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Las palabras del experto: el interaccionismo

El programa biológico que hace posible la adquisición del lenguaje no es suficiente para que ésta se
produzca. Hemos oído hablar muchas veces de que los niños criados en estado salvaje, aislados, sin
contacto con ningún otro ser humano, no aprenden una lengua. Por otro lado, cada niño adquiere la lengua
de la comunidad en la que ha nacido, y con la misma facilidad, y en el mismo tiempo, aprende una lengua
configuracional3, como el español, o una lengua tipológicamente muy diferente, como el esquimal o el
japonés. De aquí debemos inferir que la adquisición depende no sólo de la dotación genética heredada de
la especie, sino también de la interacción social del niño y de una serie de factores externos, sociales y
ambientales.

El modelo interaccionista pone su foco de atención en el papel que juega, en el desarrollo del lenguaje, el
contexto lingüístico en interacción con las capacidades innatas del niño. Reclama un papel primordial a las
muestras de lengua que el niño recibe por su contacto con los adultos, muestras que considera modificadas
y facilitadas.

Efectivamente, el habla que los adultos dirigen a los niños tiene ciertas peculiaridades en todas las
comunidades idiomáticas. Esta variedad se llama «lengua maternal» o «lengua del cuidador». Es típico que
un adulto que se dirige a un niño pequeño hable con un ritmo más lento, con más variaciones en la
entonación, con estructuras más cortas y más simples que las habituales, con repeticiones frecuentes. Los
temas de conversación se limitan al entorno inmediato del niño. Y lo más interesante, los adultos contestan
a los niños repitiendo lo que dijeron éstos, pero con oraciones gramaticalmente correctas. En realidad es
muy difícil valorar hasta qué punto influye el input modificado de los adultos en la apropiación de la lengua
por los niños, entre otras cosas, porque los niños que no tienen padres que proporcionen de forma
constante este tipo de interacción específicamente alterada también consiguen adquirir la lengua. Para los
interaccionistas es fundamental el intercambio conversacional, el tú a tú, que hace posible que el experto
adecué su habla al nivel de la del niño. Es conocido entre los investigadores de este modelo el caso de Jim,
un niño normal, hijo de padres sordos, que no recibió otro input oral que el de la televisión, porque sus
padres no se comunicaban con él, ni siquiera en el lenguaje de signos (Meheler, J. y E. Dupoux, 1992). Jim,
a los 3,09 años, demostró tener un dominio de la lengua muy por debajo de lo normal para un niño de su
edad, con expresiones agramaticales. Sin embargo, después de cinco meses de comenzar las sesiones de
conversación con los adultos, su habilidad expresiva aumentó de forma espectacular, y desaparecieron las
expresiones con orden de palabras agramatical. Lo más interesante de este estudio es que Jim tuvo un
hermano más joven que nunca tuvo el problema de Jim porque su entorno lingüístico fue diferente ya que
tenía un compañero experto para hablar. El hecho de que Jim no tuviera problemas para adquirir el inglés a
partir del momento en que empezaron a hablar con él, puede demostrar la importancia del entorno
lingüístico y de la interacción de tú a tú.

La fuente del texto no se ha citado a fines didácticos. Ver texto completo al finalizar el módulo.

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