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¡Un buzón de historias!

eso es mi Carriel

“80 y piola de años llevaba conmigo recorriendo tantos caminos que ya ni puedo recordar”
fueron las palabras de mi abuelo cuando me quiso heredar, entre sus 8 nietos, su amado
carriel.
Recibirlo ha sido uno de los mayores honores de mi vida y portarlo con orgullo uno de mis
propósitos; y es que un carriel representa más que una cultura montañera, pujante, ¡echada
pa’ lante! como dicen los que han criado a mi Antioquia querida. Su forma ovalada en la
parte de debajo le aporta una curvatura que me recuerda las Montañas de mi tierra, cocido a
mano entre pieles de vaca y nutria le imprimen ese olor particular a pradera, a ganado, a
historia.
El carriel de mi abuelo posee 12 bolsillos; los 6 primeros me entregan compartimentos para
guardar documentos, bolígrafos, lentes de sol, monedas e incluso, por la forma de acordeón
que tiene en su costura, hasta una coquita para llevar el almuerzo. Lo particular de mi
carriel son los otros 6 bolsillos, ocultos a la vista por solapas de cuero que se confunden con
las fundas rojizas, me entregan el misterio de ocultar mis tesoros ante la vista de la gente.
La reata con la cual se sujeta mi carriel fue reemplazada por una de cuero sintético negro,
pues después de 80 años no hay reata que aguante; se encuentra anclada al compartimento
por dos argollas de acero y tiras de cuero crudo, curtido por el tiempo, reflejando un color
amarillo pálido mesclado con el café del envejecimiento.
Su interior era color rojo vivo, pero con el paso de los años fue tomando forma de recuerdo
y ahora luce Vinotinto. La tapa exterior esta forrada en piel de nutria suave y peluda,
terminando en punta como un sujetador que impide poder abrir el bolso.
Es curioso deslizar los dedos y poder sentir las distintas texturas que puedes descubrir al
tocarlo: liso, suave, acolchado, áspero, seco e incluso al cerrar los ojos y deslizar las manos
puedo sentir los recuerdos de los viajes de mi abuelo. Particularmente me gusta tocar la piel
de nutria que recubre se parte frontal, es suave, de un pelaje liso y prolijo, es casi como
tocar el cielo, de todas las partes es la que mejor se conserva. El color del pelaje es
atigrado, casi podría parecer piel de leopardo con unos matices y unas manchas naturales
perfectas, igual a una obra de arte.
La parte frontal posee 4 bolsillos, en una escala de más pequeño a mediano, casi como la
forma de un portadocumentos, el ultimo de estos 4 bolsillos es oculto y se encuentra dentro
del tercero oculto entre una solapa de cuero.
Al abrirlo tienes 3 bolsillos más visibles, el primero en su interior tiene dos bolsillos
auxiliares para guardar bolígrafos, el segundo tiene un cierre gastado y oxidado que aún
funciona y dentro de este se encuentra el contenedor más grande de todos, pues al estar en
el centro tiene el doblez más ancho que forma el acordeón de cuero que cubre el fondo del
carriel.

Dentro del segundo bolsillo tenemos un contenedor oculto por una solapa de cuero
Vinotinto que llega hasta el fondo, rígida y anclada por dos orillas de metal sujetas de
argollas. El bolsillo numero 3 en su interior aguarda dos bolsillos más ocultos por dos
franjas de cuero una frente a la otra, livianas y aún intactas.
Los bordes están recubiertos por una especie de terminado plástico rojizo y negro que
suaviza los finales del material de cuero, algunos errajes están sublimados por el artesano
que hizo esta obra de arte; aún entre tintes borrosos y grafos desgastados se lee la tierra
donde fue creado: Jericó, Antioquia.
Compañero inseparable de los viajes de mi abuelo, su amigo, su compañero fiel e
irremplazable, participe de cientos de aventuras, unas buenas y otras no tanto, pero al final
del tiempo todas llenas de aprendizaje.
Hoy revive entre su vejes en las calles de una Medellín cambiante, de una Antioquia
moderna, de un país rejuvenecido, hoy mi carriel me acompaña a crear nuevas a venturas,
porta mis ganas de crecer y recorrer los caminitos viejos de mi vereda.

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