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Elizabeth Bishop – El arte de perder

por Fernando Pérez

Este poema de Elizabeth Bishop (1911-1979) me fascinó a la primera lectura. Creo que
el contraste entre la vulnerabilidad desde la que habla y la impecable ejecución formal,
aliadas, son una excelente muestra de las mejores cualidades de su obra poética. Intenté
varias versiones: la primera conserva la métrica y rima, lo que me obligó a alterar
algunas de las imágenes, la segunda se ciñe lo más posible a la sintaxis de Bishop y al
significado del texto, la tercera intenta recuperar algo de su apariencia oral. Creo que es
esencial al poema la tensión entre el juego pueril, en apariencia tan inofensivo, de la
rima o el verso y la tristeza de su contenido o, mejor, que es sólo gracias a su
transposición a un plano casi musical es posible decir este tipo de cosas sin caer en
melodramas. Germán Carrasco incluyó, en su libro Calas, una variación de este poema
que me pareció muy acertada al escucharla. Al pensar en la distancia entre el texto
inglés y mis tres intentos, me digo que la traducción es también un arte como el que
describe Bishop.

ONE ART

The art of losing isn’t hard to master;


so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster


of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:


places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or


next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,


some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

– Even losing you (the joking voice, a gesture


I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

El arte de perder

El arte de perder no cuesta tanto


irlo aprendiendo (insisten las cosas

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hasta tal punto en perderse, que el llanto

por ellas dura poco). Y el espanto


por perder algo cada día, rosas
que se deshojan, horas, llaves, cuanto

pueda ocurrírsele a uno, no es tanto.


Practica entonces perder más, y goza
el ritmo de la pérdida, su encanto:

pierde ciudades, nombres, y en Lepanto


pierde una mano, un destino, una moza:
nada de esto será para tanto.

Perdí el reloj de mi madre, y el manto


con que cubría mis hombros, la loza
en que tomaba el té, pero igual canto.

Perdí mi tierra, mi rumbo y aguanto


de lo más bien tanta pérdida. Es cosa
de acostumbrarse: no, no es para tanto.

Perderte a ti, por ejemplo, tu encanto


y tu cariño perder, dolorosa
prueba sería, pero nunca tanto
(aunque parezca condena espantosa).

***

Un arte

El arte de perder no es difícil adquirirlo.


Tantas cosas parecen empeñadas
en perderse, que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta el tumulto


de llaves de puertas perdidas, la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil adquirirlo.

Practica entonces perder más aún, y más rápido:


lugares, nombres, y el sitio al que se suponía
que viajarías. Nada de esto será un desastre.

Perdí el reloj de mi madre, y -¡mira!- la última, o


penúltima de tres casas que amaba se fue.
El arte de perder no es difícil adquirirlo.

Perdí dos ciudades, ambas adorables. Y, más ampliamente,


algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue un desastre.

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-Hasta al perderte a ti (la voz bromista, un gesto
de amor) no habré mentido. Es evidente que
el arte de perder no es demasiado difícil de adquirir
aunque parezca por momentos (¡Escríbelo!) un desastre.

***

Este arte de perder

No, no es difícil adquirir el arte de perder:


hay tantas cosas empeñadas en
perderse, que su pérdida no importa.
Pierde algo cada día, acepta el río
de llaves que se pierden, horas malgastadas.
No, no es difícil adquirir el arte de perder.
Practica entonces perder más, más rápido:
nombres, lugares, ¿para adónde ibas?
Ninguna de estas cosas es desastre.
Perdí el reloj de mi madre, y -fíjate- la última
o la penúltima casa querida que tuve.
No, no es difícil adquirir el arte de perder.
Perdí mis dos adoradas ciudades, e incluso
algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no es un desastre.
-Incluso si te pierdo a ti (tu voz bromista, esos gestos
que adoro) no habré mentido. Es obvio
que el arte de perder no cuesta ni tanto adquirirlo
aunque por momentos parezca que (¡escríbelo!) sí es un desastre.

3
Un poema de Elizabeth Bishop sobre el arte… de perder

Un arte

El arte de perder se domina fácilmente;


tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia


de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:


lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue


la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:


algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto


que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.

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