Está en la página 1de 24
Gino Germani (Compilador) Urbanizacion, desarrollo y modernizacién Un enfoque histérico y comparativo 9 EDITORIAL PAIDOS Buenos Aires CapiTuLo 14 CIUDADES LATINOAMERICANAS: ASPECTOS DE SU FUNCION Y ESTRUCTURA* Richard M. Morse EN ESTE ensayo se adelantaran dos hipétesis interrelacionadas con respecto a la ciudad latinoamericana. La primera de ellas se refiere al papel de la ciudad en el poblamiento del Nuevo Mundo. La segunda su- giere ciertas caracteristieas de la moderna metrépoli latinoamericana. El andlisis de la ciudad colonial en América latina va a menudo precedido por una revisién de sus origenes ibéricos medievales. Estos -origenes estén claramente reflejados en los trabajos internos y en las, institueiones de la ciudad del Nuevo Mundo; en el control del municipio sobre las tierras comunales; en la funcién y estructura de los gremios artesanales y comerciales; en los procedimientos para la eleccién de los funcionarios de la ciudad por los duefios de propiedades; en la supervi- sién municipal de los precios y de las practicas de los comerciantes y en ‘el papel de la iglesia y de Jas hermandades religiosas. Sin embargo, es significative que estas organizaciones y procedimientos casi medieva-, Tes se hayan reunido —en tierras de Fspaiia, aunque no en las.de Por- ‘tugal— dentro del plan de una ciudad del Renacimiento, cuyos trazos geométricos se abren en forma radiada, por fuerza hacia el amplio y casi siempre poco poblado espacio circundante.* Esto_nos permite advertir que la ciudad del Nuevo Mundo no es s6lo una proyeccion de las tradiciones municipales y culturales de la~ “Edad Media, sino una protagonista dentro del amplio plan de coloniza~ ‘“iin_imperial Tos monarcas espafioles. y portugueses reclamaban un territorio de tamafio equivalente a treinta o cuarenta veces la peninsula * Este trabajo fue leido en forma abreviada en una reunion de la Ame rican Historical Association en diciembre de 1960. Una parte de la investi. gacién sobre la cual se fundamenta se realizé gracias a una donacién otor- gada por la Universidad de Columbia durante el verano de 1958, 3 Palm, Erwin Walter: “Los origenes del urbanismo imperial en Amé- rica”, Contribuciones a la historia municipal de América. Ciudad de México, 4951, pag. 258. —> 242 GINO GERMANI ibérica. Los conquistadores y colonizadores eran fundamentalmente ti pos urbanos de dos paises de mentalidad urbanizada. Es ironico, sin embargo, que su tarea fuera la de tomar contacto con el suelo y el sub- suelo de donde fluiria toda la riqueza, previo el trabajo de millones de indigenas africanos y latinoamericanos. En Ia América hispénica el titulo de propiedad sobre todas las tie~ rras estaba en manos de la corona, la cual deleg6 en los conquistadores. el derecho de otorgarlas, facultad que pasé Iuego a los virreyes y gober- nadores con el acuerdo de los consejos de las ciudades. En la practica, los consejos de la ciudad tendieron, al principio, a asignar las tierras directamente, operando al margen de la ley. Al comenzar el siglo XVII la corona, muy necesitada de ingresos, afirmé sus derechos a fin de vender las tierras vacantes o de cuestionar las de quienes ya habian reclamado sus titulos de propiedad. Sin embargo, cuando los inspecto- res reales fueron a examinar los titulos cuestionables, se hizo comin la practica de que el consejo de una ciudad requiriera una “transaccién’” que les permitié pagar una suma irrisoria por las propiedades bajo plei- to, con lo cual legitimaron Ia distribucién hecha de facto. Hasta bien entrado el siglo xvmz, las doctrinas juridicas aplicables a las tierras de la corona estaban todavia en formulacién.? Un historiador llega & decir que el municipio fue esencialmente “el agente juridico autorizado por la corona para efectuar concesiones y repartos de tierras, fueran urbanas 0 rurales, de acuerdo con las necesidades e intereses de cada localidad en particular”. Za ciudad es, pues, el punto de partida para el empleo del suelo. ¥ podémasaffrmar” que, ast como las cludades ae Te Europa occidental representaron un movimiento de las energias econémicas, alejadas de fines extractivos y dedicadas a la fabricacién y distribucién, la ciudad de América latina fue la fuente de la energia y de la organizacion para explotar los recursos naturales. Esta relacién de Ja ciudad con la tierra ayuda a explicar varias de las caracteristicas de las ciudades coloniales de América latina. En primer lugar, era frecuente abandonar o transferir las ciuda- des, debido a errores de juicio de sus fundadores, quienes tenian un conocimiento incompleto de la geografia local y no podian predecir con exactitud cudles serian las rutas comerciales del futuro, de las cuales los nicleos administrativos, militares y religiosos* podrfan haber espe- rado una garantia de estabilidad y prosperidad comercial. 2 Ots Capdequi, José Maria: Manual de historia del derecho espaol en las Indias. Buenos Aires, 1945, pags. 273-292, ° ® Dominguez y Compafiy, Francisco: “Funciones econémicas del cabildo colonial hispanoamericano”, en Contribuciones..., op. cit., pag. 166. * Ots Capdequi, José Maria: Nuevos aspectos dei siglo xvit en América, Bogotd, 1946, pag. 283; MacLean y Estenés, R.: “Sociologia de la ciudad en el Nuevo Mundo”, Proceedings of the 11th International Congress of Sociology, 80 de agosto-8 de setiembre de 1951, II, pag. 277; Deffontaines, Pierre: “The Origin end Growth of the Brazilian Network of Towns", The Geographical Review, XXVII, 3 de julio de 1938, pag. 399; Lopes, Raimun- do: Antropogeografia. Rio de Janeiro, 1956, pégs. 162-163. ‘URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION 243 -—> — En segundo lugar, los funcionarios de la corona fracasaban en mu- chos sitios en sus intentos de nuclear los desparramados casos de asen- tamientos, en ciudades o aldeas. Los municipios mas pequefios vivian bajo la amenaza de disolucién, porque sus ciudadanos principales eran latraidos por regiones de mayor futuro econémico o bien se dedicaban ‘ellos mismos a las empresas rurales, en detrimento de la administracién ‘ municipal. —— > ¥ tercero, muchas ciudades fueron cercadas y sus tierras comuna- jes absorbidas por los tenedores individuales que, habiendo Ilegado pri- mero, las reclamaban en virtud de su derecho de prioridad. El status ‘era definido por la propiedad de la tierra més que, como en las socie- ‘dades més antiguas, por la relacién con la tierra por ser ésta una fun- cién del status. Esta fue la causa del temprano crecimiento de las oligar- ‘quias municipales, las cuales controlaban, sin ponerlas a producir en su totalidad, las tierras aledafias a las ciudades.* > Cuarto, la_red_urbana esté muy poco desarrollada. La falta de reciprocidad comercial entre las cindades; que fue acentuada por las politicas mercantilistas de los ibéricos, las aislaban una de otras y las sujetaban en forma individual a Lisboa o a Sevilla. Si admitimos esas caracterfsticas, nos podemos permitir la analo- gia entre la colonizacién ibériea de América y la colonizacién romana ) de la Europa occidental, quinientos afios antes. En ambos casos, la loca~ Jizacién de la ciudad-colonia se decide mas por consideraciones politi- ‘cas, estratégicas y agricolas, que por razones industriales o comerciales. (La palabra latina “colonia”, se relaciona en realidad con colere, que significa “cultivar”.) La unidad. administrativa es una civitas o muni* eipio, que tiene su centro enun disefio de damero con nicleos, circun- ‘dado por campos de cultivo, asignados a los: colonizadores 0 dejados paldios, como un ager publicus o ejido. La civitas romana era una anti- gua unidad tribal, que comprendia’ a una tribu y a su 'territorio. Su ciudad principal servia como centro administrative y tenfa un gobierno organizado sobre el modelo estandar de los romanos, “La Galia era de~ masiado extensa, sus tribus demasiado atrasadas -y muy esparcidas ‘como para ser fundidas en: una red de municipios de tipo italiano. El 4erritorio de una tribu era del tamafio de un departamento de Francia, ‘© con frecuencia més grande”.* Del mismo modo, en América hispénica, jas jurisdiceiones municipales podian extenderse a enormes distancias, hasta a cientos de millas. Los primeros colonizadores romanos fueron ‘agricultores-soldados y sus ciudades tenfan apariencia de campamentos ’ militares, En la América espafiola, algunas concesiones de tierras le- 5 Ots Capdequi, José Maria: El régimen de la tierra en Amé ‘ola durante el periodo colonial, Ciudad Trujillo, 1946, pag. 4% “Agustin: La ciudad indiana, Buenos Aires, 1937, passim. 58 Estos aspectos histéricos se desarrollan con, mas extensién en Morse, Richard M.: “Some Characteristics of Latin American Urban History”, The a Eepa- ; Garcia, Juan ‘American Historical Review, LXVII, 2, enero de 1962, pags. 317-338, ® Brogan, Olwen: Roman Gaul, Londres, 1953, pags. 6667. 244 GINO GERMANI vaban el nombre de peonias y caballerias por el hecho de haber sido asignadas a soldados de infanteria o a soldados de caballeria. Si ambas situaciones exhiben el ejemplo de la ciudad planeada en forma geométrica, que funciona como avanzada metropolitana y agente colonizador,’ también ofrecen instituciones agrarias funcionalmente se~ mejantes. El latifundio, controlado por un Gnico propietario, que es de origen urbano, se convierte en la agencia por medio de la cual se orga~ niza 2 los trabajadores rurales para la produccién. En ambos casos, un gran nimero de estos trabajadores son culturalmente extrafios a los. colonizadores, y cualesquiera puedan ser las érdenes de la metrépoli, es. fundamentalmente el latifundio el que determina la relacién del traba~ jador con el suelo y la naturaleza de la justicia que éste pueda esperar- E] latifundista cuenta, potencialmente, con la lealtad urbana y la rural combinadas. Cuando son amplias las perspectivas sociales 0 econémicas: del interior, 0 cuando la vida en la ciudad es penosa y opresiva, prefe~ rird vivir en el campo. Esto priva a la ciudad del liderazgo administra: tivo y de oportunidades para el crecimiento econémico en medida tal que el latifundio se torna autosuficiente en materia agricola y ma~ nufacturera.* En la Europa romana del siglo ut de la era cristiana, los propie~ tarios mas ricos en tierras pasaban poco tiempo en las ciudades principales, que eran explotadas por la metrépoli, disminuian de tama- fio y se convertian en tristes fortalezas. Los obreros rurales, reducidos a una dependencia servil por los terratenientes, Iegaron a vivir en en- jambres de chozas y a formar una especie de proletariado agricola. Un feudo grande no sélo tenia molinos operados a mano, lugares donde se hacia el pan y talleres, como los de forja y carpinteria, necesarios para el mantenimiento de las actividades agricolas, sino que hasta po- dia contar con bordadoras, cazadores, herreros, escultores y peinadoras. En resumen, la villa feudal reemplazé a la ciudad como vehfculo de la romanizacién. “Las ciudades”, escribia Collingwood con respecto a la Bretafia romana, “representan la romanizacién como el gobierno central lo desee; las villas lo representan en la forma en que se lo encomiende al terrateniente britanico individual”.* De la Galia observa Brogan que, con la caida de la autoridad imperial y la vida de los municipios hacia el siglo v, los “grandes establecimientos del campo y los obispados: en las ciudades fueron las principales instituciones que facilitaron la transicién a la Edad Media”.® La encomienda de la América espafiola no fue un latifundio er sentido estricto, porque no era una donacién de territorio sino una esti- pulacién de deberes reciprocos y de privilegios obtenidos, entre los espaiioles y los trabajadores indigenas. Dentro de los limites indicados: 7 Lot, Ferdinand: The End of the Ancient World and the Beginning of the Middle Ages. Nueva York, 1931, pags. 115-180, y La Gaule. Paris, 1947, pags. 201-203 y 406-407. 8 The Cambridge Ancient History. Cambridge, 1928-1989, XII, pig. 288- ® Brogan: Op. cit, pags. 210-211, URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION 245 antes, las donaciones de tierras (mercedes) las otorgaban por lo general 4os gobiernos de las ciudades, en tanto que las encomiendas las conce- ‘dian Jos gobernadores, las audiencias y los virreyes. Como definicién -de la organizacién social, la encomienda conservaba un rasgo medieval. Sin embargo, corresponde en minima medida al feudo sefiorial del medievo, porque los encomenderos y sus indios tributarios no compar- ‘tian las tradiciones de comunidad y mutualidad inmersas bajo el ré- gimen sefiorial. El ciimulo de disposiciones referentes a la encomienda en las leyes espafiolas revela el temor constante de la corona al separa- ‘tismo de los encomenderos y a su explotacién abusiva de la mano de ‘obra indigena. Ademés, en Brasil, la hacienda latifundista, mas atin que 4a encomienda, se introdujo desde un comienzo, en tanto que en la Amé rica espafiola la encomienda dio paso, en el siglo XvitI, a la hacienda, ‘que parece haber tenido sus origenes en las concesiones de tierras mu- nicipales.2” Volviendo ahora a la analogia’ con los romanos, recordaremos la insistencia de Fustel de Coulanges, en que la escritura de la organizacién social rural en Europa occidental, tal como lo determinara la villa sefio- rial, persistié hasta el siglo TX. Las comunidades de la villa tendian a vivir una existencia algo marginal y, por lo general, estaban disemi- nadas entre y por encima de los feudos, a los cuales estaban subordina- das, Era la villa feudal, controlada por un tinico propietario, y no la aldea la que en su origen dividié las tierras y organiz6 la vida rural y Ja produccién agricola. Ni la lengua latina, ni el derecho de Borgofia, ni las leyes Sélicas, contenian una palabra que, en forma inequivoca, significara “aldea”.1? En términos generales, una “aldea” era un agru- pamiento de colonos y siervos en una villa, o también un pequefio centro comercial o parroquial, sin funciones agricolas. Desde mas o menos el siglo 1V hasta el siglo IX, prevalecié esta situacién. En la Galia ca- rolingia, la “aldea” no existia como personalidad puesto que la “parro- quia” estaba apenas empezando a formarse en los distritos del pais. ‘Sélo comienzan a existir en la alta Edad Media comunidades de aldeas independientes, que en la mayor parte de los casos surgian de las anti- guas villas feudales.¢ En el poblamiento de América latina, la comunidad de la aldea tenia una importancia secundaria con respecto a Ja ciudad o “muni 10 Zavala, Silvio: Estudios indianos. Ciudad de México, 1948, pags. 207- ‘353; Faron, Louis C.; The Acculturation of the Araucanian Picunche during the First Century of Spanish Colonization in Chile: 1536-1685. Disertacion doctoral, Universidad de Columbia, 1954, p4gs, 6267 y 157-172. 4% Coulanges, Fustel de: L’Allew et 'le domaine rural pendant Vépoque mérovingienne. Paris, 1889, pags. 88-42, 198, 229-231 y 436-437, 42 Tbid., pags. 200 y siguientes. La teoria de Fustel requiere las califi- caciones expuestas por Robert Latouche en The Birth of the Western Eco- momy:, Economic Aspects of the Dark Ages. Nueva York, 1961, pags. 59-72. 38 Lot: Ancient World. .., op. cit., pag. 369. «4 Grand, Roger y Delatouche, R.: “Les Communautés paysannes dans la France du Moyen Age”, en Perroux, Francois (comp.): Agriculture et communauté. Paris, 1943, pag. 40-62. 246 GINO GERMANI pio” y Ia encomienda o la ulterior hacienda. Se ha deserito 1a coloniza~ pia del centro de Chile como una concentracién de tierra en mates de unos pocos, “una dominacién extensiva sobre enormes territorios, mas que sobre pequefias economias pueblerinas”.** En la ‘Venezuela moderna, re Ssorma mas frecuente de organizacidn social en el campo, n> © la 8 ao tino una dispersion de familias agricultoras nomades. Ochenta ¥ Siete por ciento de los centros de poblacién tienen 25 casas o mend®, 7 92,4 Ge de dichos centros poseen menos de 200 habitantes. Las condi- cignes vesultantes son las de una “soledad y aislamiento contrarios al desarrollo de un espiritu de cooperacién comunal’.** te wldea colonial brasilefia Hegé a menudo como una “idea, tar dia”, como un agrupamiento esponténeo para satisfacer Tas necesidades de los pobladores que no hubieran sido contempladas por la unidad rural pisiea, constituida por el rancho o hacienda. Hl nficleo de la comunidad varal del presente es Ia vecindad, més que el centro de la aldea, de la Twal puede 0 no ser tributaria un enjambre de estas vencidades Un capitan general se desesperaba por no poder implantar él sistema por- tngués de pueblos en el Brasil, debido a las tendencias centrifugas de los pobladores.2* Sus cartas son similares a las de los administradores gene- Poles espafoles, durante el virreinato de Nueva Granada, quienes en ves neo de este periodo no pudieron ni mantener en poblacions ni “leaves a los indios agricuitores, ni siquiera organizar_a los pobladores Soares. en sistemas de pueblos 0 “parroguias de espafioles”, Hasta las Giudades més grandes eran en parte abandonadas debido al éxodo de los canitantes hacia las haciendas rurales.** Hoy dia, el grupo nuclear eaih~ pesino en esta zona —es decir, en las serranias de Colombia— es toda- ceed de la vecindad o familia extensa (vecindario, vereda) mas que Ia aldea, aunque existen sefiales de que la diferenciacion funcional de los grupos esta, por fin, dando lugar a la complementariedad entre ellos y, por Jo tanto, a la gradual integracién de las comunidades mayores.*? ‘AI deseribir la hacienda auténoma y autosuficiente del Norte de México durante el siglo XV11, que se formé fuera de la esfera de la eneomienda “ya agotada por la Corona”, Chevalier adclanta en forma faplicita la analogia con la Europa posromana. Los asentamientos de trabajadores libres eran absorbidos por la hacienda, y las comunidades 1s Borde, Jean y Géngora, Mario: Bvolueién de la propiedad rural ew ol Valle del Puangue. Santiago de Chile, 1956, 1, pag. 31 ae ita Michelena, J. A. “Factores que dificultan y han impedido la re- forma agraria en Venezuela”, en Résistencias @ mudanea, editado por el forms, Tatine-Americano de Pesquisas em Ciéneias-Sociais, Rio de Janeiro, 1960, pags. 138-189. PEsnn Smith, T.: Brazil: People and Institutions. Edicién revisada, Baton Rouge, 1954, pags. 495-502. a8 Borges Schmidt, Carlos: Marchant, Alexander (comps. York, 1981, pags. 169-171. Bald Borda, Orlando: Bl hombre y la tierra en Boyacd Bogota, 1957, pags. 47-50. 40 Ibid., pags. 188-198. ural Life in Brazil”, en Lynn Smith, T. ¥ Brazil: Portrait of Haif « Continent. Nueva = ‘URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION 247 indigenas se convertian en fuentes de mano de obra alquilada por ellos. El poder militar y la autoridad judicial recaian en realidad sobre los jacendados, quienes traian consigo un gran séquito de parientes y pania- “guados, $élo la ciudad de México rompia la monotonia de esta sociedad ‘Gesintegrada, “como el pot Capp dein Estado cuya autoridad ame- nazaba disolverse en la vastedad del pais”. ‘Las zonas de las civilizaciones indigenas mas avanzadas, donde los sistemas de poblaciones nucleares habian crecido antes de la conquista espafiola, no constituian necesariamente excepciones a lo que, en ge- ‘eral, se estaba desarrollando. Se reagrupaba a dichos indios con fre- cuencia en Areas pequefias, para usarlos como fuerza de trabajo. En el ‘caso de Guatemala esto “condujo a la integracién cultural sobre la base ‘de un ‘distrito’””, donde los municipios se convirtieron en las “unidades ‘culturales fundamentales”. Las divisiones tendieron a reflejar los agru- pamientos étnicos preexistentes, “aunque es probable que muchos de es- tos limites fueran por completo arbitrarios”.** En resumen, pues, el desarraigo y reagrupamiento de las poblaciones serranas de los indige- jas, de acuerdo con las disposiciones administrativas hispdnicas, y la discontinuidad de las economias precolombinas, producian interiores esunidos 0 desarticulados, como ocurria con los asentamientos sobre tierras baldias. Para completar la analogia entre la América poscolombina y la Ev | . ropa posromana, se debiera imaginar, por supuesto, que hubieran ‘cesado todos los contactos entre el Viejo y el Nuevo Mundo, una vez ‘efectuada la colonizacién. En dichas circunstancias se podria seguir jmaginando la decadencia universal de la vida en las ciudades y la des- centralizacin de la sociedad del Nuevo Mundo en torno de las posesiones rurales, tal como Chevalier ha descripto el proceso para el Norte de Mé- xico. Por iltimo, suponiendo que América hubiera permanecido al mar- ‘gen de Ja historia durante muchos siglos, se podria visualizar el creci- ‘miento de comunidades aldeanas sobre o cerca de estas posesiones y una red de intercambio entre ellas. En algunas regiones, especialmente las mas remotas, ocurrié por 0 proceso. Sin embargo, y en contraposicién a esto, Jas_ciu “més importantes de América latina continuaron sirviendo, como avanzadas_burocraticas, ur “después de la nidencia dé Latinoamérica, como cen- de la vida politica nacional. Ademis, Ja economia de América la- tina, en su conjunto, en Tugar dé convertirse en autarquica, comenz6 a depender cada vez mas de las exportaciones de unas pocas materias primas y de granos alimenticios tropicales o semitropicales y de las importaciones de manufacturas y otros bienes y servicios necesarios. Esta relacién comercial con Jos paises templados, de creciente indus- 2 Chevalier, Frangois: La formation des grands domaines au Mexique. Terre et société aux XVI-XVII® siécles. Paris, 1952, pigs. 390, 404-406. 22 Webster MeBryde, Felix: Cultural and Historical Geography of South- awest Guatemala, Washington, 1945, pags. 88-89, 100-101. merciales-yculturales, de Ia _metropoli eG (pal yw we v ue vou e* wet gu } bene a? 248 GINO GERMANI trializacién, produjo cambios erraticos inducidos desde el exterior em los centros de produecion y tendié a crear un modelo de agricultura de expoliacién y un proletariado rural de facil desarraigo. Ello conspiré contra Ja urgencia de una red estable de ciudades y pueblos que ‘produ- - Jeran_una variedad_de excedentes econdmicos y Tos igara por medio del. intercambio comercial. La historia del acentamiento poblacional de lo que hoy dia es el departamento del Norte de Santander, en Colombia, exhibe muchos ras- gos caracteristicos de la historia urbana de América latina en su con— junto.*® Para esta regién del Norte de los Andes se han identifieado seis fases de asentamiento: 1) Durante la conquista se fundaron ciuda~ des a lo largo de rutas estratégicas, entre Ja costa y los centros adminis- trativos del interior, o entre dichos centros. Algunas ciudades como Salazar y Ocafia se fundaron multiples veces, antes de satisfacer empi- ricamente cierto criterio militar o comercial. 2) Luego vino la disper- sién rural, pues en el curso del siglo XVII no se fundaron nuevas ciudades, pero algunos centros indigenas fueron “espaiiolizados” y se introdujeron encomiendas cuando las raices rurales de la vida econémica se fueron secando. También los terremotos de 1610 y de 1644 produje- ron algunos cambios en la ubicacién de las ciudades. 8) Durante la fase del cacao, la intensificacién de la agricultura, y en particular las nuevas posibilidades de aquél, atrajeron a la poblacién de las serranias hacia los calurosos valles htimedos de los rios. Ciicuta y otras. ciudades de la planicie se fundaron en algunos casos a costa de la despoblacién de nu- cleos anteriores. Las cuidadosas reglamentaciones sobre fundacién de ciudades contenidas en las Leyes de Indias de los espafioles ya no se seguian mds. 4) La rehabilitacién de centros indigenas, superpuesta. al auge del cacao, trajo consigo un perfodo en que las antiguas enco- miendas o asentamientos de indios adquirieron mayor importancia de~ bido-a la riqueza de los blancos que residian alli, Asi se formarom algunas ciudades agrupando nticleos de indigenas dispersos. 5) Con ef mejoramiento de las comunicaciones se intensificé la agricultura y, por causa de la mayor densidad de poblacién, aumentaron los transportes entre los centros poblados y aparecieron nuevos asentamientos que ser- vian como postas a lo largo de las rutas. Sin embargo, puede decirse que antes del siglo XIX, las tres principales ciudades de aquella regién —Pamplona, Salazar y Ocafia— todavia eran tributarias de las enco- miendas y haciendas que las rodeaban y que entre ellas “no existia ningtin asentamiento de poblacién por medio del cual se los hubiera po- dido unificar”. 6) La fase del café coincidié con el comienzo del siglo XIX que pudo ver la ruina de la industria del cacao y una consecuente reubicacién de la gente desde los valles a las tierras altas, acentuada por el impacto de las guerras de la independencia. El auge del café promovié la fundacién indiscriminada de ciudades en los centros de produccién del café y en altitudes templadas, prestindose muy poca 28 Mareiales, Miguel (comp.): Geografia histériea y econémica del Nor- te de Santander. Bogota, 1948, I, pags. 230-239. eens URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION 249 atencién a la topografia y dems factores al seleccionar el-lugar. El impulso de esta fase més reciente de la colonizacién contintia durante + el siglo x1X y va dando como resultado un conjunto més coherente ‘con la geografia humana de la regién. Si volvemos a la historia urbana de América latina en su conjunto, podemos ahora identificarla por la existencia de dos amplias etapas. Las primera fue la fase centrifuga, cuando las ciudades desparrameban | sobre la tierra alos buscadores de status y fortuna, Con frecuencia la organizacién social de la ciudad era inestable y su vida escasa, a veces efimera. El poder social tendia a afluir hacia las posesiones rurales, especialmente en Brasil y en la remota América hispanica, Esas ciuda- des contrastan con las de la Europa medieval, las que mediante el pro- ceso centripeto, representado en la teoria del faubourg de Henri Piren- ne, lograron poblaciones mayores y nuevos procesos econémicos. De cualquier modo, la poblacién rural de América latina fue explo- tadora, mal articulada y, podriamos decir, de naturaleza provisional. Es facil suponer que el aflojamiento de los lazos latifundistas y un vueleo en el equilibrio de las expectativas sociales y politicas produjeron una gran migracién hacia las ciudades, confiriendo al desarrollo urbano un \ cardcter acentuadamente XIX y sobre todo en este siglo. Las primeras sefiales del nuevo cosmopolitismo y de apoyo a las grandes ciudades fueron las reformas urbanas de algunos administra- dores, como el gobernador Gomes Freire de Andrade en Rio de Janeiro y el virrey Revillagigedo en la ciudad de México Bajo el gobierno de Gomes Freire y de sus sucesores, Rio construy6 nuevos edificios pti- blicos, hospitales, calles e iluminacién, parques e instalaciones de defen- sa, Se construyé el famoso acueducto de la ciudad y se limpiaron o pavimentaron las reas pestilentes; se introdujeron reformas en la ad- ministracién municipal.*> La ciudad de México se beneficié en razén de mejoras muy similares, entre las cuales se incluyé una mejor vigilancia, la pavimentacién y el alumbrado de las calles, un nuevo acuedueto y la construceién de edificios tales como 1a casa de acufiacién de moneda, la aduana y la escuela de minerfa. Lima fue reconstruida casi por comple- to y modernizada después del terremoto del afio 1746. “Y lo que se pro- dujo en México y en Lima también ocurrié, sélo que en menor grado, en las principales ciudades de provineia”.?* Con el advenimiento de la independencia de las naciones de Améri- ca latina a prineipios del siglo XIX, muchas ciudades —y especialmen- te las nuevas capitales nacionales— asumieron una funcién hegeméni- ca, como refiideros de la politica nacional, centros comerciales, libres ipeto, Esto es lo que ocurrié en el siglo 24 Gil Munilla, Ladislao: “La ciudad de Hispanoamérica”, Estudios Americanos, X, 48, setiembre de 1955, pag. 307, 25 Coaracy, Vivaldo: Memérias da cidade de Rio de Janeiro. Rio de Ja~ neiro, 1955, pags. 563-574. 2 Haring, C. H.: The Spanish Empire in America. Nueva York, 1947, pag. 345, 250 GINO GERMANI ya de las restricciones mercantilistas a menudo como refugios, en yazon del quebrantamiento y del bandidaje de la vida rural. Segtin Gil- berto Freyre, la tendencia clave de la historia social e institucional del siglo xIx en el Brasil, es el cambio de poder de la casa grande rural, de la clase de los plantadores a la casa de la ciudad, o sobrado, de la burguesia urbana.** El ascendiente del liberalismo econémico en ‘Jas nuevas naciones ayudé al comercio y a la formacién de capitales en jas economias urbanas, poniendo a su disposicién la multiplicidad de productos de las sociedades industrializadas. Aun antes de que se esta- plecieran los bancos, la ciudad prasilefia de principios del siglo XIX “comenz6 a extender su dominio sobre el pais, en forma de préstamos”.** En 1844, un autor venezolano observaba que en sU pais una nueva Jegislacién liberal autorizaba tasas de interés altas, y hasta usurarias, que le permitian al prestamista urbano estrangular el desarrollo agri- cola de la nacién.** Las estadisticas de la provincia de Buenos Aires demuestran que la poblacién rural continuaba creciendo a un ritmo mas acelerado que el de la ciudad hasta la década de 1830, cuando el fracaso de la politica de colonizacién del gobierno y las mayores atraceiones econémicas de la ciudad hicieron oscilar la corriente en sentido opuesto.*° Desde en- tonces hasta la Primera Guerra Mundial, Buenos Aires y otras ciuda- des, en el Sur del Brasil, erecieron dependientes, en forma fundamental, de la inmigracién extranjera. Sin embargo, esto no era comin en Amé- riea latina puesto que aun en Ja Argentina el ntimero total de inmi grantes permanentes fue sdlo la mitad de los 6,5 millones de personas que alli lHegaron, debido a las relativamente limitadas posibilidades _ agricolas e industriales del pafs.’* En términos generales, el crecimiento de la ciudad Jatinoamericana desde la independencia fue nutrido por las migraciones internas. La ortanaleza y medida de estas migraciones se vinculan con las formas de asentamiento ya descriptas y, en particular, con la falta de una base feudal o de comunidad de aldea que sirviera de base para la organiza- cién social en el campo. Algunos cambios sociales y tecnolégicos del Siglo XIX produjeron la desocupacién de una gran cantidad de traba- jadores rurales. Entre estos cambios se incluyen la abolicién de la escla- vitud de los negros, la interrupcién de las comunidades indigenas 0 resguardos en razon de Jas leyes ostensiblemente “liberales”; la comer- Viallzacién e industrializacién de la agricultura y la intensifieacién de Ja produccién de un monocultivo que ofrecia sdlo ocupacién estacional. 2t Freyre, Gilberto: Sobrados ¢ mucambos. Rio de Janeiro, 1951, segunda edicion. 28 ‘Smith y Marchand: Op. cit., pag. 201. 29 Toro, Fermin: Reflexiones sobre la Ley del 10 de abril de 1834 y otras obras. Caracas, 1941, pags. 162-163. % Burgin, Miron: The Economic Aspects of Argentine Federalism, 1820-1852. Cambridge, 1946, pag. 27. st Robbins, Richard: “Myth and Realities of International Migration into Lote America”, The Annals of the American Academy of Political and Social Science, 316, marzo de 1958, pag. 106. w ? pt tp oe it URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION 251 El impulso desde el campo fue reforzado por la atraccién de la ciudad, en especial de las ciudades capitales, que se modernizaban con las luces de gas, las lineas de tranvias y las amplias avenidas, los tea- tros, las funciones de la épera y los edificios ptiblicos monumentales. Por medio de las mejoras urbanas, el hombre fuerte de.la nacién nutria la ereciente cantidad de ausentistas y de terratenientes establecidos en Ja ciudad que formaban una sociedad oligdrquica, casi semejante a un clan. No obstante, las mismas mejoras atrajeron a las masas rurales a las ciudades, donde en ciertas ocasiones habrian de ejercer sus propias presiones sobre la politica nacional. Aunque es cierto que la migracién rural-urbana fue comin en todo el mundo occidental después de la Revolucién Industrial, se deben to- - mar en cuenta las caracterfsticas especiales que presenté el proceso en \ América latina. w En primer lugar, la migracién latinoamericana a las ciudades, to- = mada en su totalidad, representa una presién contra un sistema social y tecnolégico, mas que contra el suelo mismo. América latina contiene un 16 % del 4rea habitable del planeta, pero sdlo 6,8 % de su poblacién.®* Segundo, la migracién no ha guardado proporcién con las oportu- nidades de empleo en la industria. La relacién entre Ja ocupacién en la industria y la ocupacién en “servicios” es en América latina de 1,4 a 1, en comparacién con la de Europa occidental que es ‘de 1 a 1. En los Estados Unidos la proporcién de los ocupados en “servicios” es alta (1,5) pero el crecimiento de este sector estuvo precedido por una tre- menda expansién de la productividad industrial. E] aumento de la cate- goria “servicios” en América latina precede en parte al desarrollo in- dustrial y refleja la actividad en lo que, por lo general, se denomina con el nombre de servicios menos productivos, tales como el pequefio comer- cio y ciertos servicios personales. Ademés, la mitad de los que se decian ocupados en la industria, eran en realidad artesanos.** ‘Tercero, la migracién ha favorecido a las grandes ciudades lama- r das “de primacia”, por lo general una en cada pais, creando de este modo una pirdmide de pesada cabeza o jerarquia de ciudades y dejando sin desarrollar las redes de las ciudades secundarias. Los medios de transporte se irradian desde las ciudades de primacia y a menudo ofre- cen pocas conexiones directas entre las ciudades del interior. Por iiltimo, la migracién tiende a suponer un carécter no selectivo, diluvial, y Jos emigrantes rurales saltan con frecuencia las formas in-” * termedias de los empleos no agricolas o semirrurales.“ En México y 82 Davis, Kingsley: “Recent Population Trends in the New World: an Over-all View”, The Annals of the American Academy of Political and So- cial Science, 316, marzo de 1968, pag. 7. 2 Browning, Harley L.: “Recent Trends in Latin American Urbaniza- k tion”, The Annals of the American Academy of Political and Social Science, 316, tmarzo de 1958, p4g. 117; Davis, loc. cit, pag. 9. 88 Browning, loc, cit. pag. 118. En el libro de Georges Friedmann (comp.): Villes et campagnes, civilisation rurale en France. Paris, 1953, pags. 159- 161, se deseribe el proceso de absorcién de los inmigrantes rurales por el pro- Jetariado urbano europeo, que se dio en forma mas gradual. ‘ sue BY 4 252 GINO GERMANI Eeuador existen atin localidades donde los indios se transforman en obreros de fabrica o se tornan urbanizados sin haber pasado por la eta- pa cultural del mestizaje rural."* Un estudio sociolégico de Lima, Perd, publicado a comienzos de este siglo ofrece un vivido relato, aunque algo impresionista, de la vida y las institueiones de esa ciudad.** Muchas de sus observaciones podrian generalizarse para las otras sociedades urba- nas de la moderna América latina. Se nos dice que Lima carecia de la “unidad superorgénica” de las ciudades europeas. El sistema de asocia- cién era en extremo débil, pues ni los grupos profesionales ni los sindi ‘catos obreros habian ido més allé de una etapa rudimentaria, Los par tidos politicos no se organizaban sobre la base de principios sino en torno de ideres unipersonales y de sus seguidores, que iban en pos de “Ja riqueza y del poder. Las demarcaciones ¢ identificaciones de clase eran débiles, lo cual impelia a la gente a simular ser de clases de posi- cién més alta que la propia y a substituir la realidad por la apariencia. Bi sentido de responsabilidad civica y de lealtad a la comunidad ampliada o al municipio, del ciudadano, eran desvaidos y sus oportuni- dades empresarias eran cortejadas por el triple demonio del monopolio, Ia usura y los pesados impuestos. Por lo tanto, una gran proporcién de los habitantes no tenia funciones. Unas 30.000 personas, o sea el 30 % de los pobladores eran ociosos que vagabundeaban de café en café o, si Se trataba de jévenes, formaban patotas en las esquinas de las calles para bloquear el paso e insultar a las mujeres que pasaban. Sélo uno, de cada tres nifios, iba a la escuela en Lima. La unidad nuclear social de la sociedad limeiia —continiia el au- tor— era la familia extensa que podia encontrarse en toda clase de estratos y se daban casos de quienes lograban medios de vida perma- nentes para sus ociosos miembros, mendigando a los que trabajaban. “Cada familia tiene sus vinculos desparramados desde los asilos de men- digos hasta la clase mas rica”. La causa principal de la pobreza de Lima y de la corrupein politica es que “el jefe de esta tribu, por mas que trabaje, nunca puede Hegar por un camino honesto a adquirir suficien- tes recursos para poder sostener a tanta gente”." Para la época en que se realiz6 este estudio de Lima, el crecimiento de la ciudad moderna de América latina no habia aleanzado su punto maximo. Sélo cuatro naciones tenian més del 10 % de su poblacién en Cindades de 20,000 o més habitantes. Sin embargo, para 1950, un 25 % del total de la poblacién latinoamericana ya habitaba en cindades de 20,000 o mas individuos y un 17 % radicaba en ciudades de 100.000 0 més habitantes,®? Este ultimo porcentaje las colocaba en un 9 % por 28 Beals, Ralph L.: “Urbanism, Urbanization and Acculturation”, en Leonard, Olen E. y Loomis, Charles P. (comps.): Readings in Latin Ame- . team Social Organization & Institutions. East Lansing, Michigan, 1953, pag. 172. 38 Capelo, J.: Sociologia de Lima, Lima, 1895-1902, III, passim. 37 [bfd., IIT, pags. 258-264. 38 Browning, loc. cit., pég. 111. I URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION 258 encima del promedio de Asia, 4 % por sobre el nivel mundial y sélo 4% | por debajo del promedio para Europa. Pero si bien América latina te- nia, en proporcién, casi tanta gente como Europa en las grandes ciuda- des, unos dos tercios de su fuerza de trabajo todavia estaba dedicada a la agricultura, en tanto que en Europa esta cantidad era levemente superior a un tercio.#* . Ya se ha dicho bastante sobre las causas y la naturaleza del creci- miento de la ciudad latinoamericana como para poder sugerir que su estructura deja de asemejarse a otras ciudades tipo del mundo occiden- tal. Se ha bosquejado un contraste entre Jas estructuras sociogeografi- | cas de San Pablo, Brasil y Paris, segiin el cual lo mds importante es que mientras Paris est dividido en una serie de unidades administrati- vas auténomas, San Pablo es una aglomeracién humana que carece de cualquier “subcentro orgénico de vida colectiva’.<° Esto no significa que San Pablo sea una masa desorganizada de individuos, sino que es arcaica, de_centralizacién paternalista del control en la cispide y una Multitud de células sociales en Ja base, casi familiares y_potencialmente ‘Vitales, con débiles estructuras y organizaciones intermedias entre ellas. Erintento de desarvallar dichas estructuras intsmmeline wee guir y, con toda probabilidad, no seguird estrechamente el modelo de’ las ciudades clésicas del mundo comercial e industrial de Occidente, Una linea basica, que a menudo se utiliza para estudiar la cinda occidental es una escala unilinear que cubre desde el pueblo folk, de entretejido muy parejo, hasta la metrépoli, y que en los escritos de Mai- ne, Ténnies y Durkheim aparece en forma vaga. Un tltimo modelo para el final urbano del continuo —para la metrépoli competitiva, desperso- nalizada y anémica— fue identificado por la sociologia de los Estados Unidos en la Chicago de los afios de la década de 1920, Robert Redfield en su estudio sobre las comunidades rurales y urbanas de Yueatén for mulé una versién de esta escala bipolar. Describié a la ciudad yucateca de Mérida como heterogénea, desorganizada, secularizada e individuali- zada,** en comparacién con Ja ciudad, la aldea y el asentamiento pobla- cional indigena, Puede inferirse, sin embargo, que Redfield estaba mas interesado en construir una tipologia universal ideal que en identificar Jas caracteristicas especificamente mexicanas de Mérida o de América latina. _— Un rasgo principal de la metr6poli occidental es un régimen alta- mente desarrollado de asociaciones impersonales. Este rasgo implica la abe condicién de la anomia, que pertenece no a un hombre que vive en un mundo desorganizado, sino a alguien cuyo mundo ofrece un azorador en — exceso de posibilidades para la afiliacién a un grupo impersonal. No * Davis, Kingsley y Hertz Golden, Hilda: “Urbanization and Develop- ment of Pre-industrial areas”, Economic Development and Cultural Change, IL, I, octubre de 1954, pag. 8. . * Delorenzo Neto, A.: “O aglomerado urbano de Séo Paulo”, Revista Brasileira de Estudos Politicos, I1I, 6 julio de 1959, pags. 121-127. 41 Redfield, Robert: The Folk Culture of Yueatan, Chicago, 1941. GINO GERMANI obstante, la ciudad de América latina no es vica en asociaciones. Un estudio de Guadalajara, en México (cuya poblacién en 1950 era de 378.000 habitantes), revelé que 60 % de los 415 encuestados no perte- necian a ninguna asociacién voluntaria; sélo 11 de los encuestados (un 2,7 %) pertenecian a tres o més asociaciones. De los asociados, 49,8 % lo evan de grupos religiosos y 26,3 % de clubes atléticos o “sociales”. El hecho de que muchas de las asociaciones de la ciudad tuvieran otras paralelas a las de las ciudades de los Estados Unidos, y por lo tanto fueran explicables por Ia difusién cultural, suscité la pregunta siguien- te: jen qué medida responden a las “necesidades funcionales” de una estructura social urbana per se? Ademés, la difusién ha sido selectiva pues la muestra no contenia ningén miembro de los clubes laicos para sefioras, logias fraternas, clubes politicos de la localidad o del “barrio”, © asociaciones de veteranos, Tampoco era evidente la existencia de gru- pos de presién organizados.*? En América latina, las formas racionalis~ tas _y despersonalizadas de la organizacion hacen qué él avance contra ‘Jas formas personalistas y primarias sean irregulares. Esto se torna evidente cuando sé examina Ja estructura dé Tos simdicatos, de los par- tidos politicos o de la empresa de negocios;** 0 cuando se nos dice que un residente de San Pablo, una ciudad de unos cuatro millones de habi- tantes, puede legar a estar en contacto con un niimero de 30 a 500 pa- rientes en cualquier parte;#* o cuando se observa que tan sélo un 8 % de las 47.000 plantas industriales de Colombia tiene més de veinte em- pleados.*# Los inmigrantes rurales de las grandes ciudades, por mas azorados y desorientados que se encuentren, no estan, hablando en términos es- trictos, “masificados”.*® Llevan con ellos, 0 recrean los ambientes casi familiares o propios de las vecindades, si las circunstancias lo permiten. Se ha sefialado que, en tanto que los inmigrados rurales a las ciudades europeas, durante los siglos XVI y XIX, eneontraban pronto ho- gares nuevos y amigos leales en la ciudad, sus correspondientes actuales en los paises subdesarrollados contindan “perteneciendo” a sus lugares de origen. La ciudad continfa siendo extraiia para ellos y los fuerza a buscar asociaciones con personas de su propio grupo de parientes u originarios de la regién de Ja cval provienen. Sus normas de coopera- * Dotson, Floyd: “A Note on Participation in Voluntary in_a Mexican City”, American Sociological Review, XVII, 4, agosto de 1958, pags. 880-386. 43°Con referencia a San Pablo, to Metropolis: A Biography of y 228-230. “+ Willems, Emilio: “The Structure of the Brazilian Fa Forees, XXX, 4, mayo de 1953, pég, 343. d Foundation Mission’ to Colombia: “Political and Economie Pro- € Colombia”, junio de 1960 (offset). ** Ortiz, Yolanda: “Algunas dificultades de adaptacién de las poblacto- nes rarales al pasar al medio urbano en los paises latincamericanos y espe- ase Morse, Richard M.: From Commu- fo Paulo, Brazil. Gainesville, 1958, pags. , Social y’ cialmente en Colombia”, Revista Mexicana de Sociologia, XIX, 1, enero-abril de 1957, pags. 25-88. 2 URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION 255 cién, autoridad y responsabilidad se plasman sobre los modelos rurales y no sobre los de la ciudad occidental.*? En una ciudad de América latina, los inmigrantes rurales y en ge~ neral el proletariado no viven por lo comin en una zona marchita del corazén urbano, como en el esquema disefiado por el sociélogo E. W. Burguess para la ciudad de los Estados Unidos, sino diseminados a me- nudo en viviendas provisionales de las zonas periféricas 0 en los inters- ticios de otras. El centro de la ciudad de América latina, con su espa- é ciosa plaza, fue por tradicién la zona residencial de los ricos y punto de concentracion de los servicios y facilidades urbanas, El répido ereci- miento de las actividades comerciales en este centro puede Megar a des- plazar a los residentes acomodados, sin que leguen a crearse alli, a necesariamente, cinturones multitudinarios y “contaminados” por la desorganizacién social. Los pobres no se sienten con frecuencia atraidos hacia las zonas de transicién por causa de los bajos alquileres, sino que tienden a mudarse a lugares donde queda tierra disponible, a medida que la ciudad se expande, y alli levantan sus propias chozas. La zona baja de la ciudad se convierte en lugar destinado al comercio 0 en barrio al cual van a residir, en los bloques de departamentos, gentes modernas de ingresos medios o altos.** En la ciudad de Guatemala, en el aiio de 1940, los cuatro peores tugurios eran todos periférieos por su ubicacién y todos eran de fabri- cacién nueva, Dentro de una superficie de dos kilémetros, medidos des- de el centro de la ciudad, existia una tnica zona de casas pobres. La t “clase baja semi urbanizada” se agrupa en forma miserable, pero no esta superpoblada en la escala que se observa en los Estados Unidos; en Guatemala no constituye un problema “la tendencia a una ruptura interior de la configuracién urbana, que tanto preocupa a los planifi- i cadoxes contemporéneos de los Estados Unidos” y aunque es cierto que la aculturacién de los emigrantes rurales a la ciudad es una experiencia desorganizante, que implica un perfodo de marginalidad cultural, nos vemos inducidos a plantear la siguiente pregunta: “;debe suponerse que la desorganizacién individual e institucional son funciones del progreso del urbanismo per se?” + Algunos estudios recientes aclaran la formacién, estructura y pro- ceso social de las zonas urbanas habitadas por inmigrantes rurales. En el caso de Rio de Janeiro, las primeras favelas ® aparecieron a fines del 4" Hoselitz, Bert F.: “The City, the Factory ind Economic Growth”, The American Economic Review, XLV, 2, mayo de 1955, pag. 176. + Dotson, Floyd y Lillian, Ota: “Ecological Trends in the City of Gua- dalajara, Mexico”, Social Forces, XXXII, 4, mayo de 1954, pags, 367-374, > y “La estructura ecolégica de las ciudades’ mexicanas”, Revista Mecicana de Sociologia, XIX, I, enero-abril de 1957, pags. 8966. © Caplow, ‘Theodore: “The Social’ Beclogy of Guatemala City”, Social Forces, XXVILI, 2, diciembre de 1949, pags. 114-115, 124-125, 127 y is8. Se define a la favela como un agrupamiento de por’ lo menos cinco , chozas 0 barracas risticas construidas sin permiso y sin ser inspeccionadas, que levantan intrusos sobre tierras carentes por completo de mejoras ur- banas, GINO GERMANT siglo XIX. A pesar de todo, la mayor parte de los pobres de la ciudad contintian habitando en casas colectivas, que fueron por lo comtin las résidencias de los ricos hasta alrededor de 1930, cuando comenzé la in- migracién rural. La construccién de viviendas “risticas” en la ciudad aleanz6 a un promedio de 1.000 por aio, en la década de 1930, y a 2.700 antiales, en la década de 1940, Para 1957, un ntimero de 650,000 perso- nas, 0 sea la quinta parte de la poblacién de Rio, vivia en favelas.* De la poblacién de Lima, Pera, alrededor de un 10 % vive en barriadas, 0 en comunidades de viviendas construidas sobre tierras mejoradas, por lo general en la periferia de la ciudad. En una sola noche de diciembre de 1954, se informé que 5,000 personas “invadieron” Lima para estable- cer una colonia sobre un sendero del valle del Rimac.** La mayor parte del proletariado urbano tiende a ser de origen ru- ral. De los jefes de las familias estudiadas en las barriadas limefias, 89 % habia nacido en provincias y sélo un 11 % en Lima. De los prime- ros, mas de los tres quintos provenian de las culturas indigenas de la zona montafiosa.'* Un muestreo de obreros de fabrica semi caliticados y no calificados de San Pablo demostré que no menos de los dos tercios de ellos nunca habjan trabajado en la agricultura, ni vivido en ambiente rural. Algunos de los inmigrados a las ciudades —los de las zonas in- digenas de los Andes 0 de América central, por ejemplo— pueden llevar consigo desarrolladas tradiciones de aceién colectiva. En Brasil, por el contrario, la rapida desaparicién del mutiréo, una institucién rural de ayuda mutua, ha dejado unas pocas de esas tradiciones que “van més alld de la érbita del parentesco y de la relacién de vecindad”.'* No obs- tante, aun en las barriadas de Lima cuyos inmigrantes son oriundos de las serranias indigenas, las inseguridades y los mezclados orfgenes de los habitantes conspiran contra la cooperacién, de tal manera que “la . familia continéa siendo la tnica unidad compensatoria efectiva”. En las zonas rurales, la familia, la comunidad y la tradicién constituyen, todas elas, fuerzas de cohesién, “mientras que en la ciudad, nada queda sino la familia”.°* El hecho de que las grandes familias extensas no emigren intactas % Pearse, Andrew: “Some Characteristics of Urbanization in the City of Rio de Janeiro”, documento de las Naciones Unidas E/CN, 12/URB/17 ‘uNESCO/SS/URB/LA/17, 30 de setiembre de 1958, pags. 1-4. Este estudio y los de Matos Mar y Branddo Lopes, que se meneionan a continuacién, han sido incluidos en ia compilacién de Philip M. Hauser: Urbanization in Latin America, Nueva York, 1961. 52 Matos Mar, José: “Migration and Urbanization, the ‘Barriadas’ of Lima: Example of Integration into Urban Life”, documento de las Nacio- nes Unidas E/CN, 12/URB/II-UNEsco/SS/URB/LA/II, 30 de setiembre de 1958, pag. 12. 58 Tbid., pag. 14. 5s Brandao Lopes, Judrez Rubens: “Aspects of the Adjustment, of Ru- ral Migrants to Urban-industrial Conditions in Sao Paulo, Brazil”, docu- mento de las Naciones Unidas E/CN. 12/URB.3. -UNESCO/SS/URB/LA/3, 30 de setiembre de 1958, pags. 5-6. 6 [béd., pag. 14, s¢ Matos, Mar: Op. cit., pags. 17-18. URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION 257 y al mismo tiempo, del campo a la ciudad, no significa necesariamente —tanto como lo supondria la teoria de la urbanizacién— que la familia emigante se deshaga de la unidad nuclear o conyugal. En las favelas de Rio de Janeiro, Pearse encontré sdlo 17 “familias nucleares con adherencias” entre un total de 279 familias estudiadas, Descubrié tam- i bién, sin embargo, que los emigrados a la ciudad legaban, como los eslabones de una cadena, en grupos emparentados, “precedidos y segui- dos por los parientes, en movimiento constante hacia la ciudad”. Los que viven ya en ella prestan toda clase de ayuda a los inmigrantes que pertenecen a su grupo de parientes. Dentro de la ciudad se crean por matrimonio nuevos grupos de parentesco, y Ia eleccién de los padrinos puede reforzar los grupos existentes o extenderlos por la incorporacién de los no emparentados. Las visitas suelen hacerse entre las familias. del grupo emparentado de la misma favela o de otras diferentes, més bien que entre vecinos. Pocas son las ataduras sentimentales que se de- rivan de la proximidad geogréfica y no es bien visto quien asiste a reuniones generales de. carécter ptblico. El grupo emparentado sirve “para sancionar en forma dominante y casi exclusiva” la conducta, para la proteccién y aecién colectiva de sus miembros.** Una_unidad social bésica, comin a todas las clases trabajadoras de Jas zonas urbanas parece ser una version de la familia extensa, Ademas, el tamafio de la familia del promedio de las unidades residentes no es siempre tan pequefio como en las favelas de Rio observadas por Pearse, ' ni siempre se limitan a la familia conyugal. Una comparacién entre las comunidades rurales.de Venezuela y las de inmigrantes del interior, en Caracas, revela que el ntimero de hogares de familia extensa es s6lo 1% menor en la ciudad, y que el tamafio promedio de Ja familia en rea- lidad aumenta.** Oscar Lewis prosiguié su estudio sobre el pueblo me- xicano de Tepoztlin con otros estudios de los distritos o vecindades de Ja ciudad de México habitadas por inmigrantes oriundos de esa zona, No sélo el tamafio promedio del hogar en la ciudad era mayor que en el pueblo (5,8 contra 5), sino que los hogares de la ciudad contenian un porcentaje levemente mayor de familias extensas, Lewis descubrié “muy pocas evidencias de desorganizacién familiar en fa ciudad. No parecia que hubiera debilitamrento autoridad paterna sobre fos. nifios ni declinacién en la asistencia a la iglesia y a las prdcticas religiosas. Has-, ta parecia que Jos desafios de la vida urbana daban continuidad a la solidaridad familiar, que en la aldea se ponia de relieve sélo durante \ las crisis 0 en casos de emergencia”.®° Lewis informa. sobre una vecin- ? st Pearse: Op. cit., pags. 7, 10-12. 8s Inter American Economic’ and Social Council, Pan American Unio Cansas y efectos del écodo rural en Venezuela. Washington, sin fecha, pag. * 188. A ® Lewis, Oscar: “Urbanization without Breakdown: A Case Study”, The ‘ Scientific Monthly, LXXV, I, julio de 1988, pags. 86-37. Lewis reconoce que Jos naturales de Tepoztlan, que Hegan a la eludad desde una comunidad tra- dicional y estable, no son inmigrantes tipicos; considera que deben realizarse estudios ‘similares de inmigrantes pobres y sin tierras que legan de las 20- nas de las plantaciones. Ibid., pag. 41. se nec STN ETON it 258 GINO GERMANI dad de Ya ciudad de México en la cual Ja mayor parte de las familias de origen migratorio habia vivido durante quince 0 veinte afios. Mas de una tercera parte de los hogares tienen parientes consanguineos dentro de la vecindad y una cuarta parte est4 ligada por matrimonio o paren- tesco.*? En Lima, las asociaciones de residentes basadas sobre las pro- vincias de origen, las asociaciones de yesidentes de las barriadas y los sindicatos son todos entes secundarios a Ja familia “que es la que ofrece mayor fuente de seguridad a los habitantes de estas zonas”."* No se trata de decir con esto que las instituciones rurales 0 fami- liares se preserven en forma indefinida o se dupliquen con precisién en Ja ciudad latinoamericana. Es, mas bien, que Ja util izacion y adaptacién y de dichas formas constituyen alternativas necesarias, debido a Ja_au- as f Sensia cal total de mecanismos para Ja répida asimilacién de tos inmi_ ut Grantes al medio urbano. Asi nos encontramos con que Tos Tesidentes de y “Trdlase mas baja de la cludad de Cali, Colombia, que crece a pasos agi- gantados, mantienen no s6lo el tradicional compadrazgo (la familia ex- ‘Mya tensa o Ia relacién entre padrinos), sino que también han improvisado aw tna varedad urbana de aquél. El compadrazgo convencional, trafdo del campo, reconoce al compadre como “la persona de confianza que eventualmente reemplaza al padre de la familia”, en tanto que la versién nacida en la ciudad esta destinada a obtener “ayuda econémica, aun cuando sea esporddica, de una persona de ingresos més altos”. “Por lo tanto el compadrazgo tradicional vineula entre si a los vecinos, en tanto que el econémico los ata a Ja ciudad”.® Un estudio de la conducta politica en Rio’de Janeiro lega a la conelusién de que el obrero de la ciudad “imposibilitado de encontrar en Ja estructura urbana a las poderosas organizaciones de solidaridad pro- fesional y social, que constituyen el bastién de Ia vida urbana en los paises muy industrializados, busca reconstruir_su_conducta politica se- gin los Tneamientos_del alti Se utiliza “al cabecilla focal por su ascendiente, de la misma manera ‘que alguna vez el jefe agrario del “clan” utilizaba al compadre, la figura con autoridad dentro de la relacién de la famila extensa.°* En el compadrazgo de la ciudad de México, encuentra Lewis una adaptacién urbana que se ha reslizado sin debilitarse. Muchos tipos de padrinos caen en desuso en la ciudad pero en términos generales es sélo 1 padrino de bautismo y de matrimonio el que se sigue nombrando, y por lo comin éste es un pariente consanguineo, debido a que la familia no tiene amigos conocidos de su pueblo natal. De esta manera, el compa- drazgo se refuerza por lazos de sangre y se hace mas personal y menos © Lewis, Oscar: Five Families: Mexican Case Studies in the Culture of Poverty. Nueva York, 1959, pags. 13-14 y 63. 8: Matos Mar: Op. ct. pag. 10. 2 Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento: Siloé, el proceso de desarrollo comanal apticado a un proyecto de rehabilitacién urbana. Bo- gota, 1958, pag. 9. ‘ss Rios, José Arthur: “El pueblo y el politico”, Polftica, 6, febrero de 1960, pags. 34-35. URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION 259 ceremonioso. En realidad lega a parecerse mas a la versién introducida ‘| en su origen en la ciudad de México por los espafioles.% Mano a mano con las formas casi rurales de organizacién social que se encuentran en la ciudad; aparecen las actitudes, convencional- mente agrarias, las de la dependencia que tienen los pobres o los débiles q de los que son ricos 0 fuertes. El compadrazgo urbano o “econémico” de | ' Cali, antes descripto, es un producto de dicha actitud. El inmigrado en Rio de Janeiro no se contenta con el simple nexo del salario, y busca al buen patron, al bom patréo, que le adelantara dinero o medicinas, 0 le ayudara a enfrentar a la burocracia, Llega hasta a pedir tutela a un santo fuerte, a través de oraciones 0 comunicdndose por via de un mé- dium. Pearse utiliza el término “populismo” para describir el sistema A de patronazgo o “clientelismo” que preserva en-la ciudad el cnnntes (i rural de las relaciones de dependencia que se realizan frente a frente. El hombre comin recibe sus beneficios —empleos, servicios de bienes- tar, facilidades de recreacién, eteétera— mediante la intervencién de los Iideres “populistas”, bien publicitados, quienes utilizan las estruc- turas patronales informales, que por lo general quedan fuera de las estructuras formales de la administracién. “El populismo no favorece la organizacién de grupos de intereses comunes o de grupos cooperati- vos, y el poder se delega por lo general hacia abajo y no hacia arriba”. El hombre comin encaja fécilmente dentro de esta situacién, porque “o bien no sabe e6mo obtener sus derechos legales o bien como actuar con éxito aun en los peldafios mas bajos de las estructuras de poder y de influencia”.** Por supuesto que lo contrario de la dependencia es la “independen- cia”. La preferencia pertinaz por la promiseuidad de la vivienda fami- Har, por peor y provisional que ésta sea, aun en las metropolis mayores, es un testimonio de que el sentimiento de independencia no constituye un aspecto intimo de la visién del inmigrante. Casi todos los inmigran- tes de San Pablo buscan la oportunidad de trabajar por cuenta propia. “Cualquier trabajo donde sea yo quien dé las érdenes”, dijo uno; “pue- de ser cualquier cosa, una tienda de licores, un almacén. Cualquier cosa que pudiera ser mia, Nadie me daria érdenes alli, ive, usted?” ** Puede esperarse a menudo que un obrero de fabrica, empleado durante algu- nos afios, disminuya su ritmo de produccién, para que lo echen y con la indemnizacién por el despido comience su propio negocio. El_compor- tamiento de cada obrero tiende a guiarse por una norma internalizada, que se deriva de las tradiciones rurales pero que ha sido reelaborada” : ‘Bajo las influencias de a ciudad y constituye una respuesta a sus néce- sidades particulares, segiin él mismo las ve. Es decir, su conducta en ‘G trabajo est& gillada mas por Su criterio Personal independiente que por las necesidades del sistema. 4 °4 Lewis: “Urbanization. 65 Pearse: Op. cit., pag: ”, loc. cit., pag. 38. 3-15. *° Brandao Lopes: Op. cit., pag. 12. —EEeEeEEeEE—E——————— 260 GINO GERMANI No debe sorprender entonces, dada Ja falta de experiencia del obre- ro urbano con los grupos secundarios y la falta de identificacién con la estructura industrial, que su participacién grupal més eficaz sea de base cooperativa, una participacién ad hoc. Los habitantes de las ba- rriadas de Lima ejercen presién mediante las asociaciones de ayuda mutua de los residentes, sobre la burocracia, la iglesia y otras entidades para lograr los servicios esenciales de la vida urbana. Se constituyen asi comunidades organizadas que tienen “como objetivo especifico la propiedad de un hogar”.*” Un ejemplo de ese tipo de asociacién es, en Cali, la Central Pro-Vivienda de Colombia, una organizacién casi espon- ténea de 3.850 cabezas de familia, que pagan alrededor de veinte cen- tavos de dolar semanales cada uno para integrar un fondo comin desti- nado a adquirir tierras para establecer sus viviendas y servicios urbanos. La Central esta gobernada por su propia asamblea general, consejo de directores y comité de gobierno. Sus objetivos incluyen: la adquisicién legal de tierra para establecer las propiedades individuales de su hogar; ayuda en la construceién de éste; estudios para deter- minar las mayores necesidades de las clases pobres y la capacidad de cada familia para pagar su tierra; solidaridad para quienes no poseen hogar sin tomar en cuenta consideraciones politicas, religiosas 0 racia- les; ejercicio de la presién para lograr el abaratamiento de precios de las tierras cereanas a la ciudad; estimulo de la cooperacién y la ayuda mutua entre los pobres, especialmente en la construccién de viviendas; mejoramiento moral y cultural de los pobres y defensa de la familia cS nuclear; resistencia a la creacién de nuevos barrios miserables y a la “invasion” de las tierras privadas.* En total, alrededor de 4,5 millones de familias latinoamericanas viven en lugares miserables y en paupérrimas chozas. A menudo son ellos mismos los que toman la iniciativa y se organizan para mejorar sus condiciones de vida y administrar sus propios asuntos, hasta Hegar a constituir a veces grupos politicos eficaces.* Existe un argumento econémico contrario al alto gasto gubernamental destinado a mejorar las condiciones materiales de estos pobres de la ciudad y éste es el de que una inversién de capital fijo de $ 100 genera en América latina una produccién de $ 40 a § 50 por afio, en tanto que el mismo dinero inver- tido en viviendas genera solo § 10 a $ 12.%° Esta es una consideracién importante para un pais subdesarrollado y —como un frio argumento de pesos y centavos— se hace mas digerible cuando se lo esgrime en combinacién con otro sociolégico, el de que el hiato entre las estructuras burocraticas urbanas y la formacién basica campesina del inmigrante ©? Matos Mar: Op. cit., pags. 11-12 88 "Central Pro-Vivienda de Colombia’: Sintesis sobre origen, organi- zacién y finalidades”, informe inédito, por Eduardo Burbano R., secretario general de la Central, junio de 1960. ©) “Report of the Seminar on Urbanization Problems in Latin America”, documento de las Naciones Unidas E/CN. 12/URB/26/Rev. I-vNEsco/ $S/URB/LA/26/Rev. 1, 29 de febrero de 1960, pags. 57 y 61-62. 7 Ibid., pag. 81. URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION, 261 que los inmigrados se agrupen, si es posible con una comprensiva orien- tacién, en asociaciones ad hoc de caracter transicional. En resumen, que Ja alternativa para la “compleja dependencia” del obrero urbano perso- nalizado no es necesariamente la regimentacién impersonal y burocré- tica, sino que bien puede ser un llamado a su “complejo de indepen- dencia”. Sea cual fuere el camino elegido para estudiar la moderna ciudad Jatinoamericana, debemos tener cuidado en no insistir sobre premisas | es tan enorme que sélo podrén acomodarse en forma recfproca’ después } admitidas que se derivan de la familiaridad con las ciudades de Europa ‘occidental 0 de los Estados Unidos. Por lo menos tres de estas premisas deben salir a la superficie en este ensayo: 1) La ciudad de primacia. Se acostumbra a deplorar la extraordi- ]_ “| naria concentracién de personas y de servicios en una sola ciudad prin- Wade, cipal, de la cual se dice que es pardsita y Ia “causa” del subdesarrollo ‘ del interior. Sin embargo, un observador pregunta ai la_concentracién urbana no ofrece ventajas en paises que no pueden darse el Tujo de~ | |, ‘isinar_sus_magros recursos. 81 a eo oes ee ee la poblacién del Uruguay, fuera dividida en dos o tres ciudades, jofre- cerian éstas los servicios y facilidades que en ella existen? También es | |/mng el caso de decir que una economia basada sobre la carne y la lana nece- sita pocos trabajadores para ocuparse de dicha produccién. Surge en- | — tonces esta pregunta: ;no es que, quizés, América latina esté “sobre- ralizada”, mds que “sobreurbanizada”? {No es saludable la corriente, ‘actual hacia las ciudades, porque ayuda a dar solucién al desempleo agricola y ofrece una mejor oportunidad para racionalizar la produc- eign rural? ™ 2) El sector servicios. Otro observador nos pide que no nos enga- fiemos con una distincién facil entre la alta proporcién del empleo ter- ciario, o del empleo en “servicios”, que encontramos en los paises ricos (considerada como indice de progreso) y la alta proporcién que se en- cuentra en los paises pobres (considerada en este caso como un indice de pobreza). A menudo se hace una referencia vaga a los “servicios” en ‘América latina como “mezquinos”, en los cuales el némero de empleados es “excesivo”, aunque sn definir los términos. Se nos ocurre preguntar: ipor lo general, no busca la gente el empleo mas ventajoso, y quienes estén ocupados en los “servicios mezquinos” no serfan menos producti- vos en cualquier otra de las ocupaciones que se les ofrecen? ;No podria ser que el crecimiento de las ciudades de América latina estuviera re- ubieando a la fuerza de trabajo en modelos ocupacionales mas eficaces "= 3) La ciudad como “Gesellschaft”. Con frecuencia se supone que \. la moderna urbanizacién de América latina implica la despersonaliza- ing. lee city pags, 110118, ‘ottenberg, Simon jomics of Urbanization in Latin América” Gocuntinto. de. las Naciones "Unidas, E/CN, 12/URB 6-UNBSCO/ $S/URB/LA/6, 30 de setiembre de 1958, pags. 8-11. we wpe! : Sy 262 GINO GERMANI cién de lazos sociales, el ascenso del grupo primario sobre el secundario y la burocratizacién de la estructura ocupacional. Si bien resulta claro que estos procesos estén en aceién, es menos cierto que ellos sean tan inequivocos o tan dominantes como en el modelo clasico de la metrépoli occidental. Por cierto que nada hay prescriptivo respecto de los mismos, © intentar la construccién de un modelo tedrico independiente para la ciudad de América latina serfa_de un sdlido valor practico para la re- yonstruccion de su sociedad, Ya hay muchos indicios de la necesidad de realizar algunos anélisis similares para las ciudades de todo el mundo subdesarrollado. William Kolb sugiere que estas ciudades no pueden “alcanzar” la diversidad y el conflicto andlogos a los de Chicago en sus dias de locura. Ellas se jndustrializarén y alcanzardn los niveles adecuados de bienestar social, prineipalmente bajo control gubernamental. Los difusos lazos de vecin- dad y parentesco en las ciudades pueden ser posteriormente desarrolla- dos ¥ pueden durar largo tiempo. Lo que Taleott-Parsons llama valores universalmente logrados de la ciudad occidental pueden no Hegar nunca ft recibir un impulso pleno en otros ambientes. “Los controles primarios de Ja variedad de orientaciones de una comunidad pueden legar a ser _ muy importantes tanto en el control de la aceién individual como de la accion colectiva”.™ ‘Marriot especula con que en la India la organizacién grupal prima- “ria puede haberse fortalecido més con el crecimiento de las cindades.'* Banton nos ofrece un estudio de la ciudad de Freetown, Sierra Leona, caya poblacién es tribal en sus tres cuartas partes. Aqui los puntos de fusién de la cultura africana con el Occidente producen a menudo nuevas formas culturales que son aparentemente europeas, pero que retienen un contenido de significado tribal.* En realidad debe hacerse notar que se ha lanzado un ataque sobre el supuesto de que las relaciones de la familia extensa son incompatibles con la sociedad industrial demo- cratiea de Oceidente; pero se afirma ahora que el micleo familiar aisla- do fue el tipo mas funcional s6lo durante las primeras etapas de la industrializacién, Una versién modificada de la familia extensa —que ya no se caracteriza por la ubicacién geogrfica, el nepotismo ocupacio- hal ni por las relaciones estrictas de autoridad— parece estar Megando 2 desempefiar un papel mas importante en la ciudad industrial de Occi- Gente.’ Si éste es el caso, pareceria casi que la ciudad de América lati- 13 Kolb, William L.: “The Social Structure and Functions of Cities", | Economie Development and Cultural Change, Tl, I, octubre de 1954, pags. AG. Marriott, McKimm: “Comments”, sobre el artfeulo del Kolb, loc. cit. pags. 50- Banton, Michael: West African City, A Study of Tribal Life in Freetown. Londres, 1957. 1eTliwale, “Eugene: “Occupational Mobility and Extended, Family Cohesion” y Geographic Mobility and Extended Family Cohesion’, Ameri- Conesromolagical Review, XXV, 1 y 2 febrero y abril de 1960, pégs. 9-21, 385-394. URBANIZACION, DESARROLLO Y MODERNIZACION 263 wna es, en ciertos aspectos de la organizacién social, mas “desarrollada” que la de las naciones desarrolladas. Llegados a este punto, debemos volver a formular las dos hipétesis Interrelacionadas que habian sido adelantadas en este ensayo con rela- ein al proceso de la colonizacién y estructura de la ciudad latinoameri- cana, tal como se ha dado en esa regién. Las primeras formas de los ¢ asentamientos tenian, casi siempre, un punto de origen en el municipio. ‘Sin embargo, durante el perfodo colonial se desarrollan instituciones rurales en una medida importante fuera de la extensién del radio del ‘control municipal. En tales circunstancias, la organizacién social del & ‘campo volvié a ser de unidades de familia extensa, compadrazgo 0 ve- cindades."" Bran éstas reminiscencias de la hermandad o adfratatio de ‘Jos primeros tiempos de la Edad Media en Europa, y que para la época del descubrimiento de América ya habian dado paso a un tipo mas com- plejo de organizacién de la comunidad.”* Cuando Ja ciudad latinoamericana entré en su fase centripeta en el siglo XIX, comenz6 a cosechar todo lo que habia sembrado. Atrajo en forma masiva a los habitantes de las areas rurales y los inmigrantes,

También podría gustarte