerza de trabajo que implica
perseguir a las presas heridas, lo que puede tomar muchos kilómetros. También debe destacarse
la documentación de técnicas de caza a través del arte rupestre que, nos permite saber que
desde el toldense clásico de Patagonia central hubo formas de organización técnica del trabajo
que requerían la adhesión laboral de mas de medio centenar de cazadores.
Desde poco antes de nuestra era, estos pueblos comienzan a recibir las migraciones e
influencias culturales, tanto de los Andes como del Chaco y en el mismo Brasil, debidas a las

291
No obstante, aparece un gancho de propulsor en Cueva Fell, contemporáneo con las primeras puntas triangulares del
Período III, características del toldense clásico de Patagonia Central.

325
presiones de poblaciones desplazadas por la revolución tribal que se desarrolla en el resto del
continente. Con lo cual los cazadores del Cono Sur y sus tradiciones culturales se verán
involucrados en ágiles movimientos y procesos de cambio, sin llegar a modificarse
esencialmente la estructura comunal de cazadores- recolectores sino hasta la tribalización
durante la colonización europea o a su reducción o persecusión criminal que los llevó
rápidamente a la extinción que se consuma pasando la mitad de nuestro siglo.

El modo de vida III.


Los cazadores recolectores del Trópico americano.
Hemos propuesto considerar la existencia de otra gran población, culturalmente diferenciada
hace ya más de trece milenios, cuyas características la distinguen notablemente de los conjuntos
antes descritos y que, seguramente, no ha sido adecuadamente reconocida por el hecho de que
las puntas de proyectil no eran su elemento mas característico ni presenta su instrumental lítico
tipos bien definidos.
Su distribución geográfica llegó a cubrir toda la parte septentrional del continente
sudamericano, desde el norte del Perú por el lado del Pacífico, hasta el centro-sur del Brasil, por
el Atlántico.
Es posible que los niveles antiguos de Boqueirão da Pedra Furada, Calderon dos
Rodríguez y el Sitio do Meio correspondan a las ocupaciones mas tempranas de este conjunto
que se remontarían a más de veinte milenios. En todo caso, en espera de reportes mas detallados
de aquéllos, podemos mencionar la fecha de 12.400 años para el sitio de El Abra en Colombia.
Entre los sitios, grupos de sitios o "fases" que incluiríamos en este conjunto estarían:
Chorrillos, los sitios de la discutible, como tal, secuencia de Talara (Amotape-Siches-Estero-
Honda) y algunos componentes de la "fase" Mongoncillo en el norte del Perú; el complejo
Vegas y el "foco" El Encanto de Ecuador; la mayor parte de los sitios tempranos de la sabana de
Bogotá como El Abra, Tequendama, tal vez Tibitó, Sueva 1, Nemocón 4, Vista Hermosa y
varios otros en Colombia; Cueva de Los Ladrones y otros sitios vinculados en Panamá; Ño
Carlos, Guayana, Las Varas, Remigio y otros en Venezuela; el "modo de vida banwaroide"
caribe-antillano; Cêrca Grande, Caieiras, Lapa Vermelha (PL) en Minas y la "fase Serranópolis"
de Goiás en Brasil; es posible que los sambaquis costeros de este país, la mayor parte tardíos,
estén vinculados originalmente a esta población, que persiste en algunas zonas hasta la difusión
de la cerámica.
La característica mas notable del modo de vida III es precisamente la confección y el
uso de un instrumental lítico muy poco definido formalmente, debido a que no es especializado.
Generalmente se elaboró con las materias primas más cercanas a los sitios ocupados, sin
importar su buena o mala calidad como objetos de talla. Se fracturaron las rocas locales y las
lascas, obtenidas asistemáticamente, se acomodaron mediante sumarios retoques de percusión a
las diversas necesidades funcionales.

326
La poca especialización e indefinición formal que hace a este utillaje muy poco
"típico", implica también una menor eficiencia funcional relativa que debe compensarse con un
mayor gasto de fuerza de trabajo en su uso. Esto se compensa, a su vez, posiblemente con
creces en algunos casos, debido a que no se invierte la mayor cantidad de fuerza de trabajo que
requiere la producción de instrumentos especializados sujetos a formas definidas. Pero, más que
nada, se ahorran los grandes desplazamientos que, en los otros casos, suelen implicar la
búsqueda de buenas materias primas. Conocían la talla bifacial pero la emplearon muy
escasamente. Por contraste, elaboraron artefactos como hachas, copas y cantos ranurados
(¿pesas para redes?) con técnicas "neolíticas" de piedra martillada y, a veces, alisada por
abrasión.
Otra característica de estos pueblos es que sustituyeron frecuentemente a la piedra por
el hueso para producir instrumentos de funciones análogas. En huesos confeccionaron puntas,
cuchillos, raederas, perforadores y otros.
Como se podrá apreciar, el aspecto "rudimentario" de este utilaje no implica que se
trate de sociedades con menos nivel de rendimiento productivo ni, por ello, mas "primitivas",
sino de un modo de vida diferente que desarrolla una racionalidad particular en el uso de la
fuerza de trabajo y de los objetos naturales de trabajo disponibles. De hecho, la medida del
desarrollo social no se puede establecer sobre la base de la escala de valores estéticos de
arqueólogos con mentalidad de coleccionistas.
Los sistemas de complementación económica de estos pueblos llegaron a cubrir
grandes distancias y una diversidad de medioambientes, desde las costas marinas a las tierras
altas. En los litorales prefirieron los recursos de manglar, lo cual les evitaba competir por esos
recursos con los cazadores del modo de vida I, con los que coexistieron en Perú, Ecuador y
Venezuela, donde éstos optaban por las especies de playas y roqueríos. Casi todas sus
ocupaciones, especialmente las de los sitios del interior, dejan restos muy escasos; por lo que
puede pensarse que su estadía en los mismos era muy breve y que sus desplazamientos eran de
bastante movilidad. En estas circunstancias, la poca especialización del instrumental podría
representar otra ventaja relativa.
Pensamos que en el Norte del Perú llegaron a integrarse parcialmente con algunos
grupos del modo de vida I, así como con otros del modo de vida II en el centro oriental del
Brasil.
Hay buenos antecedentes para afirmar que es éste el pueblo que realiza la primera
revolución agraria y tribal del continente, conformando la sociedad que conoceremos como
Valdivia, en el actual territorio ecuatoriano.

327
El modo de vida IV.
Cazadores recolectores del Brasil.
Se refiere a un pueblo que se extendió ampliamente por el centro y nordeste de Brasil desde
hace unos 11.000 años, donde se le identifica como "tradición Itaparica". Tal vez también se
expandió mas tarde hacia el sur, a través del Chaco. Pensamos que se deriva de parcialidades
desprendidas originalmente del complejo El Jobo. El instrumental lítico publicado para la "fase
Paranaíba" [Schmitz,1984] es notablemente similar al de las colecciones del complejo El Jobo,
si prescindimos de las puntas de proyectiles que abundan en éste último.
Una de las características culturales notables del modo de vida IV, es el uso importante
de una definida técnica de producción de láminas líticas, las que se emplearon para
confeccionar diversos útiles de retoque marginal o monofacial dorsal. En los sitios de Goiás,
donde se empleó la cuarcita de abundante disponibilidad, éstas láminas eran grandes y gruesas.
Las distintas fases de los procesos de trabajo de talla, así como de utilización y desecho de estos
artefactos, han sido correctamente identificadas. Uno de los instrumentos mas notorios del
conjunto es la llamada "lesma", elaborada sobre una espesa lámina o lasca alargada, con todo el
contorno astillado dorsalmente y de bordes apicales convexos. Son contadas las puntas de
piedra atribuídas a este pueblo, aunque sí las hay de madera y hueso. También produjeron
"quiebracocos", alisadores, bolas y litos discoidades con técnicas de piqueteo o martillado..
Otro elemento que promete aportar antecedentes muy importantes para el estudio de
estos cazadores es el arte rupestre, que es muy abundante en los abrigos rocosos que habitaron y
que está siendo clasificado.
En Goiás, la fase Paranaíba tiene fechas de 11.000 a 9.000 años, hasta que es
desplazada por la fase Serranópolis. También hay evidencias de este pueblo en Piauí (Sitio do
Meio), en Pernambuco (Bom Jardim), en Bahía (Gruta do Padre), en Mato Grosso, en Minas
Gerais (Santana do Riacho) y, tal vez, en São Paulo.
El aprovechamiento de los recursos de su geografía por parte de estos cazadores
recolectores está bien estudiado, al menos en Goiás. Explotaron con eficiencia una gran
variedad de frutos y vegetales en general, capturaron aves, reptiles, tortugas, mamíferos de
diversos tamaños y peces. Desde algunos campamentos base podían tener acceso mas o menos
permanente a diversos medios ecológicos; lo cual debió significar, al menos en este medio, una
elevada productividad del trabajo. Es de esperar que la abundancia de arte rupestre y otros
posibles marcadores culturales de "estilos", permitirán conocer mejor algunas características de
la organización social y su relación con la posesión territorial.

El modo de vida V.
Cazadores recolectores Surandinos.
Esta población se puede distinguir desde hace unos 11.000 a 10.500 años y parece derivarse de
parcialidades desprendidas del modo de vida I a la altura de los Andes centrales. Incluiría al que

328
Schobinger ha denominado "horizonte andino de puntas triangulares". Entre sus
manifestaciones mas tempranas y definidas se cuentan a las de Tuina, San Lorenzo y Chulqui
en el Norte Grande chileno, con fechas de 11.800 a 9.500, Inca Cueva 4 y Huachichocana
(10.700 a 9.600) en el noroeste argentino y San Pedro Viejo de Pichasca, en el Norte Chico de
Chile, con casi 10.000 años. Sus orígenes, por lo tanto, se remontarían a unos once milenios y
podrían tener sus antecedentes en sitios con contextos tempranos como los de Guitarrero o
Pachamachay, desplazándose por los Andes con rapidez y precediendo, de hecho, a los
asentamientos típicos del modo de vida I de allí hacia el sur.
Este pueblo se establece entre el Norte Chico de Chile y Cuyo en la Argentina,
fundando ahí un prolongado desarrollo histórico. Existe la posibilidad, todavía difícil de
evaluar, de que algunas parcialidades hayan continuado tempranamente hacia el suroriente,
incidiendo en la conformación del toldense clásico de Patagonia central y afectando, quizás
también, a la región pampeana.
De todos modos, es claro el hecho de que esta población coexistió e interactuó
regularmente con el Conjunto I en la región andina meridional. Hace aproximadamente unos
7.000 años, desde el Norte Chico y Cuyo desarrolla una expansión migratoria hacia las Sierras
Centrales y las Pampas argentinas, así como a la zona central chilena. En ésta, llegan a sustituir
el uso de puntas foliáceas y consolidan un desarrollo regional que también implicó sistemas de
complementación económica entre la costa (complejo Papudo) y los valles centrales del interior
(Cuchipuy II y Tagua-tagua II), manteniendo vínculos con grupos culturalmente similares de la
vertiente oriental de los Andes.
En las Sierras Centrales, como se aprecia en los sitios de Intihuasi, Ongamira y Casa
de Piedra, parece integrarse fácilmente con los tradicionales cazadores "ayampitinenses", ya que
por un largo tiempo persistió el uso de puntas foliáceas junto con la nueva moda de las puntas
triangulares.
Pensamos que este pueblo tiene una incidencia importante en la conformación de la
historia particular de la región pampeana, donde debió relacionarse con los descendientes de la
tradición toldense. Hay que notar que, también por el séptimo milenio, tenemos la presencia e
influencias culturales de grupos del toldense final de Patagonia central y Nordpatagonia
migrando hacia la pampa seca y Sierras Centrales.
Hacia el 5.500, parece ser que la relación de este pueblo con las comunidades del
modo de vida I es muy estrecha y llega a poner de moda el uso de puntas de proyectiles y hojas
de cuchillos triangulares, así como las cuentas de piedra, en casi toda la región andina. Sería
muy interesante investigar más precisamente la relación entre ambos pueblos que parecen tener
un origen común, pero llegan a diferenciarse claramente en lo que se refiere a sus formas
culturalmente distintivas, aún cuando ocupan las mismas zonas y hasta los mismos sitios. En
zonas como el Norte Chico, estas diferencias se mantienen hasta épocas tardías 292, mientras en

292
En sitios como Guanaqueros, donde coexisten, separaron sus lugares de enterramiento.

329
otras zonas, hacia el norte, es difícil establecer estas diferencias a través de los registros
arqueológicos a partir de mediados del sexto milenio.
Las diferencias culturales respecto al modo de vida I se dan principalmente en algunos
aspectos de la tecnología y tipología lítica, mostrando una tendencia a la obtención de lascas
menos espesas como matrices para elaborar sus útiles y el uso de las referidas puntas
triangulares de secciones delgadas, requiriendo formas adecuadas y específicas de
enmangamiento. Sin embargo, comparten con aquél el uso del lanzadardos y el manejo de fibras
vegetales con técnicas de entrelazado y espiral. Cabe mencionar que, también desde las épocas
mas tempranas, recubren cestos con barro para exponerlos al fuego, aún en las zonas donde la
producción alfarera es bastante tardía. Merece señalarse que el sitio de San Pedro Viejo es uno
de los muy pocos que presenta pinturas rupestres con negativos de manos en Sudamérica, fuera
de la Patagonia.
Respecto a su economía, en los sitios mas antiguos del norte de Chile y el noroeste
argentino se evidencia una captura selectiva o preferencial de camélidos y roedores. La colecta
vegetal era variada y, ya desde el décimo milenio, incluye algunos importantes cultígenos como
maíz, frijoles y ají. Para las llanuras y sierras orientales de los Andes, no sabemos claramente
cómo estructuraron sus actividades subsistenciales, aunque el guanaco y el avestruz fueron sus
principales presas de caza mayor.
En los sitios andinos se muestran, además, como hábiles artesanos en el labrado y
decoración de maderas y huesos, además del empleo de las técnicas de lapidaria para la
confección de cuentas de collares 293. Es probable que estas actividades cumplieran un papel
importante en el auge de la difusión que evidencia su presencia generalizada en toda la región
andina.
También éstos cazadores llegan a usar tempranamente el arco y flechas y se
incorporarán, posteriormente, a la revolución agropecuaria y tribal.

El modo de vida VI.


Tradición de cazadores del Norte.
En el noroeste de Sudamérica se han encontrado, desde el Perú hasta Venezuela, unos cuantos
hallazgos de cazadores que produjeron puntas tipo "cola de pescado" y de los cuales casi nada
mas podemos saber a través de los registros arqueológicos.
Opinamos que es una población diferente a la del toldense del sureste del Cono Sur.
Sería una situación de paralelismo cultural y, en este caso, se trataría efectivamente de una
expansión migratoria hacia el sur por parte de grupos derivados del complejo El LLano , con
variantes tipológicas que pueden rastrearse perfectamente desde México (Sonora, Hidalgo,

293
En los Andes meridionales producen en abundancia piedras horadadas. Creemos que buena parte de las mismas pueden ser
volantes de un instrumento de acción rotatoria de elevada eficiencia para funciones que van desde encender fuego hasta
perforar huesos, conchas o piedras.

330
Chiapas) y Centroamérica. Su presencia en el sureste de México está fechada en 9.300 años y se
encuentran igualmente en Guatemala, Costa Rica (Turrialba) o Panamá (Lago Madden), donde
las puntas tipo "cola de pescado" se asocian a puntas acanaladas derivadas de formas Clovis o
similares.
En América del Sur, estas puntas pedunculadas o sus formas asociadas se encuentran
en Bahía Gloria, Restrepo y Cajibío en Colombia, en La Hundición y en Paraguaná en
Venezuela, El Inga, Papallaqta y El Azuay en Ecuador, en La Cumbre, Piura Alto y, tal vez, en
Ayacucho en Perú.
Estimamos que el rango temporal de su presencia en la región va de 9.000 a 7.000 años
a.p.. Desafortunadamente no se posee mayor información sobre sus contextos, actividades
económicas ni formas de relación con los otros pueblos que llevaban ya varios milenios
establecidos en el área.

III. ¿Quiénes pudieron ser los primeros americanos?


Nos limitaremos a las tres poblaciones más antiguas conocidas hasta ahora para América
meridional, suponiendo que pueden suscitar sugerencias para ir afinando el planteamiento de
los problemas que enfrenta el estudio del poblamiento americano y la caracterización de los
grupos que lo llevaron a cabo.
En relación a éste punto y entrando en un terreno puramente conjetural , pensamos
que podría esbozarse, en rasgos muy generales, una distinción en dos grandes conjuntos, si nos
basamos en la observación de las industrias de piedra tallada.
Uno de ellos, que incluiría a los modos de vida I y II presentaría en común un
instrumental que aceptaría vinculaciones con tecnologías musterienses. Aún cuando los estudios
sistemáticos sobre las técnicas de talla son bastante escasos y referidos a sitios o conjuntos
locales [p.ej., Aschero, 1975; Orquera et al ., 1977], puede decirse que presentan un variado
utilaje sobre lascas o láminas con astillamiento marginal dorsal, reservándose la talla bifacial
para las puntas de projectil, las hojas de cuchillo o los perforadores, cuando los hay. La gran
diversidad de tipos obedece, al menos, a las especializaciones y estandarizaciones regionales,
condicionadas por requisitos funcionales específicos, por la disponibilidad de materias primas y
el desarrollo de sistemáticas de astillamiento particulares.
Desde luego, no se puede asegurar que tengan un origen musteriense. Al señalar su
notable aspecto "musteroide" queremos decir que presentan algunas características tipológicas -
técnicas, morfológicas y funcionales- por las que no resultaría insólito encontrar algunos
vínculos en un musteriense. Podría decirse que, si bien las configuraciones de características
que diferencian a éstos conjuntos sudamericanos y a los del paleolítico superior europeo
respecto al musteriense, son distintas, el grado de diferenciación de aquéllos no es mayor que
el de éstos. Sobre todo si consideramos que, geográficamente al menos, aún bajo la hipótesis del
"reemplazo", la distancia del paleolítico superior europeo respecto a sus supuestos antecesores

331
"modernos" portadores de musteriense del Cercano Oriente (Qafzeh) sería mucho menor que la
de las poblaciones sudamericanas.
El otro conjunto, representado por el modo de vida III, muestra un instrumental lítico
completamente diferente, poco elaborado y sin tipos estandarizados. El conjunto, en general,
muestra responder a una estrategia económica bastante diferente que, sin embargo, no puede
considerarse como "menos desarrollada" en términos de eficiencia o "más primitiva" en
términos evolutivos.
Nos basamos en las características de los materiales líticos, porque tratándose de
comparaciones con el paleolítico medio, son los únicos que se han conservado en cantidades
suficientes como establecer comparaciones razonables con el paleolítico superior, aún cuando
se registren ocasionalemnte agunos otros objetos de materiales mas fácilmente perecibles, como
huesos o maderas [ Roebroeks et al. ,1992]
Hemos hecho esta observación, porque, volviendo a la pregunta de quiénes pudieron
ser los primeros americanos, los antecedentes sudamericanos, muy esquemáticamente
reseñados, nos sugieren que todavía están abiertas diversas posibilidades, ninguna de las cuales
puede ser definitivamente confirmada o rechazada, por ahora. Las principales serían:
a. Que pertenecieran a poblaciones que, culturalmente, participaran de tecnologías
relacionadas a alguna tradición musteriense. En tal caso, caben las siguientes posibilidades:
a.1. Que ingresaran al nuevo continente portadores de industrias musteroides
propias del paleolítico medio. Cronológicamente, ello podría haber ocurrido antes del
surgimiento del paleolítico superior europeo o durante su desarrollo, a partir de poblaciones ya
establecidas en el extremo asiático oriental 294.
De haber sido así, es perfectamente posible que tales pueblos hubieran impulsado en
América una "revolución" que diera origen a comunidades con culturas análogas a las del
paleolítico superior del Viejo Mundo (como son El Jobo, Clovis o el Toldense).
a.2. Una segunda posibilidad es la de que, después de una ocupación inicial por
poblaciones del paleolítico medio, hubieran ingresado otras, de tipo paleolítico superior, siendo
responsables del desarrollo de estas "culturas" en América. Aunque, en tal caso, es improbable
que cualquier clase de procesos históricos ocurridos fuera ajeno a la interacción entre esas
hipotéticas sociedades diferentes.
a.3. Otra posibilidad es la de que, aún habiendo tenido lugar una revolución
autóctona hacia el paleolítico superior, ingresaran posteriormente, además, poblaciones asiáticas
del paleolítico superior, integrándose a un proceso americano. Esta variante no es excluyente de
la primera.

294
Mochanov [1978] propone que las raíces de la "tradición Diuktai" presente en diversos sitios del extremo oriental asiático,
con 35.000 años en Ezhantsy (río Lena), se remontarían a un substrato cultural Levallois-Achelense.

332
a.4. La cuarta alternativa sería la de que sólo hubieran ingresado a América
sociedades derivadas del paleolítico superior originado entre Europa y el Medio Oriente o en
algún otro "foco" asiático.
b. Variante interesante, que no se puede dejar de considerar, es la de que hubieran
participado de la ocupación temprana de América grupos históricamente originados en un
paleolítico medio o inferior ajeno a las tradiciones musterienses y a la revolución paleolítica
superior europea. También ésto abre alternativas:
b.1. Que éstos hubieran sido los primeros habitantes del continente, llevando
adelante un proceso evolutivo propio, por algún tiempo. En éste caso, pudieron generar o no un
cambio cualitativo autónomo hacia formas de organización y manifestaciones culturales de tipo
paleolítico superior (como el arte rupestre).
b.2. Que ingresando antes, simultánea o posteriormente, hubieran coexistido e
interactuado en diversos grados con poblaciones de tradiciones "musteroides" del paleolítico
medio.
De modo que el "paleolítico superior americano" pudo ser resultado de los procesos de
interacción entre ambos tipos de comunidades, dando origen a algunas sociedades integradas
racial y culturalmente por componentes de ambas tradiciones y/o generando desarrollos
tradicionales diferenciados 295.
b.3. Que se tratara de poblaciones de un paleolítico superior notablemente
diferenciado de las culturas "musteroides", ingresando a América antes o después que aquellas.
c. Una otra posibilidad es la de que, a partir de variantes de la primera alternativa, se
hubiera dado en América un desarrollo particular drásticamente diferenciado de la tradición
originaria, generando un modo de vida y culturas claramente diferentes desde hace, por lo
menos, trece milenios.
Se advertirá que sería posible derivar o incorporar otras variantes, intentando dar
cuenta de las ocupaciones iniciales del Nuevo Mundo, realizadas por pueblos llegados desde
Asia. Lo único que es claro, hasta hoy, es que hubo un "paleolítico superior americano", con
suficientes evidencias aceptables de ocupaciones "pre-Clovis". Es decir, con evidencias que
deberían aceptarse si aplicamos los mismos estándares de rigor que se han exigido y aceptado
para la documentación de hallazgos correspondientes a ocupaciones posteriores. Es cierto que
pueden y deben formularse las dudas que llevarían a condicionar la aceptación de los registros
más tempranos a una corroboración por la vía de una mayor acumulación de antecedentes
indiscutibles. Pero deberían mantenerse las mismas exigencias para los registros e
interpretaciones de que son objeto los vestigios atribuídos a épocas posteriores y que no se
cuestionan en sus detalles porque caen en un rango temporal que ya es aceptado sin reservas.

295
Esto último ocurrió de hecho. La disyunción estaría en determinar si habría sido o no el único efecto de un proceso
hipotético como el apuntado.

333
En cualquiera de los casos, se trata de un problema que requiere de una documentación
suficientemente amplia, que maneje los antecedentes de la vertiente asiática y del Viejo Mundo
en general, ya que están necesariamente involucrados en los eventos en cuestión. Tal vez es
cierto que pueden fundamentarse objeciones a algunas "perspectivas europeas" determinadas, a
las que Lynch dirige, de manera general, su crítica 296 . Sin embargo, también de manera
general, es dudoso que la extrapolación de una "perspectiva cowboy" con centro en el rancho
Clovis, ofrezca suficientes luces para aclarar esta temática.
Como hemos advertido, en el planteamiento del problema nos hemos referido sólo a
sus manifestaciones culturales arqueológicas comparables, sin tomar en cuenta el aspecto
antropofísico. No es que desestimemos este componente de la cuestión. Se trata, de hecho, de
que no poseemos ninguna documentación adecuada de restos tempranos que permitan anclar
una conjetura en el terreno fáctico. Es decir, que permitan al menos superar las especulaciones
demasiado generales que, desde hace muchas décadas, se remiten a considerar las líneas más
amplias de las distribuciones raciales de poblaciones generalmente tardías, proyectadas
abusivamente hacia épocas remotas. Hace falta, en realidad, una sistematización actualizada del
problema, referido a un manejo empírico detallado y realizado por especialistas 297 .
Es un hecho que el punto de si entraron a América poblaciones de un paleoítico medio
o "protolíticas" y de qué tipo, tiene también repercusiones importantes para dirimir algunas
propuestas levantadas por los estudiosos de las fases mas recientes del proceso de
hominización.
Hasta ahora, el tema de la transición del paleolítico medio al paleolítico superior se ha
discutido principalmente en torno a Europa, como un proceso que se presenta altamente
correlacionado, pero no de manera biunívoca, con la transición del neanderthal al "hombre
moderno".
Todavía no se establece de una manera clara si hubo una continuidad evolutiva o un
proceso de mutaciones entre ambos o si el neanderthal fue "reemplazado" en Europa por el H.
sapiens sapiens . Menos claro está aún el proceso de desarrollo cultural a partir del musteriense
hasta el auriñaciense pleno, si fuera preciso dar cuenta de la extinción del neanderthal a través
de tal proceso de reemplazo [ver Tillier, 1990; Otte, 1990]. De cualquier manera, ésta hipótesis

296
Ver, por ejemplo, Clark & Lindly [1991] o Graves [1992]. Hay que decir, sin embargo, que tampoco el calificativo de
"perspectivas europeas" para estas posiciones es afortunado, pues acusa desactualización. Si hay una "perspectiva europea"
predominante actualmente, es la idea de que el paleolítico superior fué precedido necesariamente por un paleolítico medio
caracterizado por la asociación neanderthal-musteriense (aunque hay asociaciones musteriense-hombre moderno) que no
tendría capacidad de adaptación a las condiciones climáticas periglaciares de las áreas septentrionales. Bajo este supuesto, se
piensa que los portadores del musteriense no pudieron alcanzar las latitudes necesarias para llegar a América antes del
desarrollo de los sistemas adaptativos del paleolítico superior. Por lo tanto, a los colegas europeos les resulta mas cómodo
preferir dar crédito a quienes no aceptan un poblamiento "pre-Clovis", careciendo de interés por una mejor documentación para
opinar respecto a un área tan alejada del "centro del mundo".
297
A principios de los setenta, Juan Munizaga realizó un estudio sobre los escasos restos atribuibles a cazadores tempranos en
el continente rastreando, entre otras cosas, posibles rasgos neanderthaloides. Encontró algunos elementos (apófisis
paramastoidea accesoria desarrollada, amplitud e inclinación del plano occipital) en cráneos que no constituían los vestigios
mas antiguos, e incluso, en las poblaciones fueguinas supérstites (Munizaga, 1976)

334
sólo consigue desplazar hacia fuera de Europa la necesidad de explicar el surgimiento y
desarrollo de las "culturas" del paleolítico superior. De ahí que la mayoría de los autores que
apoyan esta interpretación, remiten el problema del origen a Africa 298.
Si se constatara el ingreso a América de poblaciones de tipo "pre-paleolítico superior",
es obvia la importancia de poder determinar de qué tipo de sapiens se trata. Pero con mucho
mayor razón si se tratara de poblaciones ajenas al musteriense, ya que las cosas se inclinarían en
favor de una evolución multilineal amplia hacia el h. sapiens sapiens .
Desde el punto de vista sociocultural, las implicaciones no serían menos relevantes.
Por lo pronto, en el primer caso, si esos "musteroides" hubieran desarrollado en
América las culturas autóctonas de tipo paleolítico superior, sería una evidencia flagrante de
que tal proceso no fué un evento único, destacando la importancia de la formulación de
principios generales tipo ley para su explicación.
En el caso de una ocupación por poblaciones ajenas a las tradiciones musteroides, sería
insoslayable la necesidad de la reformulación del concepto mismo de "paleolítico superior"
hacia uno más amplio y más preciso, replanteando los criterios de demarcación con respecto a
un paleolítico anterior. Entre los cuales no sería irrelevante precisar el grado y la naturaleza de
la relación entre el paleolítico superior y el homo sapiens sapiens y tal vez no sería superfluo
requerir más claridad sobre el concepto mismo de "hombre moderno".

IV. ¿ Qué es el "Paleolítico Superior"?


Los antecedentes expuestos nos permiten contextuar nuestro enfoque de un problema de
investigación que podemos compartir con los colegas del Viejo Mundo. Se trata básicamente de
una cuestión de orden conceptual o teórica de la cual depende, en nuestra opinión, la posibilidad
de afinar la determinación de los indicadores empíricos para su contrastación en el estudio de
historias concretas. Al fin y al cabo, la teoría intenta explicar los diferentes procesos singulares
a través del descubrimiento de regularidades de orden general. Lo general es una síntesis de lo
que hay de común en los diversos fenómenos concretos que nos ocupan y, por ello, nos sitúa en
el terreno mas adecuado para establecer un diálogo sobre nuestras experiencias en tierras tan
distantes.
El tema que queremos destacar acá se refiere a la importancia de precisar la naturaleza
de aquello que se denomina paleolítico superior, diferenciándolo de lo que no es paleolítico
superior. Si no precisamos cómo es el fenómeno que nos interesa y en qué condiciones ocurre,
difícilmente podríamos identificarlo para saber qué eran y qué sucedió con las primeras
poblaciones que ingresaron a América, ocupando tal vez hasta el Extremo Austral.
Podemos observar que la gran mayoría de los vestigios de sociedades cazadoras
recolectoras pre-tribales registrados en el Nuevo Mundo, parecen corresponder al tipo de

298
Es una versión de la hipótesis del "Jardín del Edén" sostenida por diversos autores [los "jardineros" según Gamble, 1991].

335
sociedades englobadas bajo ese término que, dicho sea de paso, es muy poco usado en el
continente americano.
Veamos, en primer lugar, cuáles son las cuestiones que se ha considerado importante
discutir en relación a la diferencia entre paleolítico superior y paleolítico medio. Los aspectos
principales que han centrado los debates sobre el punto corresponderían a las siguientes
preguntas generales:
-¿Cómo se identifica, "arqueológicamente", al paleolítico superior y a las formas de
organización humanas precedentes o diferentes?
-¿A qué características de la organización social corresponden esas manifestaciones
empíricamente observables?
-¿Cuál es la causalidad que conduciría, desde formas de organización históricamente
precedentes, hacia el paleolítico superior y qué vías o modalidades adquiere el proceso?
En seguida debemos observar, como lo han hecho otros autores, que éste problema y
su discusión se ha abordado básicamente en torno a Europa y sus vecindades, entre el Medio
Oriente y el Norte de Africa. Sin embargo, dado que entre las preguntas consideradas
principales y que aún buscan solución en la arqueología americana están las que se relacionan
con el hecho de si el poblamiento del continente fué realizado por poblaciones de tipo
"paleolítico superior" o "pre-paleolítico superior", las polémicas en torno a estas diferencias
deberían iluminarnos, por lo menos, para poder identificar a qué tipo de sociedad pertenecieron
esos "primeros descubridores de América"

Los "indicadores" en el registro arqueológico.


Unos cuantos trabajos han intentado sistematizar el procedimiento de idenficación
arqueológica, enumerando los indicadores empíricos cuyo registro permitiría establecer un
diagnóstico diferencial entre paleolítico medio y superior.
En algunos casos, la sistematización se ha limitado a producir un listado de
indicadores, bajo el supuesto de que éstos permitirían inferir características de las respectivas
formas de organización social, cuya pertinencia para su conceptualización, sin embargo, no es
explicada. Es el caso de los trabajos que, a pesar de estar específicamente referidos al suroeste
de Francia, todavía constituyen los principales hitos referenciales al respecto, como los de P.
Mellars [1973] o R. White [1982]. En otros casos, el listado resulta de una concepción general
de los procesos que darían cuenta de ésta diferenciación, como en el ensayo de Orquera [1984].
Retomaremos acá algunos de los principales indicadores para, posteriormente,
compararlos con los registros corresponientes a los cazadores sudamericanos.

336
a. Material lítico. a.a. Tecnología 299. En cuanto a los métodos de fractura , se
supone que en el paleolítico medio predominó el uso de la percusión directa. En el paleolítico
superior se habría desarrollado significativamente el empleo de percusión indirecta y presión,
aplicadas a la producción de astillas matrices y al desbaste o retoque facial de las piezas 300.
Por lo que se refiere a la sistemática del astillamiento , White coincide con Mellars
quien, siguiendo a Bordes, prefiere no dar relevancia a la distinción según la cual en el
paleolítico medio predominarían las industrias de lascas y en el paleolítico superior las de
láminas [White,1982:85 ]. Sin embargo, Orquera [1984] replantea adecuadamente el problema,
haciendo notar que los índices de laminaridad se basan en una definición operacional
(proporción largo/ancho) que no registra necesariamente la presencia o no de una determinada
sistemática de talla, como es la producción intencional de láminas, generando un producto
estandarizado que optimiza el aprovechamiento de la materia prima.
Los posteriores trabajos de Boëda [1988 y 1990] definen con bastante precisión las
diferencias entre los sistemas de astillamiento característicos del paleolítico superior y de las
modalidades levallois. No sólo muestra claramente los cambios cuantitativos que esta distinción
implica, sino también el salto cualitativo que ésta práctica técnica conlleva necesariamente en el
nivel conceptual [Boëda, 1988:45].
a.b. Morfología . Hay consenso en cuanto a que la novedad más evidente que trae el
paleolítico superior es el rápido desarrollo de una gran variedad de nuevas formas de los
instrumentos, con una importante estandarización.
Esta notable variedad tipológica no respondería exclusivamente al efecto de las nuevas
modalidades técnicas o a los requisitos funcionales inmediatos.
a.c. Funcionalidad. Si bien no sería un factor único en su determinación, también la
diversificación y estandarización mostrarían la especialización funcional del instrumental,
adecuado a una explotación más eficiente de recursos específicos [Orquera,1984]. Igualmente
se observa un desplazamiento de la proporción de tipos funcionales, hacia actividades que no
eran comunes en el paleolítico medio.
También se ha propuesto que el rango de variación morfológica que da lugar al estilo
cultural permitiría -como otros elementos materiales y conductuales-, más allá de la
funcionalidad instrumental inmediata, una función informativa, mas o menos intencional
[siguiendo a Wobst,1976].
b.Materiales óseos y conchas.La evidencia arqueológica, hasta ahora, muestra un
desarrollo técnico, morfológico y funcional de los objetos de hueso, asta, dientes, marfil y
conchas durante el paleolítico superior, que no se registra para el paleolítico medio. Esto,

299
De hecho, tanto las técnicas como la funcionalidad no son observables, sino inferidas a partir de la morfolofía y la materia
prima de los materiales. No obstante, dado que no se trata de características de la organización social, las hemos incluído en
éste punto.
300
Es posible que no hubiera diferencias notables en cuanto a las técnicas de retoque marginal [cfr. White,1982: 85].

337
independientemente de los sesgos de conservación y de la proporción de restos con
modificaciones atribuíbles a la actividad de animales predadores que, como ha mostrado
Binford en diversos trabajos, puede ser importante.
Para tal efecto, se desarrolla una diversidad de nuevas tecnologías que no se limitarían
a la percusión y torsión, como el desbaste, incisión o abrasión.
Funcionalmente, se producirían objetos que no se limitan a la sustitución de la piedra
para usos instrumentales directos. Es decir -excusada la incongruencia de los términos- que se
destinarían a un uso "no utilitario".
Por lo mismo, se crean nuevas formas, a las que hay que agregar, en algunos casos, la
decoración.
c. Instrumentos compuestos. Junto con la diversificación y especialización del
utillaje, sería en el paleolítico superior cuando se desarrolla ampliamente la producción de
artefactos compuestos de manufactura mas compleja que el simple enmangamiento de los
instrumentos, combinando objetos de piedra, hueso, madera y otras materias primas.
También artefactos mecánicos para multiplicar la fuerza muscular, como el
lanzadardos o el arco serían una invención del paleolítico superior [Gilman,1984:117].
d. Fuego. Binford ha hecho notar la ausencia general de fogones preparados (p.ej.,
embancados), así como de rocas partidas por fuego para el paleolítico medio, de lo que infiere
"una falta de medios para maximizar la potencia radiante de los combustibles"
[Binford,1982:97]
e.Adornos personales. La mayoría de los autores concuerda en que los objetos que
usualmente se consideran como "adornos" personales son característicos del paleolítico
superior.
f."Arte" parietal o mobiliar. Uno de los registros mas notablemente característicos
del paleolítico superior sería el desarrollo de representaciones gráficas y plásticas, como el arte
rupesre o las figuras modeladas o esculpidas en barro, hueso y otros materiales. No todas estas
manifestaciones se plasman en un registro duradero, ya que otras representaciones a las que
pudiera atribuírseles funciones análogas (bajo el supuesto de que éstas fueran correctamente
inferibles) pudieron elaborarse en maderas, pieles y otros materiales perecederos 301.
De cualquier modo, el punto debería plantearse en términos de que el arte rupestre
sería una característica distintiva del paleolítico superior, si bien no todas estas sociedades
plasmarían estas manifestaciones en materiales duraderos.
g. Densidad de las ocupaciones. Se ha planteado que el número y tamaño de los
sitios del paleolítico superior sería notablemente mayor que en el paleolítico medio. Deben

301
También se conocen códigos bastante elaborados de pintura facial y corporal que no podrían calificarse de "adornos"
personales. Tal es el caso de los s'elknam de Tierra del Fuego, que no produjeron arte rupestre ni un "arte" mobiliar.

338
tomarse en cuenta las críticas que observan que la notable mayor dificultad para la conservación
y localización de los sitios mas antiguos, así como el hecho de que muchas de los yacimientos
son, en realidad, "palimpsestos" de diversas ocupaciones introduce un importante factor de
distorsión en las comparaciones. Pero, por otra parte, estas variables se compensan cuando se
considera la gran diferencia en los rangos temporales de los registros.
De cualquier modo, se acepta que la densidad espacio-temporal de los vestigios
ocupacionales se incrementaría ostensiblemente en el paleolítico superior.
h. Variación entre conjuntos. En principio, se supone que la "variación entre
conjuntos" (interassamblages variation) se refiere al conjunto de evidencias correspondientes a
la transformación material del medio realizada por un grupo humano en un determinado período
de su historia 302 . En la práctica, las comparaciones entre paleolítico medio y superior han
debido limitarse a los conjuntos de materiales líticos, por las razones ya comentadas.
Son conocidos y aceptados los argumentos de Binford en cuanto a que tales
comparaciones están sesgadas por el hecho de que los criterios de ordenación tipológica en uso,
se orientan a objetivos diferentes. De modo que la tipología de Bordes para el paleolítico
inferior y medio se orienta a definir tipos tecnofuncionales, mientras que las tipologías de De
Sonneville-Bordes y Perrot con que se ha clasificado el paleolítico superior producen tipos
sensibles a las diferencias cronológico-culturales. Lo cual afecta la confiabilidad de las
comparaciones que concluyen una mayor variación entre conjuntos en el paleolítico superior.
Con todo, resulta claro que durante el paleolítico superior se configuran conjuntos
arqueológicos altamente idiosincráticos, regionalmente distribuídos y con ritmos de cambio que
no se presentan en el paleolítico medio. Son las nuevas opciones de variación morfológica
permitidas por la aplicación de nuevas técnicas en una diversidad de materiales las que
posibilitan una combinatoria de propiedades que otorgan a los conjuntos, como tales, una
singularidad distintiva.

Características de la organización social.


Acá nos referiremos a algunas de las características que diversos autores atribuyen a las formas
de organización social que, se supone, serían propias del paleolítico superior, distinguiéndolas
del paleolítico medio o, en general, de formas de organización precedente. Las hemos
distinguido de los "indicadores" arqueológicos, pues constituyen atributos hipotéticos. Las
hipótesis son juicios condicionales que buscan vincular las informaciones empíricas con
generalizaciones descriptivas o explicativas. Pueden, por lo tanto, formularse como
generalizaciones inductivas a partir de la empiria o como implicaciones empíricas deducidas de
la teoría. Por lo mismo, la corroboración empírica de las enunciadas características que acá
veremos brevemente, no es necesariamente aceptada por todos y siempre caben hipótesis

302
Lo que nosotros denominamos cultura arqueológica.

339
alternativas. Esto es lo que abre un margen de disensiones que estimulan el desarrollo de las
investigaciones.
a. Demografía. Uno de los supuestos generalmente aceptados -que se basa en la
densidad de los vestigios ocupacionales- es el de que el desarrollo del paleolítico superior
registraría un importante incremento demográfico, así como de la densidad de las poblaciones.
b. Actividades de subsistencia . b.1. Algunos autores proponen que habría
diferencias en cuanto a la estrategia económica global, por lo que se refiere a las actividades
subsistenciales.
Orquera, por ejemplo, establece una fundada distinción entre una estrategia
generalizada y una estrategia de especialización. Plantea que los procesos de cambios,
respondiendo a diversos factores en particular, no obedecen al azar sino a la necesidad de
explotar el medioambiente con eficiencia creciente. En este sentido, la especialización presenta
la ventaja de que los cambios se dirigen a una mayor eficiencia en funciones determinadas, pero
pierde eficiencia en funciones alternativas o complementarias. La ventaja relativa de la
generalización, como estrategia, es que no está limitada por sus opciones preferentes. Propone
que "el término de 'Paleolítico Superior' debe reservarse para aquellas manifestaciones
culturales que lograron el mas alto nivel de especialización alcanzable por grupos cazadores"
[1984:76] y que el paleolítico medio e inferior estarían caracterizados por una estrategia
generalizada.
Parcialmente semejante es la propuesta de Binford en cuanto a la distinción entre
estrategias de asentamiento y subsistencia "forrajeras" y "colectoras". Cuestionando los
procedimientos interpretativos tradicionales del registro arqueológico, pone en tela de juicio la
evidencia en que se fundan las inferencias sobre especialización en la caza. Sugiere, no
obstante, que un mejor conocimiento de las estrategias forrajeras de cazadores tropicales
ayudaría a acercarse a una comprensión de las estrategias económicas del paleolítico medio,
pero advierte que aún grupos como los bosquimanos san desarrollan tácticas forrajeras que, sin
embargo, están logísticamente organizadas. Piensa que, antes del paleolítico superior, el
carroñeo de grandes animales era parte importante de la estrategia de obtención de alimentos,
que no había sistemas de caza estacional a gran escala de animales gregarios y que el
almacenamiento -asociado a la caza especializada de tales especies- no era una actividad regular
en la subsistencia.
La distinción, por lo tanto, consistiría en el desarrollo de sistemas de caza y
recolección ("complejos situacionales") logísticamente organizados en el paleolítico superior.
Lo que no ocurriría en el paleolítico medio, debido a que la habilidad para prever eventos y
condiciones no sería el fuerte de nuestros antepasados antes del claro surgimiento de la
capacidad de simbolizar [Binford, 1982:94].

340
b.2. En parte, las variaciones internas de los conjuntos, que contribuyen a configurar
las singularidades culturales que los distinguen de otros conjuntos, tendrían que ver con la
organización de las actividades subsistenciales.
En primer lugar, con la organización espacio-temporal de las actividades
condicionadas por: 1) la distribución geográfica de los recursos biológicos y minerales, 2) la
disponibilidad estacional de los recursos bióticos, 3) el hecho de que para la realización de
diversas actividades se requieren instrumentos específicos y 4) el hecho de que el dominio de
nuevas técnicas ofrecían la posibilidad de producir una tipología de instrumentos más
especializados (más estandarizados y más eficientes).
b.3. Otra característica comunmente aceptada es la de que las nuevas tecnologías del
paleolítico superior elevarían la eficiencia productiva en la explotación del medioambiente, así
como los volúmenes de producción que permitirían, entre otras cosas, el desarrollo
demográfico.
c. Estructura organizacional. Uno de los aspectos que se supone que caracterizaría
esencialmente al paleolítico superior es el surgimiento de nuevos tipo relaciones sociales, no
existentes con anterioridad. En la expresión más radical de White, habría
una posible ausencia de agregación social regular durante el Paleolítico Medio, en contraste con su
probable presencia durante el Paleolítico Superior. [1982:92]

De ahí en adelante, las opiniones o los argumentos de los autores pueden diferir.
Wobst y Gilman proponen la conformación de un sistema de cooperación y de filiación
endogámica. Gamble, siguiendo a Bender también plantea que se conforman alianzas y propone
que manifestaciones como el arte -cuando se da- revelaría el intercambio de información y
conocimientos sociales que involucraría la "negociación" de nuevas estrategias y relaciones
sociales, en una moderna versión del "contrato social".
d. Desarrollo sicológico. La mayoría de los autores concuerda con que en el
paleolítico superior se habría dado, si no el nacimiento, sí el mas significativo avance de las
capacidades de representación simbólica de la realidad, la capacidad de previsión de eventos y
de organizar secuencias complejas de actividades orientadas a fines preconcebidos.
De ello serían evidencia no sólo las manifestaciones de arte rupestre y mobiliar, sino
también desde las técnicas de talla hasta la organización general de las actividades de
subsistencia.
e. Identidad. También se acepta que la conformación de estilos culturales
idiosincráticos expresaría, entre otros posibles contenidos, formas mas o menos intencionales de
identificación corporativa en torno a diferentes órdenes posibles de relaciones sociales.
También se discute si los "adornos personales", serían una forma de expresión de esa identidad.

341
La explicación causal del proceso.
Si hay un autor que ha realizado contribuciones importantes y atinadas a la crítica de las
interpretaciones tradicionales del registro arqueológico de los cazadores recolectores, ha sido
L. Binford, basado en sistemáticas observaciones de campo, tanto arqueológicas como
etnográficas, orientadas por ideas claras y un sentido común inusualmente agudo.
En el terreno de la teoría es más desconcertante y no menos categórico. En su jugoso
comentario a White nos previene sobre el hecho de que
una de las mayores confusiones que ha plagado a las ciencias sociales es la confusión entre las
regularidades en la dinámica interna de los sistemas culturales (sincrónicas y funcionales-internas) y
la naturaleza de las dinámicas que condicionan los cambios en la organización de los sistemas
mismos y su diversificación y cambio evolutivo (diacrónicos y ecológico-externos). He tratado de
sugerir, con relación al primer problema, que los arqueólogos buscan entender las condiciones
dinámicas que producen los restos estáticos para nuestra observación. Esto bien puede envolvernos
en muchos argumentos relativos a las relaciones entre los aspectos 'no materiales' o 'no preservados'
de los sistemas pasados y los derivados materiales de esas dinámicas 'no materiales'. He llamado a
ésto investigación de rango medio y es, obviamente, investigación que podría permitirnos,
idealmente, la descripción precisa de las condiciones pasadas. Cuando tornamos hacia el interesante
trabajo de explicar la naturaleza de los sistemas pasados nos movemos en el ámbito [mode] de los
patrones diacrónicos y de la construcción teórica ecológico-evolutiva. La comprensión funcional
[functional understanding] nunca puede servir como explicación de los cambios evolutivos. Esta
distinción fundamental parece haber sido pasada por alto y sumergida en una vía confusa en las
discusiones de White y muchos de sus colegas que abogan por una 'arqueología social'. [Binford,
1982:97]

Me parece que estas afirmaciones de Binford que, sin duda, deberían iluminarnos a la
mayoría de los confusos partidarios de una "arqueología social", son bastante mas rotundas que
convincentes. Desde luego, seguimos sin tener claro por qué una explicación causal de los
procesos sociales debe ser externa y ecológica. Binford tiene el derecho a optar por un modo
de explicación funcionalista (externidad de las causas respecto a los fenómenos a explicar) y
también a pensar que los cambios sociales obedecen a factores ecológicos. Pero resulta una
pedantería desafortunada suponer que quien no comparta su posición es necesariamente víctima
de la confusión.
Sin duda -y es lo que queremos retomar acá- es importante hacer la distinción analítica
entre la estructura y el proceso. Pero podríamos pensar, si fuéramos congruentemente
materialistas 303, que dada la unidad material de la realidad, una explicación consistente de la

303
En otro lugar nos referimos a cómo la enfática pero inconsistente afirmación del materialismo en Binford no es otra cosa
que un planteamiento neokantiano que hace incontrastable cualquier explicación del pasado "dinámico" a partir de la
observación del registro arqueológico "estático". Por lo demás, es claramente falso que el contexto arqueológico sea estático.
Se trata, simplemente, de que posee una dinámica diferente , cuyas regularidades deben ser investigadas y explícitamente
formuladas para explicar las conexiones entre los "sistemas culturales" del pasado y el registro arqueológico actual y así poder

342
misma no puede disociar la causalidad de las características estructurales de los procesos.
También se podría pensar que estas dicotomías tajantes, que divorcian aspectos
complementarios de una explicación, podrían dar parcial cuenta de por qué la propuesta de
construcción de una "teoría de rango medio" no ha fructificado a pesar del entusiasmo inicial de
Binford al respecto 304.
Son diversas las propuestas para explicar la causalidad involucrada en los cambios que
generan a la sociedad del paleolítico superior. Dado que se trata de encontrar hipótesis que
pudieran explicar tal proceso en cualquier lugar y momento en que hubiera tenido lugar,
deberemos considerar aquellas que estén formuladas en términos de regularidades de orden
general305. Esto, de partida, nos lleva a poner de lado aquellas explicaciones ad hoc, formuladas
para explicar el "caso ejemplar" del paleolítico superior europeo. Esto no porque estén
necesariamente erradas en relación al caso particular sino porque, como las proposiciones de S.
Binford y del mismo Wobst, suponen como condición básica la caza de animales de manada
con migraciones estacionales en un ambiente periglaciar lo que, aún para Europa, no es
generalizable 306. Cosa similar ocurre con los planteamientos de Gamble, que supone que este
evento se explicaría por las diferencias de capacidad biológica y cultural de adaptación de los
hombres arcaicos y modernos a los cambios climáticos y ecológicos específicamente europeos
307
. Además, para la situación europea, hablar de sapiens arcaico significa referirse
específicamente al neanderthal. Las dificultades para generalizar serían mucho mayores si
consideramos la posibilidad de que tal proceso hubiera ocurrido en ámbitos tropicales y que no
todos los portadores de culturas previas al paleolítico superior debieron ser necesariamente
neanderthales. De cualquier modo, una explicación general debe ser compatible con las
explicaciones de los casos particulares y, aún si no hubiera otros, sólo se corre el riesgo de
hacerla mas parsimoniosa.
Hemos preferido tomar como referencia la propuesta de Antonio Gilman [1984],
porque:
1) Es, en nuestra opinión, una de las mejores revisiones sintéticas del tema.

validar cualquier contrastación de juicios sobre el pasado. Por lo que éste, contra las declaraciones del autor , resultaría de
hecho, incognoscible.
304
En realidad, este concepto ha sido vulgarizado en los medios de las ciencias sociales (hasta en algunos países de América
Latina) a través de la obra de Merton [1968]. Por otro lado, pese a las propuestas de generalizar el método hipotético deductivo
como método para tal "construcción teórica", podría pensarse que la lentitud de ese proceso se debe a que el mismo autor, a
través de sus diversos y muy importantes trabajos de observación arqueológica y etnográfica, estaría procediendo mas bien
inductivamente. Lo cual, en mi opinión, no restaría mérito ninguno a sus investigaciones ni a sus importantes aportes de rango
medio.
305
Como señala Orquera, "si una categorización no es referible a principios generales, entonces no es científica" [1984:74].
306
Sobre la situación de Cantabria, argüída en este sentido, hay una nueva síntesis de Straus [1992].
307
En la discusión de una ponencia suya, en Barcelona, acota de modo sintético y sorprendente que: "La diferència, pensant a
grans trets en allò que apareix molt claramente al registre arqueològic, entre Neandertals i paleolític superior, és que quan es
veu que el clima es va degradant, els neandertals empren la següent estratègia: comencen a desaparèixer, i va tenint lloc
l'extinció local en diferents àrees" [1990:224]. En realidad, "cualquiera que haya trabajado para GCHQ Cheltenham, o
cualquier otro servicio de inteligencia..." [Gamble, 1991:3] puede imaginar el sobresalto que debió experimentar en su tumba el
espíritu de von Klausewitz, o al de Kutusov intentando expresar que no se trataba exactamente de eso.

343
2) Está formulada en términos generales, presentando mayor completud y parsimonia.
3) Asume una posición teórica explícita (marxista), que implica un sistema categorial
de referencia que la hace más fácilmente evaluable. Digamos que tiene asidero, a diferencia de
muchas formulaciones que carecen de columna vertebral.
Gilman considera el desarrollo del paleolítico superior -junto con la revolución
neolítica- como una de las dos grandes revoluciones sociales ocurridas antes de surgimiento de
las clases sociales.
Formula dos requisitos para la explicación de este proceso:
1) Que debe ser suficientemente comprensiva como para vincular los diferentes rasgos
técnicos y sociales en una sola red causal explicativa308.
2) Que debe referirse a los aspectos estructuralmente básicos, de manera de poder dar
cuenta de esta revolución en cualquier lugar donde hubiera ocurrido.
En su propuesta integra, como premisas y como objetivos, proposiciones importantes
planteadas por diversos autores. Coincide con White, Conkey y Wobst , en que la característica
distintiva del paleolítico superior, como hecho fundamental a explicar, sería la aparición de
estilos culturales.
Concuerda con Bender en que la teoría de las alianzas permitiría entender las
relaciones sociales de producción de las formaciones sociales preclasistas. Y con Tylor en que
las alianzas obedecen a la necesidad de asegurar el acceso a un territorio propio, así como a la
posibilidad de participar del territorio y recursos de otros grupos en situaciones de escasez. De
modo que las alianzas evitan el conflicto y facilitan el apoyo económico entre los grupos que
participan de ellas. Aunque, siguiendo a Wobst, acepta que, más allá de determinadas distancias
geográficas y sociales, su mantención implicaría mas costos que ventajas. De acuerdo con este
autor, se conformarían grupos endogámicos (connubia, en términos de Williams) conformando
un sistema de cooperación regido por la "reciprocidad generalizada".
Recurre al concepto de "modo de producción doméstico" de Sahlins para explicar las
contradicciones internas entre los grupos que integran estas unidades sociales. De manera que
cada hogar desea establecer alianzas con otras unidades domésticas con el fin de prevenir las
eventuales deficiencias de su producción. Pero, a la vez, también prefiere limitar esos vínculos,
para disponer de sus propios recursos con independencia de aquellos.
Es así como se conformaría una red de relaciones sociales basadas en la reciprocidad,
cuya intensidad y amplitud guardaría una relación proporcional inversa al grado de seguridad
que proporciona la producción autónoma de cada unidad doméstica. Sin embargo, la necesaria
unidad del sistema se vería amenazada por la tendencia a la autonomía autosuficiente de cada

308
De donde se ve que no se ha dejado confundir por la dicotomía binfordiana.

344
hogar. Por lo que se requeriría regular esta contradicción a través de un refuerzo ritual de las
relaciones sociales de reciprocidad.
Partiendo de estas premisas, la estructura causal básica propuesta por Gilman para
explicar este proceso sería, en síntesis: que con el paleolítico superior se da un desarrollo
tecnológico evidente que eleva la productividad, disminuyendo los riesgos de la subsistencia.
Lo cual origina dos series de efectos. Por un lado, disminuye la necesidad de cooperación con
los vecinos, posibilitándose la limitación de las obligaciones sociales. Por otro lado, se dió un
desarrollo demográfico que aumentaría el número de vecinos, haciéndose necesario limitar las
relaciones sociales de cooperación, debido a su costo. Así, la necesidad y la posibilidad de
limitar las obligaciones sociales con los vecinos convergerían en la constitución de grupos
endogámicos (closed connubia) relativamente reducidos 309. Entonces, habría sido preciso el
refuerzo ritual del sistema de relaciones de reciprocidad social, necesarias pero inestables,
debido a la elevación de la productividad del trabajo. El desarrollo de los estilos culturales
regionales típicos del paleoltítico superior serían parte de la ritualización de la identidad
corporativa de estos grupos de cooperación.
Resumiremos algunas observaciones que hemos hecho a ésta propuesta.
1. Hay un eclecticismo involuntario, debido tanto a a cuestiones de estilo literario
como a la falta de una demarcación crítica explícita respecto a los conceptos de otros autores,
cuya consideración es indiscutiblemente pertinente, pero cuyas propuestas se formulan en
contextos teóricos bastante diferentes entre sí y con respecto a la posición asumida por Gilman.
Algunos ejemplos de ello:
1.1. El hecho de que Sahlins u otros autores (como M. Harris o B. Price) empleen el
término de modo de producción, en el contexto de posiciones teóricas distintas, hace que sus
propuestas no puedan ser transplantadas a una propuesta materialista histórica sin la debida
ponderación crítica.
En este sentido, es posible que la tendencia de las unidades domésticas a la autogestión
de sus recursos e independencia respecto a sus vecinos exista y guarde relación con la
correspondencia entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Pero nos parece dudoso
que pueda caracterizarse así a la contradicción fundamental que debería explicar la estructura y
causalidad del desarrollo de esas sociedades.
Resulta, por lo demás, demasiado tentador pensar que es mas bien una típica
proyección de la ideología competitiva de libre empresa independiente, tan cara a la pequeña
burguesía a la que pertenecemos, entre otros, los trabajadores intelectuales.
1.2. Concordamos con la sugerencia de Barbara Bender en cuanto a que la teoría de las
alianzas podría ayudarnos a entender las relaciones sociales de producción en las formaciones

309
Concordamos plenamente con el hecho de que, en general, la dirección de la historia se ha orientado por los puntos de
mayor coicidencia de necesidad y posibilidad y ésta es, en nuestra opinión, una importante virtud de la hipótesis de Gilman.

345
sociales preclasistas. Sin embargo, la propuesta es pertinente en lo que se refiere a la forma de
las mismas y una posición materialista histórica consistente debería considerar su contenido. Es
decir, los elementos del proceso productivo sujetos a diversos tipos de relaciones de propiedad
y posesión
En nuestra opinión, la ambigüedad en la distinción entre formaciones cazadoras
recolectoras y tribales obedece a que, en ambas, las formas del parentesco clasificatorio juegan
un papel mas o menos análogo, debido a que presentan en común una forma de propiedad
colectiva. Los criterios distintivos, por lo tanto, deberían buscarse en el contenido de las
relaciones de propiedad y producción.
Hay que agregar que, como para el materialismo histórico no es la tecnoeconomía la
que define el modo de producción, cabe la existencia de sociedades cuya subsistencia se base
fundamentalmente en la caza y recolección sin ser formaciones típicas del "paleolítico superior"
del pleistoceno final, sino formaciones socioeconómicas cuyas relaciones fundamentales de
producción sean tribales.
1.3. Al referirse a "la teoría de las alianzas de la antropología social" es necesario
precisar de cuál se trata, para evitar mayores confusiones. Es obvio que no da lo mismo si nos
basamos en Lévi-Strauss, Tylor, Sahlins o Meillassoux. Dado que la propuesta de Gilman se
apoya en la referencia al "modo de producción doméstico" de Sahlins, es relevante tomar en
cuenta las observaciones de Meillassoux (autor citado por Gilman) respecto a la "teoría de las
alianzas" en general y las críticas específicas a Sahlins.
En relación a las primeras, Meillassoux apunta la necesidad de distinguir
analíticamente con claridad entre las relaciones económicas de adhesión laboral y las relaciones
de filiación. Precisamente por el hecho de que en las comunidades primitivas se dan diversos
grados de coincidencia entre las relaciones de producción y consumo y las relaciones sociales
que median la reproducción biológica, la falta de consistencia en esta distinción ha permitido en
gran medida su confusión, conduciendo a imprecisiones y distorsión tanto en la teorización de
las relaciones de producción como del parentesco.
Por lo que se refiere a Sahlins, Meillassoux le critica certeramente el hecho de que su
concepto de "economía de la Edad de Piedra" no diferencia entre cazadores-recolectores y
agricultores mostrando que, en cada caso, la adhesión y la filiación se vinculan de diferente
manera. Así, la "Edad de Piedra" resulta mas o menos equivalente al rótulo general de
"comunismo primitivo", pero sin distinción entre salvajismo y barbarie. En los términos que acá
se discuten, el concepto de Sahlins no hace diferencias entre paleolítico y neolítico.
2. En la hipótesis de Gilman, la aparición de estilos regionales sería expresión de la
necesidad de reforzar ritualmente las unidades sociales de cooperación económica, que se
reducen debido a la posibilidad y necesidad de limitar las obligaciones sociales, disminuyendo
el costo de su mantenimiento, bajo el supuesto de que las unidades domésticas estarían
principalmente interesadas en disponer autónomamente de la mayor parte de su producción y

346
que tales relaciones sociales se han hecho relativamente superfluas debido a la mayor seguridad
económica generada por la elevación de la eficiencia productiva.
Si fuera así, cabría esperar más bien que el tamaño de los grupos de cooperación se
redujera hasta estabilizar la relación entre su menor costo de mantenimiento y el nivel real de su
necesidad. De tal manera que resultaría también superfluo el costo de su reforzamiento ritual,
por lo que el desarrollo de los estilos regionales -fenómeno que realmente ocurre- debería
encontrar otra explicación.
De hecho, la reducción del closed connubium de Gilman presenta un límite que,
siguiendo a Wobst, no se explica por la necesidad de la cooperación económica. Representa la
unidad social mínima necesaria para constituir una "red de apareamientos" que asegure la
reproducción biológica del grupo.
De modo que si la elevación de la productividad hace posible y necesaria la reducción
del tamaño de las comunidades, no es evidente que lo que esté en riesgo sean las relaciones
necesarias de solidaridad económica, sino las posibilidades de la reproducción biológica. Así es
que si hubiera necesidad de reforzar ritualmente algo, serían las relaciones de filiación y no las
de producción.
2.1. En éste punto, nos parece que habría sido imprescindible establecer otra distinción
explícita. Una cosa es el "rasgo clave" del registro arqueológico 310, que requiere explicación y
otra la cualidad fundamental de la formación social, dado que se trata, en este caso, de un
planteamiento marxista. Concordamos en que una posición teórica debería ser capaz de dar
cuenta de ambos aspectos, que es lo que Gilman se propone. No obstante, entendemos que la
manifestación fenoménica del registro arqueológico "actual" no tiene por qué corresponder
directamente a la cualidad fundamental de una formación socioeconómica pasada o a la
causalidad esencial que la genera.
Retomando la observación anterior, si la lógica del "modo de producción doméstico"
del paleolítico superior fuera la que Gilman plantea, es mas probable que el rasgo mas notable
del registro arqueológico no sea una manifestación del refuerzo de las relaciones sociales de
producción, sino de las relaciones sociales de reproducción biológica.
2.2. De lo anterior se desprende que, si bien concordamos con la afirmación de que los
sistemas de alianzas serían una forma de organización de las relaciones de producción en las
comunidades primitivas, y que aquellas se presentan como sistemas de parentesco social o
clasificatorio, eso no significa que deban coincidir necesariamente con las relaciones reales de
filiación consanguínea.
3. El problema básico en relación no sólo a la hipótesis de Gilman, sino a todas las
propuestas sobre el tema, es el de que, hasta ahora, todos los significados atribuídos al

310
Gilman asume como correcto que "the key feature which requires explanation in the Upper Paleolithic Revolution is the
appearance of style in its various manifestations" [1984:121].

347
desarrollo de las expresiones culturales que conforman estilos regionales distintivos, siguen
siendo meras suposiciones, mejor o peor fundamentadas. Pero aún no se alcanzan
explicaciones con el suficiente grado de completud como para hacer notorio el grado de
probabilidad de corresponder, mas que otras, a la realidad. Las proposiciones que se han
formulado son pasos que nos acercan a ese objetivo que consideramos, en principio, alcanzable
aunque no definitivo.
El mismo Wobst, quien ha formulado las sugerencias más interesantes y propone
originalmente que el desarrollo de estilos regionales sería una manifestación del cierre de las
relaciones de parentesco y la constitución de la "sociedad de bandas", comenta que
dadas las desventajas del cierre del sistema de apareamientos en comparación con los sistemas de
apareamientos abiertos, tales como el elevado costo social para el ritual y la comunicación y el
decreciente éxito reproductivo y, suponiendo que el umbral de densidad de población ya ha sido
reiteradamente sobrepasado , uno podría preguntar por qué se habría desarrollado la sociedad de
bandas en este momento particular de la evolución humana. [1976a:55]

En otra publicación del mismo año agrega que


abandonamos el campo del consenso arqueológico cuando consideramos el papel de los artefactos en
el intercambio de información como, por ejemplo, en la simbolización del territorio o de fronteras
sociales, en el contexto ritual, en el sustentamiento de la etnicidad o en la mantención y refuerzo de
redes de apareamiento, relaciones de intercambio o arreglos estructurales [1976b:320]

De modo que es posible que el desarrollo de estilos regionales exprese, como propone Gilman,
la conformación de sistemas económicos de cooperación solidaria. Pero de ahí no se sigue
necesariamente el cierre de los sistemas de apareamiento, aunque podría ser el caso. A la
inversa, es también posible que sea una manifestación de la conformación de unidades sociales
endogámicas, sin que éstas deban coincidir necesariamente con un sistema de alianzas de
cooperación económica.
Antes de ver otras alternativas, es preciso volver al punto acerca de qué es lo que los
registros arqueológicos informan, para lo cual hay que apuntar algunas consideraciones.
3.1 Concordamos con la afirmación de que todas las acciones, así como los objetos
materiales producidos por los hombres, poseen formas culturales 311 ("estilos") y, por lo tanto,
son portadores de diversas clases de información.
Sin duda, la cultura puede ser enfocada semióticamente y, desde éste punto de vista,
siempre dice algo al sujeto que conozca el código y sus contextos. Y, aunque no conozcamos el
código, como cuando escuchamos una lengua desconocida, sabemos que se dice algo, aunque
no sepamos qué. Esto ocurre con los datos arqueológicos como con otros fenómenos de la
realidad (los colores de las tierras "informan" que éstas pueden contener determinados
minerales, un cielo densamente nublado "informa" sobre la posibilidad de lluvia, etc.).
311
Bate, 1978:60.

348
Por lo que se refiere a la cultura y su relación con la cultura arqueológica, habría que
considerar que:
a) Los miembros de una sociedad generan información cultural, material o conductual,
y pueden hacerlo de manera intencional o no intencional. En el primer caso, claro está, las
intenciones pueden ser diversas.
b) La información cultural puede referirse a diferentes actividades o esferas de la vida
y las relaciones sociales.
c) Un mismo elemento o clase de elementos culturales puede portar información sobre
un determinado aspecto de la sociedad o sobre varios de ellos. La "carga" informativa de los
elementos culturales puede ser mayor o menor, y mas o menos directa, en relación a los
diversos contenidos sociales sobre los cuales informan.
d) La singularidad fenoménica del conjunto de formas culturales distintivas de las
actividades de un grupo social es "delatora" de la existencia de diversos aspectos y dimensiones
de las relaciones sociales, independientemente de la intención comunicativa de sus autores.
e) Por lo tanto, el registro arqueológico como efecto, entre otros factores, de las
actividades y objetos culturalmente realizados por una sociedad, puede permitir inferir parte de
la información tanto voluntaria como involuntaria de que es portadora la cultura.
La tarea de la investigación arqueológica es formular hipótesis que nos permitan
acercarnos al conocimiento y explicación del contenido de la información registrada.
3.2. Volviendo a nuestro punto, lo que tenemos hasta ahora son las mejores hipótesis
para dar cuenta del registro arqueológico del llamado paleolítico superior basadas, a su vez, en
hipótesis sobre características estructurales que serían propias de dichas sociedades.
Como ha señalado Wobst, el tipo de información que pueden comunicar los artefactos,
incluyendo el "arte" rupestre y mobiliar o los "adornos personales", es diversa y puede aludir a
diversas dimensiones de la sociedad no habiendo un consenso general sobre su significado312.
Pienso que debemos tomar en cuenta el hecho de que un mismo pueblo puede realizar
diversas actividades y establecer diferentes tipos de relaciones sociales, realizándose en
espacios coincidentes o diferentes. Cada clase de "mensajes" puede materializarse en distintas
clases o tipos de artefactos y es muy posible que los objetos que los portan tiendan a distribuirse
en los espacios en que las actividades o vínculos sociales tenían lugar, o a delimitarlos 313. De
312
Quisiéramos agregar que no hay consenso entre quienes se ocupan de la conceptualización explicativa de las sociedades
que produjeron los restos. Sin embargo, hay algunas palabras mágicas capaces de concitar consenso general, evitando estas
discusiones, como el término de "ritual", altamente socorrido para designar a la mayoría de los vestigios que no sospechamos
para qué sirvieron. Como observa Gamble, refiriéndose a los "restes materials d'una esfera ideològicament anomeada art,
joieria, instruments musicals i objectes rituals" cuya "aparició i proliferació d'aquests objectes és acceptada taxativament com a
reflex del desenvolupament de la complexitat sociocultural entre els caçadors-recol.l ectors del pleistocè tardà, i és utilitzada
com a 'fòssil-director' col.lectiu pel comportament ritual..." [1990:214, subrayados míos].
313
Esto es particularmente posible cuando hay una intención comunicativa en que emisores y receptores no se encuentran
personalmente [Wobst, 1976b:322].

349
ahí que no resulta necesario que las distribuciones de artefactos portadores de información de
diferente contenido social coincidan en los mismos espacios.
Sin duda, el conjunto de vestigios producidos por una sociedad comprende diversos
artefactos o rasgos que pueden poseer elementos estilísticos portadores de información,
intencional o no, integrando conjuntos culturales altamente idiosincráticos. Pero habría que
intentar discriminar qué tipo de información contienen las diferentes clases de artefactos o
configuraciones de rasgos estilísticos dentro de cada conjunto cultural o cultura arqueológica.
Considerando que puede haber interpenetración espacial de los mensajes indicativos de las
relaciones entre grupos socioculturalmente distintos.
Pensamos que algunos de los estilos marcados por la tipología de artefactos líticos o el
arte rupestre podrían corresponder al uso de un territorio cuya explotación requeriría de la
organización espacial y temporal de determinadas secuencias de actividades en sistemas
específicos de complementación económica, que equivaldrían a lo que Binford denomina
"complejos situacionales". Los cuales tampoco implican coincidencia necesaria con los
sistemas comunales de relaciones sociales de producción o de filiación.
Un punto que nos parece importante hacer resaltar se refiere al hecho de que, en
cualquiera de estas tres situaciones posibles -que no excluyen otras- se trataría de procesos de
conformación de relaciones sociales bajo condiciones de presión demográfica, donde la
densidad poblacional relativa requeriría de la racionalización del acceso y uso del territorio y
los medios naturales de producción. Al menos ésta es la condición que supone Wobst para el
cierre de las redes de apareamiento y Gilman para los sistemas de solidaridad económica.
Además, cual fuera de éstas u otras dimensiones de las relaciones sociales que
conforman una comunidad de cazadores recolectores, estaríamos de acuerdo en que los
marcadores tipológico estilísticos exhibirían, mas o menos intencionalmente, una identidad
corporativa de los grupos o subgrupos que las integran.
4. Tanto en la propuesta de Gilman, como en la de Wobst en que aquélla se sustenta, el
supuesto de la identificación de las relaciones de producción y filiación, se basa en un cálculo
de la relación costo/beneficio cuyo carácter necesario -requisito de cualquier explicación
causal basada en principios tipo ley- no nos parece evidente.
Aún sin entrar a cuestionar tal principio314, nuestra observación se refiere a que la
evaluación de los costos y los beneficios en una sociedad cazadora recolectora podrían
responder a parámetros diferentes, dependiendo de cuál fuera la lógica real de la estructura y
causalidad histórica de dichas comunidades. Y, en nuestro caso, de la corrección objetiva de la
concepción teórica sobre las mismas.
Así, por ejemplo, no me atrevería a sostener enfáticamente que el costo de la
mantención de un sistema de relaciones sociales de reciprocidad solidaria o de filiación

314
Básico para el materialismo cultural, al igual que el principio del menor riesgo [Harris, 1982; Price, 1982].

350
reproductiva sea un factor que incida necesariamente en la tendencia a reducir el tamaño de las
comunidades, al menos al punto de poner en riesgo las relaciones fundamentales de
reciprocidad económica y la reproducción biológica.
4.1. En el planteamiento original de Wobst se parte del supuesto explícito de que los
"grupos locales" o "bandas mínimas" poseen un determinado territorio en el cual desarrollan las
actividades económicas de apropiación y producción y desde el cual hay que salir para
establecer cualquier relación o actividad social con otros grupos, que propicie oportunidades de
reforzar las relaciones de reciprocidad y de encontrar parejas. Bajo la condición de posesión de
localidades fijas, resultaría antieconómico extender la red de relaciones sociales, principalmente
porque implicaría desatender las actividades productivas para dedicarse a la "vida social". El
costo, lógicamente, se incrementaría al aumentar la distancia de los desplazamientos.
Como el mismo Wobst lo ha advertido posteriormente, este supuesto no es
generalizable. Y, desde luego, no se puede fundar una explicación de orden general en premisas
que no lo son.
Si bien es cierto que "la visión tradicional del hombre paleolítico como el eterno
nómade de la prehistoria no puede ser sostenida" [Wobst,1974:152], al menos como una
característica general de las sociedades cazadoras recolectoras, la de los grupos locales
enquistados en su campamento base con su "territorio de dos horas de camino" o su "área de
captura" que obedece más a la "tiranía de los constructos etnográficos" [Wobst,1978:304]
erigidos sobre las observaciones de cazadores recolectores contemporáneos, tampoco es
generalizable. Como no lo son los supuestos de Wobst sobre la ausencia de medios de
transporte en el "paleolítico".
Por lo demás, aún en los casos en que sí hay grupos residenciales definidos, como
entre los s'elknam de Tierra del Fuego, que poseen un territorio consensualmente determinado,
nunca permanecen éstos mas de una semana sin mudar de campamento. Y si son capaces de
mudar permanentemente de lugar transportando todos sus enseres, en términos de "costo" da lo
mismo que lo hagan dentro de su "área de captura", que es de más de dos horas de camino, o
mudando de localidad, que es lo que hacen cuando salen de visitas.
En otro lugar, hemos mostrado que la rotación de las "bandas mínimas", que es una
alternativa posible, permitiría resolver los problemas básicos que, en el planteamiento de
Wobst, resultan condiciones limitantes, tales como el "gasto" que significa compartir cuando
para ello hay que salir del área residencial fija. Además, y sobre todo, las desigualdades de
acceso a los recursos del medioambiente y las que surgirían de las diferencias entre las
posiciones centrales y la periferia. Mostramos que, aún la distribución mas "antieconómica" y
menos igualitaria en la concepción de Wobst, que sería la distribución linear, puede permitir
igualdad de oportunidades de acceso a medios de diferente productividad natural y de
posibilidades de apareamiento, optimizando el uso de los recursos económicos destinados a la
sustentación del sistema de relaciones sociales, si es que se establecen las normas adecuadas de

351
circulación de las hordas o bandas mínimas de manera que coincidan los contactos sociales con
los movimientos orientados a la explotación económica de los recursos naturales 315.
4.2. Por otra parte, se ha mostrado que las sociedades cazadoras recolectoras son las
que disponen de la mayor proporción de tiempo libre. Se trata, en nuestra opinión, de que las
técnicas para asegurar la alimentación son fundamentalmente apropiadoras. Lo que significa
que la sociedad no somete a las especies vegetales y animales que les sirven de sustento, a un
control directo de su reproducción biológica, dependiendo básicamente de su productividad
natural. De ahí que se tiende a equilibrar la relación entre la población y los recursos
alimentarios accesibles a través de las técnicas de recolección y captura. Por lo mismo, debió
aprenderse históricamente la tendencia a limitar la apropiación para evitar una
sobreexplotación catastrófica que llevase a los recursos biológicos a la extinción.
De ahí que hay un límite al aumento del volumen de la producción que no depende de
la sociedad. El mismo incide en una regulación de la densidad demográfica (que tampoco
depende sólo de la voluntad social de reproducirse), tendiendo a establecer y mantener
determinadas distancias geográficas medias entre los grupos vecinos, sean unidades domésticas
aisladas o agrupadas en "bandas mínimas".
A su vez, limitada la posibilidad de aumentar los volúmenes absolutos de la
producción, el desarrollo tecnológico posibilita la reducción del trabajo socialmente necesario
para asegurar la subsistencia, aumentando la disponibilidad de tiempo libre, que se puede
dedicar a la mantención de las actividades y compromisos sociales 316.
Estas consideraciones permitirían sugerir una propuesta diferente de la de Gilman,
también compatible con una posición histórico materialista y no menos válida en términos
lógicos: que el desarrollo tecnológico -o, mas bien, el aumento de la productividad del trabajo-
propio del paleolítico superior, habría permitido la conformación y desarrollo histórico de un
un sistema estable de relaciones sociales de producción, consolidando las seguridades basadas
en la reciprocidad y asegurando igualmente las posibilidades de apareamiento y
reproducción317. De modo que, si bien las relaciones de filiación tenderían a coincidir con las
relaciones de producción por razones económicas, su cierre endogámico no sería un requisito
necesario.
En otras palabras, el aumento de las fuerzas productivas haría posible el
mantenimiento, bajo la forma de un sistema de alianzas y a través de la inversión en diversas

315
Ver Bate, 1990:116-119. La posibilidad de sistemas de localidades en distribución linear no se plantea sólo como una
alternativa teórica, sino a partir de la observación de los ejes de ocupación entre el mar y tierras altas de las comunidades
andinas del modo de vida I.
316
Sobre todo, cuando no parece haber jornadas demasiado agotadoras que exigieran mucho descanso, ni un rango muy
variado de excitantes diversiones, como la televisión, el cine, el futbol, las novelas policiales u otras que hicieran tan deseable
no ser importunado en los ratos de ocio.
317
Esto concordaría con la opinión de diversos autores que, como White, suponen que el paleolítico superior se caracterizaría
por el establecimiento de relaciones que no existirían en el paleolítico medio. Sin embargo, para contrastar la propuesta, habría
que poder demostrar -al menos argumentalmente- que no existió tal sistema de relaciones sociales de producción en el
paleolítico medio.

352
actividades de refuerzo social, de relaciones sociales de producción que, siendo fundamentales,
adquieren un carácter necesario. El desarrollo de los estilos regionales manifestaría también el
proceso de conformación de las diversas dimensiones de las relaciones sociales.
5. Tampoco es evidente que el desarrollo demográfico haga necesaria -ni claramente
deseable - la limitación de las obligaciones con los vecinos. Menos aún, que ésta tendencia
constituya un polo de la contradicción principal del modo de producción.
Igualmente podrían encontrarse, en una concepción materialista histórica, argumentos
en contrario. Partimos del supuesto de que el establecimiento de un sistema de alianzas que
regula las relaciones de reciprocidad y cooperación constituiría una forma de estabilizar una
economía que es estructuralmente precaria. La precariedad obedecería a las condiciones que
impone una economía fundada en la apropiación de alimentos, como el hecho de que no se
controla la reproducción y disponibilidad natural de las especies alimenticias, que el acceso a
los recursos condiciona diferentes sistemas de movilidad que, generalmente, no permiten
transportar intrumental de repuesto ni cargar reservas de alimentos, o que los ciclos producción-
consumo son breves y no pueden ser interrumpidos por tiempos mayores, Así, las unidades
doméstica o las "hordas" están expuestas a eventualidades que pueden amenazar la
susbsistencia. No obstante, nadie morirá de hambre ni se verá sometido a carencias graves en
tanto participe de un amplio sistema de relaciones de reciprocidad.
El incremento de la producción, cuando la productividad natural y el desarrollo de las
tecnologías adecuadas lo permiten, incide efectivamente en el desarrollo demográfico, de modo
que la sociedad mantiene o acorta la distancia de equilibrio entre población y disponibilidad de
recursos accesibles a la tecnología apropiadora. Pero, en caso de restricciones ocasionales de
recursos, las posibilidades de migración se verían limitadas por las posesiones territoriales de un
número mayor de vecinos. Por lo cual sería mas bien deseable ampliar la red de compromisos
de reciprocidad.
Podemos pensar que, si las relaciones de producción basadas en la reciprocidad
resuelven los riesgos de unas fuerzas productivas precarias, entonces la mantención de esa
precariedad resultaría un mecanismo social que hace necesaria la permanencia de esas
relaciones de producción, consolidándolas.
En éstos términos, cuando se posibilita la elevación de la productividad y la
producción, el aumento de la población y un consecuente incremento en los "gastos" de
mantención de las relaciones sociales -así como la inhibición de la producción sistemática de
plusproductos- podrían ser formas efectivas de mantener conservadoramente la precariedad de
las fuerzas productivas, para requerir de la reproducción de las relaciones sociales de
producción. Sería la particularidad que adquiere en éstas sociedades un aspecto característico de
la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción que se da en
cualquier sociedad.

353
Dejemos, por el momento, estos comentarios para contrastar estas diversas
proposiciones con los problemas que se nos presentan en Sudamérica.

V. ¿ Qué "paleolíticos" hubo en Sudamérica?.


Aplicar los criterios empleados para distinguir al paleolítico superior del paleolítico medio a los
cazadores recolectores sudamericanos conocidos a través de los vestigios arqueológicos, no sólo
presentaría algunas dificultades sino, sobre todo, nos llevaría a plantear algunos problemas
conceptuales aún pendientes, tanto en América como en Europa.

1. En cuanto a los "indicadores" arqueológicos, sin entrar en mayores detalles,


podría decirse que hay dos de las tres más antiguas poblaciones sudamericanas que, con las
debidas ponderaciones, podrían clasificarse en el "paleolítico superior", por lo menos a partir
del onceavo milenio a.p., como son los que hemos denominado modos de vida I y II.
Cierto es que los estudios sistemáticos de las industrias líticas son escasos y, más que
nada, poco homogéneos. De modo que no es posible indicar con mucha precisión qué tanto los
"tecnocomplejos" autóctonos se diferencian de un paleolítico medio de tipo "musteriense".
Seguramente los "índices de laminaridad" serían, en general, más bajos que en el paleolítico
superior de Europa centro-occidental, aunque en algunas zonas esta técnica se empleó con cierta
abundancia (como en el "mordanoide" del Caribe, El Inga y otros en Ecuador, Tulán y el
aguilarense en los Andes centro-meridionales o el casapedrense de la Patagonia). Es posible que
las raederas y raspadores laterales sean tan abundantes como los raspadores terminales,
mientras los denticulados y, sobre todo, los buriles, son francamente escasos.
Tal vez los arqueólogos americanos han prestado mayor atención al empleo de la talla
por presión para producir instrumentos bifaciales, como puntas de proyectiles y hojas de
cuchillos. Como las puntas del complejo El Llano de Norteamérica, las hojas bifaciales de
Taltal (Chile) y en particular las que constituyen ofrendas funerarias, nada tienen que envidiar
al solutrense. Es cierto que hay algunas "culturas" sin puntas, como el casapedrense, que posee
en cambio una desarrollada industria de láminas y una marcada especialización en la caza de
guanacos, con boleadoras trabajadas con técnicas "neolíticas". Cuando se conservan los restos
óseos hay una variedad de instrumentos trabajados con diferentes técnicas, incluyendo
desbastado, pulimento y grabados decorativos y, además de punzones, leznas o anzuelos (que
también se fabrican en conchas) hay "adornos personales" y hasta instrumentos musicales. Las
cuentas de piedra y de concha o de dientes de animales son, en algunos casos, abundantes y no
faltan los "bastones" de astas de cérvido horadadas.
Los fogones son rodeados de piedras y hay cementerios que indican especiales
cuidados hacia los muertos, desde fardos con especiales envolturas de pieles hasta elaboradas
formas de momificación intencional, incluyendo ofrendas de objetos que resultan
"identificadores" de su pertenencia cultural.

354
En el arte rupestre, que en algunas regiones se desarrolla con profusión contribuyendo
a caracterizar marcados estilos regionales, hay una constatación interesante. Y es que, en el área
noroccidental de Sudamérica (Ecuador, Colombia, Venezuela) donde coexistieron en el mismo
territorio y por varios milenios las poblaciones de los modos de vida I y III, esta manifestación
es casi inexistente, al menos por lo que se reporta en la literatura actualmente disponible. Y si
bien puede haberlo, no sería una expresión notable, como en el resto del continente meridional.
El modo de vida III, en cambio, es bastante mas difícil de ubicar en éstos esquemas. La
industria lítica no posee ninguna estandarización. Los instrumentos se producen retocando
lascas obtenidas por percusión directa sin una sistemática definida y no incluyen puntas de
proyectil diagnósticas. Si nos limitásemos a la industria lítica, sería muy difícil determinar la
variación entre conjuntos en términos de funcionalidad y la variación morfológica puede
atribuirse en gran medida a la disponibilidad local de las materias primas.
De modo que, con base en éstos indicadores -base de la mayoría de las comparaciones-
, no se puede atribuir el conjunto a un paleolítico superior. Pero tampoco presenta ninguna
característica asimilable al paleolítico medio. Desde luego, no hay nada comparable a las
técnicas levallois 318. Ni siquiera puede decirse, en realidad, que se trate de una "industria de
guijarros", ya que lo que se utilizaba eran principalmente las lascas.
También el hueso se usó frecuentemente, trabajado con técnicas de percusión y
torsión, para sustituir a la piedra en la confección de instrumentos igualmente simples y
expeditivos.
No obstante, embancaban sus fogones con barro, producían artefactos con técnicas
"neolíticas" de piqueteo y abrasión, entrerraban a sus muertos con formas pautadas incluyendo
el uso de ocre rojo y solían acompañar entierros primarios con paquetes funerarios de entierros
secundarios cuidadosamente dispuestos.

2. En lo que respecta a las características socioculturales inferidas, se plantean


problemas interesantes, por lo pronto, en relación a la organización de las "actividades de
subsistencia" y a lo que éstas, vistas globalmente como "sistemas organizativos", significan en
términos de capacidad de previsión. Nos limitaremos a éste punto, para no extendernos
excesivamente.
Puesto el problema en los términos de Orquera, quien busca hacer mas flexible las
clasificaciones del paleolítico y entiende al inferior, medio y superior como estadios o etapas de
un proceso creciente de adaptación y eficiencia en la exploltación del medio [1984:83], los
modos de vida I y II presentarían mas atributos del paleolítico superior, sin haber alcanzado el
máximo de especialización que exhiben las culturas de Europa occidental. Por lo que se refiere
al modo de vida III, de los cinco indicadores arqueológicos que considera (tecnología y

318
La única forma algo recurrente y parecida a las "puntas levallois" primarias, procede de los sitios de la sabana de Bogotá.
Esta se debe a que la materia prima mas abundante es lidita de forma tabular y resulta de percutir cualquiera de sus aristas.

355
tipología lítica, industria del hueso, arte y adornos personales y variación interconjuntos) cuatro
de ellos lo situarían en un paleolítico inferior o medio. Y si consideramos que en toda el área
noroccidental tampoco presentan arte rupestre, no habría nada que permitiera pensar, en
términos evolutivos, que tuvieran algo que ver con el paleolítico superior. Su industria lítica y
ósea representaría, en realidad, el extremo de una estrategia generalizada, si bien sabemos que
en el área de coexistencia con el modo de vida I desarrollaron opciones preferentes hacia la
explotación de determinadas especies y nichos ecológicos con lo cual, tal vez, se evitaron
potenciales conflictos de competencia por recursos.
Visto en los términos de Binford, todos los cazadores sudamericanos mostrarían
sistemas logísticamente organizados. Los patrones de asentamiento del modo de vida III están
poco estudiados, pero los restos indican que cubrirían largas distancias complementando
recursos desde el mar hasta las tierras altas. Tal vez los únicos que, en algunas regiones,
presentarían una explotación de tipo "forrajero" serían los cazadores del modo de vida IV, que
poseían una particular industria lítica sobre láminas, bastante estandarizada.
Más útil en este sentido puede ser el criterio que propone para interpretar las
diferencias entre conjuntos del paleolítico superior como resultado de diferentes sistemas de
organización tecnológica. Por lo que habría unos "tecnocomplejos" basados más en el sentido
de la oportunidad y otros en la previsión. Los tecnocomplejos basados en la previsión implican
un mayor esfuerzo en la producción de los instrumentos ya que, una vez usados, se recuperan
para volver a ser utilizados. Las tecnologías basadas en la oportunidad invierten poco esfuerzo
en la producción de instrumentos que serán usados y descartados. De ahí que, para evaluar estas
diferencias, más que precisar la proporción de determinados tipos en cada conjunto, habría que
poner énfasis en cuantificar la inversión de trabajo requerida para la producción del
instrumental [ver Champion, Gamble et al.,1988:79]. Bajo este ángulo, los modos de vida I y II
no sólo estarían organizados logísticamente, sino también sus sistemas tecnológicos estarían
basados en la previsión. El modo de vida III, en cambio, aún cuando tuviera una estrategia de
subsistencia logísticamente organizada, poseería una tecnología de la piedra tallada basada
exclusivamente en la oportunidad y no en la previsión.
Estas consideraciones nos llevan a ver alguna de las razones por las que habría sido un
error tomar al paleolítico de Europa centro-occidental como el modelo de referencia para
establecer una caracterización general del paleolítico. Y, sobre todo, considerar a la forma más
desarrollada de su paleolítico superior como la forma paradigmática por excelencia de su
manifestación evolutiva mas "madura" o acabada, por el hecho de presentar la mayor
especialización, estandarización de manufacturas, organización logística de la subsistencia y
sentido de la previsión.
Es razonable pensar que tal afirmación tenga sentido y sea correcta para el contexto
ambiental específico en que se da. Y tiene sentido que también Binford lo acepte como modelo,
desde que su concepto de explicación de los procesos sociales debe ser "externa y ecológico-
evolutiva".

356
Pero en realidad, hasta los magdalenienses, con todo su arsenal altamente
estandarizado, habrían muerto de hambre a la espera de alguna manada de cualquier especie en
los manglares habitados por el pueblo del modo de vida III donde, aún en los sitios costeros,
éstos conseguían la mitad de su ingesta de proteínas animales a través de la caza de venados. Y
donde, a pesar de su aparente "imprevisión", tuvieron la oportunidad de desarrollar rápidamente
la primera revolución "neolítica" americana, estableciendo grandes aldeas con elevado sentido
de la organización (como Real Alto), cultivando maiz, frijoles (judías) y otras especies,
desarrollando textilería a telar y una cerámica de alta calidad319.
Por otro lado, difícilmente podría realizarse mejor el sentido de previsión orientado por
la "eficiencia e integración con su ambiente" [Orquera, 1984:83] que como lo hizo el modo de
vida I, consiguiendo la máxima optimización posible en el aprovechamiento de sus recursos,
para mantener un incremento demográfico consistente hasta desarrollar también una agricultura
variada, combinada con la domesticación de animales y eficientes sistemas de apropiación
marina en la región más desértica del mundo.
Lo que queremos señalar es que "la máxima especialización posible" habría resultado
una estrategia del todo inadecuada en términos de previsión, eficiencia máxima e integración a
un medioambiente, cuando una dependencia mayor en cualquiera de las especies explotadas las
habría llevado a la extinción, al menos con técnicas apropiadoras.
La diversificación es también parte de una estrategia que aprovecha las ventajas de la
"generalización" y que, permitiendo racionalizar la administración de los recursos bióticos
accesibles a la captura y recolección sin correr el riesgo de extinciones, a través de la
organización adecuada de sistemas de asignación de la fuerza de trabajo en una distribución
espacio-temporal de las actividades, implica un elevado nivel de previsión.
De ahí que resulta inadecuado evaluar el nivel de desarrollo evolutivo de las
sociedades cazadoras recolectoras de cualquier parte del mundo, intentando ver qué tanto se
parecen a la cultura material del modelo europeo occidental.
Es verdad que las posiciones teóricas que comparten una concepción evolucionista
requieren de formulaciones de los procesos que, a la vez de tener un caracter general, posean la
flexibilidad necesaria para hacerla compatible con la explicación de la diversidad de los casos
singularmente concretos. También compartimos la opinión de que las sociedades no están
obligadas a pasar necesariamente por todad las etapas de la evolución. Mas bien, nunca existió
ninguna que lo hiciera, manteniendo su identidad cultural.
Pero si resulta que tenemos algunas "proposiciones de rango medio para comprender
funcionalmente" los sistemas organizativos de la sociedad [Binford] o "abstracciones que
creamos para entender mejor la acción de las fuerzas reales" [Orquera, 1984:84] y que nos

319
La hipótesis sobre una colonización transpacífica venida del Japón han sido abandonada, desde que se observó que la
cerámica de la fase Kyushu de la secuencia de Jomón, con la cual las vajillas de la cultura Valdivia guardan gran semejanza,
era sólo un par de milenios posterior a ésta.

357
permitirían identificar las tendencias de los procesos, según las cuales podríamos encontrarnos
hace seis milenios con una población oportunista del paleolítico inferior desarrollando un
proceso primario de revolución neolítica, mientras los esquimales quedan presos de su elevada
previsión y organización logística, cazando caribúes hasta el siglo XX, es que realmente no
sería una exageración solicitar las explicaciones que debería haber detrás de tales abstracciones.
Donde la alta eficiencia y adaptación o la compenetración ideológica con el medioambiente
probablemente no serían suficientes.
También es verdad que los dos autores que hemos citado, explícitamente advierten que
no pretenden que tal comprensión funcional o tales abstracciones sean explicativas de los
procesos de cambios, sino que están destinados a identificar, describir y ordenar el
conocimiento de los procesos reales. Lo cual es perfectamente válido. Sin embargo, hemos
querido llamar la atención sobre este punto en el sentido de que una posición teórica consistente
debería ser capaz de mostrar las conexiones entre sus propuestas ontológicas y las categorías
orientadas metodológicamente a la investigación. Las que, por lo demás, en éstos casos sin duda
existen, pero sólo se harían evaluables si fueran explícitas, como sucede con la comentada
proposición explicativa de Gilman.
De otro modo, la "investigación de rango medio" resulta una manera de quedar
indefinidamente a medio camino entre la descripción y la explicación nomológica, sin
arriesgarse a la evaluación de los supuestos ontológicos implícitos que hasta es posible que el
investigador desconozca realmente. No pretendemos identificar ni confundir las diferencias
entre las proposiciones de los autores citados pero, para cualquier caso, es válido afirmar que el
objetivo de la investigación científica es descubrir y formular explicaciones de orden general
320
. Todas las propuestas orientadas a ese fin pueden ser importantes contribuciones al
conocimiento científico y consideramos que las que hemos referido lo son. Pero también es
importante que estos aportes no se extravíen en el limbo del "rango medio".

3. En el terreno de la explicación causal de los procesos eventualmente ocurridos, no


hay formulaciones específicamente para Sudamérica, como las hay para Europa, incluyendo las
que pretenden que el "telón de fondo" de la ecología constituiría un "marco teórico",
supuestamente explicativo de los procesos sociales.
Por lo demás, si hubiera propuestas particulares de explicación para los procesos
acaecidos en ese continente, incluyendo el de su poblamiento inicial, deberían ser compatibles
con una formulación general válida para cualquier momento y lugar en que hubieran ocurrido.
Por ahora, sólo tenemos las conjeturas que hemos mencionado y que, en el nivel en que están
formuladas, si no carecen de la pretensión de ser "teorías", sí carecen de cualquier condición de
posibilidad explicativa.

320
Este objetivo se supone que sería compartido o, por lo menos, aceptado por las diversas posiciones teóricas respecto a lo
que se entiende por ciencia. En nuestro caso, pensamos que el objetivo del descubrimiento de diversas regularidades de orden
general debería ser el permitir dar cuenta, en sus concatenaciones específicas, de las singularidades de la realidad concreta.

358
En éste punto, y a la luz de los antecedentes revisados, queremos acotar sólo un par de
implicaciones específicas que podría tener la cuestión del poblamiento temprano de América.
1) La presencia de poblaciones con manifestaciones culturales como las del modo de
vida III hace razonable abrir conjeturalmente algunas posibilidades que han estado
generalmente fuera de las consideraciones de los investigadores del paleolítico europeo.
En primer lugar, se refiere a la posibilidad de existencia de pueblos que tendrían un
tipo de organización social similar a la del denominado "paleolítico superior", pero con un
registro arqueológico que escapa sensiblemente a las caracterizaciones que se han hecho de éste
estadío del desarrollo.
Esto nos lleva a observar, por otro lado, que no hay nada que lo vincule con etapas
previas similares a las del paleolítico medio, caracterizado principalmente por las tradiciones
tecnológicas y tipológicas del musteriense. De ahí que sería difícil ubicar a sus culturas
antecesoras en un "paleolítico medio" como etapa evolutiva previa, tanto como determinar en
qué tipo de paleolítico inferior pudo haberse originado 321. Por lo mismo, tampoco puede
atribuirse su autoría al neanderthal y es altamente más probable que sus ancestros, como el
"hombre moderno", se deban buscar fuera de Europa, hacia el oriente.
Estas circunstancias hacen que todas las consideraciones acerca de las limitaciones
adaptativas, tanto biológicas como culturales, que se han argüído para explicar la incapacidad
del binomio neanderthal-musteriense para colonizar los ecosistemas de las altas latitudes 322 no
sean aplicables a un posible sapiens cuyas capacidades biológicas o culturales desconocemos.
Sólo sabemos que, en tiempos "tardíos", ha sido capaz de alcanzar elevada eficiencia a través de
una estrategia de subsistencia altamente generalizada.
Si tomamos en cuenta:
a) La observación de Roebroeks et al., citando a Guthrie [1990] y Storch [1969] en
cuanto a que la información sobre los grandes mamíferos del pleistoceno
indica que existió una estepa árida muy productiva a través de Eurasia y Alaska, aún en el máximo
del último glacial. La evidencia de mamíferos fósiles sugiere que las áreas septentrionales libres de
hielo tuvieron tanto una mayor capacidad de carga como mayor diversidad de grandes mamíferos
durante el pleistoceno que las que vemos hoy. [1992:558]

O el comentario de Graves quien dice


concuerdo plenamente en que Siberia no fué un medioambiente altamente marginal durante el último
glacial. Con el aparente retroceso de la taiga y niveles del mar mas bajos, Siberia y Beringia
probablemente fueron ricas en biomasa secundaria. [Id.:572]

321
En todo caso, sería mas probable que derivase de alguna "industria de guijarros" que de alguna otra industria de las
conocidas.
322
Aún cuando ya hay registros de paleolítico medio en Rusia, cerca de Perm, a 58° N.

359
b) Que Lorenzo [1985] ha estimado razonablemente que las condiciones mas
adecuadas para la existencia de un puente terrestre habitable en Beringia se dieron entre hace
70.000 y 40.000 años.
c) Que ya entre 90.000 y 60.000 tenemos en el Cercano Oriente (Zuttiye y Qafzeh)
restos de sapiens considerados anatómicamente modernos, aunque en contextos musterienses
[Otte, 1990:147] y nada impide que para esas fechas hubiera, sea algún otro tipo de sapiens
arcaico sin las mismas características del neanderthal o ya el mismo "hombre moderno"
accediendo a las estepas asiáticas y en capacidad de colonizar las latitudes boreales que daban
acceso a América 323.
Podríamos concluir que, aún si se aceptaran los argumentos sobre la incapacidad de los
hombres del paleolítico europeo para poblar las regiones que permitirían alcanzar América 324,
la posibilidad de que ésta fuera ocupada por otros sapiens, arcaicos o modernos, con otras
estrategias de subsistencia, es una posibilidad perfectamente abierta, sobre la cual está lejos de
haberse dicho la última palabra.
2) Vale la pena observar que, si realmente los primeros habitantes del nuevo continente
sólo hubieran sido pueblos del paleolítico superior típico del Viejo mundo, podrían haber
pasado algunos milenios antes de que desarrollaran la configuración característica de los rasgos
de ese nivel de organización o evolución social, como es la conformación de estilos regionales
propios y distintivos. De hecho, por ejemplo, en el área donde se distribuye el modo de vida II,
incluyendo algunos sitios tempranos de la vertiente andina occidental y posiblemente
vinculados al mismo, tenemos que -aunque todavía escasos- los vestigios anteriores al 11.000
muestran una industria de grandes lascas retocadas marginalmente para producir instrumentos
(raederas, raspadores, cuchillos) con aire de familia "musteroide", pero aún indiferenciada. En
los términos de Menghin , constituiría el "substrato protolítico" temprano en el área.
Sin embargo, debemos tomar en cuenta que las principales explicaciones posibles para
el desarrollo de los estilos regionales, trátese de la constitución de sistemas de cooperación
económica solidaria (relaciones sociales de producción), del cierre de los sistemas de
apareamiento (relaciones sociales de reproducción) o de la definición de sistemas de
complementación económica (relaciones técnicas de producción), serían relaciones que se
conforman bajo condiciones de relativa presión demográfica. Pero seguramente, tanto en las
florestas o estepas asiáticas nororientales como en el extenso continente americano, pudo
transcurrir un par de milenios antes de que se dieran las condiciones de densidad demográfica
que harían necesarias las manifestaciones típicas del paleolítico superior,

323
En cuyo caso, el "jardín del Edén" podría haber sido mas florido de lo que se supone.
324
Resulta, en verdad, una concepción bastante eurocéntrica el suponer que América no pudo ser ocupada si no fuera por los
mismos europeos.

360
En suma, aún cuando América sólo hubiera sido habitada por cazadores recolectores
del "paleolítico superior", por un buen tiempo el registro arqueológico difícilmente los
presentaría como tales.

VI. Estado actual del problema: una cuestión conceptual.


Lo anterior nos lleva a la necesidad de preguntar por el contenido del término de "paleolítico
superior" y si es que éste tiene verdaderamente una connotación objetivamente general como
para hacer de utilidad su empleo fuera del ámbito específico donde se ha generado
históricamente.
Hasta ahora, las discusiones sobre el surgimiento y características de las sociedades
cazadoras recolectoras del denominado "paleolítico superior" se han centrado
fundamentalmente en la referencia al modelo europeo occidental.
El desarrollo de las investigaciones sobre el tema ha conducido a la necesidad de
intentar formalizar el concepto, sea en términos de un conjunto de indicadores arqueológicos
que permitirían su identificación a nivel descriptivo, sea como una enumeración de
características inferibles de la organización social que darían cuenta de esos indicadores o,
todavía, de la posible explicación de la causalidad de su desarrollo, buscando dar cuenta de sus
manifestaciones fenoménicas y del registro arqueológico.
Sin embargo, la generalización del concepto, tal como está planteado hasta ahora, se
resistirá a la inclusión de una serie significativa de "casos" fuera del continente europeo, cuando
se sobrepase el nivel superficial en el manejo de la información. Y, sin duda, es básico en la
formalización de un concepto científico, junto con precisar su contenido, intentar determinar su
nivel objetivo de generalidad o inclusividad.
El supuesto que hay tras tal objetivo es el de que el "palolítico superior" comparte
algunas características comunes con otras sociedades cazadoras recolectoras, es decir, que
corresponderían a un tipo general de sociedad. En el contexto de las posiciones teóricas que
participan de una concepción evolucionista de los procesos históricos, se intenta saber qué
caracaterizaría a la etapa o fase del desarrollo en que se incluiría el paleolítico superior europeo,
bajo el supuesto de que, como tal, se trataría de un tipo de sociedades que también se desarrolló
en otras áreas del planeta.
En este intento de caracterización, quienes arrancan del modelo clásico han buscado
evaluar qué atributos de estas sociedades son generalizables. Y se ha comenzado por los
atributos del registro arqueológico cuando, con gran probabilidad, nunca se llegará a conformar
un listado aplicable a todas las sociedades que podrían compartir un tipo de organización social
común con ese paleolítico superior. Seguramente, éstas se manifestarán en diferentes
configuraciones alternativas a nivel del registro arqueológico.

361
No cabe duda que, aunque todavía escasas, las propuestas y debates en busca de una
explicación causal nomotética del proceso de surgimiento y conformación del paleolítico
superior han sido mucho mas fructíferas en relación al objetivo de generalización conceptual.
Sin embargo, es mi opinión la de que, en el medio de la arqueología de las sociedades
cazadoras recolectoras, se ha omitido el enfrentamiento de una cuestión central. Y es el de la
formalización teórica de un concepto general que intente dar cuenta de qué tipo de sociedades
se trata. De qué es lo que caracteriza substantivamente a esta forma de organización social y
qué la diferencia de otro tipo de sociedades.
Hasta ahora, de hecho, se ha intentado elaborar un "listado de lavandería" de atributos
propios del "paleolítico superior": que se basaría en sistema de alianzas, que la tecnología puede
organizarse de acuerdo a diferentes estrategias, que habría un importante desarrollo de la
representación simbólica, que el establecimiento de relaciones sociales requeriría de actividades
rituales, etcétera. Pero no se ha propuesto y discutido una concepción teórica que integre
orgánicamente tales atributos, de manera que se pueda comprender y explicar lógicamente las
características estructurales y causales de ese tipo de sociedades, entendidas como totalidades.
Tampoco se han sometido sistemáticamente a análisis los atributos reconocidos por la
etnografía [v.g., Lee y DeVore, 1968] para sociedades que, por lo menos, compartirían con el
paleolítico superior una economía basada en tecnologías apropiadoras y lo que se ha hecho es
tomar aisladamente o relacionar sólo algunas de esas características. Menos aún se ha intentado
someter a análisis y contrastación concepciones teóricas formuladas orgánicamente, como la de
Service [1973].
Del mismo modo, en las propuestas más avanzadas de explicación causal del
surgimiento del "paleolítico superior", se ha carecido de una concepción teórica de qué es una
sociedad cazadora recolectora de ese tipo. Y si bien se ha buscado integrar diferentes aportes,
que sin duda son pertinentes, la falta de explicitación de la lógica interna del sistema social y su
relación con la naturaleza, lleva inevitablemente a agregaciones eclécticas que difícilmente
resistirían un análisis de compatibilidad.
Aún dentro de la tradición marxista, los precursores trabajos de Engels o de Childe
que, en su momento fueron una contribución notable, son hoy de una insuficiencia abismal para
tratar con el cúmulo de información y problemas que se plantean a la investigación de la
historia concreta. Además, las mismas periodizaciones generales de las sociedades comunales
primitivas y clasistas precapitalistas adolecen de una sorprendente falta de homogeneidad
teórica.
Pensamos que éste es uno de los retos que hoy no puede eludir la investigación
arqueológica de las sociedades cazadoras recolectoras. Tal vez, una opción sea aceptar que el
término de "paleolítico superior" no es generalizable como una etapa del desarrollo histórico
evolutivo de las sociedades y que exprese sólo una vía particular de ese desarrollo (un modo de
vida), común a aquellas sociedades que sí compartan algunas características básicas de esa

362
etapa del desarrollo europeo centro-occidental. Tal vez haya que concluir que el "paleolítico
medio" tampoco fué una etapa general necesaria en el proceso de hominización. O que no todas
las sociedades que basaron su economía en la caza y recolección tuvieron un mismo tipo o nivel
histórico de organización social.
Pero, para ello, debemos podernos referir a conceptos generales que nos permitan, por
ejemplo, la evaluación del nivel de desarrollo de una sociedad que no se limite al concepto de
tecnología que, a secas, es ostensiblemente insuficiente. Para todo esto habrá que trabajar en la
formalización y discusión de propuestas que contextúen estos problemas como aspectos de una
totalidad dinámica y que, como consecuencia, permitan definir configuraciones alternativas de
atributos identificadores en el registro arqueológico.
Esta es una tarea que podemos y deseamos compartir, desde nuestras experiencias
particulares de investigación, con quienes intentan contribuir a la explicación científica de la
historia de nuestros pueblos, en áreas tan distantes del planeta. Hoy existen las condiciones para
ello y nos sumamos a la convocatoria que, en este sentido, formulan investigadores como
Conkey, Bender, Gamble, Gilman y muchos otros.
Otra alternativa, posiblemente mas divertida, sería recostarnos en la complacencia del
"todo vale" fundado en el "irracionalismo crítico" (expresión gandariana) del postmodernismo
de moda. Entonces intentaríamos una mejor argumentación literaria para contarles que la
concepción de la relación entre las dimensiones tiempo-espacio y vida-muerte de los cazadores
mesoamericanos siempre fué "a toda madre" o que los recolectores del Caribe no pudieron tener
un sentido de la vida tan "chévere" cuando aún no se introducía la particular noción negra de
gozo y sufrimiento difundida por el rojo espíritu del ritmo africano. Para lo cual no es necesario
ocupar un espacio en la academia. Sería más agradable desplazarse a un contexto de bares, en
los cuales se podría brindar por el pasado y por el futuro con los antiguos colegas que mascullan
para nadie "¡que sí hubo paleolíticos inferiores en América!", mientras arrojan migas de pan a
las palomas.
Lisboa, 1993
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Cascais.

368
12. Comunidades andinas pre-tribales: Los orígenes de la diversidad

Aunque todavía no se sepa a qué antigüedad se remonta la presencia humana en la América del
Sur, ni quiénes fueron sus descubridores, puede afirmarse que hace poco mas de doce milenios
ya había sido poblado todo el continente. Con el retroceso de las condiciones climáticas mas
rigurosas de la última edad glaciar, que marcaría el fin de los tiempos del pleistoceno, hace unos
10.500 años, se asientan en toda la región andina diversas comunidades de cazadores
recolectores. Estas ocupaciones dieron origen a diversos desarrollos históricos regionales que,
no sin cambios, se prolongarían hasta que la producción de alimentos generó las condiciones
para la primera revolución social que se extendió a lo largo de los Andes, la revolución tribal.
La colonización consistente del área andina se dio a partir de grupos que, hacia el
8.500 a.C. se establecen en territorios de baja densidad poblacional en relación a una naturaleza
poco explotada y de recursos abundantes. Lo cual permitió un rápido crecimiento demográfico
que conduciría a su segmentación, constituyéndose así nuevas unidades sociales que, hacia el
7.000 a.C., alcanzan una relativa estabilidad, configurando un panorama que se diversifica
progresivamente, marcando las líneas generales de la historia de los milenios siguientes.
Podemos conocer algunos aspectos de la diversidad cultural de esas comunidades,
porque se manifiestan en las peculiaridades de los diversos objetos que produjeron y usaron y,
en general, en las formas características perceptibles en todas las huellas de las
transformaciones directas que la vida humana ocasiona en la naturaleza. En éstas siempre
queda, de un modo u otro, algún sello intencional o involuntario de sus autores y que hoy los
arqueólogos, entre otros objetivos, se dan a la tarea de reconocer y distinguir.
La cultura de cada pueblo, así como de los diferentes grupos sociales que lo integran,
cambia permanentemente. En todo caso, para las remotas épocas que acá nos ocupan, la
velocidad de los cambios culturales era muchísimo menor que en nuestros días. Y, como ocurre
con las modas, los distintos aspectos o comportamientos culturales de una sociedad, tienen
diferentes ritmos de cambio, modificándose relativamente rápido algunos, mientras otros se
recrean y mantienen por mas largo tiempo.
Aquellos elementos que perduran, mientras otros van cambiando, son los indicadores
que pueden permitir identificar las relaciones genéticas entre unos pueblos y otros en distintos
momentos cronológicos. Es decir, conocer los vínculos de descendencia de determinadas
sociedades respecto a sus ancestros históricos y viceversa. Incluso, como es común en el
desarrollo de las sociedades cazadoras recolectoras, podemos saber cuándo hubo una historia
anterior compartida por los ancestros de grupos que posteriormente se desarrollaron en forma
independiente, conformando comunidades diferenciadas social y territorialmente, aunque
coexistan en el tiempo. Del mismo modo, podemos apreciar cuando grupos o comunidades
diferentes se integraron en una nueva unidad social. A la existencia de pueblos que guardan

369
diversos nexos genéticos a través de los tiempos se refieren los arqueólogos con el término de
tradición, que alude generalmente a los elementos culturales que los identifican.
La diversidad cultural que ya se aprecia hacia el 7.000 a.C. en las regiones vinculadas
por la cadena cordillerana de los Andes y que luego adquiere contornos mas nítidos, responde a
diversos factores.
En primer lugar, al hecho de que, para entonces, las comunidades poseen una larga
historia cuyo origen se remonta a poblaciones ya diferenciadas hacía por lo menos dos o tres
milenios. Y tal diferenciación, que se manifestaba claramente en la dimensión cultural, no se
limitaba a ella, sino que obedecía a aspectos menos evidentes pero mas importantes de su
estructura social. Se trataba de diferencias en lo que se ha denominado el modo de vida, que
tiene que ver con distintas estrategias de organización general de la economía, que debieron
condicionar particularidades de las relaciones sociales, de los sistemas de parentesco, así como
de las concepciones de la realidad. Estos modos de vida, como veremos, generaron sus propias
tradiciones culturales.
Luego, hay que considerar que cada comunidad se fue conformando a través del
establecimiento de relaciones sociales e interacciones preferenciales entre individuos que
habitaban espacios regionales determinados, desarrollando y compartiendo una singular historia
común, distinta de aquellas de las comunidades vecinas o distantes, con cuyos miembros los
contactos eran menos frecuentes. Parte importante de estas historias comunales propias -que se
refleja sensiblemente en los restos arqueológicos- tiene que ver con las soluciones específicas
que adoptaron para producir sus medios y condiciones de vida, transformando ámbitos
geográficos con características y recursos naturales determinados.
A propósito de lo cual conviene observar que, si bien el medio natural ofrece a las
sociedades un repertorio de recursos y condiciones de desenvolvimiento que no es ilimitado,
tampoco determina de manera necesaria sus características particulares. La amplitud de la gama
de alternativas de desarrollos posibles depende en buena medida del grado de desarrollo de las
fuerzas productivas de la sociedad. Y aún cuando las comunidades primitivas de cazadores
recolectores son de las menos desarrolladas y, por lo tanto, internamente mas restringidas en
este sentido, podremos apreciar que la mas antigua historia andina nos enseña cómo, bajo
idénticas condiciones ambientales, fue posible el desarrollo de opciones bastante disímiles.
Veremos cómo pudieron coexistir no sólo en el tiempo, sino también en un mismo territorio,
pueblos que, aún poseyendo el mismo tipo general de estructura social como formaciones
cazadoras recolectoras pre-tribales, desarrollaron diferentes modos de vida.
Una característica demasiado frecuente en las interpretaciones arqueológicas de las
sociedades cazadoras recolectoras sudamericanas, de las que no se excluyen aquellas sobre la
región andina, es el empleo de criterios ambientalistas de muy bajo o nulo nivel explicativo y
usados mas bien como marcos de referencia para la organización de la información empírica.

370
Particularmente de moda se encuentra el uso del concepto de "sistema adaptativo" o,
simplemente, de "adaptaciones" para referirse a estas sociedades, bajo un grosero
reduccionismo biológico que evidencia el generalizado bajo nivel teórico que, salvo contadas
excepciones, campea en las investigaciones sobre este vasto tema histórico. La reiteración del
"adaptacionismo" parecería translucir mas bien una ideología coyuntural propia de los
investigadores mejor adaptados a los requisitos implícitos de la mayoría de las instituciones
patrocinantes, muchas veces sensibles a incomodarse con el tratamiento de problemas sociales
de fondo. Podría pensarse que el sincero y consecuente desconocimiento de los importantes
debates teórico ideológicos que envuelven a las ciencias sociales constituye, en éste campo, una
ignorancia adaptativa.
No es que no sea válido enfocar también el estudio de la sociedad como sistema
adaptativo sino que, en éste caso, se trata de simplificaciones reduccionistas que eluden el
problema fundamental de intentar explicar la especificidad y complejidad de los procesos
sociales.
El desarrollo de la complejidad de los sistemas sociales no es sólo un fenómeno
cuantitativo, sino que conlleva un notable cambio cualitativo respecto a las formas de
organización de las demás especies animales. Podría afirmarse que la sociedad humana es muy
poco adaptada en el sentido de las demás especies biológicas y, mas bien, lo que hace es adaptar
el medio a sus necesidades, transformándolo a través del trabajo, en una escala, diversidad y
velocidad que no se corresponden con sus capacidades y ritmos biológicos de adaptación. El
desarrollo correlativo de la conciencia y la rapidez de comunicación por la vía extragenética del
lenguaje, junto con el establecimiento de complejos sistemas de relaciones sociales, han
permitido a la sociedad humana adaptar -no sin contradicciones- la naturaleza a sus
requerimientos en escalas sin precedentes. La diferenciación de las comunidades humanas
enfrentadas a las mas disímiles condiciones medioambientales y coyunturas históricas conducen
mas bien al desenvolvimiento de distintos modos de vida, manifiestos en la concreción de cada
cultura, sin perder la recíproca capacidad biológica de cruzamiento reproductivo que permitiría
la procreación de crias fértiles.
Así, la historia nos muestra que los sistemas sociales mejor "adaptados" a su entorno
son los que -en un sentido evolutivo- han permanecido mas largamente "estancados", con los
menores niveles de desarrollo de las capacidades y potencialidades propiamente humanas. Las
sociedades menos adaptadas son las que han generado los cambios históricos mas relevantes.
Igualmente, en el interior de las sociedades, son los individuos y grupos mas "desadaptados" los
que promueven los cambios sociohistóricos, desde que los mas "adaptados" son mas propensos
a temer a los riesgos de que su medio social se modifique.

Modos de vida y desarrollos culturales en las regiones andinas.


Veremos enseguida cómo, a partir de algunas poblaciones ya existentes hace mas de doce
milenios en América del Sur y que conformaron particulares formas de organización

371
socioeconómicas, tuvieron lugar los variados desarrollos regionales de las poblaciones de
cazadores recolectores pre-tribales en las diversas regiones andinas.

El modo de vida de los cazadores recolectores del trópico americano.


Con ésta designación no hacemos mas que aludir al área de dispersión geográfica donde hemos
identificado a una de las poblaciones mas antiguas de Sudamérica. Los sitios donde se constata
su presencia se distribuyen desde el sur del desierto de Talara en el Perú, por la vertiente del
Pacífico, pasando por las regiones caribeño-antillanas en el norte, hasta el Brasil centro-
meridional en el trópico oriental de Sudamérica. Hasta ahora, sus vestigios mas tempranos se
han encontrado en Piauí, en el nordeste brasileño.
En la región norteandina su presencia se encuentra consistentemente registrada desde
los 10.400 a.C.325 del sitio de El Abra, en una secuencia regional claramente identificada a
través de prolijas excavaciones en diversos lugares de la sabana colombiana, como Tibitó,
Tequendama, Sueva 1, Nemocón 4, Potumo, Vista Hermosa y otros. En esta zona hay
ocupaciones humanas datadas desde el 14.400 a.C. en Pubenza, si bien no se ha establecido aún
su adscripción cultural. Igualmente, las prospecciones en el valle del Magdalena, así como
algunos elementos procedente de las excavaciones en tierras altas, señalan la ocupación de las
tierras bajas del litoral. Pensamos que a estos mismos pueblos se remonta el origen del
desarrollo del denominado modo de vida banwaroide, en el área insular caribe-antillana.
Seguramente vinculados al extremo septentrional de Los Andes, pero en la costa, sus restos se
han encontrado hasta en la península venezolana de Paria, en sitios como Guayana, Ño Carlos,
Las Varas, Remigio y otros. Su existencia también se ha constatado en Panamá, tanto en sitios
costeros como de tierras altas (Cueva de los Ladrones). En Ecuador, atestiguan su presencia las
prolongadas ocupaciones del sitio de Vegas en la Península de Santa Elena, así como los
materiales del denominado "foco" El Encanto. En el Perú se les puede identificar en los
diversos yacimientos arqueológicos costeros del desierto de Talara, en la supuesta secuencia de
Amotape, Siches, Estero y Honda, la cual probablemente refleja mas bien diversas actividades
del mismo pueblo en distintos momentos de su historia, que se remonta a unos doce milenios.
Todavía mas al sur, en la península de Illescas, son bien reconocibles en los sitios de Chorrillos
y Reventazón.
Se puede decir que la característica cultural mas sobresaliente de estos antiguos habitantes
de la mitad septentrional del área andina -a la cual se debe el hecho de que no haya sido
adecuadamente identificada- es la producción y empleo de un instrumental de piedra tallada no
especializado, que presenta una escasa definición de formas. No hay pues, formas
suficientemente típicas que permitan fácilmente su reconocimiento. Esto obedece, sin embargo,
a una particular racionalidad en el aprovechamiento de los recursos líticos, en el contexto de
una concepción tecnoeconómica general.

325
Para simplificar la exposición y, dada la magnitud de la escala temporal que comprende el periodo histórico que tratamos,
redondearemos las cifras aproximándolas a las centenas.

372
Es así como esas gentes utilizaron principalmente, como materias primas, las rocas
mas cercanamente disponibles en los sitios en que se les requería como instrumentos, sin
importar su calidad. Las piedras se tallaban mas o menos asistemáticamente para obtener lascas,
las que eran sumariamente retocadas por percusión directa. De ese modo, se las adaptaba para
servir a diversos usos.
El hecho de que el instrumental fuera poco especializado o, como se usa decir,
ocasional y expeditivo, presentaba inconvenientes y ventajas. La desventaja mas evidente
consistía en una eficiencia funcional menor, que exigía un gasto mayor de fuerza de trabajo para
su utilización. Entre las ventajas debe considerarse el ahorro de fuerza de trabajo dedicado a la
producción de los instrumentos. Pero, sobre todo, no se gastó tiempo y energías en la
procuración de las materias primas de mejor calidad, para lo cual otros pueblos llegaban a
realizar grandes desplazamientos. En términos económicos, éstas circunstancias pudieron
compensar con creces la inversión adicional que requería el empleo de útiles poco definidos y,
tal vez, muchas veces no enmangados. Cualitativamente, además, el hecho de que el utillaje
lítico no fuera especializado permitía una mayor flexibilidad funcional para el procesamiento de
una gama mas diversificada de recursos.
Al aspecto rudimentario de la industria de piedra lascada contribuyó el que, si bien no
desconocían la talla bifacial que permite adelgazar las piezas dándoles un mejor acabado, la
emplearon escasamente. Sin embargo, de manera contrastante, produjeron artefactos tales como
hachas, copas, pequeños morteritos para partir vegetales de cáscara dura y cantos ranurados que
pudieron servir como pesas para redes con técnicas consideradas "neolíticas" de piqueteo o
martillado y en ocasiones -como en el filo de las hachas- con acabado por abrasión.
Otro aspecto interesante del equipamiento instrumental de estos pueblos es que, en vez
de la piedra, también utilizaron abundantemente los huesos de los animales cazados para
producir utensilios destinados a las mismas funciones. Confeccionaron así puntas, cuchillos,
raederas, perforadores y otros instrumentos. Utilizaron preferentemente, para tal efecto, los
huesos largos que fracturaban por percusión y torsión, lo que daba un aspecto alargado a los
productos de esta industria. También la elaboración de los objetos de hueso resultaba
mayormente de un trabajo sumario, aunque hay piezas que muestran alisado o pulido por
abrasión.
Se ha considerado como un avance técnico propio del "paleolítico superior" el
aprovechamiento de la energía de los combustibles naturales a través del recurso de embancar
los fogones. Por ello, merece mencionarse el hecho de que se han encontrado evidencias en
cuanto a que éstos pueblos lo hacían bordeándolos de barro.
También hay que referirse a sus diversificadas costumbres funerarias. En algunos
casos, los enterratorios en aleros o cuevas -como en Tequendama- la flexión de las
extremidades parece indicar que los cuerpos eran depositados en fardos y, a veces,
abundantemente rociados de ocre rojo. En el conchero de Vegas, Ecuador, sitio que

373
probablemente evidencia una superposición de ocupaciones en prolongada secuencia temporal,
se han encontrado restos de mas de ciento setenta individuos. Así como hay sepulturas
individuales, también las hay con mas de un cuerpo. Es el caso de los que se ha dado en llamar
"los amantes de Sumpa", que registra dos cuerpos abrazados. Fuera de las fantasías románticas
de algunos arqueólogos, no habría que descartar que se tratara del sacrificio del cónyuge
superviviente al morir uno de ellos. También se encuentra la asociación de un entierro
secundario a uno primario. Esto es, la inhumación de los huesos ya descarnados de un individuo
fallecido con anterioridad, cuidadosamente ordenados en posición no anatómica, junto a los
restos de un cuerpo enterrado en el lugar, cuyos huesos estaban articulados en posición
anatómica.
Lo que se debe resaltar es que el aspecto rudimentario de la industria lítica de esta
población no debe conducir en modo alguno a pensar que eran gentes mas "primitivas" en
sentido evolutivo, si las evaluamos desde el punto de vista del rendimiento productivo de su
economía. Se trata propiamente de un modo de vida que racionalizó de una manera particular la
organización del uso de la fuerza de trabajo y los recursos naturales disponibles como objetos
de trabajo.
Aún no se han estudiado con mayor precisión sus sistemas generales de
complementación económica, debido probablemente a que la identificación de sus diversos
sitios y restos arqueológicos como pertenecientes a una misma población, distinta de otras, es
relativamente reciente. Puede decirse que explotaron territorios amplios, que comprendían
desde las costas oceánicas hasta las tierras altas del interior del continente, obteniendo recursos
de una diversidad de medios ecológicos. Así, en la costa optaron preferencialmente por los
recursos propios de los manglares y de sus entornos, incluyendo mariscos, peces y algunos
mamíferos marinos o terrestres. En tierras altas, entre las presas de caza podían contarse de
cuyes y conejos a jabalíes, aunque predominaban las especies de venados. Pero la recolección
también los proveía desde productos vegetales a caracoles de agua dulce.
Todavía no sabemos qué tipo de organización social para el uso del espacio fue la que
permitió esta complementación de recursos. Tal vez los grupos de tres o cinco unidades
domésticas que solían integrar las llamadas "bandas" se desplazaban cubriendo los diversos
ámbitos del territorio, o éste estaba convencionalmente dividido en segmentos espaciales
ocupados por distintos grupos, estableciéndose redes de intercambios. Ocurre que la mayoría de
los sitios de la costa se localizan en lugares donde había una alta concentración de recursos que,
al parecer, eran accesibles la mayor parte del año. Lo cual no significa necesariamente que su
ocupación fuera permanente sino, mas bien, que allí se encuentran superpuestos los vestigios de
ocupaciones mas o menos esporádicas, pero que se pudieron reiterar periódicamente por siglos
y hasta milenios. En los sitios del interior, en cambio, donde los recursos explotados se
presentan relativamente mas dispersos, las ocupaciones dejan escasas evidencias, sugiriendo un
sistema de mayor movilidad que el de otros cazadores andinos.

374
En nuestra opinión, el pueblo correspondiente a este modo de vida y que desarrolló
una milenaria tradición en los Andes ecuatoriales -el que dejó los mencionados vestigios del
sitio de Vegas-, fué el mismo que procesó la primera revolución agraria y tribal de América,
generando la que se ha conocido como cultura Valdivia hacia el 3.800 a.C..
Como puede apreciarse a partir de excavaciones como la del sitio de Real Alto, es
posible que este proceso se haya basado inicialmente en una sedentarización apoyada en la
explotación de recursos marinos de alta productividad y de carácter no estacional, por lo que no
se habría requerido de sistemas especiales de almacenaje. Todo indica que, mas o menos
simultáneamente, desarrollaron sistemas incipientes de cultivo de frijoles y maíz (especie que se
encuentra en Vegas, por lo menos desde el 5.000 a.C.), la textilería a telar, y la cerámica,
organizando su vida en asentamientos aldeanos y generando una organización tribal que les
permitiera establecer una propiedad comunal exclusiva sobre los medios naturales de
producción.

El modo de vida de los antiguos cazadores recolectores andinos.


Nos referimos a un amplio conjunto de comunidades que poblaron toda la región andina, desde
el oriente de Venezuela hasta el sur de Chile y cuya antigüedad podría remontarse a poco antes
del 11.000 a.C.. Sus instrumentos de piedra de mayor definición formal y bien tallados
bifacialmente han permitido su fácil identificación, habiendo sido reconocidos por diversos
arqueólogos como "tradición de puntas foliáceas" u "horizonte El Jobo-Lauricocha-Ayampitín",
entre otras designaciones.
El rasgo cultural considerado como más característico es el uso de puntas de
proyectiles y hojas de cuchillos de forma foliácea, aunque debe anotarse que el rombo es otra
forma básica de tales componentes de su instrumental. A partir de ambas, se despliega una vasta
gama de variantes tipológicas en las diferentes regiones habitadas por las comunidades
derivadas de esta "tradición". Veamos, en primer lugar, sus diversas modalidades culturales y
sus distribuciones geográficas.
Las dataciones mas tempranas de esta población aparecen vinculadas al denominado
"complejo El Jobo" de Venezuela, donde se encontró un par de fragmentos de puntas foliáceas
junto a restos de glyptodonte -una especie de armadillo de gran tamaño, ya extinto- así como de
mastodonte, también desaparecido ancestro de los elefantes. Sin embargo, lamentablemente, los
registros científicos de los materiales atribuidos al citado complejo El Jobo son muy deficientes.
Lo cual impide dilucidar una serie de problemas muy importantes que ellos plantean, tales
como las diferencias internas entre los conjuntos de materiales que debieron pertenecer a
distintos grupos humanos en diferentes épocas, probablemente cubriendo una larga secuencia
temporal. Por lo mismo, cualquier inferencia respecto a la significación socioeconómica y aún
cultural de la que tales materiales son testigos, corre el riesgo de distorsionar las diversas
realidades históricas a que deben corresponder.

375
Con base en las evidencias de las regiones vecinas, es posible proponer la distinción
de algunos componentes del llamado complejo El Jobo, parte de los cuales obedecerían a
diferenciaciones que pueden remontarse hasta antes del 9.000 a.C.. Uno de ellas se referiría al
instrumental asociado a las puntas foliáceas, de diversas formas y tamaños, prolijamente
talladas, que algún autor ha denominado "tradición foliácea clásica". Por lo pronto, se puede
decir que, así como cazaron fauna pleistocénica terrestre ya extinta, en épocas tempranas,
también tuvieron ocupaciones costeras, probablemente en momentos mas tardíos.
Por otra parte, se ha propuesto con buen fundamento que existiría otro conjunto
caracterizado por un instrumental de lascas retocadas dorsalmente en los bordes y sin las típicas
puntas bifaciales. Parece bastante probable que una parcialidad del complejo El Jobo haya
producido, aún antes del 9.000, una industria de tales características, agregando el desarrollo de
una técnica de láminas que permite la obtención sistemática de matrices de instrumentos de
forma alargada, mas o menos estandarizada. Tales grupos se habrían desplazado tempranamente
por el Caribe insular, conformando el modo de vida "mordanoide", que se podría haber
extendido aún a las costas de Centroamérica, hasta Belize. Igualmente, podrían estar en el
origen de una población que se extendió ampliamente hacia el oriente y el sur, por el territorio
brasileño, conformando la llamada "tradición Itaparica".
Otra parcialidad, también temprana, se extendió, en parte, por el oriente de Venezuela
donde se le conoce como "Complejo Canaima". A pesar de que se le atribuyeron cronologías
tardías sin base en registros confiables, investigaciones recientes y mas rigurosas permiten
ubicarlo hacia el 8.000 a.C.. Y, hacia la región andina, se extendieron por el sur de Colombia,
Ecuador y el Perú, dejando diversos restos de asentamientos bien datados entre el 8.500 y el
6.000 a.C.. En Ecuador, por ejemplo, estuvieron en un campamento ubicado en el paso mas
bajo de la cordillera de los Andes, en Cubilán. También en tierras altas, mezclado con otros
componentes, en El Inga o, en superficie, en Puerto Bolivar. En Perú se le conoce como
"complejo Paiján-Luz" y está muy bien estudiado, sobre todo en el desierto costero de Paiján y
Pampa de los Fósiles, aunque se le ha encontrado también en tierras altas, en las nacientes del
río Sechín y, por el sur, se extiende nítidamente hasta Lima y algo más allá. Los artefactos
líticos culturalmente mas distintivos han sido las puntas de proyectil foliáceas bien aguzadas y
de base peduncular estrecha o las piezas de hoja mas ancha y pedúnculo subtriangular,
probablemente hojas de cuchillos.
Volviendo a la que podríamos llamar tradición foliácea básica o "clásica", ésta se
encuentra ya en los Andes centrales hacia fechas poco anteriores al 9.000 a.C. en lugares como
Guitarrero, Laguna de Conococha o Pachamachay, aunque su presencia consistente y continua,
generando desarrollos regionales literalmente milenarios, se aprecia con claridad también a
partir del 8.500. Cabe mencionar, de paso, que no serían éstas las ocupaciones mas antiguas de
la región andina, ya que en las cuevas peruanas de Pikimachay o Huargo, hay algunas
evidencias de presencia humana entre el 12.000 y el 11.000 a.C., si bien todavía no es posible
definir su pertenencia cultural.

376
Los antiguos cazadores recolectores andinos de la tradición foliácea clásica están
abundantemente representados en Ecuador, en los sitios de El Inga y Chobshi.
Lamentablemente, aunque hay fechas de esos sitios que denotan antigüedades del orden de
nueve a diez milenios, se presentan en ellos materiales de diversos grupos y distintas épocas,
mezclados o en estratigrafías sin valor cronológico. Por lo que no es posible definir secuencias
o coexistencias que permitan aclarar mejor el panorama histórico de esos pueblos. Lo que puede
decirse es que perduraron en la región andina ecuatorial hasta los tiempos en que se desarrolló
la revolución tribal que inicia la sociedad Valdivia.
En los Andes centrales del Perú están muy bien representados en una gran cantidad de
sitios con muy buenos registros, desde los campamentos costeros hasta la puna: en el curso del
río Santa, en Ancón-Chillón, Lauricocha, Junín, Ayacucho, la Quebrada de Chilca, en fin. La
información es abundante y permite apreciar diversos aspectos de la vida de estas comunidades
de cazadores recolectores en sus persistentes desarrollos regionales que ocuparon plenamente
toda el área andina. Se ha tratado de establecer secuencias cronológicas basadas en los cambios
de la muy variada tipología de los instrumentos de piedra, particularmente las puntas de
proyectiles pero, cuando no carecen de validez, solo tienen valor local y no son generalizables.
Los cambios notables y que afectarán a todas estas comunidades, se presentarán hacia el 3.500
a.C., cuando se generaliza a lo largo y ancho de los Andes el uso de puntas triangulares -que no
excluyen a las tradicionales foliáceas o romboidales con sus variantes- así como de cuentas de
collares de piedra pulida.
También son muy abundantes las evidencias de esta población en los Andes centro-
sur, desde el sur del Perú hasta la latitud de la bahía chilena de Coquimbo, en sitios como
Anillo, Toquepala o Caru en Perú, Ichuña en Bolivia, Tojotojone, Tiliviche, Acha, Camarones,
Aragón, Quebrada de las Conchas en Chile, Gruta del Inca, Río Grande o Espinazo del Diablo
en Argentina y muchos otros, incluyendo centenares de sitios en superficie, sean talleres líticos
o campamentos. En suma, estas comunidades ocupan toda la región, desde la costa a las
quebradas altas occidentales, la zona circumpuneña y la puna, hasta las quebradas y el
piedemonte oriental, desde aproximadamente el 8.000 a.C., notándose desde muy temprano una
diversificación de parcialidades zonales, con modalidades culturales distinguibles.
Por el 7.000 a.C. ya están en las Sierras Centrales argentinas donde constituyen el
llamado "horizonte Ayampitín" y, en 6.500 a.C., han alcanzado los Andes meridionales, entre
Coquimbo y San Juan, conformando las particulares modalidades culturales del conjunto que
comprende a Huentelauquén, Cárcamo y La Fortuna. Por el 6.000 a.C. llegan a la zona central
de Chile y, hacia el sur, dejaron diversos testimonios en sitios aún no datados, tanto en el
interior cordillerano como en la costa. Aparentemente, serían descendientes de esta gran
población quienes en el sur de Chile desarrollaron o participaron de un modo de vida basado en
la explotación del mar, extendiéndose hasta los laberintos de la región insular austral, pudiendo
haber llegado hasta la misma Tierra del Fuego en un proceso que se remontaría al 4.000 o 3.000
a.C.

377
En cuanto a los aspectos tecnológicos, hemos mencionado que una de las
características mas comunes e identificables de estos pueblos fue el uso de proyectiles y
cuchillos con puntas u hojas talladas en piedra, teniendo como formas básicas la hoja y el
rombo, produciendo una amplia gama de variantes, muchas de las cuales fueron características
de determinados desarrollos regionales y zonales. Dependiendo de la disponibilidad y calidad
de las materias primas, se utilizaron lascas grandes y espesas, las que luego eran rebajadas
bifacialmente, como preformas alargadas, destinadas a convertirse en puntas o cuchillos.
Enormes cantidades de desechos de talla y piezas en diversas fases del proceso de elaboración
se abandonaron en las canteras y talleres. La gran mayoría de esos sitios fueron erróneamente
atribuidos a culturas supuestamente mas primitivas, debido al grosero aspecto de esos
materiales descartados en los lugares donde se llevaron a cabo las tareas de extracción o
recolección de las materias primas y las primeras fases del proceso de talla de los instrumentos
que, desde luego, no estaban destinados a usarse y desecharse allí mismo. La talla bifacial, que
podía incluir delicados rebajes y retoques con técnica de presión, se utilizó principalmente para
producir las mencionadas puntas de proyectiles y hojas de cuchillos. Los demás instrumentos,
como las raederas y raspadores para trabajar las pieles, se elaboraron básicamente sobre lascas o
láminas a las que se daba forma astillando y retocando los bordes hacia la cara superior.
Cabe resaltar que la racionalidad del sistema de aprovechamiento de los recursos
líticos para la producción de instrumentos o partes de ellos, entre las comunidades que
compartieron este modo de vida - así como las otras, que veremos mas adelante-, difiere
notablemente de la de aquellas del modo de vida de los cazadores del trópico sudamericano. En
la antigua tradición panandina de cazadores recolectores, el instrumental es especializado para
ejecutar funciones específicas, formalmente bien definido y con un grado variable -aunque aún
no se ha medido- de estandarización. Así, algunas de esas comunidades desarrollaron
ampliamente la técnica de láminas para la producción sistemática de matrices alargadas en las
que se confeccionaron diversos instrumentos, como en Tulán, en el Norte Grande chileno, o en
la industria "aguilarense" de la puna jujeña de Argentina.
Para la producción del utillaje de piedra se buscaron las materias primas mas
adecuadas, aún cuando ello significara cubrir grandes distancias con el exclusivo fin de
obtenerlas. Así, por ejemplo, los cazadores que acamparon en diversas épocas en las riberas de
río Loa, norte de Chile, alcanzaban hasta el salar de Talabre con tal objetivo, dejando evidencias
en centenares de canteras y talleres explotadas por milenios, aunque distan unos 40 kilómetros
del río.
En éstos casos, el gasto mayor de fuerza de trabajo que representaba la obtención de
las materias primas y la producción de un instrumental especializado, se compensaba, en parte,
con su mayor eficacia funcional.
Hay que decir que, en la arqueología de los pueblos cazadores recolectores, se suele
poner el mayor énfasis en las tecnologías y formas culturales de la producción y uso de los
artefactos de piedra, debido a que son los materiales que se conservan mas fácilmente y por mas

378
largo tiempo. De algún modo, están sobre-representados en los registros arqueológicos en
relación a los demás elementos de la cultura material. De ahí que buena parte de los procesos
inferenciales acerca de los diferentes aspectos de la sociedad han tenido que basarse en la
industria lítica.
Pero también hay que anotar la circunstancia de que la antigua tradición andina de
cazadores recolectores que acá nos ocupa, pobló masivamente, entre otras, una extensa región
de ambientes desérticos y semiáridos , desde el norte del Perú hasta el norte de Chile,
incluyendo el lugar mas desolado del planeta que es el desierto de Atacama. Por lo cual, la
visibilidad de sus restos arqueológicos, así como la conservación de restos orgánicos es mucho
mayor que en otras áreas. Lo que explica, en parte, y se suma al hecho de que también ahí las
investigaciones y hallazgos de las evidencias de la vida y muerte de estos pueblos son muy
abundantes. Así, por ejemplo, se sabe que, desde las épocas mas remotas, desarrollaron técnicas
de entrelazado y espiral -e incluso telar- para tejer fibras vegetales y se conoce la forma de las
cabañas construidas con armazones de madera y cubiertas de paja (ichu), tanto en los
campamentos costeros como en tierras altas, como ocurre entre Paracas y la puna a través de la
quebrada de Chilca. Incluso, como se ha hecho para el norte de Chile, se han podido estudiar los
cambios en las modas del peinado a partir de restos humanos natural o artificialmente
momificados.
De cualquier modo, los materiales de piedra son los elementos que permiten la
comparación con los conjuntos y contextos arqueológicos de las demás regiones, menos
favorecidas en estos aspectos. Sin embargo, lo que interesa es alcanzar, hasta donde las
evidencias permitan las interpretaciones, una visión mas general de los procesos económicos y
superestructurales, enlazados por una red de relaciones sociales. Pero, por lo dicho y,
principalmente, por la cantidad y, en muchos casos, la calidad de los trabajos arqueológicos
sobre esta población, sabemos muy poco acerca de sus formas de organización en la región
colombiano venezolana y los andes ecuatoriales, así como en el centro y sur de Chile.
De manera general, se puede decir que, en los primeros tiempos, practicaron un
sistema de caza generalizada que incluía algunas presas de caza mayor ya desaparecidas. Es
posible que en su seguimiento hayan cruzado la cordillera de los Andes desde el oriente, entre
el sur de Colombia y Ecuador, realizando un primer desplazamiento hacia el sur. Luego, desde
alrededor del 8.500 a.C., habrían desarrollado una colonización consistente, con un rápido
crecimiento de las poblaciones y segmentación de las comunidades para habitar las diversas
regiones donde fincaron prolongados desarrollos históricos, literalmente milenarios.
Cuando buena parte de la fauna del pleistoceno se había extinguido, debido en parte a
su cacería por los hombres, en las tierras altoandinas que se extienden desde el Ecuador al sur se
orientaron preferencialmente a la captura de camélidos y roedores. De manera que, en el
noroeste del continente, donde coexistieron territorialmente con las culturas del modo de vida
de los cazadores del trópico sudamericano, no presionarion mayormente sobre los recursos que
éstos explotaban, como eran las diversas especies de venados. Del mismo modo, al igual que en

379
las costas venezolanas, en el litoral pacífico los cazadores recolectores de la antigua tradición
andina usufructuaron principalmente de los recursos de playas arenosas y roqueríos, mientras
aquellos explotaban recursos de los manglares.
Si para otras regiones la evidencia es aún algo escasa, para la región andina
comprendida entre el norte del Perú y el Norte Chico de Chile los antecedentes son bastante
mas abundantes y pueden reconocerse formas de ocupación y aprovechamiento de la naturaleza
característicos y comunes a las diversas comunidades pertenecientes a este modo de vida.
Los ejes transversales a la cadena andina que son trazados con regularidad por los
oasis y las quebradas cuyos cursos de agua surcan la vertiente occidental de la cordillera hasta
el océano, orientaron el desarrollo de sistemas de complementación económica que
aprovecharon la gran diversidad de ámbitos ecológicos desplegados a distintas alturas respecto
al nivel del mar. Aún los cursos excepcionales cuyo recorrido se desenvuelve en gran parte
paralelamente al litoral y a las líneas de cumbres de los Andes, como los ríos Santa y Loa,
jugaron el mismo papel.
Se han propuesto dos modelos para interpretar las formas de ocupación del espacio por
parte de estas comunidades. Uno de ellos supone que habrían desarrollado desplazamientos
estacionales cubriendo todo el perfil de diversos ambientes naturales comprendido entre el mar
y las tierras altas alcanzando, incluso, las vertientes orientales de la cordillera, tras cruzar la
puna. Dado que es característica de las sociedades cazadoras recolectoras nómadas su
organización en hordas o bandas mínimas constituídas por unas pocas unidades domésticas, se
ha pensado que una distribución linear -como sería el caso en estas regiones- resultaría del todo
antieconómica y generaría necesariamente desigualdades entre aquellas localizadas en el centro,
respecto a las de los extremos. Lo cual se basa en el supuesto de que se trataría de grupos
situados en localidades residenciales fijas y se explicaría por las distancias que deberían cubrir
las bandas periféricas, abandonando sus tareas productivas, con el fin de mantener las
relaciones sociales que dieran oportunidades de apareamiento a sus miembros. Se supone,
además, una distribución homogénea de recursos. Teniendo en cuenta la distribución
efectivamente linear de las ocupaciones de estos circuitos transversales a los Andes hemos
mostrado, en otro trabajo, que un sistema nomádico, bajo adecuadas reglas de circulación, no
solo permite optimizar las oportunidades de convivencia entre todos los miembros de la
comunidad sino, también, posibilita un acceso igualitario a los recursos naturales.
El otro planteamiento propone que los territorios andinos habrían sido ocupados por
distintos grupos, circunscritos a determinados medioambientes, sea en las tierras altas o en las
tierras bajas. Ninguno de estos modelos se ocupa de la explicación de los sistemas de
organización social que cualquiera de ellos implicaría.
Pienso que es posible que se hayan dado ambas formas, en cuyo caso se trataría de dos
fases del desarrollo histórico de las comunidades andinas. El hecho que parece claro es que, por
lo menos a partir del 4.000 a.C., se da efectivamente una diferenciación interna de las

380
comunidades, donde distintas parcialidades circunscriben sus movimientos a territorios mas o
menos delimitados que no abarcan todo el perfil costa-tierras altas-vertiente oriental de los
Andes. Mas bien se especializan en la apropiación de recursos locales, lo cual se manifiesta en
la presencia de tipos y asociaciones particulares de artefactos, que probablemente responden a
necesidades funcionales específicas.
Sin embargo, es también un hecho el de que, desde los tiempos mas remotos hasta los
mas tardíos, se presentan igualmente afinidades culturales indudables entre los asentamientos
registrados en todo el perfil andino, además de que en cada uno de ellos encontramos productos
de la explotación de recursos de todos los otros medios ecológicos. Nunca faltan conchas
marinas en los sitios de tierras altas o de la vertiente oriental de la cordillera, así como hay
pieles y restos de camélidos o de maderas o plumas de aves tropicales en sitios costeros del
Pacífico. En cualquiera de los casos, es evidente que, entre los diferentes segmentos o
parcialidades de las comunidades andinas, se mantuvieron vínculos sociales de algún orden,
permitiendo el transporte o intercambio de elementos provenientes de las diversas ecologías
explotadas.
El sistema de relaciones sociales que debió regular los procesos de intercambios pudo
ser el de una estructura de linajes organizado en mitades, secciones y subsecciones o algún
arreglo similar, basado en compromisos de reciprocidad. Con ello se posibilitaría el acceso de
las diversas unidades sociales a la diversidad de recursos distribuidos en los distintos
ecosistemas comprendidos en las amplias áreas habitadas por cada comunidad.
Normalmente, estas formas de organización social conllevan la realización de
determinadas prácticas rituales destinadas a reforzar la vigencia de los lazos comunales.
Considerando que las modalidades rituales, tanto como las particularidades de la organización
social debieron diferir entre las diversas comunidades regionales pensamos que, en algunos
casos, esta ritualidad pudo desarrollarse en torno a las prácticas funerarias. Es la situación que
se presenta, por ejemplo, entre el sur de Perú y el Norte Grande de Chile, donde se encuentra
una serie de cementerios en lugares cercanos a la costa. Allí pudieron sepultarse individuos
representativos de diferentes segmentos comunales, traídos de los distintos territorios por ellos
ocupados. El hecho es que la preparación de las actividades funerarias llegó a ser bastante
compleja, incluyendo elaborados procedimientos de momificación artificial, como ocurrió con
el llamado "complejo Chinchorro". Hay también en esos sitios algunos objetos que estarían
vinculados al consumo de alucinógenos, lo cual ocurría desde épocas bastante remotas.
Una característica común a las comunidades que han podido estudiarse con mayor
amplitud, es que mantuvieron un desarrollo sostenido de las fuerzas productivas, basados en
una racionalidad económica que distingue a su modo de vida y se caracteriza por:
a) La especialización del instrumental y de la tecnología.
b) La mayor diversificación de los recursos naturales explotados y,

381
c) La organización espacio-temporal de las actividades orientada a la utilización de la
fuerza de trabajo en los lugares y momentos de mayor productividad.
Así es como se integraron sistemas de complementación económica que tendieron a
optimizar la combinación de éstos factores, permitiendo un desarrollo económico y
demográfico consistente, aún en aquellas áreas que incluyeron al desierto mas árido del mundo.
En cuanto a la tecnología, ya se ha mencionado el hecho de que el utillaje lítico, que
frecuentemente se integró en diferentes instrumentos con otros componentes de madera, hueso,
concha, fibras vegetales y animales u otros materiales, estaba dedicado a funciones muy
específicas. Es decir, utilizaron un instrumental especializado.
Cabe mencionar que, entre los instrumentos de caza, conocieron desde épocas
tempranas el propulsor o lanzadardos, que aumenta notablemente el alcance y la potencia de
impacto de los proyectiles. Hacia el 2.500 a C., conocieron también el uso de arco y flechas. El
instrumental de pesca incluyó redes, anzuelos simples de concha o de espinas de cactus y una
amplia gama de anzuelos compuestos con elementos de piedra, concha o hueso confeccionados
para la captura de determinadas especies. Desarrollaron ampliamente la cordelería y la cestería
con técnicas de entrelazado y espiral e, incluso, textilería a telar.
En términos mas generales, impulsaron tres grandes procesos de especialización en
torno a la explotación de las diferentes clases de recursos alimenticios y de obtención de
variadas materias primas derivadas o asociadas a los mismos.
En las tierras altas, donde la fauna terrestre fue mas abundante, se pasó de una fase de
caza generalizada a una especialización en la captura de camélidos, como presas principales. En
cuanto a los camélidos, que constituían los animales de mayor tamaño, después de la extinción
de diversas especies del pleistoceno, se procedió a un control de su territorialidad por
seguimiento y, posteriormente, al control de los apareamientos por captura selectiva -según la
época del año y el sexo y edad de las presas-, hasta alcanzar la domesticación.
En cuanto a los recursos vegetales recolectados, la amplia variedad de especies de
tubérculos, bulbos, frutos y gramíneas incluían ya, desde cerca del 8.000 a.C. a las calabazas, el
maíz, porotos y ají que, en épocas posteriores constituirían las principales especies alimenticias
cultivadas. Se han propuesto algunas hipótesis para dar cuenta de los procesos de domesticación
que llevaron al cultivo de esas plantas. Así, por ejemplo, se ha propuesto que el maíz pudo ser
objeto de una recolección a destiempo por parte de cazadores recolectores trashumantes. es
decir, que éstos, cuyos desplazamientos estarían orientados por especies mas productivas,
habrían recolectado aquella parte del maíz que mas tardaba en soltar la semilla. Se habría
seleccionado así una parte de esa especie, de muy baja productividad natural, pero de elevada
productividad en condiciones de cultivo por el hombre.
Por lo que se refiere a los recursos marinos, que tuvieron gran importancia debido a su
elevada productividad, se han propuesto tres fases en el desarrollo de su explotación, En una
primera etapa, se mariscaba y se pescaba en las orillas, a poca profundidad, extendiéndose el

382
ámbito de apropiación a lo largo de la línea de la costa. Luego, con la especialización del
instrumental que elevó la eficacia en la captura de determinadas especies, el aprovechamiento
de esos recursos se amplió hacia aguas mas profundas. Finalmente, con el desarrollo de las
técnicas de navegación, la captura se pudo llevar a cabo a mayores distancias de la costa. En
realidad, ya desde las épocas tempranas, el inventario de especies marinas consumidas en cada
sitio se mostraba variado, incluyendo generalmente un par de decenas de especies de peces,
aves y mamíferos marinos, cangrejos y algas.
En general, la amplia variedad de recursos animales, vegetales y minerales que fueron
procesados, evitó que su explotación excesiva los llevara a la extinción o agotamiento. O, si ello
ocurrió eventualmente , los recursos agotados pudieron ser sustituidos.
Por otro lado, la economía se organizó racionalizando el uso de la fuerza de trabajo. Si
existió realmente una primera fase de nomadismo trashumante, éste debió regirse por reglas de
circulación de los grupos de unidades domésticas que optimizarían la utilización de los diversos
recursos en un perfil de distribución aproximadamente linear. Es posible pensar que la rotación
se hacía algo mas lenta hacia los extremos: en verano, desplazando mayor fuerza de trabajo
hacia las tierras altas, cuando las manadas de camélidos se concentraban para redistribuir los
grupos de apareamiento; en invierno, hacia la costa, si bien la concentración y disponibilidad de
recursos debió ser mas o menos similar durante todo el año. Luego, al segmentarse la
comunidad, las distintas parcialidades debieron circular en fracciones menores del territorio. La
elevación de la productividad media del trabajo habría obedecido a la intensificación que habría
significado el hecho de que ningún conjunto de recursos accesibles era desaprovechado, aún en
las épocas de su menor productividad natural. Este desarrollo de las fuerzas productivas por la
vía de una división geográfica del trabajo, como vimos, habría requerido de un ágil sistema de
intercambios a cortas y largas distancias, lo cual aparece atestiguado en el registro
arqueológico.
La organización del modo de vida en torno a la articulación de estas bases económicas
crearon las condiciones materiales generales en que se dio la revolución tribal y agropecuaria en
estas comunidades de antigua tradición andina. Para esas alturas, aún evidenciándose rasgos
culturales que atestiguan una historia original común, la diversidad cultural debida a la variedad
de ambientes colonizados y de interacciones históricas particulares entre distintos grupos
sociales, exhibía ya matices regionales bastante diferenciados.

El modo de vida de los cazadores recolectores surandinos.


Nos referimos a una población que parece haberse derivado de los antiguos cazadores andinos,
desprendiéndose de éstos a la altura de los Andes centrales hace unos 9.000 a 8.500 años a.C..
Incluiría a los productores de los restos que un autor [Schobinger] agrupó como "horizonte
andino de puntas triangulares". Sería precisamente el uso de puntas triangulares uno de sus
rasgos culturales distintivos. Sus testimonios mas antiguos y ya bien definidos, se encuentran en
los sitios de Tuina, San Lorenzo y Chulqui, con fechas de 9.800 a 7.500 a.C., en el Norte

383
Grande de Chile, San Pedro Viejo de Pichasca (ca. 8.000 a.C.) en el Norte Chico e Inca Cueva 4
y Huachichocana (8.700 y 7.600 a.C.) en el noroeste de Argentina. Sus orígenes podrían
encontrarse en sitios de los Andes centrales como Guitarrero o Pachamachay, desplazándose
hacia el sur con cierta rapidez, de tal modo que, de hecho, precedieron allí a los asentamientos
típicos de la ocupación consistente que desarrollaron en esos lugares los cazadores de la antigua
tradición panandina ya reseñada. Algo similar y aproximadamente simultáneo a lo que ocurrió
en los Andes ecuatoriales y centrales con los grupos de Cubilán-Paiján-Luz.
Existe la posibilidad, aún algo difícil de precisar, de que algunas parcialidades de este
pueblo se hubieran desplazado tempranamente hacia el sur, integrándose al desarrollo del
toldense clásico de Patagonia central y, tal vez también, a las poblaciones de la región
pampeana. En todo caso, se asientan con claridad en el Norte Chico chileno y la región de Cuyo
en Argentina, donde establecen un desarrollo histórico prolongado, a partir de el cual se
extenderán también hacia el este y hacia el sur.
El hecho que resalta notablemente es que, en los Andes meridionales como en las
Sierras Centrales argentinas, coexistieron territorialmente y debieron interactuar regularmente
con las comunidades del modo de vida de los antiguos cazadores andinos, caracterizados en
éstas regiones por la tradición de puntas foliáceas. Y es particularmente interesante constatar
que, aún ocupando el mismo territorio y, a veces, los mismos sitios, se mantienen culturalmente
diferenciados de aquellos, separando -por ejemplo- sus lugares y modalidades de enterramiento.
A partir del 5.000 a.C., esta población se extiende hacia las Sierras Centrales de
Córdoba y San Luis y hacia las pampas en Argentina, lo mismo que hacia la zona central de
Chile.
En las Sierras Centrales están presentes en los sitios de Intihuasi, Ongamira y Casa de
Piedra, donde parecen interactuar cómodamente con la tradición de cazadores
"ayampitinenses", pues coexisten en ellos las puntas foliáceas y triangulares.
En la zona central de Chile, la moda de las puntas triangulares que éste pueblo
introduce viene a sustituir, algo antes del 4.000 a.C., el uso de puntas foliáceas. También
desarrollan allí un sistema de complementación económica entre la costa, donde se les identifica
como "complejo Papudo", y los valles del interior, donde están claramente representados en los
sitios de Tagua Tagua II y Cuchipuy II. Además, mantienen vínculos con grupos culturalmente
similares del otro lado de la Cordillera de Los Andes.
Una cuestión por dilucidar es la relación de éstos pueblos con aquellos de la región
pampeana y patagónica. Pensamos que participan de la ocupación de la región pampeana,
vinculándose con los descendientes de la tradición toldense. Por otro lado, coexisten no sólo en
las Sierras Centrales, sino también en el noroeste argentino (Inca Cueva) y aún en Lípez, al sur
de Bolivia, con evidencias atribuidas a migraciones de poblaciones de origen patagónico.
Identificadas éstas por el uso de puntas triangulares de base convexa o acuminada y extremo
distal particularmente aguzado.

384
Parece ser que es la relación con éstas comunidades la que pone de moda en toda la
región andina de "tradición foliácea" el uso generalizado de puntas triangulares y cuentas de
piedra pulida. Moda que se generalizará plenamente por el 3.500 a.C., alcanzando hasta las
comunidades que habitaban en el Ecuador. Ello nos estaría indicando una interacción estrecha,
probablemente mediada por un ágil proceso de intercambios, entre comunidades de dos modos
de vida y tradiciones culturalmente diferenciadas. Estamos hablando de una época en que ya se
desarrollaba la revolución tribal por parte de los cazadores recolectores del trópico
sudamericano en las costas ecuatorianas. Proceso que impactaría rápidamente a las
comunidades andinas hacia el sur, precisamente a través de sistemas de intercambios que
buscaban amortiguar las presiones expansionistas de las nuevas comunidades agropecuarias.
Todo lo cual indicaría que, a pesar de las grandes distancias y de la relativa autarquía de las
comunidades primitivas, el mundo andino constituía ya un sistema en formación, de
interacciones socioculturales diferenciadas, pero interconectado.
Las diferencias culturales de estas comunidades con las del antiguo modo de vida de
los cazadores panandinos se aprecian principalmente en algunas características de la tecnología
lítica y la tipología de las piezas. Estas van desde la producción de lascas poco espesas como
matrices para elaborar su instrumental, incluyendo las mencionadas puntas triangulares,
generalmente de sección delgada, para cuyo enmangamiento se requirieron también
modalidades específicas. Pero comparten con aquellos el uso de lanzadardos y el desarrollo de
cestería con técnicas de entrelazado y espiral. Y, aún cuando en las zonas que habitaron estos
cazadores surandinos la producción cerámica es tardía, desde tiempos remotos recubrían sus
cestos con barro para exponerlos al fuego.
Merece notarse que el sitio de San Pedro Viejo, que habitaron por largo tiempo, es uno
de los muy escasos que, fuera de la Patagonia, presentan pinturas parietales con negativos de
manos en Sudamérica.
En cuanto a su alimentación, desde las épocas mas tempranas realizaron una variada
colecta vegetal que también incluyó maíz, porotos y ají. Las presas de caza preferidas en los
sitios andinos fueron camélidos y roedores. Y, en las Sierras Centrales argentinas, guanacos y
avestruces.
Sus testimonios arqueológicos los muestran como hábiles artesanos en el labrado y
decoración de maderas y huesos, produciendo objetos diversos, entre los que se contaban
instrumentos musicales. Igualmente diestros fueron en la lapidaria, técnica con que produjeron
abundantemente cuentas de collares. También son los productores de las piedras horadadas de
diferentes tamaños y funciones que abundan en Chile central y el Norte Chico.
Esta población se incorporó a su vez, aunque tardíamente, a la revolución tribal y
agropecuaria.

385
Tradición de cazadores del norte.
En la región noroccidental de Sudamérica hay una buena cantidad de hallazgos de un tipo
particular de puntas denominadas "cola, de pescado". Los suficientes como para atestiguar con
claridad la presencia de una población distinta a las ya mencionadas, pero demasiado exiguos
como para inferir algo mas sobre las particularidades de su modo de vida en el continente
meridional.
El tipo de puntas "cola de pescado" es muy similar aquellas que caracterizan a las
ocupaciones mas antiguas de la Patagonia austral. Por una serie de circunstancias, hace unas dos
o tres décadas se pensaba que esas antiguas ocupaciones patagónicas representaban una
expansión meridional del llamado "complejo El Llano" de Norteamérica y que las puntas "cola
de pescado" constituían una transformación de las puntas acanaladas tipo "Clovis", a las cuales
se les formaba un pedúnculo estrechando la base enmangable. No obstante, las ocupaciones del
extremo sur oriental sudamericano resultan ser tanto o más antiguas que la cultura Clovis
norteamericana y las "colas de pescado" ecuatorianas eran no menos de dos milenios mas
tardías.
Es mi opinión la de que esta presencia noroccidental en la América del Sur
corresponde a una población distinta de la del Cono Sur y que constituye efectivamente una
expansión hacia el sur por parte de cazadores derivados del Complejo El Llano. Sus variantes
tipológicas pueden seguirse muy bien a través de México y Centroamérica, en Sonora, Hidalgo
y Chiapas. En el sureste mexicano (Cueva de los Grifos) poseen una datación de 7.300 años
a.C.. Luego se encuentran asociadas a puntas acanaladas claramente similares a las Clovis en
Turrialba (Costa Rica) o Lago Madden (Panamá).
Ya en Sudamérica, estas puntas y las formas que se les asocian, se encuentran en
Bahía Gloria, Restrepo y Cajibío en Colombia; en Paraguaná y en dos sitios cerca de Quíbor -
como La Hundición- en Venezuela; en El Inga, Papallaqta y El Azuay en Ecuador y en los sitios
de La Cumbre y Piura Alto e incluso, tal vez, en alguno de Ayacucho, en el Perú.
Su cronología en la región andina septentrional puede ir de poco antes del 7.000 al
5.000 a.C.. Sin embargo, todavía la información arqueológica sobre sus contextos, tipos de
actividades o relaciones con las otras poblaciones contemporáneas es del todo insuficiente como
para avanzar mayores inferencias.

Características de las formaciones cazadoras recolectoras pre-tribales.


La posibilidad de explicarnos las características de estas antiguas poblaciones andinas o dar
cuenta de fenómenos como su evidente coexistencia en los mismos territorios, nos conduce a la
necesidad de entender las características estructurales mas generales y que fueron compartidas
por las sociedades mencionadas.
Su estructura social básica consiste en un sistema de relaciones sociales que se
organizan en torno a las actividades, entonces vitalmente centrales, de obtención de alimentos.

386
Los rubros principales de la economía consistían en: a) la obtención de alimentos, b) la
producción de instrumentos y, c) la producción de bienes no alimenticios, como vestimenta,
adornos etc..
Las actividades del proceso productivo orientadas a la procuración de alimentos se
caracterizaban por ser actividades apropiadoras. Lo que significa que la comunidad no invertía
fuerza de trabajo en el control directo de la reproducción biológica de las especies biológicas
que constituían la base de la alimentación. Los animales y plantas eran capturados o
recolectados tal como los ofrecía la naturaleza. No existía aún lo que, en sentido mas
restringido, se concibe como producción de alimentos. Lo cual no significa que las actividades
de apropiación no implicaran inversión de fuerza de trabajo organizados en una diversidad de
procesos laborales, tanto para la captura por caza o pesca y la recolección, como para la
transformación de animales y plantas apropiados en bienes consumibles.
Esto significaba que las sociedades cazadoras recolectoras estaban sometidas, mas que
cualquier sociedad con otro tipo de economía, a los riesgos imprevisibles de los cambios
medioambientales y contingencias ecológicas diversas. La experiencia histórica debió
enseñarles que la depredación excesiva de determinados recursos biológicos o minerales no
renovables podía conducir a su extinción o agotamiento. De ahí que estos pueblos desarrollaron
una tendencia no solo a no sobreexplotar, sino a mantener un margen de reserva de recursos
potenciales, para hacer frente al carácter impredecible de las contingencias medioambientales
que podían afectar drásticamente a su economía.
Otra característica de esta economía, que nos permitirá entender las particularidades
de sus sistemas de relaciones sociales, tiene que ver con el hecho de que los ciclos de
producción-consumo de alimentos son breves y necesariamente continuos En los pueblos
cazadores recolectores nómades, estrictamente pre-tribales, los ciclos entre producción
(apropiación) de alimentos y consumo son breves, porque tienden a eliminarse los procesos de
conservación, almacenamiento o transporte de alimentos, facilitando, entre otras cosas, su
movilidad. Con lo cual, al eliminarse rápidamente la producción a través del consumo, se
genera la necesidad inmediata de nueva obtención de alimentos. Es obvio que la continuidad
necesaria de los ciclos producción-consumo, la imposibilidad de su interrupción, obedece al
hecho de que de ellos depende rigurosamente la sobrevivencia cotidiana. Como veremos, la
tendencia a suprimir la preservación y almacenaje de alimentos no obedece a impedimentos
técnicos, sino mas bien a restricciones sociales.
Por otro lado, la producción, en general, era subsistencial. Es decir, no se producía un
volumen de bienes mas allá de lo que se consideraba históricamente necesario para la
sobrevivencia. Característica condicionada sólo en parte por la tendencia a la no
sobreexplotación del medio natural. En otros términos, no había una producción sistemática de
excedentes, esto es, bienes o trabajos que el productor directo realizara perdiendo la capacidad
de disponer sobre ellos.

387
Los bienes eran distribuidos diferencialmente, de acuerdo a las necesidades de los individuos en
las distintas posiciones y momentos de su ciclo vital, sin que hubiera necesidad de
plusproductos ni excedentes acumulables de manera sistemática o permanente.
El desarrollo de las fuerzas productivas de estas sociedades dependía: a) de la
productividad natural del medio, factor no controlado por los hombres, b) del desarrollo
tecnológico, limitado por las restricciones a la predación excesiva y c) de la organización de los
sistemas generales de complementación económica. Este último es el que la sociedad podía
controlar, optimizando el uso adecuado de la fuerza de trabajo en su distribución espacio
temporal, la diversificación de los recursos utilizados y la tecnología empleada. Como vimos,
gracias a la disponibilidad de los antecedentes arqueológicos, el modo de vida de los antiguos
cazadores recolectores andinos, consiguió desarrollar una gran eficacia productiva,
racionalizando la combinación de los criterios mencionados.
En cuanto a las formas de organización social, podemos decir que la unidad básica de
organización social, que era principalmente un grupo de producción y consumo, fue la unidad
doméstica, que se organizaba tendiendo a incluir en su seno a todas las posiciones en la división
del trabajo que era eminentemente regida por criterios de sexo y edad. Las unidades doméstica
se agrupaban regularmente en grupos de cooperación más amplios, constituidas por unas cuatro
o seis de ellas conformando las que se han denominado hordas o bandas mínimas. Las cuales se
insertaban en grupos mayores de cooperación y reciprocidad regulados por sistemas de linajes.
Estas unidades domésticas tendían a coincidir con las unidades de reproducción
biológica, reguladas por distintos sistemas de filiación. No obstante, la correspondencia entre la
adhesión de los grupos de producción-consumo y los de filiación reproductiva no tenía un
carácter necesario y, desde luego, era mucho mas flexible que en las sociedades tribales.
Si atendemos a la relación de correspondencia que se establece entre las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de producción, podremos apreciar sus particularidades
distintivas en las sociedades pre-tribales. Puede decirse que, dadas las características de la
economía, el signo de las fuerzas productivas es el de la precariedad. La precariedad se debe a
la confluencia de los factores mencionados: no se controla directamente la disponibilidad de
recursos naturales, los ciclos producción-consumo son breves y, no habiendo preservación y
almacenaje permanente de alimentos, no pueden ser interrumpidos. Lo que significa que
cualquier circunstancia que lleve a un descenso importante o a la interrupción de los ciclos
producción-consumo, pone en riesgo real la sobrevivencia de los individuos o de las unidades
domésticas. Los factores contingentes que pueden provocar carencias vitales son variados y
constituyen una amenaza potencial permanente. El riesgo de carencias no se manifiesta, claro
está, solo en relación con la alimentación, sino también, eventualmente, de instrumentos o de
algunas materias primas para reponerlos. Una embarcación dañada o un arco quebrado
constituyen también una situación difícil.

388
La forma como estas sociedades resuelven el riesgo permanente de carencias o de
déficits severos, es a través de un sistema de relaciones sociales de reciprocidad. La
reciprocidad es un compromiso social que consiste en el derecho de cualquier miembro o grupo
de la sociedad a ser auxiliado en sus necesidades por los demás, cuando está sometido a
carencias. Derecho que se adquiere a través de asumir, recíprocamente, la obligación de ayudar
a cualquiera otro que se encuentre en situación difícil.
El riesgo de carencia es permanente y, en ese sentido, previsible. Pero no es previsible
cuándo ni quiénes estarán sometidos a ellas. De ahí que el compromiso de reciprocidad que une
a los miembros y grupos de una sociedad cazadora recolectora no puede ser individual, sino
colectivo.
El sistema de relaciones sociales de reciprocidad es, de hecho, la forma que asume,
entre los cazadores recolectores pre-tribales, el sistema de relaciones sociales de producción,
que se fundamenta en un sistema de relaciones de propiedad que los agentes de la producción
establecen sobre los elementos del proceso productivo: la fuerza de trabajo, los instrumentos y
los objetos de trabajo. Estos constituyen los contenidos de la propiedad. Desde el punto de vista
de los contenidos de la propiedad, podemos decir que las relaciones sociales que distinguen a
este modo de producción, consisten en el establecimiento de propiedad colectiva sobre la fuerza
de trabajo y sobre los instrumentos de producción. No se ha conformado históricamente la
propiedad sobre los objetos naturales de producción. En tanto se mantenga la disponibilidad
natural de esos medios, no es necesario establecer la capacidad social de disponer sobre los
mismos, que es la propiedad. No hay necesidad de establecer propiedad sobre los objetos
naturales de trabajo, pues no se ha invertido en ellos fuerza de trabajo que fuera necesario
defender. Tampoco la precariedad de las fuerzas productivas otorga muchas posibilidades de
hacerlo, al menos de manera permanente.
Esto es lo que explica el que, si bien las comunidades cazadoras recolectoras que
hemos visto para las regiones andinas, tenían una territorialidad (como ocurre hasta en las
especies animales), no tenían propiedad territorial y eran capaces de compartir, por milenios, los
mismos espacios geográficos. En parte, como hemos visto, los conflictos potenciales se evitaron
desarrollando modos de vida distintos, orientados a la explotación preferencial de recursos
distintos. Lo que nos muestra, de paso, que el medio ambiente no es determinante de los
sistemas económicos y sociales que los pueblos desarrollaron. Que, mas que "adaptaciones", se
trata de diferentes opciones a través de las cuales la sociedad humana enfrentó a su medio
ambiente, transformándolo para satisfacer sus necesidades. Que en gran medida las limitaciones
han tenido mas que ver con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas que con las
restricciones -también existentes, desde luego- del medio natural.
El carácter colectivo de la forma de la propiedad implica que cada miembro o grupo
de la comunidad tiene el derecho a disponer sobre el uso de la fuerza de trabajo y los
instrumentos que poseen los demás y que la comunidad, representada en los demás comuneros,
retiene igualmente la capacidad de disponer de la fuerza de trabajo y los instrumentos que cada

389
individuo o grupo posee. Desde luego que la posesión, como capacidad de uso -que en este caso
es un derecho y una obligación-, tiene formas individuales o particulares de cada grupo
integrante de la comunidad.
Las relaciones de reciprocidad se realizan, por lo general, en un amplio y, a veces,
complejo sistema de distribución e intercambios diferidos de bienes, que no detallaremos acá.
Superestructuralmente, la formación pre-tribal se caracteriza por una escasa
diferenciación entre las esferas de la institucionalidad y la conciencia social. De hecho, el
sistema no es tan complejo como para no poder ser representado por cualquier miembro de la
comunidad. Y los riesgos de la precariedad son suficientemente compulsivos como para no
requerir de aparatos institucionales complejos para regular la conducta social dentro del
sistema. La inhibición de la acumulación y el almacenamiento, mas que a limitaciones técnicas,
obedecía a restricciones sociales que, manteniendo la situación generalizada de precariedad,
hacía necesaria la permanencia del sistema de relaciones de reciprocidad.
Es claro que, en tales condiciones, la cohesión social se aseguraba a través de
rigurosos sistemas de valores y normas, que las mismas unidades domésticas u hordas se
encargaban de hacer respetar, por propia conveniencia. Como es de esperar, la estructuración de
la conciencia social y de los sistemas de valores que integran la afectividad asociada a las
representaciones cognitivas de la realidad, giró principalmente en torno a la proyección
simbólica de las relaciones sociales de reciprocidad. Estos sistemas de valores que regían las
relaciones humanas, fomentando la generosidad y limitando el abuso hacia los demás
integrantes de la sociedad, regulaban también -bajo concepciones animistas- las relaciones con
la naturaleza, evitando su predación excesiva y el riesgo de que ésta se desquitara negando los
recursos de subsistencia.
Un sistema social cuyas bases materiales esbozamos brevemente, entra en crisis
cuando el particular sistema de relaciones de reciprocidad resulta incapaz de asegurar la
sobrevivencia de sus miembros a través de los recursos naturales accesibles a la tecnología
apropiadora. La crisis del sistema se desenvolverá como un proceso de contradicciones entre
población y fuerza de trabajo, instrumental y tecnología y objetos naturales de trabajo, que
conducirá a nuevas formas de organización social. Estas deberán permitir la elevación de la
productividad del trabajo y la estabilidad o el crecimiento de la población.
Esos procesos, de los que tratarán los proximos capítulos, tuvieron lugar en los Andes,
a partir de una historia propia de milenarios desarrollos regionales e interacciones
intercomunales.

390
Bibliografía

Bate, Luis Felipe

1983 Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica. Historia

General de América, Vol. 2, tomos I y II. Ediciones de la Presidencia de la República.


Caracas.

1986 El modo de producción cazador recolector.Boletín de Antropología Americana, nº 13.

Schobinger, Juan
1988 Prehistoria de Sudamérica. Culturas precerámicas.Alianza América, Col. Quinto

Centenario. Madrid.

Testart, Alain
1985 Le communisme primitif. I Economie et idéologie. Editions de la Maison des Sciences
de l'Homme. Paris

391
13. ¿Tehuelches y Chonos? Sobre la apertura de las relaciones comunales

Resumen.
El sitio Alero del Toro se encuentra en la selva costera de Aysen, que constituyó una barrera de
muy difícil tránsito entre los territorios de los antecesores de aónikenk y chonos. No obstante, el
rgistro muestra que fué atravesada. No habiendo razones para explicar ese paso -probablemente
ocasional- por motivos económicos, se sugiere la hipótesis de que obedecería a la búsqueda de
relaciones de apareamiento y filiación, como ocurrió en otras zonas patagónicas de más fácil
acceso.
A propósito de lo cual se discute el concepto de comunidades étnicas como sistemas
cerrados, en un intento de despertar interés por un debate acerca de las estructuras y procesos
sociales que explicarían la historia de los cazadores recolectores del extremo Austral. Temática
notablemente descuidada, dado el predominio de concepciones ambientalistas y adaptacionistas
que eluden el tratamiento de los problemas sustantivos de la organización social y no consideran
a los pueblos fuego-patagónicos como agentes de su propia historia sino como epifenómenos de
los cambios climáticos y biogeográficos.

Antecedentes.
La importancia de los hallazgos del Alero del Toro -resultantes, por lo demás, de un trabajo
breve y somero realizado con Francisco Mena en 1999326- no estriba en su espectacularidad,
abundancia o gran antigüedad de los restos arqueológicos allí encontrados, ni en la circunstancia
de ser el primer sitio con sus particulares características registrado para esa amplia zona del
bosque selvático de Patagonia central. Reside, más bien, en el interés de las preguntas que nos
obliga a formular y de los problemas explicativos implicados en su consideración. Apuntaré acá
algunos de ellos, tanto en relación a cuestiones generales de la teoría sobre pueblos cazadores
recolectores, como a la situación histórico concreta en cuyo contexto se discuten.
Redacté la primera versión de este artículo en 2000, antes de recibir el resultado de una
datación radiocarbónica solicitada por Mena. No obstante, conservaré la versión original que
obligaba a hacer consideraciones en torno a la cronología e identidad de los grupos sociales
posiblemente implicados que, dado el estado de las investigaciones, aún merecen atención. Y
agregaremos las precisiones mayores que nos permite un primer fechado radiocarbónico.
También con posterioridad redactamos un artículo con una propuesta de conceptualización
teórica del modo de reproducción en sociedades pretribales [Bate y Terrazas 2004] motivado, en
parte, por la problemática tratada en este artículo y que permite ampliar y precisar las
consideraciones acá apuntadas.

326
También colaboraron activamente en los trabajos Alian Gedda y Massimo Gedda, como parte del apoyo logístico que nos
brindó Francisco Gedda, director y productor del programa de televisión Al Sur del Mundo. Igualmente agradecemos las
atenciones y facilidades otorgadas por el propietario del predio, Dr. Horacio Croxatto.

392
Consideraciones generales.
Uno de los problemas planteados por investigadores de las sociedades cazadoras recolectoras -
particularmente a propósito de las diferencias entre el Paleolítico Medio y Superior en Europa
central- ha sido el del surgimiento y desarrollo de estilos regionales manifiestos en diversas
expresiones culturales de los mismos, tales como en la tipología del instrumental o el "arte"
rupestre [ver Gilman, 1984].
Una contribución significativa a esta cuestión, aún no resuelta, han sido los trabajos de
Martin Wobst, tanto sobre redes de apareamiento [1974 y 1976], como sobre los estilos culturales
entendidos como formas de comunicación de información [1977]. Aunque planteadas en un
contexto diferente a las discusiones de la arqueología sobre el tema, son igualmente relevantes
las distinciones precisadas por Claude Meillassoux [1977] entre adhesión y parentesco,
acoplamiento y filiación o patrones de movilidad, descendencia y residencia. Por nuestra parte,
hemos formalizado una propuesta para explicar las singularidades formales de la cultura como
manifestaciones fenoménicas de los diversos contenidos de una formación social [Bate, 1978]. A
su vez, en el denominado "grupo Oaxtepec" se propuso usar el concepto de modo de vida para
designar a las mediaciones entre la dimensión fundamental y general de la estructura y
causalidad social expresada en la categoría de formación social y la singularidad aparente en la
dimensión de la cultura. Se refiere, por lo tanto, a vías particulares y alternativas del desarrollo
de una formación social [ver Vargas, 1985; Veloz Maggiolo, 1987 o Bate, 1998].
También es pertinente anotar que hemos hecho una distinción entre sociedades pre-
tribales y tribales, la cual no se funda en diferencias de la tecnoeconomía básica, sino de los
contenidos de las relaciones sociales de producción fundamentales y, por lo tanto, del modo de
producción327. Lo dicho para indicar que, en el caso presente, asumiremos que estamos tratando
con sociedades pre-tribales. Lo que supone que las ocupaciones de cazadores presuntamente
provenientes de las estepas patagónicas serían anteriores a la adquisición del caballo europeo,
factor que los condujo a la tribalización.
El hecho es que, para las sociedades cazadoras recolectoras pre-tribales, las
singularidades estilísticas observables en el registro arqueológico pueden ser la manifestación
cultural de diversos tipos de relaciones, independientemente de la posible intención
comunicativa de los grupos sociales que las entablaron. Entre las relaciones sociales
características -aunque no exclusivas- de estos pueblos podemos considerar:
a) Las relaciones sociales de reproducción que constituyen las formas reales de
mediación social orientadas a organizar socialmente la reproducción biológica de la especie
humana y a su formación como fuerza de trabajo potencial328. De acuerdo a Meillassoux [ob. cit.]
es necesario distinguir entre las relaciones de acoplamiento y la colocación de la descendencia.

327
Bate, 1986 y 2004.
328
Esto, desde luego, entre las distintas actividades de socialización que producen individuos capacitados para vivir en
sociedad.

393
Las normas que definen los acoplamientos posibles tienden a conformar lo que Wobst ha
denominado redes de apareamiento. O, como prefiere Gilman, tomando una expresión de
Williams [1974], "closed connubia". Las relaciones de filiación, por su parte, condicionan a qué
unidades sociales será asignada la descendencia. Asignación que se objetiva o realiza
principalmente a través de los patrones de movilidad de los adultos en edad reproductiva329.
Como lo dice Meillassoux:
A un nivel estrictamente funcional e independientemente de las reglas de filiación o residencia, se
establecen dos formas de movilidad de los adultos púberes (que muchas veces son también normas
en razón de su relativa incompatibilidad), dos formas de movilidad previas a las relaciones de
filiación y cuyas implicaciones demográficas, sociales y políticas me parecen decisivas.
En un primer caso las mujeres permanecen e su comunidad de origen y los hombres son invitados
a procrear y, eventualmente, a residir en ella [...]
En el segundo caso las mujeres, cambiadas sobre una base de reciprocidad, no procrean en sus
comunidades sino en una comunidad aliada que recoge la descendencia. [1977:44]

Cabe señalar que las relaciones sociales de reproducción condicionan la estructura de la


población que se manifiesta en determinadas configuraciones demográficas (proporción de
sexos, distribución de edades, morbilidad, mortalidad, expectativas de vida, etc.).
b) Las relaciones de adhesión laboral de diverso orden. Entre ellas nos parece relevante
apuntar las que constituyen lo que hemos denominado sistemas de complementación
económica330. Se trata de la organización de grupos de población en torno a la distribución
espacio-temporal de la fuerza de trabajo para la realización de las tareas productivas, siendo
central la apropiación de alimentos. Son relaciones técnicas de producción condicionadas por la
distribución espacial de los recursos en el medio natural así como, en el caso de los recursos
bióticos, por sus ciclos de desarrollo temporal, como la estacionalidad o desplazamientos.
Los sistemas de complementación económica se organizarían tendiendo a optimizar la
relación entre dos principios estructuradores. En primer lugar, la asignación de la fuerza de
trabajo a los lugares y momentos de mayor productividad. En segundo lugar, la diversificación
de recursos tendiente a limitar una predación excesiva que pudiera llevar a su extinción o, en el
caso de que esto ocurriera, a abrir posibilidades de sustitución. Desde luego que, en la
configuración de opciones, pueden operar también valores sociales ajenos a la estricta
racionalidad económica. Es claro que al optar por una combinación y secuencia determinada de
actividades y movimientos, se excluyen algunas otras alternativas posibles.
En otro lugar hemos mencionado que una forma de desarrollo de las fuerzas productivas
pudo consistir en una "división geográfica del trabajo", organizada a través de la segmentación
de la comunidad en diversos circuitos de complementación económica -complementarios éstos
entre sí- con lo cual se conseguiría acceder a los recursos aún en sus momentos de baja
productividad. Este copamiento del territorio se realizaría acortando los desplazamientos, o

329
Las reglas de residencia y descendencia serían la representación superestructural, de formato normativo, de los modos reales
de movilidad. La realidad, por lo tanto, puede corresponder o no a tales preceptos.
330
Equivalen aproximadamente al concepto descriptivo de "complejo situacional" de Binford (1988)

394
restringiendo la circulación de los grupos a porciones territoriales menores. Al ampliarse así la
cobertura espacio-temporal de los recursos, es probable que ello permitiera también acceder a
algunos cuyos momentos de mayor productividad serían desaprovechados al priorizarse otras
opciones generales. Además, esto habría permitido profundizar en el conocimiento concreto -
acumulable en la memoria colectiva- de las potencialidades del medio. Es claro que la
complementación entre los distintos segmentos comunales debió requerir de un sistema de
intercambios.
c) Las relaciones sociales de producción, que definen la calidad distintiva del modo de
producción a través de relaciones de propiedad sobre los elementos del proceso productivo. En
las sociedades pre-tribales, las relaciones fundamentales de producción se establecen en torno a
la obtención de alimentos. La forma de la propiedad es colectiva y se asienta sobre la fuerza de
trabajo y los instrumentos, desplegándose en diversas formas de posesión (capacidad de uso)
particular o individual. Históricamente, no se ha establecido aún la propiedad sobre los objetos
naturales de trabajo. La apropiación de la naturaleza no es una condición para la producción,
sino el resultado de ésta. En tanto se mantiene la disponibilidad natural de objetos de trabajo, no
es necesario asentar la capacidad social de disponer de ellos, es decir, la propiedad en sentido
estricto. Lo que existe son diversas formas de posesión sobre los recursos y/o el territorio, las
cuales pueden llegar a ser objeto de estrictas regulaciones sociales331.
Diversos arreglos de agrupación y alianzas, como la división en mitades/ secciones/
subsecciones o el parentesco clasificatorio y otras relaciones de afinidad son las formas básicas
que adquieren, en la sociedades pre-clasistas, las relaciones sociales de producción. En el caso
de las economías apropiadoras pre-tribales su papel central es regular las relaciones de
solidaridad necesarias para asegurar las condiciones de la producción y la sobrevivencia en la
situación de precariedad estructural y riesgo que caracteriza a las fuerzas productivas.
d) Sistemas de intercambio de bienes. Aún bajo diversas maneras de organización de los
grupos, parcialidades o comunidades en el territorio, el desarrollo de variados tipos de
relaciones de intercambio ha sido una forma de posibilitar el acceso a recursos o a productos
elaborados con recursos desigualmente distribuidos en los distintos medios geográficos.
Además, los sistemas de intercambio en estas comunidades constituyeron una importante
manera de reforzar relaciones de solidaridad o, al menos, de no agresión. De hecho, la
reciprocidad característica de las sociedades pre-tribales es la manifestación aparente de las
relaciones sociales de producción realizándose en el ámbito de la circulación.

Ahora bien, volviendo al punto de las manifestaciones culturales arqueológicamente


observables, se acepta que -en las comunidades primitivas de cazadores recolectores- la

331
La posesión es el precedente histórico de la propiedad y, posteriormente, un componente de ella.

395
conformación de los "estilos"332 regionales puede ser la expresión de esos diversos tipos de
relaciones sociales, entre otros. Aunque, como advierte Wobst:
abandonamos el campo del consenso arqueológico cuando consideramos el papel de los artefactos en
el intercambio de información como, por ejemplo, en la simbolización del territorio, o de fronteras
sociales, en el contexto ritual, en el sustento de la etnicidad o en la mantención y refuerzo de redes de
apareamiento, relaciones de intercambio o [otros] arreglos estructurales. [1977: 320]

En lo que no hay consenso es en cuanto a cuáles serían las relaciones sociales


manifiestas en los diversos estilos regionales.
También aprovecharemos esta referencia para señalar que algunas de las dimensiones
sociales, que podrían aparecer manifiestas como estilos regionales, involucrarían a diversas
combinaciones de relaciones sociales que necesitamos diferenciar sólo con fines analíticos. Así
tendríamos, a manera de ejemplos:
e) La posesión territorial de los grupos componentes de una "comunidad", que puede
estar referida al espacio de operación de sistemas de complementación económica, en
coincidencia (al menos parcial) con unidades sociales definidas a través del parentesco
clasificatorio, involucrando a unidades domésticas que también constituyan unidades de
reproducción.
f) Identidades de género, implicando a grupos social y culturalmente diferenciados que,
al menos respecto a su base biológica de referencia, establecen vínculos necesarios en torno a
las relaciones de reproducción. Pero que pueden distinguirse espacialmente en los ámbitos de
realización de actividades productivas (adhesión laboral) asignadas diferencialmente de acuerdo
a la división doméstica del trabajo333.
Por supuesto, los diversos tipos de relaciones sociales mencionadas se articulan e
integran de diversas maneras y, para ello, deben encontrar múltiples puntos de coincidencia en
el tiempo y el espacio.
No obstante, aunque entre los autores ocupados de estos temas no haya consenso
respecto a cuáles serían las relaciones sociales específicas destacadas en la dimensión cultural
como "estilos regionales", parece haber un acuerdo implícito en cuanto a que éstos tienden a
coincidir con la "comunidad". Es decir, que habría una comunidad conformada como una
unidad social total, en cuyo sistema se integran -más o menos armónicamente- las diversas

332
Tal vez es necesario apuntar que el concepto de "estilo" en arqueología no es autoevidente -ni neutro- como advierten
Conkey y Hastorf, editoras de una obra dedicada al tema. Más bien tiene múltiples significados, generalmente imprecisos y
difícilmente podrían unificarse. Las citadas autoras intuyen atinadamente que "Any general theory of style that is [sic] so
inclusive as to cover the range of assumptions noted above (and perhaps more) may also be not much different from a general
notion of culture" [Conkey & Hastorf 1990: 2].
De hecho, en tanto parto de una formalización teórica definida de la categoría de cultura, entiendo a los "estilos" como
manifestación cultural (fenoménica) de actividades y relaciones sociales, plasmadas en el registro arqueológico en artefactos y
patrones de distribución.
333
Que, además de la edad, tiene como referencia al género y no necesariamente al sexo, es decir, es social y no biológica. La
cualificación de las categorías de edad son igualmente sociales.

396
relaciones constitutivas de la sociedad, distinguiéndose de otras comunidades334. Lo cual nos
enfrentará a la necesidad de discutir los conceptos mismos de comunidad, de etnia o de
comunidad lingüística335.
Es posible que haya habido algunas comunidades, en situación de aislamiento, donde la
identidad étnica coincidiera con un sistema completo y cerrado de relaciones sociales de
producción, reproducción, intercambios, institucionalidad, cosmovisión y sistema de valores e
idioma. Pero pienso que, si las hubo, debieron ser las menos. Es mucho más probable que las
comunidades, sin ser cerradas, hayan podido mantener una identidad cambiante pero distintiva a
través de largos períodos históricos, aún coexistiendo con otras en las mismas regiones.
Intentando alentar un necesario debate sobre este tema, partiré de algunas premisas y
conceptos para derivar de ellos algunas de sus implicaciones sociales y sus posibles efectos en
el registro arqueológico.
Antes que nada, aclararé el concepto de grupo social, que entiendo como un conjunto de
individuos que presentan en común una o diversas posiciones determinadas en torno a un tipo
de relaciones sociales (p.ej., de producción, reproducción, afinidad, etc.), con diversos objetivos
y niveles de organización. Por lo que el término de grupo social, en general, es indeterminado
en el sentido de que no indica cuál es el tipo de relaciones sociales que lo constituyen.
Provisionalmente, entenderé a una comunidad primitiva, como un sistema integrado por
todos los tipos de relaciones sociales que permiten la reproducción de la totalidad social.
Las comunidades no son necesariamente sistemas cerrados.
Por lo tanto, algunos aspectos del desarrollo y la reproducción social pueden ser
resueltos por la comunidad a través del establecimiento de diversos tipos de relaciones con otras
comunidades (p.ej., intercambio de bienes o de gentes, sistemas de alianzas, etc.)336.
Como hipótesis general, sostengo que un factor central en la explicación de la dinámica
histórica de las comunidades primitivas de cazadores recolectores pre-tribales -que desembocará
en la revolución tribal- lo constituye la causalidad generada por las interacciones entre
comunidades, sean relaciones de alianzas o de conflictos.337

334
Aún cuando se hayan rechazado las identificaciones cultura:etnia, cultura:comunidad o cultura:sociedad y aunque el punto
ha sido implicado en algunas discusiones importantes de la sociología, en éste supuesto tácito tienden a coincidir desde el
difusionismo histórico cultural, el particularismo culturalista, el neoevolucionismo y el marxismo childeano hasta el
funcionalismo. Yo mismo he incurrido en la identificación de cultura arqueológica-etnia [Bate 1982], lo cual es una
simplificación que debe ser replanteada.
335
Entiendo que intentar aclarar conceptos no significa intentar reducir el reflejo de la realidad, siempre altamente compleja, a
la cómoda simplicidad de términos sencillos y redondos, de transparente correspondencia con los registros empíricos. Eso sería
más bien rehuir al compromiso de explicación de la realidad, que se supone es la tarea de las ciencias.
336
Como hace notar Wobst, siguiendo a Barth [Williams 1974:viii], las fronteras étnicas no surgen en ausencia de
comunicación entre grupos étnicos, sino que se establecen y mantienen precisamente como una relación entre ellos. Lo mismo
puede decirse del llamado "intercambio silencioso", en que los agentes que representan a los grupos en relación no se
encuentran físicamente.
337
Espero que quede claro que, cuando hablo de relaciones o interacciones entre comunidades, me estoy refiriendo a relaciones
de contenido social y no a las relaciones estilísticas manifiestas en la esfera cultural, que sólo son una expresión fenoménica de
aquellas.

397
Así sería cómo las comunidades pre-tribales -con una economía apropiadora
estructuralmente precaria y una reproducción demográfica limitada (no ampliada)- resuelven
sus necesidades de reproducción social, enfrentando los cambios permanentes del medio natural
que constituye su fuente de recursos y ámbito de vida 338, así como los que genera la misma
interacción social.
Los vínculos entre comunidades, en distintas esferas de relaciones sociales, pueden
haberse establecido coyunturalmente o adquiriendo carácter estructural.
Como implicaciones sociales de estas premisas, apuntaremos que:
- Un individuo participa, simultánea y/o secuencialmente, en diversos grupos sociales.
Pero no todos los grupos sociales de los que participa están integrados por el mismo conjunto de
individuos.
- No todos los individuos nacidos y/o criados en los grupos sociales integrantes de una
comunidad determinada, deberán participar necesariamente sólo de las relaciones sociales de la
misma comunidad. De ahí que algunos individuos integrantes de algunos grupos sociales de una
comunidad pueden ser originarios de otra comunidad 339 y pueden seguir participando de
algunas relaciones sociales de su comunidad originaria.
Considerando las manifestaciones culturales que pueden tener efectos en el registro
arqueológico, podríamos decir que:
- Los diversos tipos de relaciones sociales que constituyen la estructura de una
comunidad (cerrada o abierta) pueden manifestarse, intencionada o involuntariamente, en
diversos elementos o combinaciones de elementos de la cultura material. Esto es, en las pautas
reales de comportamiento o en los elementos materiales producidos o usados por la sociedad.
Consecuentemente, se reflejarán en diversos aspectos o "items" del registro arqueológico.
- Las manifestaciones, en la cultura material, de diversos tipos de relaciones sociales no
tienen que coincidir necesariamente en los mismos espacios. Por lo tanto, pueden generar
distintas distribuciones espaciales y en distintas escalas del registro arqueológico.
Este es un aspecto al cual se ha prestado poca atención en la arqueología sobre cazadores
recolectores en América. No abundan los estudios en que se intente correlacionar con alguna
precisión los diversos aspectos de la cultura material en el registro arqueológico. Si se llevaran a
cabo, lo más probable es que se descubriría que la distribución geográfica de los estilos o
subestilos de las representaciones rupestres, de la tipología característica de diversas categorías
de instrumentos líticos u óseos, de ornamentos de concha o las sepulturas, no coinciden
exactamente en los mismos espacios para los mismos rangos temporales. Y tal vez pocos

En cualquier caso, quiero advertir que no es el objetivo de este artículo desarrollar esta hipótesis general, sino sólo
algunas de sus implicaciones.
338
Cambios que pueden ser graduales o catastróficos.
339
Podría tratarse de individuos de más de una otra comunidad.

398
investigadores se sorprenderían, no porque haya respuestas para ello, sino porque no se han
formulado las preguntas.
A pesar de lo cual se mantiene el establecimiento de las "fases culturales" o "culturas",
definidas a través de privilegiar alguno de esos indicadores, bajo el supuesto de que
identificarían a determinadas comunidades étnicas.
En el caso de la Patagonia, los intentos de correlacionar las industrias líticas, la gráfica
rupestre y los tipos físicos, derivados principalmente de la propuestas de la Escuela de Buenos
Aires (Menghin, Bórmida y otros), se fundan en cronologías altamente imprecisas, en supuestos
culturales especulativos, en una interpretación equivocada de los materiales líticos y, con
seguridad, no corresponden a la realidad histórica.

A propósito del Alero del Toro.


Este sitio, ubicado en la zona del río Cisnes Medio, a unos 35 kilómetros del mar, se encuentra
en medio de la franja de selva lluviosa y fría del litoral pacífico de Patagonia central340. La
densidad del sotobosque hace extraordinariamente difícil desplazarse a pié, donde no se hayan
abierto "picadas" a golpe de instrumentos de hierro o motosierras o caminos con
motoconformadoras y dinamita. Una buena idea la da la descripción de la costa de Chiloé
continental que hace Margaret Bird en su diario de viaje del verano de 1935
Junius tried to go overland, but could not get past the crevasses. The woods are the most impassable I
have never seen -living trees lying on their sides and on one another in a jackstraw mess which must be
seen to be beleaved. All the trunks are thickly covered with mosses, lichens, and ferns, and among the
trees is a variety of undergrowth. [Bird & Bird, 1988:11]

La navegación en canoas es también casi imposible a lo largo de un río de peligroso


lecho rocoso, lleno de bloques y rodados de cualquier tamaño y de saltos de agua que
impedirían el avance mas allá de tramos muy cortos, de donde habría que portear la
embarcación por tierra. Hoy en día, son navegables en canoa los primeros 12 o 15 kilómetros a
partir de la desembocadura. Además, hacia el comienzo de las ocupaciones del alero, las
corrientes debieron ser mayores ya que el desnivel respecto al mar arrancaba, en ese punto, unos
diez metros sobre el cauce actual341.
Por ello es que, tradicionalmente, se ha considerado que los campos de hielo y la selva
litoral conformaron una formidable barrera física entre el bosque del interior continental342 y la
estepa que se extiende hasta el Atlántico, por un lado y, por otro, la intrincada costa del
Pacífico, haciendo muy improbable su tránsito. Opinión de la que he participado.

340
El sitio fué descubierto por el Sr. Ciro Hoencke Cayuqueo, quien trabaja para el Dr. Horacio Croxatto, propietario del
terreno en que se localiza el alero.
341
El mismo topónimo regional alude a la topografía de la zona: "Aysen, derivado de áichern aike. Áichern quiere decir 'torcido'
en aóniko-áish, posiblemente por las curvas del río de igual nombre" [Escalada 1949:66].
342
Me refiero al bosque con predominancia de nothofagus, de sotobosque ralo que no impide el desplazamiento a pié. Es lo
que, en la región, se llama "monte colgado".

399
No obstante, el hecho innegable es que los seres humanos ocuparon el lugar, aún cuando
fueran breves paradas de paso entre el interior y la costa.
Hay que decir que el alero presenta, en relación a su entorno inmediato y a las
características generales de la zona, una característica notable. Y es que, probablemente debido
a un efecto singular de la circulación del aire y a un buen drenaje del suelo arenoso, el
microambiente formado al interior de la línea de goteo es completamente seco. Al punto de que
era imposible retener los bordes de las excavaciones que, de tan secos, se desplomaban por
efecto de la gravedad. Y que, en los estratos de arena y ceniza volcánica del piso, se
conservaron perfectamente, tal vez por varios siglos, las hojas caídas de los árboles que cierran
el exterior del alero.
La elección del sitio resulta así muy explicable, pero no el hecho de que se haya
transitado por un medio tan difícil. Por lo pronto, se advertirá que estamos considerando al
curso medio del río Cisnes como un lugar de paso. Y es que, si se hubiera dado una ocupación
plena a esta zona, lo más probable es que un sitio de condiciones tan favorables para la
habitación habría presentado ocupaciones mucho más densas que las que ahí se registran. Por lo
demás, los pocos vestigios encontrados nos apuntan a elementos naturales y culturales propios
tanto de la costa como del interior.
La pregunta de la que partiremos se refiere a los motivos que llevaron a los ocupantes
del sitio a transitar por la zona, considerando:
a) El notable grado de dificultad que implica desplazarse en ese medio, dentro de las
posibilidades técnicas de una comunidad cazadora recolectora.
b) Que se trata de un hábitat marginal a los ámbitos de vida de los pueblos arqueológica
e históricamente conocidos para la región, tanto en el interior cordillerano y estepario, como en
el litoral selvático y el medio insular del Pacífico. Lo que nos lleva necesariamente a notar que
lo que se sabe de los pueblos que habitaron esas áreas en los últimos dos a tres milenios es casi
nada.
c) Que las tecnologías de apropiación de alimentos desarrolladas tanto por los canoeros
del litoral como por los cazadores esteparios y cordilleranos debieron ser limitadas y poco
eficientes para asegurar la sobrevivencia en la zona.
d) Que la productividad de los recursos accesibles a las tecnologías apropiadoras de
dichos pueblos no compensaría la sustitución ni siquiera temporal de sus recursos habituales.
En el caso de los cazadores esteparios, se encontrarían sin sus presas principales, como
el guanaco o el avestruz. Y uno de los instrumentos más usados, la boleadora, resultaría
imposible de manejar. Sin embargo, el uso de arco y flechas, de adquisición tardía, podría haber
servido bien para la caza de huemules y pudúes, cuyos restos se encuentran en el sitio343. Y

343
Desde luego, no debemos descartar la posibilidad de que hayan utilizado técnicas apropiadas a las particularidades de este
medio, incluyendo trampas u otras.

400
aunque son especies que complementarían el espectro de recursos de esas poblaciones -como se
constata en otros sitios de la Patagonia- es improbable que alcanzaran la importancia y
eficiencia como para substituir sus técnicas y dietas habituales.
Para los canoeros del Pacífico, no hay ningún recurso que no pudieran obtener
normalmente en la costa344 y faltan del todo las diversas especies marinas de muy alta
productividad que capturaban regularmente. Sí disponían de técnicas de pesca que explicarían la
presencia de una vértebra de pez, pero seguramente se trata de un ejemplar capturado en el mar
y traído al sitio.
De lo anterior concluimos que es ampliamente improbable que una motivación
económica explicara el hecho de que algunos miembros de las comunidades del interior o de la
costa se desplazaran hacia el territorio de la comunidad vecina, venciendo la elevada dificultad
de tránsito por esta zona.
La pregunta, por lo tanto, sigue en pié. En la ciencia, se intenta responder a las preguntas
a través de hipótesis. Estas se formulan como respuestas posibles, razonablemente
argumentadas, con diversas probabilidades de corresponder a la realidad. Hemos intentado
argumentar la baja probabilidad de que se tratara centralmente de un interés, por parte de alguna
de las comunidades involucradas, en el acceso directo o a través del intercambio a recursos de la
zona o del territorio de las comunidades vecinas. Lo cual no excluye el hecho de que ésto se
haya dado, asociado secundariamente a las relaciones que pudieran haberse establecido.
Pensamos que tampoco es probable que se trate de vínculos orientados a reforzar el
consenso en torno a las respectivas posesiones territoriales. Las características mismas del
ámbito selvático interior debieron conformar una frontera natural suficientemente nítida, por lo
menos como para no requerir de esfuerzos especiales para su definición.
Por ello, ensayaremos acá una hipótesis alternativa, relativa a los modos de
reproducción:
Las ocupaciones del Alero del Toro responderían al tránsito entre los territorios de
comunidades cazadoras recolectoras pre-tribales con modos de vida diferentes, orientadas al
establecimiento de relaciones de acoplamiento y filiación.
Como intento de responder a la pregunta de ¿por que se dió el transito en la zona que
nos ocupa?, esta hipótesis nos llevará a otra pregunta. Y es la de ¿qué razones pudieron llevar a
miembros de las comunidades involucradas a abrir sus redes de apareamiento a los integrantes
de comunidades con modos de vida y, probablemente, idiomas y tradiciones culturales tan
diferentes?. Cuestión que veremos más adelante.

Por lo demás, la fecha de las ocupaciones iniciales las ubicarían bastante antes de la adopción del arco y flecha en la
Patagonia.
344
Donde probablemente el huemul fuera más escaso.

401
No pretendemos acá desarrollar la contrastación de la hipótesis planteada, lo que
requerirá de la obtención y evaluación de datos e informaciones mas amplias de las que ahora
disponemos. Pero lo que es claro es que no se puede pretender encontrar respuestas a preguntas
que no hayan sido formuladas.
Por ello, no esperamos adelantar más que en la evaluación de la viabilidad de la
hipótesis, de sus implicaciones y de las condiciones que harían posible su contrastación. Ello es
lo que nos permitirá definir cómo y hacia qué objetivos orientar las próximas investigaciones.
En este sentido, surgen algunas cuestiones inmediatas orientadas a intentar definir mejor
el problema. O, mejor dicho, a evidenciar la amplia gama de imprecisiones y desconocimientos
que lo circunscriben.
a. La primera de ellas se refiere a ¿qué pueblos fueron aquellos que podrían haber
establecido contacto en la zona que nos interesa?. Lo cual nos sitúa frente a uno de los grandes
vacíos de la arqueología y la historia de la Patagonia.
Por lo que se refiere a la etnografía basada en documentación histórica, ésta presenta
notables sesgos que, además, son desiguales. Para la costa, la información se refiere a un
hipotético grupo étnico que prácticamente se extingue como tal en el siglo XVIII, a raíz del
impacto de la presencia europea. En el interior patagónico el único panorama más o menos claro
-establecido por Casamiquela [1965]- se remite hasta el siglo XVIII, cuando ya los grupos
"tehuelches" habrían adquirido el caballo y, con ello, una movilidad que seguramente modificó
las distribuciones territoriales de los siglos anteriores. Vamos por partes.
Respecto a los canoeros del litoral, los llamados "chono" o "chono-waitekas", cuyo
gentilicio propio se desconoce, habrían ocupado la región comprendida por el litoral y
archipiélagos de Chiloé y Aysén. Antes de la ocupación del norte de Chiloé por los williche
(mapuches) se habrían extendido desde la costa sur de Llanquihue hasta la península de Taitao.
La única indicación de su presencia estaría dada por una toponimia consistentemente
identificable -aunque de significados desconocidos- y no atribuible de las lenguas mapuche o
kawéshqar propias de los pueblos con que habrían limitado al norte y al sur, respectivamente.
Por lo que se refiere a su tipo físico, aunque hay versiones notablemente dispares entre
los cronistas, la mayoría coincide en que serían de estatura baja y similares a sus vecinos
canoeros del sur. Por lo que algunos antropólogos se han aventurado a afirmar que serían
"fuéguidos", lo cual nos remite a las nomenclaturas establecidas por la "Escuela de Buenos
Aires" (Imbelloni, Bórmida) y que no son compartidas por todos los antropólogos físicos que se
ocupan de Sudamérica.
La información arqueológica disponible para esta extensa región no puede ser más
mezquina y poco clara. Los artículos con información provenientes de excavaciones no llegan a
un decena [Bird 1938, Díaz y Garretón 1973, Ocampo y Aspillaga 1984, Aspillaga et al. 1997, Porter, 1993,
Rivas et al 1999, Gaete y Navarro 2004]. Habría que agregar el único trabajo que recopila la
información disponible para Chiloé, hace cuarenta años [Vázquez de Acuña 1963].

402
La secuencia propuesta por Bird supone:
-una época representada en los concheros más antiguos, caracterizados por una
"desconcertante ausencia de artefactos" en los cuales sólo habrían quedado choppers
(unilaterally flaked hand axes) y lascas sin retoques.
-Luego, en lo que opina que podría ocurrir unos pocos siglos antes de la llegada de los
españoles, aparecerían puntas de arpón o cuchillos tallados bifacialmente y acabados por
presión. Junto con ellos aparecerían perforadores enmangados y hachas de piedra pulida, pero
no cerámica.
- Sólo en superficie encontró cerámica, junto con tiestos de cerámica vidriada europea.
Todo indica que la mayor parte de su información se basa en las excavaciones
realizadas en seis días en la isla Capera (Capera Wapi) en el seno de Reloncaví, frente a Puerto
Montt [Bird & Bird 1988].
El único trabajo que reporta con cierto detalle las excavaciones, estratigrafía y
proveniencia de los materiales descritos, es el de Díaz y Garretón sobre el Conchal de Gamboa,
situado en las riberas del río del mismo nombre en el fiordo de Castro, en la costa oriental de la
Isla Grande de Chiloé. Los autores afirman que, ante la ausencia total de instrumentos de piedra
pulida y cerámica, el conchero corresponde a ocupaciones de canoeros anteriores a la presencia
mapuche en Chiloé. Aunque en toda la secuencia se encuentran tanto puntas foliáceas bifaciales
como choppers, señalan que en los estratos inferiores predominan los artefactos toscos de piedra
y hueso. A partir de los estratos medios aparecen 23 cuentas de collar en concha de lapa
(fisurella sp.), un pendiente en concha y otros en hueso y canino345. Y destacan el comienzo de
la utilización de rocas volcánicas, incluyendo obsidiana, indicando contactos con el continente.
También incluyen las únicas descripciones antropofísicas disponibles para la región,
sobre dos osamentas de individuos sepultados en el conchal.
El par de páginas publicadas por Ocampo y Aspillaga, informa escuetamente de las
prospecciones y excavaciones realizadas propiamente en los archipiélagos de las Guaytecas y
Chonos. Del sondeo realizado en un conchal de las Guaytecas -sitio Repollal 2- se obtuvo, en la
base, una fecha de 2.430+80 a.p. y de un alero con enterratorios en la isla Benjamín346, una
fecha de 410+70 a.p., que data la práctica atribuida a los indios chono de sepultar a sus muertos
en cortezas de ciprés, con unas lajas encima. No hay ninguna descripción de materiales, pero los
autores aseveran que
Las características de esta muestra plantean una nueva problemática de poblamiento y alteran en
cierta medida el inventario cultural previo.

345
Reportan, en signos de interrogación, posibles cuentas en concha de almeja, aunque indican la posibilidad de que las
perforaciones no fueran intencionales sino debidas a una patología de los bivalvos.
346
En la misma latitud del río Cisnes, al occidente del canal de Moraleda.

403
Aún con lo preliminar de la prospección los primeros resultados adquieren un valor significativo
para la formulación de hipótesis, y proveen de explicaciones a algunos problemas de la prehistoria de
la Patagonia .[ob.cit., pp. 155-156]

Sería muy interesante saber por qué tales afirmaciones pero, a más de quince años de
realizados los trabajos, siguen sin ser publicados.
Mucho más informativo resulta, por la riqueza de imágenes, el documental realizado por
Francisco Gedda, cuyo programa de televisión [Al sur del mundo], auspició dichos trabajos
[Gedda 1985].

Porter realizó sondeos sistemáticos en el sitio GUA-10, ubicado en una caleta de la isla
Gran Guaiteca. Se trata de un conchal, erosionado en la zona expuesta a las mareas después del
terremoto de 1960, que se continúa en una terraza más alta, ya forestada. La mayor parte de los
artefactos proviene de la zona intermareal, que ha vaciado el depósito de concha, deflactando
los elementos líticos, más pesados. En la base de los estratos culturales de la parte forestada se
obtuvo carbón, que fue datado en 5.020+90 años a.p.
Entre los artefactos ilustrados destacan cantos con muescas o ranuras piqueteadas,
probablemente pesas para la pesca, choppers, preformas bifaciales y puntas bifaciales foliáceas,
retocadas por presión.
En suma, lo que se puede decir es que no podemos definir una "fase" inicial
caracterizada sólo por choppers y otros artefactos toscos. Estos, sin duda, aparecerán en toda la
secuencia debido a que se trata de instrumentos adecuados tanto para la explotación de recursos
forestales como de mariscos. Otro ítem que aparece en todas las excavaciones son las piedras
abrasivas usadas muy probablemente para pulir o aguzar instrumentos de hueso. La tipología de
las puntas foliáceas se corresponde con aquella de los sitios de los canales australes, como
Ponsomby347 o Lancha Pakewaia, con las cuales la fecha de cinco milenios es coherente.
En 1997, Aspillaga, Ocampo, Olivares, Arensburg y Meyer y, en 1999, Rivas, Ocampo
y Aspillaga, reportan brevemente una excavación en Puente Quilo-1, Quetalmahue. Bajo el
estrato actual hay una capa con fragmentos cerámicos. Luego, dos estratos con lascas, láminas y
puntas foliáceas. El inferior presenta una fecha radiocarbónica de 5.500 años a.p. con
enterratorios. Los restos antropofísicos, segun los autores, presentan más parecidos con los
arcaicos de Chile central, aún cuando denotarían un modo de vida canoero. Más abajo hay aún
una capa con lascas y puntas de gran tamaño.
Por último, el trabajo del equipo reportado por Gaete y Navarro [2004] para el conchal
Piedra Azul, localizado en el Seno de Reloncaví, Llanquihue, muestra una secuencia consistente
que se inicia desde el 6.430 a.p.. Donde las piezas bifaciales de tradición foliácea se encuentran

347
En 1989, gracias a la gentileza del Dr. Levin y la Dra. Susana Monzón, del Museo del Hombre en París, tuve la oportunidad
de abrir las cajas con parte de los materiales todavía empacados de las excavaciones de Ponsomby, donde perdiera la vida
Joseph Emperaire. Las grandes puntas foliáceas, algunas de bordes aserrados, son del mismo tipo de las del Componente
Antiguo de los sitios de Tierra del Fuego [ver Laming-Emperaire 1968, Orquera et al. 1977]. Y, como hemos hecho notar, se las
encuentra hasta en los concheros de la desembocadura del río Ralún, en el seno de Reloncaví.

404
en los estratos IV a II, entre 5.560 y 3.700 a.p.. El estudio muestra claramente una ocupación de
cazadores recolectores, explotando recursos forestales y la caza, pesca y recolección de especies
marinas. También hay restos óseos humanos de siete individuos, atribuidos a las ocupaciones
del estrato III, anterior al 4.400 a.p.
Lo que no queda nada claro es hasta qué fechas perdura el uso de esas puntas líticas
pues, al menos en el área ocupada tardíamente por los kawéshqar, hacía ya por lo menos un par
de milenios que estaban en desuso. Pero no sabemos qué es lo que ocurre al norte de la
península de Taitao. Si éstas realmente hubieran perdurado hasta los tiempos tardíos de la
ocupación mapuche de Chiloé -caracterizada por la introducción de hachas de piedra pulida y
cerámica- tendríamos un buen indicador arqueológico para diferenciar entre sitios chonos y
alakalufes. En Piedra Azul no las hay posteriores al 3.700, pero hay un hiato ocupacional hasta
el 775 a.p, donde se registra una reocupación por canoeros, pero esta vez con cerámica y sin
puntas líticas
Otro antecedente que debe ser mencionado lo aporta Vázquez de Acuña y se refiere a la
presencia, en Chiloé, de puntas pedunculadas de tipo "patagoniense" o "tehuelchense",
incluyendo algunas que, por su tamaño, serían puntas de flecha, del tipo característico del que
Bird definió como período V de Magallanes. Y que, aún en esas latitudes, indicarían la
presencia de cazadores aónikenk, ya que las puntas características del "nordpatagoniense" tardío
serían mas bien triangulares.
En cuanto a los cazadores de la vertiente oriental de los Andes patagónicos, tenemos que
los individuos que pudieron acceder al río Cisnes medio debieron ser antecesores, más o menos
cercanos o lejanos, de un pueblo componente de lo que Escalada [ob. cit.] llamara "complejo
Tehuelche". Pero nuestro problema, como he señalado, reside en que la panorámica definición
de los diversos grupos étnicos y lingüísticos y su distribución en Pampa y Patagonia, que
alcanza la mayor claridad en los trabajos de Casamiquela [1965 y 1969], no puede ser remontada
en el tiempo mucho más allá del siglo XVIII. Como el mismo autor precisa:
Pero yo he subrayado las fechas expresamente; porque desde la primera mitad del siglo XVII hacia
atrás las cosas pueden haber sido muy diferentes. No olvidemos que la difusión del caballo en el área
pampeana ya era impresionante hacia comienzos de aquel siglo, y con ella, desde luego, lo serían
todos los restantes elementos vinculados al "horse complex". [1965:139]

Lo más importante de la adopción del caballo por los cazadores recolectores del "Cono
Sur" americano, en mi opinión, es que habría sido el factor central de su tribalización lo que,
más allá de todos los cambios correlacionados en la dimensión cultural, implica una revolución
en toda la estructura social. Y recuerdo que, en principio, la hipótesis que he planteado para
explicar las ocupaciones del Alero del Toro, supondría que se trata de una relación entre
sociedades pre-tribales.
En todo caso, de acuerdo a esos antecedentes, las nacientes del río Cisnes quedan en el
territorio en que se sobrepondría el límite sur de los chëwach a këna, parcialidad cordillerana
de los tehuelches septentrionales o gününa këna, y de la parcialidad boreal de los aónikénk o

405
tehuelches meridionales. A menos que la extensión de los primeros hasta estas latitudes
meridionales (hasta el lago Buenos Aires, de acuerdo a Escalada) fuera una expansión tardía
facilitada por el uso del caballo. Y es probable que, en épocas pre-tribales, los grupos aónik'enk
ocuparan plenamente la Patagonia central hasta el río Chubut. En todo caso, cabe recordar que
en las sociedades pre-tribales no se ha establecido la propiedad territorial en sentido estricto, y
se da el caso de pueblos que compartieron, al menos parcialmente, un mismo territorio. Lo cual
también ocurrió posteriormente en la Patagonia debido a diversas alianzas tribales, más o menos
coyunturales o estructurales, entre distintos grupos integrantes del "complejo Tehuelche". Y al
hecho de que el nuevo objeto de trabajo en torno al cual se organiza la propiedad comunal que
define a las relaciones de producción tribales debieron ser, en este caso, principalmente las
caballadas y no las tierras.
Y, aunque en la región hay una mayor cantidad de buenos trabajos arqueológicos, la
información disponible todavía no permite aclarar con la precisión necesaria una serie de
eventos importantes ocurridos en los últimos dos a tres milenios. Entre los eventos relevantes a
nuestro problema y que carecen de precisiones cronológicas están la adopción del arco y flecha,
de la cerámica, el desarrollo de diversas modalidades de la gráfica rupestre - particularmente de
los denominados estilos de "grecas" y "miniaturas" de acuerdo a Menghin- la popularización del
uso del caballo y la adquisición de diversos elementos de origen europeo (como el vidrio,
algunas cerámicas, el hierro y otros). Para los dos últimos, es claro que no son anteriores al siglo
XVI. Para los otros, la situación aún no es clara y sólo tenemos unas acotaciones cronométricas
aún precarias. El problema reside en que de ello depende la caracterización de los pueblos y
parcialidades que habitaron en distintos momentos la zona que nos interesa.
No obstante, hay diversas secuencias estratigráficas que nos dan una idea general del
inventario cultural de los pueblos que incidieron en la conformación del "complejo tehuelche"
conocido históricamente. En el Chubut tenemos, entre otras, las de la zona de Piedra Parada,
Cerro Shequen, Alero de las Manos Pintadas o Chacra Briones; en Aysen, las excavaciones
realizadas por Mena en Río Ibáñez, Baño Nuevo y La Quemada, aunque los dos últimos sitios
aun están sin publicar.
El panorama que tenemos para la Patagonia central en los tres a cuatro cuatro milenios
antes de la invasión europea, nos lo da la secuencia de lo que Menghin definiera como
"Patagoniense". Aschero [1983] ha precisado para esta región la existencia de un "proto-
patagoniense" de fuerte influencia "casapedrense", referida al empleo de la técnica de láminas,
incluso para la obtención de matrices destinadas a la confección de raspadores terminales en
lascas laminares 348, que son muy abundantes y persistirán en épocas posteriores.
El patagoniense, en la región, se distingue por el uso de las puntas de proyectil
características, pedunculadas de hoja triangular, con muchas variantes y que, entre los ríos
Pinturas y Chubut, están datadas a comienzos de nuestra era. Aunque en la Patagonia

348
Las cuales se obtendrían seccionando transversalmente las láminas.

406
meridional y Norpatagonia son anteriores por un par de milenios. Las técnicas de talla bifacial
se emplearon para producir puntas de proyectil, hojas de cuchillos y perforadores. También hay
raederas de rebaje monofacial dorsal. Cuando se adquiere el uso del arco, al parecer a
comienzos del último milenio o algo antes, se mantiene la forma de las puntas, aunque éstas se
hacen mucho más livianas, pequeñas y de pedúnculo estrecho. La cerámica más temprana está
fechada en Cerro Shequen alrededor del año 700 d.n.e.. Otros elementos distintivos son las
placas grabadas, los molinos planos (conanas) y manos de piedra alisada, una variedad de bolas
de boleadoras y, ocasionalmente, algunos otros artefactos de piedra piqueteada o pulida, como
las hachas dobles con cintura o mazas erizadas. Los inventarios suelen incluir otros elementos
como la cestería (plana o en espiral), cordelería, fragmentos de cuero, a veces cosidos o
pintados, tientos y nudos, elementos en piedra, concha o hueso, incluyendo pendientes o
cuentas, o artefactos de madera y bambú (quila o colihue).
Además, se desarrollan distintas modalidades de representaciones rupestre basadas en
elementos geométricos.
También se presentan en la región elementos líticos distintivos del que Bórmida
definiera como "Norpatagoniense" que se distingue por el uso de puntas triangulares
apedunculadas, de base escotada, y raspadores laterales sobre lascas.
Como afirma Aschero:
Patagoniense I y Patagoniense II o Tehuelchense corresponden a dos fases del desarrollo de un
complejo cultural extendido en Patagonia central y gran parte de la Patagonia septentriopnal a partir
de los primeros siglos de la era, constituyendo el antecedente arqueológico de los Tehuelches
históricos. Pero este complejo Patagoniense no representa una única cultura sino un conjunto de
rasgos compartidos por varias culturas regionales -indicando su interacción- las que pueden presentar
variaciones significativas entre sí. [ob. cit.: 95]

Este cuadro, sumamente escueto, nos muestra que aún no se ha llegado a afinar la
secuencia de eventos que nos permitirían explicar de manera más precisa los procesos de
interacción que llegarían a conformar la base de las poblaciones que conoceremos
históricamente como aónikenk y gününa këna. Pero, por ahora, el panorama sirve a los fines de
comparación para el problema que nos interesa.

Hasta acá nos hemos referido a los contextos regionales más amplios. Veamos ahora
hacia qué direcciones apunta la información registrada en el sitio mismo del Alero del Toro.
En primer lugar, se verá que me he limitado a las épocas más tardías, lo cual implica
explicitar las consideraciones necesarias en torno a la cronología del sitio, careciendo aún de
dataciones radiocarbónicas349.
Cronología. Las ocupaciones del alero se presentan en dos estratos básicos:

349
Como indicamos arriba, hemos mantenido el texto redactado antes de la obtención de una fecha radiocarbónica.

407
a) El primero es una capa de arenas y grava fina que indica que sus ocupantes se
asentaron la orilla del río -en depósitos fluviales de baja energía- cuando éste aún no había
descendido a sus niveles actuales.
b) El estrato superior de cenizas volcánicas con lentes de elementos vegetales,
incluyendo principalmente hojas de árboles.
Ahora bien, de acuerdo al análisis de las cenizas solicitadas por Francisco Mena a
Charles Stern [Mena, com. pers.], éstas presentan las mayores similitudes con las tefras
correspondientes a las erupciones del volcán Melimoyu, la primera de las cuales sería posterior
al 2470 a.P. y anterior a 1750 años a.P.. La segunda, posterior al 1380 a.P. 350
Por otro lado, tenemos el hecho de que la ladera desalojada por el curso del río al
descender hasta su lecho actual fue colonizada por la densa vegetación que incluye, entre otras
especies, al coihue (nothofagus dombeyii). Arboles entre los cuales aún hay en pié algunos
ejemplares muertos de una generación anterior a la actual. Si consideramos que los coihues
viven entre 500 y 600 años, ésto significaría que las primeras ocupaciones se dieron por lo
menos hace más de 500 años y antes de la erupción registrada en el sitio. Lo cual podría ser
antes del 500 a.C. o 250 d.C., si la tefra correspondiera a la primera erupción o del 600 d.C. si
se tratara de la segunda.
Además, es mi opinión la de que éstas ocurrieron antes de la adopción del caballo, si es
que los ocupantes fueron cazadores de la región oriental. Es muy difícil imaginar que alguien
intentara cruzar esta selva a caballo, aunque nada impide que miembros de un pueblo ecuestre
prescindieran de este animal para internarse a pié. Mi opinión se basa en el supuesto de que, si
se hubiera tratado de gentes de pueblos estepario-cordilleranos, las razones que pudieron
moverlos a buscar apareamientos hacia la costa tendrían que ver con dificultades de encontrar
parejas debidas a problemas de densidad demográfica y distancias entre grupos de su propia
población. Cuestión que, de haber ocurrido, se habría resuelto fácilmente al disponerse de un
ágil medio de locomoción como fue el caballo. Por lo mismo es que estoy suponiendo que
serían grupos pre-tribales.
En el caso de tratarse de canoeros desplazándose hacia el interior, ocurre que éstos se
extinguen simultáneamente con la generalización del uso del caballo entre los "tehuelches". Sin
embargo, su vertiginosa declinación demográfica pudo ser un poderoso motivo para desplazarse
en busca de parejas o, al menos, para aceptar fácilmente apareamientos con individuos de los
pueblos cazadores recolectores terrestres.
Por lo tanto, me parece lo más probable que las ocupaciones del Alero del Toro
representen episodios ocurridos antes de la conversión de los tehuelches en pueblos ecuestres y
tribales.

350
Menores son las posibilidades de correspondencia con las erupciones anteriores de los volcanes Macá/Cay/ Mentelot.

408
Materiales arqueológicos. Por lo que se refiere a los componentes de los contextos
arqueológicos, éstos incluyen fogones, restos de comida (huemul, pudú y una vértebra de
pescado) y artefactos líticos, en hueso, en concha y cuero.
La procedencia de la vértebra de pescado y el par de conchas apunta claramente a las
costas del Pacífico. Los restos de huemul y pudú indican la caza de fauna local. El huemul es la
principal presa de caza registrada en el sitio Alero Fontana de la zona boscosa cordillerana del
Alto Río Ibáñez [Mena 2000] y aparece en algunos otros sitios de cazadores terrestres. Creo que
es la primera vez que se diagnostica la presencia de pudú en un sitio no costero.
En cuanto al material lítico, tenemos una categoría de instrumentos y abundantes
desechos de talla. Los instrumentos son pesados tajadores (choppers y chopping tools),
confeccionados sobre cantos de origen local. Con excepción de uno de ellos, que recuperamos
en las excavaciones, los demás estaban agrupados en la línea del fondo del alero y
probablemente provienen de las remociones asistemáticas realizadas por el descubridor del sitio.
Son comunes en los concheros de la costa, aunque también los hay en los sitios boscosos del
borde de la estepa (como en Punta del Monte; Bate 1970). No permiten, por ahora, un diagnóstico
cultural y su presencia acá se explicaría principalmente por razones de funcionalidad,
generalmente atribuida a la explotación de recursos forestales.
De gran interés, en cambio, resultan los desechos de talla. No se ha precisado el origen
de las materias primas, pero éstas presentan una cierta variedad característica de los sitios de
cazadores terrestres de toda la Patagonia. Los hay de diversos tamaños, pero la abrumadora
mayoría -y en gran cantidad- corresponden a esquirlas producidas por rebaje y retoques
marginales. Es particularmente significativa la presencia de unas cuantas esquirlas laminares
que indican más o menos claramente técnicas de rebaje y retoque de instrumentos bifaciales. Lo
notable es que no se encontró ninguno de los instrumentos en cuya confección se generaron
estos abundantes desechos de talla.
Sin lugar a dudas, este patrón de desechos es perfectamente compatible con la
producción de los conjuntos instrumentales "patagonienses" o "tehuelchenses" (o anteriores,
como los "toldenses" o "toldense-casapedrenses") que incluyen, entre otros, variados tipos de
raspadores, raederas, cuchillos y puntas.
Esto podría ser una indicación clara de la procedencia de los ocupantes del alero, si no
fuera porque aún no se ha podido precisar hacia qué fechas se dejaron de producir las grandes
puntas foliáceas bifaciales que se han encontrado en concheros de la región de los canales
occidentales en estas latitudes de la Patagonia. Al respecto, la única información, singnificativa
pero no concluyente, es que en las excavaciones de El Repollal 2, cuya base se dató en 2.430
a.p., "no apareció ningún instrumento especializado", por lo tanto, ninguna punta de proyectil
[Gedda 1985]. Lo que lleva a pensar en una situación más o menos análoga a la del área de los
kawéshqar, donde las grandes puntas foliáceas se dejaron de producir hace unos 3.000 años. En

409
cuyo caso sería claro que, al menos algunos de los ocupantes del Alero del Toro, habrían sido
cazadores terrestres orientales o "tehuelches".
Otro elemento de gran interés es la presencia de una cuenta circular de concha con
horadación central. Hasta ahora, éstas sólo han aparecido en sitios de cazadores terrestres desde
la Pampa hasta la Patagonia austral, desde temprana data351 y hasta épocas tardías [Restos del
traje ceremonial de un médico patagón, Vignati 1930]. Me refiero a conchas planas (generalmente de
mytilus u otras similares), recortadas en forma circular y con perforación central
intencionalmente producida. Las distingo de aquellas con las cuales pueden aparecer asociadas
(como en Cañadón de la Leona o Pali Aike, Bird & Bird 1988), confeccionadas en conchas de
fissurellas, de las cuales se aprovecha el orificio central, ligeramente alargado. Estas últimas sí
aparecen en sitios costeros de canoeros, como en el Conchal de Gamboa, en Chiloé o en el Sitio
M2 de Bahía Escondida en la península Brunswick [Johnson 1976]. Las cuentas de concha
horadadas y, a veces, las conchas enteras, se encuentran hasta en sitios de cazadores terrestres
bastante alejadas -al menos en jornadas de camino- de las costas, sean del Atlántico o del
Pacífico. Las hay, por ejemplo, en la Piedra Cementerio del Río Limay [Vignati 1944], en Mallín
Tromen [Pastore1974] o en Baño Nuevo [Mena, com. pers.].
Para los kawéshqar o alakalufes, al sur de la península de Taitao, Joseph Emperaire
describe:
En la vida de todos los días, las mujeres de más edad llevan ornamentos que recuerdan a los de
tiempos pasados: collares con monturas de hilo hechos de conchas de caracoles violetas y nacarados
o de piezas tubulares de moluscos […] Collares de mujer, perfectamente semejantes a los descritos
por viajeros de tiempos pasados, eran usados todavía hace 25 años, según testimonios fotográficos:
collares de conchas distribuidas artísticamente y con mucha solidez en minúsculas trenzas de
tendones, igualmente collares de conchitas de moluscos o de perlas de hueso pulido. [Emperaire
1963: 140]

O Junius Bird:
Ornaments consist only of strings of crudely made tubular bird-bone beads, a few perforated snail
shells, and sections of calcareous marine-worm tubes. [Bird 1946: 66]

Para el área de los chono, Cooper [1946: 51] menciona que usarían collares de concha y
hueso. Por su parte, Cárdenas et al. [1993: 124-125] refieren una cita del padre Del Techo, según
la cual "llevan las partes vergonzosas con una red de conchitas engarzadas". No obstante, no
describe las formas de esas conchas ni con qué especies se confeccionaban. Y lo cierto es que la
arqueología de la región es demasiado exigua como para descartar que se pudieran haber
elaborado cuentas circulares horadadas.
Lo que es claro, hasta ahora, es que sí fueron usadas por los tehuelches y su distribución
geográfica indica que las habrían podido portar tanto los aónik'enk como los gününa kena,
incluyendo los de la parcialidad cordillerana o chewache kena.

351
Por ejemplo, en Arroyo Seco. Ver foto gentileza de G. Politis en Bate 1983, t. 2: 78, Lám. 170.

410
Entre los restos de pudú, aparte de los desechos de comida, tenemos un punzón de muy
buena factura hecho con un metapodio de este animal, así como un tiento de cuero anudado que
aún conserva los pelos. No presentan una morfología culturalmente distintiva que pudiera
atribuirse a alguno de los pueblos de la región.

Pues bien, hasta acá las conjeturas en torno a la cronología y posible identidad cultural
de los individuos que pudieron dejar los vestigios ocupacionales en el Alero del Toro, antes de
recibir una primera datación radiocarbónica. La muestra fechada es de carbones de un fogón en
la capa de arena, bajo la capa con cenizas volcánicas. Procesada bajo el registro Beta-168667
dió una fecha standard de 2.560± 90 años a.P. la que, calibrada con 2 sigmas, da entre 2.840 y
2.360 a.P.
Lo cual sitúa la base de las ocupaciones del alero precisamente antes de la primera
erupción del volcán Melimoyu. Además, nos indica que se trataría de los antecesores de los
tehuelches o los chonos conocidos durante la colonización europea. Esto nos sitúa en un
momento en que, por lo que hasta ahora sabemos, aún no se han adoptado en Patagonia el uso
de arco y flechas ni la producción cerámica. Época claramente anterior a la adquisición del
caballo y al consiguiente proceso de tribalización que este hecho habría generado
necesariamente352.
Y, lo que no deja de ser interesante ante la escasés de información para la zona, resultan
contemporáneas de la sepultura de Repollal 2, que es la fecha para el registro arqueológico de
canoeros más cercana a nuestro sitio.

b. La segunda cuestión que se plantea es ¿por qué motivos individuos o grupos de


individuos de distintos pueblos se habrían interesado en buscar apareamientos interétnicos?
Lo que nos lleva a considerar otra serie de dificultades para el establecimiento de tales
interacciones, como:
a) Las notables diferencias en el modo de vida condicionados por los ámbitos de vida y
la clase de recursos explotados. Los cuales condujeron a la estructuración de distintos sistemas
de complementación económica, implicando el aprendizaje de distintas técnicas de caza, de
recolección, de producción de instrumentos, de movilización o de hábitos alimenticios. Y, con
ello, de los conocimientos asociados a tales prácticas, como el de la disponibilidad de recursos,
con sus ciclos temporales, distribución espacial, concentración o dispersión, accesibilidad y
demás.
b) Las diferencias en todas las formas de comportamiento culturalmente aprendido,
particularmente de las variadas conductas de relación social. Entre las cuales debería resaltar la
diferencia de idiomas, sobre todo si los contactos no fueran muy frecuentes o habituales.

352
Aunque autores como Rafael Goñi proponen la posibilidad de que la tribalización hubiera sucedido antes, debido a procesos
de nucleación poblacional ocurridas como respuesta a fenómenos de sequía y reducción de las fuentes seguras de agua y
recursos.

411
Con todo, es un hecho que estas circunstancias no fueron un impedimento para el
establecimiento de relaciones interétnicas en otras zonas de la Patagonia y Tierra del Fuego.
Quien ha llamado expresamente la atención sobre estas situaciones ha sido Casamiquela al
ocuparse de los que llama "pueblos marginales o metamórficos" [Casamiquela 1973; ver también
Martinic 1999]. Las descripciones que toma de las crónicas, sin embargo, no se referirían
propiamente a "pueblos" metamórficos sino más bien se trataría de unidades domésticas o
"bandas mínimas" integradas por individuos de origen étnico diferente. Y no tenemos, todavía,
los elementos de juicio como para evaluar la magnitud de este fenómeno en las distintas zonas
de contacto, en las cercanías del Estrecho de Magallanes o en la zona norte de Chiloé.
Tampoco en nuestro caso podríamos decir que se tratara de un proceso masivo de
mestizaje y "transculturación", puesto que lo que se aprecia -al menos en este sitio- son
eventos más bien fugaces y esporádicos de tránsito entre interior y costa, aparentemente en
ambos sentidos. Por lo tanto, no es de esperar que esto hubiera generado un impacto genético
recíproco muy notable en los segmentos de las poblaciones involucradas.
En cuanto a la motivación que pudo llevar a algunos individuos de las estepas o el
bosque cordillerano a cruzar la selva costera para alcanzar el Pacífico, o a alguna gente de los
canales occidentales hasta el interior patagónico, hemos propuesto que pudo tratarse del interés
en establecer relaciones de apareamiento, en tanto no hay razones económicas aparentes que
pudieran explicar las considerables dificultades naturales y culturales que tal travesía debió
superar.
Esto significaría que alguna de las poblaciones implicadas, o ambas, estuvieron
sometidas a una situación demográfica precaria, haciendo difícil encontrar parejas en su propia
comunidad étnica. En el caso de los pueblos costeros, al menos para los chono en la época de
contacto con la conquista y colonización europeas, se hizo notoria la estrecha diferencia entre la
red real y la red mínima de apareamientos, creando una inestabilidad demográfica que los llevó
rápidamente a la desestructuración social y a la extinción biológica.
No obstante, en nuestra opinión, es más probable que quienes transitaron por el Alero
del Toro hayan sido cazadores terrestres, predecesores de los aónikenk. Ello, porque no está
claro que los pobladores costeros mantuvieran, todavía hace unos tres milenios, la producción
de artefactos de talla bifacial, lo cual es positivamente claro para los cazadores terrestres del
oriente de la cordillera andina. Hecho que estaría bien documentado en el sitio. Por otro lado, la
presencia de una cuenta de concha con horadación central intencional, muestra un rasgo cultural
consistentemente registrado para los cazadores de la vertiente atlántica, pero no para los pueblos
canoeros. Lo que, si fuera el caso, indicaría la presencia de cazadores orientales yendo a la costa
y regresando, como lo sugeriría también la presencia de una vértebra de pescado 353.

353
Ciertamente, estos hechos igualmente podrían explicarse si se tratara de canoeros que portan objetos apreciados por los
cazadores terrestres, con el fin de ofrecerlos como regalo o para el intercambio.

412
Posibilidades de contrastación.
Las posibilidades de obtención de nuevos datos culturales que nos informen acerca de los
contactos entre pueblos costeros y del interior patagónico son muy amplias. Particularmente en
una latitud donde los trabajos arqueológicos realizados son notablemente escasos, por lo que
cualquier investigación de campo y laboratorio que se realice tiene grandes probabilidades de
generar aportes para el esclarecimiento de los lineamientos básicos e indispensables acerca de
las cronologías y caracterización cultural de los ocupantes tanto del litoral como de la zona
cordillerano-esteparia. Un panorama que aún está lejos de ser claro.
En todo caso, nuestra hipótesis se relaciona específicamente con relaciones sociales del
ámbito de los modos de reproducción de estas poblaciones. Por lo que los considerables avances
de las últimas dos décadas y las nuevas técnicas desarrolladas en el campo de la investigación
de la genética humana, nos ofrecen promisorias posibilidades de contrastación más directamente
ligadas al tema que nos ocupa.
Pero el que la información que puedan generar los nuevos procedimientos y técnicas
actualmente empleadas por la antropología física sea mucho mas amplia que aquella de que
podíamos disponer hace un par de décadas, y pueda estar más directamente vinculada con
hipótesis relativas a las relaciones de reproducción, no significa que esta cuestión encuentre
necesariamente respuestas inmediatas y precisas. Simplemente, abre un abanico de nuevas
posibilidades.
Ocurre que, de alguna manera, parte de la moda actual en los trabajos arqueológicos de
orientación multidisciplinaria consiste en incorporar antropólogos físicos o solicitar "estudios de
ADN", en general, a la espera de alguna revelación notable, sin mucha claridad acerca de sus
posibilidades reales y limitaciones. Es decir, sin precisar cuáles son las preguntas a las cuales
tales estudios podrían responder. En nuestro tema, por ejemplo, no tendría caso solicitar
"estudios de ADN" que concluyeran que ambas poblaciones poseen tales o cuales haplogrupos
propios de los amerindios, o estudios de rasgos dentales que nos revelaran que son
probablemente mongoloides.
El problema acá es que el escenario de las investigaciones antropofísicas para la región
no es, en modo alguno, menos confuso ni más abundante en información que los estudios
arqueológicos. El estado de la cuestión es confuso por diversas razones:
a) En primer lugar, la única sistematización de tipos físicos generalizada para la
Patagonia es la establecida por Bórmida [1953/4], siguiendo las propuestas de Imbelloni, basada
en estudios de cráneo y cara, quien definió cinco tipos básicos, ooides fueguinus (fuéguidos),
ellipsoides patagonicus (pámpidos), hipsistegoides lagoides (láguidos) platistegoides onensis
(mestizaje fuéguido-pámpido) y cráneo araucano (ándido). Con base en lo cual, la Escuela de
Buenos Aires (Menghin, Bórmida) propone una secuencia del poblamiento austral asociando
dichos tipos físicos a determinadas industrias líticas ( e incluso a los estilos de "arte rupestre"),
que, claramente, no corresponde a la realidad histórica [ver Bate 1983].

413
Por lo que respecta a nuestra zona, para los últimos tres milenios, se supone que lo que
tendríamos en el litoral pacífico serían los antecesores de los chono, hipotéticamente fuéguidos
de baja estatura y, para la vertiente oriental, los antecesores del "complejo tehuelche", que
serían pámpidos y altos. Un cuadro bastante impreciso. Un primer problema es que se supone
que los pueblos típicamente fuéguidos serían los canoeros de los canales occidentales y
australes conocidos etnográficamente. Pero también los restos antropofísicos registran la
presencia fuéguida en toda la costa atlántica [Fortich Baca 1976], sin precisar cronologías. Por lo
que, si pudiéramos constatar mestizajes "pámpido-fuéguidos" en la zona adyacente a la
cordillera en la latitud de Chubut-Aysén, habría que discriminar si este proceso se origina en la
costa atlántica, más distante pero accesible y donde seguramente ocurrió, o se dio también hacia
el Pacífico, que es lo que buscamos contrastar.
De hecho, bajo tal nomenclatura se ha registrado la presencia fuéguida en sitios de la
Patagonia central, como en la zona del río Pinturas. En los restos de la estancia La Elisa, Pastore
[1977] diagnostica un individuo de baja estatura (1,50 m.), con cráneo "metamórfico" (pámpido-
fuéguido) con predominancia de atributos fuéguidos354. Pero en el puesto El Rodeo tenemos una
estructura tipo chenque [Gradín 1994:347] con un individuo datado en 1380±90 a.p. que Patti y
López [1994] identifican como ellipsoides patagonicus. Y "muy poco tiempo después, si no al
mismo tiempo, sobre él se depositó el esqueleto nº 1" [Gradín ibídem], también masculino y que
las mismas autoras clasifican como "Ovoides Fueguino [sic] en la clasificación de Bórmida" [ob.
cit.:278]355.

b) El tema se complica más, en la medida en que no todos los antropólogos físicos


manejan la misma nomenclatura de Bórmida e Ibelloni, como es el caso de Munizaga, por una
parte, y de autores como Cocilovo, Aspillaga o Guichón por otra. Éstos conforman una
corriente de la antropología física sudamericana que, apoyándose en técnicas norteamericanas,
han desarrollado nuevos procedimientos y enfoques en la investigación. En esta orientación se
incluirían también autores como Neves o Pucciarelli. Por lo que, luego, las descripciones son
difícilmente comparables.
Así, entre estos autores, Cocilovo y Guichón [1985/6] compararon restos humanos de
zonas de la Patagonia central (río Deseado), Patagonia austral (San Gregorio y Última
Esperanza) y Tierra del Fuego (isla Grande y canal Beagle), sugiriendo que
Entre todos estos grupos existe una transición clinal sin solución de continuidad y con un
alto grado de interacción biológica... [ob. cit.: 115].
Donde hay, en todo caso, una diferencia entre las muestras del canal Beagle y Última
Esperanza, muy similares entre sí, y el resto de las muestras. Posteriormente, Guichón y otros
[1989/90], incluyeron en el análisis una muestra de las islas Guaitecas (obtenidas por Aspillaga y

354
No tiene datación ni diagnóstico cultural. Un fenómeno similar ocurre en la Patagonia austral, en Cerro Sota [Casamiquiela
1973].
355
Hay una discordancia en cuanto a la estatura, por cuanto Patti y López, que analizaron los restos, reportan 1.73 m. para el
esqueleto nº 1, depositado sobre el nº 2, y 1.78 m para éste. Mientras, en el artículo de Gradín las medidas se refieren a la
inversa.

414
Ocampo), justo al occidente de la zona del río Cisnes, concluyendo, como resume Guichón
[1994: 284], que
de toda la muestra disponible los materiales del Deseado y el Archipiélago Güaitecas [sic] son los
que reflejan el menor grado de interacción. […] El trabajo de Guichón y colaboradores [...] nos
orientan [sic] a suponer que la cordillera de los Andes pudo haber actuado como una barrera
reproductiva entre las poblaciones del archipiélago Güaitecas y las de la región del Río Pinturas.

Esto es precisamente lo que puede esperarse, dada la magnitud de las dificultades que
impone, en esta zona, la franja cordillerana. No obstante, en este artículo sugiero que, ante
situaciones de estrés demográfico, hubo algunas excepciones. Y se trata de encontrar maneras
de identificarlas empíricamente.
En este sentido, los estudios usuales de ADN (mitocondrial, nuclear o de cromosoma Y)
no nos serían, actualmente, de gran utilidad, a menos que resultara que la composición de los
haplogrupos presentes en la población costera y la del interior fueran significativamente
diferentes. Los pocos estudios realizados muestran que, tanto los canoeros fuéguidos
(kawéshqar y yámana) como los pámpidos aónikenk y los supuestos mestizos fuéguido-
pámpidos selknam, presentan los mismos haplogrupos C y D, siendo notoria la ausencia de los
A y B [Lalueza et al. 1995; García-Bour et. al. 1998]. Y, desafortunadamente, el estudio permite
concluir cualquier cosa:
"que los habitantes de Tierra del Fuego-Patagonia serían los descendientes de una primera oleada
migratoria en América, distinta de otros epiosodios posteriores..." […] que ".podrían representar, a su
vez, descendientes mitocondriales de esta primera migración absorbidos por episodios migratorios
posteriores […] y que "...algunas secuencias de Fueguinos caen bien dentro de la variabilidad general
amerindia, pudiéndose interpretar como correspondientes a aportes posteriores arribados a Tierra del
Fuego.Patagonia" [García-Bour et. al.: 75]

Lo que nos permite prever que tales análisis no serían muy discriminativos, a menos que restos
atribuíbles a los chono sólo poseyeran los haplogrupos A y B, lo cual es poco probable.
Podemos esperar, no obstante, que una selección ad hoc de variables morfométricas para
el estudio de restos esqueletarios permita establecer distinciones diagnósticas más precisas entre
ambas poblaciones y, eventualmente, la posibilidad de identificar efectos de mestizaje en
algunos individuos. Para ello, al menos en la costa, aparte de unos contados individuos bien
contextuados y estudiados, hay abundantes restos de osamentas en diversos sitios, aunque la
gran mayoría han sido removidos y vandalizados por buscadores de supuestos tesoros. De
cualquier modo, aún cuando los contextos de enterramiento estén alterados y los restos
desarticulados es, en principio, factible su fechamiento directo y análisis morfométrico. Para la
vertiente oriental habría que inventariar y buscar más restos en las zonas relativamente cercanas
a los bosques cordilleranos para un estudio comparativo.
Esto, con todo, supondría tener al menos hipótesis generales sobre los aportes genéticos
básicos (composición genotípica) que pudieron contribuir a la definición de los tipos físicos
(configuraciones fenotípicas) de los pueblos de la Patagonia. Al respecto, me atrevería a

415
arriesgar una hipótesis muy general, basada fundamentalmente en la información arqueológica
sobre la dimensión cultural:
a) Al menos desde el 12.500 a.p., tendríamos una primera población inicial habitando el
territorio fuegopatagónico. Nos parece razonable suponer que es la misma que, entre el 11.000 y
10.000 a.p. generaliza la producción de las llamadas puntas tipo "cola de pescado", entre otras.
Equivaldría a los conjuntos designados como "Nivel 11" y toldense I-II de Menghin o Período I
de Bird.
b) Hacia el 9.500 a.p., aproximadamente, ingresa una nueva población, culturalmente
diferente, portadora de una tecnología lítica más eficaz en la producción de filos en las puntas
de proyectil y hojas de cuchillos triangulares apedunculadas y utilizando lanzadardos o
estólicas. Conformarían lo que conocemos como el toldense de Cueva de las Manos o Período
III de Magallanes356. Se trataría de un pueblo de origen andino, que identifiqué inicialmente
para el norte de Chile y el noroeste Argentino (a partir de la ocupaciones iniciales de Tuina, San
Lorenzo, Huachichocana y San Pedro Viejo de Pichasca)357. Es una población andina que allá
está claramente presente desde hace 11.000 años y que, al menos culturalmente, se diferencia de
los cazadores andinos de la llamada "tradición foliácea". Hay osamentas en el en el registro que
permitirán evaluar si, también físicamente, serían distintos de aquellos o se trata de una
población similar.
Creo que, dada la rapidez de su ocupación del territorio austral, alcanzando a Tierra del
Fuego justo antes de su separación del continente, establecieron relaciones de apareamiento
(mestizaje) con la población antecesora y posiblemente, en algunas zonas, de reemplazo parcial.
Pienso que el resultado histórico de ese proceso sería la conformación del tipo físico antecesor
de lo que conoceremos como "fuéguidos".
c) Hacia el 7.000-6000, si no algo antes, se iniciaría un proceso de colonización de la
zona de los canales occidentales por parte de un pueblo perteneciente a lo que hemos
denominado antiguos cazadores panandinos, que corresponde a la tradición "foliácea". Estaría
registrada desde los concheros de Ralún, en Llanquihue (con grandes puntas foliáceas y
romboidales) pasando por Gamboa, Puente Quilo, Guaitekas, hasta Ponsomby y el componente
antiguo de Lancha Packewaia. Su tipo físico podría derivarse de una población identificable a
partir de los restos de Cochipuy I y muchos otros de la región andina.
Culturalmente su presencia, muy distintiva en sus comienzos, prácticamente desaparece,
al menos en los canales australes, hacia el 3000 a.p..
d) Paralelamente, hacia el VI milenio a.p., se iniciaría una colonización de los canales
australes por parte de los cazadores terrestres del Periodo III de Magallanes, conformando
modalidades culturales propias registradas en sitios como Bahía Buena, Punta Santa Ana o
Englefield. Modalidades que perdurarán hasta poco después del 3.500-3.000 a.p.

356
Al cual también pertenecerían los materiales atribuídos por Bird a un hipotético Período II [ver Bate 1982: 18]
357
Bate 1983, t. I: 262. Posteriormente, L. Núñez [1989] lo denomina "componente Tuina".

416
e) Hacia el V milenio, tendríamos el ingreso de la población pámpida, que desarrollaría
la tradición patagoniense que llevaría a la conformación del "complejo tehuelche".
Aparentemente se desarrollaría básicamente un proceso de reemplazo poblacional, con
mestizajes (cuyo efecto se manifestaría, según Bórmida, en el platistegoides onensis) en el
extremo austral y Tierra del Fuego y, probablemente también en parte en la costa atlántica.
f) Según Bórmida, habría una "cuña litoraleña" tardía, procedente del Brasil, que
identifica como hipsistegoides lagoides. Es posible que tal fenómeno ocurriera. Pero creo que
será posible encontrar bastantes cráneos altos, hacia el holoceno medio, como efecto del ingreso
a la región pampeana y nordpatagónica de un pueblo andino correspondiente a lo que
Schobinger [1969 y 1988] denominara "horizonte andino de puntas triangulares". Del lado chileno
estarían representados en Cuchipuy II (y Tagua-Tagua II) y el "complejo Papudo".
Recientemente Barrientos y Pérez [2005] encuentran sustentable la hipótesis de un reemplazo
poblacional en el sur de las pampas y habría que ver si se corresponde con el ingreso de los
pámpidos o de estas poblaciones de cazadores recolectores andinos, o de ambos.
De manera que es posible que, para los momentos de ocupación del Alero del Toro, se
hubiera configurado ya un panorama antropofísico más o menos similar al que se presentaría en
la época del contacto europeo, y los posibles vínculos entre la población costera y del interior se
habrían dado entre los antecesores de los chono y los aónikenk. Y algunos casos de mestizajes
entre ambos serían potencialmente identificables.
De cualquier modo, sería indispensable efectuar además, a partir de las distinciones
osteológicas básicas, análisis de isótopos estables. Estudios de isótopos de oxígeno,
relacionados con las principales fuentes de agua disponibles en costa e interior, podrían indicar
la zona de residencia de los individuos en sus últimos años de vida. Isótopos de bario-estroncio
podrían indicarnos las proporciones de vegetales y animales o de recursos marinos y terrestres
en la dieta. La proporción de C14/C13, podrían servir para identificar eventualmente, a partir de
los componentes vegetales de la dieta, la proporción de recursos del bosque cordillerano o de la
estepa.

En suma...
La idea central que he querido sostener es el cuestionamiento del concepto de comunidad como
un sistema social cerrado.
Se plantea a propósito de un sitio donde se evidencia el paso, al menos ocasional, de lo
que se ha considerado razonablemente como una verdadera barrera geográfica y que permitiría
poner en contacto a individuos de dos grupos sociales con notables diferencias culturales y de
modos de vida.
Considero que no hay razones estrictamente económicas que explicaran tan riesgoso
tránsito. Parece más probable que la motivación se relacionara con búsqueda de parejas y

417
descendencia, lo cual implicaría la apertura de las redes de apareamientos entre comunidades
diferentes, con sus propios sistemas de relaciones técnicas y sociales de producción.
Aunque se trata de una hipótesis derivada de la teoría, se muestra que es relativamente
fácil orientar investigaciones a su contrastación empírica.

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420
14. Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en Arqueología

En el Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política, Marx sintetiza en su forma


más general una de las tesis fundamentales de la teoría materialista de la historia. Allí sostiene,
en primer lugar, el planteamiento materialista de que "el modo de producción de la vida material
condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general". Y se caracteriza al modo
de producción como el conjunto de relaciones de producción establecidas por los hombres, con
carácter necesario e independientes de su voluntad, que se corresponden con determinadas fases
del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Y que esta forma de las relaciones de
producción, que han permitido el desarrollo del contenido de las fuerzas productivas, se
convierten en una traba para ello al llegar éstas a una determinada fase de su desarrollo. Siendo
la agudización de esta contradicción fundamental la que conduce a una época de revolución
social.
Estas generalizaciones, resultado de las investigaciones de Marx que, una vez obtenidas,
han servido de hilo conductor de sus estudios, junto con el hecho primordial de descubrir leyes
esenciales que rigen a la historia de los procesos sociales, permiten constatar que se trata de
formas específicas de la existencia objetiva de un sistema de regularidades conceptuadas como
leyes y categorías de la dialéctica.
En este artículo sólo quiero referirme a un aspecto de este sistemas de regularidades
objetivas, que se ha abstraído y formalizado como ley del cambio de cantidad en calidad y
viceversa. A la que prefiero enunciar como ley de correspondencia determinada de calidad y
magnitud, por cuanto es la relación fundamental que subyace como posibilidad de explicar las
formas evolutivas y revolucionarias en los procesos de desarrollo real, como lo constata Engels
en la Dialéctica de la naturaleza358. En este sentido, la tesis marxista implica el descubrimiento
de que, en general, la calidad del sistema de relaciones sociales de producción se corresponde
con un determinado grado de desarrollo cuantitativo de la magnitud de las fuerzas productivas.
Vale decir, que un determinado modo de producción se da en una determinada medida del
desarrollo de las fuerzas productivas. También las investigaciones arqueológicas de autores
como Gordon Childe constituyen una constatación de la existencia de esta relación dialéctica en
el proceso histórico general de las sociedades pasadas, estudiadas en una prolongada dimensión
temporal.
Agrega Marx, en el Prólogo citado, que dichos cambios materiales, ocurridos en las
condiciones económicas de producción, "pueden apreciarse con la exactitud de las ciencias
naturales".
De lo que deducimos teóricamente que si tal relación entre calidad y cantidad es válida -y
supuestamente verdadera- en lo general359, debería ser igualmente verdadera para cada caso
singular que investiguemos como realidad concreta, lo cual constituye nuestra tarea científica.

358
Engels 1961: 41.
359
Por principio, un razonamiento dialéctico obliga a considerar como hipótesis, para cada nueva investigación, hasta las leyes
generales más probadas.

421
Esto significa que nuestras investigaciones no sólo deberían permitirnos descubrir las calidades
específicas del sistema de relaciones de producción de las sociedades estudiadas, sino también
llegar a una cuantificación aproximada de sus fuerzas productivas, para mostrar su mutua
correspondencia. Cuando hayamos alcanzado ese propósito estaremos en condiciones de
conocer, al menos, los rangos de variabilidad de las medidas del desarrollo de las fuerzas
productivas a que se correspondieron diferentes modos de producción, caracterizados por las
calidades esenciales específicas de sus sistemas de relaciones de producción. Y ello constituiría
un procedimiento de contrastación recíproca de la formulación general que consideramos como
ley fundamental del desarrollo histórico de las sociedades.
Sin duda la empresa es extraordinariamente ardua, compleja y de largo plazo. En parte,
porque sabemos que las medidas a que corresponden determinadas calidades tienen márgenes de
variación relativas a la concatenación específica de las condiciones en que ocurre un proceso.
Como señala Engels, "para los cuerpos vivos rige la misma ley, pero ésta actúa bajo condiciones
muy complejas y, hasta hoy, resulta todavía imposible, con frecuencia, establecer la medida
cuantitativa"360. Por otra parte, si esto resulta hasta hoy imposible de establecer en arqueología,
es porque la mayor parte de la información empírica disponible se ha obtenido de acuerdo a
orientaciones interpretativas completamente diferentes a esta. Sin embargo, mientras el problema
no esté planteado con alguna claridad, seguiremos indefinidamente imposibilitados de encauzar
las búsquedas a la obtención de los indicadores que permitirían la cuantificación y las inferencias
que nos interesa realizar. Pero sucede que la realidad misma es compleja y tratamos de
aproximarnos a conocerla como es.. La concepción dialéctica materialista se opone al
reduccionismo y ello nos compromete a la difícil búsqueda de conocimientos cada vez más
precisos de la complejidad y el movimiento objetivos, es decir, de la concreción real.
Sin embargo, es posible derivar, del planteamiento teórico, las relaciones lógicas
operacionales que permitan llegar a cuantificar el grado de desarrollo de las fuerzas productivas
partiendo de la información que obtiene la arqueología. Sobre todo, porque los datos primarios
que obtiene el arqueólogo -no obstante las mediaciones entre su contexto real en la sociedad viva
y el contexto arqueológico actual- son precisamente los vestigios que evidencian las
transformaciones materiales realizadas por las sociedades pretéritas.
Por lo mismo, revestiría gran importancia metodológica el llegar a establecer los rangos
de las medidas a que correspondieron determinadas calidades esenciales de los modos de
producción, así como las condiciones que inciden en la variabilidad de dichas medidas. Así, en
tanto el arqueólogo tiene un acceso más directo al estudio de las transformaciones materiales
resultantes de la producción social, el conocimiento cuantitativo del grado de desarrollo de las
fuerzas productivas permitiría la formulación de hipótesis más consistentes -basadas en el
carácter necesario de la correspondencia- acerca de la calidad de las relaciones de producción.
Estamos ciertos de que no es esta la única vía para realizar tales inferencias, ni la que permite
mayor discriminación. Porque el grado de desarrollo de las fuerzas productivas es sólo un
promedio social del rendimiento del trabajo al que corresponde un sistema orgánico de diferentes
360
Engels, ob.cit.: 42.

422
formas particulares de producción, aunque define su calidad el tipo de relaciones fundamentales
al que se subordinan las formas secundarias del sistema. Pero también está al alcance del
arqueólogo el estudio cuantitativo y cualitativo de las evidencias materiales de los procesos de
distribución, cambio y consumo. Dado que entre éstos y el proceso fundamental de la producción
se conforma un sistema específico de relaciones causales recíprocas, pienso que está abierta la
posibilidad de obtener un conocimiento más preciso y detallado del sistema de relaciones de
producción361. Me limitaré ahora al problema de la cuantificación del grado de desarrollo de las
fuerzas productivas.
Y quiero insistir en un punto, para situar claramente la intención de este breve artículo.
No espero haber resuelto todos los problemas básicos que implica tal cuantificación. Pretendo, al
menos, plantearlos señalando las condiciones que exige su solución y, en torno a algunos puntos,
presentar proposiciones. A la vez, deseo corregir imprecisiones de una fórmula propuesta de
paso en un trabajo anterior sobre problemas metodológicos generales de la arqueología
materialista histórica [1977].

Condiciones de medición.
La posibilidad de efectuar una cuantificación de las fuerzas productivas está sujeta a diversas
exigencias, las que deberán satisfacerse en encadenación orgánica desde el nivel teórico general
hasta los niveles instrumentales de la investigación propiamente arqueológica. La principales
serían:
a) Conocer las calidades determinadas a que corresponden las magnitudes que buscamos
cuantificar. Esta es una cuestión obvia que, en el afán de aparentar cientificidad tras la supuesta
imparcialidad y objetividad de los números , se olvida con demasiada frecuencia. Mientras no se
intente precisar a qué calidades corresponden las magnitudes o variables cuantificadas, el alarde
de precisiones matemáticas de una investigación carece de toda relevancia científica.
En el caso presente, el marxismo ha logrado determinar que a la magnitud grado de
desarrollo de las fuerzas productivas se corresponde la calidad esencial del sistema de relaciones
sociales de producción. Debiendo tomarse en cuenta que dichas calidades y magnitudes,
sintetizadas como tales a nivel teórico son, en concreto, calidades y magnitudes compuestas. El
grado de desarrollo de las fuerzas productivas representa el promedio social resultante de la
productividad del trabajo humano en cada proceso de trabajo concreto. Y aún el trabajo
necesario para la producción de cada clase de bienes o valores de uso, es el promedio de la
inversión de fuerza de trabajo en cada producto singular, bajo condiciones técnicas, sociales y
naturales que pueden ser muy desiguales en una misma sociedad. La calidad esencial del sistema
de relaciones sociales de producción es también una síntesis de diversas relaciones sociales
concretas, en cuanto a la propiedad objetiva sobre los medios de producción, a las condiciones y
formas de la división del trabajo, a las formas y proporciones de apropiación de la riqueza social
o a las diversas formas y proporciones de participación posibles en el intercambio y el consumo.

361
Ver Bate 1977. También la "Relación general entre teoría y método en arqueología", en prensa en el Boletín de Antropología
Americana.

423
Todo lo cual conforma un complejo sistema concreto de tipos de relaciones de producción. Y si
el arqueólogo tiene posibilidades de llegar a esa síntesis teórica como resultado de los
procedimientos inferenciales de su investigación, es porque tiene un acceso instrumental más
directo al conocimiento de la diversidad concreta en que se expresan las calidades y magnitudes
fundamentales señaladas.
b) Expresar la formulación lógica de las relaciones teóricas como relaciones entre
variables que, correspondiendo a sus nexos cualitativos, sean factibles de cuantificar.
d)Delimitar, con fines comparativos que conduzcan a generalizaciones y
particularizaciones, tangos temporales iguales para la realización de mediciones. Ello implica
considerar:
- que a cada momento histórico de la producción se incorpora una determinada cantidad
de trabajo pasado conformando las condiciones de las fuerzas productivas de ese momento y
- que hay ciclos productivos de corto, mediano y largo plazo, siendo deseable que la
unidad temporal que limita la medición incluya los procesos de ciclos amplios. Lo cual, de
cualquier manera, será arbitrario, por cuanto cualquier límite de tiempo cortará ciclos
productivos en sus fases iniciales o terminales, además de que cada ciclo productivo genera
nuevas condiciones de producción, aún cuando éstas no fueran, en lo general, mayormente
significativas..
d) Definir, para cada sociedad y en el período histórico estudiado, la significación de los
datos arqueológicos como indicadores del monto de la producción y la productividad del trabajo.
Lo que implicará, entre otras cosas, una considerable inversión de estudios respecto al trabajo
socialmente necesario para la producción de cada tipo de bienes, relacionado con las condiciones
históricas del medioambiente y la organización social y técnica de su explotación.
e) Uno de los puntos más importantes a resolver será la definición convencional de
unidades de medida del volumen de productos en que se ha objetivado el trabajo humano. Dichas
unidades de medida deben ser suficientemente independientes de las variaciones históricas de la
productividad de la fuerza de trabajo como para hacer comparables estas diferencias
cuantitativas debidas a los cambios del desarrollo social , que es precisamente lo que se trata de
determinar.
Se presenta el mismo problema que para medir, con base en un patrón común, los
diferentes tiempos propios de nuestros ritmos vitales individuales o de nuestros ciclos de
actividad social. Para hacerlos comparables, medir sus diferencias y posibilitar coincidencias, es
necesario correlacionarlos con el tiempo objetivo propio de fenómenos que ocurren en
dimensiones de tiempo espacio mucho mayores o menores. De modo que los instrumentos que
usamos para medir el tiempo utilizan fenómenos cuya temporalidad se correlaciona de la manera
más precisa posible con fracciones de tiempo sideral o ciclos de actividad atómica.
Todos los productos tienen en común el constituir la objetivación de una determinada
cantidad de trabajo humano (trabajo abstracto). Sin embargo, el trabajo abstracto representa, en
cada periodo histórico concreto, una determinada cantidad de trabajo socialmente necesario, la
cual se modifica precisamente al cambiar el grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Por

424
lo cual no puede medirse el volumen de la producción en base a indicadores que dependan del
trabajo socialmente necesario de cada periodo histórico, cuyas fuerzas productivas se busca
cuantificar con fines de comparación. Para este efecto, por ejemplo, no serviría una medida en
términos de "input" y "output" de energía. ¿Cómo mediríamos la energía "producida" o
incorporada a la sociedad con la construcción de la pirámide del sol en Teotihuacán, o con la
producción de siete puntas tipo Clovis?. Sólo podríamos medir la energía humana gastada en su
producción. Pero talo cantidad de energía humana, es decir, de trabajo socialmente necesario,
puede variar según el desarrollo en distintos periodos históricos y generaría el mismo volumen
de producción. El problema está en definir una forma de traducir a una escala de intervalos la
medición de una magnitud que objetiva y teóricamente nos interesa como escala ordinal. En todo
caso, los resultados de este tipo de investigaciones deberán interpretarse como medidas de
desarrollo relativo362.
Para los efectos de las relaciones que deseo expresar en este artículo, manejaré
una escala hipotética de medida de la cantidad de productos que supone unidades que expresan
cantidades iguales de productos (trabajo objetivado en valores de uso), independientes de la
variación histórica del trabajo socialmente necesario para su producción. A estas unidades
hipotéticas y arbitrarias las denominaré unidades Q.

Fórmulas para la medición.


Con el fin de formular matemáticamente las relaciones lógicas que expresa el concepto de grado
de desarrollo de la fuerzas productivas, comenzaré por señalar las variables a medir. Basado en
el actual desarrollo de las investigaciones consideré variables que se pueden evaluar como
accesibles a la medición a través de la información que proporciona la arqueología, a condición
de orientar las búsquedas al registro de los indicadores pertinentes. Incluso actualmente se
realizan algunos cálculos más o menos aceptables al respecto, que son ciertamente perfectibles y
sería necesario ponderar adecuadamente. Tales variables serían:

D : población total de la sociedad.


ft : fuerza de trabajo empleada por la sociedad, expresada como porcentaje de miembros
económicamente activos en relación a la población total. Una manera más precisa de
cuantificar esta variable será expresando el porcentaje de tiempo destinado al trabajo,
respecto al tiempo total de tiempo disponible en la sociedad. Este último debería calcularse
multiplicando por D el tiempo de trabajo realizado por un productor pleno, considerando a
éste como un promedio standard.

362
Hay posibilidades de solución de éste problema, pero no entraré acá a su discusión detallada, la que exigiría más espacio del
que disponemos. Tal discusión no representa ni más ni menos complicaciones e implicaciones que el problema de la
transformación de valores en precios para la teoría económica del sistema capitalista. Una de las alternativas sería calcular, para
una sociedad más desarrollada que las que deseamos comparar, la cantidad de trabajo socialmente necesario que se objetiva en
cada tipo de productos, como una proporción del trabajo socialmente necesario que se invierte en la suma total de los diversos
tipos de productos. Y así, generalizar convencionalmente dicho índice arbitrario para cuantificar los productos que
contabilicemos en cada sociedad estudiada. Sin embargo, ello no carece de imprecisiones y esperamos encontrar soluciones más
simples.

425
Pt .: indica la producción total real generada por la sociedad en el periodo medido (expresada en
unidades Q).

csi: consumo subsistencial individual; indica la cantidad de productos (en unidades Q) que un
individuo necesita para subsistir. El csi debe considerarse como un promedio social sujeto a
variaciones históricas.

Disponiendo de tales índices, evaluados para un rango temporal definido, comenzaremos


por calcular un coeficiente de rendimiento del proceso productivo de la sociedad (p.). Este
coeficiente expresará porcentualmente la relación que hay entre la producción total real (Pt) y el
total de productos destinados a la subsistencia de la población (Cs), de manera que:

Si Cs = csi x D , p. = Pt : Cs x 100

Así, cuando una sociedad no es excedentaria Pt es igual a Cs, por lo que p. = 100. Y en
una sociedad excedentaria p. > 100.
Luego, conociendo el índice p. , podemos definir un coeficiente de rendimiento relativo
de la fuerza de trabajo (fpr) de la siguiente manera

fpr =p.: ft fpr = [ Pt : Cs x 100 ] : ft

El coeficiente fpr expresa la productividad promedio de la fuerza de trabajo en términos


de cuántas veces un productor reproduce las condiciones materiales de subsistencia de un
individuo de su sociedad. Sin embargo, el csi puede variar de una sociedad a otra de modo que
aún cuando fpr sea el mismo para dos sociedades con distinto csi, ésta diferencia significa que,
con la misma cantidad de fuerza de trabajo, un productor produce un volumen mayor o menor de
productos. Cuando esto sucede, quiere decir que tal diferencia obedece a factores de las fuerzas
productivas, como el desarrollo tecnológico o la productividad natural del medio en lo referente
a los recursos explotados.
Podemos ponderar estas diferencias de productividad media del trabajo a través del
indicador Fp, multiplicando fpr por csi, de manera que

Fp = fpr x csi Fp = [p. : ft ] x csi

[Pt : [csi x D]] x 100


Fp =
ft

426
El índice FP mide el rendimiento promedio de la fuerza de trabajo (expresado ahora en
Q), por no que no es otra cosa que un índice del grado de desarrollo de las fuerzas productivas,
expresado en términos del volumen de productos que genera un productor considerando, además,
cuántas veces ese productor reproduce las condiciones subsistenciales de un individuo de la
sociedad.
Se notará que los cálculos se basan en el porcentaje de fuerza de trabajo que supone una
hipotética jornada media de trabajo de un "productor pleno". No obstante, la antropología ofrece
múltiples evidencias de que el tiempo que compone una jornada media de trabajo de un
productor medio puede variar bastante de una sociedad a otra363 pero la proporción o intensidad
del uso de la fuerza de trabajo humano en cada sociedad es uno de los aspectos en que las
relaciones de producción incide recíprocamente sobre el desarrollo del contenido de la
producción y la productividad del trabajo. Por ello es que evaluamos el grado de desarrollo de las
fuerzas productivas de la manera arriba expuesta. Sin embargo, estas variaciones -así como la
proporción en que se dispone del uso de la fuerza de trabajo- pueden estimarse con mayor
precisión. Para ello, podemos calcular la relación de la producción por tiempo (Qt), si contamos
con el dato de la duración media de la jornada de trabajo de un productor medio (ht= horas de
trabajo diario), de la siguiente manera

Qt = Fp : ht

lo que podría haberse calculado de manera más directa a través de la fórmula

Pt
Qt =
[ D : 100 ] x Ft x ht

Así, Qt expresa el volumen total de productos que genera, en el período de tiempo


medido, el trabajo promedio de una hora diaria.

Implicaciones teóricas.
En las condiciones actuales del desarrollo de la arqueología, la posibilidad real de efectuar la
cuantificación de las fuerzas productivas nos puede parecer un tema de "arqueología ficción". Es,
en realidad, una tarea para el desarrollo futuro de esta ciencia.
Por lo pronto, sin embargo, la formulación lógico matemática del problema nos permite operar
teóricamente en el planteamiento de hipótesis que fundamenten alternativas de explicación de
algunos problemas importantes del desarrollo de las sociedades pasadas.

363
Véanse, por ejemplo, lo casos que menciona Sahhlins [1977].

427
Plantearemos sólo algunos problemas asignando -en las tablas adjuntas- cantidades
hipotéticas a las variables mencionadas.

a) En primer lugar, se puede ver el hecho de que, aún en un mismo modo de producción,
la elevación del consumo subsistencial, por la vía del desarrollo tecnológico o de la elevación de
la productividad natural, permite el desarrollo de las fuerzas productivas sin variar la proporción
en que un productor genera las condiciones de subsistencia de un individuo de su sociedad (fpr).
Supongamos que esto sucede en el seno de una sociedad de cazadores recolectores, comparando
los casos A y B en la Tabla I.

Tabla I
___________________________________________________________________________
Caso A B C D E F G
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
csi 10 15 10 15 15 14 15
D 1,000 5,000 10,000 10,000 10,000 10,000 100,000
Pt 10,000 75,000 100,000 150,000 180,000 170,000 2,000,000
Ft (%) 50 50 30 30 35 30 25
Cs 10,000 75,000 100,000 150,000 150,000 140,000 1,500,000
p. 100 100 100 100 120 121 133
fpr 2.00 2.00 3.33 3.33 3.43 4.03 _ 5.32_
Fp 20.00 30.00 33.33 49.99 51.43 56.46 79.99
__________________________________________________________________________

b)Se puede explicar por qué, durante el comunismo primitivo, en el modo de producción
tribal agropecuario (barbarie), puede darse un sensible incremento de las fuerzas productivas sin
que ello conduzca a la generación de excedentes. Ya en su fase inicial, el apoyo básico en
técnicas de producción de alimentos supone y exige la diversificación de la producción, con la
elaboración de nuevos tipos de bienes no requeridos antes, así como la sustitución o
complementación de viejas técnicas en la producción de determinados valores de uso
(construcción de aldeas, producción alfarera, elaboración textil del vestido, etc.). Esto significa,
al menos, que se eleva el consumo subsistencial. Tómense los mismos casos A y B, suponiendo
que en el segundo el desarrollo tecnológico principal corresponde a la producción de alimentos.
Pero, además, las leyes demográficas de la nueva sociedad tienden a un gran aumento de
la población. Desde el comienzo, este aumento está posibilitado por las nuevas técnicas, lo que
con el desarrollo de la economía productora llega a hacerse necesario, tanto para asegurar la
reproducción de la organización económica como para la defensa de la propiedad colectiva de
los medios naturales de producción (tierra y/o ganados). En una sociedad en proceso de
incremento demográfico aumenta la proporción de infantes, disminuyendo relativamente la

428
proporción de productores plenos (ft), por lo cual éstos deben elevar su productividad364. Aún si
consideráramos esta sola variable se podría apreciar la elevación de Fp (Caso C). Pero en la
realidad histórica se combinaron ambos aspectos, por lo que la situación debe acercarse al Caso
D.
c) A propósito de las discusiones sobre el llamado "modo de producción asiático", se ha
sostenido la posibilidad de la generación de excedentes sin un importante desarrollo de la
tecnología. Ello es teóricamente e posible por la vía de la intensificación del uso de la fuerza de
trabajo. Sin embargo, no creo que esto haya significado un aumento de la proporción de los
productores plenos ( como podría mostrarlo el Caso E). El factor principal de la acumulación de
excedentes y base del modo de producción, es la disposición de fuerza de trabajo explotable, por
lo que probablemente también hubo una tendencia al aumento demográfico. La alternativa al
desarrollo de las fuerzas productivas debió ser la prolongación de la jornada media de trabajo. En
la Tabla II se ejemplifica esto comparando una sociedad sin excedentes y otra con excedentes
mostrando cómo, sin que varíe la cantidad de producto por tiempo (Qt), es decir, sin elevación
del rendimiento tecnológico ni de la productividad natural, la prolongación de la jornada permite
el desarrollo de las fuerzas productivas y la generación de un excedente (Casos Y y Z). Muy
probablemente esta variable también incidió, entre otras, en el desarrollo de las fuerzas
productivas en el seno de la barbarie (Casos X y Y).
Esta sociedad clasista inicial crece sobre la base de la acumulación de excedentes y se
extiende ampliamente de modo que, aunque la proporción de productos tributados por cada
productor resulte pequeña, la suma total representa un volumen considerable. Otra forma de
obligar a la tributación de excedentes, muy difícil de aplicar por razones políticas por una clase
dominante en formación, pero seguramente impuesta cuando ésta hubiera consolidado un fuerte
aparato estatal, pudo ser la reducción, al menos transitoria, del consumo subsistencial (Caso F).
En este tipo de sociedad no restamos a ft el tiempo de trabajo de los miembros de la clase
dominante, pues difícilmente pudo mantenerse en el poder como una clase ociosa, y no lo son
por el hecho de no producir directamente bienes materiales. Su carácter de explotadores de
trabajo ajeno debe medirse por la proporción de la cantidad de trabajo que aportan y la cantidad
de trabajo objetivado en productos o servicios que consumen. Sólo el desarrollo de un amplio
aparato militar, que llegó a requerir la clase dominante, llegó a conformar una proporción
importante de fuerza de trabajo ociosa. Entonces, al igual que hoy, el hecho de que su acción
permita la obtención de productos a través del pillaje, o permita el saqueo "legal" o ilegal por
parte de sectores de la clase dominante, no los convierte en un factor productivo. Sin embargo,
su manutención implica que los trabajadores deben elevar su rendimiento productivo, sea en
términos absolutos por la intensificación o prolongación de la jornada de trabajo, o en términos
relativos, elevando el rendimiento a través de la tecnología y la racionalización de la explotación
de los recursos disponibles.

364
Este planteamiento coincide con el de Meillassoux [1977].

429
Tabla II
_______________________________________________
Caso X Y Z
-----------------------------------------------------------------------
csi 12 15 15
D 5,000 10,000 10,000
Pt 60,000 150,000 180,000
Ft (%) 30 30 30
Cs x 60,000 150,000 150,000
p. 100 100 120
fpr 3.33 3.33 4.00
Fp 40 50 60
_______________________________________________
Qt 7.1428 7.1428 7.1428
-----------------------------------------------------------------------
Ht 5.6 7.0 8.4
________________________________________________

Dejo esto hasta aquí, pues sólo espero haber esbozado un par de líneas de una amplia
perspectiva de investigación en un aspecto de la arqueología respecto al cual el marxismo ofrece
interesantes alternativas de desarrollo.

Bibliografía citada.

Bate, Luis Felipe

1977. Arqueología y materialismo histórico. Ediciones de Cultura Popular. México. (M.S.) Relación general entre teoría y método en

arqueología (en prensa). Boletín de Antropología Americana.

Engels, Federico

1961. Dialéctica de la naturaleza. Editorial Grijalbo. México.

Marx, Carlos

(s.f.) Contribución a la crítica de la economía política. Editorial Progreso. Moscú.

Meillassoux, Claude

1977. Mujeres, graneros y capitales. Siglo XXI Editores. México.

Sahlins, Marshall

1977. Economía de la Edad de Piedra. Akal Editor, Colección Manifiesto. Madrid.

430
15. Teoría de la cultura y Arqueología

El concepto de cultura: entre las tradiciones antropológicas y el materialismo histórico.

Es indiscutiblemente notable el peso que se ha atribuido al concepto de cultura en disciplinas


como la antropología, la etnología, la sicología social o la arqueología, cualquiera sea el lugar y
conexiones que se le asigne en las diversas tradiciones académicas. Lo cual resulta
particularmente sorprendente si se considera la extraordinaria ambigüedad de su contenido
conceptual. La que se debe a la heterogeneidad de sus múltiples significados, tanto como a su
exiguo poder explicativo, aún en los casos en que se intenta superar el mero nivel descriptivo en
su definición. Más asombroso es que, en tales condiciones, se le haya asignado una posición
central al establecer el objeto de estudio de algunas disciplinas de la ciencia social.
La centralidad otorgada al concepto, tanto en Europa como en América, se debe
principalmente a las reacciones ideológicas (en estos casos, propiamente reaccionarias) contra
el evolucionismo del pasado siglo desarrolladas, respectivamente, por las escuelas difusionistas
-en particular la histórico cultural- así como por el culturalismo boasiano. Y, en ambos casos,
el resurgimiento de la teoría evolucionista [...] como un retorno a la razón y el orden, ante el caos
empírico dejado por los particularistas [Ph. Kohl, 1987],

impulsado por la obra de Gordon Childe y de Leslie White, quienes influyen de manera
importante durante el último medio siglo en la arqueología y la antropología, mantiene al
concepto de cultura en un lugar prominente.
La escuela de Franz Boas designa a la totalidad social objeto de la antropología, ciencia
madre de la cual la arqueología es una de sus "ramas", a través del concepto de cultura. De
donde la arqueología resulta ser la ciencia que estudia "la cultura de pueblos desaparecidos".
Definición no muy distinta de las que, por circunstancias diversas, recibe en las tradiciones del
Viejo Mundo.
De paso, los "diálogos" interdisciplinarios con otras ciencias sociales, como la
economía, la historia, la sociología o la politología, que no dan la misma relevancia al tema de
la cultura, aunque no estudian sociedades distintas de aquellas que ocupan a las "ramas"
antropológicas, resultan del todo tangenciales.
No es menor el peso que el término de cultura posee en el manejo ideológico-político,
cuya eficacia manipulatoria o como signo de identificación se hace patente en el lenguaje ya
usual, tanto en los discursos dominantes de contenido altamente conservador y antidemocrático,
como hasta en aquellos que expresan las demandas reivindicativas más progresistas o
revolucionarias.
El materialismo histórico, que participa de los momentos fundacionales de la
antropología como ciencia moderna y de la temática evolucionista desde el siglo XIX no tuvo,

431
dada su orientación política, motivos para compartir las reacciones ideológicas del culturalismo
norteamericano ni del difusionismo histórico cultural. Además, a poco andar este siglo, sus
cultores quedan aislados geopolíticamente de los desarrollos de las ciencia de "Occidente" o, en
estos países, por largo tiempo marginados de la academia y de las instituciones oficiales,
cuando no perseguidos de diversas maneras.
El hecho es que, en tales circunstancias, el marxismo desarrolló en cierto modo su
propia tradición, desplegándose en diversas corrientes. En éstas, la preocupación por el tópico
de la cultura ha sido muy dispar, con diversos contenidos conceptuales y, salvo en algunos
casos (como en Gramsci), ha constituido una cuestión un tanto secundaria. En cuanto a su
significado, para la mayoría de los autores designa a las manifestaciones de los reflejos
superestructurales -en particular, como formas de la "vida espiritual"!- mientras, para otros,
alude a las particularidades de los procesos de "civilización", siendo los menos quienes se
refieren a la connotación antropológica del término. La cultura, en sus diversos sentidos,
también ha constituido un ingrediente infaltable en el tratamiento de las cuestiones nacional y
étnica. Pero careciendo de un desarrollo teórico explícito y en el falso sobreentendido,
cómodamente consensual, de que todos sabrían de qué se trata.
El contexto particular en que desarrollamos esta propuesta fue el del auge de los
movimientos populares en la América Latina de los años 70 y su represión en los países
australes. Tiempos del "boom" de la sociología latinoamericana y de la amplia difusión
académica del marxismo, bajo el notorio predominio de la corriente althusseriano-balibariana.
Como gran moda, el marxismo no escapó a la proliferación, entre sus muy abundantes
adeptos, de todo tipo de oportunismos. Las monsergas panfletarias de un marxismo fosilizado
en ideologías estatales distantes o las fórmulas estereotipadas a través de eficaces texto s de
divulgación, eran moneda corriente en todos los niveles de la academia. La "dialéctica", como
teoría general y como método generador de conocimiento "científico, crítico y revolucionario"
era el aval implícito de cualquier afirmación. Gracias al consenso abrumador de la moda, esa
misteriosa dialéctica omnipresente estaba fuera de duda y de discusión. Lo cual, junto con su
ritualizada trivialización, mantenía a todos a salvo de la incomodidad o el bochorno de poner al
descubierto el insólito abismo de desconocimiento generalizado que se ocultaba tras ese término
mágico. Esto era así aun entre los académicos más merecidamente destacados.
Afortunadamente, al ser sustituida la moda por el pretendido estigma de la
obsolescencia, al ritmo debidamente marcado por las instituciones de investigación y docencia a
través de las manipulaciones presupuestarias o por el mercado, los tonos entusiastas o
enardecidos, sentenciosos o proféticos de aquellos discursos, se han apagado. Parecería que
hablamos de muertos, pero no es así. Son nuestros contemporáneos y todavía andan por ahí. La
mayoría prefiere ocultar la cara en los múltiples resquicios de una cotidianeidad cenicienta.
Otros, que se habían sentido llamados por las doradas trompetas de la historia, no acaban de
reponerse del desconcierto, del desencanto, del desengaño. Suponemos que no son pocos los
que aguantan con dignidad callada, rumiando el rencor de las verdades humilladas, guardando

432
las semillas, esperando la hora o la generación de las revanchas, de las nuevas primaveras. Los
auténticos oportunistas, posesos de su personal misión e interés, no se dejan arredrar por la
vergüenza ni los escrúpulos y navegarán siempre con los vientos favorables de las nuevas
modas, vendiendo en cada puerto lo que mejor se venda, al mejor postor. Las nuevas
generaciones ya son suficientemente inocentes de esta historia inmediatamente anterior y no
saben cuántos pecados originales pueden cargar. Por lo pronto, tal vez hacen bien en no
interesarse.
Entre quienes hemos intentado sobrevivir con decoro, manteniendo la consecuencia, hay
todavía muchos diálogos inacabados, muchas cuestiones por resolver y esperamos que aún
muchas más por plantear. En torno a la cuestión de la necesidad de teorizar o no sobre la
cultura, queremos mencionar algunas viejas posturas que, aunque quienes las sustentaron han
desaparecido de las filas ultrarrevolucionarias, vuelven, por lo mismo, a ser presentadas. O se
sostienen aun en ámbitos donde nunca fueron cuestionadas.
Una de ellas ha consistido en descalificar el uso del término cultura, haciendo notar que
se origina en concepciones ajenas al marxismo, que responde a ideologías reaccionarias,
buscando demostrar la incompatibilidad lógica de aquellos diferentes discursos con el del
marxismo. Para concluir, de manera poco materialista y bastante dogmática que, desde que se
supone al discurso materialista histórico como único verdadero, dicha incompatibilidad lógica
mostraría que los demás son falsos y pueden ser descalificados. A pesar de lo cual no existe
ningún empacho en arrogarse el derecho a "rescatar" selectiva y arbitrariamente diversas ideas y
sugerencias de cualquier otro discurso, sin importar qué tan reaccionario sea, con tal de exhibir
actualidad y adquirir notoriedad en los juegos de "saber-poder" que regulan las mezquinas
competencias por las jerarquías internas de las academias y poco tienen que ver con las causas
populares.
Otro recurso, que no por rudimentario es menos socorrido, consiste en descalificar de
partida el empleo del término cultura por su vínculo con concepciones antropológicas clasistas
y colonialistas e ideológicamente reaccionarias. Lo cual suele corroborarse por el uso
ideológico que de él hacen determinados políticos conservadores365. Alegándose que es
innecesario, ya que el materialismo histórico poseería categorías científicas que permitirían dar
cuenta de cualquier aspecto de la realidad social, lo que haría superfluo ocuparse de un
concepto como el de cultura.
Por lo pronto, estimamos altamente improbable que un acto de desdén académico, por
histriónico que consiguiera ser, alcanzara a avergonzar a ningún político de cualquier signo,
como para convencerlo de dejar de usar el concepto de cultura con fines proselitistas y
manipulatorios.

365
Cuando se recurre a este argumento, es porque los políticos aludidos hacen un uso exitoso del concepto y, mas bien, habría
que preguntarse por qué. Además, habría que superar los ámbitos provinciales y preguntarse también si las banderas de la
cultura como elemento de identidad ideológica y solidaridad política sólo son enarboladas por políticos o movimientos sociales
conservadores.

433
Lo que queremos destacar en los casos mencionados, es que sólo se cuestiona (aunque
lo sea razonablemente) a los contextos discursivos en que se inscriben distintos conceptos de
cultura. Pensamos que una estrategia materialista debería preguntarse primero -antes que por los
"discursos"- si los conceptos de cultura aluden o no a dimensiones objetivamente existentes en
la realidad. Y luego, si nuestro discurso es realmente capaz de dar cuenta adecuada de tales
dimensiones de la existencia social.
Es nuestra opinión la de que, independientemente del carácter reaccionario de las
concepciones de la antropología tradicional en que se ha desarrollado el concepto de cultura y
de lo insatisfactorio de sus diversas formulaciones, éstas aluden a aspectos reales de las
sociedades concretas. Y que los conceptos tradicionales del materialismo histórico, como los de
modo de producción, superestructura, o formación económico social -aún en la versión
althusseriana de la "FES" como articulación de modos de producción que, supuestamente, daría
cuenta de la concreción social- son impropios y altamente insuficientes para explicar las
dimensiones de las sociedades concretas a que alude una buena parte de los conceptos de
cultura.
En tales circunstancias, es claro que desestimar el problema de formular un concepto
que de cuenta de dichos aspectos de la realidad -independientemente del término que se
empleara- sería aceptar de partida una derrota frente a la antropología y la ciencias sociales
tradicionales que, como sea, sí se ocupan del tema. Aseverar que para el materialismo histórico
sería superfluo ocuparse de la llamada cultura, ya que sus categorías apuntarían a lo
verdaderamente importante de la realidad, resulta una retórica elusiva, nada convincente, y que
no contribuye a evidenciar su pretendida potencialidad explicativa.

Hacia una teoría de la totalidad social concreta.


Los principios fundamentales, orientaciones heurísticas básicas de la vieja dialéctica
materialista, nos obligan a pensar a la realidad en su complejidad, en el contexto de su
concatenación concreta de interrelaciones como totalidad y en su permanente movimiento.
Hoy existe una amplia gama de demandas contra las pretensiones de omnipotencia
reduccionista de la ciencia "moderna" de orientación predominantemente neokantiana, las que
provienen principalmente de las disciplinas "duras" de las ciencias naturales.
Pensamos que, independientemente de la abundante paja que acompaña al concierto
mercadotécnico montado en torno a la etiqueta comercial de "teorías" del caos y las fanfarrias
de anunciación de una "nueva" ciencia -que todavía tardará en deshacerse de los fardos de lastre
de la moda, propiciada por las facilidades de financiación- se puede apreciar el despuntar de
cambios de fondo en la concepción ideológica tradicional y mas generalizada de la ciencia,
orientados a buscar respuestas mas satisfactorias a la elevada complejidad de la realidad. De
alguna manera, se está redescubriendo la dialéctica, pero con el apoyo de los avances de

434
indiscutible magnitud que están permitiendo las condiciones tecnológicas de la investigación en
la actualidad.
Como es lógico, muchos de los enunciados aún exploratorios y tentativos resultantes de
recientes iluminaciones, que apuntan a perfilar las características y principios en que debería
basarse una nueva visión científica, expresados en lenguaje fresco y con metáforas originales,
están a la búsqueda de articulaciones en una concepción generalizable y coherente. Opinamos
que hay grandes convergencias con los planteamientos que han mantenido por largo tiempo
marginada de la ciencia dominante, al menos en el "mundo occidental", a la dialéctica
materialista. Y que ésta es capaz de ofrecer las posibilidades de integrar en una posición teórica
consistente y ayudar a florecer a las nuevas preguntas que surgen de tales enunciados. Parece,
por ejemplo, de mayor amplitud connotativa y mas formalizable un "principio de concatenación
universal" que un "efecto mariposa". Es previsible, en fin, que el empuje de los grandes nuevos
descubrimientos e insurreccionales propósitos científicos, alimentarán y sacudirán a la ya
antigua dialéctica materialista, con resultados novedosos que cabe esperar con optimismo.
Hace unos veinte años, nos planteamos como objetivo la conceptualización de la
realidad social como una totalidad concreta, en busca de poder explicar la conexión de la
diversidad de fenómenos empíricamente observables para el arqueólogo con las regularidades
generales de la sociedad expresadas en las categorías de modo de producción y formación
económico social.
Partimos de supuesto de que, si las dimensiones expresadas en los diversos y muy
ambiguos conceptos de cultura y aquellas designados en las mencionadas categorías del
materialismo histórico son objetivamente reales, debería haber necesariamente conexiones entre
ellas. Nos basamos en el supuesto de que la realidad social es una y la misma,
independientemente de cómo la conciban diversos observadores. Es decir, nos apoyamos en el
principio de unidad material del mundo o concatenación universal.
Si podíamos afirmar que tales conexiones existen efectivamente, el problema de fondo y
el verdadero reto era investigar y precisar la naturaleza de esas interrelaciones y el cómo se
integran en la totalidad social. Para ello partimos de supuesto de que, si las leyes y categorías
generales de la dialéctica son realmente generales, entonces deben operar en todos y cada uno
de los niveles de existencia de la realidad y también, por lo tanto, en las articulaciones del
fenómeno cultural con las dimensiones fundamentales de la formación social, por complejas
que fueran. El camino no sería el de los viciados intentos eclécticos que, explicablemente, no
han conducido a nada.
Así, la dialéctica materialista, como ontología general, nos permitió orientar nuestras
investigaciones y conocer una serie de determinaciones e interdependencias entre dichas
dimensiones de la realidad social. El lenguaje para expresar dichos resultados debía ser,
consecuentemente, el de las categorías y leyes de la dialéctica. Lo que permitió una perfecta
incomunicación -dado su carácter críptico, a pesar de las trilladísimas proclamas dialécticas-

435
aún con la mayoría de los colegas marxistas. Y explica el por qué los comentarios y críticas se
fueron a los terrenos fáciles e infructíferos que hemos mencionado.
Posteriormente, en las discusiones del que se ha conocido como Grupo Oaxtepec, hemos
concordado en que el análisis de la estructura y procesos sociales requiere de la integración
teórica de las categorías de formación social, modo de vida y cultura, permitiendo la
explicación de la unidad orgánica de las diversas dimensiones de la realidad social. Hemos
propuesto que esa unidad puede designarse a través de la categoría de sociedad concreta.
Acá nos referiremos particularmente a la conceptualización que hemos hecho de la
categoría de cultura y sus vínculos con la de formación económico social366.

La categoría de cultura.
Conviene aclarar las bases sobre las que formalizamos el contenido que otorgamos al concepto
de cultura367.
a) La categoría de cultura, como las de modo de vida y formación social, reflejan
aspectos, objetivamente distinguibles, aunque existen necesariamente integrados en la unidad
de la realidad social. No se trata, por lo tanto, de una relación entre "partes" de la sociedad, sino
de diversas dimensiones de la misma. De modo que la categoría de sociedad concreta designa a
la unidad de las diversas dimensiones, en todos los niveles de integridad de la totalidad social,
como una unidad concretamente multideterminada.
b) La formulación teórica de la categoría de cultura es relativa a la de formación social,
constituyendo el modo de vida un sistema de mediaciones entre ambas. Su formalización está
expresada a través de la particular interrelación de categorías generales de la dialéctica. Las
categorías y leyes de la dialéctica reflejan conexiones y dinámicas lógicamente válidas sólo
para los contextos relacionales claramente definidos que precisan el ámbito de su existencia
objetiva. En otras palabras, las relaciones categoriales que definen y explican lo que
conceptuamos como cultura están expresadas en su relación específicamente determinada con
las regularidades objetivas a que se refiere la categoría de formación social.
c) Pretendemos que la categoría de cultura refleja propiedades objetivas de la realidad
social constituyendo, en consecuencia, una categoría ontológica. Sólo como consecuencia de
ello, respondiendo primeramente al potencial heurístico de su contenido ontológico, puede
instrumentarse como categoría metodológica, al igual que todos los conceptos teóricos.

366
Dado que este texto sólo pretende ser una síntesis de la exposición de nuestras propuestas, he transcrito partes de algunos
trabajos que se encuentran en prensa o próximos a publicarse. Las partes transcritas corresponden a los textos que aparecerán
bajo los títulos de Estructura general del proceso de investigación en arqueología, Cacaxtla: un sitio y muchas preguntas (en
coautoría con M. Gándara) y "Del registro estático al pasado dinámico": entre un salto mortal y un milagro dialéctico (éste,
en Arqueología Espacial, nº 18).
367
El desarrollo mas extenso de la categoría de cultura está formulado en una publicación anterior [Bate, 1978] y resumido,
como lo hacemos acá, en otros trabajos [1981 y 1984].

436
d) Planteamos la categoría de cultura como una categoría general del materialismo
histórico, en el sentido de que expresa propiedades y relaciones comunes a cualquier sociedad,
en cualquier momento histórico. Con lo que queremos precisar que no se la debe entender como
concepto que designe al objeto de investigación propio de la arqueología, la antropología, ni
ninguna disciplina particular de la ciencia social. El objeto de las distintas ciencias sociales es,
de hecho, el mismo, esto es, las sociedades en su desarrollo histórico.
e) Tampoco consideramos a la cultura como categoría central de ninguna disciplina de la
ciencia social, desde que no refleja las regularidades causales o estructurales fundamentales que
rigen el desarrollo de las sociedades. Estas están teóricamente contenidas en la categoría de
formación social, que incluye las contradicciones internas fundamentales que se articulan en el
modo de producción.
f) Sin embargo, la formulación teórica de la categoría de cultura es imprescindible para
una fundamentación consistente de la investigación de las sociedades reales. En el contexto del
proceso investigativo, es una condición necesaria para definir procedimientos y, sobre todo,
para validar lógicamente las inferencias que permiten abstraer las regularidades de los modos de
vida y las formaciones sociales a partir de una base de datos empíricos que se presentan
básicamente bajo formas culturales. Lo mismo cuando se trata de explicar los aspectos de la
historia concreta a partir de aquellas abstracciones. En general, dado que el materialismo
histórico se propone como objetivo cognitivo el conocimiento de los distintos aspectos de la
sociedad entendida como una realidad concreta, ningún análisis de la misma podrá ser
consistente con la teoría en tanto ésta no dé explícitamente cuenta de los aspectos de la sociedad
concreta a que alude la categoría de cultura. Desde luego, no es el término lo que importa. Pero
su rechazo entre algunos colegas que han sostenido una posición materialista histórica (con
argumentos como el de que recuerda al culturalismo, que tiene un origen en la antropología
colonialista y otros similares), hasta ahora, sólo se ha reducido a eludir el problema
conceptual368.
De ahí que hemos considerado necesario elaborar una propuesta frente al punto
conceptuando a la cultura, en relación con la formación social, en los términos que siguen.
1. Una relación tricategorial. Podemos sintetizar conceptualmente a la cultura como el
conjunto singular de formas fenoménicas que presenta toda sociedad real, como efecto
multideterminado por las condiciones concretas de existencia de una formación social.
Recíprocamente, la categoría de formación social se refiere al sistema general de contenidos
esenciales que constituyen la causalidad y estructura fundamentales de los procesos históricos,
manifiestos en su cultura. En este contexto se entiende mejor a la categoría de modo de vida
como el sistema particular de eslabones intermedios, que median entre las regularidades
368
Ya hemos asistido a muchas seudorrevoluciones teóricas que no hacen mas que mudar terminologías, con mas o menos
aspavientos, y que no modifican para nada viejos contenidos conceptuales. Aunque el criterio de autoridad no es relevante, no
sobra recordar que Marx no inventó ni fue el primero en dar un estatuto académico a los términos de "plusvalía", "clase social"
y otros, ni decidió ignorarlos por reaccionarios. Entendió, mas bien, que era preciso darles un contenido teórico
cualitativamente diferente y consistente.

437
fundamentales y generales de la formación socioeconómica y las singularidades aparentes de la
cultura.
Esta relación tricategorial permite definir, diferenciándola, a la dimensión cultural de la
sociedad, a la vez que expresa su necesaria correspondencia y unidad con la formación social.
Aunque es posible considerar analíticamente los distintos aspectos parciales de esta triple
relación (singular-general, forma-contenido, fenómeno-esencia), hay que tener claro que sólo
precisan la esfera determinada de la cultura en su simultaneidad (como formas-fenoménicas-
singulares, respecto a sus contenidos-esenciales-generales). Significa ésto que no toda forma
social (como, por ejemplo, las relaciones sociales de producción o las superestructuras
ideológicas), ni cualquier singularidad, ni toda manifestación fenoménica son, por sí solas,
culturales.
La categoría de forma se refiere a la organización espacio-temporal de los elementos
constitutivos del contenido. Entre las distinciones que se pueden hacer, tiene interés considerar:
a) los aspectos fundamentales y secundarios de la forma y, b) la relación entre la forma general
y las formas particulares que la integran. La forma mantiene una necesaria correspondencia con
respecto a su contenido, la cual se establece a través de los aspectos fundamentales de la
forma369. No obstante, hay un amplio rango de variabilidad posible en los aspectos secundarios
de la forma, en distintos niveles, pero que se multiplica a nivel de las formas particulares. Por
eso es que distintas configuraciones formales pueden corresponder, con carácter necesario, a un
mismo contenido. El modo de vida designa al rango relativamente mas limitado de las
variaciones de la forma general de la sociedad (de la formación social), dado en las
particularidades de algunos contenidos fundamentales. Por su parte, es el amplio campo de la
variabilidad posible de los aspectos secundarios de las múltiples formas particulares donde se
despliega y realiza la irrepetible singularidad fenoménica de la cultura.
En su existencia objetiva, el fenómeno incluye a la esencia y en él se unen lo esencial y lo
no esencial. Las múltiples y diversas combinaciones de ambos aspectos en las variaciones
formales de los elementos y procesos constitutivos de los contenidos de la formación social,
resultan en la manifestación aparente -perceptible- de la sociedad, que es su cultura. Por lo que
la existencia de cada grupo social se presenta a la observación bajo la singularidad distintiva de
lo fenoménico.
Es necesario aclarar que la singularidad cultural no se refiere a la individualidad
irreductible de cada elemento, objeto o conducta personal -que también se da-, sino a la singular
configuración de manifestaciones fenoménicas formada por las diversas clases de elementos,
objetos, conductas o procesos que caracterizan distintivamente a un grupo social como tal.
Cabe indicar que el atributo de singularidad de la cultura tiene un doble significado. En
primer lugar, como manifestación fenoménica de las regularidades generales (contenidos) de la

369
Dado que una forma puede corresponder, simultánea o secuencialmente a diversos contenidos, pueden ser diferentes los
aspectos de la forma que correspondan fundamentalmente a los diversos contenidos.

438
propia formación social de la cual constituyen la forma concreta de existencia. Y, además,
como la singularidad distintiva de las diversas sociedades concretas, posean o no calidades
esenciales similares de sus formaciones sociales.
El culturalismo destaca el carácter singular de la cultura. Sin embargo, como han puesto
de relieve todos sus críticos posteriores, desde White o Childe hasta la "vieja New
Archaeology" norteamericana, carece de cualquier posibilidad explicativa desde que desconoce
o se desinteresa intencionalmente en la investigación de regularidades o leyes comunes a
diferentes sociedades. La existencia de la singularidad cultural es insoslayable, pero también lo
es el hecho de que la realidad social está regida por regularidades. Dado que la realidad social
es un fenómeno unitario, nuestra intención -y la diferencia básica respecto al culturalismo- es
que nos interesa explicar cómo se encadenan en la realidad social lo singular y lo general.
Queremos, por otra parte, insistir en que la categoría de cultura se refiere a todos los
niveles de interacción de la sociedad. Es decir, son las formas fenoménicas que posee la
existencia tanto del ser social como de las superestructuras. El concepto no se limita solo a las
expresiones de la conciencia social. Precisamente, se trata de que las singularidades culturales
de la conciencia social se estructuran primariamente -desde luego, a través de diversas
mediaciones- como un sistema de reflejos de las formas culturales de la existencia de la
materialidad del ser social: tanto de las actividades y relaciones que establecen los seres
humanos como de los objetos que producen y que integran el medio en que la vida social se
desarrolla.
El contenido inmediato de las representaciones de la realidad social en la conciencia
habitual, base de la estructuración de cualquier "cosmovisión" o ideología, es el reflejo de la
cultura. También son culturales las claves del aprendizaje básico de la afectividad. De ahí que la
formulación clara de las relaciones entre cultura y formación social es también indispensable
para cualquier teorización consistente, por ejemplo, sobre las ideologías, los sistemas de valores
o los comportamientos políticos de los grupos sociales cuya existencia, por lo demás, no se
reduce a su posición de clase.
2. Cultura y sistema social. La categoría de sistema se refiere al grado de complejidad y
calidad de las relaciones entre el todo y las partes que lo integran. Es analíticamente posible y
lógicamente válido abstraer de la sociedad el sistema de formas que integran la cultura. En ello
consiste centralmente el enfoque estructuralista, tanto en sus aproximaciones sincrónicas (Levi-
Strauss) como diacrónicas (Phillip-Rey). Nuestra diferencia básica con el estructuralismo reside
precisamente en considerar que un sistema de formas (estructura) no puede ser explicado sin
considerar su contradictoria unidad con el sistema determinado de contenidos a que las formas
corresponden.
De ahí que entendemos a la cultura como el conjunto de formas fenoménicas que
evidencian la unidad y diferencias entre las partes de la sociedad, cuyo vínculo se establece en
el ámbito de los sistemas de relaciones sociales que integran la formación social.

439
También en este nivel, los "cortes" analíticos pueden seguir diversos criterios. Hemos
optado por privilegiar la distinción de los grupos sociales como partes que integran el todo de
una formación social y que se manifiestan fenoménicamente como "subculturas" de una
"cultura global"370. El criterio básico para distinguir grupos sociales se basará en el hecho de
estar integrados por individuos que comparten alguna práctica en común, determinada en la
base material del ser social. Lo cual puede obedecer a que poseen una misma posición en los
diversos sistemas de relaciones sociales o a que constituyen una unidad de interacciones reales.
Algunos criterios relevantes para distinguir grupos sociales como "partes" del sistema
social, que aparecen como "subculturas" son: 1) Posición en el sistema de relaciones sociales de
producción (clase social), 2) Posición en la división (social o doméstica) del trabajo, 3) Origen
histórico-geográfico particular (barrios, etnias, naciones, etc.), 4) Posición en un sistema de
parentesco, 5) Grupos determinados por el género, etcétera. Es obvio que la relevancia de estos
criterios varía según si se trata de sociedades clasistas o no. No son los únicos criterios
aplicables y es claro que no son excluyentes entre sí. Un individuo pertenece a diversos grupos
y los distintos grupos de que participa no están necesariamente integrados por el mismo
conjunto de individuos.
Resumiendo, se puede decir que las subculturas:
1) Se refieren al conjunto de manifestaciones culturales que corresponden a los diversos
grupos sociales que componen una formación social.
2) Los grupos sociales que se presentan fenoménicamente como subculturas se definen
por su participación en las actividades y relaciones que se establecen y desarrollan en la base
material del ser social. Pero incluye también todas las formas culturales que constituyen
expresiones de su conciencia y sicología social, así como su participación institucional. Es
decir, se refiera tanto a las prácticas y objetos en que se materializa su ser social, como a las
superestructuras que se les corresponden.
3) Cada subcultura posee singularidades que la distinguen de las demás, a la vez que
comparte diversas formas culturales con las de otros grupos sociales que integran la misma
formación social. Por lo demás, parte de las formas culturales de cada grupo social es la
expresión de sus interacciones con otros grupos.
Recíprocamente, de la "cultura global" puede decirse que está configurada por las diversas
subculturas que la componen. La cultura de una sociedad concreta, como totalidad, es la
singular manifestación fenoménica de la unidad de los diversos grupos sociales cuya
imbricación constituye a la sociedad. En la cultura se manifiesta de manera aparente, a la vez, lo
que los diferencia y lo que los une en una totalidad dinámica.

370
De hecho, esta distinción es relativa a los niveles de integridad considerados en cada estudio, por lo que es mas económico
referirse simplemente a la cultura de cada grupo y usar el término de subcultura para indicar la pertenencia a una unidad social
mayor, que la incluye.

440
3. El orden de las formas culturales. Dado que la cultura es la dimensión fenoménica de
la existencia social, se presenta a la observación como una multiplicidad aparentemente caótica
de manifestaciones sensibles371. Y éstas constituyen la información empírica que, por tradición
del oficio, la antropología y la arqueología analizan y ordenan, como base para la inferencia de
diversos aspectos de la organización social. La necesidad de sistematizar los procedimientos
metodológicos de ordenación levanta un problema al que debe responder la teoría. Se trata de
saber si existe un orden objetivo en el aparente caos de lo fenoménico, que permita definir
criterios consistentes de clasificación.
De hecho, hay diversas dimensiones de orden no aparentes. No obstante, nos referiremos
a aquellas que nos proporcionan un punto de partida, en el nivel mas general, permitiéndonos
realizar las inferencias que nos interesen. De ahí que consideraremos dos dimensiones básicas
de regularidades objetivas a que responde la heterogénea diversidad de la cultura.
En primer lugar, el orden del sistema de contenidos de la formación social, que se
manifiesta de manera aparente en las formas culturales. Se trata de un sistema complejo y
dinámico, donde los elementos y procesos que lo constituyen poseen diferentes calidades -como
contenidos-, de manera simultánea y sucesiva, según los diversos nexos que se establecen, en
distintos momentos, con los demás elementos del sistema. En otros términos, una forma cultural
corresponde a diversos órdenes del contenido en movimiento y no habrá, por lo tanto, un
"casillero" único y absoluto para su clasificación.
En segundo lugar, los cambios globales más importantes en el orden de los contenidos de
la formación económico social al que corresponden las formas culturales -y que se articula en
su nivel mas general en torno a la calidad fundamental del sistema de relaciones sociales de
producción- se deben a las variaciones en el grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Es
decir, el orden general de los contenidos de la formación social reflejados en la cultura, posee
diversas determinaciones particulares y calidades específicas dependiendo del grado de
desarrollo de las fuerzas productivas.
Por lo que se refiere a la extensión espacio-temporal de las unidades de análisis del
conjunto de formas culturales, éstas deberían ser relativas a los niveles de integridad de los
contenidos de la formación social que se busca inferir y explicar. Por lo tanto, la delimitación de
las unidades de análisis adecuadas en cada caso, pueden variar según los distintos niveles de
integridad a que corresponden objetivamente.
Sobre estas bases puede plantearse la sistematización general de los criterios de
ordenación de las formas culturales.

371
Al tratar con leyes y categorías debemos considerar dos aspectos: su existencia real y su formalización lógica. Además,
generalmente, su formalización se mueve en dos terrenos diferentes: por un lado, sobre cómo existen en la realidad, por otro,
sobre cómo se conocen. En éste caso particular, el fenómeno y la esencia existen como una unidad real inseparable. No
obstante, el fenómeno se conoce empíricamente y la esencia por abstracción, a través de inferencias racionales. Esto en todas
las ciencias, las que buscan descubrir regularidades y leyes que expliquen la realidad.

441
4. Singularidad cultural y causalidad social. La calidad principal de la cultura, en la
propia dimensión aparente del fenómeno social, es su singularidad. La singularidad cultural es
una calidad general en el sentido de que todo grupo social y toda sociedad concreta poseen una
existencia cultural singularmente distintiva. Si es así, esta calidad relevante debería ser
explicada y un aspecto fundamental de una explicación científica consiste en conocer su
determinación causal, que siempre es histórica, compleja y multideterminada.
1) Cabe apuntar que parte de la singularidad cultural está condicionada por singularidades
de los contenidos de la formación social, mayormente notables en la dimensión de los modos de
vida. Estas singularidades, que tienen carácter general respecto a sus manifestaciones
fenoménicas cotidianas, se presentan como diferencias estructurales e históricas respecto a otras
sociedades concretas. Las condicionantes que llevan al desarrollo de determinadas formas de
organización técnica del trabajo o a la articulación, en variables proporciones demográficas, de
diversas formas socioeconómicas y modos de vida conducen, por ejemplo, al desarrollo de
singularidades estructurales de la sociedad que no son aparentes. Inciden en ello factores
medioambientales pero, sobre todo, la historia de las precedentes negaciones dialécticas que
conlleva todo proceso histórico
En ella, un par de factores se condicionan recíprocamente. Por una parte, las
características o vías de los procesos revolucionarios que han modificado al modo de
producción y, consecuentemente, a toda la formación social. Procesos que pueden ser
autogenerados o efectos de diversos modos de interacción entre sociedades. Por otro lado, la
singularidad de las calidades de la formación social también es efecto de los desiguales grados
de desarrollo y las formas socioeconómicas negadas. Mas aún cuando se trata de una formación
social que ha integrado a diversos grupos sociales o sociedades que han tenido una historia
anterior independiente.
2) Contingencia y causalidad social. Para entender la compleja causalidad de la que
participa la generación de singularidades culturales, usamos el concepto dialéctico de causa
completa. Esto significa que la causalidad real no se reduce a la conexión entre causa esencial y
condiciones necesarias en la determinación de un efecto. De acuerdo al principio de
concatenación universal, dicha causalidad suficiente siempre va unida a múltiples condiciones
contingentes. La causa esencial y las condiciones necesarias determinan, en lo general, las
propiedades esenciales del efecto. Pero son las condiciones contingentes o casuales, siempre
necesariamente presentes, las que intervienen en la causalidad determinando las propiedades
secundarias del efecto.
Las condiciones contingentes se diferencian de las necesarias, porque no modifican la
calidad fundamental del efecto. Y su ausencia -que entonces será suplida por otras- no puede
anular la producción del efecto. De ahí que las configuraciones de condiciones contingentes
pueden ser muy diversas sin alterar en lo esencial el desarrollo de la causalidad necesaria. Sin
embargo, la configuración coyunturalmente singular de condiciones contingentes -

442
necesariamente presentes-, al determinar calidades secundarias del efecto, incide definiendo su
singularidad fenoménica, como efecto concreto.
Si bien entendemos que el desarrollo histórico está regido por leyes generales de carácter
necesario -teniendo como causa un determinado sistema de contradicciones de la formación
social-, es la contingencia, como factor integrante de la causalidad total, la que determina de
manera mas importante la singularidad cultural que se da en las dimensiones secundarias y
aparentes del fenómeno social.
Se puede decir que la cultura es la multifacética configuración de efectos fenoménicos de
la contingencia que opera en la causalidad social completa. La contingencia es relativa al
carácter necesario de las regularidades fundamentales del desarrollo de la formación
socioeconómica. Necesidad y casualidad son categorías recíprocamente relativas, que
objetivamente dependen del nivel de acción de las múltiples regularidades que operan en un
proceso.
Por tanto, se puede decir de modo mas preciso, que la cultura es el efecto fenoménico de
la articulación de necesidad y contingencia, en la causalidad completa que involucra el
desarrollo de una sociedad concreta.
Entre los principales factores de contingencia que determinan -necesariamente, en el nivel
fenoménico- las singularidades culturales se cuentan a los diversos factores del medio
geográfico y ecológico natural, contingencias históricas internas de la sociedad y contingencias
históricas externas, ocasionadas por la relación con otras sociedades372.
5. Dinámica de la correspondencia entre cultura y formación social. En la dinámica real
de los procesos sociales puede apreciarse que los cambios que ocurren en las dimensiones de la
cultura, el modo de vida y la formación social, no se corresponden de manera mecánica ni
sincrónica. Tienen, de hecho, diversos ritmos de cambio, siendo mucho mas ágiles aquellos que
se combinan de modo altamente desigual en la esfera de la cultura. Por lo que hay también
elementos o rasgos culturales que trascienden a los grandes cambios de las formaciones
sociales.
Puede afirmarse de modo muy general que la cultura presenta una "relativa
independencia" respecto a la formación social, aunque ésta la determina "en última instancia".
Parafraseamos frases hechas o "clichés" altamente socorridos para describir las relaciones base-
superestructura, que carecen de mayor contenido en tanto no se investiguen, en sus
determinaciones específicas, las mediaciones que vinculan a ambas instancias.
Por lo mismo, para entender la dialéctica de la correspondencia de la cultura con la
formación social, mediada también por el modo de vida, es necesario analizar el sistema de

372
Como vimos, a propósito de la categoría de modo de vida, estos factores que despliegan una multiplicidad de efectos en el
nivel cultural, no solo afectan a la dimensión fenoménica de la sociedad sino también a características causales y estructurales
de mayores niveles de acción.

443
mediaciones que se establece entre esos niveles interpenetrados de la totalidad social. Nos
limitaremos a apuntar los criterios y líneas mas generales para ello.
Para analizar y explicar estas relaciones dinámicas, las categorías que empleamos son las
leyes generales del movimiento o leyes fundamentales de la dialéctica373.
Correspondencia de calidad y magnitud. Como vimos, la calidad principal de la cultura es
su singularidad, la cual se corresponde con diversas magnitudes inmediatas. Pero también, a
través de una red de mediaciones, esa calidad fenoménica se corresponde ("en última
instancia") con la magnitud esencial del grado de las fuerzas productivas. Se trata básicamente
de que todo desarrollo de las fuerzas productivas implica una ampliación y diversificación, cada
vez mayor, de la producción material. Esta requiere de una complejización de las interacciones
conductuales y de la red de relaciones sociales, así como de las actividades institucionales,
generando consiguientemente un enriquecimiento de los contenidos de la conciencia y la
sicología social. Así, con la multiplicación de las clases de objetos materiales y de las
actividades y reflejos sociales, que adquieren formas fenoménicas propias y distintas, el rango
de variabilidad de sus combinatorias posibles resulta en una configuración formal
irreductiblemente singular, que es la cultura.
Contradicciones. La relación general entre la cultura y la formación social está mediada,
en concreto, por un móvil y complejo sistema de contradicciones, articulando cadenas de
eslabones intermedios entre lo fenoménico y lo esencial374.
Es posible analizar tales mediaciones a través de las relaciones, de suyo contradictorias,
entre formas y contenidos, a través de las cuales lo fenoménico y lo esencial de una sociedad
real se eslabonan en diversos niveles de integridad. Por lo que puede generalizarse diciendo que
la calidad singular del fenómeno cultural obedece a la contradictoria correspondencia de sus
formas con el sistema general de contenidos de la formación económico social.
Si se toma en cuenta la gran complejidad de la red de contradicciones que media entre
ambas dimensiones -incluyendo la dinámica del modo de vida, que es el ámbito principal de
tales mediaciones- se puede entender por qué la configuración cultural posee una relativa
independencia respecto al movimiento y los cambios de desiguales ritmos de sus contenidos. Y,
por lo mismo, cómo es que las regularidades particulares y generales quedan ocultas a la
observación empírica directa, tras la singularidad apariencial de la cultura.
Un análisis de las contradicciones encadenadas a través de las conexiones entre diversas
relaciones de formas y contenidos, debe considerar que:
- son contradicciones que rigen en distintos niveles de integridad del sistema social,
operando con distintos niveles de acción causal y estructural.

373
Para quien sepa algo sobre categorías de la dialéctica, será claro que todas ellas reflejan diversos aspectos del movimiento
real, por lo que se las ha considerado también como leyes "secundarias" de la dialéctica.
374
En los Cuadernos filosóficos, Lenin acuñó el término, metafórico pero adecuado, de "eslabones intermedios" para referirse a
las mediaciones entre lo fenoménico y lo esencial.

444
- las diversas relaciones contradictorias que se dan simultáneamente en cada momento de
la totalidad, poseen distintas dimensiones temporales y pueden encontrarse en diferentes fases
de sus desarrollos.
- las contradicciones se establecen entre entidades con diversas posiciones relativas dentro
del sistema social o entre éste y la naturaleza.
- las luchas de contrarios adquieren distintas intensidades y formas de resolución.
Negación dialéctica. La negación dialéctica implica la destrucción de la calidad de lo
viejo, al generarse nuevas calidades esenciales. Lo cual no significa una destrucción de todos
los elementos y procesos que integraban la totalidad anterior, haciéndola desaparecer para dar
paso a una nueva creación desde la nada. Ni que los elementos y calidades secundaria de lo
viejo "coexistan" con lo nuevo. Los viejos elementos y procesos que mantienen calidades, es
porque las recrean y transforman, incorporándose en la nueva totalidad, cuya calidad y
contradicciones fundamentales son diferentes. Esto determina que todos los elementos
recreados e integrados en la totalidad nueva adquieran nuevas calidades, cuando menos, en su
relación con las nuevas y diferentes calidades esenciales. Además de que los contextos de que
pasan a formar parte varían.
Esto nos permite entender cómo muchas formas culturales tradicionales, propias de las
sociedades anteriores (o de los momentos anteriores de la sociedad) persisten y se recrean
conservando la singularidad fenoménica que las distingue a nivel sensible, aunque su cualidad
contextual queda determinada por las posiciones y relaciones que adquieren dentro del nuevo
sistema, haciéndolas diferentes. Este hecho no se percibe sensorialmente en la observación
aislada de las formas persistentes, sino debe ser observado en sus contextos o inferido
racionalmente. Pero el hecho de que puedan ser analíticamente reconocidas e identificadas las
constituye en las importantes huellas que nos permiten seguir las líneas genéticas concretas de
los procesos sociales.

Nos hemos extendido en el resumen del concepto de cultura porque, como se verá,
tiene importantes implicaciones metodológicas para la arqueología. Además, para destacar el
hecho de que el materialismo histórico puede acercarse consistentemente al conocimiento
explicativo de la complejidad real, sin incurrir en reduccionismos abusivos ni negando la
posibilidad de generalizar teóricamente las determinantes de la sociedad como totalidad
concreta. Para ello, es necesario desplegar creativamente las implicaciones heurísticas del
materialismo dialéctico como ontología general. De este modo, proponemos que la categoría de
sociedad concreta nos permite aproximarnos a la investigación de la realidad social al integrar
orgánicamente, en su unidad, las categorías generales de formación económico social, modo de
vida y cultura.

445
El concepto de cultura en el proceso de investigación arqueológica.
Con el fin de situar el lugar que ocupa y el papel que debe cumplir con carácter necesario el
concepto de cultura, me referiré a los aspectos ontológicos y metodológicos de una propuesta
que he planteado para definir la estructura general del proceso de investigación en
arqueología, limitándome acá, por razones de espacio, a enumerar los puntos básicos.
Tal alternativa se refiere a las conexiones entre las instancias ontológicas y
metodológicas que abarcarían la problemática global de la arqueología. Para ello, deben
apuntarse algunas premisas generales:
1) Entre los supuestos del área valorativa, es necesario considerar los objetivos que
persigue el proceso de investigación. Entendemos que la arqueología busca explicar los
diferentes aspectos de la existencia histórica concreta de las estructuras y desarrollos de los
procesos sociales.
2) Por lo que respecta a la definición de las diversas instancias particulares de la
investigación arqueológica, se debe partir de una explícita concepción de la totalidad del
proceso, que sea congruente con sus objetivos y es necesario esclarecer su ubicación y nexos en
el contexto de esa totalidad.
3) La articulación de instancias teóricas y metodológicas se basa en el principio
epistémico materialista que implica la prioridad lógica de la ontología respecto a la
metodología. En otras palabras, la adecuación de los procedimientos orientados a conocer la
realidad depende de las características de la realidad, de las cuales nos informa la teoría.
Es, por lo tanto, necesario precisar los ámbitos o campos de la realidad con los cuales
trata la arqueología. Luego, a partir de las teorías que sistematizan sintéticamente lo que hasta
ese momento sabemos acerca de esas áreas de la realidad, podemos definir los problemas que
deberá resolver la metodología, así como las alternativas y secuencias de procedimientos
adecuados para ello.
4) La determinación de las áreas de realidad con las cuales se enfrenta la investigación
arqueológica requiere de precisar en qué consiste su particularidad como ciencia. En nuestra
opinión, la arqueología es una disciplina de la ciencia social y no posee un objeto ni un método
propios que la diferencien de las demás ciencias sociales. Su particularidad consiste en que, de
oficio, la arqueología accede al conocimiento de los fenómenos sociales y su historia a través de
una clase particular de datos, a partir de los cuales elabora la información empírica básica en
que se apoyan los procesos inferenciales.
Tales datos -los materiales y contextos arqueológicos- se caracterizan porque:
a) son componentes materiales (productos, medios o condiciones) de actividades
humanas que, por lo general, se registran desligados de las actividades mismas;

446
b) las actividades que los generaron son sólo manifestaciones parciales de las
múltiples actividades que, simultánea y sucesivamente, constituyen la existencia concreta de la
totalidad social y,
c) entre las propiedades que presentan a la observación, se cuentan las singularidades
fenoménicas de la cultura de los grupos sociales que los generaron, así como los efectos de los
procesos de transformaciones de los que han participado.
5) Es imprescindible tener en cuenta que, cuando realizamos una investigación -sobre
todo cuando nuestro marco de referencia debería ser la totalidad social de la que nuestro objeto
de estudio forma parte- la mayor parte de la información que necesitamos y utilizamos no
proviene de la observación directa de los contextos arqueológicos, sino que es información
producida por otras personas, que no siempre fueron especialistas.

Problemas ontológicos.
Partiendo de estas consideraciones previas, podemos decir que hay tres órdenes
particulares de procesos de la realidad, con los cuales se relaciona la investigación arqueológica
y que constituyen problemas ontológicos a desarrollar permanentemente, con el fin de derivar
los procedimientos sistemáticos necesarios para generar nuevos conocimientos y corregir viejos
errores. Entre éstos, habría que distinguir entre la teoría sustantiva, que se ocupa del objeto
central de la investigación, es decir, de las características de los procesos histórico sociales, y
las teorías mediadoras (que no son teorías de “alcance medio”), que deben explicar las
conexiones objetivas entre la información empírica disponible y los datos observables y la
existencia de las sociedades a que se refiere la teoría sustantiva, la cual posibilitaría la
explicación de los fenómenos históricos estudiados. Estos cuerpos de proposiciones ontológicas
necesarios son:
1. La teoría sustantiva que, en nuestro caso, es el materialismo histórico. La teoría se
formula en diversos niveles de generalidad, orgánicamente ligados. En el nivel mas general,
conceptualizamos a la sociedad como totalidad concreta [Kosik,1967] a través de la categoría
de sociedad concreta, que daría cuenta de las diversas dimensiones de la realidad,
comprendiéndolas en las categorías de formación social, modo de vida y cultura. Por otro lado,
se busca dar una homogeneidad teórica a la periodización histórica, en las tres dimensiones
indicadas. No abundaremos sobre este punto, que ha requerido de replanteamientos y nuevas
formulaciones.
Vinculamos la teoría del nivel más general (formación social) con la teoría que
incluiría a las actividades “deposicionales” o formadoras de contextos arqueológicos, a través
de la categoría de cultura, como conjunto singular de manifestaciones fenoménicas de la vida
cotidiana. Consideramos, analíticamente, el concepto de contexto-momento para referirnos a la
actividad humana misma, conjuntamente con los componentes materiales vinculados por ella.

447
Un contexto arqueológico se forma al desligarse un conjunto de componentes materiales de la
actividad de los agentes sociales.
2. Historia de los contextos arqueológicos. Como habrá quedado claro, entre los
momentos de formación de los contextos arqueológicos y el momento de su observación como
dato arqueológico, suelen mediar diversos y complejos procesos de transformaciones con
diversas dimensiones y ritmos temporales. El observador que genera la información
arqueológica “captura” los materiales y contextos en un determinado momento de esa dinámica,
de su historia.
a) La primera instancia lógica necesaria de una teoría sobre estos procesos es la teoría
de la formación de los contextos arqueológicos, que constituye parte de la teoría sustantiva “de
bajo nivel”, referida a la concreción de la vida cotidiana y que se integra a la teoría general de la
historia. En este sentido, las actividades generadoras de contextos ("conductas deposicionales")
y los objetos desligados de la misma poseen, en cada grupo humano, la singularidad
característica de su cultura.
b) Un cuerpo central de enunciados en esta instancia ontológica debe referirse a los
procesos de transformaciones de los contextos y materiales arqueológicos, que es a lo que se
refieren los denominados “procesos post-deposicionales”, en que intervienen tanto agentes
naturales como actividades sociales.
c) Otro sistema de proposiciones conceptuales a formalizar, se refiere a la
presentación de los contextos. Se trata de conceptuar las diversas propiedades y características
que los materiales y contextos arqueológicos presentan a su observación, buscando precisar
aquellas que guardan conexiones explicables con las actividades y relaciones sociales que se
busca inferir. Dado que la correspondencia determinada entre propiedades observables de
materiales y contextos arqueológicos y las actividades y relaciones sociales inferibles no es
biunívoca, se trata de determinar las diferentes configuraciones alternativas posibles a través de
las cuales éstas se presentarían a la observación arqueológica.
3. Historia de la información producida . Como consecuencia de la constatación de
que la mayor parte de la información disponible y necesaria para una investigación es
información ya producida a través de procedimientos muy variados, se puede apreciar que,
desde la obtención y observación directa de los datos, median múltiples factores de distorsión y
pérdida de la información, hasta que disponemos de ella. En éstos casos, deberemos inferir
muchas de las posibles características de los contextos arqueológicos de los que nos
informamos y de los que proviene parte de los materiales que, eventualmente, todavía podemos
observar.
La consideración sistemática de los factores de distorsión y pérdida, requiere
contemplar diversos problemas como: a) procedimientos de observación y registro (si los hay)
de los contextos y obtención de materiales; b) procedimientos de manipulación de materiales
(empaque, transporte, limpieza, almacenamiento, etc.); c) procedimientos de análisis,

448
ordenación y descripción/interpretación de materiales (incluyendo ecofactos) y contextos; d)
formas y condiciones de presentación y acceso a la información. Hemos propuesto criterios de
análisis de éstos procesos, considerando a la generación de información como contextos-
momento, en que los materiales arqueológicos, instrumentos y condiciones de trabajo y las
informaciones producidas, son componentes materiales de los mismos. Sin embargo, la mayor
relevancia suelen tenerla las actividades, tipo de calificación y concepciones teórico-ideológicas
de los agentes de dichos contextos.
En nuestra opinión, ésta secuencia de instancias teóricas debe dar cuenta de los
procesos genéticos de los datos e información arqueológica “actuales”, es decir,
contemporáneos del investigador. Para poder inferir las actividades humanas y el sistema de
relaciones sociales que las explican y de las cuales nos informan los restos arqueológicos, es
necesario poder precisar teóricamente las conexiones, principalmente causales, que las
vinculan. Como es obvio, no se trata de una causalidad lineal ni, mucho menos, simple, dada la
complejidad de los procesos involucrados.
Condiciones para inferir la historia pasada de los pueblos a partir de registros e
informaciones actuales, son: a) que las conexiones entre los distintos niveles de fenómenos que
intervienen en tal cadena de complejos causales deben ser precisadas adecuadamente y, b)
cualquier propuesta teórica sobre el particular debe articular todos los eslabones de la cadena
genética de la información arqueológica375. La desconexión o ausencia de cualquier eslabón de
tal cadena, hará inviable la conformación de una posición teórica que desarrolle procedimientos
metodológicos capaces de alcanzar el objetivo cognitivo de la arqueología, cual es la
posibilidad de explicar los fenómenos sociohistóricos estudiados.

Instancias metodológicas.
Conociendo los procesos que conducen a la generación de los datos e informaciones
arqueológicas, es posible definir y situar en una secuencia lógica los problemas metodológicos
generales que una investigación debe plantearse. Aún cuando las investigaciones reales no están
obligadas a recorrer dicha secuencia completa, ni siempre pueden hacerlo, podemos señalar
brevemente las fases del proceso de investigación de sociedades concretas que deberían
constituir el marco general de referencia metodológica. Éstas son:
1. La producción de información. Implica la sistematización de los procedimientos
técnicos y lógicos para la obtención, registro, procesamiento analítico, ordenación, descripción
y comunicación de la información producida a partir de los datos empíricamente observados en
el campo y el laboratorio. Supone una concepción clara de cuáles son los atributos observables
que son relevantes para la realización de inferencias e interpretaciones explicativas. A partir de

375
De hecho, como observa Wylie este es un aspecto crucial en la evaluación de los criterios de "seguridad" o credibilidad en
la constitución del campo factual empíricamente observable en base evidencial de las inferencias en arqueología. En particular,
cuando se refiere "al número y complejidad de los vínculos requeridos para conectar un cuerpo de material arqueológico con
aquellas dimensiones del pasado cultural que interesan a la investigación" [Wylie, 1992:278].

449
ello, se define la formulación de protocolos de registro, los procedimientos técnicos y analíticos
para el trabajo de campo y de laboratorio (por ejemplo, técnicas de excavación, procedimientos
tipológicos, etc.). Igualmente se ocupa de la formación de acervos y formas de comunicación de
la información producida.
2. Reconstrucción de las culturas arqueológicas. Es una instancia que requiere la
sistematización del análisis de confiabilidad y la organización de la información disponible. Se
busca disponer ordenadamente de toda la información arqueológica y medioambiental
correspondiente a cada cultura arqueológica. Esta instancia, así como la anterior, se definen a
partir de la teoría sobre la historia de la producción de información.
3. Inferencia de las culturas. Supone la reconstrucción de la historia de los materiales y
contextos arqueológicos, con el fin de inferir las actividades que, bajo sus formas culturales,
presentaba la sociedad viva, como un conjunto de contextos momentos, simultáneos y
sucesivos, que constituían su vida cotidiana. Dado que una sociedad está normalmente
compuesta por grupos sociales diferentes integrados de diversas maneras a la estructura social,
parte de los problemas a resolver en esta instancia consiste en su identificación como
subculturas distinguibles en el contexto de la cultura global.
4. Inferencia de modos de vida y formaciones sociales. Este nivel de integridad de los
procesos inferenciales resulta de la abstracción de las regularidades causales y estructurales de
los procesos sociales, a partir de sus manifestaciones culturales, inferidas para cada cultura
arqueológica. En principio, el conjunto de formas culturales de una sociedad debe posibilitar la
inferencia de sus contenidos socioeconómicos, en la medida que sus conexiones objetivas son
explicadas teóricamente. Se trata de identificar y reconstruir los diversos procesos económicos
que integran el modo de producción; las diversas actividades y relaciones que median la
reproducción y reposición de la población, así como las actividades institucionales y los
contenidos y formas de reflejo social de la realidad.
Como es evidente, el desarrollo de esta instancia -como el de la siguiente- requiere
necesariamente de una formalización teórica de las complejas relaciones entre la dimensión
cultural de la sociedad y los contenidos del modo de vida y la formación socioeconómica.
5. Explicación del desarrollo histórico concreto. Esta instancia tiene por objetivo la
explicación de la historia concreta de la sociedad, manifiesta en su singularidad cultural y
regida por las regularidades inferidas acerca de sus modos de vida y características como
formación socioeconómica. Hasta la instancia precedente, estos conocimientos están
desagregados, ya que los contenidos socioeconómicos y de las culturas han debido inferirse a
partir de cada una de las culturas arqueológicas. Como se podrá apreciar, las cadenas de
procesos inferenciales que permiten llegar a una explicación de los procesos reales son largas y
complejas y hay, en general, un orden necesario de precedencias. Por ello, el grado de avance
de las investigaciones está siempre sujeto a la cantidad y calidad de la información producida.
En el estado actual de la mayoría de las investigaciones, la información suele resultar bastante

450
fragmentaria. Esto se debe no sólo a problemas de los recursos necesarios para la realización de
buenos trabajos de campo y laboratorio sino, además, a que la mayoría de las preguntas que se
suelen plantear los investigadores, se enmarcan en posiciones teóricas que muchas veces no se
interesan en avanzar más allá del establecimiento de secuencias cronológico-culturales.

Esperamos haber dejado quedado claro que nuestra insistencia e interés en una
formalización teórica del concepto de cultura reside en la conciencia de que no es posible
entender ni explicar las complejidades de la realidad social concreta reduciéndolas al exclusivo
manejo de las tradicionales categorías del materialismo histórico. Que la reivindicación de la
necesidad de tal conceptualización obedece precisamente al interés en hacer posible superar y
trascender el nivel apariencial de la dimensión cultural, para acceder al conocimiento de las
regularidades fundamentales que rigen a los procesos sociales. Y para ello es necesario
dilucidar la trama de relaciones que imbrican, en la unidad real, a esas diferentes dimensiones
de la existencia social. Tarea para la cual, la concepción dialéctica materialista posee un elevado
potencial heurístico, muy escasamente explorado.

Bibliografía citada.

Bate, Luis F.
1978 Sociedad, formación económico social y cultura. Ediciones de Cultura Popular. México.

1984 Cultura, clases y cuestión étnico nacional. Juan Pablos Editor. México.

1989 Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica.


Boletín de Antropología Americana, nº 19.

Kohl, Phillip

1987 State formation: useful concept or idée fixe? En: Power relations and state formation.
Patterson & Gailey [Eds]. Washington D.C.

Wylie, Alison

1992 On "heavily decomposing red herrings": scientific method in archaeology and the
ladening evidence with theory. En: Metaarchaeology. L. Embree [Ed.]. Boston

Studies in the Philosophy of Science. Boston.

451
16. Cultura, Identidad e Identificación

Cultura.

La mayor parte de los discursos que se refieren al tema de la identidad -recurrente desde hace un
par de décadas - señalan alguna relación con la cultura. En este punto nos encontramos con una
situación notablemente sorprendente si tomamos en cuenta la pretensión de cientificidad de la
mayor parte de los autores que participan con propuestas o discusiones sobre este tópico o de los
ámbitos y eventos en que éstas se plantean. Y es la absoluta ambigüedad con que se maneja el
término de cultura.

Aunque se ha pretendido que el rigor de pensamiento atribuído a la forma científica de


conocimiento obedecería, entre otras cosas, al uso de un lenguaje preciso, sería una ingenuidad
pretender que, en las ciencias o en la filosofía, todos los autores utilicen cada término con idéntico
contenido conceptual que los demás. Pues es de esperar que, habiendo diferentes posiciones
teóricas, cada una de ellas (y aún cada autor) utilice los mismos términos aludiendo a la realidad de
diferentes maneras o connotando distintas propiedades y relaciones de la misma. Pero, precisamente
por ello, lo mínimo que se puede exigir es que cada autor haga explícito, de la manera más clara
posible, el significado que otorga a los términos que utiliza. Cuando menos por lo que respecta a los
términos que tienen cierta centralidad o relevancia en los discursos y que, como el de cultura, son
reconocidamente polisemánticos.

Es claro que los significados de los conceptos para los cuales usan el término de cultura
Edward Taylor, Bronislaw Malinowski, Franz Boas, Alfred Radcliffe-Brown, Edmund Leach,
Claude Lévi-Strauss o Leslie White, por poner sólo unos ejemplos, difieren completamente. Pero
cada uno de los autores mencionados le da un contenido explícito y nos enteramos perfectamente a
qué se refieren, estemos o no de acuerdo con ellos.

Lo insólito de la situación que comentamos es que, cuando se usa y abusa del término de
cultura, los textos o discursos se manejan, de hecho, en una nebulosa conceptual en la cual la
mayoría de los participantes finge complacientemente que todos entienden claramente a qué se
refieren. Y, dado que obviamente no es así, la mayoría de las veces lo menos que se puede decir es
que, en este aspecto, se trata de textos o discursos del todo ambiguos y, sin duda, superficiales.
Resalto este punto, porque pienso que una conceptualización precisa de la dimensión social
de la cultura es indispensable para un análisis adecuado de una multiplicidad de problemas de la
realidad social -entre ellos el de las identidades grupales-, así como para la derivación de
procedimientos para su investigación sistemática. Pero, sobre todo, para viabilizar las posibilidades
de intervención práctica en la realidad.

Por ello, me basaré en una propuesta que he formalizado antes [Bate 1978], desde una posición
materialista histórica, buscando precisar las relaciones entre la dimensión de la cultura y las
regularidades estructurales y causales conceptualizadas a través de la categoría de formación social.

Como el materialismo histórico no es una sola posición homogénea, habiendo diversas líneas
de desarrollo y corrientes de pensamiento derivadas de los clásicos del marxismo, y la mayor parte
de los conceptos que persisten en los ámbitos académicos derivan de la posición desarrollada por
Althusser y sus discípulos (entre los más destacados -habiendo muchos destacados-, Balibar y
Harnecker), es necesario aclarar que el contenido que otorgamos a categorías como modo de
producción o formación social, no es el mismo que le asignan los autores de esa escuela. En este
sentido, no entendemos al modo de producción como una categoría "mas abstracta" que la de
formación económico social, la cual se referiría a sociedades concretas que articulan modos de
376
producción . Para nosotros, el concepto de modo de producción se refiere estrictamente a la
organización de los procesos económicos y está cualificado por las relaciones fundamentales de un
sistema que integra diversos tipos de relaciones sociales de producción. La formación social, por su
parte, se refiere a la unidad orgánica entre el ser social (que incluye a los modos de producción y
reproducción) y las superestructuras (sicología social e institucionalidad) 377.

El concepto de cultura que sostengo, sintetiza las complejas y dinámicas relaciones


(relaciones dialécticas) entre esta dimensión de las sociedades y las regularidades de las formaciones

376
Hablo en plural, pues comparto las coincidencias -en este punto- con los colegas del "grupo Oaxtepec" y la así denominada
"arqueología social latinoamericana", buscando distinguirla de las propuestas de Shanks y Tilley, aunque la designación es poco
adecuada. Por lo pronto, en justicia, unos cuantos colegas españoles sugieren que se hable de arqueología social iberoamericana. Pero
la alusión geográfica es poco afortunada, a menos que se refiera a su origen histórico. En cuyo caso sería apropiado denominarla
"arqueología social ameroibérica". Pero, por otro lado, no hay arqueología que no se ocupe de sociedades, de manera que el adjetivo
de "social" discrimina muy poco.
En todo caso, hay que observar que ninguna corriente de pensamiento es monolíticamente homogénea ni sus participantes
comparten de manera idéntica todos los conceptos, aún en los casos en que han alcanzado merecido reconocimiento internacional,
como "el círculo de Viena" o la "escuela de Frankfurt". En nuestro caso -bastante más modesto- hay que señalar que autores que
participaron del grupo Oaxtepec, como Lumbreras, se deslindan del uso del concepto de cultura consensuado en dichas reuniones,
porque "En los escritos post-1982 he ido abandonando el concepto y, por tanto, no lo discuto" [2005: 38] o, como Díaz-Polanco
[2006], quien simplemente no lo toma en cuenta.
377
Ver una síntesis de estos conceptos en Bate 1998. También allí hay algunos párrafos argumentando el deslinde con respecto al
althusserismo.
sociales a que corresponden. Así, la cultura se refiere al conjunto singular de formas fenoménicas
que presenta la existencia real de una formación social. Recíprocamente, respecto a su manifestación
cultural, la formación social constituye un sistema general de contenidos esenciales. La singularidad
irreductible que presenta toda cultura como configuración fenoménica, es efecto de la concatenación
de necesidad y contingencia en el desarrollo histórico de una sociedad. La unidad indisoluble de la
cultura y la formación social, mediada por la particularidad de los modos de vida, conforman una
sociedad concreta, es decir, a la sociedad concebida como totalidad histórica concreta.

Como el concepto es altamente complejo y su tratamiento necesariamente bastante más


extenso que el espacio de una comunicación como ésta, no queda más remedio que remitirme al
trabajo citado. Publicado, por lo demás, cuando aún no estaban de moda las “teorías de la
complejidad”.

Identidades.

Para referirnos al tema de las identidades sociales y su relación con la cultura, estimamos necesario
explicitar el concepto de grupo social. Dicho así, se trata de un concepto indeterminado que alude a
un conjunto de seres humanos que comparten en común algún tipo de vínculos o atributos a nivel de
la práctica del ser social, que son los que determinan la cualidad del grupo. Pero, si bien las
propiedades que definen a un grupo social determinado se establecen a nivel del ser social, el
concepto incluye la participación del conjunto de individuos en las instancias superestructurales de
la sicología social y las instituciones. Y es preciso señalar que las sociedades constituyen totalidades
integradas por múltiples grupos sociales, donde cada integrante pertenece, simultánea y
sucesivamente, a diversos grupos sociales. Pero no todos los grupos sociales a los que pertenece
están integrados por los mismos individuos. Es decir, los diversos tipos de relaciones sociales se
entrecruzan de diversas maneras. Este hecho es básico para entender que las identificaciones
ideológicas de los grupos sociales a nivel superestructural siempre conforman sistemas de ideas y
valores heterogéneos, compartidos de maneras muy diversas por los integrantes del grupo.

Estas y otras precisiones me parecen importantes porque, cuando nos referimos a las
"identidades", siempre se trata de la identidad de algún grupo social. Indicaremos brevemente
algunas características de los grupos sociales.
a. Determinación. Un grupo social adquiere un carácter determinado de acuerdo a las
propiedades o vínculos que sus integrantes comparten en común, como señalamos, principalmente
en las relaciones y prácticas del ser social. Determinación que se establece de hecho,
independientemente de cómo sus miembros conciban la naturaleza del grupo. Entre las variables que
pueden definir a un grupo social podemos mencionar:

1) La posición en el sistema de relaciones sociales de producción que, en una sociedad


clasista como la nuestra, permite distinguir a clases o fracciones de clases sociales. Entendiendo que
el modo de producción de una sociedad integra a diversos tipos de relaciones sociales de producción
y su calidad está definida por las relaciones de producción fundamentales. En el sistema capitalista
actual, las clases fundamentales están conformadas por los propietarios privados de medios de
producción, por una parte y de la fuerza de trabajo, por la otra. Pero hay muchas otras clases y
sectores sociales de diversa importancia cuantitativa, definidos por diferentes tipos de relaciones de
propiedad y producción. Como los diversos tipos de campesinos, de artesanos, de pequeña burguesía
de servicios, de trabajadores intelectuales, etc.

Aprovecho para señalar que, si bien algunas de las variables que introduciré en el análisis
son más generales, en esta comunicación me limitaré a grupos sociales existentes en la sociedad
capitalista.

Sirva esta variable para mostrar la heterogeneidad posible en la composición de un grupo


social. Si tenemos una clase social como el proletariado, lo que sus integrantes comparten en común
es la propiedad de su fuerza de trabajo, la carencia de medios de producción y la experiencia de la
necesidad de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, transfiriendo sistemáticamente el nuevo
valor creado, sin posibilidad alguna de acumulación importante de bienes. Pero los integrantes de la
clase pueden provenir de diversas zonas de la ciudad o el campo, o de distintas naciones, ser de
diferente género o participar en distintas ramas de la producción.

2) Posición en la división del trabajo, trátese de las grandes divisiones sociales del mismo o
de la división doméstica de las tareas. Aunque Lenin introduce la posición en la división social del
trabajo como una variable secundaria -respecto a las relaciones de propiedad- en la definición de las
clases sociales, ésta, por si misma, determina la existencia de grupos que comparten experiencias
laborales y hábitos de vida en común y que se diferencian notablemente de otros, aún perteneciendo
a la misma clase social; a la vez que los acerca a quienes, aún bajo diferentes relaciones de
producción, desarrollan la misma actividad en ámbitos similares: trabajadores urbanos, campesinos
agrícolas, pastores y ganaderos, mineros, pescadores, burócratas, profesionales, etc.

3) Origen histórico-geográfico. La interacción, en diversas dimensiones de profundidad


temporal, en espacios geográficos de características propias y de distinta extensión, condiciona
experiencias de vida compartidas diferencialmente, pero que tienen necesariamente referencias
comunes. Por lo pronto, aunque se hable más de una lengua y algunos grupos lingüísticos sean más
o menos cerrados, habrá lenguajes hablados, radiotransmitidos y visuales compartidos. Las
características de los entornos, naturales o socialmente producidos, sus relieves, vegetación, el
clima, las plazas, los mercados, las calles y todo ello contribuye a generar experiencias comunes.
Pero éstas son compartidas diferencialmente, según la ubicación relativa dentro del espacio, las
posiciones de clase y niveles de acceso al consumo, a la salud, a la educación y muchas otras
variables de diferenciación social.

De acuerdo a esta variable podemos distinguir medios rurales o urbanos, costeros o


mediterráneos, desérticos o boscosos. Áreas de interacción cara a cara pueden ser las rancherías, las
aldeas o el barrio. En espacios mayores podemos considerar a las zonas, regiones y provincias, o las
ciudades. La pertenencia a una nación también implica condiciones histórico geográficas comunes y
aún hay identidades supranacionales diferentes, como ser latinoamericano, europeo, africano o
asiático.

4) Posición de género, entendiendo al género como una categoría social relativa al sexo. En
este sentido, hay dos sexos, pero puede haber más géneros. Hoy han adquirido importancia
ideológico política los grupos sociales identificados con demandas de género, tradicionalmente
subordinados o segregados, como los movimientos feministas u homosexuales.

5) Grupos etarios. En principio, son grupos que tienen que ver con la edad biológica. En
nuestra sociedad podríamos hablar de infantes, adolescentes, adultos, adultos mayores o ancianos.

6) Posición en un sistema genealógico, define grupos que se dan en las sociedades que aún
conservan formas de organización en sistemas de linajes. No hay que olvidar que en algunas
sociedades de este tipo, las categorías de "jóvenes" y "adultos" no tienen que ver con la edad
cronológica, sino con la posición en un sistema de linajes [Terray 1977].
7) Grupos de afinidad, compartiendo muy diversas actividades y objetivos, como pueden ser
los clubes deportivos, mutuales, sindicatos o partidos políticos, la masonería, los rotarios, grupos
religiosos, coleccionistas de objetos diversos, los "motards", etc.

8) Hay además grupos sociales que se definen por un conjunto de variables, como son los
grupos étnicos. Éstos, por lo general, tienen un origen histórico geográfico rural, si bien actualmente
la mayoría ha expulsado a los centros urbanos parte de su población, de la cual hay una proporción
variable de personas que mantienen vínculos con su comunidad de origen. Éstas principalmente,
pero no de manera exclusiva, participan de economías campesinas, con posiciones -respecto a la
división social del trabajo- en la producción agropecuaria y artesanal, bajo relaciones sociales de
producción secundarias dentro del sistema capitalista. Es decir, bajo formas de subsunción formal
del trabajo al capital, sin que esto signifique que internamente las relaciones sean igualitarias. Esto
es lo que caracterizaría a los núcleos de reproducción de los grupos étnicos. Pero en muchos casos,
parte del grupo adquiere distintas posiciones en las relaciones sociales de producción y en la
división social del trabajo 378. Para una ampliación de este tema nos remitimos a un trabajo anterior
[Bate 1984].

b. Organización. Podemos apreciar que los grupos sociales pueden tener distintos niveles de
integración y funcionamiento. Desde la simple sumatoria de integrantes hasta formas de
organización bien estructurada, desarrollando actividades orientadas a la consecución de objetivos
que responden a los intereses del grupo.

c. Formas y niveles de conciencia. En parte, la organización de los grupos sociales está en


relación con el grado de desarrollo de la conciencia de quienes los componen. Podemos referirnos a
los grupos como sujetos sociales cuando consideramos sus formas y niveles de conciencia, así como
sus capacidades organizativas y de acción.

En este sentido se podrían distinguir:

1) Las formas de conocimiento predominante, que podrían ser: empírico-espontáneo, mítico-


mágico, reflejo artístico, religioso, lógico científico, etc.. Entendiendo que un mismo individuo, y
con mayor razón un grupo social, puede ser portador de diversas formas de conocimiento. Como

378
Es común, por ejemplo, que algunos adquieran formación como maestros u otras actividades especializadas. En el caso de los
iroqueses del Canadá, mantienen organizaciones urbanas de proletarios muy requeridos por las empresas constructoras dado que han
mantenido la fama de no padecer de vértigo, por lo que tienen bajos índices de accidentes trabajando a grandes alturas.
puede ser un científico de gran capacidad de razonamiento lógico respecto a temas de su
especialidad, pero supersticioso en diversos aspectos de la práctica cotidiana.

2) Los niveles de conciencia, que van desde la conciencia habitual, básicamente empírica,
hasta diversos niveles de reflexión racional. Es necesario tener en cuenta que todos los miembros de
un grupo social comparten el nivel de la conciencia habitual, pero no todos desarrollan iguales
niveles de reflexión. De manera que habría un nivel medio de conciencia grupal, de composición
desigual, que varía dependiendo de las circunstancias y coyunturas históricas.

Por otro lado, hay que considerar que también es desigual el grado de atención y reflexividad
en relación a las distintas áreas de fenómenos de la realidad (objetos de conocimiento), según cómo
éstos afecten a los intereses de cada grupo.

Es en relación a esta variable que se ha hecho la distinción entre "clase en sí" y "clase para
sí", pero no sólo los grupos definidos en torno a su posición de clase poseen la capacidad de adquirir
distintos grados de conciencia y desarrollar proyectos y objetivos de acuerdo a sus intereses
grupales.

3) Otra variable a considerar es que, si bien un grupo comparte situaciones prácticas y


experiencias de vida que son referencias comunes, esto no significa necesariamente que todos sus
integrantes las conciban de la misma manera. Porque, generalmente, respecto a otras dimensiones de
relación social, el grupo es internamente heterogéneo. Así, podemos decir que las mujeres
comparten la condición de su género en nuestra sociedad. Pero una mujer de la burguesía, una
pequeño-burguesa intelectual, una proletaria o una campesina indígena viven, en la práctica del ser
social, de maneras muy diferentes y difícilmente conciben su situación femenina de manera idéntica.

De manera que la heterogeneidad interna de los grupos se manifestará tanto en las formas,
niveles y contenidos de una concepción diferencialmente compartida.

d. Desarrollo y cambios de los grupos sociales. Una dimensión fundamental de la existencia


de todo grupo social es su historia. Los grupos sociales tienen un origen y conformación, se
desarrollan, cambian y en algún momento dejan de existir. Como veremos, la singularidad propia de
todo grupo social es efecto de su historia, forjada a través de una secuencia de coyunturas, aún
cuando esté regida por regularidades de orden general.
Identidad y cultura.

Cuando me refiero a una identidad, me refiero a la identidad de un grupo social. Y un grupo social
sólo puede ser idéntico a sí mismo379. En otras palabras, un grupo social sólo es como es. "Y del
mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí mismo..." 380, tampoco
podemos definir lo que es un grupo social por la forma como sus integrantes se identifican
ideológicamente. De manera que, si bien su ideología es una dimensión de su existencia real (y, por
lo tanto, material), deberíamos más bien explicar su conciencia y sistema de valores a partir de sus
condiciones materiales de existencia a nivel de su inserción en las relaciones y condiciones del ser
social y de su historia real.

En este aspecto, podríamos considerar los elementos constitutivos y factores causales de la


identidad de un grupo social. A propósito de la particularidad de la "cuestión étnico-nacional"
indiqué algunos a los que denominé factores de reproducción diferencial de la identidad [1984: 55 y
ss.]. Es claro que estas dimensiones y variables tienen distinta importancia -es decir, se jerarquizan

de manera diferente- dependiendo del grupo social de que se trate.

En primer lugar, mencionaremos algunas dimensiones constitutivas de la identidad objetiva


de los grupos sociales.

a. Condiciones histórico-naturales. Nos referimos a condiciones materiales de existencia de


la sociedad cuyas propiedades básicas no aparecen directamente determinadas por las prácticas
sociales, aunque éstas siempre intervienen modificándolas en diverso grado a través de las
actividades productivas o las relaciones de reproducción.

1) El medio geográfico, que constituye siempre un territorio particular en el que se ha


desarrollado histórica y actualmente la producción material y la vida social de los grupos humanos.
Las características generales del paisaje, su topografía, constitución geológica, características del
clima, flora, fauna, distribución de recursos minerales o hídricos y en general las diversas calidades
naturales del medioambiente, condicionan las posibilidades alternativas del desarrollo de la
producción y, en parte, las opciones culturales en cuanto a las formas de los productos. Además
constituye el entorno obligado de referencia, el ámbito de vida en que se desarrollan todas las
actividades sociales.

379
Es decir, la identidad es una entidad igual a sí misma.
380
K. Marx, Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política, 1859.
2) La configuración fenotípica o tipo físico de las poblaciones humanas, cuyas propiedades
son parcialmente condicionadas por el ambiente -recordando que en buena medida el ambiente en
que se desarrolla la vida humana es socialmente construido-, si bien son heredadas genéticamente381.
Se refiere a los colores de la piel, del cabello o los ojos, la estatura media, las formas del pelo, las
narices, los ojos, etc.. También constituye un conjunto de manifestaciones fenoménicas de la
población accesibles al reflejo empírico de la conciencia habitual.

b. Condiciones sociohistóricas. Hay condiciones actuales, nunca estáticas, en la


conformación de la existencia de los grupos sociales como partes interpenetradas de la totalidad
social, constituyendo a la formación social como un sistema. Algunas de estas condiciones y
variables principales son:

1) La inserción en el modo de producción. Aunque no sean las dimensiones de la realidad


que determinan la cualidad que identifica a un grupo social, todos los individuos que lo integran
participan necesariamente de alguno de los procesos económicos que organiza el modo de
producción, aunque sólo sea como consumidores. La reproducción y reposición cotidiana de la vida
humana requiere del consumo de bienes materiales y servicios (trabajos de mantenimiento)
socialmente producidos. Para lo cual el proceso productivo se estructura en torno a un sistema de
relaciones sociales de producción y se organiza a través de la división social y doméstica del trabajo.
Y, para posibilitar que los consumidores obtengan los valores de uso concretos que requieren y están
en posibilidad de consumir, entre la producción y el consumo median las relaciones de distribución
e intercambio.

Las relaciones sociales de producción y la división del trabajo, como vimos, determinan por
sí mismas la calidad de los grupos sociales que conforman la contradictoria dinámica fundamental
de la estructura de clases sociales. Pero también pueden constituirse grupos definidos en torno a
redes de intercambio (el kula) o como cooperativas de consumo.

Y en otros casos, donde no es la posición de clase la que define básicamente a la calidad


distintiva del grupo social, las diversas formas de participación en las actividades y relaciones del
modo de producción puede contribuir a explicar la homogeneidad o heterogeneidad de su
composición. A modo de ejemplo, si consideramos a un grupo de afinidad constituido -e

381
También lo que queda y lo que se desecha de la composición o pool genético de una población ha sido afectado durante milenios
por las normas sociales que median las relaciones de reproducción biológica [ver Bate y Terrazas, 2002].
identificado- en torno a un club de fútbol profesional observaremos que la composición y
participación de sus adeptos es altamente heterogénea. Por un lado tendremos a los empresarios
propietarios del club que invierten en él su capital con el objetivo de apropiarse de los excedentes
que genere la empresa. Por otra parte, habrá un conjunto de especialistas: jugadores, entrenadores,
preparadores físicos, médicos, dietistas, contadores, representantes legales, relacionadores públicos,
contadores, publicistas y servidores diversos, cuya fuerza de trabajo muy mal o demasiado bien
pagada genera la plusvalía que transfieren a los propietarios capitalistas de la empresa. Además,
tendremos a los aficionados o adeptos que asisten a los estadios o que ven y/o escuchan los partidos
por televisión o radio y se enteran de las actividades del club y sus miembros a través de los medios
de comunicación de masas. Éstos están realizando actividades recreativas que contribuyen a reponer
sus condiciones de vida, en algunos casos consumiendo parte de sus ingresos en la adquisición de
boletos o información.

Un análisis similar podría explicar, por ejemplo, la composición de grupos religiosos que, en
algunos países latinoamericanos como el Brasil, proliferan prodigiosamente.

2) La participación en el modo de reproducción. Todos los individuos participan de alguna


manera en las redes de relaciones de parentesco genético y de parentesco clasificatorio. En algunos
casos, el parentesco clasificatorio conlleva la pertenencia a determinados grupos, como en las
sociedades donde aún se mantienen sistemas de linajes o en las "familias" extendidas que, como las
italianas, mexicanas o de otros países latinos, implican diversas obligaciones de interacción social.
Y junto a otras variables puede regular la pertenencia a determinados grupos, como entre los judíos,
en que la calidad de tales se reconoce sólo a través de las líneas de descendencia materna. Pero
también la reposición cotidiana de la vida humana, que incluye actividades que se pueden realizar
fuera de las unidades de reproducción o de residencia permiten establecer las relaciones sociales que
implica la realización de tales actividades, como el uso del tiempo libre.

En la constitución de muchos grupos sociales éstas relaciones no son importantes, pero


contribuyen a explicar su homogeneidad o heterogeneidad interna.

3) La participación en la práctica de actividades institucionalmente organizadas, orientadas


directa o indirectamente a la reproducción ideológica. Algunas constituyen grupos de afinidad,
como mencionamos a propósito de la formación de agrupaciones sindicales, políticas, religiosas.
Pero también puede generar el "espíritu de cuerpo" de grupos definidos en torno a instituciones
educativas, militares u otras.

4) Comunidad cultural: la cultura objetiva es efecto de la compleja multideterminación


histórica de la existencia de una sociedad y de los diversos grupos que la integran y, como
manifestación fenoménica de los mismos, presenta una singularidad irrepetible que los distingue
inequívocamente. Es la combinación de las formas de las casas, las calles, los olores, colores y
sabores de los alimentos, los acentos del habla, la manera de saludarse, la forma de caminar, en fin,
de todas las conductas humanas y de los efectos de su transformación del medio ambiente.

A nivel superestructural, el reflejo empírico de la realidad social, por lo mismo, no es otra


cosa que el reflejo cognitivo de las formas culturales de existencia de la sociedad. A dichas
representaciones se asocian diversos tipos de reflejos afectivos, constituyendo valores sociales.
Dichos valores, que incluyen juicios existenciales o normativos (en el sentido de Service),
constituyen el componente subjetivo del comportamiento de los individuos y de los grupos sociales.
El reflejo superestructural de la cultura objetiva y las formas culturales de la conciencia social y los
sistemas de valores son la base sobre la cual se desarrollan los procesos de identificación ideológica:
de lo que se ha denominado la "construcción de las identidades sociales".

Entre los factores históricos causales de la identidad objetiva actual de los grupos sociales
deben considerarse las diversas variables que operan en la causalidad histórica, como:

a. Las posiciones de los grupos en sistemas de relaciones de producción o reproducción


precedentes, sus transformaciones y las formas de articulación en la totalidad social actual.

b. También son referencias comunes -aún cuando se hayan vivido y reflejado de manera
diferente- los procesos y coyunturas históricas compartidas que se acumulan en la memoria
histórica.

c. Y desde luego, las antiguas configuraciones culturales que se transforman


permanentemente, pero pueden recrear largamente antiguas formas que se integran a las siempre
nuevas configuraciones fenoménicas.

Así se da la interrelación de las regularidades y leyes generales que rigen a los procesos
históricos, con la infinitud de contingencias que intervienen en la causalidad real: la
interdependencia de lo necesario y lo casual en los procesos de desarrollo de las sociedades
concretas y la articulación de los diversos grupos sociales que las integran como totalidades.

Identificación.

Una cosa es cómo son los grupos sociales y los seres humanos que los componen y otra cosa es
cómo se conciben a sí mismos o cómo son concebidos por otros grupos. Enfatizando esta diferencia,
central desde una concepción materialista de la sociedad, creo que es preferible usar el término de
identificación para distinguir más claramente al sistema de reflejos subjetivos que constituyen la
identidad como ideología de la identidad real de los grupos sociales 382.

De este modo, entenderé a la identificación como un proceso grupal-subjetivo de vinculación


superestructural. De manera que en la sociedad actual, clasista, la identificación es un conjunto de
procesos de formación, desarrollo, cambios y sustitución ideológica.

La identificación ideológica se orienta a la creación de solidaridades reivindicativas o


políticas movilizando afectos, creando valores y motivando comportamientos 383.

Los objetivos pueden ir desde la reivindicación de intereses coyunturales e inmediatos hasta


el desarrollo de proyectos históricos a largo plazo. Pero el reflejo inmediato de la realidad es el nivel
a partir del cual se elaboran las ideologías de identificación, mediante una serie de recursos de
"construcción" cognitivo-afectivos, sobre los cuales haremos algunos apuntes.

Recursos de identificación ideológica.

1) Objetos referenciales. La base de la elaboración de una concepción ideológica es siempre


un conjunto de reflejos subjetivos de la realidad objetiva. Su contenido objetivo puede incluir
diferentes fenómenos de la realidad social o de su entorno, existentes independientemente de la
conciencia de los sujetos. Sin embargo, es necesario recalcar que el punto de partida del componente

382
En la reciente obra de Díaz Polanco, Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia [Ms., 2006]
encontramos la referencia a una publicación de Zigmunt Bauman - La sociedad individualizada, 2001 (que no he leído
directamente)- quien usa el término de identificación, para referirse al fenómeno de "construcción" de identidades emergentes en el
contexto reciente de la "globalización", distinguiendolo del de las identidades anteriores o tradicionales. Dice Díaz Polanco "...a
diferencia de la identidad, la identificación nace en el seno mismo del sistema globalizador y éste no encuentra mayor dificultad para
integrarla en su lógica. La identificación es un sucedáneo de lo colectivo, regularmente inocuo para el sistema globalizante e
individualizador. Al no superar la individualización, la identificación crea la ilusión de una comunidad salvadora; o si se quiere: crea
una "comunidad" en el marco de la lógica global...". Aunque tal distinción es interesante, es claro que acá no uso los términos de
identidad e identificación en el sentido que le otorga dicho autor.
383
La movilización de afectos también puede significar su neutralización, así como las actitudes pueden llevar a la inacción.
cognitivo de la identificación siempre se refiere a la experiencia sensible, al conocimiento empírico
espontáneo contenido en la conciencia habitual. Es lo que Kosik denominara "el mundo de la
384
seudoconcreción" . Es el nivel básico de la conciencia que comparten todos los miembros de un
grupo social. Allí es donde residen las representaciones que permiten que la ideología pueda hacer
sentirse aludidos a sus portadores 385.

La ideología de un grupo puede alcanzar diversos niveles de reflexividad y teorización por


parte de sus "intelectuales orgánicos" o puede generar representaciones bastante alejadas o
distorsionadas de la realidad, pero sólo opera si consigue introducir juicios, normas o estereotipos en
el nivel de la conciencia habitual.

El punto medular -en cuanto al tema de esta comunicación- es que, en tanto nuestro concepto
de cultura se refiere a la dimensión fenoménica singular de la existencia objetiva de la sociedad y de
los grupos que la integran, todas las representaciones empíricas de la realidad social son el reflejo de
sus formas culturales objetivas. Por lo tanto, el reflejo de los fenómenos sociales contenido en la
conciencia habitual es el reflejo de la cultura.

2) Correspondencia. Es un lugar común la afirmación de que la ideología es una falsa


conciencia de la realidad. No obstante, no se puede generalizar. Como todo reflejo consciente los
contenidos de la ideología pueden corresponder o no a las propiedades y relaciones de y entre los
fenómenos reales. Y esto vale para todos los niveles de la conciencia social, sea ésta la conciencia
habitual o reflexiva en diferentes grados de elaboración. Es decir, si bien la generación ideológica
pueden conllevar notables procesos de metamorfosis en la representación de la realidad, no todos los
contenidos de la ideología son necesariamente representaciones falsas de la realidad. 386

3) Valoración. Un aspecto crucial en la conformación de identidades ideológicas es que el


comportamiento de los seres humanos, manifiesto en la práctica del ser social, se mueve (está
387
motivado) flexiblemente por sistemas de valores . Donde los valores son representaciones de la
388
realidad que asocian o ligan vivencias afectivas -que cualifican el signo de los valores - a

384
Karel Kosik: Dialéctica de la totalidad concreta.
385
Es a lo que Althusser [1975] se refiere cuando habla de la "interpelación" de los sujetos por la ideología.
386
No concordamos en ésto con Althusser, quien recurre incluso a un supuesto principio de "opacidad estructural" en virtud del cual
la ideología, por el sólo hecho de formar parte de una estructura, tergiversa necesariamente la realidad. Bajo tal supuesto, también la
ciencia sería un sistema de reflejos necesariamente falsos.
387
Los valores condicionan actitudes, entendidas éstas como disposición a la acción (o a la inacción).
388
Hay complejas clasificaciones de los afectos de acuerdo a múltiples variables, como la intensidad, la duración, la valencia afectiva
(positiva o negativa, de acercamiento o rechazo) y desde luego respecto a la cualidad específica de emociones y sentimientos. Una
representaciones cognitivas. Y, salvo los componentes de reflejos incondicionados o instintivos, la
gran mayoría de los afectos (emociones y sentimientos) son socialmente aprendidos.

Todo proceso de aprendizaje se asocia a lo que se denominan claves de aprendizaje. En el


caso del aprendizaje de los afectos, éstos se asocian a representaciones cognitivas de la realidad. Y
es necesario tener en cuenta que la gran mayoría de los afectos, la base de la afectividad, se aprende
en la infancia cuando aún no se han desarrollado suficientemente las capacidades de pensamiento
reflexivo. Por lo tanto, las claves del aprendizaje de los afectos que conforman valores sociales, son
principalmente representaciones empíricas de la realidad y, muchas veces, estereotipos contenidos
en la conciencia habitual. En este punto es imprescindible considerar que, por lo que se refiere a las
representaciones cognitivas de la realidad social, las claves del aprendizaje de afectos y valores son
básicamente representaciones de la dimensión fenoménica de la cultura.

Cierto es que la afectividad y los valores pueden ser reelaborados al madurar las capacidades
389
de reflexión racional pero, en general, predomina ampliamente la base valorativa y afectiva
aprendida tempranamente. Y, cuando se trata de un grupo social, no debemos olvidar que no todos
sus integrantes desarrollan mayor reflexividad, permaneciendo la mayoría en un nivel de conciencia
habitual, actuando de acuerdo a los valores asociados a ella.

En suma, uno de los recursos fundamentales de los procesos de identificación es la


constitución de valores. Y son los valores los que confieren sentido a las relaciones y situaciones
sociales, definen actitudes y motivan los comportamientos de los individuos que integran los grupos.
Dicho de otro modo, los valores, actitudes y comportamientos adquieren sentido en el contexto de la
cultura de las sociedades concretas 390.

4) Selección. Los fenómenos, situaciones, atributos y relaciones de la realidad representada


son prácticamente infinitas. De ahí que los grupos incorporan selectivamente algunos de aquellos en
el proceso de identificación. En esta operación selectiva interviene la valoración de los aspectos de
la realidad representada.

5) Simbolización. Además, dada la potencial infinitud de representaciones empíricas


concretas de la cual son portadores los miembros de un grupo en relación a la diversidad de aspectos

aproximación interesante al tema es el de Agnes Heller [1985], a pesar de que, probablemente por su formación de filósofa,
conceptualiza los términos de sentimiento y emoción exactamente a la inversa de como se manejan en la investigación sicológica.
389
Ver Agnes Heller: Teoría de los sentimientos.
390
En este aspecto, aunque conceptualizamos a la cultura de manera diferente, concordamos con la propuesta de Gilberto Giménez
[2005, tomo I, Capítulo 4]
de la realidad seleccionados, aquellas son objeto de una síntesis generalizadora, donde la abstracción
de lo común se resume en símbolos, los cuales adquieren significación y sentido. Y los símbolos,
que generalmente adquieren también formas culturales, pueden sintetizarse y estereotiparse en
conceptos (a "saudade") , enunciados existenciales ("los indios son flojos", "los judíos son avaros",
"nuestro pueblo es ingenioso"), enunciados normativos ("los hombres no lloran") o aludir a las
generalizaciones conceptuales por referencia a imágenes concretas (la bandera, el himno) o a la
memoria de situaciones o prácticas concretas.

6) Estructuración. El conjunto de símbolos a través de los cuales se representa (y se opera


en) la realidad se organiza como un sistema de formas (de los reflejos subjetivos: ideas, juicios
valores), es decir, se estructura 391.

¿Cómo se organiza básicamente el sistema de ideas que integran los componentes cognitivos
de la ideología?. Comenzaría por aceptar el aserto de que "El lenguaje es tan antiguo como la
conciencia, el lenguaje 'es' la conciencia real, práctica, existente también para otros hombres [...]; y
al igual que la conciencia, el lenguaje nace con la necesidad de relación con otros hombres" 392.

Pero la ideología no se limita a sus componentes cognitivos, sino que comprende también al
sistema de valores: "La moral, la religión, la metafísica, y todo el resto de la ideología, juntamente
393
con las formas de conciencia correspondiente..." . De ahí que no puede reducirse la organización
del sistema de ideas y valores que integran la ideología a la estructura del lenguaje hablado o escrito
y el sentido que adquieren no es necesaria ni solamente "lógico". Al respecto, es mucho más
adecuado afirmar que los procesos de conformación ideológica se basan en lo que Haidar denomina
"prácticas semiótico-discursivas y [que] tienen una relación directa con la producción y
reproducción del sentido" 394. De donde se puede sostener que la explicación de la estructuración de
la ideología nos remite "...a la construcción semiótico-discursiva, que supera la dimensión
395
propiamente lingüística" . Para lo cual la autora propone una serie de "materialidades y
funcionamientos" como componentes constitutivos de todas las prácticas semiótico-discursivas.

391
Entiendo a la estructura como un sistema (relación todo-partes) de formas. Y a la forma como la organización espacio-temporal de
los elementos en interacción dinámica que constituyen el contenido.
392
Marx y Engels, La ideología alemana: 45 [Cursivas mías].
393
Ídem: 37-38.
394
Julieta Haidar 2005, "El análisis del sentido: propuestas desde la complejidad y la transdiciplina": 422.
395
Ibídem.
7) Jerarquización y heterarquía. Se integra así un complejo sistema de representaciones de
la realidad, dentro del cual algunas variables o contenidos adquieren un sentido referencial más
destacado, considerados más relevantes y algunos que se presentan con mayor recurrencia que otros,
introduciendo una jerarquización de las representaciones simbólicas identificatorias. Así, por
ejemplo, Hernando señala -entre varias otras variables que distinguen a las sociedades tradicionales
de las modernas- el hecho de que "el eje prioritario de ordenación de la realidad" en las primeras es
el espacio y, en las segundas, el tiempo 396.

Pero, en la medida en que las prácticas semiótico-discursivas se realizan a través de


"materialidades y funcionamientos" diversos y heterogéneos, la estructura de la identificación
resultará generalmente en un todo heterárquico. Además de que la centralidad o relevancia que
adquieren los distintos elementos de la identidad y las distintas identidades o grupos sociales en el
contexto de una sociedad concreta varía permanentemente de acuerdo a las coyunturas sociales y
políticas.

A lo que cabe agregar que, como cada miembro del grupo participa de distintas identidades,
por una parte y, por otra, puede jerarquizar dichas materialidades en distintos órdenes, participará
de la identificación grupal compartiéndola diferencialmente.

De manera que la identificación presentará una jerarquización dinámica y flexible,


cambiando en el contexto de un todo heterárquico.

8) Interpretación. Parte de las referencias identificatorias del grupo -atributos considerados


como cualidades o defectos, actitudes, posiciones o participación ante o en situaciones o eventos del
pasado o del presente, etc.- son procesados y justificados a través de interpretaciones. Estas,
obviamente, filtradas desde el punto de vista de las conveniencias o intereses del grupo y orientadas
-como la mayoría de los recursos que apuntaremos a continuación- a la creación de una imagen ante
sus integrantes y ante los demás.

Las formas de interpretación no responden necesariamente a explicaciones nomológicas y


causales. Más bien son "explicaciones" ad hoc, donde los principios explicativos no son
necesariamente nomológicos, o se asume que son autoevidentes y no problemáticos y la mayoría de
las veces sólo son implícitos; o las relaciones establecidas adquieren apariencia lógica sólo en el
contexto que les da sentido (un "sentido común"); a veces se trata de descripciones ejemplares de las
396
Almudena Hernando 2002:97.
que deberían desprenderse conclusiones evidentes. Los criterios de verdad pueden ser empírico-
pragmáticos, seudoestadísticos o de autoridad. En fin, también la narrativa es una forma de
presentación de interpretaciones implícitas donde "...se utiliza los recursos narrativos e imaginería
para producir una forma de conocimiento con la intención de 'enganchar' al lector [u oyente, F.B.] en
una experiencia total, ya nosólo cognitiva sino afectiva" 397.

9) Exaltación y ocultamiento. Otro recurso común es la exaltación de las cualidades


positivamente valoradas del grupo o sus miembros o de su participación en eventos o situaciones
históricas memorables. A la vez que se ocultan u olvidan los atributos o eventos valorados
negativamente, a veces considerados vergonzosos.

10) Negación. En la negación, a diferencia de la ocultación que más bien "olvida", se


establecen afirmaciones contrafácticas, negando dimensiones inocultables de la realidad. Así, por
ejemplo, en la República Dominicana "no hay negros" (negros son los haitianos).

11) Apropiación. Es la reivindicación de valores, eventos, personajes históricos destacados -


en general, símbolos altamente apreciados- en el contexto del resto de la sociedad, como méritos
propios del grupo o la exaltación de la co-participación en dicha valoración simbólica.

12) Fabulación. Consiste en el recurso común de simplemente inventar eventos, situaciones


entidades o tradiciones que no han existido. O que atribuyen cualidades o méritos a determinados
personajes que no corresponden a su realidad. Nuestras historias están llenas de frases célebres
atribuídas a personajes históricos, seguramente inventadas bastante tiempo después por los
historiadores, de actos heroicos que bien pudieron ser perfectas estupideces, o de tradiciones
"milenarias" que seguramente no re remontan más allá de algunas décadas.

13) Mitificación. Otro recurso usual, una forma de exaltación, es la mitificación de eventos y
personajes reales (legendarios) o inventados, donde su carácter real o ficticio o el de las acciones
que se les atribuyen no tiene relevancia, sino sólo como referentes comunes ejemplares.

14) Diferenciación. Sin lugar a dudas, un recurso fundamental en la identificación ideológica


de un grupo es el de resaltar la diferencia respecto a otros grupos, principalmente aquellos que
definen su identidad en torno a variables similares. Es decir, los participantes de una comunidad
religiosa buscan distinguirse, antes que nada, de los de otras comunidades religiosas, los adeptos de

397
Manuel Gándara 1994:80.
un club deportivo respecto a los de otros clubes, los de una determinada clase social, sobre todo los
de las clases privilegiadas y dominantes, de los de otras clases sociales. Y, en éste caso, los mayores
esfuerzos de diferenciación los realizan aquellos que están cerca de los límites en que pueden ser
confundidos. Así, en Guatemala, donde las diferencias de clases se ven parcialmente enmascaradas e
imprecisamente suplantadas por la distinción indios/ladinos, son los ladinos que corren riesgos de
ser confundidos con indios por sus rasgos inocultables quienes mayor empeño ponen en la
diferenciación.

También es frecuente el fenómeno de alienación en que los integrantes de una clase


subordinada o desfavorecida intentan identificarse ideológicamente con las clases económicamente
y socialmente dominantes, aparentando ignorar su identidad real. Fenómeno frecuente entre los
miembros de las llamadas "clases medias".

En general, es claro que la identidad propia sólo puede establecerse a través de la distinción
respecto a "los otros" para lo cual se recurre a resaltar las diferencias, contrastes y oposiciones, a
juicios de inclusión/exclusión, etc.

15) Prescripción y proscripción. Otro recurso importante de identificación, diferenciación y


relación grupal es el establecimiento de orientaciones del comportamiento a traves de juicios
normativos de fuerte carga valorativa y de mecanismos de reconocimiento o castigo. Los cuales
pueden ser más o menos restrictivos o permisivos, en relación a diversas situaciones.

En suma, los procesos de conformación y desarrollo de la identificación ideológica de los


grupos sociales son notablemente complejos, dada la diversidad de variables que en ellos
intervienen. El resultado es un sistema dinámico de representaciones cognitivas, valorativas y
normativas cuyas mediaciones respecto a la realidad que reflejan son múltiples, al punto de resultar
difícil descubrir y explicar la largas cadenas de eventos que pueden estar implicadas. No obstante, la
estructura de los procesos de producción y reproducción de sentido permite condicionar con eficacia
el establecimiento de las relaciones sociales que organizan las actividades constitutivas de la
práctica real del ser social. Así es como históricamente, entre otras cosas, los seres humanos han
sido capaces de establecer sólidas relaciones y justificar la violencia de procesos a veces cruentos de
enajenación, guerras y asesinatos, en nombre de entidades ficticias y referentes imaginarios
encastrados en la ideología (como las Cruzadas, la Inquisición o las Guerras mundiales).
Acá me he limitado a mostrar las conexiones entre la dimensión cultural de la sociedades y
los heterogéneos grupos que la integran, distinguiéndolos en su calidad de entidades reales respecto
a sus procesos ideológicos de identificación. En los cuales la cultura objetiva y los reflejos
subjetivos de la cultura intervienen de manera crucial.

Lo anterior supone necesariamente una conceptualización precisa de la categoría de cultura


en el sentido en que la hemos formalizado.

Quedan muchos otros aspectos del problema por analizar, como la materialidad de la
memoria grupal, los mecanismos de operación de las representaciones superestructurales en la
conformación y mantenimiento de los diversos tipos de relaciones sociales y el desarrollo de las
actividades que realizan la vida cotidiana, o la dinámica de las identificaciones grupales en el
contexto de las luchas reivindicativas y políticas de los mismos en la secuencia de coyunturas bajo
las cuales se presenta la lucha de clases.

Es decir, hemos visto parcialmente una fase de un proceso que es dialéctico. He intentado
mostrar de qué manera la realidad social concreta es reflejada subjetivamente -"interiorizada"- por
los grupos sociales en el proceso de conformación ideológica. Falta considerar el otro aspecto de la
relación entre sujetos sociales y realidad, que se refiere a cómo este sistema de reflejos ideológicos
opera en el desarrollo de la práctica del ser social, como condición de la acción de los sujetos
sociales en la realidad, que no es idéntica a cómo es concebida.

Y luego -puesto que se ha considerado analíticamente la identificación de cada grupo- será


necesario considerar las cualidades que adquieren las relaciones ideológicas de los distintos grupos
actuando como un todo, considerando el hecho de que todos los individuos participan de más de un
grupo social.

Textos citados.-
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1975 Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Comité de Publicaciones de Alumnos de la ENAH, México.
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1998 El proceso de investigación en arqueología. Editorial Crítica. Barcelona.
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social Llobera [Ed.]. Anagrama, Barcelona.
17. Es la cultura el objeto de la Antropología

1.- Sobre la Antropología.-


Antes de discutir sobre el "objeto" de la Antropología y, dado que el tema de este Coloquio es
el de las perspectivas de la Antropología, al fin del milenio, quiero apuntar un par de
consideraciones sobre qué es la Antropología, desde mi punto de vista.
Bajo la concepción positivista, aún ampliamente predominante en las ciencias
"normales", se supone que cada ciencia se caracteriza y distingue de otras por su objeto y por su
método. Generalmente se olvida a Kant, quien considera que el campo de las ciencias posibles
se puede fundar en las diferencias del objeto, del modo o de las fuentes del conocimiento o en
todas ellas398.
Al respecto, pienso que la antropología no tiene ni objeto ni métodos propios que la
distingan de otras disciplinas de la ciencia social.
Opino que se trata más bien de una tradición de oficio de investigación, cuyas raíces
históricas se encuentran, como es sabido, en las necesidades de expansión del capitalismo
colonialista, como el estudio de "los otros". Pero que, después de haberse constituido los
diversos campos de estudio de la sociedad en objetos de la ciencia durante el siglo pasado, en el
presente siglo se extiende a "los otros" de las propias sociedades metropolitanas y, finalmente, a
cualquier grupo social.
Las divisiones disciplinarias y los afanes de demarcación de las ciencias sociales ya
han perdido su utilidad e importancia aún para las clases dominantes y han surgido múltiples
"interdisciplinas" e "hibridaciones" en las fronteras imprecisas del dominio de las diversas
tradiciones de investigación social. Hoy no juegan otro papel que el de regular la competencia
en el mercado de trabajo intelectual.
¿Qué tienen en común las comunidades académicas de antropólogos o etnólogos?
Creo que lo que comparten es una temática de investigación, donde destaca de manera
recurrente y prominente una dimensión de la existencia social, que es la de la cultura.
Frente al tema no hay una unidad sino una diversidad de posiciones teóricas. Lo cual
es siempre deseable y enriquecedor en el desarrollo de las ciencias. Y no todas consideran
explícitamente, como designación del objeto de la antropología, al escurridizo y multisemántico
concepto de cultura, aunque hay consenso implícito o expreso en cuanto a que se trata de un
tema del dominio de la antropología. Y, aunque es sabido que tiene una multiplicidad de
significados -muchos de ellos contradictorios- en la cotidianeidad del quehacer académico,
cuando alguien habla de cultura, la mayoría aparenta y algunos hasta creen saber perfectamente
de qué se trata.

398
I. Kant: Prolegómenos a toda metafísica futura. Lo cito acá pues, como se verá, es pertinente al tema.
2. Sobre el objeto de investigación.-
En cualquier disciplina de investigación es necesario distinguir, al menos, tres aspectos de la
realidad estudiada:
a) Los objetos de observación empírica.
b) Los objetos de reflexión teórica y,
c) Las conexiones entre ambos.
La distinción es analítica ya que, en la realidad misma, los tres aspectos conforman
una unidad indisoluble y dinámica.
La forma científica de conocimiento se caracteriza por la búsqueda de explicaciones
de la realidad y por la estructura sistemática de los procedimientos de investigación y de
exposición. Donde los métodos de investigación y de exposición son claramente diferentes,
pues los primeros están sujetos a todas las sorpresas e imprevistos cambios de rumbo,
necesarios en la aventura de navegar en lo desconocido.
Es desde la observación de los objetos concretos de donde se elabora la información
empírica, a partir de la cual se infieren racionalmente las regularidades que rigen a la realidad y
que constituyen objetos de reflexión teórica. El conocimiento de estas regularidades y leyes
constituye la base de la explicación científica de la realidad.
En cuanto a la antropología, frente a este punto se presentan los planteamientos más
diversos y desiguales. Así, Levi-Strauss considera a la cultura como la particularidad de las
estructuras, pero centrará sus estudios en las estructuras y metaestructuras. Y una buena parte de
los autores toma a la cultura como su objeto de estudio, pero otorgando al concepto muy
diversos significados. Las definiciones van desde la enumeración de ítems sociales, como las de
Taylor o Bonfil, hasta quienes la consideran sinónimo del sistema social, como Malinowski. O
Boas quien, en una concepción "mosaical" de la cultura, heredada de Weber, alude a las
múltiples manifestaciones de la existencia del hombre, desde su biología hasta la mente, desde
el remoto pasado hasta el presente. Sin olvidar a Leach que, aunque sea de manera metafórica,
se refiere a la relación entre lo fenoménico y lo fundamental, al señalar que la cultura es como
el ropaje que visten las estructuras sociales en cada sociedad humana.
Sin embargo, el concepto de cultura que realmente opera en "la ideología espontánea
del científico" -incluyendo a los antropólogos, desde luego- es absolutamente nebuloso,
ecléctico, intuitivo, impreciso. Como decía Lowie, "un batiburrillo hecho de retazos y
remiendos".

3. Sobre el concepto de cultura: una propuesta.-


Hace poco más de veinte años publiqué una propuesta de formalización teórica del concepto de
cultura, desde la posición teórica del materialismo histórico. Se trataba de explicar,
precisamente, las relaciones entre la dimensión cultural de las sociedades y las regularidades
reflejadas en las categorías explicativas centrales del materialismo histórico: modo de
producción y formación social.
Partíamos del supuesto de que, si los conceptos de cultura aludían a aspectos
realmente existentes del fenómeno social, lo mismo que la categoría de formación social, debía
haber conexiones entre ambas.
Nos apoyábamos en el principio de unidad material del mundo o concatenación
universal. Es decir, el fenómeno social es uno solo y sus diferentes dimensiones deben estar
necesariamente vinculadas, por muy complejas y dinámicas que fueran esas interconexiones.
La tarea era desentrañar cuáles eran esos vínculos, esas redes de concatenación.
El materialismo histórico carecía también, entonces, de conceptos adecuados para dar cuenta de
lo que es la cultura, su especificidad, sus diferencias y su articulación con las regularidades
formalizadas en la categoría de formación social. Lo que hicimos fue "subirnos" al nivel más
general de la teoría disponible: el de la dialéctica materialista, entendida como ontología
general, y derivar de ahí una multiplicidad de implicaciones que orientaran heurísticamente
nuestro análisis del tema. Finalmente, ese es el papel de la teoría, como punto de partida de la
investigación. Empleamos básicamente las llamadas categorías generales de la dialéctica.
Llegamos así a una propuesta de caracterización de la cultura, en su relación con las
regularidades de la formación social, que resumiremos muy brevemente en los siguientes
términos:
a) La cultura es el conjunto singular de formas fenoménicas que presenta la existencia
concreta de una formación social. Recíprocamente, la categoría de formación social se refiere al
sistema general de contenidos fundamentales, manifiestos en la cultura.
b) Analizando la sociedad como sistema, es decir, como relación todo-partes, en la
relación entre cultura y subculturas se manifiesta fenoménicamente la unidad y la diferencia
entre los distintos grupos que integran a la sociedad. Definiendo a los grupos sociales por una
comunidad de relaciones establecidas en la base material del ser social e incluyendo sus
expresiones superestructurales.
c) Señalamos que el orden objetivo de las formas culturales (siempre aparentemente
caóticas, dado su carácter fenoménico) es el orden dinámico y cambiante de los contenidos de la
formación social a que aquellas corresponden.
d) Dado que la calidad distintiva de la cultura, en el nivel de lo fenoménico, es su
singularidad, era necesario explicar esta calidad, en su correspondencia con el carácter general
de las regularidades que rigen a la totalidad social.
Desde el concepto dialéctico de causalidad completa, concluimos que la singularidad
cultural es efecto de la concatenación de lo necesario y lo contingente en el desarrollo histórico
de los procesos sociales. Del desarrollo de realidades determinadas, como efecto de lucha entre
alternativas de posibilidad.
e) Por último, explicamos la correspondencia no mecánica ni sincrónica de la
dinámica de la cultura respecto a los ritmos de cambio mayores de las formaciones sociales, a
través de las categorías más generales del movimiento, que son las llamadas leyes de la
dialéctica. Así, analizamos las relaciones de la calidad singular de la cultura en su
correspondencia multideterminada con la magnitud general del desarrollo de las fuerzas
productiva. Entendimos que la cadena de "eslabones intermedios" entre las manifestaciones
fenoménicas de la cultura y los contenidos esenciales de la formación social, puede explicarse
como un sistema combinado de contradicciones forma-contenido (entre otras) en desiguales
niveles de acción, ritmos y fases de desarrollo. Y de qué manera se dan las manifestaciones de
permanencia y cambios desiguales en la dimensión de la cultura, a través de sucesivas
negaciones dialécticas.
Hoy en día, proponemos que la categoría que expresa la unidad de las relaciones entre
cultura y formación social -mediada por la categoría de modo de vida- es la de Sociedad
Concreta. Ésta connota, precisamente, tanto a la realidad social empíricamente observable, en
su dimensión cultural, a las regularidades causales y estructurales que rigen a la totalidad social,
como formación social, así como a la compleja red de interconexiones entre ambas
dimensiones.

4. Conclusiones, algunas perspectivas, sugerencia.-


a. Conclusiones.
1. Respecto a la pregunta ¿es la cultura el objeto de la antropología? :
La respuesta es NO. Ni de la antropología ni de ninguna otra disciplina de la ciencia
social. Si la ciencia debe explicar, una categoría que se refiere a lo fenoménico, a la
singularidad, a la contingencia, difícilmente puede explicar por sí misma los procesos sociales.
La categoría que designa al objeto de investigación de todas las ciencias sociales es la
de sociedad concreta. Ésta incluye y explica las conexiones entre los objetos empíricamente
observables (cultura) y las regularidades de mayor nivel de acción y jerarquía causal, que se
infieren racionalmente (formación social).
2. Sin embargo, la formalización de la dimensión cultural de la sociedad y sus
múltiples nexos con las regularidades de diverso orden que la rigen es absolutamente
imprescindible, al menos por dos razones:
a) Porque no es posible validar lógicamente ninguna inferencia racional realizada a
partir de datos que presentan necesariamente formas culturales, si no se ha formalizado
explícitamente la explicación de sus conexiones con los aspectos inferidos.
b) Porque nos movemos en sociedades concretas y su existencia real no reside en
ningún otro tiempo y lugar que el que se manifiesta en la dimensión de la cultura

Ejs.: - claves culturales en el aprendizaje de la afectividad.


- conformación de ideologías de identidad

b. Perspectivas.
Lo dicho lo he sostenido desde hace más de veinte años. Y ¿qué sucedió entonces?.
Probablemente lo mismo que ahora: ¡no se entendió casi nada!. ¿Por qué?. Entonces el
marxismo era la gran moda en la academia. Y resultaba fácil navegar entre el consenso y los
sobreentendidos, sin tener que adentrarse en el estudio de la dialéctica, que se presentaba como
algo críptico y, sobre todo, demasiado complicado. A pesar de que ahí reside el "núcleo duro"
de la concepción materialista de la historia. Me atrevo a afirmar que eran y son escasísimos
aquellos autores que, aún entre los más eminentes y merecidamente reconocidos investigadores
marxistas, manejan realmente un análisis categorial dialéctico.
Hoy, las modas han cambiado: ahora están de moda las "teorías de la complejidad".
También en la ciencia se habla de un postmodernismo, contra la vieja ciencia "moderna".
Contra la pretensión de que la ciencia, sólo por serlo, garantizaría la generación de
conocimientos verdaderos y exactos399, capaces de explicar con elegante simplicidad y gran
precisión toda la realidad a partir de unas cuantas leyes generales.
Curiosamente, esta distinción entre ciencia moderna y postmoderna es la misma que
hacía Engels -con otros términos y en otros contextos históricos en cuanto a tradiciones
académicas- entre pensamiento metafísico y pensamiento dialéctico. Es que, finalmente, los
principios fundacionales o fundamentales de la dialéctica exigen acercarse a conocer la realidad
como es: elevadamente compleja y permanentemente dinámica.
La dialéctica es la primera teoría de la complejidad y, aún hoy, la única que tiene un
nivel general de formalización. Creo que lo que actualmente ocurre es que las teorías de la
complejidad, de algún modo, están redescubriendo la dialéctica desde los grandes avances
actuales de las ciencias naturales, prometiendo generar nuevas formas de concebir a la realidad
y a las ciencias que la estudian. En ese camino, la dialéctica materialista constituye un sistema
metaconceptual disponible, que puede servir de base para la tarea de formalización de los
nuevos descubrimientos y enfoques de la investigación, apoyado en la vertiginosa acumulación
de informaciones y los grandes saltos en las posibilidades tecnológicas de procesamiento lógico
de los mismos.
Diría, además, que la dialéctica materialista contiene aún un enorme potencial
heurístico totalmente sub-utilizado.

399
En estos mismos términos se plantea, en la arqueología, L. Binford.
3. Sugiero que quienes se han interesado seriamente en las anunciaciones de "una nueva
ciencia", la de las "teorías de la complejidad", y que sepan prescindir intuitiva o sabiamente de
las veleidades de la moda, no desperdiciarían su tiempo en intentar profundizar en el
entendimiento de las propuestas de la dialéctica.
Estoy seguro de que será de mayor provecho que seguir papaloteando trillada y
superficialmente entre la frivolidad del "efecto mariposa" y los vericuetos del Conjunto M,
encandilados frente al espejo de Alicia.
18. Cultura, Clases y Cuestión étnico nacional

Primera edición publicada por Juan Pablos Editores,


México D.F., 1984.
Segunda edición, 1988.
Introducción

1. Antecedentes generales.
El "problema indígena", la "cuestión étnica" y la "cuestión nacional" son temas que se plantean
eminentemente desde la búsqueda de respuestas a exigencias de la práctica política. Su
discusión y análisis nace, inseparablemente, como problema teórico-científico y como toma de
posición ideológico-política, de los requerimientos del proceso de conformación del actual
sistema socioeconómico y de la lucha de clases que se desarrolla en su interior.400
Confluyen, por lo tanto, en el tratamiento de estas "cuestiones", diversas posiciones y
corrientes de pensamiento científico e ideológico, condicionadas en su óptica por los intereses
de diferentes clases y sectores sociales, enfrentadas en variadas situaciones históricas
particulares.
De una manera muy general, la oposición de planteamientos llega al antagonismo como
reflejo de la polaridad contradictoria fundamental de clases, con una diversidad de matices que
responden no sólo a éstas y a las distintas posiciones inmediatas del sistema de relaciones de
producción, sino por la incidencia de las mismas dimensiones particulares del fenómeno social
sometidas a estudio. De cualquier manera, las reflexiones sobre los problemas involucrados han
debido tocar con diversos aspectos de la sociedad, objetivamente existentes, pero precaria y un
tanto confusamente conceptuados por las ciencias sociales, en particular por la etnología o la
antropología, que se han ocupado algo más definidamente de los mismos.
La ambigüedad, contradictoriedad y dispersión de las conceptualizaciones que sirven a
los intereses de las clases opresoras tienen que ver con diversos factores: con las limitaciones
propias de los paradigmas que los sustentan en el ámbito de la investigación científica; con la
inserción orgánicamente muy poco precisa de la investigación científica a las instituciones
encargadas directamente de la ejecución de las políticas estatales, mediada por el mito
ideológico de la asepsia política de la ciencia; con el hecho de que los "problemas" indígena,
étnico o nacional se han ido resolviendo eficazmente a través de políticas pragmáticas,
apoyadas en la empiria del ejercicio del poder y en la ventaja de la disposición del aparato
institucional administrativo y policial-militar. Pero esto mismo, sumado al carácter opresor de
400
Hoy debe entenderse al actual sistema socioeconómico como una formación económico social mundial, caracterizada por la
transición del capitalismo al socialismo. Es decir, por el acercamiento a la crisis de la contradicción capital-trabajo en el seno de
una totalidad geopolíticamente dividida en naciones, en cuyo interior domina uno de los polos de dicha contradicción
fundamental: en los países capitalistas el capital, en los países socialistas, los trabajadores. La lucha de clases se expresa así de
diversas maneras en cada parte de la totalidad, configurando la tensión de fuerzas antagónicas característica de un proceso de
transición revolucionaria.
la dominación clasista, ha significado que tales "problemas" están aún lejos de dejar de serlo,
amenazando permanentemente con convertirse en una puerta abierta a la irrupción de las
contradicciones de clases. Razón demás para constituir un objeto de insoslayable preocupación
para quienes buscan servir los intereses de las clases oprimidas.
Desde este punto de vista, las reflexiones teóricas que han orientado las acciones de
oposición a la explotación, desde la resistencia ideológica o insurrección popular hasta la
consolidación de un poder estatal y la construcción de una base económica anticapitalista,
poseen una no menor heterogeneidad conceptual al respecto. Esto debido a que, si bien la
mayoría de las formulaciones guardan diversos grados de relación con el marxismo y, en
particular, con la teoría materialista de la historia como sistema conceptual de referencia
básica, hay diversas intencionalidades en cuanto a los objetivos de la práctica en que se
participa y al hecho de que los procesos sociales han atravesado por condiciones históricas
particularmente diferentes y la mayoría de las formulaciones reflejan posiciones frente a
situaciones coyunturales.
Resultado de todo esto es que no se ha arribado a una concepción teórica general capaz
de sintetizar una explicación científica de la diversidad posible de situaciones concretas en las
que se interrelacionan de manera particular las diferentes dimensiones sociales que conforman
las alternativas de estas "cuestiones". Es decir, un sistema conceptual capaz de permitir
explicaciones de las relaciones entre clases sociales, etnicidad, cultura, formas de organización
de la comunidad humana, sus vínculos con la territorialidad, etcétera.
De ahí que las pretensiones de elevar al rango de teoría general sustentadora de una
política de principios a las reflexiones nacidas al calor de situaciones determinadas -aún cuando
hubieran resultado acertadas para esos casos- pueden generar tantos aciertos como tropiezos y
desatinos en su traducción a situaciones diferentes y siempre cambiantes.

2. Conocimiento y práctica.
Consideramos que la búsqueda racional de generalizaciones teóricas es una tarea de vigencia
permanente, precisamente porque constituye una de las condiciones básicas de la práctica
política, entendida como una de las formas y niveles más complejas y totalizantes de praxis
social creadora y reflexiva401. La magnitud de los problemas que implica la práctica política
requiere de un conocimiento que refleje de la manera más precisa la gran complejidad del
movimiento de la sociedad concreta que se pretende transformar. De ello dependerá la claridad
en la previsión de los fines de la praxis y la mayor adecuación entre tal previsión y los
resaltados objetivos de la misma.
Por ello es que la finalidad del conocimiento científico, como condición subjetiva de la

401
Concordamos en esta caracterización con Sánchez Vázquez en Filosofía de la prexis. Aclarando que las "cuestiones" étnicas
y nacionales no sólo son objeto de preocupación de la praxis política, sino también de otras prácticas que involucran a estas
dimensiones sociales, como la pedagogía,la sicoterapia, la comunicología, etc.
acción -desde una concepción dialéctica materialista del proceso de conocimiento-, es alcanzar
una explicación racional de la multideterminación concreta de la realidad. La práctica no se
enfrenta a entidades abstractas y de ahí que una concepción reduccionista que se limitara
teóricamente a las abstracciones generalizadoras -aún en el terreno de la teoría marxista- es
insuficiente y limitante de las posibilidades de una transformación efectiva de la realidad.
Sin embargo la abstracción, como una instancia del proceso lógico del conocimiento,
constituye una condición indispensable, necesaria para permitir alcanzar explicaciones
racionales de la concreción real, como concreto pensado. Pues cuando entendemos a la realidad
como multideterminación concreta, estamos relevando el hecho de que en ella se encadenan, de
una manera singular, múltiples leyes de distintos niveles de generalidad, de diversos niveles de
acción y grados de esencialidad, en la configuración de un proceso individualmente
determinado. Conocer la realidad concreta significa descubrir en ella misma esa concatenación
singular de leyes generales, la cual no es deducible de la teoría general. Pero el conocimiento
de esas regularidades objetivas que llamamos leyes sólo puede obtenerse por abstracción. Y la
teoría es una síntesis orgánica de tales abstracciones, generadas a partir de una multiplicidad de
conocimientos concretos sensibles.
Entendemos así que la teoría general resume lo que en cada momento histórico sabemos
acerca de una clase de fenómenos, como un sistema conceptual que refleja sintéticamente las
regularidades descubiertas a partir de las experiencias generadas en la práctica social
precedente. En ese momento, la teoría cumple la función de un sistema de hipótesis que se
convierten en los instrumentos lógicos que nos permiten profundizar en el conocimiento de la
realidad o de las nuevas realidades que nacen permanentemente, avanzando de lo conocido
hacia lo desconocido. Y este proceso de conocimiento ha de conducirnos a la explicación
teórica de las realidades concretas.
Mientras más preciso y cercano a la complejidad de la interdeterminación causal real
sea nuestro conocimiento, mayores posibilidades tendremos de comprender el nivel de acción
objetivo de nuestra participación como individuos, grupos o clases en los procesos sociales. Así
podemos prever con mayor claridad los efectos alternativos probables de las opciones prácticas
sobre las que tenemos capacidad de decidir. La conciencia de la necesidad histórica nos da la
libertad de orientar que nuestro "qué hacer" individual y colectivo. Y de esta manera cobra
sentido la afirmación de que "sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria".

3. Supuestos y objetivos del trabajo.


Este trabajo parte de la consideración de que las situaciones étnico-nacionales constituyen las
formas estructurales y coyunturales concretas en que se desarrolla la lucha de clases. Nuestra
tesis central propone que las categorías de clase social y cultura permiten explicar dicha
concreción real, al comprender los diversos niveles de integridad del proceso social, desde las
regularidades esenciales y generales que lo determinan en su estructura y desarrollo, hasta las
singularidades fenoménicas que presentan en la realidad. Sin embargo, ello supone que la
complejidad del sistema de mediaciones existentes entre la categoría de clase social,
comprendida en el sistema de una formación, económico-social dada las manifestaciones
culturales de su existencia, han sido formuladas teóricamente. Al respecto, nos estamos
basando en una proposición teórica que explica el sistema de relaciones generales que median
entre los aspectos de la realidad social que designamos con las categorías de formación
económico social y cultura, buscando un replanteamiento teórico de los fenómenos objetivos
que, de diversas maneras, han sido connotados con el manejo del concepto de cultura, pero
desde una posición congruente con las formulaciones centrales del materialismo histórico. En
este ensayo nos limitamos a particularizar el manejo de las implicaciones de tal proposición -ya
publicada- en relación con el problema específico de la explicación y análisis de las cuestiones
étnica y nacional.
Por otro lado nos interesa proponer, de manera muy general, una sistematización
esquemática de las categorías analíticas que permitirían organizar una metodología de
investigación de las situaciones étnico-nacionales concretas. Esta proposición implica también
una determinada concepción de la relación orgánica entre método y teoría y supone que los
procedimientos metodológicos se derivan coherentemente de una formulación teórica que
sintetiza los conocimientos alcanzados acerca del nivel de la realidad estudiada en un momento
dado y sobre el cual la investigación se propone avanzar. Al respecto, este trabajo se apoya
también en uno anterior en que, a propósito de los problemas de la investigación arqueológica,
hemos explicitado lo que entendemos por una proposición materialista dialéctica sobre la
relación general entre teoría y método, ciclo y estructura del proceso investigativo y que sirve
de antecedente a la proposición particular que acá nos interesa.
Consideramos justificado este proyecto, dentro de sus limitaciones -y entre ellas la
brevedad de la exposición en relación a la complejidad del tema- , como un intento de
contribuir a la unificación de categorías explicativas y de criterios analíticos en torno al
problema planteado. En particular, hechas las consideraciones acerca de la gran heterogeneidad
de formulaciones, enfoques, conceptos y terminología que se emplea, aún cuando sólo
tuviéramos en cuenta las propuestas vinculadas con las diversas posiciones que se asumen
como marxistas. Lo cual conlleva grandes dificultades de comunicación y entendimiento hasta
en los casos en que no hay divergencias mayores de posición política.
Entendemos en general, que una mayor precisión teórica, como condición de la práctica
política, puede permitir análisis, previsiones y acciones más eficientes en los procesos de
transformación de la realidad social. Pero como los agentes de esta práctica social no son
individuos aislados, es necesario avanzar en la clarificación mutua del uso y contenidos
conceptuales que nos permitirán alcanzar, al menos, un entendimiento menos ambiguo de los
problemas en torno a los cuales podemos concordar o diferir.
Creemos conveniente, en este punto, hacer una advertencia acerca de la orientación
temática preferencial de este trabajo. Es cierto que la proposición teórica que exponemos es
válida para comprender tanto los problemas étnicos, como la tradicionalmente llamada
"cuestión nacional". Al menos, eso pretendemos. Sin embargo, como se verá, establecemos una
diferencia en la caracterización de lo que son los movimientos étnicos y las luchas
nacionalistas. Por otro lado, hemos tomado a la nación como unidad de análisis de las luchas de
clase, punto de referencia desde el cual se pueden distinguir contradicciones internas y
externas, las que de hecho siempre existen en un condicionamiento recíproco. Al respecto,
hemos puesto mayor énfasis en el tratamiento del problema étnico en el contexto de las luchas
de clases que se desarrollan en el ámbito interno de la nación, aunque ello no significa que
nuestras proposiciones se formulen exclusivamente para esta problemática.
Esto obedece a que nuestros intereses más inmediatos están vinculados al análisis de las
formas que adquieren las luchas sociales en América Latina en la actualidad. Y los conflictos
nacionales y las luchas anticolonialistas y antiimperialistas han recibido mayor atención,
principalmente, en las investigaciones sociológicas y de las ciencias políticas. Los problemas
étnicos y el factor cultural en la lucha de clases, tal vez por ser temas que tradicionalmente se
han considerado como problemas de la antropología, se encuentran en cambio, bastante más
descuidados. De allí nuestro interés en intentar avanzar preferencialmente en este sentido. Lo
cual no es, en todo caso, un intento de destacar el carácter "antropológico" de esta tesis, ya que
no nos interesa dirimir disputas de "territorialidad" científica, cuestión que más bien tiene que
ver con intentos delimitadores de la propiedad privada intelectual, movidos por razones de
mercado profesional.

4. Sobre la exposición.
En el primer capítulo planteamos las limitaciones que, en nuestra opinión, tienen diversos
enfoques a través de los cuales se ha enfrentado, desde el marxismo, el problema de la
formalización de la categoría de cultura; resumimos las premisas en que se ha apoyado nuestro
planteamiento del problema y sintetizamos los puntos básicos de la proposición teórica que
hemos desarrollado al respecto.
En el segundo capítulo, nos interesa destacar la significación muy importante que tiene
la cultura en la conformación de la conciencia, la sicología y la conducta social. Explicitamos
estos conceptos en el contexto de la categoría de formación económico-social, considerando
que el grado de incidencia que tienen en la lucha de clases no ha sido reflejado de manera
suficiente y adecuada en la teoría política y sociológica y que un intento de conceptualizar las
situaciones étnico-nacionales concretas no puede prescindir de su categorización. Estos
conceptos constituyen antecedentes necesarios para el último capítulo.
En los capítulos tercero y cuarto se discuten los conceptos de "etnicidad", cultura y
clases en su relación recíproca, con el fin de llegar a una delimitación de los conceptos de
nación, grupos étnicos y grupos de origen nacional que integran las situaciones étnico-
nacionales. Lo cual permite establecer características diferenciales entre los movimientos o
luchas étnicas o luchas nacionalistas.
El quinto capítulo sistematiza sintéticamente una proposición metodológica para el
estudio de situaciones étnico-nacionales concretas, partiendo de las categorías básicas de clase
social y cultura.
Por último, el capítulo sexto expone la necesidad del conocimiento de las situaciones
étnico-nacionales concretas y sus manifestaciones culturales, como condición para una práctica
política orientada hacia una transformación más eficiente de la sociedad, en la lucha contra las
distintas formas de explotación económica, opresión o segregación social.

1. La categoría de cultura.

Si hay algo de común en las diversas conceptualizaciones de lo indígena, de la etnicidad, de la


nacionalidad y aún de la nación es que, casi sin excepciones, la mayoría de los autores
considera como un rasgo o elemento definitorio de esas categorías sociales a la cultura. Es
posible que buena parte de la ambigüedad y heterogeneidad de estos conceptos obedezca
precisamente a la imprecisión y polivalencia de los conceptos que, como el de cultura,
intervienen en su definición.
Desde luego, el nivel de importancia que se otorga a la cultura en la caracterización de
estos fenómenos es bastante desigual y, en general, resulta difícil otorgarle un peso muy
relevante, ya que ello implica referirse a otros aspectos del fenómeno social sobre los cuales las
disciplinas sociales y en particular las antropológicas, han desplegado las mas variadas
proposiciones y discusiones, sin alcanzar un mínimo de claridad y consenso acerca de su
contenido objetivo.
La categoría de cultura, como elemento caracterizador de la etnicidad, la nacionalidad o
lo indígena, ha sido tratada de diversas maneras:
a) Incluyéndola como un factor definitorio y característico de los fenómenos sociales en
cuestión, dando por sentado -erróneamente, sin duda- que el lector entiende perfectamente de
qué se trata. Con lo cual sólo se resuelve en apariencia el problema formal de las definiciones,
soslayando la cuestión fundamental de reflejar con mínima claridad y precisión las múltiples
propiedades de la realidad objetiva a la que, se supone, se hace referencia. Ello sólo contribuye
a complicar el panorama de las formulaciones lógico-teóricas, sin avanzar en el desarrollo de
los contenidos del conocimiento de la realidad.
b) Explicitando su contenido, pero sin avanzar más allá de las tradicionales discusiones
de la antropología. Queremos decir, a través de definiciones generalmente enumerativas de
rasgos y, por lo tanto, siempre incompletas y abiertas a la ambigüedad; o como concepto
sinónimo de la totalidad social que alude a la obra del hombre, mas carente de explicaciones de
las leyes que rigen su desarrollo.
Esto en lo general. Pero hay que señalar que, en la tradición marxista, encontramos más
elementos en común -con los que concordamos- y que se refieren a las regularidades más
esenciales en la explicación de la totalidad social. Es decir, se entiende a los problemas étnicos
o nacionales como manifestaciones particulares de la lucha de clases. Y se explican las clases
sociales y sus relaciones en el contexto de una concepción teórica general acerca de la
sociedad, cuyas características fundamentales están precisadas en el concepto de modo de
producción, cuya existencia es parte de un sistema global, expresado en la categoría de
formación económico social. Sin desconocer el hecho, saludable, de que aún en este nivel hay
importantes diferencias de opiniones entre los distintos autores, es indudable que esta
concepción presenta una coherencia y profundidad notablemente mayores, en que las
divergencias aludidas pueden ser delimitadas con cierta precisión.
No obstante, como observa Najenson, "el problema de la concepción y uso del concepto
de cultura en el contexto del materialismo histórico es aún más arduo que en otras teorías
globales. Esto se debe básicamente al innegable hecho de que la teoría de la cultura es una de
las áreas menos desarrolladas del pensamiento marxista, a la utilización fundamentalmente
pragmática que de esa categoría han hecho la mayoría de los grandes pensadores marxistas
clásicos, y a la superposición de sentido y objetivo con respecto de algunos conceptos marxistas
esenciales -como la noción de estructura- que a menudo ha suscitado confusiones"402.
Así, las connotaciones que se ha dado a la categoría de cultura desde la concepción
materialista histórica, con diversos grados de precisión y coherencia, han sido también diversas.
Por una parte, hay quienes entienden a esta categoría como la totalidad de las transformaciones
efectuadas por la sociedades en oposición a la naturaleza, buscando precisar el sentido del
desarrollo histórico como civilización. Otros, en cambio, le dan un sentido más restringido,
como especificidad socio histórica de las manifestaciones de la conciencia social, vinculándolas
a veces a las obras de creación artística y hasta científico-filosóficas; en esta línea de
pensamiento, reconociendo las diferencias clasistas, se han planteado los conceptos de cultura
dominante, cultura de masas, cultura subalterna o cultura popular. Otros aún, intentando
recuperar el contenido antropológico del término, incluyen tanto los diversos aspectos de la
"cultura material" y la "cultura espiritual", son coincidir necesariamente con el concepto de
civilización. Por último, hay quienes opinan que debe descartarse el uso del concepto por tener
un origen ajeno al paradigma marxista y ser, por lo tanto, incompatible con las formulaciones
lógicas de esta teoría.
Al respecto, hemos adoptado una posición frente al problema, basada en la siguientes
premisas:
a) Que al cuestionamiento del uso del término y de la necesidad de formular un
concepto materialista histórico de "cultura" se ha fundando en procedimientos o
argumentaciones incompatibles con un enfrentamiento materialista del problema que, además,

402
J. L. Najenson: Cultura nacional y cultura subalterna. Universidad Autónama del Estado de México, Toluca, 1979, pág. 20.
transparenta no poco dogmatismo: se comparan los diversos paradigmas sociológicos y
antropológicos que se han ocupado del problema de la cultura con el materialismo histórico y
se demuestra la incompatibilidad lógica de aquellos con éste; luego se sostiene que, como
nuestra concepción marxista es la verdadera, los demás son -por su incompatibilidad lógica-
falsos; y se explica que dicha falsificación de la realidad obedece, obviamente, a la distorsión
ideológica originada en diferentes intereses de clase.
Tal vez el planteamiento no sea falso. Sin embargo el procedimiento es incorrecto, por
lo menos desde el punto de vista materialista: se compara los contenidos subjetivos de las
diferentes teorías de la realidad social, a través de argumentos igualmente subjetivos
(incompatibilidad lógica), lo que no nos permite juzgar qué es lo que ocurre en la realidad,
desde que no nos movemos del plano de la subjetividad.
b) Que el problema central es saber qué ocurre en la realidad social objetiva, en su
materialidad existente aún independientemente de nuestra conciencia. De tal modo, el
procedimiento a seguir debe ser investigar si los fenómenos denominados "culturales" en los
diversos paradigmas socio-antropológicos existen o no, y cómo, independientemente de las
posibles distorsiones ideológicas que pudieran afectar a sus formulaciones, o de que estén o no
formulados por nuestra teoría.
Si se trata de fenómenos reales, deben ser materia de nuestra preocupación y debemos
ser capaces de formular los conceptos que permitan dar cuenta de los mismos. Para ello sería
necesario investigar, antes que nada, las propiedades de esos fenómenos en la realidad misma y
no enmarañarnos el las telarañas lógicas de las diversas conceptualizaciones que, con gran
probabilidad, nos llevarían más bien a soluciones eclécticas, ajenas a nuestra concepción.
c) Que, observados los procesos sociales concretos, se puede constatar que los
fenómenos llamados "culturales" existen objetivamente, constituyendo aspectos de una
dimensión real de las sociedades. Y que, como lo han señalado diversos autores (Kloskowska,
Najenson, etc.), no hay en la teoría marxista clásica una preocupación especial por los mismos,
ni han sido conceptualizados. Agregaríamos que tampoco, entre los continuadores de la
tradición marxista, hay una teorización suficientemente adecuada a la complejidad objetiva que
implicaría un tratamiento sistemático del fenómeno de la cultura.
d) Que, si aceptamos el principio de unidad material del mundo y los fenómenos
culturales son materialmente tan reales como las regularidades fundamentales de la sociedad
reflejadas teóricamente en la categoría de formación económico social, éstos deben vincularse
de una manera determinada, conformando la unidad real que es la sociedad. La teorización
sobre los fenómenos culturales debe ser coherente -cumpliendo los requisitos lógicos de
compatibilidad y completud- con la formulación central del materialismo histórico, de la
categoría de formación económico-social.
e) Que el problema a resolver por la investigación era precisamente desentrañar las
regularidades generales a través de las cuales se establecen las relaciones específicas entre los
aspectos culturales y las regularidades fundamentales explicadas por la categoría de formación
social. Se trataba, pues, de un problema metodológico que enfrentamos razonando de la
siguiente manera: si las leyes y categorías fundamentales del materialismo dialéctico son
objetivamente generales, quiere decir que reflejan propiedades y relaciones existentes en cada
uno de los procesos reales. Así, podemos transformar las leyes y categorías de la dialéctica
objetiva en instrumentos lógicos que orienten las investigaciones del problema particular que
nos ocupa. Buscando descubrir si, en este aspecto de realidad, rigen realmente tales relaciones y
de qué manera específica se interrelacionan en ese determinado nivel de existencia del proceso
social. Además, las mismas formulaciones lógicas de dichas leyes y categorías nos permiten
exponer con mayor precisión y claridad teórica los resultados de nuestra investigación.
f) Es necesario aclarar que precisión o claridad teórica no son sinónimos de simplicidad.
Como vimos, al efectuar la investigación es imposible hacer concesiones a la generalizada
monserga populista de que los resultados de la investigación científica deben reducirse al
panfleto dirigible por las "masas"403. La concepción dialéctica de la realidad, en oposición al
reduccionismo metafísico, busca acercarse lo más posible a reflejar la realidad como es. Y los
principios fundamentales de la dialéctica materialista asientan el reconocimiento de que la
realidad es extraordinariamente compleja y dinámica. Su reflejo en el conocimiento científico
no puede, en consecuencia, ser reducido al panfleto o al recetario. Es tarea de las instituciones
partidarias disponer de las vías orgánicas para traducir el conocimiento científico de la sociedad
en consignas y líneas orientadoras de la acción accesibles al reconocimiento en ellas, por las
masas, de sus intereses objetivos. Y, por lo tanto, capaces de moverlas a la acción.
Desde esta perspectiva hemos formulado la relación entre la categoría de cultura y la de
formación económico-social, en un trabajo publicado con anterioridad y del cual extraemos los
planteamientos básicos que tienen implicaciones que es necesario retomar para la comprensión
de las proposiciones relativas al problema específico de las cuestiones étnica y nacional. Para
mayor claridad, no nos queda más remedio que remitirnos a la mencionada obra404.
Pero deseamos apuntar un par de consideraciones previas. En primer lugar, para aclarar
el sentido de tal formulación y, luego, para precisar el contenido que otorgamos a la categoría
de formación económico-social.
Respecto al primer punto, entendemos la proposición teórica en que se explicita el
contenido de la categoría de cultura, en los siguientes términos:
A) Consideramos que la cultura, como la formación económico social, son categorías
que reflejan dos aspectos, objetivamente diferenciables pero necesariamente interrelacionados,
integrando una totalidad única que es la sociedad. No se trata, pues, de una relación entre partes
de la sociedad, sino de aspectos de la misma. Así, la categoría de sociedad designa a la unidad

403
Exigencia que, por lo general, no nace de las masas, sino de los supuestos intelectuales que desearían serlo, a condición
de no tener que invertir en ello demasiados esfuerzos.
404
L.F. Bate 1978: Sociedad, formación económico-social y cultura. Eds. De Cultura Popular, México
entre los diversos niveles de integridad de la totalidad social como unidad concretamente
multideterminada.
B) La formulación de la categoría de cultura es relativa a la de formación económico-
social. Es decir, las diversas relaciones categoriales dialécticas que caracterizan y explican lo
que entendemos por cultura, se expresan en su relación específicamente determinada con las
regularidades objetivas que designa la categoría de formación económico-social.
C) La categoría de cultura refleja propiedades objetivas de la realidad social. Sólo como
consecuencia de ello -de su contenido ontológico- puede ser una categoría metodológica. Es,
pues, primariamente una categoría que integra la teoría de la realidad social. Y esa condición es
la que autoriza su manejo lógico "instrumental" en la metodología de investigación.
D) Hemos formulado la categoría de cultura como una categoría general del
materialismo histórico que refleja propiedades y relaciones comunes a cualquier sociedad. No
debe entenderse como una categoría que designa al objeto particular de alguna disciplina de la
ciencia social 405. De hecho, el objeto de las diversas ciencias sociales es uno solo: la sociedad
en su desarrollo histórico.
E) No debe entenderse en modo alguno a la cultura como categoría explicativa central
de ninguna disciplina de la ciencia social, pues no refleja les regularidades fundamentales que
rigen al desarrollo de las sociedades. Tal papel corresponde a la categoría de formación
económico-social, que incluye las contradicciones internas fundamentales que se desarrollan en
el seno del modo de producción de la sociedad.
F) La formulación teórica de la categoría de cultura es, con todo, imprescindible para la
investigación de las sociedades reales. Necesidad manifiesta en dos momentos del proceso
investigativo: en el proceso de abstraer las regularidades de la formación social de una sociedad
a partir de un conjunto de información empírica de carácter cultural; luego, cuando el
conocimiento avanza, desde las abstracciones ya efectuadas, a la explicación racional de la
historia concreta. Por lo demás, un conocimiento de la realidad que considere su concreción
cultural, puede permitir una ampliación de la conciencia sobre la misma como objeto de la
transformación práctica, elevando las posibilidades de mayor coincidencia entre los fines
previstos subjetivamente y sus resultados reales.

Ahora, en relación a las categorías de formación económico-social y modo de


producción, nos interesa hacer algunas precisiones, sólo con la intención de deslindar
posiciones respecto a los diversos contenidos conceptuales que se les han otorgado, en
particular a las formulaciones popularizadas por la corriente althusseriano-balibariana, a la que
no sin bases se ha considerado como una tendencia estructuralista.
Entendemos que el fundamento materialista de la teoría de la historia se establece en

405
Señalamos esto pues, como hemos formulado, antes esta categoría en el contexto de problemas metodológicos de la
arqueología, hay quienes han supuesto que se trataría de una categoría "arqueológica"
torno a la distinción esencial entre la base material del ser social y las llamadas
superestructuras (ideológica, jurídico política y otras denominaciones). La categoría de ser
social se refiere a todas las actividades y relaciones reales que se realizan y establecen entre los
seres humanos y que permiten la reproducción biológica de la especie humana. El concepto de
modo de producción se refiere al conjunto de procesos económicos y relaciones sociales a
través de los cuales se reproducen las condiciones de la vida material: producción, distribución,
cambio y consumo. El proceso fundamental es el de producción y en torno a él se organiza el
sistema de relaciones que cualifica la estructura esencial de la sociedad: el sistema de
relaciones sociales de producción y que se corresponde con el grado de desarrollo promedio del
conjunto de las fuerzas productivas de la sociedad.. Con esto queremos decir que un modo de
producción está cualificado por un tipo fundamental de relaciones sociales de producción, que
determinan las formas de integración y orientan el desarrollo de los diversos tipos secundarios
de relaciones de producción que integran este sistema de relaciones sociales del modo de
producción. Estas relaciones sociales de producción se establecen como un sistema de
relaciones de propiedad objetiva de los agentes de la producción, sobre los elementos del
proceso productivo: fuerza de trabajo y medios de producción (instrumentos y objetos de
trabajo). Es la posición que los productores guardan en torno al proceso fundamental de la
producción lo que determina las formas y niveles de participación de éstos en los procesos de
distribución, cambio y consumo.
Pero la categoría de ser social es más amplia que la de modo de producción, e incluye
también la esfera de la reproducción de la población y la fuerza de trabajo, en la cual se realiza
parte del consumo que no retorna al proceso al proceso productivo en calidad de medios de
producción. En la especie humana, la reproducción biológica está mediada por un sistema de
relaciones sociales: las relaciones de la filiación y parentesco. Pero la reproducción de la fuerza
de trabajo, condicionada por necesidades del modo de producción, no sólo se resuelve
socialmente a través de las relaciones de filiación y hay también otras formas sociales de
satisfacer necesidades como la conservación de la salud, la diversión, etc. A esta instancia la
denominaremos todavía, a falta de un término mejor, género de vid a.406
Así, el ser social es el conjunto de relaciones que reproducen las condiciones reales de
la existencia social, independientemente de cómo éstas sean concebidas en la conciencia social,
e incluye las instancias del modo de producción y el modo de reproducción.
Entendemos por superestructura al sistema de ideas y reflejos generados en la práctica
del ser social y las organizaciones o instituciones que, correspondiéndoles, instrumentan
normativamente la voluntad de los grupos sociales de mantener o transformar las formas de
reproducción de la base material de la sociedad. Hemos preferido usar los términos generales
de conciencia o reflejo social e institucionalidad para designar a las dos instancias principales

406
Hemos usado este término siguiendo aproximadamente las definiciones manejadas por Schtiuka en El género de vida y la
religión. Nota del autor: posteriormente, hemos denominado a esta instancia modo de reproducción, que será el término que
usaremos en adelante, aún cuando en la publicación original del texto aparezca como "género de vida"
de la superestructura, en lugar de hablar de superestructura ideológica y jurídico-política. Ello,
porque la connotación de tales términos usuales se refiere de manera particular a las
superestructuras de las sociedades clasistas, resultando equívocos e inadecuados cuando se trata
de la prolongada historia de las sociedades preclasistas. En los siguientes capítulos nos
referiremos más detenidamente a las superestructuras, en particular a la conciencia social, dada
la relevancia que en su conformación adquiere la cultura y su incidencia en la práctica política.
Ahora bien, planteadas las cosas en esos términos, concebimos a la categoría de
formación económico-social, o formación social, como reflejo de la unidad orgánica real e
indisoluble de la base material del ser social y las superestructuras. Dicha unidad implica
relaciones estructurales y causales recíprocas, en las cuales el mayor nivel de acción está
determinado por las contradicciones fundamentales que se establecen en la esfera del modo de
producción. Por ello es que la calidad históricamente determinada de una formación social, está
dada por las características de la calidad fundamental del modo de producción. El desarrollo de
las contradicciones esenciales del modo de producción conlleva el desarrollo del sistema
complejo de contradicciones que integran a la totalidad social. Entre éstas, la resolución de las
contradicciones a nivel superestructural es condición para el cambio de la base económica,
cuyo salto cualitativo implica la transformación de la formación social como totalidad.
Para precisar algunas implicaciones básicas de la delimitación conceptual que queremos
explicitar respecto al manejo que usualmente se hace en nuestro medio de estas categorías,
diremos que:
a) La diferencia entre "formación económico-social" y "modo de producción" no está
dada por un carácter más "abstracto" o más "concreto" de una de estas categorías. Implican un
mismo nivel de generalidad, conocido por abstracción, de las regularidades comunes a las
diversas sociedades concretas. Su manejo teórico o metodológico, en la investigación de la
historia real, puede significar el reflejo más simple o más rico de las múltiples determinaciones
objetivas de la sociedad.
b) La categoría de modo de producción no incluye las superestructuras jurídico-política
ni ideológica, ni aún toda la base material del ser social y se refiere particularmente a la unidad
de los procesos económicos de producción de la vida material.
c) La categoría de modo de producción no es una abstracción ideal "pura" de un tipo o
forma de producción que, combinado o coexistente en subordinación o dominancia con otros,
constituya la formación económico-social. Es nuestro caso, aceptando a negación dialéctica (no
"ruptura") como efecto de la negatividad de la materia, todo modo de producción real es un
sistema de diversas formas de producción, determinando y cualificado por el tipo o forma de
relaciones fundamentales del sistema.
d) La categoría de formación económico-social, por lo tanto, no designa una
"combinatoria" o "articulación" particular de modos de producción, entendidos estos con todo y
superestructuras. Es la categoría que expresa la unidad real de la base material y las
superestructuras, que incluye al modo de producción como la estructura dinámica fundamental
de la totalidad social, reconociendo la distinción básica esencial asentada por la teoría
materialista de la historia.
Hechas estas aclaraciones que nos han parecido pertinentes, tanto para precisar el
contenido de estas categorías centrales del materialismo histórico como por el hecho de que la
formulación de la categoría de cultura está referida a la de formación económico-social,
entraremos a reseñar la formulación que hemos hecho específicamente sobre la categoría de
cultura.

A) Podemos sintetizar conceptualmente a la cultura como el conjunto singular de


formas fenoménicas que presenta una sociedad concreta, como efecto históricamente
multideterminado por las condiciones particulares del desarrollo de las regularidades generales
de su formación económico-social. De manera de las regularidades estructurales y causales
objetivas que expresa la categoría de formación social, constituyen el sistema de contenidos
esenciales generales a que corresponden las manifestaciones culturales.
Así, a través de esta relación tricategorial básica entre cultura y formación social,
podemos delimitar qué es lo que entendemos por fenómenos culturales. Pero ello significa
considerar esta triple relación (formas fenoménico singulares-contenidos esenciales generales)
simultáneamente, como una unidad. Pues hay formas esenciales -como las formas de las
relaciones sociales de producción- que no son culturales; hay también singularidad formal, por
ejemplo, en la integración de diversos tipos de relaciones de producción secundarias al modo
de producción, que son esenciales respecto a la cultura; y puede haber formas fenoménicas,
como en la representación ideológica de las relaciones de explotación, que tengan un carácter
general, común a diversas sociedades con el mismo modo de producción. Es decir, cada una de
esas relaciones categoriales por sí solas no permiten precisar la connotación del concepto de
cultura.
Es posible considerar analíticamente los aspectos parciales de esta relación (forma-
contenido, fenómeno-esencia, singular-general), pero siempre entendidos como aspectos de una
relación tricategorial indisociable.
Si consideramos a las formas, en relación a los contenidos, debemos apreciar que en
aquellas se puede distinguir: a) los aspectos fundamentales y secundarios de la forma y, b) la
forma general y las formas particulares que la integran. La forma mantiene siempre una
relación de correspondencia necesaria respecto a su contenido. Pero la necesidad de la
correspondencia se establece a través de los aspectos fundamentales de la forma. Sin embargo,
en lo que se refiere a los aspectos secundarios de la forma, tanto a nivel general como de sus
aspectos particulares, hay un amplio rango de variabilidad posible. Y es lo que permite explicar
por qué diferentes configuraciones formales pueden corresponder a un mismo contenido. Este
es el campo de variabilidad posible en el cual se realiza la singularidad fenoménica de la
cultura.
El fenómeno, objetivamente, incluye a la esencia y en él se presentan unidos lo esencial
y lo no esencial. Sin embargo, al manifestarse fenoménicamente tal unidad como una totalidad,
la singularidad cultural resulta de la combinación específica de ambos aspectos, en el rango de
la variabilidad formal de los múltiples elementos y procesos integrantes del contenido de la
formación social. Por lo que aparecen como una singularidad distintiva de la existencia de cada
grupo social.
En este sentido, debe aclararse que la singularidad cultural no interesa como la
individualidad irreductible de cada elemento, objeto o conducta personal de los integrantes de
un grupo social. Se trata de la singular configuración compuesta por las distintas clases de
elementos, conductas o procesos que caracterizan a un grupo social como tal.
Hay que señalar que el carácter singular de la cultura se puede apreciar en dos sentidos.
Por una parte, como la singularidad de las diversas formas fenoménicas de existencia de las
regularidades generales de la formación social, en la sociedad misma de la cual son una
expresión concreta. Por otro lado, como la singularidad que distingue la existencia real de
diversas sociedades, aún cuando éstas compartieran las mismas calidades esenciales de la
formación social. Y, con mayor razón, cuando sus modos de producción son diferentes.
Un punto que nos interesa subrayar es el hecho de que, al considerar a la cultura como
el conjunto de manifestaciones fenoménicas concretas de la formación económico-social, se
trata de las manifestaciones de la totalidad social, considerando tanto a las formas de existencia
del ser social como de las superestructuras. El concepto no se restringe de ninguna manera a las
expresiones ideológicas o de la conciencia social. Mas aún, entendemos que si existe una
singularidad cultural de las manifestaciones de la conciencia social, es porque ellas reflejan -sin
duda a través de diversas mediaciones- las formas culturales de existencia de la materialidad
del ser social; tanto de las conductas y relaciones objetivas que se establecen entre los hombres,
como de los objetos con los cuales y por medio de los cuales ellos se relacionan.
B) Otro aspecto importante de la caracterización de la cultura se aprecia al analizarla
considerando a la sociedad como un sistema. Es decir, según el grado y calidad de las
relaciones entre el todo social y las partes que lo integran. Desde esta perspectiva, no nos
interesa analizar a la cultura en sí misma como un sistema. No porque no sea posible hacer tal
abstracción, sino porque el análisis de un sistema de formas que prescinda de la consideración
del sistema de contenidos con los cuales se corresponden necesaria y contradictoriamente,
carece de posibilidades explicativas. En esto radica la diferencia básica entre una concepción
dialéctica de la sociedad y una concepción estructuralista 407.

407
Esto no se refiere sólo a las concepciones estructuralistas que, como la de Levi-Strauss, prescinden de la dimensión histórica.
La categoría dialéctica de forma no se refiere sólo a la disposición espacial en cuanto a la estructuración de los elementos del
contenido. La forma también implica una ordenación temporal de la disposición dinámica de los elementos componentes del
contenido, conformándose así la estructura como proceso histórico. Pero el sólo hecho de considerar la dimensión histórica en el
desarrollo de la estructura, como lo hace Pierre-Phillippe Rey, no significa que se adopte una concepción materialista dialéctica,
desde que se mantiene la prescindencia , en el análisis formal de las estructuras, de su correspondencia contradictoria con el
sistema de contenidos que permiten explicar los procesos históricos.
Entendemos, por lo tanto, a la cultura como el conjunto de formas fenoménicas en las
cuales se manifiesta la unidad y diferencia a las partes cuya integridad orgánica se establece en
torno al sistema esencial de relaciones sociales de la formación económico-social. Podemos
hablar de "cultura global" o "subculturas" para referirnos a las manifestaciones culturales del
sistema como totalidad o de los grupos sociales que forman parte de esa unidad. De cualquier
modo, "cultura global" o "subculturas" son conceptos transitivos y relativos a los niveles de
integridad de los grupos sociales a los cuales corresponden. Es decir, se puede hablar de
subculturas que integran subconjuntos culturales mayores, los cuales constituyen aún la
manifestación de una parte de la sociedad.
El criterio básico a través del cual distinguimos a los grupos sociales que forman
"partes" de la formación social y que se manifiestan fenoménicamente como subculturas, se
funda en el hecho de que éstos comparten una práctica común en la base material del ser social.
Y ello puede deberse a que posean una misma posición en el sistema de relaciones sociales o a
que constituyan a una unidad de interacciones reales. Así, entre los criterios básicos para la
distinción de "partes" de una formación clasista, hemos considerado como relevantes a:1) los
grupos que comparten una misma posición en el sistema de relaciones sociales de producción
(clases y sectores sociales); 2) los grupos que comparten una misma posición en la división
social del trabajo408 y; 3) grupos de origen histórico-geográfico particular (etnias, naciones y
otros). Desde luego, no son los únicos criterios aplicables y no son excluyentes entre sí. En el
caso de las sociedades preclasistas, el primer criterio es inaplicable y adquieren relevancia
otros, como la posición en el sistema de relaciones de filiación, en la estructura tribal (cuando
ésta existe), o en la división doméstica o social del trabajo. Al transformarse las comunidades
en sociedades clasistas o en parte de ellas, estas diferencias pueden persistir y, por lo tanto,
también sus manifestaciones culturales distintivas.
Podemos resumir las características de las 'subculturas' diciendo que:
1) Conforman el conjunto de manifestaciones culturales correspondientes a los diversos
grupos sociales que se pueden distinguir como partes de una formación económico-social.
2) La distinción básica de los grupos sociales, manifiesta como subculturas, se establece
en la base material del ser social. Pero incluye las formas culturales tanto de sus relaciones
sociales objetivas y de los objetos que involucra su interacción, como de las expresiones
superestructurales de su conciencia social o de su participación institucional. Podemos decir
que la distinción de partes de una formación social se establece - metafóricamente hablando - a
través de divisiones "verticales", incluyendo desde la posición común en la práctica del ser
social, hasta sus correspondientes formas superestructurales. Debe advertirse que estas
distinciones no pueden ser tajantes, por cuanto uno de los principales aspectos distintivos de
cada grupo social se refiere a su particular forma de relación con otros grupos y de integración

408
De hecho, también la posición en la división social del trabajo es un aspecto definitorio de la posición de clase, subordinado
a las relaciones de propiedad sobre los elementos del proceso productivo. Sin embargo, lo explicitamos por caracterizar una
particularidad de la práctica del ser social que se manifiesta claramente como subcultura.
a la totalidad social.
3) Esto último implica que cada subcultura posee singularidades que la diferencian de
las demás, pero comparte, a la vez, diversas formas culturales con aquellas de otros grupos que
integran la misma formación social.
4) Hay que decir que no siempre un grupo social comparte posiciones idénticas en todos
los aspectos de su ser social. Es decir, un grupo que comparte determinadas posiciones
comunes como ser social -y que es diferencialmente identificable como subcultura-, puede estar
integrado por grupos o parte de grupos que, en otro nivel de relaciones de la práctica social,
mantienen distintas posiciones o interacciones, las que también son culturalmente
diferenciables. Así, por ejemplo, un grupo étnico puede integrar diversas clases sociales; una
clase social puede pertenecer a distintas naciones y una nación estará siempre integrada por
distintas clases.
En cuanto a la cultura "global", podemos decir que está configurada por múltiples
subculturas que la componen. Es decir, en general, la cultura de una sociedad concreta, como
totalidad, es la manifestación fenoménica de la unidad de lo diverso. En ella se expresa y
reconoce, a la vez, lo que diferencia y lo que une en una totalidad contradictoria a los distintos
grupos sociales que la integran.
C) Como es la cultura la expresión fenoménica de la sociedad, ésta se muestra a la
observación como una multiplicidad aparentemente caótica de manifestaciones sensibles. Y
ello es lo que constituye la información empírica que las disciplinas antropológicas o la
arqueología deben ordenar para proceder al análisis e inferencia de la formación social de una
sociedad concreta. Lo cual plantea un problema metodológico básico, cuya respuesta debe
encontrarse en la teoría: ¿ hay un orden objetivo en el caos aparente del fenómeno, en el cual se
puedan fundar criterios consistentes de ordenación?
Al respecto, y de manera general, consideramos que esta heterogénea diversidad de
manifestaciones fenoménicas responde a regularidades objetivas que se establecen en dos
dimensiones:
1) El orden del sistema de contenidos de la formación social al que corresponden, como
expresiones aparentes, las formas fenoménicas de la cultura. Pero ello implica considerar que se
trata de un sistema complejo y dinámico, cuyos elementos y procesos constitutivos pueden
adquirir calidades de contenidos diferentes, simultánea y sucesivamente, en las diversas
relaciones que guardan en diferentes momentos con los demás componentes del sistema.
2) El grado de desarrollo de las fuerzas productivas, como magnitud esencial a la que se
corresponden las transformaciones fundamentales de la calidad del sistema de contenidos y que
está dada por determinados sistemas de las relaciones de producción. Tales cambios
fundamentales conllevan las modificaciones más importantes del orden específico de los
contenidos de la formación socioeconómica a que se corresponden las formas culturales.
Con base en estos criterios, se plantea que la extensión espacio temporal de las
unidades de análisis -elementos o rasgos culturales- es relativa y se correlaciona con los niveles
de integridad de los contenidos de la formación social que se busca inferir y explicar. Sobre la
misma base se plantea la sistematización general de los criterios de ordenación de las formas
culturales.
D) Hasta acá, hemos visto las conexiones que muestran las diferencias y unidad básica
de la cultura y la formación económico-social. Una concepción dialéctica, sin embargo, nos
exige la explicación de este complejo sistema de relaciones en su dimensión histórica y
dinámica de una manera más explícita, aún cuando todas las relaciones categoriales manejadas
implican en su formulación la existencia de regularidades del movimiento.
Analizamos este aspecto comenzando por la explicación de la singularidad cultural -
entendida como calidad esencial de la cultura en su propio nivel fenoménico- en el contexto de
la compleja unidad de interacciones que integran la causalidad social. Si la cultura es singular,
tal característica debe ser explicada y un aspecto fundamental de la explicación científica
consiste en el conocimiento de la determinación causal, que es siempre histórica y
multideterminada.
Siendo la singularidad cultural una calidad general, es decir, la cultura en todas y cada
una de las sociedades es singularmente distintiva, consideramos los factores más generales,
estrechamente vinculados, que intervienen en la singularización de las formas culturales y
deben, por lo tanto, ser considerados en su explicación.
1) Singularidad de los contenidos sociales. Los contenidos de la formación social son
esenciales y generales respecto a su propia manifestación concretamente multiforme en la
cultura. Sin embargo, guardan entre sí diversos niveles de esencialidad y grados de
determinación, configurando un sistema de relaciones fundamentales que, respecto a otras
formaciones sociales -aún con el mismo modo de producción como calidad esencial-, presenta
diferencias secundarias que lo hacen singular. La singularidad fenoménica del conjunto de
formas culturales de una sociedad obedece así, en parte, a su correspondencia con esta
singularidad de contenidos socioeconómicos.
La conformación y el desarrollo de estas singularidades del contenido de la formación
social, que tienen carácter general respecto a sus expresiones culturales, deben ser
comprendidos con el contexto de la causalidad de la historia concreta de la sociedad. En parte,
inciden en ellas los condicionantes del medio geográfico, a través de las particularidades que
adquieren la organización técnica del trabajo y el modo de vida, como formas de racionalizar la
explotación específica de los recursos disponibles. Pero los factores de mayor incidencia en
este proceso responden a las particularidades de las sucesivas negaciones de las calidades
sociales que conlleva todo el proceso histórico. Y ello tiene que ver con dos factores que se
condicionan recíprocamente. Por un lado, con las vías de los procesos revolucionarios que
modifican cualitativamente el modo de producción y, con ello, a toda la formación social. Y
que pueden ser procesos autogenerados o derivados de la interacción entre sociedades con
diversas modalidades. Por otra parte, en la generación de las singularidades de las nuevas
calidades de la formación social, inciden también los niveles de desarrollo y calidades de las
sociedades dialécticamente negadas. Siendo más notable este proceso cuando se conforma una
nueva totalidad socioeconómica integrando a distintas sociedades que, antes de ello, han tenido
desarrollos históricos independientes.
2) Contingencia y causalidad social. En análisis de la causalidad objetiva nos lleva a
considerarla como causalidad completa. Esto quiere decir, aceptando el principio de
concatenación universal, que la causalidad real no comprende sólo a una causa esencial y sus
condiciones necesarias, en la génesis de un efecto determinado. Siempre esa causalidad
suficiente va unida a diversas condiciones contingentes. La causa esencial y las condiciones
necesarias determinan con carácter necesario la generación de un efecto en sus aspectos
esenciales. Y las condiciones contingentes, siempre presentes, se caracterizan porque no
pueden modificar los aspectos esenciales del efecto, ni su ausencia puede anular su generación.
Por ello, el conjunto de condiciones contingentes puede ser muy diverso y ello no altera el
desarrollo de la causalidad fundamental o necesaria. Pero la calidad coyunturalmente singular
del conjunto de contingencias, desde que determina los aspectos secundarios del efecto, tiene
capacidad de definir su singularidad como fenómeno individual. Es este un problema
apasionantemente complejo, pero que no podemos ampliar en esta apretada síntesis.
Volviendo a la sociedad, diremos que, desde que la contingencia es un componente
indisociable de la causalidad, es la que determina de la manera más importante la singularidad
cultural que se da en los niveles secundarios y aparentes del fenómeno social.
En otros términos, podemos decir que la cultura es la configuración multifacética de
efectos de la contingencia que opera en la causalidad social completa. Contingencia que es
relativa al carácter necesario de las leyes que rigen, como regularidades fundamentales, el
desarrollo de la formación económico-social. Contingencia y necesidad son categorías
objetivamente relativas y dependen recíprocamente del nivel de acción de las regularidades que
operan en los distintos niveles de integridad en un proceso.
Entre los factores de contingencia que determinan las singularidades culturales hemos
considerado a los factores naturales del medio geográfico, contingencias históricas internas y
contingencias históricas externas, debidas estas a la relación entre distintas sociedades.
E) Uno de los puntos más importantes para entender las relaciones dinámicas entre la
formación social y sus manifestaciones culturales es -junto con el análisis de la causalidad
social como causalidad completa- el sistema de mediaciones que se establece entre ambos
niveles, interpenetrados, de existencia de la totalidad social. Es lo que nos permite explicar la
dinámica del movimiento social real, en que los cambios que ocurren en ambos niveles no se
corresponden de manera mecánica ni sincrónica, aunque la relación entre las formas culturales
y los contenidos de la formación social, es de correspondencia necesaria.
Se puede afirmar de manera muy general, que la cultura presenta una "relativa
independencia" respecto a la formación socioeconómica, pero que ésta la "determina en última
instancia"409.
Las categorías de análisis que nos permiten analizar y explicar tal relación dinámica,
son las leyes generales del movimiento o leyes fundamentales de la dialéctica.
1) Correspondencia de calidad y magnitud. La calidad esencial de la cultura, en el nivel
apariencial de lo fenoménico, es su singularidad, la cual corresponde a diversas magnitudes
inmediatas. No obstante, tal calidad fenoménica se corresponde también con la magnitud
esencial del grado de desarrollo de las fuerzas productivas a través de una complicada red de
mediaciones. Básicamente, esto se explica por el hecho de que el desarrollo de las fuerzas
productivas conlleva una ampliación y una diversificación cada vez mayor de la producción
material. Lo cual exige la complejización de las relaciones sociales e interacciones
conductuales y genera un enriquecimiento de los contenidos de la conciencia social. Así, la
calidad singular de la cultura se corresponde con la ampliación de los objetos, conductas y
reflejos sociales, cada uno de los cuales adquiere formas fenoménicas propias y distintas. Con
lo cual, el rango de variabilidad posible de sus combinaciones resulta una configuración formal
irreductiblemente singular, como cultura.
2) Contradicciones. El sistema de mediaciones que une a la cultura y la formación
social, es un complejo y dinámico sistema de contradicciones. Es lo que Lenin llamó,
metafóricamente pero acertadamente, el sistema de "eslabones intermedios" entre lo
fenoménico y lo esencial.
Puede plantearse, también de manera general, que la calidad singular del multifacético
fenómeno cultural, obedece a la contradictoria correspondencia de sus formas con el sistema
general de contenidos esenciales de la formación socioeconómica. Pero ello exige un análisis al
que se puede proceder observando las relaciones contradictorias entre la formas y contenidos a
través de las cuales se eslabonan ambos aspectos de la sociedad en distintos niveles de
integridad.
Es posible entender por qué la configuración cultural guarda una relativa independencia
respecto al desarrollo y cambios de diferente ritmo que poseen las regularidades de la
formación social -en que lo fenoménico llega a ocultar dichas regularidades a la observación
empírica- si se piensa en la complejidad del sistema de contracciones que media entre ambas.
Puesto que, a la vez, son contradicciones diversas que rigen con distintos niveles de acción, se
encuentran simultáneamente en diferentes fases de desarrollo, se establecen entre elementos
con distintas posiciones relativas dentro del sistema o entre éste y la naturaleza, las luchas de
contrarios adquieren distinta intensidad y pueden resolverse de manera antagónica o no

409
Dicho así, a través de un par de socorridos clichés que se emplean para describir las relaciones entre base y superestructura,
se presenta como una afirmación con muy poco contenido. Ello es porque la "relativa independencia " y la "determinación en
última instancia" sólo cobran sentido cuando se investigan y explican en su específico encadenamiento, las mediaciones que
unen, bajo tales relaciones, a los distintos aspectos de la realidad social. Desafortunadamente no será posible ampliar acá tales
explicaciones, que están explicitadas en el trabajo mencionado y que estamos comprimiendo en este resumen.
antagónica.
3) Negación de dialéctica. El proceso de negación dialéctica de lo viejo por lo nuevo en
la sociedad, nos permite explicar por qué se da una persistencia en las formas culturales aún
cuando ocurren cambios cualitativos importantes en la formación social. La negación dialéctica
implica la destrucción de la calidad de lo viejo, al generarse nuevas calidades esenciales. Pero
no es una destrucción de todos los elementos y procesos que integraban la vieja totalidad,
haciéndola desaparecer para dar lugar a una nueva creación desde la nada. Tampoco significa
que los elementos y calidades secundarias del proceso negado coexistan con lo nuevo. Los
elementos, procesos y algunas calidades de lo viejo, se transforman incorporándose a una
nueva totalidad, cuya calidad y contradicciones fundamentales son diferentes. Por este sólo
hecho, todos los elementos que se han recreado e incorporado a la nueva totalidad, adquieren
nuevas calidades, por lo menos, dada su relación con relaciones esenciales nuevas y diferentes.
Por esto es posible que muchos de los rasgos culturales de las viejas sociedades persistan,
recreándose, manteniendo la singularidad fenoménica que los distingue a nivel sensible, aunque
su calidad determinada por las posiciones y relaciones que adquieren en el nuevo contexto
sistémico, sea diferente. Pero este hecho no se percibe sensorialmente, sino que se pone en
evidencia a través de la inferencia racional.
F) La sociedad como totalidad concreta. En las líneas precedentes hemos reseñado de
manera más o menos enumerativa los diversos tipos de relaciones que guardan los distintos
aspectos de la sociedad, para poder entender lo que diferencia al conjunto de fenómenos que
conforman lo que denominamos cultura de las regularidades de la estructura y causalidad
esenciales y generales de toda la sociedad que han sido teorizadas y designadas bajo el
concepto de formación económico social. Pero, a la vez, habremos podido apreciar que en cada
tipo de relación que distingue a ambos aspectos de la sociedad, se manifiesta la necesaria e
insoluble unidad de los mismos.
Para comprender los diversos vínculos y regularidades de determinación, diferencia y
unidad, estructura y secuencia causal que operan en el proceso social objetivo, es necesario
descomponerlo analíticamente, a través de la abstracción, en sus relaciones más simples. Sólo a
partir de ello podemos acceder a la comprensión de la complejidad real y unitaria de la
sociedad. Del mismo modo, la exposición de los resultados de tal investigación sólo puede
hacerse comprensible y comunicable formulando de manera sucesiva las diversas abstracciones
realizadas en el análisis. Y así hemos procedido, viendo primero las relaciones más simples:
forma-contenido, singular-universal, fenómeno-esencia, todo-partes, causa-efecto, necesidad-
contingencia, posibilidad-realidad, contradicción, calidad-magnitud, negación, etcétera. Luego,
se pueden apreciar los vínculos que se entretejen entre estos distintos tipos de relaciones.
Sin embargo, la sociedad, como cualquier proceso real, es una totalidad concreta.
Objetivamente, esta categoría se refiere al hecho de que ninguna de las diversas y múltiples
relaciones que conocemos por abstracción y de manera analítica, existe independientemente de
las demás. Todas ellas conforman un sistema de regularidades objetivamente unitario. Eso es lo
que refleja el principio de la unidad material del mundo o de concatenación universal, que son
en realidad las dos caras de la misma moneda. Materialmente, la categoría de totalidad concreta
significa que todas las relaciones que podemos abstraer y formular como categorías o leyes
generales -es decir, que operan en todos y cada uno de los procesos reales- se encadenan de una
manera específica en cada proceso real y en cada momento histórico. Por ello, la realidad
social concreta es un proceso unitario y único y debe llegar a conocerse como tal.

2. Cultura, conciencia y psicología social.

En el capítulo precedente nos hemos referido de una manera muy general y sintética a los
conceptos de ser social y superestructuras, cuya diferencia y unidad se expresa en la categoría
de formación económico-social. Tal diferencia coincide, de manera aproximada -aunque no en
el contenido de su formulación teórica-, con la distinción que tradicionalmente se ha
establecido en la antropología entre "cultura material" y "cultura espiritual". Acá nos
detendremos un poco más en un aspecto específico de la relación entre ser social y sus
correspondientes formas estructurales de reflejo subjetivo.
En particular, nos interesa mostrar la importancia que tiene la materialidad de la cultura
-como conjunto de formas fenoménicas de existencia de ser social- en la conformación de la
conciencia social y, en general, de la llamada sicología social.
La explicitación de las conexiones entre las posiciones estructurales de las clases en
torno al modo de producción y demás relaciones objetivas que, como grupos humanos,
establecen en la práctica del ser social, y la conformación de su subjetividad como un factor
relevante en el condicionamiento de la conducta social, que es un aspecto bastante descuidado
en las teorizaciones sociológicas, desde la perspectiva marxista. Uno de los pocos autores que
se ha ocupado especialmente del problema, aunque de manera poco sistemática pero
persistente, ha sido Gramsci. De cualquier manera existe al respecto un relativo vacío que a
dado espacio a una corriente que ha llegado a convertirse en moda, y que intenta compatibilizar
el psicoanálisis con el marxismo410 .
Queremos aclarar que no es nuestra intención la de "sicologizar" el análisis social y
menos a través de tal clase de engendros eclécticos, que sólo son concebibles desde un manejo
superficial, si no necesariamente del sicoanálisis, con seguridad sí del marxismo.
Cuando se plantea el problema de la complejidad de las relaciones entre base y
superestructura, se recurre con frecuencia a la frase de Engels, escrita en carta a J. Bloch (21-
22/XI/1890) "...según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia
determina la historia es la producción y reproducción de la vida real".

410
Como toda moda intelectual, se manifiesta en proposiciones de desiguales niveles, desde las superficiales y panfletarias a las
más pedantescamente elaboradas. Y hay también tras ellas diversas intenciones: desde la búsqueda de coherencia hasta el más
pedestre oportunismo, muy atento a las modas del mercado.
Pero también, con frecuencia, el recurso a la "determinación en la última instancia" ha venido a
sustituir la explicación de cómo se da ese específico sistema de mediaciones entre la base y la
superestructura, a través de las cuales las determinaciones de mayor nivel de acción de la
estructura económica y el ser social generan determinados efectos en las superestructuras, y de
las cuales éstas actúan recíprocamente en la reproducción de aquel.
No pretendemos teorizar aquí la relación base-superestructura, tarea compleja y
pendiente de mayores desarrollos por parte del marxismo. Sólo nos interesa hacer resaltar un
aspecto de esa relación, en el contexto de la concepción materialista de la historia y que tiene
relevancia para entender los problemas particulares a que se refiere nuestro estudio. Se trata,
reiteramos, de comprender cómo las formas concretas de existencia del ser social, manifiestas
como "cultura material" inciden en la formación del reflejo superestructural subjetivo que es, a
su vez, un componente inseparable –y, además, necesario en la explicación- de la conducta
social, a través de la cual se reproduce el ser social.
Conceptualmente, entendemos a la sicología social como el conjunto de procesos
subjetivos que integran la conducta de los grupos humanos que comparten características
comunes como ser social. Aunque, de hecho, la sicología social como disciplina científica
incluye necesariamente en su objeto de estudio a la conducta social como totalidad, ya que sólo
en ese contexto global se expresa objetivamente y puede ser explicado su aspecto subjetivo.
La incidencia de los aspectos culturales de la sociedad en la conformación de la
sicología social ha sido considerada de diversas maneras por los distintos autores que se han
ocupado del problema. Sin embargo, hay diferencias en su conceptualización debidas también a
la ambigüedad o arbitrariedad en el manejo de concepto de cultura, según las connotaciones
que a éste se otorgan. La consideración del aspecto cultural se muestra, por ejemplo, en el
hecho de que la mayoría de los autores hacen referencia a la "sicología nacional", como una
particularidad de la existencia de la sicología social.
Chesnokov, concibe a la sicología social como el primer grado o "peldaño inicial de la
conciencia social, derivado directamente del ser social". E incluye en ella tres elementos
esenciales, conformando una unidad, que son: a) "...las ideas y representaciones engendradas
por el conjunto de las condiciones de vida de la clase y de la sociedad toda, así como también
las ideas que se han recibido de las generaciones anteriores y que los hombres aceptan como
propias" b) "...los sentimientos, las tendencias y los estados de ánimo que caracterizan a la clase
o grupo social, expresan las actitudes emocionales de la clase o grupo frente a otros grupos y
condiciones sociales, e inducen a las personas a conducirse de cierto modo." y, c) "las
tradiciones, los usos y costumbres, los hábitos que constituyen una fijación 'material' de las
ideas y sentimientos de las clases y grupos sociales..." (Chesnokov, 1966: 332-333). Y define a
la cultura como "...el conjunto, históricamente condicionado, de hábitos, conocimientos, ideas y
sentimientos de los hombres, así como su fijación y materialización en la técnica de la
producción, en los servicios públicos, en el nivel de instrucción del pueblo y los institutos que
reglamentan y organizan la vida social, en los resultados de la ciencia y de la técnica, en las
obras de la literatura y del arte" (Idem: 417).
Por su parte, autores que se ocupan específicamente de la sicología social, como
Predvechni y colaboradores, destacan la importancia del medio social concreto en la
conformación de la personalidad. Afirman que "El concepto de medio social designa la
peculiaridad concreta de las relaciones sociales en una etapa determinada de su desarrollo. De
este modo se distingue del concepto de formación económico-social y lo completa. El concepto
de medio social no caracteriza la esencia de las relaciones sociales, sino su manifestación
(Predvechni et. al., 1977: 37). Señalan que el concepto de medio social "es ampliamente
utilizado por la sociología y la psicología social burguesa de hoy...", Criticando el hecho de que
"...lo entienden preferentemente como medio cultural, sin conectarlo con la actividad
productiva de los hombres, con la estructura socio-clasista de la sociedad lo cual hace, en
última instancia, que la interpretación del medio social en la formación de la personalidad sea
idealista"411 . Los citados autores establecen, además, otra mediación entre medio social y
personalidad, a través de la categoría de "modo de vida" de la personalidad, entendida como "el
conjunto de relaciones prácticas" de la personalidad con el medio social. Resumen su
planteamiento al respecto diciendo que "la formación económico-social, por consiguiente, en su
plasmación histórica, demográfica, geográfica y étnica forma un medio social determinado y,
consiguientemente, un modo de pensar y de sentir. En consecuencia, formación económico-
social - medio social - modo de vida - personalidad, tal es el esquema básico del proceso de
penetración de las relaciones sociales en las relaciones del hombre con otros hombres, de la
sociedad en lo individual, la vía por la que se realiza la socialización de la personalidad"
(Ibídem).
Nos hemos extendido un tanto en estas referencias para destacar la importancia de las
formas concretas de la existencia social, regida por regularidades generales, en la conformación
de la personalidad humana y su subjetividad, aunque no formalizamos el problema con los
mismos términos. Al formular el concepto de cultura, lo que hemos hecho es precisamente
explicar sus conexiones con las regularidades esenciales que connota la categoría de formación
económico-social y con las cuales integra una totalidad concreta unitaria. Acá, lo que
pretendemos, desde nuestra formulación, es mostrar cómo interviene la cultura en la
conformación del reflejo subjetivo, considerando como sujetos a los grupos humanos que
comparten aspectos comunes en la práctica del ser social.
La premisa fundamental en que se sustenta nuestra exposición es la afirmación de que,
en la materialidad objetiva del ser social, todas las actividades y relaciones sociales, así como
los objetos que involucran todas las prácticas humanas presentan, en cada sociedad o grupo
social, una concreción fenoménica que ostenta formas propiamente culturales. Es decir, la
cultura existente materialmente, objetivamente en relación con la conciencia social, como
conjunto de manifestaciones fenoménicas concretas del ser social.

411
Idem: 40 (subrayado mío). Cabe decir que, de lo expresado, puede deducirse un carácter empirista o reduccionista de las
interpretaciones “burguesas”, pero no necesariamente su carácter idealista.
A partir de ello, veremos cómo incide la materialidad de la cultura en la formación del
reflejo social, como conciencia y afectividad y, en general, en la sicología social como efecto y
condicionante de la conducta social.

A. La conciencia o reflejo social.


Los términos que se usan para designar a esta esfera de la vida social (superestructura
ideológica o conciencia social) con insuficientes para denotar su contenido que es, en realidad,
mas amplio. Es cierto que en algunos autores restringen el concepto a las formas y contenidos
específicamente ideológicos del reflejo conciente. Pero, de hecho, la mayoría de los
investigadores incluyen diversas formas del reflejo social como la ideología, ciencia, sicología
social, etc.
Expondremos el contenido que otorgamos al concepto, partiendo de las dos formas
básicas del reflejo subjetivo de la realidad consideradas como formas sociales de reflejos que,
prescindiendo de las múltiples diferencias de personalidades individuales, corresponden a los
contenidos de la práctica común de un grupo humano que comparten diversas características
similares de su ser social.
1. Reflejo cognitivo.
Es al que se refiere con propiedad el término de conciencia social. Debe tenerse en
cuenta que, como todo reflejo consiente, es un efecto generado por las propiedades de la
existencia real. Sin embargo, el reflejo puede correspondes adecuadamente o no a las
propiedades del ser. En este caso, las propiedades del ser social y las condiciones en que se
desarrolla su praxis. Esta diferencia entre conciencia y ser, que no son idénticos permite
entender, en teoría el conocimiento, el error. Y, en el proceso social, la falsificación ideológica
de la realidad.
Se pueden distinguir, en lo general, dos niveles de la conciencia social cuyos límites son
recíprocamente relativos:
1.1 Conciencia habitual es el nivel de conocimientos que se originan a partir de la
experiencia de la práctica social cotidiana. Su forma es básicamente empírico-espontánea412.
Sus contenidos son reflejos de la inmediatez sensible y del razonamiento elemental acrítico. Es
el mundo de la seudoconcreción413. Se estructura sobre la base de la lógica asociativa del
"sentido común" (generalización básica por analogía, contigüidad, oposición). Los argumentos
que refuerzan los juicios son de autoridad (están contenidos en la tradición, son aceptados por
la mayoría, son emitidos por una personalidad reconocida) o de su seudo evidencia empírica
(colección de hechos unilateralmente seleccionados). El criterio de verdad es pragmático: el
conocimiento se considera verdadero cuando no entra en contradicción con la práctica cotidiana

412
Véase la caracterización del conocimiento empírico que se hace en el libro Metodología del conocimiento científico, por un
colectivo de autores de las Academias de Ciencias de la URSS y Cuba.
413
Según la acepción que otorga a este concepto K. Kosik.
restringida. Como concepción de la realidad, agrupa un conglomerado de estereotipos,
representaciones simplificadas de la realidad que permiten la comunicación convencional y
liberan al individuo de la necesidad de reelaboración creativa de sus conocimientos. El
estereotipo, como el prejuicio, es aceptado y creído. Como su origen es exterior a la crítica
conciente del individuo, puede provenir de la tradición o ser una invención actual, puede ser
creado por el grupo o ser impuesto por otros.
En relación a la conciencia habitual hay un punto central que nos interesa destacar: la
inmediatez sensible, el punto de partida del conocimiento de la realidad, está dominada por la
percepción de la concreción fenoménica o aparencial de la realidad. Y en el caso de la realidad
social, las formas que ésta presenta como concreción sensible -apariencia fenoménica- es
precisamente el conjunto de formas singulares que caracterizan a la cultura.
La conciencia habitual refleja el mundo de las formas, colores y texturas de las cosas, en
todos los productos de la transformación material, de los diferentes objetos con los cuales, y a
través de los cuales, los seres humanos se relacionan; de los olores de las comidas, de los
combustibles y de los perfumes; de la lengua y sus modalidades y los acentos del habla; de las
formas objetivas de saludarse; de las normas de etiqueta, de las convenciones del cortejo o de
los rituales religiosos; de las conductas particularmente convencionales en general; del oír y
repetir los refranes populares, con toda su sabiduría y todos sus prejuicios; de los juicios
ideológicos aceptados sin crítica, etc.
Importa señalar que, entre los contenidos de la conciencia habitual como conciencia
cultural, se cuentan no solo los productos del trabajo humano, sus conductas y sus pensamiento
estereotipados, sino también los diversos aspectos naturales -no determinados en sus formas y
propiedades básicas por el hombre- que constituyen condiciones inseparables de la vida social y
objetivos de percepción cotidiana. Nos referimos a las características raciales del fenotipo
humano y las características del medio geográfico en que se desarrolla su actividad. Hay que
indicar igualmente que, si bien la conciencia habitual se forma en la práctica cotidiana del ser
social, los contenidos que se acumulan en ella como memoria colectiva y cultural, no son sólo
los reflejos de la vida estrictamente cotidiana o de los hechos que, aun siendo esporádicos, se
dan con cierta regularidad socialmente prevista. También se incorporan algunos hechos,
naturales o históricos, extraordinarios: el terremoto del año tanto o el tiempo de la guerra tal.
Así, todos los contenidos de la conciencia habitual, acumulados en la memoria
colectiva, reflejan la realidad social bajo sus formas culturales aparentes, bajo las formas
singularmente culturales de la materialidad en que se desarrolla la práctica del ser social. El
reflejo de lo concreto sensible, el primer nivel de conocimiento del grupo social -para todo el
que nace y aprende a vivir en él, como para el extraño que lo observe- es el reflejo de su
singularidad cultural, configurada por la multiplicidad de sus manifestaciones objetivas.
Además, los prejuicios, estereotipos y lugares comunes constituyen elementos estructuradotes
que condicionan las formas culturales del reflejo cognitivo en cuanto a la selectividad
perceptual, esquemas de referencia organizadores del conocimiento, etcétera.
El seno de una sociedad internamente diferenciada en grupos caracterizados por su
posición en el sistema de relaciones de producción, en la división social del trabajo, por su
origen histórico/geográfico, por su género y otras variables objetivas, es claro que las formas y
contenidos culturales de la conciencia habitual se corresponden con las particularidades de la
práctica y materialidad del ser social que tales diferencias sociales condicionan. Corresponden a
las "subculturas" de una cultura global. Pero, como las mismas bases objetivas que los
diferencian son las que los unen en una totalidad social, comparten muchos elementos en
común, además de los estereotipos impuestos por las clases dominantes a través de diversos
mecanismos institucionales.
1.2 La conciencia reflexiva es un conocimiento que supera el nivel de la conciencia
habitual en su forma empírico-espontánea. Implica la destrucción analítica de la
seudoconcreción, a través de procesos de abstracción activamente críticos de la concreción
sensible. El contenido real adquiere las formas de los conceptos y explicaciones resultados de la
reflexión nacional y se estructura en base a argumentaciones lógicas. Es la esfera de la
ideología y la ciencia.
Desde luego que hay niveles de profundidad y amplitud de la conciencia reflexiva. En el
primer sentido, la distinción respecto a la conciencia habitual marca dos calidades básicas
generales dentro de un rango de variabilidad social relativamente continuo. La amplitud se
refiere a las áreas de la realidad social, objetivos del conocimiento, que son concebidas
reflexivamente. En cada individuo o grupo puede haber grandes desniveles en cuanto a las
diferentes áreas del conocimiento: el biólogo o el físico que conoce racionalmente en
profundidad los objetos de su disciplina específica y cuya concepción sociopolítica no escapa
de los más burdos estereotipos, o el político que conoce con lucidez los problemas económicos
y contradicciones institucionales, pero en su vida familiar o sexual actúa de acuerdo a las
concepciones vulgares de la conciencia habitual. Podemos hablar de grados de congruencia de
la conciencia social en relación a la amplitud de contenidos que son integrados en un
determinado nivel de la misma.
A diferencia de la conciencia habitual, no todos los individuos de un grupo social
acceden a niveles superiores de la conciencia reflexiva y no todos alcanzan los mismos grados
de congruencia en este nivel. En gran medida el desarrollo de la conciencia reflexiva es
resultado de las necesidades de especialización en la división social del trabajo que requiere el
desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones socio-históricas de producción.
Buena parte de los conocimientos generados por la conciencia reflexiva se socializan
incorporándose como contenidos de la conciencia habitual. La elevación progresiva de los
niveles de la conciencia social de las masas responde a las exigencias de la práctica social en el
seno de formaciones socioeconómicas cada vez más complejas. El desarrollo de las
capacidades reflexivas, como fenómeno general, encuentra probablemente sus puntos más
elevados en el contexto de los procesos revolucionarios que involucran a la totalidad de una
población en la necesidad de enfrentarse a situaciones vitales nuevas de manera creativa.
Como es sabido, el nivel de conciencia predominante en el seno de una clase,
conciencia habitual o reflexiva, establece la diferencia entre "clase en sí" y "clase para sí".
Entre la clase social que sólo es capaz de demandar reivindicaciones inmediatas o aquella que
está en capacidad de proponer proyectos económico-políticos alternativos al mayor alcance.
Queremos señalar de paso que, en tanto formas lógicas de conciencia reflexiva, no
concebimos a la ideología y la ciencia como formas esencialmente diferentes. Las diferencias
entre ellas, que pueden llegar a derivar en contradicciones antagónicas, son históricas:
dependen de las posibilidades históricamente determinadas de congruencia. El carácter
ideológico del conocimiento se refiere a su correspondencia con los intereses de una clase
social, mientras que el carácter científico tiene que ver con la corrección de su estructura
sistemática y la correspondencia con las propiedades de los fenómenos reales reflejados. En
este sentido, no siempre ideología y ciencia se excluyen necesariamente. Es más, desde el punto
de vista marxista, a los intereses de la clase social que puede transformar a la compleja
sociedad actual en una sociedad sin clases, corresponde necesariamente una concepción de la
realidad del máximo nivel posible de objetividad y que sólo puede generarse a través del rigor
sistemático de la ciencia. Se requiere, para responder a los intereses objetivos de la clase, la
mayor congruencia e identificación entre la ideología y la concepción científica.
2. El reflejo afectivo.
El conocimiento no es la única forma de reflejo humano subjetivo de la realidad. La
afectividad, como la conciencia, es un sistema complejo de reflejos diferentes pero
estrechamente vinculados a la cognición, en que se manifiesta el estado del sujeto en relación a
los diversos objetos o situaciones reales.
El reflejo afectivo -emociones, sentimientos- expresa de qué manera los diversos
objetos (incluyendo desde luego otros individuos o grupos) afectan al sujeto. Y ello tiene que
ver con la relación que hay entre los objetos y las necesidades del sujeto
Es muy amplia la variedad de necesidades humanas así como los objetos que permiten
su satisfacción y los vínculos que los seres humanos establecen entre sí para proporcionarse
esos objetos o situaciones satisfactorias. En términos sociales, hay dos conjuntos de
necesidades básicas estructuradoras de las distintas modalidades de relaciones sociales: por una
parte, la reproducción económica de las condiciones materiales de vida y, por otra, la
reproducción biológica de la especie. En torno a las segundas se establecen las relaciones de
filiación y parentesco414 .
Hay que anotar que, si bien existe una serie de necesidades elementales de subsistencia,
sobre esa base y la de las formas a través de las cuales los grupos humanos se organizan para
satisfacerlas, se desarrolla ampliamente en cantidad y calidad la variedad de objetos y
posibilidades de satisfacción. Ello genera, a su vez, nuevas necesidades, individuales y sociales,

414
Véase esta distinción en Meillassoux, 1977.
en correspondencia con el desarrollo de las fuerzas productivas y la complejidad de las
relaciones sociales orientadas a su satisfacción.
Las necesidades básicas o suntuarias y el volumen y calidad de objetos satisfactores,
dependen del grado de desarrollo histórico de la sociedad. Por otro lado, en las formaciones
socioeconómicas clasistas, los niveles de necesidades y las posibilidades de su satisfacción, así
como el volumen y calidad de los bienes necesarios para ello, dependen de la posición de clase
que se tenga dentro del sistema. Respecto al primer punto, una aqlla en el incario (artesana
esclava) tenía mayor variedad de necesidades y volúmenes de consumo que un cazador batswa
del Kalahari. Los campesinos y obreros de Centroamérica luchan hoy por no morir de inanición
y falta de atención médica o por conseguir trabajo, mientras que los campesinos y obreros
polacos, satisfechas ya estas necesidades, luchan por la elevación de los niveles de consumo, la
reducción de las jornadas de trabajo o la mayor participación en las decisiones administrativas
que les afectan. Respecto al segundo punto, en cualquier sociedad capitalista, el volumen,
calidad y condiciones de los satisfactores que requiere un campesino, un obrero, un intelectual
o un burgués son diferentes. En síntesis, las tensiones y expectativas que generan las
necesidades varían y arrancan siempre de los niveles habituales de satisfacción de cada grupo,
según el desarrollo sociohistórico de la formación social o según la posición que se tiene dentro
de ella.
En este sentido, los diversos objetos y fenómenos tienen significaciones determinadas
para los sujetos: adquieren determinados valores. En los extremos polares de los valores
positivos y negativos (pueden ser neutros o ambivalentes) generan vivencias afectivas
agradables o desagradables, provocando posiciones de aceptación o rechazo y actitudes de
acercamiento o evitación/agresión. También los estados afectivos pueden tener diversos tonos
en el rango de la tensión-distensión o excitación-relajamiento. Y pueden ser estados más o
menos pasajeros o permanentes (emoción-sentimiento).
La consideración de los reflejos afectivos, bastante descuidada en la sociología, y aún
en la ciencia política, tiene especial relevancia para comprender algunos aspectos importantes
de la teoría social, en particular de la lucha de clases en las diversas esferas de la vida social.
De otro modo no podrían entenderse conceptos básicos como el de "interés de clase". La
diferencia de los intereses de clase radica en el hecho de que, dada la diferente posición en el
sistema de relaciones de producción, la relación con diversos aspectos de la realidad y la
manera en que éstos afectan a cada clase es objetivamente diferente. Así, aunque un fenómeno
como objeto de conocimiento sea el mismo, afecta y tiene una significación afectiva distinta
para los distintos sujetos sociales. Un alza de precios, por ejemplo, es vivenciada de manera
diferente por quienes realizan la plusvalía en condiciones más ventajosas que por quienes ven
con ello reducidas sus posibilidades de consumo. O un desfile militar conmemorativo no es
afectivamente reflejado de igual manera por parte de quienes detentan el poder, que pueden
vivenciar desde un sentimiento de seguridad hasta una emoción "patriótica" que por aquellos
que perdieron algún familiar asesinado por el ejército y que vivenciarán desde el dolor a la
indignación, la impotencia y la inseguridad. Y de ello se derivarán actitudes políticas que
pueden ser radicalmente opuestas.

3. Etnicidad", cultura y clases.

En este punto queremos exponer una proposición central de este trabajo. Y es la de que las
categorías de cultura y clase social, en su definida correspondencia, permiten entender los
distintos niveles de integridad social en que quedan comprendidos los diversos aspectos de la
realidad que han sido objeto de las discusiones sobre lo "étnico" y "lo nacional". Por lo tanto,
proponemos que las categorías de clase social, como posición fundamental determinante de la
participación de un grupo social en las diversas instancias de la formación socioeconómica, y
cultura, como singular conjunto de efectos de su desarrollo histórico y manifestación de sus
formas concretas de existencia e integración a la estructura nacional, son las categorías básicas
que nos permiten teorizar coherentemente la particularidad de las situaciones étnico-nacionales.
Ello supone que las categorías de cultura y clase social -en el contexto de la formación social-
han sido adecuadamente formalizadas en la teoría. Respecto a lo cual pretendemos haber
avanzado al precisar de manera explícita el contenido conceptual que otorgamos a la categoría
de cultura y que constituye el antecedente en que se fundamenta nuestra posición particular
frente a las "cuestiones" étnica y nacional.
Sostener que tales categorías permiten explicar las situaciones étnico-nacionales, exige
aclarara algunos problemas. En primer lugar, es necesario determinas cuáles son los aspectos de
la realidad a que se refieren las discusiones sobre "lo étnico". Y, principalmente, constatar si tal
problemática refleja aspectos de la realidad de los cuales sea necesario dar cuenta. Esta
necesidad derivaría del hecho de tratarse de problemas objetivos, reales, y que se encuentren
inadecuada o insuficientemente tratados. En segundo lugar, si esto es así, debemos mostrar de
qué manera y en qué término nuestra propuesta permite avanzar la explicación teórica de tales
aspectos en la realidad, contribuyendo al menos a una mayor precisión y coherencia lógica de
su formulación en el contexto general del sistema conceptual del materialismo histórico. De
estos problemas nos ocuparemos en el presente capítulo y en el siguiente.

3.1 "Etnicidad" o reproducción de la identidad diferencial.


Nos parece pertinente iniciar la discusión acerca de "lo étnico" a partir de la distinción que
establece Díaz-Polanco entre la etnicidad y etnia, en un artículo que propone una nueva
orientación general de la problemática, respecto a las formas como ha sido tratada en nuestro
medio, tanto por la "antropología tradicional" como por la "tradición marxista"415. Nos interesa
precisar hasta qué punto y en qué términos compartimos sus planteamientos como un punto de
partida en el desarrollo de estas investigaciones sobre la "cuestión" étnica.

415
Héctor Díaz-Polanco: “Etnia, clase y cuestión nacional”. Cuadernos Políticos, nº 30, México, 1981.
Al respecto, el autor citado:
A) Critica acertadamente las posiciones del indigenismo oficial y del etnopopulismo
que, bajo el supuesto de que lo étnico y la posición de clases son fenómenos de distinto
"orden", los vinculan arbitrariamente o rechazan explícitamente o de hecho la posibilidad de
analizar la situación de los grupos étnicos o indígenas desde la perspectiva de su posición o
inserción en la estructura y lucha de clases. Nos parece importante esta crítica, pues el
etnopopulismo -convertido ya en política estatal- ha llegado al extremo de la utopía
reaccionaria pretendiendo que sería una reivindicación de los grupos étnicos la restauración de
su "pureza original", desde la cual podrían "reiniciar" su desarrollo verdaderamente autónomo y
autóctono. Lo cual implica la necesidad de descontaminar -por obra y gracia de un estado
paternal- a estos idílicos pueblos de las nefastas influencias de la "cultura occidental". Y entre
éstas, claro está, de las posibles influencias de la ideología marxista, teoría indiscutiblemente
"occidental", ajenas en su origen al pensamiento vernacular indígena.
B) Critica también las posiciones de un marxismo simplista y dogmático que niega la
relevancia del fenómeno étnico, pretendiendo que todo el problema es reductible al análisis de
clases.
C) Aceptando el carácter fundamental de la estructura de clases, aclara que todo grupo
social -étnico o no- tiene posiciones de clase. Reconoce, a la vez, la existencia de una
"dimensión" o nivel de existencia de clases, que no se reduce estrictamente a los aspectos
económicos: la etnicidad. Como señala al distinguir los que para él serían grupos étnicos de los
que no lo son: "otros grupos sociales, sin dejar por ello de poseer su propia etnicidad,
desarrollan formas distintas de identidad al enfatizar dimensiones de otro 'orden'. Lo étnico, por
consiguiente, no es un elemento extraño (o incompatible con) lo clasista; y los grupos étnicos
no pierden por ser tales su carácter y raíz de clase" (op. cit., p.58)
Concordamos con Díaz-Polanco, desde luego, en que lo fundamental de la existencia y,
por lo tanto, de la explicación que hagamos de las características de cualquier grupo social es su
carácter de clase su posición en el sistema de relaciones sociales d producción. También
concordamos en que la comprensión de la existencia real de los grupos sociales no se reduce a
su participación en los procesos económicos del modo de producción y que existe una
"dimensión" o "nivel" mas amplio de la existencia de las clases y que es común a todas las
clases sociales, se les considere o no como grupos étnicos. Es lo que el llama "etnicidad".
Creemos sin embargo, que ese concepto de "etnicidad" es aún ambiguo y merece ser
explicado con mayor amplitud. Veamos cómo considera nuestro colega el concepto: "es
probable que la mayoría de los autores estén de acuerdo en definir lo 'étnico' (o la etnicidad)
como un complejo particular que involucra, siguiendo formas específicas de interrelación,
ciertas características culturales, sistemas de organización social, costumbres y normas
comunes, pautas de conducta, lengua, tradición histórica, etcétera. Pueden concebirse diversas
variantes respecto a esta definición, especialmente por lo que se refiere a los 'factores' que se
hacen entrar en juego. Pero en lo fundamental puede decirse que lo étnico consiste en las muy
variables formas en que se articulan y estructuran concretamente tales elementos de orden
sociocultural." (op. cit., p. 57, subrayados nuestros). Y afirma que " no es congruente atribuir la
cualidad étnica exclusivamente a ciertos grupos o conjuntos sociales. En el fondo, ello equivale
a reducir la etnicidad a ciertas formas específicas de las mismas; y a sostener que existen
grupos socioeconómicos que no poseen tradición, sistemas culturales y normativos, formas de
organización, etcétera, comunes. Lo adecuado sería admitir, en nuestra opinión, que todo grupo
social constituido posee su etnicidad propia." (Ibidem).

Ahora bien, si aceptamos que en la realidad existe esa dimensión o nivel de existencia
de toda clase o grupo social que Diaz-Polanco está llamando "etnicidad", y que ésta consiste en
una particular configuración de características o aspectos comunes que pueden llamarse
"factores" o "elementos" de la etnicidad, nos parece que se plantea la necesidad de avanzar
proposiciones que contribuyan a precisar cuáles son esos factores componentes o
condicionantes de "lo étnico". En otras palabras, de definir cuáles son los factores que inciden
en la conformación de esa "dimensión" que, siendo común a todas las clases y sectores sociales,
permite explicar también ese "orden" de fenómenos que tradicionalmente se ha considerado
como una especificidad de los grupos étnicos. Con ello dispondremos de elementos de juicio
para discutir el concepto de "etnicidad" y entender de qué manera puede ser replanteado.
Por lo demás, la importancia que le otorgamos a la necesidad de definir tales factores es,
en lo inmediato, metodológica. La categorización de los "factores de la etnicidad" nos deberá
auxiliar en la sistematización de una metodología para el análisis de situaciones étnico-
nacionales concretas. De allí, la abstracción analítica nos podrá conducir a síntesis
interpretativas de las realidades sociohistóricas en que se desarrollan las prácticas políticas a las
que sirve el conocimiento de la concreción real. Al respecto, queremos apuntar algunas
sugerencias intentando ordenar los diversos criterios que se han propuesto en torno a la
definición de "lo étnico". Aclaramos que, sólo para este efecto, usaremos provisionalmente el
término de "etnicidad", a reserva de que posteriormente restringiremos su uso a situaciones
particulares. Ya nos hemos referido antes a esta variables, aunque de manera más general como
factores de singularización cultural416. De hecho, de lo que se trata es de explicar una
comunidad de rasgos que identifican la particularidad de los grupos sociales,
independientemente de las situaciones en que se comparten las mismas posiciones de clase con
otros grupos, o de que el grupo mismo se encuentre internamente dividido en clases. Por ello
los trataremos como factores de identificación diferencial o factores de reproducción diferencial
de la identidad social, implicando la participación de características comunes a un grupo social
-en diversos niveles de integración- y que conforman una causalidad histórica que permite la
reproducción social del mismo como una unidad cambiante pero distintiva.

416
“Causalidad social y singularidad cultural” (En: Bate 1978, cap.. 4)
Los factores de reproducción diferencial de la identidad social.
Distinguiremos, de manera general, los factores histórico-naturales y los factores
sociohistóricos.
A. Factores histórico-naturales. Nos referimos a aquellos fenómenos cuyas propiedades
básicas aparentes no están determinadas por la práctica social, si bien ésta interviene en ellos
modificándolos en cierto grado. Y su reproducción e incidencia en la conformación de las
formas culturales está mediada por las relaciones sociales de filiación o de producción.
A.1. Comunidades raciales. Se trata de las características heredadas genéticamente del
tipo físico humano. El hecho de que en el seno de un grupo humano se establezcan relaciones
interpersonales específicas implicará que, a través de las relaciones de filiación que los
vinculan, se desarrollen determinadas combinaciones genéticas a través de las cuales se
reproducen características más o menos particulares del tipo físico, como el color de la piel o
del pelo, forma de los ojos, de las narices, promedio de estatura, etc. Las mezclas de
características raciales evidenciarán así mismo los contactos sociales con otros grupos y el
comportamiento social en cuanto a los grados de apertura de las relaciones de filiación que se
han dado a través de esa comunidad.
A.2 El medio geográfico. Se refiere a las particularidades del territorio en el cual se han
desarrollado la producción material y la vida social del grupo. En buena medida -aunque en
diversos grados a través de la historia- las características climáticas, configuración morfológica,
constitución geológica, disponibilidad de recursos bióticos y otras propiedades naturales del
medio ambiente, han condicionado las orientaciones del desarrollo de las fuerzas productivas
de la sociedad, así como las opciones culturales realizadas en los productos de la
transformación material de la naturaleza a través del trabajo. Nos parece que la consideración
de este factor como condición natural de la producción en su relación con las fuerzas
productivas, como ha sido formulada por Borojov, debe ser considerada como un aporte teórico
a ser tomado en cuenta en cuenta417.
B) Factores sociohistóricos. Nos referimos a los distintos factores que han incidido
históricamente, en el contexto de la causalidad social, en la conformación de la cultura actual,
como manifestación indicadora de la individualidad social. Hemos incluido también, entre esos
factores, a la cultura misma, pues si bien es la única expresión de la existencia actual en un
grupo social en que se manifiesta el efecto singular de la interacción de factores históricos, las
tradiciones culturales del pasado deben contarse entre éstos. Insistimos, además, en el carácter
singularmente distintivo de un grupo social, siempre actual, de la cultura.
B.1. Unidad original de sistema socioeconómico. El hecho de que un grupo humano
llegue a compartir diversas modalidades particulares de lengua, normas de conducta, símbolos
culturales, etcétera, solo pueden darse en tanto se han relacionado y comunicado materialmente

417
Ver B. Borojov: Nacionalismo y lucha de clases.
en el seno de una sociedad determinada. Y si ese grupo ha sobrevivido y se ha reproducido, es
porque debieron participar, en principio, del sistema de relaciones de reproducción del modo de
reproducción de esa sociedad. Según la calidad de ese modo de reproducción, en
correspondencia con rangos de desarrollo de las fuerzas productivas, los miembros de dichas
sociedades pudieron estar organizados en diversas formas históricas de comunidad social418.
Cuando la participación en un determinado modo de producción y en las diversas
esferas de la formación social de esa determinada sociedad, es lo que explica la particularidad
de un grupo social en una sociedad actual, en una nación determinada, ello implica que se trata
de grupos de descendientes de sociedades ya negadas dialécticamente o provenientes de una
sociedad contemporánea o nación diferente (inmigrantes).
Es importante conocer las características del modo de producción y de la forma
histórica de comunidad social original de los grupos sociales que se constituyen en
parcialidades étnicas de la sociedad nacional actual. Ello nos permitirá entender las
particularidades de su inserción en la composición actual del sistema de relaciones de
producción y por ende, su inserción en las diversas esferas de la formación social: su género de
vida, formas y niveles de la conciencia social, relaciones con la institucionalidad, etcétera. Nos
permitirá, en buena medida, por lo tanto, entender su particularidad como subcultura en la
sociedad nacional.
De manera breve, reseñaremos las características básicas y más generales de los
distintos modos de producción históricamente determinados, por lo menos en cuanto a las
relaciones básicas de la propiedad. Particularmente, en América nos encontramos con una
amplia gama de formaciones socioeconómicas que abarcan al menos desde las comunidades
primitivas de cazadores-recolectores hasta el esclavismo inicial. Con la colonia se introducen,
además, modalidades específicas de servidumbre y esclavitud, en un proceso de acumulación
originaria de capital que cristalizaría en la conformación de los estados nacionales capitalistas.
Formaciones precapitalistas primarias o comunidades primitivas: Comunidades
primitivas de cazadores recolectores. La forma de propiedad es colectiva y se establece sobre
la fuerza de trabajo y los instrumentos de trabajo. No hay propiedad sobre los medios naturales
de producción. Esta solo se establece como resultado de la utilización de la fuerza de trabajo.
Se dan diversas formas particulares de articulación de relaciones de adhesión y filiación, sin
llegar a conformar un sistema tribal419.
Comunidades primitivas tribal agropecuarias. La forma de la propiedad sigue siendo
colectiva (por lo tanto aún no existen clases sociales diferenciadas) pero surge un nuevo
contenido de la misma: los objetos de trabajo. Nos referimos principalmente a los medios
naturales de producción, cuya propiedad pasa a ser condición para la inversión de fuerza de

418
Véase Glezerman, 1976; Guerrero y Lópezy Rivas, 1982
419
Una caracterización más amplia de la formación social de cazadores-recolectores la hemos planteado en el libro
Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica (tomo 2 de la Historia General de América, dirigida por G.
Morón, caracas 1983).
trabajo. A las necesidades de reproducción y mantenimiento del nuevo sistema productivo,
responde el surgimiento de la organización tribal en sentido estricto. Como forma histórica de
comunidad social, la organización tribal puede mantenerse aún después de negado el modo de
producción comunal primitivo, en el seno de sociedades clasistas. Es posible la existencia de
organizaciones tribales compuestas por segmentos de diferente origen étnico.
Formaciones precapitalistas secundarias o clasistas.
Esclavismo inicial.
Se constituyen dos clases fundamentales420. La clase dominante detenta la prioridad
objetiva sobre la fuerza de trabajo, a la cual extorsiona -como en todas las sociedades
precapitalistas- por medios extraeconómicos, con el fin de obtener la tributación de excedentes;
ejercen el poder y asumen las tareas del trabajo intelectual, en la división social del trabajo. La
clase explotada mayoritaria son los campesinos (productores de alimentos y artesanos) que, en
tanto miembros de diversas comunidades -gentilicias o de vecindad- tienen la propiedad
objetiva sobre los medios de producción (tierras o ganados). En cuanto a las formas de la
propiedad, es probable que, en un comienzo, las clases dominantes detentaran de manera
colectiva -en el seno de la clase- la propiedad sobre la fuerza de trabajo. Los campesinos, por su
parte, tenían derecho, en tanto miembros de una determinada comunidad, a la propiedad
comunal de los medios de producción.
Con el desarrollo de las clases y la conformación del Estado, surge una nueva forma
histórica de comunidad social que es la nacionalidad. La clase dominante, a través del Estado,
organiza reinos o imperios cuya soberanía sobre las condiciones de la producción se estructura
fundamentalmente en torno al sistema de sujeción de la fuerza de trabajo. Por ello, la
nacionalidad, o se identifica con un sistema tribal o integra diversas organizaciones tribales,
conformando una unidad política que puede ser, por lo mismo, multiétnica. Sin embargo, esta
unificación implica la difusión de elementos culturales comunes que distinguirán a cada
nacionalidad. Durante el desarrollo de las sociedades clasistas iniciales llegan a conformarse
imperios que someten a diversas nacionalidades, como resultado de la lucha entre Estados
originalmente independientes.
Esclavismo clásico. El desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha entre fracciones
de las clases dominantes he llevado a una privatización de la propiedad. La clase dominante
detenta la propiedad sobre todos los elementos del procesos productivo: fuerza de trabajo,
instrumentos y objetos. Los productores esclavos, al ser sacados de sus comunidades, pierden la
relación "natural" con los medios de producción, su acceso a la propiedad de los mismos en
cuanto miembros de una comunidad. Por ello, los esclavistas deben disponer, además del
esclavo, de la propiedad de tierras e instrumentos.

420
Desde luego que la composición de clases y sectores es mucho más compleja y se desarrolla históricamente. Nos referimos
solamente a las clases en torno a las cuales se establece la contradicción fundamental. Hemos formulado esta proposición en la
ponencia “Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial”, presentada al simposio Origen y formación del Estado en Mesoamérica,
organizado por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, para conmemorar el Centenario de C. Marx.
Comienza a conformarse la soberanía estatal sobre una base territorial, si bien gran parte
de los excedentes acumulados por la clase dominante provienen de la tributación de
nacionalidades sometidas que mantienen aún las relaciones de "esclavitud generalizada" que
caracterizan al esclavismo inicial. Las nacionalidades seguirán siendo, como en todas las
sociedades precapitalistas clasistas, la forma principal de comunidad social.
Feudalismo. Las clases dominantes establecen la propiedad sobre el objeto de trabajo
fundamental: la tierra. La clase subordinada principal puede tener la propiedad sobre su fuerza
de trabajo y sobre los instrumentos. Se consolida la soberanía estatal con base territorial.
Capitalismo. La contradicción fundamental de clases se establece entre propietarios de
los medios de producción bajo la forma de capital, como clase dominante, y los propietarios de
la fuerza de trabajo. Se consuma, en esta fase superior de la sociedad clasista, el proceso de
disolución de las "relaciones naturales" de producción que ocupaba a Marx en las Formaciones
económicas precapitalistas. Surge la nación como forma histórica de comunidad social421. Las
naciones constituyen la base geopolítica y administrativa en cuyo espacio el Estado burgués
organiza la producción capitalista. En su seno se concreta la estructura y lucha de clases que
caracterizan al nuevo y complejo sistema de relaciones sociales de producción, resultante de la
negación de la gran diversidad de sistemas socioeconómicos precedentes, que se transforman o
disgregan, integrándose a la nueva totalidad.
Al referirnos a la unidad del sistema socioeconómico original, en el que se dieron las
interacciones y práctica social de un grupo, conformando un factor de su base étnica, no quiere
decir que necesariamente éste grupo esté integrado por descendientes de quienes ocupan todas
las posiciones integrantes de aquel sistema, como totalidad. Puede haberse tratado de
determinados grupos o clases de dicha formación socioeconómica que emigran, incorporándose
a otra sociedad.
B.2. Comunidad particular de desarrollo histórico. Toda la sociedad está sometida a
permanentes transformaciones a través de su devenir histórico. Y estos cambios afectan tanto a
los aspectos culturales secundarios como a las estructuras fundamentales de la sociedad. La
tradición histórica particular no es otra cosa que la experiencia de una práctica compartida,
acumulada y transmitida por un grupo social. Durante su desarrollo histórico, un grupo social
va perdiendo algunas propiedades, recreando otras y generando otras nuevas. De esa manera,
adquiere una continuidad cambiante la reproducción del ser social.
La historia tiene un solo sentido y nunca existe el retorno al pasado. Mantención de la
tradición (etno-reproducción o etno-restauración) es siempre la re-creación reiterativa de
antiguas formas de conducta, de los objetos, de las creencias, pero siempre con nuevos
elementos, en nuevas situaciones, diferentes. Lo cual implica que, en ese nuevo contexto, las
viejas formas recreadas van adquiriendo nuevas calidades. La mantención de la tradición como

421
Para poder establecer la diferencia pertinente, al adjetivar los conceptos de nacionalidad y nación, usaremos los términos de
nacionalitario y nacional, respectivamenteß
particularidad distintiva de la "etnicidad" no es más que la creación permanente de una nueva
individualidad social, en la que la particularidad histórica tradicional se comporta como uno de
los factores causales de este proceso.
La utopía del retorno a la "pureza étnica tradicional" sólo puede ser un burdo -y no por
ello menos eficaz- engaño ideológico. El retorno al paso es imposible. Por lo demás ¿a cuál
pasado, si cada momento del mismo fue diferente?422 .
B.3. Comunidad cultural. Consideramos a la cultura en sus aspectos objetivo y
subjetivo. Es decir, como manifestación del ser social y como factor de identificación subjetiva
de los grupos sociales.
B.3.1. Cultura objetiva. Si hay un elemento caracterizador de la particularidad de un
grupo social y, por lo tanto, de la etnicidad, es precisamente la comunidad cultural. La cultura
es el conjunto de efectos fenoménicos de la causalidad completa del desarrollo social, de las
específicas interacciones entre lo necesario y lo contingente. Es el conjunto de efectos
concretos de la concatenación de las calidades esenciales y secundarias de la posición en la
estructura de la sociedad, de la particularidad histórica determinada por leyes necesarias que,
sin embargo, siempre se enlazan a la causalidad social y natural, de las condicionantes
medioambientales, etc. En la cultura se reflejan las singularidades de las soluciones que el
grupo ha dado a diversas necesidades más o menos generales, según el grado de su desarrollo
sociohistórico y económico. Estas se muestran en la singularidades que el grupo ha dado a
diversas necesidades más o menos generales, según el grado de su desarrollo sociohistórico y
económico. Estas se muestran en la singularidad cultural de los productos de la transformación
material, de los intercambios, de las conductas cotidianas, de las formas de su conciencia
práctica concreta: la lengua, etc. Esa singularidad es el efecto del desarrollo interno del grupo
social y de las diversas relaciones con otros grupos.
Si hay un aspecto en el que se evidencia la identidad individual objetiva de un grupo
social (etnia, clase o nación) es precisamente en su cultura. Y es en este sentido estricto en el
que concordamos con Díaz-Polanco en que la "etnicidad" es una dimensión de toda clase o
grupo social. Es decir, en el sentido de que la particular historia y estructura de cualquier
sociedad o grupo social posee una manifestación singularmente concreta y objetiva en su
cultura. Aún sin considerar a un grupo social como una etnia, aceptaríamos que todos poseen
"etnicidad" en el sentido de que todos poseen una cultura distinta. Al tratar la cultura como
manifestación del sistema social -de la formación socioeconómica- hemos tenido en cuenta este
criterio, explicitando el de la posición en el sistema de relaciones de producción, que se
manifiesta en la particularidad cultural de un grupo social como parte de la totalidad social.
Pero, si bien la cultura sería el componente más claramente definitorio de la
individualidad étnica, no se trata de su propiedad o calidad esencial como grupo social, sino de
su expresión fenoménica. La calidad fundamental de un grupo social no está determinada por

422
Véase A. Burguete: “¿Quiénes son los amigos del indio?”, Boletín de Antropología Americana, nº 5, México 1982.
su cultura sino por su modo de producción. O, cuando el grupo es parte de una totalidad social
mayor, por sus posiciones dentro del sistema de relaciones sociales de producción. Aún cuando
no se considere a todo grupo social o sociedad como etnia, debemos aceptar que toda etnia
integra un modo de producción determinado. Es decir, tiene determinadas posiciones esenciales
de clase y, a la vez, posee una etnicidad en el sentido de que ostenta un conjunto de
manifestaciones culturales distintivas.
En términos de grados de esencialidad o niveles de determinación causal y estructural
de cualquier grupo social, considerémoslo o no como "étnico", lo fundamental es su modo de
producción. La cultura, que puede evidenciar la individualidad étnica, es lo secundario.
B.3.2 La identidad cultural. Los elementos que pueden conformar una conciencia de
identidad de un grupo social, están contenidos básicamente en la conciencia habitual. La
identidad o conciencia de la individualidad étnica se desarrolla a través de la comparación con
la individualidad distintiva del ser social concreto de otros grupos sociales, lo cual implica
necesariamente algún tipo de relaciones con éstos.
La representación más patente, más inmediatamente evidente de la etnicidad y de
cualquier grupo social, como identidad y diferencia, se da en el plano de la singularidad
cultural. En el contraste de la representación cultural del propio grupo con la cultura de los
demás. Esta representación colectiva de la propia cultura está contenida en la conciencia
habitual.
La focalización de la conciencia habitual como conciencia cultural, como conciencia de
la individualidad social, es un proceso que se agudiza particularmente cuando la relación del
grupo con aquellos que conforman la referencia de lo diferente, se establece en términos de
oposición de intereses. Específicamente cuando esta oposición es un conflicto de competencia
por la disponibilidad de condiciones materiales de producción (en el sentido planteado por
Borojov). Sea como interés por la soberanía o propiedad sobre las condiciones de producción.
La identidad cultural se desarrolla así como una ideología unificadora del grupo social
frente a otros. De esta manera, la lengua, la tradición histórica, la raza, el territorio y otros
elementos adquieren el carácter de símbolos distintivos de la identidad y se convierten en
valores sociales cuya reproducción se propicia y se defiende. Su recreación permite evaluar y
reforzar la unidad política del grupo. Es posible, sin embargo, que algunos de esos valores
culturales ya no compongan la materialidad del ser social. Incluso, muchos de esos rasgos
supuestamente comunes pueden ser no más que una ficción ideológica atribuida a la
"tradición", donde no existe. Como la memoria colectiva es siempre actual, suele ser mala
memoria. Por lo mismo, bastante manipulable a condición de que los elementos que se le
incorporen aparenten una cierta congruencia con su contexto.
La identidad social, como ideología unitaria de un grupo, adquiere una cierta estructura
lógica como reflexión de los intereses del mismo. Pero en esto hay también niveles de
profundidad y objetividad. Cuando el grupo es una comunidad social internamente dividida en
clases, se otorga mucho mayor fuerza a los símbolos culturales de la unidad, a la representación
de los fenómenos culturales compartidos. La selectividad ideológica elude así evidenciar las
contradicciones y diferencias internas, ocultándolas en la conciliadora apariencia unitaria de lo
fenoménico, como conjunto de símbolos. De hecho, tal ideología responde fundamentalmente a
los intereses de las fracciones (o clases) del grupo que son capaces de hegemonizarla.
De hecho, la conciencia social tiene mayores posibilidades de objetividad y de
correspondencia con los intereses del grupo cuando éste es estructuralmente más homogéneo.
Una ideología que reconozca con claridad los intereses de clase tiene mayores posibilidades de
conducir la imposición de proyectos políticos de diverso alcance. Sin embargo, ello supone la
superación de la inmediatez de la identificación cultural. Lo cual no significa una
desidentificación, sino la posibilidad de una comprensión más profunda y racional de la
identidad social, desde la cual se amplía el campo de las alianzas políticas y la posibilidad de
defensa real de la especificidad cultural como parte del proyecto clasista.

3.2 Cultura y clases.


Volvamos a la comentada proposición de Díaz-Polanco, en el sentido de entender a la
"etnicidad" como una dimensión de la existencia de todo grupo o clase social. Pensamos que el
citado investigador estará de acuerdo con que, entre las características de los grupos sociales
que hemos intentado ordenar como factores de identificación diferencial, quedan incluidos los
que él llama "componentes de la etnicidad"
Desde esta perspectiva, concordamos con él en el contenido medular de su proposición,
en el sentido de que: a) ciertamente, la comprensión de las formas de existencia, organización
y lucha social no pueden reducirse exclusivamente a las determinantes esenciales de la posición
de clase; que el rescate de "lo étnico" como una dimensión real de la existencia social, permite
entender un orden de fenómenos objetivos, relativo a las particularidades de la existencia de las
clases y, b) No obstante, la "etnicidad" no es una dimensión exclusiva de los llamados grupos
étnicos o etnias, por lo que su reconocimiento no autoriza en lo absoluto a pretender que tales
particularidades deban ser analizadas en un contexto distinto que el de su posición en la
contradictoria lucha de clases de la totalidad social; lo cual no es más que un intento,
ideológicamente falsificador, de sustentar bajo apariencia científica la instrumentación de
políticas que permiten la subordinación real de las clases que integran mayoritariamente los
grupos étnicos a las clases explotadoras que detentan el poder estatal.
Sin embargo, con los antecedentes expuestos, podemos preguntarnos ¿cuál es esa
dimensión de la existencia de cualquier grupo social que caracteriza su particularidad,
independientemente de que lo consideremos o no grupo étnico o independientemente de qué
nivel de conciencia social posea o de qué elementos son los que enfatiza su identificación y
solidaridad de grupo?423.
En nuestra opinión, como hemos dicho, si hay una "dimensión" común a cualquier
grupo, en su existencia social actual, es la singularidad de su cultura, en la acepción teórica que
hemos propuesto para este concepto. Pero la cultura de un grupo, cualesquiera sean sus
posiciones de clase o niveles de conciencia o identificación, se muestra tanto en la materialidad
del ser social, como en la conciencia social o en su participación institucional.
Ponemos el énfasis en la cultura por ser el único aspecto de la existencia actual de la
singularidad de un grupo social, en tanto los otros factores sociales que originan y definen esa
"etnicidad" ya no existen, pertenecen al pasado. La unidad original del sistema socio-
económico de las etnias ya no existe puesto que, aún cuando los descendientes de los miembros
de aquella formación social todavía mantengan un sistema de interacciones y conformen
unidades sociales de reproducción económica y biológica, tal sistema socioeconómico ha sido
negado dialécticamente al ser integrado a la formación social capitalista, como parte de una
totalidad social mayor y cualitativamente diferente. Del mismo modo, la tradición histórica
común es la historia forjada en una práctica social del pasado, aunque entre aquel y el presente
haya una cierta continuidad.
La realidad actual, con todo, es en buena medida efecto de aquella realidad pasada que
contribuyó de manera importante a generar las particularidades de su situación presente. En
tanto la cultura es efecto de la multideterminación concreta de una etnia, en que tales "factores
étnicos" tienen especial relevancia en la determinación de la reproducción y recreación
diferencial de la misma, lo que hoy queda del pasado son sus efectos manifiestos de manera
más evidente en la esfera de la cultura. Aunque, desde luego, también la dimensión estructural
de la posición de clase de un grupo social ha estado causalmente condicionada por las
posibilidades de inserción al nuevo sistema de relaciones de producción, dependiendo del grado
y calidades del desarrollo socio-histórico de la sociedad "original".
Por otro lado, por muy heterogénea que sea la proveniencia étnica o nacional de los
miembros que integran una nueva clase social y, aún cuando su identidad no se base en los
elementos -en este caso no compartidos- de la "etnicidad", sino en torno a los aspectos comunes
que implica la pertenencia a esa clase, todas las formas de existencia de su ser social
conformarán una cultura material de la cual se nutrirán la conciencia habitual y reflexiva,
conformando una cultura particular de clase o subcultura nacional.
Así pues, si hay algo en común a toda clase o grupo social, del mismo "orden" de
fenómenos que la "etnicidad", es el hecho de que todos poseen una manifestación cultural
distintiva, efecto de la singular historia del desarrollo antecedente de su actual existencia. En
este sentido, que la base material y superestructuras, tanto de un grupo étnico como de
cualquier clase social, se manifiestan en el aspecto cultural de su existencia presente concreta.

423
Planteamos asíla pregunta pues, como veremos, la identificación y solidaridad social en torno a “lo étnico” sería, según
Díaz-Polanco, lo que permite definir la etnia.
De esta manera, podemos aceptar que las particularidades étnicas que se manifiestan en
la cultura de una etnia, como de cualquier otro grupo social, corresponden a un "orden" de
fenómenos diferentes al de su posición de clase. Pero en el entendido de que se trata de
diferentes órdenes de esencialidad en la multideterminación histórica y estructural de las clases
sociales a que pertenecen. Es decir, son "ordenes" o grados de esencialidad de dos aspectos
inseparablemente unidos en la realidad: la posición de clases y el conjunto de sus formas
culturales.
Desde ésta perspectiva derivamos la proposición de que posición de clase y cultura son
las categorías básicas más generales para el análisis de los contenidos y formas que adquieren
las luchas de clases que se desarrollan en el seno de una nación o entre naciones. Es decir,
situaciones étnico-nacionales que conforman las condiciones estructurales y coyunturales,
objetivamente singulares, en que se libran sus luchas sociales reales.
Planteadas así las cosas, podemos ahorrarnos hablar de "etnicidad", desde que la
categoría de cultura nos permite dar cuenta coherentemente de esa dimensión objetiva de las
clases sociales, sean o no etnias.

4. Nación, clases y etnias.

En este capítulo nos ocuparemos de la delimitación del concepto de nación y su relación con
las clases sociales que la integran, desde la perspectiva de las particularidades culturales que
éstas presentan. Para ello haremos una distinción básica entre grupos étnicos y grupos de
origen nacional, la cual tiene implicaciones principalmente políticas y analíticas. Entendemos
esa diferencia objetiva como efecto actual de factores históricos en la determinación de su
particularidad cultural más que como una correspondencia necesaria con determinadas
posiciones de clase.

1. Nación y "cuestión nacional".


Muy diversas implicaciones puede tener el planteamiento de la "cuestión nacional". Sin
embargo, el cómo se enfoca su estudio, qué aspectos son los que se consideran relevantes o qué
soluciones teóricas se proponen, son cuestiones que siempre están en relación con los objetivos
prácticos a los cuales se supone debe servir el conocimiento de estas dimensiones de la realidad
social, desde determinadas posiciones ideológico-políticas. Las alternativas de acción posibles
se apoyan en el conocimiento que se tiene de la realidad. Conceptualización de la situación real
y toma de posición, siempre están relacionadas. Sin embargo, buena parte de los problemas que
ha suscitado la discusión de las "cuestiones" nacional o étnica, derivan de la confusión de estos
dos planos.
Un ejemplo ya clásico de esto es la exposición de Stalin en su artículo El marxismo y la
cuestión nacional. La tarea política que enfrentaba, cuando se le encarga la redacción de ese
texto, era la de exponer la posición socialdemócrata rusa frente a la situación nacional de ese
momento, en particular, el principio leninista del derecho de las naciones a la
autodeterminación. Y arranca su exposición con una exposición de la nación que, de hecho, es
la definición de qué entidades sociales son aquellas a las cuales, en esa coyuntura, se les
reconoce el derecho de autodeterminación. Múltiples son las críticas que ha recibido tal
definición, por su carácter escolástico, empirista, reduccionista y por su rigidez que la ha hecho
inoperante para entender posteriormente una gran diversidad de situaciones que se dan en
distintas partes del mundo424. Ya desde entonces, su argumentación asume una actitud que
caracterizará sus posteriores políticas hacia la investigación científica, convirtiendo al
marxismo en una especie de cetro ideológico, usado ritualmente como criterio de autoridad,
con las nefastas consecuencias conocidas: su definición de nación es la teoría marxista sobre la
cuestión nacional. Además, en su ataque contra Bauer, Renner y Bund estaba comprometida la
defensa de la concepción leninista de la organización del partido. Pero, por acertada que fuera,
ello le impide considerar algunos aportes que estos autores pudieron realizar en el estudio de la
cuestión nacional. De allí que Lenin se viera luego en la necesidad de volver a intervenir en el
asunto, flexibilizado el análisis y la fundamentación de sus posiciones, sin mencionar el trabajo
de Stalin. Para terminar condenando su política como "comisario del pueblo" respecto a las
nacionalidades.
Antecedentes como éste nos advierten de los riesgos de pretender definir en forma
rígida un concepto como el de nación. Sin embargo, intentaremos delimitar, más o menos de
manera general, el fenómeno a través de algunas de sus características distintivas y señalar qué
aspectos del mismo son los que nos ocupan.
Aceptamos que la formación de las naciones es un proceso histórico concomitante con
el desarrollo de la formación económico-social capitalista que, por primera vez en la historia,
llega a integrar en una totalidad social a todas las sociedades del planeta. En toda la historia de
la sociedad clasista, la lucha de clases ha sido dirimida entre clases y fracciones de clases
explotadoras que correlacionan a su favor los descontentos y aspiraciones de las clases y grupos
oprimidos, consiguiendo el apoyo político para asentar su hegemonía y dominación económica.
El proceso de conformación de las naciones refleja las coyunturas de unidad y lucha
entre fracciones de clase de la burguesía, convertida en clase dominante, en diversas etapas de
la conformación de las unidades sociales en cuyo seno se organiza la reproducción y expansión
de las relaciones capitalistas de explotación de la fuerza de trabajo.
Estas unidades sociales de reproducción y desarrollo de la formación social capitalista,
que se estructuraron principalmente sobre bases políticas y territoriales, son las naciones.
Sus dimensiones territoriales, composición social y grado de desarrollo económico,
tienen que ver con las condiciones específicas y capacidades históricas de las burguesías
nacionales para establecer políticas de alianzas que les permiten dominar o generar poderes

424
Véase: Rodinson, 1977; Zavaleta, 1981; Díaz-Polanco, MS.
estatales (militares y administrativos), a través de los cuales consiguieron el control de los
mercados y la soberanía sobre las condiciones naturales y sociales de producción.
La conformación de las naciones es un proceso tan heterogéneo, desigual y complejo,
como lo es el de la implantación y expansión del modo de producción capitalista. En cuanto al
control de los aparatos estatales que apoyan este proceso, generalmente se originó en las
revoluciones burguesas que conquistan el poder de estados nacionalitarios y los transforman en
estados nacionales. La expansión colonial de las naciones de implantación temprana del
capitalismo pudo revestir diversas formas: la formación de aparatos estatales a partir de la
colonización y conquista o el sometimiento de viejos estados nacionalitarios. Es decir, el
ejercicio del poder estatal y la explotación económica de manera directa o indirecta, formas que
en muchos lugares se suceden425.
Así, los nuevos estados nacionales, centrales o coloniales, pudieron establecer su
soberanía sobre las condiciones de producción de una determinada nacionalidad convertida en
nación o sobre los territorios que ocupaban más de una nacionalidad o, en general, etnias. Y, en
muchos casos, la capacidad política y militar de asentar la soberanía nacional sobre
determinados territorios, no coincidió necesariamente con los territorios ocupados por las
diferentes etnias involucradas. Lo cual generó desajustes de las relaciones de éstas con sus
condiciones de producción y los consecuentes conflictos sociales que ello implica.
Si tomamos en cuenta que la nación es la unidad social en cuyo seno se reproduce el
modo de producción capitalista, resulta que la misma estructuración fundamental de las
relaciones de clases, puede ser bastante compleja. La penetración y evolución del modo de
producción capitalista implica la integración y transformación de diversos tipos o formas de
relaciones de producción, determinadas por la contradicción fundamental capital-trabajo, en
que éste puede encontrarse real o formalmente subsumido a aquel. Se integra así el sistema
capitalista de relaciones de producción, cuyas particularidades dependen de la diversidad de
sociedades o etnias comprometidas en el proceso; es decir, dependen de los diferentes grados
de desarrollo económico y estructuras de relaciones de producción preexistentes a la nación. Lo
cual no significa que las cualidades esenciales específicas de aquellas "sobrevivan" para
"coexistir" con el capitalismo, sino que se transforman bajo formas cualitativamente específicas
al integrarse a la nueva totalidad mayor que es el modo de producción capitalista, siempre
concreto.
Junto con el explosivo desarrollo de las fuerzas productivas -gran aumento de volumen
y diversificación de productos- y las múltiples nuevas interacciones sociales que se crean con el
desarrollo del capitalismo, se multiplican las formas de los objetos y conductas que, en su
manifestación fenoménica concreta, configuran una verdadera revolución de la cultura, que
corresponde a los nuevos contenidos del ser social y que se plasma en todas las esferas de la
formación socioeconómica. Además, el desarrollo de la circulación de bienes, el transporte y

425
Véase G. Léclerc: Antropología y colonialismo.
los medios de comunicación, "difunden" una nueva variedad de elementos que, integrándose a
las diversas culturas particulares, nacionales y étnicas, evidencian la interdependencia de las
naciones a escala mundial. Sobre la base de los elementos culturales aportados por los más
diversos grupos sociales, de los aspectos culturales de los bienes materiales que circulan en el
mercado interno, de las múltiples interacciones conductuales en un espacio socio-geográfico
común y las formas específicas de las lenguas y la comunicación simbólica que acompañan a
dichas relaciones concretas, que articulan la unidad del nuevo sistema socioeconómico en
desarrollo, se configura la cultura nacional. La cultura nacional resulta de la singular
combinación de la multiplicidad de elementos culturales, presentándose como la unidad de los
diversos grupos sociales que integran la nación.
Entendido así, sumariamente, el concepto de nación, la "cuestión nacional" nos interesa
como unidad de análisis de las contradicciones y luchas concretas de las clases y sectores que
integran la dinámica histórica del sistema capitalista de relaciones de producción. El objetivo
de tal análisis es obtener un conocimiento de la realidad social que permita organizar conciente
y coherentemente estrategias políticas globales orientadas a resolver las contradicciones que
implican las diversas formas de explotación económica, de opresión y discriminación social, de
represión ideológica y política.
Al tomar a la nación como la unidad social de referencia para el análisis, deberemos
considerar que las luchas étnicas o nacionales se libran tanto en el seno de una nación como
entre grupos sociales integrantes de diversas naciones o entre naciones como totalidades. Por lo
tanto, las luchas étnicas y las luchas nacionales deberán analizarse como sistemas de
contradicciones internas o externas a la nación, considerando los intereses de las clases,
fracciones de clases o sectores sociales involucrados. Y, dado que toda nación está
internamente dividida en clases, ello significa que las contradicciones que envuelven a más de
una nación y que, por lo mismo, se presentan como contradicciones externas respecto a
aquellas, implican necesariamente también un nivel de existencia interno en cada nación
comprometida.
Hemos dicho que en este trabajo nos interesa poner énfasis en la caracterización de los
grupos sociales que se distinguen en el seno de una nación. Por lo cual la distinción conceptual
entre grupos étnicos y grupos de origen nacional la trataremos básicamente en relación a la
sociedad nacional en que se encuentran comprendidos. Es decir, desde el punto de vista de las
contradicciones internas que representan en el plano nacional. No obstante, el hecho de que los
mismos grupos étnicos o minorías nacionales pueden participar de distintas naciones debe ser
tomado en cuenta. Esas situaciones serán consideradas en la proposición metodológica que se
esboza en el siguiente capítulo.
Pero antes de entrar en ese análisis, apuntaremos un par de líneas sobre la especificidad
de la "cuestión nacional". Pues si bien es cierto que tanto la "cuestión étnica" como la "cuestión
nacional" se vinculan en torno a un mismo problema central -las formas históricas concretas de
la lucha de clases-, hay entre ellas algunas diferencias que tienen que ver con el nivel de
integridad social comprendido, con los contenidos y alcances de los proyectos políticos que
sustentan y con la viabilidad real de los mismos.
La llamada "cuestión nacional" propiamente tal, se ha planteado históricamente en
términos de las luchas orientadas a la constitución de las naciones. En tal proceso, el papel
protagónico lo han jugado por lo general los sectores de la burguesía que, en competencia con
otros sectores o fracciones de la misma, internas o externas a la nación en conformación,
aspiraban o aspiran a delimitar unidades de reproducción del sistema capitalista. Fundadas éstas
en la soberanía sobre las condiciones materiales de producción, con capacidad de regulación y
desarrollo de la competencia en un mercado interno y con ejercicio del poder político sobre las
unidades y clases sociales integrantes de la nación. Sin embargo, tal proceso histórico ha
afectado indudablemente el desarrollo de la conciencia y las luchas del proletariado y, en
general, de las clases sociales subordinadas. Por lo que, desde Marx y Engels hasta hoy, sus
organizaciones políticas e intelectuales orgánicos se han tenido que ocupar de las implicaciones
e incidencias de la "cuestión nacional" en la lucha de clases, buscando definir, de la manera
más adecuada a los intereses de las clases explotadas, las posiciones y conductas políticas a
adoptar frente a tales situaciones.
Uno de los autores que ha realizado un aporte importante a la fundamentación teórica
del problema, refiriéndose a las contradicciones generales básicas que el mismo implica y
desde una posición materialista coherente con los planteamientos marxistas, ha sido Borojov.
Sus trabajos, en particular Nacionalismo y lucha de clases, no han tenido las repercusiones que
merecían en las discusiones sobre la cuestión nacional, en parte al parecer por no haber tenido
la "suerte", en su época, de ser conocido por Lenin y, posteriormente, porque el desprestigio
que el contenido marcadamente reaccionario asumido por el movimiento sionista, ha
despertado recelos que hacen descartarlo superficialmente sin una evaluación objetiva de los
contenidos de sus proposiciones. Según Borojov, las luchas nacionales obedecen
fundamentalmente a la disputa por la soberanía ("posesión" o "patrimonio", en su terminología)
sobre las unidades sociales y las condiciones materiales de su reproducción económica, en la
que participan las distintas clases sociales en defensa de sus intereses de clase. Por lo cual el
nacionalismo adquiere un contenido diferente según la posición de la clase que lo sustenta.
Desde esta perspectiva, analiza los intereses fundamentales, en torno a la nación, de las clases
que caracterizan específicamente al modo de producción capitalista: los grandes terratenientes,
la alta burguesía, las clases medias y pequeña burguesía y el proletariado. Sostiene además que,
al no estar resuelta la "cuestión nacional" en términos de una relación "normal" de la nación
con sus condiciones de producción, el nacionalismo domina en la conciencia de las clases,
oscureciendo el reconocimiento de los intereses fundamentales de las clases. Lo que para el
proletariado significa desviar su atención de las luchas orientadas a la imposición de su propio
proyecto político.
Cabe agregar que otro aspecto importante para entender los conflictos nacionales en el
sistema capitalista, es la disputa por los mercados nacionales e internacionales, como condición
para la realización de la plusvalía426 . Este problema, que constituyó la preocupación central de
Lenin en El desarrollo del capitalismo en Rusia, es retomado como elemento definitorio de la
nación -el mercado nacional- en el mencionado trabajo de Stalin.
Siendo éstas las contradicciones fundamentales que motivan las luchas nacionalistas, el
nacionalismo como ideología puede revestirse de los más diversos pretextos, adquiriendo
variadas formas políticas.
Uno de los problemas que han suscitado centralmente las discusiones acerca de la
cuestión nacional , es el de la conformación histórica y política de esas unidades sociales que
aspiran a constituirse en naciones o liberarse de la presión política y económica por parte de
otras naciones. A raíz de lo cual han surgido las más diversas posiciones en torno a cuáles son
los factores históricos, económicos, políticos, ideológicos o "naturales" que inciden en la
conformación de unidades nacionales o que legitiman el derecho de un pueblo a aspirar a
constituirse en nación o a independizarse. Sobre estas bases se ha intentado justificar diversas
concepciones políticas: desde el "derecho" de una nación a dominar otras o a sojuzgar a los
grupos sociales que la integran, hasta las posiciones que debe asumir el proletariado frente a
tales conflictos en cada coyuntura, cómo y sobre qué bases establecer alianzas políticas con
otras clases nacionales o internacionales, cómo deben organizarse los partidos de vanguardia,
etcétera.
Y en este sentido, han constituido temas básicos de la preocupación por definir la
constitución y legitimidad de las naciones y nacionalidades, de qué manera se relacionan los
pueblos con el territorio, la raza y, particularmente, con la cultura, la tradición histórica, la
lengua427, sus usos y costumbres, sus sentimientos de unidad, su identificación subjetiva y otros
aspectos. Ese tipo de discusiones fueron las que animaron, por ejemplo, las célebres disputas
entre los social-demócratas rusos y el Bund, en las que se jugaban significativas opciones
políticas. Todas estas discusiones, que prosiguen en nuevos contextos, han estado afectadas por
los problemas de ambigüedad y polivalencia de connotaciones dadas a tales conceptos, a los
cuales nos hemos referido.
Ahora bien, es claro que las naciones, como unidades sociales, están integradas por
diversas clases sociales. Y lo dicho anteriormente, reflejo de históricas situaciones reales, deja
ver que las luchas sociales casi nunca se presentan de manera transparente como luchas
políticas en defensa estricta de los intereses esenciales de clase, ni son esos los únicos intereses
que las clases defienden. Tampoco todos los grupos sociales se comparten una misma posición
de clase se identifican con intereses comunes y es un hecho que hay características estructurales
de las clases que oponen objetivamente a fracciones de las mismas entre sí. De allí que en gran
medida las luchas sociales, teniendo objetivos de distinto alcance histórico, se presenten la
mayor parte de las veces como luchas reivindicativas bajo diversos pretextos. Parte de estas
426
También Borojov se refiere a las expectativas de acceso al mercado nacional e internacional como intereses particulares y
diferentes, según la posición de clase.
427
Entendemos a la lengua y las formas dialectales del habla como formas culturales del lenguaje, por lo cual no la hemos
tratado como un aspecto distintivo separado de la singularidad cultural de los grupos sociales.
contradicciones se manifiestan bajo formas culturales como luchas étnicas, pero éstas siempre
se insertan en un sistema de contradicciones generales de clases, más amplias. Por ello es que
tomaremos a la nación como unidad analítica, intentando distinguir entre los que podrían
considerarse como grupos étnicos y los demás grupos sociales integrantes de la estructura
clasista de la nación.

2. Etnia y "cuestión étnica"


La cuestión de la especificidad de "lo étnico" o, más bien, de las características distintivas de
los llamados grupos étnicos o etnias, se ha planteado, al igual que la "cuestión" nacional y con
la interrogante que connota el término, como un problema: problema sociopolítico cuyo
enfrentamiento práctico exige algunas definiciones y, sobre todo, explicaciones. Cierto es que
una buena definición sintetiza un conocimiento. Pero la comprensión cabal de un problema
estriba en la posibilidad de su explicación.
Pensamos que "lo étnico", como especificidad de la existencia de algunos grupos
sociales, tiene que ver con particularidades históricas en la reproducción del ser social y la
conformación de su cultura actual como una subcultura en el seno de las naciones. En el
capítulo precedente hemos resumido algunos factores causales de esa reproducción diferencial
de la identidad cultural de los grupos sociales en general. Pero, por lo tanto, se nos presenta el
problema de delimitar el concepto de etnia, si es que puede hacerse tal distinción. Nos
limitaremos a la discusión de lo que podría considerarse como una etnia en el contexto actual,
vale decir, en el seno de las sociedades nacionales actualmente existentes.
Ha propuesto Díaz-Polanco que "...la etnia o el grupo étnico se caracteriza por ser un
conjunto social que ha desarrollado una fuerte solidaridad e identidad social a partir de los
componentes étnicos", mientras que otros grupos sociales, sin carecer por ello de "etnicidad" en
el sentido que da a este concepto, desarrollan formas de identidad diferentes, enfatizando
dimensiones de otro "orden".
Centrándonos en el contenido del concepto, tal como hemos formulado la categoría de
cultura y los factores que inciden en su particularización histórica428, esto significaría que, en la
identificación y solidaridad del grupo étnico al que se considera propiamente como tal,
predomina el manejo de los símbolos y valores culturales. En lo que coincide de alguna manera
con la definición general que propone Lumbreras para "etnia", como un grupo social con una
"cultura para sí"429. Sin embargo, tal caracterización presenta algunos inconvenientes formales.
Puesto que, por ejemplo, una nación actual, en la que la clase dominante impone una
hegemonía ideológica formando la conciencia de "identidad nacional" sobre la base de
símbolos culturales tradicionales o creados y, en todo caso, reunidos en un nuevo sincretismo,

428
Concepto que incluye los que Díaz-Polanco llama “factores” o “componentes étnicos”.
429
Se trata de una proposición expresada verbalmente en una reunión de arqueólogos realizada recientemente en Oaxtepec,
México, donde se discutieron los contenidos de diversos conceptos teóricos.
debería ser también considerada como una etnia. O las luchas de liberación nacional, que
recurren necesariamente a los valores de la cultura nacional como conjunto de claves que
mueven a la resistencia y a la lucha serían, con propiedad, luchas de liberación étnica.
Sin embargo, la mayoría de los investigadores hacen la diferencia entre nación y etnia y
no todos o en todos los casos, estarían de acuerdo en considerar a las luchas antiimperialistas de
liberación nacional como movimientos étnicos.
Por otra parte, suponiendo que la etnia pudiera identificarse no sólo por este aspecto de
la conciencia social, sino por algunas características de la materialidad de su ser social que lo
explicaran, la definición comentada implicaría que los grupos étnicos, aún sin perder las
calidades culturalmente distintivas de su ser social, dejarían de serlo por el hecho de acceder a
un nivel reflexivo de la conciencia de clase.
Respecto al primer comentario, Najenson propone una delimitación del concepto de
etnia que, hasta cierto punto, permitiría distinguirla de una nación o diferenciar un movimiento
étnico de una lucha nacionalista al señalar que "...el origen o momento inicial de su emergencia
histórica como formación social, como 'sociedad' particular -aunque no necesariamente la
conciencia política de su identidad étnica- fue siempre previo, en cada caso, al surgimiento de
naciones y/o estados nacionales que, entendidos como procesos concomitantes en general al
desarrollo del capitalismo..."o,"...el límite histórico del concepto de etnia, por oposición al de
nación, puede y debe remontarse -en cuanto al origen y dentro de la variabilidad histórica y
geográfica pertinente en cada caso- a etapas anteriores al surgimiento del capitalismo, sea cual
fuere el momento que consideremos como inicial para este último." (Najenson, 1982:52).
Planteando esto en los términos en que hemos ordenado los factores históricos de la
reproducción diferencial de la identidad social, o cultura, tal proposición significaría que la
unidad del grupo se conformó originalmente entorno a un sistema socioeconómico
precapitalista y que las etnias se constituyeron, al menos inicialmente, como tribus o
nacionalidades.
Otra ventaja que ofrece esta propuesta consiste en que la caracterización de un grupo
social está referida a factores de la reproducción de la materialidad del ser social. Sin embargo,
no deja de presentar igualmente limitaciones, en tanto no es generalizable sin mayores
precisiones. Pues sucede que también se dan los casos clásicos de las naciones capitalistas
europeas, surgidas de la transformación de nacionalidades y en las cuales la cultura nacional
tiene en gran medida su precedente histórico claramente identificable en esa tradición feudal
precapitalista.
De allí que este criterio, por sí solo, tampoco permite una delimitación suficientemente
clara del concepto de etnia, como reflejo de una realidad social objetivamente distinta de la
nación y de todos los otros grupos de origen nacional.
Por ello, consideremos a los grupos étnicos, como aquellos en que coinciden los
siguientes factores y características objetivas de la reproducción histórica de su identidad
diferencial:
a) El sistema socioeconómico que originó la unidad social de la población antecesora
del grupo étnico, se conformó en torno a un modo de producción precapitalista.
b) La calidad del modo de producción o de las posiciones de clases en el sistema
socioeconómico original, han cambiado necesariamente al integrarse el grupo de diversas
formas al sistema de relaciones sociales de producción capitalista. Sin embargo, los miembros
de la etnia mantuvieron alguna comunidad de relaciones de reproducción del ser social (en
torno a las relaciones de producción y/o filiación), que permitieron una continuidad en el
proceso de desarrollo de su identidad cultural distintiva, desde la base de su tradición cultural
real.
c) Los grupos étnicos están integrados al sistema de relaciones de producción capitalista
ocupando mayoritariamente posiciones de clases que, por sus calidades estructurales, los
imposibilitan a generar proyectos nacionales autónomos y viables.
Ampliaremos un poco más estos puntos. Respecto a la segunda característica enunciada,
puede decirse que, por lo general, la mantención de una identidad cultural distintiva ha
obedecido al hecho de compartir un desarrollo histórico como unidad social. Pero ello no
significa que todos los miembros del grupo compartan dicho desarrollo de la misma manera.
Pues si se trata de sociedades nacionalitarias, ya divididas internamente en clases, la diferencia
de posiciones en un sistema de relaciones de producción o en la división social del trabajo ha
debido generar una desigual participación en los aportes de fuerza de trabajo al proceso
productivo, en la distribución y el consumo de bienes, etc. Lo cual se debió manifestar como
una expresión diferencial de las subculturas que integran esa cultura que hoy, en el contexto
nacional, aparece como una unidad. Aunque de hecho es una cultura que muestra la unidad del
sistema de relaciones sociales a través de las cuales se ha reproducido materialmente el grupo
social.
Pero además, no hemos querido generalizar como característica de una etnia tal
comunidad de desarrollo histórico ya que, en sentido estricto, no siempre se ha dado
necesariamente. Hay pueblos que constituyeron unidades sociales originalmente y que se han
disgregado en parcialidades por diversas causas históricas: pudieron quedar separadas en
diversas unidades nacionales, haber sido territorialmente relocalizados o simplemente, haber
perdido el contacto al ser incorporados y subordinados a entidades políticas y administrativas
diferentes dentro de un Estado nacional, cuyas divisiones territoriales resultaron arbitrarias
respecto a las unidades sociales tradicionales de las etnias. Lo cual pudo conducir a desarrollos
históricos diferenciados. Sin embargo, tal vez hasta después de unos siglos, las necesidades
políticas de enfrentamiento a situaciones comunes de segregación y explotación, pueden
generar la búsqueda de nuevas alianzas que, en primer término, los lleve a identificarse en torno
a aspectos culturales. Los cuales, a pesar de cierta diferenciación, aún se mostrarán como
efectos similares de una causalidad histórica originalmente común: pueden persistir la
comunidad de lengua, tipos de relaciones de filiación, mitologías y rituales y otros rasgos. Todo
ello permite un grado de identificación cultural que, en el contexto de la sociedad y la cultura
nacional, contrasta como una comunidad humana diferenciable. Y de hecho, también se da el
caso en que las parcialidades étnicas derivadas de una sociedad antecesora común se
encuentren geográfica y políticamente dispersas, aún cuando persiste tal nivel de comunidad de
manifestaciones culturales.
Respecto a la tercera característica enunciada en la definición de los grupos étnicos, nos
parece que es aquella cuyas implicaciones son las más importantes para comprender el
problema social y político que representan. Para el Estado, presenta un problema de integración
al proyecto nacional burgués, intentando minimizar el conflicto social que ello genera. Para las
etnias es generalmente un problema de supervivencia, en las condiciones de explotación
económica, de discriminación y segregación social, de subordinación político-militar o policial.
Hemos señalado, al respecto, que es la posición estructural en el sistema de relaciones
sociales de producción la que condiciona la inviabilidad histórica de un gran proyecto nacional
autónomo de los grupos étnicos. Ello se debe a que, si se trata de grupos cuyo sistema
socioeconómico original es precapitalista y, a la vez, han mantenido una cierta continuidad en
las formas de reproducción de su ser social, es porque al incorporarse al modo de producción
capitalista han sustentado un modo de vida vinculado a las ramas tradicionales de la
producción, que siguen siendo necesarias a este sistema. Es decir, mantienen una posición, en
la actual división social del trabajo, vinculada fundamentalmente a la producción agraria y
artesanal, que constituían las bases de la economía de las sociedades precapitalistas.
La tecnología de la revolución industrial en que se funda el desarrollo capitalista les es
bastante ajena y genera formas de reproducción del ser social radicalmente diferentes como
para sustentar la mantención de culturas "tradicionales". Por otro lado, las condiciones sociales
del trabajo intelectual -posiciones que asumían las clases dominantes en las sociedades
precapitalistas- han cambiado tan radicalmente en el capitalismo que es aún más impensable
que, como clase o sector social, permitan la reproducción de las tradiciones culturales de sus
unidades sociales. De allí que los únicos intelectuales orgánicos del sistema capitalista que han
asumido la mediatización ideológica de los grupos étnicos con cierto éxito, sean los
representantes de las instituciones político-religiosas, derivados de los viejos estamentos
sacerdotales precapitalistas.
De tal manera, la inserción estructural de los grupos étnicos en el modo de producción
capitalista se da mayoritariamente (no exclusivamente), en las siguientes condiciones:
1) Ocupando posiciones, dentro de la división social del trabajo, en las ramas de la
producción agropecuaria y artesanal. Es decir, constituyen lo que, de manera general, se han
llamado unidades de reproducción económica campesina.
2) Desarrollan formas de producción -o adquieren tipos de relaciones sociales de
producción- que generalmente se encuentran en diversos grados de subordinación o subsunción
formal del trabajo al capital. La subsunción real, que implicaría posiciones de proletariado
agroganadero, requeriría de fuerza de trabajo "libre". O sea, carente de propiedad sobre medios
de producción y con una libertad de movimiento que, debido a las determinaciones del mercado
de fuerza de trabajo, desestructurarían rápidamente las formas tradicionales del ser social que
reproduce materialmente a las "culturas étnicas".
Hay que decir que, en tanto una de las formas de inserción formal de las economías
campesinas "tradicionales" al sistema capitalista se da a través del mercado como vía de
transferencia de excedentes, hay también un espacio social para sectores que igualmente tienen
tradición de existencia en las economías recapitalistas y que suelen integrar algunos grupos
étnicos: los antiguos mercaderes, convertidos en pequeña burguesía comerciante.
Es lo dicho lo que explica la inviabilidad histórica de un proyecto nacional autónomo,
en el contexto del modo de producción capitalista que están integrando los grupos étnicos. En
primer lugar, todas las formas de "economía campesina" -que pueden darse bajo diversos tipos
de relaciones de producción, es decir de propiedad y posesión de la fuerza de trabajo y los
medios de producción-, son formas secundarias del sistema de relaciones sociales de
producción capitalista. Están económicamente subordinadas al capital e integradas por clases o
sectores sociales subordinados políticamente a la burguesía bajo distintas formas de ejercicio
institucional de los poderes del Estado.
Sabido es que, históricamente, el campesino no tiene capacidad de hegemonizar un
proceso revolucionario. Pero la única posibilidad real de disputar al Estado nacional y a las
clases que éste representa, el control de las condiciones de producción, sería cambiando las
bases fundamentales de la estructura social, las relaciones fundamentales de propiedad sobre las
cuales aquellas se asientan.
Borojov ha mostrado que los conflictos y luchas nacionalistas están movidas por el
interés de las clases nacionales en controlar las condiciones históricas y naturales de
producción. Podemos decir que las luchas étnicas están movidas por intereses materiales
similares: buscan el control autónomo de sus condiciones de producción. Sólo que su proyecto
político no está orientado a conformar nuevas naciones capitalistas, ni, por lo general, a
hegemonizar un proyecto revolucionario de contenido socialista. En este sentido, los grupos
étnicos no tienen intereses nacionales sino, más bien, disputan a la soberanía nacional, dentro
de su ámbito, la autonomía del control sobre sus condiciones de producción. De ahí que la
utopía del "retorno a la pureza original", no obstante ser una estafa ideológica mediatizadora,
puede llegar a prender con entusiasmo como bandera de lucha de los movimientos étnicos.
Pero es también sabido, por la experiencia histórica, que el campesinado puede llegar a
desarrollar una gran capacidad de asedio a las clases nacionales que hegemonizan el poder,
movidos por la defensa de sus intereses y acicateados por las necesidades de sobrevivencia. Por
ello es que la "cuestión étnica", como la "cuestión nacional", representan para el Estado
nacional un conflicto potencial permanente, cuando no es un enfrentamiento social abierto.
Lo expuesto permite una caracterización general de lo que entendemos por grupos
étnicos o etnias. Sin embargo, debe reconocerse que el problema étnico es bastante más
complejo, si consideramos que, tanto los modos de producción que cualificaban la unidad del
sistema socioeconómico original precapitalista, por una parte, y los tipos de relaciones de
producción a través de los cuales se integran al modo de producción capitalista, por otro,
pueden ser muy diversos.
Ello incidirá en distintas particularidades estructurales del ser social actual de los grupos
étnicos, que condicionan distintos intereses y actitudes específicas que orientarán el contenido
de sus expectativas de reivindicación del control de las condiciones de producción, así como las
formas de su actividad social al respecto. Con lo cual el sistema de contradicciones entre las
expectativas reivindicativas o políticas y su viabilidad real, en relación con sus posiciones
estructurales, adquiere diversas especificidades, opera en distintos niveles de integridad social y
alcanza diversos grados de desarrollo.
Nos limitaremos, como ejemplo, a ver someramente algunas de estas particularidades,
de acuerdo al criterio de la calidad del sistema socioeconómico desde el cual las etnias se
integran al sistema capitalista. En el caso de las sociedades pre-tribales de cazadores
recolectores, puede decirse que no aspiran a otra cosa que a la disponibilidad de recursos
naturales apropiables a través del trabajo. Desde luego que también están interesados en
obtener algunos productos que no están en capacidad de producir y que elevan
considerablemente la productividad de su trabajo, tales como armas de fuego o instrumentos de
metal. Sin embargo, carecen de una organización institucional y, desde luego, de organización
política. En algunos casos, han llegado a la tribalización, en alianza con sociedades tribales,
intentando contrarrestar la reducción de la disponibilidad de recursos debido a la expansión
colonizadora del capitalismo. Debido a su incapacidad de respuesta política y, menos aún,
militar, puede decirse que han corrido con suerte aquellas etnias que habitan territorios donde la
explotación de los recursos de apropiación que constituyen su base de subsistencia no es
rentable a la empresa capitalista o a la explotación campesina. O cuando la obtención de
algunos productos de su actividad les permiten una relación de intercambio que interesa a
pequeños comerciantes (pieles, perlas u otros) que no están interesados en realizar el trabajo de
su obtención directa. De alguna manera, su destino está sujeto al papel ideológico-político que
la relación del Estado con estos pueblos juega en la sociedad civil nacional.
Los pueblos de origen tribal preclasista conocían ya las técnicas de producción de
alimentos, explotando recursos agrícolas o ganaderos que generalmente constituían la base de
su economía, además de haber alcanzado cierto grado de desarrollo y especialización en la
producción artesanal. Poseían instituciones administrativas más o manos simples y estaban
organizadas para la defensa de los medios colectivos de producción que, especialmente
tratándose de agricultores, incluían un territorio comunal. Dependiendo de la magnitud de su
población y de su posición geográfica, en algunos casos pudieron estar en condiciones de
resistir, aún militarmente, por tiempo prolongado a la expansión colonial capitalista. Los
resultados históricos del enfrentamiento con la sociedad clasista invasora de sus territorios y
subordinadora de su fuerza de trabajo, pueden haber sido diversos. Yendo desde el exterminio
físico a su disolución como grupo, integrándolos a las clases de origen nacional o, en los casos
de sobrevivencia de la etnia como una unidad social -que es lo que hoy nos interesa-, desde el
sometimiento a reducciones o el desplazamiento a zonas de baja productividad, hasta la
mantención de parte de sus territorios donde han retenido parte de sus tierras bajo distintas
formas de propiedad o posesión. De cualquier modo, han tenido que enfrentarse
permanentemente a la expansión de la propiedad agraria capitalista, que incorpora al mercado
las tierras de mayor productividad.
Es común que la situación de permanente enfrentamiento les haga volver a la tradicional
reciprocidad solidaria, como recurso de unidad estratégica frente a la agresión. Aunque, cuando
la disponibilidad de tierras se les reconoce bajo formas de pequeña propiedad privada, ello ha
llevado a la disgregación parcial del grupo. A la vez, el carácter privado de la pequeña
propiedad, que la hace alienable, ha sido la forma de su enajenación progresiva. Quedando a los
campesinos expropiados la alternativa de la proletarización o de recurrir a la "tradicional"
reciprocidad comunal. De cualquier modo, los grupos étnicos sobrevivientes han mantenido su
unidad, en términos de conciencia social, exaltando en primer lugar su unidad cultural
distintiva, como conciencia étnica en sentido estricto. No obstante, el hecho de que en el
contenido de la tradición cultural se refleje el carácter comunal solidario de las relaciones de
producción, hace al grupo estructuralmente más homogéneo. Al reconocerse culturalmente
como una unidad social, con cierta homogeneidad estructural, se comparte la conciencia de la
segregación política sufrida en común. Sobre esa base, el grupo étnico puede acceder a la
conciencia social, como clase explotada, con muchos más intereses en común que diferencias
internas. La mayor posibilidad de tal conciencia de clase permite la búsqueda de alianzas
políticas con otras clases nacionales que se enfrentan igualmente a la explotación. Pero la
conciencia de clase sólo puede surgir paralelamente, con el reconocimiento de la inviabilidad
de un proyecto autónomo, en el contexto del sistema de relaciones capitalistas.
De modo tal que, si bien el primer momento y el nivel de conciencia del grupo es su
identidad étnica como unidad cultural, y dentro de ella cabe la expectativa del control
autónomo de las condiciones de producción y reproducción social, es posible el surgimiento,
sobre esa base, de la conciencia de clase. El acceso a una conciencia de clase hace viable la
lucha reivindicativa, no ya como un proyecto autónomo, sino en términos de una alianza de
clases en contra de la explotación capitalista. Ello, sin embargo, no implica la pérdida de la
identidad étnica, ni en la materialidad del ser social del grupo, ni en su conciencia social.
La situación de los grupos étnicos originados en sociedades nacionalitarias, es decir,
conformados en torno a sociedades precapitalistas secundarias o clasistas, es más compleja y
con mayores contradicciones internas. Aún limitándonos a aquellas sociedades esclavistas
iniciales se tratará, por lo general, de sociedades multiétnicas430 en que las clases dominantes
explotaban la fuerza de trabajo de distintas comunidades campesinas y la estructura piramidal
de la sujeción política podía tener distintos grados de complejidad e instancias de mediación.
Pero sin duda, llegó a haber variados aspectos de la cultura en que se manifestaban las
relaciones de unidad de la totalidad social, como la lengua franca común, si es que la hubo, y
otros rasgos que mostraron las formas del sistema administrativo o la imposición de una
ideología religiosa sobre las tradiciones míticas y los rituales particulares de las diversas
comunidades campesinas sometidas. Se trata de sociedades que poseían una desarrollada
estructura política y un aparto militar organizado, por lo que su subordinación pudo implicar
conflictos militares de variadas proporciones. Sin embargo, las contradicciones internas
inherentes al carácter clasista de su estructura social, conllevaba las bases de una debilidad
estructural que, en casi todas partes, permitió a la expansión colonial capitalista su
desmoronamiento político y la desarticulación de la unidad que podría haber permitido el
enfrentamiento a las nuevas clases dominantes y a la subordinación a la sociedad nacional. Las
luchas internas de clases no sólo se establecían entre explotadores y explotados, sino también
entre estamentos y parcialidades de las clases nacionalitarias dominantes, lo que posibilitó a
corto o mediano plazo el desmantelamiento y sustitución de su poder estatal central por la
burguesía colonizadora.
Históricamente, contribuyeron a ello principalmente los estamentos intermedios de las
clases explotadoras divididas en parcialidades, cuyos intereses se orientaban en dos sentidos: a
mantener la sujeción directa de la fuerza de trabajo, por una parte, lo que les permitía, en la otra
mano, negociar políticamente con las nuevas clases dominantes -generalmente con los
terratenientes y, a veces, con los comerciantes- la mantención de privilegios económicos y
sociales.
Las comunidades campesinas, entre tanto, intentaron mantener su control sobre los
medios de producción -al menos bajo la forma de posesión- cuando las tierras eran apropiadas
por los terratenientes. Las luchas de las comunidades de productores campesinos pudieron ser
apoyadas por los antiguos "caciques", que de esa manera buscaban asegurar el apoyo político
que les permitía mediar con los nuevos propietarios de la tierra la disposición de la fuerza de
trabajo, de manera directa o a través de la renta en especies. O, si es que las comunidades
lograban retener la propiedad de los medios de producción, la apropiación de los productos que
entraban a la circulación mercantil.
Sin embargo, no hay que considerar que siempre las luchas de las distintas comunidades
o parcialidades étnicas de las viejas nacionalidades se dieron ya desarticuladas de su unidad
político-militar central, resolviéndose regional o localmente a través de diversas formas y
coyunturas. Con todo, lo dicho permite entender de manera global por qué -aún cuando la
situación del campesinado atravesó en algunos casos por el proceso de reforma agraria, como

430
Tratándose de sociedades precapitalistas, consideraremos a las etnias como unidades sociales que presentan culturas
distintivas, en cuya conformación diferencial han incidido singularidades de desarrollo histórico y origen geográfico.
proyecto de la burguesía industrial- el sistema de su denominación política se estructuró con
éxito variable, pero generalmente sobre la base del caciquismo, conformando esa forma de
Estado llamada "bonapartista", en las naciones cuya territorialidad "encerró" viejas sociedades
nacionalitarias de avanzado desarrollo.
Con la expansión capitalista al agro, tanto a través de la apropiación de las tierras como
a través de la apertura de las comunidades campesinas al mercado interior, éstas se vieron cada
vez más reducidas en sus posibilidades de reproducción. Lo que ha causado en parte la
expulsión de población a las ciudades, sin que ello les permitiera tampoco una incorporación
ilimitada a otras formas de producción. Por lo que en el campo se agudizan las luchas de clases
generando situaciones complejas.
Como vemos, muchas veces, la lucha se da separadamente por parte de las distintas
parcialidades étnicas que una vez integraron una nacionalidad. No obstante, se llegan a
conformar situaciones críticas para el campesinado cuando las políticas agrarias del Estado
nacional -sea por la crisis económicas del sistema capitalista mundial o por crisis e incapacidad
política de las clases dominantes nacionales para resolver el "problema agrario"- los afectó
drásticamente de manera general. En tales situaciones, el campesinado busca ampliar las bases
de una acción política para enfrentar al Estado nacional. Y una de las formas que adquieren las
alianzas, es la unificación de las distintas comunidades y parcialidades que han integrado
históricamente las viejas nacionalidades. Generalmente, a tales necesidades de unificación se
corresponde la generación de un nuevo sistema de representaciones ideológicas que, sobre la
base de rasgos culturales comunes (como la lengua, la mitología, etc.) alude a la vieja unidad
como sustento de las grandezas del pasado histórico, bastante mitificado, bajo formas de
pensamiento mítico-religioso ("milenarismo", "mesianismo"). En tales condiciones, la
capacidad de asedio del campesinado al Estado nacional puede alcanzar gran magnitud, sobre
todo si se trata de etnias demográficamente importantes. Las limitaciones de sus proyectos
políticos se deben, a pesar de ello y en primer lugar, a sus contradicciones internas. Por una
parte, los elementos de la conciencia social serán predominantemente culturales, debido a que
se trata de un campesinado dividido en clases. Por lo que, si una unidad étnica se fortalece, no
sobrepasará en sus manifestaciones a la simbolización cultural de lo común. Por lo demás, los
elementos culturales comunes que pueden conformarla han sido históricamente "difundidos"
por las viejas clases explotadoras y las relaciones entre formas y contenidos de estas
expresiones de la conciencia social suelen ser poco congruentes con su contenido político anti-
explotador. Ello limita los niveles de conciencia política, opacando las posibilidades de una
conciencia de los intereses y posiciones estrictamente de clases, que les llevarían al desarrollo
de las luchas intestinas. Lo que, por lo demás, ocurre con bastante frecuencia, debilitando la
unidad interna de tales alianzas.
Pero cuando la unidad política se da y cobra fuerza con el movimiento social en
ascenso, el proyecto político que se presenta bajo la ideología de la identidad cultural, por su
carácter excluyente de la "otredad" social, hace muy difícil las alianzas con otras clases
explotadas de la sociedad nacional. Se puede llegar a coincidir, en coyunturas de rebelión
contra el estado, con las acciones del proletariado o la pequeña burguesía. Pero se hace difícil la
estructuración de una unidad política orgánica. De hecho, los proyectos políticos de las etnias
de origen nacionalitario se presentan como anticapitalistas. Por lo que no debemos confundir
un movimiento nacionalitario de liberación con las luchas nacionalistas de liberación.
Lo cual no quiere decir que una alianza de parcialidades integrantes de antiguas
sociedades nacionalitarias estén históricamente imposibilitadas de integrarse a un proyecto
nacional. De hecho, el capitalismo los ha integrado ya a la nación. Pero no se trata de un
proyecto autónomo: no es su proyecto. Y es justamente esta situación la que el movimiento
campesino, unificado como etnia, rechaza.
Es un rechazo al Estado nacional burgués, las etnias nacionalistas pueden llegar a
proclamar a su proyecto como "socialista". Pero generalmente tal concepción del socialismo es
algo sui generis y está empíricamente referida más bien al carácter internamente igualitario de
las relaciones comunales que constituían las unidades de producción y reproducción social en
que se sustentaba el esclavismo inicial, aunque ya las relaciones comunales hayan alcanzado
diversos grados de disgregación por la penetración del capitalismo. Un proyecto "socialista" de
tal naturaleza, con todo, tiene viabilidad histórica a condición de tener como bases sociales a
las comunidades campesinas y de establecer con otras clases nacionales explotadas una alianza
política que las apoye también en su lucha contra la explotación tradicional de los caciques.
Pero, en tal caso, se trataría ya de un proyecto político que subordina al interés y conciencia de
clase la identidad étnica y, además, no será un proyecto autónomo, sino integrado a una
coalición de fuerzas con otras clases que no se identifican culturalmente con la etnia.
Volviendo al plano general, para resumir lo anterior, podemos decir que las etnias son
grupos sociales con una cultura distintiva que, entre los factores históricos de su diferenciación
cultural, se caracterizan por pertenecer a pueblos originalmente unificados en torno a una
formación social precapitalista. Y que se ven inevitablemente incorporados al sistema de
relaciones de producción capitalista, en un proceso histórico irreversible. Dicho proceso de
confirmación de la nación capitalista conlleva necesariamente el establecimiento de la
soberanía territorial por el estado burgués, restringiendo progresivamente, hasta llegar a la
eliminación, el control del las etnias sobre sus condiciones naturales de producción.
Por una parte, la tierra misma -medio y condición fundamental de producción
económica y de reproducción social de las sociedades precapitalistas- entra inevitablemente en
el proceso de acumulación de medios de producción en que se funda el desarrollo capitalista,
modificando las viejas relaciones de propiedad sobre ella y condicionando con eso las formas
de posesión por los productores directos, así como las diversas formas de transferencia de
excedentes. Por otra parte, se rompe la autosuficiencia de la producción campesina tradicional,
al ser abierta al mercado nacional que es, a la vez, una instancia de integración al sistema
capitalista (transferencia de excedentes de productos) cuando las unidades de producción
campesinas sobreviven, y una vía de desintegración de las viejas formas de las relaciones de
producción (mercado de medios de producción -tierras- y de fuerza de trabajo), que incorpora
progresivamente a las poblaciones de origen étnico a las clases de origen nacional. Una minoría
se constituirá en pequeña burguesía agraria o comercial y la mayoría en proletariado o en
"ejercito de reserva" agrario o urbano.
Ante la violencia de este proceso expropiador y disgregador de las viejas formas de
producción -que tampoco les ofrece alternativas mejores, desde que el mismo sistema no está
generalmente en condiciones de subsumir realmente toda esa fuerza de trabajo al capital431-,
las poblaciones étnicas tienden a unificarse para resistir. La base social a la cual pueden recurrir
de manera más inmediata para conformar una unidad de resistencia, es el grupo mismo. Y los
contenidos de la conciencia en que se refleja tal unidad en la inmediatez, son precisamente los
contenidos culturales de la conciencia habitual. Como hemos visto, la identificación cultural
-étnica en este caso- se ve proporcionalmente agudizada en relación al grado de conflicto con
los "otros" grupos sociales, es decir, con las clases representadas por el Estado nacional. Al
decir clases "representadas" por el Estado nacional, nos referimos también al proletariado, que
se presenta de manera aparente como contrario a los intereses del campesinado, al demandar en
el mercado de productos agrícolas la baja de los precios, desde que los alimentos constituyen
parte importante del valor del salario. En el mercado se establece así una contradicción de
intereses inmediatos de clases entre el campesinado y el proletariado que, aún no siendo
antagónica, dificulta las alianzas de clases contribuyendo al aislamiento político del
campesinado en general y los de origen étnico en particular, pues su unidad se suele convertir
en pretexto fácilmente identificable de discriminación social.
La inviabilidad histórica de un proyecto nacional autónomo de los grupos étnicos no
obedece sólo a las relaciones externas al grupo, dentro de la sociedad nacional, sino también a
las debilidades del mismo debidas a las contradicciones internas de sus aspiraciones,
condicionadas por el hecho de que las etnias están integradas al sistema capitalista. Por un
lado, aspiran al control autónomo de sus condiciones de producción. Pero ello supone su
explotación bajo formas "tradicionales", correspondientes a un grado de desarrollo de las
fuerzas productivas que no les permitirían ni la defensa militar de su soberanía ni la producción
de bienes que se han convertido en necesarios, pero que sólo pueden obtener a través del
mercado capitalista. Por otro lado, tampoco aspiran a romper con el mercado nacional respecto
del cual, desde que como campesinos representan una rama de la producción en la división
social del trabajo, han entrado a depender, tanto para obtener instrumentos y tecnología básica,
como diversos otros bienes de consumo a los cuales no pretenden renunciar. Respecto al
mercado nacional, "exterior" para la etnia, sólo pretenden obtener condiciones más favorables
en el proceso de intercambio.

431
En las primeras fases del desarrollo del capitalismo no existía un desarrollo industrial suficiente como para absorber la
fuerza de trabajo desplazada del agro. Cuando el desarrollo industrial ha alcanzado grandes avances, elevándose la composición
orgánica del capital, la automatización comienza a rechazar a una importante proporción de fuerza de trabajo que, aún con la
extensión de la producción industrial, tampoco alcanza a ser proletarizada. De ahí que los llamados “sectores informales”
constituyen una proporción de población urbana sin posibilidades de incorporarse realmente a la producción capitalista “típica”.
Así las cosas, los movimientos étnicos, aún pudiendo llegar a ejercer fuertes presiones
contra el Estado nacional, levantan demandas fundamentalmente reivindicativas y no llegan a
conformar proyectos políticos alternativos. Lo que explica por qué el nivel de la conciencia
social enfatiza la identidad cultural, que es la que predomina en el nivel de conciencia habitual
y espontánea.
Otro aspecto del concepto de etnia que se debe precisar se refiere al hecho de que, si
bien el grupo étnico está mayoritariamente integrado por productores campesinos con las
características señaladas, ello no significa que sus miembros ocupen exclusivamente tales
posiciones en el sistema de relaciones sociales de producción. Estos, sin embargo, constituyen
el núcleo o la base de la reproducción del ser social y la cultura de la etnia.
Hemos mencionado que una minoría de los miembros de la etnia puede incorporarse a
la pequeña burguesía comercial, generalmente asentada en zonas urbanas. La mantención de los
vínculos con el grupo étnico y el reforzamiento de su identificación cultural es, para ellos, un
recurso que les permite asegurar un cierto control del proceso de intercambio de los productos
agroartesanales de las comunidades campesinas en condiciones ventajosas. Cuando se trata de
comerciantes de productos artesanales, explotan también la imagen de su identidad cultural
"hacia afuera", como garantía de "autenticidad" de los productos, lo que forma parte del valor
socialmente asignado a los mismos y que el comerciante se hace pagar. También suele
generarse una pequeña burguesía agraria que se asegura la disponibilidad de fuerza de trabajo
más o menos barata, comprometiendo a los miembros de su grupo étnico a través del
intercambio de "favores".
Pero hay fracciones más amplias de los grupos étnicos que, debido a la pauperización de
la economía campesina, se incorporan a otros tipos de relaciones de producción dentro del
capitalismo, como una forma de subsidiar las pérdidas de la producción agraria que es, sin
embargo, el ámbito de su reproducción social y la base de la reproducción de la cultura con que
se identifican. Es el caso de los que Bartra incluye en el campesinado pauperizado y
semiproletario, que desarrollan esa "...agricultura (que) se sostiene en el pequeño comercio, el
dinero que envían las hijas de la ciudad donde trabajan como sirvientas, los jornales, los
beneficios del trabajo artesanal o las ganancias de un ejercicio de un oficio" (R. Bartra,
1974:90). Tanto los campesinos pauperizados que no llegan a proletarizarse y viven de realizar
actividades "terciarias", como los semi proletariados que se sustentan básicamente en un jornal
o salario, participan de la producción agraria como una actividad económicamente secundaria.
Meillassoux, por su parte, explica el por qué es importante para el proletariado campesino la
mantención de los vínculos con la que llama comunidad doméstica y que, en nuestro caso, es
válido para la etnia campesina. Se trata, en su calificación de los sectores del proletariado, del
"proletariado campesino que sólo obtiene del capitalismo los medios para la reconstitución
inmediata de su fuerza de trabajo, pero no para su mantenimiento y reproducción, medios que
él se procura en el marco de la economía doméstica" y que, en cuanto a su conciencia de clase y
conducta política, se caracteriza porque "reivindicará particularmente mejores condiciones de
trabajo y de resistencia durante el periodo de empleo, pero tendrá una débil conciencia de clase
por cuanto piensa que puede replegarse a su país y a la comunidad rural" (Meillassoux 1977:
189-190). En este caso, la mantención de los vínculos con el grupo étnico es lo que permite al
proletario de origen campesino, en principio, su reproducción social como fuerza de trabajo
barata, cuyo costo no ha sido cargado al capital variable del empresario capitalista y, además,
garantiza su sobrevivencia ante los riesgos de cesantía como proletario. Es decir, es lo que le
permite al proletario de origen campesino resolver situaciones vitales que su venta ocasional de
fuerza de trabajo a bajos precios no le permite solventar. De ahí por qué su trabajo asalariado
contribuye a subsidiar una producción agraria deficitaria y por qué mantiene su identificación
con el grupo étnico -que en parte reproduce-, aún cuando sus aspiraciones pudieran estar más
orientadas a incorporarse al proletariado estable que a participar de las reivindicaciones de su
etnia como campesino.
También suele haber sectores del proletariado estable o "clásico", integrados por
miembros de origen étnico que, aún prescindiendo de sus vínculos económicos con la
producción campesina, reproducen su identidad cultural originaria de manera aparente, cuando
a la imagen esteriotipada de su etnia se asocia la posesión de alguna habilidad particular que se
cotiza bien en el mercado de la fuerza de trabajo: "son muy trabajadores", "son muy
serviciales" o, como sucede con los iroqueses, que tienen gran demanda en las empresas de
construcción, porque se supone que no sufren de vértigo.
También habrá algunos miembros salidos de la etnia que se han integrado a otras clases
sociales, como la pequeña burguesía administrativa o profesional, que no desconocen su origen
étnico aunque estén totalmente desconectados de su grupo, pues éste constituye la referencia
desde la cual valoran su posición actual de términos de prestigio social.
Para terminar con este punto, sin la pretensión de haber respondido a todos los
problemas objetivos que implica el concepto de etnia, ni mucho menos, queremos explicitar los
aspectos de su categorización que intentamos contribuir a resolver a partir de la formulación
precedente:
1) Buscando congruencia en la formulación materialista del concepto, creemos que la
especificidad de los grupos étnicos se puede precisar así, reflejando los aspectos fundamentales
de la causalidad histórica de su ser social, de la reproducción material de las peculiaridades
distintivas de su cultura.
2) Que es el reconocimiento de la particularidad material de su ser histórico-social lo que
permite extender la tendencia predominante de los grupos étnicos a la focalización de su
identificación y solidaridad social en torno a la identidad cultural en el nivel de la conciencia
habitual. Lo cual no es, en todo caso, una característica exclusiva de las etnias.
3) Este enfoque del problema permite entender el hecho de que una etnia, sin dejar de serlo
como ser social con una determinada cultura, puede, en determinadas situaciones, acceder a la
conciencia política. De hecho, un desplazamiento de la identidad social respecto a los
contenidos y niveles de la conciencia, no implica ni genera por sí mismo un cambio del ser
social de la etnia. Pero puede convertirse en una condición subjetiva importante en su
transformación histórica, como sujeto activo y conciente de la misma.
4) La formulación propuesta busca precisar algunas diferencias importantes en cuanto a las
formas y niveles de la práctica política en la lucha de clases, entre las luchas étnicas,
básicamente reivindicativas, y los movimientos nacionalistas o las luchas nacionales de
liberación anticolonial o antiimperialista , que constituyen proyectos políticos alternativos.

El problema indígena.
El llamado "problema indígena" no es otra cosa que una particularidad de la "cuestión étnica".
Es una particularidad americana432. Se refiere a etnias cuya tradición histórica se desarrolló en
territorios americanos y que suelen compartir algunos componentes raciales en común. Y los
elementos culturales que -integrándose de diversas maneras con una gran cantidad de
elementos originarios del viejo mundo- defienden su individualidad, tienen que ver con la
cultura de diversas sociedades precapitalistas y pre-europeas autóctonas. No obstante, la unidad
del sistema socioeconómico que los integró como grupos sociales involucrados en la
confirmación de las naciones americanas, fue generalmente el complejo sistema de relaciones
de producción que se estructuró en el proceso de acumulación originaria del capital, durante la
colonia. Prevemos que un intento escolástico de distinguir si se trata estrictamente de etnias - si
"encajan" en la definición- estará afectado por las polémicas en torno así el modo de
producción entonces fue feudal o capitalista, qué tanto o desde cuándo.
De cualquier modo, podemos decir que las etnias indígenas actuales descienden de
aquellas que, involucradas de diversas maneras en la estructura socioeconómica colonial antes
de la conformación de las actuales naciones americanas, participaban de sociedades
precapitalistas establecidas en territorio americano.
La cuestión indígena es de gran complejidad, dada la multiplicidad de etnias existentes
antes de la colonia y el hecho de que esas sociedades americanas se encontraban organizadas en
diversos modos de producción condicionando diversas particularidades de relación con los
colonizadores europeos y aún con las clases sociales del capitalismo organizado en naciones.
Había desde comunidades primitivas de cazadores recolectores y comunidades tribales
agropecuarias hasta sociedades esclavistas en distintos grados de desarrollo. Las sociedades
más fáciles de conquistar y someter económicamente fueron las más desarrolladas, que ya
poseían un aparato estatal de dominación clasista bien estructurado. Las mayores dificultades
las representaron las comunidades tribales, algunas muy numerosas, organizadas para la
defensa y nunca antes sometidas a explotación ni a dominación política, pero que interesaban a
los colonizadores por representar una buena cantidad de fuerza de trabajo capacitada para las
labores productivas como la agricultura, minería y artesanías. Los pueblos cazadores pre-

432
Aunque el término “indio” no se ha aplicado sólo a los habitantes nativos de América.
tribales, en cambio, no reconocían la propiedad sobre los medios naturales de producción -pues
nunca la conocieron-, y se resistieron a las grandes transformaciones tecnológicas y sociales,
además de no ser una fuente importante de fuerza de trabajo. Fueron exterminados a través de
dos formas de etnocidio: el asesinato sistemático y masivo en unos casos y, en otros, la política
de reducciones o reservaciones donde su fuerza de trabajo fue forzada a contribuir a la
acumulación de unos cuantos capitales antes de extinguirse en condiciones inhumanas.
La existencia de sectores mas o menos importantes de ladinos y mestizos, es uno de los
efectos del proceso de integración y subordinación le las etnias indígenas en la conformación
del modo de producción capitalista y los Estados nacionales americanos.

3. Grupos de origen nacional.


Si podemos apreciar la existencia de grupos étnicos, como unidades sociales particulares en la
organización de la estructura clasista de la nación, es porque presentan algunas diferencias
objetivas respecto a otros tipos de grupos sociales, también particulares, que integran en
sistema de clases sociales. Y la diferencia debe establecerse como una característica distinta
respecto a los mismos factores que se han tomado como criterios para la delimitación de la
particularidad "étnica". Si nos parece pertinente hacer esta explicitación es porque nos interesa
ver qué papel juega la singularidad cultural en la lucha de clases, como una dimensión de la
existencia de toda clase social, trátese o no de etnias.
Para tal efecto, consideraremos como grupos de origen nacional a aquellos cuyo
sistema socieoeconómico originario común se genera con el desarrollo del sistema de
producción capitalista. Es decir, se trata de grupos sociales que, aún integrados por miembros
de proveniencia heterogénea, adquieren una particularidad cultural común y distintiva, que se
corresponde con el surgimiento de las nuevas clases y sectores sociales específicos del modo de
producción capitalista. Es esta posición en estos nuevos tipos de relaciones de producción la
que constituye el contenido sociohistórico particular a que corresponden las subculturas de los
grupos de origen nacional: las culturas burguesa, proletaria y de la pequeña burguesía. Sin
embargo, esto requiere de algunas precisiones.
De hecho, todas las clases y sectores que integran el modo de producción capitalista,
son cualitativamente nuevas, incluso la de los grupos étnicos que no se integran a las clases
mencionadas. Si hubo, por ejemplo, en lo que se constituyó en la base territorial de una nación,
comunidades tribales, éstas perderán las calidades esenciales del comunismo primitivo al
convertirse en clases sociales explotadas que transfieren excedentes a través del mercado. Aun
cuando se distribuyan igualitariamente la producción que retienen o que obtienen del mercado,
aún si mantienen viejas técnicas y formas de la organización productiva, formas tradicionales
de filiación, etcétera, su antiguo modo de producción habrá desaparecido, transformándose
cualitativamente en nuevas formas de producción.
Además, es perfectamente posible que diversos sectores o parcialidades de las nuevas
clases sociales, sean grupos sociales que conserven sus identidad étnica.
Por lo tanto, diremos que los grupos de origen nacional están integrados generalmente
por grupos o sectores sociales que, en el desarrollo de la lucha de clases que llevan a la
implantación y expansión del sistema capitalista, han luchado en contra y han roto con los
sistemas de reproducción que permitían mantener culturas "tradicionales". La revolución
burguesa nace de la lucha radical contra los viejos órdenes sociales, contra los antiguos
sistemas de producción, generalizándose a sus demás manifestaciones en la religión, la cultura,
etcétera. La burguesía hegemoniza, por lo demás, un violento proceso expropiador de los
medios de producción, con lo cual el nacimiento del proletariado es también el surgimiento de
una clase que proviene de la desarticulación de las viejas formas del ser social que permitían la
reproducción de sus culturas tradicionales, ya despojados y amalgamados en el nuevo ser social
de vendedores de fuerza de trabajo. Para lo cual requieren de una libertad de movimiento que
les permite desplazarse bajo las compulsiones de la demanda de ese mercado de fuerza de
trabajo. Con lo que rompen progresivamente con todos sus vínculos tradicionales, viéndose en
la necesidad de generar nuevas formas de organización y de establecer nuevos vínculos sociales
adecuados a su situación real: mutuales, clubes deportivos, sindicatos, partidos políticos. La
burguesía genera, además, una nueva clase o sector social que sirve a sus intereses: la pequeña
burguesía, con diversas posiciones en la división del trabajo. La pequeña burguesía comercial
que realiza la plusvalía en la circulación al detalle, sin mayores capacidades (no sin
expectativas) de reproducción ampliada, ni de convertirse en competencia para la alta
burguesía; la pequeña burguesía de servicios, encargada de la administración burocrática y del
mantenimiento de las funciones institucionales; la pequeña burguesía intelectual, propietaria de
conocimientos especializados que permiten la multiplicación y calificación de la fuerza de
trabajo, la planificación social o la creación y reproducción de las ideologías al servicio de las
clases dominantes.
Probablemente la única fracción de clase que tenga una cierta relación de continuidad
real con las tradiciones anteriores a la revolución burguesa sea aquella que, habiendo
confirmado parte de las viejas clases feudales, pero escapando al proceso expropiador, se ha
convertido en sector de la burguesía terrateniente. Por lo que puede reclamar, en su
identificación, de una "tradición cultural" más o menos real, conformando además por razones
estructurales e históricas, a la fracción más conservadora y reaccionaria de la burguesía. Pero
tales sectores de la burguesía no suelen ser mayoritarios ni entre la misma burguesía
terrateniente. Además, tal situación sólo puede darse aún donde el desarrollo del capital
industrial-financiero no ha realizado una reforma agraria, que le permita restar del costo de la
fuerza de trabajo (salario) el porcentaje destinado a la renta de la tierra incorporado al precio de
los alimentos, lo que resulta un lastre para el avance del capitalismo moderno.
Por eso es que, por lo general, los grupos de origen nacional integran mayoritariamente
a las clases comprometidas en la negación de la reproducción de las viejas formas del ser social
y están compuestas por miembros de una heterogénea proveniencia cultural, los que generan
nuevos intereses de clases que se disputan en el ámbito nacional. Por lo que crean nuevas
formas de identificación social: formas particulares de ideologías nacionalistas que se
corresponden con sus nuevos intereses de clase. Borojov es uno de los autores que con mayor
claridad ha intentado mostrar a relación entre las ideologías nacionalistas y los intereses de
clases (Borojov:op.cit.).
Sin embargo, también los grupos de origen nacional poseen manifestaciones culturales
distintivas. Y la singularidad de las subculturas de estos grupos no sólo se corresponde con la
posición en la estructura de clases, con una diferenciación cultural respecto a los grupos que
integran otros tipos de relaciones tipos de relaciones de producción integradas al sistema
capitalista, sino que presentan también una singularidad nacional. Lo que nos permite apreciar
diferencias a veces notables entre el proletariado o la burguesía de una nación a otra o de las
distintas regiones de una misma nación. En gran medida, tales particularidades tienen relación
con las coyunturas históricas en que se han formado y desarrollado estas clases y sectores
sociales. También sus modalidades obedecen a las ramas de la producción en que se insertan,
en la división nacional e internacional del trabajo. Las que pueden manifestarse como
subculturas de la burguesía agraria o ganadera, industrial, comercial o financiera. Lo mismo
podemos distinguir las subculturas del proletariado minero, de las haciendas ganaderas, de la
industria urbana, etcétera.
Debemos tomar en cuenta que las clases sociales y grupos de origen nacional, nacidas
con el capitalismo, si bien tienen un cierto grado de cohesión ideológica y política en torno a
los intereses comunes de su posición de clase, son al mismo tiempo clases que están
internamente sometidas a fuertes pugnas que les impone la competencia en el mercado:
compiten los burgueses entre sí por colocar sus capitales financieros, por introducir sus
mercancías en condiciones ventajosas al mercado; compiten los obreros entre sí por vender su
fuerza de trabajo o los pequeño-burgueses por vender sus servicios o conocimientos
profesionales. En esta situación, se conforman diversos tipos de alianzas entre sectores menores
de las clases sociales que, unificados con cierto grado de solidaridad interna, están en mejores
condiciones de enfrentar la competencia. Y, muchas veces, la unidad interna de estos grupos de
poder se conforman en torno a una comunidad de referencias culturales, que puede obedecer a
particularidades históricas o de proveniencia geográfica.
Todos estos factores deben ser considerados si queremos comprender la causalidad que
incide en los procesos de creación de la diversidad de subculturas propias de los grupos de
origen nacional, en diversos grados de amplitud, como cultura nacional, subculturas de clases y,
dentro de éstas, las subculturas que generalmente diferencian a distintos grupos económicos y
de poder en la estructura de clases y en la sociedad civil. Se trata de un proceso en que los
diversos sectores que intervienen originalmente en la construcción del sistema capitalista en su
momento revolucionario rompen, en un comienzo, como hemos visto, con todas las
"tradiciones culturales" que son manifestaciones de viejas formas de reproducción del ser social
y que la revolución burguesa niega. Pero las clases sociales comprometidas en ese proceso
crean, junto con la implantación y desarrollo del nuevo sistema de relaciones sociales de
producción, nuevas formas de organización y de identificación ideológica. Una vez
consolidadas las nuevas relaciones sociales y políticas, dentro de su permanente dinamismo, la
lucha ideológica genera un proceso de apropiación -que en buena medida es invención- de la
historia y de las "tradiciones culturales".

La cultura nacional.
En general la "cultura nacional", objetivamente formada en el mercado, en la necesidad de una
lengua franca común, en las nuevas redes de interacción económica, social y política dentro del
espacio nacional es, como ideología, una creación de las fracciones de la burguesía que
hegemonizan la vida política. Para lo cual compran y disponen de los servicios de la pequeña
burguesía intelectual, es decir, de sus intelectuales orgánicos, en la acepción gramsciana. Las
formas y contenidos ideológicos que adquiere la creación y a apropiación burguesa de la
"cultura nacional", variará en su desarrollo en cada nación, de acuerdo con las formas de
ejercicio de los poderes de Estado (forma de Estado). La creación de símbolos y valores
culturales "nacionales" busca inicialmente la hegemonía e identificación de los grupos de
origen nacional, siendo altamente discriminativa y segregadora de los valores culturales de los
grupos sociales y étnicos sometidos a violenta expropiación o aniquilamiento en la creación del
espacio nacional. Valores y perjuicios discriminativos que se mantendrán o resurgirán con
todas las formas dictatoriales y antidemocráticas del ejercicio del poder. Sin embargo, cuando
la burguesía consolidada económica y políticamente en un territorio nacional y una población
sobre los que ejerce su soberanía, está también capacitada pera ejercer su dictadura de clase
bajo formas democrático-liberales o populistas y presentándose como conciliadora de los
intereses de las distintas clases, desarrollará ideologías de "rescate" de las múltiples "raíces" de
la nación. Se apropiará de la profundidad histórica de las tradiciones culturales de las distintas
etnias o aceptará como "forjadoras" de su singularidad a la concurrencia de las culturas
portadas por los inmigrantes que provienen de otras naciones. De cualquier manera, estos
valores culturales "rescatados" ideológicamente, tienen una calidad totalmente diferente a la del
contexto del ser social que los ha reproducido como una forma de su existencia real. En fin, son
alternativas diversas de desarrollo las que adquiere la creación, siempre actualizada, del mito
ideológico de la unidad nacional que difunden las instituciones estatales y los medios de
difusión al servicio de la burguesía.

Las culturas de clase.


Junto con ello, existen también las diferencias culturales objetivas y la creación ideológica de la
identificación cultural de las distintas clases sociales. Cultura material en que se manifiestan
fenoménicamente las diferencias cuantitativas y cualitativas de acceso al consumo, los hábitos
y particularidades del modo de vida, el acceso a la calificación e instrucción, las relaciones
reales de filiación, las posibilidades y formas de disfrute del tiempo libre, las formas de
organización institucional, etcétera. A la comunidad de intereses de la clase y según sus niveles
de conciencia social y de organización, corresponderá igualmente la creación de sistemas
ideológicos y estereotipos culturales. También la intelectualidad orgánica de las clases se
apropiará y creará símbolos de su tradición y unidad culturalmente distintiva. Resaltará de su
historia de participación en la vida nacional e internacional los hechos y manifestaciones que se
consideren memorables, perderá la memoria o tergiversará aquello que resulte incongruente
con su sistema de valores, se disputará la "propiedad" de los símbolos nacionalmente aceptados
cuando ello parezca meritorio, rescatará las culturas étnicas si es que eso significa la posibilidad
de alianzas aún cuando en la tradición real se hayan estereotipado despectivamente.

Las minorías nacionales.


El concepto de minorías nacionales se ha usado con bastante flexibilidad para designar tanto a
los grupos étnicos, fracciones de las clases de origen extranjero o comunidades raciales
integrantes de una nación. El término de "minorías", por lo general no tiene una significación
cuantitativa respecto a la proporción de la población nacional que representan, si no más bien
hace referencia al hecho de que conforman partes de las clases nacionales.
Acá usaremos el concepto de minorías nacionales para designar específicamente a los
grupos de origen nacional que conforman entidades sociales identificables como subculturas en
el seno de las clases surgidas o creadas por el capitalismo. Es común que la pertenencia a una
minoría nacional, así entendida, coincida con posiciones determinadas en la estructura de
clases. No obstante, una minoría nacional puede estar integrada por miembros de distintas
clases sociales, lo que significa que la dimensión social que la distingue, dentro de la cultura
nacional, es su manifestación cultural, que no se corresponde necesaria o estrictamente con la
posición de clase.
Se trata principalmente de las parcialidades de clases que se solidarizan respondiendo a
la necesidad de enfrentar más favorablemente las condiciones de la competencia capitalista. Por
lo que pueden conformarse como minorías privilegiadas o subordinadas.
Las minorías nacionales privilegiadas son aquellas que representan subculturas de las
clases dominantes y que las manipulan a su favor como símbolos de prestigio y exclusividad,
habiendo logrado asumir posiciones de privilegio económico y de poder político. Su identidad
cultural puede crearse en torno a diversos pretextos, de "antigua" raíz aristocrática o en relación
a eventos históricos recientes. Generalmente son grupos sin larga tradición, puesto que
corresponden a las fracciones más avanzadas de la burguesía, lo que no impide que se apropien
de alguna particular y exclusiva "tradición" como referencia de identificación. Su unidad
cultural es manejada ideológica y políticamente como pretexto para la exclusión (es el sentido
de la "exclusividad") de otras fracciones de las clases explotadoras del monopolio de las
posiciones del privilegio en el seno de la misma. Esto implica que, también en el seno de las
clases dominantes, hay fracciones socialmente segregadas bajo pretextos culturales o raciales y
que muchas veces tienden a conformar sus propios mecanismos de solidaridad.
Las minorías nacionales subordinadas son aquellos grupos de origen nacional
segregados socialmente y que enfrentan en condiciones desfavorables la competencia
capitalista, excluidos de las posiciones de privilegio que monopolizan las fracciones de las
clases dominantes que hegemonizan a su favor el poder político. Están fundamentalmente
integradas por miembros de las clases trabajadoras explotadas, aunque pueden pertenecer a
ellas algunas fracciones de las clases explotadoras. Por lo general tienden a identificarse
internamente -con independencia del grado de cohesión y organicidad que posean como
grupos- en torno a las mismas manifestaciones culturales por las cuales son segregados o que
sirven de pretexto ideológico-político para marginarlos en la competencia económica y el
acceso al poder político. Sobre todo cuando se trata de formas culturales inocultables, como el
acento del idioma, el tipo físico, sus hábitos particulares, religión u otros rasgos similares. Se
trata así de grupos subordinados o explotados en el seno de una clase. Los factores culturales
con que se estructurará la identificación de las minorías nacionales serán diversos,
estableciéndose una jerarquía de rasgos en la conformación de su estereotipo social.
A veces las características físicas los harán identificarse como grupos raciales,
independientemente de su pertenencia cultural específica. Es el caso de las minorías de origen
africano o asiático en el continente americano, que son segregadas por sus rasgos antropofísicos
aparentes, sin importar cuáles hayan sido las naciones o etnias de las cuales provienen, que
posean diferentes dialectos, que profesen distintas religiones. En estos casos, suele darse un
sincretismo cultural que amalgama elementos de diversas viejas tradiciones, creando nuevas
identidades culturales unitarias en torno a las cuales puede establecerse la solidaridad social
necesaria para sobrellevar o enfrentar activamente la situación de discriminación. En otros
casos, el factor de discriminación cultural se relacionará con las particulares tradiciones
heredadas de culturas de origen nacional extranjero o en etnias autóctonas históricamente
disueltas como tales, pero de las cuales persisten, integradas a una nueva subcultura, algunos
rasgos distintivos.
Cuando el origen nacional extranjero o "criollo"433, o las características raciales son un
pretexto de discriminación muy fuerte y se da en el seno de distintas clases, la unidad en torno a
los símbolos y valores culturales comunes puede implicar niveles de solidaridad social que
subordinan las contradicciones internas del grupo, derivadas de la diferencia de posiciones de
clases, sobre todo en las situaciones en que la lucha de clases antagónicas no ha llegado a
niveles críticos.
Es importante destacar que la identificación de los grupos de origen nacional, que se

433
En muchas de las naciones donde el capitalismo obedeció a su expansión colonial, las clases dominantes hegemónicas han
sido propiamente de origen extranjero discriminándose a la población nativa o mestiza, aún cuando parte de ella conforme la
burguesía nacional. De hecho, en estos casos la burguesía extranjera ha hecho “suya” la nación, apropiándose de los aspectos
culturales de su tradición. En otras situaciones, donde domina una burguesía nativa o mestiza, se discrimina a los comerciantes
o empresarios de origen extranjero que han llegado como inmigrantes a buscar fortuna (a “hacerse la América”), como sucede
en América con los inmigrantes árabes, judíos y algunos europeos.
establece primariamente como identidad cultural, puede llegar a adquirir gran fuerza ideológica
como factor de unidad y solidaridad en la acción política. Sin embargo, su grado de desarrollo y
contenido político puede ser bastante disímil. Ello dependerá de la composición clasista de las
minorías y de su nivel de participación, como tal, en la lucha de clases.
En algunos casos, su comportamiento político no diferirá del de un grupo étnico.
Particularmente cuando los integrantes de la minoría nacional se han incorporado a posiciones
secundarias en el sistema de relaciones de producción generadas por el modo de producción
capitalista. Es lo que sucede con diversos grupos afroantillanos y caribeños que, conformados
como tales por la expansión colonial capitalista en su momento de acumulación originaria, los
sometió a particulares relaciones de esclavitud en el argo (la "segunda esclavitud"). Y con la
liberación de su condición de esclavos, que les otorga la burguesía que encabeza las luchas de
independencia y conformación de los Estados nacionales, se integran a comunidades de
economía campesina.
En otras situaciones, cuando las minorías nacionales subordinadas están compuestas por
miembros integrantes de distintas clases sociales, incluyendo las clases fundamentales, y
representan una proporción importante de la población nacional, pueden aspirar a imponer un
proyecto nacional autónomo, como ha sucedido de hecho en Haití. Con lo cual se "normalizan"
-en el sentido de Borojov- las relaciones de la nación con sus condiciones históricas y naturales
de producción, dando paso a la manifestación descarnada de las contradicciones estrictamente
clasistas.
Cuando las minorías nacionales están integradas principalmente por clases trabajadoras
explotadas, pueden llegar a conformar importantes grupos de presión política frente al Estado
nacional. Pero difícilmente conformarán un proyecto nacional alternativo viable, mientras el
nivel de conciencia política no desplace el centro de su identificación de la identidad cultural,
que los contrapone a los demás grupos integrantes de las clases con que comparten una
posición estructural común. Es lo que sucede con las minorías nacionales de negros y chicanos
en los Estados Unidos de Norteamérica434.
Pero tal unidad, como minoría nacional, podría ser una primera etapa histórica en el
desarrollo de la conciencia de clase. Es posible que una minoría nacional integrada por
proletarios y trabajadores explotados en general, accedan a una conciencia política como clase
para sí, movida por su situación de explotación económica agudizada por la discriminación
social. Y, en tal caso, adquiere la posibilidad de entrar en alianzas o incluso hegemonizar un
proyecto nacional alternativo, de contenido anticapitalista y revolucionario.
En síntesis, podemos apreciar que la dimensión cultural es expresión de las formas
particulares de existencia tanto de los grupos de origen nacional como de las etnias y, en ambos
casos, adquieren funciones ideológico-políticas similares. Y en cualquier caso, el contenido
fundamental de las manifestaciones culturales se relaciona con la posición en el sistema de

434
Este es el caso de las que, en sentido estricto, López y Rivas y Perera (1971) definen como minoría subordinada.
relaciones sociales de producción. Tanto en unos como en otros, la cultura es una dimensión
real de las clases sociales, que reflejan las formas concretas de la historia y desarrollo de la
lucha de clases, con sus diversos matices.
En este contexto, la distinción entre los grupos étnicos y los que no son, no tiene ni más
ni menos relevancia que la necesidad de entender las singularidades concretas de la lucha de
clase.

5. El análisis de situaciones étnico-nacionales concretas.

La distinción básica que hemos esbozado entre grupos étnicos y grupos de origen nacional tiene
un carácter muy general. Pero resulta evidente que cada una de estas categorías sociales puede
presentar muy diversas modalidades particulares, según como hayan incidido en su
determinación histórica los diversos factores que condicionaron tanto su cultura como su
inserción en la estructura de clases. Si intentáramos la explicitación de estas modalidades
posibles, ello nos llevaría, sin lugar a dudas, a la caracterización de una interminable -y
seguramente siempre incompleta- tipología de subgrupos sociales diferenciables de acuerdo a
las distintas alternativas de combinación de los factores y variables mencionados, que
incidieron en su determinación particular.
La clasificación tipológica es una de las formas usuales de ordenar nuestros
conocimientos acerca de las propiedades de los fenómenos reales y responde a la necesidad de
sistematizar el resultado de los procedimientos analíticos que nos permiten descubrir tales
propiedades. Pero hay distintas maneras de enfrentar el problema metodológico de la tipología
y ellas están relacionadas con la concepción global (o la falta de la misma) de la investigación
científica.
Al respecto, es bastante común una aproximación que podríamos llamar "inmediatista"
del problema, que responde a una concepción estrecha y limitada de la ciencia. Se da cuando el
investigador se enfrenta a un conjunto de información empírica relacionada con lo que se
supone es el objeto de su ciencia y se ve en la necesidad de darle un orden, pues también se
supone que es lo que debe hacer un investigador. Y la primera pregunta que se plantea es cómo
hacerlo. A partir de la cual se defienden con cierta arbitrariedad diferentes criterios de análisis
que, por lo general, resultan de las características comunes más aparentes que llaman su
atención. Por lo que sucede que cada investigador que se precie de tal inventa su método
clasificatorio, generando resultados que después son difícilmente comparables con los otros
colegas. Sobre la base de tal proceder, no pueden sino sustentarse posiciones empiristas que,
bajo el supuesto de la "objetividad" del dato que resultaría de su ordenación con el rasero de
criterios comunes claramente "observables", conducirá a generalizaciones de las regularidades
empíricas cuya relevancia no se puede evaluar.
En otros casos, se concibe erróneamente al método tipológico, no como el
procedimiento de ordenación, sino como el resultado del mismo. Es decir, se procede con
mayor o menos acierto a la definición de los tipos y luego el "método" consiste en meter los
datos de la realidad en esos casilleros. Un ejemplo de ello es el llamado "método de Bordes",
usado para la clasificación de artefactos de piedra tallada. François Bordes definió -en su caso,
bastante adecuadamente- los rasgos característicos del instrumental de piedra del paleolítico
europeo435 y quienes usan su "método" no hacen otra cosa que meter las piezas que obtienen en
el campo en cajoncitos con los rótulos de cada tipo, ya definido por dicho autor. Las piezas que
no corresponden a ninguna de sus definiciones, son consideradas "atípicas". Tal manera de
operar puede funcionar más o menos bien en Francia. El problema surge cuando se le usa para
intentar clasificar otros materiales, como sucede en América, donde la mayoría de las industrias
líticas resultan completamente "atípicas".
De allí que, cuando nos referimos al método de análisis y ordenación, no debemos
confundir el procedimiento mismo con sus resultados. Y, al proponer un método de ordenación,
lo que se debe hacer es precisamente definir los criterios del análisis que nos llevarán a
descubrir un orden en los datos empíricos. Sin embargo, este problema debe ser planteado con
referencia a la concepción del método de investigación como una totalidad. Pues no es la
tipología la totalidad de la investigación, ni la pregunta de cómo clasificar es la primera
cuestión a resolver.
El cómo investigamos es una cuestión subordinada al para qué lo hacemos. Situados en
el problema de cómo clasificamos (qué categorías de análisis manejamos, en qué orden lo
hacemos, etc.) depende de qué aspectos de la realidad queremos inferir a partir de esa
información ordenada. Es decir, en cada instancia de la investigación, podemos necesitar
ordenar una clase de información con el fin de realizar determinadas inferencias que nos
descubran a la vez lo general y lo singular de un nivel dado de la realidad. Según cuáles sean
los aspectos de la realidad que buscamos inferir, podremos definir no sólo cómo ordenamos la
información, sino también qué información necesitamos obtener. En este sentido, la concepción
general del método de investigación se deriva de la teoría acerca de la realidad que nos interesa
transformar, permitiéndonos definir los criterios adecuados para proceder en cada fase del
proceso investigativo y acceder a los distintos niveles de integridad del conocimiento (ver Bate,
1981).
Hemos considerado pertinente esta disgresión a propósito del método tipológico, para
explicar por qué no intentaremos exponer una tipología de grupos sociales que, convertidos en
un conjunto de casilleros "típicos", resultaría necesariamente incompleta, ya que lo que nos
proponemos llegar a conocer, más allá de la combinación de unas cuantas características
particularmente comunes, es su singularidad concreta, históricamente determinada. Para lo
cual, prácticamente tendríamos que convertir a cada entidad social real en un "tipo" único, y
ello escapa del todo a nuestras intenciones presentes y posibilidades.

435
François Borde: Tipologie du Paléolothique ancien et moyen. Bordeaux, 1961.
Sin embargo, como es nuestro propósito intentar avanzar algo en la sistematización de
las investigaciones sobre las formas concretas que adquiere la lucha de clases y las distintas
dimensiones de la existencia social que en ella se involucran, consideramos más adecuado
delinear, aunque sea muy esquemáticamente, una proposición de criterios metodológicos. Al
ser explicitadas las categorías y variables que organizan los procedimientos investigativos, se
responde a dos objetivos. Uno de ellos es la posibilidad de generación de conocimientos acerca
de las cualidades de los grupos sociales y los procesos históricos en que participan. El otro es el
de facilitar la comunicación de los problemas y aspectos de la realidad a que hacemos
referencia, desde que sabemos de qué manera los estamos analizando.
Como señalamos en la introducción, la teoría es a la vez es un resultado de la
investigación precedente y un punto de partida para el desarrollo de nuevas investigaciones. La
búsqueda de soluciones mejores a problemas del contenido e interrelaciones entre los conceptos
que integran la teoría, nos interesa acá precisamente como un punto de partida desde el cual
podemos organizar racionalmente los procesos investigativos que nos conduzcan a generar
nuevos conocimientos cada vez más coherentes y precisos acerca de nuestro objeto de estudio.
La teoría se formula como un sistema de categorías y conceptos que reflejan distintos
niveles de generalidad y esencialidad de las regularidades objetivas que ocurren en las dos
dimensiones inseparables del proceso social: las dimensiones estructural e histórica. Y los
conceptos o categorías que reflejan los distintos niveles de generalidad y particularidad de la
realidad, deben ser compatibles entre sí.
Si, como hemos visto, la metodología de la investigación se deriva de la concepción
teórica sobre la realidad, la mayor adecuación en la definición de los procedimientos
metodológicos se alcanzará cuando estos se deriven de las formalizaciones teóricas más
cercanas al nivel particular de existencia de los procesos que nos interesa conocer.
Esto supone que las categorías más generales son formuladas reflejando la mayor
riqueza de determinaciones que, hasta donde se sabe en un momento dado, intervienen en al
particular nivel de existencia cuyo conocimiento se desea profundizar. Pero de cualquier modo,
para ese nivel de existencia particular, las categorías deben tener el suficiente nivel de
generalidad como para posibilitar la investigación de diversos fenómenos y procesos que en él
ocurren. Por eso, para definir la adecuación del uso metodológico de determinadas categorías,
es necesario delimitar el nivel de existencia real del objeto de estudio. Con lo cual se define el
nivel de particularidad teórica pertinente, del que se derivará una metodología particular.
Al delimitar el concepto de nación y tomarlo como unidad de análisis, estamos
definiendo como objeto de estudio a las situaciones étnico-nacionales concretas, entendidas
como las formas estructurales y coyunturales concretas que adquiere la lucha de clases en la
formación social capitalista. En ellas están contenidas las contradicciones de clases de distinto
nivel de acción tanto internas como externas a la nación.
Hemos propuesto que las categorías básicas y más generales para aproximarse a este
problema son de las de clase social y cultura, desde que la relación objetiva entre la clase como
categoría fundamental en la formación social y la cultura, comprenden y explican las distintas
dimensiones de la estructura del fenómeno social, desde sus determinaciones esenciales hasta
sus manifestaciones fenoménicas. Por lo tanto, dichas categorías son también
metodológicamente básicas para el análisis de las situaciones étnico-nacionales concretas,
desde que permiten explicar, en su unidad, a la sociedad como totalidad concreta. Siendo
pertinente la aclaración de Kosik en cuanto a que, metodológicamente, totalidad no significa
"todos los hechos", si no "realidad como un todo estructurado y dialéctico, en el cual puede ser
comprendido racionalmente cualquier hecho (clase de hechos, conjunto de hechos)". En
relación a nuestro problema, al entender a la sociedad como una totalidad concreta, formulada
teóricamente como la unidad orgánica de la estructura dinámica y fundamental de la formación
socioeconómica y la cultura, podemos investigar y explicar racionalmente esta clase de hechos
que son las situaciones étnico nacionales concretas en que se desenvuelve la lucha de clases.
Si es posible la instrumentación lógica -como base de una metodología de análisis- de
estas categorías, es por lo que partimos de una formulación teórica que explica las relaciones
entre ambas. Y es precisamente sobre esa relación que hemos formulado la mencionada
proposición, que, si no es (ni puede ser) acabada, pretendemos que nos permita avanzar con
bastante mayor coherencia en el estudio de estos complejos procesos objetivos. Al señalar que
entre la clase social y sus manifestaciones culturales hay una unidad de diferentes órdenes de
esencialidad, entendemos que la cultura es la forma fenoménica de su existencia, cuya calidad
esencial es su posición de clase. Pero la relación entre cultura y clase no se reduce a la relación
entre fenómeno y esencia, lo que ya nos abre una vía metodológica para enfrentar esta análisis.
Partiendo del supuesto de que, si las leyes y categorías de la dialéctica son generales rigen en
todos y cada uno de los niveles de la realidad, hemos investigado cómo se encadenan,
específicamente en la particular relación entre cultura y formación social, esa multiplicidad de
regularidades objetivas: fenómeno y esencia, forma y contenido, lo singular y lo general, todo y
partes, causas y efectos en el contexto de la causalidad completa, contingencia y necesidad,
posibilidad y realidad, correspondencia entre calidades y magnitudes en una estructura
compleja y de mediaciones contradictorias, negaciones dialécticas, etc.
Esto hace que la tarea de investigación sea mucho más ardua y compleja, pero a la vez
abre muchas más alternativas metodológicas. E insistimos en que, si nuestro objetivo es
conocer a la realidad como es, no podemos soslayar el hecho de que la realidad es,
objetivamente, altamente compleja y dinámica por lo cual deberíamos perder las esperanzas de
simplificar la metodología de investigación, reduciéndola a un cómodo recetario operacional. Si
la realidad es compleja, no podemos reducir su conocimiento a una metafísica simplicidad,
sobre todo si pretendemos que el conocimiento nos permita transformar realidades
concretamente complejas. Y si nos consideramos "intelectuales" o investigadores profesionales
"comprometidos", sería saludable que fuéramos asumiendo tal compromiso con la
responsabilidad y los esfuerzos cada vez mayores que el desarrollo de la ciencia exige, en vez
de esperar que alguien descubra por nosotros alguna milagrosa piedra filosofal que convierta lo
complejo en simple, la espesura en transparencia o el sentimiento en conciencia, sin el requisito
del trabajo.
Por ello insistiremos en un punto: el conocimiento de la realidad concreta no se deduce
de la teoría general. Pero sólo mientras manejemos consistentemente una teoría podremos
sistematizar eficazmente los procedimientos lógicos de investigación de la realidad objetiva,
directamente accesible al conocimiento empírico. En nuestro caso, la formulación teórica de la
diferencia y unidad entre cultura y formación social, es una formación general, supuestamente
válida para cualquier sociedad. Sin embargo, en la medida en que ésta nos muestra las
conexiones existentes entre la manifestación fenoménica de la cultura y la estructura
contradictoria fundamental de clases, nos permite sistematizar la investigación desde la empiria
hasta la explicación racional de la realidad histórica concreta.
Por otro lado, también en la dimensión histórica hemos delimitado la particularidad del
objeto de estudio, desde que las situaciones estudiadas están demarcadas por el surgimiento del
capitalismo y la conformación de las naciones. Lo cual no significa que diversos aspectos que
concurren en su determinación causal no deban ser rastreados en una profundidad histórica
mayor. De cualquier manera esta indicación, así como la delimitación de los conceptos de etnia
y grupos de origen nacional, nos circunscriben el campo particular de la teoría en que se
despliegan las implicaciones de las categorías más generales de clase social y de cultura.

Proposición metodológica.
Se puede estructurar lógicamente el proceso de investigación que nos permita acceder a un
conocimiento sintético de las situaciones étnico-nacionales concretas, para lo cual sólo
apuntaremos algunos criterios básicos de análisis y ordenación en las principales instancias
metodológicas.
En estas instancias, el análisis puede proceder desde la identificación de los grupos
sociales a través de sus manifestaciones concreto-sensibles como conjuntos y subconjuntos
culturales, pasando por las abstracciones que nos dan a conocer su inserción en la estructura de
clases, hasta la explicación de la situación histórica concreta de la lucha de clases.
Desde que el análisis de estas situaciones trata con sociedades contemporáneas -para las
cuales podemos obtener información más directamente vinculada con los contenidos
fundamentales de la formación social, siendo posible que muchas de las investigaciones
necesarias para su conocimiento ya se hayan realizado-, la estructura metodológica que
esbozamos no implica una secuencia necesaria de procedencias, particularmente en las dos
primeras instancias436. Si existen, por ejemplo, estudios sobre la estructura de clases de una
nación, se podría proceder tanto desde su descomposición analítica para llegar a la

436
Lo señalamos, porque en una proposición metodológica que he formulado para la arqueología, dada la especificidad de esa
clase de investigaciones, se da un orden necesario de precedencia de instancias metodológicas.
identificación de grupos socioculturales, como desde estos a aquélla, o aún desde ambos
simultáneamente. Lo que importa es entender la coherencia de la estructura lógica de sus
conexiones, la cual deriva de la organicidad de la formulación teórica de las relaciones entre
cultura y formación social.

I. Composición cultural de la nación.


En esta instancia se trata de acumular la información que nos permita conocer la singularidad
histórica de los diversos grupos sociales integrantes de una nación, manifiesta en sus
expresiones culturales. Obtendremos así lo que podríamos llamar un perfil étnico-nacional que
nos posibilitará la comparación y reconocimiento de las diferencias e identidades de los grupos
étnicos y grupos de origen nacional que lo componen.
a) A través del conocimiento de la comunidad de manifestaciones culturales, se pueden
distinguir los diferentes grupos sociales integrantes de una nación, entendidos como partes de la
totalidad social. Una ordenación de ésta índole supone la existencia de distintos niveles de
comunidad de rasgos culturales, pudiéndose identificar, dentro de la cultura nacional, grupos
mayores y subgrupos componentes de uno o varios grupos mayores. Así por ejemplo, un grupo
étnico que integre parcialmente una clases social, mostrará algunos rasgos que serán comunes a
toda la clase; por otra parte, puede haber etnias divididas y distribuidas en diferentes clases y su
subcultura mostrará igualmente esas diferencias internas.
Lo que interesa, en principio, es poder diferenciar cada uno de los grupos étnicos o
nacionales de acuerdo a sus rasgos culturales. Estos conjuntos de rasgos distintivos incluirán
tanto los que corresponden a las específicas formas de relación con otros grupos sociales como
los que pueden compartir con diversos grupos. Para establecer tal diagnóstico diferencial, se
deberá proceder por comparación de conjuntos de manifestaciones culturales. Ello significa
tener en cuenta que los criterios o variables sobre cuya base se establezca la comparación deben
ser los mismos y aplicables a todos los grupos437.
b) Población. En este aspecto, estimamos importante considerar dos variables
diferentes: 1. Composición racial de cada grupo y, 2. Cuantificación de los miembros de cada
grupo y la distribución estadística de acuerdo a los criterios que pudieran interesar para el
análisis, como sexo, edad, distribución de los miembros de una etnia por clases sociales y otros.
c) Distribución territorial. Se trata de identificar los espacios geográficos dentro de los
cuales se mueven normalmente los miembros de un grupo social. Pueden distinguirse éstos de
acuerdo a varios criterios. Por ejemplo: 1. Si se trata de un territorio unitario o fragmentado; 2.
Si comprende territorios de una o más naciones; 3. Si se trata de espacios rurales, urbanos o
ambos; 4. Clasificación de espacios según actividades: productivas, de residencia o vivienda,
ceremoniales, funerarias, etc.; 5. Si se trata de espacios compartidos con otro grupo social; 6.
Comparación de los espacios geográficos actualmente ocupados con aquellos ocupados en el
437
Sobre los criterios de ordenación de formas culturales véase el capítulo "El orden de las formas culturales" en Bate, 1978.
pasado (restricciones o ampliaciones territoriales, desplazamientos, migraciones).
d) Génesis socioeconómica, Se refiere al sistema o sistemas socioeconómicos de los
cuales descienden los miembros de un grupo social. Una "etnia" diferirá de los grupos de
origen nacional si la unidad actual deriva de un sistema socioeconómico común precapitalista o
si el grupo ha sido integrado por descendientes de diversas sociedades originadas durante el
proceso de desarrollo del modo de producción capitalista.
e) Tradición histórica particular. Interesa el conocimiento de la historia particular real
del grupo social, de su conformación como unidad social, relaciones con otros grupos o
sociedades, particularidades de su devenir y procesos de integración al sistema actual438. De
hecho, también en este caso, los grupos étnicos poseerán una historia como unidad social
diferenciable, anterior a su incorporación al sistema capitalista. Los grupos nacionales
generalmente son de origen más heterogéneo y la historia de su identidad, como tales, se
inscribe en la historia del desarrollo capitalista, lo que no excluye la incorporación de diversos
rasgos culturales que recrean viejas y diferentes tradiciones precapitalistas.

II. Estructura socioeconómica.


En esta instancia se analizaran los contenidos fundamentales de la cultura, como aspectos
generales de la inserción de los distintos grupos sociales en la formación económico social. Los
primeros criterios analíticos (a, b y c) se manejarán separadamente para cada uno de los grupos
étnicos o nacionales. Los últimos (d y e), suponen una síntesis de las relaciones estructurales y
causales básicas de la formación socioeconómica en conjunto.
a) Posición de clase. Se refiere al análisis de la posición en el sistema de relaciones
sociales de producción y contradicciones que caracterizan a los integrantes del grupo social. La
posición de clase, fracción de clase, o sector puede ser caracterizada con bastante precisión a
través de los criterios propuestos por Lenin439: 1) Posición en un sistema de producción
históricamente determinado; 2) Relaciones de propiedad respecto a los elementos del proceso
productivo. Estimamos necesario subrayar que se trata de la propiedad objetiva
independientemente que ésta coincida o no con la propiedad subjetiva (jurídica). Además
consideramos importante señalar, cuando las hay, las diferencias entre propiedad y posesión;
3) Posición en la división social del trabajo, y, 4) forma y proporción en que se apropian de la
riqueza social (distribución de los productos). Importa, además, considerar de qué manera se
integran al sistema global las relaciones de producción o las formas de subordinación del
trabajo al capital.
Desde este punto de vista, debe considerarse si el grupo social es : 1) Explotador,
explotado o guarda una posición intermedia (por ejemplo: enajena excedentes pero transfiere
parte de ellos a la clase dominante) 2) En el caso de los grupos étnicos, 2.1 Si este es unitario o

438
Nos referimos a la historia real, pues los mitos históricos forman parte de la ideología cultural actual.
439
V. I . Lenin: Una gran iniciativa.
disgregado, es decir, si conforman aún -dentro del modo de producción capitalista- una unidad
de reproducción económica o si sus miembros están incorporados a diversas unidades
productivas (ejidos, empresas industriales, etc.). 2.2 Si la etnia, en cualquiera de los dos casos,
es uniclasista o pluriclasista es decir, si sus miembros pertenecen o conforman una sola clase
social a varias clases o sectores.
b) Conciencia social. Deben analizarse las formas, contenidos y niveles de la conciencia
social. En este sentido, pueden distinguirse: 1) Los elementos de identificación del grupo; éstos
pueden ser culturales o de clase, entendiéndose que la existencia de una identificación clasista
no excluye la conciencia de la identidad cultural. 2) Niveles de conciencia y solidaridad. Se
consideran las jerarquías en cuanto a la identificación y solidaridad del grupo en términos de
una conciencia de lo cultural o de la posición clasista; en el seno de cada grupo que puede
haber diferencias al respecto; así por ejemplo, es posible que parte de la clase obrera como
grupo de origen nacional subordine sus intereses de clase a los intereses "superiores" de la
nación, mientras otros subordinen su solidaridad con la nación a los "intereses nacionales de
clase" (en la terminología de Borojov); también puede suceder que un sector de una etnia,
privilegiado por su posición clasista, resalte su identidad cultural, mientras los sectores
explotados de la misma se solidaricen entre sí sobre la base de sus intereses de clase y estén
más dispuestos a solidarizarse con miembros de la misma clase que no pertenezcan a su grupo
étnico. 3) aspiraciones y expectativas: relacionado con los niveles de conciencia, se refiere a
cuáles son las reivindicaciones a que aspira el grupo y sus expectativas de conquistarlas.
Pueden plantearse por la defensa de la cultura propia o la mantención de la lengua, contra la
segregación social bajo pretextos étnicos o raciales, por la propiedad, colectiva o privada, sobre
medios de producción o por el cambio del sistema global de relaciones de producción.
4) Actitudes sociales, en las diversas esferas de la vida social, hacia los otros grupos integrantes
de la nación o hacia otras naciones.
c) Relaciones entre grupos. Interesa ver qué vínculos guarda el grupo social con los
demás, en qué niveles de la formación social se establecen (en la producción, el intercambio, el
modo de reproducción, en organismos "culturales", sindicales o políticos). Especialmente
importante es el análisis de las formas y grados de relación con los aparatos del Estado
nacional.
d) Estructura y características del estado nacional. Se refiere a la organización general
de las acciones de coerción y administración estatal y las formas específicas de dominación
política, militar-policial e ideológica a través de las cuales opera en el ámbito nacional.

III. Situaciones étnico-nacionales concretas.


Alcanzar a esta instancia es el objeto de la investigación. Conocidas las posiciones a intereses
fundamentales de clase de los diversos grupos integrantes de la nación, sus contenidos y niveles
ideológicos, la estructura de relaciones institucionales entre ellos y respecto al estado, por una
parte, y las particularidades culturales históricamente generadas, con sus peculiares
especificidades diferenciales en el contexto de la totalidad, de las formas y contenidos
concretos de sus intereses y motivaciones, es posible obtener un conocimiento que explique
racionalmente las situaciones étnico-nacionales concretas.
Los criterios apuntados suponen la posibilidad de analizar y acceder a una síntesis del
conocimiento de la concreción histórica de la nación como totalidad, tanto como la realización
de estudios particulares de determinados grupos étnicos o de origen nacional, comprendidos en
el contexto de la totalidad social.
Por el momento, pensamos que lo fundamental será ponernos de acuerdo en cuanto a los
criterios objetivos cuya consideración metodológica nos permitirá enfocar de manera
sistemática el estudio y discusión de las "cuestiones" étnicas y nacionales.

6. Cultura y praxis política.

Siguiendo a Sánchez Vázquez440, entenderemos a la praxis como una forma particular de


actividad, es decir, de relación entre un agente transformador y un objeto de esta
transformación. Su particularidad consiste, en cuanto al agente, en que éste es un ser conciente
y se trata, por lo tanto, de un sujeto humano. Por otra parte -y en ello estriba el fundamento de
la concepción materialista de la praxis- el objeto de la transformación existe
independientemente de la conciencia del sujeto. De allí que pretender que la actividad teórica
subjetiva sea una forma de praxis ("practica teórica") transparenta claramente una concepción
idealista de la misma. La actividad consciente del sujeto no modifica por sí misma ningún
objeto, pero constituye una condición necesaria de la acción práctica. El grado de conciencia
sobre las propiedades del objeto y de los niveles de acción posibles del sujeto en relación con
aquel, inciden en una mayor o menor adecuación de los resultados reales de la praxis con
respecto a los fines previstos por el sujeto y que orientan su acción transformadora.
En este capítulo haremos algunos apuntes acerca del papel que juega la conciencia
cultural de la realidad, como elemento de la actividad subjetiva de la praxis política, en la cual
los sujetos son las clases sociales. Estas luchan entre sí movidas por intereses históricos
contradictorios en cuanto a los fines del manejo y la transformación de las relaciones sociales,
que constituyen el objeto de la práctica. A partir de ello, nos referiremos a la importancia de la
conciencia reflexiva de la cultura, es decir, del manejo teórico de la categoría de cultura, en el
contexto de una praxis política orientada a la transformación revolucionaria de la sociedad.

1. La cultura como ideológica política.


Como hemos señalado reiteradamente, la cultura es el conjunto de formas fenoménicas a través

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A. SánchezVazquez: Filosofía de la praxis.
de las cuales se manifiesta singularmente la existencia concreta de los grupos y clases sociales
o de la sociedad como totalidad. En su reflejo consciente, los grupos o clases sociales asocian, a
la representación cognitiva de la realidad, determinadas significaciones o valores de acuerdo a
sus intereses respecto a los objetos o situaciones objetivas representados o simbolizados. En
este sentido, la representación o conceptualización de las manifestaciones culturales de la
existencia social o de los aspectos de la realidad con los cuales se relacionan los intereses de los
grupos sociales, adquieren el carácter de símbolos o valores culturales.
Es indudable que el reflejo de la realidad social bajo sus formas culturales y el manejo
de los símbolos culturales como representaciones estereotipadas convertidas en valores por las
significaciones afectivas que los objetos simbolizados guardan con los intereses de las clases,
juegan un importante papel, como condición subjetiva de la praxis política, en la conformación
de posiciones, de actitudes, en el "estado de ánimo de las masas" que pueden motivar su acción
o conducta política en diversos sentidos. Definir la importancia de las representaciones y
simbolizaciones culturalmente concretas de la realidad, como elementos que integran la
conciencia de las clases, condición subjetiva de su práctica política, requiere la consideración
de algunos puntos que veremos enseguida.
A. En primer lugar, las formas culturales como tales no tienen un signo político
determinado. Vale decir, la cultura no es en sí misma conservadora o progresista, reaccionaria o
revolucionaria. Las formas culturales adquieren tal carácter o tales calidades sólo en su
correspondencia concreta con los contenidos de clase que manifiestan o con los intereses de las
clases sociales que las manejan como símbolos ideológicos en situaciones históricas
determinadas. Por su carácter fenoménico, las formas culturales no muestran de manera
transparente sus contenidos. Mas aún, como se trata de símbolos, estos adquieren un carácter
convencional cuyo signo político debe ser comprendido en relación al contexto en que se da.
Así, un mismo símbolo cultural puede tener valores y sentidos políticos diferentes, en
primer lugar, para las distintas clases de una nación que identifican su significado contextual.
Además, en un contexto distinto puede variar completamente su significado y su signo político.
La capacidad de movilización política bajo pretextos religiosos seguramente tendría efectos
diferentes entre la pequeña burguesía o el significado. Pero además, los mismos símbolos
religiosos, desde que tienen una fuerte carga afectiva tradicional entre el campesinado, pueden
adquirir contenidos distintos en diversas zonas rurales o en distintas naciones, sirviendo a las
causas más retrógradas y oscurantistas en unos casos o hasta a movimientos insurreccionales
contra la explotación en otros.
También las tradiciones culturales de diferentes clases o pueblos constituyen contextos
diferentes en los cuales los hechos o discursos políticos generan efectos disímiles. En algunos
países, saber que las dictaduras militares sudamericanas asesinan y secuestran a los opositores
causa menos impacto que enterarse de que en las cárceles se viola a las mujeres, mientras en
otros países esto resulta casi indiferente, en tanto que indigna el hecho de que se viole la
correspondencia.
Por otro lado, el mismo contenido ideológico puede cambiar de formas de expresión
cultural, desplazándose según las coyunturas históricas. En épocas de fuerte represión a los
trabajadores, cuando éstos no pueden expresar abiertamente sus opiniones u ostentar sus
símbolos tradicionales, canalizarán sus expresiones, por ejemplo, a través del discurso
religioso, mítico o desplazarán su identificación hacia figuras artísticas o deportivas. Así,
algunos símbolos culturales que no han tenido significación política, pueden adquirirla,
llegando a desplazar su contenido tradicional. Es lo que sucedió con la cruz gamada que, antes
de Hitler era un signo de buena suerte: el desplazamiento fue tan radical que hasta una conocida
empresa trasnacional que la usaba como logotipo, debió cambiarlo.
No se debe dejar de considerar que también hay símbolos culturales que tienen
significados políticos, si no idénticos, similares para distintas clases. Es lo que sucede con los
símbolos de la unidad nacional, creados como tales en el proceso de conformación nacional,
generalmente en las guerras de independencia (nos referimos al continente americano) o
aquellas en que se han dirimido las disputas territoriales a través de las cuales se ha definido la
soberanía nacional. Por lo general, ha sido la burguesía la que se ha apropiado del manejo de
tales símbolos, aunque la agudización de las luchas de clases en que se disputa la hegemonía
del poder, genera también pugnas ideológicas por la apropiación de tales símbolos. Así como se
disputan los valores reconocidos a la tradición histórica que, aunque ha sido vivida de maneras
distintas por las diferentes clases, la mayoría de ellas la reconoce como historia propia. Es el
papel que juegan los "héroes nacionales", los emblemas patrios, etc.
B. La eficacia del manejo de la simbología cultural, en términos políticos, varía de
acuerdo con los niveles de conciencia de las clases sociales y con el grado de compromiso
afectivo asociado a tales valores. De ello depende su grado de incidencia en la definición de
posiciones, en la generación de actitudes y en la motivación de las conductas políticas.
Los símbolos culturales poseen mayor fuerza cuando predomina el nivel de la
conciencia habitual espontánea, los prejuicios y los estereotipos acríticamente asimilados. Un
desarrollo de la conciencia crítica y reflexiva permite conocer con mayor lucidez los intereses
objetos de la clase que pertenece. De allí que, generalmente, las clases opresoras manipulan
ideológicamente los símbolos culturales, a través de los cuales puede crearse una imagen
aparente de unidad en la cual basar el consenso que permite ejercer el poder político y la
dominación clasista. El manejo ideológico de la cultura por parte de la burguesía se orienta en
diversos sentidos, sirviendo a sus intereses. Se crea la imagen de una unidad nacional, para
atenuar las manifestaciones de las contradicciones profundas y antagónicas de clases,
permitiendo el desarrollo de su propio proyecto político. Simultáneamente, se manipula y se
fomenta bajo el pretexto del respeto a las diferencias culturales (algunas más "respetables" que
otras, claro está), la desunión y pugnas entre minorías nacionales y grupos étnicos integrantes
de las clases oprimidas, impidiendo su unidad política y el reconocimiento recíproco de su
comunidad de intereses como clases explotadas. Manipulación que puede adquirir diversas
orientaciones, según las coyunturas. El imperialismo norteamericano encuentra, por ejemplo,
apoyo político para su gobierno en torno a la "american way of life", al papel de guardián
internacional del "mundo libre" y la "democracia", pretextos bajo los cuales sojuzga y masacra
a otros pueblos y a los "enemigos" de sus superiores intereses internacionales. Mientras que,
internamente, se mantienen las fricciones y la discriminación social entre los trabajadores
negros, latinos y sajones. En muchas de las naciones latinoamericanas, con un campesinado de
composición multiétnica, se ha fomentado la discriminación social entre los trabajadores
urbanos y mestizos, respecto a los campesinos indígenas, devaluando y destruyendo
progresivamente sus símbolos culturales. Por ello, cuando el campesinado amenaza con
convertirse en un movimiento político fuerte, bajo las banderas ideológicas de identificación y
defensa de la cultura, la burguesía puede permitirse el juego demagógico y populista
("etnopopulismo") de aceptar, y, más aún, asumir paternalmente como tarea del Estado, la
"defensa" y "conservación" de las culturas autóctonas, de las "raíces históricas de la nación",
etcétera. Con ello "desinfla" el vigor de los movimientos reivindicativos, sobre cuya base
podría forjarse una unidad política de mayores alcances. Así, cuando el campesinado está
integrado por diversas etnias, los campesinos se desunirán como clase, en la expectativa de
obtener concesiones o beneficios del Estado bajo el pretexto de su singular identidad étnico-
cultural.
Al fin y al cabo, el Estado burgués, en su forma democrática, tiene un amplio campo de
manejo ideológico, ya que no afecta a sus intereses de dominación y explotación económica el
hacer todas las concesiones necesarias en el terreno de lo cultural. Ceder políticamente respecto
a las reivindicaciones étnicas de defensa de su cultura no significa mas que ceder en lo
aparente, en lo fenoménico, permitiéndole reforzar la sujeción política que le asegura no ceder
en lo esencial, que es su explotación económica como clase.
Por ello es que, cuando domina el horizonte de la conciencia social el conjunto de
símbolos, valores y estereotipos culturales, sea como conciencia étnica, de minorías nacionales
o como "cultura nacional", ya por activa imposición ideológica de las clases dominantes o por
el escaso desarrollo histórico de la conciencia social, nos encontramos ante una ideología
reaccionaria o, a lo más, conservadora, si es que ello establece una diferencia de matiz. De allí
que, desde Marx a Borojov, la resolución de la "cuestión nacional" -o, en términos de éste
último, la normalización de las condiciones nacionales de producción- sea vista como una
condición previa para el desarrollo de la conciencia de clase y la consecuente posibilidad de
lucha del proletariado en defensa de sus propios intereses de clase y de su proyecto político
revolucionario. De ahí también que, cuando los gobiernos burgueses ven en crisis su hegemonía
política, sea por el auge de los movimientos populares o por su propia incapacidad de
conducción económica para mantener un nivel estable de satisfacción de las necesidades de la
población, recurren con cierta frecuencia a la farsa del amago de conflictos bélicos con otras
naciones, con lujo de propaganda. Para lo cual resulta siempre útil la mantención prolongada de
diferendos limítrofes sin solución, que se pueden reactivar de vez en cuando, si las
circunstancias políticas lo hacen conveniente, como sucede entre casi todas las naciones
sudamericanas: Perú y Ecuador, Venezuela y Guyana, Chile y Argentina y muchas otras. Claro
está que solo a un gobierno militar con tanta audacia como miopía y falta de cálculo político -y,
desde luego, militar-, como el de Argentina en 1982, se le ocurre pretender realizar tal aventura
bélica frente a Inglaterra, buscando desviar la atención de su incapacidad de resolver la crisis
económica y política interna. Cuando no se dispone de tal pretexto, existe el expediente, de la
xenofobia, de cierta eficacia aún hasta en ciertas naciones que, como la francesa -cuna de la
"libertad, igualdad y fraternidad"- poseen una tradición de organización y luchas proletarias,
donde se convierte en culpables de la crisis y la cesantía a los árabes y "tercermundistas",
independientemente de que sean fuerza de trabajo a bajos costos conveniente a las empresas
capitalistas.
El por qué el recurso a los símbolos culturales nacionales y a la xenofobia o etnofobia
tiene cierta eficacia en desviar el "ánimo de las masas" hacia aspectos secundarios a los de su
propia lucha y en opacar su conciencia de clase, aún cuando existan clases nacionales
explotadas con alguna tradición de conciencia y lucha política, requiere explicaciones
adicionales.
Al respecto, hay que considerar algunos factores que ya hemos mencionado a propósito
de la incidencia de los aspectos culturales en la conformación de la conciencia y la sicología
social, como son:
1) El problema de la congruencia, que implica que no todos los fenómenos de la
realidad son reflejados por el sujeto -en este caso las clases- con el mismo nivel de conciencia.
2) Que los mismos "símbolos", como formas de reflejo de la realidad, pueden
corresponder a contenidos de diferente nivel de conciencia y de diferente riqueza conceptual.
3) Que un mayor nivel de abstracción o de "reflexividad" de los conceptos no implica
necesariamente objetividad o veracidad. Aún hasta en las más complejas elaboraciones
científicas existe el error, al que se expone la reflexión teórica. Riesgo mayor mientras más
larga es la cadena de mediaciones lógicas respecto a la empiria y a la realidad. Con mayor
razón ello puede ocurrir en la ideología, como conciencia reflexiva, desde que muchas de sus
premisas constituyen juicios de valor, en cuya formación incide la manera cómo las situaciones
reales afectan a los intereses de las clases a las que la ideología corresponde.
De tal modo podemos entender por qué aún el proletariado que, en condiciones
nacionales "normales", ha alcanzado un determinado desarrollo de conciencia social de sus
intereses de cases y una tradición de luchas en defensa de los mismos, suele tener bajo nivel de
conciencia de los problemas y necesidades de las otras clases y sectores sociales a los cuales
recurre en busca de alianzas y aún apoya en sus luchas reivindicativas. La comprensión crítica
de su propia situación de clases resulta mucho más fácil de alcanzar por ser, además, una
posición situada en uno de los dos polos de la contradicción fundamental del sistema
capitalista. Pero no siempre alcanza la misma lucidez crítica ni la sensibilidad social para
comprender más cabalmente las necesidades y conflictos de las clases y sectores secundarios en
el sistema de relaciones sociales de producción, desde que ello tampoco afecta de manera muy
inmediata a sus propios intereses. Por lo que los estereotipos, la imagen de "los malos" de las
novelas y películas de vaqueros, los prejuicios sobre "el campesino flojo" que no comparte la
rutina de la jornada obrera, etcétera, entran con facilidad a ocupar un lugar vacío en el nivel
reflexivo de la conciencia. A lo cual se suma un factor históricamente objetivo, generado en la
competencia por el mercado interno de fuerza de trabajo, que ha servido de base para la
creación de mecanismos de discriminación social bajo pretextos culturales, raciales,
lingüísticos, etc.
No obstante, más allá de los intereses reivindicativos inmediatos, y aún para ello, la
alianza de las clases sometidas por la burguesía constituye una necesidad política que
condiciona la viabilidad del proyecto revolucionario que puede plantearse el proletariado. En
ese momento, se recordará sin duda que los campesinos constituyen también la amplia, aunque
ya menos precisa, categoría de explotados. Y no faltará la alusión a los mitos históricos, que
pueden corresponder o no a la realidad , con el del "carácter indómito y bravío de la raza" de
los indígenas y que la burguesía ha producido (junto con su imagen de "holgazanes"), porque
magnifica la proeza pacificadora de los pioneros y forjadores de la nación, convertidos
naturalmente en próceres de las clases dominantes. También tales situaciones de necesidad de
alianzas convocan al carácter internacional e internacionalista del proletariado, que se suele
sobreponer a las "excepciones" que exige la discriminación xenofóbica de los competidores
concretos del proletariado nacional.
Del segundo punto mencionado arriba se deriva otra consideración importante. Y es la
de que el hecho de que los mismos símbolos culturales, aún manteniendo su forma como tal,
pueden contener o corresponder a conceptos de diferente nivel de abstracción. Por lo tanto, es
posible que un grupo social que alcanza mayores niveles de conciencia mantenga, por razones
de tradición y de identificación solidaria, toda una simbología cultural que, sin embargo, no
corresponda necesariamente al nivel de conciencia habitual o espontánea.
Pero lo mismo pede ocurrir a la inversa. Existe todo un lenguaje y una terminología,
creados por el pensamiento reflexivo, que da origen a ala ideología. Como la ideología opera
cotidianamente en el nivel de conciencia habitual, muchos de los conceptos que aluden a las
características esenciales de las relaciones clasistas han llegado a perder su capacidad
explicativa "desgastados" por el uso trivial cotidiano y convertidos en estereotipos; también se
ha perdido en ocasiones el sentido original, por la apropiación demagógica que de ellos hace el
discurso burgués, de manera que los obreros llegan a manifestar total indiferencia y hasta
aversión al uso de los términos "revolución" o "justicia social"; o pueden incorporarse
sincréticamente a contextos mágico-religiosos, cambiando completamente su contenido, y
podremos encontrarnos a los campesinos más pobres, para quienes la palabra "comunismo"
hace el mismo efecto que la mención del demonio en noche obscura.
C. La posición estructural de las clases condiciona las posibilidades objetivas de
desarrollo de la conciencia social. Por ello es que, metodológicamente, el análisis de la
posición de clase es un punto de partida para comprender el nivel de conciencia accesible a los
grupos sociales. Sin embargo, esta afirmación de carácter general solo cobra sentido real si
tomamos en cuenta una dimensión esencial de todo el proceso social, que es la dimensión
histórica. Ello, porque las condiciones de acceso a diversos grados de desarrollo y formas de la
conciencia social varían según el contenido y orientación de los procesos sociales que
involucran a las clases y que se manifiestan a través de las distintas coyunturas políticas. En
ellas convergen los factores diversos de la tradición histórica de las relaciones entre las clases.
Ciertamente el modo de vida, determinado por la relación con los medios de
producción, la organización técnica y social del trabajo, el acceso a los medios de información,
el grado y calidad de las interacciones sociales en determinados espacios, son características del
ser social que condicionan las necesidades y posibilidades objetivas de desarrollo de la
conciencia social. De este modo, se condiciona un nivel medio de desarrollo de la conciencia
social. Cuando la práctica del ser social se desenvuelve en condiciones normalmente cotidianas,
el grupo social genera pautas y respuestas estereotipadas, culturalmente normadas, que
permiten a sus integrantes ahorrarse el esfuerzo de buscar explicaciones y soluciones creativas.
Pero hay coyunturas políticas y sociales -que desde luego afectan diferencialmente a las
distintas clases y sus relaciones recíprocas- que involucran a los grupos sociales en situaciones
excepcionales y a las cuales no pueden sustraerse porque les afectan de manera importante, que
crean situaciones para las cuales no hay respuestas o soluciones culturalmente establecidas y
exigen esfuerzos reflexivos y creatividad que pueden contribuir de manera importante al
desarrollo de la conciencia social y a la movilización y organización política. Por ello es que
algunas experiencias breves pero intensas, de enfrentamiento y luchas sociales abiertas,
enseñan a las masas más que muchos meses o años de práctica social cotidiana y reiterativa.
Así es como las condiciones estructurales del ser social, tanto como las experiencias
acumuladas en su desarrollo histórico a través de distintas coyunturas, determinan los niveles
de desarrollo de la conciencia social y la mayor o menor importancia que en ella tiene la
representación cultural o reflexiva de la realidad.

2. La cultura y las tareas de la vanguardia política.


No es nuestro problema, ahora, la discusión acerca de si la vanguardia revolucionaria debe ser
un partido de cuadros o un partido de masas, un partido único o una coalición de
representaciones políticas.
Una vanguardia revolucionaria debe ser aquella organización que, respondiendo a los
intereses de las clases trabajadoras sea capaz de conducir las acciones políticas que llevan
exitosamente a la transformación revolucionaria del sistema de relaciones sociales de
producción capitalista. Para lo cual debe estar orgánicamente vinculada al proletariado como
clase y fuerza política fundamental del proceso de transformaciones, por ser la única clase
históricamente posibilitada, en el seno del capitalismo, de generar las bases de una organización
económico-productiva y social capaz de negar dialécticamente al modo de producción
capitalista.
El solo hecho de que un partido político considere o sea realmente representante de la
clase obrera o de que se auto designe ideológicamente propietario a la "herencia" marxista-
leninista, no garantiza en absoluto su carácter de vanguardia revolucionaria. El carácter de
vanguardia es una posición que se gana en la lucha política en la medida que las clases
populares ven en ellas representados sus intereses y aceptan sus orientaciones políticas desde
que éstas conducen a logros objetivos y se enmarcan en proyectos viables que generan
fundadas expectativas de transformaciones reales.
Para ello, la vanguardia revolucionaria debe estar orgánicamente en capacidad de
desarrollar adecuadamente entre sus tareas esenciales: 1) En análisis e interpretación de la
realidad social, 2) La agitación y educación de las bases populares, y, 3) La movilización y
conducción a las acciones políticas.
Es nuestro interés, en este último punto, el de señalar la incidencia que, en la realización
de esas tareas, tiene el manejo teórico y el conocimiento concreto de los aspectos culturales de
la realidad social.
A. En el análisis e interpretación de la realidad social, el conocimiento científico-
político de la concreción estructural y coyuntural de la sociedad en cuyo seno se liberan las
luchas de clases, es la condición subjetiva fundamental para el desarrollo de una praxis
política con posibilidades de llevar a efecto las transformaciones esperadas.
La sociedad actual ha alcanzado los más complejos y dinámicos niveles de desarrollo
histórico. Si el objetivo de la praxis política es transformar esta realidad, es una exigencia
insoslayable el conocimiento teórico que nos permita explicar la organicidad real de las
múltiples dimensiones de la existencia social.
No es posible conducir exitosamente un proceso revolucionario con un análisis de la
realidad social apoyado en conceptos teóricos de nivel panfletario. Ello reduce de hecho el
análisis al empirismo y la praxis al pragmatismo inmediatista. Pero no pocos cuadros dirigentes
consideran que la lectura diaria de los periódicos o de los noticiarios de radio y televisión son
fuente suficiente de conocimiento concreto de la realidad. Y en cierto modo lo es: un
conocimiento concreto sensible . No obstante, hay partidos rutinizados y burocratizados que
tienen capacidad de vincularse a las masas, debido a su persistencia y consecuencia en la
conducción de las luchas reivindicativas. Para ello puede bastar el pragmatismo carente de
teoría: ¿ no alcanza el dinero para comprar alimentos?: hay que exigir más salario o baja del
precio de los alimentos; ¿exigimos y no se nos hace caso?: si se para la industria llegará un
momento en que los patrones pierdan más que si otorgan un aumento. A los seis meses ¿otra
vez no alcanza...? Y así, infatigablemente, muchos hechos y acciones similares, todos los días
de muchos años.
Cuando se trata de un partido que no tiene intención de conducir a ningún cambio
realmente revolucionario, tal rutina puede funcionar exitosamente. El problema se da cuando
existe una voluntad auténtica de transformación revolucionaria y las masas son capaces de
participar decididamente en la acción, persuadidas por el pragmatismo exitoso desarrollado
hasta entonces. Es que tal pragmatismo es miope. Los cuadros más "fogueados" y
experimentados seguramente atinarán a predecir los efectos de corto alcance de las opciones
que se presentan frente a la nariz. Pero serán incapaces de medir los efectos, a plazos mayores,
de sus acciones. Mientras se trata de acciones reivindicativas "normales" y relativamente
rutinarias, que no ponen en peligro al sistema social, no habrá consecuencias graves. Pero
cuando se intenta desencadenar un proceso de cambios revolucionarios reales, de imponer un
proyecto político alternativo que debe atentar necesariamente contra las bases fundamentales
del sistema capitalista y enfrentar a su aparato estatal, las consecuencias se harán imprevisibles,
el proceso escapará a las posibilidades de control y la derrota será desastrosa.
La confusión de la necesidad de un conocimiento concreto de la realidad, entendiéndolo
como un concreto sensible, tiene otros riesgos concomitantes. Se reflejará la realidad en su
nivel fenoménico y nos encontraremos ante la irreducible singularidad cultural. De ahí a
convencerse del carácter tan peculiar y excepcional de la propia historia nacional y a pensar que
"nuestro" proceso revolucionario escapará a las determinantes fundamentales que han regido a
los demás procesos revolucionarios, hay solo un paso. Y, ya vistas las cosas así, se puede
prescindir de la experiencia histórica "ajena" así como de la teoría en general básica que
sintetiza los conocimientos alcanzados a través de esas experiencias. Así, las acciones se
orientarán basadas en el conocimiento "concreto" de nuestra singularidad histórica, que no es si
no el reflejo de la singularidad cultural aparente. Perdiéndose, en consecuencia, la capacidad
de atacar efectivamente los problemas esenciales.
La praxis política implica una transformación de la realidad que, por la complejidad de
su objeto, exige el máximo nivel de creatividad y reflexividad.
Ciertamente, el imperialismo aprende de sus derrotas y toma las medidas pertinentes
para evitar que se repitan, con todas las ventajas de disponer ya de un aparato estatal
consolidado y a su servicio. Por ello es poco adecuado tratar de copiar y de reiterar otras
experiencias revolucionarias. Son irrepetibles y eso hace inútil la "exportación" de
revoluciones. Desarrollar una praxis política creativa significa tener capacidad de generar
nuevas soluciones para enfrentar nuevas situaciones, siempre cambiantes. Pero para crear
nuevas alternativas se necesita tener un conocimiento cabal de la realidad a transformar y
poseer elementos de juicio con qué enfrentar la búsqueda de las diferentes alternativas de
acción frente a esa realidad dada.
Es la teoría la que nos provee de un arsenal de instrumentos con qué enfrentar la tarea
de descubrir, en esa realidad objetiva, las alternativas que nos permitirán generar nuevas
soluciones estratégicas o tácticas. Y si este instrumental teórico es insuficiente para ello, ¡hay
que crear nuevos conceptos que nos permitan reflejar con propiedad los aspectos de la realidad,
cuyo conocimiento nos posibilitará su manejo creativo!. Para ello es necesario, primero,
conocer bien la teoría de que ya disponemos, así como las otras experiencias históricas, para no
desperdiciar tiempos y trabajos que pueden ser considerables en inventar y repetir soluciones ya
inventadas y ensayadas. Es ya suficiente esfuerzo el de adquirir y asimilar críticamente la
experiencia histórica y su reflejo en la teoría ya formalizada.
Dada la complejidad de la realidad social, la praxis política genera una multiplicidad de
efectos y es cierto que no todos son previsibles, ni todos aquellos previstos corresponden a lo
esperado. Particularmente cuando se ensayan creativamente nuevas formas de enfrentamiento a
la realidad se corren esos riesgos. Sin embargo, hay efectos y errores que son previsibles, que
se han mostrado como tales a través de la experiencia histórica, o que se pueden esperar o
inferir a partir de un conocimiento de la realidad concreta. Y los errores en la acción política
pueden tener consecuencias graves, especialmente en los procesos revolucionarios. Pueden
significar la vida o la muerte para muchos seres humanos, la profundización y prolongación de
la miseria o la pérdida de expectativas y desmovilización de las clases en su lucha. La
imprevisión de lo previsible, por parte de la vanguardia política es, en esos casos,
históricamente imperdonable.
La posibilidad de prever la diversidad de efectos probables de la praxis política y de
decidir entre distintas alternativas de acción, está condicionada a un correcto conocimiento de
la sociedad concreta. Pero no como un concreto sensible o representado, reflejo de la
inmediatez cultural, sino como un concreto pensado. Y para llegar a ese conocimiento de la
realidad concreta hay que pasar por la abstracción. Hay que abstraer, a partir de la
representación concreta, las múltiples regularidades causales y estructurales esenciales que
están determinando a la realidad y ello es lo que nos permitirá explicar racionalmente la
realidad concreta, manifiesta en diversas coyunturas. Para sistematizar el proceso de
abstracciones, necesitamos conocer y manejar la teoría que es la que nos auxilia en la búsqueda
de las explicaciones y el conocimiento de las leyes y tendencias que rigen a los procesos reales.
Si el manejo de la teoría es pobre y panfletario, difícilmente accederemos al conocimiento
racionalmente explicativo de la riqueza de manifestaciones de la concreción social. Por eso es
necesario conocer y manejar con la mayor profundidad, amplitud y actualidad posible la teoría,
que se desarrolla y enriquece constantemente.
En este punto, creemos que el uso teórico de la categoría de cultura juega un papel
significativo, ya que nos explica las relaciones existentes entre la singular manifestación
fenoménica de la concreción social y las leyes y regularidades fundamentales de la sociedad,
conceptualizadas en categorías como las de la formación económico-social, modo de
producción, clases sociales y otras. En esa medida, nos permite sistematizar los procedimientos
analíticos e inferenciales que nos llevarán, de una "lectura" de la realidad directa, que se
percibe bajo sus formas culturales, al conocimiento abstracto de las diversas leyes objetivas que
operan en el proceso social . Y luego, a la explicación de cómo se interrelacionan
recíprocamente esas diversas regularidades y leyes , en distintos niveles de integridad de la
totalidad y con distintos niveles de acción , constituyendo orgánicamente esa realidad concreta ,
singularmente multideterminada que se manifiesta como una cultura determinada , integrada
por diversas subculturas . Y que no escapa a las determinantes generales y necesarias de todo
proceso social.
Al poder explicar cómo se integran a un sistema múltiple y de acciones recíprocas y
diferenciales las muchas causas que intervienen en la determinación de los procesos sociales,
adquiriremos la capacidad de prever cuáles serán los efectos posibles de nuestras acciones,
como partidos y como clases en lucha -que son parte de esa causalidad - en las distintas áreas
de la sociedad y en su totalidad . Con ello se reducen y minimizan los riesgos de la comisión de
errores graves , de efectos adversos o muy diferentes a los esperados .
Con toda razón Lenin fue siempre tan enfático, como en ¿Qué hacer?, en la necesidad
de una sólida actividad teórica como fundamento de una acertada práctica política.
Entre los efectos previsibles de una praxis política, deben contarse los problemas que
pueden generarse por una consideración superficial de las "cuestiones" étnica nacional. Y no
son éstas cuestiones que puedan resolverse a base de citas de los "clásicos" del marxismo, sino
que se requiere un permanente análisis del desarrollo que han seguido y presentan actualmente
esos problemas.
Hoy, por ejemplo, no puede pensarse que las etnias sean "reliquias de pueblos"
condenadas a desparecer por la progresiva extensión de las relaciones de subsunción real del
trabajo al capital. La elevada composición orgánica del capital alcanzada por el desarrollo
tecnológico y la automatización, comienza a requerir cada vez menos proporciones de fuerza de
trabajo. Y no se puede pensar que se ampliará la industria a niveles capaces de atraer a la
migración desde el agro, con opciones mejores que las que ofrece la mantención de la
economía campesina "tradicional" ya que, en condiciones de control monopólico, no conviene
a la burguesía ampliar los volúmenes de producción -ni siquiera ocupar plenamente la
capacidad industrial ya instalada- para mantener los niveles de precios moderando la oferta.
Mas bien, lo que puede esperarse es que los productores campesinos constituyan un problema
cada vez más serio, agudizando las contradicciones de clases. Tampoco puede pensarse que
estos "pueblos sin historia" sean en sí necesariamente reaccionarios y opuestos a todo
"progreso". Al contrario, debe verse -como se vio en lo que era el imperio ruso -cómo convertir
todo ese potencial de asedio político en fuerzas aliadas de la revolución.
Pues si bien es cierto que el proletariado, como clase social, es el contrario antagónico
de la burguesía y el que puede hegemonizar un proceso revolucionario para destruir las bases
sociales de la explotación capitalista, nunca podrá hacerlo solo, como nunca en la historia una
clase social ha llevado a cabo una revolución contando tan sólo con sus propias fuerzas. La
necesidad del establecimiento de una amplia alianza de clases, obliga a las vanguardias
proletarias a conocer con precisión la situación real, intereses y expectativas, tanto de las clases
y sectores sociales potenciales aliados, como de todas las clases de la sociedad. Para lo cual
será necesario conocerlas a través de sus múltiples formas de existencia y manifestaciones
culturales, como etnias, minorías o mayorías nacionales.
El que la vanguardias revolucionarias sepan adoptar a tiempo y adecuadamente una
posición clara con relación a los grupos étnicos y minorías nacionales, podría llegar a ser
decisivo en momentos cruciales. Pues, con frecuencia, al descuidarse estos problemas, las
clases reaccionarias acudirán a su tradicional y bien experimentando manejo de los símbolos y
valores culturales para movilizarlos, apoyándose en su bajo y engañoso nivel de conciencia, en
contra de los procesos revolucionarios. Sin ir muy lejos, un descuido o torpeza política por
parte del actual gobierno de Nicaragua en el tratamiento de la situación de los misquitos o de
las minorías nacionales de la costa atlántica del norte, podría significar abrir la cabeza de playa
que el Estado norteamericano, usando a Honduras, busca para perpetrar una invasión y "liberar"
una zona donde montar un gobierno provisional, a su servicio.
Este tipo de situaciones, que si es difícil de superar en el proceso de luchas por la
conquista del poder, llega a convertirse en un problema cuando se accede a él, puesto que se
trata de grupos con capacidad de asedio que, si asumen una acción contrarrevolucionaria,
podrían obligar a su represión. Pero, como se trata de grupos tradicionalmente explotados y
oprimidos, ello generaría dificultades en la creación del consenso necesario en torno a la
conformación de un poder que debe representar los intereses de los trabajadores y la liberación
de las clases oprimidas.
En todo caso, las vanguardias que saben prever anticipadamente las complejas
situaciones alternativas que pueden derivarse de las particularidades concretas de las formas
étnicas y nacionales que adquieren las luchas de clases, cuentan a su favor con el hecho de que
las etnias, minorías nacionales y naciones oprimidas, conforman mayoritariamente parte de las
clases sociales explotadas, cuyos intereses fundamentales son los que debe defender
consecuentemente una verdadera vanguardia política.
B. En cuanto a la agitación y educación de las masas, serían tarea casi imposible si no
se conocen las singularidades culturales de las formas y contenidos de la conciencia de distintos
grupos sociales. Será tan difícil como si se ignorara su lengua. Hay que recordar que el primer
nivel de conocimiento es la conciencia habitual, dominada por las representaciones
seudoconcretas de lo cultural, de lo fenoménico. Cualquier intento de elevar la conciencia de
las clases populares, implica conocer el mundo específico de su seudoconcreción cultural, cuya
inmediatez se debe superar analíticamente. Pero es, a la vez, la empiria que refiere a la sociedad
concreta el conocimiento reflexivo de las regularidades fundamentales de la sociedad y de
cómo afectan a los intereses particulares de las clases. La educación de las clases populares es
siempre una tarea urgente, puesto que el dominio de las representaciones, símbolos y valores
culturales en la conciencia habitual constituye un "oscurecimiento" de la conciencia, siempre
potencialmente reaccionario, debido a las facilidades de manipulación que ofrece a las clases
retrógradas, ya habituadas a hacerlo.
C. Para terminar, creemos que es claro que si la vanguardia política revolucionaria se
hace responsable de una adecuada conducción política, debe generar líneas de acción en torno a
las cuales los heterogéneos grupos sociales integrantes de las clases trabajadoras puedan ver
reconocidos sus intereses y que conduzcan a transformaciones que respondan a sus
expectativas. Para lo cual el conocimiento real de la diversidad de formas culturales a través de
las cuales se pueda establecer una comunicación inequívoca, las claves culturales en torno a las
cuales se mueven los afectos, se definen las posiciones y actitudes y se genera la disposición a
la acción política, es de una importancia evidente.
En fin, esperamos haber argumentado suficientemente el hecho de que, si el objetivo de
la investigación al servicio de una praxis política es contribuir a la transformación real de
sociedades concretas, ellas deben ser conocidas en su concreción.
Y que las sociedades reales están regidas por las regularidades fundamentales de su
formación económico-social, cuya existencia concreta se despliega en una multifacética
diversidad de manifestaciones -de las cuales las luchas de clases bajo formas étnicas o
nacionales forman parte- y que se expresan con toda su riqueza aparente en los fenómenos
culturales.

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Temario.
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1. La categoría de cultura
2. Cultura, conciencia y sicología social
3. Etnicidad, cultura y clases
4. Nación, clases y etnias
5. El análisis de situaciones étnico-nacionales concretas
6. Cultura y praxis política
Bibliografía.

570
19. Arqueología, genética y lingüística: sugerencias en torno al tema del
doblamiento americano

Luis F. Bate∗ y Alejandro Terrazas∗

Resumen.
Las investigaciones en relación al poblamiento inicial del continente americano se encuentran
actualmente ante las limitaciones de los registros arqueológicos confiables necesarios para dirimir
opciones entre las distintas hipótesis en discusión sobre el tema. Buscando ampliar los elementos
de juicio, se ha recurrido al creciente número de investigaciones realizadas con las nuevas
técnicas y procedimientos metodológicos desarrollados por los genetistas, así como a la
introducción de argumentos lingüísticos. Al respecto, se sugiere:
a) Excluir la consideración de argumentos lingüísticos que, por ahora, carecen de la
confiabilidad mínima necesaria para su proyección a las cronologías implicadas.
b) Vincular más estrechamente las investigaciones genéticas a las hipótesis
arqueológicas. Esto supone que los arqueólogos hacen su tarea y se ocupan de fundamentar
con mayor precisión sus hipótesis acerca de las poblaciones tempranas de América. A manera
de ejemplo, se expone un par de propuestas.

Antecedentes generales.

Desde los comienzos de la investigación "científica" del tema del poblamiento americano, éste ha
sido objeto de interés tanto por parte de la arqueología como de la antropología física. No
obstante, la influencia de la concepción positivista de la división de las ciencias, donde la primera
aparece entre las ciencias humanas o sociales y la segunda como una disciplina biológica, se ha
dejado notar en la conformación de comunidades académicas diferenciadas, con un bajo nivel de
interacción entre ellas. Esto, a pesar de la moda que, desde fines de los sesenta, insistía en la
necesidad de las investigaciones multidisciplinaras o interdisciplinarias. La lingüística, por su
parte, ha tenido su propio desarrollo como una ciencia más bien formal. Si bien las tres han tenido
cabida bajo el concepto general de la "Antropología", como el estudio del "Hombre" en el
sentido boasiano.


Participantes del Proyecto Sociedades Cazadoras Recolectoras, Convenio IIA-ENAH, México.

571
En el último medio siglo, las investigaciones sobre el poblamiento de América se han centrado en
diversos temas de interés, bajo distintas orientaciones y, en cada momento, han sido objeto de
debates entre diferentes posiciones. Paralelamente, se han ido dando desarrollos importantes en el
campo de las técnicas de manejo de datos y producción de información, así como de los métodos
para su procesamiento, orientados a apoyar los procedimientos inferenciales. Mientras que el
notable desarrollo y discusión de posiciones teóricas en un reducido -aunque significativo- ámbito
de la arqueología, ha tenido muy baja incidencia en las polémicas sobre el tema que nos interesa,
aún cuando no ha estado ausente en el trasfondo de las mismas.

La década de los 50 se inicia con la crucial aportación, desde la física, del procedimiento de
datación radiocarbónica. Y, ya en 1951, Junius Bird se ocupa de obtener y fechar una muestra de
la base de las ocupaciones en Cueva Fell, de donde sus trabajos de hacía veinte años habían
evidenciado la coexistencia de una población humana con fauna pleistocénica extinta. La cual
arroja una cifra (11.000±170) prácticamente sincrónica a las de la "cultura" Clovis y el
"complejo" El Llano de Norteamérica.

Entre los 50 y los 70, difusionistas y evolucionistas coinciden en torno al objetivo particularista
histórico de establecer -para Norte y Latinoamérica- esquemas generales que buscan organizar la
información disponible sobre las primeras poblaciones de cazadores recolectoras del continente en
secuencias cronológico-culturales. Entre las propuestas destacan las de autores como Menghin,
Krieger, Willey, Rouse y Cruxent, Lanning, Lorenzo, Schobinger, MacNeish y otros. Con
referencia principal a los materiales líticos -por ser los elementos mejor conservados y, por ello,
más abundantes- se distinguían industrias "primitivas" y "modernas", interpretadas como
manifestaciones de distintos tipos de "culturas". A partir de lo cual, todos los planteamintos
coincidían en sustentar la existencia en América de poblaciones de tipo paleolítico Inferior-Medio
y Superior, respectivamente.

Ya en los 70, con el desarrollo de investigaciones a escalas regionales, tales referencias


clasificatorias generales dejan de ser tomadas en cuenta por los investigadores y, en algunos casos,
comienzan a ser abiertamente criticadas (p.ej., Martin 1973, Lynch 1974, Bate 1974). El problema
básico residía en la falta de confiabilidad de la gran mayoría de los registros en relación a las
atribuciones cronológicas de que eran objeto y a la errónea interpretación de los materiales a partir

572
de los cuales se creaban supuestas entidades culturales, resultando en el establecimiento de
secuencias que no correspondían en absoluto a la realidad histórica.

En los años 80, a raíz de los importantes trabajos de Dillehay en el sitio de Monte Verde, sur de
Chile, adquiere centralidad lo que originalmente fuera una discusión doméstica entre arqueólogos
norteamericanos, que fue conocida como la polémica "Pre-Clovis/Clovis first" y presentada como
si fuera un gran debate "teórico". Donde los partidarios del primer término se consideraban
revolucionarios innovadores441, por el hecho de sostener que hubo en América ocupaciones
anteriores a Clovis. Que era lo mismo que afirmaban casi todas las propuestas anteriores. Mientras
los partidarios del segundo, sustentaban las tesis de Martin -que, por lo visto, habían arraigado
en la academia norteamericana- en cuanto a que los portadores de la cultura Clovis fueron los
primeros pobladores de América, ocupando todo su territorio a una velocidad digna de registro en
el Libro de Guiness y acabando con gran parte de la megafauna pleistocénica. A lo cual no era
ajena, como comenta Dillehay, una ideología de la exaltación del "american way of life", con su
sello desde las Clovis a la Coca-Cola.

Hoy en día, dicha polémica debería considerarse definitivamente superada. No ha sido sólo Monte
Verde, el registro sudamericano antecediendo en más de un milenio a Clovis, lo que explica la
falta de interés de los colegas meridionales por participar en tal debate442. Ya había allá varias
dataciones contemporáneas o anteriores a Clovis, como El Abra (12.400), Tibitó (11.700),
Taimataima (12.300), la fase Amotape en Talara (11.200), Quirihuac (12.400), Guitarrero
(12.500), Huargo (13.100), Pachamachay (11.800), probablemente parte de la fase Ayacucho
(14.000), Tagua-tagua (11.300), Quereo (11.400), Lapa Vermelha P.L. (11.700), Santana do
Riacho (11.900), Sitio do Meio (13.900), Caldeirão dos Rodrigues (17.000), Boqueirão da Pedra
Furada (17.000-18.000) o Los Toldos (12.600)443. A las cuales se han ido sumando varios sitios
más, como Piedra Museo, en la Patagonia (12.800). Si bien cada uno merece un cuidadoso
análisis, estamos hablando de registros que no tienen una confiabilidad media menor que la
mayoría de los sitios Clovis de Norteamérica. Y, aún allá, sitios como Meadowcroft han sido
sometidos a duros escrutinios, mostrando una consistencia que no resistirían muchos registros
Clovis, pero que no se cuestionan porque la academia los acepta de antemano.

441
"Nosotros los radicales", como proclamaba MacNeish 1987: 57.
442
Con excepción, por supuesto, de aquellos que no desperdician oportunidades de estar a la moda, sobre todo si es
norteamericana.
443
Todas las dataciones se presentan en años radiocarbónicos antes del prersente y sin calibrar.

573
Para nosotros, este debate -que nada tiene de "teórico"- se ha resuelto simplemente por la vía de la
constatación empírica de que sí hay registros anteriores a Clovis. Y que muestran, además, una
cierta diversidad cultural de pueblos que, para entonces, ya están abarcando todo el continente
americano. Creo que, sin bajar el nivel de exigencias en cuanto a la calidad de los registros
arqueológicos, deberíamos irnos habituando a la idea de la necesidad de explicar una historia -por
ahora- de no menos de quince milenios. Entender, por ejemplo, qué hacen unos cazadores de hace
12.500 años produciendo típicas puntas tipo El Jobo, de muy buena factura, en el sur de
Sudamérica; en una zona donde la "tradición foliácea" solo reaparecerá hace unos siete o seis
milenos. Entender cómo, hace ya doce milenios, esa antigua población de cazadores recolectores
panandinos que posee una estrategia de gran especialización, incluyendo a las puntas bifaciales
foliáceas y romboidales en su instrumental de caza, coexiste en parte del territorio con una
población de cazadores recolectores del trópico americano, que se desarrolla en toda la parte
norte de Sudamérica y, muy probablemente, hasta México, con una estrategia logísticamente
organizada pero completamente "generalizada", con un instrumental lítico expeditivo, de retoques
marginales y prácticamente sin estandarización. Buscar explicar qué relación tienen esas
poblaciones con los cazadores del extremo austral, que desarrollarán el tipo de puntas conocidas
como "colas de pescado", contemporáneas a las Clovis, pero que tienen, en la región, antecedentes
desde un par de siglos antes que Monte Verde. Preguntarnos qué relación tuvieron los ocupantes
de Meadowcroft o Cactus Hill, productores de puntas triangulares, con la población Clovis que le
sucede. O indagar qué vestigios dejaron en Norteamerica los antecesores de las mencionadas
poblaciones sudamericanas y que no pudieron ser los cazadores Clovis.

No obstante, si hemos estimado pertinente reseñar este contexto, por demás conocido, es porque la
idea de una población inicial única para el pleistoceno tardío, Clovis y mongoloide, es parte de las
hipótesis que todavía se defienden entre los genetistas y algunos arqueólogos. Y que es parte del
tema al que nos referiremos.

Nuevos aportes.

Desde hace unos veinte años, el aporte de nuevos antecedentes a las discusiones sobre el
poblamiento americano, ha provenido de la antropología física y, en particular, de los

574
genetistas444. El desarrollo de nuevas técnicas y métodos en ese campo es lo que ha permitido
generar valiosas informaciones que constituyen nuevos elementos de juicio a tomar en cuenta.
También se han puesto a consideración argumentos desarrollados por la lingüística.

La genética se ha enfocado a la investigación tanto de la composición genética de las poblaciones


americanas, como de sus configuraciones fenotípicas a nivel osteológico.

a) Respecto a la primera, con las nuevas técnicas de genética molecular, los avances más
significativos se han dado en relación a la investigación del ADN mitocondrial, seguidas de los
estudios sobre ADN nuclear y del cromosoma Y [ver Stone 1999, Merriywether 2000], así como de los
sistemas inmunológicos. La proliferación de trabajos en ADNmt se han debido a su relativa
mayor facilidad de duplicación en laboratorio y a la ventaja de que se transmite por línea materna
sin recombinarse, permitiendo el seguimiento de linajes a escalas temporales de varios milenios.
Siendo las mutaciones en algunos de sus loci las que permiten la identificación de haplotipos que
integran haplogrupos definidos y distintivos. Así es como se han identificado los haplogrupos
básicos de la gran mayoría de las poblaciones indígenas americanas, denominados A, B, C, D y
X.

b) En cuanto a la configuración fenotípica, los principales aportes provienen de la


osteomorfología, que ha desarrollado nuevos procedimientos de análisis comparativos para el
estudio de morfología craneofacial , dental y del esqueleto postcraneal. A diferencia de los
estudios de genética molecular, de reciente desarrollo, los análisis osteomorfológicos tienen larga
tradición, bajo distintos enfoques, en la antropología física. La novedad y sofisticación de los
procedimientos se apoya en el manejo de estadísticas más complejas, posibilitadas por el
vertiginoso desarrollo y accesibilidad de los sistemas computacionales. Además, por nuevas
concepciones explicativas de los rasgos físicos, como el enfoque morfo-funcional de los estudios
craneofaciales [Neves y Pucciarelli 1991, Powell y Neves 1999, Turner 1990].

Como era de esperar, por lo que respecta al tema del poblamiento de América, tales
investigaciones se han realizado teniendo como referencia general la moda impuesta por los
norteamericanos: el "debate Pre-Clovis/Clovis first". Y, para referirse a las cronologías de los
contextos cronológico-culturales, la única distinción que se hace, en la misma línea, es entre

444
Tal vez debemos aclarar que, cuando hablamos de genetistas, no nos referimos sólo a los investigadores dedicados a la genética
molecular, sino también a los osteomorfólogos abocados a temas de genética.

575
"paleoindio" y "arcaico"445, si bien algunos autores prefieren hablar de cazadores del pleistoceno
tardío o del holoceno. Para referirse a los restos humanos, actualmente se correlacionan con tal
distinción los términos de "paleoamericanos" y "amerindios".

Ahora bien, a partir de la información generada con base en esas clases de datos, se realizan
inferencias que los explican en términos de migraciones o de procesos de evolución. El tema,
como veremos brevemente, es objeto de diferentes hipótesis explicativas: a veces, sobre la base de
los mismos datos y, en otros casos, con base en información diferente, lo que las hace
incomparables. Posteriormente, comentaremos la diversidad de estimaciones cronológicas que
resultan de los cálculos tanto de los genetistas como de los lingüistas.

Las migraciones.
Como señalan acertadamente Powell y Neves,
Migration/founder models ultimately have their roots in diffusionism, which is at odds with neo-
darwinian concepts of population variation and adaptation [...] Models of colonization and
replacement based on skeletal morphology tend to demarcate populations geographically, and give
little attention to microevolutionary processes... [Powell & Neves 1999: 24]
No obstante, es un hecho que los procesos de poblamiento del Nuevo Mundo, implicaron
necesariamente desplazamientos poblacionales, los que se explicarían según diversos modelos.

a) El modelo de las tres migraciones fue originalmente propuesto por Turner [1983] sobre la base
de tres subdivisiones que establece en el patrón dental que denomina sinodonte (primer molar de
tres raíces e incisivos en forma de pala446). La primera migración sería la antecesora de la mayoría
de las poblaciones americanas. La segunda antecedería a los pueblos del interior de Alaska y la
costa noroccidental de Norteamérica. La tercera correspondería a la de los pueblos eskimo-
aleutianos de la franja costera de Alaska. Esta hipótesis sería apoyada por estudios genéticos de
Williams y su equipo, basados en el análisis de anticuerpos (inmunoglobulina G; Williams et al.
1985). Posteriormente, a la información sobre morfología dental y genética, Greenberg et al. [1986]

agregarán su interpretación de la existencia de tres grupos lingüísticos que denominan Amerindio,


Na-dene y Eskimo-aleutiano, que correlacionan con las tres "oleadas" poblacionales antes

445
Términos bastante imprecisos y excesivamente generales que, por lo mismo, muchos autores han criticado [p.ej., Lorenzo 1987,
Clermont 1992].
446
Para distinguir entre el patrón sinodonte y el sundadonte, que existieron en el pleistoceno tardío en Asia, Turner define 28
rasgos clave. No obstante, desafortunadamente hay antropólogos que diagnostican de buenas a primeras un patrón sinodonte sólo a
partir de la observación de la forma general de los incisivos.

576
mencionadas447. Expresamente, este planteamiento señala que es compatible con la hipótesis de
los Clovis como primera población americana.

b) Mas recientemente, diversos autores -trabajando con ADNmt- coinciden en que la diversidad de
los haplogrupos o linajes "fundadores" en la gran mayoría de las poblaciones americanas
modernas podría explicarse a través de una sola oleada poblacional temprana, bajo el supuesto que
la población asiática originaria tendría una composición genética similar [Merrywether et al. 1995,
Lorenz y Smith 1997]. Más específicamente, Meriwether [2000] afirma que el poblamiento americano

obedece a una población mongoloide y así se explicaría el que esos marcadores genéticos se
encuentren presentes en la gran mayoría de las poblaciones nativas americanas.

Dado que la diferenciación del tipo mongoloide, aún en Asia, ocurre en el pleistoceno tardío,
tendríamos que considerar que el poblamiento americano sería aún más tardío. Y, aunque esta
interpretación tiende a coincidir con quienes suponen que la población originaria en América es
mongoloide y portadora de la cultura Clovis, autores como Bonatto y Salzano [1997b], también
partidarios de una sola migración, proponen una cronología de 30.000 a 40.000 años, al menos
para la separación de la población americana respecto a sus ancestros asiáticos. Stone, por su
parte, calcula una fecha mínima de 16.000 a 26.000 años para la separación de las poblaciones
americanas448. Stone, al igual que Bonatto y Salzano, coincide con la propuesta de Szathmáry
[1993] que explicaría las particularidades de los Na-Dene y Eskimo-Aleutianos suponiendo una

oleada poblacional hacia el Nuevo Mundo, de la cual algunos grupos logran pasar los glaciares,
mientras otros quedan bloqueados en Beringia, expandiéndose posteriormente hacia Canadá, con
el retroceso de los hielos.

c) Se han planteado diversos modelos que implican cuatro o más migraciones. Uno de ellos,
considerado muy poco probable, es el de Horai et al. [1993] que propone que cada uno de los
cuatro haplogrupos (A, B, C y D) habría respondido a diferentes migraciones.

Por otro lado, Torroni y su equipo [Torroni, Schurr et al. 1993] argumentan que la variabilidad de
secuencias dentro de los haplogrupos fundadores A, C y D es mucho mayor que en el B. Lo que

447
Merece anotarse que, en dicho texto, se advierte que "it should be emphasized that we view the interpretation of the genetic
data as secondary support for the primary inferencies based on lingüistic and dental data" [ob. cit.: 486]. De hecho, refiriéndose a
muestras de ADNmt, se aclara que "Unfortunately, the necessary Na-Dene and Aleut-Eskimo data hve not yet been collected, but
they will be"[id.: 488].
448
Esto, considerando una tasa media de mutaciones relativamente rápida. La misma autora considera que es probable una tasa
más lenta, que daría un rango de fechas entre 23.000 y 37.000 años [ver Mammoth Trumpet, vol. 12, nº 3, 1997].

577
interpretan como evidencia de que el linaje B correspondería a una migración posterior hacia
América. Suposición que parecería verse reforzada por el hecho de que el haplogrupo B no se
encuentra entre las poblaciones modernas de Siberia oriental [Torroni, Sukernik et al. 1993].
Consideran que esas dos migraciones serían anteriores a las que dan origen a los pueblos Na-Dene
y Eskimo-Aleutianos, por lo que su propuesta implicaría, al menos, cuatro migraciones.

Procesando una clase diferente de información y en la línea de la antigua tradición de la


antropología física -a la que dan crédito- Neves y Pucciarelli, en colaboración con otros
investigadores, han venido sosteniendo desde hace unos quince años la existencia de una
población diferente a las que se han inferido a partir de la genética molecular [Neves y Pucciarelli
1989, 1991, 1998; Neves, Powell y Prous 1999; Powell y Neves 1999; Neves, Prous et al. 2003]. A partir del

análisis morfológico de cráneos antiguos del Brasil (particularmente el de "Luzia", proveniente de


Lapa Vermelha IV, al que se atribuye una fecha de 11.000-11.500 a.p.449) y Colombia
(Tequendama), han propuesto la existencia de una población temprana no-mongoloide. Se trataría
de un Homo sapiens sapiens cuyos antecesores habrían precedido, en Asia, a la conformación del
tipo mongoloide450. Esos antiguos restos sudamericanos presentan características más cercanas a
poblaciones afroaustralianas o "australo-melanesias" que a las del centro y noreste asiático. Como
resumen Neves y sus colegas, a propósito del análisis de cráneos de Santana do Riacho (Minas
Gerais, Brasil) fechados entre 8.200 y 9.500 a.p.,
they exhibit strong morphological affinities with present day Australian and Africans, showing no
resemblance to recent North Asians and Native Americans. These finds confirm our long held opinion
that the settlement of the Americas was more complicated in terms of biological input that has been
widely assumed. The working hipothesis is that two very distinct populations entered the New World
by the end of the Pleistocene. [Neves et al. 2003]
Es al comparar la morfología de los cráneos de Lapa Vermelha IV y de Buhl Site en Norteamérica
[Neves y Blum 2000; Green et al. 1998], cuyo contexto paleoindiano del "complejo el Llano" es claro,

así como lo son sus rasgos mongoloides, cuando concluyen que hubo al menos dos poblaciones
paleoamericanas claramente diferenciadas.

449
No obstante, Lessa y Guidon [2002], basándose en el análisis de los procesos posdeposicionales del sitio, publicado por Cunha
y Guimarães [1978], concluyen que la posición estratigráfica relativa de los restos no garantiza la antigüedad asignada a los restos,
de los cuales no se pudo obtener fecha directa por AMS del colágeno, sino una del carbón del lavado de la muestra, que dió 9.330 ±
60 a.p.. Con lo cual resulta contemporánea de los otros restos antiguos del Brasil y de Colombia.
450
Jia Lanpo cita a Wu Xinzhi, con quien concuerda, cuando afirma que "El Hombre de la Caverna Superior representa la
primitiva raza mongola, relativamente próxima a los antecesores de los chinos modernos; los esquimales y los indígenas de
América, aunque tienen algunas características típicas de la raza mongola, no habían conseguido desarrollarse aún en aquel tiempo"
[Jia Lanpo 1981: 65]. No obstante, Neves et al. [2003] afirman que ninguno de los tres cráneoas de la Caverna Superior se asemeja
a las poblaciones asiáticas modernas y el UC 101 muestra marcadas similitudes con los australo-melanesios. Y coinciden con otros
autores en que "the fixation of classical Mongoloid morphology in North Asia could have been a recent phenomenon (terminal
Pleistocene/early Holocene)".

578
Mientras Steele y Powell resumen las investigaciones de morfología craneofacial de la última
década451, en los siguientes puntos: 1) Los restos americanos más antiguos presentan
características claramente distintas de los indígenas americanos del holoceno tardío o de las
poblaciones recientes; 2) los paleoindios norteamericanos se asemejan más a poblaciones
prehistóricas tardías o vivas del sudeste asiático que a las del noreste asiático, 3) los paleoindios
sudamericanos presentan mayores semejanzas con los paleoindios norteamericanos que con
cualquier otro grupo de nativos americanos vivos o ya desaparecidos; 4) los paleoindios
sudamericanos, si bien se asemejan a los paleoindios norteamericanos, se distinguen de ellos por
su mayor semejanza con muestras de poblaciones australianas y africanas; 5) los paleoamericanos
de ambos continentes se acercan más a las poblaciones "arcaicas" del holoceno medio que a las
poblaciones prehistóricas tardías o a los nativos americanos vivos y, 6) hay tanta variación en las
poblaciones americanas del holoceno medio como en las prehistóricas tardías. [Steele y Powell 2002:
112].

Por su parte, Lalueza et al. [1997], analizando el ADNmtn de cuatro grupos étnicos recientes de
Fuego-Patagonia452, reportan la absoluta ausencia de los Haplogrupos A y B en esas poblaciones.
Lo cual, sumado al hecho de la presencia decreciente del haplogrupo A hacia las latitudes más
meridionales y la ausencia del B en latitudes mayores a 55° Norte en Asia y América, es
interpretado en términos de que
the first settlers entering America 21000-14000 years ago already lacked both mtDNA lineages . [ob.
cit.:41]
Lo cual supone que dichas etnias del "fondo de saco" austral serían descendientes de esa primera
población que precedería a los ancestros paleoindianos de los amerindios. Lo que parece
compatible con la afirmación de Neves, Powell y Ozolins [1999] en cuanto a que la morfología de
los restos de Pali Aike presentarían afinidades con la población brasileña relacionada con "Luzia"
y que representarían a la primera población, no-mongoloide. Como veremos más adelante, desde
el punto de vista arqueológico el problema es algo más complejo.

d) Brown y sus colegas [Brown et al. 1998], analizando una muestra amplia de ADNmt en
poblaciones indígenas americanas, confirman la existencia de un haplogrupo que, en
investigaciones anteriores [Ward et al. 1991, Torroni et al. 1993], se presentaba en haplotipos diferentes
451
Donde no se incluyen algunos restos importantes, como Buhl Site o Peñón III .
452
Aunque dos de ellos -selk'nam y yámana- ya están extintos y de los otros dos -kawéshqar y aónikenk- solo perviven unos pocos
individuos. La muestra incluye, además, restos de dos individuos de Patagonia austral y Tierra del Fuego, fechados en 4.030 y
5.000 a.p. respectivamente.

579
a los reconocidos A, B, C y D. Por su similitud con el haplogrupo X, presente en poblaciones
europeas, se pensó que serían casos debidos a contactos postcoloniales. Incluso, cuando se
sostenía que el hombre de Kennewick tendría rasgos caucasoides453, se prestó a conjeturas acerca
de una antigua migración europea. No obstante, se ha confirmado como un linaje diferenciado,
presente -en porcentajes reducidos- no sólo entre los modernos ojibwas, sino también en restos
asociados a contextos arqueológicos precoloniales454.

Uno de los problemas que se ha planteado es el del origen de este linaje. No obstante, según
Eshleman y sus colegas:
Some of the mistery surrounding haplogoup X seems to have been solved by the recent
detection of this haplogroup, assessed by both restriction fragment length polymorfism and
corresponding CR mutations, in Altaian individuals of South-Central Siberia. Haplogroup X is not as
common in Native Americans as are the other four haplogroups. Accordingly, there is no reason to
believe that it need ever have been common in Asia in order to achieve its present distribution in the
Americas. It is noteworthy that Y chromosome haplotype 1C is also found in Europe, Lake Baikal
region, and the Americas. [...] The Altaians of South-Central Asia have been identified as one
population outside the Americas that contain all five of the founding Native American haplogroups.
[Eshleman et al. 2003: 11]
Esta información455 podría resultar relevante ya que, si hubo una migración por el centro-norte
asiático que pudiera explicar las similitudes de la tecnología y tipología lítica de algunos pueblos
tempranos de América456 con la tradición musteroide-paleolítico superior centro europea, lo más
probable es que hubiera conexiones culturales mediatizadas a través de algún eslabón del tipo de
la secuencia de Kostenki457. Tradición que no existe en el sudeste asiático458.

Microevoluciones.

Con la novedad y el auge de los estudios de genética molecular, que se ocupa más de fenómenos
de amplia escala, antiguas migraciones u "oleadas poblacionales", se han descuidado las
investigaciones de los notables cambios que pueden manifestarse a nivel fenotípico, debidos a
procesos microevolutivos, como efectos de adaptación, selección natural, deriva génica o flujos

453
Luego se observó que esos rasgos son más bien semejantes a los de poblaciones polinesias o a los Ainu del Japón.
454
Además de las poblaciones algon quinas, se ha encontrado en restos de un cementerio arqueológico en Norris Farms Oneota
(Illinois), en Vantage (Washington) e incluso en tres muestras amazónicas, una fechada en 1.000 a.p. y las otras dos en 4.000 a.p..
455
Ver Derenko et al. 2001.
456
Como la secuencia de Meadowcroft y Cactus Hill al "complejo El Llano" en Norteamérica, o la "tradición foliácea" de los
antiguos cazadores panandinos y la de los cazadores recolectores australes (con 'colas de pescado') en Sudamérica.
457
Aunque, a propósito de los rasgos dentales, en Greenberg et al. [1986: 480] se afirma que "There is no support in this
genetically sensible spatial pattern for theorizing that Native Americans originated in Europe or that they are some form of
European-Asian hybridization".
458
Las industrias comparables a las del paleolítico superior europeo aparecen en las postrimerías del pleistoceno y se desarrollan
en pleno holoceno (cultura de Xiachuan, en China).

580
genéticos. Además de la incidencia de factores sociales en la apertura o cierres de las redes de
apareamientos u otras formas de selección social.

Una situación que tiene implicaciones para la investigación de los poblamientos tempranos, desde
que la gran mayoría de los estudios de ADNmt se han realizado sobre poblaciones indígenas
modernas. Y éstas presentan una gran diversidad de configuraciones fenotípicas que no se
explican sólo por la cantidad de migraciones originarias o la profundidad temporal de las mismas.
A partir de la arqueología, podemos seguir diversos desarrollos históricos regionales,
desplazamientos territoriales o interacciones entre grupos sociales, a partir de los pueblos más
antiguos. Pero si tenemos en cuenta que su origen puede remontarse bien a unos 15 milenios, la
mayoría de los restos humanos que han sido objeto de estudio y poseen antigüedades de 9 a 7
milenios, ya acusan los efectos de seis o más milenios de procesos regionales de microevolución.
A lo que hay que sumar los flujos génicos que se debieron dar en diversos procesos de
mestizajes459.

Ésto, para referirnos sólo a los desarrollos de las primeras sociedades americanas de cazadores
recolectores. Procesos que adquieren mucho mayor complejidad con la revolución tribal460 o,
posteriormente, con la conformación de sociedades clasistas. Las modernas poblaciones indígenas
no sólo son culturalmente herederas de tales procesos históricos, sino también han sido impactadas
en sus características antropofísicas. Y, en este sentido, es necesario evaluar qué tan confiables
pueden ser, o bajo qué condiciones se define un rango de aceptabilidad para las inferencias acerca
de procesos ocurridos hace doce o siete milenios a partir del estudio de poblaciones indígenas
modernas461. Como es obvio, estos factores de diversificación fenotípica, afectarán de manera más
importante a los estudios osteomorfológicos.

459
Como se afirma en Greenberg et al. [1986: 486] "microevolutionary components of human population structure such as genetic
drift, inbreeding, and gene flow can interact with natural selection to obscure the genealogical relationships of Native Americans
[...] Trying to decipher these 12,000 + years of population history is a very complex undertaking, specially with a data base of
20th- century genetic data."
460
Algunos de estos procesos microevolutivos pueden implicar cambios importantes, como el tránsito de la dolicocefalia a la
braquicefalización [Rothamer et al. 1982].
461
Hay autores que cuestionan la validez de tales inferencias, realizadas sin mayores ponderaciones [p.ej., van Vark y Williams
2003].

581
Estimaciones cronológicas.

Existen muchas estimaciones acerca de cuándo pudo ocurrir, o afirmaciones sobre cuándo habría
ocurrido, el ingreso de las primeras poblaciones humanas al Nuevo Mundo, con base en
antecedentes geomorfológicos, genéticos o lingüísticos.

Desde la geomorfología y la paleoecología se ha especulado en relación a cuáles fueron los


momentos en que el paso de grupos humanos desde Asia a América era viable. Y se han debatido
al respecto algunos temas principales: el de Beringia como puente continental, el del corredor
Lauréntido como vía posible de paso desde Beringia al centro de Norteamérica, el de un posible
corredor costero, alternativo al Lauréntido, y el de las condiciones paleoambientales que habrían
permitido la travesía y el abastecimiento alimenticio durante la misma.

El tema del puente terrestre se explica por los descensos del nivel del mar, que se dieron cuando
esas aguas formaban masas de hielo sobre los continentes, dejando expuesta la plataforma
marítima que habría permitido el paso a pié por tierra firme. Si bien hay que tomar en cuenta que
Durante un interglaciar o interestadial, las condiciones del mar de Bering en el estrecho del
mismo nombre y en el Pacífico Norte, así como en las costas del Océano Ártico, son las que existen en
la actualidad, con mínimas diferencias, si es que existe alguna. De acuerdo con ello el mar de Bering y
el estrecho, están cubiertos de hielo en su mayor parte, teniendo la mayor extensión en el mes de
febrero, área que se va reduciendo hasta que el mar ocupa todo a fines del verano y gran parte del
otoño, cuando el hielo vuelve a establecerse. [Lorenzo 1987: 141]

De manera que, en principio, cuando no había corredor terrestre, era posible cruzar Bering, como
lo hacen hoy los inuit, en la estación en que el mar se congela. Si bien es la época de grandes
tormentas, que harían difícil el paso.

La explicación de cómo se desplazaron esos grupos humanos desde Alaska hacia el sur es
posiblemente un problema más crítico. Ello por cuanto, durante los avances glaciares, los grandes
casquetes de hielo debieron ser una barrera formidable. De ahí que tenga importancia la hipótesis
del "corredor" Lauréntido, un espacio entre los frentes del campo de hielo Cordillerano, al oeste y
el Lauréntido, al oriente. Parece claro que ambos frentes se juntan desde hace unos 22.000 años,
hasta los 12.000 a.p., fechas en que el desplazamiento desde Alaska sería imposible.

De ahí que, sobre todo cuando se piensa que el poblamiento americano no se dio antes de unos 22
milenios, es necesario encontrar una alternativa. Y es Fladmark [1979] quien, mostrando la
impracticabilidad del corredor Lauréntido, propone una ruta a través de un corredor costero, que

582
se habría formado precisamente con el descenso del nivel del mar462. Hipótesis retomada más
recientemente por Dixon [1999].

No obstante, si se acepta la posibilidad de una migración anterior a 22 milenios


La realidad hace innecesario buscar corredores puesto que el paso de norte a sur pudo
hacerse con facilidad durante el Farmdale, de 28 a 22.000 o durante el Altoniense, de 70 a 28.000,
cuando los hielos, efectivamente, no coalescieron. [Lorenzo ob.cit.: 153-154]

Claro está que, si es verdad que el "paleoindio" norteamericano de tipo Clovis463 fue desarrollado
por poblaciones mongoloides -tipo físico que se habría desarrollado en Asia después de las fechas
de la Caverna Superior, prácticamente hacia el neolítico464-, entonces la identificación de un
corredor que hubiera permitido la migración hacia el sur entre hace 22 y 12 milenios sí sería un
problema. Esto, aún cuando, antes de esas fechas, ya hubiera ingresado desde Asia una población
distinta.

Desde la genética molecular, bajo el supuesto de que la tasa media de las mutaciones que
distinguen a los haplogrupos y su grado de diversificación interna implicarían dimensiones
temporales regulares, se han realizado diversos cálculos acerca de la cronología de los momentos
de separación de los linajes americanos respecto a sus ancestros asiáticos, o del desarrollo del
rango de variabilidad de los mismos en América, a partir del paso por el "cuello de botella" de
Bering, por la vía que fuese.

El hecho es que las diversas estimaciones acerca de las fechas en que los "linajes fundadores" se
separan de sus precedentes asiáticos o de los comienzos de la diversificación supuestamente
desarrollada en América varían, según los autores, entre 11.000 y 40.000 años.

Eshleman, Malhi y Smith nos explican, en una buena síntesis, algunas de las razones a las cuales
se deben tan notables divergencias. Por ello los citaremos con cierta extensión:

The calculation of mutation rates has achieved certain tautological qualities as well: Attempts to
calculate a rate of mtDNA sequence divergence used the peopling of the Americas, assumed to have
occurred between 12,000 and 20,000 years BP as a benchmark at a time when relatively few Native
American samples had been analyzed.

462
La viabilidad de este corredor costero también es puesta razonablemente en dudas por Lorenzo [1987: 149-153].
463
Si hubo otras poblaciones paleoamericanas, con modos de vida y culturas diferentes al complejo El Llano, necesariamente
tuvieron que habitar también, por algún tiempo, en Norteamérica.
464
"...parallel sudies (ee.g., van Vark and Dijkema 1988) which used a morphometric analysis to suggest that Zhoukoudian Upper
Cave (U.C.) specimen 101, dated at ca. 20,000 years, belonged to a population that was unlikely to be ancestral to recent East
Asians and that 'Neolithic replacement is the most reasonable explanation of the morphometic differences ' (between the U.C. 101
skull and the skulls of recent Chinese)" [cita en van Vark et al. 2003: 181]

583
Other estimated are based [...] on the accumulated diversity in the New World using coalescent theory.
Such estimates exhibit a variability that in all probability is too large to be usefull for selecting among
alternative hypotheses regarding the initial peopling af the Americas. [Eshleman et al. 2003: 12]

Más adelante, agregan


It has been demonstrated that molecular estimates do not always match the empirical data
[...] This discrepancy between the molecular estimates and the molecular archeological record
provides no confidence in molecular estimates of the times of past events when those estimates are
derived solely from studies of living populations. [Ibídem]

que es el caso de la mayoría de los cálculos realizados para estimar la profundidad temporal de la
diversificación en poblaciones americanas.

En suma, tal como apuntan los autores citados, el rango de estimaciones -de 11 a 40 milenios- no
nos permite ninguna discriminación como para optar en favor de cualquiera de las hipótesis
razonables sobre la cronología del poblamiento americano.

Por otro lado, se ha puesto de moda entre los arqueólogos el referir aportes de la lingüística en
apoyo de las distintas hipótesis en juego. Habrá quienes se dejen impresionar bien por ello. En
unos , refieren los trabajos de Greemberg, Turner y Zegura [1986] quienes se manifiestan
explícitamente en favor de la hipótesis de Clovis como los primeros americanos. Mientras quienes
sostienen un poblamiento anterior se apoyan en la argumentación de Johanna Nichols, quien
propone fechas de 35 milenios para explicar la diversidad lingüística presente en América.

No obstante, en el caso de Geenberg, después de señalar "varios problemas mayores" en el uso del
método glotocronológico, concluye que
Our opinion is that for Amerind we are dealing with a time period probably greater than
11.000 years and beyond the limits of glottochronology. [ob.cit.: 480]

En el caso de Nichols, el argumento básico es que habría una correlación, más o menos lineal,
entre el grado de diversificación lingüística y la profundidad temporal del proceso que la genera, a
partir de lo cual estima el proceso de colonización de América en unos 35.000 años a. p.. No
obstante, Daniel Nettle no sólo critica los cálculos de Nichols, sino también su interpretación de la
información empírica. Y, además, propone una bien fundada hipótesis para argumentar que la
misma información puede ser explicada en contra de las conclusiones de Nichols. Nos dice Nettle:
I argue that Nichols' assumptions lack empirical validity, and that the very linguistic data she
discusses are equally compatible, if not suggestive of, a recent colonization.

584
[...] Not only does the Nichols model, with a small tweaking of parameters, generate any date between
12.000 and 91.000 years ago, but its assumptions lack general support, as I shall sow. [Nettle 1999:
3325 y 3326]
Luego, mostrando que en el "Viejo Mundo" (Africa, Sur y Sudeste asiático, Australia) donde el
poblamiento humano sería claramente anterior al de América, sean cuales fueran las fechas de
éste, la diversidad lingüística es, en todos los casos, menor que en América. Y se divierte
proponiendo una fórmula para describir el hecho de que, luego de una radiación inicial de
diversificación se produciría una reducción de la diversidad:
Any model in which the rate of ramification is high early in colonization when there are
many empty niches, then levels off, while the extinction rate is proportional, will produce the
same general pattern: an early steep rise, followed by a gradual decline. [ob. cit.: 3328]
Para concluir que:
The problem of colonization of the Americas will be definitively answered only by
archaeology, because archaeology has direct methods for dating human presence. [...] This
paper shows that there is no basis for the argument from linguistic diversity for any early
date. The linguistic data are quite compatible with any date... [Ibídem]

No haremos más que estar plenamente de acuerdo con este autor. Es claro que si los resultados de
las inferencias a partir de información lingüística nos pueden dar lo mismo estimaciones de 12.000
que de 35.000 años, al igual que las estimaciones genéticas, carecen de cualquier utilidad para
contribuir a dilucidar el problema que nos ocupa.

Observaciones metodológicas.

Nos referiremos brevemente a un par de cuestiones metodológicas de orden muy general:

a) Inconmensurabilidad. Parafraseando a Kuhn, una de ellas tiene que ver con el hecho de que
algunas de las principales propuestas en discusión, diferentes y opuestas, no pueden ser evaluadas
por falta de homogeneidad de los criterios necesarios para la evaluación. Es decir, se procesan
diferentes clases de información -donde las variables consideradas son diferentes- de manera que
los resultados no son comparables. Sólo pueden ser evaluados respecto al rigor de obtención de
información y consistencia lógica interna de los procedimientos inferenciales o la compatibilidad
lógica con sus supuestos ontológicos. Pero los resultados permanecen incomparables. Esto no es
un defecto si consideramos, de acuerdo a un concepto materialista de objetividad, que hay otras
dimensiones de la misma realidad respecto a los cuales las propuestas pueden ser contrastadas.

585
No obstante, hay temas relevantes que pueden y deberían dirimirse homogeneizando las variables
para efectos de contrastación. Uno de estos temas centrales es el de si hubo uno, tres o más
pueblos ingresando a América. Así, por ejemplo, la propuesta original de Greemberg , Turner y
Zegura, no era comparable con los resultados de los estudios de ADNmt, porque se basaba
principalmente en variables lingüísticas y de morfología dental y, secundariamente, en estudios
genéticos basados en caracteres inmunológicos.

Pero para nosotros un tema crucial respecto al poblamiento temprano -prescindiendo, por el
momento, de las diferencias genético-cronológicas posibles de los Na-Dene y Eskimo-Aleutianos-
, es el de si en el pleistoceno tardío ingresó una sola población o hubo más de una. En el primer
caso, pudo ser Clovis o los antecesores más o menos directos de Clovis y el complejo El Llano.
De acuerdo a dicha propuesta [p.ej., Merriwether], toda la diversidad cultural manifiesta desde
antes y durante la breve fase Clovis (11.200-10.900 a.p.) obedecería a los antecesores del pueblo
Clovis. Sin embargo, nuestras hipótesis, basadas en la organización de la información cultural -
arqueológica- son mucho más compatibles con las propuestas de Neves, Pucciarelli y
colaboradores, que suponen una población diferente a la mongoloide, presente desde fines del
pleistoceno en Sudamérica.

El problema está en que las variables manejadas en ambos casos son diferentes y los resultados,
por lo tanto, incomparables. Quienes postulan una sola migración temprana, de rasgos
mongoloides, trabajan principalmente sobre ADNmt. La propuesta de una población diferente,
australo-melanesia, resulta de análisis de morfología craneofacial465. Con este último
procedimiento sólo se ha realizado una comparación directa de restos antiguos -los de Lapa
Vermelha IV y Buhl Site- que corrobora el carácter mongoloide del complejo El Llano en
Norteamérica, mostrando claras diferencias con una de las poblaciones tempranas de Sudamérica.
Pero no sabemos, por ejemplo, cuáles son los haplotipos de los restos tempranos de Brasil y de
Colombia (ni los de Pali Aike) que corresponderían a dichas poblaciones meridionales,
morfológicamente diferentes466. Tampoco está claro que las poblaciones "paleoindias" de
Norteamérica sean tan homogéneas. Así, desde el punto de vista morfológico, hay quienes

465
Con la excepción de algunos trabajos puntuales, como el citado de Lalueza y su grupo.
466
A través de la versión en Internet de Hoje em dia, un reportaje del periodista Ney Soares Filho nos informa que la investigadora
Juliana Alves da Silva, bajo tutoría de Vânia Prado, del equipo de Sergio Danilo Pena, ha comenzado a procesar muestras de ADN
de restos de Lagõa Santa en el instituto Max Planck, si bien tardaremos en conocer los resultados.

586
sostienen que los amerindios norteamericanos serían algo diferentes a los sudamericanos,
pareciéndose más a los ainu467.
Acá mencionamos sólo un problema mayor. Pero las dificultades de manejar diferentes
clases de información, aún sólo en el campo de la genética molecular, por ejemplo, han sido muy bien
ilustradas por Salzano, quien resume los resultados de múltiples investigaciones realizadas con base en
ADNmt antiguo y de poblaciones actuales, sobre diversos marcadores autosómicos (HLA y otros),
sobre las variaciones de los cromosomas Y y X, o sobre diversos tipos de virus. Concluye que es
previsible que no sea tan fácil, en el cercano o mediano plazo, uniformar los resultados sobre bases
tan diversas de información [Salzano 2002].
b) Otro de los errores metodológicos flagrantes es la utilización de métodos para situaciones que
están fuera del rango de aplicabilidad para el cual han sido formalizados. Es claramente el caso de
la aplicación de la glotocronología para escalas de tiempo que exceden los 11 milenios cuando, de
manera optimista, se han propuesto su utilidad hasta 4 o 7 milenios [Swadesh, Sapir]. Sería lo
mismo que discutir cronologías de más de 100.000 años basándose en fechas radiocarbónicas.

Consideraciones ontológicas.

Un problema similar se presenta al comparar los resultados e hipótesis de las investigaciones


arqueológicas con los de los estudios de biología humana. Pero el problema de fondo, en este caso,
es ontológico y tiene que ver con cómo se concibe la relación entre lo social (o lo "cultural") y lo
biológico desde distintas posiciones teóricas468.

Así, por ejemplo, es claro que cuando se da, de hecho, una correlación entre los hablantes de una
lengua y el tipo físico de la población que la habla, debe haber alguna conexión explicable a través
de la singular historia de dicho grupo social. No obstante, ni en la teoría ni en los hechos existe
una conexión necesaria entre una lengua determinada y, digamos, la forma de los dientes o entre
determinadas formas dialectales y la estatura media de la población. Y, aunque difícilmente algún
autor se atrevería a hacer afirmaciones semejantes, alguna conexión no explicada está implícita en
la base de la presentación empírica de tales correlaciones. Y así como nada impide que un
porcentaje de población sundadonte se comunique a través de lenguas clasificadas como
"amerindias", nada indica que poblaciones "australo-melanesias" hayan desarrollado tecnologías
líticas expeditivas no estandarizadas debido a la carencia de los genes mongoloides que se
asociarían a las poblaciones productoras del instrumental especializado de los grupos sociales
arqueológicamente clasificados como "Clovis".

467
Características que se atribuyen también a los cráneos de Spirit Cave y Kennewick.
468
Ver el concepto de posición teórica en Gándara [1993] y Bate [1998].

587
Respecto a este tema, concordamos con la ya referida afirmación de Powell y Neves en cuanto a
que, tras las diversas hipótesis acerca de las migraciones hacia América, están presentes las viejas
tradiciones difusionistas de la antropología física, que se corresponden con posiciones teóricas
asumidas también en la antropología "cultural" y en la arqueología. Y, entre éstas -cuyo objetivo
cognitivo es básicamente la descripción- y las posiciones evolucionistas que asumen como
objetivos la explicación, estamos más cerca de las últimas. No obstante, se trata de concepciones
evolucionistas limitadas al campo de la biología, que no pueden dar cuenta de las estructuras y
procesos sociales. Lo que no significa que los autores sean siempre ajenos a la pretensión de
explicar procesos sociohistóricos. Si bien la fórmula retórica "políticamente correcta" -que
indicaría prudencia en este sentido- consiste en afirmar que sus resultados son o no "compatibles"
con tal o cual interpretación social o histórica. Con lo cual parecería que todo está en orden: al fin
y al cabo, se trata de biólogos que hacen lo suyo para contribuir a un campo del conocimiento que
requiere de colaboración multidisciplinaria. Por lo demás, se ven peor los arqueólogos -
supuestamente científicos sociales- que, eludiendo la especificidad del fenómeno social, pretenden
reducir la explicación de los procesos históricos a través de las categorías del evolucionismo
biológico.

Al respecto, nos parece pertinente retomar algunos puntos planteados en un trabajo anterior [Bate y
Terrazas 2002] acerca de la exportación teórica de un campo disciplinar a otro. Se trata, en este caso,

del uso, en el campo de la arqueología, de conceptos originados en la biología. Consideramos que


los intercambios teóricos pueden ocurrir en tres niveles. En el primero, algunos términos y
nociones son manejados como metáforas en la disciplina receptora. Sería el caso de ideas como la
de la complejidad, que posee un sentido preciso en la teoría de lo números y en la física mecánica.
Es algo más difícil de delimitar en la biología y, definitivamente, no ha podido ser aplicado de
manera axiomática en las ciencias sociales donde, no obstante, ha estimulado algunas ideas
originales en investigadores de modelos y procesos no lineales.

En un segundo nivel, algunos conceptos separados de sus contextos originales son tomados en
"préstamo" e integrados en posiciones teóricas diversas. Es el caso del intento de adopción de
nociones sistémicas desde el materialismo histórico, o de la aplicación del término adaptación a la
organización de las actividades subsistenciales de grupos cazadores recolectores. Y se ha
extendido la moda, entre numerosos colegas en América -quienes no se han formado
necesariamente en el ámbito de la ecología cultural-, de clasificar a los grupos de cazadores

588
recolectores en términos de sus "adaptaciones" (adaptaciones costeras, adaptaciones selváticas,
adaptaciones de altura, etc.), sin considerar que el espacio de habitación y subsistencia no
determina necesariamente el modo de vida del grupo, si bien puede condicionar particularidades
del mismo. Sobre todo, cuando la mayoría de las sociedades humanas, incluyendo las de
desarrollo tecnológico simple, se caracterizan porque, lejos de amoldarse paulatinamente a las
condiciones extremas impuestas por el medio (que es lo que el concepto duro significa en
biología), tienden a transformar esas condiciones, adecuándolas a sus necesidades, según las
características de su organización social. Por ello, resulta desafortunada la trivialización de
conceptos como éste, cuando son mal comprendidos y peor aplicados469.

Algo similar se debe decir del concepto de migración que, en la biología, tiene un sentido
poblacional y demográfico bien definido, pero en la arqueología suele interpretarse de cualquier
manera. Tratándose de migraciones de animales, por ejemplo, se hace referencia a
desplazamientos estacionales y más o menos cíclicos. Mientras que, para el caso del ingreso a
nuevos territorios que posteriormente son habitados de manera permanente, se suele preferir los
términos de colonización o proceso de fundación, los cuales sí se relacionan con efectos genéticos,
como el efecto fundador o la deriva génica. En tanto el término de migración no implica
necesariamente un cambio en la estructura genética de la población. El uso apresurado de estos
términos como equivalentes, tanto para la biología como para las ciencias sociales (donde el
concepto de migración tiene un sentido válido, pero diferente) conduce a malentendidos que
pueden evitarse manteniendo claridad de conceptos, precisando la clase de contenidos ontológicos
a los que se refieren.

Por último, en algunos casos se pretende la aplicación integral de una teoría desarrollada en un
campo disciplinar para explicar fenómenos completos de otro nivel de organización. Es el caso de
los intentos de aplicación de la teoría sintética de la evolución biológica buscando explicar los
diversos procesos sociales que pueden inferirse del registro arqueológico. De manera que los
movimientos de grupos humanos se relacionan con fenómenos de vicarianza, las transformaciones
tecnológicas aparecen como respuestas pasivas a los cambios del medio ambiente o la aparición y
desaparición de sistemas sociales enteros se explicarían por su capacidad o incapacidad de
adaptarse a las condiciones dinámicas del medio natural. Consideramos que esta forma de
reduccionismo ignora las particularidades de las sociedades humanas, las que no responden a las
469
Ver, al respecto, los acertados comentarios de Gnecco 2003.

589
constricciones, mecanismos y cualidades de los procesos de los sistemas biológicos, sino que
poseen un nivel propio de desarrollo histórico que debe ser explicado en su especificidad
distintiva, para luego entender cómo lo social se relaciona con el entorno, incluyendo a los
sistemas biológicos y el medio ambiente.

Nuestra posición al respecto asume el hecho de que lo social y lo biológico no son fenómenos
yuxtapuestos ni superpuestos, sino procesos concatenados. Nos basamos en la propuesta de que las
dimensiones biológica, social y sicológica son instancias cualitativamente diferentes pero
interrelacionadas, integrando el proceso de coevolución humana [Terrazas 2001].

Por ello, el contenido que asignamos a algunos conceptos que ya hemos mencionado, como
composición genética o estructura de la población, no es idéntico (sin ser necesariamente
incompatible) al que le dan los genetistas470, pues implican la "interfase entre lo biológico y lo
social. Así, la composición genética se refiere a la reserva de posibilidades de desarrollo biológico
contenidas en el "pool genético" y está mediada por la estructura de la población, mediación
dinámica que, a diferencia de otras especies del reino animal, se establece básicamente a través de
las relaciones sociales que caracterizan al modo de reproducción. Mientras que la configuración
fenotípica se refiere al conjunto de manifestaciones físicas aparentes de una población, como la
homogeneidad o diversidad en el color de la piel, la forma y el color de pelo o los ojos, las
proporciones, la estructura ósea y, en general, los diferentes rasgos antropofísicos. Están
contenidos como posibilidad en la composición genética y se desarrollan, en parte, de acuerdo a
condicionantes medioambientales. Recordando que, históricamente en medida creciente, el
medioambiente en que se desarrollan las sociedades humanas es naturaleza socialmente
transformada en ámbito de vida471.

Por su parte, cuando los genetistas manejan términos como "cultura" o "etnia" [p.ej., Torroni et al.
1993], suelen darle un contenido bastante diferente, si bien no menos impreciso, que el que se le da

entre los antropólogos o arqueólogos. Sobre estos conceptos también hemos hecho
formalizaciones explícitas472.

470
Entre los cuales, al menos Neves y sus coautores, se ocupan de ofrecer definiciones explícitas, lo mismo que cuando toman
términos de la literatura arqueológica.
471
Estos y otros conceptos han sido desarrollados en el artículo Sobre el modo de reproducción en sociedades pretribales [Bate y
Terrazas 2003], presentado como ponencia a la VII Reunión Internacional de la ALAB en México. Se encuentra en prensa en Bate:
Propuestas para la arqueología, Editorial Bellaterra.
472
Ver Bate 1978 y 1984.

590
Sugerencias.

De lo anteriormente expuesto, surgen algunas sugerencias más o menos obvias, que


sintetizaríamos en los siguientes puntos:

a) Aún cuando el manejo de diferentes clases de información permite aparentar una supuesta
amplitud de criterios, hay resultados de investigaciones que, por el momento -mientras no
garanticen mucho mayor precisión-, deberían ser excluidos de las argumentaciones en torno al
tema del poblamiento americano473.

Es claramente el caso de los aportes de la lingüística que, independientemente del mérito de las
investigaciones de los autores citados, generan conclusiones a través de procedimientos que no
garantizan la más mínima confiabilidad al ser proyectados a las cronologías implicadas. Por lo
demás, la misma clase de información en que se basan, puede ser razonablemente interpretada en
sentidos completamente distintos, como lo muestra con claridad Nettle [ob. cit.].

Similar es el caso de las estimaciones cronológicas basadas en la tasa de mutaciones o el grado de


diversificación, realizadas por la genética nuclear. Es obvio que, todavía, las estimaciones tienen
un rango tal de flexibilidad e imprecisión que igual arrojan fechas de 11 que de 40 milenios, según
la manipulación a que se someta la información. Lo cual no contribuye en nada a acotar las
cronologías de los eventos en cuestión, que es de lo que se trata.

Por lo demás, también es claro que no se trata de resultados independientes de los planteamientos
generados por los arqueólogos respecto al poblamiento continental.

b) Los resultados de las investigaciones geomorfológicas y ambientales del cuaternario tampoco


contribuyen a definir claramente los rangos temporales posibles del ingreso a América desde Asia
desde que, si hubo puentes terrestres o no, el paso pudo darse caminando sobre el mar
estacionalmente congelado.

No obstante, todas las novedades que se van produciendo en esos campos son relevantes para
explicar cómo y por dónde pudieron desplazarse y resolver la subsistencia una o más poblaciones,
con gente suficiente como para iniciar la ocupación de todo el continente. Sin duda, en este
sentido, si será muy importante saber más claramente si hubo y cuándo fue transitable un corredor

473
Obviamente, no queremos decir que nuevas o diversas informaciones deben ser ignoradas.

591
lauréntido o costero. O qué condiciones hubo antes de hace 22.000 años, si es que el poblamiento
americano tuviera una antigüedad mayor, posibilidad que no debe ser descartada.

c) En cualquier caso, la arqueología deberá remitirse a sus propios procedimientos de obtención y


evaluación de datos e información cultural y cronométrica para fundar sus hipótesis así como las
de la antropología física.

d) Tanto para la genética como para la arqueología resultaría en una mayor productividad
investigativa el desarrollar nexos de colaboración más estrecha. Lo cual, como declaración
general de buena voluntad, no es más que una perogrullada. Por lo que resultaría necesario definir
de manera más precisa las condiciones que harían que tal vinculación una condujera a una
racionalización y optimización de la investigación en ambos campos.

Hasta ahora, como hemos mencionado, la mayor parte de las investigaciones genéticas se han
orientado de manera muy general en torno al tema de moda impuesto principalmente por
arqueólogos norteamericanos: la disyunción "pre-Clovis-Clovis first". Ello, sin una evaluación
crítica sobre la relevancia del tema, ya que se considera que sería el "debate" central de la
arqueología americana, aún por parte de investigadores distantes de los grupos de investigación y
docencia en Norteamérica. Esta situación se explica, en parte, por el hecho de que las instituciones
norteamericanas están en notable ventaja económica474 para el financiamiento de investigaciones
en campo y laboratorio, de reuniones y eventos de intercambio académico o de publicaciones que
compendian los trabajos más recientes. Instancias de las que no sólo participan arqueólogos
norteamericanos, sino también muchos colegas latinoamericanos que obtienen apoyos para
acceder a las mismas. Situación que se presta para la imposición de temas y autores de moda.

Sugeriríamos a los colegas genetistas tomar en consideración una serie de variables para evaluar
las hipótesis de los arqueólogos que buscan contrastar en sus propias investigaciones.
Consideraciones similares a las que deberían tener en cuenta los arqueólogos a la hora de citar a
los genetistas:

1) Que los temas relevantes en la investigación no son necesariamente los que están de moda.
Tampoco los investigadores más importantes son necesariamente los que aparecen en todas las
primeras planas. Pues, si bien es cierto que hay unos pocos expertos en la integración de buena
474
Finalmente, el imperialismo económico se basa en la apropiación, por todos los medios de extorsión y carente de cualquier
escrúpulo, de gigantescos volúmenes de plusvalor generado por la fuerza de trabajo de los países "subdesarrollados" hacia los
centros de la economía transnacional.

592
academia y mercadotecnia, lo más frecuente es que un buen grupo de oportunistas coyunturales de
poca monta se las arregle para aparecer en todas las fotos.

2) Que la confiabilidad del manejo de información en que los arqueólogos apoyan sus propuestas
es muy desigual en distintas escalas y temáticas. Lo más frecuente es que cada investigador
conozca bien sus sitios y materiales y tenga una buena información del contexto de su zona o
región, pero no posea una referencia muy precisa de los contextos continentales. Y también es lo
más usual que, en esos casos, limiten prudentemente sus propuestas a las áreas o temáticas que
conocen mejor.

Pero, cuando se discute un tema como el del poblamiento americano, tenemos situaciones
diversas. Algunos autores -como Bryan [1986 o 2000]- presentan atinadas propuestas y
argumentaciones a nivel continental. Pero muestran una desafortunada falta de análisis crítico del
registro de los sitios concretos. Otros -como Roosevelt [1999]- conocen muy bien su sitio y su zona
pero, en sus generalizaciones continentales, cubren con audacia la falta de conocimientos
detallados acerca de otras áreas sobre las que escriben.

De manera similar, hay que considerar que los arqueólogos se especializan en diferentes aspectos
del registro. En este sentido, es frecuente que haya colegas muy bien informados acerca de los
aspectos paleoambientales, botánicos o zoológicos, pero tengan muy vaga idea de tecnología y
tipología lítica. Tema éste que sí es relevante cuando tratamos del registro de pueblos cazadores
recolectores. Y así encontraremos, sorprendentemente, que no son pocos los autores que nos
hablan (y escriben) de industrias o instrumentos "unifaciales" para referirse a artefactos de
astillamiento marginal. O cuando, en referencia a las técnicas de talla bifacial Clovis se dice:
"including long, regular, diagonal, parallel soft-hammer thinning" [Roosevelt et al. 2002: 170] es
obvio que no se entiende lo que se cita. Las preformas bifaciales, ciertamente se rebajan con
percutor suave. Pero el astillamiento laminar paralelo, largo y oblicuo, no se obtiene por
percusión, sino por presión.

3) Que el conocimiento arqueológico de las sociedades cazadoras recolectoras se ha integrado en


distintos niveles como: a) los "indicadores" del registro arqueológico, b) la inferencia de
características de la organización social, generalmente consideradas de manera parcial y, c) la
explicación causal de los procesos históricos considerando la totalidad social [ver Bate 1992: 130 y
ss.]. Obviamente, es preferible una investigación orientada desde un mayor nivel de integridad. Es

593
decir, desde un nivel de integración teórica con buen manejo de información empírica. Pero
también en esto hay desigualdades. Y se da el caso de colegas brillantes en la teoría, que carecen
de información empírica más allá de la que "ilustra" sus generalizaciones. Afortunadamente no es
una situación común en la discusión sobre el poblamiento americano. Por otro lado, hay quienes
poseen un muy buen manejo de campo y de información empírica, pero cuando dicen "teoría"475
sólo se escucha un rebuzno.

4) Que en la arqueología, como en cualquier disciplina científica, siempre existen diferentes


posiciones teóricas, que definen diferentes concepciones acerca de la realidad estudiada y de las
formas adecuadas para su investigación, que definen la relevancia de las preguntas que se plantea
la investigación, etcétera [ver Bate y Terrazas 2002]. Pero es diverso el grado de conciencia y de
consistencia con que los investigadores asumen la o las posiciones de las que participan. Lo que
incide en la claridad y profundidad analítica de los planteamientos de los autores.

e) No incurrir en reduccionismos en la consideración acrítica, desde la arqueología, de las


posiciones teóricas de la biología, lógicamente predominantes en la genética. Una colaboración
interdisciplinaria estrecha debería hacer explícito el dialogo acerca del contenido de los diferentes
conceptos empleados y el significado preciso que adquiere en cada disciplina.

Por lo demás, una consideración básica a tener en cuenta, cuando se toman préstamos teóricos, es
que las teorías que se importan no hayan sido refutadas en su propia disciplina.

Un par de ejemplos.

Se expondrán, a manera de ejemplos, dos casos tal como han sido tratados por los genetistas y
cómo se explicarían, desde nuestro punto de vista, a partir de los antecedentes arqueológicos476:

a) No es casualidad que los diversos cuestionamientos a la posición que considera al pueblo Clovis
como el ancestro americano provenga de arqueólogos norteamericanos que han trabajado en
Sudamérica [Dillehay 2000, Roosevelt et al. 2002], desde que el volumen de información sudamericana
sobre el tema es un sólido argumento contra tal supuesto.

475
Con frecuencia, para calificar despectivamente a "los teóricos".
476
Dadas las limitaciones de espacio y para efectos de una referencia sumaria a los registros arqueológicos conocidos en el medio,
tomamos principalmente algunos elementos característicos de la industria lítica. No obstante, es claro que la identificación de una
cultura arqueológica no puede reducirse sólo a esos elementos.

594
Por lo que a nosotros respecta, nos parece claro que la posición "Clovis first" es insostenible desde
que hay registros confiables suficientes como para arbitrar tal debate por la vía empírica. En su
momento, la propuesta de Martin [1973] constituyó una hipótesis importante, por cuanto señalaba
acertadamente la debilidad documental de los registros argüidos como muy antiguos y ofrecía un
modelo posible para explicar las extinciones de fauna pleistocénica. No obstante, es un modelo
indefendible a la luz de la información actual, que revela claramente la existencia de pueblos
culturalmente diferenciados anteriores y contemporáneos a Clovis a lo largo de todo el continente.
Lo cual se puede apreciar muy bien desde los registros sudamericanos, que seguramente se
originaron en pueblos que se desplazaron con anterioridad en la América septentrional.

Acá nos referiremos a una propuesta que uno de nosotros ha venido sosteniendo hace más de
veinte años, en relación al poblamiento sudamericano. Afirmábamos entonces que
El panorama de la evidencia actualmente disponible muestra que hacia el 12,000 a. P., había
por lo menos tres grandes poblaciones, diferenciables en sus manifestaciones culturales y cubriendo
ya casi todo el continente. [...] Dos de estos conjuntos han sido fácilmente identificados por la mayoría
de los arqueólogos como "horizontes" o "tradiciones", debido a que su instrumental posee distintivas
puntas de proyectil. Queremos postular acá la existencia de un tercer conjunto en que ese elemento no
es el más "típico", aunque existe. [Bate 1981: 425]
Resumíamos, para entonces, una obra en dos tomos sobre cazadores recolectores sudamericanos
que ya estaba en prensa [Bate 1983]. Descriptivamente nos referíamos a tres Conjuntos Culturales
(I, II y III), que después interpretamos como modos de vida y actualmente denominamos,
respectivamente, antiguos cazadores recolectores andinos, cazadores recolectores australes y
cazadores recolectores del trópico americano.

Se trata de tres pueblos que generaron prolongados desarrollos regionales, diferenciándose


localmente a lo largo de algunos milenios, pero manteniendo algunos elementos culturales
distintivos que permiten identificar sus vínculos históricos.

El primero de ellos ha sido conocido como "tradición foliácea" por una de las formas básicas (la
hoja y el rombo) de sus instrumentos bifaciales: puntas de proyectiles y hojas de cuchillos, que
exhiben una notable variabilidad a lo largo de toda la región andina, desde Venezuela hace unos
12 milenios, hasta Tierra del Fuego, donde llegan hace más de 5.000 años para desaparecer hacia
el cuarto milenio. La mayor densidad de registros se encuentra en Perú (Laguna de Conococha,
Guitarrero, Ayacucho, Junín, Lauricocha, múltiples sitios costeros y de tierras altas), el norte de
Chile y el noroeste y las Sierras Centrales de Argentina (Intihuasi). Pero alcanzan a la zona centro-
sur de Chile entre el 8.000 (Cuchipuy) y el 5.500 (Chiloé y Aysen).

595
La segunda población, presente desde hace más de 12 milenios en el Cono Sur (Piedra Museo, Los
Toldos, Cueva Fell y varios otros sitios), se caracterizó tempranamente por las llamadas "puntas
tipo cola de pescado", datadas entre 11.000 y hasta después del 10.000, presentes desde el sur de
Brasil y Uruguay hasta el Extremo Sur.

El tercer pueblo -los cazadores del trópico americano-, como los anteriores, también debió
haberse desplazado por Norteamérica. Tiene fechas de 12.400 en El Abra, en Colombia, donde ha
dejado registros en varios sitios, a lo largo de unos seis o siete milenios: Tequendama, Tibitó,
Sueva 1, Huavio, Nemocón 4, Galindo, Vista Hermosa, Peña Roja y otros. Puede tener algo más
de 15.000 años en Brasil, en los sitios de Pedra Furada y Caldeirão dos Rodrigues, 13.900 en el
Sítio do Meio, en Piauí. Y está presente También en Lapa Vermelha IV, Cerca Grânde 6, Caieiras,
Lapa do Boquete, probablemente Santana do Riacho y varios sitios más en Minas, la fase
Serranópolis de Goiás y otros. En el interior de Venezuela está representada en la Fase I de la
"tradición Atures" y en varios sitios costeros, como Guayana, Ño Carlos o Remigio. Da origen a la
tradición Banwaroide en el Caribe. Está presente en el "complejo Vegas" de Ecuador, en la
secuencia de Talara (Amotape, Siches, Estero y Honda), Quebrada Jahuay y Tacahuay y otros
sitios en el norte del Perú.

De las "tradiciones" generadas por las dos primeras poblaciones -los antiguos cazadores andinos, o
panandinos, y de los cazadores recolectores australes- puede decirse que comparten algunas
características en común: presentan industrias líticas con instrumentales especializados y algunas
formas estandarizadas; las puntas de proyectil y cuchillos son generalmente bifaciales, las raederas
y raspadores de retoque marginal dorsal; en algunas zonas desarrollan una definida técnica de
láminas para producir astillas matrices. De alguna manera, puede decirse que aceptarían
comparaciones con las técnicas y tipologías de la secuencia del paleolítico medio y superior
europeo. Se ha dicho, por ejemplo, que las industrias líticas patagónicas presentan un "aire de
familia" musteroide. No nos interesa especular acá sobre hipotéticos vínculos de tal naturaleza -
que, en todo caso, serían considerablemente lejanos en el espacio y el tiempo- sino resaltar la
notable diferencia que presentan respecto al instrumental lítico de los cazadores del trópico
americano. Se trata, en este caso, de un modo de vida con una lógica diferente de utilización de la
piedra para la producción de instrumentos: los utensilios son netamente expeditivos, sin tipos
estandarizados. Producen lascas o astillas laminares sin mayor sistemática que la que imponen
zonalmente las matrices de las materias primas, a las que adecuan funcionalmente con retoques

596
marginales sumarios, independientemente de su calidad. Usan las material primas, buenas o malas,
más cercanas a los lugares de utilización. No desconocían la talla bifacial, aunque la emplearon
muy escasamente. No gastan fuerza de trabajo en los desplazamientos que implicaría obtener las
mejores piedras, ni en la producción de un instrumental especializado, compensando el mayor
gasto de trabajo que implica el uso de un utillaje no especializado [ver Bate 1983]. De alguna
manera, se asemejan más a las industrias líticas del paleolítico medio y superior de China que del
centro de Europa o del centro-norte siberiano.

Sin duda, este planteamiento resulta ampliamente coincidente con la hipótesis planteada
originalmente por Neves y Pucciarelli [1989 y 1991] y reiterada en los trabajos posteriores de Neves
y colaboradores. Es decir, nos parece perfectamente posible, desde el punto de vista del registro
arqueológico, que una población de Sapiens sapiens generalizados, desplazándose por el sur de
Asia -en condiciones de acceder a Australia hace algo más de 50 milenios- haya podido ir
poblando el sureste asiático hacia el norte, hasta las latitudes que le permitirían acceder a América
[ver Neves et al. 2003: fig. 9].

Es claro que cuando planteamos la existencia de este pueblo culturalmente identificable en el


registro arqueológico -y que luego denominamos cazadores del trópico americano477- no
conocíamos los estudios de esos autores, que se publicaron años después. Y parece obvio que
tampoco ellos conocen nuestros trabajos, de manera que se trata genuinamente de resultados de
investigaciones independientes. Sería muy tentador estar simplemente de acuerdo con que hubo
más de un ingreso poblacional temprano, anterior a Clovis, donde tales afroaustraloides serían
claramente los ancestros de nuestros cazadores recolectores del trópico americano, puesto que
han sido identificados precisamente en restos humanos de sitios que hemos incluido entre sus
manifestaciones culturales. Sin embargo el acervo de información arqueológica disponible para
Sudamérica nos sugiere que el panorama puede ser bastante más complejo478.

477
Les denominamos así, en principio, por el área geográfica donde los identificamos. Pero sobre todo, para resaltar el contraste
con la mayoría de las hipótesis sobre el surgimiento del "paleolítico superior" en Europa a través de explicaciones ad hoc, que
suponen como condición la cacería de animales gregarios en ambientes periglaciares. Es evidente que estos grupos, con un nivel de
organización social de tipo "paleolítico superior" (preferimos llamarles sociedades pre-tribales) no pueden ser evolutivamente
evaluados a través de la apariencia rudimentaria de su industria lítica.Y que si accedieron tempranamente a América no fué a través
de navegación oceánica, por lo que debieron desarrollar también estrategias para ocupar ambientes muy poco tropicales.
478
Por lo pronto, nos resulta difícil ubicar a Monte Verde, bien documentado y datado, en estos contextos tempranos. La presencia
de dos puntas foliáceas corresponde claramente a la antigua tradición foliácea andina. Pero ésta no está documentada en la región
sino hasta unos cinco milenios después. Y, por otro lado, los demás elementos: una industria lítica expeditiva con materias primas
locales, unas pequeñas bolas de piedra ranuradas y una punta de hueso con bitumen en la base muy bien podrían corresponder a las
características de los cazadores recolectores del trópico americano.

597
En primer lugar, debemos tomar en cuenta que prácticamente no tenemos en Sudamérica restos
humanos claramente datados que excedan los 10.000 años radiocarbónicos sin calibrar. Hay
probablemente un individuo en Santana do Riacho de entre 10 y 11 milenios y no se puede
afirmar, como se ha hecho reiteradamente, que "Luzia" sea el resto más antiguo de América. La
mayoría de los restos tempranos confiablemente datados están en el rango de 9.900 a 8.000 años
de antigüedad. Pero, para entonces, ya no sólo estaban los descendientes de las tres grandes
poblaciones que mencionamos y que mantuvieron tradiciones culturalmente identificables, sino
había también otros pueblos culturalmente diferenciados entre hace 11.000 y el 10.500 años y
cuyas posibles conexiones con los anteriores no están claras.

Uno de ellos se diferencia en la región surandina entre el 10.800 y el 9.600 a.P. en los sitios de
Tuina, San Lorenzo, Chulqui y San Pedro Viejo de Pichasca, en el norte de Chile e Inca Cueva 4 y
Huachichocana, en el noroeste argentino, dando origen a una tradición andina con uso de puntas
triangulares, que alcanzará gran desarrollo en los milenios posteriores [ver Bate 1983, t. 1: 262].
También hay restos humanos tempranos asociados a estas ocupaciones en Huachichocana.

Otra modalidad cultural que se desarrolla claramente entre el 10.500479 y hasta el 8.000 en las
regiones ecuatorial y central de los Andes, tiene probablemente su origen en el "complejo
Canaima" de Venezuela (pésimamente excavado y fechado "a ojo"). Se encuentra en Cubilán,
Ecuador, y se desarrolla en Perú como Paiján-Luz. Presenta puntas de proyectil pedunculadas, de
pedúnculo estrecho de base convexa y escotaduras laterales unas y de pedúnculos subtriangulares
otras. También hay osamentas humanas asociadas a los materiales Paiján [Chauchat y Dricot 1979].

Otro pueblo que se diferencia en el norte y centro de Brasil oriental a partir de 11.000 en Bom
Jardim caracteriza a la "tradición Itaparica", denominada "fase Paranaíba" en Goiás (10.800) y se
distingue por una industria lítica con instrumentos de retoque marginal dorsal sobre gruesas
láminas, siendo el tipo más distintivo la denominada "lesma", que presenta retoque continuo en
los extremos, de bordes convexos, y en los bordes laterales. Aunque sólo se conocen muy pocos
ejemplares quebrados, tallaron puntas bifaciales con pedúnculo. En algunos sitios habitados por
los cazadores del trópico americano aparecen también las "lesmas" y algunos otros artefactos de
estos grupos, mostrando ocupaciones alternadas o en secuencia por ambos pueblos, como en el
estrato temprano del Sítio do Meio (13.900-11.000), o precediendo a la "fase" Serranópolis en

479
Si bien Ossa y Moseley registran materiales líticos de Paiján en el alero de Quirihuac, en posición estrátigráfica sellada, con
cuatro fechas que van del 12.800 al 8.600 a.P.

598
Goiás, o en algunos estratos de Santana do Riacho. Lo que nos advierte, por ejemplo, que los
enterratorios de este sitio podrían pertenecer a dos pueblos diferentes.

Aunque bien documentadas, las ocupaciones iniciales de la Caverna da Pedra Pintada en la


Amazonía brasileña, datadas entre 11.200 y 10.000 son difíciles de identificar culturalmente. De
los elementos comparables, como la industria lítica, se registran 30.000 lascas de desecho y 24
"instrumentos formales". De éstos se ilustran 5 piezas bifaciales -tres de ellas quebradas y las otras
dos preformas- que no permiten inferir con claridad la forma de las piezas terminadas, si bien dos
de ellas sugerirían la formación de pedúnculo [Roosevelt et al. 1996: 378]. Roosevelt y otros [2002:
190-191] suponen que los pueblos "paleoindios" de la región amazónica serían portadores de las

puntas triangulares, pedunculadas (similares a las del "complejo Canaima") o alguna de base
ligeramente cóncava, que se encuentran en distintos sitios de la región. Lo cual bien pudiera ser
cierto, aunque también podría tratarse de ocupaciones de los cazadores del trópico americano que,
como en los sitios de la sabana de Bogotá, o en Cerca Grânde, siempre presentan algunas escasas
piezas bifaciales. Y no es imposible que esas puntas triangulares pedunculadas pertenecieran a ese
pueblo, aunque sean sumamente escasas en sus contextos, como ocurre con la "tradición
Itaparica".

En suma, para las fechas de los restos más antiguos hasta ahora registrados en Sudamérica,
tenemos bien configurado un panorama cultural complejo y diversificado desde hace, por lo
menos, dos o tres milenios. Si, como es muy válido suponer, no se trata de una "colonización
relámpago" desarrollando "adaptaciones instantáneas", es una situación cuyos orígenes bien
pueden remontarse a 15 milenios o más480. Por lo tanto, la mayoría de los restos, holocénicos
tempranos, estarían presentando efectos de diversos procesos microevolutivos y de posibles
mestizajes, manifiestos ya entonces, como señalaran Steele y Powell [2002], en una gran
diversificación.

De cualquier modo, la presencia de rasgos afroaustraloides que podrían indicar más de un


poblamiento temprano en América, sigue siendo una hipótesis válida, que habría que buscar
correlacionar más cercanamente con estudios de genética molecular.

480
También hay que tomar en cuenta que, para ese rango de fechas, las dataciones radiocarbónicas sin calibrar están
comprimiendo una cronología real bastante más amplia.

599
Una línea interesante de investigación que deriva de lo expuesto, plantea a la arqueología y a la
antropología física la tarea de contrastar tales hipótesis, por la vía de intentar identificar en México
y Norteamérica, la presencia de los pueblos antecesores de aquellos sudamericanos y que debieron
ser anteriores y, probablemente en parte contemporáneos, del complejo El Llano y Clovis. Por el
momento, Acosta ha emprendido la tarea de identificar a los cazadores del trópico americano en
México, habiendo algunos sitios en el sureste que podrían corresponder a ese modo de vida. Lo
mismo hemos propuesto para la Covacha del Babisuri en Baja California481. Y es posible que otros
sitios de la península y de Sonora pudieran incluirse entre tales ocupaciones. Sin olvidar que los
restos humanos de El Peñón III, actualmente de los más antiguos en América (10.700), también
presentan, aparentemente, rasgos afroaustralianos similares a los de los cráneos de Brasil y
Colombia.

b) Otro caso que requeriría una colaboración más precisa entre genetistas y arqueólogos es el de
los pueblos de Patagonia y Tierra del Fuego. Cabe recordar que, hace medio siglo, Bórmida
publica Los antiguos patagones. Estudio de craneología, definiendo cinco tipos craneofaciales:
Ooides fueguinus (fuéguido), Ellipsoides patagonicus (pámpido), Platistegoides onensis,
Hipsistegoides lagoides y cráneo Araucano. A los que correlaciona con tradiciones culturales de
acuerdo con la interpretación de la Escuela de Buenos Aires (capítulo criollo de la Escuela
Histórico Cultural, de los Kulturkreiss), de la arqueología del extremo austral. De acuerdo a tal
propuesta, la población más antigua era la fuéguida, portadora de industrias de tipo "protolítico".
Luego ingresarían los pámpidos, portadores de industrias "míolíticas", desde el toldense I (Los
Toldos) y II (Período I de Magallanes, en Cueva Fell y Pali Aike) asimilando o arrinconando a los
fuéguidos en casi toda el área, excepto en el extremo sur, donde se habrían mestizado originando
el Platistegoides onensis. Luego habría alcanzado, hasta el norte de Patagonia por la costa
atlántica, una cuña láguida, la que sería asimilada por los pámpidos. Finalmente, la influencia
andina se habría hecho notar en la deformación pseudocircular, para impactar masivamente en la
época de las invasiones araucanas.

Cabe hacer notar que Bórmida no incluyó en su amplia muestra a ninguno de los restos que, para
su época, podían considerarse como antiguos, como los de Mata Molle, Pali Aike o Cerro Sota.
Por otro lado, hoy es claro que no hubo tal tradición "protolítica" (de tipo paleolítico Inferior-

481
Fujita, Téllez y Bate: ponencia redactada para el Segundo Simposio Internacional sobre El hombre temprano en América,
organizado por la DAF (INAH) para septiembre del 2004 en México.

600
Medio) o "epiprotolítica" diferente de las "miolíticas" sino que los materiales arqueológicos que
les fueron atribuidos responden mas bien a diferentes actividades realizadas por los mismos
pueblos, en diferentes épocas [Bate 1974; Orquera 1982]. También sabemos que el ingreso a
Patagonia de los pámpidos ( o "patagonienses") ocurre hace unos 4.500 a 5.000 años.

Veamos cómo se plantea el panorama por parte de los genetistas en la última década:

a) Lahr [1995] propone que los Fuego-Patagones compartirían con los Paleoamericanos una
morfología propia de un ancestral grupo mongoloide de rasgos generalizados.

b) Neves, Powell y Ozolins, por su parte, situando a Pali Aike en Tierra del Fuego y analizando
los restos incluidos en el estrato datado en 8.600 a.P., concluyen que
Los resultados muestran que los fueguinos tempranos tampoco presentan afinidad morfológica con los
mongoloides. Conjuntamente con los esqueletos de Brasil central y la sabana de Bogotá (Colombia), el
especimen de Palli Aike muestra una marcada afinidad con africanos y australianos [1999: 259].
c) Lalueza y su grupo [1997], analizan 60 muestras de ADNmt obtenidos de los restos de 75
individuos pertenecientes a cuatro grupos étnicos recientes de Patagonia y Tierra del Fuego, más
un resto de 4.030 a.p. (Cueva Lago Sofía, Patagonia) y otro de 5.000 años de Marazzi (Tierra del
Fuego). Dos de esos grupos: kaweskar y yámana, tenían un modo de vida canoero, habitando
respectivamente los canales occidentales de Patagonia austral y la Tierra del Fuego, desde la costa
sur del canal Beagle. Ambos incursionaban en el Estrecho de Magallanes. Las otras muestras
fueron de los selk'nam de Tierra del Fuego y los aónikenk de Patagonia central y austral. Para los
autores, los canoeros serían "morphologically related and unambiguously distinguishable from the
Selknam and the Aonikenk" [ob. cit.: 41]. Lo importante es que la investigación revela un hecho
notable y es que todos esos grupos recientes sólo poseen haplogrupos C y D, careciendo
absolutamente de la presencia de los haplogrupos A y B. Lo cual se explicaría por la existencia de
más de una "ola migratoria" desde Asia, diferente de los mongoloides típicos. De manera que tal
antigua población habría carecido de los haplogrupos A y B y los grupos étnicos del extremos
austral no los habrían incorporado posteriormente, debido a su aislamiento.

d) González José y sus colaboradores [2002], por su lado, proponen un modelo del poblamiento de
Tierra del Fuego considerando que los estudios arqueológicos, de genética molecular y de
morfología ofrecerían resultados similares. Según los autores

601
Most analyses tend to cluster the three Fueguian groups (Selknam, Alakaluf, and Yahgan) together
and to place the nearest continental group (Tehuelche) in an external branch [ob. cit.: 310] 482
Fenómeno que explican también debido al aislamiento de los tres grupos más australes,
particularmente selk'nam y yámana, aislados desde hace 8.000 años al desconectarse Tierra del
Fuego, por la elevación del nivel del mar que abrió el Estrecho de Magallanes. Su modelo
explicaría el desarrollo de los fueguinos a través de mecanismos microevolutivos suponiendo que:
1) Fueguian-Patagonians shared a common ancestor, 2) Tierra del Fuego was first settled around
10,000 to 12,000 years BP by groups of undifferentiated economy, 3) Fueguian populations remained
isolated from the continent during the last 8,000 years and were less numerous than the continental
populations, and 4) Fueguian groups mantained some degree of gene flow between them...[ídem: 317]
Observaremos, estando de acuerdo con los autores recién referidos, que
Before evaluating the Fueguian-Patagonian populations in a local context, it must be noted that their
position in the settlement of the America's is unresolved, or at least, controversial. [ídem: 315]
De hecho, parte del problema tiene que ver con la explicación de los procesos históricos ocurridos
en el Extremo Austral, que son objeto de diferentes interpretaciones a partir de la información
arqueológica. Nos permitiremos sugerir una muy breve síntesis de los aspectos más generales de
esa historia, a través de algunos puntos más relevantes:

1) Hace 12.000 años ya hay ocupaciones en la Patagonia, por grupos humanos cuyo tipo físico es
desconocido, cazando huanacos y caballos y, al parecer, carroñeando ocasionalmente otros
herbívoros como el milodón. Tenían, al menos, un instrumental de grandes lascas retocadas
marginalmente. Hacia el 11.000 y hasta después del 10.000 produjeron, entre otros tipos de puntas
o cuchillos, las denominadas puntas tipo "cola de pescado", muy características, que muestran su
presencia en todo el Cono Sur, incluyendo Chile central. Entonces, Tierra del Fuego era accesible
a pié.

2) Hace aproximadamente unos 9.500 años ingresa a Patagonia un pueblo de origen posiblemente
andino483, portador de puntas y cuchillos triangulares, de bordes más afilados y extremo distal
más agudo que las "colas de pescado"; utilizando lanzadardos e intensificando el uso de
boleadoras, de gran eficacia para la cacería en llanuras. Una tecnología que sería más eficiente que
la del toldense clásico, conformando el toldense final de Patagonia central y los períodos II y III
de Patagonia austral (Cueva Fell, Pali Aike y otros) que se extiende en medio milenio por toda la
Patagonia, y habría alcanzado a llegar a Tierra del Fuego antes de la apertura del Estrecho de

482
Aclaramos que los alakaluf y yaghan son, respectivamente, los ya mencionados kaweskar y yámana. Mientras los Tehuelches,
en general, son dos grupos étnicos: los del norte o gününa këna y los del sur o aónikenk.
483
Se trataría, en nuestra opinión, del mismo grupo que identificamos en el norte de Chile y noroeste argentino, en sitios como
Tuina, San Lorenzo, Chulqui, Huachichocana, Inca Cueva 4 y San Pedro Viejo de Pichasca.

602
Magallanes. Pensamos que tan rápida expansión debió darse a través de un proceso de mestizaje,
relativamente pacífico, con la población anterior. Los restos humanos más antiguos de Patagonia
(Baño Nuevo-1 y Pali Aike) corresponden a este momento. Pensamos que esta población poseería
los rasgos antropofísicos que darían origen a los grupos fuéguidos. Los ocupantes de Tierra del
Fuego, aislados del continente, habrían desarrollado una economía mixta, explotando recursos
terrestres y marítimos, conformándose probablemente parcialidades especializadas.

3) En el sexto milenio a.p., se daría un doble proceso de colonización de la rica e intrincada zona
de canales, fiordos e islas de Patagonia occidental y el sur de Tierra del Fuego. Por una parte, entre
el 5.500 y 5.000 tenemos desde Chiloé (conchal de Gamboa, Puente Quilo y Gran Guayteca) y
hasta Tierra del Fuego (Lancha Pakewaia), pasando por Ponsomby, la presencia de ocupaciones
por navegantes originados en la tradición andina con puntas foliáceas, cuyos ancestros podrían
buscarse en los restos de Cuchipuy (Chile central). No obstante, su presencia a nivel cultural
prácticamente ha desaparecido hacia el 3.500.

Paralelamente, en las costas accesibles desde el tierra firme, tendríamos evidencias de


intensificación de la explotación de recursos del mar y navegación (Punta Santa Ana y Bahía
Buena), por parte de los mismos cazadores que ocupaban el interior continental y fueguino, lo que
pudo haber dado origen al pueblo kaweshqar o alakalufe. De manera que, si bien Tierra del Fuego
seguía desarrollos propios, su aislamiento del continente no era completo.

4) A partir del 4.500, se desarrollan en Patagonia austral y más tardíamente en Patagonia central,
las modas del Patagoniense, con puntas de hoja triangular y pedunculadas características del
Período IV de Magallanes. Un proceso en conexión con las poblaciones del área Charrúa, del sur
de Brasil y Uruguay, que debieron transitar por las pampas y el Neuquén donde, sin embargo, se
mantuvieron en uso las puntas triangulares apedunculadas -probablemente también de origen
andino-, pero algo diferentes a las del todense final y las que se encuentran en el noroeste
argentino.

5) En algún momento cercano a nuestra era, estos pámpidos de economía preferentemente


terrestre, ingresan a Tierra del Fuego desarrollando modalidades propias de puntas triangulares
pedunculadas En nuestra opinión, el mestizaje con parte de la población preexistente habría dado
origen al pueblo selk'nam, quienes adquirirían la cultura que les es etnohistóricamente conocida

603
con la adopción del arco, después del siglo XII de nuestra era, cuando este instrumento se
incorpora al acervo de los antecesores de los aónikenk continentales (Período V de Magallanes).

6) No obstante, no todos los antiguos habitantes de Tierra del Fuego se incorporan a ese proceso.
Y, probablemente entre el 600 y 800 de nuestra era, parte de esa población -de los cuales los
háush permanecerán en el extremo oriental de la Isla Grande- se vuelca al mar, especializándose
en la explotación de sus recursos y originando al pueblo que conocemos como yámana. Y, si bien
irán abandonando elementos que en ese medio no son de gran utilidad, como la boleadora,
mantendrán sus vínculos con los háush.

Para nuestro tema, esto tiene algunas implicaciones tales como:

a) Difícilmente las poblaciones recientes del Extremo Sur americano representan a una población
inicial de América, afectada sólo por procesos microevolutivos. A menos que, en un ejercicio de
historia ficción especuláramos que la población septentrional de origen andino (distinta a los
portadores de la "tradición foliácea"), se hubiera mestizado principalmente con mujeres de la
población del toldense inicial y clásico, que hubieran mantenido sus linajes genéticos por línea
materna.

b) Los fuéguidos -kawéshqar y yámana y, tal vez, los chono), tendrían un ancestro común en la
población que se desarrolla durante el toldense final y el Período III de Magallanes y que ocupa
ambas riberas del Estrecho cuando la Tierra del Fuego se separa. Pero ésta sería ya una población
mestiza, cuyas similitudes con los afroaustraloides contemporáneos del Brasil, aún no es
claramente explicable.

c) El impacto de los pámpidos a partir del quinto milenio es importante y, tal vez por su clara
vinculación cultural con pueblos del sur del Brasil, y a pesar de las notables diferencias culturales
con los cazadores del trópico americano, pudieran tener algún vínculo genético, aún por explicar,
con estas poblaciones. Lo cual, de cualquier modo, no alcanzaría a dar cuenta de la supuesta
homogeneidad de los pueblos australes tardíos.

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