En este apartado tenemos las narraciones de la creación pero también de Adán
y Eva con todas las implicaciones teológicas. Es también significativa la historia tribal de Abel y Caín (4,3-16), historia de una relación entre dos tipos de cultura (la agrícola y la pastoril) destruida por la violencia. Caín es el emblema de las fracturas sociales, de los odios y los homicidios que se derivan de ellas. Las relaciones entre los hombres son siempre relaciones entre hermanos: todo homicidio es un fratricidio. Es también depuradísima la historia del ziggurat o «torre de Babel», símbolo de la superpotencia político-religiosa mesopotámica, que ambiciona subyugar toda la tierra bajo la sombra de su imperialismo. Dios es contrario a los hegemonismos y los castiga con una atomización que no es sólo étnico- política y cultural, sino que tiene también implicaciones negativas porque imposibilita la colaboración internacional. Interesa advertir también que esta tradición (y la paralela Sacerdotal) utiliza, para su reflexión más bien pesimista sobre las relaciones entre hombre y creación, entre hombre y mujer, sobre las tensiones sociales y las grandes catástrofes naturales (el diluvio), o sobre las relaciones internacionales, materiales mitológicos, es decir, meditaciones que se han desarrollado en el ámbito de la cultura del llamado «Creciente Fértil», en el antiguo Oriente Próximo. Son, con todo, reflexiones purificadas y leídas a la luz de la revelación divina. Un ejemplo muy conocido, la narración del diluvio, aparece también en textos babilónicos, como las epopeyas de Gilgamés, de Ziusudra y de Atrakhasis. En los dos actores del episodio tipifica la Biblia dos modelos sociales: Caín simboliza la civilización agrícola y sedentaria, mientras que Abel encarna el tipo nómada pastoril. Las simpatías se inclinan evidentemente por este segundo esquema de vida, menos dominado por el afán de bienestar y la idolatría de las cosas. El otro elemento está encarnado en la diversa reacción de Dios frente a los diferentes sacrificios de los dos hermanos. En realidad, con la expresión «complacerse en el sacrificio» el autor sagrado pretende dar a entender que Abel era próspero, bendito de Dios, feliz. Y es precisamente este dato el que desencadena la violencia. La verdadera raíz del pecado de Caín es la envidia. Samuel Díaz Meza