El riesgo permitido se concreta mediante normas. Las normas del riesgo
permitido sirven para delinear los ámbitos de competencia de las personas y para concretar el sentido comunicativo de los tipos penales, pero nunca para crear tipos penales. Esto es evidente, toda vez que, en virtud del principio de legalidad, sólo mediante una ley penal pueden ser creados los tipos y las sanciones penales respectivas. Encontrándose configurado mediante normas, el riesgo permitido no es un concepto unitario ni rige por igual para toda la sociedad; todo lo contrario, el riesgo permitido adquiere sentido y rige en función de segmentos o subsistemas parciales de la sociedad. El modo en que concreta su vigencia es mediante cuatro grupos de normas: a) En primer lugar está la norma general, del propio Código penal; b) en segundo lugar se encuentran las normas especiales, a las que se llega mediante una remisión extrapenal, por ejemplo, la ley medioambiental, la ley tributaria, aquí se ubican también los MOFs y ROFs que delimitan los ámbitos de competencia de los funcionarios y servidores públicos; c) en tercer lugar se ubican las normas de la lex artis, que concretan los límites de actuación de las profesiones y se plasman en protocolos, normas deontológicas de los colegios profesionales, y d) en último lugar están las normas del estándar de conducta, que resultan de la práctica reiterada y permanente de los oficios en cuyo estereotipo social delinean ámbitos de competencia, como sucede con el oficio del taxista, del albañil, del panadero, etc. Un ejemplo de concreción del riesgo permitido puede verse en la modalidad básica del homicidio culposo (art. 111 CP), cuyo tenor legal establece “el que, por culpa, ocasiona la muerte de una persona, será reprimido con pena privativa de libertad no mayor de dos años (…)”. El tipo penal en este caso sintetiza en su configuración como pauta de conducta la expectativa social que nadie prive el derecho a vivir de los demás de una manera imprudente, bajo la conminación de una sanción penal. Pero, estando diseñada la expectativa de este modo, ella alude únicamente a un esperar genérico de conducta necesitado de concreción vinculado a un contexto social determinado para no quedar reducida a una mera descripción in abstracto de una conducta típica. Precisamente, como ejemplo de concreción pueden darse tres situaciones que ilustran cómo la expectativa de conducta del art. 111 CP puede ser objeto de concreción distinta según el segmento social donde acontece el hecho: a) Si la muerte por culpa ocurre en una carretera como consecuencia de un atropello vehicular, la ley de tránsito servirá de referente normativo para establecer los ámbitos de competencia que atañe observar en dicho contexto social tanto al chofer como al peatón.