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Arie!

Lingüística
Manuel Alvar
(Director)

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Introducción
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1
ala
¡
Lingüística
española

EditorialAriel, S.A.
Barcelona
CAPÍTULO 32

EL TABÚ, EL EUFEMISMO
Y LAS HABLAS JERGALES

por E\1IL10 MONTERO CARTELLE


Universidad de Santiago

l. El tabú

En pocas ocasiones, el conocimiento del entorno sociocultural del que procede


un concepto. su forma de expresión y su expansión a otras lenguas se hace tan nece-
sario como en ésta para comprender la multiplicidad de interpretaciones y de usos
que ha asumido. ·
Hay pocas dudas razonables sobre el origen malayo-polinesio del término
tabú, 1 al igual que tampoco las hay sobre su propagación a Occidente. Fue el capitán
inglés James Cook quien entró por primera vez en contacto con él en la isla de Ton-
ga, adonde arribó en 1777, aunque no se divulgase hasta la publicación de su obra
póstuma A Voyage to the Pacific Ocean en 1784. 2 No resulta, por lo tanto, aventura-
do admitir que tapu, a través del inglés taboo, haya dado forma al español tabú, al
portugués tabu, al francés tabou y, entre otras muchas, al italiano tabu. Tampoco lo
es explicar el polinesio tapu como un compuesto de ta 'marcar', 'señalar', y de pu,
adverbio con valor ponderativo o intensivo.3
Su traducción ha presentado, por el contrario, más dificultades, motivadas, sin
duda, por su propia polisemia y por la ausencia en nuestra civilización de un ténnino
que le corresponda como, de hecho, sucedía con el latín sacer4 (en menor medida,
infandum), el griego iiytoi;' o el hebreo kodausch (cfr. Mansur Guérios, 1956:
17-18, y Webster, 1952: 14, n. !).

1. Sólo la postura de F. Kluge y A. GOtze interrumpe la uniformidad en este sentido proponiendo que «es una
palabra australiana que de la vieja India pasó a Polinesia» {Etymologisches Wiirterburg der deutschen Sprache, 195 J.
Cito por MansurGuérios (1956: 17). Cfr. Montero Cartelle (1981: 11, n. 1) y Casas (1986: 15-16, n. 1).
2. Para una información más detallada, cfr. Webster {1952: 13-15).
3. Webster propone una segunda hipótesis en la que pu significaría 'caracola' y ta sería un verbo con et signi-
ficado ya reseñado. Se basa en la costumbre de los jefes de anunciar las restricciones ceremoniales con el sonido de la
caracola, «cette pratique aura pu etre décrite par le mot compasé ta-pu» (1952: 13).
4. «Sacer désígne celui a u.Ce qui ne peut !!tre touché san etre souillé, ou sans souil!er: de la le double sens de
"sacré" ou "maudit" (ll. peu pri':sJ» (Eínout y Meillet, DEU, s.v. sacer).
5. «Saint, sacré, auguste, consacré aux dieux infemaux, d'oU muudit, exécrable» (Bailly,DGF, s.v. c'iytor;).
548 INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA LEXICOLOGfA Y SEMÁNTICA

Puede. de todas formas, que el problema de su multiplicidad de acepciones sea nificar» no es que n,o interese al hombre mítico, como dice E. Cassirer ( l 959:. 65).
más aparente que real. Admitió y sigue aceptando un gran número de significados. sino que no existe. El individualiza y dota de presencia real y efectiva el contenido,
pero, como todos ellos comparten la idea de 'marcado', 'señalado' e incluso 'aleja- provocando su indi·soluble unidad con el objeto.
do' para desembocar en la de 'prohibido', se puede proponer con Northcote W. Tho- Esta concepción de la palabra, aunque difícil de entender, es, sin embargo, con-
mas que «la palabra tabú no designa, en rigor, más que las tres acepciones siguien- firmada por los psicólogos y lingüistas que han estudiado el habla de los niños.
tes: a) el carácter sagrado (o impuro) de personas u objetos; b) la naturaleza de la «Para ellos. igual que para los salvajes --escribe O. Jespersen-, existe algo rrústico
prohibición que de este carácter emana, y e) la consagración (o impurificación) re- o mágico en un nombre. Es algo que tiene poder sobre las cosas y está ligado a ellas
sultante de la violación de la misma». 6 de una manera mucho más íntima de lo que solemos imaginarnos. Esta idea aparece
Con estas premisas, resulta lógico que, en su adaptación a nuestra civilización muy pronto en la vida del niño» (1947: 214-215)." El hecho de que el nombre sea
occidental, se redujese a «dos significaciones opuestas: la de lo sagrado y consagra- parte real de la cosa misma permite entender también por qué los pueblos primitivos
do y la de lo inquietante, prohibido e impuro» (Freud, 1975: 29-30). Podría muy y algunos enfermos· neuróticos 14 observan singulares precauciones en el uso de sus
bien ser traducido por la combinación «temor sagrado», corno hace S. Freud ( l 970: nombres: abstenerse, por ejemplo, de pronunciar el nombre de los muertos o poseer
29), y expresado por sa!lto 7 e intocable, voces que considero muy afines al primitivo dos o más nombres, el verdadero que se mantiene en secreto y el falso o falsos que sí
concepto de tabú, genéricamente: prohibición de comer, tocar, ver o decir cualquier se hacen públicos. 15
objeto o palabra que, al ser o participar de lo divino, entraña peligro. En la actualidad, esa capacidad activa de la palabra, ese sentimiento mágico
El tabú hunde así sus raíces en el temor que proviene de admitir que determina- que se hace patente en los ejemplos anteriores, sigue vivo en el pueblo, pudiéndose
dos objetos, personas y cosas, al participar de un régimen ontológico extraño al rastrear en sus costumbres, en sus tradiciones o en sus supersticiones. La más cono-
suyo, se cargan de una fuerza misteriosa 8 que, por el peligro que entraña, las convier- cida, por ser también la más universal, es la que prohíbe usar el nombre de Dios en
te en ~<aisladas» o «interdictas». De esta forma, tiene lugar la «ambivalencia» de que vano. Precepto que presumiblemente tiene su origen en un antiguo usb mágico de la
hablaba S. Freud, que no es otra cosa que una lucha, en el plano psicológico, entre el palabra 16 y que puede relacionarse con la formulación «en el nombre de Dios» 17 con
amor y el odio, y, en el lingüístico, una tendencia a crear formas de expresión (eufe- que se inician los actos religiosos en la liturgia cristiana.
mis1nos, en nuestra terminología, noas, en la suya) que, salvaguardando la necesidad Las manifestaciones más claras son, sin embargo, las que se refieren a las mal-
de comunicación, impidan la actuación del tabú. diciones y a los animales. Las primeras muestran de una manera evidente que !a
El tabú lingüfstico9 es una prolongación de los demás tabúes o una modalidad mentalidad mágica no ha desaparecido. Se sigue creyendo que la palabra, una vez
del tabú en general, por lo que el término que designa un objeto, persona, animal o emitida, producirá su efecto irreparablemente. No se trata de que la palabra sea la
acto tabú se convierte a su vez en tabú y, consecuentemente, debe ser evitado para no portadora del mal, sino que ella obliga al ser invocado a obedecer la orden y a obrar
incurrir en castigo. No se trata de negar sin más la arbitrariedad del signo lingüístico, en consecuencia. «C' est que les puissances supérieures, les forces occultes du mon-
sino de reconocer que en la mentalidad mítica el nombre y lo que éste denotaba se de obéissent ala volonté de l'homme» (Deutschmann, 1949: 215). Obviamente. la
identificaban hasta el extremo de que el temor que se sentía ante el ser peligroso, se fe en los efectos de la maldición está en relación directa con el medio social, la época
experimentaba también ante el término que lo designaba. io La palabra adquiría así el y también la persona que la emite. Para los espíritus sencillos su efecto es irrefrena-
poder de aquel al que representaba e incluso lo incrementaba («magia de la pala-
bl'a») a través de mecanismos aparentemente tan sencillos como la escritura, 11 el ver-
so12 o su agrupación en una fórmula (Leeuw, 1955: 397). El simple «referir» o «sig- J 3. Piaget llega a establecer distintas etapas en la adquisición del lenguaje por parte del niño, en las que .. Ja
evolución de las respuestas parece así mostrar una gradual disminución del realismo nominal. En !a primera etapa d
nombre está en el objeto. Duran le la segunda etapa el nombre proviene de los hombres pero fue hecho con el objeto. Es
6. «Totismo», en Enciclopedia Británica, 1911. Cit. por S. Freud (1970: 30). es de este modo, por así decirlo. consustancial con éste, y hasta puede ser considerado como situado en él. Durante la
7. En el mismo medio cultural del vocablo tapu, existe el verbo tapui 'rendre saint' (Leeuw, 1955: 31). tercera se considera. por fin. el nombre como debido a la persona que piensa acerca de! objeto» ( 1965: 78). Cfr. tam-
8. Identifican esa fuerza con el mana, «C'est une puissance ou une influence; elle n'est pas physique; elle est
bién Piaget ( 1961y1976)elngram(l989).
en un certain sens sumaturelle» (Leeuw, J 955: 10), que Jos espíritus poseen y pueden comunicar. 14. Freud narra el caso de una paciente que «Se impuso Ja regla de "no entregar nada de su propia persona", a
9. «Proibir,:iio de dizer certo nome ou certa palavrn. aos quais se atribui poder sobrenatural. e cuja infrar,:iio
la que identificaba en primer lugar con su nombre, y, en segundo, con su escritura» ( 1970: 79).
causa infelícidade ou desgrar,:a» (Mansur Guérios, 1956: 12).
10. «JI a be au étre, se Ion la définition saussurienne ·•un signe arbitraire", n' empéche qu'il se colore de toutes 15. Así se explica que en el antiguo Egipto «la astuta Isis logró arrancarle u Ra, el dios creador, su nombre
verdadero, o sea el secreto de su poder. y así adquirió carácter divino» (Rosenblat, 1977: 25-26).
!es craintes. tou1es les répugnances, toute J'affection aussi, qui entourent J'objet qu'il désigne» (Orr, 1953: 168). Fren-
16. «A menudo, el nombre de Dios, más que el Dios mismo, parece serla verdadera fuente de su eficacia. El
te a la tradicional visión «convencionalista» del signo y del lenguaje, la importancia que en el marco de la lingüística
cognitiva están adquiriendo las relaciones icónicas induce a una hipótesis de trabajo más «naturalista» de ambos, entre conocimiento de estos nombres confiere. al que lo posee, el poder de subyugar también el ser y la voluntad del dios»
cuyas implicaciones destaca la idea deque «el lenguaje es bastante menos arbitrario de lo que se ha venido consideran- (Cassirer, 1959: 56-57). Adquiere sentido así que «el nombre de la deidad guardiana de Roma se guardaba secreto a fin
do» fMoure, 1996: 258). Cfr. sobre todo los trabajos de Talmy Givon (1985) y John Haiman (1980 y 1983). de mantener a la ciudad a salvo de conjuros extraiios o de fuerzas enemigas» (Rosenblat, 1977: 25-27) y que, «en algu-
11. «Es conocida la gran importancia mágica que en algunas partes se concede a palabras o letras pintadas o nas zonas de Grecia antigua. para proteger contra la profanación Jos nombres sagrados de los dioses se Jos grababa en
escritas de diferentes maneras sobre diferentes objetos, las cuales dan al que las traza poder sobre personas o cosas» láminas de plomo que se arrojaban: al mar» {Malinowski, 1954: 53).
(Jespersen. 1947: 219). J7. «Dondequiera que estéIJ <los o tres reunidos en mi nombre[ ... ], allí estoy Yo en medio de ellos» (san Ma-
12. Si «una palabra bastaba para producir poderosos efectos», más aún «cuando se encerraba en un verso, teo, XVIII, 20); esto no quiere decir más que: «donde pronuncien mi nombre los reunidos, allí estoy Yo realmente pre-
donde las palabras están fijadas y reguladas por el ritmo» (Vendryes, 1967: 20). sente» {Cassirer, 1959: 62).
INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA LEXJCOLOG/A Y SE!v!ÁNTIC4 551

ble, mientras que para el hombre de ciudad es un medio más de exteriorizar la pre- Dos son consecuentemente las causas del eufemismos: una interna, psíqujca (el
sión psicológica que, en ese momento, lo domina. 111 temor) y otra externa, social (la decencia, la delicadeza. la prudencia, el pudor. etc.).
El reino animal es también un terreno fértil para la comprobación de tales hue- Ambas, sin embargo, pueden reunirse en una sola, externa y social (la presión del
llas. El cazador no debe pronunciar el nombre del animal porque puede oírlo y po- medio cultural sobre el individuo), que, por un proceso de asimilación psicológica,
nerse a salvo: porque puede acecharlo y poner en peligro su vida (Meillet, 1926: llega a formar parte de la propia personalidad, convirtiéndose así en interna. Lamo-
285); porque nombrándolo se llama la atención del mundo sobrenatural, convirtien- tivación que induce al hombre actual al eufemismo es la misma que incitaba al hom-
do la caza en desfavorable (Emeneau, 1948: 59), o porque la palabra evoca la presen- bre primitivo a la búsqueda de palabras-noas: el desasosiego que produce la actuali-
cia del animal (Smal-Stocki, 1950: 489)." zación de aquellas formas lingüísticas que han sido proscritas por la sociedad. El
Estos y otros vestigios que pueden extraerse de temas como la muerte, los seres origen de esta inquietud es lo que ha cambiado. Así, unos, los más cercanos al primi-
dotados de poderes sobrenaturales (Dios, demonio, brujas, etc.), los ensalmos -for- tivo concepto tabú, evitan lo que temen; otros, los más, «lo que ofende al pudor, lo
ma de curar las enfennedades del cuerpo y del alma por medio de la palabra-, 2º et- que es grosero, lo defectuoso que es molesto nombrar a quien lo sufre» (García de
cétera, fortalecen la idea, defendida por W. Porzig, de que <<el recelo de la fuerza Diego, 1973: 46), lo que repugna moralmente y hasta lo que denota inferioridad.
conjuradora de la palabra,[ ...], no son restos de una espiritualidad primitiva y conde- Las definiciones del eufemismo han sido también muchas y muy variadas. Las
nada a desaparecer, sino hechos originarios de la vida psíquica humana, que tendrán hay parciales, como la de J. Leite de Vasconcellos. «Muitas vezes, por dec6ro. ou
vigencia en tanto que haya hombres y habla humana» (1970: 228-229). para evitar pecado o mau agouro. alteram-se de modo especial cerras palavras que,
La palabra, desde la perspectiva de aquellos que le confieren poder, es transpor- se seguissem a sua evohl(;:ao natural, se apresentariam com outra fonna» ( 1966:
tada a la esfera de lo «religioso», de lo ~<sagrado», convirtiéndola en algo que se ne- 369). Más que definir, lo que hace es señalar una consecuencia de la presión inter-
cesita y, al tiempo, se teme; ambivalencia que ya había sido resaltada al presentar el dictiva: condicionar la evolución fonética de aquellas palabras que confluirían con
tabú y que el niño asimila con los restantes valores culturales de su sociedad. De esta otras rechazadas por la sociedad.
manera, al recibir los medios para distinguir y designar los elementos de su entorno, Otras son más psicológicas que lingüísticas, como la de H. Hatzfeld: «Sustitu-
aprende también que hay algunos, los «peligrosos» y «sagrados» para su colectivi- ción de una palabra no grata por otra agradable (angeneh1nen) cuando aquélla se evi-
dad, que nunca o sólo en determinados momentos debe actualizar. Es decir, recibe ta por temor religioso, por timidez moral (sittlicher Scheu) o por delicadeza».'.!'.! Eli-
todas las expresiones, incluso las proscritas, y, al tiempo. la recomendación de que mina, y así lo indica ya R. Senabre, los eufemismos ennoblecedores (_ 197 l: l 80,
no las utilice, de que las evite, viéndose así inducido a esa solución intermedia que es n. 7). En la misma línea se mueven desde K. Nyrop'.!3 hasta Ch. Du Marsais,~~ pasan-
el eufemismo. do por Ch. E. Kany, quien insiste en que «a euphemism is the means by which a dis-
agreeable, offensive or fearinstilling maner is designated with an indirect or softer
tenn. Euphemisms satisfy a linguistic need. Far his own sake as well as that of his
2. El eufemismo hearers, a speaker constantly resorts to euphemisrns in order to disguise an un-
pleasant truth, veil an offense, ar palliate indecency» ( 1960: V).
El eufemismo, siguiendo en la perspectiva anterior, debería depender de una Tampoco faltan quienes definen el eufemismo por sus fines. «Le but de
única causa psicológica; el temor, que, como tal, sólo tiene sentido en las sociedades l' euphémisme n' est évide.mment pas de caeher ,pes réalités fiicheuses, car pour cela
primitivas. En la nuestra, aunque no desempeña ya la función que tenía en aquéllas, le plus simple serait de se taire. El vise seulement a rninimaliser l'impression pé-
es todavía posible encontrar vestigios suyos en el temor supersticioso que domina el nible que leur évoction doit provoquer chez autrui ou les inconvénients que cette ré-
habla de la sociedad rural y de las personas iletradas en general. vélation peut occasionner acelui qui parle. De maniere positive, l' euphémisme tend,
En la actualidad, las causas eufemísticas son, sin embargo, de orden afecti- souvent aussi, aprovoquer chez l'interlocuteur une disposition favorable» (Carnoy,
vo-asociativo. Ya no se teme la palabra, sino las asociaciones y las connotaciones que 1925: 338).
despierta. De lo que se huye por medio del eufemisma2 1 es de la representación obsce- Estrictamente lingüísticas son las definiciones de Ch. Bruneau («l'euphé-
na, sucia o molesta que el ser, función, objeto o miembro transmite a la palabra. misme consiste done daos la substitution consciente, a un terme ou aune expression
interditte, d'un terme ou d'une expression detournée» (1952: 23) y la de R. Senabre:
18. En la cultura gallega, como en la mayoría de tipo rural, los testimonios en este sentido son muy numero· «Sincretismo léxico resoluble, que se produce en el plano del contenido y del que
sos. Se está tan convencido de su actuación que el emisor se ve obligado a desannarla, recuniendo a la elipsis, a Ja de-
formación o a ta negación. para, de esta manera, mantener la estructura de la maldición, al tiempo que la despoja de
toda su eficacia. Cfr. Montero Cartelle (1981: 140-142).
19. Para una relación detallada de las hipótesis que se han formulado sobre el oricren del tabú animal, así 22. Vergfeichende Bedeutungslehere, Munich, M. Hueber, 1928, p. 145. Cit. por R. Senabre (1971: 180).
como de sus repercusiones y manifestaciones a nivel lingüístico, cfr. Montero Cartel!e ( J98f 142-163). 23. El eufemismo es «Un adoucissement, gríice auquel on évite le mot propre dans les cas oi.t son emploi pour-
20. En dos ocasiones he tenido !a oportunidad de analizar el poder de la palabra en !a obra de Cunqueiro y, rait choquer pour une raison quelconque» (1979: 257). La misma definición presentan J. da Silva Correia ( 1927: 447)
más concretamente, su capacidad curativa. En ambas se percibe con nitidez no sólo que la palabra tiene capacidad tan- y S. Bueno ( 1960: 200).
to para el bien como pnrael mal, sino cómo el pueblo reconoce su fuerza, que intenta dominar e incluso incrementarla. 24. «L'euphémisme est Úne figure par laquelle on déguise des idées désagréables, odieuses, ou tristes, sous
Cfr. Montero Carte\le ( 1983 y 1993). des noms qui ne sont point les nomS propres de ces idées: ils leur servent comme de voile, et ils en expriment en appa-
21. «Proceso psicoasociativo que, lejos de motivar, lo que busca es romper la asociación» (Guiraud, 1971: 57). rence de plus agréables, de moins choquantes, ou de plus honnetes, selon Je besoin» {1953: 154).
552 lNTRODUCCIÓN A LA LlNGÜÍSTlCA ESPAÑOLA LEXICOLOGÍA Y SEMÁNTICA

sólo se manifiesta el ténnino no marcado» ( l 97 l: 183). Las dos, a pesar de las dife- estrictan1ente lingüística (omisión, alteración formal, sustitución del término), Orga-
rencias terminológicas, dan cuenta del proceso eufemístico de forma similar. Indi- niza su obra en siete capítulos, que responden al esquema tripartito: eufemismo de
can la presencia de una fonna léxica, el término interdicto, en Ch. Bruneau, y el superstición y miedo, de delicadeza y de decencia (1960: VI). Se mantiene, pues, en
marcado, en R. Senabre, que es evitado por la <<expression detoumée» del primero y la línea de A. Carnoy (eufemismos sociales o morales, de una parte, Y
por el «término no 1narcada» del segundo. Ambos muestran también el carácter supersticiosos, de otro) (1927: 338-349), de la misma manera que años más tarde
consciente de esa sustitución y, explícitamente en Senabre e implícitamente en Bru- H. Kr6ll ( 1984) hace lo propio cuando reproduce sin más la di visión en capítulos del
neau, manifiestan que, con ella, tiene lugar el sincretismo léxico: neutralización, en Kany.
el plano del contenido, de los rasgos que oponían un elemento léxico a otro, permi- El mayor inconveniente de este modelo dimana de las propias pautas que lo
tiendo de esta forma que los dos alternen sin violencia en la cadena hablada. sustentan. Éstas, al ser psicológicas y subjetivas, permiten que un mismo tema
R. Senabre supera, sin embargo, a Ch. Bruneau cuando precisa que el sincretis- pueda pertenecer a dos o más de los epígrafes mencionados. Los eufemismos rela-
mo léxico, «resoluble» por sí mismo para el emisor, debe serlo también para el tivos a las enfermedades deberían, por ejemplo, agruparse según la mentalidad y la
receptor. Su idea del «sincretismo léxico resoluble» es clave en el proceso eufemísti- formación del emisor, unas veces bajo el lema «eufemismo de superstición» y
co, pero puede ser modificada en el sentido no de limitarla a la necesidad de un mis- otras bajo el de «delicadeza», cuando no como eufemismos de «piedad» o, genéri-
mo código para emisor y receptor, sino en el de interpretarla desde una perspectiva camente, «Sociales». Se corre de esta forma el riesgo de «sustentar pautas válidas
más restringida en la que quedase de manifiesto una de las características más re- sólo para el investigador» (Gregario de Mac, 1973: 19) o de «disentir respecto a
levantes del eufemismo: su relatividad. «Resoluble» adquiriría de esta forma el ciertos hechos tan sólo porque las denominaciones utilizadas son distintas» (Sena-
se.ntido de «percibido como eufemismo por el hablante y por el oyente». Con esta bre, 1971: 186). Éste es, sin embargo, un riesgo inherente al eufemismo porque la
precisión, la definición de R. Senabre captaría el proceso eufemístico en toda su ple- relatividad, a la que ya se aludió en su definición, es un rasgo consustancial al eufe-
nitud, y, por mi parte, no tendría inconveniente alguno en adoptarla. mismo y, como tal, difícilmente neutralizable cuando su análisis va más allá del
En distintas ocasiones he aludido a la relatividad como uno de los rasgos más propio individuo.
sobresalientes del eufemismo. La causa es su origen social. pues, como dice J. Orr, Los partidarios de la división lingüística pretenden subsanar la subjetividad de
«c'est le groupe, avec toutes les croyances, tous les préjugés qui le caractérisent et las propuestas anteriores, estableciendo clasificaciones en las que se destacan los re-
qui soulignent son homogénéité, qui frappe d'interdit tel mot ou telle expression cursos lingüísticos por medio de los cuales se crean o se habilitan los eufemismos. Es
et oblige l'individu soit au silence absolu --c'est l'euphemisrne ''zero", l'euphe- la postura de R Senabre (1971) y, por ejemplo, de M." l. Gregorio de Mac (1973:
misme "absence", comme dirait Mallanné, eUQ>T}µetv, se taire- soit a"tourner au- 21-22). Se les podría objetar, sin embargo, que no hacen una clasificación del eufemis-
trernent"» (1953: 167). El resultado es su propia inestabilidad en el espacio y en el mo, sino una enumeración de los mecanismos que los generan, lo que no tiene mayor
tiempo, de acuerdo con la cual, la interdicción, los conceptos sobre los que recae y importancia que plantear el problema de la tipología del eufemismo desde otro
los propios sustitutos euferrústicos presentan notables diferencias en rel3.ción con la ángulo: ¿qué es más útil?, ¿dividir el eufemismo de acuerdo a los recursos lingüísticos
época y con el lugar en que son analizados, pero también con la edad, el sexo, la for- en los que se basa? o ¿clasificarlo de acuerdo a las causas que inducen al proceso eufe-
mación y otras circunstancias que rodean su verbalización.25 De hecho, no hay rrústico? La primera opción no sólo me parece útil, sino necesaria, cuando el objeto de
ningún criterio objetivo que, sin ayuda del entorno cultural, del contexto o de la si- estudio es una esfera conceptual tan concreta como la que M.ª l. Gregario de Macana-
tuación, permita afirmar que esta metáfora, metonimia o deformación fonética es liza, la de «estúpido». La causal sólo podría indicar la base interdictiva que subyace al
eufemística y aquella otra disfemística. No hay, pues, palabras-eufemismos; de la proceso eufemístico, mientras que la lingüística permitiría organizarlos de acuerdo a
misma manera que tampoco hay recursos lingüísticos que sean eufemísticos; lo que pautas más inmanentes, siguiendo el modelo estructuralista o cualquier otro, al tiempo
sí hay, son usos eufemísticos. que ofrecería información sobre qué recursos prefieren, por ejemplo, unas generacio-
La clasificación del eufemismo plantea problemas similares a los ya esbozados nes frente a otras o los distintos estratos sociales.
en su definición. Los partidarios de una tipología lingüística26 critican a los que se No creo, a pesar de todo, que ambas divisiones sean antagónicas y menos cuan-
inclinan por una división no lingüística27 porque clasifican, dicen, las causas·del eu- do lo que se intenta analizar no es una estructura léxica concreta, sino el eufemismo
femismo, no el eufemismo en sí (Senabre, 1971: 185). El más claro exponente de los en general. En ese caso, un planteamiento como el anterior obligaría a agrupar en un
segundos es sin lugar a dudas Ch. E. Kany, quien, a pesar de sugerir una clasificación mismo apartado voces y, en último término, conceptos pertenecientes a esferas tan
alejadas entre sí como la religiosa, la sexual, la escatológica y la social. En cambio,
si la división se hiciese de acuerdo a las causas que inducen al eufemismo, lo prime-
25. «La linde que separa las voces admisibles de las no admisibles, o las admitidas de las no admitidas, es ro que se obtendría serían unidades temáticas (la religiosa, la sexual, la escatológica,
--defiende con toda exactitud Camilo J. Cela- siempre movediza y, como obra de humanos, con frecuencia pintores-
ca, esclava de las latitudes y de los vientos que soplan en cada latitud y cada momento y, lo que es peor, desorientado- la social), susceptibles de dividirse en unidades más simples (Dios, demonio; pene,
ra» {OS, I, 20). Cfr. para un análisis detallado de su relatividad, Montero Cartelle ( 1981: 30-36), Silva Correia (1927: glande; defecar, orinar;,Tobar, borrachera), en·el interior de las cuales sí tendría ra-
738-757) y Casas (1986: 4048).
26. R. Rabanales ( l 966-1968: 130-131); R. Senabre {1971: l 85-189) y M.ª Isabel Gregorio de Mac ( 1973: 19-23).
zón de ser la división lingüística. De esta forma, la información que proporciona el
27. A. Camoy (1927: 338-346); S. Ullmann (1970: 231-234) y Ch. Kany (1960: VI). análisis lingüístico (ser metáfora: ser eufemismo denotativo) sería complementada
INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA LEXICOLOGÍA Y SEMÁNTICA 555

con datos mu~ úti~es para el análisis de los rasgos semánticos, de sus asociaciones y vos, etc., que, al tiempo que individualizan los elementos léxicos, los vinculan.con
de sus neutrahzac1ones. Por eso, porque alcanzar conjuntos semánticamente homo- las demás unidades de su campo e incluso con los integrantes de otros campos. Este
géneos, en los que afinidades y diferencias dimanen de su propia organización, me abanico de relaciones de contenido (similitud, contigüidad, contraste, comparación,
parece ya una forma de análisis, me inclino por una división que tenga en cuenta las etcétera) hace posible la sustitución de un término por otro y, con ella, perritite dis-
causas y, al tiempo, los resortes lingüísticos. La primera permite la búsqueda de uni- cernir las bases que regulan la creación eufemística. La búsqueda de los sustitutos se
dades temáticas y, por su mediación, la formación de campos o paradigmas, y la se- hace precisamente entre aquellos vocablos que, al contener uno o más sernas en co-
~unda el estudio de los procedimientos lirigüísticos que originaron esos campos. La mún, son conmutables en la cadena hablada o, si se prefiere, entre aquellas palabras
tipología causal la reduzco al máximo, en concreto a las cuatro siguientes: mági- que se identifican parcial, pero suficientemente, con la voz interdicta. Lógicamente,
co-religiosa, sexual, escatológica y social. no todos los elementos intercambiables pueden catalogarse de eufemismos; sólo los
La interdicción, como se ya se ha visto, tiende a impedir la actualización en el que no poseen la carga afectivo-negativa del sustituido.
habla de aquellas formas que, por las razones que sean, suscitan en nosotros o en Los mecanismos eufemísticos que actúan sobre el contenido semántico se ba-
nuestros interlocutores connotaciones no deseadas en ese momento dado. Crea en- san, por lo tanto, eh la actualización de unos rasgos (secundarios la mayoría de las
tonces la necesidad de eliminarlas y sustituirlas por otras que digan lo mismo, pero veces) y en la neutralización de otros, que o hacían imposible la conmutación o
que eliminen, atenúen, oculten o rompan esas asociaciones. eran los poseedores de las connotaciones que habían convertido el término susti-
Los mecanismos lingüísticos28 a los que recurre el hablante para generar los tuido en interdicto. Neutralización no significa desaparición, sino puesta entre pa-
sustitutos eufemísticos responden en esencia a dos coordenadas: la formal y la réntesis de determinados rasgos en un contexto y en una situación precisa para
semántica. La primera se basa en las asociaciones de forma en que está inserto el favorecer que las palabras adquieran acepciones que hasta ese momento no po-
término interdicto, lo que permite reemplazar un término por otro ya preexisten- seían o pasaban desapercibidas. 3°Fuera de ese contexto, tales rasgos vuelven a ac-
te (caso por cago), y, sobre todo, en procesos fonéticos, morfológicos y sintácti- tualizarse. ·
cos que inciden sobre el aspecto fónico-gráfico del término interdicto. Los es-
trictamente fonéticos, como la supresión, adjunción o supresión-adjunción de
fonemas, alteran la estructura de la palabra que de esa manera se asemeja a otra 3. Las hablas jergales
de significado diferente y no sometida a interdicción o se crea una nueva que la
recuerda pero no participa de sus connotaciones. Los recursos morfológicos no De la misma manera que en el estudio del eufemismo se había percibido que
buscan la deformación de la palabra, sino modificar su contenido afectivo-evo- sus rasgos fundamentales derivan precisamente de su origen social, en el análisis de
cativo mediante la supresión o adición de rasgos que atenúan el efecto de la pala- las jergas hay que partir para su plena comprensión de la lengua como un hecho
bra sobre el hablante. La libertad creativa es en este caso mucho menor que en el social.
anterior; el emisor debe mantenerse dentro de los límites que impone la deriva- En toda comunidad, por muy homogénea que sea, «siempre se encuentran en ella
ción afijal. Los sintácticos han pasado casi desapercibidos a pesar de que sus re- algunos patrones de variación lingüística» (López Morales, 1989: 111 ), que, en gene-
percusiones sobre·la interdicción son evidentes. 29 La omisión de una palabra es ral, suelen responder a factores extralingüísticos. La diversidad de roles de los indivi-
tal vez el procedimiento más llamativo y radical de acceder al eufemismo, pero duos que la integran es, tal vez, una de sus causas fundamentales en la medida en que
no lo es menos una sintaxis preconcebida en la que el elemento interdicto se rele- propician la estratificación de la sociedad según criterios culturales, económicos, pro-
gue a un segundo plano, ni la atenuación por medio de la anteposición o posposi- fesionales, etc. Las diferencias generacionales y de sexo tienen también su impacto en
ción de fó~ulas tan habii?ales como con perdón, dispensando, etc., que, en un la variación lingüística y así ha sido reiteradamente puesto de manifiesto (López Mo-
caso, previene sobre el posible mal gusto de lo que se va a decir, y, cuando se des- rales, 1988, 112-128). No toda variación que dimane de estas u otras causas es, sin em-
plaza al final, mitiga lo ya dicho. f;- bargo, susceptible de ser integrada bajo el concepto «jerga>>, porque, para dar ese salto
El funcionamiento del eufemismo desde el punto de vista semántico es mucho cualitativo, se requieren otros condicionamientos: situarse al margen de la variedad
más complejo. Ambos términos, el sustituyente y el sustituido, diferenciados en ;t-
estándar, con lo que ello implica de desviación de la norma lingüística, y constituirse
cuanto a la forma, se relacionan por uno o más rasgos semánticos que los identifican, f- en un grupo que diferencie e incluso proteja a sus miembros. 31
aunque surgieran al mismo tiempo otro u otros valores _afectivo-evocativos. El signi- La amplitud y ambigüedad de esta caracterización tiene sus ventajas pero tam-
ficado se presenta así no como un todo indivisible, sino como un compuesto de, se- bién el inconveniente de dar cobertura al lenguaje del hampa, a los lenguajes espe-
gún la teoría que se adopte, sernas, defigurae, de rasgos [semánticamente] distinti- ciales de ciertas profesiones y grupos sociales e incluso podría extenderse al habla

28. Dejo al margen de manera consciente los «recursos paralingüísticos» c~~10 la «entonación» y Jos «ges- 30. Tal como la define F. Rodríguez Adrados, no sólo «consiste en suprimir la relevancia de un rasgo distinti-
tos», cuya importancia para dotar de capacidad atenuante al propio término interdicto e incluso para ocupar su lugar en vo allí donde es innecesaria la distinción sino en Ja posibilidad de renunciar a u11a disti11ción cuando interesa precisa·
el discurso he analizado en otro lugar (Montero Cartelle, 1981: 46-47). mente no notarla, con objeto de-q'ue la atención recaiga sobre otra» (1967: 203). Cfr. también J. Greimas, quien la de·
29. J. Henry ( 1936: 250-256) ha analizado algunos aspectos de las repercusiones de la vida emocional e 11 Ja nomina «SUSP,ensión sémica» (19'73: 53).
expresión ~i11táctica. 31. Estos son Jos dos parámetros que, segtln Lázaro Carreter, definen un microsistema como jerga (1997: 151).
554 INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA LEXICOLOGÍA Y SEMÁNTICA 555

con datos mu~ úti~es para el análisis de los rasgos semánticos, de sus asociaciones y vos, etc., que, al tiempo que individualizan los elementos léxicos, los vinculan,con
de sus neutrahzac1ones. Por eso, porque alcanzar conjuntos semánticamente homo- las dernás unidades de su campo e incluso con los integrantes de otros campos. Este
géneos, en los que afinidades y diferencias dimanen de su propia organización, me abanico de relaciOnes de contenido (similitud, contigüidad, contraste, comparación,
parece ya una forma de análisis, me inclino por una división que tenga en cuenta las etcétera) hace posible la sustitución de un término por otro y, con ella, permite dis-
causas y, al tiempo, los resortes lingüísticos. La primera permite la búsqueda de uni- cernir las bases que regulan la creación eufemística. La búsqueda de los sustitutos se
dades temátic~s y, por su mediación, la formación de campos o paradigmas, y la se- hace precisamente entre aquellos vocablos que, al contener uno o más sernas en co-
gunda el estudio de los procedimientos lirigüísticos que originaron esos campos. La mún, son conmutables en la cadena hablada o, si se prefiere, entre aquellas palabras
tipolo?í~ causal la reduzco al máximo, en concreto a las cuatro siguientes: mági- que se identifican parcial, pero suficientemente, con la voz interdicta. Lógicamente,
co-rehg1osa, sexual, escatológica y social. no todos los elementos intercambiables pueden catalogarse de eufemismos; sólo los
La interdicción, corno se ya se ha visto, tiende a impedir la actualización en el que no poseen la carga afectivo-negativa del sustituido.
habla de aquellas formas que, por las razones que sean, suscitan en nosotros o en Los mecanismos eufemísticos que actúan sobre el contenido semántico se ba-
nuestros interlocutores connotaciones no deseadas en ese momento dado. Crea en- san, por lo tanto, eh la actualización de unos rasgos (secundarios la mayoáa de las
tonces la necesidad de eliminarlas y sustituirlas por otras que digan lo mismo, pero veces) y en la neutralización de otros, que o hacían imposible la conmutación o
que eliminen, atenúen, oculten o rompan esas asociaciones. eran los poseedores de las connotaciones que habían convertido el término susti-
Los mecanismos lingüísticos28 a los que recurre el hablante para generar los tuido en interdicto. Neutralización no significa desaparición, sino puesta entre pa-
sustitutos eufemísticos responden en esencia a dos coordenadas: la formal y la réntesis de determinados rasgos en un contexto y en una situación precisa para
s~m~nti~a. La primera se basa e.n las asociaciones de forma en que está inserto el favorecer que las palabras adquieran acepciones que hasta ese momento no po-
termino 1nterd1cto, lo que permite reemplazar un término por otro ya preexisten- °
seían o pasaban desapercibidas. 3 Fuera de ese contexto, tales rasgos vuelven a ac-
te (caso por cago), y, sobre todo, en procesos fonéticos, morfológicos y sintácti- tualizarse.
cos que inciden sobre el aspecto fónico-gráfico del término interdicto. Los es-
trictamente fonéticos, como la supresión, adjunción o supresión-adjunción de
fonemas, alteran la estructura de la palabra que de esa manera se asemeja a otra 3. Las hablas jergales
de significado diferen.ti:: y no sometida a in~erdicción o se crea una nueva que la
recuerda pero no participa de sus connotaciones. Los recursos morfológicos no De la misma manera que en el estudio del eufemismo se había percibido que
buscan la deformación de la palabra, sino modificar su contenido afectivo-evo- sus rasgos fundamentales derivan precisamente de su origen social, en el análisis de
cativo mediante la supresión o adición de rasgos que atenúan el efecto de la pala- las jergas hay que partir para su plena comprensión de la lengua como un hecho
bra sobre el hablante. La libertad creativa es en este caso mucho menor que en el social.
anterior; el emisor debe mantenerse dentro de los límites que impone la deriva- En toda comunidad, por muy homogénea que sea, «Siempre se encuentran en ella
ción afija!. Los sintácticos han pasado casi desapercibidos a pesar de que sus re- algunos patrones de variación lingüística» (López Morales, 1989: 111 ), que, en gene-
percusiones sobre la interdicción son evidentes. 19 La omisión de una palabra es ral, suelen responder a factores extralingüísticos. La diversidad de roles de los indivi-
tal vez el procedimiento más llamativo y radical de acceder al eufemismo, pero duos que la integran es, tal vez, una de sus causas fundamentales en la medida en que
no lo es menos una sintaxis preconcebida en la que el elemento interdicto se rele- propician la estratificación de la sociedad según criterios culturales, económicos, pro-
gue a un segundo plano, ni la atenuación por medio de la anteposición o posposi- fesionales, etc. Las diferencias generacionales y de sexo tienen también su impacto en
ción de fó~ulas tan habit~ales como con perdón, dispensando, etc., que, en un la variación lingüística y así ha sido reiteradamente puesto de manifiesto (López Mo-
caso, previene sobre el posible mal gusto de lo que se va a decir, y, cuando se des- rales, 1988, 112-128). No toda variación que dimane de estas u otras causas es, sin em-
plaza al final, mitiga lo ya dicho. bargo, susceptible de ser integrada bajo el concepto «jerga», porque, para dar ese salto
El funcionamiento del eufemismo desde el punto de vista semántico es mucho cualitativo, se requieren otros condicionamíentos: situarse al margen de la variedad
más complejo. Ambos términos, el sustituyente y el sustituido, diferenciados en estándar, con lo que ello implica de desviación de la nonna lingüística, y constituirse
cuanto a la forma, se relacionan por uno o más rasgos semánticos que los identifican, en un grupo que diferencie e incluso proteja a sus miembros. 31
aunque surgieran al mismo tiempo otro u otros valores afectivo-evocativos. El signi- La amplitud y ambigüedad de esta caracterización tiene sus ventajas pero tam-
ficado se presenta así no como un todo indivisible, sino como un compuesto de, se- bién el inconveniente de dar cobertura al lenguaje del hampa, a los lenguajes espe-
gún la teoáa que se adopte, sernas, defigurae, de rasgos [semánticamente] distinti- ciales de ciertas profesiones y grupos sociales e incluso podría extenderse al habla

28.. Dejo al ~argen de manera consciente los «recursos paralingüísticos» c~mo la «entonación» y los «ges- 30. Tal como la define F. Rodríguez Adrados, no sólo «Consiste en suprimir la relevancia de un rasgo distinti-
tos», cuya 1mponancia para dotar de capacidad atenuante al propio ténnino interdicto e incluso para ocupar su lugar en vo allí donde es innecesaria la distinción sino en la posibilidad de renunciar a una distinción cuando iuteresa precisa-
el discurso he analizado en otro lugar (Montero Carte!le, 1981; 46-47). meme no notarla, con objeto de-q'ue la atención recaiga sobre otra» (1967; 203). Cfr. también J. Greimas, quien la de·
29. J. Henry (1936: 250-256) ha analizado algunos aspectos de las repercusiones de la vida emocional en Ja nomina «SUSP.IJnsión sémica» ( 1973: 53).
expresión sintáctica. 3 l. Éstos son los dos parámetros que, según Lázaro Carreter, definen un microsistema como jerga (1997: 151).
556 INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA ESPANOLA LEXICOLOGÍA Y SEMÁNTICA

del pueblo bajo. Se impone, en consecuencia, la necesidad de establecer precisiones ciencia de su individualidad y de su pertenencia a un círculo cerrado. La relación
sobre los distintos ténninos con que se ha designado las lenguas especiales, para clásica de quienes responden a estas características va desde el habla de los estu-
concluir.si es preferible mantener una denominación común para· todas ellas o, por diantesJ7 hasta la de los soldados,38 pasando por el cheli, cuya identidad no deriva de
el contrario, optar por una designación específica para cada una. la adscripción a una clase social, sino a la edad, a la diferencia generacional. 39 En
Tal vez, el término más extendido sea argot, cuya historia desde su orígenes esta acepción cabe incluir las que responden a una motivación tabú para proteger ac-
hasta la actualidad ha sido trazada por P. Guiraud (1958). En un principio, hacía re- tividades tan ligadas a ritos mágico-religiosos como la caza, la pesca, la guerra, etc.
ferencia a un grupo social, «la corporación o profesión de ladrones», para, ya en Son jergas propias de las sociedades primitivas. 40
tiempos modernos, designar su lenguaje, 32 pero también, en una clara expansión de Jeroa siguió extendiendo su capacidad polisémica hasta incluir en su significa-
su significado, el lenguaje propio de determinadas clases sociales e incluso los ele- do los «~nguajes profesionales», por una parte, y, por otra, un conjunto de palabras
mentos más vulgares que desde el habla popular entraban en la lengua culta. de muy diverso origen que, surgidas de la afectividad, se incorporan con fines expre-
De manera similar, en España, las antiguas asociaciones de delincuentes, cons- sivos, irónicos o humorísticos en el lenguaje coloquial de cualquier clase social. En
tituidas en verdaderos gremios o hermandades, recibían el nombre de germanías, ambos casos, las posturas están claram~nte encontradas, pu~s de. la misma manera
que, como argot, acabó también designando ya desde el siglo xv1JJ su forma de ex- que se pueden ofrecer testimonios de quienes se oponen a aplicar Jerga a los lengua-
presión. A diferencia de aquél, germanía no derivó, sin embargo, hacia nuevas acep- jes profesionales, como J. Casares (1969: 279), hay también quienes lo defienden.
ciones, sino que permaneció como un tecnicismo con el significado de código secre- Aducen para ello que, en ocasiones, hay un empleo consciente y deliberado de pala-
to que para su protección usaban entre sí ladrones, pícaros y rufianes españoles de bras técnicas tanto para reforzar la propia originalidad del grupo como, en el caso de
los siglos XVI y XVII. La transformación de las condiciones sociológicas y tipo los médicos, para impedir o, por lo menos, dificultar la comprensión por parte de l~s
de vida que la habían originado provocó que la germanía entrase en decadencia a no iniciados. 41 Lo mismo ocurre con la utilización de jerga para canalizar la expresi-
mediados del siglo xvn y prácticamente desapareciese con él. 34 Muchas de sus anti- vidad que surge en la lengua popular y coloquial, no sólo porque los lfmites entre los
guas voces se incor¡xiraron, sin embargo, a la lengua común,35 núentras que otras se distintos registros son fluctuantes y difíciles de establecer, sino también porque la
integraron en el lenguaje de la nueva delincuencia, 36 que, a pesar de seguir siendo naturalidad, espontaneidad y la afectividad que la originan parecen estar ligadas más
una lengua de grupo, Casares no equipara a la germanía porque «no tiene la preten- a la voluntad del hablante en cuanto individuo que en tanto miembro de un grupo
sión de ser secreta» (1950: 277). Propone diferenciar entre gennania histórica y que marca de esta fonna sus diferencias ei;i _relación ?ºn la comunidad_ a}~ que perte-
gennania moderna, que, se acepte o no, no modifica sustancialmente su carácter nece. Una vez más, se está ante una cuestton de lfmttes que, por ser d1f1c1les de pre-
técnico frente a argot, cuya evolución semántica lo ha convertido en un ténnino más cisar, exige cierta cautela sobre todo cuando pueden responder al deseo de huir de
abierto y polisémico. los lugares comunes que impone la sociedad. Pilar Daniello denomina jerga co~
Jerga presenta unas características muy diferentes. A pesar de tener el mismo mún y argot urbano por tener un mayor desarrollo en las grandes ciudades ( 1980:
origen que jerigonza e incluso haber compartido el significado 'lenguaje de los mal - 14). . . .
hechores', derivó muy pronto hacia un contenido más impreciso que cualquiera de La proliferación de términos que recubren la misma sustancia del contenido ha
los anteriores, tal vez como consecuencia de su penetración más tardía en la lengua provocado una doble reacción. La primera intenta sistematizar y deslindar los c~i:i­
(s. XVIII). Se equiparó en un primer momento a germanía para aplicarse muy pronto pos específicos de cada uno de ellos, mientras que la segunda opta por una expres1on
al lenguaje propio de los grupos sociales que, por diversas razones, han tenido con- genérica, argot, en unos casos, y jerga, en otros, que englobe todas y ca~a una ~e las
acepciones. J. Casares, por ejemplo, propone mantener perfectamente d1ferenc1ados
calo,42 gennanía, con la doble distinción de ~istóric_a y mo~ema, mien~as percibe
32. Con anterioridad se conocía con los nombresjargon, baragouin,blesquin y narqois. Cfr. Clavería (1967: dificultades en reservar jerga para el lenguaje propio de ciertas profesiones Y ofi-
351). quien cita en la n. 6 a L. Sainéan, l'argot ancien, París, 1907.
33. Para estas precisiones cronológicas, así como para el uso de los términos alternativos jerigonza y jácara,
que derivaron, respectivamente, hacia las acepciones 'lenguaje de mal gusto, complicado y difícil de entender' y 'ro· 37. M. Alvar en las notas 162 y 163 al libro de l. Iordan (1967: 633-634) destaca la poca importancia que este
manee o entremés de ambiente pícaro', cfr. Claverfa(1967: 353). Jácara incluso poseyó el significado originario, 'reu- tipo de lenguaje ha tenido en España frente, por ejemplo, al desarrollo que ha adqui~d? en Ponugal. La misma rela-
nión de maleantes', no así sus derivadosjacarandina,jacarandaina y jacarandana. Cfr. Daniel (1980: 13) y Coromi- ción parece haberse dado entre Francia y Alemania. En las notas citadas se recoge b1bbografia sobre el tema.
nas-Pascual (DCECH, s.v.jácara). 38. Para una breve descripción de su constitución y evolución, cfr. Iordan (1967.: 636-637).
34. El propio Clavería admite, sin embargo, la posibilidad de seguir su evolución a lo largo del sigloxvm e in- 39. Sus motivaciones y características fundamentales fueron puesras de manifiesto por Lázaro Carreter
cluso en los siglos XIX y XX. rastreando la pervivencia de sus términos en los vocabularios de la germanía moderna de (1997). Cfr. el vocabulario de J. R. Martínez Márquez (1996).
España y de la América hispana. Él mismo, en la nota 23, ofrece una amplia relación bibliográfica sobre el tema(Cla- 40. Cfr. J. Vendryes (1967: 276-278) y A. Camoy (1927: 79-82).. . .,
vería, 1967: 357-358). 41. Un caso muy diferente son las fonnas de habla de las profes10nes ambulantes que, por su margmac1on,
35. Clavería hace una breve .relación de las registradas por el Diccionario de la Academia (1967: 355), mien- condiciones de vida y, sobre todo, por reacción ante la presión que un medio hostil ejerce sobre el grupo, les ha obliga-
tras que M. Casas analiza iodas las denominaciones de la prostituta que proceden de aquélla ( 1986: 187-195). Cfr. tam- do a defenderse creando un sistema de comunicación que los identifica. Su relación es amplia, aunque la mayoría están
bién Salillas (!896) y, sobre todo, J. L Alonso (1977 y 1979). en vías de extinción. Una bibliografía exhaustiva sobre el tema se puede obtener combinando la información que reco-
36. «En Méjico la lengua del hampa llevaba hasta hace poco todavía el antiguo nombre de sirigonza. !o que ge Clavería en la n. 37 (1967: 361*362) y el de F. García Gondaren el aparta~oxergas (!995: _544-546) ...
mueve a pensar en una tempranaimportaeión de la vieja germanía española a la Nueva España y en el trasiego constan- 42. No he hecho referem~ia a este término, porque, a pesar de sus evidentes y reconocidas conex10nes con la
te, a través de Jos siglos o en tiempos modernos, de términos germanescos n las colonias de ultramar» (Clavería, 1967: germanía y el lenguaje de Ja deliii'cuencia, es, como dice J. Casares, «Un verdadero lenguaje natural» (1969: 273).
357-358). Cfr. también la nota anterior. Cfr. Ropero Núñez ( 1978).
558 INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA LEXICOLOGÍA Y SEMÁNTICA 559

cios;n prefiriendo en ese caso hablar de «particularismos profesionales» ( 1969: 278 termine y regule sus posibilidades, la capacita para llevar hasta sus últimas conse""
y 279). cuencias las asimilaciones, las disimilaciones y la metátesis ..Js Dicen grito por trigo,
Lázaro Carreter y J. M. Blecua han optado por jerga para dar cuenta de todo mi- demias por medias, chepo por pecho, greno por negro, etc. (Casares, 1969: 273).
crosistema diferenciado que pennite «que los miembros del grupo se identifiquen Al igual que en los eufemismos, donde la atenuación por medio fundamental-
entre sí como tales, y diferencian al grupo y lo protegen impidiendo el acceso a los mente de los sufijos diminutivos tiene una gran importancia (Montero Cartelle,
inic~ados» (Lázaro Carreter•. 1997: l~l). Abarcan los siguientes conceptos: a) len- 1981: 56-57, y Casas, 1986: 135-142), en las jergas actuales la derivación por.sufija-
guaje ?el hampa; b) lenguaje profesional; e) lenguaje de cualquier grupo social; ción ha adquirido dimensiones considerables. Al lado de los sufijos propios del
d) COD]Unto de palabras procedentes de fuentes oscuras (deformación de extranjeris- español normativo, han alcanzado gran difusión un importante número de ellos, que,
mos Y traslación ·semántica de voces de uso general con sentido ocasional normal- tal como subraya M. Seco (1970: 177-180), responden a un modus operandi que uti-
mente), que por broma o ironía se introducen en la conversación familiar de todas las liza la derivación inesperada y sorprendente para lograr la expresividad, la afirma-
clases sociales (Lázaro, DTF, s.v.jerga). 44 ción de la propia identidad y, en último término, la pertenencia a un grupo social. De
C. Clavería y más recientemente P. Daniel se inclinan por argot, dándole, sin entre estos indicadores de clase o más bien de grupo sobresalen por su difusión -ata
embargo, la misma extensión y contenido que los anteriores a jerga. P. Daniel afirma (bocata),.u, -eras (gol/eras, guaperas), -ota (pasota) y -oca (1nasoca, sudaca), mien-
la total identidad sinonímica en la actualidad entre jerga y argot ( 1980: 14-15) y jus- tras que -eison ( coloqueison) y -eibol (paseibol) lo hacen por ser claras adaptaciones
tifica el empleo del primero porque no tiene los matices peyorativos de jerga, está de sus correspondientes fonnas inglesas.
más difundido y es voz de uso internacional. Todos, sin embargo, reconocen la difi- La importación de ténninos extranjeros es otro factor que tienen en común,
cultad que i~plica1a inclusión en uno u otro de las voces de muy diversos origen con aunque, en la jerga, préstamo tiene un significado más amplio que en el eufemismo.
fines expresivos.
Aceptada la sinonimia de argot y jerga, descartada la germanía por ser «cosa 1' Designa «todo lo que no forma parte de la lengua común [... ], las lenguas locales,
dialectos, subdialectos y aun las lenguas extranjeras habladas en países limítrofes»
del pasado», como reconoce el propio J. Casares (1969: 279), resta incidir en sus J (Vendryes, 1967: 273). Este rasgo es común a todo tipo de jergas, incluida la llamada
particularidades lingüísticas. No son lenguas creadas artificialmente, como el espe-
ranto, sino más bien instrumentos de comunicación secundarios y parasitarios que 1 por J. Casares germanía histórica, en la que abundan los galicismos (fonnaje 'que-
so', dupa 'el engañado', alarse 'irse'), los italianismos (sacocha 'bolsillo'), los ger-
se han desarrollado en estricta dependencia con la lengua de la comunidad de la
que pretenden diferenciarse. Resultan, en efecto, «de una especialización de la len-
gua común; y como no existen más que por oposición a esta lengua común, es preci-
I ~
manismos (espillar 'jugar'), etc.~ 7 En las actuales, «aparte de su valor críptico o hu-
morístico según los casos, cumple sobre todo la función de dar nombre a conceptos
nuevos», siendo, por lo tanto, un procedimiento muy activo en terrenos como el de-
so que la relación entre la lengua común y el argot sea sentida constantemente mien- portivo o el de la droga (Daniel, 1980: 17).
tras se emplea el argot>> (Vendryes, 1967: 272-273). Su originalidad y su renovación
no hay que buscarlas por tanto ni en la sintaxis, ni en la morfología, sino en el léxico 1 En el plano semántico se observan varias tendencias._La más llamativa tal vez
sea la creación de series sinonímicas, llegando en ocasiones a una especie de hiper-

l
cuyos procedimientos de creación y de renovación no son tampoco ajenos a los d~ trofia como consecuencia de la aglutinación de términos en torno a lo que P. Daniel
cualquier lengua común, aunque la extraordinaria rapidez con que se desgastan sus llama «conceptos-eje», como las partes del cuerpo, el sexo, la prostitución, las fun-
expresiones y la tendencia a la sinonimia les obliga a explotarlos al máximo. ciones fisiológicas, etc. (1980: 18). Al final, «para un número relativamente peque-
En general, utiliza los mismos recursos lingüísticos que se percibían en la crea- ño de significados encontramos un número impresionante de significantes», como
ción eufemística, aunque con una :finalidad claramente diferente: la ruptura de aso- dice J. L. Alonso (1972; 1977: XVII-XVIII, y 1979: 11), quien ha reunido más de

1
ciaciones y, consecuentemente, la aceptación del ténnino, en un caso, y, en el otro, la 300 denominaciones de prostituta. 411 La metáfora es, sin duda, el recurso más utiliza-
ruptura pero, en esta ocasión, comunicativa entre el grupo y el resto de la sociedad.
Cabe, pues, al igual que se hizo con el eufemismo, diferenciar dos grandes grupos de
recursos en la formación y renovación de las hablas jergales: los formales, por un 45. Es evideate que estos procedimientos se dan más en unas jergas que en otras (cfr. Camoy, 1927: 79-82.
lado, y los semánticos, por otro. y Wagner, 1950: 182-183), pudiéndose incluso precisar que los mecanismos más complicados constituyen una ex-
cepción y, además, parecen propios sobre todo de las jergas modernas. J. L. Alonso ( 1977: XV) recalca que «los pro-
La jerga lleva hasta sus últimas consecuencias la deformación fonética. Tiene cedimientos de fabricación del lenguaje marginal son los mismos que encontramos en la evolución de la lengua

'
sobre el eufef?ismo la ventaja de que se dirige a un número más restringido y mejor "normal" y sólo en muy raras excepciones y modernas siguen procedimientos artificiales que por serlo no impiden
preparado de mterlocutores, lo que pennite que sus síncopas y elisiones, sus simpli- su sistematización». Pilar Daniel no muestra, sin embargo, estas restricciones para las jergas actuales, pues al desa-
rrollar Jos procesos de creación incluye en primer término «!a formación de nuevos términos mediante modificaCio-
ficaciones y apócopes sean mucho más audaces. La ausencia de una norma ciue de- 1 nes de palabras, analogías, onomatopeyas, reduplicaciones, creaciones caprichosas. De todos estos procedimientos,
]os más activos son los que afectan al final de palabra, ya sea por truncamiento (apócope). ya por ampliación (sufi-
1 jo)» (l980: 16-17).
43. «La jerga con.stituye una zona restringida de la lengua familiar, que limita al sur con la germanía y el caló, j 46. Cfr. Casado Velarde (1981).
al este y oeste con la terrnmología artesana y al norte con el tecnicismo científico» (1969: 279). 47. Una relación más amplia de Jos préstamos se encuentra en Clavería (1967: 356-357).
44. 1. M. Blecua se mueve en unos parámetros parecidos. Define jerga como «!oda lengua especial que suele 48. Cfr. también R. SalillaS (1986), C. Clavería ( 1967: 356) y, sobre todo, M. Casas { 1986), quien ejemplifica
tener un valor de signo social», distinguiendo en su interior la lengua de los maleantes, las lea guas profesionales y Ja precisamente su análisis de los recursos lingilísticodel eufemismo y del disfemismo tomando como referencia el cam-
lengua del pueblo ( 1972: 432-433).
po léxico «prostituta».
e-----

560 INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA ESPANOLA LEXICOLOGÍA Y SEMÁNTICA

do, pues, en el fondo, no es más que una comparación que permite acceder fácilmen- Bibliografia
te a la expresividad y recurrir a la hipérbole, buscando no sólo la exageración sino
evitar la atonía del lenguaje común. l. TABÚ Y EUFEMISMO
No menos interés tiene la tendencia a crear a partir de palabras-clave49 toda una
serie de usos traslaticios de los cuales derivan nuevas acepciones, valores cercanos a Bailly, A. (1963 26 ): (DGF) Dictionnaire Grec-Fran9ais, Paris, Hachette.
los exclamativos e interrogativos, originando una rica fraseología que da color a la Bruneau, Ch. (1952): «Euphémie et euphémisme», en Festgabe Ernst Gamil/scheg, Tubin-
expresión. Nuevamente la comparación .está en la base de este rasgo, de la misma ga, Max Niemeyer Verlag, pp. 11-25.
Bueno, S. (1960): Tratado de Semiintica Brasileira, Sao Paulo, Ed. Saraiva.
manera que también lb están la perífrasis, la hipérbole y las fónnulas de aceptación,
Camoy, A. (1927): La science du mot. Traité de sémantique, Lovaina, E. Universitas.
rechazo, negación, etc.; en definitiva, las frases hechas, algunas muy expresivas: me Casas, M. (1986): La interdicción lingüística. Mecanismos del eufemismo y del disfemismo,
enrrolla cantidá,jalarse una rosca, etc. (cfr. Lázaro Carreter, 1997: 153). La imagi- Cádiz, Universidad de Cádiz.
nación y la fantasía juegan en este sentido un papel fundamental en tanto que el des- Cassirer, E. (1959): «La palabra mágica)>, en Mito y lenguaje, Buenos Aires, Galatea-Nueva
gaste es muy rápido y la consecuente necesidad de renovación también lo es. «Estas Visión, pp. 53-69.
palabras (como leche, coño, carajo,joder,cojones, puñeta, puta, hostia, cagar, culo Cela, C. J. (1968): (DS) Diccionario Secreto, l. Series Coleo y afines, Madrid-Barcelona,
y mierda) a veces "contagian" sus formas expresivas al ámbito de voces más o me- Alfaguara.
nos afines, y originan series sinonímicas o de expresiones paralelas: ¡tiene cojones Deutschmann, O. (1949): «Formules de malédiction en espagnol et en portugais». en Mis-
la cosa! alterna con ¡tiene huevos... I pelotas/ bemoles/ nan'ces... f» (Daniel, 1980: celdnea de Filologia, literatura e História cultural ii memória de F. Adolfo Coelho. l.
Lisboa, Centro de Estudos Filológicos, pp. 215-272.
17-18). Emeneau, M. B. (1948): «Taboos on Animal Names», Language, XXIV (1948), pp. 56-63.
Por último, se observa también la tendencia, muy habitual en la lengua colo-
Emout, A. y A. Meillet ( 1951 3 ): ( DELL) Dictionnaire étymologique de la langue latine, Pa-
quial, a emplear ténninos genéricos que admiten cualquier significado según el en- rís, Klincksieck.
torno y las circunstancias. Al contrario que en el eufemismo, en el que el término Freud, S. (1970): Tótem y Tabú, Madrid, Alianza Editorial.
proscrito se diluye en una vaga designación del tipo cosa, asunto, negocio, hacer, en García de Diego, V. (1973): lecciones de lingüística española (Conferencias pronunciadas
la jerga obedece más a razones de deficiencias léxicas o simplemente de pereza en el Ateneo de Madrid), Madrid, Gredos.
mental ante el esfuerzo que supone la búsqueda de la expresión justa y apropiada Givon, T. (1985): «lconocity, isomorphism, and non-arbitrary coding in syntax», en J. Hai-
(cfr. Montero Cartelle, 1981: 79-80, y Casas, 1986: 246-251). man (ed.); lconicity in Syntax, Amsterdam-Filadelfia, John Benjamins, 1985,
La jerga y el eufemismo utilizan los mismos recursos lingüísticos, no porque pp. 187-219.
entre ellos haya afinidades especiales, sino porque una y otro, aunque diferencia- Gregario de Mac, M.ª Isabel (1973): «Diferencias generacionales en el empleo de eufemis-
dos en sus motivaciones y finalidades, se sirven de los recursos lingüísticos que mos», BICCC, XXVTII (1973), pp. 14-28.
Greimas, J. (1973): Semántica estructural. lnvestigación metodológica, Madrid, Gredos.
ofrece la lengua para la creación y renovación léxica. Es más, los dos comparten· Guiraud, P. (1971): La semántica, México, FCE.
también como característica común la rapidez con que, en un caso, las palabras se Haiman, J. (1980): «The iconicity of grammar: Isornorphism andMotivation>), Language, 56
contaminan y dejan de tener capacidad atenuante, y, en el otro, la facilidad con que (1980), pp. 515-540.
pierden la expresividad que les dio origen y se abandonan por otras nuevas. Su re- - (1983): «lconic and economic Motivation», Language 5914 (1983), pp. 781-819.
lación con la lengua común es, sin embargo, muy dispar. Los eufemismos forman Henry, J. (1963): «The linguistic expression of ernotion», American Anthropologist, 38,
parte de ella, mientras que la penetración de las voces jergales depende de factores pp. 250-256.
muy diversos, fundamentalmente de su difusión y expresividad. Cuanto mayores Ingram, D. (1989): First Language Acquisition. Method, Description and Explanation, Cam-
sean éstos, más posibilidades hay de que la lengua hablada los acepte y de ahí pa- bridge University Press.
sen a la lengua literaria, como, de hecho, ya ocurrió con la germanía y las Novelas Jespersen, O. (1947): Humanidad, nación, individuo. Desde el punto de vista lingüístico,
Buenos Aires, Revista de Occidente.
ejemplares de Cervantes 50 y el cheli y la obra de Francisco Umbral (cfr. Lázaro Ca-
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gues indo-européennes», .en Linguistique historique et linguistique générale, 1, Paris,
49. Palabras-eje es el término que prefiere P. Daniel {1980: 17).
Champion, pp. 281-291. -·
50. Clavería recoge este hecho, al tiempo que ofrece bibliografía sobre él. Cfr. Clavería (1967: 563 y n. l l).
562 INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA LEXICOLOGÍA Y SEMÁNTICA 563

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