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De comuneros a empresarios

Uno de los sucees cualitativamente sorprendentes que ha producido la minería moderna sobre
todo en las zonas de influencia donde allí operan, ha sido el poder convertir al otrora
comunero sumergido en la pobreza en próspero empresario enganchado en la cadena de valor
minera, con altos estándares de competitividad y productividad. No obstante, se conoce poco
o casi nada.

En ese sentido, a propósito de los dolorosos sucesos en Espinar donde autoridades y


ciudadanos exigieron a una empresa que los recursos ingentes de un fondo de desarrollo
provenientes de la minería se utilice para otorgar un bono solidario a todos lo votantes, desde
algunos sectores políticos como de alguna parte de la media nacional, se ha empezado a
desarrollar y diseminar algunas “verdades” que sin embargo no tienen nada de verdades sino
pura propaganda (como aquella que indica que la minería solo deja pobreza y un ambiente
contaminado) o simple desconocimiento.

Pero vayamos a lo nuestro. Dijimos líneas arriba, la minería moderna ha podido convertir a
comuneros en empresarios. Cuando uno recorre, por ejemplo, el corredor vial del sur (que va
desde Arequipa hasta el Cusco) y donde se ubican varias de las principales unidades mineras,
encontrará una poderosa red de empresarios locales proveedores de las empresas mineras
sobre todo en Espinar, Chumbivilcas o Challhuahuacho. Ahora, no es acaso la anterior idea una
exageración. Todo indica que no.

Por ejemplo, solo en el 2019, Antapaccay, subsidiaria de Glencore ha invertido más de S/170
millones en compras locales. ¿Qué quiere decir eso? Que todo ese dineral ha sido invertido en
la compra o contratación a proveedores locales de insumos y de servicios diversos. En Las
Bambas, desde 2016- a fines del 2018) se había comprado a proveedores locales por un monto
alrededor de S/600 millones. Para ser exactos y rigurosos, la totalidad de estas compras
incluye a las empresas contratistas de las mineras que por obligación contractual también
deben comprar a la comunidad o a empresarios de la comunidad. En algunos casos él éxito ha
sido tan potente que las organizaciones comunales han creado rigurosas sociedades anónimas
con capital y fondos como la más moderna empresa limeña.

La reconversión del comunero a empresario ha permitido “desactivar” varias de las alarmas de


los conflictos en la zona porque ha logrado que los ciudadanos-comuneros se beneficien
directamente de esa “renta natural” minera, amén de los diversos proyectos que se ejecutan
en el marco de convenios entre Estado-empresa-comunidad que son, para este artículo,
harina de otro costal.

Pero lo fundamental aquí es la creación de un sistema de propiedad e intercambio


aprovechando las oportunidades que da la minería en un escenario no solo adverso por su
geografía donde la agricultura, la ganadería, el turismo o cualquier otra sector productivo
necesita de mucha inversión, sino además por la poco e ineficiente presencia de un Estado que
a pesar de los ingentes recursos invierte mal o muy mal. Si no me creen entren a ver lso
ingentes presupuesto de Espinar o Tambobamba/Cotabambas para que vean la dimensión de
lo que indico en esta columna.

Uno de los primeros resultados de que ahora exista una clase empresarial amarrada a la
minería en dichas zonas ha sido la enorme reducción de pobreza. Por ejemplo en Espinar, en la
provincia, la pobreza se redujo en aproximadamente 40% y en toda la provincia en un 50%
alrededor. ¿Dónde está la pobreza que la minería “había generado”? Simplemente no existe.
Me atrevería a llamarle un milagro, sin embargol tampoco quisiera que se tome como un
atrevimiento. Lo que ha sucedido en las zonas mineras ha sido la aparición de una clase media
alrededor de la minería. Aunque aún no sabemos la verdadera dimensión y menos el
significado.

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