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La Declaración Universal de los Derechos Humanos: antes y ahora

No cabe duda de que la Declaración Universal de los Derechos Humanos es uno de los hitos
fundamentales de nuestra historia. No en vano, hablamos de un documento sin precedentes, en el
que se establecieron los derechos naturales de la dignidad humana, esos de los que toda mujer y
todo hombre han de poder gozar, independientemente del lugar del mundo en el que vivan o
hayan nacido.
Esta declaración, proclamada en París por la Asamblea General de la ONU el día 10 de
diciembre de 1948, consta de 30 artículos y cuenta con traducciones para más de quinientos
idiomas.
Dicha declaración ha pretendido ser el faro que guiase los pasos de la Humanidad desde aquel
entonces. Sin embargo, casi setenta años después, parece que la luz de ese faro está cada día más
lejos de nuestros pasos.
Es imperativo que recuperemos el rumbo hacia aquella Humanidad que se soñó París en 1948.
Por tal motivo, queremos recordar su origen: pues “el humano que olvida de dónde vino está
condenado a repetir sus errores”.

El origen de la Declaración Universal de los Derechos Humanos


Echando un vistazo amplio hacia la Antigüedad, podemos encontrar su primer precedente en la
conquista de Babilonia por parte de Ciro el Grande, en el 539 a. C. En contra de todo
pronóstico, Ciro liberó a la totalidad de los esclavos y declaró la libertad religiosa, algo
sumamente importante en aquella época.
El Cilindro de Ciro es considerado, de hecho, la primera Declaración de Derechos Humanos de
la Historia. Posteriormente, llegaron La Carta Magna (1215), que establecía que el rey también
estaba sujeto a la ley; y La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789),
en la que se reconocía la igualdad de todos los ciudadanos franceses ante la ley.
No obstante, si hacemos una búsqueda más estricta de los orígenes de la Declaración Universal
de 1948, debemos avanzar en la Historia hasta llegar a la Segunda Guerra Mundial.
La violencia desatada en el periodo que abarca de 1939 a 1945 había dejado incontables ciudades
en ruinas por los continentes europeo y asiático. Millones de personas (combatientes y civiles)
habían muerto y otros tantos se habían quedado sin hogar o estaban a punto de fallecer a causa
del hambre. Por aquel entonces, se aproximaba el final de la contienda: las fuerzas rusas
cercaban la capital alemana, que daba sus últimos coletazos tras haber sido bombardeada; por su
parte, la infantería de Estados Unidos todavía luchaba contra las fuerzas japonesas en el Pacífico.
Era abril de 1945. Delegados de cincuenta países llegaron a la ciudad de San Francisco con
una meta llena de esperanza: crear un organismo internacional que fuese capaz de
promover la paz y evitar cualquier atisbo de guerra futura.
Como resultado de aquella reunión, nació el Acta Constitutiva de la nueva Organización de
las Naciones Unidas; la cual entraría en vigor, finalmente, el 24 de octubre de ese mismo año.

1948: el año de la Declaración Universal de Derechos Humanos


La guerra había terminado y la nueva Comisión, bajo la presidencia de Eleanor Roosevelt, había
sido capaz de atraer la atención de todo el mundo. No en vano, se estaba cociendo el documento
que, poco después, se convertiría en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El 10 de octubre de 1948, esta declaración fue adoptada por Naciones Unidas. En ella, los
países miembros se comprometieron a proteger y promover con firmeza los 30 artículos que la
constituían (los cuales hacían mención a la libertad, igualdad y justicia, en todas sus formas, lo
que incluía la no discriminación y los derechos a la seguridad social, a la protección contra el
desempleo, a la educación o al descanso, entre muchos otros).
Como consecuencia, muchos de los derechos que aparecieron por primera vez en aquel
documento forman hoy parte de leyes constitucionales de multitud de naciones democráticas.

En defensa de los derechos humanos: ¿qué podemos hacer hoy?


A día de hoy, la pobreza es una triste realidad para tres cuartas partes de la población mundial.
Las guerras siguen desatándose a lo largo de todo el globo y se cobran víctimas a diario. La libre
circulación de personas y el derecho al asilo están siendo cuestionados más cada día. Además, la
mujer sigue sufriendo un papel subalterno del hombre. No podemos dejar que los 30 artículos
de la Declaración Universal se conviertan en papel mojado. En ese sentido, existen
organizaciones que llevan a cabo proyectos solidarios para ayudar a más de dos millones de
personas, reivindicando los derechos de todas y todos y llevando a cabo proyectos realistas y
siempre orientados al largo plazo.
Que hacen presencia en 19 países y fundamentan sus trabajo en los siguientes ejes:
– La educación: garantizar el acceso y la calidad de la educación primaria y secundaria.
– La salud, la cual abarcamos desde la alimentación, pero también desde la higiene.
Fomentamos proyectos de salud, saneamiento y suministro de agua potable y prestamos apoyo al
bienestar común y familiar.
– Desarrollar las economías locales, pues fortalecemos las capacidades locales e incidimos en
la formación y capacitación de la población.
– Creación de vínculos solidarios, ya que protegemos los derechos de la infancia y
promocionamos el fortalecimiento comunitario.
– Las labores de emergencia, dado que prestamos ayuda humanitaria en trabajos de reducción y
prevención de riesgos de desastres.
– Los derechos de las mujeres: empoderamiento y lucha firme contra la violencia de género,
mutilación genital y trata de mujeres.

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