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El plan de $2.

400 millones para robar una


roca de Marte
La NASA está construyendo el rover que espera que traiga señales de la vida en
el Planeta Rojo.
 Por Alexandra Witze el 24 de enero de 2017
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Representación de un artista del Mars 2020 rover de la NASA. Crédito:  NASA/JPL-Caltech

Adam Steltzner llegó al estrellato de la ingeniería en 2012, cuando el rover


Curiosity de la NASA descendió en un aterrizaje perfecto sobre Marte, gracias a
una osada y valiente maniobra diseñada por su equipo. Ahora, lo único de lo que
Steltzner quiere hablar es sobre cómo limpiar.

El objeto de su obsesión sanitaria es un tubo metálico gris oscuro del tamaño de


su mano. Yace en una estación de trabajo dentro de un edificio que parece una
bodega en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas en inglés) en
Pasadena, California, donde Steltzner trabaja como ingeniero jefe del próximo
rover que la NASA enviará a Marte. Necesita que el tubo sea uno de los objetos
más limpios jamás creados para que el rover pueda completar su misión.

Ya en julio de 2020, el vehículo de una tonelada y seis ruedas despegará de


Florida transportando 43 tubos de este tipo en un viaje de siete meses al Planeta
Rojo. Una vez que llegue, el rover atravesará la superficie marciana y llenará cada
tubo con tierra, roca o aire. Luego sellará los tubos, los colocará en el suelo y
esperará — durante años o, posiblemente, décadas — para que otra nave
espacial los recupere y los traiga de vuelva a la Tierra. Será el primer intento de la
humanidad de traer de vuelta parte del Planeta Rojo.
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Si todo se ajusta al plan, estos se convertirán en las muestras extraterrestres más
preciadas jamás recuperadas. En el interior de uno de esos tubos metálicos podría
estar la evidencia de la vida más allá de la Tierra en forma de un microorganismo,
biominerales o moléculas orgánicas.

Es por eso que Steltzner y su equipo deben ser muy, muy limpios. Solo una célula
de la Tierra o partículas de otros contaminantes arruinarían cualquier posibilidad
de detectar inequívocamente un microbio marciano. Así que el equipo del proyecto
está tratando de diseñar un sistema de muestreo robótico que mantendrá las
cosas impecables. “Vamos a ser más serios acerca de la limpieza de lo que nadie
ha sido antes”, dice Steltzner, sacudiendo el tubo como si fuera a eliminar los
microbios errantes de él. “Solo vamos a diseñar esta cosa”.
En salas de conferencias, laboratorios y salas limpias (clean rooms) del JPL,
científicos e ingenieros están ultimando decisiones cruciales para la misión. Están
explorando y cuestionando cada detalle, desde cómo mantener los tubos fríos en
la superficie marciana hasta lo que el rover hará cada minuto en el planeta para
realizar todo el trabajo planeado. El próximo mes es un período clave, ya que la
NASA reducirá la lista de posibles sitios de aterrizaje y realizará una crítica
revisión de diseño que el proyecto debe pasar para seguir avanzando. Para el
momento en que la misión despegue en 2020, su éxito o fracaso estarán dictados,
en parte, por las decisiones que se están tomando ahora.

NACE UN ROVER

En el soleado campus del JPL, enclavado dentro de las montañas al norte y al


este de Los Ángeles, los ingenieros en mangas de camisa caminan por un
sendero sombreado de eucaliptos. Algunos giran y entran en el edificio desde el
cual los controladores de la misión conducen los dos rovers funcionando en Marte.
Otros continúan hacia el Edificio 179, la histórica instalación de ensamblaje de
naves espaciales donde nacieron numerosas misiones a la Luna, Marte y espacio
interplanetario.

Hoy en día, también es aquí donde el Mars 2020 está tomando forma. Hasta
ahora, la enorme sala limpia del edificio contiene solo un elemento importante para
la misión —un escudo térmico en forma de disco, envuelto en una hoja plateada y
arrugada–. Sobró de la misión Curiosity y será reutilizado para la nueva nave
espacial.

La NASA proclamó esta reutilización cuando anunció la misión 2020 hace cuatro


años. La agencia ya había enviado una serie de rovers exitosos a Marte,
comenzando con el Pathfinder de 11 kilos en 1996, los gemelos de 180 kilos
conocidos como Spirit y Opportunity en 2003, hasta el monstruoso Curiosity de
900 kilos en 2012. El JPL diseñó todas estas máquinas, cada una un peldaño
hacia arriba en la complejidad y la ambición científica.

Lo que es nuevo son las partes que harán ciencia: las herramientas que harán
mediciones en Marte y las que recogerán y almacenarán las muestras de roca. La
carga científica del rover consistirá en siete instrumentos, todos diseños nuevos o
mejorados. La cámara panorámica sobre el mástil del rover, por ejemplo, tendrá
una función de zoom a cero en las áreas de interés. El instrumento láser del
vehículo añadirá longitudes de onda adicionales para aumentar las investigaciones
de la química de la roca y la mineralogía. Y el brazo robótico del rover llevará
ultravioleta y espectrómetros de rayos X que trazaran el mapa de las rocas con
más detalle que de lo que pueden los instrumentos en el Curiosity.

Estas herramientas representan la única oportunidad de la misión de recoger el


contexto geológico para las muestras de roca preciosa. Esa información es clave
para entender el material marciano— y el planeta, dicen los científicos–. Después
de todo, ya tienen cientos de rocas de Marte — pero esas muestras no tienen
contexto–. Llegaron a la Tierra como meteoritos que despegaron del Planeta
Rojo durante impactos hace millones y miles de millones de años atrás. El punto
de volar allí, recoger piedras y traerlas de vuelta es ayudar a los investigadores a
descifrar la historia del paisaje marciano donde se recogieron las muestras y
ensamblar la evolución del planeta.

“Queremos un buen conjunto de notas de campo a las que la gente se pueda


referir por siglos”, dice Abigail Allwood, investigador principal del espectrómetro de
rayos X y astrobiólogo en el JPL. “Si vamos a demostrar que esto es vida,
tendremos que examinarla al más alto nivel”.

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