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El principio de confianza.

El papel del principio de confianza es de contribuir a una mejor demarcación


de los límites del riesgo permitido, por lo que se le cuenta como un criterio
general delimitador de la responsabilidad penal. Quien actúa conforme a las
obligaciones inherentes a su rol puede confiar razonablemente en que los
demás intervinientes se comportarán como persona en Derecho. Por esta razón,
el principio de confianza libera de responsabilidad a quien obra confiando en el
comportamiento socialmente adecuado de los demás sujetos
autorresponsables con los que interactúa35. Vale decir, a las personas que
emprenden una actividad riesgosa pero -desde luego- lícita les está permitido confiar en que
quienes participan junto con él van a ajustar su actuación al
ordenamiento jurídico36.
El ordenamiento jurídico parte de la noción ideal que las personas que conviven
en sociedad respetarán la norma como modelo rector de los contactos
sociales, aun cuando fácticamente o en un plano meramente cognitivo
algunas personas se rijan por una desconfianza. Esta consideración tiene una
clara explicación en las actividades cotidianas: sin un principio de confianza no
sería posible para los gobiernos regionales ni autoridades municipales decidir
una inversión millonaria en obras sociales, máxime cuando para la aprobación
se cuenta con informes técnicos que sustentan claramente la razón de la
inversión; tampoco ningún cirujano podría practicar operaciones quirúrgicas si
luego de una intervención se comprueba que el material utilizado estaba
infectado, a él sencillamente le es permitido confiar válidamente que todo
instrumental que use esté debidamente esterilizado.
Huelgue decir que no se trata de una confianza psicológica en el esperar de la
conducta de un tercero, sino en la “confianza en el sistema” 37, o confianza
normativa en el estándar de comportamiento de una persona en Derecho. Sólo
así es válido confiar de modo incontrovertible en una expectativa de conducta
reconocida por el Derecho, ante cuyo incumplimiento sólo responderá el
destinatario que quebrante dicha expectativa normativa. Por ejemplo: no sería
posible el tráfico automotor si en cada esquina, no obstante el semáforo
autoriza el paso a un conductor, debería éste detenerse a pensar en la
posibilidad de que los demás conductores no respetarán la luz roja del
semáforo. Sencillamente, el tener el semáforo en luz verde autoriza a confiar en
cruzar la avenida sin temor alguno. Pero si el conductor de al lado -a quien la luz
en rojo no lo detuvo- es quien ocasiona el accidente, sólo él responderá por su
propio hecho.
El principio de confianza también ha sido materia de algunos fallos judiciales:
“(…) en autos no se encuentra acreditado que la encausada absuelta Gl.V.J.
hubiera incurrido en el ilícito penal materia de autos, puesto que el ser
propietaria del inmueble donde se arrendaban cuartos no supone participación
en la conducta de sus inquilinos, lo que está corroborado por el sentenciado
P.L.S., quien manifestó igualmente que las especies con adherencias de droga
(fojas sesenta y ocho) a que hace referencia el Señor Fiscal Adjunto Superior al
fundamentar su recurso, las utilizó para transportar la pasta básica de cocaína húmeda que se encontró en
su poder; actuando ésta dentro de una conducta
adecuada y dentro de un ámbito de confianza; no siendo así atendible otorgar,
en este caso con tales elementos, reprochabilidad penal a la propietaria” 38

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