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L a segunda parte del 'oráculo, do los límites del Gran Hormiguero, incurren en el
también cumplida.
error de lógica de identificarlo con el Gran Universo.
Entretanto Edipo recorre a pie la Beocia, vence a Pero cierta vez una hormiga se extravía por unos co-
la Esfinge y recibe, en premio, la mano de Yocasta. rredores en ruinas, distingue una luz lejana, unos des-
A l cabo de unos años (y a raíz de insidiosos chismes tellos, se aproxima y descubre una boca de salida cuya
de Polidoro), Edipo ordena una investigación. De re- clausura se ha desmoronado. C o n el corazón palpi-
sultas de la cual una verdad a medias, una verdad tante, la hormiga sale a la superficie de la tierra. V e
adulterada, sale a la superficie: todos están persuadi- una mañana. V e un jardín. V e tallos, hojas, yemas,
dos de que Edipo, el niño abandonado en el monte brotes, pétalos, estambres, rocío. V e una rosa ama-
Citerón, es el hijo de Layo y Yocasta. Y en conse- rilla. Todos sus instintos despiertan bruscamente. Se
cuencia, ha matado a su padre y se ha casado con su abalanza sobre las plantas y empieza a talar, a cortar
madre. U n gran silencio (Cocteau aconsejaba a A u - y a comer. Se da un atracón. Después, relamiéndose,
ric renunciar aquí a cualquier apoyatura musical) decide volver al Gran Hormiguero con la noticia.
corona esa atroz revelación. Busca a sus hermanas, trata de explicarles lo que ha
E n este punto, la ópera concluiría. visto, grita: "Arriba . . . luz . . . jardín . . . h o j a s . . . ver-
de . . . flores . . . " . Las demás hormigas no compren-
(Michcle Pourrat: Jean Cocteau, sa vie, den una sola palabra de aquel lenguaje delirante,
son oeuvre. Lille, 1965.) creen que la hormiga ha enloquecido y la matan.
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